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Marciano, un cristiano herido, se presentó en el Circo Romano para enfrentarse a un león, a pesar de las peticiones de muerte de la multitud. Marciano se dirigió al emperador Nerón y declaró su inocencia sobre el incendio de Roma, pero admitió ser cristiano. Le dijo que aunque lo mataran por su fe, lo perdonaba. Luego, un león saltó al circo y atacó a Marciano, matándolo, mientras la multitud aplaudía.
Descripción original:
Poesía el coliseo Romano
Título original
Captura de pantalla 2023-05-13 a la(s) 4.16.21 p.m.
Marciano, un cristiano herido, se presentó en el Circo Romano para enfrentarse a un león, a pesar de las peticiones de muerte de la multitud. Marciano se dirigió al emperador Nerón y declaró su inocencia sobre el incendio de Roma, pero admitió ser cristiano. Le dijo que aunque lo mataran por su fe, lo perdonaba. Luego, un león saltó al circo y atacó a Marciano, matándolo, mientras la multitud aplaudía.
Marciano, un cristiano herido, se presentó en el Circo Romano para enfrentarse a un león, a pesar de las peticiones de muerte de la multitud. Marciano se dirigió al emperador Nerón y declaró su inocencia sobre el incendio de Roma, pero admitió ser cristiano. Le dijo que aunque lo mataran por su fe, lo perdonaba. Luego, un león saltó al circo y atacó a Marciano, matándolo, mientras la multitud aplaudía.
En el Circo Romano Avanzaron los dos, uno hacia el otro,
él los brazos cruzados sobre el pecho,
Poema de Juan Antonio Cavestany la fiera, echando fuego por los ojos, y la ancha boca, con delicia abriendo.
Marciano, mal cerradas la heridas Llegaron a encontrarse frente a frente,
que recibió ayer mismo en el tormento, se miraron los dos, y hubo un momento presentóse en la arena sostenido en que el león, turbado parecía, por dos esclavos; vacilante y trémulo. cual si en presencia de un hombre tan sereno, Causó impresión profunda su presencia. rubor sintiera el indomable bruto, “¡Muera el cristiano, el incendiario, el de atacarlo, mirándolo indefenso. pérfido!” gritó la multitud con un rugido Duró la escena muda, largo rato por lo terrible, semejante al trueno. pero al cabo, del hijo del desierto la fiereza venció, lanzó un rugido, Como si aquel insulto hubiera dado se arrastró lentamente por el suelo vida de pronto y fuerza al enfermo, y de un salto cayó sobre su víctima. Marciano al escucharlo, irguióse altivo, desprendióse del brazo de los siervos, En estruendoso aplauso rompió el pueblo. alzó la frente, contempló a la turba y con raro vigor, firme y sereno Brilló la sangre, se empapó la arena cruzando solo la sangrienta arena, y aún de la lucha en el furor tremendo, llegó al pie mismo del estrado regio. Marciano con un grito de agonía -Te perdono, Nerón -dijo de nuevo. Puede decirse que el valor de un hombre a más de ochenta mil impuso miedo, Aquel grito fue el último; la zarpa porque la turba al avanzar Marciano del feroz animal cortó el aliento como asustada de él guardo silencio; y allí acabó la lucha. Al poco rato llegando a todas partes sus palabras ya no quedaba más de todo aquello que resonaron en el circo entero: que unos ropajes rotos y esparcidos sobre un cuerpo también roto y deshecho, -César -le dijo- miente quien afirme una fiera bebiendo sangre humana que a Roma he sido yo quien prendió fuego. y una plebe frenética aplaudiendo. Si eso me hace morir, muero inocente y lo juro ante Dios que me está oyendo. Pero, si mi delito es ser cristiano, haces bien en matarme, porque es cierto, creo en Jesús y practico su doctrina y la prueba mejor de que en Él creo, es que en lugar de odiarte ¡te perdono! y al morir por mi fe, muero contento.
No dijo más, tranquilo y reposado
acabó su discurso, al mismo tiempo que un enorme león saltaba al circo la rizada melena sacudiendo.