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ESCUELA PROFESIONAL DE

INGENIERÍA AMBIENTAL Y DE
Desarrollo de RECURSOS NATURALES

comunidades microbianas

CURSO: Microbiología Ambiental


DOCENTE: Dr. Dante Espinoza Morriberón

SEMESTRE
15 – de octubre – del 2021 ACADÉMICO 2021B
En una jerarquía ecológica organizada, son numerosas
las poblaciones microbianas que forman parte de
comunidades integradas de organismos que conviven en
hábitat específicos.

En las comunidades (conjuntos de poblaciones


microbianas que viven e interaccionan en una
determinada localización llamada hábitat), existen
funciones específicas llamadas nichos. Los miembros
autóctonos de las comunidades ocupan los nichos del
ecosistema.

Microbiota autóctona de la flora intestinal


Generalmente, los microorganismos alóctonos que intentan
invadir un ecosistema son eliminados, porque no son los mejor
adaptados para ocupar los nichos de la comunidad. Las
poblaciones microbianas de una comunidad compiten por los
recursos disponibles.

Por ejemplo la mayoría de los hongos filamentosos.


La competencia es especialmente intensa
entre los miembros del mismo gremio
(poblaciones de la comunidad que utilizan los
mismos recursos). En algunos casos los
microorganismos son eliminados de una
comunidad por exclusión competitiva, pero
algunos factores pueden permitir su
coexistencia. Las teorías ecológicas actuales
consideran las perturbaciones y la
heterogeneidad ambiental como factores
importantes que permiten la coexistencia de
poblaciones competitivas en el mismo
hábitat.
Los microorganismos han desarrollado estrategias que les permiten sobrevivir con éxito y
mantenerse en las comunidades. Un sistema de clasificar estas estrategias utiliza el gradiente r-
K, en el cual los organismos se adaptan a la reproducción rápida (estrategas de la r) o a la
capacidad de carga del medio (estrategas de la K).
La mayoría de los microorganismos son
considerados estrategas de la r debido a sus
elevadas tasas de reproducción, mucho mayores
que las de los organismos superiores. Sin
embargo, dentro de las comunidades
microbianas, algunas poblaciones están
claramente mejor adaptadas a las limitaciones
ambientales. Los estrategas de la K se
reproducen más lentamente que los de la r y
suelen tener éxito en situaciones de limitación de
recursos.
El desarrollo de una comunidad
estable generalmente implica una
sucesión de poblaciones, es decir, un
orden de cambios secuenciales en las
poblaciones de la comunidad. La
sucesión de la comunidad comienza
con la colonización o invasión de un
hábitat por poblaciones microbianas.
Los procesos sucesionales ocurren a
veces según unos modelos
característicos.
En las biopelículas, por ejemplo, la sucesión implica la adherencia a una superficie y su
colonización por parte de bacterias invasoras, seguidas del crecimiento de las poblaciones
iniciales, producción de polisacáridos extracelulares que forman una matriz que permite la
expansión de la comunidad de la biopelícula, y la invasión definitiva por parte de microorganismos
eucariotas como diatomeas y protozoos ciliados.
Teóricamente, la sucesión de una comunidad produce
una comunidad clímax estable y muy evolucionada. En
realidad, suelen producirse perturbaciones que
desorganizan el desarrollo ordenado de las comunidades
microbianas. Tras una perturbación, la homeostasis actúa
restableciendo la comunidad desorganizada; es decir, una
vez eliminado el factor de perturbación, la sucesión tiende
a volver a la comunidad original. La homeostasis también
actúa para restablecer la comunidad inicial cuando entran
en el hábitat microorganismos alóctonos.

Sucesión de poblaciones microbianas en el intestino


grueso de ratones después de su nacimiento. Los datos
están expresados como el logaritmo del número por
gramo de homogenado de intestino grueso.
La existencia de fluctuaciones en las poblaciones
reguladas por el tiempo dan lugar al concepto de nicho
temporal; los microorganismos pueden ocupar un nicho
en un hábitat en un determinado momento, pero no en
otro. En muchos hábitat acuáticos, diferentes poblaciones
de algas muestran una sucesión estacional
Existen diversos patrones que caracterizan la sucesión
ordenada de las comunidades.

La sucesión autotrófica se da en aquellos casos en que la


relación entre la fotosíntesis (P) y la respiración (R) (tasa
P/R) es inicialmente superior a 1. Durante la sucesión
autotrófica la biomasa se acumula. La sucesión hacia una
comunidad estable implica un desplazamiento de la tasa
P/R hacia 1. Si la tasa P/R es menor que 1, la biomasa
desaparece de la comunidad.

Una tasa P/R menor que 1 caracteriza la sucesión


heterotrófica, como la que se desarrolla sobre las
partículas detríticas.
La estabilidad de una comunidad depende de la totalidad
de los genes de las poblaciones individuales. Los genes
se pueden transferir a nuevas poblaciones de la
comunidad para formar nuevas combinaciones de alelos
con diferentes grados de eficacia biológica.

Los plásmidos tienen un papel importante en la


transferencia rápida de genes entre las poblaciones de
una comunidad microbiana. Los genes pueden
transferirse en el ambiente con tasas relativamente altas,
y el intercambio genético y la recombinación pueden ser
una de las principales fuerzas de cambio y de evolución
en las poblaciones naturales.
Las comunidades generalmente se
caracterizan por una gran diversidad.
La diversidad de la comunidad refleja
la estabilidad de la comunidad. Parece
ser que la diversidad óptima refleja los
nichos disponibles de una comunidad.
La diversidad de una comunidad
microbiana puede describirse
mediante algunos índices, como los
que se basan en análisis moleculares
que muestran la heterogeneidad
genética de la comunidad. La
diversidad de especies suele ser baja
en los ecosistemas controlados
físicamente y suele ser más alta en los
ecosistemas controlados
biológicamente.
Teóricamente, la diversidad debería
aumentar durante la sucesión. Este
aumento en diversidad se ha observado
en la comunidad de perifiton del lago
Washington (estado de Washington, EE
UU), utilizando rejillas sumergidas y
realizando observaciones al microscopio
electrónico (Jordan y Staley 1976). La
diversidad, medida con el índice de
Shannon—Weaver, aumentó durante un
período de 10 días. Durante este tiempo
desaparecieron algunas poblaciones
pioneras y las proporciones relativas se
desplazaron desde las bacterias
heterótrofas a las algas y las
cianobacterias.
Generalmente, la diversidad en comunidades
estresadas es menor (Atlas 1984b; Atlas et al. 1991).
Por ejemplo, la diversidad calculada con el índice de
Shannon—Weaver es más baja en las comunidades
bacterianas de la superficie del agua del océano Ártico
que en océanos templados, donde las bajas
temperaturas y el hielo no causan el mismo estrés físico
(Kaneko et al. 1977; Atlas 1984a, 1984b). Se ha
observado que algunas perturbaciones, como la
introducción de contaminantes en los ecosistemas
acuáticos, reducen la diversidad de las comunidades de
diatomeas (Patrick 1963) (Figura 6.10) y de las
comunidades bacterianas (Sayler et al. 1982, 1983;
Atlas 1984a, 1984b; Atlas et al. 1991; Mills y Mallory
1987; Bej et al. 1991)
La comunidad y su entorno abiótico componen el
ecosistema, que es la unidad ecológica
autosostenible. La energía fluye a través de un
ecosistema y los materiales son reciclados allí
mismo por diferentes poblaciones de la
comunidad. Los sistemas discontinuos de flujo
(de laboratorio e in situ), permiten al ecólogo
microbiano manipular los parámetros bióticos y
abióticos de manera muy controlada, lo cual
permite comprender cómo interaccionan los
componentes de un ecosistema.
La concentración del sustrato, la temperatura, la intensidad de luz
y otras variables pueden manipularse para imitar los diferentes
tipos de hábitat. En muchos de estos sistemas modelo se
excluyen los macroorganismos, lo cual permite el examen de las
interrelaciones entre las poblaciones microbianas. El control de
las fluctuaciones ambientales simplifica mucho el sistema, y
ofrece una interpretación unívoca de los resultados. En algunos
casos, los resultados de estos sistemas modelo han revelado
nuevas bases para la interrelación entre poblaciones microbianas.
Tal vez el verdadero valor de los modelos experimentales y
matemáticos sea que nos proporcionan un instrumento para
comprender la función de un ecosistema y de los factores que
controlan el flujo de energía y materia, permitiendo, por tanto, el
desarrollo de una capacidad predictiva.

Tanto los modelos experimentales como los matemáticos permiten


a los ecólogos microbianos desarrollar hipótesis respecto a la
función de los microorganismos en el ecosistema y a las
interacciones entre las diferentes poblaciones microbianas.
La capacidad de predicción de estos modelos es especialmente útil
para un manejo adecuado de los ecosistemas. Los análisis de
sistemas y los modelos matemáticos se han aplicado a la eliminación
de residuos y al control de patógenos.

La comprensión de la función global del sistema permite predecir las


consecuencias de una perturbación en cualquier parte del sistema. En
un futuro cercano, es probable que la modelización matemática
desempeñe un papel importante en la ecología microbiana, como lo
tiene actualmente en la ecología general.

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