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Diosas primitivas

Desde finales del pleistoceno y sobre todo a principios del Neolítico, empiezan a proliferar las
esculturas femeninas de pequeño formato, que hoy en día se conocen bajo la denominación
de Venus. Se las encuentra esparcidas por una amplia zona geográfica, pues están presentes
desde el Midi francés hasta Siberia.
Se trata, generalmente, de esculturas de bulto redondo (exentas, no como parte fija de un
conjunto), aunque a veces se las ha encontrado aplicadas en relieve sobre superficies rocosas.
Las Venus de bulto redondo forman parte de lo que se denomina «Arte mobiliar», o «Arte
mueble», ya que se trata de piezas de dimensiones reducidas y se pueden transportar con
facilidad. Éstas, habitualmente, miden entre los 3 y los 22 centímetros, y estaban concebidas
para caber en la palma de una mano; por lo que se cree tienen su origen en colgantes o
amuletos que aquellos antepasados más remotos llevaban para protegerse, o bien como parte
de sus rituales cotidianos.
Las Venus prehistóricas son especialmente características debido a las proporciones con que
se las representa. Por lo general, sus atributos sexuales están muy enfatizados, con senos,
vientre, nalgas y caderas abultados sobremanera. Por otra parte, a medida que fueron
evolucionando, las Venus se vieron sometidas a un proceso de esquematización, cosa que
actuaba en detrimento de los otros rasgos del cuerpo, en especial el rostro, que con
frecuencia aparece tan sólo esbozado, o simplemente no existe.
Las Venus son objetos conectados con el estilo de vida y las creencias de las comunidades
humanas prehistóricas. En este contexto, la fertilidad era un elemento fundamental, ya que su
función era la de ser madres, y perpetuar la vida en un mundo lleno de hostilidades para el
hombre.
La representación de los órganos reproductivos de la mujer fue una constante en el mundo
antiguo, desde la época del hombre de Neandertal. La vulva, sin lugar a dudas, el símbolo más
utilizado, a diferencia del falo masculino, que aparece plasmado en contadas ocasiones. La
vulva sería, así pues, una plasmación física de la necesidad de perpetuación de la especie
humana. Generalmente, ésta no aparece sola, sino representada junto a otros símbolos
relacionados con la abundancia, como figurillas zoomorfas, muestras del deseo de sus
creadores de obtener más ejemplares del animal esculpido.
Durante el período magdaleniense, se empiezan a destacar las zonas púbicas de las Venus,
mediante una incisión triangular. Esta manera de poner de relieve los genitales femeninos
durará hasta la aparición de las primeras manifestaciones artísticas griegas, influyendo en su
génesis y posterior desarrollo. A medida que la ejecución de las Venus fue evolucionando,
perdiendo su inicial tendencia por el naturalismo, la plasmación de la vulva también varió,
volviéndose cada vez más esquemática.
Otro de los símbolos relacionados con el culto a la fertilidad son los senos femeninos. Aunque
en contadas ocasiones se encuentran de forma exenta, por lo general nunca se hallan
desvinculados del resto del cuerpo humano. Resultan atípicas las representaciones de
mujeres con más de dos mamas, peculiaridad que se da también en elementos pertenecientes
a otras culturas y épocas.
Las Venus, aún sin ser esculturas de bulto redondo y estar ideadas para poder ser
manipuladas y observadas desde varios puntos de vista, presentan dos tipologías diferentes.
Por un lado las hay frontales, cuyos rasgos sexuales están acentuados para ser contemplados
por su parte anterior. En este caso, se enfatizarían principalmente las caderas. Un ejemplo
paradigmático de esta tipología es la Venus de Lespugue.
Por otro lado, estarían las Venus de perfil, cuyos atributos se destacarían al ser vistas de lado.
Éste es el caso de la Venus de Savignano, que junto con la Venus de Willendorf y la de Lausel
son las más famosas de todas las representaciones de divinidades primitivas relacionadas con
el culto a la fertilidad.
La Venus de Savignano, por su parte, es la mayor de las Venus halladas hasta el presente.
Mide unos 22 centímetros y fue hallada en 1925 por un obrero de la construcción en
Savignano sul Punaro, en las cercanías de la ciudad italiana de Módena. Esta pieza, realizada
con piedra serpentina verdosa, ha llegado hasta la actualidad en buen estado de
conservación. Aunque no se encontró acompañada de otros materiales que facilitaran su
datación, se cree que es del período auriñaco-perigordiense, y que fue realizada alrededor del
25000 a.C. Su cabeza y sus piernas, meramente esbozadas, presentan forma triangular. Esta
disposición concentra toda la fuerza de la composición en pechos, vientre y nalgas, si bien las
caderas no están ensanchadas, muy probablemente debido a la forma de la piedra sobre la
cual se esculpió.
La Venus de Willendorf fue descubierta en 1908, por el arqueólogo Josef Szombathy, cerca de
la localidad austríaca de la que la Venus tomó su nombre. Pertenece al auriñaciense tardío,
por lo que se podría fechar en torno al 22000 a.C. Esta pieza, que mide unos 11 centímetros,
fue realizada con un tipo de piedra no presente en las immediaciones de Willendorf, por lo
que se cree que, o bien se importó el material, o bien fue hecha en otra región y
posteriormente llevada a la zona.De proporciones gruesas, esta Venus posee un plasticismo
notable, y una particular exhuberancia, relacionada con los ritos de fertilidad con los cuales
estaba relacionada.
Las Venus podían presentar policromía. Recientes estudios creen que estos pigmentos, por lo
general rojizos, añadían una función al simbolismo inherente a las Venus. El rojo estaba
vinculado con la existencia de los hombres y los animales, pudiendo aludir también a la
menstruación.
Estas esculturas femeninas han sido relacionadas con el culto a las divinidades naturales,
anteriores a la aparición de las religiones organizadas. Las Venus podrían, entonces, ser
consideradas como el origen de las representaciones de la Madre Tierra.
La Venus recibieron su nombre en una época en que se las consideraba meramente
esculturas eróticas, figuras triviales radicadas en el entorno de la sexualidad humana. Sin
embargo, pronto se abandonó esta idea, a favor de una interpretación más abierta de su
significado. Las Venus pertenecían a un universo en el que eran veneradas por lo que ellas
simbolizaban: la fuerza de la naturaleza y el poder de la fertilidad.

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