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APOROFOBIA

Extiende su mano para pedir limosna

con el pudor en el rostro y el desaliento en el ánimo,

ignorando que está sentado sobre una caja llena de oro

que nunca se ha atrevido a abrir.

Desde su atalaya, a ras de suelo,

advierte la mezquindad y el desdén

que, junto alguna moneda, van llenando

su sombrero y vaciando su esperanza,

mientras trata de esquivar las frías miradas

que le devuelven el reflejo de su miseria.

Deambula sin rumbo hasta que el sueño lo vence,

entonces busca el abrigo que lo proteja

del frío, del desprecio y de la indiferencia.

Sobre un colchón de cartón

esparce su fatigado cuerpo y sus estigmas,

intentando burlar al hastío y la impotencia

arrugándose entre sábanas de papel,

dispuesto a adentrarse en el reino de las sombras.


Sueña con la dulzura de una caricia,

la ternura de un beso fraternal,

el cielo confortador de un abrazo

o, al menos, una mirada cómplice que lo reconozca.

¿Quién atenderá el grito de su corazón?

¿Quién escuchará sus cuitas y súplicas?

¿Quién le mostrará el tesoro que se oculta en sus entrañas?

¿Quién alimentará su esperanza?

El amor es la respuesta, siempre.

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