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G ertrud von Le Fort

HIMNOS
A LA IGLESIA

 r
 

Ge rtrud von Le Fort

H im  r
no s a la Iglesia
E ediciones ¿ 1
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ediciones  ¿A.
 

Título original Introducción


Hymnen an die Kirche

© 1995
Ediciones Encuentro, Madrid

2. a  edición revisada

Traducción
Valentín García Yebra

1.   Contexto

Gertrud von Le Fort (11 octubre 1876 - 1 noviembre 1971)


es una de las figuras más sobresalientes de la literatura femenina
en Alemania junto a otros nombres como Else Lasker-Schüler,
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de Ina Seidel, Elisabeth Langgásser, durante este siglo. Ellas han
los titulares d el « Cop yright», bajo las sanciones establecidas en sabido arrancar a lo religioso y a lo cristiano vibraciones que las
las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cual plumas masculinas no habían logrado. La mujer llega a un fondo
quier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el del alma donde la gracia se hace «carismática» y suscita posibili
tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella dades adivina torias, expresivas y literarias ún icas.
mediante alquiler o préstamo públicos. Gertrud escribe sus   Himnos a la Iglesia   (1924) en las vísperas
de su conversión del protestantismo al catolicismo (1925). La
herencia hugonote, la religiosidad liberal, la ilustración kantiana,
el individualismo religioso habían configurado su familia. Kant,
Bach, Schleiermacher, Harnack son las fuentes de esa espirituali
dad que dominó el protestantismo alemán hasta la gran crisis de
Para obtener información sobre las obras publicadas o en programa conciencia europea que fue la primera guerra mundial. Esa con
y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a: vulsión forzó los espíritus a ir más allá de la burguesía, de la cul
Redacción de Ediciones Encuentro tura nacida de ella y de la religión acompasada a ella. El centena
Cedaceros, 3-2.° - 28014 Madrid - Tels. 532 26 06 y 532 26 07 rio de la Reforma de Lutero (1917) abrió nuevos veneros de expe
riencia religiosa, junto con la fenomenología de la religión que
surgía entonces potente con nombres como F Heiler, con su obra
clásica,   La   ración  (1918) y Rudolf Otto, con su análisis del fenó
meno de lo sagrado frente a lo profano, caracterizándolo como lo
que atrae al hombre absolutamente a la vez que causando pavor

5
 

lo rechaza. Su libro   Lo Santo   (1917) fue traducido por Ortega en Enumeramos sólo algunas obras significativas de este renaci
la Revista de Occidente poco después. miento eclesiológico: F. Kattenbusch,   El hontanar de la Iglesia  (la
Fue una de las primeras mujeres que estudió teología en la Eucaristía), en   Homenaje a Harnack   (1921); O. Dibelius,  El siglo
Universidad. En Heidelberg siguió los cursos de teología sistemá de la Iglesia  (1926); Karl Barth publica en 192 7 el prime r volu
tica impartidos por Troeltsch y los cursos de Historia de la Iglesia men de una Dogmática cristiana que en su redacción definitiva
de l   Prof Hans von Schubert. Del primero pudo percibir la com d e 1 9 3 2 s e l l a m a r á   Dogm ática de la Iglesia   ( K i r c h l i c h e
plejidad de la historia, la relatividad de casi todas las creaciones Dogmatik); K.L. Schmidt,   La Iglesia del cristianismo primitivo
humanas, la dificultad del cristianismo para afirmarse con su pre (1928) y R. Guardini,   El   sentido  de la Iglesia   (1923), que se abría
tensión de ser la revelación absoluta y definitiva de Dios a la his con estas palabras: «Un acontecimiento religioso de alcance tras
toria humana. H. von Schubert, por el contrario, la abrió a los cendental ha hecho su aparición: la Iglesia nace en las almas».
enigmas de una Iglesia pobre, pecadora, pero a la vez santa y fuer Ese mismo año M. Scheler publicaba:   De lo eterno en el hombre
te por su arraigo en el Señor que la funda de una vez para siempre (1923) y Martin Buber:   Yo y tú.   En 1922 se había convertido al
y por su Espíritu Santo que la renueva en cada generación. catolicismo la filósofa, procedente del judaismo, Edith Stein.
Sus   Himnos a la Iglesia   son el inicio de su carrera literaria y de Otras conversiones habían tenido un eco considerable por esas
su afincamiento creador en la vivencia de la fe cristiana. Gertrud fechas.
descubre cómo la fe sólo es real y vivible en comunidad, y cómo Gertrud escribe   Him nos a la Iglesia  en 1924 y se convierte ofi
esa comunidad expresada en la forma que la quiso Jesús existe en cialmente al catolicismo en 1925. Años más tarde nos ofrece un
la Iglesia católica. Una confesión de fe en la Iglesia como ésta relato indirecto de su conversión en su obra   El velo de Verónica
nace de muchos afluentes. Ante todo de la misteriosa madura (1928), a la que seguirá una segunda parte con   La   corona d e los ánge
ción personal, que nunca podemos descifrar. Pero en el ambiente les  (194 6). Com o todos los conversos y como todo s los poetas,
estaba aconteciendo un giro histórico: del positivismo a la feno Gertrud se ha sabido llamada y traída por el Dios que nos busca.
menología, del subjetivismo a la verdad de las cosas, del indivi Ella misma escribe: «No ocurren así las cosas como si nosotros
dualismo a la comunidad. En una palabra, la ruptura del asedio luchásemos por llegar hasta Dios, sino que es Dios quien lucha por
kantiano en que el individuo había vivido, separado de la reali llegar hasta nosotros, y finalmente todo sucede con nosotros como
dad objetiva y de la comunidad. más allá de nosotros» 1 .
El decenio 1920-1930 es el decenio de recuperación de la Else Lasker-Schüler había llevado al límite esta convicción
Iglesia frente al subjetivismo de la fe, cuyo exponente supremo cuando escribe: «Los críticos me han supravalorado. Soy sólo una
había sido Harnack con su obra   La   esencia  de l cristianismo  (1900) y poetisa, o mejor, los poemas ocurren en mí; son ellos los que se
en nuestras tierras hispánicas Unamuno con   El   sentimiento  trágico componen en mí». Es la convicción de todo verdadero creador.
de la vida   (1912) y  El Cristo de Velázquez   (1922). Es un redescu Así Mahler afirma: «Yo no compongo, soy compuesto» 2 . Platón
brimiento que va unido a la comprobación de que la Iglesia es escribió su diálogo   Io n   solamente para poner en boca de Sócrates
anterior a la Biblia y que la Biblia nace, rem ite y es real-realizada esta afirmación: «El poeta es una cosa leve, alada y sagrada... por-
en la Iglesia. Va unido también a la comprobación de que la
Iglesia funda la Eucaristía pero que la Eucaristía funda la Iglesia. 1
  Esta idea, junto con la realidad de la Iglesia, y el camino por el que
Y consecuentemente que no hay cristianismo real sin Iglesia, sin Dios nos conduce hasta ella, están en el fondo de sus dos novelas:   El velo de
Eucaristía y sin ministerio que la instaura con fidelidad y con la Verónica  y  La   corona
 de los ángeles.
1
  Cit. por F. V. Grundfeld,   Profetas malditos. El mundo trágico de   Freud
autoridad de Cristo. Mahler Einsteiny Kafka.   Barcelona, 1980, p. 155.

6 7
 

< <  no es por mía ciencia o técnica por lo que dice las cosas que 2.   Contenido
3
• IK  c sino por un don divino y una especie de posesión» .
La pasión de verdad, la necesidad de realidad absoluta y la El libro de Gertrud es una palabra dirigida a la Iglesia por
alguien que está en camino hacia ella y la saluda de lejos, tras
fidelidad a la gracia hacen posible a un hombre o mujer la entre
ga a Cristo y la adhesión a la Iglesia. No acaban las cuestiones haberla descubierto. Es el canto alborozado de quien viene de una
larga navegación, que ha avanzado muchas millas entre la niebla,
pero empieza la verdad. La conversión a la fe cristiana o a la
Iglesia católica no es el resultado de la clarificación de todos los emitiendo largos gemidos sonoros con la sirena para evitar cho
problemas posibles. Ya San Agustín decía: «Quien piensa acabar ques y lanzando ráfagas de luz desde sus propios faros, para ver si
todas las cuestiones del humano linaje antes de hacerse cristiano, divisa tierra 6 . Por fin la tierra aparece en su figura, espesor y lumi
piensa muy poco en la condición humana y en su avanzada edad. nosidad. Es el saludo jubiloso de quien ya la ve real y se dispone a
Hay innumerables problemas que no pueden terminarse antes desembarcar en ella, aun cuando todavía esté a una distancia. Esta
de creer, bajo pena de terminar la vida sin fe» 4 . El hombre, que es la situación vital en que está escrito el libro. Saludo a la Iglesia
es relativo, tiene capacidad de Absoluto y, siendo temporal, católica de quien todavía no pertenece a ella.
tiene capacidad de anticipar y encontrarse con el Eterno en el No se lea como el canto ingenuo de poetisa desocupada o de
tiemp o, si quiere. endeble alma nostálgica, que busca acogimiento, calor y seguri
dad. Es todo lo contrario. Ella viene de lejos; de un largo empe
En el borde de los cincuenta años escribe este libro como
ño por la verdad y de un discernimiento de la diferencia. Ha
canto agradecido y razón poética anticipada de su conversión al
vivido en el triángulo de tres universidades alemanas pioneras:
catolicismo. Lo mismo que Newman tras su conversión el ocho
Heidelberg, München, Marburg. Entre otros pensadores, ha creci
de octubre de 1845 inmediatamente escribe su   Ensayo  sobre  el
do al lado de tres cumbres de la cultura alemana: Cohén, Troeltsch,
desarrollo  de la doctrina cristiana.   No vio en ello una traición ni a
Weber. Este último vivía en la misma casa que Troeltsch, y ambos,
la piedad heredada en familia ni a la mejor teología aprendida en
desde la diferencia religiosa, cultivaban el trato y la reflexión com
Heidelberg, ni a la Iglesia en la que había crecido, sino la necesa
partida 7 . Para ambos el tema de la Iglesia fue fundamental como
ria consumación de todo aquello: «Heidelberg significa también
historiadores y sociólogos. Les preocupó saber cómo la fe había
la etapa más importante y decisiva de mi vida y no, como afir
determinado el surgimiento y consolidación de las sociedades,
man algunas interpretaciones, un estadio de mi vida espiritual
sobre todo en el judaismo, cristianismo primitivo y protestantism o
superado después de mi conversión. Apenas se ha entendido en
m o d e r n o 8 . Ellos forjaron la sociología de la religión. Y lejos
qué medida mi conversión a la Iglesia católica está codetermina-
de simplificar el fenómeno eclesial lo pensaron, hasta querer
d a s por el tiempo pasado en Heidelberg. Se necesitaba toda la
arrancarle su secreto. Troeltsch distinguía entre la Iglesia como
amplitud de mirada, tanto histórica como teológica, de mis
maestros de Heidelberg para hacer posible el camino hacia el que 6
  Cfr. el poema de Hans Carossa:  Ins Nebelhorn   (Palabras dirigidas a la
tendía mi interioridad, ordenada desde mi juventud a la unidad Sirena de la niebla) en:   Amapola y memoria.   M a d r i d , 1 9 8 5 , p . 8 8 .
de la Iglesia» 5 . 7
  «Su última radicación en el cristianismo dificultaba a veces su relación
con Max Weber, a quien por lo demás admiraba. Ambos vivían en un marco
maravilloso, junto al Neckar, en la misma casa rodeada de árboles, junto al
3
  Ion   534; 536. puente viejo y al lado del castillo; una vivienda, en la que se sueña cuando se
4
  Carta   102,38
(BAC VIII, p. 743). piensa en Heidelberg».   Halfte  des Lebens p. 89.
5 8
  Gertrud von Le Fort,  Halfte des Lebens. Erinrterungen.   M ü n c h e n , 1 9 6 5 ,   D ie Bedeutung des Protestantismo für die Entstehung der modernen Welt
p p .  8 3 - 8 4 . ( 1 9 0 6 ) ;   Die Soziallehren der christlkhen Kirchen und Gruppen   ( 1 9 1 2 ) .

8 9
 

institución sacramental de salvación, y la secta. Siguiendo a Tras esta introducción sigue un prólogo que es una presenta
Weber 9 , comprendía al «místico» como exponente de un indivi ción de la propia alma ante la Iglesia. Como en toda relación
personal, nada se puede imponer desde un lado. Nadie sale de su
sencia y gracia de Dios en figura histórica institucional, sacra soledad si otro no le dirige una mirada, proyecta una sonrisa,
mental y misionera. Y en obediencia a esa decisión de Dios por tiende una mano. Nadie puede desechar los cerrojos del propio
los hombres, suscitando la figura de la Iglesia, se convirtieron. corazón, ya que sólo el prójimo tiene la llave. La clave de cada
El libro se compone de una introducción, un prólogo y dos corazón humano está colgada de otro corazón.
partes. Está estructurado como un diálogo entre el alma, que se
dirige a la Iglesia, y la Iglesia, que le responde. El alma todavía «¡Estoy asediada com o por ejércitos,
vive prendida en sus propias redes, aun cuando ya desatadas por estoy encerrada en mi soledad eterna »
el anhelo de una verdad divina que la llama y por la convicción
de que se le entrega en la Iglesia católica. Verdad sobrenatural, «Mi amor es como escalas en el alma:
que rompe sus esquemas y hace estallar sus trojes. Surge una ¡siempre, siempre quedo dentro de mí » 1 1
lucha entre el alma, que se deshace y desazona a la vez. En deseo
y pregunta primero, después en entrega confiada a esa verdad Desde esta soledad tiende su vuelo para posarse en el tejado
de la Iglesia y allí proferir su palabra de anhelo y oír la respuesta
pasa del deseo que ella tiene al sobresalto que le producen las de la propia Iglesia, que le desvelará su misterio.
palabras de la Iglesia, para acabar en el júbilo y la acción de gra En la prim era parte : «R etorno a la Iglesia» describe las peripecias
cias.  El alma le ha narrado a la Iglesia su deseo. La Iglesia le ha de la búsqueda, el anhelo de plenitud última, el deseo de una pala
narrado al alma su misterio, su historia, su promesa, que son el bra proporcional al infinito fondo de su alma, la desproporción de las
misterio, la historia y la promesa de Dios para los hombres. Al palabras de los homb res. Estas son absolutame nte insuficientes:
principio prevalece la palabra del alma que busca, exige, teme,
espera. Sigue luego la audición y meditación en su corazón, para «¿Quién salvará a mi alma de las palabras de los hombres?
terminar en el silencio de quien se entrega para acoger y obede ¡Hemos muerto de sed ante vuestras fuentes,
cer la voz de la Iglesia. Silencio del alma que imita el silencio hemos mu erto de hambre ante vuestros manjares,
audiente y obaudiente de la Iglesia. Silencio de la Iglesia que hemos enceguecido ante vuestras lámparas » 12 .
revive el consentimiento, la meditación y la obediencia de
María, para que el Verbo se haga carne en sus entrañas y aparez La Iglesia es pura mediación de Dios. Por ello, su palabra, y
ca en el mundo la salvación: sobre todo su silencio y su faz, quieren ser sólo reflejo del
Encarnado. La innovación suprema de la Iglesia en el mundo es
«Ahora sé que el Señor habla por tu boca, su «santidad». Ella no porta en su seno ante todo virtud o hero
¡pues tú entiendes su silencio » 10 ísmo,  moral o producción, realidades todas de las que el hombre
es responsable, sino la misericordia de Dios. Otro apartado de
9
  M . W e b e r ,  Gesammelte Aufsatze zur Religiomsoziologie   I- I I I ( 1 9 2 0 - 1 9 2 1 ) . esta primera parte es «La oración de la Iglesia». Oración que es
En el volumen I se encuentra el famoso texto sobre la influencia de la ética
calvinista en el capitalismo moderno:   Di e protestantische Ethik und der Geist des
Kapitalismus. 11
  Id p. 25.
10
  Himnos p. 44. 12
  Id p. 35.

10 11
 

el zumo y rezumar de la propia palabra que Dios nos ha dado ella para decidir y programar; o puede ir a ella como al lugar
para que se la devolvamos como súplica. Oración de Dios y ora donde Dios nos convoca porque allí se ha decidido por nosotros
ciones de todos los hermanos que con ellas han orado. Por eso y decide de nosotros. De ahí que la Iglesia sea decisiva para
son como encinas milenarias y traen el aliento de los mares. A la nuestro destino, temporal y eterno. La gran cuestión desde la
autora, que viene de la filosofía y de la universidad, esa oración que llega Gertrud a la Iglesia católica es la pregunta por la pala
le parecerá más perforadora de la realidad que todos los sistemas bra que Dios ofrece; por la santidad con que Dios santifica al
filosóficos: «¡Tus oraciones son más osadas/que todas las monta hombre superando su pecado; por la libertad que arrastra pero
ñas de los pensadores ». Se cierra esta primera parte con cuatro trasciende nuestra razón; por el amor que no se puede forjar; por
poemas agrupados bajo el título: «Corpus Christi mysticum». la soledad que es sólo puente hacia la comun ión, pero q ue puede
La segunda parte se titula: «El año de la Iglesia». La recupera consolidarse como patria definitiva, esterilizadora y condenativa.
ción de la Iglesia en esos decenios tuvo lugar fundamentalmente Las ideas fundamentales que de terminan esta lectura del miste
desde la Liturgia y por ella desde la Biblia. En el correr del año, rio de la Iglesia son: objetividad de la comunidad, presencia y pro
asistimos al despliegue del misterio de Cristo en unas celebracio cedencia divinas de lo que es esencial en la vida de la Iglesia, histo
nes que nos acercan sus actos sal víricos. Estos per dur an pere nne  ria que nos ensancha más allá de la pobreza de nuestros pensares,
mente abiertos mientras los hombres peregrinamos. La celebración oración comunitaria que apoyada en la palabra de Dios se devuelve
sacramental es el espacio de eternidad accesible a los mortales para unida a su cabeza Cristo, quien ora en n osotros, con nosotros y por
adentrarnos en los misterios que vivió Cristo en este mundo y nosotros; realidad crística de la Iglesia que, siendo material agrega
compartir su eficacia salvífica. La autora va siguiendo los tiempos ción de seres libres para oír la palabra del evangelio y repetir los
litúrgicos, uniendo sus palabras de alabanza a la alabanza que es la signos de amor que él nos dejó, es sobre todo cuerpo de Cristo;
propia liturgia. Hay dos textos sobrecogedores. Su   Te Deum   nos ha anticipación en pobreza y debilidad pero por ello en mayor traspa
hecho pensar en los acordes de An tón Bruck ner y su «Letanía para rencia y credibilidad de la realidad última, del amor albergador y
la fiesta del Sagrado Corazón» de Jesús nos ha parecido un poético de la eternidad divina, afirmadora de nuestra pobreza.
anticipo de los textos teológicos más bellos de Karl Rahner 13 . El El género literario de este libro es el himno. ¿No es significa
libro se cierra con un capítulo sobre «Los novísimos». Aquí el tivo que los textos centrales del Nuevo Testamento para com
alma no habla, oye sólo las palabras de la Iglesia, que mira al futu prender tanto a Cristo como a la Iglesia sean himnos? La Carta a
ro desde la promesa que su Señor le dejó para el presente: los Efesios hace arrancar el misterio de la Iglesia de la predesti
nación divina en Cristo, de su bendición, de su acción en la his
«Esconde su espíritu bajo corazones mortales, toria y de su capitalidad, suscitando un cuerpo que es su pleni
esconde su amor bajo pan y vino.» 1 4 tud, con la que él plenifica todo en el mundo. La Iglesia es un
cuerpo —el de Cristo—; una familia —la que suscitada por el amor
La Iglesia puede ser vista desde fuera y desde dentro. Desde del Santo Espíritu se extiende por siglos y geografías dándonos
los hombres que la formamos y desde Dios, que por la palabra y hermanos en todos los tiempos y lugares—; es una compañía —la
los sacramentos forma los hombres en ella. Puede uno dirigirse a de Jesús, que supera nuestra soledad, porque El nos abre al abis
mo de comunión eterna, el misterio trinitario—. Toda la realidad
pobre y pecaminosa de la Iglesia apenas puede nada frente a esta
13
  Entre otros, aquellas brevísimas y admirables:   Hora Santa   y Siete sobrecogedora posibilidad que nos ofrece: saber con el sabor y
Palabras.   Madrid, 1956.
14
  Himnos p. 89.
amar con el amor del Eterno.

12 13
 

Desde 1924 ha habido tales convulsiones en la historia de


3-   Actualidad Europa que ningún texto es directamente traspasable a nuestra
situación. Tras 1924 se invirtieron los vuelcos históricos anterio
Un texto es clásico cuando, naciendo de una situación perso res:  Este libro es el exponente de una superación del individua
nal y particular, ahonda hasta la raíz de la vida personal y abre lismo y racionalismo en marcha a un redescubrimiento de la
hasta el último sentido de la existencia. Un texto teológico es Iglesia como comunidad naciendo sobre todo de la liturgia. Pero
clásico cuando ha sabido dar forma universal a un contenido luego vinieron la degradación de la comunidad en masa, de la
cristiano, ha arrancado acordes desconocidos a un texto bíblico,
persona en individuo nuevamente, de la legítima ilusión nacio
ha mostrado la fecundidad moral de una exigencia evangélica,
nal en nacionalismo, de la voluntad de solidaridad en colectivis
ha conformado la existencia personal desde un rasgo de la figura
de Cristo convirtiéndolo en ejemplo y en criterio. Por ello hay m o,  de la autoridad en dictaduras, de la ley y el orden en impe
que saber discernir en ellos contexto y contenido, forma expresi rialismos. El individuo quedó anegado en estas tormentas y
va y realidad expresada. Pero, sobre todo, reclaman del sujeto ahora, resentido y requemado por la degradación de los mejores
una actitud personal: que se ponga a sí mismo en aquel punto ideales y con tantos proyectos comunitarios abrasados, se recluye
de mira desde el que la realidad le puede sobresaltar, desde el en su soledad o pide refugio en una secta. Individualismo y sec
que puede oír la voz de Dios, desde el que puede verse y acoger tarismo son hoy dos amenazas para la conciencia humana y para
su propia verdad de hombre. Un lector es buen lector cuando no la realización auténtica de Iglesia.
se para a pensar sólo lo que el otro dice, sino que ayudado con En la Iglesia católica, tras el entusiasmo del Vaticano II, han
sus palabras mira él mismo hacia la realidad de la que se habla. surgido nuevas formas de eclesialidad, pero aún oscilamos entre
Este texto, escrito hace 70 años, refleja una trayectoria biográ una uniformación jurídica que es sentida como violenta y una
fica y apunta hacia el misterio de la Iglesia. Las páginas anteriores espontaneidad salvaje, que deja al individuo entregado a su aisla
nos han dado algunas claves para entender esa circunstancia en la miento o a la arbitrariedad del prójimo. Entretanto se ha escindi
que nace y que le otorga su verdad concreta. Pero todo texto es do la Iglesia entre afirmaciones endurecidas de una doctrina con
a la vez traspersonal y universal. Estas páginas son hoy para ciliar por un lado o recelos a sus exageraciones por otro, con el
nosotros una admirable iniciación e incitación a descubrir la resultante repliegue en un espléndido desinterés o agresividad.
Iglesia como don de Dios, cuerpo de Cristo, ámbito del Espíritu. Estamos ante la desilusión inevitable tras las revoluciones: fascis
En ella encontramos rostros de hermanos, porque ellos son la m o s ,  marxismos, socialismos. No pocos sienten recelo ante la
mediación necesaria para encontrarnos a nosotros mismos y para jerarquía, la tradición anterior, la autoridad, la uniformación dis
encontrar a Dios. La Iglesia nos obliga a reconocer eso que es ciplinar. Por otro lado, ciertos entusiasmos colectivos, religiosa,
nuestra suprema necesidad a la vez que nuestra suprema tenta política o nacionalísticamente legitimados, ponen en peligro pri
ción. El prójimo me es necesario para llegar a mí mismo y para
mero la vida y luego la madurez, modernidad y libertad tanto de
llegar a Dios. Pero el prójimo es lo prime ro que el pecador intenta
la conciencia huma na como de la conciencia cristiana.
decapitar cuando quiere llegar a sí mismo y llegar a Dios. Además
el prójimo no es sólo un «tú» que necesito o puedo dominar El redescubrimiento del misterio de la Iglesia no es la receta
desde mis intereses: el de mi trabajo, amistad, vecindad, amor, ni menos el reproche a la legítima Ilustración histórica, a las
esponsalidad. El prójimo es siempre un «nosotros», que me prece conquistas sociales, a la presencia de los cristianos en la ciudad
de y me llama. El nosotros de la comunidad sobrenatural a la que secular, a las obligadas tareas de solidaridad y colaboración.
Dios nos convoca y en la que Dios se nos da es la Iglesia. Puede ayudarnos en cambio a forjar la libertad y la persona dán
dole contenidos válidos, a salir de angostamientos individualís-
14
15
 

ticos y abrirnos a tierra de objetividad: aquella que viene dada Prólogo a la primera edición
por la voluntad divina en la historia, por la acción del Espíritu
en la comunidad anterior, por el misterio que nos precede por
detrás y por delante y al que sólo nos despertamos cuando la
oración y el silencio, a la vez que el amor y la solidaridad , sostie
nen nuestra vida.
Quien es hem os crecido y pensado con los maestros de la sospe
cha necesitamos pensar y crecer también con los maestros de la
confianza. Confianza frente al recelo, amor frente al rencor, acogi
miento frente a la sospecha. Y esto no como retorno a tiempos
pasados, sino como avance hacia capas más profundas del ser y
hacia aspiraciones irrestañables de la persona. La Iglesia es la
comunidad una, santa, católica y apostólica que Dios suscita. El nombre de G ertrud von Le Fort no es enteramen te desconoci
Poder ser miembro de ella es un honor de hombre y una gracia de do para los lectores españoles. En los últimos años se han puesto en
Dios. De esa comunión a su propia vida, que Dios instaura con la castellano algun as de sus obras: E l velo de  Verónica El  Papa del Ghetto
humanidad en el cuerpo de Cristo, surge la comunidad de los La mujer   eterna   (lástima que de este libro se haya hecho una tirada
conformados con él por el bautismo, para extenderse luego crean tan reducida -cien ejemplares en edición de bibliófilo-) y, en perió
do comunión entre todos los hombres. Estos tres círculos concén dicos y revistas, algunos de estos   Him nos a la Iglesia que ahora se
tricos (1. Comunión de Dios con la humanidad en Cristo, 2. De publican íntegramente por vez primera. No es, pues, imprescindi
Cristo con los creyentes en la Iglesia, 3- De la Iglesia con todos los ble una presentación de la ilustre escritora alemana 1 . Con todo,
hombres hijos de Dios) son inseparables, se interaccionan entre sí acaso no sea inoportuno decir unas palabras acerca del carácter fun
y cada uno en cuentra su ple nitud abriéndose a los otros. La Iglesia damental de su producción literaria.
es así el lugar de intersección (unas veces encuentro fecundo y
Quien haya leído alguna de las obras de Gertrud von Le Fort
otras choque frontal) entre Dios y el mundo. Se dejará arrastrar
habrá quedado, sin duda, impresionado por el hondo sentimiento
hacia uno u otro, pero no puede prescindir de los dos. Ser de
religioso que en ellas alienta. Un carácter de religiosidad profunda
ambo s y deberse a ambos es su gloria y su pesad umb re.
es,   en efecto, el signo que distingue las creaciones de esta ilustre
La intensidad poética y religiosa de este libro ayudará a des escritora, ya más que septuagenaria; o acaso, mejor que signo,
cubrir, celebrar y realizar el misterio de la Iglesia: ese misterio pudiéramos decir, de la religiosidad, que es la sustancia de que se
que engloba el destino de Dios en el mundo y el destino de cada nutren todas sus obras, la base roqueña en que todas ellas se asien
uno de nosotros en Dios 15 . tan. Lo que Von Le Fort ha dicho de Claudel, puede con toda ver
dad afirmarse de ella: su obra entera «se distingue de toda la litera-
30 de diciembre de 1994 1
  N ació Gert rud von Le Fort el 11 de octu bre de 187 6 en Mind en
(Westfalia) y vive en el castillo de Konradshohe (Baviera). Entre sus obras no
15
  Para una exposición más detenida de los temas tocados en esta traducidas al castellano sobresalen   Die Letzte am Schafott   ( 1 9 3 1 ) ,  Hymnen an
Introducción, especialmente los históricos, remitimos al lector a nuestro Deutschland  ( 1 9 3 2 ) ,  Die Magdehurgische Hochzeit   ( 1 9 3 8 ) ,  Das Gericht des Meeres
artículo: «Los   Himnos a la Iglesia   de Gertrud von Le Fort. Significación teoló ( 1 9 4 1 ) y , c o m o c o n t i n u a c i ó n d e   El velo de Verónica Der Kranz der Engel
gica de un texto poético», en:   Salmanticensis   1 (1995) . (1946).

16 17
 

tura contemporánea, más aún, de casi toda la producción literaria duce,  con más fuerza que la del varón, la impresión de una voca
de los últimos siglos, por el hecho de estar determinada no sólo por ción carismática». Y explica que lo carismático supone en la per
pensamientos genéricamente cristianos y religiosos, sino precisa sona que es su portadora no sólo un carácter extraordinario, sino,
mente por el dogma». El dogma es, en efecto, la fuente en que se ante todo, el carácter religioso. En otro lugar afirma que «la obra
abreva de continuo el espíritu artístico de Ge rtrud von Le Fort. femenina que está fuera de lo carismático es siempre de segunda o
Esta religiosidad que informa decisivamente toda su obra es tercera catego ría». «Por eso no es casualidad —añade en otro sitio—
—no podía ser de otro modo— fiel reflejo de la que impregna su que el auténtico genio femenino se manifieste siempre exclusiva
vida y su persona. mente en la esfera religiosa».
Gertrud von Le Fort nació en el seno de una familia profunda
mente cristiana, aunque no católica. El padre, sin ser lo que suele
llamarse piadoso, «poseía en alto grado —nos lo dice su misma
hija- el respeto por todo lo religioso y la madurez suficiente para Tratar de hacer ver aquí el carácter esencialmente religioso de
aceptar sus manifestaciones tradicionales». Era el señor Von Le lo s   Himnos a la Iglesia 2   s e r í a l a b o r a b s o l u t a m e n t e o c i o s a .
Fort hombre esencialmente serio y entero; su religiosidad carecía Igualmente inoportuno sería cualquier análisis de su contenido:
de sentimentalismos; era una religiosidad fundamentalmente mas la breve introducción que su autora les ha puesto es la puerta que
culina. Pero el espíritu auténticamente religioso de la casa de los nos ofrece el mejor acceso.
Von Le Fort estaba vinculado, como sucede casi siempre, a la
madre. Además de la   Biblia   y de la Imitación de Cristo  —aquí nota VALENTÍN GARCÍA YEBRA
mos ya una tendencia «catolizante» de la madre de Gertrud, ten
dencia que alcanzará en la hija pleno desarrollo—, alimentaba la
piedad de la señora Von Le Fort otro libro, titulado   Tesoro  de
Canciones
oración matinal de mi madre -nos cuenta Gertrud- consistía en
recitar, junto con sus hijos, una de aquellas canciones»; y añade
que, entre ellas, «las había bellísimas».
Fue esta religiosidad de la mad re, religiosidad suave y perfumada
con el hálito de la poesía, la que trazó decisivamente el rumbo que
había de seguir el alma de Gertrud von Le Fort hasta llegar a la
Iglesia Católica. Nos lo dice tam bién la misma G ertrud : « En la fe de
Cristo, cuyo nombre fue lo primero que [mi madre] nos enseñó a
2
pronunciar, se basa la línea continua d e mi p ropia vida de creyente».   Lo s  Himnos a la Iglesia   fueron escritos en 1924, antes de que su autora se
convirtiera al catolicismo. En ellos se manifiesta ya un anhelo profundísimo
Es ,   pues, la religiosidad el carácter fundam ental, el cimiento y de catolicidad, que sólo podía saciarse con el paso decisivo que poco después
la sustancia misma de la obra de Gertrud von Le Fort; y en esto llevó a G. von Le Fort al seno de la Eterna Roma. Antes de estallar la segunda
reside el primordial valor de su producción literaria. Ella misma guerra mundial habían sido traducidos: al holandés, por el   P Norberto de
parece haberlo comprendido así. Hablándonos de la intervención Amberes;   al francés, por  Paul Petit con prólogo de   Paul Claudel;   al inglés, por
de la mujer en el terreno de la cultura, nos dice: «Cuando la obra Margaret Chanler.

de la mujer alcanza verdadera originalidad y altura decisiva, pro- La presente traducción castellana se llevó a cabo en los meses de mayo y
junio de 1945.
18 19
 

Nota para esta nueva edición

Gertrud von Le Fort


En el sexto y último volumen (postumo) de la gran obra de HIM NO S A LA IGLESIA
Charles M oeller,  Literatura del siglo  XX y cristianismo que, traducido
por Soledad García Mouton y por mí, acaba de publicar la editorial
Gredos, las páginas 283 -351 estudian a Gertrud von Le Fort.
Como ampliación de los escasos datos bibliográficos conteni
dos en el prologuillo a mi traducción de los   Himnos a la Iglesia
publicada en 1949 en la colección   Adonáis reproduzco aquí los
que aparecen en mi prólogo a la traducción española del citado
volumen de Moeller:
OBRAS DE GERTRUD VON LE FORT TRADUCIDAS AL ESPAÑOL

El   velo de Verónica trad. de Valentín García Yebra, Afrodisio .


Aguado, Madrid, 1944;   La mujer eterna trad. de Valentín García
Yebra (ed. de sólo cien ejemplares numerados), Col. Vilanos,
Madrid, 1948; trad. de María Cleofé Aguilera, Rialp, 3. a   ed.
1 9 6 5 ;  Himnos a la Iglesia trad. y prólogo de Valentín García
Yebra, Ediciones Rialp, Madrid, 1949; trad. de Hedwig
Schwarz, Nuevas Estructuras, Buenos Aires, 1962; trad. de
Wolfgang Vallisfurth, ed. del traductor, Santiago de Chile,
1 9 9 1 ;  Las bodas de Magdeburgo Escelicer, 1957;   La última del
cadalso trad. de E. Donato Prunera, Destino, Barcelona, 1958;   El
Papa del Ghetto trad. de Gil Bizcarro, G. R, Barcelona, 1961;   La
corona de los ángeles trad. de María Rosa Font Playa, Destino,
Barcelona, 1963.
V. G. Y

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INTRODUCCIÓN

LOS «Himnos a la Iglesia» representan un diálogo. Al alma,


que suspira por Dios, le contesta Dios por la voz de la Santa
Iglesia.
El alma, aprisionada todavía fuertemente en sí misma, perci
be esta voz, al principio, en sus propias meditaciones, como
asombroso y aterrador descubrimiento de la verdad y amor
sobrenaturales de la Iglesia, que rompen sus propias barreras. En
el interior del alma se desarrolla una lucha que termina con la
entrega confiada del alma a la verdad y amor sobrenaturales de
la Iglesia.
Desde este momento, ya puede la Iglesia ser verdaderamente
conocida, amada y ensalzada por el alma. El espanto se trueca en
gratitud y júbilo. La Santa Iglesia comienza a hablar ella misma
al alma, a iluminarla acerca de su naturaleza y a conducirla a
través del círculo de los beatíficos misterios de Dios a ella con
fiados. En esto, se va retirando más y más el alma con su propia
voz, hasta que, plenamente unida a la Santa Iglesia, ya sólo escu
cha la de ésta.
La voz de la Santa Iglesia, tal como el alma la percibe en
estos Himnos, está señalada por las palabras introductorias:
«Habla tu voz». Cuando éstas faltan, se trata siempre de la voz
del alma.

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PRÓLOGO

¡SEÑOR, un sueño de Ti guarda mi alma,


mas no puedo llegar a Ti,
porque todas mis puertas están acerrojadas
¡Estoy asediada como po r ejércitos,
estoy encerrada en mi soledad eterna
¡Por eso se han destrozado mis manos
y se ha herido m i cabeza;
por eso todas las imágenes de mi espíritu
se han convertido en sombras
Pues ning ún rayo de Ti llega a mis profundidades;
¡tan sólo llega a ellas la luz lunar de mi alma
¿Cómo has entrado tú, voz de mi Dios?
¿Eres sólo una llamada de las aves salvajes de mis ondas?
Te he llevado a todos los montes de la esperanza,
¡pero tampoco son sino mis propias cumbres
He descendido a las aguas de la desesperación,
¡pero tampoco son más hondas que mi corazón
Mi amor es como escalas en el alma:
¡siempre, siempre quedo d entro de m í
Pero no tengo quietud en ninguno de mis aposentos:
¡el más tranquilo es aún como un único grito
¡El más recóndito es aún como una antesala;
el más sagrado, como una expectación;
el más grandioso, como un día fugaz

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A LA IGLESIA
 

RETORNO A LA IGLESIA

SOY un retoño de tronco desarraigado,


pero tu sombra cubre mis cimas
como sombra de bosque milenario.
Soy una golondrina que en el otoño no encontró el regreso;
pero tu voz es como el rumor de alas.
Tu nombre suena en mí como el nombre de una estrella.
En ninguna ribera de mis ojos hay imagen que pueda compararse a ti.
Eres como una columna florida en medio de escombros muertos.
¡Eres como una noble copa entre vanos cascajos
Ante ti se marchitarán reyes y palidecerán ejércitos,
pues hermano de todos ellos es el viento,
pero tus hermanas son rocas.
¿Quién podrá hablar como tú hablas?
¿Quién no perecería ante la cólera del Altísimo?
¡Levantas hasta el cielo tu cabeza,
y no se quema tu cabello.
Desciendes hasta el borde del infierno,
y tus pies quedan incólumes
Confiesas eternidad, y no se aterra tu alma.
Impones certidumbre,
y tus labios no enmudecen:
¡Verdaderamente, tienen que velar sobre ti nubes de ángeles,
y tempestades de querubines tienen que protegerte.
Pues floreces en tu osadía
como una palmera en el desierto,
y tus hijos son como un campo de espigas bien granadas

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II
III

¡QUISIERA durante un reposo reclinar mi cabeza en tu seno


¡Quisiera durante una esperanza descansar en tus brazos MADRE, pongo mi cabeza en tus manos:
Pero tú no eres albergue en el camino, ¡protégeme de ti
ni tus puer tas se abren hacia fuera: Porque es tremenda la ley de la fe
¡No ha sabido de ti quien te abandona que tú dictas.-
Dices a los que dudan: «¡Callaos », Ajena es a todos los campos de mi vista.
y a los que preguntan: «¡Caed de rodillas » Los valles de las horas
Dices a los fugitivos: «¡Entregaos », y los espacios de los astros nada saben de ella.
y a los que revolotean: «¡Dejaos caer » Mis pies resbalan por ella como por laderas de hielo,
En ti todo caminar es paralítico, Y mi espíritu se rompe contra ella como contra rocas de cristal.
y todo peregrinar halla el camino de casa. ¿Estás segura, Madre mía,
Por eso huyen ante ti mis días de que no te engañó el mensajero del abismo,
como la ráfaga de viento ante la calma. O que espurios de la sala de los ángeles no se burlaron de ti?

pues,   en verdad, como tú persigues y me ordenas encenderla de nuevo


sólo Dios sabe perseguir en las tinieblas de la noche
¡Me prescribes ceguera para ver
y sordera para que oiga
¿Sabes lo que haces? ... Madre, pongo mi cabeza en tus manos:
¡protégeme de ti

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IV V

PERO aún sale fuerza de tus espinas,


¡HE caído en la ley de tu fe y desde tus abismos suena canto.
como en una espada desnuda Tus sombras cubren mi corazón como rosas,
¡Por medio de mi entendimiento pasó su filo, y tus noches son como vino fuerte:
por me dio de la luz de mi conocim iento Quiero amarte aún donde mi amor a ti se acaba.
¡Ya nunca volveré a peregrinar bajo la estrella de mis ojos, Quiero quererte aún donde ya no te quiero.
ni apoyada en el báculo de mi fuerza Donde yo misma comienzo, allí quiero cesar,
¡Tú has desgarrado mis riberas y donde ceso, allí quiero permanecer eternam ente.
y has hecho violencia a la tierra ante mis pies Don de mis pies se niegan a caminar c onm igo,
Mis navios van sin rumbo por el mar; allí quiero arrodillarme,
¡has levado todas mis anclas Y donde mis manos desfallecen, allí quiero juntarlas.
Las cadenas de mis pensamientos están rotas; Quiero volverme hálito en los otoños del orgullo,
penden como desolación en el abismo. y nieve en los inviernos de la duda.
Ando errante como un pájaro por la casa de mi padre, Sí, como en tum bas de nieve debe dormir en mí todo temor.
en busca de una grieta que deje entrar tu luz extraña; Quiero volverme polvo ante la roca de tu doctrina,
Pero no hay ninguna en la tierra, y ceniza ante la llama de tu mandato.
que no sea la herida de mi espíritu. Quiero romper mis brazos,
¡He caído en la ley de tu fe para ver si te abrazo con sus sombras.
como en una espada desnuda

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VI VII

Y HE AQUÍ que me habla la voz de tu ley: ¿QUIÉN salvará a mi alma de las palabras de los hombres?
«¡Lo que yo rompo no está roto, Suenan, desde lejos, como trompetas;
y lo que yo abato hasta el polvo, lo levanto pero,  si se acercan, no traen más que campanillas.
¡Fui inclemente contigo por misericordia, Se abren paso hacia mí con banderas y gallardetes;
y despiadada por com pasión: pero, cuando se alza el viento, se desinfla su pompa.
Te deslumbre para que tus límites se diluyeran; Oíd, vosotros, los ruidosos e insolentes;
Te envolví en sombras vosotros, vanos equilibristas del espíritu,
para que nunca volvieras a encontrar tus límites y vosotros, hijos de vuestro capricho:
Como el mar se traga una isla, ¡Hemos muerto de sed ante vuestras fuentes,
así te sumergí en mí, hemos mu erto de hamb re ante vuestros m anjares,
para sacarte a flote en lo eterno. hemos enceguecido ante vuestras lámparas
Me hice oprobio a tu entendimiento ¡Sois como un camino que nunca llega,
y violencia a tu naturaleza, sois como pasos pequeños en torno a vosotros mismos
Para romper tus cadenas como las de una cárcel ¡Sois como aguas tumultuosas;
y llevarte, arrebatada, hasta las puertas de tu espíritu. siempre está en vuestra boca vuestro propio m urm ullo
Pues donde la profundidad de tu profundidad está sedienta, ¡Hoy sois la cuna de vuestra verdad,
no manan ya las fuentes de este mundo, y mañana seréis también su tum ba
Y donde tu última nostalgia se diluye, ¡Ay de vosotros, que nos agarráis con mano s:
se paran todos los relojes del tiempo. a un alma sólo se la puede apresar con Dios
Mira, ¡llevo sobre mis alas ¡Ay de vosotros, que nos dais de beber en copas:
las blancas sombras de lo Otro, a un alma se le debe dar la eternidad
Y sobre mi frente ventean las orillas del más allá ¡Ay de los que, como doctrina, enseñáis vuestro vano corazón
Por eso tengo que ser desierto en tu entendimiento Un sacerdote ante el altar no tiene rostro,
y exterminio en tus labios, y los brazos que alzan al Señor están sin adorno y sin polvo,
Mas para tu alma soy partida y camino hacia la patria Pues, a quien Dios manda hablar, ordénale callar,
y el arco de su paz con Dios sobre las nubes». y se apaga aquel a quien su espíritu enciende.

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VIII S A N T I D A D D E L A   IGLESIA

¡TÚ sola buscaste mi alma HABLA tu voz:


¿Quié n osará meng uar el derecho de tu fidelidad? «Aún tengo flores del yermo en mi brazo,
Mi alma era como un niño aún tengo en mi cabello
que ha sido expuesto a escondidas. rocío de valles del alba humana.
Era huérfana ante todas las mesas de la vida, Aún tengo oraciones que escucha la campiña,
y viuda en brazos del Amado. aún sé cómo se amansan las tempestades
Mis hermanos la despreciaron, y se bendice el agua.
y mis hermanas la desconocieron. Aún llevo en mi seno los secretos del desierto,
Los prudentes del mundo la traicionaron. aún cubre mi cabeza
Cuando tuvo sed, le dieron caducidad, el noble tejido de antiguos pensadores.
Pues soy madre de todos los hijos de la tierra:
La enviaron a mi corazón, ¿por qué me reprochas, mundo,
como si fuera una gota de su sangre. que pueda ser grande como mi padre celestial?
La enviaron a mi entend imiento , ¡Mira, en mí se arrodillan pueblos
como si fuera una idea. que hace ya mucho fenecieron,
Era como un venado en los bosques de oscuros instintos, y desde mi alma brillan hacia lo eterno muchos paganos
como un pájaro asustado en el universo muerto. Yo estaba secretamente en los templos de sus dioses,
Su vida, una agonía perm anente. yo estaba oscuramente en las sentencias de todos sus sabios.
Pero tú oraste por ella, y esto la salvó. Yo estaba en las torres de sus astrónomos,
Tú sacrificaste por ella, y de las víctimas se alimen tó. yo estaba con las mujeres solitarias
La lloraste como una joya; sobre las que descendía el Espíritu.
por eso aclama tu nombre jubilosa. Yo fui la añoranza de tod os los tiem pos,
La elevaste como a una reina; yo fui la luz de todos los tiempos,
por eso está postrada a tus pies. yo soy la plenitud de los tiempos.
¿Quién osará menguar el derecho de tü fidelidad? Yo soy su gran confluencia, yo soy su eterna armo nía.
¡Yo soy el camino de todo s sus cam inos:
por mí los milenios se dirigen a Dios »

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II III

¡ERES como una roca que se precipita hacia la eternidad; TIENES un manto de púrpura
pero la generación de mis días es como arena que no ha sido tejido en este mundo.
que cae en la nada Tu frente está adornada con un velo
Es como polvo que se arremolina. que han llorado para ti nuestros ángeles:
Ha hecho de su sangre la ley del espíritu, Pues manifiestas amor a todos los que te guardan rencor,
y el nombre de su pueblo lo ha convertido en Dios. manifiestas gran amor a los que te odian.
Por eso tú eres como escarcha sobre los bosques de sus sueños Tu descanso es siempre sobre espinas,
y como nieve sobre los altos abetos de su orgullo; porque te acuerdas de sus almas.
Pues no te dejas uncir al yugo de los hombres Tienes mil heridas, de las que brota a raudales tu misericordia;
y no prestas tu voz a su caducidad. bendices a todos tus enemigos.
¡Abates ante ti las naciones, a fin de salvarlas; Bendices, inc luso, a los que ya no lo saben.
Les ordenas que se levanten ante ti, La misericordia del mundo es tu hija pródiga,
para que operen su salvación y toda la justicia de los hombres ha recibido de ti.
He aquí que sus fronteras son como muros
de sombra ante tu faz, Tú eres la escritura oculta bajo todos sus signos.
y el bramar de su odio, como una carcajada. Tú eres la corriente ocu lta en la profund idad de sus aguas.
Sus armas son como un tintineo de cristales, Tú eres la fuerza secreta de su perseverancia.
y sus victorias, como luces en cámaras pequeñas. Los extraviados no perecen porque aún sabes tú el camino,
Pero tu victoria llega desde la mañana hasta la noche, y los pecadores son perdonados porque todavía oras.
y tus alas se extienden sobre todos los mares. Tu sentencia es la última gracia para los empedernidos.
Tu abrazo acoge a negros y blancos, Si tú enmudecieras sólo un día, se extinguirían ellos,
y tu hálito sopla sobre todas las razas; y si te durmieras una noche, perecerían.
¡Ninguna hora marca tu hora, ¡Pues a causa de ti no deja el cielo
y tus límites no tienen límites, que la tierra caiga:
pues llevas en tu seno la misericordia de l Señor todos los que te ultrajan viven sólo de ti

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IV V

TUS servidores llevan ropas que no envejecen,


TUS santos son como héroes de países remotos,
y tu lenguaje es como el bronce de tus campanas.
y sus rostros, como una escritura desconocida.
Tus oraciones son como encinas milenarias,
Tú los apartas de las leyes de la criatura,
y tus salmos tienen el hálito de los mares.
como si quisieras perderlos.
Tu doctrina es como un fuerte sobre montes inexpugnables.
Son como aguas que ascienden hacia los montes.
Cuando aceptas votos,
Son como fuegos que arden sin hogar.
resuenan hasta el fin de los tiempos,
Son como un grito de júbilo dirigido a la muerte;
y cuando bendices, edificas mansiones en el cielo.
son como un resplandor bajo oscuro martirio.
Tus consagraciones son como grandes marcas
Son como oraciones en la noche;
de fuego sobre las frentes;
nadie puede borrarlas. son como grandes sacrificios en la quietu d de bosques profundos.
Pues la medida de tu fidelidad no es fidelidad humana, Derramas su fuerza como una copa confortadora,
y tus años no conocen otoño. y viertes su sangre como un vaso lleno de vino.
Pues haces brotar toda excelencia como fuentes,
¡Eres como una llama inextinguible sobre ceniza arremolinada
¡Eres como una torre en medio de aguas impetuosas y la haces brillar como un fulgor en la roca.
Por eso callas tan profundamente cuando los días alborotan; Del desierto conduces al amor,
pues,  al oscurecer, caen sin remedio en tu misericordia. y del silencio al asombro.
¡Tú eres la que ora sobre todas las tumbas No hay abandonados ante tus puertas,
Donde hoy florece un jardín, habrá mañana un desierto, como los hay entre los hombres.
y donde al amanecer habita un pueblo, Tus abnegados derrochan,
por la noche morará la ruina. y tus desposeídos hacen regalos de príncipes.
¡Tú eres en este mundo la única señal de lo eterno; Tus cautivos redimen,
todo lo que tú no transfiguras lo desfigura la muerte y tus inmolados dan vida.
Tus solitarios liberan de la soledad.
¡Tú eres la victoria sobre el cautiverio de las alma s

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LA ORACIÓN DE LA IGLESIA II
I

¡TUS oraciones son más osadas


CUANDO las ciudades duermen aún en su lecho febril,
que todas las montañas de los pensadores
y las mudas aldeas en el vaho de los campos;
Las tiendes como puentes hacia lo que no tiene orillas;
Cuando aún no se mueven los animales
las haces remontarse como águilas a regiones de vértigo
y la soledad del Señor reposa sobre el mundo,
Las envías como bajeles a mares desconocidos,
Ya elevas tú la voz entre las sombras,
como grandes navios a soledades nebulosas.
El mun do se estremece ante tus manos juntas, como se alza el espíritu en la materia ciega.
y tiembla ante el fervor de tus rodillas. Sacudes la somnolencia de tus miembros
Mueve el miedo sus labios a la burla, y luchas en lo oscuro con el espanto de la hora.
y se encierra con llave en los aposentos d e su d uda , Pues los pecados de la noche son como miasmas venenosos,
Pues tú lo entregas a la eternidad mientras aún vive, y el sueño de los seres, como pesadez de muerte.
y haces que, antes de pasar, se marchiten sus años: Nadie sabe si amanecerá de nuevo.
¡He aquí que los caminos que salen de tu boca Pero tú enciendes tu alma
son caminos al más allá, para que preceda a la aurora como un rayo de esperanza.
y   adonde llega tu alma, allí está el fin de toda criatura Te postras ante el Señor, antes que caiga el rocío.
¡Pero tú vuelves del desierto engalanada; Elevas hacia él el júbilo de tu corazón,
tornas esclarecida de e ntre las alas de la noche antes que las alondras se remonten;
Resurges viva del abismo, con tu júbilo ahuyentas todo miedo,
y del silencio eterno tornas escuchada. en honra de tu Creador.
Vuelves del aniquilamiento con vigor renovado, Lavas en tus himnos el rostro de la tierra,
y de lo invisible con tu misma hermosura. lo bañas en tu oración hasta dejarlo limpio.
¡Y lo presentas al Señor como un semblante nuevo
Y el Señor rompe su soledad
y te recibe en sus brazos de luz ...
entonces todo el mundo se despierta en su gracia.

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III
IV

A H O RA sé que el Señor habla por tu boca,


¡pues tú entiendes su silencio ¡TUS virtudes han venido desde el altar
Lo has aprendido como un idioma poderoso: cual princesas desheredadas
tus palabras son sólo sus heraldos. ¡Las nobles hiladoras de tu magnificencia
Cuando él comienza, enmudece el ruido de tus catedrales han perdido sus husos
tus potentes órganos contienen todos su aliento. Sólo tu humildad respira aún sobre las gradas.
Tus salmos se postran ante él, Hiciste palidecer a sus hermanas
y tus coros desfallecen en silencio. para que ella floreciera;
Es como si se humillaran las olas del mar, abatiste la gloria de tus princesas
y las grandes tormentas plegaran sus alas. para que ella recibiera honor.
La gran inquietud de los hombres expira como un niño. Porque todas son sólo hijas de la Gracia;
Es hermoso su fin, y bienaventurado." pero tu humildad es hija de la Omnipotencia.
fenece con incienso y luces en las manos. Es allegada de Dios;
La voz de su ago nía es canto de alabanza. es de su misma alcurnia, en la hondura del polvo.
Tú lo añades a tus últimas oraciones, Es la gran fuerza de su creación:
antes que el Señor llegue; nada se le resiste en los cielos.
son blancas como la nieve, como si tu voz deslumbrase: Penetra por las puertas de los querubines,
Nad ie puede ya percibirla. y los broncíneos ángeles humillan a su paso la espada.
Pues ya te cubre de luz Aquel para quien te oscureces: Avanza hasta la faz del Señor.
he aquí que se ha h umillad o Allí cae de hinojos por toda la eternidad.
Aquel para quien te humillas.

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CORPUS CHRISTI MYSTICUM II

¡COMO el azul amor del cielo sobre todos los seres, PUES por doquiera sopla el viento del desamparo:
así abovedas tu tabernáculo sobre los dispersos ¡escucha los lamentos en los campos del mundo
¡Como el áureo mar del sol de campiña a campiña, ¡Doquiera hay uno solo y nunca dos
así tus ondas de alma a alma ¡Doquiera hay un grito en cautiverio
Eres como un torrente universal. y una mano detrás de puertas tapiadas
Eres como un abrazo en abismos de bienaventuranza. ¡Doquiera hay uno enterrado en vida
Eres como un florecer de nuestra tierra. Nuestras m adres lloran y nuestros amados enm udecen,
Eres como un esclarecimiento de nuestra oscura razón. pues nadie puede ayudar al otro: ¡todos están solos
Pues yacíamos en el seno de la divinidad, uno dentro de otro; Se llaman de silencio a silencio,
yacíamos dormidos en el misterio de nuestro Creador; se besan de soledad a soledad.
Estábamos más próximos qu e el amor; Se aman a una distancia de mil dolores de sus almas.
éramos uno antes de todo alborear de las formas: Pues toda proximidad de los hombres es como flores
¡Y he aquí que te levantas que se marchitan sobre tumbas,
como una catedral del recuerdo desde el crepúsculo, y todo consuelo es com o una voz de fuera...
te levantas como una torre poderosa Pero tú eres una voz en medio del alma.
de entre los escombros del tiempo
Celebras nuestro origen con todas las campanas,
anuncias día y noche nuestro eterno regreso a casa.

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III IV

¡HE aquí que nos sales al encuentro con frente áurea


en el reflejo de nuestra dicha HABLA tu voz:
¡Pues nos ha seguido Aq uel de quien nos habíamos ap artado, «Date preso, Domina dor del cielo,
y ha vuelto a congregarnos Om nipotente desde la Om nipotencia,
Aquel de quien andábamos dispersos Único desde la Trinidad,
¡Nos ha dado alcance en el seno de nuestra miseria, llama inextinguida de inextinguible foco.
y se ha hecho humildad en tus manos ¡Amor, te pongo en las cadenas de mi alma;
Mora en el vino de tus cálices entra en el oscuro corazón de la oscura humanidad
y en el blanco pan de tus altares. Que ningún dolor te redima,
Tú lo pones sobre nuestra añoranza, que ningún oprobio te salve,
lo pones sobre nuestros labios hambrientos; que ninguna muerte te libre de mis brazos:
Lo pones hondamente en el corazón de nuestra soledad, Sé cautivo de tu eterna cautiva».
y ésta se abre cual puertas deselladas:
El polvo de los átomos se arremolina,
pues el silencio de la eternidad es más fuerte que las tormentas
¡Todos somos de un cuerpo y de una sangre
Somos la llama de una inspiración...
¡Tú eres la única forma del mundo

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EL AÑO DE LA IGLESIA
 

EL A N O S A N T O

HABLA tu voz:
«¡Inclinaos, años; deteneos, lunas
¡Descalzad vuestros pies, días peregrinos
Pues la eternidad habla a mi alma:
¡Mira, hay exceso de hoy en este mundo;
excesiva distancia entre los hijos de los hombres
¡Debes abrirme como se abre una puerta;
debes romper mis blancos sellos cual una pared liviana
Pues yo estoy cerca, como un susurro ante el oído;
sólo tardaré un amor en irrumpir adentro.
Sólo un arrodillarse, y os tendr é abraza dos:
¡Caed todos de hinojos, seres efímeros
¡Mira, quiero de scender a vosotros desde el cielo;
quiero, como la Palabra del Increado,
cubrirme con el pobre velo del tiempo
¡Ya no quiero llamarme eternidad;
quiero tomar el nombre de vuestras campanas;
quiero que se me taña como se tañe el Ángelus
¡Quiero andar por los tiempos de los hombres,
como las grandes fiestas de la Fe;
quiero elevarme sobre las horas de los pueblos,
como el astro de la Navidad
¡Quiero que se me invoque:
paz, paz en la tierra
¡Quiero que se me cante
como se canta el aleluya

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¡Quiero que se me bendiga ADVIENTO


como se bendice la luz en la mañana de Pascua
¡Quiero que se me celebre
como se celebra el año santo del Señor »

Y HABLA tu voz:
«¡Pliega tus alas, oh alma; torna de la lejanía;
baja del cielo a tu pequeña casa
¡Oh, tú, mártir del Escondido,
paciente del Dios oculto,
excelsa añoradora del Invisible
¿Es que también se puede caminar sin pasos,
y asentar el pie sobre el aire d esnud o?
¿Se puede am ar también
hacia el silencio eterno?
¡Haz que regresen tus pies,
que vuelva tu corazón,
que tornen a tu pobre humanidad
¡Pues he aquí que avanzo jubilosa por tus campiñas;
voy delante de ti con alegre premura
por el otoño pardo
Hay ángeles de viaje,
hay grandes astros de camino
hacia esta tierra.
¡Brizad, madres, brizad;
a todo parvulillo se mostrará su luz »

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II
NAVIDAD

Y HABLA tu voz:
«¡Cantadlo mientras se espera la alborada; HABLA
cantadlo suavemente, dulcemente, «¡Niño recién nacido de la eternidad,
al oído del mundo en sombras quiero cantar ahora a tu Madre ¡Mi canto
Cantadlo de rodillas; cantadlo como bajo velos; ha de ser hermoso, como nieve teñida de arrebol matinal
cantadlo como cantan las mujeres en estado de esperanza: ¡Alégrate, Virgen María, hija de mi tierra,
Pues se hizo débil el Fuerte, hermana de mi alma;
pequeño el Infinito, manso el Poderoso, alégrate, alegría de mi alegría
humilde el Encumbrado. ¡Yo soy peregrinar a través de las noches;
Tiene espacio en el seno de una virgen; pero tú eres morada bajo estrellas
el trono estará en su regazo... ¡Yo soy copa sedienta; pe ro tú eres mar ab ierto del Señor
¡le es loor bastante una canción de cuna ¡Alégrate, Virgen María; sean bienaventurados
He aquí que los días no quieren ya, piadosos, levantarse quienes te proclaman bienaventurada
y oscuras se han tornado las noches de la tierra ¡Ya nunca debe desesperar ningún humano
en hondo acatamiento. Yo soy un amor concorde;
Quiero encender luces, oh alma;
quiero encender alegría ¡a una de entre vosotros ha ensalzado el Señor
en todos los confines de tu humanidad. ¡Alégrate, Virgen María,
¡Yo te saludo, oh tú que llevas al Señor en   tu vientre » alas de mi tierra, corona de mi alma;
alégrate, alegría de mi alegría
¡Sean bienaventurados
quienes te proclaman bienaventurada »

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PASIÓN II

TU voz habla a mi alma: Y HABLA tu voz:


«No temas ante m is áureas vestiduras, «Yo sé de tu temor ante la dicha;
ni te asustes ante el fulgor de mis cirios, sé de tu palidez
¡Pues son sólo velos de mi amor, ante las horas que visten púrpura.
son sólo como tiernas manos sobre mi misterio
Quiero des cubrirme, alm a llorosa, ante todos los cálices de la plenitud;
para que sepas que no te soy extraña: ¡Sé,   incluso, de tu espanto
¿Cómo podría una madre ante el alma más amada
no parecerse a su hijo? Pues tu profundidad es herida por la dicha;
¡Todos tus dolores están en mí la dicha ahonda en ella con manos frías,
He nacido de sufrimientos, Disipa todos tus sueños,
he florecido de cinco heridas sagradas,
He crecido en el árbol del oprobio, Oprime tus sentidos como rocas de culpa,
me he fortalecido con el amargo vino de las lágrimas. cae sobre tu alma
¡Soy una blanca rosa como hálito mortal de hierbas marchitas.
en un cáliz lleno de sangre Te envuelve en el dolor
Vivo del sufrimiento, desde la cabeza hasta los pies,
soy una fuerza del sufrimiento, y quedas protegida de la dicha por la dicha.
soy una magnificencia del sufrimiento: Y todo tu sufrimiento se eterniza».
¡Ven a mi alma y aposéntate en ella »

58 59
 

III IV

Y HABLA tu voz: Y HABLA tu voz:


«Quiero descifrar el misterio de tu sufrimiento, «Quiero cantar un Gloria,
oh tú, delicada, tímida, para que las agujas de mis torres vibren con las campanas:
allegada de mi alma, amada: ¡Alaben al Señor
¡Yo soy la que llora en tus profundidades todos los sufrimientos de la tierra
Yo te he modelado durante mil años y más; ¡Alábenlo los empobrecidos y los desterrados,
yo he bendecido con la cruz alábenlo los engañados y los desheredados,
a todos tus padres y madres. alábenlo los que nunca se han visto saciados
Me has costado dolores y heridas; ¡Alábenlo el luminoso tormento del espíritu
entre espinas he librado tus manos y el oscuro tormento de la naturaleza
de las garras del mundo. ¡Alábelo el sagrado tormento del amor
Me has costado soledad, me has costado ¡Alábelo la soledad del alma,
oscuro silencio durante muchas generaciones. alábelo el cautiverio del alma
Me has costado bienes y sangre, ¡Alábelo el dolor de la culpa,
me has costado la tierra que pisaban mis pies, alábelo el dolor de la caducidad;
¡me has costado un mundo entero alábelo, incluso, el amargo dolor de la muerte
Has llegado a ser fina, oh alma; ¡Mira, despojo mis altares de todo ornato;
has llegado a ser como sedoso lino la blancura del lienzo se marchitará en ellos
largamente hilado: como el encanto de las praderas
Eres como un hilo sutil, que ya no está adherido. ¡Todas las imágen es oc ultarán e n ellos su rostro
He aquí que vuelas por los campos de la vida, Quiero extinguir mi último consuelo:
y cruzas en tu vuelo todas las regiones floridas del mundo; quiero apartar de mí el cuerpo de mi Señor,
¡Pero ninguna de ellas podrá retenerte, para que mi alma quede en noche completa.
oh peregrina, alma andariega de mi sufrimiento » Pues el sufrimiento de la tierra se ha convertido en dicha,
porque ha sido amado.
¡He aquí el madero de la cruz,
del cual pendió la salvación del mundo »

60 61
 

V PASCUA FLORIDA

Y HABLA tu voz: Y Oí en la noche una voz


«Depongo el calzado de mis pies, grande como el aliento del mundo y que clamaba:
depongo lo que tengo de finito, «¿Quién quiere llevar la corona del Salvador?»
y entro en un país sin límites: Y mi amor dijo: «Señor, yo quiero llevarla».
¡Brotad todas, oscuras fuentes de mi vida
Venid todas volando, noches mías; y mi sangre fluyó por el negro espino,
negras aves de la culpa, y cayó sobre mis dedos.
caed sobre mí con las alas extendidas: Pero la voz clamó de nuevo:
¡Quiero entrar en mi más hondo sufrimiento «Tienes que llevar la corona en la cabeza».
para encontrar a mi Dios Y contestó mi amor: «Sí, quiero llevarla».
Pues grande es en el mundo el sufrimiento, Y puse la corona sobre mi frente,
poderoso es e infinito. y entonces brotó de ella una luz
¡Se ha difundido y ensancha do blanca como el agua en los montes.
por el cielo y la tierra, Y la voz clamó: «¡Mira,
ha sostenido el peso del amor eterno el negro espino ha florecido »
¡Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Infinito Y la luz manó de mi cabeza,
Dios bajo mi pecado, y se hizo ancha com o un río y tiró de mis pies.
Dios bajo mi debilidad, Y grité con gran pavor:
Dios bajo mi muerte. «Señor, ¿a dónde quieres que lleve la corona?»
Pongo mi boca sobre tus heridas... Y contestó la voz:
¡Señor, pongo mi alma sobre tu cruz » «Debes llevarla hasta la vida eterna».
Entonces dije:
«Señor, es una corona de tormento,
¡déjame morir de ella »
Pero la voz repuso:
«¿No sabes que el dolor es inmortal?
Yo he transfigurado al Infinito:

62 63
 

¡Cristo ha resucitado » DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR


Entonces la luz me arrebató...
I

¿QUIÉN pulsará tus cuerdas,


arpa dorada de mi alma?
¿Quién resucitará tu júbilo, oh novia abandonada?
¡He peregrinado mucho,
pero en todas partes quedan sólo campos y praderas,
quedan sólo criaturas insensibles
Las ramas de los árboles penden sobre mis ojos,
y su espeso follaje sombrea toda mi esperanza...
Hermosa y verde cárcel de la naturaleza,
¿cómo me angustias tanto?
Lloro todas las noches mis dolores;
¡pero tampoco son sino fuentes que corren por la tierra
Dejo que mis oraciones alcen el vuelo como aves;
¡pero ninguna vuelve trayéndome respuesta
Señor, ¿dónde podré hallar tus riberas?

65
64
 

II PENTECOSTÉS

Y TU voz habla a mi alma: HABLA tu voz:


«¿Por qué te lamentas por tus oraciones? «Júbilo es mi nombre; exultación, mi semblante:
Se han sumergido en mares de misericordia; soy como una c ampiñ a joven, coronada
¡por eso no regresan por arreboles de la aurora
Descansan hondamente en el seno de la gracia; ¡Soy como un dulce caramillo en las colinas
¡por eso no vuelven a casa ¡Oídme, fecundos valles;
¡Soy un escuchar bajo copas de árboles, oídme, praderas ondulantes;
soy un fulgir entre flores, oídme, canoros y dichosos bosques
soy un buscar entre los sedosos tallos de las hierbas Pues ya no estoy sola en medio de vuestra magnificencia;
¡Soy un orar en las campiñas, ahora soy vuestra hermana y allegada;
soy un repicar de campanas en los aires, ¡salúdame, graciosa semejanza mía,
soy un arrodillarse en todas las praderas ondulantes tierra, a quien el Señor colma
Mira, yo bendigo tus campos y tus vegas; La proximidad es aún lejanía, la gracia es aún peldaño;
abro mis manos cual capullos que florecen. ¡El está en mí como un eterno Mío
Abro mi corazón como el seno de la tierra: Ha venido a mí como el pimpollo al arbusto;
¡bendiciendo, me bendigo a mí misma con la esperanza » ha brotado en mí como las rosas en los setos.
¡Florezco en el espino rojo de su amor;
florezco en todos mis retoños
con la púrpura de sus dones
¡Florezco con lenguas de fuego,
florezco en plenitud llameante:
florezco desde el santo Espíritu del Señor »

66 67
 

CORPUS CHRISTI TE DEUM

HABLA tu voz: HABLA tu voz:


«Ondean las banderas del Rey: «¡Oh gran Dios de mi vida,
¡desvelo el Misterio Eterno quiero ensalzar tu no mbre
¡Con qué ternura acaricia la luz mis manos; en las tres riberas de tu única luz
cuan dichosa desciende ¡Quiero saltar con mi himno
Ahora el amor ya sólo se cobija en el Amor: al mar de tu grandeza:
¡en oro manifiesto hundirme jubilosa en las olas de tu fuerza
lo llevo por los abiertos campos ¡Oh áureo Dios de tus estrellas,
Yo sé muchas sentencias, oh hombres; Dios rugiente de tus tempestades,
pero hoy tenéis que arrodillaros... Dios llameante de tus montes vomitadores de fuego
¡Vuestras rodillas son vuestras alas » ¡Dios de tus ríos y de tus mares,
Dios de todas tus alimañas,
Dios de tus espigas y de tus rosas silvestres
¡Gracias te doy, Señor, porque nos has despertado;
llegue mi acción de gracias
hasta los coros de tus ángeles
¡Gloria a ti, por todo lo que vive
¡Oh Dios de tu Hijo,
gran Dios de tu misericordia eterna,
gran Dios de tus hombres extraviados
¡Oh Dios de todos los que sufren,
oh Dios de todos los que mueren,
oh Dios fraterno en nuestra oscura huella
¡Gracias te doy, Señor, porque nos has redimido;
llegue mi acción de gracias
hasta los coros de tus ángeles
¡Gloria a ti, por nuestra bienaventuranza

68 69
 

Oh Dios de tu Espíritu, LETANÍA PARA LA FIESTA


Dios que, en tus profundidades, DEL SAGRADO CORA ZÓN
pasas de amor a amor en oleadas;
Oh Dios, que, rumoroso, desciendes a mi alma,
y cruzas como el viento por todos mis espacios,
y vas prendiendo fuego a todos mis corazones.
Sagrado Creador de tu nueva tierra:
¡Gracias te doy, Señor, por p ode r dá rtelas;
llegue mi acción de gracias
hasta los coros de tus ángeles
¡Oh Dios de mis salmos, Dios de mis arpas,
gran Dios de mis órganos y trompetas, HABLA tu voz:
Quiero ensalzar tu nombre «¡Ahora quiero rezar el ardor del alma,
en las tres riberas de tu única luz como se reza una gran letanía;
¡Quiero saltar con mi himno Quiero entonar el himno
al mar de tu grandeza: quiero hundirme que no se canta, sino que se ama
jubilosa en las olas de tu fuerza » Corazón santo, Corazón divino,
Corazón omnipotente;
Misterio purpúreo de todas las cosas:
¡Sé amad o, Amor, Am or eterno,
sé eternamente amado

Hogar encendido en medio del oscuro mundo helado:


¡Sé amad o, A mor
Sombra de llamas,
que oscureces el falso resplandor del mundo:
¡Sé amad o, A mor
Monumento ardiente,
que dominas la falsa serenidad del mundo;
Corazón solitario, Corazón llameante,
Corazón inextinguible:
¡Sé amad o, eterno A mor

Corazón profundo
como las noches que ya no tienen semblante:
¡Sé amado
Corazón fuerte
como las olas que ya no tienen riberas:

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¡Te pedimos tu amor


¡Sé amado
Corazón manso Fuente de rubí, de la que tienen sed
como los pequeñuelos que aún no tienen amargura: todas las almas enfermas:
¡Sé eternam ente amado ¡Te pedimos tu amor
Rosa de los arriates de lo invisible, Dulce proximidad,
Rosa del cáliz de la humilde Virgen, donde se encuentran los amigos separados:
Rosal florido ¡Te pedimos tu amor
en que cielo y tierra están enlazados:
¡Sé ama do, eterno Amo r Lámpara de los atribulados,
Faro de los perseguidos y afrentados,
Corazón regio en el líquido manto de tu sangre: Cámara misteriosa,
¡Sé amado, Amor en que hasta los suaves muertos pueden respirar;
Corazón fraterno en el brutal oprobio Corazón omnisciente, Corazón que todo lo gobiernas,
de la corona de espinas: Corazón supremo:
¡Sé amad o, A mor ¡Te pedimos tu amor
Corazón roto en el rígido ornato
de tus heridas mortales; Corazón que a todos nos allegas a tu Corazón,
Corazón destronado, Corazón traicionado, Corazón que a todos nos hieres
Corazón atrozmente martirizado: en medio del corazón,
¡Sé amad o, Amor, A mor eterno, Corazón que a todos nos quebrantas
sé eternamente amado el soberbio corazón:
¡Te pedimos tu amor
Corazón en quien los violentos hallan sus rodillas:
¡Te pedimos tu amor Corazón en quien la soledad
Corazón en quien los fríos hallan sus lágrimas: se convierte en gran pueblo:
¡Te pedimos tu amor ¡Te pedimos tu amor
Corazón en quien Corazón en quien la desunión
hasta los ladrones y asesinos hallan perdó n; se hace un único pueblo:
Corazón grande, Corazón clemente, ¡Te pedimos tu amor
Corazón glorioso: Corazón en quien el mundo entero
¡Te pedimos tu amor se convierte en tu pueblo:
¡Nos consagramos a tu amor
Rojo espino de nuestra alegría, Corazón abunda ntísimo , Corazón inflamadísimo,
Dolorosa espina de nuestro arrepe ntimiento, Corazón hervorosísimo:
Arrebol hermoso de nuestros propios ocasos: ¡Sé amado, Amor, Amor eterno,
¡Te pedimos tu amor sé eternamente amado
Púrpura ante la que el pecado
palidece mortalmente: Enciéndase la aurora de tu día:

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¡Nos consagramos a tu amor V I G I L IA D E LA A S U N C I Ó N D E M A R Í A


Enciéndanos tu día el corazón a todos:
¡Nos consagramos a tu amor
Incendíenos tu día el corazón
hacia tu Corazón a todos:
¡Nos consagramos a tu amor
Corazón poderoso, Corazón ineludible,
Corazón que todo lo consumes...

¡Fuego ¡Fuego ¡Arde n las alas de los ángele s


¡Arden las espadas de los querubines
¡Arden las hogueras de los cielos HABLA tu voz:
¡Arden las profundidades de la tierra «El ángel del Señor saludó a María,
¡Las rocas y los astros están en llamas y concibió la llamada a casa del Amor Eterno.
¡Arde la añoranza de todas las criaturas ¡Ponte en camino, alma de María:
¡Arde el espíritu en la oscuridad los mensajeros celestes han llegado
de las cumbres humanas ¡Vienen a buscar la cuna
Todo ha sido tomado del amor, en que meciste a tu divino Hijo
todo tiene que tornarse amor: ¡Ahora, acuéstate tú misma
¡susurrad: Santo, Santo, Santo, llamas de los serafines sobre el corazón bajo el que dormitó su vida;
Ahora, cobíjate bien en la envoltura
Corazón de quien los cielos toman su gloria, que tan dulcemente le dio abrigo
Corazón de quien todos los soles y astros ¡Ponte en camino, alma de María,
toman principio y fin, ponte en camino, en la cuna del Altísimo
Corazón de quien los espíritus bienaventurados ¿Qué te sucederá, oh pura como nieve?
toman su bienaventuranza, ¡Debes volar al cielo »

Corazón dominador del mundo,


Corazón vencedor del mun do,
Corazón sin par:
Amén. Amén. Llegue el ardiente día
de tu amor eterno».

74 75
 

LETANÍA A LA REINA DE LA PAZ Para que todas las heridas por fin, por fin, vuelvan a cerrarse,
Consigúenos la paz.

Por la hermosura de la tierra,


Consigúenos la paz...
Por la incólume majestad de los mares,
Consigúenos la paz...
Por la pura altitu d de las mon tañas,
Consigúenos, consigúenos la paz...
Amada de nuestro Creador,
Bendita de su creación,
OREMOS por la paz de nuestra tierra, Representante de su creación,
pues la paz de la tierra está enferma de muerte. Consigúenos la paz.
Ayúdala, dulce Virgen María, ayúdanos a decir:
Sea paz a la paz de nuestro pob re m und o.
Te rogamos por la paz...
Tú, a quien saludó el espíritu de la paz, Por los niños pequeños, que d uerm en en sus cunas,
Consigúenos la paz... Te rogamos por la paz...
Tú, que acogiste en ti la palabra de paz, Por los ancianos, que tanto desearían morir en sus camas,
Consigúenos la paz... Te rogamos por la paz...
Tú, que diste a luz para el mundo Madre de los desamparados,
al santo Niño de la Paz, Enemiga de los despiadados,
Consigúenos la paz... Clara estrella en todas las nubes de la confusión,
Auxiliadora del que todo lo reconcilia, Te rogamos por la paz.
Voluntaria del que todo lo perdona,
Entregad a a su misericordia eterna, Tú que asististe a los moribu ndos
Consigúenos la paz. cuando su sangre empapab a el campo de batalla,
Apiádate de la paz...
Tú que bajaste a acompañarnos en los sótanos
Suave luna en las salvajes noches de los pueblos,
cuando caían las crueles bombas,
Anhelam os la paz...
Apiádate de la paz...
Dulce pa loma en tre los buitres de los pueblos,
Tú que acogiste a las pobres mujeres
Ansiamos la paz...
que fueron violadas,
Retoño de olivo en los resecos bosques de sus corazones,
Apiádate, sí, apiádate de la paz...
Nos consumimos por la paz...
Madre que has llorado con nosotros,
Madre que has temblado con nosotros,
Para que los cautivos sean al fin redimidos, Madre que has sufrido el desconsuelo de tus hijos,
Para que los desterrados hallen al fin su patria, Apiádate de la paz.

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Por los cristianos Amén. Amén. ¡Oh, sí, sucederá


Llegará Pascua para la paz muerta,
Salva nuestra paz... Habrá paz para la paz de este pobre mundo.
Por los paganos
que ya se burlan de la cristiandad,
Salva nuestra paz...
Por toda la humanidad,
en la que naufraga la imagen de Dios,
Salva, oh Madre, salva, oh sí, la paz.
Sálvala por tu Hijo,
para que no nos haya sido crucificado en va no...

¡Madre, Madre, la más rica en dolores


de todas las criaturas,
Toma en tus brazos a este mundo perdido
¡Nos rodea un horror como nunca lo ha habido,
Es cual si mil tinieblas tramasen sangre y muerte
Madre, Madre,
nuestra paz ya se ha muerto,
La paz ya sólo habita el reino de los cielos...

Tú que sigues con nosotros, aunque te destierren;


Tú que sigues cariñosa, aunque te desprecien;
Tú que sigues poderosa,
aunque tu dulce trono se rompa aquí en la tierra:
Pide la resurrección de nuestra paz.

Que quien llenó de rosas tu sepulcro vacío


Te conceda una pascua de nuestra paz...
Que quien te arrebató en vuelo
hasta la celestial transfiguración,
Te conceda una pascua de nuestra paz...
Que quien te coronó con la corona
de nuestra futura bienaventuranza,
Te conceda una pascua de nuestra paz...
Oh novia del Dios vivo,
Madre del Dios resucitado,
Reina en el reino del Dios eterno.

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FIESTA DE CRISTO REY II

EL himno del Rey comienza con el amor, CANTEMOS el himno del amor en honor de la Novia,
con el amor rezado por la novia del Rey. ante todos los corazones de la tierra:
¡Despierta, mundo, pues eleva su voz la más hermosa sobre su cabeza posa el beso del C oronado.
Abandona tu lecho, pues llama tu bienaventuranza... Su alma se ha extasiado
¿Por qué tan silenciosos, hombres alborotadores; en la magnificencia del Rey.
por qué tanta desgana, hombres activos? Su cuerpo es el misterio del amor del Rey.
Oigo vuestros gritos de gloria en todas las callejas; El le adorna las manos con su gracia,
hacéis ostentación sobre todos los mares que inunda todos nuestros límites.
y festejáis el triunfo sobre todas las cumbres: Le adorna la cabeza con una estrella de e speranza,
¿No queréis saludar a la novia del Altísimo? que alumbra hasta más allá de las tumbas.
¡En verdad, quien ve su semblante, contempla al Rey ¡Pedid para ella, y El le otorga la paz de los pueblos,
y como posesión las puertas del cielo
Le otorga todas las almas de su dominio;
le otorga, incluso, las almas perdidas,
para la bienaventuranza.
El muestra su poder en las palabras de ella,
manifiesta su fuerza en su silencio;
Sufre la soledad en su abandono,
y se glorifica en el honor de ella:
¡Cantemos el himno del amor en honor de la   Novia,
ante todos los corazones de la tierra;
elevémosla al trono del alma ...

El himno del Rey acaba en el amor,


que es la corona de los para siempre elegidos.

80 81
 

LOS NOVÍSIMOS
 

HABLA tu voz:
«Yo vi la inquietud del mundo alejarse en   un a  nube:
La quietu d de la tarde
era como tormenta en su velamen;
huyó antes de la puesta del sol,
como en grandes congojas.
Pues ¿a dónde po drá dirigirse
cuando llegue el poderoso sueño,
y dónde buscará refugio
cuando la expulse de su tienda?
En vano hostigará a los hombres
y azuzará contra él la avidez de su pasión:
¡El, imperturbable, les prepara el brebaje
por el que enmudecen
Dura aún un momento el estrépito de las ciudades;
pero el gran silencio traspasa ya sus muros.

La púrpura de sus dolores se oscurece,


y la púrpura de sus placeres
grísea como un crepúsculo.
Sus soberbios espíritus
grisean como el olvido.
Todo querer se torna niebla,
y toda actividad se hace el soñar de un sueño.
Los reyes tienen que dormir,
y los poderosos tienen que acostarse
como niños pequeños:

85
 

II
Todos se hunden en el seno de la necesidad,
allí su orgullo se torna simple arena.
Llegan allí a ser todos como un día en sus tumbas...
¡Señor, ten compasión de las pobres almas »

Y HABLA tu voz:
«¿Quién eres tú, mundo, para infundirme miedo?
¡Yo muero de mil modos con mis hijos
¿Dónde está el juicio tuyo que pueda doblegarme?
¡Mi alma lucha con el tribunal del Eterno
Mira, yo soy la última
sobre el gran puente de la despedida;
yo recibo en mis brazos
a todos los rechazados por la vida.
En mis oídos sonarán siempre sus lamentos,
y mi rostro está pálido por sus angustias;
Mis pies están cubiertos de ceniza hasta los tobillos,
y mis ropas no quieren secarse
del húmedo aliento de las tumbas.
En verdad, estoy cansada del espanto,
y mi temor se ha vuelto débil
como las manos de un parvulillo.
¡Mi amor lo ha sometido;
lo ha hecho caer de hinojos;
ya nunca volverá a levantarse
¡Ay de ti, mundo, que crees en la muerte,
porque eres frío:
hallarás una muerte cual no te la imaginas
Hallarás una muerte de agonía eterna.
Consolaos los que lloráis,
alegraos los que no olvidáis.
¡Pues conve rtiré en prom esa vuestra fidelidad;

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llenaré hasta el borde de sentido III


las copas de vuestro recuerdo
¡Enderezaré vuestro corazón a la libertad,
contra todos los esclavos de la razón
¡Recibiré a los ardientes
y cubriré de oprobio a los que desisten
Justificaré a los que aman,
ante la faz de la aniquilación:

¡Los alzaré sobre la justicia:


los llevaré hasta la misericordia del Señor »
HABLA tu voz:
«Yo sé que se burlan de mí,
sé que se irritan contra mí,
sé que en la oscuridad me andan buscando a tientas,
Pues ciertamente oyen mi voz,
y notan mi reflejo en sus corazones;
Mas no pueden ver mi rostro:
mi cabeza está hundida en el seno de Dios;
¡no he vuelto a levantarla desde hace muchos siglos
Las sombras del Omnisciente han crecido en torno a mí,
y sus misterios proliferan
sobre mi frente como oscuro musgo.
Pues he sido bautizada en el nombre
del que se llama: 'Incognoscible'
y cuya magnificencia se titula: 'Profundamente Oculta'.
Cubre su eternidad con olas vivas,
y su infinitud con tempestades encrespadas.
Permite que aparenten dominio las tormentas,
y esconde todas sus fuerzas bajo nombres
dados por los humanos.
Esconde su espíritu bajo corazones mortales,
esconde su amor bajo pan y vino.
Mira, estoy sometida a los velos de mi debilidad,
estoy sometida a los oscuros velos
del desconocimiento;
Estoy sometida a los velos de mis esponsales,
estoy sometida a los blancos velos

89
88
 

IV
de mi celestial herencia.
Pues,  en lo que no ves, has de reconocerme
y, en aquello que te da miedo,
ha de creerme tu alma».

Y HABLA tu voz:
«Pero, cuando un día se inicie
el gran fin de todos los misterios,
Cuando el Escondido surja como un relámpago
en las tremendas tempestades
del amor desencadenado,
Cuando su regreso suene como tormenta
por el universo,
y dé gritos de júbilo la soterrada añoranza
de su creación,
Cuando los globos de los astros estallen en llamas
y surja de su ceniza la luz liberada,
Cuando se rompan los sólidos diques de la materia
y se abran todas las esclusas de lo invisible,
Cuando los milenios vuelvan con rumor de águilas,
y regresen a la eternidad
las escuadras de los eones,
Cuando se rompan los recipientes de los idiomas
y se precipiten las aguas torrenciales de lo nunca dicho,
Cuando las almas más solitarias salgan a la luz,
y se manifieste lo que ninguna de sí misma sabía:
Entonces el Revelado levantará mi cabeza
y, ante su mirada, mis velos se alzarán en fuego,
Y yo estaré postrada
cual espejo desnudo ante la faz de los mundos.
Y los astros reconocerán en mí su luz glorificante,
y los tiempos reconocerán en mí lo que tienen de eterno,

91

90
 

y las almas reconocerán en mí lo que tienen de divino, índice


Y Dios reconocerá su amor en mí.
Y ya no caerá sobre mi cabeza ningún velo
como el deslumbramiento de mí Juez.
En él se sumergirá el mu ndo .
Y el velo se llamará Gracia,
y la Gracia se llamará Infinitud...
Y la Infinitud se llamará Bienaventuranza.
Amén.»
Pags.

Introducción 5
Prólo go a la prim era edición 17
No ta para esta nueva edición 20

HI M NO S A LA IGLESIA 21
INTRODUCCIÓN 23
PRÓLOGO 25

A LA IGLESIA

R E T O R N O A L A I GL E S IA :
1 29
II 30
III 31
IV 32
V 33
VI 34
VII 35
VIII 36

SANTIDAD DE LA IGLESIA:
1 37
II 38
III 39
IV 40
V 41

93
92
 

Pdgs- Pdgs.

LA ORAC IÓN DE LA IGLESIA: PENTECOSTÉS   67


42 CORPUS CHRISTI   68
4
ILZZIZIIIIZIIIIZZZZZ 3 TEDEUM  69

III   44
LETANÍA PARA  LA FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓ N.  71
IV   45
VIGILIA DE LA ASU NCIÓ N DE MARÍA   75
LETANÍA A LA REINA DE LA PAZ  76

CORPUS CHRISTI MYSTICUM:


j  46 FIESTA DE CR ISTO REY:
n:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::^^'^.--
  7
1  8

ni   s II   81

IV  
9

LOS NOVÍSIMOS
EL ANO DE LA IGLESIA 1  85
II   87

EL AÑO SANTO   53 III   89


IV   91

ADVIENTO:
1  55
II   56

NAVIDAD   57

PASIÓN:
1  58
II   59
III   6
IV   61
V  62

PASCUA FLORIDA   63

1  65
II   66

95
94

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