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DERECHO AL JUEZ NATURAL

Los principios de la “unidad y exclusividad de la función jurisdiccional” y de la “prohibición de


los órganos jurisdiccionales de excepción” se encuentran íntimamente relacionados al principio
de “derecho al juez natural”. La actual Constitución del Estado consagra el principio del derecho
al Juez natural en la última parte del inciso 1 de su artículo 139° que señala que “No hay proceso
judicial por comisión o delegación”. Este derecho, tiene dos alcances: el primero, en forma
amplia pero fundamental, se trata de la imposibilidad de ser sometido ante la autoridad de quien
no es juez (falta de jurisdicción en su mejor sentido procesal), y para ello se prohíben no sólo los
tribunales especiales y los juicios por comisión o delegación (ya sean tribunales ad-hoc,
“tribunales revolucionarios”), sino también la imposibilidad de crear fueros especiales en razón
de las personas por sus especialidades calidades, como ocurría en otros tiempos. El segundo
tiene como base un principio de legalidad:

“Las órdenes competenciales de esos jueces y tribunales jerárquicamente integrados están o


deben estar predeterminados por la ley y no al arbitrio de ningún funcionario o persona.
Producido un conflicto de interés, el justiciable debe estar en posibilidad de saber de antemano
cuál es ese orden jurisdiccional que ha de ventilar su causa con imparcialidad. Esta son las
llamadas reglas de competencia en su diversos órdenes: territorial, funcional, material,
patrimonial, etc. Las reglas de competencia defienden el principio del acceso del justiciable al
juez natural bajo un ineludible principio de legalidad pues sólo las leyes las han de determinar
con anterioridad”. La Ley Orgánica del Poder Judicial, el Código Procesal Penal, y El Código
Procesal Civil también regulan el principio del derecho al juez natural. Este principio es
fundamental puesto que tiene tal carácter el magistrado u órgano judicial competente; si existe
duda acerca de la competencia entre la justicia común y la justicia militar, cabe señalar que
finalmente prevalece la justicia común.

ASPECTOS CONCEPTUALES DEL DELITO DE FUNCIÓN

Conceptualización del Delito de Función

Para definir el Delito de Función debemos tener en cuenta que éste implica la presencia de un
sujeto activo policial o militar, y de un bien jurídico policial o militar afectado; de manera que al
faltar cualquiera de dichos elementos, quedaría desintegrada la noción de Delito de Función
para dar paso a la de un delito de características comunes.

La doctrina casi unánimemente señala que estamos ante un delito de ejercicio de función
cuando la conducta típicamente reprimida se comete en un momento en que el sujeto activo se
encontraba desempeñando una función especial. En el Derecho Penal Militar los delitos de
función se cometen cuando el agente realiza actos de servicio, lo que no siempre ha de ocasionar
una lesión a los bienes jurídicos estrictamente castrenses que los delitos militares y la justicia
militar busca proteger. El sujeto pasivo de los delitos militares siempre implican un carácter
institucional, dado la naturaleza de los bienes jurídicos que se desea proteger. De acuerdo al
actual texto constitucional, las relaciones entre justicia militar y el poder judicial se encuentran
en el recurso de casación ante la Corte Suprema. Señala el artículo 141 de la actual Constitución
que corresponde a la Corte Suprema fallar en casación o en última instancia según los casos, y
conoce en casación las resoluciones del fuero militar con las limitaciones que establece el
artículo 173 del texto constitucional. A su vez, este artículo constitucional dispone que la
casación a que se refiere el artículo 141 sólo es aplicable cuando la pena impuesta es la pena de
muerte. Al respecto, de acuerdo con John Glasen, podemos distinguir entre cuatro sistemas:
Sistema Belga-neerlandés, en el cual los tribunales militares juzgan todas las infracciones
cometidas por los militares, salvo un cierto número de ellas enumeradas limitativamente (por
ejemplo, infracciones fiscales y aduaneras cometidas fuera del servicio, que son de la exclusiva
competencia de los tribunales ordinarios). Sistema franco–italiano, en el cual los tribunales
militares juzgan todas las infracciones militares y los tribunales ordinarios todas las infracciones
no militares aunque sean cometidas por militares. Sistema anglosajón, en el cual los tribunales
militares pueden juzgar a los militares por todas las infracciones militares, excepto algunas de
carácter grave (en Canadá, por ejemplo, el asesinato, el homicidio, la violación), pero el tribunal
ordinario es también competente para juzgar a los militares por cada infracción no
específicamente militar; es más, el fallo absolutorio o condenatorio de un tribunal militar carece
de autoridad de cosa juzgada ante un tribunal ordinario. Sistema austroalemán, en el cual no
existen tribunales militares; en este caso, incluso por infracciones de carácter militar los
militares son juzgados por tribunales ordinarios. Lo cierto es que allí donde los tribunales
militares poseen una competencia reducida más específicamente disciplinaria, puesto que
juzgan militares que han cometido faltas contra la disciplina demasiado graves para poder ser
castigadas por simple penas disciplinarias; en consecuencia, los Tribunales Militares no son una
prolongación de la autoridad disciplinaria. En cuanto a los límites de la acción disciplinaria,
podemos manifestar que si tratamos de concretar los límites de la acción disciplinaria y de la
acción penal, debemos ocuparnos de la competencia del jefe militar como juez único de la
represión disciplinaria, y de esta descripción se desprenderá la competencia de los tribunales
(militares o civiles). El examen de los límites en las diversas legislaciones estudiadas pone de
relieve la existencia de dos sistemas: uno basado en la distribución entre la transgresión
(disciplinaria) y la infracción (penal); y otro basado en los límites impuestos por la ley al derecho
del jefe militar para castigar. Podemos además, proteger entre el sistema transgresión infracción
y el sistema de la limitación el derecho a castigar. En cuanto al Sistema Transgresión-Infracción
puede decirse que en éste la acción disciplinaria se limita a la represión de las transgresiones
contra la disciplina, excluyendo la represión de las infracciones; este sistema es adoptado en
Bélgica, Holanda, Alemania, e Italia. El jefe militar puede infligir penas disciplinarias que llegan
hasta un cierto número de días de privación de libertad por el hecho de cualquier transgresión
disciplinaria. La dificultad principal de este sistema se produce por la existencia de actos 54
punibles de carácter mixto; actos que a la vez son transgresiones disciplinarias e infracciones
penales. Tenemos que, por ejemplo, la legislación holandesa reglamenta la represión de estos
actos punibles mixtos denominados oncigenlijke tuchtvergrijpen o transgresiones impropias y
en la legislación belga la represión de los actos punibles de este género ha sido organizada por
vía reglamentaria; en tanto que en el derecho alemán la represión disciplinaria sólo se permite
respecto de las infracciones de servicio previstas por la ley penal, en tanto que no se trate de
una pena; en el derecho suizo, esta facultad no se extiende más allá de los delitos disciplinarios
enumerados en forma limitativa en el Código Penal Militar. En cuanto al sistema de limitación
del derecho a castigar, debe señalarse que en los derechos anglosajones el jefe militar puede
infligir ciertos castigos, y entre ellos ciertas privaciones de patrimonio y de libertad, pero lo pone
en conocimiento del tribunal militar si estima que el acto punible merece que se le imponga una
pena más dura de la que él puede imponer.

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