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En 2002, el entonces administrador de la NASA, Sean O’Keefe, anunció que el próximo

telescopio construido por la agencia sería bautizado James Webb, nombre de quien
dirigió la NASA durante la década de 1960,
cuando se preparaba para depositar a un ser humano sobre la superficie lunar. Webb
era un férreo defensor de la ciencia espacial.
Es el telescopio más grande y preciso enviado al espacio. Por una parte, se ha
diseñado para ser capaz de observar objetos astronómicos como jamás se han
observado, o con un grado de precisión sin precedentes.
Es capaz de inferir cómo se formaron las primeras galaxias, el nacimiento de
estrellas y la atmósfera de exoplanetas para saber si las condiciones para la vida
son posibles o no.
Según informa la NASA, "el coste para construir, lanzar y poner en marcha el
observatorio es de 8.800 millones de dólares. Cinco años de operaciones costarán
860 millones de dólares, lo que supone un coste total del
ciclo de vida estimado en 9.660 millones de dólares". Sin embargo, también añade
que se espera que el telescopio no se limite a cinco años de operaciones sino que
sea capaz de hacer ciencia de alto nivel durante
aproximadamente 10 años, funcionando con suficientes consumibles.
Es capaz de captar la luz infrarroja estirada emitida por objetos hasta 13.500
millones de años luz de distancia, cuando se formaron las primeras galaxias, hasta
hoy.
Riccardo Giaconi, director de la NASA en 1988, expuso el reto de construir un
telescopio con la capacidad del James Webb antes de lanzar el telescopio espacial
Hubble. En 1989 se celebró una convención científica
en EE.UU. y se expuso por primera vez el desafío de construir este telescopio,
llamado primero telescopio espacial de próxima generación NGTS, en sus siglas en
inglés.

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