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Japón, el Holocausto de la Segunda Guerra

Carlos GARCÍA-. 11 de Marzo de 2012

Desde varias décadas, términos como "Holocausto" o "Genocidio", se han convertido en


moneda común entre quienes buscan magnificar -y, por regla general, distorsionar-
determinados hechos ocurridos. Previamente se somete la realidad a un proceso
deformante a fin de obtener un guarismo que será tenido como verdad revelada e
insusceptible de ser cuestionado. Pues bien, narraremos un Holocausto, un genocidio y
nos apoyaremos en el testimonio de una sola persona. ¿Incongruencia con lo que hemos
dicho? ¿Contrasentido? No, para nada. El testimonio de esta persona hace plena prueba
por tratarse de quien se trata.
Verán ustedes, queridos lectores, vamos a hablar del Holocausto japonés en la Segunda
Guerra y el testigo o deponente será Roberto McNamara, quien fuera Presidente del
Ford Motor Company y Secretario de Defensa de los gobiernos de los Estados Unidos
entre 1961 y 1968, renunciando al puesto para hacerse cargo de la Presidencia del
Banco Mundial.
McNamara ingresó en el ejército americano como capitán a principios de 1943,
sirviendo la mayor parte de la guerra en el AAF's Office o Statistical Control. Una de
sus mayores responsabilidades fue el análisis de la eficiencia y eficacia de los
bombarderos estadounidenses, especialmente las del B-29 mandados por el general de la
USAF Curtís Le May. Este último dirigió la campaña de bombardeos estratégicos
durante la campaña del Pacífico de la Segunda Guerra Mundial, que concluyó con el
bombardeo nuclear de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
En el año 2004, Sony Pictures Classics, con la dirección de Errol Morris, filmó la
película: "The Fog of War: Eleven Lessons from the Life of Robert S. McNamara", que
en realidad fue un reportaje exclusivo a McNamara. De esta película, que está al alcance
de todos, hemos extraído el diálogo que sigue, respetando escrupulosamente las
palabras. Al leerlo, verán ustedes la razón por la cual hemos decidido no incorporar
absolutamente nada del profuso material que tenemos sobre el tema:
— McNamara: Yo estaba en la isla de Guam, en su cuartel general —el de Le May
— en marzo de 1945.¡Nada más que esa noche matamos, quemándolos, a cien mil
civiles en Tokio, hombres, mujeres y niños!
— Reportero: ¿Sabía que eso iba a pasar?
— McNamara: Bueno, yo fui parte de un mecanismo que en esencia, lo recomendó.
Yo analizaba bombardeos y cómo hacerlos más eficientes. No más eficientes en el
sentido de matar más gente,sino más eficientes para debilitar al adversario... No quiero
absolverme. Le May bajó los B-29 a 1.500 metros y decidió utilizar bombas
incendiarias. - Blanco: Tokio, Japón. 10 de marzo de 1945. (Título)
— McNamara: Yo participé en el interrogatorio a las tripulaciones que volvieron.
Un cuarto lleno de tripulaciones de aviones e interrogadores. Un capitán joven se paró y
dijo: "Yo quiero saber quién es el hijo de puta que tomó ese magnífico avión, diseñado
para bombardear desde siete mil metros y lo bajó y perdí mi piloto de flanco. Lo
mataron"... Le May, que no toleraba ninguna crítica y nunca discutía con nadie, se paró,
"Usted perdió un hombre. Me duele tanto. Yo lo mandé allá. Y yo he ido, sé cómo es.
Pero usted perdió un piloto de flanco y nosotros destruimos Tokio". Ciento treinta y
cinco kilómetros cuadrados de Tokio ardieron. Tokio era de madera y las bombas
incendiarias arrasaron con ella.
- Reportero: ¿Quién decidió usar bombas incendiarias?
- McNamara: Creo que la cuestión no es tanto las bombas incendiarias. Creo que
la cuestión es, para ganar una guerra,¿debes matar cien mil personas en una noche? Le
May hubiera respondido que sí. "McNamara ¿quieres decir que en vez de matar cien mil
japoneses, quemar a cien mil civiles esa noche, deberíamos haber matado menos, o a
ninguno? ¿para luego perder decenas de miles de soldados en las playas de Tokio? ¿Eso
es lo que propones?" ¿Es moral? ¿Es prudente? ¿Por qué echar la bomba atómica si Le
May ya estaba quemando Japón? Y se fue de Tokio a echar bombas incendiarias a otras
ciudades: 58% de Yokohama. que es como del tamaño de Cleveland, 58% de Cleveland
destruido. Tokio es como Nueva York, 51% de Nueva York, destruido. 99% del
equivalente de Chattanooga, que era Toyartta. 40% de Nagoya que es como Los
Ángeles. 35,l%de Osaka, que es como Chicago. Kure 41,9%. Kobe 55,7%, Omuta
35,9%, Wakayama 50%, Kawasaki 35,2%, Okayama 68,9%, Mojí 23,3%, Nobeoka
25,2%, Saga 44,2%, Hiratsuka 48,4%, Ujlyamada 41,3%,Tokushima 85,2%, Isezaki
56,7%, Aomori 30%, Fukuoka 24,1%,-Chiba 41%,-Nora 69,3%, Kofu 78,6%, Hitachi
72%. (Aparecen decenas de ciudades más. a una velocidad que nos resultó imposible
bajar la información). Hicimos todo eso antes de soltar la bomba atómica que, a
propósito, fue soltada por orden de Le May. La proporcionalidad es importante en la
guerra. Matar del 50% al 90% de la gente de 67 ciudades japonesas y luego echarles dos
bombas atómicas, no era proporcional, en la opinión de algunos, a nuestros objetivos.
(El resaltado nos pertenece).
— McNamara: No culpo a Truman por haber echado la bomba atómica. La guerra con
Japón fue sumamente brutal, con pilotos kamikazes, suicidas, algo increíble. Lo que uno
puede criticar es que la raza humana, antes de esa fecha y ahora no ha abordado el
problema de lo que llamaré "Las reglas de la guerra". ¿Había una regla que decía que no
puedes bombardear, matar a cin mil civiles en una noche? Le May dijo: "De haber
perdido nos hubieran juzgado como criminales de guerra". Y tiene razón. Él, y yo diría
que yo, nos comportamos como criminales de guerra (hace un alto en la exposición y
evidencia congoja) Le May reconoció que lo que estaba haciendo sería considerado
inmoral si hubiera perdido. ¿Pero por qué es inmoral si pierdes y no si ganas?
Sí McNamara, había una regla que vedaba matar a civiles, ocurre que a ustedes no les
importó. Usted sabía muy bien que esas reglas existían y tanto lo sabía que se las
aplicaron, desproporcionada e injustamente a los vencidos, que jamás osaron cometer
un crimen de esa magnitud. Sí, McNamara, ustedes debieron ser juzgados como
criminales de guerra y ser colgados, como ustedes y los asesinos moscovitas, colgaron a
miles de alemanes y japoneses. No hace falta que usted lo culpe a Truman, no
esperarnos reproches entre miembros de una banda de criminales. Truman sabía, igual
que usted, que esas bombas no hacían falta, que los generales japoneses ya estaban
negociando la rendición, que esas bombas arrojadas en el océano hubieran tenido el
mismo efecto piscológico y se hubieran ahorrado trescientas mil muertes, entre las
instantáneas y las consecuentes. Truman y usted sabían que Nagasaki no tenía el menor
valor estratégico militar, pero también sabían que era la ciudad con mayor número de
católicos de todo Japón.
Celebramos su dolor y su presunto arrepentimiento. Quizás le sean de utilidad en otro
Juicio. En un Juicio con mayúsculas, con un tribunal Unipersonal y sin jurado. Ese
Juicio donde ni Truman, ni Stalin, ni Churchill habrán de fijar las reglas, designar los
jueces o imponer los fiscales. •

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