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La capacidad de los océanos como sumideros de CO2 es innegable y ha sido bien

documentada. Desde los remotos inicios de nuestro planeta, los océanos han absorbido una
cantidad significativa de CO2 de origen natural, actuando como un importante mecanismo
de regulación del clima.

Sin embargo, el océano tiene límites en la capacidad de absorción efectiva de CO2 y el


incremento de la actividad humana y las emisiones que esta genera lo está empujando
fuera de ese límite. Las emisiones antropogénicas de CO2 ha llevado a un aumento en la
absorción abiótica del océano, lo que a su vez ha llevado a la acidificación del océano.
Dicha acidificación además reduce la capacidad de los océanos para absorber CO2
adicional y puede tener efectos perjudiciales en los organismos marinos, como los corales y
los moluscos.

Por lo tanto, aunque los océanos actualmente desempeñan un papel importante en la


absorción de CO2 y la regulación climática (se estima que sin él los niveles de CO2
atmosférico estarían cerca de 600 ppm), no se puede depender únicamente de ellos para
abordar el problema del cambio climático. De esta forma, es necesario reducir las emisiones
de CO2 en su origen, adoptar medidas para proteger, preservar la salud de los e invertir en
nuevas tecnologías que nos acerquen a verdaderas soluciones.

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