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Lombroso

Posteriormente fue profesor de psiquiatría en la Universidad de Pavia y director del


manicomio de Pesaro. Ocupó las cátedras de medicina legal e higiene, de psiquiatría y de
antropología criminal en la universidad de Turín.

Escribió El hombre delincuente (1876) y La mujer delincuente (1893), donde sostuvo que
la criminalidad representa un fenómeno biológico producto de la degeneración,
identificable a partir de la fisonomía, induciendo la creación de una escuela de
antropología criminal, de donde se desarrolló la criminología.

Afirmaba que algunos criminales representaban un retroceso a etapas pasadas y más


primitivas de la evolución del ser humano. Según él, estos criminales natos eran
distinguibles por la presencia de una serie de anomalías físicas y mentales. Sus teorías
gozaron de influencia, que fue perdiendo a medida que el énfasis en las influencias
ambientales fue reemplazando la hipótesis de las causas hereditarias o congénitas de la
criminalidad.

Clasificación de criminales
Lombroso clasificó y dividió a los criminales en las siguientes categorías:
criminal nato,
delincuente loco moral,
delincuente epiléptico,
delincuente loco,
delincuente pasional y
delincuente ocasional

Garofalo

A la temprana edad de 19 años obtuvo la Licenciatura en Derecho por la Universidad de


Nápoles, y en 1872 accedió a la carrera judicial. Ocupó diversos cargos en la fiscalía y la
judicatura, así como en el Ministerio de Gracia y Justicia. El 4 de abril de 1909 fue
nombrado senador por vez primera (cargo que repetiría en sucesivos periodos desde
1919) y, en 1921, se incorporaría al Consejo Superior de la Magistratura.

Estudió con acuciosidad la literatura jurídica de países como Francia y, especialmente,


Alemania, y se adhirió a los principios de la Escuela Positiva italiana, fundada por Cesare
Lombroso. No obstante, y a diferencia de este, que enfocaba sus estudios hacia los
condicionantes fisiológicos que motivaban a los criminales; y de Enrico Ferri, –otro de los
grandes representantes de esta escuela–, que daba más importancia a los factores
económicos y educativos. Garófalo entendía que la criminalidad se debía abordar
igualmente desde una perspectiva psicológica y antropológica. Es por ello que es
considerado uno de los precursores de la criminología, y el máximo representante del
positivismo criminológico (denominado en su tiempo, la «Nuova Scuola»)[1].
Antes de formar parte de la Escuela Positiva, Garófalo, ya había publicado algunos escritos
que serían de mucha importancia para la Nuova Scuola, pues aportaba las bases y la
orientación jurídica necesaria, además de conceptos como: peligrosidad y prevención
especial y general.

Garófalo difundió y popularizó el término «criminología», con la publicación de su libro


«La criminología. Estudio sobre el delito y sobre la teoría de la represión»[2]. El estudio de
este autor, junto con Lombroso y Ferri fueron el origen de la criminología como ciencia
que estudia al delincuente física, social y psicológicamente.[3]

La gran preocupación de Garófalo fue la aplicación de la teoría criminológica a la práctica,


tanto en el aspecto legislativo como en el judicial, así, hace el primer esquema de las
penas de acuerdo no con el delito, sino con la clasificación de los delincuentes. Aparte de
las diferencias filosóficas, su desacuerdo con sus colegas fue en cuanto al determinismo
absoluto, el que no aceptaba, y en cuanto a la pena de muerte, de la cual era un ferviente
partidario. Garófalo fue quien aportó a la Escuela Positiva las fórmulas jurídicas,
asequibles a teóricos y prácticos, dado su profundo conocimiento del derecho. Este aporte
jurídico fue trascendental en la iniciación de la tendencia positiva.

Ferri

Fue un político, criminólogo y sociólogo italiano. Junto a César Lombroso y Rafaél Garófalo,
forman la triada evangelista de la criminología, el primero abocándose a la investigación de los
factores fisiológicos, el segundo a la aplicación de los elementos juristas y Ferri al estudio de
las causas sociales y económicas del criminal.

Es el máximo representante de la escuela positivista italiana del derecho penal y está


considerado como el creador de la criminología moderna. Como seguidor del positivismo
imperante durante la segunda mitad del siglo XIX, aceptó por completo las implícitas actitudes
deterministas de tal corriente. Consideró que las razones por las cuales el hombre es
delincuente son ajenas a su voluntad, el delito para Ferri no existe, existen enfermedades que
bien ha heredado o las adquirió en el transcurso de su vida.

Centrándose en el estudio de las características psicológicas, de las que creía eran las
responsables del desarrollo de la criminalidad en el individuo, cuestionó enfáticamente la
tipificación fisiológica de los criminales. Estas características psicológicas incluían el habla, la
escritura, los símbolos secretos, el arte y la literatura, así como la insensibilidad moral y la falta
de repugnancia a la idea y ejecución de la ofensa, previo a su comisión, y la ausencia de
remordimiento después de cometerla. 1

Alegó que los sentimientos como la religión, el honor y la lealtad no contribuían al


comportamiento criminal, pues estas ideas eran muy complicadas para tener un impacto
definitivo en la moral básica de las personas. Argumentó que eran otros sentimientos, como el
odio, el amor, la vanidad los que influenciaban grandemente pues tenían más control sobre la
moral de las personas.

Resumió su teoría al definir la psicología criminal como una resistencia defectuosa de las
tendencias criminales y las tentaciones, debido a una impulsividad desbalanceada que
caracteriza solo a los niños y a los salvajes.2

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