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Trasfondo histórico
Calvino influyó notablemente en el desarrollo de las doctrinas de la Reforma protestante. A los 25 años, en 1534,
empezó la primera edición de su obra Institución de la Religión Cristiana, que se publicó en 1536. Esta obra, que
fue revisada en diversas ocasiones durante su vida, además de la numerosa colección de cartas pastorales y
comentarios bíblicos, constituyen la fuente de la repercusión que ha tenido sobre todas las denominaciones
del protestantismo a lo largo de su historia.
El crecimiento de las Iglesias Reformadas o calvinistas pertenece a la segunda fase de la Reforma
Protestante. Tras la excomunión de Martín Lutero por la Iglesia católica, Calvino se refugió en Ginebra. Había
firmado la confesión de Augsburgo en 1540, pero su repercusión fue más notable en la Reforma Suiza, la cual no
era luterana, sino que se basaba en las enseñanzas de Ulrico Zuinglio. La enseñanza y la doctrina protestantes
estaban evolucionando de manera independiente a Martín Lutero, bajo la influencia de muchos escritores y
reformadores, entre los que destacaba Calvino.
En el siglo XVI, el calvinismo se extendió por los Países Bajos y algunas regiones limítrofes de Alemania,
por Francia, Inglaterra, Hungría, Lituania y Polonia.
La emigración a Norteamérica llevó el calvinismo al Atlántico Medio de Estados Unidos y a Nueva Inglaterra, donde
la mayor parte de los colonos fueron calvinistas y también se incluían a los puritanos ingleses, los colonos
holandeses de la Nueva Ámsterdam y a los irlandeses-escoceses presbiterianos de los Montes Apalaches.
Los colonos neerlandeses calvinistas fueron los primeros europeos que colonizaron África del Sur. Fueron
conocidos posteriormente como bóeres o afrikáneres.
En el siglo XXI, el conjunto de las Iglesias de inspiración calvinista reúne a unos 75 millones de personas.
ARMINIANISMO
El arminianismo es una doctrina teológica cristiana fundada por Jacobo Arminio en los Países Bajos de comienzos
del siglo XVII, a partir de la impugnación del dogma calvinista de la doble predestinación.
Sustenta la salvación en la cooperación del hombre con la gracia divina a través de la fe. Frente al concepto
calvinista de predestinación (o “elección”) incondicional, el arminianismo enseña que la predestinación se ha
basado en: (1) la presciencia de Dios, quien tiene el conocimiento previo de quién creerá y quién no creerá
en Cristo; y (2) la voluntad del hombre, por asistencia divina, que es hecha libre para creer o rechazar a Cristo.
Después de la muerte de Arminio (en 1609), sus principios se formularon en el manifiesto de cinco
puntos Remonstrans, publicado en 1610 (por lo que sus seguidores también pasaron a denominarse
“remonstrantes”).
Detalles históricos
En 1618 el arminianismo fue condenado por el sínodo de Dort o de Dordrecht,1 convocado a instancias del
estatúder de Países Bajos Mauricio de Nassau, que apoyaba a los calvinistas intransigentes y monárquicos
(Franciscus Gomarus y los denominados “gomaristas” o “contrarremonstrantes”). Johan van Oldenbarnevelt y otros
dirigentes principales del arminianismo fueron entonces ejecutados, mientras que otros muchos, entre los que se
encontraban Hugo Grocio y Simón Episcopius, tuvieron que exiliarse.
La teología arminiana contribuyó a la aparición del metodismo en Inglaterra. No todos los predicadores metodistas
del siglo XVIII fueron arminianos, pero sí la mayor parte, como el propio John Wesley.
LOS CINCO PUNTOS DEL ARMINIANISMO
1.- Libre albedrío o habilidad humana. Aunque la naturaleza humana fue totalmente afectada por la caída, sin
embargo, Dios en su gracia capacita la voluntad del pecador para que libremente se arrepienta y crea, o rehúse
hacerlo. Cada pecador, capacitado por la gracia de Dios, tiene libertad para creer o rehusar creer, y su destino
eterno depende de cómo use dicha libertad. La libertad con la que Dios capacita al hombre caído, consiste en
poder escoger libremente entre el bien y el mal en la esfera de lo espiritual. El pecador puede cooperar con el
Espíritu de Dios y ser regenerado o resistir la gracia de Dios y perderse para siempre. El pecador necesita la
asistencia del Espíritu Santo, pero no tiene que ser regenerado por el Espíritu antes de que pueda creer, ya que la
fe es un don de Dios que el hombre puede recibir o rechazar libremente, y precede al nuevo nacimiento. La fe es
un don de Dios; y el hombre lo puede recibir y ejercer para vida eterna, o rechazarlo para condenación.
2.- Elección condicional. Dios escogió para salvación, antes de la fundación del mundo, a todas aquellas
personas que, asistidas por su gracia habilitadora, creen en Cristo. Esto se debe al hecho de que Dios vio de
antemano que dichos individuos habrían de responder positivamente a su llamado, arrepintiéndose y creyendo en
Cristo. Dios escogió solo a aquellos que él vio de antemano que voluntariamente creerían en el evangelio, asistidos
por su gracia resistible.
3.- Redención universal o expiación general. La obra redentora de Cristo brinda a todos los hombres la
oportunidad de ser salvos, y garantizó la salvación de todos los que habían creído y preservado hasta la muerte de
Cristo, y también garantizó la salvación de todos los que habrían de creer y perseverar después de la muerte de
Cristo. A pesar de que Cristo murió por todos los hombres, solo los que creen en él son salvados. Su muerte es
suficiente para la salvación de todos los hombres, pero solo eficaz en los que creen.
4.- El Espíritu Santo puede ser resistido eficazmente. Él Espíritu Santo convence de pecado al mundo, y hace
todo lo que se ha determinado para traer a cada pecador a la salvación. El llamado del Espíritu, sin embargo,
puede ser resistido, ya que el hombre es hecho libre por la gracia de Dios. El Espíritu no regenera al pecador hasta
que éste cree; la fe (que es un don de Dios que el hombre puede recibir o rechazar libremente) precede al nuevo
nacimiento. Dios ha determinado que su llamado, a través del Espíritu Santo, pueda ser libre y voluntariamente
aceptado o resistido. El Espíritu Santo obra eficazmente trayendo a Cristo solo a aquellos que no le resisten. El
Espíritu no imparte vida hasta que el pecador responde, arrepintiéndose y creyendo voluntariamente en Cristo.
Dios, por tanto, ha determinado que Su gracia no actúe de forma irresistible; sino que la misma puede ser resistida
por el hombre.
5.- El caer de la gracia o el perder la salvación. Algunos arminianos creen que el ser humano, una vez salvo, no
perderá su salvación y otros piensan que la salvación pueda perderse por no perseverar en la fe.