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Iniciación al

Conocimiento de la
Doctrina Espírita

D I S T R I B U C I Ó N G RAT U I TA
Presentación
Aún entre las personas que se dicen espíritas, pocas co-
nocen realmente al Espiritismo. La gran mayoría prefiere
oír de los demás, que leer las informaciones en fuentes
seguras. Y, tratándose de la Doctrina Espírita, la fuente
reconocidamente son las obras de Allan Kardec, relacio-
nadas al final de este folleto.
Tal vez para muchos, la lectura de Kardec, desde el co-
mienzo ofrezca dificultades, razón por la cual elaboramos
este folleto auxiliar para aquellos que estén decididos a
estudiar el Espiritismo. No obstante, las orientaciones aquí
contenidas NO EXCLUYE LA LECTURA Y EL ESTUDIO
DE LAS OBRAS BÁSICAS DE ALLAN KARDEC, y si el
lector realmente quiere conocer a la Doctrina, tendrá que
leerlas.
¿Por qué conocer el Espiritismo?
La mayoría de las personas, viviendo la vida atribulada
de hoy, no están interesadas en los problemas fundamen-
tales de la existencia. Antes se preocupan por sus nego-
cios, por sus placeres, por sus problemas particulares.
Piensan que cuestiones como la “existencia de Dios” y la
“inmortalidad del alma” les corresponde a los sacerdotes,
a los ministros religiosos, a los filósofos y a los teólogos.
Cuando todo corre bien en sus vidas, ellos ni se acuer-
dan de Dios, y cuando se acuerdan, es apenas para hacer
una oración, ir a la iglesia, como si tales actitudes fuesen
simples obligaciones que todos tienen que seguir de una
forma u otra. La religión para ellos es una mera formalidad
social, algo que las personas deben tener, y nada más;
como máximo será para descargar la conciencia, para
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estar bien con Dios. Tanto así, que muchos ni siquiera
alimentan una firme convicción en aquello que profesan,
sosteniendo serias dudas al respecto de Dios y de la con-
tinuidad de la vida después de la muerte. Pero cuando
tales personas son sorprendidas por un gran problema,
una desastrosa caída financiera, la pérdida de un ser que-
rido, una enfermedad incurable -hechos que suceden en
la vida de todo el mundo- no encuentran en sí mismas la
fe necesaria, ni la comprensión para enfrentar el problema
con coraje y resignación, cayendo, invariablemente, en la
desesperación.
El conocimiento espírita nos abre una visión amplia y
racional de la vida, explicándola de una manera convin-
cente y permitiéndonos iniciar una transformación íntima,
aproximándonos a Dios.
¿De qué trata el Espiritismo?
El Espiritismo responde a las cuestiones fundamentales
de nuestra vida, como estas:
-¿Quién soy?
-¿Antes de nacer, qué era yo?
-¿Después de la muerte, qué seré?
-¿Porqué estoy en este mundo?
-¿Porqué unas personas sufren más que otras?
-¿Porqué algunos nacen ricos y otros pobres?
-¿Porqué algunos ciegos, paralíticos, débiles mentales,
etc., mientras otros nacen inteligentes y saludables?
-¿Porqué Dios permitiría tan grande desigualdad entre
sus hijos? ¿Porqué hay tanta desgracia en el mundo y la
tristeza supera a la alegría?
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-De tres personas que viajan en un vehículo -por ejem-
plo- después de un pavoroso desastre, una pierde la vida,
otra queda gravemente herida y la tercera escapa sin ras-
guños. ¿Porqué suertes tan diferentes? ¿Dónde está en
eso la justicia de Dios?
-¿Porqué unos, que son malos, sufren menos que otros,
que son buenos?
A preguntas como estas responde la Doctrina Espírita,
porque tales son las preguntas que todos nos hacemos, al
contemplar tanta desigualdad y tantos destinos diferentes
en la atribulada vida en nuestro planeta.
¿Qué es el Espiritismo?
El Espiritismo es una doctrina revelada por los Espíritus
Superiores, a través de médiums, y organizada (codifica-
da) por un educador francés, conocido por Allan Kardec,
en 1857. Surgió, pues, en Francia, hace más de un siglo.
El Espiritismo es ciencia.
Decimos que el Espiritismo es ciencia, porque estudia, a
la luz de la razón y dentro de criterios científicos, los fenó-
menos mediúmnicos, que son fenómenos provocados por
los espíritus y que no pasan de ser hechos naturales. No
existe lo sobrenatural en el Espiritismo: todos los fenóme-
nos, aún los más extraños, tienen explicación científica.
Son, por lo tanto, de orden natural.
El Espiritismo es filosofía.
El Espiritismo es un filosofía porque, a partir de los fe-
nómenos espíritas, ofrece una interpretación de la vida,
respondiendo a cuestiones como “de donde hemos veni-
do”, “ que hacemos en el mundo”, “para donde nos vamos

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después de la muerte”. Toda doctrina que da una interpre-
tación de la vida, una concepción propia del mundo, es
una filosofía.
El Espiritismo es religión.
También decimos que el Espiritismo es religión, porque
tiene por finalidad la transformación moral del hombre,
volviendo a las enseñanzas de Jesucristo, para que sean
aplicadas en la vida diaria de cada persona. Revive al Cris-
tianismo en su verdadera expresión de amor y caridad.
El sentido de la religión espírita.
El Espiritismo no es una religión organizada dentro de
una estructura clerical. En este sentido, él es profunda-
mente diferente de las religiones tradicionales. No tiene
sacerdotes, ni jefes religiosos. No tiene templos suntuo-
sos. No adopta ceremonias de ningún tipo, como bautis-
mo, confirmación, matrimonios, etc… No tiene rituales, ni
velas, ni vestiduras especiales, ni cualquier simbología.
No adopta ornamentos para cultos, ni gestos de reveren-
cia, ni señales cabalísticas, ni bendiciones, ni talismanes,
ni inciensos, ni cantos ceremoniales (canto, danzas ritua-
les, etc.), ni bebidas, ni ofrendas, etc.
El culto espírita se hace en el propio corazón. Es el culto
del sentimiento puro, del amor al semejante, del trabajo
constante en favor del prójimo. Solamente el pensamiento
equilibrado en el bien nos une a Dios y solamente la prác-
tica de las buenas acciones nos hacen sus verdaderos
adoradores. Así el Espiritismo busca revivir las enseñan-
zas de Jesús, en su simplicidad y sinceridad, sin lujos, sin
convencionalismos sociales, sin pompas, sin grandezas,
pues, como nos recomendó el Maestro de Nazareth, Dios

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debe ser adorado “en espíritu y verdad”.
El Espiritismo es el Consolador prometido por Jesús.
“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo rogaré
al Padre, y os dará otro Consolador, que estará con vo-
sotros para siempre, el Espíritu de Verdad, que el mundo
no puede recibir, porque no lo ve ni le conoce; vosotros le
conocéis, porque permanece con vosotros y está en vo-
sotros. Pero el Consolador, el Espíritu Santo, que el Padre
enviará en mi nombre, ése os lo enseñará todo y os traerá
a la memoria todo lo que yo os he dicho.” (Jesús) Evange-
lio de Juan, capítulo XIV, versículos 15 a 17 y 26.
Principios Básicos del Espiritismo
Existencia de Dios.
Dios existe. Es el origen y el fin de todo. Es el creador, la
causa de todas las cosas. Dios es la Suprema Perfección,
con todos los atributos que nuestra imaginación pueda
imaginarle, y mucho más. No podemos conocer su natura-
leza, porque somos imperfectos. ¿Cómo una inteligencia
limitada e imperfecta como la nuestra, podría abarcar el
conocimiento ilimitado y perfecto que es Dios?
Inmortalidad del Alma.
Antes de ser seres humanos, hijos de nuestros padres,
somos, en realidad, hijos de Dios. El Espíritu es el princi-
pio inteligente del Universo, creado por Dios, simple e ig-
norante, para evolucionar y realizarse individualmente por
sus propios esfuerzos.
Como espíritus ya existíamos antes de nacer y continua-
remos existiendo, después de la muerte física.

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Cuando el espíritu está en la vida del cuerpo, decimos
que es un alma o espíritu encarnado. Cuando nace, deci-
mos que reencarnó; cuando muere, que desencarnó. Des-
encarnando, vuelve al Mundo Espiritual o Espiritualidad,
de donde provino al nacer.
Los espíritus son, por lo tanto, personas desencarnadas
que, en el presente se encuentran en la Espiritualidad.
Reencarnación.
Creado simple e ignorante, el espíritu es quien decide y
crea su propio destino. Para eso él es dotado de libre albe-
drío, o sea, capacidad de discernir entre el bien y el mal.
De esta forma, tiene posibilidades de desarrollarse, evo-
lucionar, perfeccionarse, tornándose cada vez mejor, más
perfecto, como un alumno en la escuela, que pasa de un
grado al otro, a través de los diversos cursos. Tal evolución
requiere aprendizaje, y el espíritu solo puede alcanzarla
encarnando y reencarnando en el mundo, cuantas veces
sean necesarias, para adquirir más conocimientos, a tra-
vés de las múltiples experiencias de la vida.
El progreso adquirido por el espíritu, por las experiencias
vividas en las innumerables existencias, no es solamen-
te intelectual, sino sobre todo, el progreso moral, que lo
aproximará cada vez más a Dios.
Pero, así como el alumno puede repetir el año escolar
una, dos o más veces, el espíritu que no aprovecha bien
su existencia en la Tierra puede permanecer estacionado
por mucho tiempo, conociendo mayores sufrimientos, y
así atrasando su evolución.
No sabemos cuantas encarnaciones ya tuvimos, y mu-
cho menos cuantas tenemos frente a nosotros. No obs-
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tante, sabemos que como espíritus atrasados, tendremos
muchas y muchas encarnaciones, hasta que alcancemos
el desarrollo moral necesario para tornarnos espíritus pu-
ros.
Sin embargo, no todas las encarnaciones se verifican en
la Tierra. Existen mundos superiores e inferiores al nues-
tro. Cuando evolucionemos mucho, podremos renacer en
un planeta de orden elevado. El Universo es infinito y “en
la casa de mi padre hay muchas moradas”, ya lo decía
Jesús. La Tierra es un mundo de una categoría moral infe-
rior, basta observar el lamentable panorama en que se en-
cuentra la Humanidad. A pesar de ello, la misma está suje-
ta a transformarse en una esfera de regeneración cuando
los hombres se decidan a practicar el bien y la fraternidad
reine entre ellos.
Olvido del pasado.
No nos recordamos de nuestras vidas pasadas y en eso
está la sabiduría de Dios. Si recordásemos el mal que hi-
cimos o los sufrimientos que pasamos, los enemigos que
nos perjudicaron o de aquellos a los que perjudicamos,
no tendríamos condiciones de vivir entre ellos actual-
mente. Así, muchas veces, los enemigos del pasado hoy
son nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros padres,
nuestros amigos, que en el presente se encuentran con
nosotros para la reconciliación. Por esto existe la reencar-
nación.
Ciertamente hoy estamos corrigiendo errores practica-
dos contra alguien, sufriendo las consecuencias de críme-
nes perpetrados, o aún, somos amparados y auxiliados
por aquellos que en un pretérito, nos perjudicaron. Se ve

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así la importancia de la familia, en donde se acostumbra
reatar los lazos cortados en existencias anteriores.
La reencarnación, de esta manera, es la oportunidad
de reparación, como es también una oportunidad de que
devotemos nuestros esfuerzos por el bien de los demás,
apresurando nuestra evolución espiritual. Cuando reen-
carnamos, traemos un “plan de vida”, compromisos asu-
midos delante de la Espiritualidad y delante de nosotros
mismos, y que se refieren a la reparación del mal y a la
práctica de todo el bien posible. Dependiendo de nuestras
condiciones espirituales, pudimos o no haber escogido las
pruebas, los sufrimientos o las dificultades que podrán a
prueba nuestro desarrollo espiritual.
Por lo tanto, la reencarnación, como un mecanismo per-
fecto de la Justicia Divina, nos explica porque existe tanta
desigualdad de destinos entre las criaturas de la Tierra.
La finalidad de la vida en la Tierra es, por lo tanto:
1ª) Para que expiemos el mal practicado, pagando con
sufrimiento nuestros errores.
2ª) Para probarnos o para medir nuestro grado de evolu-
ción, ante las dificultades de la vida.
3ª) Para que ayudemos a la Humanidad y ejemplifique-
mos el bien frente a los demás.
4ª) Para desempeñar una misión especial, en el caso de
espíritus elevados que prestan grandes servicios a la Hu-
manidad.
Por el mecanismo de la Reencarnación, verificamos que
Dios no castiga. Somos nosotros los causantes de nuestro
propio sufrimiento, por la ley de “acción y reacción”.

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Comunicabilidad de los Espíritus.
Los espíritus son seres humanos desencarnados. Ellos
son lo que eran cuando estaban entre nosotros: buenos
o malos, serios o juguetones, trabajadores o perezosos,
cultos o mediocres, verdaderos o mentirosos.
Ellos están por todas partes. No están ociosos. Por el
contrario, ellos tienen sus ocupaciones, como nosotros,
los encarnados, tenemos las nuestras.
No hay un lugar determinado para los espíritus. Gene-
ralmente los más imperfectos están junto a nosotros, por
causa de nuestras imperfecciones. No los vemos, pues
se encuentran en una dimensión diferente a la nuestra,
pero ellos pueden vernos y hasta conocer nuestros pen-
samientos.
Los espíritus actúan sobre nosotros, pero esa acción
es casi que restringida al pensamiento, porque ellos no
consiguen actuar directamente sobre la materia. Para eso,
ellos necesitan de personas que les ofrezcan recursos es-
peciales: esas personas son los llamados médiums.
A través del médium, el espíritu desencarnado puede co-
municarse, si le es permitido y si quiere. Esa comunicación
depende del tipo de mediumnidad o de las facultades del
médium: puede ser por el habla (médium parlante), por
la escritura (médium de spsicografía), por golpes (tiptolo-
gía), etc. Pero, toda y cualquier comunicación no debe ser
acertada ciegamente; necesita ser encarada con reserva,
examinada con el debido cuidado, para que no seamos
víctimas de espíritus mistificadores. La comunicación de-
pende de la conducta moral del médium. Si es una perso-
na integra, de buenos principios morales, ofrece campo

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para la aproximación y manifestación de buenos espíritus.
Francisco Cándido Xavier, por ejemplo, es un buen mé-
dium, por las cualidades de que es portador.
La Doctrina Espírita alerta a las personas muy crédulas
contra las mistificaciones y contra los falsos médiums, que
intentan engañar al público poco conocedor a cambio de
ventajas materiales. Por eso, es importante que, antes de
escuchar unacomunicación, la persona se esclarezca con
respecto al Espiritismo.
Fe razonada.
Para poder creer la verdad, antes de todo, necesitamos
comprender aquello en que debemos creer. La creencia
sin el razonamiento no pasa de ser una creencia ciega,
aún mismo una superstición. Antes de que aceptemos
algo como verdad, debemos analizarlo bien. El mal de mu-
cha gente es creer fácilmente en todo lo que le dicen, sin
un examen cuidadoso.
“Fe irremobible es aquella que puede encarar la razón,
cara a cara, en todas las épocas de la humanidad”- Allan
Kardec.
Ley de Evolución.
Cada uno de nosotros es un espíritu encarnado a camino
de Dios. La vida en la Tierra es siempre una oportunidad
de reajuste en el camino del bien. La elección nos perte-
nece. Así, las consecuencias buenas o malas son resul-
tado de nuestras propias decisiones. Es la ley de “acción
y reacción”, o de las causas y consecuencias. Si, ahora,
estamos sufriendo, podemos concluir que la causa del su-
frimiento proviene de errores anteriores. Por lo tanto, si
hacemos el mal, tarde o temprano, sufriremos sus conse-
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cuencias. “A cada uno según sus obras” -dijo Jesús. Esto
explica la razón de tanto sufrimiento en el mundo.
Por eso, unos caminan más rápido que otros, como los
diferentes alumnos de una misma clase escolar. Cuanto
mejor sea nuestra conducta, más rápido nos liberaremos
de los sufrimientos, acortando el camino de la evolución.
No hay cielo ni infierno, conforme lo pintan las religio-
nes tradicionales. Lo que existe son estados de alma que
pueden ser descritos como celestiales o infernales. Tam-
poco existen ángeles o demonios, sino apenas espíritus
superiores y espíritus inferiores, que también están en el
camino de la perfección: los buenos se volverán mejores
y los malos se regenerarán. Dios no quiere que ninguno
de sus hijos se pierda, y la Voluntad de Dios, la Suprema
Voluntad es la Ley.
Si la suerte del ser humano fuese inapelablemente deter-
minada después de la muerte, todos estaríamos perdidos,
una vez que hemos sido más malos que buenos y casi
nadie, hoy en día, merecería ir para el cielo de bienaven-
turanzas, en donde solo serían admitidos los puros.
Por otra parte, una vida, por más larga que sea, nos es
suficiente para esclarecernos a respecto de los planes de
Dios. Muchos ni siquiera tienen como garantizar su propia
supervivencia y mucho menos aún la oportunidad de una
buena educación. Muchos nunca fueron orientados hacia
el bien. Otros, mueren demasiado temprano, antes aún de
conocer el mejor camino a seguir.
Para que podamos medir lo que existe de absurdo en la
idea del cielo y del infierno, como penas eternas, basta
que formulemos las siguientes preguntas:

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- “¿Cómo es que Dios, siendo el Supremo saber, sabien-
do inclusive nuestro futuro, crearía un hijo, sabiendo que
él iría para el infierno para toda la eternidad? ¿Qué Dios
sería ese? ¿Dónde estaría su bondad y su misericordia?”
- “Y, ¿cómo se sentiría en el cielo una madre amorosa,
sabiendo que su hijo querido está ardiendo en el fuego de
un infierno?”
La Ley Moral.
Por lo tanto, nadie está perdido. Cada uno tiene la oportu-
nidad que merece. Si un padre humano, que es imperfecto
y malo, no es capaz de condenar eternamente a su hijo,
por malo que sea, ¿cómo lo sería Dios, que es nuestro
Padre Misericordioso y Perfecto, que hace llover sobre los
buenos y los malos, que permite que la luz del sol ilumine
a justos e injustos indistintamente?
Dijo Cristo: - “Nadie podrá ver el Reino de los Cielos si
no nace de nuevo”. Se refería al nacimiento del cuerpo y al
renacimiento moral de las criaturas, o sea, al nacimiento
por el “agua y el espíritu”. De allí que sepamos que la vida
es siempre una nueva oportunidad de reconciliación con
los ideales superiores del bien y de la verdad.
Seguir el vivo ejemplo de Jesús debe ser el ideal de todo
cristiano sincero.
De poco sirve que digamos que pertenecemos a esta o
aquella religión. De poco sirve permanecer orando todo el
tiempo. Lo importante es la práctica, es la vida de todos
los días, porque como ha dicho el apóstol Santiago: “LA
FE SIN OBRAS ES MUERTA”.. Y hablando de fe, vea como
está su vida.

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- ¿Cómo trata usted a sus familiares? ¿A su padre, su
madre, sus hermanos, su esposo o esposa, sus hijos?
- ¿Cómo trata a las personas extrañas?
- ¿Cómo se conduce en el trabajo, en la escuela, en el
club, o en la vía pública en relación a las otras personas
con quien convive?
- ¿Cómo reacciona frente a una ofensa? ¿A un gesto
de agresión? ¿A una calumnia? ¿A la ingratitud? ¿A una
decepción de la vida?
- ¿Cómo reacciona en un problema familiar? ¿Frente a la
pérdida de un ser querido o en una enfermedad incurable?
- ¿Qué viene haciendo en favor de los demás?
“Amaos los unos a los otros” -recomendó Jesús.
Y no hay otra manera de amar, que ser caritativos. Ca-
ridad significa ser benevolente, paciente, tolerante, hu-
milde. Es hacer por los demás lo que desearíamos que
nos hicieran. Como no queremos que nos hagan mal, sino
todo el bien posible, así también debemos actuar para con
ellos: familiares, parientes, amigos, extraños y hasta los
enemigos.
La obligación del cristiano es ser un trabajador del bien,
ofreciendo su parte, por pequeña que sea, en la lucha por
un mundo mejor.
Podemos hacer todo eso, cuidando mejor nuestras ac-
titudes, vigilando nuestro comportamiento diario, siendo
más atentos y gentiles, viendo en los otros más sus cua-
lidades y, finalmente, siendo más exigente con nosotros
mismos.

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Ayudar al pobre, socorrer al desesperado, asistir al enfer-
mo, orientar al desajustado, llevar palabras de consuelo y
esperanza al afligido, divulgar y vivir las enseñanzas de
Jesús, todo eso constituye la base del amor verdadero por
él enseñado y ejemplificado, hace casi 2000 años.
Siguiendo las huellas de Jesús, por el amor vivo que ma-
nifestó al mundo, Allan Kardec proclama:
“FUERA DE LA CARIDAD NO HAY SALVACIÓN”.
Finalizando
Después de esta simple lectura, esperamos que usted
tenga dudas y preguntas por hacer.
Si las tienes, es buena señal. Señal de que está buscan-
do explicaciones para la vida.
Obras de Allan Kardec
De acuerdo a lo dicho, el conocimiento del Espiritismo
debe partir de las 5 (cinco) obras básicas de Allan Kardec,
cuya publicación salió en el siguiente orden:
1ª) EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS (1857).
2ª) EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS (1861).
3ª) EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO (1864).
4ª) EL CIELO Y EL INFIERNO (1865).
5ª) LA GÉNESIS (1868).
Existen otras obras complementarias de Allan Kardec,
que pueden ser leídas después. Estas son las fundamen-
tales, las esenciales para el conocimiento espírita.

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Distribución gratuita en ESPAÑA por el
Centro Espírita “LA LUZ DEL CAMINO”
C/. Cádiz, 13 - Bis
Urbanización Montepinar
03300 ORIHUELA (Alicante)

Elaborado por:
Centro Espírita “Caminho de Damasco”
Uniâo Municipal Espírita de Garça
Garça - Sâo Paulo - Brasil

Traducción del portugués por:


Luis M. Cornejo

Distribución gratuita de:


Gráfica Romano - Cambará - Paraná - Brasil

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