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COGNICIÓN SOCIAL alvaro.gonzalezs01@estudiante.uam.

es

Temario
COGNICIÓN
SOCIAL

Álvaro González Sánchez


Universidad Autónoma de Madrid
Profesor: Javier Horcajo
Referencia
Blanco, A., Horcajo, J., & Sánchez, F. (2017). Cognición social. Pearson.

Contacto: alvaro.gonzalezs01@estudiante.uam.es

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TEMA 1: INTRODUCCIÓN A LA COGNICIÓN SOCIAL


Capítulos 1, 2 y 4

CAPÍTULO 1: OBJETOS CON MENTE


Las conversaciones a través de las redes sociales son diálogos cortos que fluyen de manera espontánea,
natural y mecánica sin requerir una gran concentración mental o gran esfuerzo cognitivo. De hecho,
son las palabras conocer, recordar, imaginar, olvidar, pensar, creer, querer, desear, etc., aquellas que
se repiten docenas de veces al cabo del día. Además, en muchas ocasiones las dirigimos a nosotros
mismos:
• En pensamientos y experiencias propias (“este último verano ha sido para recordar”).
• En relación con determinadas tareas u obligaciones (felicitar el cumpleaños a tu abuela).
• Con un objeto (“he descubierto un garito para flipar”).
• Con los otros en torno a un determinado objeto (“me encantan los fans de Justin Bieber”).
• En relación con los otros en torno a nuestras propias experiencias (“cuando le comenté a un
amigo lo del “finde” no se lo creía”).
Sin embargo, también las usamos para dirigirnos a los otros;
• En relación con sus propios pensamientos, experiencias, deseos, recuerdos y/o acciones (“creo
que te equivocas cuando dices que los de Podemos son solo una panda de frikis”).
• En relación con tareas y cometidos que les competen (“no me imagino cómo te las vas a arreglar
para terminar el trabajo de la asignatura”).
• En relación con un objeto que les atañe, que nos atañe a nosotros, o a ambos. (“te recuerdo que
hemos quedado el miércoles después de la última clase para preparar la segunda práctica”).
“El psicólogo ingenuo que todos llevamos dentro” hace referencia a que todos los seres humanos
somos individuos mentalistas, psicólogos naturales notables. Interpretamos emociones cuando las
vemos expresadas en otros e inferimos las creencias y deseos de los demás, razonamos sobre sus
estados mentales y empleamos un lenguaje mentalista de una riqueza considerable. Es decir, somos
capaces de interpretar y revivir los pensamientos y emociones propias, así como recordamos e
interpretamos emociones y pensamientos de los otros. Además, inferimos, sacamos conclusiones y
formulamos hipótesis sobre los hechos que acontecen a nuestro alrededor.
La mente no es una cualidad exclusiva humana; es una cualidad que atribuimos a los otros y a nosotros
mismos.

1.1 VERBOS MENTALES

Esto de lo que se ha hablado, que usamos con tanta soltura y profusión en nuestra vida cotidiana
son conocidos como verbos “mentales”. El uso de estos verbos requiere la existencia de una teoría
de la mente, es decir, de sofisticadas destrezas y habilidades cognitivas que hemos ido desarrollando

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a lo largo de los primeros años de nuestra vida y que nos capacitan para hacer uso de estos verbos de
muy diversas maneras, algunas de ellas muy rebuscadas, por ejemplo: tú sabes que él sabe que yo sé.
A los dos años ya somos capaces de fingir y aparentar. Simular, según Leslie, sería un tipo de “acción
como si” algo fuera lo que no es y no es un error, sino un juego que se apoya en una mente que dispone
de capacidades de representación primaria. Seamos o no conscientes de ello, el uso de verbos mentales
implica el desarrollo de las habilidades y competencias asociadas a ellos: las de pensar, querer, opinar,
desear, recordar, olvidar, etc., bien aplicadas a nosotros mismo o a otros.

Cabe mencionar que:


1. Desarrollamos competencias mentales y, en esa misma medida, nos atribuimos, y les
atribuimos a los otros, la posesión de las funciones asociadas a ellas. La capacidad propia de
usar esos verbos mentales está unida a la presunción de que otros también la tienen. La mente,
aunque no fuera otra cosa, es algo que se predica mediante el lenguaje, acerca de uno mismo y
de los demás. à esto podría relacionarse con la ToM.
2. Somos “objetos con mente”. Es decir, somos capaces de utilizar de manera sencilla y
espontánea un vocabulario que es mentalista: somos capaces de hablar con nosotros mismos
y con los otros mediante verbos mentales, mediante términos que se refieren a representaciones
mentales de nosotros mismos, de los otros o de objetos.
3. Las representaciones mentales acerca de los otros, de los grupos y de las categorías sociales a
las que pertenecen (mujer/hombre; niño/adultos, etc.), será uno de los capítulos más
importantes de la cognición social.
4. Los sujetos con mente somos capaces de comprender, anticipar y explicar las razones que están
detrás de nuestro comportamiento y del comportamiento de los otros.

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5. Todas estas operaciones que ya se han comentado las llevamos a cabo de manera rutinaria,
espontánea, natural y sin esfuerzo ninguno, ya que forman parte de nuestra manera cotidiana
de actuar. Ese es el principal argumento en el que se basa la idea de que todo ser humano lleva
dentro de sí un psicólogo natural y de que una buena parte de nuestro sistema cognitivo posee
un componente automático.
Nuestras habilidades y destrezas van intrínsecamente asociadas a dos tipos de verbos:
los verbos epistémicos (saber, creer, percibir, conocer, pensar, razonar, recordar, olvidar, etc.),
y los verbos emocionales (querer, desear, sentir, etc.).

Los humanos disponemos y nos atribuimos dos grandes funciones mentales: aquellas que limitan
con la racionalidad que se le supone y atribuye a todo ser humano (cold cognition) y las que se
relaciona con nuestro mundo afectivo-social (warm cognition).
Existe una prevalencia del afecto frente a la cognición (suicidios, gente que da la vida por otra, etc.).
Con mucha frecuencia, la información que procesa nuestra mente se refiere a hechos, objetos, personas
y acontecimientos que tienen para nosotros un significado y a los que atribuimos un valor y, por tanto
y desde ahí, esa información suele ir inevitablemente acompañada de un cierto componente afectivo y
emocional. Nuestra mente no solo percibe y responde a las características objetivas del estímulo, sino
al sentido, valor y significado que este pueda tener para el sujeto.
La mente humana es muy potente, pero no es perfecta; cometemos errores con mucha frecuencia.
Existen las conocidas como “rarezas perceptivas” (como el hecho de que el miedo pueda modificar
o influir en nuestra percepción). El Diccionario de la RAE define este sesgo como: “un error
sistemático en el que se puede incurrir cuando al hacer muestreo se seleccionan o favorecen unas
respuestas frente a otras”.

Henri Tajfel es un autor muy importante en el ámbito de la cognición social. De su parte, cabe
mencionar las rarezas perceptivas de las que hablan Bruner y Goodman. Estas pueden ser debidas no
solo al valor que tenga el objeto propiamente dicho, sino al hecho de que dicho objeto forma parte de
una clase, grupo o categoría social, y al valor y al significado que dicho grupo o categoría social
tenga o se le atribuya. Los grupos tienen significado emocional:
• 1ºà Pertenencia categorial
• 2ºà Significado
Esto querría decir que el hecho de que un objeto forme parte de una clase o categoría (con unos
atributos que ya de forma casi automática asociamos a ese grupo), va a hacer que, al hacer un
muestreo de las posibles características de este, se seleccionen unas frente a otras (se seleccionarán
las características típicas o estereotipadas de esa categoría, frente al objeto individual).
Un ejemplo podría ser cuando alguien siente miedo (de forma irracional, claro) al pasar al
lado de un individuo de una etnia o raza diferente a la suya, ya que en el muestreo de
características que ha hecho sobre dicha persona, aquellas que prevalecen o se han
seleccionado antes son las más generales en su “racismo interiorizado” (“el hecho de ver a
una persona negra hace que me sienta incómodo porque puede ser que me robe” à el miedo
que tenemos por esquemas propios influye sobre nuestra percepción de la realidad).
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Los estímulos asociados con un valor pueden estar formando parte de una serie. Esto lo quiere
decir es que cuando ese es el caso (un estimulo físico perteneciente a una clase a la que va asociado un
valor o un significado), parte del valor y el significado de un determinado objeto (una persona) puede
venir definido por el valor y el significado que se le atribuya a la categoría social o al grupo al que
pertenezca. A lo largo de la vida, la gente piensa y se comporta siguiendo las pautas de su pertenencia
categorial.
Esto sería algo muy parecido a lo anterior: el valor, la valoración social o el significado de una
persona u objeto va a estar, como mínimo, influenciado por el valor de la categoría a la que pertenece
(el hecho de que una persona atribuya a un chico extranjero con una tez de piel oscura sus prejuicios
sobre los “menas”, y piense que como él es un “mena”, será malo, peligroso y delincuente).
Además, aquí también entra el hecho de que, en muchas ocasiones, cuando a alguien se le ha hecho
creer que ha de comportarse de cierta manera por ser de “x” forma, acaba siguiendo esas pautas

Resumen à

1.2 EN UN LUGAR DE LA MANCHA…

El diálogo entre Gretel y Bruno en el libro El niño con el pijama de rayas es un diálogo mentalista,
lo que querría decir que tanto Gretel como Bruno son capaces de leer su propia mente (saben lo que
quieren, piensan y desean) y la de su interlocutor. Las competencias y habilidades mentalistas de las
que disponemos están ahí y se han desarrollado para dar respuesta a la necesidad de conocer. Se
diferencian tres aspectos interesantes para delimitar esta necesidad: la necesidad de cognición (NC)
(tendencia a organizar la experiencia de uno de forma significativa, y esto dirige la conducta; o bien la
tendencia de los individuos a implicarse en actividades que requieren pensar y/o disfrutar pensando),
la necesidad de comprensión (de lo que ocurre en nuestro entorno) y la necesidad de información
(para poder actuar en este entorno determinado).
Además, para poder delimitar la necesidad de conocimiento, habría que tener en cuenta tres aspectos
esenciales:
a) la búsqueda de información
b) además de esa acumulación de info, darle sentido a la realidad que nos rodea, para poder
entenderla y encontrar una explicación en ella.
c) todo ello, junto, para saber cómo actuar y qué hacer.

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Las diferencias individuales en la NC son importantes para poder entender la conducta de las
personas. Estas personas, que poseen una alta NC, tienden a pensar y prestar más atención a todo
tipo de info, así como la metacognición (propios pensamientos). Ello se traduce que, ante mismas
situaciones, las personas actúen distintivamente. Los sesgos, sin embargo, afectan a todo tipo de
personas sin atender a la cantidad de NC que se posea.

Resulta que las personas pertenecemos a grupos y categorías sociales. Esa es, la mayoría de
las veces, la única información de que disponemos, la única que percibimos, la única que procesamos
y a la única que nos atenemos.
Los objetos con mente tenemos también una necesidad de autoevaluación. “En el organismo
humano existe un impulso a evaluar sus opiniones y sus habilidades”, que solo puede ser satisfecho en
el marco de la vida social en cualquiera de sus modalidades. Será la forma en la que los seres humanos
se entienden como quiénes son y se reconocen como algo independiente. Esta necesidad, además, solo
puede ser satisfecha por medio de un proceso que jugará un papel decisivo en el marco de la cognición
social: el proceso de comparación social. Dicho de otra manera: los prototipos, los estereotipos, las
categorías, los ejemplares, los guiones de los que nos servimos para procesar, codificar y almacenar la
información procedente del mundo social tienen su fundamento y su razón de ser en la comparación.

Los procesos mentales tienen paradojas, como cuando no conseguimos recordar algo o no
podemos controlar del todo nuestros pensamientos. La idea básica es que a los humanos no nos irrita
tanto no conseguir recordar o pensar lo que deseamos, como descubrir que el esfuerzo que hacemos
para controlar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras acciones produce efectos
opuestos a los deseados. Cuando queremos ahuyentar un pensamiento, lo estamos activando y esto
produce un efecto rebote de forma casi instantánea.
“Personas-dentro-de-un-contexto” es uno de los esquemas cognitivos con los que acostumbramos a
manejarnos los humanos. La persona y la situación es el marco teórico de la psicología y la
cognición social.
De esta forma, cabría destacar cuatro claves:
a) la complejidad real
b) la dificultad de control de los pensamientos, sentimientos e ideas que nos llevan a conductas
no deseadas (automaticidad del pensamiento humano)
c) la naturaleza categorial de los contenidos mentales (estructura categorial de la mente)
d) la cognición socialmente situada

En este caso, el recuerdo (verbo mental) nos pone en contacto, nos relaciona y nos vincula con
nosotros mismos, evocando momentos y hechos pasados, poniendo en marcha procesos de memoria
episódica. De esta forma, puede concluirse que los verbos mentales tienen un carácter transitivo y
son intencionales, pues se refieren a algo y aluden una relación entre un sujeto y un objeto. Se podría
decir que la mayor parte de estos verbos “tienen los brazos abiertos” a la espera de abrazar un objeto.

1.3 RIZAR EL RIZO: PENSAR EN LOS PROPIOS PENSAMIENTOS

Nuestra mente dispone de habilidades metarrepresentacionales o metacognitivas y


destrezas que nos permiten pensar en nuestros propios pensamientos y en los pensamientos que
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tienen los otros, y esto nos lleva a opinar sobre lo que opinan otras personas tanto de nosotros como
de nuestros pensamientos. Las habilidades metarrepresentacionales serían, pues, las competencias
que disponemos los seres humanos para leer la propia mente y la mente de los otros, y esta abarca los
componentes que configuran la trilogía estructural del sujeto, que sería la capacidad para leer los
pensamientos, los sentimientos y emociones, y las acciones. Esta es la parte de la mente denominada
conciencia (“no solo conoce las cosas que se presentan a ella; sino que sabe que las conoce”).

Pablo Briñol y Kenneth DcMarree definen los procesos metacognitivos como un


“pensamiento secundario” que se anuda a un “pensamiento primario” (asociación de un objeto con
un atributo) para ampliarlo, matizarlo, modificar su impacto, etc. La metacognición es, por ello, un
juego de inferencias y atribuciones en el que nuestra mente se encuentra “como pez en el agua” y
cuya importancia reside en la posibilidad de que pueda influir en los pensamientos primarios en
diversas direcciones, afectando así a la conducta. La metacognición social aludiría a operaciones
mentales de segundo orden sobre objetos sociales. Los dos objetos sociales por excelencia son el
“yo” y sus propios pensamientos, acciones, emociones y los “otros” y su manera de ser, pensar,
actuar, etc.
Se pueden destacar dos tipos diferentes de metacognición. Por un lado, estaría la metacognición
declarativa, que sería pensar que uno sabe o no sabe (algo), siendo la fórmula más elemental de los
procesos metacognitivos (P.ej.: “saber qué”: pensamiento primario. “Tengo una memoria muy
pobre”). La metacognición procedimental, por otro lado, sería saber cómo, y sirven de guía y
control de la actividad mental comportamental propia o de otras personas (P.ej.: “saber cómo”:
pensamiento secundario. “Como tengo mala memoria, tengo que llevar una lista de la compra”).

La capacidad de fingir, aparentar o simular es la condición indispensable para el desarrollo


de las capacidades de metarrepresentación, pues no se trata de “jugar con una banana y usarla
como un teléfono”, sino que se trata de jugar semánticamente con nuestros pensamientos.
George Herbert Mead (Mead), referente de la psicología social, describió el principio rector de la
metacognición: la mente humana tiene la capacidad de ser un objeto “para sí”, de desdoblarse para
convertirse en objeto de su propio conocimiento y ser, al mismo tiempo, sujeto y objeto. Es capaz de
hacerlo gracias a su capacidad de interacción a través de la comunicación con los otros (primero,
como medio para incorporar a la conciencia el significado de los objetos que nos rodean, y después,
para poder pensar y opinar sobre ellos). Mead hace una asociación entre la reflexibilidad de la
mente (capacidades metacognitivas), la comunicación (los otros) y la persona (el “yo”) y esta se
convierte en la joya teórica de la cognición social. El punto de partida es doble y complementario: el
desarrollo de las capacidades comunicativas que transforma al organismo en persona y el otro como
interlocutor. En torno a la interacción y como consecuencia de ella se desencadena el principal
proceso cognitivo: el aprendizaje del significado de los objetos y la incorporación de estos
significados a la mente. Recordemos que los significados por excelencia, según la cognición social,
son las personas y, de manera muy especial, el “yo”.

1.4 EL MARCO SOCIAL DE LA CONGNICIÓN

La mente es una herramienta con cuya ayuda conocemos, nos situamos y nos orientamos en la
realidad que nos rodea. Lo primero a lo que nos enfrentamos en el momento de delimitar la
cognición social, sería definir qué es la realidad social. Esta es un hecho construido, algo que los
seres humanos nos hemos dado de manera libre y voluntaria.

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Peter Berger y Thomas Luckman lo dejaron claro, en La construcción social de la realidad,


donde se expone que:
è El orden social es un producto humano (una producción humana constante)
è El orden social no se da biológicamente ni deriva de datos biológicos.
è El orden social no forma parte de la “naturaleza de las cosas” y no puede derivarse de las
leyes de la naturaleza, sino que existe solamente como producto de la actividad humana.

La “vida mental” es vida social. 1 + 1= 2


La vida social es vida mental; la vida mental es vida social. Lo MENTAL es SOCIAL.
La cognición humana es social porque es una cognición situada en un contexto social determinado
(pág. 20 libro) y, además, es compartida.
La mente siempre procesa, almacena y usa la información dentro de un contexto (social). Y una parte
importante de ese contexto está definida por nuestras relaciones con otros. Ahora mismo, lo que pasa
por tu mente y cómo pasa por ella, está determinado por la situación de uno.
Además, es social porque es socialmente compartida. Los contenidos de la mente de las personas
están presentes, de buena forma, en otras. Un prejuicio no existe en un solo individuo. Existe en ese
individuo porque está siendo compartido con otros.

Nuestra mente procesa, almacena y usa información procedente de productos y contenidos muy
diversos en cuanto a su origen y ubicación histórica y cultural. Los contenidos que forman parte de
nuestros sistemas de representación no son contenidos universales, sino que están apegados a las
realidades histórico-culturales de cada momento (por lo que cambian y son susceptibles).
Los contenidos de la realidad social se nos transmiten durante los primeros años de nuestra vida.
Las creencias grupales y estereotipos son un ejemplo de ello. Estas creencias son susceptibles de
modificaciones y cambios.
Debido a todo esto, se ha situado una hipótesis que postula que nuestra mente se sitúa en un cruce de
caminos entre lo personal, lo social, lo histórico y lo cultural. Los contenidos de la cognición social
están socialmente situados y compartidos. Otras razones por las que hablamos de cognición social:
a) Algunos de los principales contenidos de la mente son sociales debido a que se refieren a
personas, grupos, eventos y/o acontecimientos sociales.
b) Esos contenidos surgen a través de la interacción social entre personas y grupos.
c) Son una herramienta para la relación y comunicación social.
d) Muestran variabilidad a lo largo de la historia, culturas y vida de los individuos. Se podría
decir que la mente y la conciencia y el concepto de “sí mismo” (el “yo”) son sociales por
partida doble: por el origen y por las funciones que cumplen, ya que vienen de los otros y
nos permiten ir de nuevo hacia ellos.

La cognición socialmente situada (CSS) debe ser entendida como un proceso adaptativo que
emerge de la interacción entre un agente y el mundo tanto físico como social. La cognición viene
a ser un proceso que está mediando el conocimiento y la relación que mantenemos con nosotros
mismos, con los otros y con los eventos sociales tanto aquellos que ocurren en nuestro entorno
más cercano, como aquellos que ocurren lejos de nosotros.

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Cuatro son los postulados centrales de la CCS:


1. El más importante: la cognición es un sistema que nos ayuda en tareas adaptativas, entre ellas
la regulación mutua de la conducta social. La cognición alcanza su máximo sentido en la
medida que sale de sí misma para servir de apoyo, de guía y de control de la acción en un
determinado contexto.
2. La mente nos hace conscientes de que nuestro cuerpo es algo más que un mero soporte para
la cognición. Nuestros cuerpos, por ello, pueden cambiar y validar nuestros pensamientos.
Las respuestas y movimientos corporales pueden afectar a procesos cognitivos o
metacognitivos. Las personas usamos nuestro cuerpo para apoyar y facilitar la entrada en
nuestra mente de determinados contenidos cognitivos y emocionales.
3. Los guiones y esquemas mentales no siempre son suficientes para dirigir nuestras acciones
en una dirección apropiada y adaptativa. Por ello es por lo que la cognición socialmente
situada (CSS) focaliza su análisis en la interacción inmediata de la persona con su medio,
tanto o más que en sus planes y guiones internos. Por ello, propone que la conducta no se
puede basar solo en representaciones internas de los individuos, sino que se basa en la
interacción entre las personas y su situación física y social.
4. Pensar no es una tarea llevada a cabo por un sujeto ensimismado o aislado, sino que es una
tarea común. Las personas compartimos una realidad y todos los contenidos de la cognición
social son contenidos que discurren entre las personas.

El origen social de la cognición


Existen formas de pensamiento que no se pueden comprender debidamente mientras no se
conozcan sus orígenes sociales. Sería un error deducir que todas las ideas y pensamientos que
sirven de motivos a un individuo tienen origen en él mismo y que pueden explicarse a base solo de
su propia experiencia. No son los individuos aislados quienes piensan sino personas que
pertenecen a grupos.

¿Por qué llegamos a formar una creencia?

“Si no lo veo, no lo creo” tal vez, sería mejor decir que primero hay que creer para poder ver. ¿Qué
es bello? En nuestra cultura, le damos mucha validez (verdad) de certeza a aquello que vemos.
Vemos bello lo que creemos que es bello; y vemos feo lo que creemos que es feo.

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Los seres humanos interpretan la realidad. No se sabe si dicha interpretación es o no es la realidad; la


interpretamos a partir de esquemas cognitivos propios y sesgos. Esa creencia es un resultado de una
interpretación. La creencia lleva a interpretar si algo es bello o no, pero no se sabe qué es lo bello.

Teorema de Thomas
No importa si la interpretación que haces es correcta e incorrecta; si las personas definen una
realidad como correcta, es real en su realidad y es real en sus consecuencias. La ficción se convierte
en real por las consecuencias que tiene. Cada día de los que vivimos construimos mentalmente una
realidad, en un contexto social determinado. Algo se ve bello porque has interpretado que es bello y
esto se puede ver en un contexto concreto (personal, sociocultural, etc.).
Eso que somos y que pensamos es socialmente “construido” y “compartido”. Lo que pienso no solo
se construye cada día socialmente, sino que, en dicho proceso de construirlo, lo compartimos. El
resultado sería una interacción entre el yo y las circunstancias

1.5 EL CAMPO DE LA COGNICIÓN SOCIAL

Solomon Asch propone que la “persona” solo es posible como fruto de interacción y tiene un
elemento principal: la mente, que es lo que permite el tránsito de organismo a persona (persona
nace de la interacción, de lo social y del hecho de que posee mente). La mente es una herramienta de
conocimiento o sistema que nos pone en contacto con nosotros mismos y con la realidad que nos
rodea. Conocimiento, información y relación conforman una imagen bastante precisa de la cognición
social.
1. La mente siempre procesa, almacena y usa la información procedente de la realidad social
en el seno de un contexto. Esa información, además, es capaz de dirigir el comportamiento de
las personas y no puede ser definido a espaldas de la situación en la que se encuentran. La
cognición es dependiente de la situación.
2. Una parte importante de las situaciones y escenarios está definida por la relación entre los
agentes. Son escenarios de diferentes índoles en los que se han podido crear contenidos
sociocognitivos compartidos.
3. La naturaleza de esos contenidos responde al principio lewiniano de irreductibilidad: la
relación dentro de un todo (relación entre los agentes o personas) produce efectos
(estereotipos, atribuciones, inferencias) que no pueden reducirse a la mera suma de sus
partes. El sujeto aislado, en cognición social, es irreal.
4. La codificación (el procesamiento) y el almacenamiento de esos contenidos quedan
afectados por las estructuras cognitivas ya existentes, aunque esa nueva información puede
sufrir cambios al ingresar al sistema de memoria.
5. Nuestra mente muestra preferencia por información general y abstracta e ignora los
detalles que considera poco importantes. Nuestra capacidad de procesamiento es limitada, por
lo que desarrollamos unas estructuras de conocimiento preferentemente abstractas, donde el
hecho de que esta nueva info sea abstracta pero familiar, ya va a hacer que se organice
directamente en una categoría (borrosas).
6. Nuestro conocimiento no es inmune al error: comprimimos mucho la información y
descuidamos detalles importantes debido al principio de economía cognitiva.

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Hitos en el estudio de la cognición social


• Los contenidos de la mente juegan un papel decisivo en nuestro comportamiento
• El comportamiento de las personas va dirigido a maximizar la consistencia interna de su
sistema cognitivo
• Los contenidos de nuestra mente están afectados por las condiciones sociales que rodean
nuestra vida
• Permite saber qué tipo de información social es la que se almacena en la memoria, cómo se
organiza y cómo interviene en la conducta social

CAPÍTULO 2: LA ARQUITECTURA DE LA COGNICIÓN


SOCIAL
Nuestra mente se organiza en medio de una avalancha de información de datos, sucesos,
acontecimientos, etc., como nunca ha existido. Y lo hace prestando atención selectiva a la
información, atendiendo de manera preferente a determinados inputs estimulantes, archivando en la
memoria unos datos y prescindiendo de otros. La información que se procesa y archiva pertenece al
momento social e histórico en el que nos toca vivir.
Contenidos diferentes dentro de marcos semejantes, es una importante apuesta teórica en el campo
de la cognición social. En función de que lo que prestas atención (características de una persona) vas
a crear una realidad u otra y puedes generar errores.

2.1 EL DIARIO DE ANA FRANK

En el Diario de Ana Frank se encuentra un ejemplo paradigmático de alta NC (necesidad de


cognición) y autoevaluación: mente capaz de pensar sobre sí misma y sobre los otros.

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2.1.1 Esquemas sobre las personas

Hay personas en la memoria de la autora del diario, al menos, de cuatro maneras distintas. En
primer lugar, las personas hacen acto de presencia de manera individualizada, en una dimensión
puramente personal, en un nivel subordinado (personas que conoce y con las que tiene relación,
como amigas, padres, hermanas, etc.). Hay personas o estímulos que tienen cabida dentro de dos
marcos cognitivo: uno personal y diferenciado (nivel subordinado) y otro grupal o categorial (nivel
intermedio). Hay otras personas que solo tienen una cabida difusa dentro de un marco categorial
(judíos, alemanes…).

La comparación social es uno de los procesos centrales en la cognición. En las personas


existe un impulso a evaluar las opiniones, habilidades y características de otras personas y en caso de
no haber criterios objetivos, los comparamos con los de otras. Ana Frank utiliza de manera
preferente rasgos y características individuales a la hora de describir y definir a las personas con las
que mantiene una relación individualizada.
Las personas hacen acto de presencia de manera igualmente individualizada, pero tienen un rol. En
nuestra mente tiene que caber el concepto de rol y los roles de las personas que nos rodean. Las
conductas asociadas a los roles y a las funciones que desempeñan las personas forman parte de los
contenidos de nuestras representaciones mentales.
En otras ocasiones, las personas aparecen en sus relaciones e interacciones mutuas. En estos casos
nuestras representaciones mentales sobre las personas van acompañadas de las relaciones que
mantienen entre sí.

En el sentido estricto diríamos que las personas siempre aparecen dentro de un contexto, pero
hay ocasiones en las que las personas hacen acto de presencia no solo formando parte del contexto,
sino en función del contexto del que forman parte, creando una unidad con él, siendo las categorías
más frecuentes en nuestra mente y las de mayor utilidad. El propio diario, en su conjunto, podría ser
considerado como un ejemplo de personas-dentro-de-una-situación.
También se nos muestra las personas en relación con ella misma.

2.1.2 El “Yo”

La persona cuya presencia domina el Diario es la propia autora, por lo que el esquema
cognitivo que domina su vida, y quizás también la de cada uno de nosotros es el propio “yo” (la
relación de ella con ella misma, con los otros escondidos, la relación de los otros con ella, y el hecho
de ella ser mujer y judía en ese momento concreto).

2.1.3 Los grupos y las categorías sociales

Los grupos y categorías sociales también están presentes en el libro. En nuestros esquemas
cognitivos la singularidad de algunos estímulos (personas concretas) va unida a su generalidad
(pertenencia al grupo) en un proceso que se refuerza mutuamente sin dejar de ser una cosa y la otra.
En otros casos, los grupos contienen personas con perfiles borrosos o difuminados. Estas son algunas
de las maneras de las que nos servimos para procesar la información procedente de las personas:
rasgos personales y pertenencia grupal o categorial.

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A Ana Frank le es muy relevante la representación cognitiva y emocional que despierta su


pertenencia categorial. Así, las personas particulares pierden su perfil distintivo y diferencial y
pasan a ser consideradas únicamente como miembros de ese grupo categorial o social. Esa será la
clave de los estereotipos y del prejuicio. Y hay más: los esquemas categoriales sobre las personas se
superponen. Hay personas que aparecen en varias dimensiones: a título individual, asociadas a un
rol, dentro de contextos y como pertenecientes a un determinado grupo o categoría social. Esto
ocurre con las personas que tenemos una relación personal, somos capaces de hacer todas estas
distinciones.

De la misma manera, los grupos se presentan siempre en comparación y, con mucha


frecuencia, en sus relaciones mutuas: los alemanes en relación con los judíos, hombres en
comparación con mujeres, etc. La pertenencia grupal o categorial se utiliza como estrategia de
codificación y registro de la información sobre las personas.
Según Henri Tajfel, el mundo en el que transcurre nuestra existencia es un mundo plagado de
grupos y categorías sociales, es una realidad multigrupal y multicategorial cuya existencia y
singularidad solo adquieren significado por vía comparativa. La definición de un grupo solo tiene
sentido si no existen otros grupos a su alrededor. Además, la singularidad de dicho grupo afecta a la
de las personas particulares que lo componen.

2.1.4 los acontecimientos sociales

Junto a las personas, en sus diversas manifestaciones y modalidades se encuentran os


acontecimientos sociales.
Para Robert Wyer y Donal Carlston, estudiosos de la estructura de la cognición social, la
información que proviene de la realidad social está organizada alrededor de tres grandes contenidos:
1. Representaciones mentales de estímulos personales (personas individuales) formados a
partir de sus rasgos y de las características de sus conductas.
2. Representaciones de grupos: la pertenencia grupal y categorial, que constituye una
característica relevante en las personas, y nos ayuda a organizar inferencias en torno a ellas.
3. Representación a eventos sociales, representación de personas dentro de situaciones
microsociales y no tanto de eventos a gran escala.

Susan Fiske y Shelley Taylor han distinguido cinco grandes marcos cognitivos:
1. Esquemas sobre personas (comprensión de personas individuales atendiendo a sus rasgos y
metas)
2. Esquemas del “yo” (la manera de manejar la info sobre el “yo” à muy similar a la forma en
la que se maneja la info sobre los otros)
3. Esquemas del rol (conductas esperadas de los otros debido a su posición)
4. Esquemas de eventos limitados a personas dentro de una situación
5. Esquemas libres de
contenido, que establecen
nexos y relaciones entre los
contenidos de un mismo
esquema o entre distintos
esquemas

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2.2 EL PROCESO DE CATEGORIZACIÓN SOCIAL

Las personas necesitan tener y poner orden en los contenidos de su mente. Para ello se necesita
simplificar, agrupar ordenar y sistematizar la información que reciben del medio. En definitiva, las
personas necesitamos pensar con ayuda de generalizaciones porque de otra manera nos resultaría
muy difícil manejarnos de manera adaptativa en nuestra vida cotidiana.

Las limitaciones de la mente


• Las personas disponen de una amplitud limitada de atención y de memoria inmediata.
• La mente humana piensa con ayuda de categorías y estas forman la base del prejuicio
normal.
• Existe una base natural para esta tendencia. Tenemos que decidir si los objetos son buenos
o malos atendiendo a su clase. No podemos tomar en consideración cada uno de los objetos
del mundo, sino que tienen que bastarnos los modelos amplios y cómodos (clase o
categoría).
• Tendemos a simplificar para poder vivir. Además, solo percibir o registrar un objeto de
nuestro entorno ya comporta un acto de categorización (colocamos cosas en categorías).
• El establecimiento excesivo de categorías es quizá la trampa más frecuente en la que cae la
razón humana (a través de hechos insignificantes à hacemos generalizaciones).
La estrategia de simplificar lo diverso, de agrupar lo semejante y de sistematizar lo caótico es
una necesidad tras la que se encuentra la incapacidad de nuestra mente para procesar toda la riqueza
y diversidad de la información que recibe del medio. Nuestra mente está dotada de módulos
cognitivos (sistemas de entrada de inputs sensoriales) autónomos que procesan info específica y son
responsables de las sensaciones sensoriales (de los sentidos, como el gusto) y del lenguaje.
Asimismo, el proceso de categorización es un proceso de entrada de inputs sociales.
La modularidad de la mente. Postulados de Fodor que atribuye a los sistemas de entrada
somatosensoriales:
a) La categorización es igualmente un proceso que no requiere la puesta en juego de excesivos
recursos cognitivos, en muchos casos se trata de un proceso automático
b) Los procesos sociocognitivos tienen tendencia al error debido a su rapidez de entrada, que
puede dejar muchos elementos ignorados
c) La codificación y almacenamiento de los contenidos de la cognición social quedan afectados
por la información previa existente (esquemas cognitivos anteriores)
d) Nuestros esquemas categoriales tienen preferencia por la información general y abstracta,
pues estos productos de los sistemas se refieren a aspectos superficiales
e) En los sistemas de entrada somatosensoriales, las categorías básicas, juegan un papel muy
relevante, como es el caso de los prototipos en la cognición social
f) Se conoce la correspondencia neurológica de algunos de los procesos sociocognitivos.

Nuestra mente se ve obligada al agrupamiento y simplificación de la información que recibe


del medio, y parece ocurrir en el caso de inputs estimulares somatosensoriales y en el caso de
informaciones más complejas procedentes de la realidad social.
Por otro lado, la distorsión perceptiva también se da cuando los estímulos están agrupados en
clases, categorías o grupos. Ej.: si ponemos a los sujetos a estimar la longitud de un conjunto de
líneas, cuando están agrupadas según su tamaño, los sujetos percibirán mayor diferencia entre las
líneas largas y las cortas. Esto ocurre con el color de la piel. La pertenencia categorial es una de las

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estrategias que utilizan las personas a la hora de ordenar los inputs estimulares. La lógica categorial
se ha considerado la base de la arquitectura de la mente.
Según Tajfel, la categorización de la información básica que recibimos del medio constituye una
característica humana básica. Cuando agrupamos, diferenciamos unas cosas de otras en términos
psicológicamente significativos.
• Cuando agrupamos, separamos; cuando separamos, provocamos que las cosas que separamos
sean percibidas de manera mucho más distinta de lo que realmente son, tanto objetos físicos
como “sociales” (líneas de antes). *
• Cuando agrupo por diferencias, percibo que lo que está junto es muy semejante entre sí (se
minimizan las diferencias entre los objetos que pertenecen a la misma categoría) y muy
diferente de los objetos pertenecientes a otra categoría (incremento de las diferencias
intergrupales o intercategoriales). *

*¿Qué significan estos párrafos?

Cuando los individuos agrupamos a otros en una categoría determinada y, por ende,
creamos un grupo diferenciado con ellos mismos, hacemos que se creen diferencias entre ellos y
nosotros, al pertenecer a una categoría agrupada determinada (diferente a la nuestra). Un ejemplo
sería el de la Alemania nazi con el caso de los judíos: “agrupamos a los judíos en una categoría
(culpables, p. ej.), para así aumentar nuestra separación y diferencias con ellos”. Al separarlos,
además, estarían haciendo que se perciban de una forma diferente a lo que realmente son (y esto,
sumado al estigma y mentiras que se acabaron diciendo del grupo, lo agravó mucho más). Por otro
lado, lo que está junto se percibe como semejante: “como soy alemán en la época de la Alemania
nazi y se ha estimado que los judíos son culpables según esta, percibo a todos los judíos y a los
que entiendo como semejantes (gitanos, p. ej., además de otras minorías étnicas o de cualquier otra
índole) exactamente igual”, y todo porque estos están agrupados entre sí.

Una de las maneras de las que se sirve nuestra mente para ordenar sus contenidos es
sencillamente echar mano de los grupos que componen la realidad social. Al final, los individuos que
componemos el mundo, estamos “obligados” a pertenecer a grupos y categorías sociales.
El proceso de categorización emerge como el componente central de la arquitectura de la mente. La
categorización como proceso básico y general se pone en marcha a través de herramientas
cognitivas, como son los esquemas, categorías y guiones. Todas ellas agrupan por semejanza,
simplifican la diversidad y exageran la semejanza hacia el interior y la diferencia al exterior. *

*Ejemplo: dentro de tu grupo de amigos, exageráis el hecho de que os parecéis mucho


entre vosotros/as à exagerar la semejanza al interior (porque sois todos súper guais y os
parecéis mucho entre vosotros/as), pero también exageráis vuestras diferencias con
aquellos que no forman parte de vuestro grupo à exagerar las diferencias al exterior
(porque sois muy únicos entre vosotros/as y el resto es diferente).

Para Bartlett, el concepto de esquema está asociado al de organización de la experiencia pasada que,
convertida ya en conocimiento, actúa como guía de la conducta actual (por ello, un esquema sería
aquello que controla la conducta de uno a través de su conocimiento previo). El concepto de
esquema como contenido de conocimiento sobre algún aspecto de la realidad es equivalente al de
categoría. El concepto de categoría va a ser utilizado con dos acepciones comunes y
complementarias:
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• Como un conjunto de personas que mantienen entre sí algún parecido o semejanza.


• Las categorías siempre están llenas de contenido que conforman una teoría (un esquema)
sobre un aspecto de la realidad. Las personas de un mismo tono de piel à misma categoría.

Proceso de categorización
• Henri Tajfel define la categorización como el ordenamiento del ambiente social en
términos de agrupamiento de personas de manera que tenga sentido para el individuo
• Es decir, es un proceso de ordenamiento del ambiente en categorías, agrupando personas,
objetos y eventos en función de la semejanza o equivalencia mutua y está impregnada de
valores culturales y representaciones sociales. Ejemplos son los estereotipos, los prototipos
y la acción colectiva.

Estructuras de la cognición social


Esquemas Formas de organizar y procesar la información procedente del medio, que
comprende nuestro conocimiento general sobre cualquiera de los objetos que lo
integran.
Categorías Formas de organizar y procesar la información del mundo social, bien a título
individual o perteneciente a grupos o categorías sociales
Guiones Forma de organizar y procesar la información respecto a una determinada
situación y respecto a los acontecimientos que tienen lugar en ella.

Los esquemas categoriales son el conocimiento (ideas, opiniones, valoraciones…) sobre la realidad
formada por las personas, los grupos, y sus diferentes acciones y relaciones. Los esquemas
categoriales cumplen una serie de funciones:
1. Son, en definitiva, estructuras cognitivas que contienen la información general (ideas,
opiniones…) sobre los atributos de un determinado ámbito de la realidad (mujeres, hombres,
inmigrantes…). Por ello, son la herramienta para agrupar y simplificar.
2. En los esquemas categoriales la información tiene una estructura piramidal en dos aspectos:
o Su nivel de abstracción o inclusión (en la riqueza, distintividad y concentración de la
información)
o Centralidad de sus contenidos (su prototipicidad)
3. Cuando en la mente está presente un determinado esquema categorial, la atención tiende a
dirigirse a aquellos objetos o entidades que tengan características similares a dicho esquema.
En definitiva, los esquemas señalan los objetos a los que se dirige de manera preferente la
atención y nos los hacen visibles (sumado a su posterior almacenamiento en la memoria).
4. Nos sirven de guía para procesar la información a la que estamos expuestos.
5. Nos permiten procesar de manera rápida (e incluso automática) la información procedente de
los inputs estimulares relacionados con el contenido del esquema. Es decir, nos permite:
o Procesar la información de manera fluida y sin demasiado esfuerzo
o Hacer inferencias de manera rápida
o Desplegar nuestros recursos cognitivos sin que se aprecien sus limitaciones
o Codificar la información consistente e inconsistente con los contenidos del esquema
o Cumplir con una función protectora del “yo” (estrategias comparativas con los otros)
6. Los esquemas permiten completar la información que recibimos del medio y añadir
aquellos datos que falten en esta.
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7. Los esquemas nos proveen de expectativas para anticipar la conducta propia y la ajena, así
como establecer metas y rutinas. Una vez se activan, los esquemas sirven de predicción y
guía.
8. Los esquemas son fruto de la experiencia personal y forman parte del aprendizaje.

2.3 EL CONTENIDO DE LOS ESQUEMAS CATEGORIALES

Los contenidos de nuestra mente se organizan de manera prioritaria en términos categoriales. Por
ello, más que considerar a los individuos como constelaciones únicas de inclinaciones y atributos
personales, se tienden a interpretar como parte de una categoría (como primera definición o
descripción de su persona) y principalmente como miembros de las categorías sociales a las que
pertenecen. Prototipos, estereotipos, rasgos y ejemplares son conceptos que aluden al tipo de
información que se encuentra almacenada en nuestra mente y son muchas veces los contenidos que
conforman la información de los esquemas categoriales. Estos contenidos aluden a dos supuestos:
• La existencia de una cognición socialmente construida y compartida.
• Esta cognición se pone en marcha a través de la comparación.

2.3.1 Prototipos y ejemplares

La información de la que disponemos y archivamos en nuestra memoria consiste, de manera


prioritaria, en rasgos, atributos, etc., que suelen ser características de las personas más
representativas y más características de un grupo o de una categoría social.
Supuestamente, las personas que pertenecen a una misma categoría son similares entre sí en sus
conductas, formas de ser o atributos básicos, que, a su vez, las diferencias de otros grupos de
personas e individuos (al agrupar, separamos). Esta es la clave del prototipo: el principio de
economía cognitiva, según Rosch, dicta que las categorías han de ser percibidas como claramente
separadas entre sí y que existen dos maneras de conseguirlo:
a) Trazar con toda claridad los límites y fronteras entre las categorías.
b) Definirlas con ayuda de sus casos más claros y representativos. Dado que las categorías son a
veces borrosas, tendemos a utilizar como criterio los casos que la gente percibe como los más
representativos de una categoría.
En definitiva, el conocimiento en torno a una categoría se representa en la MLP como un prototipo
que encierra dentro de sí el significado de la categoría. En el caso de la categorización de las
personas, hay factores que pueden definir la prototipicidad:

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• Aquellos atributos que son percibidos comunes con la categoría (a > cantidad de atributos
relevantes que se consideren o perciban de esa persona u objeto à más prototípico será).
• La dominancia, que sería grado en que los atributos coherentes con una categoría destacan en
el input estimular (“el grado en el que dichos atributos pertenecientes a una categoría social
determinada destacan en el individuo u objeto, marcando así su dominancia).
• El número de atributos presentes en una persona que son incompatibles o inconsistentes con
la categoría (a > número de atributos inconsistentes con la categoría à menos prototípico
será).
• Número de atributos que pueda tener en común con los miembros de otra categoría (a >
número de atributos que un individuo u objeto tenga en relación con una categoría social que
no es la suya, menos prototípico respecto a su categoría será)

Cantor, Mischel y Scheartz reivindican el contexto a la hora de analizar las estrategias que
utilizamos para almacenar la información: las personas no pueden ser entendidas como sujetos
aislados e independientes del contexto. Las estructuras sociocognitivas más ricas, las más comunes
y las más útiles son esquemas en torno a personas-dentro-de-situaciones.

Joseph Forgas habla de episodios sociales como “representaciones internas de rutinas de interacción
recurrentes dentro de un determinado medio subcultural”.

Script: estructura que describe la secuencia de eventos dentro de un contexto particular.

En muchas ocasiones, la información que hemos registrado mentalmente proviene de personas


concretas que son percibidas como modelos ejemplares de una categoría. La diferencia con los
prototipos reside en la procedencia de la información: en los ejemplares, bastaría la información
procedente de uno de los miembros de una categoría generalizando dicha información a la categoría
(la info de un individuo de una categoría puede generalizarse a la info de dicha categoría a la que
pertenece). Proposiciones de este modelo de almacenamiento de información:
1. Almacenamos en la memoria representaciones de personas concretas que consideramos el
mejor ejemplar de una categoría.
2. Utilizamos dicha información cuando nos enfrentamos a un input estimular que sea
semejante (por ejemplo, cogemos a X persona y la tomamos como mejor ejemplo de una
categoría à generalización; ahora viene Y, otra persona similar o perteneciente a la misma
categoría, e implementamos toda la info generalizada de esta primera situación a la nueva
persona Y).
3. La atención prestada a las características de un determinado estímulo depende de factores
sociales, motivacionales y contextuales.

El modelo mixto prototipos-ejemplares es el más común y el más eficaz: las personas


disponemos de la flexibilidad suficiente para utilizar una información prototípica o una información
ejemplar bajo determinadas circunstancias (interesante para saber la info que las personas tienen en
cuenta al final).
Experimentos posteriores ponen de manifiesto información de interés:
a) El aprendizaje de una información prototípica suele ser muy frecuente entre las personas;
así, cuando dicha información hace acto de presencia, el uso de atributos típicamente
grupales (prototipo) se impone a la semejanza con personas concretas del grupo (ejemplar).*

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b) Cuando el prototipo está ausente, la información procedente de ejemplares pasa a jugar un


papel importante.
c) La información procedente de la estrategia prototípica o ejemplar se almacena de manera
independiente en la memoria.

*Esto significaría que el hecho de tener un prototipo sobre un grupo de personas


(entendiendo prototipo como el conjunto de características más típicas y/o ejemplares que se
tienen de distintos grupos. Ejemplos:
• Los “cayetanos o borjamaris”à son pijos, llevan camisas grandes para parecer petaos y
náuticos anticuados
• Los “otakus” à no se duchan
• Los “emos” à un gran xD y asociales)
haría que, directamente, al ver a cualquier miembro de estos grupos, se le asignara las
características más representativas o generalistas del conjunto al que supuestamente pertenece (sin
tener en cuenta a la persona como un ente individual).

Cantor y Mischel realizaron una construcción de taxonomías de personas a lo largo de tres pasos:
1) Nivel supraordenado: del que se parte de cuatro categorías básicas y generales que aparecen
de manera frecuente como factores clasificantes en los estudios de personalidad. Estas
categorías son:
a. Personas extrovertidas.
b. Personas cultas.
c. Personas comprometidas con una causa.
d. Personas emocionalmente inestables.
Es un nivel donde hay un alto nivel de abstracción e inclusión (no es diferenciador).
2) Nivel intermedio: posee menor nivel de abstracción que el supraordenado. Se incluye
información sobre grupos y categorías de personas y cuya riqueza, diferenciación y
concreción resulta especialmente útil.
3) Nivel subordinado: rasgos o conductas particulares que manifiesta una persona en una
situación determinada. Alta distintividad y diferenciación, baja inclusividad.

Esto demostró que las personas


pueden ser incluidas en más de una
categoría y, por ello, incluyen una amplia
variedad de personas agrupadas de
acuerdo con diversos criterios. Además,
existen importantes paralelismos entre el
sistema de clasificación de objetos y el de
personas.
Además, el nivel medio de
categorización de personas en el que la
intersección de riqueza, diferenciación y
concreción alcanza su mayor utilidad,
sería el mejor para describir los parecidos
entre personas, para diferenciar a una
persona de otra y nos ofrece info sobre las
personas en general.
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2.3.2 Rasgos de personalidad

Algunos de los contenidos que forman parte de las categorías aluden directamente a rasgos de
la personalidad y son, además, teorías implícitas de la personalidad. Nancy Cantor y Walter Mischel
declaran que los rasgos de personalidad funcionan como prototipos a la hora de organizar la
información sobre las personas. Los rasgos nos diferencian a unos de otros, pero también nos
asemejan.
Todas las características son estructuras semánticas (significados valorativos) que forman
parte de nuestros esquemas categoriales, marcan el camino de recogida y del uso de información. La
particularidad de estas etiquetas semánticas es su flexibilidad: las aplicamos a grupos, a personas
concretas en su calidad de miembros de determinados grupos y a personas en su acepción más
individual. Nuestros esquemas poseen distintos tipos de info, como categorías sociales (mujer,
hombre, rico, pobre) y rasgos de personalidad (alegre, valiente, aburrido).
Se estipulan los rasgos como contenidos de los esquemas categoriales.
Nuestros juicios y opiniones pasan de un nivel a otro con agilidad; un mismo input estimular puede
pertenecer a más de una categoría y puede ser definido de acuerdo con distintos contenidos
categoriales, no importa la experiencia directa que tengamos respecto dicho input.

RESUMEN DEL CAPÍTULO. De esta forma:


• A veces nos fijamos si un determinado input estimular contiene rasgos y características
típicas de un determinado grupo de personas à prototipo
• En otras, nos fijamos si un determinado estímulo social (persona) se parece a otra que
consideramos como ejemplo (ejemplo general de categoría)
• La comparación SIEMPRE está presente en ambas estrategias

CAPÍTULO 4: EL MODELO DUAL DE LA COGNICIÓN


SOCIAL
“Algunas cosas tienen que ser creídas para ser vistas”
A veces, somos conscientes de la aparición de un estímulo, pero no nos damos cuenta de su efecto o
influencia en nosotros, y otras ni siquiera divisamos el estímulo.

Tal y como se vio en el capítulo anterior, Ana Frank tenía una gran NC y la mejor prueba de
esto es que no existe día en el que no se plantee ninguna duda, pida una explicación de diferentes
acontecimientos o muestre su acuerdo o disconformidad ante algo.
Igual que a Ana, a todos nosotros se nos hacen presentes cosas sin que muchas veces nos demos
cuenta ni las busquemos. Es por ello por lo que nuestra mente se sirve de dos maneras
complementarias de procesar la información:
1) Una automática (sin esfuerzo)
2) Otra hace referencia a un procesamiento controlado (que lleva tiempo y pausa)

4.2 LOS PROCESO DUALES EN NUESTRA MENTE

Muchas veces no somos conscientes o no le concedemos importancia a los componentes y


características del contexto en el que nos movemos. A consecuencia de ello, no nos preocupamos o
no somos capaces de percibir o controlar la influencia que puedan ejercer sobre nosotros.
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Además, no somos conscientes de haber almacenado en nuestra mente determinada información y


tampoco la recuperamos de manera intencional o voluntaria (esa info se sitúa fuera de nuestro
control). Por último, a la hora de actuar en una dirección determinada o de tomar una decisión,
frecuentemente nos dejamos guiar por nuestra intuición (sentido), estereotipos o prejuicios de forma
espontánea.
Todo esto gira en torno a un proceso: el CONTROL.

Por esto, la cognición social supone la existencia de dos maneras de procesar y recuperar la
información: una regida por el control y otra carente de él (automática).
• El control se asocia a la conciencia, intención, planificación y atención explicitas,
deliberación y razonamiento à Procesamiento controlado
• La ausencia de control (automático), se vincula con lo intuitivo, automático, involuntario,
implícito, y, con frecuencia, a lo inconsciente à Automaticidad
Ambas son comunes en nuestra vida cotidiana y forman parte de nuestros procesos cognitivos.

Respecto a este modelo, hay dos coincidencias básicas:


1. La dificultad de trazar una clara división entre ambos tipos de procesamiento. Ambos pueden
estar presentes al mismo tiempo en cualquier proceso. Automaticidad y control no son dos
procesos excluyentes, sino que se encuentran y se cruzan en muchos puntos de sus
respectivos caminos. Los rasgos del control y la automaticidad son cuestión de grado
(principio de gradualidad), de mayor o menor presencia de uno u otro.
2. La más importante: nuestra mente prefiere lo automático e intuitivo; es decir, aquello que
NO es deliberado y que es rápido.

Walter Schneider y Richard Shiffrin hablaron de una doble secuencia que la memoria utiliza
para almacenar la información. Por un lado, disponemos de una secuencia automática (conexiones
asociativas en la MLP) que se activa de manera involuntaria (sin control de uno). Paralelamente,
nuestra memoria utiliza una secuencia que se pone en marcha bajo el control y la atención de la
persona y que solo puede producirse de manera serial dada la capacidad limitada del almacén donde
se guarda (la MCP). Esta limitación, eso sí, se compensa con la capacidad de iniciar, recuperar, etc.,
a nuestro antojo los procesos en marcha.
Esto querría decir que la información que se almacena en nuestra memoria, bien se puede
“recuperar”:
• De una manera automática y sin control à aquella presente en la MLP (recordar sin
control alguno imágenes de un familiar de hace muchísimos años, o bien saber a la
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perfección como es tu barrio o el nombre de tus vecinos sin hacer un esfuerzo o ser
consciente del proceso deliberado de recuerdo)
• De una manera controlada y deliberada à en la MCP (recordar el temario durante un
examen, que memorizaste el día anterior)

Numerosos autores apuestan por la idea de que existe un procesamiento asociativo basado en la
experiencia acumulada que opera de forma automática y otro que nosotros ponemos en marcha
voluntariamente.
Es decir: la experiencia previa o pasada, según algunos autores, pasa por procesos de asociación y
unión o bien de forma inconsciente (sin control aparente, como el enlazar eventos que te han
ocurrido durante un día especial sin hacerlo queriendo y luego acordarte de todo) o de forma
controlada (al querer recordar una secuencia de eventos por ti mismo, desde temarios de examen
hasta asociar eventos entre sí, etc.)

Daniel Kahneman y Amos Tversky hablan de razonamiento e intuición para referirse a


esos dos sistemas. El razonamiento es algo deliberado, requiere esfuerzo y es el responsable de
nuestros juicios. El pensamiento intuitivo es espontáneo, no requiere de cálculo y se realiza sin
esfuerzo o con mucho menor esfuerzo. El pensamiento intuitivo es rápido, mecánico y asociativo y
suele ir acompañado de un componente emocional, además de ser más frecuente que el deliberado.
En resumen:
a) Intuición y razonamiento à dos vías que nuestra mente usa cotidianamente para la resolución
de problemas
b) Intuición à impresiones rápidas y espontáneas
c) Razonamiento à juicios y opiniones deliberadas
d) La gente se enfrenta a preguntas difíciles sustituyéndolas por otras fáciles
e) Este procesamiento à prototípico
f) Necesaria la introducción de la emoción en este proceso y la influencia de esta sobre
nosotros, nuestros actos y juicios
Cabe remarcar que el modelo dual no es blanco o negro, sino que hay muchos grados de control-
automaticidad.
Nuevamente, Daniel Kahneman y Amos Tversky han estudiado la psicología de las decisiones
y creencias intuitivas. Los atajos mentales y errores (sesgos) que cometemos a la hora de seleccionar
o integrar información que nos sirve tomar decisiones, emitir juicios o llevar a cabo una determinada
acción son los llamados heurísticos. La mayor parte de los juicios y elecciones que hacen las
personas, se realizan de manera intuitiva. La gente reduce las tareas complejas a operaciones más
sencillas mediante una operación de economía cognitiva, que consistente en la sustitución del
“atributo objetivo” de la escena con su correspondiente “atributo heurístico”, de mayor facilidad de
acceso. Los heurísticos serían un componente clave en los procesos de automaticidad de la doble
estrategia para procesar o almacenar la info que tiene nuestra mente.

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HEURÍSTICOS

Corresponde con el hecho de que las personas, por lo general, evalúan la


probabilidad o frecuencia de diversos acontecimientos teniendo en
cuenta únicamente la facilidad con la que le vienen a la mente ejemplos
Disponibilidad concretos o casos que representen esa escena
Un ejemplo significativo sería el hecho de que al hablar de un
“accidente”—a secas—, las personas tienden a imaginarse de
forma casi automática un accidente de coche o de avión, ya que es
lo que está más disponible en su memoria

Este heurístico activa el mecanismo de la pertenencia grupal o categorial


y, más en concreto, el prototipo. Se sustituye, por ello, el “atributo
objetivo” de la escena, objeto, persona, etc., con su correspondiente
Representatividad “atributo heurístico” à estereotipo
Es decir: asociamos de forma automática a aquellas personas que
tienen un comportamiento o rasgo semejante al contenido de un
esquema categorial (que tenemos en nuestra mente) a este último
Un ejemplo sería atribuir estereotipos a una minoría (p. ej.)
étnica à “los gitanos son unos ladrones” (me duele decir esto)
Tener un marco de referencia previo hace que, en muchas ocasiones,
nos dejemos llevar fácilmente de forma consecuente por este en nuestros
juicios y valoraciones. Una primera impresión u opinión sobre algo va a
hacer que esta se “arrastre” e impregne las consecuentes impresiones de
Anclaje y ajuste otras cosas.
Ejemplos muy significativos son los precios: nos dejamos guiar
por los primeros que vemos y, en comparación a estos, vemos
otros productos como caros o baratos en función de este primer
dato o marco referencial. Otro ejemplo sería la primera impresión
que tenemos sobre alguien, que determina nuestro
comportamiento futuro hacia esa persona

Es la tendencia a creer que tenemos más posibilidades que la media de


que nos ocurra algo positivo y menos probabilidades de que nos ocurra
Optimismo ilusorio algo negativo:
Creer, sin razón, que tenemos mayor probabilidad de que nos
ocurran cosas positivas que a los demás

Sesgo de negatividad Tendencia a prestar más atención a la información negativa o indeseable


que a la positiva à vigilancia automática

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TEMA 2: IDENTIDAD SOCIAL


Capítulo 5

CAPÍTULO 5: LA NATURALEZA MULTIDIMENSIONAL


DEL “YO”
Hablar de la familia en una autobiografía suele ser habitual. De hecho, se suele utilizar de
manera de presentación del “yo” y lo hacen otros para identificarnos. La familia en nuestras
autobiografías aparece como algo que nos pertenece y a lo que nos sentimos pertenecientes.
Pertenencias y, sobre todo, sentimiento y valor emocional de las pertenencias grupales y
categoriales son dos dimensiones del “yo”. La pertenencia categorial no es la única manera que
tienen las personas de presentarse a sí mismas. Los otros, también conjugan verbos epistémicos y
emocionales respecto a nosotros (a lo que somos, cómo nos comportamos y el papel que jugamos en
la vida).
La propia Ana Frank lo decía en su Diario: “me dicen egoísta, holgazana […] y aunque me río de
ello y hago como que no me importa, en realidad me afecta y me gustaría pedirle a Dios que me
diera otro carácter, uno que no haga que la gente descargue su furia sobre mí”.

Otro de los supuestos que venimos manejando es que las personas somos capaces de conjugar
verbos epistémicos y emocionales respecto a nosotros mismos, y esto lo hacemos de manera
continuada y muchas veces automática. Cuando hablamos o nos referimos a nosotros mismos lo
hacemos de diversas maneras: hablando de los nuestros en el sentido más amplio del término,
refiriéndonos a lo que otras personas opinan de nosotros, recordando eventos propios o recitar lo que
pensamos de nosotros mismos, entre otras. La cantidad de cosas que uno conoce sobre sí mismo
(creencias, ideas…) es teóricamente ilimitada en cantidad y amplitud. Además, el “yo”:
• Está presente en la práctica totalidad de nuestras actividades mentales y sociales à el “yo”
como objeto extenso
• Pero no siempre lo hace de la misma
manera à el “yo” con diversos
rostros

A partir de esta primera aproximación a la


naturaleza multidimensional del “yo”
(haciendo referencia a las múltiples
dimensiones, fragmentos, partes o categorías
de este), se han propuesto dos hipótesis:

1º Hipótesis: Cuando una persona


habla de sí misma suele utilizar
principalmente dos marcos de referencia:
sus pertenencias grupales o categoriales
(consensual references), o sus rasgos y
características más personales
(subconsensual references).
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2º Hipótesis: (vinculada con la Teoría de la autopercepción) Las personas llegan al


conocimiento de sus propias actitudes, emociones y otros rasgos y características internas,
parcialmente a partir de las inferencias que hacen de la observación de su propia conducta y de
las circunstancias en las que esa conducta se manifiesta. Alude a la percepción interpersonal, la
percepción que los otros tienen del “yo” y con cuya ayuda pueden forjarse una impresión de
nosotros o hacer inferencias respecto a nuestro comportamiento o manera de ser.

Algo interesante: cuando la info procedente de nuestro propio ser (de nosotros) sea ambigua o
difícil de interpretar, dependeremos de la info externa sobre nosotros para inferir estados
internos.
Ejemplo: “no sé por qué la gente se aleja de mí, si yo no hago nada o no creo hacer nada;
no lo sé” à Entonces, hablo con mis amigos y me dicen que, muchas veces, “soy muy
borde con los demás, los trato y hablo mal y parece que me creo superior a ellos por mi
tonalidad y gestualidad”.à Ahí utilizo esa información externa para inferir mis estados
internos à “Podrá ser que trato mal a los demás porque me creo superior a ellos, es
verdad. Pero no sé por qué ni soy consciente de ello, por lo que iré a terapia para
descubrirlo, ya que es un problema”. à Psicólogo me da info externa (causas, p. ej.) sobre
mi problema à Utilizo la info para “mejorar” mi “yo”.

Cuando uno habla de sí mismo usa verbos epistémicos y emocionales (querer, desear,
recordar, olvidar, imaginar, etc.). La conjugación de dichos verbos denota la existencia de procesos
metacognitivos complejos que nos permiten pensar en nuestros propios pensamientos.
El “yo” es, por lo tanto, el fruto de nuestra capacidad para conjugar verbos epistémicos y
emocionales respecto a nosotros mismos, a lo nuestro y a los nuestros. El “yo” es un objeto activo de
conocimiento gracias a la capacidad de la mente humana para desdoblarse y ser al mismo tiempo
objeto y sujeto à Esto haría referencia al “yo” empírico de William James.
El resultado de este proceso es el autoconcepto, la identidad y la autoestima.

En su acepción más amplia, el “yo” de un individuo es la suma de todo lo que PUEDE


llamar suyo.
No importa si aquello que puede llamar suyo es personal o material (una casa o un hermano) à si
crecen, se siente triunfante; si se pierden o desaparecen, se siente empobrecido.

El "yo" = å todo lo que puede llamar 𝐬𝐮𝐲𝐨

Aquí también juega un papel importante los otros, pues toman opinión de nosotros, lo nuestro y los
nuestros à esto influye en nuestra autoestima, esquemas e identidad.

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5.1 EL “YO” COMO ORGANIZADOR DE LA COGNICIÓN SOCIAL

El esquema categorial del “yo” juega un papel fundamental en nuestro sistema cognitivo: no
es solo un organizador de la cognición social, sino que también es una “sala de máquinas” de la vida
social.
Hazel Markus habla de la existencia de esquemas del “yo” y los define como generalizaciones
cognitivas sobre el sí mismo derivadas de la experiencia pasada, que organizan y guían el
procesamiento de la info a la que se enfrenta la persona en el transcurso de sus experiencias sociales.
Estos esquemas, además:
• Incluyen representaciones cognitivas de eventos y situaciones específicas. Hacen referencia a
la memoria episódica de las personas:
o Describen como el “yo” articula y organiza en la memoria los elementos de la vida
• Muestran representaciones y evaluaciones de las regularidades de la conducta hechas por la
propia persona o los otros
• Actúan como mecanismos selectivos de info que se procesa y se estructura en la mente
• Completan la info sobre el “yo”
• Hacen predicciones futuras (info del “yo” usada para hacer inferencias futuras)

Realmente las funciones de los esquemas del “yo” se parecen mucho a las de los esquemas
categoriales o grupales (ambos hacen referencia al ámbito del “yo”). Sin embargo, Hazel ha
comentado ciertas diferencias en cuanto a los esquemas del “yo”:
a) Estos son amplios y complejos: nadie sabe más de nosotros mismos que nosotros mismos
b) Existe una interrelación entre la info y los datos que tenemos del “yo”
c) Usamos verbos epistémicos a diario, por lo que la activación de estos es muy frecuente
a. Los usamos para referirnos a nosotros mismos (nuestras conductas, ideas…), a lo
nuestro (logros, títulos, posesiones…) y a nuestras pertenencias categoriales.
d) Estos esquemas tienen una fuerte carga afectiva (emocionalidad) à gracias a ellos, tenemos
el componente decisivo (los esquemas del “yo” nos ayudan a decidir en la vida cotidiana).
El “yo” ocupa el centro de la estructura y de los contenidos de nuestra cognición y nuestra mente.

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Anthony Greenwald establece que el núcleo central de la estructura social del conocimiento
(SKS: Social Knowledge Structure) está conformado por contenidos relacionados con las
actitudes, los estereotipos, el autoconcepto y la autoestima. Todos ellos forman parte de la cognición
social. Dicha estructura se sustenta sobre cuatro asunciones:
1. Una parte muy significativa del conocimiento social puede representarse en una red de
asociaciones de distinta intensidad entre conceptos relacionados con las personas (incluido el
“yo” y sus roles, los grupos y los atributos pertenecen pertenecientes a cada uno). Hay que
tener presente tres matices:
a) La importancia que tienen para el “yo” distintas personas, grupos y atributos
b) La inclusión del rol (propio) como parte del conocimiento y representación del “yo”
c) La presencia de los estereotipos (asociación del “yo” con categorías y grupos a los
que se pertenece)
2. Hay un acuerdo generalizado en considerar al “yo” como una entidad central en la estructura
social del conocimiento. Este quedaría representado a través de sus asociaciones con
personas, grupos y atributos en una red asociativa de esquemas
3. Estos conceptos mantienen entre sí relaciones de equilibrio cognitivo (que operan de forma
automática y deliberada)
4. Para la mayoría de las personas, el esquema del “yo” está asociado con atributos de
valencia positiva. Tenemos la pretensión innata a procurar que se nos vea de modo
favorable, pues no somos animales gregarios (esto corresponde con el “yo social” de William
James).

Esto querría decir que el autoconcepto se nutre de info o atributos POSITIVOS. Los contenidos
que codificamos y almacenamos buscan aportar un significado positivo del esquema del “yo”.
Las consideraciones sobre los esquemas del “yo” nos permiten enriquecer teóricamente nuestro
primer esquema para entender el “yo” como un proceso en un continuo cambio que se muestra con
cierta regularidad a lo largo del tiempo, cuyo conocimiento procede de distintas fuentes
(características personales, grupos a los que pertenecemos, roles, etc.) y que busca asociarse con
atributos positivos.

5.3 LOS OTROS COMO PRECONDICIÓN DEL “YO”

En esta asignatura no se va a hablar tanto de los circuitos neuronales en los que reside el “yo”. Por
muchos datos de nivel fisiológico que se establezcan en relación con el conocimiento del “yo” a
nivel cerebral, el perfil del “yo” acaba en un vacío social, siendo irreal.

Solomon Asch establece que el “yo” no es el mero reflejo de las influencias sociales como
tampoco es una entidad absoluta que gira en torno a su propia órbita. Sino que es AMBAS a la vez.
Esto querría decir que el “yo” es la suma/conjunción de las influencias (sociales) que el individuo
tiene que vivir a lo largo de su ciclo vital y, a su vez, la representación de este como un total
“independiente del resto” (“yo” = persona individual existente por sí misma + el entorno e
influencias sociales sobre ella (personas que le rodean, la cultura, su lugar de nacimiento, etc.)) à
“yo soy yo y mis circunstancias” (Ortega y Gasset)

Según Norbert Elias, el tejido formado por las relaciones de las personas no puede ser
entendido a partir de uno formado únicamente por seres humanos individuales y el individuo solo
podrá ser entendido a partir de su convivencia con otros. En efecto, el ser humano particular solo es
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capaz de decir “yo” porque es al mismo tiempo capaz de decir “nosotros”. El hecho de la existencia
del “yo”, denota la conjunta existencia de este con “nosotros”. Ya la idea de “soy yo”, cuanto más la
idea “yo pienso”, presuponen la existencia de otras personas y la convivencia con otras personas:
presuponen un grupo, la sociedad.*
*Esto podría ser debido a que, para decir “yo pienso”, se tiene que suponer que hay otras personas
que van a escuchar dicha opinión. “Yo pienso” indica que se va a dar una opinión, un pensamiento
propio, pero que este se va a compartir con otras personas. à “Yo”, aquí, denota “nosotros”
Juan de Mairena habla acerca de la incurable otredad del ser: los “otros” no solo son
necesarios para saber quién soy, sino que son un espejo en el que todos los días nos miramos y que
refleja nuestra imagen.
Además, se establece que no hay sentido del “yo” sin sentido del “tú”, del “él” o del “ellos”.
Cuando nos vemos en el espejo, todo lo que vemos nos genera interés porque lo divisamos como
propio. Además, nuestra mente imagina lo que otras personas piensan de nosotros y nuestra
apariencia, sobre todo:
• Cómo nos imaginamos que nos ven los otros
• Como nos imaginamos que juzgan y opinan sobre nuestra apariencia
• El sentimiento personal, las actitudes y sentimientos hacia nosotros mismos surgidos a
consecuencia de ello
o Orgullo, preocupación, vergüenza, etc. à el resultado es la self-idea

Cooley sabe que los juicios y valoraciones que hacen los otros sobre nosotros, juegan un
papel fundamental en la posterior imagen y pensamiento que los “juzgados” tendrán sobre sí
mismos. De ahí que toda psicología social ha de tener la existencia de los individuos como unos
fuera del vacío social.
Las neuronas espejo han convertido la metáfora de Cooley en una realidad. Se trata de un grupo de
células que nos permite entender a los demás (también responsables de que podamos conjugar verbos
epistémicos y emocionales sobre los otros).
Al contrario que la visión descontextualizada del “yo” que ofrece gran parte de la neurociencia
social, Marco Iacoboni habla acerca de la naturaleza multidimensional del autoconcepto en los
siguientes términos:
1. Sin el “yo”, no tiene sentido definir a un “otro”, y sin ese “otro”, no tiene sentido definir al
“yo”. Es una relación de interdependencia en la que las neuronas espejo juegan un papel
importante tanto para entender los estados mentales de los “otros” como para construir un
sentido del “yo”.
2. Las neuronas espejo del cerebro infantil son formadas por las interacciones entre el “yo” y
el “otro”, pues se van conformando gracias a la interacción gestual entre bebé-adulto. à
Esto indica que autorreconocimiento e imitación están relacionados
3. Tan solo los monos criados en un entorno humano (abundante de estímulos e interacciones)
fueron capaces de reconocerse en un espejo. Se establece, por ello, una relación entre el
entorno social y el “yo”. Tanto en animales como en humanos el desarrollo del sentido del
“yo” se ve facilitado por un contexto social rico.
4. La cultura occidental, dominada por el individualismo, menciona que cabe hablar de la
posible existencia de una separación entre el “yo” y el “otro”. En contra de esta propuesta, las
neuronas espejo vuelven a reunir al “yo” y al “otro”. Existen diferencias culturales en las
personas a la hora de autodefinirse. En las culturas individualistas, el “yo” se entiende como
una identidad independiente, mientras que, en las sociedades colectivistas, la definición del
autoconcepto se da a través de los “otros”.
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El “yo” independiente es autónomo, individualista y egocéntrico. En la concepción


interdependiente, el “yo” está unido al contexto social y, por tanto, entra en escena la
conectividad entre personas, las relaciones entre actores, la identificación con otros y la
pertenencia común. En definitiva, las relaciones con otros juegan un papel muy importante en
la definición del “yo”.

Ahora se nos ofrecen nuevos argumentos sobre el “yo”. En el proceso de la ontogenia del
“yo” están presentes los “otros”, tanto a título personal, como formando parte de entidades
supraindividuales. El individuo llega a construir una imagen de sí mismo solo a través de un proceso
que implica a otro “yo”.
La autoconciencia no es algo que se le dé de antemano al sujeto. Son los otros quienes se convierten
en su precondición: ellos son los objetos sociales primigenios, aquellos en cuya compañía
aprendemos el juego del espejo (ejemplo relacionado con el caso de los primates de antes). Podremos
llegar a la concepción del “yo” gracias a la interacción con otros mediante unos pasos:
• Primero, a través del gesto (remarcando que el gesto es el inicio de la actividad y de la
conducta social)
• Luego, a través del lenguaje

El otro generalizado y el “yo” – Mead


Existen dos etapas en el desarrollo del “sí mismo”
1) El “yo” individual es el reflejo de las actitudes particulares de los otros hacia nosotros o
de nosotros hacia los otros
2) El “yo” es el resultado y reflejo no solo de las actitudes de personas particulares, sino
también, de las actitudes del otro generalizado (del grupo social como un todo, al cual
pertenece la persona)

Es decir, habría una primera etapa en la que el “yo” es un mero reflejo de mis actitudes hacia los
demás y viceversa y una segunda etapa, en la que el “yo” no sería solo el resultado y reflejo de las
actitudes de los demás hacia mí y viceversa, sino que también habría que mirar la actitud de los
grupos a los que pertenecemos y de los grupos con los que nos identificamos hacia nosotros y
nosotros hacia ellos, así como la actitud de nuestros grupos con otros y viceversa

La posición de Mead es diáfana: el “sí mismo” se nutre no solo de los comportamientos y


actitudes procedentes de individuos particulares, sino de los comportamientos y actitudes de los
grupos en los que estamos, y, más aún, de los grupos que pertenecemos y, sobre todo, con los grupos
que nos identificamos. Queda abierta la puerta a la identidad social.
El “sí mismo” no existe desde el nacimiento, sino que surge en el proceso de la experiencia de la
actividad social del individuo, por lo que se puede decir que es una estructura social que se origina y
surge en el transcurso de la experiencia social à emerge en la conducta

¿Cómo puede un individuo salir de sí mismo y convertirse en un objeto “para sí mismo”?


Según Mead, el individuo se experimenta a sí mismo como tal indirectamente, desde los puntos de
vista de los miembros particulares de su mismo grupo social o desde el punto de vista del grupo al
que pertenece como un todo (el todo generalizado). Por lo tanto, el completo desarrollo del “yo”
requiere de la implicación del “otro generalizado”.

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5.4 IDENTIDAD PERSONAL, IDENTIDAD SOCIAL E IDENTIDAD COLECTIVA

Bern Simon defiende que la identidad personal es la interpretación valorativa que la


persona hace de sí misma basada en una configuración compleja de aspectos del “yo” que nos
diferencian de otros y que no son redundantes. La identidad es el principio organizativo de la
personalidad.
Según Bernardo Moreno, el autoconcepto es la representación mental global que el sujeto hace de sí
mismo. En esta acepción tiene sentido la identidad subjetiva (la que el sujeto se atribuye de forma
explícita). El autoconcepto no es un elemento más de la personalidad, sino la representación
cognitiva que engloba a todos los elementos de la personalidad. El autoconcepto, aunque está
formado por la adscripción personal de múltiples aspectos, tiene su propia unidad (es único y está
representado como un todo).

Al final, la identidad son todas aquellas dimensiones o rasgos personales que convierten al
“yo” en único y singular, en una red de distintividades que nos hacen exclusivos. El valor de las
dimensiones de personalidad adquiere su verdadero significado psicológico para el “yo” por
comparación (a través de la vida e interacciones sociales, inter e intragrupales). Detrás de la
comparación se encuentra el impulso de autoevaluación. Aquí es donde aparece la Teoría de la
comparación social de Leon Festinger: “en el organismo humano existe un impulso a evaluar sus
opiniones y habilidades” y, como resultado, estas opiniones y habilidades adquieren significado tanto
para el “yo” como para los “otros”.

Tal y como ya se ha comentado, para la cognición social, el hecho de que pertenezcamos a


grupos y categorías sociales es uno de los criterios más importantes que usamos para poder utilizar
verbos epistémicos y emocionales respecto a nosotros y a otros. Algunos de los atributos que
colaboran para hacernos diferentes provienen de los grupos a los que pertenecemos.
Es decir: al final, pertenecemos a grupos diferenciados y el hecho de asignar características a tu
grupo para entenderlo como diferente al resto, va a hacer que los integrantes del grupo se
salpiquen con esos atributos à algunos de los atributos que nos diferencian como personas son
aquellos que destacan en nuestros grupos sociales

Volvamos a Asch cuando dijo que el “sí mismo” no es una entidad absoluta que gira en su
propia orbita ni tampoco es el mero reflejo de las influencias sociales, sino que es ambas a la vez.
De esta propuesta de Asch nace la más sólida teoría sobre el “sí mismo”, cuyo autor es Henri Tajfel:
la Teoría de la identidad social. La identidad social, para él, sería el nexo entre el funcionamiento
cognitivo y los procesos sociales (entre lo social y psicológico, lo grupal e individual). En definitiva,
revivió el interés por las relaciones entre el funcionamiento psicológico humano y los procesos y
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acontecimientos sociales que moldean ese funcionamiento y son moldeados por él. Es decir, la
psicología humana moldea lo social y lo social, a su vez, moldea la psicología humana.

Volvamos a la categorización como uno de los precursores de la identidad social (debido a


que, dentro de esta, estaría la diferenciación categorial entre personas y su consecuente comparación
de unos con otros).
El proceso de categorización no solo agrupa, simplifica, sistematiza y ordena la realidad que nos
rodea, sino que señala e indica el lugar que cada uno ocupa dentro de ella, por lo que nos sirve como
autorreferencia social (como cuando los judíos, durante la época de la Alemania nazi, llegaron a
decir: “algún día volveremos a ser personas y no solamente judíos”.).*
*La propia categorización lleva consigo que la propia vida te “diga”: “tú eres esto”. Un claro
ejemplo es la esclavitud que existió, por desgracia, hasta hace relativamente poco (sobre todo
usando mano de obra de países colonizados, etc.): a los esclavos se los categorizaba (se les
atribuían características determinadas) y ello conllevaba que tanto los otros como ellos mismos
determinasen el “lugar” que ocupaban en la realidad histórica del momento (no tenían derechos,
eran inferiores, se les atribuían características negativas en general…), aunque evidentemente los
esclavos no estuvieran de acuerdo con ello (y cómo no vaya). De ahí que se hable de
autorreferencia social.
En definitiva, formar parte de determinados grupos puede afectar al autoconcepto, hay una parte del
“yo” que se alimenta de la pertenencia a grupos sociales (esto puede estar vinculado justo a lo que se
acaba de comentar).

Categorización e identidad sociales

La identidad social es aquella parte del autoconcepto de un individuo que deriva del
conocimiento de su pertenencia a un grupo junto con el significado valorativo y emocional
asociados a la pertenencia.

Conocimiento de pertenencia grupal + el valor y componente emocional de ello = identidad social

Eso sí, la idea que tiene uno mismo de su propio ser será, cuanto menos, mucho más compleja que
su identidad social. Pero, por compleja que sea la idea que los individuos tienen de sí mismos en
relación con el mundo (físico o social), algunos de los aspectos de esta idea son aportados por la
pertenencia a grupos o categorías. Algunas de estas pertenencias resultan más relevantes que otras
y pueden variar en relevancia a lo largo del tiempo y en función de una variedad de situaciones
sociales.

Hay varios temas de interés en relación con la identidad social:


En primer lugar, cabría hablar de la complejidad del autoconcepto y de sus múltiples caras. La
identidad social se despliega en múltiples acepciones: identidad nacional, identidad regional,
identidad de género, etc. Y la pertenencia a cualquiera de estas puede ejercer influencia sobre el
autoconcepto.
La naturaleza de la identidad social se refleja en la idea de que algunos aspectos del conocimiento y
de los pensamientos que las personas tenemos de nosotros mismos provienen de los grupos a los que
pertenecemos. Pertenecer a grupos no es una opción, sino una necesidad básica y universal. A veces,
uno puede elegir los grupos a los que quiere pertenecer; otras, las categorías nos pueden venir dadas
por diferentes aspectos como la etnia, el género, la raza, la nacionalidad, etc.

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Por otro lado, la información que procesa nuestra mente se refiere a hechos, objetos, personas y
acontecimientos que tienen para nosotros un significado y que atribuimos un valor. Los grupos a los
que pertenecemos son uno de esos objetos, un objeto especial, ya que contiene en gran medida al
“yo”.
No todos los grupos a los que pertenecemos tienen la misma importancia para nosotros, pues ese
valor se lo da cada persona, pero casi todos coincidimos en otorgarle una gran importancia a los
grupos primarios. Ese valor a un grupo también se lo da el contexto en el que se encuentre (ser
judío en la época nazi) y se lo da y quita la cultura cuando rodea de connotaciones negativas (como
ser mujer, homosexual, inmigrante, etc.). Hay que recordar el continuo intento de asociación del
“yo” con atributos positivos y el esfuerzo de nuestra memoria de interpretar al “yo” del pasado con
matices favorables.

La búsqueda de una identidad social positiva (Tajfel)


Las personas permanecerán dentro de un grupo y buscarán la pertenencia a nuevos grupos siempre
y cuando estos aporten aspectos positivos a su identidad social. Buscamos la pertenencia a grupos
que son percibidos de manera positiva y distintiva como vía para el auto-ensalzamiento.
Cuando un grupo no satisface este requisito, hay tendencia a abandonarlo a no ser que:
a) sea imposible hacerlo por razones objetivas (ej.: ser de una etnia determinada)
b) abandonarlo pueda entrar en conflicto con valores importantes que son parte de nuestro
autoconcepto
Ante estas dificultades, hay dos salidas:
a) cambiar la interpretación y la evaluación de las características y atributos del grupo o
justificarlos de manera positiva
b) intentar cambiar la situación en la que se encuentra el grupo o los atributos que lo
definen
Ningún grupo es una isla: la realidad social es una realidad multigrupal y multicategorial à
convierte la comparación social en la clave para entender el significado atribuido a los grupos

Identidad individual e identidad social son dimensiones del autoconcepto de cualquier persona. El
predominio de una u otra es distinto en cada persona. El peso de la pertenencia grupal sobre la
identidad personal es mayor en personas pertenecientes a grupos socialmente estigmatizados y
devaluados. La pertenencia grupal no es la única fuente de donde saca info el “yo”.
John Turner llama la atención sobre una importante ausencia: en el afán por diferenciarnos parece
que nos hemos olvidado de una categoría omnicomprensiva: la de seres humanos. El autoconcepto
se puede definir como el conjunto de las representaciones cognitivas del “yo” de las que dispone una
persona. Volvamos a los tres niveles de representaciones del “yo”:
1. Nivel supraordenado: categorización del “yo” basadas en la propia identidad como ser
humano. Sería el conjunto de características comunes compartidas con otros miembros de la
especie humana y que significan un alto nivel de abstracción e inclusión
2. Nivel intermedio: pertenencia grupal o categorial: semejanzas y diferencias sociales entre
seres humanos que le definen a uno como miembro de determinados grupos y no de otros
3. Nivel subordinado: mínimo nivel de inclusión, alto nivel de diferenciación y con rasgos muy
concretos basados en diferencias entre uno mismo como individuo único y otros miembros
del propio grupo, que le definen a uno como persona individual y única
Identidad humana, identidad social e identidad personal: esa es la propuesta de la Teoría de la
autocategorización del “yo”.

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El autoconcepto es una categoría cognitiva:


• que incluye componentes muy diversos (naturaleza multidimensional del “yo”)
• que se activa en situaciones específicas que producen imágenes del “yo” específicas (hacen
más presentes unas dimensiones del “yo” que otras)
• que forma parte de un sistema jerárquico de clasificación
• que suele variar a lo largo de un continuo en el que en un extremo se encuentra el “yo” como
persona única (máxima identidad personal y máxima diferencia percibida entre el propio
“yo” y los miembros del endogrupo) y en el otro la percepción del “yo” como categoría
endogrupal (máxima semejanza con los miembros del endogrupo y máxima diferenciación
con las del exogrupo).
• que alcanza su máxima expresión en la despersonalización de la percepción del “yo”

La despersonalización del “yo”, según Turner, se refiere al proceso de estereotipación del


“yo” mediante el que las personas se perciben a sí mismas como ejemplares intercambiables de una
categoría social más que como personalidades únicas definidas por sus diferencias individuales en
relación con los otros*. No consiste en la pérdida de la identidad individual, sino que es el cambio
desde el nivel de identidad personal al social (mayor abstracción).
*Es decir, es el proceso mediante el cual los individuos dejarían de percibirse como seres únicos y
exclusivos hasta entenderse como objetos o ejemplares sustituibles de un grupo determinado (“yo
no soy más que un soldado de esta cuadrilla”, o “no soy más que un peón de esta banda”, etc.)
Turner expone diversos supuestos e hipótesis:
1. El autoconcepto de cualquier persona se ubica a lo largo de un continuo en uno de cuyos
extremos se encuentra el “yo” puramente personal y en el otro el “yo” social
2. En el conocimiento que las personas tienen de sí mismas hay atributos generales que nos
aplicamos y nos aplican por el hecho de pertenecer a determinados grupos. Hablar de
estereotipos implica hablar de rasgos compartidos.
3. Las categorías más decisivas para nuestro autoconcepto son aquellas pertenencias que se
desprendan de los grupos psicológicos (grupos a los que las personas se remiten
subjetivamente para la comparación social y para la adquisición de valores y normas). Cada
persona sabe cuáles son esos grupos, pero todos coincidimos en lo que cumplen ese requisito
son los grupos primarios (intereses comunes, contacto cotidiano, relaciones positivas…). Es
ahí donde el “yo” sufre su mayor despersonalización y abre las puertas al hecho
incuestionable de la multidimensionalidad de este: existe una identidad colectiva y existe la
posibilidad de que la identidad individual quede sepultada en esta (identidad grupal).

Cuando la despersonalización del “yo” influye a varias personas se considera identidad


colectiva: atributos definitorios del autoconcepto compartidos por las personas pertenecientes a un
grupo en términos micro o macrosociales (un ejemplo claro sería el de las personas que siguen
siendo nazis a día de hoy o de partidos extremistas).
Existe una clara diferencia entre la identidad social y la identidad colectiva:
• la identidad social atribuye a atributos del “yo” procedentes de la pertenencia categorial (+
significado o valor personal que tenga el individuo de la pertenencia à significado que puede
ser diferente para cada miembro grupal)
• la identidad colectiva haría referencia a una configuración psicológica particular propia de
los miembros de una sociedad dada. Esta no se agota en los significados del “yo” que se
comparten con un determinado grupo de personas

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La desaparición de la identidad personal propiamente dicha se trata de la dilución de la persona


dentro del grupo, la fusión de la identidad personal con la identidad grupal.
Experimentos como el de la prisión de Stanford o el ejemplo de los soldados de la guerra de Vietnam
muestran como la persona puede “desaparecer”, quedando devorada psicológicamente por el grupo
u organización. La obediencia, por ello, puede ser un hábito de conducta. Estos experimentos son
también una prueba de la anulación de la autonomía y voluntad de la persona bajo la influencia de la
figura de autoridad. Según Milgram, la capacidad del ser humano de perder su humanidad queda
expuesta cuando funde su singularidad personal dentro de una estructura organizativa más
amplia.
Es decir, perder la humanidad es más sencillo si uno se funde en un grupo amplio, autoritario y con
características y formas de actuar formalizadas, excluyentes y compartidas por otros

En la actualidad, la fusión de la identidad ha alcanzado un estatus propio. Ángel Gómez la


ha definido como un sentimiento visceral de unidad con el grupo en el que el “yo” personal
(características distintivas y únicas) se une con el “yo” social (características compartidas por
grupos), de modo que se vuelven porosos los límites entre los dos.
Ejemplos claros son las sectas, los grupos de culto extremistas, los ultras violentos sin escrúpulos…

Detrás de esta desaparición del “yo” en la identidad colectiva se encuentran varios procesos
psicosociales:
a) plena identificación con el grupo (identidad social y personal se funden en una)
b) existencia de “lazos familiares” entre sus miembros, percepción de que los miembros del
endogrupo son como familia
c) satisfacción plena de las necesidades de relación (afiliación, pertenencia, apoyo…)
d) percepción de atributos y características comunes impresas en la naturaleza grupal
e) sentimiento de un destino histórico común, altos niveles de conformidad y de cohesión por
pertenencia (profundo sentimiento de “nosotros”)
Datos sobre los estudios enmarcados en este campo:
a) El fenómeno de la fusión grupal se da en una amplia variedad de culturas
b) Se observa una > tendencia a este fenómeno en el marco de los grupos primarios (como la
familia)
c) La activación de características comunes que se consideran exclusivas y distintivas
desencadena la fusión de una identidad
d) La percepción de esa comunión con el grupo promueve el sentimiento de intimidad y de
unión (familia), y se activa el autosacrificio a favor del grupo

Una hipótesis muy remarcable es aquella que estima que la reducción de la naturaleza diversa,
distintiva y multidimensional de la identidad a una sola categoría puede estar en la base de las
“identidades asesinas”. Si todos los hombres se convierten en asesinos tan fácilmente, es porque la
concepción tribal de la identidad favorece esa desviación. Muchos de los conflictos y las atrocidades
se sostienen en la ilusión de una identidad única que no permite elección*. El arte de crear odio se
manifiesta invocando el poder mágico de una identidad supuestamente predominante que sofoca toda
afiliación y que puede dominar la compasión humana. Resultado à rudimentaria violencia.
*Muchas veces, de hecho, se sostiene la idea de “yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré”
(Fangoria)

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El continuo “identidad personal-fusión de la identidad”


Conocimiento de las actitudes, creencias, rasgos y características que
Identidad personal nos conceden diferenciación y distintividad individual (haría alusión al
“yo”)
Aquellos aspectos del autoconcepto que tienen su origen en la
Identidad social pertenencia a grupos o categorías sociales junto con sus correlatos
evaluativos y emocionales. Influencia de la pertenencia grupal en el
autoconcepto. Despersonalización (Turner)
Atributos definitorios del autoconcepto compartidos por las personas
Identidad colectiva pertenecientes a un grupo micro o macrosocialmente definido.
Significado del “yo” compartido con personas pertenecientes al mismo
grupo o categoría social
Categorización del “yo” basadas en la propia identidad como ser
Identidad humana humano. Características comunes compartidas con otros miembros de la
especie humana
El “yo” fusionado con el “nosotros”. Visceral sentimiento de unidad del
Fusión de la identidad “yo” con el grupo. Dilución de la identidad personal en la integridad
grupal

Resumen:
• Identidad personal à Resultado de la interpretación que hacemos de nosotros mismos a
través de características que nos diferencian de los demás y nos convierten en algo exclusivo
o Algunos de estos rasgos provienen del grupo al que pertenecemos
• Identidad social à parte del “yo” derivada de la categorización social que se hace de los
grupos a los que pertenecemos. Puede derivar en identidad colectiva
• La identidad personal y social son dos dimensiones presentes en el autoconcepto
• Identidad humana, social y personal son los 3 componentes de la autocategorización del “yo”
• Fusión identidad à desaparición del “yo” en el grupo (su unión completa a él)

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TEMA 3: PROCESOS DE ATRIBUCIÓN


Capítulo 7

CAPÍTULO 7: PROCESOS DE ATRIBUCIÓN


Eventos que son dudosos, que pueden ser impactantes o que requieres de focalización de la
atención o razonamiento, serán seguidos de una explicación causal.
Una explicación causal consiste en establecer una inferencia o hipótesis entre el hecho ocurrido y
las posibles causas que lo motivaron. La info que se da en el momento de un suceso puede permitir
descontar posibles causas externas (no había alteración atmosférica) o internas (no hubo aviso por
parte del accidentado) del accidente, dependiendo de la situación.

La atribución es un proceso que permite establecer relaciones causales entre las acciones
observadas y sus posibles causas. La atribución es un proceso que explica cómo los objetos con
mente somos capaces de establecer relaciones causales entre las conductas y los estados mentales
de las personas.
Atribución à proceso por el cual se establece relación causal entre conducta y estado mental
Por ello, ESTABLECE RELACIONES CAUSALES (conducta—estados mentales)

7.1 LAS PREGUNTAS PRECEDEN A LAS INFERENCIAS CAUSALES

En nuestra vida cotidiana tenemos que buscar respuestas a preguntas que nos saltan
constantemente. He aquí el papel de las inferencias causales. Estas consisten en dar una explicación
que ponga en relación una conducta y los efectos subsiguientes a ella, con la causa o causas que la
han provocado; es decir, sería el proceso por el que las personas relacionan una conducta y sus
efectos de un individuo con la posible causa que provocó esa conducta.
Nuestra mente no es capaz de procesar todo lo que ocurre alrededor, pero con frecuencia suceden
cosas que llaman nuestra atención, suelen ser acontecimientos que afectan vital o emocionalmente a
alguien (incluso a nosotros mismos). Ante esto, es evidente que tratamos de buscar una explicación
causal, realizando una atribución. El proceso que suele arrancar a establecer relaciones causales es el
de comenzar por una pregunta de “por qué”.

Buscar explicaciones y hacer atribuciones abarca los más variados ámbitos de la vida
cotidiana. Es muy probable que en nuestras explicaciones causales recurramos a nuestros esquemas
categoriales y a nuestro conocimiento sobre determinados ámbitos de la vida cotidiana. En muchos
casos, estas explicaciones las tenemos preparadas de antemano, son explicaciones causales
espontáneas porque “algo hemos aprendido” sobre las causas de algo. Son usadas sobre todo ante
situaciones de sorpresa o de impacto emocional.
La atribución, además, es un proceso de inferencia social. Muchos de los verbos epistémicos y
emocionales que conjugamos, o muchas de las maneras en que lo hacemos, llevan impreso un
proceso de inferencia. Las personas infieren explicaciones causales de las acciones y estados
mentales de los otros (hacen atribuciones, como leer pensamientos, emociones e intenciones).

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El proceso de atribución responde a una necesidad de conocimiento (de cognición, de


comprender y de explicación sobre el entorno y lo que le rodea para interactuar con este). Los
eventos esperados, especialmente los positivos (sacar un 10 en un examen), no suelen requerir
explicaciones adicionales ya que responden a nuestras predicciones. Es aquello que nos desborda
cognitiva y emocionalmente, lo que nos lleva a procesos de razonamiento causal exhaustivos y
controlados a fin de encontrar una explicación causal suficiente y satisfactoria.

La contrastada capacidad que tenemos para leer la mente de los otros, marca además una
tendencia a focalizarnos en las personas y a tratar de identificar las causas de sus conductas en los
rasgos y atributos que las caracterizan. Hay una tendencia a realizar atribuciones disposicionales,
ya sea prestando atención a sus acciones, escuchando sus opiniones, desenmascarando sus
intenciones, etc. Fritz Heider fue el primero en apuntar la clave que justifica esta tendencia,
señalando que la conducta tiende a engullir al contexto. Cuando se buscan explicaciones a la
conducta nos fijamos principalmente en la persona que la realiza.
Si aplicamos el proceso dual de la mente en las atribuciones, este se situaría entre lo automático y lo
controlado (espontáneo y razonado, respectivamente). Una parte de estas atribuciones se haría de
forma automática y puede haber (o no) deliberación en todas esas preguntas del porqué de algo.

7.2 TEORÍAS DE ATRIBUCIÓN

Las teorías de atribución surgieron del estudio de la percepción de las personas y las relaciones
interpersonales que tienen. Su origen reside en Fritz Heider. Estas teorías parten de supuestos
distintos y llegan a conclusiones no siempre coincidentes, pero comparten una serie de postulados
básicos:
a) Se interesan por las explicaciones causales de las personas en su vida cotidiana
b) Establecen que, para llegar a tales explicaciones, las personas actúan como científicos
ingenuos
c) Estas tienden a buscar propiedades disposicionales bajo la ilusión de vivir en un entorno
controlable que tiene una explicación causal identificable (relacionable con la necesidad de
control à locus de control + Teoría del mundo justo)
d) Utilizan ciertos sesgos en sus explicaciones
e) Pero, a pesar de los sesgos, son muy fiables, pues les sirven para guiar sus acciones y
conducta, así como en sus explicaciones y predicciones

7.2.1 Heider y la psicología del sentido común

Cada persona atrapa la realidad y puede predecirla y controlarla refiriendo la conducta y los
eventos variables y transitorios que van aconteciendo. En definitiva, cada individuo busca dar
significado, explicar, comprender y predecir las acciones de las personas con las que interactúan
relacionando las conductas y los eventos observados con las propiedades regulares y constantes y
la acción. La atribución es el nexo entre el evento, o la acción, y las conductas subyacentes.

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Al final, a través de la experiencia, las personas son capaces de establecer y aprender relaciones
entre eventos, causas y efectos. Si los eventos son nuevos o no corresponden con la experiencia
previa de estas personas y quieren encontrar una explicación a estas, se pondría en marcha de forma
automática un proceso de explicación causal. La psicología ingenua se expresa y se identifica a
través del lenguaje natural. Las personas hacen una eficaz y útil explicación causal de las acciones
de los otros y de su propia conducta usando de forma eficiente los recursos cognitivos de los que
dispone. Cuando los eventos o conductas observadas no coinciden con las expectativas automáticas
se pondría (de manera automática) o pondríamos en marcha (de manera deliberada) un proceso de
explicación causal.

Para el científico ingenuo, que sería el perceptor de un evento, una acción depende
principalmente de factores personales. Estos, a su vez, pueden estar condicionados o influidos por
factores externos. El resultado de la acción dependerá de la combinación de fuerzas personales y
situacionales que puedan estar afectando a la conducta en un contexto determinado. El
establecimiento de la relación causal entre una acción y sus efectos, y las causas que la han
provocado, dependerá de cómo sea percibida esa combinación por el científico ingenuo:
1) Factores o fuerzas personales o internas: su identificación llevará a establecer una relación
causal del tipo “efecto-persona” o causalidad personal. Esta sería la explicación preferida
del científico ingenuo. Al depositar las causas e influencias en factores personales, el
psicólogo ingenuo aumenta su percepción de control. Dos factores contribuyen a definir la
efectividad de estas fuerzas: la competencia (o capacidad) y la motivación.
a. La competencia (o capacidad) denota lo que puede o es capaz de hacer una persona
en determinadas circunstancias (habilidades personales). Es un factor disposicional,
que caracteriza de manera estable a la persona y que se define por aquello que la
persona puede hacer. Alude siempre a la persona, aunque el ambiente siempre influye.
Incluye componentes variables como el conocimiento, las habilidades, la fatiga, el
estado de ánimo, y otros más estables como la inteligencia, personalidad, las
actitudes, etc. Las habilidades mentales y físicas generan un efecto halo: una persona
competente en un ámbito es considerada competente en general.
b. Aunque la acción es función de lo que una persona puede hacer, su puesta en marcha
depende de su motivación para llevarla a cabo. La conducta observada es un
indicador de motivación y habilidad. La competencia y la motivación pueden
retroalimentarse, dado que la habilidad da como resultado experiencias satisfactorias
que guían a la persona en esa dirección. Si una persona puede hacer algo, lo hará si
tiene intención de ello, superando obstáculos. El resultado final de la acción será
fruto de combinar la habilidad (factores personales) y dificultad (factores externos).
Para contrarrestar la resistencia de las fuerzas situacionales, la persona aplicará su
habilidad y su esfuerzo. Este indica hasta qué punto la persona dedica recursos a
conseguir determinados resultados. El esfuerzo marca la fuerza de la motivación; es
el valor cuantitativo de esta, mientras que la intención indica su dirección.
o Habilidad personal + Dificultad tarea = Resultado final acción
o Habilidad personal + Esfuerzo (fuerza cuantitativa de motivación) à Superar
adversidades situacionales
o Intención à dirección de la motivación
La percepción de la intención y del esfuerzo puede ayudar a identificar las verdaderas
intenciones del actor, a la vez que puede ser considerado un factor de inteligencia o habilidad.
La intención es el factor principal de la causalidad personal porque indica que la acción

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tiene un propósito. La intención percibida (la que lee o analiza un perceptor), prioriza las
razones personales sobre las ambientales; eso es las fuerzas internas sobre las externas, a la
hora de explicar la acción o resultados. Las inferencias referidas a las intenciones pueden ser
erróneas porque la percepción puede estar distorsionada por lo que creemos de la persona o
la situación, entre otros factores.

2) Un segundo principio explicativo lo constituyen las fuerzas externas. En este caso,


establecemos una relación causal “acción-situación”. Los factores situacionales son el
elemento principal de la causalidad impersonal. La acción podría depender de un amplio
rango de circunstancias externas y situacionales. La fuerza efectiva que el ambiente puede
ejercer sobre los resultados tiene que ver con factores estables del ambiente (ej.: dificultad de
una tarea) o con factores inestables (ej.: oportunidad para llevarlo a cabo, la suerte o azar).

De ahí que las personas prefieran atribuir las causas de las acciones o de los eventos a una
sola à la intención del individuo en cuestión (interna).

El psicólogo ingenuo maneja unos pocos supuestos básicos para explicar causalmente las
conductas sociales. La competencia y la intención son condiciones necesarias y suficientes para
llevar a cabo una acción deliberada. La motivación es una condición necesaria para que haya
intención, pues informa de lo que los individuos quieren o tratan de hacer. La combinación de todo
ello definirá la responsabilidad de la persona en la acción observada.

La intención en la formación de atribuciones e impresiones


Se pueden poner en contacto dos procesos de percepción muy relacionados: los procesos
de atribución y la formación de impresiones. Algunas impresiones parecen ser la consecuencia
de haber realizado de forma automática alguna explicación causal sobre el comportamiento de una
determinada persona. A partir de dicha explicación queda afectada la percepción de dicha persona,
y la impresión que nos formamos respecto a ella, dejándonos posteriormente llevar por dicha
impresión. También podría suceder en el orden inverso, primero las atribuciones y después las
impresiones. El efecto puede ser el mismo cuando se consideran explicaciones causales
deliberadas (es decir, el hecho de que alguien haga un proceso de atribución de una forma
meditada y contrastada y aun así acabé generando este mismo efecto)
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7.2.2 Inferencias correspondientes

Edward Jones y Keith Davis estipulan que la búsqueda de explicaciones causales por parte
de un perceptor está orientada a identificar las intenciones subyacentes a una conducta con el
propósito de inferir disposiciones personales que la expliquen. Las acciones observadas pueden tener
uno o múltiples efectos, y estos pueden tener distinta importancia. El perceptor tratará de buscar una
causa suficiente, una razón o un motivo que explique por qué el actor actuó de esta manera y sus
efectos. Las disposiciones personales son inferidas a partir de los efectos de la acción.* Establecer
una causa suficiente para una determinada acción requeriría atender a toda la información disponible
sobre la conducta o asumir que existe una relación entre ciertas disposiciones personales estables, la
acción y los efectos observados. Jones y Davis proponen que el ciudadano de a pie seguirá la
segunda vía: el perceptor prefiere buscar causas que sean estables y consistentes a través de
situaciones que guarden una relación estrecha con la persona.
*Es decir, las personas tienden a explicar las acciones de los individuos atendiendo a sus factores
personales y estos son inferidos a través de los efectos de su propia conducta

El perceptor tratará de establecer inferencias correspondientes.* La correspondencia se


define por el grado en que una conducta está asociada a alguna característica personal, que sería
incluida en la inferencia. Decir que una inferencia es correspondiente es decir que una disposición
o atributo personal (p. ej.: prejuicio) se refleja directamente en la conducta observada (p. ej.:
agresión). El atributo podría incluso llegar a formar parte de la identidad de la persona. La intensidad
con la que un individuo establezca un atributo o rasgo a otro, determinará la fuerza de inferencia
correspondiente à a > intensidad de relación atributo-persona à > será la inferencia
correspondiente (inferencia que relaciona conducta con factores personales del individuo)
*INFERECIA CORRESPONDIENTE à INFERENCIA SOBRE FACTORES PERSONALES
DEL ACTOR A LA HORA DE COMETER UNA CONDUCTA

Hay dos criterios usualmente empleados por parte del observador al realizar inferencias
correspondientes:
1. Identificación de las intenciones que tiene el actor para cometer la acción: las intenciones
son el criterio principal para inferir disposiciones personales. Buscar las intenciones implica
que el testigo ha asumido previamente que:
a) Entre las diversas alternativas posibles, las personas eligen actuar de determinada manera
b) Conocen las consecuencias y efectos de sus acciones
c) Tienen las competencias o habilidades para provocar tales efectos
Si el observador comprueba que se cumplen estos criterios y que por ello la acción ha sido
intencional, busca características o disposiciones personales del actor como causas o razones de
su acción. Para ello, analiza la:
2. Deseabilidad social de los efectos que ha provocado la acción del agresor. Si la acción
tiene un solo efecto, el análisis causal se centrará en buscar la correspondencia de este con
algún atributo o característica de la persona. En la vida cotidiana, sin embargo, las acciones
de las personas suelen tener más de un efecto, algunos más llamativos que otros. Un ejemplo
serían las agresiones a personas homosexuales, que tienen efectos múltiples (secuelas físicas
y psicológicas, miedo de los agredidos a salir a la calle, repercusión mediática, etc.).
Entre los muchos efectos posibles de cualquier acción, aquellos que son altamente deseables
(tener reconocimiento social o ser feliz), apenas nos dan información diferenciada sobre la
persona; tienen poco valor para hacer inferencias ya que suelen coincidir con la mayoría de la
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gente. Si la acción elegida está asociada a efectos socialmente poco deseables (que nos
insulten o agredan) aumentará la probabilidad de realizar inferencias correspondientes
(relacionadas con lo personal del actor de la acción y que son estables).

Este científico ingenuo utiliza, además, las consecuencias o efectos no comunes o únicos de
la acción para hacer inferencias correspondientes. El análisis de los efectos de la conducta puede
indicar también el grado en que la acción ha sido elegida por el actor entre otras conductas posibles y
las consecuencias de sus acciones. Algunos de sus efectos los producen tanto las conductas elegidas
como las no elegidas o solo las elegidas. Si, como resultado de tales comparaciones, los efectos de la
conducta ya realizada resultan en algún modo no comunes o únicos, habrá mayor probabilidad de
realizar inferencias correspondientes. En general, cuantos más efectos no comunes, mayor
probabilidad de hacer inferencias correspondientes.

La probabilidad de hacer inferencias correspondientes está influida por las consecuencias,


tanto agradables como desagradables à esto es, por su relevancia hedónica. La relevancia hedónica
de los efectos que tiene la conducta depende del significado emocional que esta conducta tenga para
el perceptor. Cuando hacemos atribuciones causales estamos en un proceso de interacción social en
el que existe interdependencia.
Las personas se sienten más afectadas personalmente por la conducta de los otros si esta se expresa
en su presencia (ej.: si los cumplidos se les hacen directamente o si les agreden a ellos o presencian
una agresión en vivo). Jones y Davis lo denominan personalismo. Por ello, el perceptor extraería
inferencias correspondientes más intensas que las que haría si no estuviera presente, sea agradable
o no el sentimiento final.
El perceptor se sentiría menos seguro sobre las inferencias correspondientes en la medida que la
conducta que quiera explicar aparezca condicionada por la situación (alguien empuja y te enfadas,
pero al voltear te das cuenta de que a esa persona también la empujaron à disminuye tu respuesta de
enfado y tus posibles inferencias correspondientes (vaya torpe, es su culpa), a causa de la situación).

Algo importante: Las inferencias correspondientes NO garantizan la precisión y fiabilidad


de las explicaciones causales. Las inferencias correspondientes dependen de una PERCEPCIÓN y
VALORACIÓN subjetivas y, por ende, están sujetas a error.

7.2.3 Principio de covariación y los esquemas causales

En el modelo de Jones y Davis, a veces, el perceptor tiene dudas sobre sus inferencias
causales (buscan info para contrastar la primera impresión o explicación automática ante un hecho o
situación). La propuesta de Harold Kelley está orientada principalmente al análisis de los
mecanismos de explicación causal que permiten validar atribuciones previas, que se han
realizado sin saber muy bien cómo. Kelley entiende que la teoría de la atribución define procesos
cognitivos que corresponden a un individuo interesado en conocer las razones de lo que ocurre a su
alrededor. El perceptor (ingenuo) analiza la covariación entre un efecto dado y varias causas
posibles, quiere tener el control y ello le genera una percepción de este. El científico ingenuo usa una
versión del análisis de varianza donde las posibles causas visibles constituyen las VIs y el efecto se
comporta como VD. La atribución es un proceso subjetivo y en algunos casos las reglas de
covariación previstas no se cumplen, y por ello, a la hora de llevar a cabo una explicación causal,
pueden aparecen sesgos o errores.

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Las aplicaciones de los principios básicos de atribución se ajustan a dos tipos de situaciones:
aplicando el principio de covariación, si dispone de amplia y clara información sobre la conducta
para poder seleccionar su causa o causas; o bien, echando mano de esquemas causales que posee
pues no tiene información suficiente para establecer estas causas.
Es decir:
• Si el perceptor posee información NECESARIA Y SUFICIENTE à principio de
covariación
• Si el perceptor NO posee información SUFICIENTE à esquemas causales
7.2.3.1 Principio de covariación
Las personas atribuyen las conductas observadas y sus efectos a condiciones que
tienden a estar presentes cuando ocurren estas. Se asume que los efectos guardan una cierta
proximidad temporal con sus causas. La identificación de una covariación depende a menudo de
una atribución causal y previa (un ejemplo sería el establecer una relación entre la presencia de
hinchas de un determinado equipo de fútbol con actos vandálicos posteriores). La aplicación del
principio de covariación requiere disponer de información (completa) sobre:
a) Las personas
b) Los estímulos
c) La conducta de otras personas
El análisis de estas tres dimensiones explicativas como son la distintividad, la
consistencia y el consenso, permitirá alcanzar una explicación causal interna o externa.
o Distintividad: la conducta observada solo ocurre asociada a una causa especifica y
concreta y no a otras
o Consistencia: la conducta observada se repite, en términos similares, cada vez que
una causa concreta está presente: consistencia temporal. La conducta se repite
incluso cuando varía la modalidad de interacción (presencial, no presencial, vídeo…)
con la causa (persona, objeto…): consistencia modal
o Consenso: distintas personas se comportan de manera parecida respecto a los mismos
objetos, estímulos, situaciones o acontecimientos de origen externo à A mayor
número de personas que se comporten = à mayor consenso
La aplicación del principio de covariación puede aportar a quien lo aplica una medida de
validez de sus explicaciones; no obstante, las atribuciones tienen una validez subjetiva.

Modelo de covariación de Kelley


Mi amigo Andrés se muestra entusiasmado (conducta a explicar) con Blade
Runner, película de ciencia-ficción
Atribución al estímulo Atribución a la persona Atribución a la situación
Alta distintividad: Baja distintividad: Alta distintividad:
A Andrés no le suelen Andrés se muestra A Andrés no le suelen
gustar las películas de entusiasmado ante todas gustar las películas de
ciencia ficción las películas de ciencia ciencia ficción
ficción
Alta consistencia: Alta consistencia: Baja consistencia:
Cada vez que Andrés ha Cada vez que Andrés ha La segunda vez que vio la
visto una película le gusta visto una película le gusta película, ya no le gustó

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Alto consenso: Bajo consenso: Bajo consenso:


A muchas personas que Conozco pocas personas a Conozco a pocas personas
conozco les gusta la las que les guste la a las que les guste la
película película película

7.2.3.2 Esquemas causales


La aplicación del modelo de covariación requiere disponer de información sobre la
persona, los estímulos y la situación para poder establecer covariación. En muchas ocasiones
el perceptor no dispone de la información necesaria para ello (solo tiene info de efectos
aislados, o las info es parcial e incompleta o sus circunstancias personales no le permiten
hacer un buen análisis). Una parte importante de las atribuciones son formuladas a partir de
los esquemas causales que ya tenemos.
Un esquema causal es la concepción general que tiene una persona sobre cómo ciertas
conductas actúan para producir un efecto determinado. Se desarrolla a partir de la
experiencia y del aprendizaje de las relaciones entre causas y efectos. Permiten un análisis
rápido y solvente de la info, haciendo inferencias causales razonablemente fiables. Además,
este esquema permite completar la info incompleta de la situación en concreto

Esquema de causas suficientes múltiples

Una acción o efecto concreto puede ser provocado por diferentes causas. Cuando cada
una de ellas es suficiente para producir la acción, esta ocurrirá si cualquiera de las causas está
presente. Unas causas pueden facilitar la explicación de la conducta o los efectos más que
otras. El perceptor puede elegir la causa facilitadora (tendencia a favorecer la ocurrencia de
un efecto específico) o la causa inhibidora (tendencia a evitar la ocurrencia de un efecto
específico) entre factores de tipo personal y factores de tipo situacional, descontando o
aumentando la importancia de unas causas respecto a otras.
o Principio de descuento: cuando distintas causas pueden explicar una conducta y
estas están presentes en el momento del efecto, la importancia de una causa dada
para producir el efecto puede ser descontada. La presencia de una causa externa
hace menos evidente (descuenta) la causa interna.* Una cuestión clave es saber
qué causa tendrá más posibilidades de ser elegida como causa facilitadora o como
causa inhibidora cuando no esté disponible toda la información. La decisión
dependerá de la interpretación que el perceptor haga de lo que ocurre en una
situación. Por lo general, las causas externas tienden a ser vistas como más
ambiguas que las internas y, por tanto, menos facilitadoras.
*Un ejemplo muy claro sería el siguiente: los accidentes de tráfico pueden ser
provocados por diversos casos: el estado de la vía, el fallo del motor, exceso de
velocidad… Si en las noticias se dijera que el accidentado es un joven, en la mente
las personas se podrían activar ciertos estereotipos y, ante diferentes causas
posibles (como que ese día llovía y el chico no podía ver bien pues también había
niebla, o pudo simplemente estar cansado y cometer un fallo…), se acabaría
eligiendo una relacionada con la conducción temeraria, el alcohol o las drogas.
Disponer de información clara sobre el mal estado de la vía descontaría

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importancia a las actuaciones personales del conductor en la explicación causal del


accidente.*
*(Es decir: el hecho de que se acabase descubriendo o directamente se dijese que
ha sido una causa externa la que ha producido el accidente (vía en mal estado),
haría que las personas redujeran sus atribuciones o inferencias correspondientes
directas al joven (iba borracho o conducía temerariamente)). à causas externas
descuentan o tapan causas internas
o Principio de aumento: el valor explicativo de una causa aumenta si esta ocurre
cuando hay otras posibilidades alternativas de explicación. Este mecanismo ofrece
una base para inferir la existencia de una causa interna potente. La causa externa
puede ser una causa inhibidora del efecto observado. Si existiendo esta causa,
todavía está presente el efecto, ello serviría para acentuar la impresión de que
existe una causa interna (facilitadora) que tiene una gran fuerza explicativa.*
*Un ejemplo muy claro sería el de conocer a un estudiante que saca muy
buenas notas, se ve que se esfuerza y obtiene muy buenos resultados y acabar
descubriendo que es una persona pobre, que tiene situaciones difíciles en casa
(por lo que le es complicado sacar tiempo para estudiar) y tiene que trabajar para
poder comer.
Estas causas son externas y en otras circunstancias podrían inhibir el efecto
observado (como por ejemplo enterarte de que una persona que saca buenas notas
tiene muchos profesores particulares porque tiene dinero para permitírselo à en
este caso dicha causa externa restaría (descontaría) importancia al efecto (sacar
buenas notas)), pero en el ejemplo del chico pobre, las causas externas (ser pobre)
harían todo lo contrario: enfatizar o aumentar el valor explicativo de las causas de
tipo interno (debido a que tiene muchas dificultades y pocos recursos, y aun así
saca buenas notas, es una persona con mucho talento, inteligente, se esfuerza
mucho y es muy constante) à causas externas enfatizan las causas internas.
La investigación ha prestado más apoyo al principio de descuento que el de
aumento.

Esquema de causas necesarias múltiples

En ocasiones, una conducta o efecto sólo aparece si varias causas ocurren


simultáneamente. Este esquema se aplica en la explicación de efectos inusuales o tareas
difíciles.*
*Un ejemplo claro sería el de sacar un sobresaliente (+9 en la nota final) en la UAM. Para
sacar un sobresaliente, sueles tener que asistir a un gran número de clases (como mínimo),
estar pendiente de todo lo que se dice, entregar todas las tareas en fecha y que estas sean de
una muy alta calidad, poder gestionar bien el tiempo a la hora de estudiar, tener competencia
(y/o suerte (azar)) y sacar una nota superior o igual a un 9 en el examen final. De forma que
el efecto de sacar un sobresaliente solo aparece si todas estas causas se acaban cumpliendo
(es inusual, evidentemente),

7.2.3 Modelos de etapas y bases neuronales en el proceso de atribución

Al mismo tiempo que se produjeron los desarrollos de la psicología cognitiva, surgieron


propuestas y modelos sobre las fases operativas del proceso de atribución. Algunos ejemplos
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formulados en los 80, sitúan el proceso de atribución entre las operaciones automáticas y los
juicios controlados. El proceso de atribución tendría dos fases:
1. Identificación o clasificación automática de la información procedente del actor (acciones,
efectos, rasgos…)
2. Análisis deliberado de la información disponible sobre el actor y la situación. Eso permitiría
ajustar los juicios formulados en la fase automática.
De este modo, el individuo ajustaría los juicios formulados en la fase automática.
Otro modelo dado por Gilbert da los siguientes pasos de la formación de atribuciones:
categorización del estímulo (automáticamente) à identificación de los atributos à corrección
(se usa info disponible para descontar o aumentar la atribución).

El proceso de atribución exigiría atender a elementos de información procedentes del actor,


de la situación o incluso del perceptor, lo que provocaría una sobrecarga que no afectaría a los
procesos automáticos, pero sí a los de inferencia controlados. La sobrecarga cognitiva que afecta al
proceso de inferencia deliberado explicaría el predominio de las inferencias disposicionales, debido
que, en muchos casos, los perceptores no desarrollan adecuadamente las inferencias deliberadas (no
contrastan info persona-situación debido a pobreza o ignorancia situacional).
Factores de tipo emocional o motivacional también explicarían que el proceso de información
pueda alcanzar o no la segunda fase. Las aportaciones de los modelos por etapas o las conjeturas
sobre estructuras cerebrales implicadas en el proceso de atribución complementarían la explicación
del proceso, pero no han podido sustituir las teorías originales.

El otro ámbito de estudio desde el que se han aportado explicaciones sobre el funcionamiento
del proceso de atribución ha sido la neurociencia social. Se ha desarrollado el modelo neural de los
procesos de atribución por etapas. Matthew Liberman propone dos núcleos o redes de estructuras
de funcionamiento cerebral que caracterizarían, respectivamente, el procesamiento automático y el
procesamiento inferencial deliberado: un sistema X (reflexive) y un sistema C (reflective).
o El sistema X agruparía estructuras y núcleos cerebrales implicados en el
procesamiento automático. Guiarían el pensamiento y la conducta que no
requieren esfuerzo cognitivo, como podría ser la atribución de las acciones a
factores disposicionales.
o El sistema C se activaría cuando existen conflictos, frustración de metas o
procesamiento deliberado de la información. Los procesos controlados gobiernan
las atribuciones más complejas que incorporan información de la situación.
La atribución y especialmente la atribución de carácter disposicional, muestra su preferencia por
procesos automáticos.

7.3 SESGOS ATRIBUCIONALES

Los errores que comete el científico ingenuo al hacer explicaciones causales han ocupado una
parte importante de la atención dedicada al estudio de los procesos de atribución. El seguimiento
empírico que se hizo de los procesos de atribución puso de manifiesto que los principios propuestos
por estas teorías a la hora de relacionar causas y efectos, no siempre se cumplían o no siempre se
aplicaban. Las desviaciones del proceso de atribución consistían en una tendencia a prestar más
atención a factores de tipo personal, y por tanto a hacer explicaciones de tipo disposicional,
incluso cuando la conducta y los efectos observados también puedan ser explicados por factores
relacionados con la situación.*
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*Es decir, las personas, de forma natural y normal, tienden más a explicar las conductas de los
individuos y sus consecuencias en términos de tipo disposicional o personal (atribuyendo las causas
a estados internos y personales del actor de la acción)

Sesgos atribucionales o disposicionales


Error fundamental Tendencia a explicar causalmente la conducta de otras personas a través de
de atribución factores disposicionales y tendencia a subestimar la influencia de los
factores situacionales en la conducta observada
Es decir, sería la tendencia que tienen las personas a atribuir como causa de
la acción de una persona sus estados personales de forma automática y casi
inmediata, sin tener en cuenta posibles factores externos. Además, también
se tiende a interpretar como muy influyentes los factores personales de un
individuo a la hora de actuar, y prácticamente se llegan a ignorar o no dar
importancia a los factores situacionales o externos
Ejemplo: si una persona conocida me habla mal al yo pedirle algo,
hago una inferencia causal en la que establezco que lo ha hecho por
ser una borde e irrespetuosa (factor interno), sin tener en cuenta que
lleva un día pésimo y que está sufriendo mucho estrés debido a
diferentes situaciones, que se ve incluso reflejado en sus conductas
verbales y no verbales (factor externo)
Sesgo de Tendencia a extraer inferencias correspondientes de las conductas
correspondencia observadas sin considerar las restricciones situacionales que influyen sobre
tal conducta
Este sesgo es un poco diferente al error fundamental de atribución.
Mientras que en el error fundamental de atribución se habla de la
tendencia atribuir causas personales en las acciones de los individuos sin
tener en cuenta los factores externos, el sesgo de correspondencia sería
aquel donde se hacen inferencias correspondientes tras observar una
conducta y no tenerse en cuenta el contexto y las restricciones que este le
rige a dicha conducta.
Un ejemplo podría ser el hecho de enfadarte con un hombre
desconocido porque te ha empujado (sin querer, aunque tú eso no lo
sabes) y hacer una atribución causal en la que estableces que es un
bruto y un descuidado (inferencia correspondiente, pues utilizas un
adjetivo que asumes como parte de la conducta además de poder ser
parte de la personalidad del individuo), sin tener en cuenta que a él
también lo han empujado porque estabais en un bullicio y así se
chocó contigo (factor externo a él, inestable y que no puede
controlar)
Efecto o asimetría Tendencia a reconocer con más facilidad la influencia que tienen sobre la
actor-observador propia conducta factores situacionales concretos, que la que pueden tener
esos mismos factores sobre la conducta de otros
Es decir, sería el hecho de que las personas tendemos explicar o justificar
nuestras conductas propias teniendo más en cuenta los factores externos o
situacionales, mientras que las conductas ajenas solemos justificarlas
mediante factores personales de los individuos.

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Un ejemplo muy claro es cuando sacamos mala nota y atribuimos


que esa mala nota se debe a que el profesor nos tiene manía, o a que
el examen era demasiado difícil. Sin embargo, un compañero que te
cae mal saca también mala nota en otro examen distinto, y atribuyes
que es porque no ha estudiado nada
Sesgo atribucional Tendencia a buscar explicaciones que benefician a quien hace la
de autojustificación explicación o justifican su conducta, ya sea a nivel individual o grupal
(self-serving) Es decir, sería la tendencia que tienen las personas a buscar información y
usarla para avanzar sus propios intereses (como los médicos que recetan
ciertos medicamentos influenciados por los regalos que le hacen las
industrias farmacéuticas, pero ellos buscan excusas para autojustificar sus
acciones (“yo es que realmente creo que ese es el mejor medicamento”,
etc.)).
Sesgo atribucional Tendencia a atribuirse una mayor contribución en tareas realizadas en
centrado en el “yo” colaboración con otras personas
o sesgo egocéntrico “Yo es que realmente lo he hecho todo; bueno, todo menos la organización
final del trabajo y poco más (no hice unos 4 o 5 puntos, la estructuración
de este, el poner una lista de referencias, tampoco lo he entregado ni lo he
puesto en el formato adecuado…). Pero realmente yo lo he hecho casi casi
todo, eh”

7.3.1 Factores explicativos de los sesgos disposicionales

Por lo general, nuestra conducta está orientada y va dirigida hacia y desde los otros
(volvamos a los primeros temas donde se decía que los “otros” era un elemento fundamental en
la configuración del “yo”). Por ello, no es nada extraño que la conducta de los “otros” afecte en
parte a nuestros procesos cognitivos (entre ellos la atribución). Esta orientación preferente hacia
los otros sobre la que se apoyan los sesgos disposicionales se ha asociado a factores que tienen
que ver con:
a) La información disponible
b) Las funciones y motivaciones de las atribuciones causales

Las características de la información

La información procedente de la persona cuya conducta se quiere explicar (su


personalidad, temperamento…) puede tener una mayor visibilidad perceptiva (saliencia)
que los factores situacionales (contexto en el que actúa).
Algunos experimentos clásicos han mostrado que las atribuciones dependen, en muchos
casos, de la perspectiva o visibilidad de la información a la que puede acceder el perceptor.
Las atribuciones dejan de ser predominantemente disposicionales (atribuir causas internas a
acciones ajenas) cuando el foco de atención pasa de la persona observada a la situación en la
que actúa; es decir, la atribución depende de que destaquen las características del actor o de
la situación.
Por otra parte, la información clara y abundante, tanto sobre la persona como sobre la
situación, desincentiva atribuciones disposicionales, dado que permitiría determinar con
más facilidad si en una acción concreta está ausente la competencia o la intención del actor.
Cuando la información es ambigua o imprecisa, serían las necesidades, objetos o deseos de
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los perceptores los que definan el tipo de explicación causal. Cantidad, claridad, precisión y
disponibilidad podrían ser características de la información cuando se hacen explicaciones
sobre uno mismo à < probabilidad de atribución disposicional en estas situaciones.

La funcionalidad y las motivaciones de las atribuciones disposicionales

Las atribuciones disposicionales permiten hacer predicciones estables sobre el


comportamiento de las personas, aunque cambie la situación, lo que favorece la percepción
de control à de ahí que se den más justificaciones causales de tipo interno a acciones ajenas
o situaciones externas al que infiere la situación. La pérdida de control total puede relacionar
con atribuciones limitantes con la indefensión aprendida.
Este tipo de atribuciones pueden tener una influencia en la autoestima de quien las hace. Las
atribuciones orientadas a la justificación del bienestar propio hacen una contribución a la
protección del “yo” y de la autoestima (self-serving). Las personas hacen atribuciones
disposicionales cuando consideran que sus conductas transmiten una imagen adecuada de sí
mismas y muestran tácticas defensivas cuando la conducta realizada proyecta una mala
imagen.
Además, también estaríamos hablando del hecho de que los individuos tienden a atribuirse las
causas ante el éxito y justificar el fracaso que han tenido a causas externas e incontrolables.

El self-serving seria en mecanismo que proporciona las razones para que ciertas
conductas socialmente reprobables sean vistas como menos condenables o como menos
faltas de ética y/o moral. Si el individuo es capaz de desarrollar las explicaciones y
justificaciones adecuadas, puede transgredir las reglas morales y sociales y mantener intacto
dicho autoconcepto. Estas justificaciones, además, se podrían desarrollar en dos momentos:
o Antes de realizar la conducta no ética: las justificaciones previas tienen como objetivo
normalizar la conducta y ofrecerse a sí mismo razones o excusas de realización.
o Después de realizar la conducta no ética: las justificaciones posteriores a la conducta
compensan la violación de las normas éticas, permitiendo a la persona reducir los
costes psicológicos y emocionales.
Las justificaciones de un tipo o de otro permitirían mantener el autoconcepto moral a salvo.

7.3.2 Experimento del sesgo de autoenaltecimiento (Kruger y Dunning)

Las personas conformamos nuestra identidad mediante autorrelatos en los que nos
reconocemos. Estas narrativas autorreferidas tienden a mostrar y mantener creencias favorables
sobre las capacidades personales.
Diversas investigaciones han respaldado el efecto por encima de la media, que es la tendencia
general de la mayoría de las personas a creer que tienen un desempeño superior a la media en los
ámbitos intelectuales, sociales, etc., lo que desafía las leyes de la estadística.
Kruger y Dunning tomaron 84 estudiantes universitarios para su investigación, consistente en dos
fases de investigación. En la primera participaron todos y en la segunda solo los del primer y cuarto
cuartil en una prueba de gramática (mejores y peores).

La hipótesis de la investigación era que los “peores” sobreestiman mucho su capacidad en


dicho ámbito por la falta de habilidades metacognitivas para reconocer su propia falta de
competencia. Y que los “mejores” tampoco acertaban en el nivel exacto de su desempeño por
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medio de la comparación social con el desempeño de otros. “Las habilidades que generan
competencia en un determinado dominio son, a menudo, las mismas habilidades necesarias para
evaluar la competencia de otros y la propia competencia en dicho dominio”.
Se les pasó una prueba de gramática y una autoevaluación en la que evaluaban cómo lo habían hecho
en comparación con el resto y cuántas preguntas creían que tenían bien.
Para comparar su “capacidad general percibida” con la que percibían en sus compañeros debían
decir en qué percentil se situaban respecto a su clase. Para indicar su “puntuación concreta
percibida” en la prueba, de nuevo debían decir en qué percentil se situarían respecto al grupo.

En la segunda fase se volvió a convocar a los participantes del primer y cuarto cuartil, y se les
pidió́ que evaluaran el número de respuestas correctas en test gramaticales de cinco participantes. Por
último, se dio a cada participante su propia prueba para que volviera a reevaluar su desempeño en
esta. En general, los participantes sobrestimaron su capacidad y desempeño en la prueba de
gramática con respecto a un criterio objetivo: se situaron encima de la media tanto en
“capacidad general percibida” como en “puntuación concreta percibida”. Estas sobreestimaciones
difirieron significativamente entre los “mejores” y los “peores”. Los “peores” fueron los que más
sobrestimaron su capacidad, situándose en el percentil 67 y 61 cuando estaban de media en el 10.
Los “mejores” subestimaron su habilidad general y desempeño en el test, situándose en los
percentiles 72 y 70 cuando estaban en el 89.
Los resultados mostraron que los “peores” fueron peores en evaluar con precisión la ejecución de
otros que los “mejores”. Además, los “mejores” reevaluaron su ejecución en el test en función de los
5 test observados, mientras que los “peores” seguían inflando sus puntuaciones.

Conclusión: Las personas con menor competencia en un ámbito sobrestiman


extremadamente su capacidad y desempeño en dicho ámbito. Además de “ser malos” tampoco
poseen las habilidades metacognitivas para darse cuenta de su propia incompetencia, puesto que
las habilidades que generan competencia en un determinado dominio son, a menudo, las mismas
habilidades necesarias para evaluar la competencia en dicho dominio. También son peores para
reconocer la competencia en otros y hacer insight de su desempeño mediante comparación social.
La única forma de que sepan que son incompetentes es hacerles más competentes.

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TEMA 4: ACTITUDES
Capítulo 8

CAPÍTULO 8: ACTITUDES
8.1 EL CONCEPTO DE ACTITUD

El ser humano se instala en el mundo como un perceptor de la realidad, que posteriormente


evaluará. En definitiva, las personas procesan y clasifican los estímulos de la realidad tanto de un
modo descriptivo (meramente para describir: “el coche es amarillo”) como de un modo evaluativo
(para evaluar: “los coches amarillos son horteras”). De hecho, tendemos a realizar una evaluación de
cada estímulo con el que interactuamos directa o simbólicamente, dentro de nuestros límites de
procesamiento. Incluso cuando pensamos que nuestra evaluación sobre algo es neutra o se
entremezclan valoraciones positivas y negativas estamos mostrando una evaluación, la
ambivalente. A todas las evaluaciones les damos, genéricamente, el nombre de actitudes.

Las actitudes podrían considerarse como:

Un tipo de esquemas Con los que las personas estructuramos mentalmente nuestra experiencia
sobre lo que acontece a nuestro alrededor
Constructos Que se manifiestan como evaluaciones generales que una persona hace
mentales de los estímulos con los que interactúa
Constructos Que explicarían por qué ante los mismos estímulos, una persona responde
hipotéticos con las mismas respuestas evaluativas

Cualquier “entidad” que pueda ser objeto de pensamiento evaluativo (que produzca un tipo de
respuesta afectiva o evaluativa), puede ser, al mismo tiempo, objeto de actitud. Los objetos de
actitud pueden ser tanto concretos como abstractos.
Teóricamente, se asume que la actitud que una persona tiene hacia un determinado objeto integra
toda la información que posee sobre él en un constructo mental unitario y global, caracterizado
esencialmente por su carácter evaluativo (positivo-negativo). Las actitudes, al ser “constructos
mentales”, aluden a estados internos que no son directamente observables, sino que han de inferirse a
partir de las respuestas (agrado-desagrado; atracción-aversión…) de los individuos hacia cada objeto
de actitud.

En definitiva, aquí se hablará de las actitudes como las respuestas evaluativas (afectivas,
cognitivas o conductuales) hacia cualquier objeto concreto. Aunque las personas difieren entre sí en
su necesidad de evaluar los diversos estímulos del entorno y en las evaluaciones específicas que
hacen de ellos, todas ellas manifiestan en algún grado predisposición general a formarse actitudes
y a procesar los estímulos del entorno evaluativamente. Gran parte del significado que las personas
atribuyen a los estímulos es evaluativo en su naturaleza.

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La “ubicuidad” de las actitudes


Actitud es una tendencia psicológica que es expresada al evaluar una entidad particular con algún
grado de preferencia o aversión.
• Es un estado interno
• Requiere de componente evaluativo

Puede ser considerada como un tipo de sesgo que predispone al individuo hacia respuestas
evaluativas que son positivas o negativas. Un individuo no tiene una actitud hasta que responde
evaluativamente a una entidad (pues se desarrolla sobre la base de la respuesta evaluativa: no se
tiene una actitud hasta que se responde evaluativamente a una entidad sobre una base afectiva,
cognitiva o conductual). Esta respuesta evaluativa puede producir una tendencia psicológica a
responder con un particular grado de evaluación cuando posteriormente la persona se encuentre
ante ese objeto de actitud. Si esta tendencia queda establecida, la persona se ha formado una
actitud hacia ese objeto.
La ubicuidad (omnipresencia) de las actitudes se manifiesta en que, tanto cuando la
persona percibe objetos específicos (reloj) como cuando procesa mentalmente objetos de actitud
más abstractos (libertad), es poco probable hacer un procesamiento no evaluativo. En todos ellos
es altamente probable que, al mismo tiempo que el estímulo es categorizado, sea evaluado
positiva-negativamente. El proceso de categorización lleva impresa la evaluación. En algunas
ocasiones, el procesamiento evaluativo ocurrirá de forma automática y en otras, la evaluación se
producirá después de haber analizado meditadamente toda la información disponible, incluida la
almacenada en la memoria (deliberada, con su correspondiente esfuerzo).

8.2 LA ESTRUCTURA DE LAS ACTITUDES

Las actitudes pueden estar basadas en ‒e integrar‒ tres tipos de información: afectiva,
cognitiva y conductual. Las actitudes no solo se manifiestan en estas tres respuestas, sino que
también son el resultado de estos tres tipos de procesos. Tanto los componentes que integran las
actitudes como los procesos que las originan se van a establecer como las bases o componentes de
las actitudes, de forma indistintiva.

Los componentes de una actitud dan lugar a su estructura intra-actitudinal. Esta


estructura puede ser el resultado de procesos y elementos afectivos (estados de ánimo, sentimientos
y emociones), cognitivos (creencias) o conductuales (inferencias de la actitud a partir de la
conducta) respecto a un determinado objeto. Para que exista una actitud no es necesario que estén
presentes los tres elementos, ni que se haya originado a través de los tres tipos de procesos, ni que se
manifieste con los tres tipos de respuestas (puede originarse a través de uno, dos o todos y estar
compuesta de la misma forma).
La investigación ha mostrado que es posible saber si una actitud está más basada en
componentes afectivos o cognitivos (los más estudiados), o en una combinación de ambos. Crites,
Fabrigar y Petty dieron algunas claves sobre cómo analizar los distintos componentes de una actitud:
• Primero, medir la evaluación global (positiva-negativa) que la persona hace respecto al
objeto de actitud
• Al mismo tiempo, medir separadamente por un lado las valoraciones de tipo cognitivo (útil o
inútil, beneficioso o perjudicial) y, por otro, las valoraciones de tipo afectivo (alegría o
tristeza hacia dicho objeto)

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• Analizar mediante la aplicación de modelos de ecuaciones estructurales la relación entre la


evaluación global y las valoraciones cognitivas o afectivas
En función de qué valoraciones tengan un mayor peso en la evaluación global, se puede asumir
que la actitud se apoya más en ellas. La base (cognitiva o afectiva) de las actitudes puede ser un
elemento crucial a la hora de diseñar una intervención para cambiarlas.

Además, todas las actitudes pueden incluir también un componente conductual. Las
actitudes (consumir alcohol) pueden integrar la intención conductual de hacerlo o no (consumir/no
consumir). La conducta puede ser una fuente de información a partir de la cual una persona se
forme, infiera o modifique sus propias actitudes. Pero, aunque teóricamente estos aspectos
conductuales pueden ser tanto el origen de una actitud como respuestas conductuales de dicha
actitud, la investigación suele distinguir entre actitudes, intenciones y conductas como tres
elementos diferentes.
Las diversas teorías sobre las actitudes han puesto el acento en unos u otros componentes de forma
diferente.
è Afectivos à actitudes basadas en el afecto, fundamentadas en el condicionamiento clásico o
la mera exposición
è Cognitivos (creencias) à teoría de la conducta planificada o modelo de expectativa-valor
è Conductuales à actitudes que se originan en la conducta de una persona. Teoría de la
autopercepción de Bem o teorías de embodiment (cognición corporal)

La metacognición también haría acto de presencia en este capítulo, en el sentido de que, a la


hora de tener una actitud sobre un objeto, las mismas personas que tienen dicha actitud, poseen una
percepción subjetiva sobre las bases afectivas o cognitivas de esta (cual es el componente básico de
sus actitudes). Estas percepciones subjetivas reciben el nombre de metabases o bases
metacognitivas.
En definitiva:
è Bases de las actitudes à componentes estructurales de las actitudes de alguien
(cognitivos/afectivos)
o Pueden ser analizadas objetivamente
è Metabases à percepciones subjetivas de los componentes de estas
o Subjetivas
Las personas están más interesadas en procesar exhaustivamente una información afectiva o
cognitiva que esté relacionada con su metabase.

Además de los componentes de las actitudes (estructura intra-actitudinal), estas tienen una
estructura inter-actitudinal. Con frecuencia, cada actitud guarda relación con otras actitudes,
creencias, valores, etc., que dan lugar a una organización cognitiva más amplia, que suele tener una
consistencia para cada individuo. Las actitudes pueden estar vinculadas entre sí en estructuras
consistentes conocidas como ideologías.
Las ideologías, en el campo de las actitudes políticas, se han definido como configuraciones más
amplias que incluyen actitudes, creencias y valores que son interdependientes o que están
organizados alrededor de un tema social dominante. Una determinada ideología implica tendencias
actitudinales hacia ciertos objetos de actitud (progresista à a favor de la eutanasia, el aborto,
colectividad, etc.; conservador à a favor individualidad económica, tradicionalidad, etc.).

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8.3 FUNCIONES DE LAS ACTITUDES

Detrás de cada una de nuestras elecciones, comportamientos e incluso actividades cotidianas


que forman parte de nuestra rutina, podemos vislumbrar la presencia de actitudes. ¿Por qué las
personas nos formamos y mantenemos actitudes?
Tenemos actitudes porque estas cumplen funciones básicas para el óptimo funcionamiento
psicológico y social de las personas, funciones con un papel muy importante en la supervivencia.
Al dar significado positivo-negativo a los objetos, las actitudes permiten a los seres humanos
adaptarnos más eficazmente al entorno, orientando nuestra conducta respecto a esos objetos.
è Predisposición al acercamiento a estímulos gratificantes
è Predisposición para alejarse de estímulos nocivos o aversivos
Por ello, constituyen un determinante importante de la conducta.

Además, nos permiten poder valorar particularmente no solo los estímulos del entorno, sino
qué pensar, qué sentir y qué hacer al respecto; es decir, definir nuestra singularidad personal. Las
actitudes juegan un papel fundamental tanto en la construcción de la identidad, como en la
expresión de esa identidad (con ellas, alguien expresa quién es y quién quiere ser, además de
mostrar sus gustos y preferencias exclusivas y únicas).
Claro está que, igual que en muchas otras ocasiones, entender las actitudes y ese “dar significado” a
los objetos que nos rodean como un proceso unitario, libre de componente social y que lo realiza un
sujeto aislado socialmente, es más que erróneo.
La evaluación que hacemos de las cosas, y sobre todo del “yo”, no es ajena al contexto social y a la
situación en la que nos encontremos. De hecho, una parte importante de nuestra identidad viene
definida desde parámetros sociales.

La conducta es el resultado de la interacción entre la persona y el contexto en que esta se


produce. Las actitudes que una persona tiene juegan un papel determinante sobre su
comportamiento, pero hay más factores importantes para explicar y predecir a este. Aquí surge la
teoría de la conducta planificada.

Teoría de la conducta planificada


Propone que, además de la actitud hacia un comportamiento determinado, la norma
subjetiva (la opinión de otras personas relevantes) y el control percibido (la percepción que tiene
de que ese comportamiento está a su alcance) son otros dos factores esenciales para que ese
individuo se forme la intención de realizar la conducta, siendo esta intención el factor predictor
clave del comportamiento.
Asimismo, otros factores individuales y situacionales condicionan todos estos elementos y las
relaciones entre ellos.
Ejemplo: la conducta de ponerse un preservativo lleva implementada la intención de
hacerlo.
A su vez, esa intención se origina en:
o La actitud (positiva-negativa) de la persona hacia ponerse el preservativo (la propia
actitud personal)
o Lo que otras personas importantes o influyentes en esta opinan sobre ponérselo (la
norma subjetiva)
o La percepción de que puede usar el preservativo (el control percibido)

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Intenciones de implementación (Gollwitzer)


Gollwitzer propone un método para optimizar la relación entre el establecimiento de una
meta y su logro: las intenciones de implementación. Este plantea que, mediante el
establecimiento de unos planes concretos de acción (“planes si-entonces”) se puede aumentar
significativamente la probabilidad de que una intención de meta dé lugar a los resultados que se
persiguen. Por tanto, se tiene que distinguir entre:
è Intención de meta: lo que se quiere conseguir.
è Intención de implementación: los planes que se van a seguir para conseguirlo. Estas
consisten en establecer vínculos cognitivos entre algunas claves situacionales (si…) y
algunas conductas concretas (entonces…) dirigidas al logro de una meta.
Los planes “si-entonces” han de conectar las oportunidades para actuar con las acciones concretas
que se quieren realizar. Las intenciones se implementan mediante conductas concretas asociadas a
unas claves situacionales definidas previamente (“si la situación X se da, entonces realizaré la
conducta Y”) y tienen como finalidad lograr una meta.

No obstante, la cognición y la conducta de las personas no son solo el resultado de la


planificación y la deliberación. Las actitudes pueden guiar la conducta de las personas de un modo
menos intencional, planificado y deliberado. Con frecuencia, las actitudes guiarán de forma
automática nuestro comportamiento.

Las actitudes son esencialmente psicosociales. De hecho, ya Allport recalcó que el concepto
de actitud es probablemente el más distintivo e indispensable en la psicología social.
La investigación ha mostrado que las actitudes, además de ser un determinante importante del
comportamiento de las personas y de la construcción y expresión de la identidad, son también muy
relevantes para el procesamiento de la información. Las actitudes que tenemos hacia los diversos
objetos y asuntos de nuestro entorno contribuyen a la selección y la organización de la
información, simplificándola en marcos de referencia o esquemas evaluativos desde los cuales las
personas perciben e interpretan la realidad.
Por un lado, las actitudes promueven una exposición y atención selectivas a la información. En
línea con la teoría de la disonancia cognitiva de Festinger, las personas buscan selectivamente la
información que sea consistente con sus actitudes previas y suelen evitar la información que les
pueda generar disonancia. Por otro lado, influyen sobre procesos psicológicos básicos como la
percepción, el aprendizaje o la memoria. En general, las personas recuerdan mejor aquella
información que es congruente con sus actitudes previas.

No obstante, sobre todos estos efectos se pueden encontrar excepciones. De hecho, las
personas no evitan exponerse y atender a una información contraria a la suya si anticipan que esa
información es fácil de refutar debido a la debilidad de los argumentos o a la baja calidad de la
fuente. Igualmente, datos incongruentes con las propias actitudes pueden ser mejor recordados si la
persona considera que esa información puede ser útil para situaciones futuras.

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8.4 EXTREMIDAD, AMBIVALENCIA Y FUERZA DE LAS ACTITUDES

Las actitudes pueden diferir en varios parámetros o dimensiones. Por ahora, solo hemos
aludido a la valencia (positividad-negatividad); es decir, a la evaluación positiva-negativa de algo.
Muestran esa evaluación porque las actitudes no son algo de blanco o negro, sino que son un
continuo en el que caben matices. Por ello, cabe hablar de la extremidad de una actitud.
La extremidad es el grado en que una actitud se refleja en valores moderados o extremos de la
escala de medida. Una actitud es extrema cuando se refleja en valores muy alejados del punto medio
en la escala de medida. Una actitud es moderada cuando se refleja en un valor intermedio. Las
actitudes existen aunque se reflejen en valores evaluativos intermedios (o neutros) del continuo.
Otro parámetro relevante es la ambivalencia, que consiste en el grado en que la actitud está
compuesta por una combinación de evaluaciones a favor y en contra de un objeto de actitud. Una
actitud puede ser más o menos ambivalente en la medida en que incluya más o menos valoraciones
de signo evaluativo contrario. Las actitudes ambivalentes serían creencias y/o elementos afectivos
de signo opuesto que confluyen en la evaluación global de un mismo objeto de actitud. La
ambivalencia puede darse en diversos grados, desde la ausencia total (donde hay una evaluación solo
positiva o negativa) hasta la máxima ambivalencia. En algunos casos, puede ser una ambivalencia
que no genere mucho malestar subjetivo y que no tenga muchas consecuencias sobre la conducta,
pero en otros, se puede convertir en un elemento muy motivador para buscar más información
sobre el objeto de actitud en cuestión con el propósito de eliminar esa ambivalencia.

Un tercer parámetro es la fuerza de las actitudes; es decir, su durabilidad e impacto. Las


actitudes son fuertes en la medida en que permanecen a lo largo del tiempo y tienen efectos
importantes sobre el procesamiento de la información, las intenciones y las conductas de las
personas. Las actitudes fuertes ocupan un espacio central en el autoconcepto y la identidad de cada
persona. Muchas veces, las fuertes son sencillas de identificar, pues han permanecido persistentes y
son importantes para guiar la conducta. Eso sí, no todas las actitudes son igualmente fuertes ni
influyen por igual en los individuos. Se han propuesto varios indicadores para analizar la fuerza de
las actitudes hacia un determinado objeto de actitud, distinguiéndose principalmente en:
è Indicadores objetivos: destacan la accesibilidad, la persistencia, la resistencia al cambio, la
resistencia a la influencia sobre el procesamiento de la información, las intenciones y las
conductas.
è Indicadores subjetivos: destaca la confianza (certeza) en la actitud.

Fuerza de las actitudes


Las actitudes fuertes son más accesibles en la memoria, persisten más en el tiempo y son más
resistentes a intentos persuasivos en su contra. Además, cuanto más fuertes sean las actitudes,
mayor consistencia actitud-intención-conducta (es decir, muestran una mayor capacidad de
influencia sobre el procesamiento de info, intenciones o conductas a mayor fuerza). Por último, las
actitudes fuertes son mantenidas con un mayor grado de certeza subjetiva (convicción o
confianza).
La certeza es la percepción que una persona tiene sobre la validez subjetiva de sus propias
actitudes hacia un objeto determinado. Las personas muestran una mayor certeza en sus actitudes
cuando estas se han originado en la experiencia directa con el objeto de actitud o cuando se han
formado mediante alta elaboración.
Una actitud es fuerte en la medida en que la persona percibe que esa actitud es subjetivamente
válida, está seguro de ella o confía en su validez. Además, la certeza puede ser un determinante
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de la fuerza objetiva (mayor persistencia, resistencia al cambio y mayor predicción sobre las
intenciones y las conductas).

8.4.1 Actitudes que guían las conductas

¿Las actitudes influyen significativamente sobre las acciones de las personas? ¿Cuándo y
cómo? LaPiere y Wicker concluyeron que las actitudes que las personas informan tener
verbalmente o por escrito en un cuestionario no están relacionadas con las conductas que esas
mismas personas muestran respecto a un objeto de actitud. Sin embargo, algunos años más tarde,
Fishbein y Ajzen explicaron esta inconsistencia entre las actitudes y las acciones en función de las
medidas utilizadas: la correspondencia en el grado de generalidad-especificidad de las medidas de
las actitudes y de las conductas podría explicar la presencia o ausencia de relaciones significativas.
Un ejemplo claro es, por ejemplo, el de establecer una relación entre las actitudes frente al control de
la natalidad de forma general (charlas, preservativos, métodos anticonceptivos químicos,
educación…) con las conductas de tomar píldoras anticonceptivas à muy poca correlación. Sin
embargo, si estableces una correlación entre las actitudes específicas de tomar estas píldoras y la
conducta de hacerlo durante el mismo tiempo, la correlación será mayor.

Entre los modelos teóricos que han abordado cómo y cuándo las actitudes guían las acciones, hay
que destacar el MODE (Motivation and Oportunity as Determinants of the actitud-behaviour
relation) de Fazio. Este, propone que una actitud es una asociación entre un objeto y una
evaluación (positiva-negativa) que está almacenada en la memoria. Cuanto más fuerte es esa
asociación, más fácil y rápidamente se activará la actitud ante la mera presencia del objeto al que se
refiere. Una vez activada, el MODE distingue 2 procesos a través de los cuales esa actitud puede
guiar la conducta:
o Proceso automático (espontáneo)
o Proceso deliberado (deliberado)
Además, plantea que hay dos factores que influyen en que el proceso sea uno u otro:
o La motivación de la persona para deliberar
o La oportunidad de la persona para hacerlo

El MODE postula que hay numerosas variables tanto motivacionales (deseo de estar en lo
cierto, necesidad de pertenencia…) como de oportunidad (presiones, recursos cognitivos
disponibles, fatiga…) que determinarán el proceso mediante el cual una actitud guiará una
conducta. Así, la actitud activada ante la presencia de un objeto guía el procesamiento de la
información e influye sobre las conductas de la persona mediante un proceso automático cuando
la motivación y la oportunidad son bajas y un proceso deliberado cuando la motivación y la
oportunidad son altas.
• Motivación y oportunidad BAJAS à Proceso automático
• Motivación y oportunidad ALTAS à Proceso deliberado
Un ejemplo claro à prejuicio étnico. Si un individuo no tiene motivación para cambiar sus
prejuicios ni dispone de los recursos cognitivos necesarios (conocimiento) para hacerlo, lo más
seguro es que, de forma automática, siga teniendo estos prejuicios al tener el objeto de actitud
presente. Sin embargo, si está motivado y tiene la oportunidad para pensar deliberadamente sobre su
actitud y su comportamiento en una situación, la actitud puede influir sobre su conducta de forma
(prejuicio)

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En el caso de que se dé un procesamiento deliberado, el MODE plantea que la actitud


almacenada en la memoria podría corresponderse o no con el comportamiento subsiguiente, dado
que otros factores como la deseabilidad social o los sesgos de autopresentación podrían influir sobre
dicho comportamiento.
Al margen de los aspectos relacionados con la motivación y la oportunidad, tanto el MODE
como otros modelos sobre el cambio de actitudes plantean que la fuerza de la actitud hace que la
actitud se active ante el objeto (accesibilidad) y guíe el comportamiento de un modo acorde con ella.
No obstante, la validez y la fiabilidad de las medidas de las actitudes y de las conductas
contribuyen a una medición más rigurosa y certera de la relación actitud-conducta.

Resumen (importante)
è Extremidad de la actitud = grado en que se reflejen en la actitud valores extremos o
moderados
o Ambivalencia: grado en el que la actitud está compuesta y presenta la combinación
de valores contrarios (positivos y negativos a la vez) hacia el objeto de actitud
è Fuerza de las actitudes = su durabilidad e impacto. Actitudes son fuertes en la medida que
persistan en el tiempo, que sean resistentes (al cambio, a la convicción o a la manipulación)
y tengan impacto sobre el procesamiento de info, las intenciones y conductas
o Característica principal para que actitud guíe el comportamiento
è Una actitud es subjetivamente fuerte en la medida que su ejecutor la perciba válida y
confíe en su validez
è Según el MODE, la actitud = asociación entre valoración (+/–) y objeto de actitud
o La actitud se activa ante objeto de actitud y esta guía la conducta hacia él (recordad
que es la fuerza la característica principal para que esto se dé)
§ Mediante proceso automático si motivación y oportunidad BAJOS
§ Mediante proceso deliberado si motivación y oportunidad ALTOS

8.5 MEDICIÓN DE LAS ACTITUDES

Entre los numerosos instrumentos para medir las actitudes se puede hacer una distinción referida al
uso de un procedimiento de medición directa o indirecta para la obtención de medidas.
• En los procedimientos de medición directa, se pregunta expresamente a las personas acerca
de sus actitudes hacia un objeto
• En los procedimientos de medición indirecta, las actitudes se infieren a partir de respuestas
aparentemente no relacionadas con dicho objeto, sin preguntar por ellas y sin que las
personas puedan deducir que se están midiendo sus actitudes

8.5.1 Medición directa de las actitudes

1. Instrumentos con formato de adjetivos: el diferencial semántico

Con este instrumento, se miden las actitudes de las personas mediante pares de
adjetivos opuestos entre sí. Con él, se pide a la persona que clasifique un objeto de actitud
en un punto del espacio semántico que conforman los pares opuestos de adjetivos. Las
actitudes se estiman mediante la suma de puntuaciones de cada par de adjetivos. Su principal
característica es que permite de forma sencilla su adaptación para medir las actitudes hacia
objetos diferentes.
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Ejemplo:
Se desea estimar la calidad de un nuevo champú para cabellos dañados y secos y se
le da a probar muestras a 500 sujetos, que tendrán que valorarlo de positivo a
negativo en varios aspectos, marcando la casilla correspondiente, de la siguiente
forma:

El champú ha resultado
Dañino -3 -2 -1 0 1 2 3 Reparador
Deshidratante -3 -2 -1 0 1 2 3 Hidratante
Encrespante -3 -2 -1 0 1 2 3 Desenredante

2. Escalas de acuerdo: la Escala de Likert

Estas escalas plantean afirmaciones con las que una persona tiene que mostrar su
grado de acuerdo-desacuerdo. La suma de una serie de respuestas a las afirmaciones
diseñadas para medir la actitud hacia un determinado objeto permite situar a cada persona en
el continuo medido.
Las principales ventajas de estas medidas directas (las escalas de Likert y el diferencial
semántico) son la sencillez y el pequeño coste que supone la construcción de este tipo de
medidas. No obstante, descansan sobre dos supuestos fundamentales:
a) Asumen que una persona es consciente de la actitud que tiene hacia un
determinado objeto y, al mismo tiempo, es capaz de informar de ella con precisión
b) Y, por ello, se asume que las personas están dispuestas a manifestar sus actitudes
con sinceridad
Con frecuencia, estos dos supuestos se cumplen, pero en ocasiones las personas pueden:
a) Por un lado, tener dificultades para la introspección y el autoconocimiento de
sus actitudes
b) Y, por otro, tener un especial interés en informar de un podo impreciso o
sesgado sobre sus actitudes, por deseabilidad social (por ejemplo) à en este
caso, la persona puede ser plenamente consciente de que tiene un prejuicio, pero
puede ocultarlo ya que manifestarlo podría perjudicarle
Debido a estos potenciales inconvenientes, se han desarrollado instrumentos de medición
indirecta que tratan de superar estas limitaciones de autoconciencia o sesgos del control de
impresiones.

8.5.2 Medición indirecta de las actitudes

En las últimas dos décadas se han desarrollado algunos instrumentos como el IAT y/o
la tarea de evaluación automática basada en el priming evaluativo. Estos instrumentos son
capaces de registrar el procesamiento evaluativo automático. Además de tener la ventaja
de reducir los sesgos y la deseabilidad social, también proporcionan una información del
procesamiento evaluativo a la que, a veces, no se puede acceder fácilmente mediante la
introspección.
Importante: tanto el Test de Asociación Implícita (IAT) como la Tarea de Evaluación
Automática son procedimientos basados en la latencia de respuesta

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1. Test de Asociación Implícita (IAT/TAI)

Las actitudes se infieren a través de las latencias de respuesta* en tareas de clasificación


semántica en la que las personas tienen que clasificar semánticamente distintos estímulos
que van apareciendo de la forma más rápida posible.
Cada participante tiene que clasificar estímulos que aparecen en el centro de una pantalla en
una de las 2 o 4 categorías que aparecen a los lados de la pantalla teniendo en cuenta su
relación semántica con dichas categorías (relación estímulo-categoría). Para ello, pulsa una
tecla con la mano derecha si el estímulo, según ella, pertenece a una de las categorías de la
derecha o con la mano izquierda si pertenece a una de las categorías de la izquierda. Pueden
emplearse fotografías como estímulos.
*La latencia de respuesta es el tiempo que transcurre entre la aparición de un estímulo y justo
el inicio de la respuesta del individuo

Para medir las actitudes hacia un determinado objeto de


actitud, incluye dicho estímulo (African American) y una
categoría de contraste (European American). Además,
incluye 2 categorías que representan atributos con una
valencia positiva o negativa (bueno-malo).

El supuesto que subyace a este instrumento es que cuanto más


asociadas estén dos categorías para la persona que clasifica
los estímulos, más fácil le resultará esa clasificación y más
rápidamente realizará esta tarea cuando esas 2 categorías
se presenten en un mismo lado, en comparación con la
presentación en lados diferentes.

Puesto que la latencia de respuesta queda registrada, se puede calcular un valor que
represente la medida relativa en la cual la persona tiene un objeto de actitud más asociado a la
categoría “bueno/agradable” que “malo/desagradable”, o viceversa, en función de las
respectivas asociaciones de la otra categoría con esos mismos atributos evaluativos.
Por tanto, se infieren las actitudes hacia dicho objeto a partir de la diferencia en esas
latencias de respuesta en las tareas de clasificación semántica.

Una de sus ventajas más importantes es su carácter más automático y, por tanto,
menos sujeto a factores de deseabilidad social y falseamiento. Aunque las personas
también pueden falsear sus respuestas, esto puede ser detectado y parcialmente corregido. Y,
de todas formas, hace más difícil ocultar o “maquillar” respuestas que las escalas de
autoinforme.
Sin embargo, el IAT/TAI ha recibido numerosas críticas, sobre todo en cuanto a la validez de
lo que realmente está midiendo. Por el contrario, generalmente la investigación ha
corroborado unas buenas propiedades psicométricas tanto en términos de fiabilidad como de
validez. Además, ha mostrado ser capaz de registrar los cambios de actitudes como
consecuencias de intervenciones y de detectar variaciones consistentes con los principios de
equilibrio cognitivo.

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2. Tarea de evaluación automática, TEA (priming evaluativo, Fazio)

Se basa en un procedimiento de priming evaluativo que da lugar a una medición


indirecta de las actitudes a partir de las latencias de respuesta de los individuos en tareas
de decisión léxica.
En el caso de las actitudes, el procedimiento más utilizado para su medición consiste en lo
siguiente. En primer lugar, se presenta a cada persona un estímulo (prime) sobre el que se
van a inferir las actitudes. A continuación, se presenta otro estímulo (target) sobre el que la
persona ha de tomar una decisión. La decisión que cada persona ha de tomar es si la
palabra es positiva o negativa, respondiendo lo más rápidamente que pueda sobre el teclado
del ordenador.

A continuación, se repite esta tarea las veces que haya planeado el investigador,
variando los primes y las palabras (con valencia positiva o negativa) sobre las que se ha de
tomar la decisión. Se pueden intercalar como primes estímulos neutros.
El supuesto que subyace a esta tarea es que el prime activa automáticamente una valencia
(positiva o negativa) que es más o menos congruente con las palabras (positivas o
negativas) que se presentan después, en función de las actitudes que tenga cada persona.
Cuanta más congruencia haya entre el prime y las palabras posteriores, más rápidamente
va a responder la persona calificando esas palabras como positivas o negativas. El prime
activa una valencia que facilita o no la tarea posterior.
Así, una persona con una actitud muy negativa hacia las mujeres, después de exponerse a la
fotografía de una mujer, va a responder más rápidamente a las palabras posteriores de
valencia negativa (en comparación con las palabras de valencia positiva), y ocurriría justo lo
contrario si su actitud hacia ellas es muy positiva (va a responder más rápidamente a las
palabras posteriores de valencia positiva frente a las negativas).
En un estudio clásico, Fazio et. al analizaron los prejuicios raciales mediante una
tarea de evaluación automática basada en priming evaluativo. Se encontró que, para los
participantes de raza blanca, las fotografías de personas de aspecto caucásico facilitaron la
respuesta a adjetivos de valencia positiva, mientras que las fotografías de personas
afroamericanas o de raza negra facilitaron la respuesta a los adjetivos negativos.

La interpretación de los resultados fue muy sencilla: el concepto de positividad estaba


más asociado a los individuos caucásicos y era automáticamente activado ante estas
fotografías, mientras que el concepto de negatividad estaba más asociado a los individuos
afroamericanos y era automáticamente activado ante esas fotografías. A su vez, se encontró
que, entre los participantes negros, ocurrió lo contrario (fotos de personas afroamericanas
facilitaron la respuesta a adjetivos de valencia positiva y las fotos de personas caucásicas
facilitaron la respuesta a adjetivos de valencia negativa).
De este modo, estas medidas de evaluación automática mostraron predecir dos patrones de
respuestas en función del grupo étnico al que pertenecían los participantes. Además, estas
medidas indirectas de actitudes predijeron el “tono” de la interacción (amabilidad e interés)
entre los participantes blancos y un experimentador afroamericano que les dio la explicación
final del estudio. Aquellos participantes caucásicos que mostraron mayor prejuicio hacia los
afroamericanos en la TEA se comportaron con menor amabilidad e interés en la interacción
con el experimentador negro. Fazio concluyó que la evaluación automática basada en el

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priming aporta una medición indirecta de las actitudes raciales (prejuicios) activadas
automáticamente.

8.5.3 Medición de la ambivalencia y fuerza de las actitudes

Se puede distinguir entre ambivalencia objetiva y subjetiva. La ambivalencia


objetiva es la concurrencia de reacciones positivas y negativas ante un objeto de actitud,
mientras que la ambivalencia subjetiva se refiere a percepciones y sensaciones subjetivas
de la persona con respecto a sus reacciones hacia el objeto de actitud.

Para estimar la ambivalencia objetiva se mide separadamente la positividad y la


negatividad hacia el mismo objeto de actitud. Por ejemplo, se coge un objeto y se le presenta
a alguien, y tiene que estimar únicamente la medida positiva hacia ese objeto (ignorando la
negativa), y así también con las medidas negativas. Esto puede hacerse mediante ítems de
medida de 7 puntos, desde 0 (ningún pensamiento o sentimiento +/–) hasta 6 (máximos
pensamientos o sentimientos +/–). Después, las medidas separadas de las reacciones positivas
y negativas se combinan en un índice de ambivalencia, dando lugar a puntuaciones que van
desde -3 a 6, donde los valores más altos representan un mayor grado de ambivalencia
objetiva.
Reacciones Dominantes (D): las más grandes (+/–)
Reacciones en Conflicto (C): las más pequeñas (+/–)
Fórmula de la ambivalencia objetiva es: [(C+D) / 2] – (D – C)
Es decir, media de las reacciones dominantes y en conflicto, menos la
resta entre las dominantes y las en conflicto

Por otro lado, la ambivalencia subjetiva se mide generalmente en tres ítems que
registran el conflicto percibido, donde las personas indican en qué grado sintieron reacciones
conflictivas (base afectiva de la actitud), mixtas (base cognitiva) o indecisión (base
conductual) ante el objeto de actitud.
Sobre una escala de 7 puntos, las personas pueden responder desde 0 (“no sentí
ningún conflicto”) a 6 (“sentí el máximo conflicto hacia el objeto de actitud”). La respuesta a
estos ítems de ambivalencia subjetiva puede combinarse mediante su promedio en un único
índice, siempre que demuestre una aceptable consistencia interna. Mayores valores en este
índice indicarían una mayor ambivalencia subjetiva.

Las medidas de la fuerza de las actitudes serán diferentes en función del indicador
de fuerza que se quiera medir:
o La accesibilidad se puede medir mediante latencias de respuesta. Los tiempos de
reacción en una TEA pueden mostrar la accesibilidad o fuerza de una actitud además
de su valencia positiva o negativa. Cuanto menores latencias de respuesta, más
accesible la actitud y, por tanto, más fuerte.
o La persistencia se analiza mediante varias mediciones a lo largo de un periodo de
tiempo. Si una actitud permanece en el mismo valor de una escala de positividad-
negatividad a lo largo del tiempo, es más estable y persistente.
o La resistencia de la actitud se analiza también mediante varias mediciones
longitudinales, pero incluyendo un intento persuasivo (de manipulación/persuasión)

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en contra de la actitud mantenida o formada inicialmente para estimar en qué medida


es capaz de resistir el ataque contra-actitudinal.
o La influencia sobre las intenciones y la conducta se miden mediante algunos de los
instrumentos descritos (IAT/TEA) y, a la vez, se incluyen medidas de las intenciones
conductuales y/o algunas observaciones sobre la conducta real. Las intenciones se
pueden estimar mediante ítems como “¿en qué medida tienes la intención de votar a
este candidato político?”. Además, la conducta podría observarse mediante el registro
de aquellos comportamientos que sean relevantes para el objeto de actitud.
o Por último, la fuerza subjetiva (la que es percibida por uno de su misma fuerza
actitudinal) puede estimarse mediante la certeza/confianza preguntando “¿cuál es el
grado de certeza [confianza/seguridad] que tienes sobre tus actitudes hacia…?” o
“¿en qué medida estás convencido [tienes convicción sobre] tus actitudes hacia…?”.
También puede preguntarse sobre en qué medida creen que sus actitudes son
persistentes, resistentes al cambio ante información persuasiva contraria o predictoras
de su conducta.

8.6 ACTITUDES EXPLÍCITAS vs ACTITUDES IMPLÍCITAS

A partir de las investigaciones realizadas con diversos procedimientos de medición indirecta


como el IAT/TAI, se planteó la distinción entre medidas explícitas y medidas implícitas de las
actitudes.
Esta distinción ha sido usada con frecuencia para aludir a dos tipos de constructos subyacentes: las
actitudes explícitas y las actitudes implícitas. Sin embargo, no es conceptualmente correcto hacer
una equiparación entre el tipo de medida utilizada y el tipo de constructo medido.
El término implícito ha de aplicarse SEPARADAMENTE a la medida obtenida o a la actitud en sí
misma, pero no hacer una equiparación de ambas.

Directa Indirecta
La persona conoce que se están La persona desconoce lo que la medida está
evaluando o estimando sus actitudes estimando por el tipo de tarea que conlleva
Medición Aportan y estiman: Aportan y estiman:
• Medidas explícitas • Medidas implícitas (de actitudes)
• Reacciones evaluativas • Reacciones evaluativas automáticas
deliberadas (por lo general) (por lo general)

La distinción entre directo vs indirecto no debe ser equiparada con la distinción entre
deliberado vs automático. Tanto los procedimientos de medición directa como los procedimientos de
medición indirecta pueden diferir en el grado en que miden respuestas deliberadas vs automáticas.
Hay procedimientos de medición indirecta en los que se pide a las personas respuestas
predominantemente deliberadas, como el Test de Apercepción Temática (TAT), aunque estas
respuestas no son percibidas por la persona como una estimación explícita de sus actitudes, sino que
son inferidas por los investigadores a partir de las respuestas a tareas aparentemente no relacionadas
con esas actitudes.
A pesar de que casi todos los instrumentos de medición directa (diferencial semántico o escalas de
Likert) se usan generalmente de modo que estiman mayoritariamente respuestas deliberadas y
que prácticamente todos los instrumentos de medición indirecta registran respuestas rápidas y
automáticas, conceptualmente la equiparación directo-deliberado e indirecto-automático es
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errónea. El modo en que se ha llevado a cabo la investigación, solapando estos conceptos puede
explicar que se hayan encontrado correlaciones entre medidas explícitas y respuestas deliberadas y
medidas implícitas y respuestas automáticas.

Respecto a la cuestión de si se pueden diferenciar entre actitudes explícitas y actitudes


implícitas, el desarrollo de instrumentos como el IAT/TAI o la tarea de evaluación automática
(priming) aceleró exponencialmente la investigación en este ámbito, suscitando debates. Tras una
conferencia en la UAM en 2004, se llegó a un consenso en su definición.

Una actitud es implícita cuando la persona DESCONOCE que TIENE esa actitud,
independientemente del tipo de instrumento que se use para medirla. Ni el desconocer su origen, ni el
desconocer sus efectos hacen que una actitud sea implícita.
Una actitud es explícita cuando la persona SABE que TIENE esa actitud.

En estas definiciones se enfatiza la consciencia de la persona sobre su propia actitud. Por


definición, para inferir que una medida implícita está realmente midiendo una actitud implícita
habría que asegurar que la persona no tiene en absoluto conocimiento consciente de esa actitud, y los
procedimientos de medición indirecta actuales no garantizan que se estén midiendo actitudes
inconscientes en todos los casos.
En función del tipo de medida que se use y el modo en que se aplique, las respuestas se podrán situar
en un punto determinado del continúo deliberado-automático. Como respuestas evaluativas
diferentes podrían predecir comportamientos diferentes en situaciones diferentes, la elección del tipo
de medición debería corresponderse con los propósitos de la investigación o con el tipo de respuestas
evaluativas y/o comportamientos que se quieran describir, explicar y predecir.
Sobre las medidas explícitas/implícitas y el tipo de constructo que podrían estar estimando, la
evidencia empírica ha mostrado que, en ocasiones, ambas medidas correlacionan entre sí, pero en
otras ocasiones no lo hacen.

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TEMA 5: CAMBIO DE ACTITUDES


Capítulo 9

CAPÍTULO 9: CAMBIO DE ACTITUDES


En evento TED es más que una serie de conferencias. Tiene como objetivo principal
promulgar las “ideas dignas de difundirse”. Así, el modo elegido para la difusión de cada idea es una
conferencia breve en la que un ponente expone una idea genuina. En estos eventos confluyen dos
elementos básicos: las ideas y la comunicación.
En el siglo XXI, una idea y un discurso pueden llegar inmediatamente a miles de personas y ser
difundidos por todo el planeta, posibilitando un impacto mundial. La sociedad de la información es
la sociedad de la influencia. Y es que influencia, comunicación, persuasión y cambios de actitudes
son procesos que están estrechamente relacionados. Cada día, estamos expuestos a multitud de
informaciones que pueden producir cambios sobre nuestras maneras de pensar, sentir y actuar; pero
al mismo tiempo, cada uno de nosotros puede producir también esos cambios en otras muchas
personas.

DEFINICIONES Y CONCEPTOS IMPORTANTES

Proceso de interacción que se completa con la comprensión


compartida del mensaje. Es decir, tiene como propósito que el emisor
y el receptor de una información lleguen a compartir significados
(proceso y resultado del intercambio de contenidos simbólicos para
que el mensaje sea recibido por otro y entendido de la forma más
Comunicación precisa posible). Compartir significados no implica estar de acuerdo
ni da lugar necesariamente a un cambio de actitud. La comunicación
no conlleva necesariamente persuasión, comunicar no es sinónimo
de persuadir.
La comunicación es un proceso dinámico, interactivo y
potencialmente multidireccional, en el que el mensaje se construye
en la propia interacción en la que el “receptor” no es un sujeto pasivo,
sino que es un agente activo de comunicación que procesa e interpreta
los mensajes y que, a su vez, envía señales al “emisor”, interviniendo
interactivamente en la construcción del significado compartido.
Es un tipo particular de comunicación en la que el emisor tiene como
propósito convencer al receptor para cambiar sus actitudes hacia
un objeto determinado mediante la transmisión de un mensaje y,
por tanto, cambiar su conducta en un contexto de libre elección.
Persuasión El estudio de la persuasión ha asumido el modelo de comunicación en
el que un emisor transmite un mensaje a un receptor, a través de un
canal y usando un código determinado, en un contexto específico y
dando lugar a unos efectos concretos. Sin embargo, en multitud de
contextos, la persuasión se manifiesta como un proceso
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multidireccional en el que emisores y receptores interactúan entre sí,


intercambian roles, argumentan, debaten, discuten de un modo
dinámico. La investigación se centra en situaciones más controladas
que permiten especificar las variables relacionadas con la persuasión,
los procesos a través de los cuales actúan estas variables, las
condiciones que hacen que ocurran unos u otros procesos y las
consecuencias de cada uno de ellos.
Puede considerarse un tipo de influencia, de comunicación, o
simplemente, el cambio de actitudes que se produce como
consecuencia de la exposición a una información dirigida a producir
dicho cambio.
Es cualquier modificación en la evaluación hacia un objeto de
actitud que varíe su signo o su extremidad de un valor dado a otro
diferente. En ocasiones puede ser no intencionado por parte de quien
lo provoca o incluso puede ocurrir en respuesta a una variable
Cambio de actitud contextual, sin un emisor que intervenga para producir el cambio. A
veces no hay actitudes previas que cambiar, sino que lo que se
pretende de manera intencional es formar unas nuevas actitudes hacia
un objeto de actitud. Los efectos sobre las actitudes pueden darse en
otras dimensiones como fuerza o ambivalencia.
Hablaremos de persuasión y cambio de actitudes como sinónimos.
Grado en el cual la persona piensa con detenimiento y
exhaustivamente sobre la información relevante disponible acerca de
Elaboración una propuesta persuasiva. Va desde la ausencia total de elaboración
(de pensamiento deliberativo) hasta la completa elaboración de la
información, con su posterior integración en el esquema de actitud.

9.1 MODELOS TEÓRICOS DE CAMBIO DE ACTITUDES

Se han propuesto diversos modelos y teorías para describir y explicar el cambio de actitudes.

1. Modelo de cambio de actitudes por aprendizaje de la Escuela de Yale

Hovland, Janis y Kelly propusieron una aproximación al cambio de actitudes basada en el


aprendizaje del mensaje. El cambio de actitudes ocurre como resultado de un proceso de
aprendizaje secuencial que incluye:
• La atención al mensaje
• La comprensión de su contenido
• La aceptación de sus conclusiones
Todo ello dependiendo de que el mensaje provea a la persona de incentivos potenciales para adoptar
sus conclusiones.

Es decir, una persona cambia su actitud hacia un objeto en la medida en que presta
atención a los argumentos y a los demás datos relevantes de un mensaje, los comprende, y acepta
sus conclusiones como válidas y conducentes a la obtención de los incentivos deseados. Por ello,
“aprenderse el mensaje” sería una condición necesaria para llegar a aceptarlo, por lo que el receptor
debería retener la información para que el cambio de actitud se produzca.
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2. Modelo del impacto persuasivo del mensaje por fases de McGuire

McGuire tomó como punto de partida el modelo anterior. Estableció que impacto persuasivo
del mensaje podía ser entendido como el producto multiplicativo de seis fases, pasos o etapas de
procesamiento de la información. El fallo en cualquiera de estos pasos impediría el proceso de
persuasión: exposición, atención, comprensión, aceptación, retención y conducta.

Posteriormente reformuló la cantidad de pasos de esta “cadena causal de pasos de


procesamiento” en un modelo de solo DOS pasos à recepción y aceptación. Según este modelo, el
cambio de actitudes dependería de que el receptor atienda y comprenda la información
(recepción) y acepte lo que ha recibido o comprendido (aceptación). Con este modelo se han
analizado los efectos que las variables tienen sobre los procesos de recepción y aceptación. En
función de estos efectos sobre ambos procesos, se producirá o no el cambio de actitudes.

Eso sí, la principal limitación de estos dos modelos (tanto el de la Universidad de Yale como el
de McGuire) es que puede haber aprendizaje del mensaje sin que ello garantice en absoluto la
persuasión. Y más importante aún, el cambio de actitud puede ocurrir aunque no haya habido
comprensión del mensaje. La comprensión (o recepción) del mensaje NO es un mediador
suficiente ni necesario de la persuasión.
Es decir:
à NO tiene por qué haber APRENDIZAJE para un cambio de actitud
à El APRENDIZAJE del mensaje ajeno NO garantiza que haya persuasión
à La COMPRENSIÓN del mensaje NO es suficiente para que se haga un cambio de actitud

3. Modelo de la Respuesta Cognitiva de Greenwald

Greenwald plantea, ante las limitaciones de las aproximaciones de Hovland y McGuire, una
segunda aproximación basada en las respuestas cognitivas del receptor.
El principal predictor de la persuasión es el procesamiento de la información que parte del
receptor de la comunicación persuasiva y cómo este responde cognitivamente ante esa información.
Es decir: las RESPUESTAS COGNITIVAS del receptor hacia la INFORMACIÓN
(persuasoria) (pensamientos favorables o desfavorables) predicen las ACTITUDES (favorables o
desfavorables) que resultarán de ese procesamiento.
Esta aproximación permite explicar y predecir el cambio de actitudes cuando el receptor realiza un
procesamiento activo de la información.

4. Modelos Multiproceso o Duales

En la actualidad, los modelos multiproceso como el Modelo de Probabilidad de Elaboración


(ELM) o el Modelo Heurístico-Sistemático (HSM) constituyen una tercera aproximación, al
plantear que el cambio de actitudes puede ocurrir tanto cuando el receptor de una información
persuasiva realiza un procesamiento sistemático o de alta elaboración (activo, meditado y
exhaustivo) o un procesamiento heurístico o de baja elaboración de esa información (superficial).
Ambos modelos se nutren de los anteriores y los integran en un marco explicativo más amplio.
Tienen muchas similitudes entre sí y las diferencias son más bien terminológicas.

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9.2 MODELOS MULTIPROCESO O DUALES: HSM y ELM

9.2.1 Modelo Heurístico -Sistemático (HSM) (High School Musical)

Plantea que hay motivaciones subyacentes (motivaciones que se encuentran como


“encubiertas”) que llevan a las personas a formarse, mantener o cambiar sus actitudes y que
ayudan a comprender por qué ocurren los procesos de persuasión. Las personas pueden
procesar la información persuasiva por tres motivos:
a) Accuracy motivation: deseo de formarse y tener actitudes válidas y precisas. La
meta al procesar una propuesta es analizar la validez de la información.
b) Defence motivation: deseo de formarse o defender unas posiciones
actitudinales particulares. La meta es confirmar la validez de estas posiciones y
confirmar la validez de otras alternativas.
c) Impression motivation: deseo de expresar actitudes que son socialmente
aceptables. La meta es estimar la aceptabilidad social de las distintas posiciones
actitudinales.
En relación con el procesamiento heurístico, plantea que el receptor se centra solo en
una parte o subconjunto de la información para determinar de manera rápida y eficiente
la validez de un mensaje.
Ejemplos de este procesamiento heurístico (superficial) sería el hecho de estar hablando con
alguien sobre un tema concreto y establecer cuales son los argumentos que la
apoyan:“Cuantos más, mejor” (cuantos más argumentos apoyen la propuesta, más válida es).
“Lo que dicen los expertos es válido y confiable”: en función del grado de experiencia o
conocimiento del emisor de la propuesta, esta será más o menos válida.
“Consenso significa que es correcto”: la posición mayoritaria, el consenso social, será la
opción más válida.

9.2.2 Modelo de Probabilidad de Elaboración (ELM) (ElMo, de Barrio


Sésamo)

Es el modelo que más evidencia empírica ha acumulado en las últimas décadas.


Propone que las personas están, principalmente, motivadas por el deseo de formarse y
mantener actitudes válidas y, por ello, procesan y se exponen a información que pueda
ayudarles a tener la percepción de “estar en lo cierto”. El modelo acepta la influencia de
otras necesidades y motivaciones del receptor sobre el cambio de actitudes.
En la búsqueda de actitudes válidas, la probabilidad de elaboración depende de DOS
factores que varían en función de variables individuales y situacionales:
a. La motivación: lo que la persona está dispuesta a elaborar
b. La capacidad: lo que la persona puede elaborar

El ELM plantea tres niveles principales de probabilidad de elaboración:


• Alta probabilidad de elaboración: motivación y capacidades altas. Cambio de actitudes a
través de la RUTA CENTRAL.
a. Las personas atenderán a la información, intentarán acceder a los datos relevantes
procedentes de fuentes externas o almacenados en la memoria y sacarán conclusiones
personales sobre la validez de la propuesta a partir de la información aportada por

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todas esas variables. Esto dará lugar a una evaluación general del objeto que se
integrará en la estructura subyacente de la actitud hacia ese objeto.
• Baja probabilidad de elaboración: motivación y/o capacidades bajas. Cambio de actitudes a
través de la RUTA PERFIFÉRICA.
a. El receptor se centra en procesar solo algunos datos o claves que le permitan formarse
o cambiar una actitud sin pensar detenidamente sobre toda la información.
• Probabilidad intermedia de elaboración: la motivación y capacidad del receptor le sitúan, a
priori, entre la alta y la baja elaboración.

Como se ha podido observar, el ELM plantea que hay dos condiciones diferentes de
procesar la información por parte del receptor y que, por tanto, la persuasión puede ocurrir a
través de DOS rutas diferentes.

Probabilidad Motivación Capacidad Modo de Cambio de


de elaboración (disposición (oportunidad procesamiento actitud por
(pensamiento a elaborar) de elaborar) de la info esta vía
deliberativo)

RUTA ALTA ALTA ALTA Exhaustivamente Posible


CENTRAL

RUTA BAJA BAJA BAJA Superficialmente Posible


PERIFÉRICA

Como se puede observar, en ambas condiciones de elaboración se puede producir un


cambio de actitud, ahora bien, estos cambios de actitudes ocurrirían a través de procesos
psicológicos distintos y tendrían consecuencias diferentes.
Más allá de las dos rutas hacia la persuasión, el ELM especifica los procesos psicológicos
que explicarían el cambio de actitudes en las distintas condiciones de elaboración. Estos
procesos psicológicos serían los que llevarían al cambio de actitudes.

Cualquier variable del emisor, el mensaje, el receptor, etc., puede influir sobre el
cambio de actitudes a través de cualquiera de estos procesos diferentes (alta, media o
baja elaboración). Una misma variable llevaría a persuasión a través de procesos distintos
en función de condiciones de elaboración diferentes.
Es decir, una VARIABLE puede PRODUCIR un CAMBIO de actitudes mediante tres
PROCESOS PSICOLÓGICOS DIFERENTES, según la probabilidad de elaboración:

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Una variable genera un cambio en la actitud (persuasión):


Alta probabilidad de
elaboración Sirviendo como un mérito a favor de la
Como argumento propuesta (variable “atractivo físico” como
en sí misma argumento en sí mismo para un anuncio de
cosmética; variable “científico inteligente”
como argumento para dar más peso a sus
teorías)
Marcando una tendencia de pensamientos
Sesgando la favorables o desfavorables ante la
dirección de los propuesta o el objeto (ante el mismo anuncio
pensamientos voy a generar más pensamientos positivos si
me lo presenta George Clooney que si lo
presenta Javier Horcajo; si el “científico
inteligente” lo ha dicho, es porque será
verdad, pues es científico e inteligente)
Confianza en la validez de los propios
A través de la pensamientos generados (que lo haya dicho
autovalidación el “científico inteligente” me hace pensar
que tiene mucha credibilidad, por lo que
creo en la validez de sus pensamientos y
tiene que decir la verdad à persuasión)

La persuasión puede producirse cuando:


Baja probabilidad de
elaboración Como en condiciones de baja elaboración
Una variable à el receptor procesa la información de forma
clave periférica superficial, este buscará alguna variable que
que se muestra a pueda utilizar como clave para posicionarse
favor del objeto a favor o en contra del argumento o
de actitud propuesta sin analizar prácticamente la
información que se le está proporcionando.
Esta clave podría generar cambios de
actitudes mediante:
• Heurísticos
• Procesos asociativos simples
• Inferencias automáticas

Las variables (del emisor, el mensaje, el contexto…) pueden,


Media probabilidad potencialmente, influir en la propia elaboración (aumentando o
de elaboración disminuyendo la cantidad de pensamiento deliberado) sobre la
información relevante disponible.

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Autovalidación y persuasión
El ELM originalmente establecía que las variables podían influir sobre el cambio de
actitudes de tres maneras distintas: a) Sirviendo como un argumento (en caso de alta elaboración);
b) Sirviendo como una clave periférica (en caso de baja elaboración);
c) Influyendo sobre la cantidad o la dirección del pensamiento.

Petty, Briñol y Tormala mostraron que, en condiciones de alta elaboración, la confianza


que los receptores tengan sobre la validez de los pensamientos que generan en respuesta a una
propuesta es también relevante para el cambio de actitudes. Hasta entonces, los modelos
cognitivos o duales asumían que cuando los receptores procesan activa y exhaustivamente la info
del mensaje persuasivo, el principal determinante de sus actitudes hacia este era la favorabilidad
de los pensamientos generados ante dicha info.
Es decir, si un receptor genera pensamientos a favor de una propuesta y confía en que estos
pensamientos son válidos, entonces sus actitudes hacia la propuesta serán muy favorables.
Pero si, habiendo generado pensamientos favorables, duda de su validez, entonces sus actitudes
serán menos favorables.
La autovalidación de los pensamientos (confianza en su validez) da lugar a actitudes más
polarizadas que si se duda de la validez de estos pensamientos.

Se han señalado dos condiciones como necesarias para la autovalidación:


1. Ha de haber una elaboración alta, al ser un proceso metacognitivo que requiere alta
motivación y capacidad, donde el receptor piensa sobre sus pensamientos.
2. Algunas variables deben hacerse salientes (a la vez o) después de que se generen los
pensamientos hacia ese objeto para influir sobre la validez de estos*.
Esto es sencillo de explicar: si las variables (argumentos) se dan ANTES de que el
receptor genere pensamientos hacia un objeto, podrá producir una influencia directa
previa que haga que el individuo la tome como referencia y ya la use como marco
para su experiencia con el objeto. Sin embargo, si el individuo ha tenido esa
experiencia con el objeto y ha ejecutado un pensamiento, si se le da el argumento
(contrario, p. ej.) DESPUÉS, podrá dudar de la VALIDEZ de su primer
pensamiento, sobre todo si este argumento es fiable, contundente y sensato

Un fenómeno importante y curioso en el cambio de actitudes es el efecto de la calidad de


los argumentos. Para comprobar los efectos de las variables sobre la cantidad de elaboración,
se manipula la calidad de los argumentos contenidos en el mensaje. Esta manipulación
consiste en presentar dos tipos de mensajes persuasivos diferentes:
• Un mensaje compuesto por argumentos fuertes y muy convincentes
• Otro mensaje compuesto por argumentos débiles y muy poco convincentes
No obstante, la calidad o fuerza de los argumentos dependería, en última instancia, de cada
receptor. Por ello, esta variable se ha definido de modo empírico:
Un argumento es fuerte en la medida que el receptor genere pensamientos a favor de la
propuesta y un argumento es débil en la medida que hace que el receptor genere pensamientos
en contra de la propuesta.

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Así, cuando a los participantes de un estudio se les asigna aleatoriamente a una de las
dos condiciones del mensaje (la ½ recibe argumentos fuertes y la otra ½ argumentos débiles),
la diferencia en la favorabilidad de los pensamientos generados por ambos grupos será
mayor (favorables en el primer grupo y no favorables en el segundo) cuanto más piensen
sobre la información del mensaje.
Esto mismo se representa en la figura. El Eje X representa el
tipo o vía de elaboración (baja-alta) y el Eje Y representa el
nivel de favorabilidad (de forma cuantitativa). Las medidas
de favorabilidad de los pensamientos reflejan un continuo en
función de la proporción de pensamientos favorables y
desfavorables.
Así, puede verse que a mayor elaboración de la
información cuando los argumentos son fuertes, más
favorabilidad habrá, pues los argumentos poseen validez y
el receptor los ha analizado exhaustivamente.
Por lo tanto, en condiciones de alta elaboración:
• Al recibir argumentos fuertes à más favorables serán los pensamientos generados y,
previsiblemente, más favorables las actitudes
• Al recibir argumentos débiles à menos favorables serán los pensamientos generados y,
previsiblemente, menos favorables las actitudes
Sin embargo, en condiciones de baja elaboración, no afectará notablemente la calidad del
argumento, pues el sujeto receptor no ha realizado la tarea de contrastrar, analizar
exhaustivamente ni inferir deliberadamente sobre este.

En conclusión, cuanto mayor sea la motivación y la capacidad de elaboración,


más exhaustivamente pensará sobre el mensaje el receptor, lo que podría llevar a un
cambio de actitudes (más que la mera persuasión) en la dirección contraria a la deseada
cuando los argumentos sean débiles, mientras que seguirá la dirección argumental (de forma
favorable) si son fuertes.

Desde la perspectiva del ELM, los procesos psicológicos descritos serían los
“mecanismos causales” o procesos mediadores que explican que una variable produzca
persuasión. Una misma variable puede producir persuasión mediante múltiples procesos
psicológicos en función de condiciones de elaboración diferentes. Es decir, una misma
variable puede desempeñar “múltiples roles” en la persuasión. Por ejemplo, la variable
“estatus del emisor” (si el emisor representa a una mayoría o a una minoría de personas (en
cuanto a opiniones, argumentos…), siendo mayoritario o minoritario) conduciría a
persuasión por vías diferentes en función de la probabilidad de elaboración:
• En condiciones de baja elaboración à el estatus mayoritario del emisor sirve de
clave periférica que lleva al receptor a actitudes más favorables que los estatus
minoritarios, mediante la aplicación del heurístico “consenso significa que es
correcto”.
• En condiciones de media elaboración à el estatus mayoritario del emisor da lugar,
generalmente, a un menor efecto de la calidad de los argumentos que el estatus
minoritario. En algunas circunstancias puede ocurrir lo contrario; es decir, un emisor
mayoritario puede llevar a una mayor elaboración cuando:

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o Este defiende un planteamiento contrario a las actitudes previas que ya tiene el


receptor (que ha ejecutado una media elaboración)
o Dicha propuesta puede tener consecuencias muy negativas para el receptor.
• En condiciones de alta elaboración à el estatus mayoritario del emisor puede llevar
a:
o Sesgo en la dirección de los pensamientos: cuando el estatus se presente antes
de que se exponga el mensaje. En este caso, el estatus mayoritario guiaría a los
individuos en condiciones de alta elaboración sin ninguna duda (pero estos han
dado criterios y argumentos válidos que, además, son mayoría).
o Autovalidación: cuando el estatus se presente después de que se exponga el
mensaje.
o Argumento en sí mismo: en algunas ocasiones, el estatus mayoritario se puede
considerar un argumento en sí mismo (un mérito) en favor de la propuesta.

Otra aportación fundamental del ELM es que el proceso psicológico específico a


través del cual ocurre un cambio de actitud tiene consecuencias para la fuerza de la actitud
resultante. Por tanto, el proceso psicológico específico que es producido por una variable
además tendrá consecuencias para la fuerza de las actitudes resultantes.
Las actitudes que se forman o cambian a través de procesos de alta elaboración son más
persistentes y duraderas e influyen más en el procesa miento de la info y las conductas (más
fuertes).

En el ELM, el receptor de la persuasión es el protagonista del cambio de actitudes. Su


motivación y su capacidad para pensar sobre la información que recibe están en la base de la
elaboración que se haga, el proceso psicológico que se produzca y sus efectos sobre el cambio
de actitudes y su fuerza. Hay diversas variables que guardan relación directa con a la
motivación o a la capacidad:
• Motivación: Necesidad de cognición (NC), relevancia personal del tema,
responsabilidad personal ante la evaluación propuesta, importancia de las
consecuencias derivadas de ella, ambivalencia actitudinal ante el objeto de actitud.
• Capacidad: Conocimiento previo sobre el objeto de actitud, sencillez del mensaje,
repetición moderada de los argumentos, tiempo suficiente, ausencia de elementos
distractores.

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TEMA 6: ESTEREOTIPOS, PREJUICIOS Y


DISCRIMINACIÓN
Capítulos 10 y 11

CAPÍTULO 10: LOS ESTEREOTIPOS, GUARDIANES DE


LA IDEOLOGÍA
10.2 CREENCIAS (EXAGERADAS, GENERALIZADAS Y AMBIVALENTES) SOBRE
LOS GRUPOS

Algo muy importante a destacar es que la distribución de los adjetivos empleados para
calificar a cada uno de los grupos (por ejemplo, calificar a los vascos, andaluces, catalanes…) no
puede ser fruto del azar, sino de la idea estereotipada, compartida y relativamente fija que los
sujetos tienen de aquellos grupos a los que califican.
Una idea estereotipada sería, pues, una opinión respecto a los rasgos y características atribuidas
a determinadas personas en calidad de su pertenencia grupal, que tiene una presencia continuada,
que reúne un amplio acuerdo y que se generaliza a quienes compartan dicha pertenencia. Es la clave
del estereotipo.
Ideas estereotipadas à Estereotipos

Daniel Katz y Kenneth Braly estudiaron los estereotipos raciales en los EE. UU., formulando un
marco teórico que establecía que:
1. Los adjetivos elegidos no están relacionados con personas concretas sino con símbolos y
significados previamente construidos que activan en nuestra mente determinadas palabras
cuando estas aluden a grupos (estereotipos)
2. El nivel de acuerdo encontrado nos remite a patrones culturales (creencias grupales o
sociales) más que a experiencias personales: muchos estudiantes estaban en el mismo grado
de acuerdo, por lo que este no pudo ser fruto del azar
3. Junto a la base cultural, en los estereotipos hay también un componente personal, que es
fruto del aprendizaje o de las experiencias individuales
Estas ideas nos acercan plenamente a la naturaleza del estereotipo.

De esta forma, se puede definir el estereotipo como un conjunto de ideas, en la mayoría de


los casos muy poco elaboradas, que un determinado grupo de personas comparte sobre las
características que definen a los miembros de un grupo. Sus características más distintivas son:
a) Su naturaleza cognitiva, pues están compuestos por ideas, opiniones y creencias poco
elaboradas y fundamentadas respecto a los rasgos y atributos de los grupos y de las personas
pertenecientes a ellos
b) Esas ideas y opiniones son socialmente compartidas (constelación de creencias), al
pertenecer a un conjunto común de conocimiento, que en muchos casos forma parte de la
herencia cultural
c) Son generalizaciones incorrectas sobre atributos de grupos de forma injustificada y de una
validez irrelevante
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d) Su rigidez, al ser muy resistentes al cambio, inmunes a datos que los desmienten
e) Serían sesgos intergrupales al ser producto de un proceso cognitivo erróneo
f) Pueden poseer un carácter prescriptivo, debido a que pueden y normalmente marcan el
camino hacia la acción
Sobre el sencillo funcionamiento de los estereotipos, Merton establece que la misma conducta
es valorada de manera distinta dependiendo de la persona que la exhiba.
La imagen especular haría referencia al proceso por el cual todo lo positivo del endogrupo se
convierte en negativo cuando hablamos del exogrupo. Es decir, el endogrupo convierte sus virtudes
en vicios del exogrupo.
En situaciones de alta polarización social, el estereotipo por excelencia es el de “el enemigo”.

10.2.1 Los estereotipos de género

Si hay un estereotipo que define e indica el camino de la acción, es el estereotipo de


género. Las conductas derivadas de la violencia de género siguen siendo muy numerosas y
cuentan todavía con argumentos legitimadores. Investigaciones han concluido que cuanto
más altas eran las puntuaciones en la escala de sexismo hostil y en la escala que mide la
creencia de que el mundo es justo, más aceptable resulta la violencia contra la mujer. Las
creencias legitimadoras variaban en función del país:
En definitiva, las creencias legitimadoras de la desigualdad de género siguen estando vigentes
tanto en España como en Cuba. Estas, evidentemente, las sustentan mucho más los hombres
que las mujeres, y al mismo tiempo sientan las bases para que situaciones de violencia hacia
las mujeres se contemplen como aceptables.

Desde la psicología, el género ha dejado de verse como una cuestión de diferencias


sexuales para considerarse el resultado de una construcción social más que biológica. El
género describe un escenario de relaciones de poder en donde la masculinidad indica
autoridad, estatus, competencia, poder, etc., y la feminidad se asocia a la falta de autoridad,
bajo estatus, incompetencia, etc.
Todos estos rasgos, sin importar su valencia, les damos el nombre de estereotipos de género.

Los estereotipos de género son un conjunto de creencias sobre las características que han de
poseer los hombres y mujeres por el hecho de serlo, o que es probable que posean. Son
frecuentemente prescriptivos, pues dictan, guían y reflejan cómo deben ser los hombres y las
mujeres y como han de comportarse por serlo

Los aspectos más destacados de los estereotipos de género son los siguientes:
• Su carácter prescriptivo: los estereotipos de género afectan de manera directa al
comportamiento. El estereotipo de género, mucho más que cualquier otro, indica el
camino a la acción, muestra cómo debemos comportarnos en tanto que pertenecientes
a un género. Los sistemas de control social se encargan de recordarlo e imponerlo.
• La inmunidad que tienen al paso del tiempo: los roles de género son relativamente
estables. Algunas investigaciones acerca de lo que ha ocurrido con estos en nuestro
país van mostrando el carácter dinámico del constructo masculinidad-feminidad y el
cambio en los roles sociales de hombres y mujeres al que hemos asistido en las
últimas décadas en nuestro país

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Ester Barberá establece que la mayor parte de las creencias estereotipadas del género
tienen un carácter relativo (borroso), debido al cambio en cuanto a roles y funciones
tradicionales en la actualidad. A la luz de las investigaciones en este terreno, parece que
ha cambiado mucho más el autoestereotipo (el autoconcepto como mujer o como
hombre) que los estereotipos sobre los hombres y las mujeres en general y en
abstracto. Las personas han cambiado más su propio autoconcepto y los rasgos de
masculinidad-feminidad que se atribuyen a sí mismas (sobre todo las mujeres) que la
creencia generalizada acerca de los demás. Las imágenes interiorizadas de la típica
mujer y el típico hombre se mantienen ancladas y no han sido demasiado sensibles a los
cambios sociales registrados ni a la evolución del autoconcepto de género.

10.2.2 El contenido de los estereotipos

Según Susan Fiske, el contenido de los estereotipos responde a dos grandes criterios:
por un lado, la competencia en el desempeño de tareas y, por otro, la calidez y afectividad
en las relaciones interpersonales (sociabilidad). Es decir, los estereotipos surgen a partir del
estatus relativo (el poder) de los grupos y su interdependencia positiva o negativa.
> Competencia à < Calidez | < Competencia à > Calidez

Habría que tener en cuenta que:


• El estatus predice la percepción de competencia ( > estatus = > competencia) mientras
que la interdependencia predice la calidez (> competencia = < calidez).
• Los exogrupos se agrupan en dos grandes grupos o dimensiones: incompetentes y cálidos
o competentes y fríos.
• Ningún grupo menos el endogrupo alcanza cotas positivas las dos dimensiones al mismo
tiempo. Esta es la base de la ambivalencia de los estereotipos que fundamenta al
Modelo del Contenido de los Estereotipos de Susan Fiske (MCE), cuyos supuestos
son:
o Los estereotipos se generan en el transcurso de las relaciones sociales entre
grupos que forman parte de una estructura, en la que ocupan posiciones de
poder e influencia diferentes
o La competencia resulta del poder y estatus que tenga o haya tenido
históricamente el grupo
o La calidez interpersonal (entre diferentes personas) se aplica de manera prioritaria
a grupos que no vemos como competidores ( > rivalidad à < calidez percibida)
o Ambos tipos de grupos (competentes y cálidos), y los estereotipos que los
acompañan, mantienen el status quo social, sostienen y legitiman un determinado
orden social

Hay dos aspectos a destacar de la propuesta de Fiske. En primer lugar, señala que los
estereotipos son el resultado de la naturaleza multigrupal y multicategorial de la
realidad social y del valor y significado diferencial que atribuimos a los grupos o
categorías sociales. En segundo lugar, alude a la presencia de emociones generadas por los
grupos, emociones intergrupales. En el campo emocional, en algunos casos, hay una mezcla
de emociones positivas y negativas respecto al mismo grupo: esa es la razón de la
ambivalencia de los estereotipos.

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Se ha apoyado la hipótesis de que la competencia y la calidez en las relaciones


interpersonales son dos criterios diferenciadores de los estereotipos grupales, pero
introducen un matiz importante: la competencia resulta más decisiva en la construcción
del estereotipo que la calidez.
COMPETENCIA à + importante à conformación del ESTEREOTIPO
Finalmente, la percepción de estatus predice la percepción de competencia, mientras que
la percepción de competencia predice la falta de calidez.

A partir de los estudios realizados, Fiske extrae las siguientes conclusiones:


1. La percepción de la competencia y de la calidez marcan la diferencia en los estereotipos
2. El MCE es un marco conceptual para entender el contenido de los estereotipos y los
prejuicios, hablando siempre de “percepción” de competencia y calidez (no de datos
objetivos)
3. Los contenidos de los estereotipos van asociados tanto a rasgos socialmente valorados
como positivos, como a rasgos que se perciben como negativos.
4. Los contenidos de los estereotipos no son ajenos a la posición y al papel que los grupos
hayan jugado y se les haya atribuido en la dinámica social y la consiguiente posición de
poder y de estatus que hayan alcanzado. El estereotipo está al servicio del control y el
poder alimenta y fomenta el estereotipo al tiempo que el estereotipo sirve para mantener
el poder.
5. Las personas pertenecientes a minorías tenderán a mostrar un modelo de estereotipia y
prejuicio “envidioso”, mientras que las pertenecientes a los grupos de alto poder y estatus
tenderán a mostrar un modelo de estereotipia y prejuicio paternalista.

10.3 LAS FUNCIONES DE LOS ESTEREOTIPOS

Como el MCE establece, los estereotipos están al servicio del control social; es decir, al
servicio del poder. En último término, las relaciones intergrupales se definen como relaciones de
poder.
Los estereotipos, como ocurre con la categorización social, responden en primer lugar a la
necesidad de ordenar y simplificar la diversidad estimular del mundo en que vivimos,
agrupando objetos muy distintos entre sí pero que comparten alguna característica, como hemos visto
en el PGM.
Más concretamente, Tajfel ha diferenciado las funciones individuales de las colectivas. Los
estereotipos añaden otras tres funciones:
1. La tarea de acentuar o exagerar las diferencias entre las personas pertenecientes a
distintas categorías sociales y acentuar, otra vez, las semejanzas endogrupales. La
exageración de las diferencias es mayor en las categorías sociales relacionadas con
diferencias de valor que en las categorías neutras
2. Las creencias sobre los grupos no solo sirven para estructurar el medio social, sino que
sirven también para proteger nuestro sistema de valores
3. Su naturaleza compartida está en la base de la defensa y la protección del sistema de
valores sociales existente. Además de los valores personales, defienden los valores sociales

Los estereotipos pueden ser una manera de justificar un sistema y una estructura social, de
racionalizar el status quo, de mantener la creencia de un mundo justo en el que las personas se
merecen la posición que ocupan, y de legitimar las acciones de unos grupos en contra de los otros.
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Jost y Banaji proponen que, además de la función defensiva del grupo y del “yo”, los
estereotipos cumplen una función ideológica: justificar el status quo.
La justificación del sistema es un proceso psicológico a través del cual una persona percibe,
entiende y explica la situación o el orden social existente, cuyo resultado final es su mantenimiento.
Es un proceso psicológico por medio del cual el orden social se mantiene a pesar del daño
psicológico y material que entraña para las personas y los grupos desfavorecidos. Explica los
estereotipos endogrupales negativos entre los grupos marginales y el consenso que dentro de una
misma sociedad e incluso entre diversas sociedades existe el respecto.

La justificación del sistema es un proceso psicológico por el que las condiciones que
actualmente prevalecen son aceptadas, explicadas y justificadas simplemente porque existen.
Aceptamos los estereotipos negativos respecto a nuestro endogrupo e indirectamente respecto a
nosotros mismos, dando lugar con ello a una falsa conciencia. Los estereotipos se originan en una
falsa conciencia en virtud de la cual las personas reproducimos y justificamos ideologías, incluso
cuando nos perjudican.
Existe una tendencia general a justificar el sistema, a defender el status quo y a apoyar la
legitimidad del orden social en el que vivimos. Tres son los niveles en los que se hace visible esa
tendencia:
1. Justificación del ego: las personas usan los estereotipos porque sirven para justificar su
estatus o conducta personal en relación con otros grupos o para defender su posición dentro
de la sociedad.
2. Justificación del grupo: los estereotipos sirven de mecanismo de justificación de los
intereses del grupo y de la identidad del grupo. Sirven para justificar las acciones del
endogrupo respecto al exogrupo, para diferenciarnos de los otros grupos y para definir una
justificación colectiva de la conducta intergrupal, incluso cuando esta es violenta.
3. Justificación del sistema: los estereotipos justifican la explotación de unos grupos por otros,
explican la pobreza, la falta de poder de algunos grupos y el éxito de otros de manera que
todo ello parezca legítimo, justificado, normal y natural.

Tras una amplia revisión, se establecieron nuevas hipótesis sobre los estereotipos, de las que
destacan:
• La gente usa estereotipos para racionalizar las diferencias de estatus y económicas entre los
grupos, de manera que los grupos serán estereotipados de manera distinta en función del nivel
de estatus con el que sean percibidos por los demás
• En situación de amenaza, la defensa y justificación del sistema social se dará mediante
estereotipos diferenciadores de grupos con alto y bajo estatus en mayor medida que cuando
no hay amenaza
• Al ofrecer explicaciones de las diferencias de estatus o de poder entre los grupos, se
incrementa el uso de estereotipos para racionalizar esas diferencias y se insta a los miembros
de los grupos desfavorecidos a expresar un mayor acuerdo con su situación
• La tendencia a la legitimación del sistema y al conservadurismo político conduce a
incrementar el favoritismo endogrupal en grupos de alto estatus y de favoritismo exogrupal
en grupos de bajo estatus
• La justificación del sistema se asocia con un incremento en la autoestima en grupos de alto
poder y un descenso de autoestima en grupos de bajo poder
• Los niveles de justificación del sistema son más altos en sociedades más desiguales

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• Los estereotipos complementarios (pobre pero honrado, rico pero desgraciado, etc.) son una
excusa para la justificación del sistema
• Los estereotipos de género (sexismo ambivalente) incrementan la justificación del sistema,
especialmente entre las mujeres

10.5 ¿ES POSIBLE CAMBIAR LOS ESTEROTIPOS?

¿Es posible eliminar o reducir el impacto de los estereotipos sobre las personas? Los
estereotipos se caracterizan por su persistencia a lo largo del tiempo y por tener consecuencias
importantes sobre el comportamiento de las personas.
Por ello, debido al papel que juegan tanto a título personal como grupal, se ha insistido en si es
posible (y cómo) eliminar (o reducir) su impacto sobre los juicios y comportamientos de las
personas.
Un ejemplo ya antes comentado son los estereotipos de género, donde se ha observado que han
cambiado, pero no mucho: ha cambiado más el autoestereotipo que los estereotipos sobre el otro
género, y esto ha sucedido más en algunos subtipos de mujer que en otros.

Sherif acompañó a un grupo de adolescentes varones a un campamento de verano. Quería


estudiar cómo se inicia y discurre el conflicto entre los grupos formados de forma aleatoria y buscar
estrategias para su solución. De esta investigación se sacaron tres aspectos de interés:
• La rapidez y facilidad con la que se forman los estereotipos cuando los grupos inician
actividades de competición en las que solo uno puede salir victorioso
• El uso de estereotipos como soporte de comportamientos discriminatorios o agresivos
contra los miembros del exogrupo
• La dificultad de revertir la situación una vez superada la fase de conflicto, haciendo énfasis
en la resistencia de los chavales, una vez suprimidos los grupos, a interactuar con quienes
habían formado parte del exogrupo
Ante esta situación, se buscaron varias formas para reducir los estereotipos y acabar con el
conflicto, entre ellas, propiciar que se diera el contacto entre chavales de diferentes grupos:
• Hipótesis del contacto: parece ser la más indicada para la lucha contra los estereotipos.
Argumenta que se reducirán los estereotipos y su impacto si se crean unos contextos
determinados entre los grupos (diferenciados y estereotipados) de tal forma que formen
relaciones:
o Frecuentes y Duraderas
o De interdependencia positiva
o Con miembros prototípicos (para evitar subcategorización)
o Con igual estatus (contacto manteniendo condiciones poder-sumisión fortalece
estereotipos)
o Cooperativas

Refiriéndonos a la cooperación, Sherif y Sherif sugieren que cuando grupos rivales definen
metas supraordenadas (metas comunes deseables para todos y que solo pueden ser conseguidas a
través de la cooperación), tenderán a cooperar y esa cooperación será de gran ayuda para reducir la
tensión y la distancia social entre ellos, cambiando las actitudes y los estereotipos hostiles, y
reduciendo la posibilidad de futuros conflictos.

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Hay distintas estrategias sociocognitivas en la lucha contra los estereotipos y los prejuicios:

ESTRATEGIAS SOCIOCONGINTIVAS EN LA LUCHA CONTRA LOS


ESTEREOTIPOS Y EL PREJUICIO

Sería recuperar a la persona al margen del grupo al que pertenece;


Individualización ponerle cara y devolverse su identidad… Esto hace que evitemos la
disonancia cognitiva que nos lleve a nombrar como “excepción” a otra
persona cuando esta no responde a nuestros estereotipos (es decir, si
tenemos unos estereotipos sobre esa persona y esta no responde acorde,
decimos que es una excepción) à (“no soy “un gitano”, soy Alberto,
profesor de matemáticas y padre de dos hijas”).
Consiste en buscar una identidad supraordenada inclusiva, un modelo de
Recategorización identidad común, unas características, rasgos, metas, etc., en las que
haya coincidencia entre los grupos es otra forma de lucha contra
estereotipos y prejuicios à (somos gitanos y payos, pero ambos somos
españoles)
Cuando la experiencia intergrupal es cooperativa y beneficiosa, sus
Subcategorización efectos serán más fáciles de generalizar al exogrupo si el contacto se
percibe como una interacción entre los grupos más que como una
relación interpersonal. Mantener la distintividad en las tareas
cooperativas puede ser beneficioso.
Consiste en cruzar dos criterios categoriales, de tal forma que un
Categorización exogrupo inicial atendiendo a un criterio categorial, pase a ser
cruzada endogrupo simultáneamente atendiendo al segundo criterio categorial
cruzado. Cuando las pertenencias categoriales se entrecruzan, se frenan
los efectos de la diferenciación categorial à aunque tengamos distintas
religiones, compartimos género y nacionalidad

En muchos casos, la ausencia de contacto se debe a la existencia de esas ideas estereotipadas,


que dan lugar a una especie de barrera cognitiva que impide el acercamiento entre personas
pertenecientes a distintos grupos. Normalmente, esas barreras se basan en argumentos falaces y en
datos falsos, pero tienen a su favor la necesidad de categorización y el papel defensivo del
“nosotros”, de “lo nuestro” y del “yo”.
Por ello, además de estas estrategias sociocognitivas, se han propuesto otras estrategias cognitivas o
metacognitivas que las personas pueden aplicar intrapersonalmente para reducir el impacto que los
estereotipos pueden tener sobre sus juicios, actitudes y conductas.
1. Sustracción de las posibles influencias de los estereotipos activados: la persona debe tener
motivación y capacidad/oportunidad para darse cuenta de que ha sido activado un estereotipo,
así como para distinguir entre ese estereotipo y el comportamiento o juicio posterior que ha
de realizar, y entonces “sustraer” cualquier efecto del estereotipo activado sobre su
comportamiento o juicio posterior (es decir, eliminar el estereotipo de su comportamiento
futuro debido a su identificación a tiempo
2. Corrección del juicio: la persona puede darse cuenta del estereotipo que ha sido activado en
su mente y, al mismo tiempo, efectuar una estimación sobre en qué dirección y en qué grado
le puede influir. Después, la persona trataría de “corregir” el juicio que hubiera formado,
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contrarrestando la dirección y la magnitud de su sesgo hasta que considere que su juicio ya no


está sesgado por el estereotipo. En ocasiones este intento de corregir los efectos de un sesgo
puede llevar a una sobrecorrección del juicio y, por ejemplo, valorar más positivamente a
una persona por el mero hecho de pertenecer a un grupo que activó automáticamente un
estereotipo negativo.
3. Supresión del pensamiento: suprimir o inhibir los pensamientos estereotípicos, no pensar de
forma estereotípica ante un miembro de un grupo social determinado. El intento por no
pensar con la ayuda de estereotipos podría incrementar la accesibilidad de la información
estereotípica.

Duane Wegener, Jason Clark y Richard Petty plantearon que el grado de pensamiento
deliberativo no solo es relevante a la hora de controlar los efectos de la activación de estereotipos,
sino que también es muy importante en el propio proceso de formación del estereotipo. Mostraron
que los estereotipos pueden formarse mediante distintos procesos psicológicos, por lo que pueden
variar en su resistencia al cambio posterior. Así, de acuerdo con los planteamientos del ELM,
encontraron que cuando los estereotipos fueron formados mediante procesos de baja
elaboración tenían menor resistencia al cambio que cuando fueron formados mediante
procesos de alta elaboración.
Por ello, los estereotipos pueden combatirse en su propia génesis. En lugar de centrarnos en cambiar
los efectos de unos estereotipos ya creados, podrían combatirse mediante estrategias metacognitivas
que impliquen mecanismos psicológicos de alta elaboración que lleven a las personas a resistirse
activamente en el propio proceso de formación de un estereotipo. En la medida en que una persona
se implique en un procesamiento exhaustivo de la información y sea capaz de generar muchos
pensamientos en contra de un estereotipo antes de incorporarlo a sus esquemas intergrupales, no solo
será menos probable que ese estereotipo sea cognitivamente incorporado, sino que además se creará
una “resistencia activa preventiva” ante futuros mensajes que promuevan ese estereotipo.

CAPÍTULO 11: DEL PREJUICIO A LOS CRÍMENES DE


ODIO
11.2 EMOCIONES SOCIALMENTE COMPARTIDAS: EL PREJUICIO

El prejuicio sería, sin duda, una actitud despectiva y hostil contra personas por el mero
hecho de pertenecer a un determinado grupo o categoría social.
El fundamento teórico del prejuicio tiene mucho que ver con el del estereotipo, hasta el punto en que,
en realidad, el propio MCE de Susan Fiske habla del prejuicio. El prejuicio guarda una estrecha
relación con los estereotipos, sobre todo a nivel teórico, debido a que el prejuicio:
• Se sitúa en el marco de la categorización social, la comparación social, el favoritismo
intragrupal y los sesgos intergrupales (al igual que el estereotipo). El prejuicio forma parte
de la ideología grupal, de las creencias grupales, y en algunos casos se arraiga en la cultura
• Es un proceso psicológico compartido, que tiene connotaciones claramente emocionales. No
solo “cogniciones socialmente compartidas” sino también “emociones socialmente
compartidas”; eso es, emociones intergrupales
• Cumple las mismas funciones, en especial la de justificar el sistema social y defender el
sistema de valores individuales y colectivos
• El prejuicio, como el estereotipo, es inseparable de las relaciones intergrupales
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Modelo del contenido de los estereotipos (MCE) de Susan Fiske (relación con prejuicio)
Competencia
Calidez (sociabilidad) Alta Baja
Alta Admiración Prejuicio paternalista
Baja Prejuicio de envidia Prejuicio despectivo

Hay tres aspectos a remarcar del panorama teórico de los prejuicios actual:
• El prejuicio es sinónimo de hostilidad, aversión, desprecio, predisposición desfavorable,
sentimientos, emociones y acciones negativas respecto a determinadas personas por el mero
hecho de su pertenencia grupal
• En el prejuicio hay un dominio de la negatividad en el aspecto cognitivo, afectivo y
conductual. En este panorama, cabría remarcar que en el prejuicio se observa una tendencia
generalizada a considerar que en él confluyen tres procesos:
o Lo que las personas piensan y opinan sobre un determinado grupo y sus integrantes
o Cómo lo valoran, en qué términos lo evalúan
o Cómo actúan hacia los mismos
• Por último, el prejuicio, según Smith, tiene un componente preferentemente emocional

Dijker, por otro lado, destacó la relevancia de las emociones en el campo de las relaciones
intergrupales y, en particular, en el prejuicio.
Según Fridja, la emoción sería un cambio en la preparación para la acción motivado por la
valoración (appraisal) que el sujeto hace de un evento o una situación en términos de su propio
bienestar, de sus intereses, de sus preocupaciones; es decir, pensando en él mismo.
Tomando esta definición como punto de partida, Dijker indicó en el proceso de los prejuicios
primero llevaríamos a cabo una evaluación de los rasgos, características, conductas, etc., de un
determinado grupo, una evaluación realizada pensando en que dichos rasgos y acciones nos puedan
afectar personalmente en tanto que miembros de un grupo social. Esa evaluación sería el origen de
nuestras emociones, que preparan el camino de la acción.

La originalidad de la propuesta de Dijker está no solo en la recuperación del appraisal


(valoración), sino en la importancia del “yo”, del autoconcepto, como su marco de referencia.
Su investigación ayudó a trazar el camino de la teoría e investigación posterior, de varias maneras:
1. Reforzando la idea de que el prejuicio está muy apegado a sentimientos y emociones
2. Planteando la existencia e importancia de las emociones intergrupales
3. Mostrando que los grupos generan al mismo tiempo emociones positivas y negativas
(ambivalencia emocional*)
4. Poniendo de manifiesto que dichas emociones pueden ser muy distintas para cada grupo.
*La ambivalencia emocional, pues, sería una mezcla de emociones positivas y negativas respecto a
un mismo grupo, teniendo en cuenta que los grupos no se alinean de manera unívoca en una misma
dirección y tampoco lo hacen las emociones que provocan.

Smith y Mackie indican que la concepción tradicional de estereotipo como conjunto de


creencias, del prejuicio como actitud y de la discriminación como comportamiento tiene algunos
inconvenientes:
a) No diferencia los matices que se pueden encerrar dentro de esa “evaluación negativa”. No es
lo mismo ver a un grupo como amenazante que considerarlo sucio o repugnante

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b) No tiene en cuenta la importancia que puede tener la situación. Las evaluaciones que
hacemos sobre las personas pueden ser sensibles al contexto
c) No concibe la posibilidad de que algunos rasgos puedan ser evaluados de manera positiva y
otros de manera negativa en un mismo grupo
Estos autores, partiendo de estas premisas, destacan que una de las principales claves del
prejuicio es el “sí mismo” como categoría social.
Fiske resume que las teorías del appraisal sugieren que las emociones resultan de la percepción del
impacto directo sobre el bienestar del sujeto u cuando está en juego el bienestar del endogrupo,
estamos a las puertas del prejuicio. Muchas veces analizamos, evaluamos, interpretamos y
respondemos a diversas situaciones no tanto por su relevancia para nosotros sino como por su
relevancia para los grupos a los que pertenecemos. Volvemos a hablar de un “yo social” que vive
como propio lo que le ocurre a su endogrupo y siente como propias sus experiencias emocionales.

Como ya se ha comentado, las valoraciones que hacemos de los otros y de los grupos
tienen como marco de referencia al “yo”, así como nuestros intereses, metas…
Según Fiske, las teorías del appraisal sugieren que las emociones resultan de la percepción del
impacto directo sobre el bienestar del sujeto y, cuando está en juego el bienestar endogrupal,
estamos a la puerta del prejuicio. Todo esto ha llevado a una hipótesis muy importante:
Muchas veces analizamos, evaluamos y respondemos a situaciones no tanto por su relevancia
hacia nosotros, sino debido a la relevancia que tiene para nuestro endogrupo (grupos a los que
pertenecemos).

Brewer sugiere que en el Paradigma del grupo mínimo (PGM), los grupos entran en
competición y ello da pie a sesgos intergrupales que tienen un doble objetivo: preservar la
solidaridad en el seno del propio endogrupo, y justificar el rechazo y la explotación del exogrupo.
Para Allport, el sentimiento de amenaza es un argumento primordial del prejuicio, que aparece
como característica principal de la personalidad prejuiciosa, como una ley del prejuicio y como pauta
de la teoría de amenaza. Para Fiske, la teoría del appraisal también sería una teoría de la amenaza.
Las manifestaciones más intensas del prejuicio provienen de la amenaza al grupo.
El prejuicio es un proceso en el que están presentes emociones concretas como el miedo, la ira, la
envidia, el desprecio, etc.

11.3 EL PREJUICIO CAMBIA DE ROSTRO

Pettigrew y Meertens exponen que las formas manifiestas de prejuicio han ido dando paso
a manifestaciones más tolerables; es decir, más sutiles.
Ambas persiguen el mismo objetivo: el mantenimiento de la estratificación racial, cultural, étnica,
apoyar a la estructura social y justificar el sistema.

PREJUICIO MANIFIESTO PREJUICIO SUTIL


• Percepción de amenaza • Defensa de los valores tradicionales
• Rechazo del exogrupo • Exageración de las diferencias culturales
• Creencia en la inferioridad genética del • Negación de emociones positivas a los
exogrupo miembros del exogrupo, evita manifestar
• Oposición al contacto íntimo con miembros antipatía, odio… pero evita manifestar
del exogrupo: resistencia emocional al empatía también.
contacto sexual y al matrimonio intergrupal
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11.4 LA MANIFESTACIÓN COMO CONDUCTA

Los grupos que conforman nuestra realidad social generan emociones particulares, que juegan
un papel muy importante. No son solo ni siempre los estereotipos los que anteceden al prejuicio,
puede suceder al revés, de forma que el componente cognitivo sea una justificación del componente
emocional.
Cuando esas emociones y cogniciones tienen un tono negativo, se abre la puerta para
comportamientos negativos que reciben el nombre de discriminación. Los metaanálisis ponen de
manifiesto que el prejuicio (emociones) predice la discriminación dos veces más que el componente
cognitivo presente en las relaciones intergrupales.
El prototipo de discriminación, según Schneider, conlleva conductas expresamente diseñadas y
dirigidas a rechazar o dañar a personas de determinados grupos, simplemente por el mero hecho
de pertenecer a ellos. Los crímenes de odio son el tipo de discriminación más extremo y dramático,
porque la razón para convertirse en víctimas reside tan solo en su pertenencia categorial.
La discriminación implica conductas activamente negativas (hostiles, humillantes,
excluyentes) contra una persona debido a su pertenencia categorial, o también, conductas que
resultan menos positivas que las que dirigimos a miembros del endogrupo en circunstancias
comparables. Negar emociones positivas a los miembros del exogrupo también es una forma de
discriminación. Muchas formas y manifestaciones de la discriminación se pueden manifestar no
solo como consecuencia del odio a los exogrupos, sino porque emociones positivas como
admiración, simpatía y confianza las reservamos para miembros del endogrupo y las negamos a los
miembros del exogrupo.

Al final, todo esto comentado tiene como objetivo fundamental aparta y alejar a aquellas
personas que no queremos tener presentes en nuestra vida teniendo en cuenta únicamente su
pertenencia categorial. La discriminación es rechazo, pero también falta de ayuda, ausencia de
interacción, indiferencia. El simple favoritismo endogrupal es una forma indirecta de
discriminación, que no requiere la presencia del prejuicio (emociones negativas). De este modo,
tendríamos una discriminación “más caliente” en la que sentimientos de desprecio culminan en
hostilidad; y una discriminación “más fría” mediada por el favoritismo endogrupal, donde puede
haber ausencia de componente emocional y en la que no hay prejuicio.
Greenwald y Pettigrew concluyen que el favoritismo endogrupal no es ya una causa de la
discriminación, sino que es LA PRIMERA causa de DISCRIMINACIÓN (entendiendo que, en la
actualidad, la discriminación se acerca mucho más a maneras sutiles). Eso sí, cabe mencionar que
buena parte de la discriminación ocurre sin hostilidad, sin presencia de emociones negativas respecto
al exogrupo.

11.4 LA MANIFESTACIÓN COMO CONDUCTA

Enemigos feroces y sanguinarios: esa es la clave de la deshumanización. Al hablar de


deshumanización, ya no se habla solo de negar saludos o mostrar indiferencia a determinados
grupos, sino que nos referiríamos a negar a otras personas las cualidades que nos definen como
seres humanos para pasar a ser percibidas como animales.
Es así como Halsam distingue dos modalidades que adquiere la deshumanización: la
deshumanización animal y la deshumanización mecánica.

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La deshumanización animal sitúa a determinadas personas mucho más cerca de los


animales que de los humanos, meramente por su pertenencia grupal, negándoles los rasgos que nos
diferencian de los animales (como: civismo, educación, sensibilidad moral, racionalidad y madurez)
y percibiéndolas como rudas, groseras, amorales, irracionales e infantiloides.
Por otro lado, junto a esta, está la deshumanización mecánica, que convierte a las personas en
objetos inanimados, en cosas inertes, pasivas y superficiales, en contra posición con los rasgos que
definen la naturaleza humana (emociones, sociabilidad, apertura cognitiva, distintividad individual y
reflexividad).

Se hizo una distinción entre emociones primarias y secundarias, a través de un estudio. Las
emociones primarias serían aquellas pertenecientes a la especie animal, tienen una base biológica
de rápida aparición, son cortas y universales. Mientras, las emociones secundarias son propias de
los seres humanos. Son menos visibles, duraderas, morales, menos intensas y más tardías en el
desarrollo ontogenético.
Al final, se estableció que son tres las cualidades diferenciadoras humanas: inteligencia,
sentimientos y lenguaje. A partir de estas premisas, Leyens et al. establecieron que a las personas
pertenecientes al endogrupo les atribuimos de manera espontánea más emociones secundarias, tanto
positivas como negativas, que a los miembros del exogrupo.

Esto ocurre porque el favoritismo endogrupal siempre tiene un tono positivo, pero, cuando se
involucran cualidades que nos convierten en humanos, al endogrupo también se le atribuye la
capacidad para experimentar celos, culpa, rencor, venganza…
Para ser percibidos como humanos, los miembros de un grupo deben parecer (ser percibidos
como) inteligentes, morales y capaces de experimentar emociones complejas.
A través de estudios, se ha determinado que los participantes de estos atribuyeron más emociones
secundarias al endogrupo que al exogrupo. Aquello que nos diferencia como humanos, lo atribuimos
de manera preferente a los miembros del endogrupo y, consiguientemente, al resto de los grupos
solo se les puede atribuir una esencia humana incompleta.
De hecho, atribuir al endogrupo esencia humana y atribuir esencia infrahumana al exogrupo es el
reflejo del favoritismo endogrupal y sirve para seguir manteniendo el status quo de un grupo a
otro, justificar un sistema de dominio-sumisión y legitimar un orden social por injusto que pueda ser.

Diferencias entre deshumanización e infrahumanización


Negar a otros individuos sus cualidades como seres humanos: sus
Deshumanización derechos, emociones, inteligencia y libertades y tratarlos como animales
(deshumanización animal) o como seres inertes sin vida
(deshumanización material). Existe un debilitamiento de reglas, normas y
obligaciones en su proceso
Proceso típico llevado a cabo por un individuo perteneciente a un
Infrahumanización endogrupo hacia otros EXOGRUPOS, en los que se les niega la
capacidad de experimentar sentimientos y privándoles de unas
potencialidades básicas del ser humano. Está relacionado, además, con
atribuirles menos emociones secundarias que al endogrupo

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El debilitamiento de las reglas, normas, estándares y obligaciones morales juega un


papel decisivo en el proceso de deshumanización.
Opotow sostiene que los esquemas categoriales sobre los otros pueden quedar dentro o fuera de
nuestras obligaciones morales, los percibimos como objetos que merecen nuestra consideración
moral, o no sentimos tener respecto a ellos ninguna obligación ética o moral.
• Si quedan dentro: los estándares morales inhiben y frenan la ejecución de acciones que
puedan causar perjuicio o daño a terceras personas
• Si quedan fuera: se produce una desinhibición que nos permite actuar al margen de las
consideraciones morales habituales y desencadenar acciones desconsideradas, hostiles y
crueles respecto a determinadas personas

Este último caso sería lo que ocurre bajo el efecto de desindividuación (anonimato, difusión de
la responsabilidad, liberación de restricciones sociales y morales). Zimbardo afirma que cuando se
considera que ciertas personas o grupos están fuera de la esfera de la humanidad, los agentes
deshumanizadores suspenden la moralidad que normalmente regiría sus actos hacia sus congéneres.
Así, grupos de personas que son sistemáticamente demonizados, asignados a categorías inferiores
o peligrosas e identificados con etiquetas despectivas, son fácilmente excluidos de los lazos de la
empatía y de la protección que conceden los preceptos morales.
La deshumanización no se juega tanto en la negación de cualidades particulares a determinadas
personas sino en excluirlas de nuestro espacio moral, situándolas fuera de los límites en los que rifen
los valores morales y las reglas de la justicia.

¿Es posible cambiar los prejuicios?


La práctica totalidad de estrategias de intervención descritas para combatir los estereotipos
pueden implementarse igualmente con los prejuicios.
La validez de esas intervenciones ha sido probada mayoritariamente en situaciones de laboratorio,
alejados de lo que ocurriría en el entorno natural, tal y como exponen Paluck y Green.
Para poner a prueba la hipótesis de la doble vía de hacia la persuasión, Cárdaba et al. realizarom
un estudio con mensajes persuasivos.
Se llegó a la conclusión de que tanto los participantes con mayor NC (alta elaboración) como
los participantes con menor NC (baja elaboración) mostraron actitudes significativamente
menos desfavorables hacia los sudamericanos después de recibir el mensaje persuasivo. Dos
días después de la exposición al mensaje, se midieron de nuevo las actitudes hacia los inmigrantes
sudamericanos y solo los participantes con un mayor grado de elaboración (mayor NC) seguían
mostrando la reducción del prejuicio.
En otra investigación, Cárdaba et al. también observaron que solo las actitudes de los que
pensaron mucho sobre la primera información recibida resistieron ante la segunda información en
contra de los sudamericanos, evidenciando que los prejuicios que se habían modificado en
respuesta al primer mensaje mediante un proceso de alta elaboración fueron capaces de
contrarrestar la información contraria.
Hacer que las personas se impliquen en un procesamiento de alta elaboración puede ser más
eficaz a la hora de generar actitudes más favorables (o menos desfavorables), más
persistentes y con mayor capacidad de predecir un comportamiento menos discriminativo
hacia grupos estigmatizados.

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