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En 1993, con apenas 24 años, este talento franco-armenio se ganó un lugar en las
grandes ligas al crear Le Male, de Jean Paul Gaulthier, uno de los perfumes más
vendidos del mundo. Venía de una carrera frustrada como bailarín clásico y había
ingresado, apenas tres años antes, a una escuela de perfumistas en Versalles
(dato importante: en el mundo de la perfumería, lo normal es que los jóvenes que
se inician en el métier pasen sus primeros diez años de carrera diseñando
fragancias para jabones y productos para el cabello).
A su primer gran éxito le siguieron otras cuarenta creaciones, como
Green Tea (Elizabeth Arden, 1999), Miracle pour Homme (Lancôme, 2001),
Armani Mania (Giorgio Armani, 2002), Cologne Blanche y Eau Noire (Dior, 2005),
Narciso Rodriguez For Him (2007), Le Parfum (Elie Saab, 2011), My Burberry
(Burberry, 2014).
Como si la creatividad puesta al servicio de las fragancias no fuera suficiente,
casi en simultáneo comenzó a crear instalaciones olfativas a gran escala en
espacios emblemáticos (en el Palacio de Versalles en 2006 –donde recreó el
aroma de María Antonieta-, en la Expo Shanghai en 2010 y en la Exposición
Internacional de Milán en 2015, entre otras), generando en el público distintas
sensaciones a partir de lo efímero y lo espectacular de las performances. Su
audacia y su originalidad le valieron la condecoración de Caballero de la Orden de
las Artes y las Letras por parte del gobierno francés en 2008.
Además de su innegable talento para la creación, Kurkdjian demostró tener
también olfato para los negocios (probablemente resultado de su Maestría en el
Paris Institute of Luxury Marketing, ¿y tal vez de sus genes armenios?): en 2009
fundó su propia empresa, Maison Francis Kurkdjian, algo poco frecuente en el
mundo de los perfumistas, que generalmente continúan ligados por varias
décadas a una misma firma. Además de fragancias con su nombre (que al día de
hoy son veintitrés), desarrolló varias líneas de productos asociados, todas
apuntadas al mercado de los artículos de lujo: detergentes y suavizantes para la
ropa, líquidos para burbujas perfumadas para los niños, velas, cremas corporales
y geles de ducha.
Annie Buzantian, la “nariz” intuitiva
“Hay pocas instancias en las que somos los creadores reales de una fragancia.
Por eso dicen que esto es más un oficio que un arte. Es un negocio, nunca lo
olvidemos.” Annie Buzantian
Si bien llegó al mundo de las fragancias casi por casualidad y sin formación
académica, Buzantian fue subiendo cada escalón de la industria hasta convertirse,
en 1998, en la primera mujer en ser nombrada Master Perfumer en Firmenich, una
de las grandes empresas del rubro que crea fragancias para firmas de la talla de
Bvlgari, Estée Lauder y Calvin Klein.
Nacida en Rumania, emigró a los Estados Unidos en 1970 y dos años después
entró a trabajar en Firmenich, donde se convirtió en la primera aprendiz de
perfumista de la empresa, trabajando junto al maestro perfumero Elie Roger, una
eminencia de la industria. No había pasado un año y Buzantian ya había lanzado
su primera creación, Love’s Musky Jasmine, que hoy se cuenta entre más de 90
que tiene en su haber: Pleasures (Estée Lauder, 1995), Aqua di Gio (Giorgio
Armani, 1996) y Emporio Armani White For Her (Giorgio Armani, 2001), todos ellos
en colaboración con el reconocido Alberto Morillas, y luego Pink (Victoria’s Secret,
2001), Ralph Rocks (Ralph Lauren, 2006), Parfum d’Extase (Marchesa, 2012), y
las últimas creaciones de Marc Jacobs, como Dot (2012), Honey (2013) y Daisy
Dream Blush (2016), entre otras.
Si bien Buzantian creó algunas fragancias sin seguir lineamientos de un cliente
(no están a la venta, sino que las destina a su uso personal), su especialidad es la
colaboración con el diseñador o maison que la convoca para crear las
combinaciones olfativas que se complementen con el concepto del perfume, el
diseño de la botella y el perfil de la marca.
Bonus con historia: Las casas armenias que también olían muy bien
Papier d’Arménie
El “Papel de Armenia” como producto genérico es un papel que se embebe en
esencias, fragancias o aceites esenciales para perfumar o desinfectar.
A fines del siglo XIX, durante un viaje por Armenia, el francés Auguste Ponsot
notó que mucha gente aromatizaba y desinfectaba sus hogares quemando
benzoína (una resina que se obtiene del árbol de estoraque, que abunda en Asia
Menor). Junto con su socio, el farmacista Henri Rivier, descubrieron que,
disolviendo este compuesto en alcohol, obtenían una fragancia duradera. Tras
encontrar un medio en el que soportar este proceso, que resultó ser el papel
secante (que absorbe la mezcla manteniendo la fragancia original de la resina de
la benzoina, mientras se quema sin encender una llama), dieron origen al Papier
d’Arménie, como se llamó el producto y también la empresa que lo produce desde
1885 hasta el día de hoy en Montrouge, Francia.
En 2006, durante el “Año de Armenia en Francia”, Papier d’Arménie convocó a
Francis Kurkdjian para desarrollar una fragancia para una edición que se lanzó
especialmente para esa ocasión: una mezcla de mirra, incienso, benzoína y
vainilla, con un diseño inspirado en las típicas letras con pájaros armenios
(“trchnakir”).
Además de Papier d’Arménie, dos marcas de lujo ofrecen este producto: el de
Maison Francis Kurkdjian (se llama Incense Paper y viene en tres de sus
fragancias más exitosas) y el de la empresa italiana Santa Maria Novella, con el
nombre de Carta d’Armenia. En todos los casos, el uso es similar: viene en un
formato de librito, con 12 páginas de tres tiras preperforadas. Se realiza una
especie de acordeón con una de las tiras, se enciende uno de los extremos y se
sopla hasta apagar la llama, para que el papel comience a consumirse (sobre un
cenicero o plato) y así pueda liberar su aroma.