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del mundo
Del Antropoceno a la Edad de la Tierra, de Dilma
Rousseff a Marina Silva, el antropólogo Eduardo
Viveiros de Castro y la filósofa Déborah Danowsky
reflexionan sobre el planeta y Brasil a partir de la
degradación de la vida provocada por el cambio
climático
ELIANE BRUM
1 OCT 2014 - 22:18 CEST
Si algunos de entre los miles que pasaron por la acera de la
Casa de Rui Barbosa en la semana del 15 al 19 de septiembre
por un instante hubiesen tenido el impulso de entrar, tal vez se
habrían llevado un susto. O incluso, hasta hubiesen caído en la
desesperación. Durante cinco días, se debatió allí, en el barrio
de Botafogo, en Río de Janeiro, algo que, a pesar de las
señales cada vez más evidentes, todavía parece lejos de las
preocupaciones de la mayoría: la progresiva y cada vez más
rápida degradación de la vida a partir del cambio climático.
Pensadores de diversas áreas y diferentes regiones del mundo
discutieron el concepto de Antropoceno: el momento en el que
el hombre deja de ser agente biológico para volverse una
fuerza geológica, capaz de alterar el paisaje del planeta y de
comprometer su propia supervivencia como especie y la de los
demás seres vivos. O, dicho de otro modo, el momento del
cambio en el que los humanos dejan de temer solo la
catástrofe, para convertirse en catástrofe.
Con el título Los mil nombres de Gaia – del Antropoceno a la
Edad de la Tierra, el encuentro fue concebido por el francés
Bruno Latour, una de las estrellas internacionales de este
debate, y por dos de los pensadores más originales del Brasil
actual, Eduardo Viveiros de Castro y Déborah Danowsky. En
esa misma semana, Eduardo y Déborah lanzaron el libro que
escribieron juntos: Há mundo por vir? — ensaio sobre os
medos e os fins (Editora Cultura e Barbárie).
En la obra, abordan las variadas teorías, así como las
incursiones de la literatura y del cine, sobre ese momento en el
que la arrogancia y el optimismo de la modernidad encuentran
una barrera. El hombre es entonces lanzado en lo incontrolable
y hasta en la desesperanza, al territorio de Gaia, el planeta al
mismo tiempo exiguo e implacable. Como escriben nada más
comenzar el libro con deliciosa ironía: "El fin del mundo es un
tema aparentemente eterno, por lo menos –claro está– hasta
que ocurra".
Déborah es filósofa, profesora de Posgrado de la PUC
(Universidad Católica) de Río de Janeiro. Investiga la
metafísica moderna y, últimamente, el pensamiento ecológico.
Eduardo es etnólogo, profesor del Museo Nacional de la
Universidad Federal de Río de Janeiro. Es autor del
perspectivismo amerindio, una contribución que causó impacto
en la antropología y lo colocó entre los mayores antropólogos
del mundo. Como dijo Latour, Déborah es una "filósofa medio
ecologista", Eduardo, un "antropólogo medio filósofo".
Eduardo y Déborah son marido y mujer y padres de Irene, a
quien dedicaron el libro. Además de la casa, ambos comparten
la capacidad bastante rara de dialogar con los variados campos
del conocimiento y de la cultura sin dejar de reflexionar sobre la
política, mucho más allá que de partidos y elecciones, pero
también sobre partidos y elecciones. Ambos tienen gran
actividad en las redes sociales. Como dice Eduardo, Twitter es
donde piensa.
La entrevista a continuación contiene algunos de los momentos
más interesantes de cinco horas de conversación: tres horas y
media en su apartamento, en Botafogo, el sábado después del
coloquio, y una hora y media por Skype, días después. Entre
los dos encuentros, 400.000 personas, según los
organizadores, participaron en la Marcha de los Pueblos por el
Clima, en Nueva York, y 4.000 en Río de Janeiro. Barack
Obama afirmó que "el clima está cambiando más deprisa que
las acciones para remediar el problema" y que ningún país
permanecerá inmune; y Brasil se negó firmar el compromiso de
deforestación cero hasta 2030.
Aunque han sido días intensos, es posible afirmar que para
muchos parece más fácil suscribir amenazas del fin del mundo,
como la supuesta profecía maya del 21 de diciembre de 2012,
que creer que el deterioro de la vida que sienten (¡y cómo!),
objetiva y subjetivamente, en su día a día –y que en São Paulo
llega a niveles inéditos con la sequía y la amenaza de falta de
agua para millones – es el resultado de la acción del hombre
sobre el planeta. Es más fácil creer en la ficción, que al final se
revela como ficción, salvando a todos, que hacer frente al
abismo de la realidad, en el que nuestro primer pie ya encontró
la nada.
Es sobre eso de lo que se habla en esta entrevista. Pero
también sobre pobres y sobre indios, y sobre indios convertidos
en pobres; sobre la izquierda y la derecha; sobre el capitalismo
y sobre el fin del capitalismo; sobre Lula, Dilma Rousseff y
Marina Silva. Sobre cómo nos volvemos "drones" al disociar
acción y consecuencia. Y cómo todos estos son temas de
cambio climático y no están distantes, sino cerca, bien cerca de
nosotros. Más próximos que la mesa de cabecera donde
apagamos el despertador que nos despierta a vivir una vida
que se nos escapa. El problema es que lo que nos levanta no
siempre nos despierta. Tal vez sea hora de aprender, como
hacen diferentes pueblos indígenas, a bailar para que el cielo
no caiga sobre nuestra cabeza.