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APROXIMACIÓN A LA DATACIÓN DEL

CANCIONERO DE SANTA MARÍA DE EL PUERTO


DE ALFONSO X EL SABIO: EL CICLO DE LAS
CANTIGAS DE LA RABIA (CSM 372 Y 393)

Antonia Víñez Sánchez


Universidad de Cádiz
antonia.vinguez@uca.es
orcid.org/0000-0002-5058-314X

Juan Sáez Durán


Universidad de Cádiz
juan.saez@uca.es
orcid.org/0000-0001-8963-8729

Resumen: Este trabajo plantea un enfoque histórico de «El Cancionero


de Santa María de El Puerto» del rey Alfonso X el Sabio a partir de la
revisión de los Libros de Repartimiento, así como de la documentación
relativa a la repoblación de la zona del Guadalete y la bahía de Cádiz.
Constituido por un conjunto de veinticuatro cantigas de Santa María de-
dicadas al santuario de la Virgen de Santa María do Porto, antigua Alca-
nate y actual Puerto de Santa María, el valor documental de este cancio-
nero queda demostrado en este estudio, que lleva a cabo una propuesta de
datación del ciclo de las cantigas que tratan el tema de la enfermedad de
la rabia (372 y 393) con relación al Cancionero de Santa María de Terena
en Portugal, únicos en el corpus Cantigas de Santa María, donde esta
enfermedad aparece.
Palabras clave: Cantigas de Santa María, Puerto de Santa María, rabia,
repoblación.
322 Antonia Víñez Sánchez y Juan Sáez Durán

An approach to the dating of Alphonso X the Wise’s Cancionero de Santa


María de El Puerto: the «rabies canticles» cycle (csm 372 and 393)
Abstract: This study is a historical approach to King Alfonso X (The
Wise) of Castile’s «Cancionero de Santa María de El Puerto», based on a
review of the Libros de Repartimiento («Books of Partitions») as well as
documents related to the repopulation of the Guadalete river and Bay of
Cádiz area. Comprising 24 cantigas (songs) inscribed to the Virgin of San-
ta María do Porto (formerly Alcanate, today Puerto de Santa María), this
songbook’s historical value is established in this essay, which proposes a
composition date for the cycle of songs (nos. 372 and 393) about the rabies
by comparing it to the songbook of St. Mary of Terena (Portugal), the only
other case of St. Mary’s cantigas where this disease is mentioned.
Keywords: Cantigas of St. Mary, Puerto de Santa María, rabies, repopulation.

La Primera Crónica General de España narra la conquista de la comar-


ca del Guadalete por pactos o pleitesía, mencionando entre los enclaves
Jerez, Medina, Alcalá, Vejer, Cádiz, Sanlúcar, Arcos, Lebrija, Rota, Tre-
bujena et Sancta Maria del Puerto (Alfonso X, en Menéndez Pidal, 1906:
770, n. 1.130) que, ya desde finales de 1248 o principios de 1249, pagaban
parias y tributos al rey Fernando III.1 A su muerte, regresa la inestabilidad
a la zona, lo que explica la campaña del rey Alfonso X en la primavera de
1253, cuyo objetivo era el sometimiento de los musulmanes, sobre todo,
de Jerez, entonces en régimen de protectorado. La presencia castellana en
la ciudad y en la zona del Guadalete se produce, pues, desde esos años,
con la permanencia de la población mudéjar, aunque es con la expedición
a Salé, en el verano de 1260,2 cuando se lleva a cabo un esfuerzo encami-
nado a la repoblación del Puerto y Cádiz: «Detrás de estas operaciones
por el control castellano sobre Jerez, la Bahía y la isla de Cádiz –afirma
M. González Jiménez– había una intención de más largo alcance. Se pre-
tendía, claro está, el dominio de un territorio de alto valor económico y
estratégico. Con ello se garantizaban ingresos fiscales más que sustancio-

1
Seguimos los estudios del mayor especialista en la reconquista y repoblación de
esta zona, González Jiménez (1982, 1983 y 1998-1999) y el clásico de Sancho de So-
pranis (1955).
2
Es frecuente encontrar la confusión entre este evento y la propia conquista de la
ciudad; así, en Sancho de Sopranis (1949) y Ballesteros Beretta (1943).
Aproximación a la datación del Cancionero de Santa María... 323

sos y la seguridad del flanco sur de Sevilla», si bien el verdadero objetivo


estaba al otro lado del Estrecho: la cruzada del norte de África o fecho de
allende (González Jiménez, 1994: 85-86; Sancho de Sopranis, 1949: 355-
386). De este modo, toda la zona del Guadalete se constituye como nueva
delimitación de una segunda línea fronteriza (Montoya, 2004: 524). La do-
cumentación revela el énfasis del rey castellano en fortalecer la defensa de
esta comarca en los años siguientes al saqueo de la plaza magrebí, por lo
que puede afirmarse que «la ocupación castellana de la zona comprendida
entre Jerez y Cádiz no comenzó a hacerse efectiva hasta 1262» (González
Jiménez, 1982: 212),3 frustrando su objetivo la revuelta mudéjar de 1264
cuyo resultado, no obstante, fue la definitiva incorporación de Jerez a la
corona en octubre de ese mismo año. A partir de ese momento, y tras una
serie de campañas que someten Arcos, Lebrija, Medina Sidonia, Sanlúcar
de Barrameda, Alcalá de los Gazules, Rota y Vejer, se pone en marcha
una segunda fase de repoblación con el reparto de las viñas del Puerto y
la concesión de nuevas alquerías a 300 pobladores de Cádiz en 1266. La
lenta repoblación, de la que da buena cuenta el repartimiento de la villa,4
se ve nuevamente amenazada en 1275, al producirse la primera incursión
de los benimerines (González Jiménez, 1998-1999: 25) que afectó, sobre
todo, a las inmediaciones de Jerez, capital de la zona del Guadalete, y en
los años siguientes hasta 1278, también a las localidades de Sanlúcar, Rota
y el Puerto de Santa María, convirtiendo la zona en «poco atractiva para
los potenciales repobladores», por lo que debemos suponer «que muchos
de los que se habían inicialmente instalado en ella se replegaron hacia
localidades más seguras», como afirma González Jiménez (1983: 18-19).
Con la concesión al Puerto de Santa María por parte del rey Alfonso X
del privilegio rodado denominado «Carta-Puebla», verdadera «carta fun-
dacional», el 16 de diciembre de 1281 (González Jiménez, 1998-1999:
26),5 la antigua Alcanatif se convierte «en el más importante núcleo de

3
En esa fecha el rey establece en Cádiz una guarnición de cien hombres al mando de
Guillén de Berja. El documento, del 30 de marzo de 1266, ha sido editado por González
Jiménez (Diplomatario, 1991: 332-333, n. 310).
4
Se trata de un manuscrito conservado en el Archivo Municipal de El Puerto de Santa
María (Curiosidades, 1), copia parcial del repartimiento gaditano, editado por P. J. de
Castro (Padron de Heredamientos, 1841). Contamos con la excelente edición de Gonzá-
lez Jiménez (Repartimiento El Puerto, 2002).
5
La carta-puebla ha sido editada por González Jiménez (1982: 235-239).
324 Antonia Víñez Sánchez y Juan Sáez Durán

población de la bahía de Cádiz», aunque ya lo era desde 1275 (González


Jiménez, 1982: 224), y ahora más, con su paso a la corona tras la desapa-
rición –absorbida por la de Santiago– de la Orden Militar de Santa María
de España, a la que había colocado al frente del castillo-fortaleza desde
1272.6 El texto del documento nos habla del ambicioso proyecto del Rey
Sabio de convertir la villa en el «Grand Puerto de Santa María», tras con-
cederle una norma foral, el Fuero de Sevilla, además de un buen número
de privilegios a sus pobladores, diseñados para atraer al mayor número
posible de ellos, ya que en «la intención del rey estaba hacer del Puerto de
Santa María un gran centro comercial, al que acudiesen comerciantes de
todas partes» (González Jiménez, 1982: 226 y 229-232).
De los cuatro manuscritos en los que se conservan las composiciones
marianas,7 es en el último centenar de composiciones del códice b.I.2 de
El Escorial (e), también denominado «Códice de los músicos», donde apa-
rece el conjunto de Cantigas de Santa María conocido como Cancione-
ro de Santa María de El Puerto de Alfonso X el Sabio, localizado entre
los números 328 al 398,8 foco de interés de algunos investigadores, sobre
todo para la documentación histórica de la zona del Guadalete. Se trata
de un códice extenso de 416 composiciones con anotaciones musicales,
rematado con cierta celeridad, por el hecho de que repite siete milagros
(números 373, 387, 388, 394, 395, 396 y 397),9 al tratar de concluirse un
proyecto que abarcaba 400 cantigas (más la 401 de petiçon) y en el que
debían de faltar algunas, ya que los mss. t y f quedaron inacabados. Se
admiten generalmente veinticuatro composiciones en el ciclo portuense,
si bien no hay consenso en la delimitación del corpus, ya que J. Montoya
Martínez –su editor y estudioso más persistente– añade una más10 y J. T.

6
También llamada «de la Estrella». El 16 de noviembre de 1272 se nombra al infante
don Sancho, en una carta a la catedral de Santiago, «alférez de Santa Maria et almirant
della su cofradía de Espanna». Cf. Torres Fontes (2000-2001: 86).
7
Para la descripción de estos, cf. Bertolucci Pizzorusso (1993).
8
Se conservan bastante bien, ya que solo la 364 tiene una laguna de seis versos y a la
398 le falta el epígrafe, y todas se presentan con su melodía.
9
Probablemente, como afirma J. T. Snow (1998-1999: 32 y [9]), porque el scriptorium
atendía con más detalle la elaboración del códice rico, cuya segunda parte, hoy códice de
Florencia, queda incompleta.
10
Sin embargo, en un trabajo anterior había considerado solo las veinticuatro tradicio-
nalmente aceptadas. Cf. Montoya (1981: 141 [1]).
Aproximación a la datación del Cancionero de Santa María... 325

Snow reclama veintisiete, veintitrés milagros narrativos –excluyendo la


cantiga 328, «prólogo» o «introducción» (Montoya, 1998-1999: 32, [10])–
más las cuatro cantigas de loor de la secuencia (1998-1999: 31, 36; 1979-
1980: 10-21), mientras que W. Mettmann considera veintitrés (Alfonso
X, 1986: 11). Debemos al primero la transcripción y estudio de la edición
facsímil del Cancionero publicada en 2006, aunque ya había editado el
conjunto en 1998-199911 incluyendo las cantigas, según la enumeración de
Mettmann,12 328, 356, 357, 358, 359, 364, 366, 367, 368, 371, 372, 375,
376, 377, 378, 379, 381, 382, 385, 389, 391, 392, 393 y 398/399, a las que
añade la número 124 por sus similitudes con la cantiga 328 (Montoya,
1998-1999: 117 [1], 272 [110]; 1998: 457-464), aunque ni en su epígrafe
ni en el texto hace referencia a la advocación de Santa María de El Puerto,
rasgo que caracteriza a todas las demás.
Hay acuerdo en considerar el destacado lugar que ocupa este cancio-
nero en el conjunto de la producción mariana del rey y su particular valor
documental,13 ya que las composiciones, como recuerda V. Beltran (1990:
166), «abundan en información sobre el repoblamiento […]; y nos cuentan
precisamente aquellas anécdotas que los cronistas desestimaban». Consti-
tuyen un auténtico imán para un buen número de historiadores que, desde
hace décadas, argumentan con sus versos como testimonio de peso, debi-
do, quizá, a la naturaleza hagiográfica del género frente a otras manifesta-
ciones líricas, como las cantigas de escarnio y maldecir, infravaloradas en
ocasiones o más difíciles de interpretar.
El número de cantigas del ciclo supera a las composiciones dedicadas a
otros santuarios mayores, como los de Monserrat, Vila Sirga, Salas, Tudía
o Terena (Lappin, 1996; Parkinson, 1998-1999: 44), siendo el propio rey
protagonista de una decena de ellas, lo que confiere a este cancionero un
sello particular por el vínculo que mantiene con este territorio y que em-
pieza por la fundación de la villa Santa María do Porto, antigua Alcanate
(Al-Qanāṭir),14 cuya iglesia fortificada se conoce, desde finales del siglo

11
Montoya (1998-1999a), que citaremos en adelante como «Cancionero»; asimismo
la edición de Montoya (2006).
12
Seguimos para todas las referencias a los textos la edición de Mettmann (1986-1989).
13
Son imprescindibles, sobre todo, los trabajos de Montoya (1998-1999a, 1998-
1999b, 2001, 2006 y 2008-2009).
14
«Aldea de los arcos o de los puentes», según L. Torres Balbás (1942: 151-152 y
[1]), quizá por un antiguo acueducto romano. Sin embargo, Asín Palacios (1944: s. v.
326 Antonia Víñez Sánchez y Juan Sáez Durán

xiv, como Castillo de San Marcos (Torres Balbás, 1942: 417), edificado
sobre una antigua mezquita del siglo xi y concluido en 1270 (Gómez Ra-
mos, 1979: 159).
Si como supone Beltran (1990: 166 y 169), el cancionero del Puerto
pretende «una acción de tipo publicitario» en el contexto desolador del
fracaso de la repoblación de la comarca del Guadalete en la década de
los setenta, sobre todo a raíz de las incursiones de Abu Yusuf Yaqub, hijo
del sultán meriní, en el Puerto de Santa María en 1278, no es de extrañar
la proliferación de detalles que nos acercan a la realidad cotidiana en su
cancionero, ya desde la cantiga que inaugura el ciclo –auténtico prólogo
de este–, la número 328, donde se deja constancia de la empresa de Salé,
puesto que los milagros son la mejor campaña previsible, además de
los incentivos económicos, para atraer a una población cuyo objetivo
es instalarse en la comarca. De ahí que el rey, como «arquitecto mayor»
(Snow, 1998-1999: 31) del proyecto de un Cancionero de Santa María
del Puerto, no escatime en trazar una selección de hechos recientes y,
sobre todo, verosímiles, que pudieran servir de referente cercano a las
gentes, preocupadas por la inestabilidad de la zona, como se deduce
de las sucesivas fases de repartimientos. De este modo, como señala
Mettmann, las cantigas del ciclo portuense «son de especial interés
al permitirnos seguir en sus detalles el proceso de formación de las
leyendas, que coincidió más o menos con la elaboración de las cantigas
correspondientes» (Alfonso X, 1986: 11). Montoya, por otro lado,
destaca que estos milagros «no son ni tan fantásticos, ni tan fuera de
sentido como los que forman la primera parte del Cancionero Marial»
(Alfonso X, 2006: 19)15 y en ellos podemos encontrar referencias directas
o indirectas al tramo final de la vida del rey, desde, al menos, 1260 a 1281
(ibid., 2006: 119). Alfonso X deja testimonio a través de su cancionero
de cómo la Virgen16 elige para sí este enclave (cantiga 328), suministra

Alcanate) cree que «Alcanate» se refiere al plural de Alcaná, es decir, los canales, por la
abundancia de estos en las salinas de esta comarca.
15
Quizá las más insólitas sean la cantiga 398, en la que un rebaño de treinta corde-
ros tienen como guardianes a unos lobos, y la cantiga 381, donde resucita a un niño,
si bien este hecho debía estar culturalmente extendido por el relato bíblico de Lázaro
(Jn, 11, 43-44).
16
La imagen, conocida desde el siglo xv como «Virgen de los milagros», no está
exenta de polémica. Montoya (2008-2009: 356 [1]) recuerda el hallazgo de una imagen
Aproximación a la datación del Cancionero de Santa María... 327

los materiales (cantigas 356 y 358) y protege tanto a los trabajadores de


su nueva iglesia (cantiga 364) como a sus repobladores (cantiga 379).17
Un grupo nutrido lo constituyen las diez cantigas del ciclo que narran
la curación de enfermedades, sobre todo a mujeres (357, 368, 372 y 391) y
niños (378, 389, 393 y 381),18 considerados como grupos más desprotegi-
dos, y sin olvidar la dimensión de madre que representa la Virgen. Así, la
Carta-Puebla distingue entre los mercaderes que tienen en el Puerto «casas
mayores pobladas con sus mujeres e hijos» de los que solo vienen a comer-
ciar, eximiendo a los primeros de diezmos y portazgos (González Jiménez,
1982: 226-227), y liberando así de impuestos a los repobladores para in-
centivar su asentamiento. La cantiga 359 sirve de ejemplo arquetípico de
los intereses repobladores del rey mostrando a una Virgen protectora de la
familia que rescata al hijo de una, asentada en la colación de San Salvador
de Jerez, al que los moros habían raptado. Ha de proteger asimismo a los
que, a su vez, garantizan la defensa de los pobladores; de este modo, el rey
mismo es protagonista de uno de los milagros (cantiga 367), al ser sanado
por ella de un enema en las piernas.19
Dos de los milagros de este cancionero del Puerto están unidos por la
enfermedad de la rabia. Se trata de las cantigas 372 y 393. Frente a la im-
precisión de otros conjuntos, que recogen historias «del acervo común eu-
ropeo, de ahí que no se concreten ni personas ni cronologías», como señala

de María en un lugar llamado Pozo Santo, lugar referido en la octava partición del Re-
partimiento del Puerto (González Jiménez, 2002: CXVI). Hay una segunda imagen en
competencia, la de Santa María de Sidueña, que fue trasladada al Castillo de San Mar-
cos. La primera, también conocida como Virgen negra, patrona de la ciudad, se halla
expuesta en la Iglesia prioral del Puerto de Santa María, donde todavía se conserva el
«pozo santo» en su empedrado exterior. Para el tema, cf. la reseña histórica de Suárez
Ávila (2015) enviada a la Santa Sede, al concederle esta el título de basílica a la iglesia
el 25 de enero de 2015.
17
Es destacable que no perdone algunas acciones, como el falso juramento en su
nombre, por lo que el ladrón de la cantiga 392 muere ahorcado. Esta narración, más que
milagro en sí mismo, es la garantía de seguridad ciudadana que representa la Virgen del
Puerto para sus pobladores.
18
En la cantiga 381 llega a resucitar a un niño que había muerto, tras enfermar de una
fiebre mortal, por los ruegos de su madre que estaba a punto de enloquecer. La cantiga
informa de que vivían en la colación de San Marcos de Jerez. Cf. [25] de este trabajo.
19
Montoya (1998-1999a: 120-121) analiza el historial médico del rey como referencia
a la datación de los textos.
328 Antonia Víñez Sánchez y Juan Sáez Durán

Montoya, hay otros grupos, como el de los milagros de Nuestra Señora


de Soissons, donde la Virgen cura la enfermedad específica del llamado
«Fuego de San Antón» o «Fuego de San Marcial», del que se había loca-
lizado un brote terrible en 1128 en las ciudades de Chartres, París, Arrás
y la misma Soissons (1999: 230 y 200-202). Sin embargo, «Quizá sea la
rabia –afirma M. F. Muñoz Navarro–, la zoonosis que, pese a tener una
incidencia relativamente baja comparada con otros procesos infecciosos,
ha causado más temor al género humano a través de los tiempos», ya que
hay «pocas infecciones en las que la superstición, brujería y sortilegios ha-
yan jugado un papel tan preponderante, ni que, con los enfermos se hayan
cometido más barbaries» (1990: 5, 7). Son muchas y de distintas proceden-
cias las referencias históricas a esta enfermedad.20 En el periodo medieval,
el crecimiento de las ciudades trae como consecuencia epidemias de lepra,
tuberculosis, sarampión, varicela y rabia, todas enfermedades temidas.
Era lógica la preocupación del hombre ante esta última por considerarse
un mal incurable cuando sus síntomas se habían manifestado, como seña-
la Maimónides. Por ese carácter fatal, se propagan remedios milagrosos
como la «llave de San Humberto», hierro candente que se aplicaba a las
heridas de los mordiscos (Pérez, 1933: 115), ya que «la terapéutica, dada
la concepción de la enfermedad y la interconexión entre los problemas
de salud y el pecado, se fundamenta, junto a la cauterización y aplicación
de cataplasmas vegetales, en fórmulas cabalísticas, oraciones, penitencias

20
Es posible que la primera referencia que tengamos sea la de una tablilla de arcilla
babilónica, en Yuhong (2001: 33). Para más referencias históricas, Théorodidès (1986) y
Steele (1975). Entre los griegos, donde la estrella Sirio, el perro de Orión, se creía que fa-
vorecía en verano la locura de los perros, eran la diosa Artemisa y Aristeo, hijo de Apolo,
sus sanadores; la hallamos presente en la Ilíada de Homero, donde se llama a Héctor «pe-
rro rabioso» (Schneider y Santos-Burgoa, 1994). Hipócrates describe su sintomatología
y Demócrito la atribuye al sistema nervioso. Aristóteles, en su Historia de los animales,
considera que la enfermedad afecta a los perros, mientras que el hombre sería inmune a
ella (Aristóteles, en Vara Donado, 1990: 461). Epicarmos y Demócrito la denominaron
«lyssa», por la creencia de que se originaba en un gusano existente bajo la lengua, como
se consideró hasta el siglo xix (Toro y Raad, 1997: 18). Entre los romanos, en cuyo
imperio parece que fue un problema extendido, se sabía que se propagaba a través de la
saliva de los perros. Aulo Cornelio Celso es el primer autor en señalar la hidrofobia como
síntoma de la enfermedad. El tratamiento más extendido era la cauterización de la herida,
como recomendaba, manteniéndose como práctica principal hasta el descubrimiento de
la vacuna por Louis Pasteur en 1885.
Aproximación a la datación del Cancionero de Santa María... 329

y peregrinaciones a San Humberto de Ardennes» (Sevillano Fernández,


2010: 18-19).
Existe una sinuosa línea entre la fe en la eficacia de los remedios
sobrenaturales –«principal esperanza de curación», en palabras de E. Mitre
Fernández– y lo que la iglesia define como superstición. La consideración,
por otra parte, de la enfermedad como «la manifestación del mal en el
mundo» deriva en el hecho de que «las curaciones –especialmente las
milagrosas– tuvieran el sentido de la salvación y se consideraran expresión
del reino de Dios que vence definitivamente al mal» (2004: 169, 11). De ahí
la frecuente asociación entre la rabia y el mismo diablo (Wasik y Murphy,
2012), como sucede en la cantiga 393:

Ca segund’enfermidade / rravia de melanconia


ven que é negra e forte / e dura e de perfia.
Tod’aquesto á no demo, / e poren Santa Maria,
que éste dele contralla, / a tolle e dá conorte (vv. 5-8).

Parece innegable la extraña y arbitraria compatibilidad entre prácticas reli-


giosas, mágico-supersticiosas y médicas, a veces herederas de costumbres
ancestrales. Por otra parte, la propia debilidad del cuerpo entra en relación
directa con el fortalecimiento del espíritu, lo que deriva en la instrumen-
talización moral de la enfermedad, como demuestra la propia formulación
del canon 22 del Concilio de Letrán en 1215, que recuerda a los enfermos
que deben atender a su alma antes que al cuerpo, incidiendo en la enfer-
medad como síntoma del pecado (Mitre Fernández, 2004: 141). Por esta
razón, el milagro es la simbiosis perfecta del ideario religioso, ya que la
Virgen premia, por encima de todo, a quien le profesa fe ciega. El propio
Alfonso X cabalga en la fina línea fronteriza en su propio concepto de re-
medio curativo con formulaciones «pre-técnicas» (Laín Entralgo, 1978) o
mágicas en su versión del Lapidario, donde se detiene a explicar remedios
contra la rabia de aplicación directa a los perros, indicio de la preocupa-
ción del rey por esta enfermedad.21

21
«Del XXIX grado del signo de Capricornio es la piedra aque dizen sayastuz. […] Et
si la muelen et la amanssan con çumo de culantro uerde, suelues, et torna se en sustancia
del; et si con aquel a||gua untaren mordedura de biuora, o de can rauioso, sana luego».
Y añade: «Del XXIIII grado del signo de Aquario es la piedra aque dizen secutaz. […]
De natura es calient et humida, pero es mas en ella la calentura que la humidat. Et a tal
330 Antonia Víñez Sánchez y Juan Sáez Durán

En la cantiga 372 leemos la asociación de la enfermedad al perro, cre-


yéndose –como ya indicó Avicena (Muñoz Navarro, 1990: 7)– que era un
síntoma en los humanos el ladrar como ellos:

Hũa moller de Nevla / foron trager ali,


que ben avia çinque / dias, com’aprendi,
que raviava tan forte, / segundo que oý,
que mordia as gentes / e come can ladrar (vv. 10-13).

También se describe la típica sintomatología de la hidrofobia en ambas


cantigas:

demais eran passados / çinque dias que non


comera nen bevera / nen podia folgar (372, vv. 17-18).

Desta guisa quatro dias / passara que non bevera


cousa que de bever fosse, / e tan gran coita soffrera,
que tod’ome que o visse / terria que ja morrera (393, vv. 25-27).

Los protagonistas, una mujer (372) y un niño (393), encajan en los pará-
metros de la consolidación de una Virgen protectora de los grupos sociales
más débiles. No parece baladí el hecho de que el rey escoja la rabia entre
las múltiples enfermedades presentes en el cancionero mariano ya que, po-
siblemente, suponía una barrera para sus repobladores, por el crecimiento
demográfico y el consiguiente aumento de la actividad ganadera, también
por la cercanía con el norte de África.22 De hecho, un documento de 1279
hace mención de la donación del rey a la Orden de Santa María de España
de la alcaría llamada Farraya («campo de los pastores»), pasando a deno-
minarse Alcalá-Sidonia, actual Medina Sidonia (Torres Balbás, 1942: 421
[2]). Sabemos que en el Repartimiento del Puerto, a pesar de haber dispo-

uertud, que, el que la trae consigo, encastonada en plata, nol auiene en suennos polucion,
et si la a por alguna enfermedat, trayendo la, sana. Et esso mismo faz, si fazen della em-
plastro, el ponen sobre mordedura de can rabioso o de otra bestia pozona» (Alfonso X,
en Rodríguez M. Montalvo, 1981: 42, 163 y 174). En la misma línea, las referencias y
sanaciones de la enfermedad en el Libro de la Montería de Alfonso XI, cf. Alfonso XI, en
Seniff (1983: caps. XV y XXXVII).
22
La enfermedad sigue siendo, aún hoy, endémica en esta zona.
Aproximación a la datación del Cancionero de Santa María... 331

nibilidad de tierras, no llegan a repartirse, reservándose al uso comunal


«tal vez para potenciar el desarrollo ganadero de la comarca» (González
Jiménez, 1982: 218). El ganado, no lo olvidemos, es imán para los lobos,
peligrosos portadores de la enfermedad.23
En la cantiga 372, la mujer protagonista procede de Niebla. No cree-
mos que el lugar haya sido elegido al azar. Prueba de su importancia es
que el capítulo VI de la Crónica está dedicado a la conquista de este reino
a finales de febrero de 1262 (García Sanjuán, 2000: 104-106), si bien su
sometimiento vasallático se produce en 1253. Su conquista es, junto a la de
Jerez, una pieza clave para el refuerzo de la frontera del reino de Sevilla, al
ser dos poderosos enclaves del poder musulmán. También representaba un
mayor dominio de la franja marítima atlántica, que permitiría al rey caste-
llano su ambicioso proyecto «allent mar». Es, en consecuencia, otra zona
que promocionar en vínculo directo con el Gran Puerto de Santa María.
Arcos (actual Arcos de la Frontera) es el enclave elegido para la se-
gunda de las cantigas, la 393. El niño, llamado Alfonso, es llevado por su
abuelo ante la Virgen de los Milagros, tras cuatro días con síntomas graves
de hidrofobia rábica, y es sanado «macar é door a rravia / maravillosa e
forte… / agynna a toll’a Madre / do que ena cruz pres morte» (refram).
En cuanto a su datación, el texto indica con detalle una fecha específica:
«e chegaron ao Porto / mercores, primer[i]ro dia / d’abril…» (vv. 17-18).
Señala Montoya tres posibles años de composición según la coincidencia
de día y número en el calendario juliano dentro del posible arco temporal,
1271, 1276 y 1282, siendo esta última su apuesta definitiva, ya que –según
el autor– el rey «puso muchos de sus recuerdos» en este cancionero del
Puerto y las cantigas «podrían haber sido recogidas desde 1268» (1999: 32
y 190; 2001: 60 [4]). Es muy posible que debamos considerar la exactitud

23
Hemos de señalar la cantiga 398 del ciclo del Puerto, protagonizada por uno de los
primeros pobladores («un poblador y morava / que vẽera dos primeyros», v. 23), un pastor
llamado Domingo cuyo rebaño de ovejas, perdido, es recuperado tras ser vigilado por
mansos lobos, hecho extraordinario en el que radica el milagro de la Virgen. Esta temática
ganadera podría estar en estrecha relación con el ciclo de las cantigas de la rabia. Un brote
virulento de rabia en 1271 en Francia, por la invasión de lobos que atacaban los rebaños,
produjo la muerte de una treintena de personas a causa de los mordiscos. En España los
primeros registros de brotes de gran alcance no figuran hasta 1500 (cf. Schneider y San-
tos-Burgoa, 1994: 456).
332 Antonia Víñez Sánchez y Juan Sáez Durán

del dato,24 ya que la propia fisonomía del Cancionero del Puerto refle-
ja la acumulación de referencias pragmáticas cuya intención es dotar de
cotidianidad lo maravilloso. Sin embargo, si la finalidad del cancionero
es incentivar la repoblación y el comercio en la comarca del Guadalete,
como hemos defendido, el mismo esquema de las fases de repoblación de
los Libros de Repartimiento de la comarca podrían argumentar cualquiera
de las otras dos opciones,25 sin olvidarnos de fechas anteriores, también
posibles, como son los años 1254 y, sobre todo, 1265, tras la revuelta mu-
déjar. En esa línea, también las propuestas de Beltran para la datación de
algunas cantigas del ciclo oscilan entre los años de la primera repoblación
del Puerto y los años finales de la vida del rey, aunque defiende más la úl-
tima etapa ya que «la atención real para con El Puerto es particularmente
intensa después de la carta puebla» (1990: 172).
Finalmente, no hemos de olvidar la naturaleza de poesía de san-
tuario que sirve como sustrato estructural al cancionero mariano en
su conjunto. El cancionero del Puerto se vincula estéticamente a otro
de los más importantes, principal santuario portugués de las cantigas
de Santa María, el de Terena, con Nossa Senhora da Boa Nova como
Virgen benefactora. «Los milagros de Santa María de Terena –afirma
S. Parkinson– se sitúan claramente en el contexto de una tierra recon-
quistada» (1998-1999: 44). Su temática dominante es la curación de
enfermos, que aparece en ocho de los doce milagros que componen
el ciclo, sanando la Virgen la rabia en tres de ellos.26 La naturaleza de
poesía de frontera de este conjunto de cantigas puede comprobarse en
la cantiga 275, en la que dos frailes de la Orden del Hospital son cura-
dos de la «ravia mortal», y para ello debían atravesar el río Guadiana
(«passaron con eles un rio muy gran / d’Aguadiana, entrant’a Portogal»
(vv. 27-28), accidente natural que sirvió de argumento en muchas de las

24
También, curiosamente, cura en el mes de abril el protagonista de la cantiga 5,
v. 153. Vid. Morente Parra (2007: 36 y [33]), que explica su posible valor simbólico
en este texto.
25
Observemos, por ejemplo, que en el cuadro general de pobladores de Jerez en
1264 la segunda collación en importancia es la de San Marcos, justamente mencionada
en la cantiga 381 (cf. Repartimiento Jerez, en González Jiménez y González Gómez
[1980: XLIV]).
26
En tres de las cantigas –223, 275 y 319– la enfermedad es la rabia, perfectamente
diferenciada de la locura.
Aproximación a la datación del Cancionero de Santa María... 333

discusiones sobre la frontera luso-castellana. Es este precisamente un


rasgo que caracteriza al conjunto: «Una proporción significativa de los
enfermos que aparecen en este santuario portugués tiene que atravesar
la frontera entre Portugal y Castilla» (Parkinson, 1998-1999: 50), os-
cilante hasta el tratado de Badajoz en 1267. Quizá la vinculación entre
ambos cancioneros, materializada en la presencia de la enfermedad de
la rabia, inexistente en el resto del cancionero mariano alfonsí, se deba
a objetivos comunes para ambos enclaves fronterizos. Hay una línea
trazada entre El Puerto de Santa María y Santa María de Terena que
pasa por Niebla, llamada «cabeza» de todo el Algarbe en la Crónica
alfonsí (González Jiménez, 2004-2005: 24). Probablemente, la política
de reconciliación entre los reinos de Portugal –con Alfonso III al fren-
te– y Castilla, en la complicada y difícil negociación sobre el Algarbe,
pueda acercarnos a una explicación de la «coincidencia» en estos dos
conjuntos de textos tan específicos. Es cierto que la frontera luso-cas-
tellana del Algarbe servía de escenario para las negociaciones entre
ambos monarcas, pero no lo es menos que ambos tenían un enemigo
común al que debían eliminar de ese escenario geográfico. En la re-
vuelta mudéjar de 1264, el rey portugués presta su ayuda al castellano
y como consecuencia el 20 de septiembre de ese mismo año Alfonso X
renuncia a sus derechos soberanos sobre la zona. Parte del contingente
regresa a Castilla y es compensado con lotes en el reparto de Jerez.
Los años siguientes, la relación entre los monarcas es excelente, de lo
que es buena prueba la entrevista que se produce en Badajoz el 16 de
febrero de 1267, donde se reconoce, al fin, la línea del Guadiana como
frontera entre ambos reinos (ibid., 30). De todo ello podemos concluir
que el ciclo de cantigas de la rabia del Puerto y Terena posee un vín-
culo particular y único por la presencia de esta enfermedad como ele-
mento vertebrador. Ambos conjuntos constituyen un ejemplo de poesía
de frontera y ambos enclaves logran una promoción indiscutible como
centros de romería; sus pobladores están a salvo de uno de los males
más incontrolables y mortíferos gracias a la acción protectora de la Vir-
gen, sea esta portuguesa o castellana. Todo ello se concibe en la línea
de la campaña de colaboración entre los vecinos reinos de Portugal y
Castilla, sobre todo en los años que suceden a la revuelta mudéjar de
1264 y que acaban en el pacto de 1267, probablemente la franja crono-
lógica en que los textos se componen.
334 Antonia Víñez Sánchez y Juan Sáez Durán

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