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La Media Hora de Elvis Presley

Tendría doce o trece años cuando me senté con mi familia para ver un recital de Elvis Presley. Era
de noche. Lo transmitían en directo desde Las Vegas. A mi mamá le encantaba Presley. Así que ahí
estábamos, sentados en los sillones o despatarrados sobre la cama matrimonial. El cuarto de mis
viejos y, adentro, nosotros: mis hermanos, mi mamá, alguna tía rezagada. El famoso Presley era un
gordo enfundado en un traje de torero. Lento se movía en blanco y negro. Mi vieja tarareaba las
canciones. Hasta que se cortó la luz. Hubo un corte grande aquella vez, casi media ciudad. ¿Se
acuerdan? Cuando volvió la luz, el concierto había terminado. Mamá se fastidió y me preparó una
palangana para que me lavara los pies. Al otro día, los chicos del barrio hablaban de La Media Hora
de Elvis Presley. Eso recuerdo, eso me encantó… Que alguien determinara que lo que sucedió
aquella noche fuera La Media Hora de Elvis Presley.
El lenguaje tiene que haber surgido así.

Fabián Casas. Buenos Aires, 1965

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