Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
que los aspectos retributivos del trabajo no pueden ser los únicos a
tener en cuenta para valorar la moralidad de las situaciones labora-
les. El desempleo, como puede comprobarse fácilmente, no solo es
un problema económico, sino humano, y hace daño a la persona
aunque esté bien cubierto económicamente.
4. En cuarto lugar, y como consecuencia de lo anterior, con el
trabajo se pone en juego la dignidad humana, y los derechos y de-
beres inherentes a la misma no pueden considerarse disponibles ni
renunciables 5. Por este motivo, no pueden estimarse moralmente
aceptables unas condiciones de trabajo por el mero hecho de ser
aceptadas o ser pactadas, del mismo modo que es inaceptable ofre-
cerse como esclavo para remediar necesidades básicas.
5. En quinto lugar, desde un punto de vista específicamen-
te cristiano, la vocación del empleador y del trabajador les debe
llevar a buscar una santidad que se identifica con el heroísmo en
la virtud, y por tanto, con la práctica de una justicia heroica, con
todo el contenido que se ha señalado –de la misma manera que,
por ejemplo, la santidad supone una templanza heroica–, que es
informada por una caridad, asimismo, llamada al heroísmo 6. Se
oye a veces decir que «las empresas no hacen caridad», lo cual
en cierto sentido puede ser cierto, pero lleva consigo un mensaje
equívoco. La empresa en sí es una persona jurídica, y el sujeto de la
virtud es la persona física, pero la unidad de vida del cristiano hace
que deba vivir la caridad en cualquier lugar, también en el mundo
5. «Más aún, ni siquiera por voluntad propia puede el hombre ser trata-
do, en este orden [el laboral], de una manera inconveniente o someterse a una
esclavitud del alma, pues no se trata de derechos de los que el hombre tenga
pleno dominio, sino deberes para con Dios» (Rerum novarum, 30).
6. «La norma cristiana es que hay que purificar por la cruz y la resurrec-
ción de Cristo y encauzar por caminos de perfección todas las actividades
humanas, las cuales, a causa de la soberbia y el egoísmo, corren diario peligro.»
(Const. Gaudium et spes, 37).
Las relaciones laborales 117
9. «Una justa retribución del rédito debe establecerse no solo en base a los
criterios de la justicia conmutativa, sino también de justicia social» (Compen-
dio de la Doctrina Social de la Iglesia, 303).
Las relaciones laborales 119
10. La Laborem exercens plantea este deber en un sentido más amplio que
el de justicia con quien contrata al trabajador: «El trabajo es una obligación,
es decir, un deber del hombre y esto en el múltiple sentido de la palabra. El
hombre debe trabajar, bien sea por el hecho de que el Creador lo ha ordena-
do, bien sea por el hecho de su propia humanidad, cuyo mantenimiento y
desarrollo exigen el trabajo. El hombre debe trabajar por respeto al prójimo,
especialmente por respeto a la propia familia, pero también a la sociedad a la
que pertenece, a la nación de la que es hijo, a la entera familia humana de la
que es miembro, ya que es heredero del trabajo de generaciones y al mismo
tiempo coartífice del futuro de aquellos que vendrán con él en el sucederse de
la historia. Todo esto constituye la obligación moral del trabajo, entendido en
su más amplia acepción» (n. 16).
120 Julio de la Vega-Hazas Ramírez
tal que está mal visto irse a casa a la hora, de forma que quien lo
haga ya sabe que está el primero en la lista de prejubilaciones y el
último en la de ascensos. En ocasiones se alega que esa dedicación
está particularmente bien retribuida, como contraprestación a esa
gran dedicación, y que, en último término, es algo que dentro
del mercado se escoge o se rechaza libremente, pues se ofrecen
empleos de todo tipo. Sin embargo, aunque todo eso fuera verdad
–con frecuencia lo es solo a medias–, esa conducta seguiría siendo
inmoral, como lo es toda explotación estable (no se entra aquí en
situaciones transitorias o de emergencia) 11. La razón es sencilla:
daña al hombre. Polarizar toda la dedicación y el esfuerzo humano
en una sola dimensión del hombre o en una sola actividad trae
como consecuencia, se quiera o no, empequeñecer a la persona
en sus otras dimensiones y actividades 12. Cuando es una situación
permanente, contradice abiertamente a la insistencia magisterial
en la armonización de trabajo y familia, y, en términos de respon-
sabilidad social, supone, de hecho –aunque no se haga con esa
intención–, un ataque a la familia, con graves consecuencias en la
práctica: padres que apenas dedican tiempo a su familia, madres
que se ven discriminadas precisamente por ser madres o porque
piensan serlo, rupturas familiares por falta de trato mutuo, etc. El
que se acepte voluntariamente –no siempre es así– no quita nada
a su gravedad moral. A esto hay que añadir que este aspecto in-
13. Hay que reconocer que apenas hay referencias directas sobre este
tema en los documentos de la DSI, y no aparece en el Compendio. Sin embar-
go, por una parte, es un asunto que ha pasado a primer plano en las sociedades
desarrolladas actuales, y tiene una clara incidencia ética; y, por otra parte, se
pueden deducir con certeza criterios prácticos de los documentos de la DSI.
En concreto, el trabajo como desarrollo humano, la necesaria estabilidad fa-
miliar y, sobre todo, el más reciente principio de la empresa como comunidad
humana, señalan inequívocamente que la estabilidad es un bien a proteger, y
que es su quiebra la que necesita justificación en cada caso.
122 Julio de la Vega-Hazas Ramírez