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La acción de tutela como mecanismo de

protección del derecho al medio ambiente*


The Protection Act as a Mechanism to Protect the
Right to the Environment
[Artículos]

Carolina Álvarez Casadiego**

Fecha de recepción: 3 de septiembre del 2021


Fecha de aprobación: 15 de diciembre del 2021

Citar como:
Álvarez Casadiego. C. (2022). La acción de tutela como mecanismo de protección del
derecho al medio ambiente. Via Inveniendi Et Iudicandi, 17(1), 195-209.
https://doi.org/10.15332/19090528.7747

Resumen
A través del presente manuscrito se pretende contextualizar la importancia de la
acción de tutela desde el escenario del derecho colectivo al medio ambiente.
Todo lo anterior desde la metodología de investigación cualitativa y el método
de investigación descriptivo, en razón a que se ha pretendido dogmáticamente
desarrollar y reflexionar sobre la relación jurídica entre la naturaleza jurídica de
la acción de tutela y el derecho al medio ambiente. El texto pretende una
aproximación a la noción contemporánea del derecho al medio ambiente y, a la
vez, a la identificación de la relación entre acción de tutela y el referenciado
derecho, y finaliza con una aproximación al análisis de la responsabilidad
ambiental y daño ambiental.
Palabras clave: derechos colectivos, acción de tutela, derecho al medio
ambiente.

*
El presente artículo es producto del proyecto de investigación “La acción de tutela como
mecanismo de protección del medio ambiente”, gestionado en el programa de la maestría de
contratación pública y privada de la Universidad Santo Tomas (Bogotá - Colombia).
**
Abogada. Magíster en Contratación Pública y Privada, Especialista en Derecho Contractual y
Relaciones Jurídico-Negociales, Especialista en Derecho de la Responsabilidad y Especialista en
Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario. Exmagistrada auxiliar del Consejo
Superior de la Judicatura. Jefe de Oficina Asesora Jurídica de EnTerritorioCO. Correo electrónico:
carolinaalvarezcasadiego@gmail.com; ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3972-721X

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e-ISSN: 1909-0528 | https://doi.org/10.15332/19090528
Vol. 17 N.º 1 | enero-junio del 2022
Abstract
This paper aims to contextualize the importance of the protection act on the
scenario of the collective right to the environment from the qualitative research
methodology and the descriptive research method, as the efforts to develop and
reflect on the legal relationship between the legal nature of the protection act
and the right to the environment have been dogmatic. This paper approaches the
contemporary notion of the right to the environment and, at the same time, the
identification of the relationship between the protection act and the referenced
right, and ends with an approach to the analysis of environmental responsibility
and environmental damage.
Keywords: collective rights, protection act, right to the environment.

Introducción
El derecho, entendido como el instrumento por excelencia que regula las
conductas humanas, es el mecanismo más adecuado para normar y regular las
conductas atentatorias contra el medio ambiente. Es desde la citada perspectiva
que resulta de interés analizar el papel del derecho colectivo del medio ambiente
desde la acción constitucional de tutela.
Con la expedición de la Ley 472 de 1998, el legislador finalmente reguló las
acciones populares, lo que llevó a la Corte a redefinir los criterios de procedencia
y alcance de la acción de tutela, frente al derecho colectivo al medio ambiente,
para lo cual supeditó la procedencia de la mencionada acción por la conexidad o
relación directa entre la vulneración de un derecho colectivo, y uno fundamental.
Atendiendo lo dispuesto en líneas anteriores, las siguientes páginas
contextualizaran la relación jurídica entre el derecho colectivo al medio ambiente
y la acción de tutela

Contextualizacion del medio ambiente


El derecho al medio ambiente pretende la existencia del equilibrio ecológico y el
manejo y aprovechamiento racional de los recursos naturales para garantizar su
desarrollo sostenible, su conservación, restauración o sustitución. La conservación
de las especies animales y vegetales, la protección de áreas de especial
importancia ecológica, de los ecosistemas situados en las zonas fronterizas, así
como los demás intereses de la comunidad relacionados con la preservación y
restauración del medio ambiente (Zuleta, 2019).

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La Constitución Política alude de manera sistemática a la protección de un
ambiente sano, desde el preámbulo y en múltiples disposiciones (artículos 79, 80,
82, 289 y otros) que propenden por el respeto y conservación de este derecho
colectivo que tiene incidencia directa en el goce y disfrute de otros derechos de
carácter fundamental como la salud, la vida, la dignidad humana, entre otros
(Millán, Blanco y Guecha, 2017).
En este orden de ideas, la Constitución Política colombiana ha sido considerada
como una constitución ecológica, como quiera que está conformada por
disposiciones que regulan la relación de la sociedad con la naturaleza y que
buscan proteger el medio ambiente, con la que el Constituyente, en reacción a la
problemática de explotación y el uso indiscriminado de los bienes y derechos
particulares en contra de la preservación del medio ambiente sano, decidió
implementar la idea de hacer siempre compatibles el desarrollo económico y el
derecho a un ambiente sano y un equilibrio ecológico.
La realidad contemporánea ha demostrado la interdependencia ecológica del
planeta, lo que permite afirmar que la protección al derecho al medio ambiente no
es solo un asunto de normatividad interna, sino internacional (Bahamón, 2020).
En la actualidad, el planeta tierra se enfrenta a una serie de retos ambientales que
van en aumento y tienen un origen muy diverso. Estos problemas solo pueden
resolverse a través de la cooperación internacional (Tirado, Bedoya y Blanco,
2016). El desarrollo de controles legales de las actividades se inició,
fundamentalmente, en el plano internacional con la adopción de instrumentos
jurídicos de protección que se fueron trasladando a los ámbitos regionales
(Blanco, 2017). Desde la citada perspectiva, es importante resaltar que si bien
existe todo un marco normativo internacional que propende por la protección al
derecho al medio ambiente, no deja de ser menos importante el análisis del marco
normativo del derecho interno frente a la temática en particular (Mora, 2020).
La trascendencia de acción de tutela, como mecanismo de protección
constitucional en el contexto del derecho al medio ambiente supone reflexiones
para la actual generación y nuevas generaciones. Para el efecto, es importante
precisar que la protección de los derechos colectivos entre los cuales se encuentra
el derecho a un ambiente sano está fundamentada en los principios de solidaridad,
supervivencia de la humanidad y la búsqueda de solución pacífica a los conflictos
(Gallego, 2014; Morón, 2017).
El ser humano está interesado en proteger el medio ambiente como una forma de
protegerse a sí mismo como parte integrante de su medio físico. Los problemas

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ambientales tales como la contaminación, el cambio climático, la pérdida de
biodiversidad, entre otros, muestran la necesidad de proteger jurídicamente el
medio ambiente (Naranjo, Naranjo y Navas, 2018). Para el efecto, es importante
resaltar que la modificación del medio ambiente es susceptible de afectar intereses
difusos de la ciudadanía, ya que, sin perturbar directamente a cada individuo, lo
afecta como parte integrante de la sociedad; adicionalmente, en ciertos casos, la
degradación del medio ambiente puede llevar también a que una persona en
particular se vea afectada en forma directa, por ejemplo, cuando debido a la
degradación del medio ambiente su salud se perjudica (Cortes, 2016; Navarro,
Quintero, Fernández y Díaz, 2016).
El entorno natural es el escenario que sustenta al hombre y a la sociedad, su
preservación supera el beneficio individual, lo que nos lleva a deducir que el
medio ambiente es un bien jurídico colectivo (Ramírez, 2019). En este sentido,
cabe resaltar que, si bien toda actividad humana produce cambios en el entorno, es
importante tener claro que no cualquier modificación del entorno debe ser
entendida como una lesión al bien jurídico al medio ambiente, ya que este es
mutable por naturaleza. Por tanto, no toda acción del ser humano puede
considerarse lesiva para el medio. Consecuentemente, no toda afectación al medio
ambiente ocasionará la intervención del derecho, sino solo aquellas
modificaciones que alteren de forma relevante el ciclo ecológico que sustenta la
vida humana, poniendo por ende en peligro el presente o futuro de la subsistencia
del hombre y su entorno (Pereira y Mattoso, 2020).

La acción de tutela desde el escenario de protección del


medio ambiente
La acelerada degradación del medio ambiente a nivel mundial está afectando a la
especie humana, siendo esta una de las grandes preocupaciones del hombre de
hoy para con las generaciones futuras; el desbalance entre el desarrollo social y el
desarrollo económico está repercutiendo en la destrucción del medio ambiente
(Pardo, 2014). El ambiente en el que se desarrolla el ser humano cada vez se ve
más afectado por las distintas actividades que se realizan, en especial, por la
industria que efectúan las personas a nivel mundial, de allí que se esté dando la
desertificación de la tierra (Aldana y Guarín, 2016).
La Constitución Política colombiana ha consagrado en su artículo 79 “el derecho a
gozar de un ambiente sano”. En aras de contribuir a garantizar su cumplimiento,

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es importante conocer la naturaleza jurídica de la acción de tutela frente a la
referenciada temática.
Garantizar el derecho a un ambiente sano significa elevar la calidad de vida de la
población. Con ello se pretende apoyar la satisfacción de las necesidades de las
personas en lo que tiene que ver con una vida prolongada y saludable (Palomares,
2015).
La acción de tutela se encuentra reglamentada por el Decreto-Ley 2591 de 1991,
que desarrolla el artículo 86 de la Constitución Política. Esta acción es procedente
cuando se vulnere un derecho fundamental de carácter individual. Siendo el medio
ambiente el objeto de estudio debemos preguntarnos: ¿procede la acción de tutela,
como mecanismo para la protección del medio ambiente?
Como el medio ambiente es un derecho colectivo, podríamos afirmar que la
acción de tutela no es el mecanismo idóneo para su protección; la Constitución
Política en el artículo 88 consagró las acciones populares, hoy medio de control de
protección de derechos colectivos, como el mecanismo para la protección de los
derechos e intereses colectivos relacionados con el espacio público, la seguridad y
la salubridad pública, la moral administrativa, el ambiente, la libre competencia
económica y otros de similar naturaleza que se definan en ella.
Con base en lo anterior, se puede decir que aunque la acción popular o el medio
de control de protección de derechos colectivos es el mecanismo idóneo para
proteger el derecho colectivo al ambiente sano, evento en el cual no procedería la
acción de tutela para proteger al ambiente, salvo que se usase este mecanismo de
manera transitoria, para evitar un perjuicio irremediable, lo cierto del caso es que
existen infinidad de jurisprudencia que han otorgado mediante este mecanismo la
protección al medio ambiente, y no como mecanismo transitorio, sino de forma
definitiva.
La jurisprudencia y la doctrina no han sido unánimes en definir a los derechos
fundamentales; sin embrago, es de resaltar para efectos de lo dispuesto en las
presentes páginas que no es posible ofrecer un concepto unívoco de lo que es un
derecho fundamental, su conceptualización es diversa desde el escenario histórico,
social, económico o jurídico (Blanco, 2020).
Si bien los derechos fundamentales están positivados, no deja de ser menos cierto
que estos son emanación de los valores y principios constitucionales. De otro
lado, es importante anotar que, en relación con los derechos fundamentales, estos
no solo corresponden a los señalados en el catálogo constitucional. Por vía

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jurisprudencial, la Corte Constitucional ha desarrollado otros derechos
fundamentales por conexidad. En la sentencia T-469/94, indicó:

Algunos derechos no aparecen considerados expresamente como fundamentales.


Sin embargo, su conexión con otros derechos fundamentales es de tal naturaleza
que, sin la debida protección de aquellos, estos prácticamente desaparecerían o
harían imposible su eficaz protección. En ocasiones se requiere de una
interpretación global entre principios, valores, derechos fundamentales de
aplicación inmediata y derechos económicos sociales o culturales para poder
apoyar razonablemente una decisión judicial. Un derecho fundamental de
aplicación inmediata que aparece como insuficiente para respaldar una decisión
puede llegar a ser suficiente si se combina con un principio o con un derecho de
tipo social o cultural y viceversa. Esto se debe a que la eficacia de las normas
constitucionales no está claramente definida cuando se analiza a priori, en
abstracto, antes de entrar en relación con los hechos. (CC, sentencia T-469/94,
Col.)

Para que un derecho constitucional pueda ser considerado como fundamental,


debe además ser el resultado de una aplicación directa del texto constitucional, sin
que sea necesaria una intermediación normativa; debe haber una delimitación
precisa de los deberes positivos o negativos a partir del solo texto constitucional.
Por lo tanto, en normas que poseen una “textura abierta”, como por ejemplo las
que establecen meros valores constitucionales, a partir de la cual el legislador
entra a fijar el sentido del texto, no podría presentarse la garantía a la tutela.
Respecto al tema de tutelar derechos ambientales, la posición jurisprudencial no
ha sido uniforme. En un primer momento, la Corte Constitucional solo accedió a
tutelar el derecho al ambiente cuando, bajo el criterio de la conexidad, la afección
de este último podía llevar también la afectación de derechos constitucionales
fundamentales. Posteriormente, la Corte se ha inclinado por afirmar que el
derecho al ambiente sano es un derecho fundamental autónomo, como quiera que
se trata del presupuesto para el ejercicio de la vida y el desarrollo del ser humano.
Por tanto, el ejercicio de la acción de tutela en esta materia específica debe tener
muy en cuenta las limitaciones propias de la acción y, en esa medida, los detalles
de la regulación vigente, como quiera que se trata de un mecanismo procesal
complejo cuya aplicación deberá examinarse, como es natural, respecto de cada
caso en concreto. Lo anterior supone no olvidar que la finalidad de la acción de
tutela es lograr la efectividad de los derechos inherentes a la persona, y de esta
manera hacer efectivo el principio que señala que Colombia es un Estado social
de derecho.

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En relación con la procedencia de este mecanismo de amparo, la Corte
Constitucional ha señalado las siguientes tres hipótesis previstas por el
constituyente, en la que es procedente en caso de acciones u omisiones por parte
de particulares, siempre y cuando se vulnere o amenace un derecho fundamental
“a) Cuando el particular presta un servicio público; b) Cuando la conducta del
particular afecta grave y directamente el interés colectivo; y c) Cuando el
solicitante se halle en estado de subordinación o indefensión frente al particular”
(CC, sentencia C-378 del 2010, Col.).
Para acceder a la acción de tutela, por su carácter informal que, por su misma
naturaleza riñe con toda exigencia sacramental que dificulte el sentido material de
la protección que la Constitución quiere brindar a las personas por conducto de los
jueces; permite que los jueces de tutela oficiosamente y en ejercicio de su función
constitucional evidencien un papel activo no solo en la interpretación de la
solicitud de amparo precisamente porque la persona que ejerce la acción no
requiere ser experta en derecho y si lo es, tampoco se le exige que refine su
lenguaje para acceder a la administración de justicia, sino en la búsqueda de los
elementos que le permitan comprender a cabalidad cuál es la situación que se
somete a su estudio para evaluar a la luz del ordenamiento fundamental —que se
presume conoce— y para adoptar una decisión justa que contemple la integridad
de la problemática planteada y el de solución adecuada con miras a proteger
efectiva e inmediatamente los derechos afectados.
El contenido de la acción de tutela debe ser regido por la informalidad, aunque en
caso de urgencia o cuando el solicitante no sepa escribir o sea menor de edad, la
acción de tutela podrá ser ejercida verbalmente y en ese evento el juez deberá
atender inmediatamente al solicitante, pero sin poner en peligro el goce efectivo
del derecho, podrá exigir su posterior presentación personal para recoger una
declaración que facilite proceder con el trámite de la solicitud. Cuando la solicitud
resultare confusa, el juez deberá proceder a su corrección en el acto.
Si bien es cierto que el derecho colectivo del medio ambiente no es un derecho
constitucional fundamental, como bien lo ha dicho la Corte Constitucional (CC,
Exp. 52082, Col.), y por tanto no da lugar a la protección mediante la acción de
tutela, sí se encuentra claramente identificada con esta1. La relación entre ambas

1
Para el efecto, la Corte Constitucional ha considerado
de manera reiterada la improcedencia de la acción de tutela a fin de amparar
derechos colectivos (art. 88 C.P.), en razón de que la carta para la protección de
este tipo de derechos estableció las llamadas acciones populares ya contempladas

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es clara, ya que la vulneración al medio ambiente puede transgredir un derecho
constitucional fundamental. No es por ello de extrañar que la acción en comento
ha sido uno de los medios más eficaces para la defensa del medio ambiente (CC,
Exp. T-27778, Col.). En concordancia con lo dispuesto anteriormente, es de
importancia resaltar que entre los objetivos de la acción de tutela está el de
suspender los efectos violatorios o amenazantes de algunos derechos
fundamentales derivados de un acto concreto cuya aplicación debe suspender el
juez, aun mediante medidas provisionales (esto es, antes de la sentencia) cuando
lo considere necesario y urgente para proteger el derecho.
En relación con la aplicación de la acción de tutela para proteger derechos
individuales cuando se afecte el medio ambiente, la Corte Constitucional precisó
que

el derecho al medio ambiente sano, surge al interior de la Carta Política no como


un derecho de carácter fundamental, sino de alcance colectivo, razón por la cual
la tutela aparece como el mecanismo idóneo para lograr su protección, sólo en
los eventos en que a consecuencia de su alteración o destrucción se pongan en
peligro o se violen derechos que sí ostenta el carácter de fundamentales. (CC,
sentencia T-703/98, Col.)

De esta manera, hasta tanto no se encuentre probado el nexo causal entre la


afectación del medio ambiente y la violación de algún derecho constitucional
fundamental, la protección tutelar no es procedente.
En concordancia con lo dispuesto anteriormente, la sentencia T-462 del 20 de
septiembre de 1996, magistrado ponente José Gregorio Hernández Galindo,
señaló al respecto lo siguiente:

[...] la sola circunstancia de probarse el perjuicio que sufre el accionante o la


persona o personas a cuyo nombre actúa no es suficiente para que prospere la

en la ley con anterioridad a la Constitución vigente. De manera expresa el artículo


6° numeral 3° del Decreto 2591 de 1991, por el cual se reglamenta la acción de
tutela consagrada en el artículo 86 de la Constitución Política, preceptúa la
improcedencia de la tutela cuando se pretenda proteger derechos colectivos, sin
perjuicio de que para evitar un perjuicio irremediable el titular solicite la tutela de
sus derechos amenazados o violados, que por supuesto se refiere con ellos el
legislador a los de naturaleza fundamental, en situaciones que comprometan
intereses o derechos colectivos. De lo anterior, ha concluido esta Corporación en
distintas Salas de Tutela, la procedencia de amparar derechos colectivos con
ocasión de la violación particular de un derecho fundamental, cuando este se
encuentra tan interrelacionado con aquel, que su amparo implica necesariamente,
como efecto colateral, la protección de un interés colectivo. (CC, Exp. T-27778,
Col.)

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tutela. Es necesario que exista un nexo causal que vincule la situación concreta
de la persona afectada con la acción dañina o la omisión de la entidad o el
funcionario que constituye la parte pasiva dentro del procedimiento preferente y
sumario en que consiste la tutela.

En el campo de las perturbaciones ambientales, esta Corte ha sido clara en


destacar: “Pero si, además, una persona individualmente considerada puede
probar que la misma causa (perturbación del medio ambiente) está afectando o
amenazando de modo directo sus derechos fundamentales o los de su familia, al
poner en peligro su vida, su integridad o su salubridad, cabe la acción de tutela
en cuanto a la protección efectiva de esos derechos fundamentales en el caso
concreto, sin que necesariamente el amparo deba condicionarse al ejercicio de
acciones populares”. (CC, sentencia T-462/96, Col.)

En consecuencia, y sin lugar a equívocos, se ha concedido la tutela al ambiente,


advirtiendo que existe conexidad entre el ambiente y otros derechos
constitucionales fundamentales, como la vida, la salud, la integridad, y en razón a
esa conexidad, procede la acción de tutela. En este sentido, a pesar de que el
mecanismo por excelencia estatuido para la protección de los derechos colectivos
como el ambiente son las acciones populares, dos razones principalmente se
esgrimen para la defensa del ambiente por la vía de tutela: la conexidad lógica
entre el derecho a gozar de un ambiente sano con los derechos fundamentales a la
salud y a la vida, y cuando se utiliza como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable. Esto implica que los derechos relativos al ambiente sano
adquieren la dimensión de derechos fundamentales, como en efecto son, para la
supervivencia de la especie humana, pero, eso sí, no de corte individual como sí
colectivo, por lo que la tutela es procedente en virtud de la conexidad.
Resulta importante tener presente la conexidad de la actividad que se está
realizando y lo que esta produce, pues se debe determinar la existencia de un
peligro eminente a la vida, la salud pública o la integridad de las personas para
que estos se puedan tutelar por vía de tutela.

Responsabilidad ambiental y daño ambiental


Respecto de la responsabilidad ambiental y del daño ambiental, tanto en la
modalidad pura como la conexa, la dificultad de la acción de tutela radica en
determinar si el derecho al ambiente sano constituye o no un derecho
constitucional fundamental autónomo en nuestro ordenamiento jurídico, porque,
de ser así, la amenaza de daño ambiental o el daño consumado legitimaría para
interponer la referida acción de tutela (Parra, Agudelo y Viviescas, 2015).

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En la actualidad, la afectación del derecho de un ambiente sano, por tratarse este
último de un derecho fundamental, habilita la interposición de la acción de tutela,
con el propósito de que el juez imparta una orden para que aquel cuya acción u
omisión conculque la prerrogativa fundamental se abstenga de hacerlo (Owen,
Cañate y Mejía, 2017). Ello, en el ámbito del daño ambiental, implica entonces
que puede suceder que, en el marco de dicha orden, el juez tome medidas para
tutelar los derechos del accionante frente al perjuicio ambiental, siempre que se
cumplan los demás requisitos de la acción. Lo anterior, se reitera, dado el estatus
que en la actualidad se le ha reconocido a este derecho y que, en consecuencia, lo
ha sacado del simple ámbito de derecho colectivo, habilitando la interposición de
la acción, sin que pueda alegarse su improcedibilidad, por su carácter colectivo
(Valderrama, Téllez y Blanco, 2018).
En concordancia con lo dispuesto anteriormente, el fallo que concede la
protección al accionante debe estar constituido por dos elementos básicos: por la
decisión de amparar o tutelar los derechos vulnerados, y por la emisión de órdenes
que restituyan la integridad del derecho fundamental dentro de un plazo
razonable.
Es claro que cuando una actividad pone en peligro derechos constitucionales
fundamentales de los asociados, el juez de tutela tiene la facultad de ordenar a las
entidades públicas tomar todas las medidas necesarias para garantizar tales
derechos (Guarín, Olarte y Garzón, 2019), y para precaver la conservación de la
calidad de la vida y del medio ambiente sano en el sitio donde se encuentre la
afectación ambiental o la contaminación ambiental producto de la actividad que
esté realizando el hombre2 (CC, exp. n.º 2679, Col.). Igual proceder se observa
cuando una empresa, sin licencia, esté realizando alguna actividad dañina al

2
Corte Constitucional, 18 de septiembre de 1992, M. P.: Fabio Morón Díaz, peticionario: Armando
Pérez Araújo, exp. n.° 2679:
Del examen de los elementos probatorios que obran en el expediente, como son las
intervenciones escritas del representante de Carbocol S. A. y de Intercor, se
encuentra que efectivamente se han adelantado actividades de previsión y de
control de los niveles de contaminación ambiental de las zonas aledañas a la
explotación minera, las que han contado con la participación de entidades de los
Ministerios de Salud Pública, Minas y Energía y Agricultura; estas actividades
comprenden programas de medición de la calidad del aire y de disminución de las
emisiones de polvo generadas por las operaciones de explotación minera. Empero,
no aparece que se haya cambiado el concepto técnico emitido por el señor Ministro
de Salud y contenido en la resolución 02122 del 22 de febrero de 1991, en la que
señala el carácter de INHABITABLE Y DE ALTO RIESGO PARA LA VIDA ANIMAL,
VEGETAL Y HUMANA de la zona donde habitan las personas en nombre de las
cuales se interpone la tutela de la referencia, y lo cierto es que esta característica
continúa presente como causa de la amenaza de violación a los derechos
constitucionales cuya tutela se reclama. (CC, exp. n.° 2679, Col.)

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medio ambiente, caso en el cual se suspende el depósito y se ordena hacer los
estudios del caso para que se realice de conformidad con las normas ambientales
(CSJ, exp. n.º 2280, Col.).
En la sentencia T-254/93, la Corte señaló que, aunque existan otros mecanismos
judiciales para reclamar el derecho, es la acción de tutela el mecanismo llamado a
prosperar de forma transitoria por la efectividad en su inmediatez, siempre que se
afecten derechos fundamentales:

También se concibe como una medida judicial subsidiaria y residual, en tanto


que sólo procede en ausencia de otros mecanismos de defensa judicial, a menos
que se utilice como instrumento transitorio para evitar un perjuicio irremediable
y mientras se puede acudir a las acciones y recursos ordinarios. (CC, T-254/93,
Col.)

En efecto, puede suceder que, pese a que el demandado cumpla con todas las
normas ambientales, la contaminación o afectación al medio ambiente sea de tal
magnitud que se vea amenazado algún derecho fundamental del accionante. Y
sería absurdo negar la tutela bajo el argumento de que el demandado cumple con
las normas ambientales (Blanco y Leudo, 2015). Es allí, justamente, donde la
fuerza filosófica de la tutela toma su imperio (Vargas, 2018). Lo más sensato
sería, en circunstancias semejantes, tutelar transitoriamente al demandante,
ordenando a las autoridades ambientales para que estas, si es del caso, modifiquen
las exigencias y correctivos que la situación amerite. En efecto, se debe recordar
aquí el principio ya enunciado según el cual el otorgamiento de las licencias y
permisos no excluye la posibilidad de causar daño civil indemnizable. Si tal es el
criterio general, lo único que debe hacerse es ajustarlo a la acción de tutela, para
afirmar que si existe amenaza o vulneración de un derecho constitucional
fundamental la licitud de la actividad no excluye la posibilidad de estudiar si se
está causando o se va a causar un daño, para que en tal virtud el juez tome las
medidas del caso, por ejemplo, ordenando a las autoridades el estudio de las
condiciones técnicas de los permisos o la valoración actual de las condiciones que
permitieron que se otorgara el permiso. No sobra recordar que la licencia
ambiental y los permisos en general, a diferencia de lo que ocurre en el régimen
común de los actos administrativos, es revocable, según lo establece el artículo 62
de la Ley 99 de 19933. Naturalmente que por esta vía no se puede llegar al

3
Dice el mencionado artículo:

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extremo de anular definitivamente los actos administrativos, porque máxime se
puede hacer transitoriamente para proteger la vulneración del derecho
constitucional fundamental4 (CC, T- 422/94, Col.).

Conclusiones
Existe una serie de instrumentos de protección constitucional al derecho del
medio ambiente. En este sentido, al estar consagrado el derecho al medio
ambiente como un derecho de tercera generación que corresponde a los derechos
colectivos, son las acciones populares y las de grupo las que en principio
propenden por su protección; sin embargo, la acción de tutela frente a la temática
en particular no deja de tener importancia.
El derecho al medio ambiente sano no se encuentra consagrado en nuestra
constitución política como un derecho fundamental; sin embargo, cuando este
afecta el derecho a la vida o la salud de la persona por conexidad se vuelve en un
derecho fundamental, siendo la acción de tutela el mecanismo idóneo de carácter
transitorio para prevenir o hacer cesar la afectación del daño al medio ambiente.

De la revocatoria y suspensión de licencias. La autoridad ambiental, salvo los casos


de emergencia, podrá mediante resolución motivada, sustentada en un concepto
técnico, revocar o suspender la Licencia Ambiental, los permisos, autorizaciones o
concesiones para el uso o aprovechamiento de los recursos naturales y del medio
ambiente, cuando quiera que las condiciones y exigencias por ella establecidas no
se estén cumpliendo conforme a los términos definidos en el acto de su expedición.
La revocatoria o suspensión de una Licencia Ambiental no requerirá consentimiento
expreso o escrito del beneficiario de la misma. La suspensión de obras por razones
ambientales, en los casos en que lo autoriza la ley, deberá ser motivada y se
ordenará cuando no exista licencia o cuando, previa verificación del incumplimiento,
no se cumplan los requisitos en la Licencia Ambiental correspondiente. Quedan
subrogados los artículos 18, 27, 28 y 29 del Decreto Legislativo 2811 de 1974.
4
La Corte Constitucional, el 27 de septiembre de 1994, mediante tutela 422/94, ponente José
Gregorio Hernández, revocó una sentencia de segunda instancia que había anulado una
resolución que permitía la fumigación a una empresa, con base en el siguiente argumento:
Como se observa, la orden impartida por el juez de tutela en este caso no
solamente implicó la suspensión de un acto administrativo sino que significó en la
práctica la privación de todo efecto del mismo sin ningún límite temporal, ya que la
medida adoptada en el numeral 2 de la parte resolutiva del fallo —que recayó sobre
una resolución de la Aeronáutica Civil— resultó complementada por el 3, bajo la
contradictoria modalidad de la “suspensión definitiva” de las operaciones aéreas de
la sociedad “ASTA LTDA.”... Por otra parte, es claro que el juez de tutela tampoco
podía, sin desbordar el ámbito propio de su función, arrogarse la atribución de
resolver en definitiva si despojaba a dicho acto administrativo de todo efecto, pues,
aún si se admitiera que actuó bajo el amparo del nombrado artículo 8 del Decreto
2591 de 1991, el alcance de la inaplicación del acto —que difiere de la suspensión,
según lo expuesto— es puramente transitorio y está supeditado a una decisión
judicial definitiva.

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La acción de tutela es herramienta de carácter constitucional que permite de
manera idónea la protección al medio ambiente. Para el efecto, y atendiendo a los
hechos en particular, el accionante deberá identificar la procedencia de dicha
acción constitucional o de otras acciones constitucionales.

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