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Es sensual. Despierta a las mujeres con el suave roce o caricia de sus manos
velludas, especialmente a las que duerman afuera en las noches de verano. A
veces las posee, y se cuenta de mujeres embarazadas por el Pombero, cuyo
hijo nace muy parecido a éste. Se cuenta, también, de jóvenes raptadas por
Pombero, que después de saciarse en ellas, las deja sueltas, a veces
embarazadas.
El Pombero puede ser travieso, malvado y hasta amigo del hombre, según
cómo se lo trate. Se dice que, para ganarse su amistad, hay que dejarle
ofrendas por la noche como tabaco, miel o caña. Entonces, se le puede pedir
que cuide los cultivos y los animales y que traiga abundancia, y el Pombero
será su amigo, los protegerá y acompañará en sus dificultades. Pero si olvidan
la ofrenda que deben mantener por 30 noches seguidas, el Pombero enojado
realiza maldades en el hogar y será su enemigo. Estará siempre vigilando y si
un cazador o pescador mata más animales de los que consumirá o un leñador
corta más madera de la que va a utilizar, se desata la furia del duende y su
castigo puede ser muy cruel.
También protege a las aves, puede transformarse en árbol para tenerlas entre
sus ramas y se comunica con ellas silbando.
A este duende le gusta cazar niños y se dice que suele raptarlos y chuparles la
sangre si los encuentra haciendo travesuras, sobre todo si le están haciendo
daño a algún animalito. Por eso, durante la hora de la siesta, los niños que no
quieren dormir son advertidos por sus madres de que tienen que quedarse
cerca de la casa, porque el Pombero suele rondar a estas horas buscando
niños. También le gustan las mujeres y se dice que ha llegado a raptarlas,
violarlas y hasta dejarlas embarazadas. Castiga de esta manera a las esposas
infieles y a las jóvenes que han crecido sin ser bautizadas. Sin embargo, puede
ser un duende sensible y enamorarse de una mujer embarazada de una niña,
acompañarla y protegerla.
Es además muy travieso, gusta de abrir puertas y ventanas con violencia, tirar
piedras o mover cosas, hacerse invisible sólo para molestar a las personas. Se
dice que nunca debe pronunciarse su nombre en voz alta, burlarse de él o
silbar durante la noche, porque ésto también lo enfurece y con un solo roce de
sus manos peludas puede producir mudez, temblores o confusión.
. El fantasma de la chaqueta
Así titularon a una de las leyendas urbanas más conocidas en Asunción. La
historia cuenta que una noche de intensa lluvia, un taxista que circulaba por la
zona del cementerio de La Recoleta, subió a su vehículo a una hermosa joven
que había solicitado el servicio. La pasajera pidió al taxista que la acercara
hasta su casa, la cual estaba a unos ocho kilómetros de donde la había alzado.
A pocos metros de la dirección indicada, el conductor se vio obligado a decirle
a la mujer que no iba a poder dejarla frente a la casa, ya que el camino que
continuaba era angosto para su vehículo, un callejón más. De todas formas, el
taxista le ofreció una campera para que la joven no se mojara. Ella le agradeció
y le pidió que busque el abrigo al día siguiente.
Según se cuenta, el taxista volvió a la mañana siguiente al lugar, tocó timbre y
preguntó por la joven. La madre, quien acudió a la puerta, quedó sorprendida
por la pregunta y le contó que su hija había muerto tres años atrás, en un
asalto. El taxista no creyó nada de lo que decía la señora, por lo que tuvieron
que ir hasta el panteón donde estaba enterrada la mujer. Al llegar al lugar, la
campera del taxista estaba encima de la tumba.