EL ARTE DE VIDRIAR EL BARRO.
EL LEGADO ÁRABE DE OCCIDENTE
El arte en el mundo islámico
Los árabes no fueron pintores ni escultores
debido al mandato del profeta Mahoma, quien
prohibió cualquier representación figurativa o
imitación de la realidad creada por Alá. En cambio,
se ocuparon de otras artes como la música, la
caligrafía, la literatura, la arquitectura, los tejidos y
la cerámica. En todas ellas destacaron y crearon
tradiciones que enriquecieron la cultura.
Origen de la tradición cerámica islámica
No se sabe exactamente dónde se descubrió la
revolucionaria técnica de vidriar el barro, la cual
confiere a las piezas la ventaja de la impermeabi-
lización y múltiples posibilidades decorativas.
Sí se sabe, en cambio, que desde tiempos inme-
moriales el recubrimiento vidriado ha sido una de
las características principales de la cerámica del
Medio Oriente. Y gracias a los descubrimientos
arqueológicos se tiene la certeza de que el vidriado
es la gran creación de alfares islámicos distribui-
dos en lo que hoy son los territorios de Irak e Irán.
Mapa de la ruta de expansión de la tradición cerámica islámica.
Dispersión hacia Occidente y asimilación de la
técnica del vidriado
En el año 711 d.C. los musulmanes provenientes
del norte de África invadieron parte de la penín-
sula ibérica. El territorio ocupado se convirtió en
una provincia más del imperio islámico, conocido
como Al Andalus.
A partir del siglo X la península recibió objetos de
cerámica exportados desde el Medio Oriente.
Para los occidentales, las piezas ofrecían asom-
brosas novedades técnicas, entre las que desta-
caban el vidriado estannífero -a base de óxido de
estaño- del que resulta un recubrimiento blanco
opaco. Otras aportaciones muy valoradas fueron
las decoraciones en azul -color que se consigue a
partir del uso del óxido de cobalto- y los reflejos
metálicos.
Estas contribuciones del mundo islámico fueron
absorbidas y producidas en distintos puntos de la
península ibérica. Con el tiempo, los alfares
hispánicos exportarían grandes cantidades de
objetos a distintas ciudades de las regiones italia-
nas, así como a Flandes, Francia, Inglaterra y el
Nuevo Mundo. Poco a poco, los artesanos de
estas latitudes también asimilaron las técnicas y
desarrollaron sus propios lenguajes ornamenta-
les o estilos.
BARRO QUE QUIERE SER ORO
Es difícil precisar cuándo y en qué lugar de España
se originó la cerámica conocida como loza dorada
o de reflejo metálico. Se tienen noticias de que su
producción data del siglo XII, y según consta en un
documento de mediados del siglo XIII en Murcia,
Málaga y Almería se fabricaba "un vidrio de
calidad y una cerámica vidriada dorada".
Aunque existían varios centros productores, la
loza de Málaga era la mejor. Durante los siglos XIV
y XV la cerámica de reflejo metálico malagueña
fue exportada a Italia y posteriormente a otros
muchos sitios de Europa, donde fue conocida
como obra de Malica.
Este nombre permaneció aún después de que a
comienzos del siglo XV, Manises, en Valencia,
remplazó a Málaga como el principal centro
productor y exportador. En el siglo XVI, alfares de
Aragón y Cataluña producían ya loza dorada. Sin
embargo, la producción manisera fue la única que
subsistió, si bien su calidad decayó.
Fuera de España la popularidad de la cerámica de
reflejo metálico sufrió un rápido declive hacia
1500, cuando la mayólica policromada italiana
comenzó a desplazarla. Además, la calidad técnica
y artística se fue degradando progresivamente a
causa de los cambios de moda, del traslado de la
Corte a Castilla y del declive económico de algu-
nos grupos sociales que eran sus principales
compradores. Durante los siglos XVII y XVIII la
loza dorada se produjo todavía en pequeñas
cantidades, e incluso en los dos siglos más
recientes formó parte de una tendencia que
pretendía volver a los estilos históricos, sin
embargo la calidad de su mejor época nunca se
recuperó.
Cerámica de élites
La loza dorada o de reflejo metálico era un
producto caro por varios factores: el costo de la
materia prima -plata y cobre-, las múltiples coccio-
nes necesarias para su elaboración y el riesgo
permanente de fisuras o fallas en las piezas.
Además se requería de mano de obra especializa-
da y de hornos poco comunes.
Por tanto, casi siempre fue un producto de lujo
realizado por encargo de los grupos sociales más
privilegiados, no sólo españoles, sino también
italianos, franceses, flamencos, holandeses e
ingleses.
Especificidades de la técnica de
reflejo metálico
La loza dorada se considera una variedad de
mayólica porque se realizaba a partir de un
primer proceso en el que se obtenía un esmaltado
base de color blanco opaco, como ocurría en la
elaboración de piezas policromas y en las esmal-
tadas en azul.
Los pigmentos para lograr el brillo o lustre se
obtenían a partir de una combinación de limadu-
ras de plata y cobre. La mezcla se calcinaba en un
pequeño horno y luego se molía hasta convertirla
en un polvo fino. El polvo se mezclaba con alma-
zarrón -óxido de hierro- y se disolvía con vinagre.
El fondo blanco de las piezas cocidas se pintaba
con la mezcla anterior y se sometía a una tercera
cocción dentro de un horno más pequeño, en una
atmósfera sin oxígeno, la cual se producía tapan-
do el tiro. Durante la cocción se empleaba leña
verde y oleosa para producir abundante humo.
La ausencia de oxígeno inducía un proceso
químico que extraía los óxidos del pigmento,
dejando las sales metálicas libres para que
pudieran amalgamarse a la superficie del
esmalte blanco. Así se conseguía el
característico efecto iridiscente de la loza dorada.
Los colores aplicados a las piezas variaban desde
los tonos amarillo-dorados, pasando por los
cobrizos, hasta los tonos chocolate. Las diferen-
cias de matiz dependían de los porcentajes en
que se empleaban la plata y el cobre, y de la
adición en pequeñas cantidades de mercurio y
antimonio.