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La Increíble y Triste Historia de la Cándida Eréndira y su Abuela Desalmada

Gabriel García Márquez

Prologo
Sí. Joven. Sí. Chibolita. No. Actriz. Sí. Sí. Niña. Sí. Catorce. Sí. Yo barro. Sí. Yo lavo y
plancho. Sí. Sí. También seco. Si me gusta. No no. soy bastante tímida Sí. Flaca. Sí. Todo
blanquito. Si todito todito. Sí. Yo limpio toda la casa. Sí. Mansión. Por supuesto, la mansión es
grande. Sí. Puedo limpiarla toda. Sí. Mi abuela. Sí. Le cambio el agua. Sí. Claro que sí. Le lavo
sus espaldas. Jabón. Sí. Champú en los ojos. No. Hasta que le queme, no. Sí. Limpio también su
orina. Sí. También limpio la mía. Sí. Saliva. También. Sí, florezco la casa y su vida. No. Mi vida
no es un mar de flores. Niña hija de puta. Niña hija de perra. Sí. Placer. Sí, yo también abro las
piernas. Sí, para todos. Sí. Sigo siendo fruta verde. Sí. Tetas de cachorra. Sí, pero tengo que
pagar. Sí. Lo haré. Sí, soy fuerte. Sí. Se quemó al viento. Se quemó al viento. ¡Sí, abuela!

Musica: El día de mi suerte, actores cantan, bailan como niños y se posicionan para la
próxima escena. Ya pueden estar con sus telas que tendrán el rol del trapo de baño a seguir.

Escena 1 De cuando empezó la desgracia de Erendira


Cada Eréndira tiene un trapo y va limpiando a la abuela sentada en una poltrona con
ruedas que la va acompañar durante toda la obra. Como si ella no pudiera caminar sola.
Eréndira estaba bañando a la abuela cuando empezó el viento de su desgracia. La enorme
mansión de argamasa lunar, extraviada en la soledad del desierto, se estremeció con la primera
embestida. La abuela, desnuda y grande, parecía una hermosa ballena blanca en la alberca de
mármol. La nieta había cumplido apenas los catorce años, y era lánguida y de huesos tiernos, y
demasiado mansa para su edad. Eréndira bañaba a la abuela con un agua en la que había
hervido plantas depurativas y hojas de buen olor, y éstas se quedaban pegadas en las espaldas
suculentas, en los cabellos metálicos y sueltos.
Eréndira en el Micrófono: Siempre trabajaba para ella. Siempre le decía 'sí, abuela'.
Limpiaba la casa, el tanque, la tina, limpiaba el polvo que no existía. Limpiaba su cabello, sus
uñas sus orejas verdes. Ella desprendía un olor a col, no como el de la sopa, sino como el que se
enmohece en el fondo de la bolsa de mercado, al sol del jardín. Ella huele a repollo podrido.
Color verde musgo. Color del agua de desagüe.

Baño de la abuela

ABUELA: Anoche soñé que estaba esperando una carta.


NARRADOR: Eréndira, que nunca hablaba, preguntó:
ERÉNDIRA: ¿Qué día era en el sueño?
ABUELA: jueves.
ERÉNDIRA: Entonces era una carta con malas noticias, pero no llegará nunca.

Cuando acabó de bañarla, llevó a la abuela a su dormitorio. Era tan gorda que sólo podía
caminar apoyada en el hombro de la nieta, o con un báculo que parecía de obispo. Eréndira
necesitó dos horas más para arreglar a la abuela. Le desenredó el cabello, se lo perfumó y se lo
peinó, le puso un vestido de flores ecuatoriales, le empolvó la cara con harina de talco, le pintó
los labios con carmín, las mejillas con colorete, los párpados con almizcle y las uñas con
esmalte de nácar, y cuando la tuvo emperifollado como una muñeca más grande que el tamaño
humano la llevó a un jardín artificial de flores sofocantes como las del vestido, la sentó en una
poltrona que tenía el fundamento y la alcurnia de un trono, y la dejó escuchando los discos
fugaces del gramófono de bocina.
Abuela canta “Llorona”

Mientras la abuela navegaba por el pasado, Eréndira se ocupó de barrer la casa, que era
oscura, con muebles frenéticos y estatuas de césares inventados, y un piano con barniz de oro, y
numerosos relojes de formas y medidas imprevisibles. Estaba lejos de todo, en el alma del
desierto.
Eréndira en el micrófono: Mi casa es esta: una enorme mansió n de argamasa lunar
perdida em la soledad del desierto. Una casa pintada de dolor con líquido mío: color verde
musgo.
El día en que empezó su desgracia debió hacer su rutina diária: uno fregar los pisos.
ABUELA: Eréndira.
Dos: cocinar el almuerzo y bruñir la cristalería.
ABUELA: Eréndira.
Tres: Hacia las once, cuando le cambió el agua a la terma y regó las plantas del jardín.
ABUELA: Eréndira.
Tuvo que contrariar el coraje del viento que se había vuelto insoportable, pero no sintió el
mal presagio de que aquél fuera el viento de su desgracia.
ABUELA: Eréndira.
Cuatro: A las doce estaba puliendo las últimas copas de champaña, cuando percibió un olor
de caldo casi quemando y tuvo que hacer un milagro para llegar corriendo hasta la cocina sin
dejar causar desastre. Casi no logra apagar el fuego de la gran olla. Trabajaba dormida.
ABUELA: Eréndira.
(Despertada de golpe, deja caer la sopera).
ABUELA: No es nada, hija. Te volviste a dormir caminando.
ERÉNDIRA: Es la costumbre del cuerpo, abuela
(Recoge la sopera, y trata de limpiar la mancha de la alfombra).
-Déjala así esta tarde la lavas.
De modo que además de los oficios naturales de la tarde, Eréndira tuvo que lavar la alfombra
del comedor, y aprovechó para lavar la ropa del lunes, mientras el viento daba vueltas alrededor
de la casa buscando un hueco para meterse.
ABUELA: Aprovecha mañana para lavar también la alfombra de la sala
ERÉNDIRA Sí, abuela
ABUELA: Plancha toda la ropa antes de acostarte para que duermas con la conciencia
tranquila.
ERÉNDIRA Sí, abuela.
ABUELA: Revisa bien los roperos, que en las noches de viento tienen más hambre las
polillas.
ERÉNDIRA Sí, abuela.
ABUELA: Con el tiempo que te sobre sacas las flores al patio para que respiren.
ERÉNDIRA Sí, abuela.
ABUELA: Antes de acostarte fíjate que todo quede en perfecto orden, pues las cosas sufren
mucho cuando no se les pone a dormir en su perfecto lugar.
Eréndira no le contestó más. Cuando acabó de revisar las ventanas y apagó las últimas luces,
cogió un candelabro del comedor y fue alumbrando el paso hasta su dormitorio, mientras las
pausas del viento se llenaban con la respiración apacible y enorme de la abuela dormida.
Vencida por los oficios bárbaros de la jornada, Eréndira no tuvo ánimos para desvestirse,
sino que puso el candelabro en la mesa de noche y se tumbó en la cama. Poco después, el viento
de su desgracia se metió en el dormitorio como una manada de perros y volcó el candelabro
contra las cortinas.

Incendio
Apagón
Se canta el cuarto de tula
Se prende una esponja de acero quemando
ABUELA: ¡Mi casa! ¡Mi mansión de argamasa lunar! ¿Qué hiciste, niña? ¡Has destruido
todo! Niña hija de puta. ¡Niña hija de perra! Mi Piano, mis flores del Jardín, ¡mis estatuas! ¡Ni
toda la vida, niña será suficiente para pagarme todo esto! Niña hija de puta. ¡Niña hija de perra!
No te alcanzará la vida para pagarme esta deuda. Y empezarás a pagar hoy mismo.

ESCENA 2 perder virginidad


Eréndira empezó a pagárselo ese mismo día, cuando la abuela la llevó al pueblo, hacia un
viudo escuálido que era muy conocido en el desierto porque pagaba a buen precio la
virginidad. E l viudo examinó a Eréndira con una austeridad científica: consideró la fuerza de
sus muslos, el tamaño de sus senos, el diámetro de sus caderas. No dijo una palabra mientras
no tuvo un cálculo de su valor.
VIUDO: Todavía está muy joven, tiene teticas de perra. Vamos sube en la balanza
TODOS: Eréndira pesaba 42 kilos.
VIUDO: No vale más de cien pesos
ABUELA:¡Cien pesos por una criatura completamente nueva!
VIUDO: Hasta ciento cincuenta
ABUELA: No, hombre, eso es faltarle el respeto a la virtud.
VIUDO: Ahora o nunca
ABUELA: 300! La niña me ha hecho un daño de más de un millón de pesos. A este paso le
harán falta como doscientos años para pagarme.
VIUDO: Doscientos cincuenta. Lo único bueno que tiene es la edad.
Pequeña negociación donde cada uno va gritando valores aleatoriamente, hasta que cierran
acuerdo
ABUELA: Anda, aquí te espero
ERÉNDIRA: Sí, abuela
VIUDO: ¿Quieres jugar, niña?
Juego del lobo o música de lobo
Coreografia abrir y cerrar pernas (escena hector-claudia)
Em todo este momento puede ser: despetalar flores, o partitura em separadas viudo y
Eréndira o coro de Eréndiras em partitura, o retomar coreografias de las primeras clases.
En micrófono: A la primera tentativa del viudo Eréndira gritó algo inaudible y trató de
escapar. El viudo le contestó sin voz, le torció el brazo por la muñeca y la arrastró hacia la
hamaca. Ella le resistió con un arañazo en la cara y volvió a gritar en silencio, y él le
respondió con una bofetada solemne que la levantó del suelo y la hizo flotar un instante en el
aire con el largo cabello de medusa ondulando en el vacío, la abrazó por la cintura antes de
que volviera a pisar la tierra, la derribó dentro de la hamaca con un golpe brutal, y la
inmovilizó con las rodillas. Eréndira sucumbió entonces al terror, perdió el sentido, y se quedó
como fascinada con las franjas de luna de un pescado que pasó navegando en el aire de la
tormenta, mientras el viudo la desnudaba desgarrándole la ropa con zarpazos espaciados, como
arrancando hierba, desbaratándosela en largas tiras de colores que ondulaban como serpentinas
y se iban con el viento.

ESCENA 3 Camión
Cuando no hubo en el pueblo ningún otro hombre que pudiera pagar algo por el amor
de Eréndira, la abuela se la llevó en un camión de carga hacia los rumbos del contrabando.
Detrás de la pila de latas y sacos de arroz, Eréndira pagó el viaje haciendo amores a veinte pesos
con el carguero del camión.
CHOFER: De aquí en adelante ya todo es mundo.
ABUELA: No se nota
CHOFER: Es territorio de misiones
ABUELA: A mí no me interesa la caridad sino el contrabando
CHOFER: No sueñe despierta, señora. Los contrabandistas no existen.
ABUELA: ¡Cómo no, dígamelo a mí!
CHOFER: Búsquelos y verá. Todo el mundo habla de ellos, pero nadie los ve. Son 50 pesos.
ABUELA: Ya su esclavo se pagó por la derecha.
El conductor mira sorprendido al ayudante, y éste le hace una señal afirmativa.
CARGUERO: Eréndira se va conmigo. Es con buenas intenciones.
ABUELA: Por mí no hay inconveniente, si me pagas lo que perdí por. Son ochocientos
setenta y dos mil trescientos quince pesos, menos cuatrocientos veinte que ya me ha pagado, o
sea ochocientos setenta y un mil ochocientos noventa y cinco.
CARGUERO: Créame que le daría ese montón de plata si lo tuviera. La niña los vale.
ABUELA: Pues vuelve cuando lo tengas, hijo, pero ahora vete, que si volvemos a sacar las
cuentas todavía me estás debiendo diez pesos.

ESCENA4 El desierto de la prostitución


ABUELA: Ven, niña vamos a construir nuestro campamento.
Abuela la maquilla (y en coro todas se maquillan - retomar autobiografía de Vanessa)
ABUELA: te ves horrorosa, pero así es mejor: los hombres son muy brutos en asuntos de
mujeres. Que vengan esos mulas!
Propaganda/ feria/ subasta ofreciendo Eréndira
Fila de hombres pagando a Abuela y Coreografía de repetición de sexo con Eréndira –
retomar coreografías y escena Claudia Hector Gustavo
Habían transcurrido seis meses desde el incendio cuando la abuela pudo tener una visión
entera del negocio.
ABUELA: Si las cosas siguen así, me habrás pagado la deuda dentro de ocho años, siete
meses y once días. Claro que todo eso es sin contar el sueldo, la comida, agua, maquillaje y
otros gastos menores.
ERÉNDIRA: Tengo vidrio molido en los huesos
ABUELA: Trata de dormir.
ERÉNDIRA: Sí, abuela.
Eréndira canta “silencio”.
En el dia siguiente se arma la fila otra vez, y los hombres comentan:
HOMBRE1: Vine a comprobarlo. Estoy curioso por ver si es verdad. Todo el mundo está
hablando, la gente comenta cosas por aquí, y comentan sin malicia. Me hablaron de su
cuerpo, de lo quietecita que es, y que casi nunca se queja de dolor. Incluso escuché algunas
cosas má s calientes, de sus pechos, su cabello, de su...
HOMBRE 2 Junté todo lo que gané esta semana y vine a ver si el producto es realmente
de calidad. Y por esta cola, parece ser mejor de lo que imagino...
HOMBRE3 Y por hablar en cola: que colasa debe tener.
HOMBRE4 La vieja tiene un don para los negocios. Todo el mundo paga por adelantado.
HOMBRE5 Y ahora está lloviendo gente, después de que ella liberó el pago por
medallitas de santos, retratitos familiares, anillos de viuda.
HOMBRE 6 La niñ a aprendió bien de su patrona.
HMBRE 5 Pago lo que sea. Hombre que es hombre no niega fuego. Ya quiero que sea mi
vez
En el micrófono: texto hombre que es hombre…….. Hombre que es hombre habla: ustedes
mujeres. Hombre que es hombre gana má s. Hombre que es Hombre puede meter, herir,
rasgar…..
Eréndira quería hablar con la abuela. No podía reprimir el temblor del cuerpo, estaba
maltratada y sucia de sudor de soldados.
ERÉNDIRA: Abuela, me estoy muriendo.
ABUELA: Ya no faltan más de diez militares. Justo hoy que están pasando por aquí estos
cabos en entrenamiento. Están sedientos, hambrientos de amor.
Eréndira rompió a llorar. La abuela supo entonces que había traspuesto los límites del
horror, y acariciándole la cabeza la ayudó a calmarse.
ABUELA: Anda, no llores más, báñate con agua de salvia para que se te componga la
sangre.
ABUELA para los soldados: Se acabó por hoy. Vuelvan mañana. Abrimos a las 9.
Soldados gritos en protesta.
ABUELA: ¡Desconsiderados! ¡Morbosos! ¿Qué se creen, que esa criatura es de fierro? Ya
quisiera yo verlos en su situación. Todos de cuatro, arrodillados em la arena. ¡Pervertidos!
¡Apátridas de mierda! ¿Vamos? saben el himno nacional? ¡Vuelvan a sus casas cantando!
-Y tú -le dijo la abuela-, ¿dónde dejaste las alas? -El que las tenía era mi abuelo -contestó
Ulises con su naturalidad-, pero nadie lo cree.
La abuela volvió a examinarlo con una atención hechizada. "Pues yo sí lo creo", dijo.
"Tráelas puestas mañana". Entró en la tienda y dejó a Ulises ardiendo en su sitio.

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