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MASCARA MAYA

Los colonos pensaban que


las máscaras mayas se usaban
como un disfraz para ocultar la
personalidad del indígena que la
cargaba puesta. Pero
contrariamente a ello, para la cultura
maya, este atuendo tenía
un verdadero significado y
una finalidad en base a sus
creencias religiosas.
Es bien conocido que la cultura
Olmeca fue la madre de las
civilizaciones de Mesoamérica, y los
mayas como sus herederos, adoptaron gran parte de sus creencias, entre ellas,
el uso de la máscara o k’oh. Adicionalmente, un profundo interés por la muerte y el
inframundo, que se ven reflejado en muchos símbolos mayas.Las máscaras
mayas poseen un extenso significado relacionado con el hombre y las deidades,
en este sentido, los dioses crearon al hombre para recibir su culto y
reconocimiento, por ello fue provisto de conciencia e inteligencia
mediante entidades anímicas alojadas en su cabeza y rostro. En base a esto, las
máscaras, para los mayas eran la representación de estos entes espirituales, es
decir, una prolongación del rostro y la conciencia humana, que concedía a quien
la portara la personalidad de la entidad representada, que normalmente entre los
mayas era el Dios del Maíz. Así surgieron los rostros de los dioses,
animales relacionados con fenómenos naturales y finalmente un afán por
conservar el semblante de sus gobernantes fallecidos. Como objetos con
cualidades extraordinarias, eran usados por los monarcas para representar su
poderío, también en las ceremonias, en donde se le permitía su uso a los
aborígenes danzantes, y en los rituales funerarios de los gobernantes para que
fuesen reconocidos por los dioses en su viaje al más allá.
Al respecto, las máscaras funerarias, eran realizadas en piedra verde,
constituyendo el elemento principal de los rituales de inhumación de
los gobernantes mayas. Las cuales eran hechas mediante la mezcla de jade,
concha de caracol, obsidiana y hemetita, dándole el brillo que podemos observar
en ellas hoy en día.
No cabe duda alguna, que una de las máscaras mayas más reconocida es la
de Pakal II, hallada en el Templo de las Inscripciones, el 15 de junio de 1952. Una
obra ancestral perteneciente al gobernador K’inich Janaab’, que tuvo que ser
restaurada y fue elaborada con 340 piezas de jade junto a otros minerales como
cosmoclor, jadeíta y albita.

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