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Pearl Harbor: En Busca del Infame

Carlos GARCÍA - 26 de Diciembre de 2011

A actitud desesperada de Japon previa a la guerra fue descripta por el propio general
Douglas Mac Arthur: "Encerrados en los estrechos límites de sus cuatro islas
principales, los japoneses apenas podían alimentar a su enorme y creciente población.
Equipados con una fuerza laboral espléndida, carecían de las primeras materias
indispensables para su incrementada productividad [...] Sin los productos que estas
naciones poseían —las ocupadas— su industria se habría venido abajo, se hubieran
quedado sin empleo millones de trabajadores y el desastre económico que esto
representaba ¡os habría precipitado a la revolución" (Memorias).
Roosevelt había vencido en su reelección con un contundente discurso pacifista.
Conocedor de la determinación de neutralidad del pueblo americano y mucho más
astuto que su contrincante republicano, proclamó en su campaña política: "Yo os juro
solemnemente, madres y esposos americanas, que vuestros hijos y maridos no serán
mandados a luchar en tierras extranjeras".
Poco tardaría en quebrar su juramento.

Inmediatamente después de ser reelegido, el presidente americano comenzó a


desarrollar todo tipo de actividades en apoyo de los ingleses, conductas éstas que, en
Muchos casos, importaron verdaderos actos de beligerancia. Bien recuerda el
inobjetable testimonio del mariscal Montgomery que: "Roosevelt trató por todos los
medios de que Estados Unidos entrara en la guerra..." (Hacia la cordura).
La actitud de Estados Unidos distaba mucho de ser la de un país neutral. Estaba
sosteniendo militar y económicamente a los principales enemigos de Alemania —
Inglaterra y la URSS—; buscaba establecer bases militares en distintos enclaves
extranjeros para "la defensa de occidente"; no cejaba de presionar sobre el gobierno de
Japón y transmitía permanentemente información de inteligencia a los ingleses, todo
ello a espaldas del propio pueblo americano.
Esta postura de Roosevelt llevó al senador americano Wheeler a sostener que
"Alemania dispone de todas las excusas y motivos que quiera invocar para atacarnos".
Recuerda el Almirante Robert Theobald que "Dado que el pueblo norteamericano se
oponía tan vigorosamente a la guerra era necesario forzar a una de las potencias del Eje
a combatir contra Estados Unidos y esto en una forma tal que despertara en la población
norteamericana la creencia profunda e íntima de la necesidad de luchar" (El secreto final
de Pearl Harbor). El objetivo de Roosevelt era acorralar a los japoneses e imponerles la
guerra como única opción. Comenzó así su política de embargos. John M. Collins
considera que "La sorpresa económica que resultó del inesperado embargo de Estados
Unidos sobre el hierro y el acero hizo tambalear al Japón antes de Pearl Harbor" (La
gran estrategia).
Según Theobald, Roosevelt fijó los pasos que lo llevarían a su meta: presionó
diplomática y económicamente a Japón, imponiendo una escalada que culminó el 25 de
julio de 1941 cuando, conjuntamente con Gran Bretaña y Holanda, suspendió su
comercio con la isla y estableció sobre ella un cerco económico; se comprometió con
Gran Bretaña a prestarse asistencia recíproca frente al ataque que, contra ellos o un
tercer país, efectuara Japón en el Pacífico; a pesar de los consejos en contrario de los
mandos navales, retuvo una pequeña y débil flota en Hawai invitando a un ataque
sorpresivo japonés; ocultó a los mandos militares en Pearl Harbor mensajes japoneses
descifrados que hablaban de un guerra inminente y tenían a esa base naval como un
objetivo muy probable.
De haber impuesto a los jefes de estas novedades, habrían tomado medidas de defensa
que podrían haber desalentado el intento de Japón.
El acto final de la asfixia a que fue sometido Japón fue la determinación de Roosevelt
de negarles el petróleo. Cerrados los mercados habituales, tampoco pudieron acceder al
vital combustible en Colombia, Venezuela o México, países estos que fueron
presionados por los Estados Unidos a fin de que se alinearan con su posición. En el
particular caso de Venezuela, la principal empresa explotadora del petróleo era la
"Standard Oil~, propiedad del trust Rockefeller, por lo que poco costó suspender toda
negociación con Japón.
Sobre estas determinaciones, dijo Churchill: "La drástica aplicación de sanciones
económicas el 26 de julio de 1941 precipitó la crisis interna de Japón. Evidentemente
los embargos significaban la estrangulación del Japón. En el transcurrir del tiempo
comprobe los tremendos efectos de los embargos decretados el 26 de julio por
Roosevelt. Nuestro embargo conjunto está forzando al Japón a decidirse por la paz o la
guerra con nosotros, aunque más bien creo que se dejará arrastrar a ella" ("Memorias").
En un interesante trabajo efectuado por la prensa argentina una década atrás, Antonio
Monda comenta una obra de Gore Vidal — personaje que conoció muy de cerca
políticos como Roosevelt, Truman, Kennedy y otros—: "sostiene una tesis que pocos en
Estados Unidos tienen el coraje de enfrentar: el ataque contra Pearl Harbor fue
provocado por el presidente Roosevelt, quien ignoró las propuestas de conciliación
ofrecidas por el primer ministro nipón Koyone y encontró en el general Hideki Tojo un
respaldo perfecto para sus planes de guerra. Según Vidal, Roosevelt estaba
perfectamente al tanto del lugar y la hora del ataque, pero actuó de manera que la
transmisión de alertas llegara tarde, sacrificando así a tres mil hombres para poder
desatar una guerra no querida por su pueblo" ("Clarín", 20 de mayo de 2001).
El propio Gore Vidal sostuvo en ese reportaje que: "Era un hombre de una gran
inteligencia —Roosevelt— que hizo mucho por nuestro país, pero también una persona
de una ambición desmedida y de una profunda inmoralidad, consciente de que la guerra
lo mantendría en el mando... sin esa masacre, que definió como infame, pero que él
mismo provocó, no se habría producido la intervención al lado de Inglaterra... Salvo
raras excepciones no hay moral entre los políticos y no se observa una diferencia
sustancial entre los demócratas y los republicanos".
Avanza el escritor norteamericano sobre las denominadas "operaciones de prensa" al
sostener: "Lo desafío a darme el nombre de un corresponsal en Washington del The
New York Times que no se declare en línea con el gobierno. Le garantizo que perdería
el puesto... en ese momento específico la relación con la prensa alcanzó puntos
extremos. Roosevelt y el general Marshall, que sabían el momento del ataque con dos
semanas de anticipación, convocaron a los principales directores de los diarios,
pidiéndoles que mantuvieran silencio en caso de que filtrara la noticia. Los periodistas
respetaron el pedido y se sintieron desconcertados cuando se enteraron de que Marshall
no había puesto en alerta previa a las sedes del Sudeste asiático..,"
Las comunicaciones de seguridad japonesas se realizaban a través del habitual sistema
del código cifrado, denominado "Código Púrpura". A su vez, el reconocimiento de los
mensajes japoneses por parte de los Estados Unidos fue denominado "Magia". Los
norteamericanos habían descriptado íntegramente todo el sistema de comunicaciones
japonés.
Conforme señala Theobald en su obra, doce eran las autoridades nacionales de los
Estados Unidos a las que los servicios de inteligencia le entregaban una copia de
"Magia", incluyendo a Roosevelt, los secretarios Hull, Knox, Stimson y el general
Marshall.
El primer alerta llegó a Washington el 27 de enero de 1941, el embajador
estadounidense en Japón informó que el Ministro del Perú manifestó a personal de su
embajada que por diversas fuentes —incluso japonesas—, había tomado conocimiento
que, en caso de surgir dificultades entre Japón y los Estados Unidos aquellos efectuarían
un ataque sorpresivo sobre Pearl Harbor, con todos los medios disponibles.
Según Theobald, el 15 de noviembre de 1941, se descifra un mensaje de Japón
informando a su cónsul en Honolulú que "Como las relaciones entre Japón y Estados
Unidos son sumamente críticas, envíe en forma irregular sus partes sobre «buques en
Pearl Harbor» si bien a un ritmo de dos por semana" y que en la noche del 6 de
diciembre, el Presidente Roosevelt fue impuesto del contenido del último mensaje
recibido: "...éste se hallaba en su escritorio con Mr. Hopkins. Después de leer las 13
partes. Levantó la vista y expresó: «esto significa guerra». Quiso hablar por teléfono
con el almirante Stark; pero se le dijo que el almirante estaba en el teatro. No se
mencionó ningún otro llamado telefónico. Nada se habló con respecto a una advertencia
a la Flota..." ("El secreto final...").
La advertencia de un posible ataque japonés a Pearl Harbor le llegó al almirante
Kimmel —jefe de la base— ocho horas después de iniciado el mismo.
No obstante, la mayoría de las comisiones formadas para discernir responsabilidades —
la más famosa de ellas: "Comisión Roberts"— imputaron, como era de esperar, al jefe
de la base, almirante Kimmel y al jefe de la guarnición del ejército en Pearl Harbor,
general Short.
Años después, un integrante de la "Comisión Roberts", el almirante William H.
Standley, publicó el artículo "Más sobre Pearl Harbor": "...tanto al general Short como
al almirante Kimmel se les negaron todos los derechos usuales acordados a ciudadanos
norteamericanos que se presentan ante procedimientos judiciales como partes
interesadas... El «incidente» que ciertos altos funcionarios de Washington habían
buscado tan asiduamente con el objeto de conmover al pueblo de los Estados Unidos
para la guerra con las potencias del eje, había sido por fin encontrado. El costo, 1923
hombres del Ejército y de la Marina muertos..."
El legendario almirante W. F. Halsey, comandante del portaaviones "Enterprise", afirmó
"Si hubiésemos conocido el continuo y minucioso interés del Japón en saber en detalle
la exacta ubicación y los movimientos de nuestros buques en Pearl Harbor, según lo
demostraba en los mensajes «Magia», es enteramente lógico que habríamos concentrado
nuestros pensamientos y nuestros esfuerzos para contrarrestar el ataque a Pearl Harbor,
del que hubiéramos tenido prácticamente la certidumbre" (Prólogo de "El Secreto
Final...")
Si alguna duda queda sobre lo ocurrido, la disipa por el secretario de guerra Stimson en
su "Diario": "La cuestión era cómo debíamos maniobrarlos (a los japoneses) para
llevarlos a la situación de disparar el primer tiro sin que el peligro para nosotros fuese
demasiado grande".
Así fueron los hechos. Mientras tanto, las campañas políticas y de prensa desplegadas
durante tantos años y la acción psicológica que ellas implementan, harán que los 7 de
diciembre se siga conmemorando el "Día de la infamia"... aunque muchos tengan muy
en claro quién fue el verdadero infame. •

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