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Comportamiento fisicoquímico
Esta fuerte reacción química de oxidación es un proceso exotérmico, lo que quiere
decir que, al mismo tiempo, desprende energía en forma de calor al aire de su
alrededor. El aire que se encuentra alrededor de las moléculas o partículas
calientes disminuye la densidad y tiende a flotar sobre el aire más frío
(convección). En el caso particular del fuego de estado sólido, el aire caliente
viaja hacia arriba a tal velocidad que empuja partículas pesadas de combustible en
la misma dirección (aún calientes y brillantes), las cuales van bajando de
temperatura al igual que el aire circundante, dejando de brillar y tornándose
generalmente de un color negro como el carbón; el aire, al enfriarse, empieza a
bajar de velocidad, a tal punto que ya no puede empujar las partículas para arriba
y, si pesan más que el aire, éstas empiezan a levitar sin subir, para luego caer de
nuevo a tierra.[cita requerida]
El uso de los cuatro elementos en la ciencia se abandonó en los siglos xvi y xvii,
cuando los nuevos descubrimientos sobre los estados de la materia superaron la
concepción clásica.
En el siglo xvii, Johann Joachim Becher propuso una versión particular de la teoría
de los cuatro elementos: el papel fundamental estaba reservado a la tierra y al
agua, mientras que el fuego y el aire eran considerados como simples agentes de las
transformaciones. Todos los cuerpos, tanto animales como vegetales y minerales,
estaban formados, según Becher, por mezclas de agua y tierra. Defendió también que
los verdaderos elementos de los cuerpos debían ser investigados mediante el
análisis, y, en coherencia, propuso una clasificación basada en un orden creciente
de composición. Becher sostenía que los componentes inmediatos de los cuerpos
minerales eran tres tipos diferentes de tierras, cada una de ellas portadora de una
propiedad: el aspecto vítreo, el carácter combustible y la fluidez o volatilidad.
La tierra, que denominó terra pinguis, se consideraba portadora del principio de la
inflamabilidad. Su nombre podría traducirse como tierra grasa o tierra oleaginosa,
que en la alquimia se conoce con el nombre de azufre, aunque Becher empleó también
otras expresiones para designarla; entre ellas, azufre flogisto (este sustantivo
derivado del griego phlogistos, que significa ‘inflamable’). Finalmente fue la
palabra flogisto la que acabó imponiéndose, gracias sobre todo a la labor del más
efectivo defensor de sus ideas, Georg Ernst Stahl.
Inicio del fuego de forma natural por la caída de un rayo en un tronco, provocando
un incendio forestal
El culto del fuego siguió al que se tributaba al Sol y casi todos los pueblos lo
adoraron como el más noble de los elementos y como una viva imagen del astro del
día. Los caldeos lo tenían por una deidad suprema. Sin embargo, en Persia es donde
se extendió su culto casi exclusivamente. Se encontraban por todas partes cercados
cerrados con muros y sin techo, dentro los cuales, se encendía asiduamente el fuego
en donde el pueblo devoto venía a ciertas horas para rogarle. Los grandes señores
se arruinaban [cita requerida] arrojando en él esencias preciosas y flores
odoríferas, privilegio que miraban como uno de los mejores derechos de la nobleza.
Estos templos descubiertos fueron conocidos de los griegos con el nombre de Pyreia
(Πυραία) o Pyrateia (Πυραταία). Los viajeros modernos hablan también de ellos como
de los más antiguos monumentos del culto del fuego. Cuando un rey de Persia estaba
agonizando, se apagaba el fuego en las principales ciudades del reino y no se
volvía a encender hasta después de la coronación de su sucesor. Estos pueblos se
imaginaban que el fuego había sido traído del cielo y puesto sobre el altar del
primer templo que Zoroastro había mandado edificar en la ciudad de Xis, en la
Media. Estaba prohibido arrojar a él nada que no fuese puro, llegando a tal punto
la superstición que nadie osaba mirarlo atentamente. En fin, para más imponer, los
sacerdotes lo conservaban secretamente y hacían creer al pueblo que era inalterable
y se alimentaba de sí mismo. Hyde ha creído que este culto tenía por único objeto
representar al Ser Supremo.
Sea lo que fuere, esta costumbre pasó a Grecia. Ardía aun el sagrado fuego en los
templos de Apolo en Atenas y en Delfos, en el de Ceres en Mautíuaa, en el de
Minerva en el de Júpiter Ammon y en las pritaneas de todas las ciudades griegas,
donde ardían continuamente las lámparas cuidando muy particularmente que no se
apagasen. Los romanos, imitadores de los griegos, adoptaron este culto y Numa fundó
un colegio de vestales, cuyas funciones consistían en conservar el fuego sagrado.
Esta religión subsistió entre los guebros o parsos, como también en muchos pueblos
de América, entre otros, en Virginia. Cuando estos pueblos volvían de alguna
expedición militar o habían salido felizmente de un peligro inminente, encendían un
gran fuego y atestiguan su alegría danzando a su alrededor con una calabaza o
campanilla en la mano, como dando gracias a este elemento por haberles salvado la
vida.
Jamás empezaban sus comidas sin haber arrojado antes al fuego el primer bocado a
modo de una ofrenda y todas las tardes los encendían cantando y danzando a su
alrededor.
Los antiguos africanos tributaban los honores divinos a este elemento y mantenían
en sus templos un fuego eterno.
Los yakouts, población de Siberia, creen que existe en el fuego un ser, a quien
atribuyen el poder de dispensar los bienes y los males y le ofrecen sacrificios
perpetuos. Los indios vecinos de las orillas de Columbia miraban el fuego como un
ser poderoso y terrible. Le ofrecían constantemente sacrificios y le suponían
igualmente árbitro del bien y del mal. Buscaban su apoyo porque solo él podía
interceder con su protector alado y procurarles todo lo que deseaban como hijos
varones, esto es, una pesca y una caza abundante, en una palabra todo lo que a su
modo de ver constituía la riqueza y el bienestar.
Los chinos que habitan los confines de Siberia reconocen un dios del fuego. Durante
la residencia de M. Pailas en Maiinatschiu, se prendió fuego la población; las
llamas devoraban muchas casas y sin embargo, ningún habitante procuraba atajarlo.
Todos permanecían alrededor del incendio en una consternación inactiva; algunos
arrojaban tan solo por intervalos gotas de agua en él para apaciguar al dios, que
decían, había escogido sus habitaciones por un sacrificio. Si los rusos no hubiesen
extinguido el incendio, toda la ciudad habría quedado reducida a cenizas.
La masonería también incluye el fuego entre sus símbolos: es uno de los cuatro
elementos que, al igual que en las culturas de la Antigüedad, son presencia
permanente en el lenguaje y en los trabajos de las logias. La masonería toma el
significado simbólico antiguo del fuego y reconoce su doble naturaleza: creación e
iluminación, por un lado, y destrucción y purificación, por el otro.5
Registro fósil
El registro fósil de incendios aparece por primera vez con el establecimiento de
una flora terrestre en el período Ordovícico Medio, hace 470 millones de años,6
permitiendo la acumulación de oxígeno en la atmósfera como nunca antes, a medida
que las nuevas hordas de plantas terrestres lo bombeaban como un producto de
desecho. Cuando esta concentración se elevó por encima del 13%, permitió la
posibilidad de un incendio forestal. 7 Los incendios forestales se registraron por
primera vez en el registro fósil del Silúrico tardío, hace 420 millones de años,
por fósiles de plantas carbonizadas. 89 Aparte de una brecha controvertida en el
Devónico tardío, el carbón vegetal está presente desde entonces. El nivel de
oxígeno atmosférico está estrechamente relacionado con la prevalencia del carbón
vegetal: claramente, el oxígeno es el factor clave en la abundancia de incendios
forestales. 10 El fuego también se volvió más abundante cuando las hierbas
irradiaron y se convirtió en el componente dominante de muchos ecosistemas, hace
alrededor de 6 a 7 millones de años; esta leña proporcionó yesca que permitió la
propagación más rápida del fuego.10 Estos incendios generalizados pueden haber
iniciado un proceso de retroalimentación positiva, mediante el cual produjeron un
clima más cálido y seco más propicio para los incendios.10
Control humano
Véase también: Domesticación del fuego