Está en la página 1de 196

Manual bíblico

Para detectar
a los falsos maestros
 
 
Denunciando a los falsos maestros
 
 
 
Un estudio expositivo de la carta de Judas
 
 
 
Julio C. Benítez
 
 
 
Manual Bíblico para detectar a los falsos maestros.
Autor: Julio C. Benítez
Medellín, Septiembre 2011
jcbbenitez@hotmail,com
 
 
 

Para la contraportada:
Si en el primer siglo de la era cristiana hubo falsos maestros y falsos
profetas que entraban encubiertamente a las iglesias de Cristo ¿Será que los
habrá hoy? ¿Cómo podremos identificarlos? ¿Cuáles son sus comunes
características? ¿Podemos y debemos combatirlos? ¿De qué manera los
denunciamos? ¿Cuál es el peligro que ellos representan para la Iglesia de
Cristo si no los denunciamos? ¿Qué les espera a los falsos profetas y a los
que siguen sus nefastas doctrinas?
Estas y otras preguntas relacionadas con los falsos maestros son
respondidas de manera contundente y concisa en la carta de Judas.
Estudiemos esta corta pero profunda y pertinente epístola, con el fin de
aprender a contender por la fe bíblica en medio de un siglo invadido por las
falsas doctrinas, los falsos pastores y los falsos apóstoles que pululan por
doquier.
 
 
 
TABLA DE CONTENIDO
 
Contenido
TABLA DE CONTENIDO
Introducción:
Característica espiritual de los que luchan vigorosamente por la doctrina.
Contender por la fe: Una urgencia inaplazable
Características de los falsos maestros y las falsas doctrinas (Parte 1)
Características de los falsos maestros y las falsas doctrinas (Parte 2)
Advertencias contra los que promueven y siguen las falsas doctrinas:
El ejemplo de los Israelitas.
Advertencias contra los que promueven y siguen las falsas doctrinas:
El ejemplo de los ángeles que pecaron.
Advertencias contra los que promueven y siguen las falsas doctrinas:
El ejemplo de las ciudades que pecaron.
Cuidado con los soñadores:
Actividades de los falsos maestros
Ignorancia de los falsos maestros:
El evangelio sensual
Juicio de maldición sobre diferentes clases de falsos maestros:
El camino de Caín: Los que pervierten la adoración por su corazón impío y
malvado.
Juicio de maldición sobre diferentes clases de falsos maestros:
El Error de Balaam: Los que pervierten la doctrina por su corazón codicioso
Judas 11 (Segunda parte)
Juicio de maldición sobre diferentes clases de falsos maestros:
La contradicción de Coré: Los que pervierten el orden y la tranquilidad de
la iglesia por amor al poder y la posición
Judas 11 (Tercera parte)
Peligros que acarrean los falsos maestros:
Seis metáforas que advierten de consecuencias desastrosas
El día del juicio vendrá
El camino para convertirse en un falso profeta
Profecías apostólicas frente a los falsos profetas
Responsabilidades de los que luchan vigorosamente por la doctrina
La constante edificación
Responsabilidades de los que luchan vigorosamente por la doctrina
La constante oración en el Espíritu Santo
Responsabilidades de los que luchan vigorosamente por la doctrina
La constante conservación en el amor de Dios
Responsabilidades de los que luchan vigorosamente por la doctrina
La constante espera en la misericordia divina
Responsabilidades de los que luchan vigorosamente por la doctrina
Tres actos misericordiosos
La poderosa seguridad de los hijos de Dios: Un canto de adoración
 
Introducción:
La vida cristiana es un caminar por en medio del desierto de este mundo, en
el cual, al igual que el peregrinaje de Israel rumbo a Canaán, encontraremos
gigantes, fieros enemigos, incredulidad, deseos de regresar a Egipto, es
decir, de regresar al mundo; falsos profetas como Balaam que buscarán
maldecir al pueblo para que no prospere en el camino que el Señor le ha
demarcado.
La historia del pueblo del Señor ha sido una historia de luchas y contiendas,
porque, como dice Pedro, tenemos a un adversario, el diablo, quien como
león rugiente anda buscando a quién devorar (1 Pedro 5:8).
Adán y Eva fueron creados para vivir en comunión perfecta con su Dios,
pero, muy pronto que ellos son puestos en el paraíso, Satanás les insinúa la
rebelión contra la Palabra de Dios, mostrándoles de manera engañosa los
buenos y codiciables frutos que generaría dicha desobediencia, entrando así
el pecado en el mundo bueno que había creado el Señor.
Los hijos de Dios, es decir, los hijos de la línea de la fe, de la línea de la
salvación, son atrapados por el engaño de la belleza de las hijas de los
hombres, es decir, la línea de la rebelión y la desobediencia; de manera que
en esta mezcla el pueblo del Señor se ve grandemente afectado, y el engaño
y la desobediencia se generalizan en el mundo, por lo cual Dios envía el
diluvio para castigar a esa generación perversa.
A pesar del renovado inicio que se da con Noé y sus hijos, de nuevo la
maldad, el engaño y el pecado asedian al pueblo de Dios tratando siempre
de conducirlos a una rebeldía flagrante contra el creador.
El resto de la historia bíblica, y de la historia universal, es testigo de cómo
el pueblo del Señor, el pueblo escogido, es atrapado una y otra vez por las
mentiras de Satanás, entrando en períodos de decadencia espiritual, de
manera que se aparten del Dios vivo.
Israel sufrió mucho como consecuencia de los falsos profetas, pues, estos
no sólo hablaban falsamente en nombre de Dios para conducir al pueblo
hacia la apostasía, sino que lo hacían de una manera tan convincente y
atrayente, que la mayoría del pueblo seguía tras sus mentiras.
A pesar de que el Señor, una y otra vez, les daba indicaciones de cómo
detectar a los falsos profetas o maestros, el pueblo fácilmente se dejaba
engañar por ellos, pues, los falsos maestros o profetas siempre hablaron lo
que era agradable a los oídos pecaminosos de ellos.
  Cuando Cristo viene a este mundo trae el mensaje final de la revelación
divina, a través del cual el hombre puede encontrar el camino de
reconciliación con Dios. Jesús mismo es la revelación encarnada del Padre.
De manera que los discípulos pueden ver con claridad esa verdad que les
hará libres.
No obstante de tener una revelación más clara y final, Jesús advirtió a sus
discípulos que tuvieran cuidado con los fasos pastores, profetas o maestros,
porque Satanás no se quedará tranquilo, a pesar de la derrota que recibió
por la obra de Cristo.
Jesús advierte a sus seguidores en Mateo 7:15 “Guardaos de los falsos
profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son
lobos rapaces”, luego, hablando de lo que caracterizará a los tiempos del
fin dice que “... muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a
muchos” (Mt. 24:11).
Jesús conoce la astucia de los falsos maestros y sabe que estos cuentan con
el respaldo del principal engañador, es decir, Satanás, siendo así que estos
falsos maestros o falsos profetas “...harán grandes señales y prodigios, de
tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mt.
24:24).
Muy poco tiempo después de la ascensión de Jesús a los cielos, cuando la
iglesia apostólica estaba aún en su etapa infantil, los falsos profetas o falsos
maestros hacen su aparición. Ellos se presentaban con la misma apariencia
que siempre los ha caracterizado: Como seres de luz, como personas
interesadas en el bienestar de sus oyentes, como mensajeros celestiales;
engañando con sus obras y señales mentirosas, hablando adulaciones y
lisonjas con el fin de atrapar a los hombres y mujeres amantes de sí mismos.
De allí que los apóstoles y los escritores del Nuevo Testamento consideren
de suma importancia advertir a la iglesia en cómo detectar a un falso pastor,
a un falso profeta, a un falso apóstol, a un falso maestro, a una falsa
doctrina.
Pues, aunque ellos cuenten con muy buena capacidad para engañar, porque
hablan conforme a los deseos del corazón humano, no obstante, ellos no
podrán ocultar su verdadero carácter; la podredumbre que llevan por dentro
es tal, que un cristiano puede agudizar su olfato para oler la corrupción
pecaminosa que les caracteriza.
La epístola de Judas, aunque nos es la carta mas estudiada del Nuevo
Testamento, fue escrita con el fin de ayudar a los creyentes a detectar el
carácter moral y espiritual de los falsos maestros que entran
encubiertamente a la cristiandad.
Analicemos con pasión y profundidad el contenido de esta lacónica y casi
desconocida carta, pues, su contenido tiene gran relevancia para la situación
de la iglesia cristiana evangélica en la Latinoamérica del siglo XXI, pues,
muchos falsos maestros han permeado las iglesias con el fin de engañar,
seducir y atrapar en sus doctrinas erróneas.
 
 
 
Característica espiritual de los que luchan
vigorosamente por la doctrina.
v. 1-2
En los versículos 1 al 2 Judas saluda a los lectores, identificándose él
mismo como siervo de Jesucristo y hermano de Jacobo. Luego identifica a
los lectores o receptores de la carta como los que son amados por Dios el
Padre, guardados por Jesucristo y llamados a la salvación. Y a estos, el
autor de la carta les desea abundancia de misericordia, paz y amor.
Inmediatamente el escritor inicia su lacónico pero profundo discurso,
diciendo a los lectores que ha deseado intensamente escribirles respecto a la
salvación que ellos tienen en común, y ahora ha llegado el momento de
hacerlo, pues, hay poderosas razones para ello: Los falsos maestros, a los
cuales él denomina como impíos, se han infiltrado en la iglesia, lo cual hace
necesario que los creyentes, receptores de la carta, luchen con vigor y
esfuerzo por la fe que ha sido dada una vez a los santos.
En esta sesión analizaremos el mensaje de Judas en sus dos primeros
versículos. En este pasaje presenta las características espirituales de los que
luchan vigorosamente por la doctrina bíblica:
 
1. Judas, ejemplo de lucha vigorosa.
“Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados,
santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo”. V. 1
Es interesante notar que el autor de la carta se identifica como siervo de
Jesucristo. Las palabras usadas en griego (Iesou Cristou) dan a entender
pertenencia, es decir, Judas no sólo está diciendo que él es un siervo
asociado al mensaje de Jesucristo, sino que él mismo pertenece a su
Salvador.
Solo un pastor o maestro que ha llevado su orgullo personal a la cruz puede
llamarse a sí mismo siervo. La palabra griega usada aquí es doulos, la cual
significa literalmente esclavo. Un pastor o maestro es esclavo de Jesucristo.
Le sirve sin esperar nada a cambio, así como el esclavo no esperaba una
paga de su amo.
Sólo un verdadero esclavo o siervo de Jesucristo puede estar interesado
verdaderamente en las almas de los hombres. Los que no son siervos sólo se
interesan en su propio bienestar.
Es por eso que Jesucristo se presenta como el buen pastor, ejemplo de lo
que debe ser un pastor cristiano, cuando dice: “Yo soy el buen pastor, el
buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el
buen pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, y deja las
ovejas y huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas”. Juan
10:11-12
Judas se atreve a escribir en contra de los falsos maestros, a pesar de que
eso no le hará el pastor más popular, ni el maestro más admirado, pues, de
seguro que al cuestionar la vida y la doctrina de los falsos pastores recibirá
ataques de los mismos hermanos, quienes le dirán: “Judas, ¿por qué eres
tan intransigente? ¿Por qué eres tan falto de amor? No juzgues para que
no seas juzgado, recuerda que el amor une y la doctrina divide.  Abandona
ese espíritu hipercrítico y ama a los hermanos, aunque ellos no piensen
como tú. Judas ¿qué te crees tú para hablar de falsos maestros?, recuerda
que estamos en un mundo relativista, la verdad es relativa al individuo. Si
tú crees que los pastores no deben trabajar en el ministerio esperando lucro
personal, está bien, es tu verdad, pero no condenes a los que no piensan
como tú. Este es un mundo pluralista, hoy todos cabemos en el mundo y por
lo tanto todos cabemos dentro de la iglesia, sin importar tanto la doctrina.
Abandona esa vieja costumbre de los profetas, de estar discutiendo respecto
a la fe, mejor dedícate a hacer el bien al prójimo.”
Advertir en contra de la falsa doctrina o la falsa religión fue el motivo por el
cual los judíos mataron a los profetas. Judas se expone a lo mismo al hablar
en contra de las falsas doctrinas, pues, siempre han sido más los que siguen
lo falso que los que siguen la verdad. Tal vez esa sea una de las razones por
las cuales hoy no se estudia mucho la epístola de Judas, y sean tas escasas
las predicaciones basadas en esta necesaria carta. Por eso, sólo un siervo de
Jesucristo puede escribir o predicar de lo que Judas escribió.
Sabemos que el que escribe esta carta no es Judas el apóstol que traicionó a
Jesús, el Iscariote, pues, él distaba mucho de ser un siervo de Jesucristo, ya
que su interés no era la salvación de los hombres, sino el amor al dinero.
Estaba con Cristo porque encontró en la religión un medio para satisfacer su
corazón codicioso. Él aparentaba amor y cuidado por los pobres, pero en
realidad sólo quería satisfacer su propia codicia: “Y dijo uno de sus
discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar:
¿Porqué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los
pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era
ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella”. Juan
12:4-6
Judas tiene autoridad para escribir esta exhortación, porque es un siervo de
Jesucristo. Él está dispuesto a ser rechazado por algunos “cristianos”, a
sufrir por la causa del evangelio, a luchar por la pureza de la doctrina
apostólica, aunque eso le cueste la vida o el rechazo de su preciosa carta.
Habiendo dado este saludo con tan profundo significado, ahora prosigue
hablando del estado espiritual de aquellos que podrán continuar con esta
lucha por la preservación de la sana doctrina y el rechazo de los falsos
maestros o falsos profetas.
 
2. Tres características espirituales de los que han de luchar
vigorosamente por la doctrina.
 “A los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo”.
V. 1
No todos podrán luchar en contra de la falsa doctrina. A algunos les dará lo
mismo estar en lo verdadero que en lo falso, porque estas personas no están
buscando a Dios con el fin de vivir para Él como sus siervos, sino que le
buscan por intereses personales: para que Dios les alivie todos sus
problemas, para que les de salud, para que les de dinero y riquezas, para
que los libre de las deudas, para aliviar su soledad, en fin, para cualquier
cosa, menos que ser su siervo.
Pero hay un grupo, no tan numeroso como quisiéramos, que si está
interesado en la doctrina bíblica, que sí le importa el contenido de lo que
creemos, que considera vital para la salvación y la salud espiritual el estar
cimentados en la doctrina de Cristo y los apóstoles del Cordero.
¿Por qué a algunos creyentes no les importa mucho la doctrina bíblica o el
luchar en contra de la falsedad? Bueno, algunos no lo hacen por ignorancia.
Porque han crecido poco en la fe; son, como dice Hebreos, niños o bebés en
Cristo. A pesar de los años que llevan en la vida cristiana prefieren seguir
tomando leche que comer alimento doctrinal sólido.
Otros no lo hacen porque no son creyentes. Están dentro de nosotros pero
no son de nosotros. A ellos no les importa la doctrina cristiana, sólo quieren
lo que les satisfaga en su ego, en su orgullo y en sus deseos materialistas. Y
las Sagradas Escrituras nos presentan claros ejemplos de ello:
“Porque Demas me ha desamparado, amando a este mundo” 2 Tim. 4:10
Demas había colaborado por un tiempo al apóstol Pablo, pero luego se fue,
no quiso seguir como siervo, porque amaba a este mundo.
“Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de
nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se
manifestase que no todos son de nosotros.” 1 Jn. 2:19
Ahora ¿Quiénes son los que deben y pueden luchar para defender la
doctrina bíblica? ¿Quiénes son los que pueden y deben denunciar a los
falsos maestros o a las falsas doctrinas? Judas, el hermano de Jesús, autor
de esta carta, describe las características espirituales de esta valiente gente.
Estos creyentes necesitan consejo y aliento.
 
Primero, dice que son llamados.
Aquellos que están siendo motivados, aconsejados y exhortados para luchar
en contra de las falsas doctrinas que enseñan los falsos maestros, primero
que todo, han sido llamados por Dios. Aquí no se trata del llamamiento
general que el Espíritu hace a los pecadores al arrepentimiento, pues, Dios
manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan (Hch. 17:30),
no obstante, no es de todos la fe (2 Ts. 3:2); más bien se trata del
llamamiento especial que el Espíritu hace a los hombres, a través del cual
nadie resiste ese santo llamado, sino que con presuroso paso acudimos a la
cruz del calvario para contemplar la belleza extasiante de la gracia, belleza
que nos atrapa y de la cual nunca más vamos a querer distanciarnos.
Solo lucharán en contra de las falsas doctrinas los que “han dejado el
mundo del pecado y han entrado en la luz de la vida”[1]
Estos llamados forman parte de aquel pueblo que es un “...linaje escogido,
real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que
anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable” 1 Pedro 2:9
Estos llamados son los que en otro tiempo no eran pueblo, pero ahora son
pueblo de Dios; los que en otro tiempo no habían alcanzado misericordia,
pero ahora han alcanzado misericordia. 1 Pedro 2:10
Los llamados son aquellos que un día escucharon el evangelio, ya sea a
través de una predicación en la iglesia, una predicación en la radio, un
estudio en los hogares, un tratado que recibió, u otro medio; pero que
estando escuchando, no entendían el mensaje, no eran conscientes de su
estado pecaminoso y de rebeldía contra su creador, y por eso no podían
venir a Cristo, pero, en medio de la predicación, el Señor hizo con esa
persona lo que antes había hecho con Lidia “...el Señor abrió el corazón de
ella para que estuviese atenta al mensaje de Pablo” Hch. 16:14.
¿Cómo podemos estar tranquilos cuando escuchamos a muchos
predicadores motivando a la gente a venir a Cristo usando como anzuelo o
gancho las necesidades económicas, una precaria salud física, el deseo de
ser más ricos, el anhelo de ser más popular? ¿Cómo estar tranquilo frente a
esta clase de predicación, cuando nosotros mismos hemos sido llamados por
Dios, hemos visto la cruz sangrante de Cristo, hemos visto sus
padecimientos y el Espíritu Santo nos ha mostrado que sólo al ver nuestra
miseria espiritual podemos acudir al Calvario?
¿Cómo estar tranquilos cuando vemos como muchos predicadores están
llamando a la gente a venir a Cristo sin que ellos sean concientizados de sus
pecados y maldades? ¿Acaso cuando el Espíritu Santo nos llamó a Cristo,
primero no nos mostró el estado de pudrición en el que estábamos como
consecuencia de nuestras maldades y nuestras rebeliones? ¿Será posible que
alguien venga verdaderamente a Cristo sin que primero el Espíritu Santo, a
través de la predicación fiel de las Sagradas Escrituras, no le muestre su
condición pecaminosa y rebelde contra el Dios Santo?
 
Segundo, son amados (o santificados) en Dios Padre. (ëgapëmenois o
hëgiasmenois)
Una segunda característica de los que han de contender ardientemente, con
pasión, por la doctrina sana, consiste en que han sido amados por Dios el
padre. En nuestras versiones dice santificados debido a los manuscritos en
los cuales se encuentra la palabra hegiasmenois; no obstante, los
manuscritos griegos más antiguos usan la palabra egapemenois, es decir,
amados, aunque ambas características son totalmente ciertas del verdadero
creyente.
Ahora, en qué sentido son amados los creyentes. ¿Acaso Dios no ama a
todo el mundo? Las Sagradas Escrituras dicen que “... de tal manera amó
Dios al mundo...” Juan 3:16. Hay un sentido en el cual Dios ama a su
creación. Él la cuida, es suya, por eso la preserva. Él hace salir su sol sobre
justos e injustos, y eso es amor, él hace llover sobre justos e injustos, eso
también es amor (Mt. 5:45), pero este amor está acompañado también de su
ira. Porque estos injustos viven bajo la ira de Dios.
Juan 3:36 “...el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira
de Dios está sobre él”
Romanos 2:5 “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras
para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de
Dios”
Efesios 5:6 “...porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de
desobediencia”
Así que el sentimiento que Dios expresa al mundo entero, a todos los
hombres, se encuentra dividido entre su amor y su ira.
Pero el amor de Dios para con los que han sido cobijados por el sacrificio
expiatorio del sufriente Salvador, ya no se encuentra dividido por la ira,
sino que, ahora, su amor es infinito para con ellos, es un amor eterno, y ya
no los mira más como objetos de su ira.
Ahora estos que han sido amados por Dios, no esperan su ira, sino que
tienen confianza en que su amor siempre los cobijará.
Este amor es tan grande e incomprensible que el apóstol Pablo declara:
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los
impíos – es decir, por nosotros, que hacíamos obras malas delante del Dios
santo – Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera
ser que alguno osara morir por el bueno – pero ya el apóstol Pablo ha
dicho que entre los hombres y mujeres nadie ha sido bueno o justo – mas
Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros” Romanos 5:6-8
¿Siendo que hemos experimentado amor tan grande, será que podemos
quedarnos quietos y tranquilos cuando vemos cómo algunos hombres entran
encubiertamente a la cristiandad y sólo con el fin de obtener ganancia o
lucro personal pervierten este mensaje que trae consuelo a los hombres que
sufren en la miseria de sus pecados? ¿Será que aquellos que han conocido y
experimentado el perdón de sus pecados, sólo por confiar plenamente en
Cristo, se quedarán dormidos frente a movimientos sectarios que desvirtúan
el mensaje de salvación, cambiándolo por un mensaje de motivación
psicológica o prosperidad material, cuando la necesidad más grande de todo
hombre se relaciona con su vida impía, con sus pecados y rebeliones?
 
Son guardados o protegidos por Jesucristo.
Estos que han de contender ardientemente por la doctrina sana, son aquellos
que cuentan con la garantía de salvación ofrecida por nuestro Señor
Jesucristo.
Estos no viven en el temor de perder su salvación, sino que tienen como
firme certeza de su salvación las palabras de Jesús, quien dijo: “Mis ovejas
oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no
perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi padre que me las
dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de las manos de mi
padre” (Juan 10:27-29).
Estos que han de contender por la doctrina sana, denunciando a los falsos
maestros, no temen ni siquiera a Satanás, porque cuentan con la oración
intercesora de Jesús “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por
los que me diste; porque tuyos son. Padre santo, a los que me has dado,
guárdalos en tu nombre... cuando estaba con ellos en el mundo, yo los
guardaba en tu nombre..., pero ahora voy a ti... no ruego que los quites del
mundo, sino que los guardes del mal.” Juan 17:9-15
Estos creyentes, aunque sean pocos, tienen la certeza que todo su ser será
guardado en santificación para la  consumación final de la salvación: “Y el
mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu,
alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor
Jesucristo” (1 Tes. 5:23).
¿Será que teniendo tan grande garantía de salvación y cuidado salvador,
podremos estar tranquilos cuando las falsas doctrinas corroen a la
cristiandad llevando a los hombres a confiar en sus propios medios, en sus
donaciones o siembras económicas, en sus ayunos orgullosos, en sus buenas
obras? ¿Acaso no sabemos que cuando los hombres confían en estas cosas
para alcanzar el favor divino, viven en temor, inseguridad, miseria
espiritual, tratando de hacer una y otra obra con el fin de calmar sus
intranquilas conciencias?
A todos aquellos que han sido llamados, amados y guardados por Dios en
Jesucristo, Judas les desea abundancia de misericordia y paz y amor.[2]
¿Y cómo no podremos experimentar la verdadera misericordia, la verdadera
paz y el verdadero amor habiendo recibido una salvación tan grande y
completa de nuestro redentor?
¿Seremos tan egoístas en disfrutar solos de estas enormes bendiciones y no
haremos nada por ayudar al resto de creyentes y personas que caen presas
de los estafadores religiosos que hacen mercadería con la fe cristiana?
Contender por la fe: Una urgencia
inaplazable
Judas 3
A veces se vuelve muy común escuchar a algunos predicadores cristianos
decir que fueron “movidos” por el Espíritu Santo a cambiar el contenido de
su sermón, cuando ya habían avanzado en la predicación de otro tema.
Realmente esa situación siempre me ha inquietado, pues, no sé si se trata de
falta de preparación del tema, emocionalismo excesivo del predicador, o si
realmente el Señor les lleva a dar un viro sustancial al tema preparado.
Lo cierto es que en Judas se dio una situación similar, es decir, cuando iba a
empezar a disertar sobre un tema, se vio movido a cambiarlo. Este pastor se
encuentra interesado en fortalecer la fe de los creyentes y experimenta,
como todo pastor bíblico, una gran urgencia, una gran solicitud por
escribirles un tratado doctrinal para hablar de la común salvación que
comparten él y la audiencia.
Es posible que Judas, pastor de la iglesia en Jerusalén, interesado como
estaba por el crecimiento espiritual de los lectores, cuando ya se encontraba
preparado para iniciar el tratado doctrinal de su carta, recibe noticias
inquietantes de cómo los falsos pastores, los falsos maestros estaban
entrando encubiertamente a dicha iglesia, de manera que, en sumisión al
Espíritu Santo, considera la urgencia de la situación, y decide cambiar el
tema de su carta.
Ya no dará un discurso teológico, sino que exhortará a los lectores para que
estén alertas frente al peligro real que representa para la fe de una iglesia la
introducción de falsas doctrinas y falsos maestros.
Judas no hizo como algunos buenos y amados hermanos nos proponen
hacer hoy, es decir, que no luchemos o denunciemos las falsas doctrinas o a
los falsos maestros que se introducen a la cristiandad contemporánea, sino
que oremos y esperemos a que el Señor saque a la luz la falsedad, de
manera que las iglesias, algún día, se darán cuenta de quiénes eran falsos y
quiénes no.
Bueno, si bien es cierto que debemos orar fervorosamente para que el Señor
nos conserve como una iglesia pura, santa y firme en la doctrina sana, no
obstante es responsabilidad de los pastores e iglesias de todos los tiempos
desenmascarar la falsa doctrina y los falsos maestros.
Judas no considera que esto sea algo de esperar a ver qué pasa, a ver quién
tiene la razón. Es bueno enseñar doctrina, pero es urgente denunciar la falsa
doctrina y los falsos maestros.
Así que, hoy día, tenemos la corta carta que escribiera Judas, con la cual
hizo un gran bien a la iglesia de todos los tiempos, como dice Barclay: “...
pero el hecho es que hizo más por la Iglesia escribiendo esta urgente, breve
carta de lo que posiblemente habría hecho dejándonos un extenso tratado
sobre la fe”[3]
Abordemos juntos el estudio del versículo 3 y analicemos porqué es
necesario luchar o contender ardientemente por la fe.
 
Sigamos la siguiente estructura:
1. La urgencia de luchar por la fe
2. El modo de luchar por la fe
3. Poderosa razón de luchar por la fe
 
1. La urgencia de luchar por la fe. “Me ha sido necesario escribiros
exhortándoos...”
¿Por qué un pastor experimenta la necesidad o la urgencia de predicar sobre
la importancia de luchar por la doctrina bíblica? Hoy día pareciera que este
no es el común de la mayoría de los pastores. Muy pocos se ocupan de estos
asuntos. Las predicaciones más comunes hoy día se enfocan en temas como
la prosperidad material, el buen nombre, la fama, la salud física, cómo
mejorar su posición económica, las siembras, el poder de la palabra
humana, la fe presuntuosa que dobla el brazo del Señor, entre otros.
Hay poco interés en la sana doctrina. El slogan principal de nuestra
generación cristiana es “ama y se feliz”. “el amor une, la doctrina divide”.
“habla del amor, no hables de doctrina”, “la letra mata”. Tal vez este sea el
resultado de una iglesia materialista, pragmática, dormida espiritualmente y
mundana.
Pero los pastores en la Biblia no podían dormir tranquilos al saber que los
falsos maestros o las falsas doctrinas estaban entrando sigilosamente en
medio de los santos.
Y es que el peligro es abismalmente terrible.
La sana doctrina preserva la verdadera fe que nos conduce a la salvación, la
falsa doctrina nos aleja del Dios Santo, pervierte la conducta cristiana y
conduce al infierno.
 
Veamos algunos ejemplos en la Palabra de Dios:
 
Nuestros primeros padres. Adán y Eva fueron puestos en el paraíso para
que anduvieran en perfecta comunión con el creador, disfrutando de su
presencia, obedeciéndole, con el fin de agradarle en todo. Por algún tiempo
el hombre pudo disfrutar de este estado de perfección. La doctrina bíblica,
la fe, era muy sencilla en esta primitiva iglesia: Hay un Dios creador, el cual
es santo, y pide al hombre que le obedezca para que pueda disfrutar para
siempre de la perfecta comunión con él, el obedecerle le garantiza vivir para
siempre, el desobedecerle implica la muerte. Esta era la doctrina. Y las
cosas anduvieron bien en esta iglesia, mientras se mantuvieron firmes en la
obediencia.
Pero Satanás, la serpiente, el engañador y adversario de Dios, quería dañar
el buen vivir de estos creyentes, quería conducirlos a desobedecer, para que
así cayeran de ese estado privilegiado. ¿Pero cómo hacerlos caer en la
desobediencia? Ellos estaban entrenados en la doctrina, así que no
aceptarían desobedecer simplemente porque la serpiente se los insinúe. Así
que, Satanás, siendo astuto, decide corromper la doctrina, así, una vez ellos
distorsionen la fe, serán presa fácil del pecado.
Satanás siembra la mentira doctrinal en la mente de Eva. Cual falso profeta
o falso pastor, trastorna las palabras que ha dicho el verdadero pastor y le
dice que ella y su esposo no morirán realmente, por el contrario, tendrán
vida eterna y serán como dioses.
Dios dijo: si desobedecen morirán, el falso pastor dice: serán como dioses.
Satanás no cambia totalmente las palabras del Señor, sino que introduce su
falso sermón diciendo “conque Dios os ha dicho...” (Gén. 3:1). Esta ha sido
siempre la astucia de los falsos maestros, mezclar las palabras de Dios con
las palabras mentirosas de sus mentes retorcidas.
¿Cuál fue el resultado de esta pequeña porción de falsa doctrina? El pecado,
la muerte eterna, la muerte física, la maldición sobre toda la creación
material, la corrupción espiritual.
La falsa doctrina suele producir enormes estragos dentro del pueblo del
Señor. Por eso ningún pastor bíblico puede estar tranquilo cuando ve venir
el peligro de los falsos pastores o maestros sobre la iglesia.
 
Israel. Ellos recibieron grandes bendiciones del Dios Todopoderoso. Los
escogió de entre todos los pueblos, les dio Su santas leyes, les envió
profetas verdaderos, hizo poderosos milagros para ayudarles. Sólo les pidió
obediencia a sus mandatos, y así se conservarían como el pueblo escogido y
recibirían sus abundantes bendiciones.
A pesar de haber recibido la luz de la doctrina bíblica, este pueblo se
corrompió y recibió el juicio que la Ley había establecido. Pero ¿Cuál fue el
medio usado por Satanás para producir semejantes estragos en este pueblo
de creyentes? La falsa doctrina, los falsos maestros.
En el desierto el pueblo se desenfrenó en el jolgorio, el licor y la perversión,
luego que Aarón les permitiera cambiar la doctrina de Dios. El Señor le
había dicho a su pueblo que no hicieran imagen de él, pues, Moisés en el
desierto, cuando fue llamado, no vio ninguna figura. Pero cuando Aarón les
permitió cambiar este conocimiento de Dios, e hicieron una imagen,
entonces fue muy fácil para este pueblo corromper el resto de doctrinas, y
entrar en una decadencia moral impresionante.
Los falsos profetas siempre causaron estragos en el pueblo, tergiversando la
doctrina, amoldándola a la cultura de la época, a lo que estaba de moda, y el
resultado fue siempre el mismo: decadencia espiritual, decadencia moral, y
la venida del inminente juicio del Señor.
¿Ante un peligro tan terrible será que podremos estar tranquilos?
 
2. El modo de luchar por la fe. “...que contendáis ardientemente por la
fe...”
En la exposición del primer elemento de la estructura de nuestro pasaje, ya
ustedes se han hecho una idea de qué es  a lo que Judas llama “la fe”. No se
trata de la confianza que depositamos en Dios (fe subjetiva), sino, del
cuerpo de creencias o doctrinas que conforman nuestra fe cristiana (fe
objetiva).
Este cuerpo de doctrinas deben ser cuidadas con tanto esmero y pasión, que
para nosotros debe ser un asunto de vida o muerte. Lo que creemos de la
Biblia, lo que creemos de Dios, de Jesucristo, del Espíritu Santo, del
pecado, del juicio de Dios, de la salvación, la santificación, la vida
cristiana; todo esto es tan vital para la cristiandad, que no debemos
escatimar esfuerzo alguno en luchar para defenderla.
La palabra usada por Judas para luchar ardientemente es “epagonizesthai”
de donde viene nuestra palara agonía. Cada iglesia, de cada generación,
debe pagar el costo de luchar por preservar y transmitir la doctrina de
manera correcta.
El problema radica en que en cada generación surgen falsos maestros que
tergiversan la verdad, y si la generación respectiva no hace nada por
preservarla, entonces, las próximas generaciones corren el riesgo de recibir
doctrinas erradas.
Pero este hacer algo para preservar la sana doctrina no debe ser un “bueno,
vamos a ver que se hace”, no, debiera ser algo que implique tanto esfuerzo,
como para decir “estoy agonizando por esta causa”, “hasta que lo falso no
salga a la luz y la iglesia recupere la sana doctrina no podré dormir
tranquilo”.
Los profetas del Antiguo Testamento son un reflejo fiel de esta lucha
agonizante por preservar la doctrina sana:
En tiempos de la reina Jezabel la doctrina bíblica estaba en gran decadencia.
Esta reina malvada había introducido la falsa doctrina por doquier. La
adoración al Dios verdadero fue reemplazada por el culto a Baal. Parecía
que todo el mundo estaba conforme con la doctrina errónea. Pero un
pequeño grupo de profetas dieron sus vidas para que la verdadera religión
de Israel fuera preservada. Cientos de ellos murieron, como dice en 1 Reyes
18:4 “Porque cuando Jezabel destruía a los profetas de Jehová, Abdías
tomó a cien profetas y los escondió de cincuenta en cincuenta, y los
sustentó con pan y agua”.
¿Por qué causa morían estos profetas? Porque ellos no consideraron como
algo liviano la introducción de falsas doctrinas dentro del pueblo de Dios,
para ellos esto era un asunto de vida o muerte.
Jesús dijo que la doctrina cristiana proviene de Dios, por lo tanto, la falsa
doctrina proviene de Satanás. Si no estamos en la verdadera doctrina,
entonces no tenemos a Dios, no hay salvación, no hay cielo, sino que nos
espera la más terrible condenación. “El que quiera hacer la voluntad de
Dios, conocerá si la doctrina es de Dios...”
Es un asunto de vida o muerte. La verdadera doctrina bíblica nos libra de la
esclavitud del pecado “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del
pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual
fuisteis entregados” Rom. 6:17. Estar en falsa doctrina es permanecer en
esclavitud.
En nuestro siglo corren fuertes vientos de doctrina errónea que no sólo han
permeado a las sectas sino que atentan con socavar las bases mismas de la
fe cristiana, falsas doctrinas que han entrado encubiertamente en el grueso
de la cristiandad:
 
Un concepto erróneo de Dios. El Soberano, creador de todo, el que es digno
de adoración y obediencia, ahora es presentado como el soberano servidor,
el sirviente, el genio mágico que está esperando el toque de la varita mágica
para hacer todo lo que el creyente desee.
Un concepto erróneo de la expiación obrada por Cristo. La sangre preciosa
del cordero, que fue derramada para la remisión de nuestros pecados, ahora
es tomada para garantizar la salud, la prosperidad, y toda clase de bienes
terrenos al creyente. Incluso la sangre de Cristo ahora es tomada,
supuestamente, para limpiar objetos, para protección contra asechanzas,
entre otros.
Un concepto erróneo de la salvación. Hoy día la salvación del alma y la
esperanza futura de la completa y perfecta redención ya no es tan
importante, pues, es más relevante para el cristiano materialista de este siglo
el vivir cómoda y placenteramente en este mundo, de manera que la
salvación ha sido reducida al tener más y más bienes de este mundo,
riquezas que los ladrones minan y hurtan.
Un concepto erróneo del ministerio. Ahora el ministro, el pastor, ya no es
más el anciano servidor que nos presentan las Sagradas Escrituras, sino que
es el gerente, el alto ejecutivo, el chamán o el iluminado, que tiene el poder
para transmitir “unción”, sanidad y prosperidad, pero que de ninguna
manera está al servicio de los santos. Un pastor que para poder dialogar con
él se necesita primero acudir a todos los “líderes” que están por debajo de él
en esa gigantesca escalera o estructura piramidal.
No podemos estar tranquilos cuando la doctrina se tergiversa de esa manera,
pues, las próximas generaciones ya no tendrán el verdadero cristianismo
que anuncia la salvación del hombre por medio de la obra de Cristo, sino
que tendremos un infame remedo del cristianismo, donde un dios sirviente
se ofrece para satisfacer los deseos hedonistas de hombres completamente
materialistas y avaros, egocéntricos y ególatras.
Judas invita a la verdadera cristiandad a combatir, lo cual “significa
esforzarse sin distraerse, a fines de lograr una meta. Presupone abnegación
para superar obstáculos, evitar peligros y, si fuese necesario, aceptar el
martirio. Judas da a entender que los miembros de la iglesia deben
esforzarse en la propagación del evangelio y en la búsqueda de la derrota
de la herejía”[4]
El apóstol Pablo, escribiendo al pastor Timoteo, no le da opciones frente al
tema de la lucha contra la falsa doctrina o los falsos maestros que entran al
cristianismo. Él le dice, así como dice hoy a todos los pastores y hermanos
que aman a nuestro Señor Jesucristo “Te encarezco (te doy este solemne
encargo) delante de Dios y del Señor Jesucristo (ellos son los testigos), que
juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino (un día
seremos todos juzgados), que prediques la Palabra; que instes a tiempo y
fuera de tiempo (el pastor debe ser insistente para corregir la falsa
doctrina); redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán (mucha gente no soportará) la
sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír (apetito por cosas nuevas)
se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias
(hablarán lo que a la gente más le agrade oír) y apartarán de la verdad el
oído (no querrán escuchar la sana doctrina) y se volverán a las fábulas (la
falsa doctrina, que aunque suena agradable al oído porque promete muchas
cosas, en realidad es fábula, puro cuento). Pero tú se sobrio en todo (no
seas ebrio como los falsos maestros que deliran en sus mentes depravadas),
soporta las aflicciones (aflicciones por causa de predicar la sana doctrina y
denunciar a los falsos maestros), haz obra de evangelista, cumple tu
ministerio. Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi
partida está cercano (Pablo quiere que otros continúen su labor de extender
la doctrina que conduce a la salvación). He peleado la buena batalla (la
batalla de la fe que Judas nos exhorta a luchar), he acabado la carrera, he
guardado la fe (o el depósito de la fe, es decir, la doctrina que fue dada una
vez a los santos). 2 Timoteo 4:17
 
3. Poderosa razón de luchar por la fe. “... por la fe que ha sido una vez
dada a los santos.”
La doctrina bíblica no es una doctrina que cambia de tanto en tanto,
amoldándose a las filosofías de la época. No, Judas dice que fue dada una
sola vez a los santos, es decir, que fue transmitida una vez por todas (hapax
paradotheisëi)[5].
La fe cristiana es un depósito sagrado que Dios encargó a la Iglesia de todos
los tiempos para que lo transmitieran de manera fiel a las siguientes
generaciones, este depósito es la revelación escrita, es decir, las Sagradas
Escrituras, las cuales deben ser estudiadas, explicadas y aplicadas tal y
como fueron entregadas a través de los profetas y apóstoles autorizados.
Esta sagrada doctrina tiene enseñanzas y aplicaciones para los hombres de
todas las generaciones.
El adverbio hápax, que significa “de una vez por todas” da a entender que
estas verdades doctrinales “son inmutables: no se pueden alterar, no se les
puede quitar ni añadir...”[6].
Parece que la iglesia del primer siglo estaba siendo afectada por falsos
profetas que pretendían recibir revelaciones del Espíritu Santo adicionales a
lo que el Señor había hablado una vez por todas a través de los profetas y
apóstoles autorizados. Pero este ha sido siempre un peligro latente en la
cristiandad. De vez en cuando se levantan algunos hombres, o mujeres que
dicen estar recibiendo revelaciones directamente del cielo, los cuales
pretenden escuchar directamente la voz de Dios.
Pero debemos tener cuidado con esa clase de personas, pues, lo que Judas
está diciendo aquí es que la falsa doctrina siempre está relacionada con
estas pretendidas revelaciones nuevas o adicionales que algunas gentes
dicen estar recibiendo.
La doctrina, la fe, todo lo que necesitamos para ser “... perfecto,
enteramente preparado para toda buena obra” nos ha sido dado a través
del depósito sagrado al cual llamamos la Santa Biblia.
Las sectas que han surgido dentro de la cristiandad siempre han estado
asociadas con las “nuevas revelaciones” o las voces que algunos pretenden
escuchar directamente del cielo.
En el siglo II de la era cristiana, un pagano llamado Montano se convierte al
cristianismo, y luego de ser bautizado, se une a dos supuestas profetizas, y
diciendo que ha empezado un nuevo pentecostés, una nueva era del Espíritu
Santo, empieza a enseñar falsas doctrinas, supuestamente reveladas
directamente por Dios a él y a sus profetizas. La iglesia del primer siglo
había sido bendecida por los carismas o dones sobrenaturales de revelación
del Espíritu Santo, pero estos habían cesado, la iglesia ya no requería más
de estos dones espectaculares, porque ahora tenían la relevación, el depósito
de la fe completo, ya la fe había sido dada una vez a los santos.
No obstante, Montano pretende recuperar estos dones cesados, e inicia un
movimiento sectario. Él decía que el Señor regresaría por su iglesia en ese
mismo siglo e instalaría a la Jerusalén celestial en la ciudad de Pepuza.
Esto mismo sucedió con los testigos de Jehová, los mormones y los
adventistas, los cuales pretendieron recibir revelaciones adicionales a la que
fue dada una vez para siempre a través de las Sagradas Escrituras, y el
resultado fue el error, el engaño, lo falso, una secta.
Debemos luchar con agonía por la pureza de la fe, porque ella es un
depósito sagrado que no puede ser cambiado.
La Iglesia del primer siglo lo entendió así, de manera que ellos sólo
estudian la doctrina apostólica:
 
Hechos 2:42 “Y perseveraban en la doctrina apostólica...” No les
interesaba conocer lo que soñó el pastor, o la experiencia espiritual de los
demás. Lo único que nos garantiza ser libres del pecado es el permanecer en
Cristo, en su doctrina, la cual fue dada una sola vez para siempre al ser
completada por los apóstoles del Cordero.
El apóstol Pablo, escribiendo al pastor Timoteo, le advierte de no enseñar
sus propias doctrinas, sino que su deleite y su responsabilidad debe ser
enseñar la doctrina apostólica, esa que fue dada una vez para siempre: 1
Tim. 1:3 “Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando fui a
Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente
doctrina”, diferente a lo que los apóstoles del Cordero enseñaron. 1 Tim.
6:3-4 “Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras
de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad,
está envanecido, nada sabe...” 2 Jn. 1:9 “Cualquiera que se extravía, y no
persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la
doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo”
 
Siendo que sólo tenemos una fuente de doctrina, una fuente segura y sin
error, entonces debemos mantenernos firmes en ella, estudiando las
Sagradas Escrituras, escudriñándolas, como ordenó Jesús, de manera que no
nos apartemos de ella, ni a diestra ni a siniestra. Que no sigamos el error de
los que pretenden recibir revelaciones adicionales.
Siendo que esta fe es un depósito sagrado del cual mana la vida, la
verdadera libertad y el perdón de nuestros pecados, entonces luchemos sin
descanso para que esta verdad sea conocida por todos.
 
Hoy el Señor, a través de la corta carta de Judas, te invita para que
despiertes a una gran realidad: estamos siendo invadidos por falsas
doctrinas. El grueso de la cristiandad, como en las épocas antiguas, corre
detrás de los baales, detrás de lo falso. ¿Y tú qué haces al respecto? ¿Te
amoldas al espíritu pluralista y relativista de la época, pensando que no es
tu responsabilidad meterte en problemas por defender la sana doctrina?
¿Consideras acaso que los profetas antiguos, los apóstoles y los valientes
adalides de la reforma fueron unos tontos por defender la doctrina pura que
viene directamente de Dios? ¿Crees que eres más inteligente que estos
humildes servidores de Dios? ¿Acaso no te das cuenta que tú mismo podrás
ser afectado por las doctrinas erróneas sino las denunciamos? ¿Olvidas
cómo la falsa doctrina afectó paulatina pero progresivamente al pueblo de
Dios en tiempos antiguos, así como el cáncer no se queda fijo en un solo
lugar sino que cuando ha empezado no cesa de extenderse en todo el cuerpo
hasta abarcarlo todo?
 
 
Características de los falsos maestros y las
falsas doctrinas (Parte 1)
v. 4
Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes
habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos que
convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único
soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.
 
Introducción:
La historia de la humanidad es testigo de las luchas y conflictos que se
presentan entre personas, culturas, sociedades y naciones. Los intereses de
las personas, reinos o naciones, en ocasiones les conducen a desatar guerras
o luchas con el fin de mantener la hegemonía o no permitir el ser
subyugados por otros.
En nuestra época hemos sido testigos de las guerras entre movimientos
políticos opuestos, pero de manera especial hoy se desatan fieras
competencias entre las grandes empresas multinacionales, las cuales buscan
mantener o incrementar su posición en los mercados.
Aunque algunas guerras fueron ganadas a través de la fiera batalla cuerpo a
cuerpo, es una realidad que muchas otras fueron ganadas de manera
sigilosa, permeando al enemigo, entrando sigilosamente a través de espías,
a través de filosofías que poco a poco dañaban o convertían a las personas
hacia los fines de los contrincantes.
Introducirse en medio del terreno enemigo, de manera sigilosa, es una
táctica que los enemigos han usado para derrocar a naciones, imperios y
empresas.
La Iglesia de Cristo libra una batalla crucial contra el mal. El enemigo de
las almas no cesa de rodear a la iglesia para hacerla desfallecer y conducir a
los creyentes a una vida espiritual mediocre, sin vida. Satanás busca dañar
nuestro testimonio cristiano, con lo cual hace mucho daño al avance del
evangelio.
Siendo que estamos en un campo de batalla, donde el enemigo usa toda
clase de estrategias, es nuestro deber estar alertas a sus astucias.
El enemigo de la iglesia es muy astuto, él no escatima esfuerzo alguno para
hacer daño.
Él sabe que los daños más grandes causados a la iglesia no provienen de
afuera, de los enemigos externos, sino de dentro. Los grandes escándalos de
los líderes de las iglesias han sido los instrumentos afilados que Satanás usa
para dañar la poca fe de los que están iniciando la vida cristiana.
Judas, en el versículo 4, da una descripción de los enemigos que la iglesia
tiene dentro de ella, y estos son mas peligrosos que aquellas personas que
de manera abierta y franca se levantan en su contra.
El Señor nos ayude a conocer estas características de los falsos maestros, de
manera que huyamos de ellos, denunciando su falsedad para que el resto no
siga sus nefastas y mortales pisadas.
 
1. Los falsos maestros hacen su trabajo de manera solapada.
Judas dice que algunos hombres han entrado encubiertamente a la iglesia.
Él usa la palabra griega pareisdyein, la cual significa literalmente “hundirse
o zambullirse, y así deslizarse secretamente…”[7]. Las personas que entran a
una casa o a un lugar de manera sigilosa o encubierta, por lo general, es
porque están haciendo o quieren hacer algo perverso. Esta es una palabra
muy fuerte que también designa “… las palabras halagüeñas y seductoras
de un contendiente astuto que se filtran gradualmente en las mentes…”[8].
Judas usa una palabra que en español puede ser traducida como solapada.
Estos hombres han entrado a la iglesia solapadamente. Un término que en
nuestros diccionarios de la lengua española significa “ocultar maliciosa y
cautelosamente la verdad o la intención”[9], una persona solapada es aquella
“que oculta maliciosa y cautelosamente sus planes y pensamientos”[10].
Este pastor de la iglesia apostólica no puede estar tranquilo cuando él sabe
que algunos hombres perversos están entrando a la iglesia de una manera
subrepticia, es decir, a escondidas. No por la puerta principal, sino por
detrás. Estos no traen buenas intenciones.
Ellos pudieron entrar haciéndose pasar por cristianos, pero realmente no lo
son. Ellos ocultan sus verdaderos planes, y esto causa preocupación.
Estos hombres malvados pueden llegar a ocupar cargos tan importantes
como el de anciano o pastor, profeta, maestro de seminarios, pueden llegar a
ser predicadores afamados, pero no lo hacen con el fin de glorificar al
Salvador, sino para alcanzar sus planes ocultos.
El Señor Jesús, cuando se presentó como el verdadero pastor que está
dispuesto a dar su vida por sus ovejas, también habló de esta clase de
hombres o pastores que entran subrepticiamente con el fin de hacer daño al
rebaño y conseguir sus fines egoístas. “De cierto, de cierto os digo: El que
no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra
parte, ése es ladrón y salteador. El ladrón no viene sino para hurtar y
matar y destruir… mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son
propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo
arrebata a las ovejas y las dispersa” (Juan 10:1, 10, 12).
Judas Iscariote estuvo con Cristo, por un tiempo se identificó con él y llegó
a ser parte del cuerpo apostólico, pero estaba allí no porque amaba al Señor
y estaba interesado en la salvación de las personas, sino porque el estar con
Cristo le representaba a él ingresos económicos, pues “… teniendo la bolsa
(la tesorería del ministerio de Jesús), sustraía de lo que se echaba en ella”
(Juan 12:6).
Formas solapadas de introducir herejías destructoras dentro de la iglesia
pueden ser:
La música cristiana. Los movimientos gay y algunas filosofías han usado
la música como un vehículo efectivo para transmitir sus ideales y calar de
manera furtiva o disimulada a la sociedad. Los movimientos ecuménicos,
los movimientos judaizantes y la nueva era están introduciendo sus
ideologías a la iglesia a través de la música. Hoy día casi todas las iglesias
cantan las mismas canciones y usan los mismos ritmos, de manera que el
cantante cristiano no tiene problemas en alabar al Señor cantando a un solo
coro con los católicos romanos, los unitarios o los de la nueva era. La
música es el lenguaje universal que une a las distintas culturas, pero
también a las religiones. El ecumenismo busca que la gente crea en todos
los caminos que las religiones proponen para llegar al cielo, y para eso usan
la música cristiana, una música ambigua en su contenido, donde sólo se
habla de amar a Dios, de adorar a Dios, y se repiten hasta el cansancio
frases como “te amo, te adoro, te quiero”, pero nunca se habla realmente de
este Dios, de las exigencias de este Dios Santo y de la exclusividad de la fe
cristiana.
Los milagros y los dones carismáticos. Hoy día se hacen campañas de
sanación en las iglesias bautistas, en las católicas, en las de la nueva era y
hasta en los templos de los brujos amazónicos (chamanes). Vemos en la
televisión como muchos hombres que se hacen pasar por predicadores
cristianos, usan los supuestos dones milagrosos para introducir herejías en
la cristiandad, para promover el ecumenismo y apartar de la fe a los
incautos. Jesús ya advirtió que los falsos profetas harían milagros y obras
portentosas que engañarían a la gente: “Porque se levantarán falsos
Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal
manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mt. 24:24).
Las grandes desviaciones doctrinales de la cristiandad evangélica están
introduciéndose de manera solapada o encubierta a través de hombres que
sustentan sus enseñanzas con las “señales y milagros” que caracterizan sus
ministerios. Muchos canales de televisión cristiana y emisoras de radio son
fuentes podridas de falsa doctrina, pero los creyentes les escuchan porque
ellos hablan de milagros. No obstante, debemos recordar que estas señales
no son necesariamente obra del Espíritu Santo, sino que son instrumentos
de Satanás, pues, el apóstol Juan declara “Después vi otra bestia que subía
de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero
hablaba como dragón. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en
presencia de ella, y hace que los moradores de ella adoren a la primera
bestia, cuya herida mortal fue sanada. También hace grandes señales, de
tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los
hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha
permitido hacer en presencia de la bestia…” (Ap. 13:11-14).
La iglesia de hoy, como la de la época de Judas y Pedro, ha sido infectada
por numerosas doctrinas erróneas, pero sus falsos maestros lo han hecho de
una manera tan astuta, que la mayor parte del pueblo cristiano ni siquiera se
ha dado cuenta que ahora están creyendo algo totalmente opuesto o
desviado de la doctrina bíblica. La astucia de estos malos hombres es tal
que el apóstol Pedro declara “Pero hubo también falsos profetas entre el
pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán
encubiertamente herejías destructoras…” (2 Pedro 2:1).
 
2. A los falsos maestros les espera la condenación.
“Los que desde antes habían sido destinados para esta condenación”
Aunque quisiéramos tener una iglesia totalmente limpia, donde todos nos
amemos de manera perfecta y no haya pecado, la verdad es que mientras
estemos en este mundo la imperfección siempre estará en nosotros.
Anhelamos la llegada del día glorioso cuando el Señor perfeccione lo
imperfecto, mientras tanto, es nuestro deber estar alertas, golpeando nuestra
carne y mortificando nuestro pecado.
Las Escrituras son claras en mostrarnos la realidad, no muy halagüeña, de
que lo falso coexistirá con lo verdadero en esta creación caída. De manera
especial las falsas doctrinas, enseñadas por falsos pastores y maestros
siempre han estado peligrosamente cercanas al pueblo de Dios, y en muchas
ocasiones dentro de ella.
No es nuevo que hoy haya muchos falsos maestros dentro de la iglesia, de
esto han hablado las Escrituras.
Esto es lo que está diciendo Judas. Una traducción más acertada de esta
frase debiera ser: “… de quienes hace mucho tiempo se escribió que
habrían de ser condenados”[11]. La palabra que traduce Reina-Valera como
destinados (progegrammenoi) es un “participio perfecto pasivo de
prographö escribir de antemano”[12].
Así como las Escrituras nos hablan de la entrada de falsos maestros en
medio del pueblo de Dios, también nos han hablado de la condenación que
les espera, pues, el daño que ellos hacen a la Iglesia es muy grande. Son
como el comején o la polilla que poco a poco se introducen en la estructura
de una casa, y en poco tiempo tornan vana la madera, de manera que la casa
se ve en serio peligro.
Pero las cosas no quedarán así. Un día el Juez de toda la tierra dará su justo
merecido a estos impíos. La condenación de los falsos maestros, la
condenación de la rebeldía no es algo nuevo, desde hace mucho tiempo las
Escrituras nos han hablado de ello.
Es por eso que en los versos 5 al 15 el autor de la lacónica carta se dedicará
a mostrar con claros ejemplos bíblicos la condenación de los impíos:
hablará del juicio sobre los israelitas incrédulos en el peregrinaje a Canaán,
los ángeles que pecaron, Sodoma y Gomorra.
En el Antiguo Testamento muchos de estos falsos profetas fueron
condenados con la muerte, como en el caso de los profetas de Baal
“Entonces Elias les dijo: Prended a los profetas de Baal, para que no
escape ninguno. Y ellos los prendieron; y los llevó Elías al arroyo de Cisón,
y allí los degolló” (1 Reyes 18:40).
La misma suerte le tocó al falso profeta Hananías, quien se oponía a la sana
enseñanza de Jeremías. “Entonces dijo el profeta Jeremías al profeta
Hananías: Ahora, oye, Hananías; Jehová no te envió, y tú has hecho
confiar en mentira a este pueblo. Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí
que yo te quito de sobre la faz de la tierra; morirás en este año, porque
hablaste rebelión contra Jehová. Y en el mismo año murió Hananías, en el
mes séptimo”. (Jeremías 28:15-17).
Estos pasajes deben dar consuelo al creyente, porque aunque los falsos
profetas estarán en medio de nosotros, sabemos que Dios no ignora la
situación. Él no nos abandona a la suerte de ellos, sino que, en su tiempo
enviará sus juicios sobre todos aquellos que dañan o tergiversan la verdad.
 
Características de los falsos maestros y las
falsas doctrinas (Parte 2)
v. 4
Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes
habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos que
convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único
soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.
 
Introducción:
Una religión sin demandas morales suena absurdo, pues, por lo general,
todas las religiones demandan algo de sus fieles seguidores. Algunas exigen
obediencia a algún código de santidad, otras demandan sacrificios
abundantes, entre otros.
Pero, ninguna religión, excepto el cristianismo, tiene la doctrina de un Dios
santo como el que se manifiesta en la Biblia. Aunque todas las religiones
consideran a sus dioses como un ser benigno o santo, si damos una revisión
exhaustiva a lo que estas consideran son las acciones de sus dioses,
encontraremos muchos pecados y debilidades humanas en ellos. Los dioses
paganos le eran infieles a sus esposas, actuaban de manera parcializada para
ayudar a algunos, cometían barbaries, o decían cosas absurdas y  ridículas.
El único Dios que se presenta como la suma de la santidad y que es
completamente justo en sus acciones es el Dios de la Biblia. Vive rodeado
de santidad y todo lo que piensa o hace es conforme a su atributo de la
santidad.
Todas las desviaciones doctrinales que se han dado dentro del cristianismo,
buscan, de una u otra manera, desfigurar la doctrina de la santidad, pues, en
el fondo, esa es una de las doctrinas contra las cuales mas lucha nuestra
naturaleza pecaminosa.
Sería muy agradable a nuestra carne el tener a un Dios lleno de amor y
misericordia, pero débil en sus exigencias de santidad; un Dios
todopoderoso al cual yo me pueda acercar de cualquier manera. Un Dios
complaciente pero poco exigente.
Podemos encontrar en las Escrituras algunas maneras de cómo se puede
armar un cristianismo falso que conduce al infierno, un cristianismo
complaciente con nuestro pecado pero abundante en el amor del Señor para
con nosotros:
Profesar amor al Señor, sin tener que guardar sus mandamientos. (Juan
14:15 “Si me amáis, guardad mis mandamientos”)
Pecando abundantemente para que la gracia sobreabunde en nosotros.
(Rom. 6:1 “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que
la gracia abunde? En ninguna manera.”)
Amando al dinero, las riquezas y los bienes de este mundo, porque somos
hijos del Rey. (1 Juan 2:15 “No améis al mundo, ni las cosas que están en
el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”
“Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando
algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”
(1 Tim. 6:10)
 
Los falsos maestros y las falsas doctrinas siempre buscan, en el fondo,
complacer algún deseo pecaminoso de los hombres, no se conforman a las
sanas palabras de la fe, porque la santidad del Dios de la Biblia es un peso
muy grande para sus conciencias.
Judas, al proseguir describiendo las características más sobresalientes de los
falsos maestros o los falsos pastores, nos dice que estos son hombres
impíos.
 
3. Los falsos maestros son hombres impíos. “Porque algunos hombres
han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados
para esta condenación, hombres impíos...” v. 4
Aunque la apariencia de los falsos maestros sea como el de ovejas
inofensivas, e inicialmente sus enseñanzas y palabras parezcan sanas, lo
cierto es que no son ovejas, sino lobos rapaces disfrazados, y el propósito
final de sus enseñanzas no es inocuo, sino inicuo.
Judas, quien no es pluralista, como nuestra época postmoderna, no tiene
temor en llamar a estos falsos profetas con el nombre que más se ajusta a su
condición espiritual y moral: Impios (asebeis), todo lo contrario de un
hombre piadoso (eusebéis).
El apóstol Pablo describe a estos maestros falsos de la siguiente manera:
“Porque hay muchos contumaces, habladores de vanidades y
engañadores… enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene…
pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas. Profesan conocer a
Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes,
reprobados en cuanto a toda buena obra” Tito 1:10-16.
Aunque la apariencia de estos hombres parezca santa, caritativa y dulce, lo
cierto es que saben ocultar la realidad espiritual que les caracteriza. Sólo
buscan lucro, popularidad y sus intereses personales. Ellos hablarán
lisonjeramente para ganar adeptos.
Su  predicación se enfocará en atender de manera engañosa, pero con
apariencia de piedad, las necesidades más básicas y sentidas de la gente: la
salud, el dinero, el empleo, la autoestima, la carencia de afecto, entre otros;
pero no lo harán desde una perspectiva bíblica, buscando glorificar al Señor
en todo, sino que mezclarán las palabras de la Sagrada Escritura con las
psicologías humanistas, la nueva era y otras corrientes de las cuales puedan
valerse para mantener en oscuridad a los súbditos.
En el libro de Apocalipsis Juan tiene la visión de la destrucción de la gran
Babilonia. Una ciudad que representa la religión falsa. Cuando este sistema
falso de fe religiosa fue destruido, la gente lloraba por su destrucción, pues,
ella había engañado  a mucha gente, y ellos pensaban que Babilonia no era
tan mala, todo lo contrario, su apariencia era agradable “…estaba vestida de
lino fino, de púrpura y de escarlata, y estaba adornada de oro, de piedras
preciosas y de perlas! (Apo. 18:16).
Jesús acusó a los religiosos Fariseos (maestros falsos) de ser impíos, pero su
apariencia piadosa engañaba a las multitudes. “!Ay de vosotros, escribas y
fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que
por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos
de huesos de muertos y de toda inmundicia”. Mt. 23:27
 
 4. Los falsos maestros son hombres impíos que convierten la doctrina
de la Gracia en libertinaje.
“...impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios”.
Es posible que los falsos maestros que se habían introducido sigilosamente
en la iglesia a la que escribe Judas, hayan sido influenciados por las
doctrinas de un gnosticismo incipiente, en el cual se creía que, siendo que la
gracia fue sobreabundante donde abundó el pecado, entonces los creyentes
entre más pecaran mas recibían de la gracia del Señor.
El libertinaje de que Judas habla aquí, como característico de los falsos
maestros o pastores, está relacionado de manera estrecha con la inmoralidad
sexual. Ellos pensaban que la gracia de Dios les concedía permiso para
entregarse a las actividades sexuales ilícitas, pues, de todas maneras serán
perdonados, pensaban ellos.
Las doctrinas falsas, por lo general, promueven alguna clase de impiedad.
Aunque algunas sectas se distinguen por un fuerte énfasis en la
santificación, en el vestir decoroso, y en la separación del mundo, por lo
general esto se hace de manera legalista, es decir, se imponen reglas
humanas como si fueran leyes divinas, o los mandamientos divinos son
exaltados a tal punto que la gente cree que es salva por obedecer dichos
mandamientos. Esto también es impiedad, por dos razones:
Primero, pervierten el evangelio de la salvación sólo por gracia por medio
de la fe. Ellos rechazan el perfecto sacrificio de Cristo al pretender añadirle
algo más a la salvación. Para ellos la Cruz de Cristo es insignificante, pues,
a ella le añaden reglas y mandamientos de hombres. Esto es impiedad,
porque es una ofensa contra el Hijo de Dios.
Segundo, esta clase de desviación enfatiza la santidad en cosas que no son
bíblicas, mientras violan los claros principios escriturales. Se cubren con un
manto de santidad mientras en secreto practican toda suerte de pecados
aberrantes. Un ejemplo muy claro lo encontramos en los legalistas fariseos:
Mar 7:1  Se juntaron a Jesús los fariseos,  y algunos de los escribas,  que
habían venido de Jerusalén;  los cuales,  viendo a algunos de los
discípulos de Jesús comer pan con manos inmundas,  esto es,  no
lavadas,  los condenaban.  Porque los fariseos y todos los judíos, 
aferrándose a la tradición de los ancianos,  si muchas veces no se lavan
las manos,  no comen. Y volviendo de la plaza,  si no se lavan,  no
comen.  Y otras muchas cosas hay que tomaron para guardar,  como los
lavamientos de los vasos de beber,  y de los jarros,  y de los utensilios de
metal,  y de los lechos. Le preguntaron,  pues,  los fariseos y los
escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de
los ancianos,  sino que comen pan con manos inmundas? Respondiendo
él,  les dijo: Hipócritas,  bien profetizó de vosotros Isaías,  como está
escrito: Este pueblo de labios me honra,  Mas su corazón está lejos de
mí. Pues en vano me honran,  Enseñando como doctrinas mandamientos
de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios,  os aferráis a la
tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de
beber;  y hacéis otras muchas cosas semejantes.  Les decía también:
Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. 
Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre;  y: El que maldiga
al padre o a la madre,  muera irremisiblemente.
          Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la
madre: Es Corbán  (que quiere decir,  mi ofrenda a Dios)  todo aquello
con que pudiera ayudarte,  y no le dejáis hacer más por su padre o por
su madre,  invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que
habéis transmitido.  Y muchas cosas hacéis semejantes a estas. Y
llamando a sí a toda la multitud,  les dijo: Oídme todos,  y entended:
Nada hay fuera del hombre que entre en él,  que le pueda contaminar; 
pero lo que sale de él,  eso es lo que contamina al hombre. Si alguno
tiene oídos para oír,  oiga.
 
Pero, hay otro extremo. Los que  hablan muy poco de santidad. Los
antinomianos, los que están en contra de la Ley santa del Señor. Ellos dicen
que estamos en la época de la gracia y ahora no hay mandamientos que
obedecer, ahora sólo debemos amar, amar y amar. El cristianismo debe ser
la expresión pura del amor a Dios y al prójimo, lo cual involucra el ser
santos, así como nuestro Dios que nos salvó es santo. (1 Pedro 1:16).
Hoy día los movimientos neocarismáticos de la prosperidad y la sanidad
divina, enfatizan el bienestar material, físico y emocional. La verdadera
santidad para ellos consiste en que te sientas bien, en que te sientas como un
hijo del Rey, como dueño y señor del mundo. El pecado, del cual poco se
habla en estas sectas, es visto simplemente como la fuente de la pobreza y
la enfermedad, pero nunca se ve como una afrenta al Santo Dios, porque
estos falsos maestros no están interesados en enseñar acerca de la santidad
de Dios, de su ira o de su justicia. El énfasis está en el amor de Dios. Ellos
han creado su propio dios, un dios de puro y sólo amor. La ira de Dios, la
santidad de Dios, la justicia de Dios, el juicio de Dios, son atributos que no
están presentes en el dios que ha resultado de sus imaginaciones perversas.
El resultado de este énfasis en el amor de Dios, es una doctrina que permite
de manera implícita, la entrega al pecado, pues, al fin y al cabo, somos hijos
del rey y contamos sólo con su amor. Este dios desfigurado produce un
cristianismo desfigurado.
Hace poco tiempo empezó el movimiento apostólico dentro de la iglesia,
por cierto, un elemento más que se añade a la falsedad de nuestro
cristianismo actual. Estos apóstoles se creen una casta especial. Son los
ungidos y tienen supuesta autoridad sobre el resto de la iglesia. Casi se
igualan a los 12 escogidos por Cristo, con la diferencia que los verdaderos
apóstoles estaban para servir a los santos, y los falsos apóstoles de hoy
están para ser servidos por los creyentes.
Siendo esto una desviación doctrinal, no tardó en producir los frutos de
maldad que caracterizan a toda falsa doctrina. Muchos de estos apóstoles
han estado envueltos en pecados sexuales terribles, pero luego de adulterar
y cometer inmoralidad sexual, y ser enviados durante un corto de tiempo a
otros países, regresan a sus iglesias con títulos apostólicos y
sorprendentemente con más “unción y poder”, recibiendo mayor
aclamación de sus incautos súbditos.
 
 
5. Los falsos maestros son hombres impíos que tergiversan las
doctrinas fundamentales de la fe.
“...y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo”
Los falsos maestros no sólo se conocen por la vida inmoral que ocultan
detrás de su falsa apariencia de piedad, sino que también se conocen por el
error o la desviación doctrinal, en especial tergiversan la doctrina de Dios y
de Jesucristo.
Aunque Judas no ahonda en los temas doctrinales que estos falsos pastores
de su tiempo enseñaban, sí nos indica que ésta se relacionaba con la
comprensión que tenían de Jesucristo.
Ellos negaban al único Dios soberano y a nuestro Señor Jesucristo. Siendo
que en los manuscritos más antiguos no aparece la palabra Dios, algunos
traductores y comentaristas llegan a la conclusión que aquí se refiere a
Jesús como el Soberano y Señor (despotes). Aunque el término soberano,
por lo general se refiere a Dios el Padre, aquí Judas aplica este título a
Cristo Jesús.
En la historia de la cristiandad podemos ver que las falsas doctrinas o las
sectas inician desviándose en algo de la doctrina de Cristo.
En tiempos de Pablo algunos falsos maestros enseñaban que Jesús no
resucitó de entre los muertos, sino que su cuerpo quedó en la tumba. Esto
era lo que infería Pablo del argumento de muchos al decir que no hay
resurrección de muertos (1 Cor. 15).
En tiempos de Juan los gnósticos enseñaban que el Cristo no vino en carne,
sino en mera apariencia humana, como un ser etéreo. 2 Juan 1:7 “Porque
muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que
Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el
anticristo”.
Luego de la muerte de los apóstoles, muchos falsos pastores enseñaron
doctrinas erróneas respecto a Cristo, contra los cuales la iglesia verdadera
tuvo que luchar férreamente:
 
En el siglo III Sabelio, un líder eclesiástico, empezó a enseñar que Dios
existe en sólo una persona, a la cual se le aplican tres nombres, negando así
la distinción entre las personas del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Sabelio creía que Dios cambia o muda su forma de presentarse ante los
hombres, pero que es sólo una persona. A esta doctrina errónea se le
conoció como sabelianismo o modalismo. Niega al Jesús de la Biblia,
porque su Salvador no es el Hijo eterno del Padre eterno, tal como lo
presentan las Sagradas Escrituras. Esta herejía es creída hoy por la secta de
los unitarios, conocidos en diversos lugares como los Sólo Jesús,
Pentecostales unidos o unicitarios.
 
También en los primeros siglos de la era cristiana un falso maestro
cristiano, llamado Arrio, enseñó que Jesús, el Verbo, no es consubstancial
con el Padre, es decir, el Hijo de Dios no es eterno, no es divino, sino la
primera criatura o creación de Dios. Aunque Arrio hablaba de Jesús como
el hijo de Dios, el salvador del mundo, el santo, el glorioso, no obstante
negaba que él fuera Dios. Esta herejía es creída hoy por los falsos Testigos
de Jehová y los movimientos liberales dentro de las iglesias protestantes.
 
Los mormones creen que Jesús es el Hijo de Dios, pero en el sentido que un
hombre mortal puede llegar a serlo también.
 
Las sectas neo-carismáticas de la teología de la prosperidad también han
tergiversado la doctrina de Cristo. Los grandes gurús o líderes de la
denominada “teología de la fe”, “dilo y recíbelo” o la teología de la
prosperidad, han estado introduciendo doctrinas erróneas respecto a Dios o
Cristo. Uno de los líderes más conocidos de este movimiento dijo que Dios
tenía un cuerpo un tanto más alto que un hombre normal. Otro de ellos
aseguró que en esencia hay 9 personas, que el Padre consta de tres partes, lo
mismo el Hijo y el Espíritu Santo. Algunos de ellos ya están negando la
preexistencia de Cristo, y en su lugar afirman que Jesús es el resultado de la
fe de Dios. Algunos de ellos enseñan que Jesús, en la cruz, pagó la ofrenda
por el pecado, no a Dios, sino a Satanás. Para ellos Dios nos es más que un
poderoso mago que puede hacer todo lo que quiera porque él tiene fe
positiva. Dios creó al mundo, no porque tenga un poder inherente en él para
hacerlo, sino porque él tuvo fe, por su pensamiento positivo. El concepto
que la nueva era tiene de Dios, es el mismo que enseñan los tele-
evangelistas de la fe y la prosperidad.
 
Por cierto, todos estos chamanes de la fe están siguiendo el camino de
algunos sectarios que les han precedido, como es el caso del líder de la
secta “Creciendo en Gracia”. Ellos fueron uno de los primeros grupos de
Latinoamérica en hablar de la prosperidad y las bendiciones económicas
abundantes que debe gozar todo creyente. Su líder no se conformó con ser
llamado pastor, sino que luego pidió ser reconocido como Apóstol, para
luego ser llamado Cristo, y ahora anticristo, mostrando así su verdadero
carácter.
 
Huyamos de los falsos maestros que pululan en la televisión y en algunas
emisoras de radio, a los cuales podremos identificar por su hablar lisonjero
y agradable al oído humano. Recordemos las instrucciones bíblicas:
“Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te
anunciare señal o prodigios, 2y si se cumpliere la señal o prodigio que él te
anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y
sirvámosles; 3no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador
de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si
amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra
alma. 4En pos de Jehová vuestro Dios andaréis; a él temeréis, guardaréis
sus mandamientos y escucharéis su voz, a él serviréis, y a él seguiréis. 5Tal
profeta o soñador de sueños ha de ser muerto, por cuanto aconsejó rebelión
contra Jehová vuestro Dios que te sacó de tierra de Egipto y te rescató de
casa de servidumbre, y trató de apartarte del camino por el cual Jehová tu
Dios te mandó que anduvieses; y así quitarás el mal de en medio de ti.
Deuteronomio 13:1-5
Porque desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la
avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores. 14Y
curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay
paz. Jeremías 6:13-14
En los profetas de Samaria he visto desatinos; profetizaban en nombre de
Baal, e hicieron errar a mi pueblo de Israel. 14Y en los profetas de Jerusalén
he visto torpezas; cometían adulterios, y andaban en mentiras, y fortalecían
las manos de los malos, para que ninguno se convirtiese de su maldad; me
fueron todos ellos como Sodoma, y sus moradores como Gomorra. 15Por
tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos contra aquellos profetas: He
aquí que yo les hago comer ajenjos, y les haré beber agua de hiel; porque
de los profetas de Jerusalén salió la hipocresía sobre toda la tierra. 16Así ha
dicho Jehová de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que
os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su
propio corazón, no de la boca de Jehová. 17Dicen atrevidamente a los que
me irritan: Jehová dijo: Paz tendréis; y a cualquiera que anda tras la
obstinación de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros. Jeremías
23:13-17
El profeta que tuviere un sueño, cuente el sueño; y aquel a quien fuere mi
palabra, cuente mi palabra verdadera. ¿Qué tiene que ver la paja con el
trigo? dice Jehová. 29¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como
martillo que quebranta la piedra? 30Por tanto, he aquí que yo estoy contra
los profetas, dice Jehová, que hurtan mis palabras cada uno de su más
cercano. 31Dice Jehová: He aquí que yo estoy contra los profetas que
endulzan sus lenguas y dicen: El ha dicho. 32He aquí, dice Jehová, yo estoy
contra los que profetizan sueños mentirosos, y los cuentan, y hacen errar a
mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les
mandé; y ningún provecho hicieron a este pueblo, dice Jehová. Jeremías
23:28-32
 
Advertencias contra los que promueven y
siguen las falsas doctrinas:
El ejemplo de los Israelitas.
Judas 5
“Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor,
habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los
que no creyeron”
 
Introducción:
La vida está llena de muchas carreras y metas, por cierto, todos los seres
humanos un día debemos tomar la decisión de iniciar alguna carrera, sea
ésta el matrimonio, estudios, una empresa, una  misión, entre otros. Aunque
algunas carreras nos producen cierto temor porque no sabemos cómo nos
irá en ella, la verdad es que muchas veces iniciamos presurosos y con
entusiasmo caminos y empresas pensando que llegaremos al final. Pero lo
importante no es iniciar la carrera sino correrla y llegar a la meta. Algunos
inician muchas carreras y no logran terminar con satisfacción ninguna de
ellas, esto es frustrante.
Judas, el autor de la carta que estamos estudiando, está interesado en que
los lectores de su escrito, miembros de una iglesia cristiana, logren terminar
bien su carrera. Ellos se encuentran en un grave peligro espiritual debido a
la maléfica influencia de teólogos, pastores y profetas liberales que han
tergiversado la doctrina bíblica, acomodándola a su propio gusto y
tornándola atractiva para la mente pecaminosa.
Esta caótica situación ha provocado en el pastor Judas la reacción normal
de un siervo del Señor que reconoce su enorme responsabilidad en cuidar
las ovejas que el Pastor de pastores le ha encomendado.
Luego de dar una descripción del carácter y doctrina de los falsos maestros,
procede a presentar tres ejemplos tomados del Antiguo Testamento, los
cuales se convierten en una firme advertencia para todos los miembros de
las iglesias locales que corrompen la doctrina o que siguen a estos seudo-
maestros, porque no solo los falsos pastores serán juzgados, sino también
los creyentes que siguen sus disoluciones.
Judas presenta, como testimonios históricos de lo que Dios hace con los
rebeldes y sectarios, tres casos tomados del Antiguo Testamento:
 
Los israelitas incrédulos que murieron en el desierto
Los ángeles que se rebelaron contra Dios y fueron arrojados desde el cielo a
prisiones eternas
Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas que fueron destruidas por el fuego
debido a la práctica de vicios contra naturaleza que les caracterizaba.
Iniciemos hoy analizando el primer ejemplo usado por el autor, y oremos
para que el Señor impacte nuestros corazones produciendo temor y temblor
al conocer cómo la ira de Dios se rebela contra toda clase de impiedad, y de
una manera más clara, contra toda clase de apostasía, sectarismo y falsedad
doctrinal.
 
1. Una introducción poderosa
2. Una liberación portentosa
3. Una destrucción aterradora
 
1. Una introducción poderosa
“Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido...”
Dios ha creado al hombre con la capacidad de conocer las cosas,
estudiarlas, comprenderlas y recordarlas. El recuerdo es un elemento
fundamental para la vida humana. Sin él no pudiéramos tener presente
algunos hechos o conocimientos que luego nos van a librar de peligros o
situaciones difíciles. Por ejemplo, un niño de tres años alejará sus manos de
un loro o guacamayo porque ya tiene en su mente el recuerdo de una
experiencia desagradable en la cual el loro maltrató con su pico sus dedos.
Sin el recuerdo no pudiéramos crecer en el conocimiento, pues, nosotros
edificamos o construimos sobre lo que ya sabemos, y lo que sabemos nos es
traído a la memoria por el recuerdo.
Esta facultad nos ha sido dada por Dios, como seres inteligentes y
racionales, con el fin de ayudarnos a crecer en nuestro desarrollo como
seres humanos. Y si el recuerdo es importante para la vida diaria cuánto
más lo será para nuestro avance espiritual.
El pastor Judas, quien conoce a las ovejas de manera profunda, inicia sus
advertencias alabando las buenas capacidades intelectuales que los lectores
han manifestado, y los invita a usar su capacidad del recuerdo, ayudados
por la mención que el autor hará de tres casos muy dicientes tomados del
Antiguo Testamento.
Judas era un pastor con buenas capacidades pedagógicas. El ha usado, y
volverá a usar las triadas para mostrar las verdades que el Señor le lleva a
compartir. En grupos de tres, comparte sus enseñanzas, tal vez con el fin de
recordarlas más fácilmente:
En el verso 1 identifica a los que luchan espiritualmente por la sana doctrina
y ha dicho que estos son: Llamados – santificados en Dios Padre  -  y
guardados en Jesucristo.
En el verso 2 hay tres deseos sinceros para los lectores: Misericordia – paz
– y amor.
En el verso 4 habló de tres características que identifican a los falsos
profetas o maestros: Han sido destinados para esa condenación – son impíos
que convierten en libertinaje la gracia de Dios – y tergiversan la doctrina de
Dios y la cristología.
Ahora desde el verso 5 y hasta el 7 presentará tres ejemplos tomados del
Antiguo Testamento para advertir de las serias consecuencias que sufrirán
los que pervierten la doctrina: Los israelitas incrédulos que murieron en el
desierto – los ángeles que se rebelaron contra Dios y están ahora en
prisiones eternas – y las ciudades de Sodoma y Gomorra que fueron
destruidas por el fuego.
En el verso 8 continuará mostrando tres características de los falsos
profetas: mancillan la carne – rechazan la autoridad – y blasfeman de las
potestades superiores.
En el verso 11 usa tres personajes para ilustrar la condición espiritual de los
falsos maestros: Caín -  Balaán – y Coré.
.
Ahora, estas advertencias se dan a personas que ya tienen conocimiento. El
autor dice “Ya que una vez lo habéis sabido”, es decir, ellos tenían
conocimiento del Antiguo Testamento, sólo bastaba con mencionarle los
hechos someramente y ellos tendrían la capacidad de recordar todo lo que
sucedió en ellos.
Es probable que el mismo Judas les haya enseñado las Escrituras, u otro
pastor, de manera que los tres ejemplos mencionados no eran desconocidos
para la audiencia, como tampoco lo serán para los cristianos hoy día.
Los escritores sagrados consideraban que el mejor ejemplo o testimonio que
puede producir convicción y temor respecto a los juicios de Dios se
encuentra en las Sagradas Escrituras; el buen predicador podrá usar
ilustraciones de la vida diaria, pero preferirá en lo máximo posible usar los
ejemplos e ilustraciones de la misma Biblia. El apóstol Pablo también acude
a los ejemplos de la Escritura recomendando que los cristianos tengamos
presente sus enseñanzas para nuestro bien: “Y estas cosas les acontecieron
como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes
han alcanzado los fines de los siglos” (1 Cor. 10:11).
Escuchemos y consideremos con suma atención el primer ejemplo de cómo
los juicios de Dios se derraman sobre los que tuercen las Sagradas
Escrituras para su propia perdición.
 
2. Una liberación portentosa.
“... que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto”.
Judas quiere dar una advertencia a los malvados e incrédulos que estaban
pervirtiendo las creencias y la conducta de la iglesia. Ellos deben saber que
su descarrío no quedará impune, y si están pensando que la ira de Dios no
vendrá sobre ellos debido a que hicieron una profesión de fe, o recibieron
dones milagrosos, o fueron sanados de alguna enfermedad, y consideran
que por eso la gracia de Dios está sobre ellos y por lo tanto cualquier
maldad que ellos hagan no tendrá su justa retribución; el autor les dice:
ustedes están equivocados. A pesar de la buena vida que puedan llevar los
falsos pastores o maestros, la ira del Señor se derramará sobre ellos y le
pondrá fin a sus días agradables.
Judas dice que el Señor salvó al pueblo sacándolo de Egipto; considero
oportuno aclarar dos términos en este pasaje: Primero, el título Señor.
Algunos expertos comentaristas consideran que este título designa aquí al
Señor Jesucristo, tomando en cuenta que Pablo dice que la roca que seguía
a los israelitas en el desierto es Cristo (1 Cor. 10:4), mientras que otros
consideran que “Señor” aquí se refiere a Dios el Padre, puesto que él fue
quien consignó a los ángeles en prisiones eternas (Judas 6 comparar con 2
Pedro 2:4), y fue él quien destruyó a los incrédulos en el desierto según
Números 14:29-37. Particularmente me inclino a pensar que aquí “Señor”
apunta a Dios el Padre.
Otra aclaración es con el término “salvado” que se usa en la versión Reina
Valera del 60. Realmente la traducción más acertada debiera ser “... el
Señor sacó a su pueblo de la esclavitud de Egipto...”, como lo hace Simón
Kistemaker[13]. Hago esta aclaración debido a que alguien puede pensar que
Judas está enseñando la errónea doctrina de que una persona puede ser
salva, es decir, nacida de nuevo, y luego perder su salvación, muriendo a su
nuevo nacimiento, lo cual es imposible, puesto que el nuevo nacimiento es
obrado poderosamente por el Espíritu de Dios, de manera que nunca
moriremos a él, sino que efectivamente viviremos para siempre en la
presencia de nuestro Salvador, como dijo Jesús: “El que cree en el Hijo
tiene vida eterna... (Juan 3:36), “...sino que el agua que yo le daré será en
él una fuente de agua que salta para vida eterna” (Juan 4:14), “De cierto,
de cierto os digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida
eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”
(Juan 5:24), “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel
que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día
postrero” (Juan 6:40), “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni
nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28). No hay posibilidad alguna
de que alguien que ha nacido de nuevo, es decir, que ha sido regenerado,
justificado, salvo, pierda su salvación, porque esta no depende de nosotros,
sino de Dios quien es poderoso para salvar.
Pero hay otras clases de salvación que Dios ha obrado en la historia del
hombre. Por ejemplo, en las Sagradas Escrituras, el ser sano de una penosa
enfermedad se le designa como una salvación o el ser librados de un gran
peligro. Por lo tanto, cuando la versión Reina-Valera traduce esta frase en
términos de salvación, no está cometiendo ningún error, pues, Dios salvó o
libró al puedo israelita de la esclavitud egipcia, pero no está afirmando que
todos ellos habían sido regenerados.
No obstante, las misericordias del Señor son muy grandes. Y él ha obrado
siempre para el bienestar de todos, incluso de los rebeldes. El hace salir su
sol sobre justos e injustos, él envía la lluvia que hace producir la tierra sobre
las fincas de los justos y también de los injustos (Mt. 5:45 ... vuestro padre
que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que
hace llover sobre justos e injustos), él da riquezas a los santos y también a
los pecadores (Ecl. 5:19); Jesús sanó a miles que luego no le siguieron sino
que se apartaron de él y en la hora decisiva gritaban crucifícale, y todo estos
que recibieron las misericordias del Señor, un día escucharán su voz, no con
misericordia, sino con voz de trueno y terrible espanto que les dirá
“apartaos mí, hacedores de maldad” Mt. 7:23.
El Señor tuvo misericordia de Israel, liberándolos de la ignominiosa
esclavitud egipcia, y esto lo hizo acompañado de muchos y portentosos
milagros. El Señor usó a su siervo Moisés, un hombre piadoso y manso
(Nm. 12:3), no lo hizo usando al más vil pecador, sino a un varón de Dios; a
través de él obró milagros maravillosos para amedrentar al Faraón y liberar
al pueblo, envió plaga tras plaga, oscuridad, granizo, langostas y por último,
hizo que todos los primogénitos de los egipcios murieran en una misma
noche, incluyendo al primogénito del Faraón. Luego, abrió el mar en dos de
manera que ellos pudieron caminar en seco, una nube que marchaba al
ritmo del pueblo les protegía en el día del inclemente sol del desierto y en la
noche les iluminaba. Cuando quisieron comer carne Dios les envió
codornices, cuando tenían sed Dios hizo que de la roca brotara agua, sus
vestidos no se gastaron, sus calzados tampoco, cuando los enemigos
querían hacerle daño, el Señor peleaba las batallas y los destruía, ¡Qué más
se podía pedir! ¡Eran los consentidos del Señor!. Usando el lenguaje
evangélico moderno: ¡Vivían como hijos del Rey!; no obstante, todos estos
milagros no garantizaban que realmente ellos gozaran del favor eterno de
Dios; pues, una cosa es disfrutar de ciertas bendiciones temporales y
terrenas y otra muy distinta es gozar de las bendiciones eternas y celestiales.
Muchos que se llaman creyentes sólo vienen a Cristo en búsqueda de las
bendiciones terrenas; salud del cuerpo, mejorar la economía, salir de
deudas, entre otros, pero todas estas cosas perecerán y pasarán, mas lo
espiritual, lo celestial, es eterno; por eso el apóstol Pablo nos dice: “Si,
pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está
Cristo sentado a la diestra de Dios, poned la mira en las cosas de arriba,
no en las de la tierra” Col. 3:2.
Pero a pesar de esta liberación portentosa que el Señor obró en favor del
pueblo de Israel, cuando estos manifestaron lo que realmente había en su
corazón, el Señor les envió una destrucción aterradora.
 
3. Una destrucción aterradora.
“... después destruyó a los que no creyeron”.
Esta declaración pareciera ser una contradicción con lo que dijo antes.
¿Cómo es posible que el Señor libre a toda una nación de una situación
terrible, para luego destruirla por completo? ¿Porqué mejor no la dejó en la
situación de esclavitud, donde, al menos, podían continuar viviendo? No
puedo dar una respuesta amplia a esta interesante pregunta en este corto
espacio, pero, en el caso de Israel, la Biblia nos dice que ellos clamaron a
Dios por su liberación. “Aconteció que después de muchos días murió el rey
de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y
clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre”
(Éxodo 2:23). Ahora, aunque el Señor no escucha a los pecadores de la
misma manera como lo hace con sus hijos, no obstante cuando los
pecadores claman con angustia a él, muchas veces su misericordia le
conduce a hacerles el bien que ellos esperan. Esto lo vemos expresado de
manera clara en el ministerio de Cristo, él tuvo compasión de los enfermos
y desvalidos, sanándolos y liberándoles de sus pesadas cargas (Mt. 14:14),
pero en el día del juicio el Señor usará estos milagros y portentos que obró
para bendecirlos temporalmente, como una herramienta para darles con más
rigor el castigo eterno, pues, habiendo visto y disfrutado de los poderes
milagrosos del Señor no le sirvieron como tal, sino que se mantuvieron
rebeldes contra él. La declaración final que escucharán de aquel que les
obró la sanidad o les bendijo terrenamente será: “Apartaos de mí, malditos,
al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt. 25:41).
Estos israelitas estaban convencidos de que el Señor los amaría eternamente
por ser el pueblo escogido, por las promesas dadas a sus padres (Abraham,
Isaac, Jacob, José), por la ruina que le causó a Egipto con el fin de
liberarlos; ellos creían que si practicaban el pecado, e incluso tergiversaban
la doctrina que Dios les había dado a través de los patriarcas y Moisés, iban
a continuar disfrutando del favor divino, pero la verdad era otra, Dios no se
complace en la maldad, y mucho menos en la incredulidad.
El resultado fue todo lo contrario, el Señor los destruyó y derramó sus
juicios sobre ellos. Todos los hombres y mujeres mayores de 20 años, que
salieron de Egipto, fueron destruidos en el desierto (más de 1.200.000
personas en 38 años, es decir, 90 muertes por día.) “Y los días que
anduvimos de Cades-Bernea hasta cuando pasamos el arroyo de Zered
fueron treinta y ocho años; hasta que se acabó toda la generación de los
hombres de guerra en medio del campamento, como Jehová les había
jurado. Y también la mano de Jehová vino sobre ellos para destruirlos de
en medio del campamento, hasta acabarlos”.
Es posible iniciar la carrera cristiana, como estos israelitas que fueron
libertados de la esclavitud egipcia, y en el camino desviarse de la
obediencia a Dios, atrayendo la ira de Dios y la condenación. Tal vez Judas
se refiere, con este primer ejemplo, al momento cuando Josué, Caleb y los
otros espías regresaron de inspeccionar la tierra prometida, y en vez de
confiar en la poderosa mano del Señor dudaron de Su palabra y creyeron
que era imposible entrar a esa productiva tierra porque sus moradores,
según ellos, eran tan grandes, fornidos y guerreros que se los comerían
vivos. Esto fue un acto de incredulidad y apostasía, el resultado fue que
Dios los obligó a dar círculos en el desierto por más de 38 años, hasta que
todos los incrédulos murieron.
La enseñanza para los maestros apóstatas debía hacer sacudir sus corazones,
debía producir temblor y temor, pues, ellos, así como estos israelitas
incrédulos, estaban desviándose del verdadero evangelio, estaban
tergiversando la doctrina cristiana, y estaban practicando pecados, que,
aunque ellos mismos los justificaban con su teología liberal o con los 
supuestos milagros que podían hacer, no obstante eran desagradables al
Señor y nada los libraría de los terribles juicios que vendrían, al menos que
desistieran de su error, reconocieran su pecado, se arrepintieran y volvieran
a la doctrina apostólica.
 
Algunas personas creen que ahora, en los tiempos del Nuevo Testamento,
Dios no está juzgando a la gente, que sus juicios ya no se derraman más, y
ahora sólo es amor y gracia. Pero la santidad de Dios no ha mermado con la
gracia abundante de Jesucristo. Es cierto que a través del sacrificio perfecto
de Jesús obtenemos la completa y eterna salvación, y ésta queda asegurada
para siempre a través de la fe, pero recordemos que muchos iniciaron la
carrera cristiana, y al final mostraron que no había en ellos verdadera
salvación, pues, en el camino se apartaron de la Palabra del Señor y se
volvieron apóstatas. Hoy el Señor también juzga a su pueblo y saca de él a
los que pervierten la fe bíblica. Estamos escuchando a muchos predicadores
modernos, que así como los falsos profetas del Antiguo Testamento, llevan
al pueblo a pensar que sus pecados no acarrearán sobre ellos el juicio
divino. Ellos creen que están por encima del bien y del mal, porque
supuestamente han sido ungidos de una manera especial por el Espíritu
Santo como apóstoles o profetas, pero se engañan a sí mismos y desconocen
que Judas Iscariote fue ordenado como unos de los doce, no por los falsos
apóstoles de hoy que se consideran con autoridad para ordenar a otros
apóstoles, sino por el único que puede ordenar apóstoles, es decir, por
Jesucristo; pero a pesar de ello, este hombre no permaneció en la fe, sino
que se desvió porque amaba más las riquezas de este mundo, y se
aprovechaba de las donaciones y ofrendas que hacían al ministerio de Cristo
para él llevar una vida cómoda y acumular riquezas; el resultado ya lo
conocemos, fue su propia destrucción, su muerte física y la condenación
eterna.  
 
 
Advertencias contra los que promueven y
siguen las falsas doctrinas:
El ejemplo de los ángeles que pecaron.
Judas 6
Introducción:
“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su
propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para
el juicio del gran día”
El gran rey Saúl, quien había sido escogido por Dios para gobernar sobre su
pueblo santo, obtuvo grandes privilegios departe del Soberano. Era un
hombre de hermoso semblante, y de hombros para arriba sobrepasaba al
resto del pueblo. (Is. 9:2). El Señor también le llamó, le ungió y le puso por
Rey sobre la nación de Israel. Incluso le concedió facultades espirituales
como el profetizar. (1 Samuel 10:6).
Pero este hombre, habiendo recibido del Señor un llamamiento tan alto,
dones naturales y espirituales, y habiendo sido puesto en una elevada
posición de autoridad sobre su pueblo, dejó que su corazón se llenara de
vanagloria y altivez, llegando a considerarse superior a los mandamientos
divinos y a la moral que el pueblo debía obedecer, de manera que él se dio
el “lujo” de olvidar la Ley santa e hizo lo que él, en su exaltada pero
humana sabiduría, consideró más apropiado hacer.
Es así que decide ofrecer holocaustos y ofrendas de paz, lo cual no le
correspondía hacer como rey, sino que tenía mandamiento de esperar a
Samuel para que él oficiara esta ceremonia. Saúl pensó que por ser el rey y
haber recibido algunas bendiciones y dones de lo alto, podía inmiscuirse en
asuntos que eran competencia de otros ministerios. Pero a pesar de su
posición elevada, Dios no le pasó por alto su pecado y decidió desecharlo
para siempre. Samuel le dijo: “Locamente has hecho; no guardaste el
mandamiento de Jehová tú Dios que él te había ordenado; pues ahora
Jehová hubiera confirmado tu reino para siempre. Mas ahora tu reino no
será duradero... por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó”
13:13-14.
En otra ocasión el Señor le ordenó que hiciese guerra contra Amalec y que
destruyera  todo lo que él tenía: hombres, mujeres, niños, vacas, ovejas,
camellos y asnos. Pero nuevamente este Rey consideró que su elevada
posición designada por Dios le autorizaba a tomar sus propias decisiones en
contra de los mandatos divinos, y no hizo conforme a las instrucciones
recibidas, sino que perdonó a Agag y a lo mejor de las ovejas, de los
animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno; Saúl justificó esta
desobediencia arguyendo que todo esto lo preservó para ofrecerlo al Señor
en ofrendas y sacrificios, pero la consecuencia de esta nueva desobediencia
acarreó el final desagrado del Señor que lo abandonó para siempre, el Señor
dijo: “Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos
de mí, y no ha cumplido mis palabras... Porque como pecado de
adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por
cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado
para que no seas rey... No volveré contigo; porque desechaste la palabra de
Jehová, y Jehová te ha desechado para que no seas Rey de Israel” (1 Sam.
15:11).
Este rey tuvo un triste final, violando constantemente la Palabra del Señor,
asumiendo que su posición de Rey le permitía practicar cosas que para el
resto del pueblo eran prohibidas. Este Rey prohibió a la gente del pueblo
practicar la hechicería, la adivinación y la consulta a los muertos, pero él
consideraba que estaba por encima del mandato y consultó a una adivina en
Endor, lo cual colmó la copa de la ira de Dios y éste terminó suicidándose.
(1 Sam. 31:4).
Un rasgo característico de los falsos maestros o los falsos pastores consiste
precisamente en una auto-exaltación que los lleva a considerarse como
pertenecientes a una casta especial que recibe muchos privilegios de parte
de Dios, de manera que ellos pueden hacer cosas que para el resto de
mortales son prohibidas. Ellos creen que tienen facultades espirituales
especiales las cuales les libran de pecar o sufrir las consecuencias del
pecado, aunque hagan cosas que claramente son contrarias a la voluntad
revelada del Señor.
Este problema no solo aquejó a Saúl, sino que en toda la historia del pueblo
de Dios ha afectado a muchos líderes y ministros, los cuales también han
tenido un triste final de desaprobación divina.
Es muy fácil dejarse corromper por el poder o la autoridad llegando al
punto de asumir atribuciones que no nos corresponden.
El pastor Judas continúa en el versículo 6 describiendo algunos ejemplos
bíblicos de cómo la ira de Dios se desató sobre los desobedientes, los
líderes y creyentes que se alejan de la voluntad revelada del Señor, que
andan trastornando la doctrina bíblica buscando su propia satisfacción y
provecho personal.
En el versículo 5 nos mostró cómo Dios castigó a los israelitas luego de
haberlos liberado del yugo opresor egipcio, pues, ellos en vez de
mantenerse en la fe decidieron alejarse de ella, manteniéndose incrédulos.
Luego en el verso 7 nos mostrará el ejemplo de Sodoma y Gomorra,
ciudades que trastornaron el orden divino para la sexualidad y recibieron la
destrucción fulminante.
Analicemos la enseñanza que hoy nos trae Judas, con el fin de advertirnos
para cuidarnos de los falsos maestros, pues, la ira de Dios vendrá si
abandonamos la verdadera fe bíblica.
1. Una alta dignidad.
2. Un abandono pecaminoso
3. Un juicio seguro
 
1. Una alta dignidad.
“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad”.
El ejemplo que usa el autor para advertir a los falsos profetas del inminente
castigo que vendrá sobre ellos por haber desviado la doctrina y, en su paso,
corromper al pueblo de Dios, se basa en los ángeles que pecaron. Ahora, la
advertencia es muy seria, pues, no se trata de cualquier clase de seres, sino
de aquellos que habían estado por mucho tiempo delante de la presencia de
Dios, viendo su majestad en su Trono de gloria.
El privilegio que estos ángeles tuvieron fue maravilloso. La palabra griega
que usa Judas para dignidad es Archën, la cual significa: comienzo,
autoridad o gobierno, y primer puesto en autoridad.
Los ángeles desde el comienzo recibieron autoridad y poder. Esto es lo que
enseñan los siguientes pasajes:
Efesios 1:21 “sobre todo principado y autoridad y poder y señorío...”
Efesios 3:10 “para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a
conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los
lugares celestiales”
Colosenses 2:10 “Y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de
todo principado y potestad”
Ellos se encontraban en una posición de autoridad y gobierno. Fueron
creados como seres poderosos y muy inteligentes.
Mateo 24:36 “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aún los ángeles de los
cielos, sino solo mi Padre”, Jesús está presuponiendo que los ángeles son
seres con mucho conocimiento, pero a pesar de ello no saben cuándo
regresará el Señor por su pueblo.
Su dignidad era muy grande porque ellos moraban en la misma presencia
del Señor. Ellos podían ver constantemente su gloria y eran sus servidores.
Salmo 104:4 “El que hace a los vientos sus mensajeros, y a las flamas de
fuego sus ministros”
Hebreos 1:7 “Ciertamente de los ángeles dice: el que hace a sus ángeles
espíritus, y a sus ministros llama de fuego”
Daniel también nos deja ver que los ángeles tienen autoridad sobre las
naciones de la tierra: “Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el
primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la
presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras
yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia (un príncipe espiritual) se
me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los
principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de
Persia” (Daniel 10:12-13).
Ahora, Judas está advirtiendo a los pastores y maestros para que no se dejen
corromper por la autoridad que les ha sido dada; pues, los pastores y
predicadores, en cierto sentido, ejercen autoridad sobre el pueblo cuando
predican la Palabra del Señor. En Hebreos 13:17 el Espíritu Santo le ordena
a la Iglesia “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos
velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo
hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no es provechoso”. El
apóstol Pablo ordena que las iglesias tengan en alta estima la labor pastoral
y de predicación “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por
dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y
enseñar”. 1 Ti. 5:17.
Estar en este lugar de honor y autoridad exige una enorme responsabilidad,
pues, tendremos que dar cuenta de lo que hagamos con ella. Así como Saúl
tuvo que rendir cuentas y ahora se encuentra en prisión esperando su
condenación, todos los pastores, predicadores y maestros también
tendremos que dar cuenta de lo que hicimos con la autoridad espiritual
recibida de parte del Señor. No pensemos que por tener autoridad recibida
de parte de Dios, entonces somos inmunes al pecado y a las consecuencias
de él. Esto es una mentira satánica. Entre más autoridad, más riesgos de
corrupción. Entre más autoridad, mas debemos vigilar nuestras almas,
porque las tentaciones serán más grandes.
Ser pastor, o maestro, o predicador es un enorme privilegio. El apóstol
Pablo dice que el que desea obispado buena obra desea, porque trabajar en
esto nos convierte en socios de Dios, pues, estaremos trabajando en los
intereses divinos, que son la salvación y la santificación de los hombres
para que vivan para su gloria. Así como los ángeles que estaban en el cielo
viendo constantemente su gloria y escuchando su poderosa voz, los
predicadores pasamos mucho tiempo analizando y meditando en las
Sagradas Escrituras, muy cerca al Todopoderoso; pero si abusamos de esta
cercanía para sacar provecho personal y desviar así al pueblo del verdadero
conocimiento del evangelio salvador, entonces estaremos en la misma
situación de estos ángeles que pecaron y ahora esperan un terrible juicio
condenatorio.
 
2. Un abandono pecaminoso.
“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su
propia morada...”
Algunos ángeles creados por Dios decidieron rebelarse contra el creador, y
fueron arrojados de los cielos. A estos ángeles les llamamos hoy: ángeles
malos. No sabemos realmente cuál fue su pecado, pero Judas los describe
como no guardando su posición de autoridad y abandonando su propia
morada.
Desde tiempos antiguos se tejió la teoría de que estos ángeles abandonaron
su propia morada espiritual y bajaron a la tierra a buscar mujeres para
tomarlas como esposas. El libro apócrifo de 1 Enoc aboga por esta
interpretación de Génesis 6. Pero luego, la iglesia abandonó esta teoría al
considerar que Jesús se opone a la posibilidad de que los ángeles puedan
casarse.
Leamos el relato de Génesis 6. “Aconteció que cuando comenzaron los
hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, que
viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas,
tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. Había gigantes en la
tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los Hijos de Dios
a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos”. (6:1-2, 4).
Una primera pregunta que debemos hacernos es ¿Quiénes son los hijos de
Dios mencionados en el texto? Algunos creen que se refiere a los ángeles,
pues, en Job 1:6; 2:1 y 38:7 se les llama hijo de Dios. Pero no solo a los
ángeles se les da esa designación, pues, a los creyentes, los hombres de la
línea de la fe también se les llama hijos. (Det. 32:5; 73:15; Oseas 1:10; Juan
1:12; Rom. 8:14; Fil. 2:15). Así que, según otra perspectiva, los hijos de
Dios mencionados en el capítulo 6 de Génesis designa a los descendientes
de Set, los cuales habían preservado la fe en el verdadero Dios, pero se
empezaron a descarriar al contraer matrimonios con mujeres incrédulas.
Algunos intérpretes de la Biblia han llegado a la conclusión que los hijos de
Dios mencionados en el pasaje son ángeles, porque el resultado de esta
unión demoniaca-humana fue el surgimiento de una raza de gigantes.
Aunque en las Sagradas Escrituras se nos habla de algunos hombres que se
distinguieron por su gran estatura física (Los hijos de Anac, Números
13:33; Goliat, 1 Samuel 17:4), no obstante los nefilín que se mencionan en
Génesis 6 no necesariamente son hombres de gran estatura física, sino que
la palabra usada en hebreo significa literalmente “nacidos de la tierra”, es
decir, los gigantes o nefilín hacen referencia al hombre caído, al que tiene
una mente animal, carnal. Mientras que los hijos de Dios son los hombres
de la fe, los nacidos de nuevo. La palabra nefilín también hace referencia a
hombres valientes, guerreros, pero no a personas de gran estatura,
necesariamente.
Ahora, considero que estos hijos de Dios no son los ángeles caídos por
varias razones:
Primero, los ángeles son seres espirituales, no tienen cuerpo como el de los
hombres. Si bien en algunas ocasiones el Señor autorizó a unos pocos
ángeles para que asumieran una apariencia humana y se mostraran a
algunos hombres en la historia sagrada, la verdad es que estas apariciones
fueron escasas y siempre de ángeles santos, nunca de ángeles caídos. Solo
la unión de células reproductivas de miembros de una misma especie tiene
la capacidad de producir nueva vida. La esencia de los ángeles es muy
diferente de la de los hombres.
Segundo, Jesús dijo que los ángeles no se casan ni se dan en casamiento.
(Mateo 22:30). Ellos no tienen capacidades reproductivas, no fueron
creados con ese fin. El mandato de reproducción lo dio el Señor a los
hombres y los animales, pero no a los ángeles.
Tercero, la frase inicial del versículo 7 “como Sodoma y Gomorra y las
ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos, ...” no
indica que el pecado de los ángeles fue de índole sexual, sino que Dios
castigó a Sodoma y Gomorra así como castigó a los ángeles que pecaron y a
los israelitas incrédulos.
Dejemos hasta aquí este tema y continuemos con el argumento del pastor
Judas.
Es posible que estos ángeles perdieran su puesto de autoridad porque se
negaron a obedecer  el mandamiento ya que deseaban ser como Dios.
  Es importante resaltar las dos palabras que usa el autor: no guardaron y
abandonaron. No guardaron su dignidad y autoridad y abandonaron su
propia morada. No fueron consistentes con la posición en la que estaban, no
la apreciaron, quisieron más de lo que tenían. Ese es uno de los problemas
del poder y la autoridad. Si el poder o la autoridad no son usados para
servir, entonces el poder se apodera del corazón y ya no se usa para el bien
de los demás, sino solo para satisfacer los deseos y caprichos personales,
convirtiéndose así en algo pecaminoso y peligroso.
Es por eso que a los pastores o ancianos el Nuevo Testamento les da
muchas enseñanzas para la humildad y el servicio:
- “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los
que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será
así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro
servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo;
como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para
dar su vida en rescate por muchos” Mateo 20:25-28.
- “Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues,
si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también
debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado,
para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. Juan 13:13-15.
- “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con
ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante
de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre
vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por
ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío
sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey”. 1
Pedro 5:1-3.
Los que ejercen alguna autoridad en el pueblo de Dios también son tentados
a abandonar su rol de servidores, para buscar ser lo que realmente no son.
Un pastor puede estar tentado a abusar de su posición y tratar de
aprovecharse de la credibilidad que tiene de la feligresía para:
Enseñar una doctrina o cosas que no son bíblicas, pues, la mayoría de la
gente les va a creer, ya que los creyentes no hemos aprendido a seguir el
ejemplo de los piadosos judíos de Berea que escudriñaban las Escrituras
para ver si lo que se les enseña es bíblico o no.
Sacar provecho económico de ellos.
Conseguir votos que les permitan alcanzar algún puesto en el gobierno local
o nacional.
Satisfacer sus caprichos y deseos pecaminosos personales.
Pero estas conductas no quedarán impunes, pues, el pastor de los pastores,
un día vendrá como juez para juzgar y condenar a los que actuaron
impíamente.
 
3. Un juicio seguro.
“... los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del
gran día.”
A pesar la alta posición y dignidad que estos ángeles tuvieron por algún
tiempo, no obstante, al ellos abandonar su posición para dedicarse a cosas
que no les correspondían, el Señor actuó conforme a su justicia y los
entregó a una terrible condenación. Los confinó a vivir en las tinieblas.
Debido a su pecado estos ángeles ya no podían mantener sus dominios, ni
las esferas de influencia.
El autor de la carta no da más información o detalles del lugar donde moran
estos ángeles prisioneros. El interés del escritor es mostrar a la iglesia que
Dios castiga a todos los que se niegan a obedecerle.
“No debemos pensar que este texto indica que todos los ángeles caídos
están encerrados en un lugar determinado. Si ese fuera el caso, la tierra no
estaría plagada de demonios. La imagen que Judas quiere comunicar  es que
los ángeles rebeldes están viviendo en oscuridad espiritual y están
encadenados a su sentencia de juicio divino de la cual nunca podrán
escapar”[14].
Isaías también profetizó del encarcelamiento de los ángeles pecadores,
esperando el gran juicio de condenación: “Acontecerá en aquel día, que
Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la
tierra sobre la tierra. Y serán amontonados como se amontona a los
encarcelados en mazmorra, y en prisión quedarán encerrados, y serán
castigados después de muchos días”. (Is. 24:1-22).
La oscuridad espiritual es el resultado del alejamiento de Dios. Judas
advierte a los falsos maestros que estaban dañando la fe verdadera de la
iglesia, diciéndoles que ellos están cayendo en una profunda oscuridad de la
cual no podrán salir sino que quedarán para siempre presos en ella,
esperando que venga el día del gran juicio en el cual Dios juzgará a grandes
y chicos. “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los
libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida;
y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los
libros, según sus obras” Apo. 20;12.
El juicio es seguro y firme, su condenación es terrible “... fue lanzado al
lago de fuego”. (Apo. 20:15). Los fasos profetas que infectan a la iglesia
piensan que las cosas serán como sus locas imaginaciones les muestran, y
están convencidos que Dios no los condenará por sus desvaríos, porque
ellos creen tener un lugar especial ante Dios. Ellos se creen los ungidos y no
aceptan que nadie los juzgue, se atreven a lanzar maldiciones sobre aquellos
que cuestionan su falsa doctrina y sus prácticas anti-bíblicas; pero hay un
juez, al cual no se le escapa nada, al cual nadie puede amedrentar con
maldiciones, y este juez un día traerá ante su santa y terrible presencia a los
falsos profetas y los falsos pastores que abusaron de la ingenuidad del
pueblo para aprovecharse de ellos, desviándolos del verdadero evangelio, y
no podrán mantenerse en pie cuando sus obras y sus enseñanzas sean
juzgadas y el escudriñador de todo les muestre las verdaderas y perversas
intenciones de sus corazones, pues, entonces, quedando al descubierto su
maldad escucharán la condenación terrible del dueño de la iglesia:
“Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus
ángeles”. Mat. 25:41.
Las advertencias, para los falsos profetas que pululan en el pueblo del
Señor, se han dado desde tiempos antiguos:
“Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los profetas insensatos, que andan en
pos de su propio espíritu, y nada han visto. Vieron vanidad y adivinación
mentirosa. Dicen: ha dicho Jehová, y Jehová no los envió, con todo esperan
que él confirme la palabra de ellos. (Ez. 13:3, 6). Los Ay, en la Biblia, son
la antesala de los terribles juicios del Señor. Esta profecía de Ezequiel es
una advertencia que debe hacer temblar a todo el que hable en nombre de
Dios.
“Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y di a los
pastores: Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que
se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños?
Ezequiel 34:2
 
 
 
Advertencias contra los que promueven y
siguen las falsas doctrinas:
El ejemplo de las ciudades que pecaron.
Judas 7
“Como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma
manera que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra
naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego
eterno”
 
Introducción:
En las últimas décadas el mundo entero ha sido sacudido por los cambios
drásticos que se están dando en torno a los asuntos morales. No necesitamos
ir muy lejos para comprobar esta afirmación. En Junio de 2005 los
periódicos locales anunciaban que en Colombia se había aprobado el
divorcio express, es decir, que ahora un matrimonio de colombianos podía
divorciarse en sólo unos minutos si había muto consentimiento. Algo que
era imposible hacer en décadas anteriores, pues, para que una pareja se
divorciara se requería todo un proceso en el cual se demostrara alguna
causal justa. En este siglo cualquier pareja puede divorciarse aduciendo
simplemente el mutuo consentimiento. Esta Ley va en contravía de la
unidad de la familia dañando el sano desarrollo de los hijos, al ser
separados de uno de los padres.
La corte constitucional de Colombia, en sentencia de 2006, aprobó la
despenalización del aborto, es decir, antes de esa fecha las colombianas no
podían abortar por ninguna causa, salvo que este fuera natural, no inducido,
ya que la ley las condenaba. Pero a partir de esa fecha todas las
colombianas que puedan justificar que su embarazo fue consecuencia de
una violación pueden abortar, es decir, asesinar a sus bebés, y la ley no las
tratará como asesinas. Si el feto tiene mal formación, entonces los padres
tienen la potestad divina de matar al bebé en formación, o si la madre corre
peligro de muerte.
En los últimos años el Estado colombiano ha iniciado una loca carrera por
refrendar la conducta homosexual en Colombia, incluso, dándoles ciertos
derechos a las uniones homosexuales y equiparándolas con las uniones
hombre – mujer. En Febrero de 2007 la corte reconoció los derechos
patrimoniales de las uniones homosexuales, declarando inconstitucionales
algunos artículos de la ley 54 de 1990, que reglamente las uniones maritales
de las parejas heterosexuales. Es decir, en Colombia aún no existe una ley
que permita el matrimonio homosexual, pero a la misma vez la corte dice
que es inconstitucional hablar solamente de uniones heterosexuales, lo cual,
en el fondo, significa que, de manera práctica, se reconoce las uniones entre
dos personas del mismo sexo. La ley les da el reconocimiento de unión
marital de hecho. El 19 de Marzo de 2008 los diarios colombianos hicieron
eco de la noticia del día: “Se casa la primera pareja Gay en Colombia”. La
noticia decía que en la notaría segunda de la capital colombiana, dos
homosexuales, en una ceremonia íntima, se unieron civilmente. Ellos
firmaron una escritura pública en la cual legalizaban su unión. La Ley
colombiana les da los mismos derechos que a una pareja heterosexual:
derechos de alimentos, algunos patrimoniales y beneficios de salud.
Pero esta no es la situación exclusiva de Colombia, numerosas naciones
latinoamericanas han aprobado leyes parecidas en aras de favorecer a la
población homosexual.
La historia misma es testigo de cómo en algunas culturas las relaciones
homosexuales eran consentidas.
Pero la misma historia es testigo de cómo terminaron todas las culturas que
consintieron y aprobaron esta aberración. El final fue trágico.
El pastor Judas continúa advirtiendo a la iglesia respecto al serio peligro
que acarrea el permitir que las enseñanzas y la moral de los falsos maestros
ingresen a la comunidad cristiana, pues, la historia bíblica nos da tres
ejemplos de cómo el Señor castigó y destruyó a los rebeldes.
Ahora en el verso 7 usa como ejemplo de advertencia a las ciudades de
Sodoma, Gomorra y sus vecinos.
Estudiaremos este pasaje conforme a la siguiente estructura:
1. Una comparación terrible
2. Un pecado terrible
3. Un castigo terrible
 
1. Una comparación terrible.
“Como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma
manera que aquellos”
Una traducción literal del texto quedaría así, como propone Kistemaker:
“Así como Sodoma y Gomorra y las ciudades circundantes en forma
parecida a estas, estaban entregadas a la inmoralidad sexual e iban en
busca de otra carne”[15]
Este es un pasaje que ofrece cierta dificultad para su interpretación.
Algunos creen que Judas está diciendo que de la misma manera que los
ángeles lujuriosos, habiendo abandonado su esencia espiritual y tomando un
cuerpo humano, el cual no les correspondía, con el fin de tener relaciones
con las hermosas mujeres de Génesis 6, también los habitantes de Sodoma,
Gomorra y las ciudades vecinas, quisieron inmiscuirse en relaciones íntimas
con los ángeles que Lot llevó a su casa.
Por cierto, los teólogos que aprueban las relaciones homosexuales acuden a
esta interpretación para afirmar que Judas no está condenando el
homosexualismo como pecado, sino que desaprueba las pretensiones de los
falsos maestros de su tiempo que buscaban tener poder sobre los ángeles.
Estos falsos maestros, según esta interpretación, pretendían dominar a los
ángeles, incluso obligándolos a tener intimidad con ellos. La conclusión a la
que llegan estos teólogos pro-homosexuales, es que Judas no condena las
relaciones entre personas del mismo sexo, sino entre hombres y ángeles.
Pero para poder llegar a una interpretación certera es necesario mirar lo que
dice el texto en la lengua original, y compararla con el resto de las Sagradas
Escrituras. Es un principio de la sana interpretación bíblica que debemos
tener en cuenta, no solo la gramática sino el momento histórico en que fue
escrito y también se debe considerar qué dice el resto de las Sagradas
Escrituras, pues, ellas no se contradicen. Siendo Dios quien habla en ella,
entonces no hay error alguno y no puede haber contradicción real en sus
textos. Cualquier contradicción se encontrará en nuestra interpretación,
debido a nuestro pecado y a las limitantes humanas naturales, pero nunca
habrá contradicción en Dios.
Una lectura aproximada del texto, teniendo en cuenta su traducción literal al
español, también es propuesta por Kistemaker: “Así como Sodoma y
Gomorra (y los pueblos vecinos en forma semejante a ellas) estaban
entregadas a la inmoralidad sexual e iban en búsqueda de otra carne”[16].
Esto significa varias cosas: Primero, Judas no ha afirmado realmente que el
pecado de los ángeles en el versículo 7 haya sido de índole sexual, pues, la
frase “de la misma manera que aquellos” no hace referencia a los ángeles,
sino a los habitantes de Sodoma y Gomorra. Parece que estas dos ciudades
se habían convertido en las promotoras de la perversión sexual, ellos habían
influenciado al resto de las ciudades vecinas, arrastrándolas detrás de su
maldad.
Pero ¿Cuál fue el pecado de estas ciudades?
 
2. Un pecado terrible.
“…habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza..”
Una mejor traducción, como ya dijimos en el punto anterior, debiera ser
fueron tras otra carne. Es decir, los varones de estas perversas ciudades no
quisieron tener más relaciones con las mujeres, como es lo natural, sino que
buscaron otra carne, se amaron íntimamente entre ellos mismos. El apóstol
Pablo nos explica esta terrible verdad de la siguiente manera: “Profesando
ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible
en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y
de reptiles. Por lo cual Dios también los entregó a la inmundicia, en las
concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus
propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira,
honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es
bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones
vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es
contra naturaleza, y de igual modo también los hombres dejando el uso
natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros,
cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí
mismos la retribución debida a su extravío” Romanos 1:22-27.
  El principal pecado de Sodoma y Gomorra fue su alejamiento de Dios.
Ellos, como el resto de los hombres, no quisieron adorar al verdadero Dios
que se revela desde los cielos, sino que prefirieron armar su propia
“divinidad”. Pero cualquier imitación, imagen o copia que hagamos de la
divinidad, será tan humana y perversa como el mismo que la inventa. Los
hombres no podemos idear a un dios que sea moralmente superior a los
hombres. Esto lo comprueban las grandes mitologías de los pueblos
antiguos. Sus dioses eran tan perversos como los mismos que los
inventaron.
De la misma manera, en los comienzos de la iglesia cristiana, algunos falsos
maestros no estaban conformes con el Dios santo que se revela en las
Sagradas Escrituras, y decidieron hacer sus propias modificaciones.
Posiblemente no les gustaba un Dios que fuera tan tajante contra el pecado,
un Dios que en el Antiguo Testamento exigía la muerte de los adúlteros, los
homosexuales, los fornicarios, entre otros. Un Dios que en el Nuevo
Testamento condena toda fornicación o perversión  sexual. Entonces
decidieron hacer algunas pequeñas modificaciones a su teología, en aras de
tornarla más atractiva a las corruptas mentes de hombres depravados que
deseaban recibir todas las bendiciones de Dios, pero sin tener que cumplir
con sus exigencias de santidad.
Algo muy parecido está sucediendo hoy en medio de la cristiandad. Se nos
está predicando un Cristo sin cruz, una santidad sin demandas y un cielo sin
pureza. Tanto del lado carismático como de las grandes denominaciones
históricas, se está predicando un cristianismo donde el pecado es solo un
concepto de las débiles mentes de los ignorantes y fanáticos; se predica un
amor sentimental donde la iglesia abre las puertas de su membrecía a toda
clase de personas sin importar si realmente son regenerados o no. Por
cierto, los grupos homosexuales en USA detestan a los cristianos nacidos de
nuevo, porque se sienten atacados por nuestra fe. Los que hemos tenido el
gran gozo de conocer de manera personal al Salvador y estamos ahora
viviendo para él, obedeciendo con agrado sus mandamientos, somos
llamados a denunciar el pecado, con el fin de que los pecadores vengan al
arrepentimiento y puedan gozar verdaderamente de la reconciliación con el
Santo Dios; que ellos también sean libres de los pecados que les esclavizan.
Jesús dijo que si la sal se volviere insípida ya no serviría para nada, sino
para ser pisada. También dijo que la iglesia es la luz del mundo, pero que si
la luz se vuelve tinieblas, cuanto serán las tinieblas mismas. Los falsos
maestros del tiempo de Judas estaban llevando a la iglesia a querer
parecerse a la generación perversa de su tiempo. Ellos tal vez querían ganar
al mundo tornando a la iglesia lo más parecida a él. Pero la verdad es que la
Iglesia impactará positivamente al mundo siendo lo más diferente que
pueda ser de él.
La sociedad moderna está aceptando el homosexualismo como un tercer
sexo o una opción de vida que libremente escogen las personas, y en ese
sentido, dice la moderna sociedad, debemos aceptarlos tal y como son,
permitiéndoles desarrollar su elección sin que les pongamos trabas. Es por
eso que las naciones cada día aprueban leyes donde parecieran favorecer de
una manera superior a las relaciones entre personas del mismo sexo, que a
las parejas heterosexuales.
Las naciones recibirán su recompensa por ello, y así como los grandes
imperios cayeron a causa de su perversión sexual, estas naciones muy
pronto empezarán a ver su propia destrucción.
Pero lo más terrible es cuando un organismo que ha sido puesto por Dios
para ser luz y sal en medio de la oscuridad y la corrupción, se vuelve
tinieblas y ya no quiere salar mas. Allí es cuando los juicios de Dios no se
detienen y se derraman con gran furor.
 
3. Un castigo terrible.
Fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.
Estas ciudades perversas fueron expuestas a la vista del público como
ejemplos del juicio de Dios sobre todos aquellos que se niegan a
obedecerle. No se trata de un ejemplo que debemos imitar, sino de un
ejemplo que debemos evitar.
Las ciudades de Sodoma y Gomorra estaban ubicadas en un fértil valle,
como deja ver Génesis 13:10 “Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del
Jordán, que toda ella era de riego, como el huerto de Jehová, como la
tierra de Egipto en la dirección de Zoar, antes que destruyese Jehová a
Sodoma y a Gomorra”. El hagiógrafo las compara con el jardín del Edén y
con los fértiles valles del Nilo, eran ciudades privilegiadas por Dios; habían
recibido múltiples bendiciones del Todopoderoso. No todas las ciudades
tienen esta bendición de contar con valles productivos. Muchas zonas de
África y Asia son completos desiertos donde solo nacen cactus. Muchos
pueblos sufren de gran escasez por la falta de agua, pero Sodoma y
Gomorra contaban con riegos naturales. ¡Qué bendecidos eran ellos por la
divina providencia!
Pero las riquezas, la prosperidad económica y el mucho bienestar material,
casi siempre conllevan a la gente a olvidarse de Dios. Y las consecuencias
de ese olvido son terribles, pues, el hombre empieza a desobedecer
flagrantemente los mandatos santos del Todopoderoso, y termina viviendo
en contra de él.
Los hombres de Sodoma y Gomorra no solo abandonaron el uso natural y
aprobado por Dios de la sexualidad, sino que terminaron siendo crueles
entre ellos mismos, como lo denuncia Ezequiel “He aquí que esta fue la
maldad de Sodoma tu hermana; soberbia, saciedad de pan, y abundancia
de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y
del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante
de mí, y cuando lo vi las quité”. (16:49-50).
Estas ciudades llegaron a cometer toda clase de perversión como resultado
de un proceso. Primero fueron muy prósperas, pero en vez de agradecer al
Creador por tantas bendiciones, se volvieron soberbias, pensaron que ellos
mismos, por sus propios medios, estaban produciendo su abundancia, y
llegaron a rebelarse contra Dios; ellos pensaban en su abundancia: “ya no
necesitamos a Dios, solo los pobres deben acudir a su misericordia”, y
luego se olvidaron del prójimo, del necesitado y por último se volvieron tan
egocéntricos que sólo pensaban en su propio placer pecaminoso,
pervirtiendo la sexualidad, en pos de satisfacer su hedonismo aberrante.
Pero Dios, aunque es muy misericordioso y paciente, un día derrama el
ardor de su ira, pues, se ha colmado la copa.
Y lo que colmó la copa fue el deseo siniestro de los hombres de Sodoma y
Gomorra de violar y tener relaciones sexuales con los ángeles, que
habiendo tomado forma humana, entraron a la casa de Lot, como dice
Génesis 19:4-11 “Pero antes que se acostasen, rodearon la casa los
hombres de la ciudad, los varones de Sodoma, todo el pueblo junto, desde
el más joven hasta el más viejo. Y llamaron a Lot, y le dijeron: ¿Dónde
están los varones que vinieron a ti esta noche? Sácalos, para que los
conozcamos. (En otras palabras, sácalos para que podamos tener relaciones
sexuales con ellos) Entonces Lot salió a la puerta, y cerró la puerta tras sí.
(Siendo un hombre temeroso de Dios no quería que sus mensajeros se
enteraran de las perversas intenciones de sus vecinos) Y dijo: Os ruego,
hermanos míos, que no hagáis tal maldad. He aquí ahora yo tengo dos
hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced de ellas
como bien os pareciere; solamente que a estos varones no hagáis nada,
pues que vinieron a la sombra de mi tejado. (La gran maldad que querían
hacer era de índole sexual, ya que a cambio, Lot les propone que tengan
relaciones con sus hijas; no todo padre estará dispuesto a hacer esto, pero él
sabía de parte de quién venían los mensajeros y no quería que ellos llevaran
un reporte negativo al estrado divino) Y ellos respondieron. Quita allá: y
añadieron: Vino este extraño para habitar entre nosotros, ¿y habrá de
erigirse en juez? (El pecado no tolera que se hable en contra de él, el
pecado habla de pluralismo, relativismo y amor sentimental, parece muy
bueno, pero realmente lo que desea es encontrar aprobación, o al menos,
que no se le condene, tal como sucede hoy con los movimientos pro-
homosexuales) Ahora te haremos más mal que a ellos. Y hacían gran
violencia al varón, a Lot”.
El Señor no esperó más y envió sus justos juicios. La Biblia nos dice que
“… Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de
parte de Jehová desde los cielos, y destruyó las ciudades, y toda aquella
llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la
tierra” Génesis 19:24-25.
Es interesante compartir lo que supone el erudito Adam Smith “…en este
suelo bituminoso tuvo lugar una de esas terribles explosiones y
conflagraciones que se han producido en la geología similar de Norte
América. En tales suelos se forman depósitos subterráneos de petróleo y de
gas, liberados repentinamente por su propia presión o por un terremoto. El
gas explota, elevando en el aire masas de petróleo que vuelven a caer como
lluvia de fuego, y son tan inextinguibles que siguen ardiendo flotando en el
agua”[17].
Hasta el día de hoy estas ciudades no volvieron a ser reconstruidas. Sus
nombres perduran en la historia como símbolo de perversión, aberración y
juicio. De la misma manera que los incrédulos y los impíos hombres que
pervierten la doctrina bíblica para su propia perdición, recibirán su
condenación en el fuego eterno; una clara alusión al infierno.
 
 
 
 
 
Cuidado con los soñadores:
Actividades de los falsos maestros
V. 8
 
Introducción:
Imaginemos que hoy día se levanta en medio de nuestra congregación un
hombre anunciando que el Señor le ha revelado que dentro de cinco días
habrá un temblor de tierra en la ciudad de Medellín. Es posible que muchos
de nosotros le dijéramos a esa persona que sea más responsable en lo que
dice y no ande promulgando cosas absurdas. Sé que, al menos en nuestra
congregación, pocos harían caso de las palabras de este hombre. Pero
imagínese ¿qué pasaría si efectivamente en cinco días exactos hay un
temblor de tierra, tal y como lo pronosticó dicho hombre?
De seguro que muchos le tendrían como un gran profeta, un enviado del
cielo, uno que tiene la capacidad de escuchar de manera directa la voz de
Dios. Sería un hombre admirado, y muchos le consultarían frecuentemente
para saber qué les depara el futuro.
En la historia del pueblo de Dios surgieron muchos hombres que tenían
sueños y recibían visiones, tenemos a Jacob, José y los profetas del Antiguo
Testamento quienes recibieron la revelación divina que debía ser
consignada en las Sagradas Escrituras a través de voces, visiones y sueños.
Pero no siempre los que tenían sueños o profecías eran enviados de Dios.
Muchos de ellos eran falsos profetas que inventaban sus propias profecías.
Era fácil detectarlos porque sus predicciones no tenían cumplimiento.
Como dice Deuteronomio 18:21-22 “Y si dijeres en tu corazón: ¿Cómo
conoceremos la palabra que Jehová no ha hablado? Si el profeta hablare
en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es
palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta;
no tengas temor de él”.
Pero ¿Qué tal si se cumpliere lo que el profeta dijo? ¿Será que todo
cumplimiento de lo predicho en un sueño o profecía garantiza que el tal fue
enviado por Dios?
No necesariamente. También en Deuteronomio el Señor advierte de los que
tienen sueños, visiones y profecías, y esta se cumple, pero que no fueron
enviados por Dios.
“Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te
anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te
anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y
sirvámosles; no darás oído a las palabras del tal profeta, ni al tal soñador
de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si
amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con todo vuestra
alma”. Deut. 13:1-3
Lo que Moisés dice es que en el pueblo de Dios entrarán muchos soñadores
que dentro de sus abundantes alucinaciones dirán cosas que se cumplirán,
apareciendo así como profetas enviados por el Señor, pero, a pesar de los
prodigios que puedan hacer, no necesariamente fueron aprobados por Dios.
Pero, ¿cómo distinguir entonces al verdadero profeta del falso? “La prueba
que ellos debían aplicar al profeta no era si podía realizar algo espectacular
(o milagroso), sino si se adhería a la ley de Dios”[18].
El pastor Judas, en el versículo 8 de su epístola, analiza tres actividades que
hacen los falsos profetas, por medio de las cuales, si somos diligentes en
analizarlas, descubriremos su falsedad para no seguir sus enseñanzas ni sus
prácticas malvadas.
Consideraremos tres asuntos importantes en este texto:
1. Contaminan el cuerpo
2. Rechazan la autoridad
3. Insultan a los seres celestiales
 
1. Contaminan el cuerpo.
No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la
carne…
La frase “de la misma manera”, con la que inicia el verso 8, deja ver que los
falsos maestros siguen las prácticas perversas que caracterizaron a los
israelitas incrédulos, los ángeles que se rebelaron y las ciudades que
pervirtieron la sexualidad. Esta es una constante en todas las personas o
grupos que se alejan de la doctrina bíblica. Su alejamiento espiritual los
conduce a practicar esta clase de pecados, aunque, como dijo Judas al
comienzo de su carta, esto lo hacen de manera solapada, pues, ellos
aparentan llevar una vida de santidad acorde con los principios bíblicos,
pero su teología corrompida les permite refrendar actividades que la Biblia
considera malvadas.
Como hemos dicho varias veces en esta serie de predicaciones, el pastor
Judas es un enamorado de las triadas y luego de mostrar tres ejemplos de
cómo el juicio desciende sobre los que se rebelan contra él, ahora presenta
tres actividades que distinguen a los falsos maestros: contaminan, rechazan
y blasfeman. Tres verbos para una misma clase de pervertidos.
Es interesante notar que no hay consideración alguna para con aquellos que,
estando en un puesto de liderazgo, conducen al pueblo a la apostasía. Judas
ha designado a los fieles creyentes como amados (v. 3), pero hacia los
falsos profetas se dirige con palabras como “estos”. Estos que andan
soñando a todo momento.
La palabra soñadores puede apuntar hacia dos direcciones:
Que estos falsos maestros eran unos místicos que a cada momento argüían
estar recibiendo revelaciones sobrenaturales, o que ellos eran tan
pervertidos y entregados a una sexualidad impura que pasaban su tiempo en
vanos sueños eróticos. (Kistemaker).
Ahora, ¿en qué sentido contaminan el cuerpo? Que, así como Sodoma y
Gomorra, ellos se entregan al exceso sexual. En las Sagradas Escrituras
Dios condena el pecado sexual, porque este contamina la tierra y el cuerpo.
“No te echarás con varón como con mujer; es abominación. Ni con ningún
animal tendrás ayuntamiento amancillándote con él, ni mujer alguna se
pondrá delante de animal para ayuntarse con él, es perversión. En ninguna
de estas cosas os amancillaréis; pues en todas estas cosas se han
corrompido las naciones que yo echo de delante de vosotros, y la tierra fue
contaminada; y yo visité su maldad sobre ella, y la tierra vomitó sus
moradores” Lev. 18:22-25.
“¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues,
los miembros de Cristo y los haré miembros de la ramera? De ningún
modo. ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con
ella? Porque dice: los dos serán una sola carne. Huid de la fornicación.
Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el
que fornica, contra su propio cuerpo peca.” 1 Cor. 6:15,16,18.
Los escándalos sexuales de líderes religiosos no sólo se han dado en la
época actual, sino que en el tiempo de Judas ya muchos falsos pastores o
ministros andaban en pos de sus infernales deseos, usando la religión como
un medio para dar rienda suelta a sus lujurias.
Muchas personas hoy día no quieren saber nada del cristianismo debido al
incremento considerable en el número de pastores evangélicos y sacerdotes
católicos que están inmiscuidos en escándalos sexuales como: la
pornografía, el adulterio, la infidelidad, divorcios, el abuso sexual, el
homosexualismo, la pederastia, entre otros. Pero, las Sagradas Escrituras
nos han advertido desde tiempo atrás que muchos engañadores entrarían a
nuestras filas para cometer esta clase de pecados. Como dice Juan, se hace
manifiesto que no son de nosotros. Ellos no pertenecen al pueblo del Señor,
sino que encubiertamente entran y hacen mucho daño a los que están dentro
y peor aún, dañan la imagen de la iglesia ante los que están afuera. Pueden
parecer muy piadosos, pueden hablar muy bonito, pueden vestir muy bien,
pueden hacer milagros, pueden tener iglesias muy grandes, pueden predecir
cosas a través de sus sueños, pero no son de Cristo, sus frutos los
denuncian.
El apóstol Pablo, escribiendo y dando consejos al pastor Timoteo, le
advierte de no seguir el ejemplo de algunos falsos líderes que, ya en el
tiempo apostólico, y mucho más ahora que nos acercamos al fin del tiempo,
han entrado a las iglesias para dañar:
También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos
peligrosos. (Serán peligrosos para nuestra fe cristiana). Porque habrá
hombres amadores de sí mismos (con un ego muy grande, antropocéntricos,
que pensarán de ellos como si fueran el centro del mundo, que incluso Dios
gira en torno a ellos), avaros (amantes del dinero, que hablarán solo de
prosperidad material y comodidades terrenas), vanagloriosos (o
jactanciosos, que hablarán muchas cosas y se considerarán grandes dentro
del pueblo de Dios, que no aceptarán críticas y callarán a los demás
pretendiendo ser una casta especial de ungidos), soberbios, blasfemos…
amadores de los deleites más que de Dios (estarán tan impregnados por una
teología humanista y materialista, que considerarán la vida cristiana sólo en
términos de sus deseos y placeres terrenos), que tendrán apariencia de
piedad (serán muy amados por la gente, tendrán muchos seguidores y todos
pensarán que son hombres muy santos, especialmente por sus portentos y
milagros), pero negarán la eficacia de ella (porque sus obras encubiertas
son perversas y en contra de la Ley santa del Señor), a éstos evita (como el
que huye de una serpiente venenosa o de una epidemia mortal). Porque de
éstos son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas
cargadas de pecado, arrastradas por diversas concupiscencias. (Se
especializan en seducir, esclavizar, y dar rienda a sus perversos deseos).
Pero otra actividad de estos falsos maestros consiste en que:
 
2. Rechazan la autoridad.
No obstante, de la misma manera también estos soñadores… rechazan la
autoridad
El término griego que Judas usa para autoridad es kuriotës, la cual significa
señorío.
El Nuevo Testamento usa la palabra griega kurios para referirse al señorío o
la autoridad de Cristo.
Así que estos falsos profetas, en el fondo, con sus enseñanzas desviadas y
su vida oculta perniciosa y pervertida, rechazan la autoridad del Señor
Jesucristo. Ellos entran en la categoría de las palabras de Jesús: “¿Porqué
me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo” (Luc. 6:46). Se
deleitan en hacer lo contrario de la Ley santa del Señor.
Ahora, el verbo rechazar, aquí, identifica a los que abandonan o dejan de
lado la ley divina. Poco a poco se han ido deslizando. Empezaron dejando
de lado un texto de las Escrituras o un mandato que no cuadraba con la
filosofía de la época, y luego terminaron por abandonar o dejar de lado todo
lo sustancioso del evangelio, de manera que ahora tienen un cascarón de
cristianismo, pero por dentro no hay nada, son como los sepulcros
blanqueados de que habla Jesús, cuando dirigiéndose a los líderes religiosos
de su tiempo les dice: “!Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la
verdad, se muestran hermosos,(atractivos, piadosos) mas por dentro están
llenos de huesos de muertos (de pecado) y de toda inmundicia. Así también
vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por
dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad”. Mateo 23:27-28.
Pero los falsos pastores, o los falsos profetas, o los falsos maestros, o los
falsos apóstoles, no sólo rechazan la autoridad de Dios sobre ellos, sino que
también rechazan cualquier otra clase de autoridad. Ellos creen que son
autoridad para ellos mismos y por lo tanto no tienen porqué estar bajo el
gobierno de otros. Ellos no se someten a la disciplina de la iglesia. Si su
iglesia local los juzga por un pecado, mala conducta o mala doctrina, ellos
simplemente se van de esa iglesia, la dividen y se llevan a sus fieles
seguidores, pues, no toleran que otros los juzguen. La mayoría de estos
falsos pastores inician sus propias iglesias, las cuales no son gobernadas por
un cuerpo de pastores o ancianos, sino que ellos se imponen sobre el resto
de líderes y su palabra tiene más valor o peso. De modo que, aunque caigan
en los más nefastos pecados, ellos siguen siendo pastores de dicha iglesia,
no hay una autoridad en la misma que los juzgue, pues, ni siquiera se dejan
juzgar por la Palabra de Cristo. Dios es sólo su sirviente, el hada madrina
que les da todo lo que ellos quieran, con el fin de impresionar a sus incautos
seguidores, pero Dios nunca es el Señor de ellos, no lo quieren como
gobernante y mucho menos como juez.
Ahora, siendo que estos falsos maestros eran soñadores, es decir, pretendían
estar recibiendo revelaciones directas de Dios, ellos usaban estas falsas
revelaciones para contradecir lo que la Palabra autorizada de Dios dice.
Recuerdo haber escuchado a un reconocido predicador conservador
comentar de cómo un maestro muy afamado en USA había caído en un
pecado escandaloso y luego de haberlo reconvenido, buscando su
arrepentimiento, este hombre le respondió que el Espíritu Santo le había
dado permiso para cometer ese acto, y por lo tanto no podía ser considerado
pecado. Esto es lo que creían los falsos maestros del tiempo de Judas.
Rechazan la autoridad de la Palabra escrita de Dios, porque ellos dicen estar
recibiendo una nueva palabra, una nueva revelación, a través de sus sueños
y visiones. Es un grave peligro para nuestra fe estar recibiendo esta clase de
cosas, pues, si además de las Sagradas Escrituras encontramos otras fuentes
de revelación, entonces cualquier locura de mentes exaltadas podrá ser
puesta como autoridad sobre la vida de los que siguen estas cosas.
 
3. Insultan a los seres celestiales.
No obstante, de la misma manera también estos soñadores… blasfeman de
las potestades superiores.
Aunque es difícil entender en qué sentido estos falsos maestros
blasfemaban a los seres celestiales, o a las glorias (doxas) del cielo, es muy
probable que, consecuentes con su vanagloria, arrogancia y autoconfianza,
estos hombres se consideraran superiores a los ángeles. Tal vez ellos, así
como los hombres de Sodoma y Gomorra, pretendían ultrajar a los seres
angélicos, gobernando sobre ellos.
Siempre ha existido cierta tendencia en muchas personas de inmiscuirse en
asuntos espirituales que no nos competen. Por ejemplo, en algunas culturas
animistas se cree que algunos pueden invocar a los muertos o seres
espirituales para conseguir que ellos hagan cosas a su favor. Algunos
pretenden tener conjuros mágicos a través de los cuales logran dominar a
los ángeles malos o demonios para conseguir que ellos les obedezcan. Los
que practican la hechicería o la brujería creen tener esta clase de control
sobre los espíritus y, supuestamente, los obligan a que trabajen para ellos.
Pero la realidad es otra, pues, estos desconocen los poderes superiores de
los ángeles. Son ignorantes que viven en esclavitud de sus propios pecados.
Las naciones latinoamericanas están muy influenciadas por estas
concepciones espiritualistas; el resultado de ello es que la gente se esclaviza
en la ruina espiritual.
Pero esto no sólo se practica en el mundo oscuro de la hechicería o la
brujería, sino también en algunos círculos del cristianismo. A través de la
radio y los libros, muchos predicadores modernos nos dicen que ellos tienen
la capacidad de dominar a los ángeles, dándole órdenes, logrando que ellos
hagan lo que desean. Pero esto también es presunción, ya que ellos solo
sirven al Dios Soberano. El Salmo 103:21 dice: “Bendecid a Jehová,
vosotros todos sus ejércitos, ministros suyos que hacéis su voluntad” y el
Salmo 104:4 “El que hace a los vientos sus mensajeros, y a la flamas de
fuego sus ministros”. Ellos obedecen la voz del creador, pero en ninguna
parte las Sagradas Escrituras nos dicen, ni por precepto ni por ejemplo, que
los creyentes tengamos autoridad para darle órdenes a los ángeles y hacer
que ellos hagan nuestra voluntad.
Es posible que muchos tomen el pasaje de Hebreos para concluir que
nosotros tenemos autoridad para dar órdenes a los ángeles: “¿No son todos
espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán
herederos de la salvación?” (Heb. 1:14); pero este pasaje no enseña
semejante cosa. Lo que afirma es que los ángeles fueron creados para el
servicio a favor de los salvos, pero su servicio consiste en obedecer a su
creador. Dios ama a su pueblo y en ese amor usa a los ángeles para que les
sirvan, pero en ninguna parte las Escrituras nos enseñan que podemos
decirle a un ángel que haga esto o aquello por nosotros. Dios es quien los
manda.
Ni siquiera en la Biblia se nos enseña a orar a Dios pidiendo que envíe a sus
ángeles para que hagan esto o aquello. No, porque dependemos del Señor,
no de los ángeles. Si el Señor quiere usar ángeles para ayudarnos en algo, él
lo hará, y los ángeles le obedecerán con gran complacencia, pero si Dios no
quiere usar medio alguno para cumplir su voluntad, entonces no lo hará.
Nosotros no somos quiénes como para decirle a Dios cómo obrar a favor
nuestro. Acudimos a él en medio de nuestra necesidad y esperamos en su
misericordia.
Entrometernos con el mundo espiritual está prohibido en las Sagradas
Escrituras. Solo podemos tener contacto o comunión con el Espíritu Santo,
quien nos ayuda en nuestra necesidad y es nuestro ayudador. Pero no
podemos comunicarnos con ningún otro espíritu, ya sea este un ángel del
cielo o un demonio, o un muerto, eso está prohibido porque nosotros no
tenemos la capacidad para observar el mundo espiritual en toda su
complejidad. (Det. 18:9-14).
Los santos en la Biblia nunca oraron a los ángeles para que les hicieran
algo, siempre oraron al único que Jesús nos enseñó orar: al Padre. Y el
Salmo 91:11 nos deja ver que los ángeles son enviados por Dios para
guardar a sus santos, pero no dice que nosotros oremos para que ellos
vengan a nosotros, ni siquiera nos manda a orar pidiendo que Dios los
envíe, eso es solo potestad del creador de los ángeles, es decir, de Dios.
 
 
 
 
 
 
 
Ignorancia de los falsos maestros:
El evangelio sensual
Judas 9 y 10
Introducción
Nunca en un período de la historia de la iglesia se había conocido de tantos
escándalos sexuales de parte de sus líderes, como en la época actual. Desde
1986 se escuchan en la televisión, la prensa, y ahora el internet, escándalo
tras escándalo.
En 1986 un famoso tele-evangelista pentecostal es sorprendido con una
prostituta y es obligado por su denominación a suspender el programa de
televisión en el cuan predicaba el evangelio, por un espacio tres meses; pero
luego, al ser sorprendido nuevamente buscando a una prostituta, y
habiéndosele solicitado una explicación, este poderoso sanador consideró
que su conducta obedecía a un conocimiento espiritual superior, y siendo
que, a su parecer, la feligresía de su populosa iglesia no tendría la capacidad
para comprender las elevadas revelaciones recibidas por él, solo les dijo:
“El Señor me manifestó que esto no es asunto de ustedes”[19].
Y luego, una larga lista de predicadores tras predicadores se ha inmiscuido
en terribles escándalos de índole sexual. Mas tarde comenzó la loca carrera
de los divorcios, pastores tras pastores, líderes y más líderes, están
separándose de sus esposas y al poco tiempo contraen nupcias con otra
mujer y prosiguen en sus ministerios, a veces con más “poder” o “unción”,
como se dice en el argot popular del cristianismo evangélico
latinoamericano.
Recientemente uno de los fundadores de un reconocido canal de televisión
cristiano en USA, por cierto, un canal muy controversial por la forma
descarada en que piden dinero a la audiencia, fue denunciado por su chofer
con quien mantenía una relación amorosa. Pero si en el mundo evangélico
de corte carismático los escándalos no cesan, por el lado del catolicismo
romano no escampa. El Vaticano está siendo cuestionado cada vez de
manera más abierta debido al encubrimiento que hizo de sacerdotes y
líderes católicos pedófilos. El fundador de una orden religiosa fue
denunciado por cientos de víctimas de abuso sexual. Sacerdotes en USA,
Alemania, México, España, Inglaterra, Irlanda son acusados de sodomitas y
pederastas.
Los líderes de reconocidas sectas seudo-evangélicas también han sido
acusados de pecados sexuales vergonzosos, mientras que otros líderes
evangélicos son investigados por enriquecimiento ilícito, al tomar los
diezmos de los feligreses y pasarlos a sus arcas personales, o recibir dineros
de narcotraficantes los cuales dan ofrendas para que el pastor o líder les
ayude intercediendo ante el cielo para que sus “negocios” marchen bien. En
años recientes un miembro del gabinete del gobierno colombiano acusó a
algunas iglesias cristianas de prestarse para lavado de dineros procedentes
del narcotráfico.
El panorama religioso actual, en el mundo, es un poco sombrío y la
confusión reina por todas partes. Algunos creyentes se preguntan ¿Qué está
pasando? ¿Qué pasó con la fe cristiana? ¿Porqué los líderes, los que
debieran ser ejemplo para el resto, están en peores condiciones morales que
la gente común?
Estos escándalos no son nuevos. En toda época y lugar los falsos maestros
han logrado entrar encubiertamente a las iglesias, causando gran daño y
dolor en medio de sus filas. Pero tenemos la Palabra profética más segura
para ayudarnos a detectar a los falsos maestros y alejarnos de ellos como de
una horripilante plaga mortal.
En los textos que analizaremos hoy, Judas nos enseña que estos falsos
pastores o maestros llegan a practicar esta clase de pecados y logran hacer
tanto daño, debido a la ignorancia espiritual que les caracteriza, pero la
logran camuflar debajo de una aparente vida de piedad y conocimiento.
Ellos engañan a muchos porque se muestran como personas muy sabias,
con un conocimiento espiritual más elevado y con una posición eclesiástica
de alto rango.
Analizaremos en estos dos pasajes, dos características adicionales de los
falsos maestros:
1. Se burlan de lo que está más allá de su conocimiento.
2. Son dominados por sus instintos animales
 
1. Se burlan de lo que está más allá de su conocimiento.
Pero cuando el arcángel Miguel contendía por el diablo, disputando con él
por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir maldición contra él, sino
que dijo: El Señor te reprenda, pero éstos blasfeman de cuántas cosas no
conocen… v. 9-10a
Ya en el versículo 8 el pastor Judas había dicho que los falsos profetas
blasfeman de las potestades superiores, pues, se consideran superiores a
ellas, o ellos se presentan ante la iglesia como pertenecientes a una casta
especial de seres humanos, casi comparables con los ángeles.
Ahora en el verso 9 Judas usa una historia no bíblica, pero muy conocida
por los falsos maestros de su tiempo, para demostrarles que ellos están
haciendo las cosas mal, y que ni siquiera siguen el ejemplo de algunos de
sus libros predilectos. Pues, en su afán de querer presentarse como gente
con un conocimiento espiritual muy elevado, se estaban entrometiendo
peligrosamente en cosas que ni siquiera conocían, como lo es el mundo
espiritual.
Todo el versículo 9 hace referencia a la historia extra-bíblica de la disputa
entre Satanás y el arcángel Miguel por el cuerpo fallecido de Moisés. Esta
historia no se encuentra registrada en la Biblia, pero si aparece en un libro
apócrifo, escrito en el período intertestamentario, llamado La Asunción de
Moisés. Apócrifo es una palabra que viene del latín y del griego apocryfos,
la cual significa literalmente oculto. Hace referencia a algo fabuloso,
supuesto o fingido. Con relación a los libros de las Sagradas Escrituras
significa que un libro no cumplió con las normas o regla (canon) para
formar parte de ella. Muchos libros apócrifos surgieron en el período
intertestamentario y también luego de la muerte de los apóstoles. Estos
libros, con el ánimo de tener aceptación o credibilidad entre la gente,
usaban seudónimos, especialmente se valían de los nombres de los
apóstoles o alguno de los patriarcas del Antiguo Testamento.
Ahora, usted se preguntará ¿Porqué un escritor inspirado por el Espíritu
Santo acude a una historia que aparece en un libro no inspirado? Las
respuestas que se han dado son muchas, pero sólo quiero mencionar
aquellas con las cuales encuentro cierta identificación.
Primero, Judas, así como otros autores de las Sagradas Escrituras, en pocas
ocasiones recurrieron a otras fuentes con fines de enseñanza, por ejemplo,
Moisés en Números 21:14 dice “Por tanto se dice en el libro de las batallas
de Jehová…”, pero no tenemos ese libro en el Antiguo Testamento, no
pertenece al canon. De la misma manera en Hechos 20:35 Pablo enseña a
los ancianos de Éfeso diciéndoles “En todo os he enseñado que, trabajando
así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor
Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir”; pero si buscamos
en todos los evangelios no encontraremos esas palabras; no obstante la
iglesia del primer siglo conocía bien esas palabras de nuestro Señor. Pablo,
también, en Hechos 17:28 usa las palabras de un poeta pagano con el fin de
ilustrar su enseñanza a los filósofos en Atenas: “Porque en él vivimos, y nos
movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también ha
dicho: Porque linaje suyo somos”. Le pareció bien al Espíritu Santo usar en
pocas ocasiones los dichos o escritos de gentes paganas con el fin de ilustrar
ciertas enseñanzas. Ahora, lo que se cita en las Escrituras de estas fuentes
extra-bíblicas son verdades, y toda verdad procede de Dios, no importante
el lugar o la generación o el país donde ella se encuentre. Muchos filósofos
dijeron cosas que son verdades, y eso necesariamente procede de Dios, sin
significar esto que ellos fueran creyentes o estuvieran siendo inspirados por
el Espíritu Santo. Nosotros encontramos muchas verdades en otros libros
diferentes a la Biblia, como por ejemplo, cuando vamos a un libro de
matemáticas y allí el autor nos dice que en una suma el orden de los
factores no altera el producto, eso es una verdad, sin que necesariamente
lleguemos a la conclusión que todo lo que ese autor escriba sea verdadero, o
que él sea inspirado por el Espíritu Santo.
Ahora, no sabemos de donde tomó la fuente el autor del libro apócrifo la
Asunción de Moisés, pero en esto que dijo de la escena de Miguel peleando
contra el diablo por el cuerpo de Moisés expresó algo que el Espíritu Santo
luego usaría como una ilustración verdadera para enseñar a los santos. No
significa esto que todo lo contenido en dicho libro sea verdadero o que sea
necesario para el creyente; es más, un alto porcentaje de la literatura
apócrifa está llena de fantasías y cosas erradas.
Una segunda respuesta es que Judas usó el libro La Asunción de Moisés y el
libro Las profecías de Enoc (en el verso 14), porque para los falsos profetas
iba a ser más fácil entender lo que él les estaba enseñando, debido a que
ellos y muchos judíos de su tiempo estaban muy familiarizados con esta
literatura apócrifa, surgida especialmente en el período intertestamentario
(entre Malaquías y Mateo). Los falsos profetas estaban influenciados por
esta literatura y ellos pretendían tener conocimientos más profundos de los
ángeles y el mundo espiritual; de manera que Judas se vale de este
conocimiento con el fin de mostrarles que incluso sus propios libros estaban
en contra de lo que ellos enseñaban.
Ahora, ¿qué es lo que dice el libro La Asunción de Moisés sobre esta escena
donde encontramos al arcángel Miguel, a Moisés y al diablo? El autor de
dicho libro dice que cuando Moisés murió, el Señor quiso sepultar su
cuerpo y para ello envió a Miguel, el arcángel protector de Israel, uno de los
principales y más poderosos en el rango angelical. Estando Miguel en esta
faena, aparece el diablo con el fin de reclamarle el cuerpo inerte de Moisés.
El diablo dio varias razones para ello: Primero, dijo que Moisés, siendo lo
que fue, merecía una digna sepultura en medio del pueblo de Israel; pero el
diablo no estaba interesado en la dignidad del fallecido, sino en propiciar la
idolatría en el pueblo, pues, con el paso del tiempo, la tumba de Moisés se
convertiría en un sitio de peregrinación, veneración y automáticamente,
adoración. Pero también el diablo dijo que ese cuerpo le pertenecía porque
Moisés era un asesino, pues, él había matado al egipcio cuando éste
golpeaba a un hebreo. Estando en esa disputa espiritual el poderoso
arcángel Miguel, cuyo nombre significa “¿Quién es cómo Dios?, no habló
palabra alguna contra el diablo, otra potestad espiritual, sino que le dijo
“Que sea Jehová quien te reprenda”. Entonces Satanás le dejó y Miguel
pudo sepultar el cuerpo de Moisés en un lugar desconocido hasta el día de
hoy. ¿Qué enseñanza contenía este hecho para combatir a los falsos
maestros del tiempo de Judas y para los falsos profetas de hoy día? Este
será el siguiente punto en nuestro análisis.
 
2. Son dominados por sus instintos animales.
Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por
naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales. V. 10
Estos falsos maestros a los que combate Judas, los cuales estaban causando
mucho daño a la iglesia, pretendían ser personas con poderes
sobrenaturales; ellos se consideraban los más grandes sabios de la iglesia.
Tal vez por sus sueños, supuestas revelaciones y conocimientos profundos
del mundo espiritual, consideraban que eran superiores a los apóstoles y los
pastores.. Es posible que ellos tuvieran en poca cosa y ridiculizaran la
enseñanza doctrinal apostólica, y blasfemaran en contra de ellos y de todos
los que fueron autorizados por Cristo para establecer el fundamento
doctrinal de la Iglesia. Su soberbia era tal, que se consideraban una casta de
profetas superiores a los ángeles, tanto, que ellos pretendían dominar sobre
ellos y lanzaban maldiciones e injurias contra los ángeles malos y Satanás.
Pero realmente lo que esto manifestaba era su ignorancia. Pues, los ángeles,
sean santos o caídos, poseen una gran fuerza y poder, de manera que entre
ellos mismos ni siquiera se atreven a lanzar maldiciones, pero estos falsos
profetas si lo hacían. ¡Qué absurdo! Pareciera decir Judas. ¡Cuán ignorantes
son ellos! Ni siquiera saben de lo que hablan. Pretenden conocer el mundo
espiritual pero eso es sólo vana ilusión, locura e ignorancia.
Esta situación de los falsos profetas del tiempo de Judas es muy parecida a
la que vemos en algunos círculos cristianos de hoy día. Escuchamos a
muchos maestros y profetas dar descripciones cartográficas del mundo
espiritual. Ellos dicen saber los nombres de las potestades que gobiernan
cada ciudad, región o país. Ellos dicen conocer la mejor manera de derrocar
a estas potestades y lanzan especies de conjuros en el nombre de Cristo para
reprender y expulsar legiones demoníacas de ciertos lugares. Judas, en este
tiempo, les diría: Ignorantes, arrogantes espirituales, no saben nada de
nada, ni siquiera pueden imaginar cómo es realmente el mundo espiritual.
Estos hombres se atreven a tener cultos de liberación y guerra espiritual
donde ellos supuestamente pisotean a Satanás y lanzan contra él
maldiciones; pero sus hechos muestran la ignorancia en la cual se
encuentran, pues, no sólo en el pasaje del libro apócrifo mencionado por
Judas se encuentra la verdad de que solo el Señor puede reprender de
manera certera a Satanás, sino que en Zacarías 3:1-2, el mismo Dios nos
muestra que sólo él puede hacerlo: “Me mostró al sumo sacerdote Josué, el
cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano
derecha para acusarle. Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh
Satanás…”
Lo más triste de esta arrogancia espiritual son los resultados que produce.
Judas dice que estos arrogantes e ignorantes profetas, en lo poco que
conocen se corrompen, como los animales irracionales. Al respecto dice
John Benton “Proclaman ser sabios, pero en realidad son unos ignorantes.
Proclaman ser hombres con mentes iluminadas, pero en realidad se
comportan más como animales. Están dominados por apetitos carnales. En
su inmoralidad sexual son como caballos o perros en celo, incapaces de
controlar su deseo. Un comportamiento semejante acarreará el juicio de
Dios  y los destruirá, tal como Judas ha explicado en los versículos 5 a 7.
Siendo que ellos desconocen la autoridad espiritual de los apóstoles
verdaderos, es decir, los doce más Pablo, entonces se dan el lujo de vivir
conforme a sus caprichos y deseos carnales, pretendiendo estar por encima
de la Ley Santa del Señor, debido a que se consideran superiores al resto de
creyentes. Cuando el humilde espíritu que debe caracterizar a los hijos de
Dios no está presente, y en cambio hay un corazón lleno de supuesto
conocimiento elevado, de orgullo y arrogancia, entonces quedamos a
merced de nuestra propia carne, y las consecuencias son el resurgir de la
concupiscencia y el deseo desordenado por satisfacer los deseos
pecaminosos.
Es por eso que muchos de estos falsos maestros iluminados caen en las
profundidades del pecado sexual y lo aceptan como algo natural para
mitigar su cansancio, no viéndolo como algo pecaminoso, sino necesario.
Es por eso que hoy día el Vaticano y muchas iglesias evangélicas están
diciendo a los decepcionados feligreses que no juzguen a los ministros
pedófilos o adúlteros, pues, “pobrecitos”, ellos trabajan tanto para la obra
del Señor, que en su largo fatigar espiritual caen a expensas de las malas
mujeres que los seducen para adulterar y de los “pervertidos” niños que
ellos violan.
Cuando un ministro se da el lujo de pensar que es algo más que un humilde
siervo del Señor, y se considera como un jerarca o iluminado a quien deben
acudir todos para poder encontrar el favor divino, entonces está a las
puertas de caer en los más terribles pecados, pues, se ha vuelto ignorante y
desvaría en sus locas imaginaciones.
Quiera el Señor librarnos de ser encontrados falsos profetas, pretendiendo
ser más de lo que realmente somos, y él nos ayude a no caer en manos de
los falsos maestros, porque, si logramos salir de sus garras afiladas, será
maltratados, heridos y casi destruidos, como le ha pasado a multitud de
personas que hoy día sufren las terribles consecuencias de haber seguido a
un falso pastor.
 
Juicio de maldición sobre diferentes clases
de falsos maestros:
El camino de Caín: Los que pervierten la
adoración por su corazón impío y
malvado.
Judas 11 (Primera parte)
Introducción:
Una de las cosas que más indigna al ser humano es cuando puede ver cómo
una persona se hunde más y más en su propia destrucción, y aunque se le
dan advertencias, éste, de manera tozuda, continúa en su propósito de hacer
daño a su propia vida. Es posible que la mayoría de nosotros conozcamos a
jóvenes que empezaron con los primeros pasos de un vicio peligroso, y a
pesar de los ruegos de su madre y las advertencias de la sociedad, este joven
decidió profundizar más en su vicio amistándose con personas que no le
iban a ayudar a salir del problema sino todo lo contrario. Esto nos indigna
porque sabemos que el final de ese joven no será el mejor. Destruirá su
futuro, su vida y causará dolor a su familia.
El pastor Judas siente la misma indignación cuándo ve a algunos de los
creyentes, en la iglesia receptora de su carta, seguir e imitar un camino que
de seguro les conducirá a su propia destrucción. Estas personas no se han
percatado del grave peligro que corren sus almas cuando escuchan y siguen
las enseñanzas de los falsos maestros que se han introducido de manera
solapada en la Iglesia y ahora están enseñando cosas nuevas y distintas a lo
que los santos han creído siempre.
Es por esa razón que en el verso 11, Judas presenta tres clases de perversión
doctrinal y la consecuente maldición que vendrá sobre los que enseñan y
siguen las falsas enseñanzas que se introducen en la Iglesia, usando como
ejemplo a tres personajes del Antiguo Testamento, que no brillan por su
piedad, sino por su maldad. Estos tres personajes son: Caín, Balaam y Coré.
Cada uno de ellos se caracterizó por una maldad sobresaliente, y cada una
de estas maldades puede ser encontrada en los falsos maestros.
Pero el autor no sólo quiere que sus lectores conozcan las maldades que les
caracterizó a estos personajes no ilustres, sino los juicios que vinieron sobre
ellos. Por eso el verso 11 es introducido con una fuerte imprecación: ¡Ay de
ellos! Judas habla como solían hacer los antiguos profetas que anunciaban
terribles juicios sobre el pueblo desobediente y sobre las naciones impías, o
como Jesús, cuando con gran dolor advierte de la condenación que vendrá
sobre los falsos religiosos de su tiempo o sobre los judíos incrédulos que se
resisten a creer en él a pesar de que están viendo las señales milagrosas que
proceden de su mano divina (Mt. 11:21; Mt. 23); o como Juan, quien en el
Apocalipsis declara angustiosos Ayes sobre los impíos, los cuales recibirán
la retribución justa de sus pecados. El apóstol Pedro afirma que estos falsos
maestros son hijos de maldición (2 Ped. 2:14), ellos están bajo la maldición
divina.
La misma destrucción que vino sobre Caín, Balaam y Coré, también vendrá
sobre los falsos maestros y las personas que siguen sus nefastas enseñanzas,
porque, en esencia, Caín, Balaam y Coré, tienen mucho en común con los
fasos maestros de todos los tiempos; pues, por lo general, estos malvados
falsos profetas sólo buscan tres cosas: satisfacer su amor propio, satisfacer
sus deseos materiales y satisfacer sus deseos de poder. Por lo general
buscan: gloria, dinero y poder.
Analicemos con nuestro autor sagrado a estos tres personajes que
representan a tres clases de falsos maestros, siguiendo la siguiente
estructura, que de manera natural, nos presenta el pasaje.
Juicio de maldición sobre los que:
1. Pervierten la adoración por su corazón impío y malvado: El camino de
Caín
2. Pervierten la doctrina por su corazón codicioso: El error de Balaán
3. Pervierten el orden y la tranquilidad de la iglesia por su corazón amante
del poder: La rebelión de Coré
 
1. Pervierten la adoración por su corazón impío y malvado: El camino
de Caín. “!Ay de ellos! Porque han seguido el camino de Caín…”
El primer personaje usado como modelo de lo que los falsos maestros son y
enseñan en las iglesias, es Caín, quien vivió al comienzo de la historia
humana: lo cual nos deja ver que los falsos maestros han estado siempre
con nosotros, desde el principio, y estarán acompañándonos hasta el fin.
Esta es una raza de perversos hombres que siempre están engendrando
nuevos maestros que profundizan más en sus herejías. Aunque la fe
cristiana irradia una luz verdadera que disipa lo falso y enseña la doctrina
correcta, no obstante, dentro de la iglesia siempre tendremos a los falsos
maestros. Jesús lo dijo así:
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos
de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” Mt. 7:15
“Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos” Mt.
24:11
“Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán
señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos”.
Mr. 13:22
Y el apóstol Pedro también le recuerda a los lectores de su segunda carta
que en el pasado hubo falsos profetas y también los habrá en el seno de la
cristiandad: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como
habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente
herejías destructoras…” 2 Ped. 2:1
Pero ¿Cuál es el camino de Caín que siguen los falsos maestros y que los
creyentes no debemos andar? Hay varios elementos importantes que
debemos considerar en este falso maestro, los cuales se dejan ver en los
pocos pasajes bíblicos que nos hablan de Caín.
Génesis 4:1-7 “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a
Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. Después dio a luz
a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la
tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra
una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus
ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su
ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó
Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín:
¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien
hicieres, ¿No serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la
puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él” (Gen.
4:1-7). Un primer aspecto pecaminoso que encontramos en Caín, como
modelo de falso maestro, es la perversión de la adoración. De seguro que
Adán y Eva habían enseñado a sus hijos la forma, la actitud y la calidad de
la adoración y los sacrificios que debían presentar ante el santo y soberano
Dios. Caín y Abel habían aprendido lo que luego Dios enseñó a través de
Moisés: Que Dios no acepta sacrificios imperfectos, sino que él quiere lo
mejor. En el Antiguo Pacto Dios ordenó que los animales escogidos para los
sacrificios debieran ser los mejores, sin defecto alguno. Lo mismo cuando
se presentaban ofrendas vegetales, todo debía ser lo mejor. Pero por encima
de todo esto, la actitud del corazón era más importante que el sacrificio
mismo: “Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres
holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón
contrito y humillado no despreciarás tu, oh Dios” (Sal. 51:16-17).
Caín, aunque conocía la lección, tenía un corazón malo e incrédulo. Él no
se conformó a las sanas palabras de Dios en cuanto a los sacrificios sino
que quiso modificar a su antojo el culto verdadero. No ofreció de lo mejor,
sino de lo que él quiso, de lo que consideró apropiado según su necio
razonamiento, y no sólo esto, sino que trató de agradar a Dios teniendo un
corazón rebelde, falto de amor y de misericordia para con su prójimo. Se
requiere un corazón humillado para ofrecer una ofrenda agradable al Señor,
pero Caín se presentó con un corazón orgulloso, confiado en sí mismo,
prepotente, y en vez de doblegarse ante la gracia divina, se mantuvo altivo
en su necedad espiritual, pensando que Dios se agradaría en su nueva forma
de adoración. Pero el resultado fue nefasto, Dios rechazó su ofrenda, y
también lo rechazó a él. Caín no era de los que temblaba ante la Palabra del
Señor, y por lo tanto Dios no hizo morada en él. Caín no era de aquellos en
los cuales Dios se complace, como dice el profeta: “… pero miraré a aquel
que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi Palabra” (Is. 66:2).
Los falsos maestros que pervierten la adoración pueden ser encontrados hoy
día en todas las corrientes teológicas que inundan el panorama evangélico:
Los orgullosos proponentes de la teología de la fe y la prosperidad, que se
presentan con arrogancia ante Dios dándole órdenes para que los bendiga a
cambio de las ofrendas presentadas, no con un corazón humilde y
agradecido, sino con un corazón avaro y materialista, esperando recibir
“bendiciones” que satisfagan sus corazones hambrientos de placer terreno.
Pero también los falsos maestros que siguen el camino de Caín están entre
las iglesias más conservadoras y reformadas, cuando se presentan ante
Dios, a través de un culto muy solemne y bíblico, pero con corazones
orgullosos y engreídos por su supuesto apego a la doctrina bíblica, más son
faltos de amor y misericordia para con los demás. Estos maestros de la
ortodoxia son fríos ante las necesidades humanas y ponen por encima del
amor y la misericordia su doctrina histórica, esto también es perversión de
la adoración, pues, Dios quiere un corazón que, además de creer lo correcto
de él, viva el amor puro que es el cumplimiento de la Ley: “Id, pues, y
aprended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio.” (Mt. 9:13).
“… uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón,
con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar
al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y
sacrificios” (Mr. 12:32-33).
Hebreos 11:4 nos deja ver que otra marca pecaminosa de Caín era su falta
de fe. Él no era un verdadero creyente. Aparentaba serlo, y ofrecía
sacrificios a Dios pero sin fe en la obra del Salvador prometido. Confiaba
en sí mismo y en su capacidad de ser aceptado por Dios. Era un humanista
inveterado. “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que
Caín…”. La ofrenda de Abel fue aceptada porque se hizo en fe, en la fe que
los antiguos depositaron en el Mesías prometido. Por lo tanto, Caín ofreció
la ofrenda del incrédulo, del que no es creyente. Cuántos falsos maestros,
pastores y profetas están hoy ocupando los púlpitos de las iglesias, las
cátedras de los seminarios teológicos y los canales de televisión o la radio,
enseñando una fe en la cual no creen, hablando de un Cristo al cual
realmente no han aceptado como Su salvador, y enseñando una Biblia la
cual no es la Palabra infalible e inspirada de Dios para ellos. No hay nada
peor que un predicador no regenerado. Un pastor incrédulo tiene un
potencial muy grande de hacer daño a la comunidad cristiana. Un pastor
incrédulo no está interesado en las almas, sólo quiere enseñar aquello que
va en armonía con su corazón malvado y falto de verdadero amor. Este
pastor inconverso puede hablar de Cristo, puede hablar del amor, puede
enseñar la Biblia y hablar de Dios, pero su fin siempre será la satisfacción
de su perverso corazón, y por lo tanto, para este falso maestro no habrá
dificultad en cambiar aquellas doctrinas o elementos de la adoración bíblica
que no son agradables a su humanismo consumado, ni al humanismo de sus
oyentes.
Caín pretendió presentar una ofrenda que fuera agradable a Dios, evitando
el derramamiento de la sangre de un animal. Él confiaba en su capacidad
para ofrecer a Dios algo que le fuera agradable, pero basado, no en la fe
puesta en la sangre del Mesías que vendría, sino en su propia capacidad.
Intentó aplacar a Dios mediante esfuerzos humanos. Y cuando vio que la ira
de Dios se mantenía contra su corazón pecaminoso, entonces se ensañó
contra su hermano. Los falsos maestros, por lo general, no tienen en gran
estima la santidad de Dios, ni su ira y ni el medio que ha establecido del
derramamiento de la sangre para el perdón de los pecados. Para ellos,
hablar de la necesidad de un sacrificio cruento para satisfacer la ira de Dios
suena como algo muy cruel, burdo y bárbaro. Ellos tratan de presentar al
Dios cristiano como un dios civilizado y postmoderno, de manera que
hablan lo menos posible del sacrificio de Cristo. 
En 1 Juan 3:11-14 encontramos que otras características pecaminosas de
Caín eran: su falta de amor y sus malas obras. “Porque este es el mensaje
que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. No como
Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató?
Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas”. Los falsos
maestros que estaban dañando a la iglesia en el siglo I, y que todavía hoy
siguen actuando, se caracterizan por su falta de amor y sus malas obras.
Aunque ellos pueden hablar del amor romántico y del amor que es
pluralista, no obstante, son incapaces de ofrecer el amor bíblico, ese amor
que se entrega por completo a los demás, ese amor que está dispuesto a
sacrificarse por los que sufren, ese amor que es capaz de denunciar el
pecado. No, los falsos maestros no pueden dar ese amor, porque éste solo
procede de corazones donde el amor de Dios ha sido derramado por el
Espíritu Santo (Ro. 5:5).
Los falsos maestros, al igual que Caín, no tienen compasión de las almas
que sinceramente buscan a Dios. Ellos se aprovechan de la simplicidad de
algunas personas, y las conducen al degolladero. Les prometen su
compañerismo, pero sólo con el fin de aprovecharse de ellas para
explotarlas, y luego de haber conseguido el fin perseguido, entonces las
matan espiritualmente. Estos falsos maestros se muestran amistosos y tratan
a todo el mundo de hermanos, así como Caín hizo con Abel, y los invitan a
caminar hacia un mundo feliz, pero, lo único que pueden ofrecer es la
muerte, porque ellos mismos están muertos. Los falsos maestros son como
los fariseos que “recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez
hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros” (Mt. 23:15).
En la tradición judía Caín llegó a ser el prototipo del egoísmo y del cinismo.
“Para los pensadores hebreos Caín era el incrédulo, cínico, materialista, que
no creía ni en Dios ni en el orden moral del mundo; y que por lo tanto,
hacía exclusivamente lo que quería”[20].
Caín, aunque pretendía llevar una vida religiosa externa, no obstante, sus
obras eran malas. Él podía engañar a Abel su hermano y a sus padres, pero
no podía engañar a Dios. Caín se vendió al demonio, rechazó la
misericordia de Dios y se alejó de él. “Un antiguo comentario judío acerca
de Génesis 4:8 pone las siguientes palabras en labios de Caín: “No hay
juicio, ni juez, ni mundo por venir; no habrá recompensa para los justos ni
destrucción para los malvados”[21].
Cuánto cuidado debemos tener con los falsos maestros, ellos abundan por
todas partes, ofrecen su amistad y hablan palabras halagadoras, pero al final
dejan ver lo que realmente son: “estando atestados de toda injusticia,
fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios,
contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores,
aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males,
desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural,
implacables, sin misericordia…” (Ro. 1:29-31).
En la época medieval los vemos persiguiendo los más altos y rentables
cargos dentro de la estructura jerárquica de la iglesia. No eran salvos, ni
amaban al Salvador, ni estaban interesados en la salvación de las almas,
pero querían estar dentro de los líderes de la iglesia, sólo con el fin de
satisfacer los deseos de sus corazones humanistas. Ellos eran mutiladores
del cuerpo (Fil. 3:2), eran como perros hambrientos entregados a las
vanidades de su corazón engañoso y a los placeres sensuales, su interés era
sólo lo terreno; ellos se enmarcan perfectamente en la descripción que hace
Isaías de los guías espirituales del pueblo en su época: “Sus atalayas son
ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar;
soñolientos, echados, aman el dormir. Y esos perros comilones son
insaciables; y los pastores mismos no saben entender; todos ellos siguen
sus propios caminos, cada uno busca su propio provecho, cada uno por su
lado. Venid, dicen, tomemos vino, embriaguémonos de sidra; y será el día
de mañana como este, o mucho más excelente” (Is. 56:10-12). No les
importaba ser contratados como atalayas o vigilantes, aunque sabían que su
interés era sólo dormir y entregarse al placer, y luego, cuando no podían
detectar el peligro que asechaba al pueblo, los abandonaban a la muerte y,
como Caín, participaban del asesinato de los suyos.
El camino de Caín es el camino del odio, de la envidia, del asesinato de las
almas, de la perversión del culto a Dios, el camino del humanismo, el de las
obras humanas, el de la auto-confianza, el de la adoración sin Cristo, el de
la religión sin santidad.
¿Y Cuál fue la maldición que reposó sobre Caín? Fue un hombre maldito
por el resto de toda su existencia. “Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra,
que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano”
(Génesis 4:11). Una señal en su frente evidenciaba su condición miserable y
errante, la cual nunca podría borrarse. Era portador de la maldición que lo
llevaría de manera indefectible a los tormentos del infierno. La señal en su
frente no podía ser borrada, como tampoco se puede quitar la señal de todos
los falsos maestros que enseñan en la iglesia, no la doctrina de Cristo y su
cruz, sino la doctrina del demonio que se centra en los placeres terrenos y
los goces de las riquezas y vanidades de Babilonia la grande. Que enseñan a
las almas inconstantes a amar el mundo y todo lo que en él hay; a los que
enseñan esto y los que siguen a estos falsos maestros, sino se arrepienten de
haber pervertido el evangelio, les espera una gran condenación, porque la
marca de la bestia, la marca del demonio ya está en sus frentes: “y el humo
de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día
ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la
marca de su nombre” (Ap. 14:11).
 
 
 
 
 
 
Juicio de maldición sobre diferentes clases
de falsos maestros:
El Error de Balaam: Los que pervierten la
doctrina por su corazón codicioso
Judas 11 (Segunda parte)
Introducción:
Una de las causas que condujeron a la gran explosión de la Reforma
Evangélica en el siglo XVI liderada por Martín Lutero, fueron los abusos
eclesiásticos relacionados con el dinero y los bienes materiales. Muchas
personas llegaron a cansarse del afán puramente materialista que tenían los
pastores de su tiempo: El Papa, los cardenales, arzobispos, obispos y
sacerdotes.
La historia nos cuenta que la mayoría de los hombres que ocuparon estos
cargos eclesiásticos durante la Edad Media no tenían como fin principal el
servir a la Iglesia, sino que la Iglesia les sirviera como medio para acumular
riquezas personales.
Algunas de las prácticas mercantilistas mas repudiadas por la historia son:
Las anatas. Era la práctica por la cual se requería que un obispo diera todas
las entradas económicas del primer año de su obispado a Roma. Los
obispos hacían esto con gusto, porque luego del primer año su cargo
producía ganancias fabulosas.
Las colocaciones. Era la práctica de Roma de cambiar obispos después de
un tiempo a puestos que estaban vacantes. De esta forma el Vaticano se
aseguraba de recibir más recursos por las anatas que debían pagar los
obispos trasladados a un nuevo sitio. No era extraño que los obispos fueran
cambiados constantemente.
Las preservaciones. Los Papas reservaban para sí mismos los mejores
puestos eclesiásticos, los que significaban mayores entradas económicas.
Los Papas enviaban representantes suyos para recibir los fondos
recolectados en dichos cargos.
Las dispensaciones. Era el pago que podía dar una persona a cambio de
violar la ley canónica. Ejemplo, si una persona quería ocupar un cargo
eclesiástico, y no cumplía con la edad, entonces pagaba a Roma una
dispensación y ocupaba el cargo deseado.
La simonía. Era la práctica de la venta y compra de cargos eclesiásticos.
Cuando un puesto quedaba vacante, el Papa le podía poner un precio y éste
era entregado al mejor postor.
El nepotismo. Era la práctica de nombrar familiares para cargos
eclesiásticos que en muchos casos eran hereditarios. Se cuenta de un Papa
que nombró a su sobrino de 14 años de edad para el puesto de cardenal.
El pluralismo. Hace referencia a la práctica de ocupar más de un puesto
eclesiástico simultáneamente. Se cuenta del caso del hijo del Duque de
Lorena que simultáneamente ocupó 9 puestos de Abad, 9 de Obispo, 3 de
arzobispo y 1 de Cardenal.
Las indulgencias. Esta fue la práctica que más indignó a Lutero y a mucha
gente de su tiempo. Consistía en vender el perdón de los pecados. La Iglesia
afirmaba que ella era la administradora del banco de méritos. Este banco
guardaba todas las buenas obras que les habían sobrado a los santos de toda
la historia de la iglesia. Ejemplo, el apóstol Pedro hizo tantas buenas obras,
que le sirvieron para salvarse él, y le sobraron muchísimos méritos. Estos
méritos ahora eran administrados por la iglesia y podían ser dispensados a
todo aquel que la Iglesia, en cabeza del Papa, quisiera dar. Pero la iglesia no
los daba gratis, sino que los vendía, a través de las indulgencias. Siendo que
la mayoría de católicos evidentemente pecaban, entonces muchos de ellos,
sino todos, no tenían la esperanza de entrar al cielo, por lo tanto, su
salvoconducto podría ser el adquirir algunas de estas indulgencias, que
servían no sólo para ellos mismos, sino para comprar el cielo a favor de
familiares que habían muerto y podían estar sufriendo en el “purgatorio”.
Cuando los cristianos de nuestro siglo post-moderno escuchamos lo que la
historia nos cuenta de los abusos eclesiásticos de la Edad Media, nos
sorprendemos al ver el espíritu egoísta y materialista que caracterizó a los
que debían ser humildes pastores que no buscaban su propio bien sino el de
las almas.
Pero esto no sólo sucedió en el Catolicismo Romano o en la Edad Media.
Esto ha pasado en muchas épocas de la historia de la iglesia, y hoy día es el
común en numerosas iglesias que se llaman cristianas o evangélicas.
Analicemos hoy, con el maestro Judas, en qué consiste “el error de
Balaam” como modelo de un falso maestro o de un falso pastor, el cual
recibirá la justa condenación de la ira de Dios, de manera que no sigamos a
los maestros del error.
“!Ay de ellos! Porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por
lucro en el error de Balaam…” (Judas 11).
La segunda clase de falsos profetas que nos presenta Judas, se viste con un
ropaje de espiritualidad, y hasta tiene la capacidad de hacer algunos
milagros. En un tiempo pudieron escuchar la voz de Dios y hasta podían
bendecir en su nombre. Eran tenidos por profetas del Dios vivo, pero por la
avaricia de sus corazones decidieron usar estas facultades espirituales para
sacar el máximo provecho personal, y recibir, a cambio de ministrar estos
dones, grandes ganancias económicas.
Con el fin de detectar a estos falsos maestros que han hecho y hacen daño a
la iglesia, analicemos quién era este Balaam en lo que tiene que ver con su
actividad lucrativa.
La historia de este misterioso hombre, que era tenido por adivino entre las
tribus de Moab y a quien al parecer Dios le había otorgado algunas gracias
proféticas, se encuentra en números capítulos 22 al 25.
Cuando Israel recién salía victorioso de Egipto, y luego que Dios destruyera
al poderoso ejército de Faraón, las naciones y pueblos que estaban ubicadas
en la ruta escogida por Dios para que el pueblo llegara a la tierra prometida
estaban atemorizadas ante el paso de Israel, porque Dios estaba con ellos y
no había ejército alguno que pudiera hacerles frente. En esta angustia se
encontraba el pueblo de Moab, quien en cabeza de Balac estaba tratando de
evitar la destrucción que con seguridad se cernía sobre ellos.
Los príncipes y sabios que acompañaban a Balac le aconsejaron que no
hiciera guerra contra Israel porque de seguro serían destruidos, sino que
más bien acudiera a algún poderoso hechicero o adivino que pudiera
maldecir a esa nación. En esa búsqueda encontraron a un adivino o profeta
llamado Balaam, quien tenía la fama de poder bendecir o maldecir de
manera efectiva.
No sabemos cómo Balaam conoció del Dios verdadero, pero, según el
relato bíblico, en algunas ocasiones Dios le habló directamente, y este
hombre tenía cierto temor hacia Jehová, el Dios de Israel. Así como
Abraham, en medio de una nación idólatra y pagana, pudo escuchar la voz
de Jehová Dios que lo llamó para servirle, este Balaam también había
recibido alguna revelación del Dios verdadero en medio de un pueblo
pagano.
La fama de Balaam, como profeta o adivino, se había extendido por esas
tierras al punto que los reyes querían usar sus servicios. Balac envió
emisarios para que le pidieran a Balaam que fuera a maldecir a la nación de
Israel, y éste, luego de consultar con Dios, decidió no ir porque el Señor le
había dicho que Israel era una nación bendecida por él y nadie podría
maldecirla, ni ningún agüero o hechicería podría hacerle daño (Num.
23:23). Luego de esta negativa, el gobernante Balac decide seducir al
profeta con algo que tiene el poder de corromper los más piadosos
corazones: El dinero, las riquezas y el honor mundano.
Así que Balac le envía a príncipes (pocos hombres no se dejan atrapar por
la atractiva personalidad que tienen los príncipes o poderosos), para
ofrecerle, no solo dádivas económicas, sino la honra de este mundo, tal vez
cargos políticos y reconocimientos nacionales.
En vista de este atractivo ofrecimiento, Balaam, sabiendo cuál es la
respuesta de Dios, pues, ya se le ha dicho “No vayas con ellos, ni maldigas
al pueblo, porque bendito es” (Num. 22:12), decide tratar de persuadir a
Dios, tal vez pensando que Dios se deja deslumbrar por el atractivo, el
poder y el dinero de los hombres. En vista de que el corazón de este profeta
ha sido movido por los ofrecimientos terrenos de los príncipes, entonces el
Señor decide dejarlo ir, no con su beneplácito, sino con el fin de llevarlo a
su destrucción, pues, todo aquel que conociendo la voluntad revelada de
Dios, persiste en querer hacer lo contrario a ella, entonces está cavando el
pozo de su propia miseria y ruina espiritual.
Balaam tenía ciertas facultades proféticas que Dios en su gracia quiso
concederle, y estos dones debían ser usados para el servicio a los propósitos
divinos. Dios no se los dio con el fin de que él alcanzara cierto estatus
económico, social o político, pero él prefirió el premio de la maldad. (2
Pedro 2:15).
Este premio de la maldad del cual habla Pedro hace referencia al uso que
los profetas o maestros espirituales le dan a sus capacidades dadas por Dios
para sacar provecho personal. De Balaam no se nos dice que estuviera
pasando grandes necesidades económicas cuando Balac envió a sus
emisarios para que lo sedujeran con dádivas y honores políticos. No. Él
debía aprender a confiar en el Señor y depender de él para su sustento. Pero
su corazón avaro lo llevó a contemplar con agrado la posibilidad de sacar
provecho económico, personal y social de sus facultades espirituales.
Esto es un gran pecado que Dios castigará con el furor de su ira. Porque su
palabra es clara al respecto: “De gracia recibisteis, dad de gracia” (Mt.
10:8). Pero no solo en tiempos de Israel en el desierto habían profetas y
maestros espirituales que se desviaban del camino recto para tergiversar la
doctrina y convertir la religión en una fuente de lucro personal; mucho
tiempo después, dentro del pueblo de Dios, se levantaron falsos profetas y
maestros a los cuales no les importaban las almas de las personas, o el
avance del Reino de Dios, sino la satisfacción de sus propios apetitos. El
profeta Isaías dijo: “Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; todos
ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, aman el dormir. Y esos
perros comilones son insaciables; y los pastores mismos no saben entender;
todos ellos siguen sus propios caminos, cada uno busca su propio provecho,
cada uno por su lado” (Is. 56:10-11).
Luego, en tiempos de Miqueas, los falsos profetas abundaban entre el
pueblo de Dios y ya no predicaban lo que Dios quería decir al pueblo, que
casi siempre los estaba reprendiendo por su desobediencia a la Santa Ley,
sino que hablaban al pueblo lo que ellos querían escuchar, lo que satisfacía
a sus mundanos y terrenos placeres, todo con el fin de sacar provecho
económico de su actividad espiritual: “…sus sacerdotes enseñan por precio,
y sus profetas adivinan por dinero; y se apoyan en Jehová, diciendo: ¿No
está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre vosotros.” (Miq. 3:11).
En tiempos de la iglesia en el Nuevo Testamento no cesaría el actuar de
estos falsos y materialistas maestros, profetas y pastores. El apóstol Pablo,
al despedirse de los ancianos o pastores de la iglesia de Éfeso, les advierte
que deben tener mucho cuidado por ellos mismos y por el rebaño, pues, de
entre ellos mismos se levantarían algunos que no tendrían ningún interés en
la salvación de las almas, sino en usar la religión como un medio para
alcanzar sus intereses egoístas: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo
el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar
la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que
después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no
perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que
hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hch. 20:28-
30).
Pero no sólo en tiempos apostólicos surgieron los falsos profetas que, así
como Balaam, estuvieron dispuestos a usar la fe como medio de lucro. El
apóstol Pedro, en un pasaje paralelo al que estamos estudiando en Judas,
advierte que vendrían tiempos en los cuales se levantarían falsos profetas y
faltos pastores que no tendrían misericordia de la gente: “Pero hubo
también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos
maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun
negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción
repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el
camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de
vosotros con palabras fingidas” (2 Ped. 2:1-3).
Ejercer ciertas funciones dentro del reino de Dios, sino se hace con
humildad y en dependencia total de la gracia divina, puede conducir a un
desvío peligroso, pues, la naturaleza pecaminosa del ser humano siempre le
lleva a buscar el bien propio, y a olvidarse del bien común. Nuestro pecado
residual aún busca la gloria, el poder y las riquezas. Y cuánto peligro asedia
a los pastores o maestros cristianos cuando bajo su liderazgo espiritual hay
muchas personas, las cuales se someten a su dirección. No es fácil
mantenerse en la lucha y evitar a toda costa ceder ante la tentación de
aprovecharse de ese lugar de liderazgo para crecer en el poder, el ego, el
honor mundano y las riquezas. Por eso el apóstol Pedro, dando
instrucciones a los pastores les dice: “Ruego a los ancianos que están entre
vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de
Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada:
Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por
fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo
pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado,
sino siendo ejemplos de la grey” (1 Pe. 5:1-3).
De la misma manera, el apóstol Pablo instruye a las iglesias para que,
cuando vayan a escoger a un varón para ejercer el pastorado, se cercioren
que este no sea “… codicioso de ganancias deshonestas, sino amable,
apacible, no avaro” (1 Ti. 3:3).
Los verdaderos pastores no buscan gloria, honra mundana o lucro personal.
En la Biblia tenemos numerosos ejemplos de hombres que son verdaderos
siervos y rechazan las tentaciones del poder y las riquezas y persisten en su
fidelidad y servicio al Señor.
Podemos encontrar ejemplos bíblicos de verdaderos siervos del Señor que
nunca se atreverían a usar la fe cristiana, sus dones o ministerios, para
recibir siembras a cambio de oraciones, bendiciones, favores, sanaciones o
milagros. Los pastores bíblicos no siguen el ejemplo de Balaam, sino que
hacen lo contrario.
Luego de la predicación de Felipe en Samaria, muchas personas llegaron a
creer en el evangelio y fueron bautizadas. Una de esas personas fue Simón,
un mago que había engañado a la gente de Samaria por mucho tiempo.
Luego de este crecimiento de la iglesia en Samaria, los apóstoles que
estaban en Jerusalén enviaron a unos emisarios con el fin de confirmar la fe
de los nuevos creyentes. Uno de estos emisarios fue el apóstol Pedro, quien,
lleno del poder del Espíritu Santo imponía las manos sobre los creyentes y
éstos lo recibían. La Biblia dice que cuando Simón el mago vio este poder
que el Señor obraba a través de Pedro, él quiso recibir también esa unción
poderosa y ofreció al apóstol una siembra económica. Pero el apóstol Pedro,
un verdadero siervo del Señor, no aprovechó la ocasión para aumentar las
cifras en su cuenta bancaria, ni tampoco justificó el recibir la siembra
económica como una bendición del cielo, sino que reaccionó de la misma
manera que el profeta Eliseo, y rechazó el ofrecimiento diciendo a Simón:
“Tu dinero perezca contigo porque has pensado que el don de Dios se
obtiene con dinero” (Hch. 8:20).
El error de Balaam no fue una falta involuntaria, como algunos pueden
entender al escuchar la palabra error, ni fue algo pasivo. Balaam, con el
ánimo de recibir la recompensa económica ofrecida por Balac trató de
maldecir al pueblo, pero Dios no lo permitió, sino que, aún obrando el don
divino en un hombre cuyo corazón era avaro y materialista, bendijo tres
veces a Israel. Pero luego, persistiendo en recibir el honor mundano y las
riquezas materiales, enseño a Balac cómo poner tropiezo a los Israelitas de
modo que el pueblo pecara contra Dios y así recibirían el pago de la ira de
Dios y estos Madianitas no sufrirían la derrota final. “Pero tengo unas
pocas cosas contra ti; que tienes ahí a los que retienen la doctrina de
Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a
comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación” Ap.
2:14.
Pero el final de Balaam no fue el mejor. Sobre él también cayó un ¡Ay! Así
como también sus juicios caerán sobre todos aquellos que engañan sus
corazones y engañan al pueblo que el Señor compró con su preciosa sangre,
explotándolos y sacando provecho económico o personal de ellos, debido a
sus corazones avaros y codiciosos. El Señor se vengó de este falso profeta y
del pueblo madianita, y envió a un ejército de Israelitas para que traspasaran
a espada a todos los hombres, dentro de los cuales también cayó Balaam
hijo de Beor. Números 31:8.
Juicio de maldición sobre diferentes clases
de falsos maestros:
La contradicción de Coré: Los que
pervierten el orden y la tranquilidad de la
iglesia por amor al poder y la posición
Judas 11 (Tercera parte)
Introducción:
Una de las estrategias que aplicaban los romanos para derrocar a un
gobierno o civilización e instaurar el suyo propio era divide et impera
(divide y reinarás), principio que Nicolás Maquiavelo inmortalizó en su
pensamiento político con la máxima “divide y vencerás”. Muchos
gobiernos fueron derrocados con esta estrategia, y aquellos amantes del
poder conquistaron la gloria usando métodos no muy ortodoxos, ni éticos;
de todas maneras la filosofía de Maquiavelo: “el fin justifica los medios”,
aunque abyecta (despreciable), ha sido preferida por el corazón pecaminoso
de los hombres amantes del poder a costa de lo sea.
Lo lamentable de esta conducta malvada, basada en estrategias viles, con el
fin de conquistar el poder y la gloria, es que no solo la encontramos en la
historia secular de las naciones, los gobiernos, las instituciones políticas y
las empresas, sino en la historia del pueblo del Señor. De tanto en tanto se
han levantado hombres amantes de sí mismos que recurren a cualquier
estrategia con el fin de alcanzar los peldaños del poder, la fama y la gloria
humana.
En la última parte del versículo 11 de Judas, analizaremos hoy la tercera
clase de falsos profetas que entran sigilosamente a las Iglesias con el fin de
hacer daño: Los que pervierten el orden y la tranquilidad de la Iglesia por
amor al poder y la posición. Conozcamos quiénes son estos perversos
hombres, analizando la historia bíblica que nos narra la rebelión de Coré, y
aprendamos a conocer las estrategias de estos malvados hombres, la
teología  de ellos, pero también las consecuencias que vendrán sobre
aquellos que son como ellos o que les siguen en su loco amor al poder. “!Ay
de ellos! Porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro
en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Core”
1. Estrategias y artimañas de los amantes del poder
2. La teología de los amantes del poder
3. Consecuencias nefastas de ser un amante del poder
 
 
1. Estrategias y artimañas de los amantes del poder.
Para conocer la historia del rebelde Coré, y de sus amigos y seguidores, es
necesario leer Números capítulo 16.
Coré era un levita, consagrado para las labores del servicio a Dios en el
tabernáculo. Este hombre tenía el privilegio de pertenecer de manera
especial al Señor y ser considerado como propiedad de él. Todos los levitas
eran propiedad exclusiva de Dios. “Y he tomado a todos los levitas en lugar
de todos los primogénitos de los hijos de Israel. Y yo he dado en don los
levitas a Aarón y a sus hijos de entre los hijos de Israel, para que ejerzan el
ministerio de los hijos de Israel en el tabernáculo de reunión”. (Num. 8:18-
19).
De manera que Coré, el rebelde, tenía un lugar privilegiado dentro del
ministerio espiritual. No obstante, un espíritu inconforme le caracterizó y
trató de encontrar la manera de subir de categoría en el ministerio. Coré
deseaba estar en el sacerdocio, mejor dicho, deseaba ser como Aarón, es
decir, Sumo sacerdote (Num. 16:10). Y en este afán por el poder empezó a
tramar la caída de Aarón y Moisés, con el fin de no tener obstáculos que le
impidieran acceder al sacerdocio, el cual no le era permitido a los levitas,
sino solo a Aarón y sus hijos. Dios había escogido a Aarón para que fuera el
Sumo Sacerdote y a Moisés para que fuera su profeta. Pero Coré anhelaba
estar en esa posición, que a él le parecía muy honrosa y de mucho poder y
autoridad.
Este era su pensamiento de día y noche: ¿Cómo alcanzar el poder? Coré era
un hombre malo, a pesar de estar llamado al ministerio; y su pensamiento,
todos los días, se entregaba a maquinar el mal contra los hombres que Dios
había puesto en el ministerio principal. Coré se encuentra clasificado entre
los malos hombres que menciona el Salmista: “Líbrame, oh Jehová del
hombre malo; guárdame de hombres violentos. Los cuales maquinan males
en el corazón, cada día urden contiendas. Aguzaron su lengua como la
serpiente, veneno de áspid hay debajo de sus labios” (Sal. 140:1-3). Esta
era la condición de Coré. Él tramó un plan para desprestigiar a los ministros
escogidos por Dios, y maquinó en su corazón como poner el lazo sobre
ellos.
Es allí cuando este falso ministro empieza a difamar a Moisés y Aarón. La
mejor estrategia que los amantes del poder han encontrado para derrocar a
los que están en eminencia, es difamarlos. Inventar mentiras, críticas,
calumnias y hacerlas correr a través del chisme. Coré empieza a ganar la
amistad y el apoyo de otros levitas y de algunos miembros de la tribu de
Rubén (16:1), hablando mal de Moisés y Aaarón, afirmando que ellos
mismos se han levantado como líderes entre el pueblo de Dios, y que ellos
imponen leyes injustas y abusivas. Esto es lo que dicen: “¿porqué, pues, os
levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová? (16:3), y, “Es poco
que nos hayas hecho venir de una tierra que destila leche y miel, para
hacernos morir en el desierto, sino que también te enseñorees de nosotros
imperiosamente? (16:13). Coré empezó a carcomer la credibilidad de los
siervos del Señor en medio del pueblo, sembrando cizaña a través de
mentiras infundadas y calumniándolos.
Y, lastimosamente, la palabra del hombre tiene un poder asombroso para
calar en las mentes de las personas, especialmente cuando se trata de
chismes o calumnias. Esto lo vemos hoy día de manera palpable en el
periodismo y la prensa. Si un periodista quiere alcanzar cierto grado de
reputación y gloria, entonces debe andar a la caza de alguna noticia que
tenga que ver con el desprestigio de alguna personalidad pública. Estas
noticias son las más leídas.
Las calumnias y las difamaciones son como cuando una persona se sube a
la cúspide más alta de una colina en medio de una tarde mecida por el
viento y lanza un puñado de suaves y livianas plumas. Una vez que el
viento esparce a las plumas, por mucho que se les quiera recoger, algunas
de ellas habrán volado tan alto que será difícil encontrarlas. El chisme y la
calumnia obran así. Una vez que se empieza a difamar  o calumniar, por
mucho que el difamador quiera arreglar la situación y corregir la mala
imagen que él mismo sembró de otra persona en los demás, por mucho que
se esfuerce, ya hizo un daño que nunca podrá ser reparado por completo.
Coré era un solo hombre, y se alió con Datán, Abirán y On, aunque eran
cuatro, sus calumnias y difamaciones llenaron de prejuicios a 250 varones
“príncipes de la congregación, de los del consejo, varones de renombre”
(16:2) y a buena parte de la multitud del pueblo de Israel, que luego se
rebelaron también contra el ministerio de Moisés y Aarón, de los cuales
murieron catorce mil setecientos a causa de la ira de Dios que se derramó
sobre ellos (16:49). “Ya Coré había hecho juntar contra ellos toda la
congregación a la puerta del tabernáculo de reunión…” (16:19).
La estrategia de la difamación les ha funcionado a muchos perversos
hombres que han alcanzado ministerios cristianos a través de este abyecto
medio. Un caso muy claro lo encontramos en una iglesia del Nuevo
Testamento: Diótrefes, quien cual Coré, se encargó de desprestigiar al
apóstol Juan de manera que la iglesia local ya no lo quería recibir, a pesar
de haber sido llamado por Cristo como Apóstol, y por lo tanto tenía la
autoridad para enseñar en cualquier iglesia. “Yo he escrito a la iglesia; pero
Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe.
Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con
palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no
recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se los prohíbe, y los
expulsa de la iglesia” (3 Juan 9-10).
Muchas personas se dejan influenciar por las calumnias que los malvados
hombres amantes del poder inventan contra los líderes, y terminan
rechazando a los siervos del Señor, identificándose con los rebeldes en su
pecado.
Pero ¿Cómo convencen estos rebeldes dentro del pueblo de Dios a los
demás miembros de la congregación para irse en contra de los siervos del
Señor? Este será nuestro segundo punto: La teología de los amantes del
poder.
 
2. La teología de los amantes del poder
Coré y sus amigos tenían una teología del ministerio muy particular. Ellos
aprovecharon un incidente reciente, en el cual, Moisés había juzgado el
caso de un hombre que, en el día de reposo había sido descubierto
recogiendo leña, es decir, trabajando, lo cual había sido prohibido por Dios
en el tercer mandamiento de su Santa ley. Moisés no sabía qué hacer con
este hombre, así que lo pone en la cárcel, hasta que Dios mismo le ordenó:
“Irremisiblemente muera aquel hombre; apedréelo toda la congregación
fuera del campamento” (Num. 15:35).
De manera que Coré, aprovechando con malicia esta oportunidad, cree
encontrar razones para poner al pueblo en contra de los siervos del Señor.
Coré hace aparecer a Moisés y Aarón como dos ministros crueles, brutales,
inmisericordes; debido a que han aplicado la pena máxima de la disciplina
eclesiástica: la excomunión, en este caso, a través de la muerte por
lapidación, lo cual estaba permitido por Dios en el Antiguo Testamento,
más en el Nuevo la pena máxima es la excomunión (Mt. 18:15-20). 
La teología de Coré consiste en afirmar que Dios es un Dios de solo bondad
y amor, y que él nunca impondría disciplina sobre sus hijos. ¿Cómo es
posible que el Dios de amor, que nos sacó de Egipto, ahora quiera ordenar
la muerte de un pobre hombre que necesitó ir a recoger leña en el día el
Señor? “No, el Dios de la Biblia jamás impondría cargas tan pesadas. Él es
amoroso y tierno.” “¿Es poco que nos hayas hecho venir de una tierra que
destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto” (16:13). Los que
quieren obtener el poder por lo general desprestigian a los ministros cuando
estos aplican la disciplina eclesiástica y los hacen parecer como seres
malvados, inmisericordes e injustos.
Pero Coré también tenía un concepto teológico erróneo del liderazgo en el
pueblo de Dios. Él creía que no se necesitaba de ministros que guiaran al
rebaño. Que el rebaño podía guiarse a sí mismo, sin necesidad de un
hombre o un grupo de hombres que, nombrados por Dios, enseñaran al
pueblo. “Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: ¡Basta ya de
vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio
de ellos está Jehová; ¿porqué pues os levantáis vosotros sobre la
congregación de Jehová? (16:3). Coré era como algunos modernos
“cristianos” que pretenden vivir su vida cristiana sin necesidad de
congregarse, porque no quieren someterse a “hombres”. Pero si una persona
no quiere someterse a la dirección de hombres escogidos, dotados y
llamados por Dios para el ministerio, entonces, ellos no se están sometiendo
a Dios, y si no se someten a Dios, entonces no son cristianos, y, aunque
ellos se llamen creyentes, la condenación eterna les espera.
Pero Coré también tenía una teología incorrecta de cómo Dios escoge a los
que serán ministros o servidores en su Iglesia. Él y sus amigos abogan por
la igualdad en el pueblo de Dios y tratan de desconocer que Dios escoge,
llama, capacita y ordena a algunos hombres para que sean los pastores o
ministros que guíen al rebaño. Los ministros no se auto-nombran como
tales, sino que Dios mismo los dispone para ello. Moisés y Aarón fueron
llamados por Dios mismo al ministerio, por lo tanto, aquellos de su pueblo
que no se sujetaran a su ministerio estaban en contravía con la voluntad
divina. Coré pensaba que todo aquel que quisiera estar en el sacerdocio
podía hacerlo, ya que todos son santos. Si bien es cierto que todos los
verdaderos creyentes han sido santificados y tienen al Espíritu Santo, no
obstante es la voluntad de Dios capacitar con dones a algunos varones para
que sean los guías en el pueblo. Esto dijo Pablo “Y él mismo constituyó a
unos, apóstoles; a otros profetas; a otros evangelistas; a otros, pastores y
maestros” (Ef. 4:11). Moisés, aunque quería librar a estos hombres de la
condenación que vendría a causa de su rebeldía contra los mandatos de
Dios, les permitió que ejercieran por un rato las funciones sacerdotales que
ellos querían para sí, pero para las cuales no habían sido llamados, y cuando
estaban quemando el incienso delante de Jehová, fuego salió de su
presencia y los consumió a todos. “También salió fuego de delante de
Jehová, y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían
incienso” (16:35).
El llamado al ministerio procede de lo alto. No entramos al ministerio
tratando de forzar las cosas, como quería hacer Coré. No entramos al
ministerio por presiones, seducciones, maquinaciones, por destruir la
reputación de los ministros ordenados, por caprichos personales o por
buscar una oportunidad económica o de gloria, no. Solo se puede entrar al
ministerio por el llamamiento que Dios hace. Este llamamiento, primero es
interno, en la persona. Es la vocación que esta persona experimenta en su
ser, y esto se convierte como en un fuego que lleva dentro. Pero no solo hay
un llamamiento interno. Siendo que nuestros corazones nos tienden a
engañar, entonces el llamado al ministerio no solo depende de una
convicción subjetiva, sino que también hay un elemento objetivo: la
congregación, el resto de creyentes, puede ver en dicha persona que tiene el
llamamiento, y lo reconoce como tal. Si solo hay un llamamiento interno,
pero no se da un reconocimiento externo, de parte de la congregación y
nadie más lo ve como pastor, ni siquiera su esposa o su familia, entonces lo
más probable es que no tenga el llamamiento para el ministerio.
Cuántos varones jóvenes, que creen tener un llamado al ministerio cristiano,
y tienen prisa por ser reconocidos como líderes, caen en el pecado de la
rebeldía, especialmente cuando ven que sus pastores toman un tiempo
prudente para estudiar la cualificación de ellos, entonces deciden presionar
para que sean reconocidos sin los pasos previos. Algunos empiezan una
campaña camuflada y encubierta para crear el descontento entre los
creyentes hacia los presbíteros reconocidos, y poco a poco, acudiendo a
toda clase de artimañas y adulaciones, ganan una buena cantidad de
personas (por lo general cristianos inmaduros) para sí y terminan dándole
un golpe de estado al ministerio de la iglesia. Cuán diferente es esta forma
de anhelar el ministerio, de la que Pedro dice debe caracterizar a los
jóvenes: “Igualmente jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos,
sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los
soberbios, y da gracia a los humildes” (1 Ped. 5:5).
Pero, aunque por un tiempo pareciera que Dios no toma en cuenta esta
rebeldía, su juicio no tardará, sino que vendrá con furor sobre los que
desafían el llamado que Dios hace a sus siervos y rechazan la autoridad que
ha sido puesta por él. Este será nuestro último punto.
 
3. Consecuencias nefastas de ser un amante del poder
Coré pensó que había ganado la batalla. Moisés no toma ninguna represalia
contra este malvado, pretensioso y orgulloso hombre, ni contra sus amigos,
sino que con humildad decide darles lo que ellos quieren. Moisés, ejemplo
de lo que es un buen y fiel siervo del Señor, no trata de buscar entre la
congregación para ver cuántos están con él y cuántos con Coré para saber
hasta dónde puede dar la pelea con el fin de mantenerse en el ministerio,
como si ese cargo fuera propio de él. No, Moisés sabe que todo lo que tiene
es solo por gracia, y como Pablo puede afirmar “Pero por la gracia de Dios
soy lo que soy…” (1 Cor. 15:10). Moisés, como fiel ministro, sabe que el
pueblo es de Dios, y no de él. Por lo tanto no se aferrará a su cargo de líder,
sino que espera en la providencia divina, y si Dios quiere que él siga allí,
entonces lo seguirá haciendo con humildad, y si no quiere que siga en esa
función, y en su lugar quiere poner a un líder más joven, entonces lo
aceptará con resignación y gozo. Moisés sabe que los ministros no son
dueños de la congregación. “Ruego a los ancianos que están entre vosotros,
yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que
soy también partícipe de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de
Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino
voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no
como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo
ejemplos de la grey” (1 Ped. 5:1-3). Por lo tanto, Moisés les deja que
quemen incienso, como lo hacían los sacerdotes autorizados. Les permite,
por un momento, ser sacerdotes, pero no por llamamiento del Señor, sino
por un auto-nombramiento. Me imagino que Coré y los 250 rebeldes,
estaban felices. Habían conseguido lo que querían, y de manera rápida.
Ahora oficiaban como sacerdotes y serían reconocidos como líderes y
gente  con poder y gloria. Pero su alegría duró muy poco, pues, no habían
empezado bien sus funciones sacerdotales usurpadas, cuando la ira del Dios
santo se desató sobre ellos y fuego salió de delante de la presencia de
Jehová y los consumió a todos. “También salió fuego de delante de Jehová,
y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían incienso”
(16:35).
Pero no solo estos 250 rebeldes recibieron la justa retribución a su terrible
descarrío, sino que Coré, Datán y Abiram, los cuales no habían ido a
ofrecer incienso, tal vez porque ellos no aspiraban a un simple oficio
sacerdotal, sino al de Sumo Sacerdote, ellos se habían quedado en sus
tiendas, pero la ira de Dios llegó hasta ellos. El desagrado de Dios sobre
aquellos que dividen al pueblo de Dios con sus intrigas y chismes es tan
grande, que sucedió lo que nunca había pasado en la historia humana: La
tierra abrió su boca y tragó vivos a estos perversos hombres con sus
esposas, hijos y familiares. Dice la Biblia “Y ellos, con todo lo que tenían,
descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio
de la congregación” (16:33).
En el Nuevo Testamento también hay duras palabras de juicio para los que
causan divisiones y son rebeldes: “Más os ruego, hermanos, que os fijéis en
los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros
habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Ro. 16:17). Es necesario
apartarse de ellos, así como los Israelitas en el desierto tuvieron que
apartarse de las tiendas de Coré, Datán y Abiram, para que la ira de Dios no
los alcance también a ellos. Pero es necesario aclarar algo en este momento:
no toda división es pecaminosa ni es contraria a la voluntad de Dios. Pablo
dice que debemos alejarnos de los que ponen tropiezos contra la doctrina
aprendida, es decir, la doctrina apostólica. Pero si estás en una iglesia donde
la doctrina enseñada no es la bíblica, sino inventada por las tontas
imaginaciones de los hombres o las tradiciones, entonces, lo mejor es salir
de ese sitio y apartarte de lo inmundo, como ordena la Palabra de Dios:
“Salid de en medio de ellos y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo
inmundo; y yo os recibiré” (2 Cor. 6:17). Los primeros cristianos eran
judíos, pero ellos tuvieron que abandonar el judaísmo, porque al rechazar a
Cristo, ellos se habían convertido en una falsa religión. Los reformados se
tuvieron que alejar de la Iglesia Católica Romana, porque esta iglesia se
había convertido en una iglesia falsa al adoptar doctrinas y prácticas que
eran contrarias a la Palabra de Dios.
El apóstol Pablo también habla del juicio sobre los que causan divisiones
dentro de las iglesias bíblicas: “Al hombre que cause divisiones, después de
una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y
peca, y está condenado por su propio juicio” (Tito 3:10-11).
Es necesario alejarse de los que causan divisiones, y andan murmurando de
los siervos del Señor o de los demás hermanos, porque el tal se ha
pervertido, es un perverso, y su pecado carcomerá como gangrena a los que
se le acercan. Eso pasó con el pueblo de Israel en el desierto. Solo era un
hombre, su pecado de rebeldía y murmuración infectó a dos más, luego a
250, y por último a casi toda la congregación. Pero, aunque Coré era el líder
de la revuelta, no solo él recibió el terrible juicio del Señor, sino que otros
catorce mil setecientos perecieron por el furor divino. “Y Jehová habló a
Moisés, diciendo: Apartaos de en medio de esta congregación, y los
consumiré en un momento. Y los que murieron en aquella mortandad fueron
catorce mil setecientos…” (Núm. 16:44, 45, 49).
Destrucción y juicio vendrá sobre todos los que rechazan la autoridad de la
Palabra de Dios que es expuesta por sus siervos. Moisés no dijo nada que el
Señor no le hubiese ordenado, él solo se limitaba a proclamar su santo
consejo, pero el pueblo lo rechazó y se rebeló contra los ministros,
conllevando esta pecaminosa acción el juicio del Señor y su terrible ira.
Quiera el Señor ayudarnos para que nunca seamos encontrados rebeldes,
contumaces, obstinados y murmuradores dentro del pueblo de Dios.
Peligros que acarrean los falsos maestros:
Seis metáforas que advierten de
consecuencias desastrosas
Judas 12 y 13
Introducción:
En los últimos 100 años la Iglesia Evangélica latinoamericana ha sido
testigo de los numerosos cambios que se han dado dentro del seno de la
misma. Muchos de estos cambios iniciaron con el movimiento de
pentecostés en los Ángeles y otras ciudades americanas, los cuales
abogaban por la restauración de los dones carismáticos dentro de la iglesia
cristiana, especialmente el de la sanidad física, las lenguas y la profecía.
Este movimiento creció por todo el mundo, pero de manera especial
encontró gran arraigo en América Latina. En un principio era un
movimiento modesto, que conservaba los rasgos distintivos del cristianismo
bíblico e histórico, pero, no todos se mantuvieron en un sano equilibrio,
sino que pronto empezaron a irse en desmanes y pervirtieron el evangelio:
vino el movimiento de la risa santa, de la danza en el espíritu (una especie
borrachera “espiritual”), de la música judía dentro de la alabanza, de los
íconos del judaísmo dentro de las iglesias, de la palabra de fe, dilo y
recíbelo, de la teología de la prosperidad, del profetismo, del apostolado, de
las mujeres pastoras, del patriarcado, entre otras cosas absurdas.
Y cada día observamos cómo el evangelio está siendo pervertido por
hombres que se aman a sí mismos y no tienen compasión del pueblo de
Dios. Pero sabemos que esto no es nuevo, ni es exclusivo de esta época. La
historia bíblica muestra con claridad que desde el comienzo mismo de la
humanidad surgieron los falsos profetas, los cuales pervirtieron la verdadera
fe.
Pero, cuando predicamos advirtiendo sobre el error que invade al
cristianismo hoy, muchas personas nos dicen que no es necesario hacer eso,
que el Señor mismo se encargará de desenmascarar a los falsos pastores,
pero que nuestro deber es solo predicar la Palabra. Tienen en razón en un
punto, la responsabilidad de los ministros del evangelio es predicar la
Palabra, exponer con claridad todo el consejo de Dios, y este santo consejo
incluye advertencias para que no sigamos a los falsos profetas y nos
apartamos de su caminar. La Biblia no nos manda a callar frente al error,
sino que nos ordena a presentar defensa de la verdad revelada y a contender
por la fe.
Judas, el pastor que escribe esta carta, es un contendor por la fe y en toda su
carta eleva la voz para llamar nuestra atención con el fin de que
denunciemos a los falsos profetas que entran a nuestras iglesias con el fin
de pervertir el evangelio.
El peligro de los falsos profetas no consiste solamente en que puede desviar
de la fe verdadera a muchos que ya están dentro de las iglesias, sino que
desprestigian el honor del evangelio delante de la sociedad, a causa de sus
perversas doctrinas las cuales conducen a una praxis pecaminosa.
Analicemos hoy con Judas algunos peligros que entrañan estos hombres, a
través de seis metáforas.
1. Son manchas que dañan la imagen de la iglesia
2. Son pastores que solo se apacientan a sí mismos
3. Son nubes sin agua que vagan de un lado para otro
4. Son árboles otoñales, que no producen frutos
5. Son fieras ondas del mar
6. Son estrellas erráticas
 
1. Son manchas que dañan la imagen de la Iglesia. “Estos son manchas
en vuestros ágapes…” v. 12.
Los falsos profetas o falsos maestros son comparados por nuestro autor
sagrado con las manchas que dañan la buena apariencia de un vestido o de
una cosa. En este caso, no se trata de una cosa, sino de la Iglesia del Señor
que fue comprada con su sangre preciosa. El vestido que se mancha por la
presencia de estos falsos pastores no es el de la bella cenicienta, sino el de
la novia de Cristo, la novia del Rey de reyes y Señor de señores. La novia
del príncipe heredero al cual el Padre le ha dado absolutamente todo lo que
tiene. La palabra griega que se traduce aquí como mancha significa
literalmente “arrecifes”. El arrecife puede hacer referencia a los obstáculos
peligrosos que se ocultan en el mar y que pueden causar serios daños a los
barcos que se acercan a tierra. Los falsos maestros son como estos arrecifes,
los cuales están dentro de la iglesia, pero pocos se dan cuenta del peligro
que ellos representan para la fe.
Recientemente hice una investigación, preparándome para dar un tema a un
grupo de damas sobre la perspectiva bíblica del papel y servicio de la mujer
en la iglesia, y leí a muchos autores que son reconocidos como cristianos
evangélicos y conservadores, pero fue muy grande mi decepción al ver
cómo las filosofías de la era postmoderna, y las filosofías de los
movimientos feministas (que por lo general se oponen a los principios de
las Sagradas Escrituras considerándolas anticuadas y machistas), han
permeado a nuestros autores cristianos, y buena parte de la literatura que
hoy día compramos en las librerías cristianas viene manchada por
principios heréticos, relativistas y pragmáticos. Pero pocos se dan cuenta de
esto, o al menos no quieren darse cuenta de esta situación. Mientras tanto el
error sigue creciendo y la iglesia cada día se aleja de las verdades bíblicas.
Los falsos maestros, que también podemos decir son las falsas enseñanzas,
las falsas filosofías, los falsos presupuestos, las falsas interpretaciones de la
Biblia, son como un arrecife escondido que está haciendo daño al gran
barco, llamado la Iglesia.
Ya sabemos por qué a los falsos maestros se les compara con una mancha,
nuestro autor ya los describió como gente inmoral (v. 8), que se comportan
como animales irracionales (v. 10), ellos, con su doctrina y estilo de vida
son una afrenta y vergüenza para el evangelio. El apóstol Pedro, en un
pasaje paralelo dice de ellos: “Estos son inmundicias y manchas, quienes
aún mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores. Tienen los ojos
llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas
inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de
maldición” (2 Ped. 2:13-14).
Judas dice que los falsos profetas eran manchas en vuestros ágapes. El
ágape era una fiesta de amor fraternal que la iglesia primitiva celebraba
junto con los cultos, buscando promover el amor fraternal. Los apóstatas,
los falsos maestros aprovechaban estas fiestas para saciar sus apetitos, y
violaban el principio que debía caracterizar a las mismas: entregarse a los
demás, negándonos a nosotros mismos, buscando el provecho del otro y no
tanto el mío propio. Eran tan desvergonzados estos falsos profetas, que no
sentían vergüenza de aprovecharse del amor cristiano manifestado en estas
fiestas y por eso Judas dice de ellos “que comiendo impúdicamente con
vosotros…”, es decir, comían sin temor y sin reverencia. Ellos andaban en
su vida licenciosa, amante del dinero, practicaban sus inmoralidades, y aún
con todo, pretendían participar de las fiestas bellas y santas de la iglesia.
“Ni siquiera consideraban que la inmoralidad fuera pecado. Sus
afirmaciones arrogantes acerca de sí mismos no dejaban lugar para el temor
y el agradecimiento hacia el Señor que había entregado su cuerpo y su
sangre para redimirnos”[22].
Estos falsos maestros, que manchan la buena imagen de la iglesia, son los
que en nombre de la fe se aprovechan de los creyentes para explotarlos
económicamente, para ganar fama y poder, para construir poderosos
emporios religiosos; son los que creen estar en una posición espiritual tan
elevada que están por encima del pecado y, entonces, pueden practicar
infidelidades sexuales, la glotonería, la avaricia y una multitud de conductas
que las Sagradas Escrituras condenan como pecaminosas. La iglesia
evangélica latinoamericana no ha estado exenta de estos falsos pastores que
manchan la belleza de la esposa de Cristo, a través de su vida disoluta, de
sus avaricias, hurtos, estafas, mentiras, divorcios, abortos, adulterios,
manipulaciones, chantajes, falsas visiones y revelaciones para conseguir un
fin materialista, entre otros pecados.
 
2. Son pastores que sólo se apacientan a sí mismos. “… que comiendo
impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos…”.
 La conducta de estos apóstatas de la fe evidenciaba que no eran verdaderos
pastores, pues, los pastores fieles a Cristo, imitan su ejemplo y aprenden a
entregarse y darse a las ovejas, pero los falsos pastores no se interesan en
las ovejas, sino que son asalariados, es decir, están en ese ministerio por
puro interés económico, de manera que la salud espiritual de las ovejas no
es su mayor preocupación, ni tampoco se preparan para poder conducir a las
ovejas a comer los mejores pastos que solo puede dar la exposición clara y
fiel de la Palabra de Dios. Estos falsos pastores son como los que menciona
Cristo en Juan 10:12-13 “Más el asalariado, y que no es el pastor, de quien
no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el
lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque
es asalariado, y no le importan las ovejas”.
Es muy probable que cuando Judas utiliza la frase “…se apacientan a sí
mismos”, esté pensando en las declaraciones que hiciera el profeta Ezequiel
cuando dijo estas palabras que hoy deben resonar con mucha fuerza en
todos los que tenemos la hermosa responsabilidad de ser pastores, hasta
hacernos temblar: “Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los pastores de
Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los
rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada degolláis,
más no apacentáis a las ovejas. No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la
enferma; no vendasteis la perniquebrada, no volvisteis al redil la
descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de
ellas con dureza y con violencia. Y andan errantes por falta de pastor, y son
presa de todas las fieras del campo, y se han dispersado. Anduvieron
perdidas mis ovejas, y no hubo quien las buscase, ni quien preguntase por
ellas. Por tanto, pastores, oíd palabra de Jehová: Vivo yo, ha dicho Jehová
el Señor, que por cuanto mi rebaño fue para ser robado, y mis ovejas fueron
para ser presa de todas las fieras del campo, sin pastor; ni mis pastores
buscaron mis ovejas, sino que los pastores se apacentaron a sí mismos, y no
apacentaron mis ovejas; por tanto, oh pastores, oíd palabra de Jehová: Así
ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo estoy contra los pastores; y
demandaré mis ovejas de su mano, y les haré dejar de apacentar las
ovejas; ni los pastores se apacentarán más a sí mismos, pues yo libraré mis
ovejas de sus bocas, y no les serán más por comida” Ez. 34:2-10.
Contrario a los pastores que se apacientan a sí mismos, están los que
alimentan a las ovejas y se preocupan realmente por su salud espiritual. El
apóstol Pablo exhorta a los pastores de la iglesia de Éfeso para que cumplan
fielmente su ministerio “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño
en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia
del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hch. 20:28). “Apacentad
la grey de Dios  que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza,
sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;
no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino
siendo ejemplos de la grey” (1 Ped. 5:2-3).
También el apóstol Pablo ordena a los creyentes a apartarse de aquellos
corruptos que utilizan la fe cristiana como fuente de ganancia personal. “Si
alguno enseña otra cosa, y nos e conforma a las sanas palabras de nuestro
Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad, está
envanecido, nada sabe, y delira acerca de… disputas necias de hombres
corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad
como fuente de ganancia; apártate de los tales” (1 Ti. 6:2-5).
 
3. Son nubes sin agua que vagan de un lado para otro. “… nubes sin
agua, llevadas de acá para allá por los vientos”.
Los falsos maestros no solo son falsos, sino que sus enseñanzas son inútiles,
no sirven para nada. Sus palabras son lisonjeras, y suenan muy bonitas, pero
no son más que fábulas, mentiras bien adornadas con pasajes bíblicos, pero
lejos de la verdad y lejos de producir algo provechoso. Ellos son como
nubes que amenazan con lluvia, pero la lluvia nunca llega. Hablan de la
lluvia del Espíritu y anuncian por todas partes la llegada del avivamiento,
pero este nunca llega, y no llega porque el Espíritu nunca los ha enviado. Y
como la lluvia no llega, entonces crean imitaciones estruendosas, como
imitación de relámpagos, pero por mucho que suenen, la lluvia de lo alto no
llega. Imitan a la lluvia, pero los que son engañados por un tiempo con
estos falsos avivamientos, pronto se dan cuenta del fraude y de que sus
vidas siguen siendo las mismas, sin cambios reales, y terminan
abandonando la fe cristiana.
Los falsos profetas son llevados de acá para allá por los vientos de las
nuevas filosofías, de los nuevos métodos, de las modernas estrategias, y
siempre están en búsqueda de lo más novedoso para entretener a los
feligreses y mantenerlos en la iglesia, con el fin continuar explotándolos.
¡Qué vergüenza para el evangelio, cuando, no teniendo la presencia del
Santo Espíritu de Dios, algunos líderes buscan nuevos estilos musicales,
estrategias mundanas de mercadeo, shows y espectáculos dentro del culto!
 
4. Son árboles otoñales, que no producen frutos. “árboles otoñales, sin
fruto, dos veces muertos y desarraigados”.
Los falsos maestros no solo carecen de fruto alguno que beneficie a los
fieles cristianos, sino que, además de ser como árboles secos, es decir, sin
hojas por el frío viento del otoño, los cuales dan apariencia de estar
muertos, han sido desarraigados y ahora están doblemente secos o
doblemente muertos. Los falsos pastores que hacen daño al rebaño carecen
de cualquier fruto espiritual, y no pueden producirlo porque ellos mismos
están muertos y no han nacido de nuevo. Tienen la apariencia de piedad,
pero con sus frutos niegan la eficacia de ella.
Pedro, en un pasaje paralelo, describe a estos falsos profetas como
doblemente muertos, porque “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de
las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador
Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado
viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber
conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido,
volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha
acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la
puerca lavada a revolcarse en el cieno” (2 Pe. 2:20-22). Los falsos
maestros no pueden dar ningún fruto bueno a los fieles que les siguen,
porque no están unidos a Cristo y han sido desarraigados. Ellos negaron la
fe al adoptar doctrinas y prácticas contrarias a las Sagradas Escrituras.
 
5. Son fieras ondas del mar. “fieras ondas del mar, que espuman su
propia vergüenza…” (v. 13)
Los falsos profetas son comparados con las aguas inestables del mar
embravecido. Las embarcaciones corren peligro de naufragar y las personas
que estén en la playa pueden ser arrastrados y ahogados por el fuerte oleaje.
La falsa doctrina, al principio parecer ser cristiana, tranquila y buena. La
seducción se da a través de palabras dulces y promesas halagadoras, pero,
de manera casi imperceptible, eso que parecía ser bíblico o cristiano, pronto
se manifiesta en su verdadera dimensión, y las aguas que parecían ser
quietas realmente son turbulentas y el mar en paz pronto se manifiesta
como un mar embravecido, pero no hay forma de salir, porque el fuerte
oleaje atrapa a los incautos y los lleva a aguas profundas. Muchas personas
quisieran salir de los grupos sectarios, pero están tan metidos en sus errores
que no encuentran la salida. Algunos temen recibir las maldiciones que
lanzan los falsos profetas, como Balaam, sobre los que intentan escapar de
sus fieras ondas.
Pero no solo esto, sino que los falsos profetas están tan llenos de pecado
que constantemente están arrojando su maldad con la cual contaminan a la
iglesia. Es probable que Judas haya tenido en cuenta al profeta Isaías
cuando comparó a los falsos profetas con las fieras ondas del mar. “Pero los
impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus
aguas arrojan cieno y lodo” (Is. 27:20). Esta es una descripción terrible que
tiene como fin invitar a los incautos a alejarse de los falsos maestros. Así
como evitamos meternos en las aguas sucias de una playa llena de espumas,
lodo y basura, es nuestro deber huir de toda falsa enseñanza, porque la falsa
doctrina siempre conducirá a pecados, y aunque estos se mantengan ocultos
por un tiempo, vestidos con una apariencia de moralismo, un día se hará
manifiesto la vergüenza que estos falsos hombres espumaron, porque donde
hay falsa doctrina no hay salvación, y solo donde hay salvación hay
verdadera santificación.
 
6. Son estrellas erráticas. “estrellas errantes, para las cuales está
reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas” (v. 13).
En tiempos antiguos, los navegantes se guiaban con las estrellas del
firmamento para conocer su camino. Pero había una clase de estrellas o
planetas que viajaban por todo el cielo, los cuales brindaban gran luz y
hasta llegaban a iluminar bastante, pero no podían ser utilizadas como guía
en la navegación porque su curso era variable y por lo tanto errático. Las
estrellas errantes son una figura o metáfora que se refiere al constante
rumbo desviado que toman los falsos maestros. Ellos no pueden ser
tomados como modelos doctrinales o modelos de pastor, porque
constantemente están cambiando la doctrina. Y la cambian porque no están
en la verdad. La doctrina bíblica es una sola, y fue dada hace miles de años.
Los pastores y las iglesias bíblicas se han mantenido fieles a esa doctrina en
todos estos milenios. Hoy creemos lo mismo que se creyó hace 300 años en
el puritanismo, ellos creyeron lo mismo que se había creído en el siglo XVI
por los reformadores, los reformados creyeron lo mismo que la Iglesia
primitiva creyó. Las iglesias bíblicas de hoy tienen confesiones de fe que
datan de hace cientos de años en las cuales se profesa la misma fe histórica
que ha caracterizado a la iglesia verdadera. Pero los falsos pastores y las
falsas iglesias están cambiando constantemente, no pueden estarse quietos,
porque ellos no están arraigados en la roca firme.
Por lo tanto, aquellos que son guiados por estas estrellas errantes, están
siendo conducidos al error, pero no solo al error, sino a su propia
destrucción: “para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de
las tinieblas” (v. 13).
Esta es una clara referencia a la condenación eterna que sufrirán los que
siguen falsas doctrinas y son guiados por falsos profetas. No solo tendrán
vidas inestables en esta tierra, sino que sufrirán la eterna separación de
Dios. Así como Dios preparó el infierno para Satanás y sus ángeles,
también tiene reservado un lugar para los falsos maestros que desvían a la
gente del verdadero evangelio. Pero también los que son desviados, los que
siguen sus cursos erráticos e inconstantes tendrán un lugar en ese sitio de
eterno tormento.
Las densas tinieblas de que habla Judas ya fueron mencionadas en torno a
los ángeles que pecaron, los cuales están reservados en terrible oscuridad,
en prisiones eternas. (v. 6). Los malvados que tergiversan la doctrina y se
conducen en vidas pecaminosas, dañando la imagen de la iglesia de Cristo,
recibirán su justo merecido y pasarán la eternidad en la oscuridad total, sin
ninguna esperanza serán encarcelados en el eterno olvido y sufrirán los
tormentos del infierno.
Un triste final para aquellos que en esta vida se gozaron en hacer el mal y
no tuvieron compasión de las almas, sino que, sin misericordia, explotaron
a las ovejas, las trasquilaron y las condujeron al matadero.
En conclusión, Judas hace un gran esfuerzo para describir a los falsos
maestros de manera que nosotros seamos advertidos de sus peligros: Ellos
como rocas ocultas que peligrosamente dañan a las personas, son como
nubes sin agua porque, pues, todas sus promesas son falsas, son como
árboles otoñales, porque no se puede encontrar frutos en ellos y su terreno
espiritual es totalmente árido, son como fieras ondas del mar, pues, aunque
hacen grandes esfuerzos humanos y hablan con mucha fuerza, lo único que
espuman es vergüenza, y son como estrellas errantes cuyo curso termina en
la más densa oscuridad eterna.
El día del juicio vendrá
Judas 14-15
 
Introducción:
En esta serie de predicaciones basadas en el libro de Judas hemos podido
ver que la falsa doctrina, con su consecuente práctica impía y pecaminosa,
ha permeado a la iglesia desde sus inicios. Hemos visto que los falsos
profetas o falsos maestros introducen sus doctrinas tergiversadas de una
manera encubierta o camuflada (v. 4), lo cual produce grandes estragos en
el pueblo de Dios debido a que, en un principio, pareciera ser la misma
doctrina cristiana. Pero realmente es doctrina nociva porque mezcla la
verdad con la mentira.
Judas dijo que la doctrina bíblica o la fe ha sido una vez dada a los santos
(v. 3) y es en esta doctrina en la cual la iglesia debe mantenerse firme. Pero
la realidad, desde los tiempos de Judas, es que los hombres no soportan
mantenerse firmes en la doctrina bíblica, sino que ansían una doctrina más
humanista y acorde con los deseos pecaminosos de cada generación. Es por
eso que el apóstol Pablo le dice a Timoteo que “vendrá tiempo cuando no
sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se
amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y
apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Tim. 4:3-4).
En la media que los tiempos avanzan la situación no mejora, sino que
empeora, el hombre cada vez se centra más en sí mismo, y prefiere una
religión cristiana que tenga como fin la satisfacción de sus deseos
humanistas más profundos, y no les requiera obediencia absoluta a
mandamientos y principios absolutos del Dios Santo.
Jesús mismo predijo que en la medida que la humanidad se acerca al final
de los tiempos surgirán falsos profetas en medio de la iglesia, los cuales
confundirían a las gentes con su elocuente palabrería y supuestos actos
milagrosos: “Mirad que nadie os engañe… Y muchos falsos profetas se
levantarán y engañarán a muchos… Porque se levantarán falsos Cristos, y
falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios de tal manera que
engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos (Mt. 24:4, 11).
Pedro, el apóstol, también predijo que los últimos tiempos estarían
caracterizados por el surgimiento abundante de falsos maestros o falsos
profetas: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá
entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías
destructoras, y aún negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí
mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por
causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia
harán mercadería de vosotros con palabras fingidas.” (2 Ped. 2:1-3).
Asimismo, Juan, en el Apocalipsis, presenta la historia final de este mundo
presente como caracterizada por la presencia de las falsas doctrinas y falsos
profetas, los cuales tienen la facultad de hacer señales y obras milagrosas,
con las cuales engañarán a la mayoría de las personas. Juan nos deja ver que
en la historia de la iglesia, siempre la mayoría de las personas preferirán
seguir la falsedad en vez de la verdad bíblica: “También hace grandes
señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra
delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las
señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia…” (Apo.
13:13-14). La fuerza de esta imagen presentada por Juan y el propósito de
prevenir a la iglesia de no seguir a los falsos profetas que surgirán con más
fuerza al final de la historia humana, ha sido opacada por las
interpretaciones pre-mileniales y dispensacionales de la iglesia de este
tiempo. Pero Juan está advirtiendo a los creyentes de no ser tan ingenuos de
pensar que todos los que hacen milagros en nombre de Cristo, realmente
son profetas o ministros enviados por él. Muchos falsos ministros podrán
hacer milagros, pero el fin que ellos tienen no es glorificar a Cristo, sino a sí
mismos, a la vanidad humana, y en últimas, al mismo Satanás, quien los
dirige con sus astucias.
Desde los tiempos de Judas, y aún desde el Antiguo Testamento, la falsa
doctrina, enseñada por falsos maestros, que pueden hacer milagros y
señales, ha estado presente entre el pueblo de Dios:
- Moisés advirtió de los falsos profetas (que son falsos no porque no puedan
hacer cosas portentosas, sino porque ellos enseñan doctrinas erróneas) que
declarar o pronostican cosas, y estas se cumplen, pero están enseñando
doctrinas no bíblicas, los cuales deben ser evitados y considerados como
una plaga peligrosa para la Iglesia: “Cuando se levantare en medio de ti
profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se
cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de
dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosle, no darás oído a las palabras
de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os
está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro
corazón, y con toda vuestra alma” (Deut. 13:1-3). El Señor permitió que
muchos falsos profetas hicieran milagros y señales, e incluso que algunas
de sus profecías se cumplieran, pero esto no era más que una prueba, para
que los miembros de su pueblo se dieran cuenta qué tanto amaban a Dios y
a su palabra revelada. Estos profetas, luego de ganar la confianza y la
credibilidad del pueblo, empezaron a enseñar doctrinas que se salían del
tenor de las Escrituras, y tergiversaban la verdadera doctrina de Dios, y se
centraban más y más en el hombre, de manera que ellos, al enseñar cosas
falsas acerca de Dios, estaban creando su propio dios. Pero esto solo fue
característico de la época del Antiguo Testamento, sino que también se está
presentando hoy. Muchos hombres o ministros evangélicos están
conduciendo a la iglesia a volverse materialista, humanista y centrada en la
gloria humana, a través de sus supuestos o reales milagros, los cuales no
certifican que Dios está aprobando su enseñanza, sino que está mostrando a
los hombres quiénes realmente le siguen por amor, y quienes por puro
interés.
- En toda la historia del Antiguo Testamento los verdaderos profetas
tuvieron que denunciar a los falsos, los que entraban sigilosamente y
engañaban al pueblo de Dios, causando destrucción espiritual. Estos falsos
profetas, que pasaban por verdaderos siervos de Dios, se especializaron en
hablar a la gente lo que ellos querían oír, conforme a sus deseos
materialistas y humanistas: “Porque este pueblo es rebelde, hijos
mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley de Jehová; que dicen a los
videntes: No veáis; y a los profetas: no nos profeticéis lo recto, decidnos
cosas halagüeñas, protetizad mentiras; dejad el camino, apartaos de la
senda, quitad de nuestra presencia al Santo de Israel” (Is. 30:9-11). Una de
las doctrinas que primero atacan, tanto los falsos profetas como el pueblo
que sigue la doctrina errada, es la doctrina de la santidad de Dios.
- En tiempos de Jeremías los falsos profetas abundaron por doquier, al
parecer solo él se mantuvo fiel a las Sagradas Escrituras, el resto de profetas
engañaban al pueblo prometiéndoles bendición, paz y prosperidad, a pesar
de que no había un arrepentimiento verdadero. A cambio de ofrendas y
dinero, estos falsos profetas llenaban los lugares de culto con centenares de
ingenuos creyentes para hablarles cosas agradables a sus oídos. Ellos les
hablaban del Dios de amor y riquezas, que dará bendición a sus hijos, así no
haya una verdadera conversión y arrepentimiento, de manera que Dios dice:
“No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan
con vanas esperanzas, hablan visión de su propio corazón, no de la boca de
Jehová. Dicen atrevidamente a los que me irritan: Jehová dijo: Paz
tendréis; y a cualquiera que anda tras la obstinación de su corazón, dicen:
No vendrá mal sobre vosotros” (Jer. 23:16-17).
- La iglesia primitiva, en el siglo primero de nuestra era, tuvo que luchar
seriamente en contra de los falsos maestros que enseñaban las doctrinas
gnósticas dentro de las iglesias. Muchos corrieron detrás de estas falsas
doctrinas. Luego, en los siglos siguientes surgieron diferentes falsos
profetas: Arrio (Siglo IV), enseñando que Jesús era un ser creado. Su falsa
doctrina alcanzó a afectar a un alto porcentaje de cristianos en su tiempo.
Montano (siglo II), quien enseñaba que había empezado la era del Espíritu
Santo o de un nuevo pentecostés, y al lado de las profetisas Prisca y
Maximila, daban profecías, al estilo del tiempo en el cual se estaban
escribiendo las Sagradas Escrituras, y anunciaron el inminente fin del
mundo y el regreso de Jesús estableciendo una nueva Jerusalén en un lugar
determinado por ellos. Esta falsa doctrina del montanismo invadió a un
buen número de iglesias orientales. Junto con ellos, la historia nos muestra
a numerosos falsos maestros que inundaron a la iglesia de los primeros
siglos, hasta que la iglesia perdió su pureza y esta llegó a convertirse en un
gran centro de negocios y mercadería en todo lo que sería la Edad Media.
Pero luego de la reforma surgieron nuevos falsos profetas dentro de la
iglesia evangélica: unos maestros enseñaban la poligamia, otros el
legalismo, otros el racionalismo teológico, otros negaron la divinidad de
Jesús, otros cuestionaron los milagros en la Biblia y trataron de desmitificar
a las Sagradas Escrituras quitando lo que sonaba a sobrenatural o
mitológico en ellas, otros se volvieron liberales y enseñaron que la Biblia
no es palabra inspirada, que algunas de sus partes no son verdaderas, otros
enseñaron que los sacramentos no son necesarios, otros que Cristo no
regresará, que él realmente no murió en una cruz y que tampoco resucitó,
otros falsos maestros enseñaron que el cielo y el infierno no son lugares a
donde irán las personas a pasar la eternidad, otros enseñaron que las almas
condenadas no sufrirán para siempre en el infierno sino que serán
aniquiladas, otros enseñaron que los cristianos pueden pecar a su antojo y
ellos serán salvos, otros enseñaron que además de las Sagradas Escrituras
podemos confiar en las revelaciones que algunas personas están recibiendo
directamente de Dios, otros enseñaron que la obra de Cristo en la cruz no
tiene como fin especial reconciliarnos con Dios y darnos la libre entrada a
su presencia en los cielos, sino que tiene como propósito el que
construyamos un cielo en la tierra, y que ahora mismo podemos disfrutar de
manera plena de la glorificación de nuestros cuerpos y tenemos en nosotros
el poder para hacer que nuestros cuerpos no se enfermen nunca, otros
dijeron que nosotros somos como pequeños dioses que tenemos poder en lo
que hablamos para traer a la realidad cosas que no existen, otros enseñaron
que el evangelio nos fue dado para que seamos ricos y tengamos muchas
posesiones; en fin, no terminaría de escribir en un libro completo todas las
falsas doctrinas que durante siglos han entrado y dañado a los cristianos.
¿No es esto abrumador? ¿No nos deja esto una sensación de frustración,
tristeza y angustia al ver cómo los falsos profetas han hecho y siguen
haciendo de las suyas? ¿No nos deja esta realidad con un sentimiento de
impotencia? ¿Por qué Dios no destruye a los falsos profetas e impide que
las doctrinas erróneas ingresen a la Iglesia? ¿Por qué pareciera que la
falsedad avanza con más fuerza dentro de la iglesia cristiana? ¿Por qué si la
Iglesia es de Cristo, y él la cuida, permite que los falsos pastores hagan de
las suyas, y aparentemente prosperen en medio de su impiedad?
Es muy posible que los lectores de la carta de Judas estuvieran haciéndose
estas preguntas, y Judas como buen pastor bíblico, les ofrece un consuelo
en los versos 14 al 16, afirmando, a través de una profecía del patriarca
Enoc, que el día del juicio vendrá con total seguridad sobre todos los
impíos, incluyendo a los falsos profetas. Ellos podrán estar confiados ahora,
y seguir en su deseo de hacer daño a la iglesia, estafando a través de la fe,
pero el juicio sobre ellos se acerca.
Analicemos brevemente estos versos, conforme a la estructura natural que
nos presenta el pasaje:
1. Es un juicio seguro
2. Es un juicio total o universal
3. Es un juicio contra la impiedad
4. Es un juicio basado en la verdad
 
1. Es un juicio seguro. “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde
Adán, diciendo: He aquí vino el Señor con sus santas decenas de millares
para hacer juicio…” (v. 14).
Judas consuela a la iglesia que llora, sufre y se angustia al ver cómo los
falsos profetas invaden a la cristiandad, afirmando que las cosas no se
quedarán así. Que Dios vindicará su causa y hará un juicio condenatorio
sobre los impíos. Para afirmar esto, aunque pudo haber utilizado muchas
profecías del Antiguo Testamento, nuestro autor acude a una profecía o
proclamación que hiciera el patriarca Enoc, aunque no aparece en ninguno
de los libros canónicos del Antiguo Testamento. Si bien es cierto que la
profecía fue tomada de un libro apócrifo, la verdad es que esta porción, una
vez fue incluida por Judas en su carta, se convirtió en Escritura inspirada.
No que todo el libro apócrifo de las profecías de Enoc sea inspirado, sino
que solo esta parte, por el hecho de haber sido considera por Judas en su
carta, se convierte en inspirada.
Es muy probable que Judas haya utilizado esta profecía de Enoc, debido a
tres razones fundamentales: Primero, al parecer en el siglo primero este
libro era muy apreciado por los judíos y muchos tenían conocimiento de
estas profecías, de manera que para los lectores iba a ser fácil entender el
juicio a que se refería Judas. Segundo, es muy probable que los falsos
profetas, los cuales estaban diciendo que recibían sueños y nuevas
revelaciones de parte de Dios, también estuvieran familiarizados con la
literatura mística de su tiempo, siendo para ellos conocido el contenido de
las “profecías de Enoc” y tal vez lo recibían como literatura apta para sus
fines dañinos. De manera que Judas utiliza su propia literatura para
anunciarles que sobre ellos vendrá un terrible juicio. Tercero, al parecer el
contenido de la profecía que Judas cita en su carta se había transmitido en
forma oral de una generación a otra, y posiblemente fue una proclamación
que realmente hiciera Enoc en su tiempo, lo cual le daba gran honorabilidad
y respeto debido a lo antiguo del mensaje. La expresión séptimo desde
Adán, quiere decir que este Enoc no es el hijo de Caín (Gén. 4:17), sino el
descendiente de Set, el cual es ubicado en la séptima generación, contando
desde Adán (Gén. 5:1-23). Enoc fue considerado un gran hombre de Dios,
debido a que la Biblia dice que caminó con él (Gén. 5:24) y fue traspuesto a
los cielos.
De manera que Judas acude a esta antigua declaración para mostrarle a la
iglesia bíblica, que aunque ahora somos pocos, y estamos siendo
despreciados por los falsos profetas y las multitudes que siguen sus nefastas
doctrinas, no obstante un día veremos como Dios nos exalta y como
derrama sus juicios sobre los que pervierten la fe.
Y que este es un juicio cierto se deja ver al inicio de la profecía: “He aquí,
vino el Señor”. Es decir, aunque habrá un juicio final y definitivo, ya Dios
está obrando y avanzando todas las cosas para la llegada de ese juicio.
Muchos de sus juicios ya están derramándose sobre los impíos, aunque esto
sea solo un adelanto del gran juicio final. Este juicio será obrado por el
Señor, pero utilizará a millares de ángeles, los cuales están prestos para
ejecutar los castigos divinos. “De manera que como se arranca la cizaña, y
se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del
hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de
tropiezo y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego;
allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mt. 13:40-42). También Pablo
consoló a los verdaderos creyentes que sufrían a causa de las persecuciones
y tribulaciones de este mundo impío, diciéndoles: “Porque es justo delante
de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois
atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús
desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar
retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de
nuestro Señor Jesucristo” (2 Tes. 1:6-8).
 
2. Es un juicio total o universal. “…para hacer juicio contra todos” (v.
15).
Nadie quedará excluido de este juicio. Así algunos se engañen con la vanas
imaginaciones de su mentes, pensando que Dios enviará sus juicios sobre
otros, pero no sobre ellos; como si en ese día ellos pudieran encontrar
alguna justificación que presentar ante Dios y de esa manera quedar libres,
pero la verdad es lo contrario. Todos los impíos, todos los que rechazaron a
Jesús, todos los que pervirtieron el Evangelio de Jesús, todos los que
siguieron a los falsos profetas, serán juzgados por el Juez de toda la tierra.
La posición social, eclesiástica o económica no valdrá de nada. “Y vi a los
muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios, y los libros fueron abiertos,
y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los
muertos…” (Ap. 20:12).
Nadie podrá esconderse del Juez Universal y Supremo. Él conoce todas las
obras que cada uno hizo: “Porque los caminos del hombre están ante los
ojos de Jehová, y él considera todas sus veredas” (Prov. 5:21). “Los ojos de
Jehová están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos” (Prov.
15:3). Aunque algunos líderes religiosos falsos se encubren en el poder de
sus denominaciones o mega-iglesias, o en su poderío económico y fama
mundial, Dios no se deja deslumbrar por la gloria humana, y ellos también
serán encontrados por la justicia divina y la sangre de todos los que fueron
condenados por creer en el evangelio erróneo que ellos predicaban caerá
sobre ellos. Estos malos hombres creen que la destrucción nunca vendrá
sobre ellos, y son como los impíos mencionados en el Salmo 10, los cuales
dicen en su corazón “No seré movido jamás; nunca me alcanzará el
infortunio” (v. 6), o, “Dios ha olvidado; ha encubierto su rostro; nunca lo
verá” (v. 11).
Los impíos no solo rechazan a Dios en sus caminos, sino que hablan
insolentemente en contra de él y Su palabra. Cuando algunos son
reprendidos a causa de sus pecados, entonces usan las Sagradas Escrituras
para justificar su impiedad. Recuerdo de un líder cristiano en determinada
región de Colombia el cual expresó que no tenía problemas en recibir
dineros o “diezmos” de los narcotraficantes o paramilitares, pues, la Biblia
decía que las riquezas de los impíos serían para los justos. Esta es una
manera blasfema de usar la Palabra, lo cual redundará en su propia
condenación. Muchos impíos, cuando son amonestados, cuestionan a Dios
y ellos lanzan ofensas contra el Creador y hasta llegan a afirmar que no
temen a la ira de Dios. Pero todas estas palabras serán tomadas en cuenta en
el día del juicio, y muchos lamentarán en aquel día por haberse expresado
así: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y
entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del
Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mt.
24:30). Los teólogos liberales, aquellos que pervertían el evangelio y hacían
extraviar a la gente del camino, y los conducían a vivir en el pecado,
negando muchas de las verdades Escriturales, ellos en ese gran día buscarán
esconderse de la mirada escrutadora del juez de toda la tierra, pero no habrá
para ellos ningún rincón oculto, sino que la Palabra de Dios, aquella contra
la cual lucharon, tergiversándola y haciéndola decir lo que no decía, esa
Palabra los condenará: “El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene
quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día
postrero” (Jn. 12:48).
 
3. Es un juicio contra la impiedad. “y dejar convictos a todos los impíos
de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas
duras que los pecadores impíos han hablado contra él” (v. 15).
La impiedad consiste en vivir sin Dios, o vivir como si Dios no existiera. El
impío dice en su corazón “no hay Dios” y por lo tanto “se han corrompido,
hacen obras abominables” (Sal. 14:1). “El malo, por la altivez de su rostro,
no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos” (Sal. 10:4).
El impío, que es falso profeta, cree que el Dios vengativo que ejecutará sus
juicios sobre los que engañaban a su pueblo no existe. Que solo hay un Dios
de amor, que al final les perdonará por sus fechorías y no les condenará.
Pero el Dios Santo que se revela en las Sagradas Escrituras mira a los
pecados como impiedades, porque son rebeldía delante de él. El impío no se
preocupa nunca del juicio venidero porque, en últimas, ellos creen que Dios
no existe, que es solo la invención del hombre primitivo y temeroso ante los
fenómenos naturales y la grandeza del cosmos. Ellos creen que la religión
es solo un medio de opresión y lucro personal, de manera que ahora se
hacen pasar por religiosos, por muy espirituales e interesados en los asuntos
bíblicos, pero ellos mismos no creen lo que la Biblia dice, y así viven
desordenadamente y de manera hipócrita, sacando provecho de su posición
privilegiada. Pero la ira de Dios los alcanzará repentinamente y no habrá
para ellos misericordia.
Este pasaje también es una advertencia para todos los moralistas de nuestro
tiempo. Ellos, aunque sean muy admirados por la sociedad y se les tenga
como gente con una espiritualidad muy alta, si ellos no ponen su confianza
solamente en Jesús, entonces son impíos, porque no tienen a Dios en sus
vidas.
 
4. Es un juicio basado en la verdad. “para hacer juicio contra todos, y
dejar convictos a todos los impíos…” (v. 15).
Los impíos, los que viven como si Dios no existiera, todos ellos no solo
serán juzgados sino que serán dejados convictos. Sobre todos ellos el
veredicto del Gran Juez será: Culpable. Y entonces se escucharan los ¡Ay! y
los lamentos, porque ya no habrá oportunidad para rectificar el mal
causado. “Cuando venga el Señor, toda la verdad será revelada. Todo saldrá
a la luz; todo engaño será descubierto y visto como lo que es. Uno de los
mayores problemas de los pecadores es que nos engañamos a nosotros
mismos. Detenemos la verdad (cf. Romanos 1:18). Una de nuestras
estrategias favoritas para lograrlo es compararnos con otros. Aunque
nuestra conciencia proclama nuestro pecado, apagamos su voz mirando a
los demás y argumentando que no somos tan malos como ellos.
Neciamente, por supuesto, olvidamos que ellos también son pecadores, por
lo que nuestra comparación no significa nada. Es como el lodo diciendo que
el barro está sucio. Es engañarse a sí mismo”[23].
En este mundo podemos engañar a los demás sobre nuestras intenciones,
pero en ese día no podremos engañar al que todo lo escudriña. Somos muy
hábiles para ocultar nuestro pecado y disfrazarlo de piedad, pero ese día
todas las máscaras y vestidos legalistas serán quitados, y desnudos nos
presentaremos ante el Gran Juez. Todos los culpables, los que no se
refugiaron de todo corazón en Cristo, y todos los que no lo buscaron con
sinceridad, buscando en él la salvación de sus almas, sino que vinieron a la
iglesia por puro interés material, egocéntrico y humanista, todos ellos serán
declarados culpables y la ira de Dios arderá para siempre sobre ellos.
 
 
 
 
El camino para convertirse en un falso
profeta
Judas 16
“Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios
deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para
sacar provecho” Judas 16.
 
Introducción:
Los grandes delincuentes que hoy día se encuentran en las cárceles del
mundo, o los que aún andan libres cometiendo sus fechorías, no nacieron
como ladrones, estafadores o narcotraficantes. Si nacieron con una
naturaleza caída y depravada, al igual que el resto de personas en el mundo,
y obviamente, nacieron con una inclinación “natural” al pecado, no
obstante, un experto ladrón tuvo que recorrer cierto camino para convertirse
en tal. Por ejemplo, siendo aún muy niño, cuando llegaba a casa y portaba
un lápiz o un objeto que su madre sabía plenamente que no le pertenecía,
ella no le reprendía y no lo obligaba a devolver dicho objeto, sino que
ignoraba el asunto. Allí inició, probablemente, el camino para llegar a
convertirse en un ladrón profesional.
Los falsos profetas, los falsos maestros, los falsos apóstoles, los faltos
pastores, también son delincuentes que no solo hacen daño físico y material
a las personas que engañan, sino que los conducen a la muerte eterna. Si
pudiéramos establecer una taxonomía de gravedades en las diferentes
formas de delincuencia, tendríamos en la categoría más peligrosa y nociva a
los falsos profetas.
Pero, así como los delincuentes recorren un camino para llegar a ser tales,
de la misma manera los falsos maestros cristianos tienen su propio caminar.
Ellos llegaron a ser tales, dando pasos que los condujeron a apostatar de la
fe y convertirse en personas peligrosas para la iglesia.
Analicemos hoy con nuestro pastor Judas cuál es el camino que puede
conducirnos a convertirnos en personas peligrosas para la iglesia.
1. El camino de la murmuración
2. El camino del amor propio (egolatría)
3. El camino de la presunción o arrogancia
4. El camino de la manipulación
 
 
1. El camino de la murmuración. “Estos son murmuradores,
querellosos…”
Hay una crítica que es sana y necesaria para que la iglesia cada día mejore,
ajustándose a los principios bíblicos. Por ejemplo, si una iglesia deja de
guardar el día del Señor y lo cambia por dos horas de culto el día Lunes o
Jueves, permitiendo que los creyentes conviertan el domingo en el día de
paseo o trabajo, entonces es necesario que los miembros conocedores de la
Palabra de Dios, y otros pastores de iglesias evangélicas dialoguen con los
pastores y les hagan ver el error terrible que cometen. Si los líderes de una
iglesia cristiana adoptan prácticas o doctrinas que evidentemente están en
contra de las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, entonces es necesario
que los miembros conocedores de la Biblia hagan ver el error en el cual se
encuentran sus líderes.
Esta crítica debe hacerse en el espíritu correcto, con humildad, y siempre
buscando la Gloria de Dios.
Pero hay una clase de crítica que no procede de este espíritu humilde e
interesado en el crecimiento de la Iglesia y la implantación de la doctrina
bíblica, sino que es resultado de un espíritu hipercrítico perverso que tiene
como fin socavar la confianza de los creyentes en los ministros o en la
Palabra de Dios, para que la empiecen a depositar en ellos. Estas personas
hipercríticas por lo general se “lamentan de la suerte[24] que les ha tocado” y
tratan de obtener una posición mediante la descalificación de los ministros y
sembrando desconfianza en las doctrinas bíblicas.
El camino para convertirse en un falso líder empieza por la constante
murmuración y la crítica mordaz. Estos falsos maestros de que habla Judas
empezaron criticando todo lo que hacían los ministros ordenados y
cuestionando cómo aplicaban ellos la Palabra de Dios a la iglesia.
Obviamente toda iglesia local tiene imperfecciones. Mientras estemos en
esta tierra estamos sujetos al error. Esto no significa que los pastores van a
tolerar de manera consciente el error y se acomodarán a vivir con él como
algo normal; de ninguna manera. Cuando un hermano de la iglesia, u otro
pastor, nos hace ver, por la Palabra de Dios, que estamos en un error,
entonces estudiamos qué enseña la Biblia al respecto y si realmente no
estamos creyendo o haciendo lo que Dios manda, entonces abandonamos el
error.
Pero, hay personas que constantemente están criticando todo lo que la
Iglesia y los ministros predican o hacen. Ellos se dedican a buscar todo lo
que le hace falta a la iglesia, las debilidades de los ministros, las falencias
en el culto, la falta de amor, la falta de unidad, entre otros. Es verdad que
las iglesias locales necesitan crecer más en estas cosas, y es verdad que los
pastores necesitan crecer más en amor y humildad, pero cuando nosotros
vemos esto, no debemos convertirlo en una oportunidad para murmurar
solapadamente y hacer daño, sino que damos gracias a Dios por la Iglesia,
por los pastores, oramos por ellos, y luego hablamos directamente con ellos
y, con humildad, les mostramos la falta.
Debemos alejarnos de aquellas personas que toman por costumbre el estar
hablando a espaldas de los demás, pues, allí está el germen del alejamiento
de la doctrina sana. Si queremos corregir las faltas de alguien, entonces no
debemos ir donde otras personas para hablar de estos pecados, sino que
vamos directamente a las personas y les exponemos nuestra apreciación.
Debemos imitar a la familia de Cloé en Corinto. Ellos se percataron de
algunas doctrinas y prácticas erróneas que se estaban dando en la Iglesia
local, de manera que piden ayuda al apóstol Pablo para que, como apóstol
fundador y autoridad espiritual de la misma, corrija lo que anda mal. Pero
ellos no actuaron como aquellos creyentes murmuradores que se quejan de
todo, que, a espaldas, se quejan de la falta de amor de los pastores. Sino que
ellos autorizan al apóstol para que diga públicamente que la familia de Cloé
fue la que les comentó sobre estas faltas de la iglesia: “Porque he sido
informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay
entre vosotros contienda” (1 Cor. 1:11). Aquí Pablo nos presenta un
principio que todos debiéramos tener en cuenta a la hora de hablar sobre las
debilidades, pecados o falencias de los demás: No digamos nada de nadie
que no podamos decirlo delante de él.
Y si tengo algo que decir, pero no me atrevo a decirlo a la persona misma,
entonces digámoslo a Dios en oración, pero no a otras personas, porque eso
sería murmuración.
Cuando nos volvemos murmuradores, criticones y quejumbrosos, entonces
nuestro corazón se va tornando duro, insensible y estará dispuesto para
luego criticar, cuestionar y quejarse de los mandamientos de la Palabra de
Dios.
Algunos de los falsos profetas que predican en muchas iglesias hoy, están
enseñando doctrinas erróneas y aprueban cosas que Dios, de manera clara,
ha prohibido. Pero ¿Cómo llegaron a ese estado? Empezaron quejándose de
la radicalidad de la Palabra de Dios, criticaron la predicación fiel de algunos
ministros y los miraban como fanáticos, radicales, ultra-ortodoxos.  Hoy día
estos quejumbrosos están cuestionando muchas de las doctrinas bíblicas y
se han ido tras la falsedad: enseñando fábulas y mentiras, como si fueran
palabra de Dios. Ellos eran de los que decían: ¿Por qué un Dios de amor no
predestinó a todos los hombres para salvación? ¿Cómo es posible que un
Dios bueno envíe calamidades sobre los hombres? ¿Un Dios misericordioso
podrá condenar a los hombres para siempre en el sufrimiento del infierno?
¿Por qué un Dios Todopoderoso y benévolo permite las guerras y el
sufrimiento? ¿Si ahora estamos en el tiempo de la gracia, entonces para qué
debemos conocer y obedecer los pesados mandamientos de la antigua Ley
de Dios? ¿Acaso no somos libres para andar en nuestro camino? Ellos
empezaron cuestionando y murmurando en contra de la Soberanía de Dios,
su justicia, su santidad, su ira y ahora predican de un dios totalmente
distinto al que se ha revelado en las Sagradas Escrituras.
 
2. El camino del amor propio (egolatría). “…que andan según sus
propios deseos.”
Estas personas son quejumbrosas e insatisfechas con la doctrina y el
ministerio de la iglesia, porque ellos buscan su propia gloria, y todo lo que
vaya en contra de ese propósito es cuestionado. Estos se quejan,
especialmente, cuando la enseñanza de la Palabra les confronta con sus
pecados e inclinaciones malvadas, y dejan ver que la iglesia perfecta es
aquella que puede amoldarse a su egoísmo y egolatría natural.
Esta gente “se queja a otros queriendo dar a entender que ellos harían mejor
las cosas, que tienen la respuesta. Y así ganan adeptos que escuchen sus
herejías, cuando lo que tienen en mente es conseguir poder para ellos
mismos en la iglesia. No desean ser siervos; desean ser señores. No ven a la
iglesia en primer y principal lugar como Iglesia de Cristo. La ven como
algo que pueden utilizar para su propia gratificación”[25].
Ellos tienen sus propios deseos, pero estos son malos. Simon Kistemaker
traduce este texto así: “Estos de todo se quejan y todo lo critican; siguen
sus propios malos deseos; hablan con arrogancia y adulan a los demás
para sacar provecho”[26]. Ellos no desean lo que Dios desea, sino que
anhelan con vehemencia todo lo que les ayude a su propia gloria. Ellos no
están trabajando para la extensión del Reino de Dios sino en el
fortalecimiento de su propio reino.
 
3. El camino de la presunción o arrogancia. “…cuya boca habla cosas
infladas”.
Otro eslabón más para llegar a ser un falso profeta consiste en la auto-
exaltación. Los falsos profetas y los falsos apóstoles por lo general son
personas especialistas en el discurso populista lleno de fanfarronerías. Se
habla más de sí mismo que de la obra de Dios. Se habla más de las personas
convertidas bajo su ministerio, de las iglesias que ha plantado, de los libros
que ha escrito, de las sanaciones que hizo, y así, presumen de muchas cosas
que ellos hicieron, pero poco se habla de Cristo. “Los carteles que anuncian
sus campañas dicen mucho más acerca de ellos y de su nombre que del
nombre de Jesucristo. La presunción es siempre una señal de un falso
maestro. Cuando Pablo se enfrentó a esos hombres en su segunda carta a los
Corintios, las únicas cosas que menciona de sí mismo no eran sus éxitos,
sino sus debilidades y sufrimientos”[27].
Simón Kistemaker traduce esta frase así: “Y sus bocas hablan palabras
orgullosas”[28]. Él dice “hablan con una arrogancia que no pueden
confirmar. Hacen comentarios jactanciosos que son vacíos, sin sustancia ni
sustento”[29].
Los falsos profetas empiezan contando un testimonio de algo que realmente
les sucedió. Tal vez recibieron del Señor una gracia especial que les sanó de
una enfermedad, tal vez fueron auxiliados por la gracia divina en un
momento de gran necesidad económica. Al principio el testimonio es
bastante fiel a los hechos reales, y cuando ellos ven que la gente empieza a
escucharles y se interesan por su testimonio, y que su fama crece y algunos
“se convierten” a causa de su testimonio, y recibe invitaciones de otras
iglesias, entonces, va añadiendo pequeñas cosas a su testimonio, que
obviamente no son reales, pero que le dan más altura e impacto a su
“predicación”. Con el tiempo terminan armando toda una fábula, llena de
fantasías y cosas extraordinarias con el fin de atrapar a los oyentes y dar la
apariencia de que es un hombre que recibe el poder de Dios de una manera
especial. Ellos son como dice Pedro: “Pues hablando palabras infladas y
vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que
verdaderamente habían huido de los que viven en error” (2 Ped. 2:18).
Particularmente tuve la oportunidad de escuchar a algunos predicadores de
esta categoría mencionada por Judas, y cada vez que les escuchaba contar el
testimonio de un milagro, me aterraba al ver cómo le iban agregando más
fantasía. Pero lo repiten tanto, que terminan creyendo en sus mentes
torcidas, que eso realmente sucedió.  
Puedo ver dos clases de presuntuosos hoy día, entre los falsos profetas:
Primero, aquellos que hacen alarde de sus títulos académicos, de sus
estudios teológicos y de todo el recorrido que hicieron por las más
prestigiosas universidades del país y del extranjero. Estos se consideran el
non plus ultra de nuestro tiempo. Más allá de ellos no hay posibilidad de
encontrar la sabiduría. Miran con desprecio a los pastores que difícilmente
pudieron terminar la secundaria y han realizado algunos cursos de instituto
bíblico, y hacen alarde de sus conocimientos del griego y del hebreo.
Preparan discursos que solo ellos pueden entender, donde hacen gala de su
pedante y elevado vocabulario. (No estoy diciendo que estudiar teología sea
algo errado, ni tampoco desprecio el estudio de las lenguas bíblicas. Todo
pastor y predicador debiera esforzarse por realizar cuánto estudio le sea
posible hacer, especialmente en el conocimiento de la teología, las lenguas
bíblicas, la hemernéutica, la exégesis, entre otros).
Por otro lado, encontramos a los falsos profetas, que ya no hacen alarde de
títulos o estudios teológicos, porque es evidente que no los tienen, sino que
alardean de sus títulos nobiliarios y fantasiosos en el mundo religioso: ellos
hablan de sí mismos como los ungidos, los apóstoles, los patriarcas, los
profetas de Jehová, en fin, los que traen la fresca revelación del Espíritu y
han descubierto la palabra Rema que no fue revelada a ninguno de los
santos y humildes hombres en la historia de la iglesia cristiana, que lleva
más de 20 siglos de existencia, sino solo a ellos. Ellos dicen tener el
evangelio completo, considerando con eso que los cristianos de los 20
siglos que le precedieron tuvieron un evangelio a medias. Estos dicen
recibir revelación directamente del cielo, y constantemente afirman estar
escuchando la voz audible de Dios, como algo diferente a las Sagradas
Escrituras. Hablan a las personas diciéndoles que Dios les habló solo a ellos
y les contó cosas que otros no saben. Estos falsos profetas se jactan de saber
quién está enfermo entre la multitud de incautos que le siguen y también
dicen saber con certeza a quién sanará Dios y a quién no. Pero esto no es
más que las vanas imaginaciones de sus mentes, y ¿cuál es el fin de tanta
arrogancia? Engañar a los ignorantes y débiles.
 
4. El camino de la manipulación. “… adulando a las personas para sacar
provecho”.
El camino para convertirse en un falso profeta puede empezar con la
murmuración, las quejas, el estar inconforme con el sitio donde Dios nos ha
puesto y tratar de ganar adeptos a través del desprestigio de los ministros y
de las doctrinas bíblicas, luego sigue en este caminar el trazar un plan que
persiga satisfacer las metas que ha trazado para mí mismo, es decir, buscar
su propia gloria. El camino para ser un falso profeta continúa con la
arrogancia, la cual se manifiesta en la forma cómo hablo de mí mismo: Doy
muchos créditos y reconocimientos a mis logros y habilidades personales y
de cómo he avanzado en la vida cristiana y de todos los milagros que puedo
hacer. Pero todo esto tiene como fin obtener poder, autoridad, riquezas y la
satisfacción de los deseos personales.
Judas llama a estos falsos profetas aduladores, y realmente esto es lo que
ellos son. A pesar de que la Biblia nos advierte de no hacer acepción de
personas, los falsos profetas se especializan en ser duros y exigir santidad a
los más pobres, a los que ningún bien económico, político o social pueden
dar; pero son lisonjeros, suaves como la seda y flexibles para con los
pecados de los más ricos, de los más poderosos. Ellos actúan
contrariamente a lo que enseñó Santiago: “Hermanos míos, que vuestra fe
en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque
si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa
espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con
agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen
lugar; y decís al pobre. Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi
estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces
con malos pensamientos?” (Santiago 2:1-4).
El término adulación que utiliza aquí Judas, significa textualmente
“admirar rostros”. El camino para ser un falso profeta incluye la falsa
admiración que mostramos hacia otras personas, solo con el fin de obtener
réditos de ellos.
Los falsos profetas siempre buscan sacar provecho de los demás. Balaam
hizo amistad con el Rey Balac, y se fue en contra del pueblo de Dios,
porque este malvado rey le ofreció dinero a cambio de dar unas profecías.
Muchos falsos profetas hacen alarde de la capacidad que tienen de hacer
milagros, de sus técnicas para recibir sanación, y de cómo el poder de Dios
fluye con unción a través de ellos, con el fin de recibir los diezmos,
ofrendas y “siembras” económicas de sus incautos seguidores. Ellos buscan
solo el bienestar personal, a costa del sacrificio y el sufrimiento de los que
escuchan sus falsas profecías. No hay diferencia entre ellos y los falsos
profetas de la antigüedad que profetizaban a cambio de dinero: “Sus jefes
juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas
adivinan por dinero; y se poyan en Jehová, diciendo: no está Jehová entre
nosotros” (Miq. 3:11).
 
 
 
Profecías apostólicas frente a los falsos
profetas
Judas 17-19
“Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron
dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: En
el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según sus malvados
deseos. Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al
Espíritu” Judas 16.
 
Introducción:
En el transcurso de los siglos muchos hombres se han levantado como
profetas y han tratado de pronosticar eventos importantes para la
humanidad, como la destrucción final del mundo. Nostradamus, Los Mayas
y muchos grupos religiosos se aventuran, de tanto en tanto, a pronosticar
eventos, pero estos nunca se cumplen, porque realmente son falsos profetas.
En el año 90 d. C., San Clemente predijo que el mundo sería destruido en
esa fecha, y nada sucedió. Luego un sacerdote romano predijo, basado en
las dimensiones del Arca de Noé, que en el año 500 sería la destrucción del
mundo, y nuevamente, nada pasó. En 1832, William Miller, fundador de los
adventistas, dijo haber tenido una visión en la que un ser celestial le
anunció que la venida de Cristo y el fin del mundo sería el 20 de Marzo de
1843. A pesar de la gente de Boston casi se vuelve loca esperando la gran
destrucción, nada sucedió. Charles Rusell, el fundador de los testigos de
Jehová, señaló que el fin del mundo y la venida de Cristo serían para 1874,
y nada pasó. En vista del fracaso de su profecía, cambió la fecha para 1918;
luego, los Testigos de Jehová, volvieron a cambiar la fecha de la segunda
venida de Cristo para 1925, y luego para 1975 y obviamente, nada de lo
pronosticado sucedió. La profetisa adventista Margaret Rowan indicó que el
arcángel Gabriel se le apareció y le dijo que el fin del mundo sería el 13 de
Febrero de 1925, algunas personas vendieron todas sus propiedades, otras
se suicidaron y otros se subieron a los montes para esperar al Señor
Jesucristo, y nada sucedió. Cuando en 1967 la ciudad de Jerusalén queda en
manos de los judíos, muchos “especialistas” en escatología anunciaron que
había llegado a su fin la época de los gentiles, y que la venida de Cristo
sería en unos pocos meses. Cuando nos estábamos acercando al año 2000,
muchos grupos pentecostales e iglesias de corte fundamentalista se
convencieron de que el rapto de la iglesia era inminente y cientos de libros
se publicaron anunciando este pronto evento. En Corea del Sur, un
muchacho de 16 años de edad, dice tener una visión en la cual se le anuncia
que el 28 de Octubre de 1992 sería la destrucción de este mundo. Miles de
cristianos fundamentalistas y pentecostales dejaron sus trabajos y vendieron
sus bienes, como preparación para el viaje a los cielos. Nuevamente, nada
sucedió. Harold Camping, presidente de la emisora Family Radio,
pronosticó que el fin del mundo y la segunda venida de Cristo sería en
Septiembre de 1994, cuando esta fecha pasó y no sucedió nada, entonces
dijo que se había equivocado levemente en la interpretación de un pasaje
profético en la Biblia, y cuando creyó tener la interpretación correcta
pronosticó que la segunda venida de Cristo y el fin de mundo sería el 31 de
Marzo de 1995. Luego de este nuevo fracaso la gente pensó que Harold
Camping no se aventuraría a pronosticar más fechas, pero volvió a anunciar
que, según cálculos numéricos basados en la Biblia, la segunda venida de
Cristo sería el 21 de Mayo de 2011, día que marcaría el inicio del fin del
mundo. Pero tampoco fue así.
Miles de pronósticos proféticos se han dado en la historia de la iglesia de
parte de, evidentemente, falsos profetas. Algunos basados en supuestas
revelaciones sobrenaturales como sueños, visiones, éxtasis, voz audible,
entre otros, y algunos basados en la numerología bíblica, pero todos han
fallado. Lo sorprendente es que a pesar de sus equivocaciones, miles de
personas persisten en creer este tipo de profecías o pronósticos, y así su
líder espiritual falle mil veces en sus falsas profecías, escuchan con avidez
sus tonterías y siguen sus caminos torcidos.
El pastor Judas, luego de dar una descripción de los falsos profetas y del
peligro que ellos entrañan para la verdadera Iglesia de Cristo, exhorta a sus
lectores para que, en vez de escuchar las falsas profecías y erróneas
doctrinas de los falsos profetas, escuchen, recuerden y atiendan las
verdaderas profecías dichas por los verdaderos profetas, es decir, los
apóstoles de Jesucristo. Escuchar sus palabras y estar atentos a ellos nos
librarán de ser víctimas de los falsos profetas.
Estudiemos con Judas:
1. Autoridad de los que han dicho las profecías
2. Contenido de las profecías
3. Carácter de los que son denunciados en las profecías
 
1. Autoridad de los que han dicho las profecías. “Pero vosotros, amados,
tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de
nuestro Señor Jesucristo” (v. 17)
Judas ha acudido a varias escrituras extra-bíblicas para mostrar los terribles
juicios que vendrán sobre los que engañan a las personas con falsas
doctrinas. Pero ahora, hay un cambio en su discurso y en el tono de su voz.
La expresión “amados” que utiliza al comienzo de esta sección permite ver
el corazón amante del pastor. Él ha hablado duramente de los falsos
profetas, de sus nefastas doctrinas, de su vil conducta, del daño que causan
al pueblo del Señor y de la ira de Dios que descenderá sobre ellos.
Pero estas palabras fuertes no proceden de un corazón amargado, radical,
inflexible y falto de amor, como algunos lectores pudieron llegar a pensar,
sino que él es un pastor que ama a las ovejas y porque quiere su salud
espiritual y que no sean engañados por los falsos maestros les ha hablado en
el tono que lo ha hecho. Las fuertes exhortaciones siempre deben ir
acompañadas de amor y consuelo, para no poner pesadas cargas que aflijan
demasiado el corazón.
Un pastor que ama a las ovejas, hablará fuerte cuando esto sea necesario, y
será apacible con su voz y mensaje, cuando también esto sea necesario. Hay
momentos en los cuales se debe ser como voz de trueno y en otras
ocasiones como un silbido apacible. Hay un falso amor que se ha infiltrado
en la iglesia evangélica, el cual conduce a los pastores a hablar solo de
cosas positivas, agradables y consoladoras, pero aunque esta clase de
mensajes son necesarios, sería una desfiguración del evangelio si solo nos
quedáramos en esta clase de predicaciones, pues, también se requieren, y
con harta frecuencia, las exhortaciones confrontadoras.
“Amados” estas advertencias que les he hecho sobre los falsos profetas, no
proceden de mi imaginación, ni solo yo he hablado de este tema. Ustedes
deben escuchar a los verdaderos profetas, a los cuales el Señor mismo
comisionó, ellos, con la autorización que recibieron del Salvador, y el poder
del Espíritu Santo que obró de una manera especial en sus enseñanzas,
ellos, también han hablado del mismo tema. Ellos advirtieron a las iglesias
de que vendrían los falsos profetas, y ya los tenemos aquí. Esto no es una
falsa profecía, no es el resultado de la imaginación exaltada de un seudo-
profeta.
Como decíamos en la introducción, en la historia de la iglesia, y de la
humanidad, a muchos hombres se les ha dado por pronosticar eventos y
cosas, pero siendo que ellos no son verdaderos profetas, ni Dios habla a
través de ellos, entonces sus predicciones no se cumplen. Pero sí hay
verdaderos profetas, y estos han sido llamados y comisionados por Dios.
Nosotros tenemos que escuchar y recordar lo que dicen los profetas
verdaderos.
“Tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles
de nuestro Señor Jesucristo”. Los apóstoles a los que se refiere Judas en
esta carta, no son aquellos que se autoproclamaron como tales y que fueron
hallados falsos (“porque estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos,
que se disfrazan como apóstoles de Cristo” 2 Cor. 11:13 “Y has probado a
los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos”
Ap. 2:2), sino que se refiere a los doce, más pablo, los cuales son el
fundamento sobre el cual la iglesia construye su doctrina y práctica:
“Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la
principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Ef. 2:20). “Y el muro de la
ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los doce nombres de los doce
apóstoles del cordero” (Ap. 21:14).
De la única forma que somos librados de las falsas doctrinas es
manteniéndonos firmes en las enseñanzas de los apóstoles y profetas
autorizados por Dios, los cuales escribieron las Sagradas Escrituras: “Y
perseveraban en la doctrina de los apóstoles…” (Hch. 2:42), “Más os
ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en
contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de
ellos” (Ro. 16:17). También nos libramos de las falsas doctrinas
alejándonos de las supuestas revelaciones que algunas personas reciben o
de sus experiencias místicas, pues, “tenemos, también, la palabra profética
más segura a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que
alumbra en lugar oscuro…” (2 Ped. 1:19).
 
2. Contenido de las profecías. “Los que os decían: En el postrer tiempo
habrá burladores, que andarán según sus malvados deseos” (v. 18).
Según los expertos en griego koiné, la expresión de Judas da a entender que
los apóstoles constantemente estuvieron advirtiendo que en los postreros
tiempos vendrían burladores que se mofarían de la Palabra de Dios y del
evangelio. Los postreros tiempos o los últimos días son expresiones que en
el Nuevo Testamento hacen referencia al tiempo presente y al futuro. “Este
período de tiempo tiene su comienzo en el primer siglo, cuando Cristo vino
a traer el evangelio, y se extenderá hasta su eventual regreso. Las Escrituras
enseñan que durante dicho período las fuerzas del mal se volverán cada vez
más visibles y audibles”[30].
Los creyentes originales a los cuales escribe Judas ya se encontraban en los
tiempos postreros, así como todas las personas del siglo I. Según la profecía
de Joel, la venida del Espíritu Santo se daría en los postreros tiempos, y esto
sucedió en Pentecostés: “Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de
mi espíritu sobre toda carne…” (Hch. 2:17). El autor de Hebreos dice que
Dios habló a los antiguos a través de diversas maneras, pero que ahora, “en
estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Heb. 1:2), y esto fue
escrito en el siglo I. La primera venida de Cristo, para morir en la cruz, está
catalogada como el inicio de los tiempos del fin, el apóstol Pedro dice que
Jesús fue destinado por Dios para derramar su preciosa sangre desde antes
de la fundación del mundo, “pero manifestado en los postreros tiempos por
amor de vosotros” (1 Ped. 1:20).
Ahora, los apóstoles, y Jesús mismo, anunciaron que en los tiempos
postreros surgirían falsos profetas y falsas doctrinas dentro de las iglesias
cristianas, y esto nos lo dijeron, no para satisfacer nuestra curiosidad
escatológica, sino para que estemos advertidos y escapemos de los lazos de
esta apostasía, que en la medida que nos acercamos al final de los tiempos
del fin se acrecentará. Si en los tiempos de Judas la falsa doctrina estaba
permeando peligrosamente a la iglesia cristiana, mucho más en estos
tiempos, que nos encontramos veinte siglos más próximos al fin del fin.
Jesús fue claro y advirtió a los discípulos que en la medida que nos
aproximemos al fin de los tiempos finales, la falsa doctrina, que es
enseñada por falsos maestros crecerá, y estos presentarán a un Cristo
diferente: “Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos.
Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes
señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a
los escogidos. Ya os lo he dicho antes” (Mt. 24:11, 24).
Pero también los apóstoles, tal y como lo dice Judas, anunciaron que
vendrían falsos profetas, los cuales se burlan de la doctrina bíblica,
cambiándola por lo que sus deseos humanistas quieren. El apóstol Pablo le
escribió al joven pastor Timoteo: “Pero el Espíritu dice claramente que en
los postreros tiempos algunos apostarán de la fe, escuchando a espíritus
engañadores y a doctrina de demonios” (1 Ti. 4:1). Estos espíritus
engañadores que vendrían en los tiempos postreros pueden referirse a las
distintas corrientes doctrinales erróneas que se han ido introduciendo
sigilosamente en muchas iglesias, pero también a la acción de Satanás como
pervertidor de la doctrina, quien aprovecha los deseos que algunas personas
sienten de tener experiencias sobrenaturales, y él les concede estas
experiencias a través de visiones, sueños, imaginaciones y apariciones
fantásticas como las que tuvieron algunos fundadores de las sectas de los
mormones, los testigos de Jehová, los adventistas y muchos grupos
carismáticos o pentecostales.
El mismo apóstol Pablo vuelve a insistirle a Timoteo que se cuide de los
hombres que tienen apariencia de piedad, y hasta parecen grandes profetas
y maestros, porque muchos no serán sino embaucadores y charlatanes, que
se burlan de la preciosa doctrina cristiana con su vida mundana: “También
debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.
Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos,
soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin
afecto natural, implacables… que tendrán apariencia de piedad, pero
negarán la eficacia de ella, a éstos evita” (2 Ti. 3:1-5).
También el apóstol Pedro profetizó que en los postreros tiempos surgirían
esta avalancha de falsos maestros que andan tras sus propios placeres, y no
les importa burlarse de la Palabra de Dios: “Sabiendo primero esto, que en
los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias
concupiscencias” (2 P. 3:3).
También el apóstol Juan, escribiendo a los creyentes del primer siglo de
nuestra era, les dice que tengan mucho cuidado con los falsos maestros, que
en el fondo no son más que anticristos, burladores de la Palabra, los cuales
ya andan sueltos, como una plaga mortal, por el mundo: “Hijitos, ya es el
último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora
han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último
tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros…” (1 Jn. 2:18-19).
Es importante resaltar en este verso que Juan nuevamente nos deja ver que,
desde el siglo I, ya nos encontramos en el último tiempo, y también, que la
aparición numerosa de falsos profetas, de falsos maestros, y falsas
doctrinas, los cuales no son más que anticristos, que están en contra de la
revelación del verdadero Cristo que nos presenta las Sagradas Escrituras,
son un indicativo que el tiempo del fin se aproxima a su fin (por esto
conocemos que es el último tiempo), pero además nos deja ver que los
falsos profetas salen de en medio de las iglesias cristianas locales. Por esa
razón necesitamos que estos falsos maestros sean denunciados dentro del
seno de la Iglesia, pues, ellos deben salir de nosotros, y los verdaderos
cristianos deben salir de sus falsas iglesias.
Ahora, ¿en qué sentido ellos son burladores? además de lo que hemos
dicho, me gustaría presentarles la explicación que da el erudito en Nuevo
Testamento, Simón Kistemaker: “La gente que Judas describe no es
ignorante en cuanto a la Palabra de Dios. Al contrario, están bien
informados. Debido a su conocimiento de la revelación divina, transforman
en una burla continua todo lo que es santo y sagrado. Mofar no consiste en
una parodia cómica y ligera, sino en un serio ataque contra Dios, su Palabra
y su pueblo. Los burladores (llamados en otras versiones <escarnecedores>)
demuestran abiertamente su desprecio y escarnio por Dios al seguir <sus
propios impíos deseos>”[31].    
La gente hace burla de Dios cuando desatiente su Palabra, cuando,
conociéndola la tuerce, cuando la usa como fuente de ganancia personal,
cuando la tergiversa causando que otros se pierdan del camino, cuando la
interpreta a su antojo y no conforme a lo que ella misma enseña. La gente
se burla de Dios cuando viven conforme a su propia pecaminosa voluntad, y
desatienden sus mandamientos o actúa en contra de ellos.
En el verso 16, Judas dijo que los falsos maestros andan conforme a sus
deseos, pero aquí en el 17 les añade el calificativo de malvados. Sus deseos
no pueden ser buenos, porque no proceden de la verdad, sino de la mentira.
Jesús le dijo a sus discípulos “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a
vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mt.
7:15). Muchas personas viven engañadas y siguen las enseñanzas de los
falsos profetas, porque no les parece que sean malas personas, antes por el
contrario, son tan amorosos, tan santos, tan correctos, que es imposible que
sean falsos profetas. Pero Jesús dice que ellos se especializan en el arte del
disfraz, pero por dentro llevan sus malvados deseos. La traducción literal de
este pasaje, en la lengua griega, parece muy fuerte: “andando tras sus
propias lujurias de impiedades”[32].
 
3. Carácter de los que son denunciados en las profecías. “Estos son los
que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu”. (v. 19).
Los falsos maestros que estaban afectando a las iglesias del siglo I, con sus
falsas doctrinas, causaban divisiones. Algunos comentaristas creen que
estos falsos hombres, posibles precursores del incipiente movimiento
gnóstico, estaban fomentando la separación entre creyentes “espirituales” y
creyentes no espirituales. Ellos decían estar en una posición espiritual más
alta porque estaban elevándose en la comprensión espiritual y mística de
“verdades profundas”, ellos, al igual que algunos falsos maestros y
“eruditos” de hoy día, creían estar descubriendo los misterios cifrados en
las Escrituras, y podían develar los “códigos secretos” de la Biblia. Algunos
podían estar argumentando que tenían al Espíritu Santo en una medida
superior, y por lo tanto, ellos y solo ellos, podían entender ciertas
revelaciones extra-bíblicas que el Espíritu supuestamente les daba. Ellos se
ponían como una clase diferente y superior que la de los creyentes
ordinarios. “Pareciera ser que ellos decían tener el Espíritu y ser libres
moralmente en cuanto a su conducta”[33].
Lo mismo ha sucedido en el transcurso de la historia de la iglesia cristiana.
Algunos crean jerarquías y se posicionan sobre los demás, presumiendo de
su supuesta elevada espiritualidad y autoridad, de manera que incluso se
ponen por encima de la Palabra, y creen que pueden violar algunos
principios de la Escritura, porque el Espíritu mora abundantemente en ellos,
y les da la capacidad para violar la Ley del Señor sin pecar. Cuánto engaño
produce el pecado y la apostasía.
Pero ellos no tenían al Espíritu. Sus sueños y supuestas revelaciones, no
eran más que el resultado de sus mentes exaltadas y sus perversas
intenciones de manipulación. Judas dice que ellos eran sensuales, es decir,
se dejaban llevar por sus propios sentidos. Pero muchos pensaban que
estaban llenos del Espíritu Santo debido a que hablaban como gente que
está recibiendo revelaciones superiores, de manera que en este pasaje Judas
prosigue exhortando a la iglesia para que no se dejen engañar por los que se
atribuyen a sí mismos el tener la capacidad de “sentir” al Espíritu,
diciéndoles o mostrándoles cosas que otros no saben. Estos no son más que
sensuales, engañados por sus propios sentidos. De los cuales hay que tener
mucho cuidado, y lo más pronto posible, alejarnos de ellos. Como dice
Pablo “a estos evita” (2 Tim. 3:5), “Más os ruego, hermanos, que os fijéis
en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que
vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Ro. 16:17).   
 
Responsabilidades de los que luchan
vigorosamente por la doctrina
La constante edificación
Judas 20
Introducción:
Los seres humanos, por lo general, tendemos a ser muy activos. Nos es
difícil mantenernos quietos o impasibles frente a los retos que nos ofrece
esta vida. El ser activos forma parte de las responsabilidades que Dios le ha
dado al género humano. Una vez que Dios creó a Adán le asignó
responsabilidades.
De la misma manera, cuando nosotros llegamos a la fe cristiana, nos son
asignadas muchas responsabilidades con el fin de que nuestro crecimiento
espiritual sea constante, y evitar así quedarnos estancados en una perenne
incipiente vida cristiana.
Pero no siempre el activismo o el mantenernos en ciertas actividades,
aparentemente espirituales, garantiza nuestro crecimiento cristiano.
Ya hemos visto, con nuestro pastor Judas, que los falsos profetas se
mantienen muy activos y constantemente están trabajando con el fin, no de
edificar, sino de engañar, seducir, destruir y explotar. Es muy común que los
falsos profetas también mantengan a sus incautos seguidores en un
activismo, aparentemente espiritual, con el fin de distraerlos y no darles
espacio para reflexionar bíblicamente, pues, si ellos hacen esto, de seguro
se desmarcarán de sus torcidos caminos.
Pero las actividades “espirituales” que hacen los incautos seguidores de los
falsos profetas que hay dentro del cristianismo no tienen como fin el que
ellos dependan más y más de Dios, de su Palabra y de Su Espíritu, sino lo
contrario, que cada día dependan de su líder “ungido”. Aunque los falsos
maestros invitan a su gente a leer, memorizar y “confesar” diariamente las
Escrituras, ellos solo deben repetir ciertos versículos de la Biblia que
contienen “promesas”, especialmente materiales y relacionados con los
deseos naturales, de este mundo. Pero por lo general estas son promesas
descontextualizadas y mal interpretadas.
Estos falsos maestros muy pocas veces animan a su gente a escudriñar
TODAS las Escrituras, buscando en ellas la verdad que Dios revela de sí
mismo, del hombre, del pecado, de la santificación, de la vida cristiana. No
obstante, la gente se mantiene constantemente repitiendo versículos bíblicos
y ellos creen que están creciendo espiritualmente porque, así como el brujo
o el practicante de algunas religiones orientales paganas, repiten su mantra
que de una manera mágica producirá ciertas cosas positivas en ellos. Los
falsos maestros engañan a su gente haciéndoles creer que repitiendo como
loros ciertos versos de la Biblia, por lo general descontextualizados, la
Palabra obrará milagrosamente en ellos, trayendo a la realidad tangible
cosas que están en el mundo de las ideas inmateriales. Pero entre esto y el
chamanismo oriental no hay ninguna diferencia. Las personas que toman de
esa manera la Biblia no experimentan ningún crecimiento espiritual, sino
una constante dependencia del predicador “ungido” que, semana tras
semana, les va indicando los pasajes que contienen “poderosas promesas”
que deben memorizar. Se les invita a orar constantemente en “lenguas”, que
no es más que la repetición constante de palabras sin sentido, las cuales no
evidencian ser lenguas o idiomas, como sí lo eran los dones de glossolalia
en los tiempos apostólicos. Estos mantras evangélicos no edifican, sino que
crean una dependencia continua y creciente por estas vanas e inútiles
repeticiones.
Pero el fin de todo es que las personas dependan constantemente de su
predicador ungido. La falsa doctrina actúa muy parecida a las drogas
alucinógenas, ella crea dependencia, y los incautos que caen en esta red
mundial de delincuencia espiritual, se vuelven dependientes de sus líderes y
profetas. Constantemente deben estar en sus reuniones de avivamiento,
esperando recibir el toque, la unción, el poder y el milagro que solo vendrá
cuando las manos poderosas y la palabra ungida del predicador sean puestas
sobre el creyente, pero a los pocos días, el efecto producido por los toques y
palabras mágicas del predicador habrán pasado, y entonces se hace
necesario acudir a otra noche o mañana de “poder” donde reciba la “nueva
unción” del predicador.
No obstante, los creyentes verdaderos deben caracterizarse por ser activos,
por trabajar fervientemente en su edificación, pero haciendo las actividades
correctas, las cuales no son estipuladas por ningún moderno predicador o
profeta, sino por la autoridad absoluta de la Palabra de Dios.
Empecemos a analizar con Judas cuáles son esas actividades en las cuales
debe ocuparse todo cristiano, de manera que sea librado de la influencia
perniciosa y nociva de los falsos profetas, pero que a la misma vez, pueda
crecer verdaderamente en las gracias y virtudes cristianas.
 En los versos 20 al 21 Judas exhorta a los creyentes para que se ocupen en
4 actividades que les ayudarán realmente a ser edificados espiritualmente, y
a la misma vez les librarán de caer bajo las garras de los falsos profetas.
Estas 4 actividades cristianas están indicadas con 4 verbos: Edificar, orar,
conservar y esperar:
1. La constante edificación a través de la Palabra de Dios. “edificándoos
sobre vuestra santísima fe” (v. 20)
2. La constante oración en el Espíritu Santo. “orando en el Espíritu Santo”
(v. 20)
3. La constante conservación en el amor de Dios. “conservaos en el amor
de Dios” (v. 21)
4. La constante espera en la misericordia divina. “esperando la misericordia
de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (v. 21)
 
1. La constante edificación a través de la Palabra de Dios. “edificándoos
sobre vuestra santísima fe” (v. 20)
Analicemos esta declaración de Judas siguiendo la siguiente estructura:
a. El significado de la edificación
b. El medio usado para la edificación
c. Carácter de la edificación
 
a. El significado de la edificación. Pero vosotros, amados, edificándoos
sobre vuestra santísima fe.
En esta última sección de la carta, Judas cambia el tono de su discurso y
nuevamente, tal como en el verso 3 y en el 17, deja ver que se dirige a los
“amados”, a los hermanos que junto con él están caminando en la doctrina
bíblica que recibieron de los apóstoles
Los creyentes, aquellos que luchan en contra de la falsa doctrina y
denuncian a los falsos profetas, no están confiados en sí mismos, ni se
jactan de estar firmes, sino que, conociendo los peligros de la falsa doctrina
y el riesgo que todos corremos de deslizarnos en pos de lo falso, entonces
nos mantenemos activos, no solo en denunciar a los pseudo-profetas, sino
en una constante edificación que nos permita estar firmes, sin desmayar, en
la verdadera fe.
El término edificar[34] es tomado del ramo de la construcción. En la Biblia se
utiliza muchas veces la imagen de un edificio o una casa para representar el
crecimiento de la Iglesia y  la vida cristiana. Jesús dijo que él edificaría a su
iglesia (Mt. 16:18). En este contexto edificar hace referencia a construcción,
es decir, que Jesús pondría las bases y el fundamento para la Iglesia, pero a
la misma vez él sería quien la continuaría levantando. Jesús dijo que
algunos hombres edifican sobre la arena, mientras que otros edifican sus
vidas sobre la roca, es decir, sobre las enseñanzas bíblicas (Lc. 6:48-49).
Edificar en este pasaje se refiere a moldear la vida conforme a las
enseñanzas de Cristo, siendo obediente a ellas y confiando plenamente en él
como el verdadero fundamento que da seguridad a una vida perdurable que
glorifica a Dios. Las iglesias bíblicas están en constante edificación:
“Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea y Samaria; y eran
edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas
por el Espíritu Santo” (Hch. 9:31). En este pasaje, edificar, hace referencia
al fortalecimiento espiritual que ellas recibían por la acción del Espíritu
Santo, conduciéndolas a andar en el temor del Señor.
Judas insta a los creyentes para que se edifiquen a sí mismos y también
mutuamente, pues, hay grandes peligros que acechan a la iglesia, y no
podemos quedarnos satisfechos con el ABC de la doctrina cristiana, sino
que se pide a todos el que avancemos y continuemos profundizando en ella.
Es por ello que el autor de Hebreos también advierte a sus lectores del
peligro de la apostasía y les dice: “Por tanto, dejando ya, los rudimentos de
la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección” (Heb. 6:1). Esto no
significa que los creyentes vamos a despreciar las doctrinas básicas e
iniciales como el arrepentimiento, la fe para salvación, el castigo eterno,
entre otras; no, todo lo contrario. Todo verdadero creyente debe empezar
con estas doctrinas básicas, pero debe seguir creciendo, debe seguir
profundizando en la fe cristiana, pues, de lo contrario, corre serios peligros
de ser zarandeado por las falsas doctrinas. El apóstol Pablo en 1 Corintios
capítulo 3 dice que los creyentes son “edificio de Dios. Conforme a la
gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el
fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mira como sobreedifica.”
(v. 9-10). La palabra edificar en este pasaje también hace referencia a la
construcción de una vida cristiana cimentada en la Palabra de Cristo.
De manera que cuando Judas nos dice que estemos edificándonos, está
exhortándonos para que nuestra vida cristiana sea de constante crecimiento,
de madurez, de avanzar en la carrera espiritual, de proseguir en la lucha sin
desmayar, de no quedarnos en el principio, sino que nos ejercitemos para
que cada día seamos creyentes más y más fuertes en nuestra vida espiritual.
Pero ¿Cómo nos edificamos? Algunas personas creen que nuestra
edificación consiste en tener 7 días de ayuno, o hacer vigilias toda la noche,
o cantar con mucho entusiasmo durante un largo culto de “avivamiento”, o
que un predicador “ungido” ponga sobre ella sus manos y le transmita
poder llevándola a sentir temblores frenéticos hasta que caiga desmayada al
piso. Pero realmente eso sirve de poco para la edificación de una vida
cristiana sólida. Analicemos, en el segundo punto de nuestro estudio, sobre
qué bases nos edificamos.
b. El medio usado para la edificación. “edificándoos sobre vuestra
santísima fe”
Judas tiene una visión espiritual aguda y puede observar cómo algunos
creyentes, a los que escribe, pueden estar en peligro de ser atrapados por la
falsa doctrina, de manera que los exhorta para que se ejerciten en lo que
verdaderamente les dará una edificación segura y férrea, permitiéndoles
esto crecer espiritualmente y a la vez librarlos de los engaños de los falsos
profetas.
Esta edificación real, duradera y protectora se encuentra en la fe. Judas dice
que deben edificarse en la fe. La palabra fe tiene varias acepciones en las
Sagradas Escrituras: por un lado puede referirse a la confianza que
depositamos en el Señor, o, puede referirse al conjunto de doctrinas sobre
las cuales se cimienta el cristianismo. Es evidente que en este pasaje la
palabra fe hace referencia a la última acepción. Ya en el verso 3 nuestro
autor usó la palabra fe en el mismo sentido cuando invitó a sus lectores a
que “contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los
santos”. Esta fe es aquel cuerpo doctrinal que caracteriza al cristianismo. En
este sentido se utiliza en muchos lugares de las Escrituras: “Solamente oían
decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en
otro tiempo asolaba” (Gál. 1:23).
Ahora, este es un asunto de vital importancia, que usualmente es
descuidado por los creyentes, las iglesias y los pastores. En muchas
ocasiones nos concentramos en otros aspectos de la edificación espiritual,
como: la oración, el servicio, asistir a los cultos, ofrendar, evangelizar, entre
otros. Todo esto está bien, pero la edificación sólida debe estar
fundamentada en un conocimiento doctrinal férreo, pues, solo la Palabra de
Dios, bien entendida, tiene la capacidad, por la aplicación del Espíritu Santo
a nuestros corazones, de darnos crecimiento, madurez y solidez. Algunos
hermanos, tal vez bien intencionados, solo predican lo que ellos llaman
“sermones prácticos”, en los cuales enfatizan algún aspecto de la obediencia
cristiana, y en casos extremos convierten al cristianismo en mero activismo.
Pero la verdad es que el cristiano y las iglesias solo pueden tener
crecimiento sólido, integral y real, cuando éste se fundamenta en la doctrina
apostólica bien interpretada y bien explicada.
El Nuevo Testamento nos presenta con claridad que el mayor énfasis que se
daba en los cultos y en la vida cristiana, era el conocimiento de la doctrina
bíblica. Ahora, esto no significa que el mero conocimiento intelectual o
racional de las doctrinas garantiza una vida espiritual ferviente y agradable
a Dios, puesto que la oración y la comunión diaria con Dios a través de una
confianza vigorosa son necesarias. No obstante, si un creyente desea crecer
espiritualmente, entonces el principal alimento que debe consumir es la
doctrina cristiana. Ella es como un muro alto que impide que el embate de
los vientos y las mareas de error y pecado causen estragos en nosotros. Es
por eso que encontramos numerosas exhortaciones en la Biblia
animándonos a conocer y profundizar en la doctrina que fue enseñada por
los verdaderos apóstoles del Cordero y los profetas: “Y perseveraban en la
doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento
del pan y en las oraciones” (Hch. 2:42). Este pasaje retrata a una iglesia que
no desestimó la enseñanza doctrinal como si fuera algo adicional o
tangencial a la vida cristiana, sino que la presenta como el primer elemento
que debe caracterizar a una iglesia pujante espiritualmente. La Iglesia de
Corinto era una congregación carismática y ellos usaban buena parte del
culto haciendo manifestaciones orgullosas de su capacidad de hablar
milagrosamente en otros idiomas o lenguas, y el apóstol Pablo les exhorta
para que abandonen esa práctica egoísta que no conduce a un crecimiento
espiritual, sino que se dediquen a la enseñanza doctrinal: “Ahora, pues,
hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará,
si no os hablare con revelación, o con ciencia, o con profecía, o con
doctrina? (1 Cor. 14:6). El apóstol Pablo en su carta a los Efesios desarrolla
conceptos doctrinales de gran profundidad respecto a la persona de Cristo y
la doctrina de la Iglesia, y con eso procura que los creyentes puedan
madurar al recibir el alimento doctrinal sólido: “Para que ya no seamos
niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por
estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en
todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo…” (Ef. 4:14-15). Pablo está
mostrándonos que no puede haber verdadero crecimiento espiritual sino
profundizamos en la verdad, es decir, en la doctrina.
La fe en la cual nos edificamos es la enseñanza doctrinal cristiana. Los
períodos de mayor decadencia en la historia de la iglesia cristiana han
estado caracterizados por un conocimiento doctrinal pobre y por la
mediocridad de la enseñanza doctrinal desde el púlpito. No así con los
períodos de avivamiento y robustez. El poderoso avivamiento de la reforma
evangélica del siglo XVI se caracterizó por un amor profundo, de parte de
los pastores y los creyentes, hacia el conocimiento de la doctrina bíblica. En
ese período se escribieron muchas confesiones de fe y catecismos, todos
preparados con excelencia, mucho cuidado y mucho estudio, de parte de
idóneos y piadosos pastores-teólogos,  a través de los cuales se buscaba
nutrir sólidamente la fe de los creyentes.
Cuando en el siglo XVII las iglesias habían dejado de lado la doctrina
evangélica que recibieron de sus padres los reformadores, y en
consecuencia el liberalismo, la inmoralidad y la frialdad espiritual estaban
causando estragos en la iglesia, entonces Dios envió otro poderoso
avivamiento, y el resultado fue una iglesia floreciente, piadosa, llena de
vitalidad. Pero ¿Cuál fue la marca distintiva de ese período? El profundo
conocimiento doctrinal. Los puritanos se esforzaron en redactar confesiones
de fe y catecismos que ayudaran a los pastores en su labor de edificar a los
santos. Durante ese tiempo se dio la deseada combinación de tener pastores
que eran, a la misma vez, piadosos hombres entregados al Señor y
poderosos teólogos que exponían con claridad y sencillez la doctrina
bíblica.
Si queremos tener en nuestro siglo y en nuestros países avivamientos
poderosos, entonces debemos iniciar enseñando con claridad y profundidad
las preciosas doctrinas bíblicas. Pero, alguien podrá decir ¿La doctrina no es
un invento de los hombres, no es la redacción humana de dogmas y
conceptos? Judas nos dirá que no. La verdadera doctrina procede del Dios
Santo.
 
c. Carácter de la edificación. “Edificándoos sobre vuestra santísima fe”
La doctrina cristiana, aquella que es verdadera, no procede de la
imaginación de los hombres, sino que ella bebe de la fuente más pura y
excelsa que puede haber, es decir, de Dios. La doctrina bíblica no es más
que la enseñanza recibida de Dios, a través de su Palabra, la cual es
inspirada por el Espíritu Santo. Esta fe en la cual los santos se edifican es
santísima porque procede del Santo. “Esta fe es un don de Dios que le es
confiado a los cristianos, y que es descrita en forma superlativa como
<santísima>. Esta fe que se origina en Dios es perfecta, pura e
incomparable. Los creyentes deben esforzarse lo más posible para fortalecer
a sus hermanos con este precioso don que poseen juntos”[35]. Jesús dijo que
la doctrina verdadera procede de Dios: “Jesús les respondió y dijo: Mi
doctrina no es mía, sino de aquel que me envió” (Jn. 7:16).
Algunas personas creen ser edificadas cuando escuchan a algunos supuestos
“profetas” hablando las fábulas que inventan sus mentes exaltadas, y
constantemente están buscando estas experiencias. Pero de la única manera
que puedo estar seguro de estar edificándome en Dios, conforme a Su
voluntad, es cuando estoy aprendiendo la doctrina que fue enseñada por los
apóstoles y profetas verdaderos, que nos ha sido transmitida a través de las
Sagradas Escrituras, que las iglesias verdaderas la han profesado a través de
sus credos y confesiones históricas. Cuando estudiamos la doctrina, estamos
conociendo a Dios,  conociéndole a él, somos conformados a la imagen de
Cristo, y crecemos en santidad. “Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios,
y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros
herencia con todos los santificados” (Hch. 20:32).
La verdadera doctrina solo se conoce a través de las Escrituras. De manera
que Judas nos llama a conocerla, a estudiarla, a analizarla, pero también a
obedecerla. La verdadera doctrina conduce al creyente a una práctica
verdadera de la fe. La verdadera doctrina no consiste en elucubraciones
sobre temas absurdos, sino que ella se deleita en conocer al Dios que se
revela en las Sagradas Escrituras. Ella es santísima porque se centra en el
Dios santo que nos es revelado en Su Palabra. “… la fe que sustentamos –
o, mejor dicho, que nos sustenta – no es meramente la opinión personal de
uno mismo, sino la revelación que vino de Jesucristo y fue conservada y
transmitida dentro de la Iglesia, siempre bajo el cuidado y la dirección del
Espíritu Santo, de generación en generación”[36].
La verdadera doctrina es santísima porque nos conduce a apartarnos del
pecado y a vivir una entrega real a Dios, pues, al conocer su Palabra, lo
conocemos a Él, y el Espíritu nos lleva a vivir para Él.
La doctrina bíblica, expuesta de manera fiel, clara, y siendo aplicada por el
Espíritu Santo al corazón del creyente, es un poderoso instrumento para
transformarnos a la imagen de Cristo.
 
Responsabilidades de los que luchan
vigorosamente por la doctrina
La constante oración en el Espíritu Santo
Judas 20
Introducción:
El poder destructor del engaño ha existido desde el inicio mismo de la
creación. Al comienzo de la existencia del género humano, Satanás, el gran
adversario, hizo de las suyas engañando a Adán y Eva, llevándoles a creer
conceptos erróneos que luego les condujeron a rebelarse contra Dios y en
consecuencia recibieron la ira del Juez divino.
A partir de ese nefasto momento, todos los hombres debemos enfrentar una
lucha constante para librarnos del poder del engaño, pero es una lucha que
pocos pelean realmente, pues, nos es más placentero y fácil dejarnos llevar
por la corriente de este mundo, aunque el fin del engaño es la destrucción,
la miseria, la ruina y el sufrimiento sin fin en una eternidad, abandonados
por Dios.
El pastor Judas, en su breve pero confrontadora carta, nos ha presentado un
retrato de la crueldad de los falsos maestros, los cuales fingen ser siervos
del Señor, pero en realidad, solo buscan un fin: engañar a los incautos y
conducirlos detrás de sus obras impías. Estos falsos profetas están
constantemente activos en fraguar maneras para introducir herejías
destructoras de manera sigilosa, velada y, como dice Judas, encubierta.
Judas invita a todos los creyentes para que se libren de la posibilidad de
caer en manos de los falsos profetas y de sus falsas doctrinas,
manteniéndose ocupados en varias actividades espirituales que son
efectivas en nuestra diaria y constante lucha espiritual: Edificar, orar,
conservar y esperar.
1. La constante edificación a través de la Palabra de Dios. “edificándoos
sobre vuestra santísima fe” (v. 20)
2. La constante oración en el Espíritu Santo. “orando en el Espíritu Santo”
(v. 20)
3. La constante conservación en el amor de Dios. “conservaos en el amor
de Dios” (v. 21)
4. La constante espera en la misericordia divina. “esperando la misericordia
de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (v. 21)
Ya hemos visto cómo nos edificamos sobre la santísima fe. Aprendimos que
esto consiste en ir construyendo nuestras vidas sobre el conocimiento
certero de la Palabra de Dios, que, aunque al inicio tenemos poco
conocimiento de las Escrituras, vamos poniendo, pieza por pieza, poco a
poco, yendo de los más sencillo a lo más profundo, las verdades poderosas
que han sido reveladas por Dios en Su palabra. Esta edificación debe ser
constante, continua y segura. Si nuestras vidas se construyen sobre la
Palabra de Dios, entonces permaneceremos firmes y nuestra casa no caerá
frente a los vientos de la falsa doctrina.
Pero, un peligro muy común en los círculos evangélicos conservadores,
donde se hace mucho énfasis en ser iglesias de la Palabra, es decir,
centradas en la Sola Escritura, es que nos volvemos expertos en el
conocimiento de la Palabra, pero descuidamos los otros medios de gracia
que Dios nos ha dado para conservarnos en su amor, y ser así librados de
los errores de la falsa doctrina.
En esta oportunidad analizaremos la segunda actividad en la cual nos
debemos mantener firmes y constantes: La oración. Con el fin de
comprender este segundo punto presentado por Judas en el versículo 20 de
su carta, dividiremos el estudio en las siguientes partes:
1. El mandato de orar
2. La forma de orar
 
1. El mandato de orar: “Orando…” (v. 20)
Siendo que detrás de los falsos profetas y de las falsas doctrinas, o del
engaño, se encuentra Satanás, el adversario de Dios y de la verdad,
entonces, no podemos enfrentar esta poderosa corriente de mentira y
destrucción, sino es en dependencia del poder de Dios. La Palabra escrita,
es decir, la Sagrada Escritura, es la base firme sobre la cual cimentamos
nuestras vidas, pero la oración es el medio a través del cual alcanzamos el
poder de Dios que nos permite mantenernos firmes en la verdad revelada en
las Escrituras.
Una vida sin oración no es más que un ateísmo práctico. Cuando no oramos
constantemente estamos actuando como aquellas personas que niegan la
existencia de Dios, y por lo tanto, nunca le buscan. Hay ateos teóricos y hay
ateos prácticos. El cristiano que no ora frecuentemente, actúa como un ateo
práctico. Con su mente y boca puede recitar sendos pasajes de la Biblia, o
con su razón puede comprender las más hermosas, profundas y ortodoxas
verdades doctrinales, pero con su falta de oración muestra que estas
verdades solo están guardadas en su mente, y no afectan en nada su vida
espiritual.
Si bien es cierto que el medio de gracia fundamental para nosotros los
creyentes es la Palabra de Dios, y nos es necesario escudriñarla, entenderla,
pensarla, meditarla, memorizarla, no obstante, si esta Palabra no está
acompañada de la oración constante, entonces no será más que mero
conocimiento racional, el cual nos conducirá a ser orgullosos, fríos y secos
espiritualmente.
Hay dos peligros espirituales muy serios en los cuales las personas pueden
caer: Primero, dejarse arrastrar por las falsas doctrinas, y segundo, ser muy
ortodoxo en la fe, luchar por la sana doctrina, pero volverse un frío y
congelado guerrero de la fe. Esta frialdad procede del no mantenerse al
calor de la oración, de la comunión con Dios y la dependencia del Espíritu
Santo.
Judas conoce la debilidad del ser humano, y es por eso que nos manda a
luchar por la fe que ha sido dada una vez a los santos, pero que esta lucha
no sea solamente asunto de ortodoxia sino de orto-praxis. Estudio de la
Biblia sin oración, no es más que orgullo racional. Los falsos profetas
mantienen a sus seguidores ocupados en vanas oraciones y en un
emocionalismo excesivo, vacío de conocimiento, sensacionalista y místico,
pero muchas veces los creyentes ortodoxos se mantienen en un estudio
“profundo y serio” de la Palabra, pero alejados del calor de la comunión
con Dios. No sé cuál de los dos extremos será más peligroso.
Orar constantemente es uno de los deberes más importantes del creyente. El
Salmista dice que orar es una actividad que identifica a los santos: “Por esto
orará a ti todo santo…” (Sal. 326). La oración debe ser uno de los primeros
deberes del cristiano todos los días: “Oh Jehová, de mañana oirás mi voz;
de mañana me presentará delante de ti, y esperaré” (Sal. 5:3). Pero la
oración no solo debe ser uno de los primeros deberes, sino que es uno de los
constantes deberes durante el día: “Tarde y mañana y a medio día oraré y
clamaré y él oirá mi voz” (Sal. 55:17). La atmósfera normal en la cual un
cristiano debe respirar constantemente es en el de la oración. No solo al
levantarse, sino al iniciar las labores del día, al marchar para su trabajo o
estudio, al desarrollar su trabajo, al enfrentarse con las preocupaciones de
su labor, al sufrir por las complejas relaciones humanas, al angustiarse en
medio de la diaria congestión vehicular, al desesperarse por las largas filas
que debemos hacer cuando estamos en el banco o en las entidades de salud,
al estudiar la Biblia, al evangelizar a los perdidos, al controvertir a las falsas
doctrinas, al defender la fe.
Jesús es nuestro mejor modelo en una vida de oración. De él se dice que
“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un
lugar desierto, y allí oraba” (Mr. 1:35). A Jesús lo encontramos orando en
todo momento y en todas las circunstancias de su vida, de allí que él mismo
nos enseñara, a través de una ilustración, sobre “la necesidad de orar
siempre, y no desmayar” (Lc. 18:1). Los apóstoles también instaron a los
creyentes a no ser descuidados con este medio de gracia, sino que se nos
ordena: “Orad sin cesar” (1 Tes. 5:17).
La Biblia nos dice que somos guardados por el poder de Dios (1 Ped. 1:5), y
el poder de Dios trabaja en nosotros a través de la oración, ya que ella nos
mantiene en el fervor de la fe. Los creyentes que descuidan la oración
decaen en su sensibilidad y fervor espiritual. La oración es como el fuego
de una hoguera que siempre nos mantiene al calor de la comunión con Dios.
No es de extrañar que los hombres se vuelvan mundanos y apáticos a las
cosas espirituales, si se permiten que las horas, los días y las semanas
pasen, sin que su voz llegue al Trono de la gracia.
Muchos creyentes son fieles en asistir a los avivados cultos del domingo, o
a las reuniones de parejas o de jóvenes, y son muy puntuales para asistir a
las actividades de integración, comidas y recreos, incluso les encanta
participar de reuniones para estudiar la doctrina, pero son muy negligentes
en asistir a los cultos de oración. No es de extrañar que sus vidas carezcan
de fervor espiritual, o pasión por Dios, pues, la oración congregacional nos
permite fortalecernos los unos a los otros, desarrollar el amor mutuo,
interceder por las necesidades de otros, clamar juntos por un avivamiento
para la iglesia local, cuando oramos juntos hay una bendición especial que
no se puede disfrutar de otra manera: “!Mirad cuán bueno y cuán delicioso
es habitar los hermanos juntos en armonía! Es como el buen óleo sobre la
cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el
borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre los
montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna” (Sal.
133).
La Iglesia apostólica comprendió esta fundamental verdad de la necesidad
de orar juntos, y constantemente se reunían para tener momentos de
oración: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión
unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hch. 2:42).
Las oraciones de los creyentes son tan preciosas y amadas por el Señor que
ellas llegan como un olor fragante ante su santa presencia. “Y de la mano
del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las
oraciones de los santos” (Ap. 8:4).
Pero, ¿Cómo hemos de orar? Este será nuestro segundo punto.
 
2. La forma de orar: “… en el Espíritu Santo”
Judas dice que la oración verdadera debe ser hecha en (o por) el Espíritu
Santo. Antes de explicar este asunto es necesario hacer una aclaración
pertinente. Algunas personas creen que orar en el Espíritu Santo consiste en
orar usando el don de lenguas. Se basan para esta afirmación en las palabras
de Pablo, cuando dice: “Porque si yo oro en lengua desconocida, mi
espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto ¿Qué, pues? Oraré con
el espíritu, pero oraré también con el entendimiento” (1 Cor. 14:14-15). No
vamos a explayarnos en el álgido tema de las lenguas como don que
algunas personas reclaman tener en nuestros días, por medio del cual creen
tener la capacidad de hablar en idiomas no aprendidos o en “lenguaje de
ángeles”, pero, cuando Judas, y los otros autores del Nuevo Testamento
hablan de orar en el espíritu no se están refiriendo a las lenguas
sobrenaturales. ¿Cómo lo sabemos? “Lo sabemos porque 1 Corintios 12:29-
30 deja claro que no todos los cristianos hablan en lenguas: < ¿Son todos
apóstoles? {…} ¿Hablan todos en lenguas? La respuesta que se espera
según la construcción griega es: <No, no todos son apóstoles. No todos
hacen esto. No todos hablan en lenguas>. No todos los cristianos hablan en
lenguas ni tienen porqué hacerlo. Pero este mandamiento de Judas es para
todos los cristianos. Por tanto, no puede estar pensando en el hablar en
lenguas, porque solo algunos lo hacen, según el Nuevo Testamento”[37].
Entonces, ¿a qué se refiere Judas cuando dice que debemos orar en el
Espíritu Santo? Para comprender esta verdad es necesario acudir a otros
pasajes bíblicos que nos dan más luz. El apóstol Pablo en Romanos 8:26-27
dice: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues,
qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos indecibles. Más el que escudriña los
corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la
voluntad de Dios intercede por los santos”. El apóstol está afirmando que
nosotros no sabemos orar, no podemos orar solamente basados en nuestros
conocimientos, sentimientos o propósitos. Nuestras mejores intenciones
para elevar una oración agradable a Dios fracasarán y solo encontrarán el
desagrado del cielo. Aquí el apóstol no está hablando de elocuencia o de
palabras rebuscadas o frases mágicas que al ser pronunciadas alcanzan el
favor de Dios, no. La debilidad nuestra al orar es que no sabemos qué pedir.
Muchas veces pedimos cosas que no convienen y estamos centrados solo en
nuestro bienestar y comodidad: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para
gastar en vuestros deleites” (Stg. 4:3). En nuestra humana sabiduría solo
podemos dar, como dijo el Puritano Thomas Manton, eructos
desagradables, voces extrañas y palabras bárbaras delante de Dios.
Teniendo esta gran incapacidad para orar cómo conviene, entonces, Dios
manda al Espíritu Santo, el cual habita sobre y en todos los creyentes, para
que nos guíe con su dulce, suave y callada voz, a orar, muchas veces sin
palabras, sino con gemidos, por aquellas cosas que Dios desea darnos.
Spurgeon, en un devocional de Judas 20 dijo “La gran característica de la
verdadera oración es que se hace en el Espíritu Santo. La semilla para una
devoción aceptable debe venir del almacén celestial. Solo la oración que
viene de Dios, puede ir a Dios. Estar orando en el Espíritu Santo, es orar
con fervor. Las oraciones frías el Señor no las escucha. Cuando hablamos
del fuego de la oración, no se trata de algo tibio, sino que ésta debe estar al
rojo vivo. Se trata de orar con perseverancia. El verdadero suplicante cobra
fuerza a medida que avanza y su fervor crece cuando Dios demora en
responder. Cuanto más tiempo dura la puerta cerrada, con mayor insistencia
uso la aldaba, y cuanto más tiempo permanece el ángel resuelto, no lo
dejaré ir sin recibir la bendición. Hermoso a la vista de Dios es el llanto, la
importunidad agonizante e invencible. Esto significa orar con humildad, el
Espíritu Santo nunca nos llenará de orgullo. Es su oficio el convencernos de
pecado, inclinándonos a la contrición y al quebrantamiento de espíritu.
Nunca se canta Gloria in Excelsis excepto cuando oramos a Dios De
profundis. La oración debe ser perfumada con amor, saturada de amor – el
amor a nuestros santos hermanos, y el amor a Cristo”[38].
La oración hecha con la ayuda del Espíritu no busca convencer a Dios de
que nos de lo que nosotros queremos, sino que busca de Dios el conocer su
voluntad y que esta sea hecha en nosotros. Muchas de las oraciones que
hacemos no son respondidas positivamente porque esa era la oración
humana, imperfecta, más no era lo que él Espíritu oraba. Para orar bien,
debemos estar en perfecta sintonía con el Espíritu Santo que mora en
nosotros.
El Salmista entendió esta verdad cuando dijo: “Suba mi oración delante de
ti como el incienso, del don de mis manos como la ofrenda de la tarde”
(Sal. 141:2). Ahora, antes de que saliera humo de los incensarios, estos
debían ser encendidos por el fuego santo. Los creyentes también debemos
elevar oraciones que proceden del fuego santo, de los carbones que son
tomados del altar. Solo así nuestra oración será como un incienso agradable
al Señor, sino oramos en el Espíritu Santo, entonces es imposible que la
oración llegue al Trono de la Gracia.
El puritano Thomas Manton dice que” la oración es un trabajo muy difícil
para nosotros, podemos balbucear de nosotros mismos, pero no podemos
orar sin el Espíritu Santo, podemos poner las palabras en la oración, pero es
el Espíritu el que pone los afectos, sin los cuales (la oración) no es más que
una charla fría y una conversación exánime (muerta)”[39]. En muchas
ocasiones nuestras necesidades pueden llevarnos a hacer oraciones muy
sentidas. Un hombre carnal o no nacido de nuevo puede ser llevado a sentir
un fuerte fervor e impulso para orar y gritar delante de Dios, suplicando
alivio para un sufrimiento temporal. Los hombres que suelen hablar
palabras soeces y que a cada rato ofenden con su lenguaje sucio y hacen
burla de las cosas espirituales, si estuvieran en un barco a punto de hundirse
en el mar feroz, o en un avión que está a punto de caer estrepitosamente a
tierra, no dudarían en volverse serios y clamar con fervor a Dios por ayuda.
Pero este fervor natural no es el fervor del Espíritu, sino de la carne. Estas
oraciones no son más que los gritos desentonados de un cuervo. El fervor
que procede de la gracia es otra cosa totalmente distinta.
  El apóstol Pablo, en Romanos 8:26-27 afirma que el Espíritu Santo nos
ayuda a orar conforme a la voluntad de Dios. “Nadie puede orar en debida
forma a menos que esté en el Espíritu, es decir, en el elemento de su
influencia”[40]. Y la influencia del Espíritu Santo se da a través de su Palabra
revelada, pues, toda la Escritura es inspirada por Dios, y los santos hombres
de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo (2 Ti. 3:16; 2 Pe.
1:21). De manera que cuando somos guiados por la Palabra y ella abunda
en nosotros, nuestras oraciones serán presentadas ante Dios con la voz y el
sentir del Espíritu.
El Espíritu Santo ha sido otorgado como un don precioso a todos los
creyentes, y solo por su santa influencia en nuestros corazones podemos
dirigirnos a Dios con fervor espiritual, para llamarle Abba, Padre: “Porque
todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual
clamamos: ¡Abba, Padre!” (Ro. 8:14-15). Los creyentes tenemos la
seguridad de que ahora somos hijos, y de que Dios es nuestro Padre, por la
acción del Espíritu Santo en nosotros. Con esta conciencia de pertenencia a
la familia de Dios, entonces derramamos nuestros corazones ante él en
oración. “¿Qué es la oración en el Espíritu Santo? Es oración en ese espíritu
de adopción, ese espíritu de filiación, ese ir al Padre por medio de la fe en
Jesucristo, quien ha muerto por nosotros; ir a Él derramando nuestros
corazones delante de Él, con nuestras necesidades y deseos más profundos,
cómo haría un niño con su padre”[41].
También el apóstol Pablo, en su carta a los Efesios, nos insta a orar en el
Espíritu: “Orando en todo tiempo, con todo oración y súplica en el Espíritu,
y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos”
(Ef. 6:18). Cuando nos sometemos a la voz del Espíritu, es decir, a su
Palabra revelada, entonces seremos guiados a orar conforme a su voluntad,
sabiendo que la voluntad de Dios para nosotros es nuestra santificación. (1
Tes. 4:3).
Ahora, cuando somos guiados por el Espíritu de Dios en la oración, nuestro
clamor será conforme al clamor del Señor, y oraremos para que su “palabra
corra y sea glorificada” (2 Tes. 3:1). Oraremos para que los pastores y
predicadores bíblicos sean más osados en proclamar la verdad y denunciar
la mentira. Oraremos para que las personas que están siendo engañadas por
los falsos profetas puedan encontrar la luz de la Palabra y salgan de sus
garras malvadas. Cuando somos guiados por el Espíritu, en nuestras
oraciones no nos centraremos en pedir cosas para nuestro deleite terreno,
sino que de manera primordial clamaremos para que el Reino de Dios
venga a todas las personas, a las ciudades, a los países, a las iglesias, y que
su Gloria inunde al mundo, salvando a los escogidos por gracia.
Orar en el Espíritu también significa que el Espíritu Santo nos da dones y
gracias especiales para que podamos tener las palabras necesarias que
expresan los afectos del Espíritu. El Espíritu da a algunos hombres la
habilidad para expresar de una manera precisa y abundante lo que Dios
quiere que oremos, pero todos los creyentes, en la medida que estamos
siendo impregnados por la Palabra de Dios, tendremos las palabras del
Espíritu, adecuadas a cada ocasión, para pedir como conviene.
Cuando un creyente está siendo guiado por el Espíritu, entonces sabrá que
es necesario orar constantemente. Su corazón estará atento a la voz del
Espíritu, a través de su Palabra escrita, y podrá tener la experiencia del
salmista: “Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro, tu rostro buscaré,
oh Jehová” (Sal. 27:8).
La oración en el Espíritu es la que nos proveerá las fuerzas para rechazar las
falsas enseñanzas de los falsos profetas, porque estaremos tan inmersos en
la voluntad del Espíritu de Dios, que muy pronto vamos a discernir los
espíritus, y sabremos si las enseñanzas que oímos son del Espíritu, es decir,
conforme a la Palabra, o si son falsas: “Os he escrito esto sobre los que os
engañan. Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en
vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción
misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según
ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Jn. 2:26-27).
 
Responsabilidades de los que luchan
vigorosamente por la doctrina
La constante conservación en el amor de
Dios
Judas 20
Introducción:
 
Ahora, en la última parte de la carta, Judas ha afilado la espada de la
Palabra y exhorta a la iglesia para que se ocupe en varias actividades que
nos ayudarán a evitar la influencia de los falsos maestros y nos fortalecerán
para escapar del camino de la apostasía. Judas nos dijo que es necesario
siempre tener presente las palabras de los apóstoles, edificar nuestras vidas
sobre la santísima fe, es decir, sobre la Palabra de Dios, y que nos volvamos
expertos y constantes en la verdadera oración, la cual debe ser hecha en el
Espíritu Santo. Todo esto debe caracterizar al creyente que desea verse libre
de la influencia de los engañadores de la fe, todo esto debe caracterizar a
aquellos que quieren ser librados de caminar por la senda de los falsos
maestros y que no desean terminar en la apostasía.
Pero puede que alguien, a estas alturas del estudio de Judas, se pregunte,
¿Acaso las doctrinas bíblicas de la gracia no nos enseñan que nuestra
salvación está segura en Cristo y que nada podrá hacernos daño? ¿No es el
mismo Judas el que concluye su carta afirmando en el verso 24 que solo
Dios es poderoso “para guardarnos sin caída, y presentarnos sin mancha
delante de su gloria con gran alegría”? Si solo Dios puede guardarnos sin
caída, es decir, si solo Él puede preservarnos para que no caigamos en la
apostasía, entonces ¿por qué gastar tanto tiempo describiendo a los falsos
profetas, denunciando las falsas doctrinas, advirtiendo del juicio de Dios
que vendrá sobre los apóstatas y exhortando a la iglesia para que se ocupe
en diversas actividades, que salen a sobrar, pues, nuestra firmeza en el
Evangelio depende solo del poder preservador de Dios?
Pero no nos dejemos engañar en este asunto. Algunas corrientes doctrinales
antinomianas (en contra de la Ley del Señor) y algunos grupos que han sido
denominados como “hiper-calvinistas”, algunos dispensacionalistas
extremos y otras corrientes sectarias dentro de los grupos evangélicos, han
llevado hasta extremos peligrosos las preciosas doctrinas de la gracia,
convirtiéndolas en las doctrinas de la desgracia, pues, tomando solo los
textos que nos hablan de la seguridad que tenemos en Cristo para nuestra
salvación, desechan los cientos de pasajes bíblicos que presentan el cuidado
preservador de Dios utilizando los medios que la misma gracia nos da para
que nos ocupemos en nuestra salvación.
No se trata de que la salvación sea una obra sinérgica, es decir, donde Dios
y el hombre son co-redentores, sino que la gracia divina, cuando obra en el
corazón del creyente, le capacita para utilizar los medios de la gracia y
glorificar así al Señor.
Veamos ejemplos de cómo se presenta esto en las Sagradas Escrituras:
- Pablo dice que la salvación es por gracia, por medio de la fe, y que esta fe
es un don de Dios (Ef. 2:8), no obstante, el Señor no creerá por nosotros,
sino que nosotros tenemos que creer.
- También la Palabra de Dios enseña que el arrepentimiento es un don de
Dios (Hch. 11:18), pero no es Dios quien se arrepiente por nosotros, sino
que nosotros procedemos al arrepentimiento.
- Dios es el que nos preserva para salvación (2 Tim. 1:12), pero nosotros,
por la gracia, tenemos el deber de perseverar hasta el fin (Mt. 24:13).
Con esta claridad bíblica en mente, analicemos hoy la tercera actividad en
la cual Judas, inspirado por el Espíritu Santo, nos exhorta para que nos
mantengamos ocupados con el fin de evitar caer en manos de la falsa
doctrina, de los falsos maestros y de la apostasía.
 
3. La constante conservación en el amor de Dios. “conservaos en el
amor de Dios” (v. 21)
Con el fin de estudiar esta declaración, seguiremos este sencillo bosquejo:
1. Analizaremos el mandato expresado en la palabra “Conservaos”
2. Explicaremos cómo nos conservamos en el amor de Dios
Y, como es característico en la predicación expositiva, concluiremos con
unas aplicaciones prácticas.
 
 
1. Analizaremos el mandato expresado en la palabra “Conservaos”
Judas, continuando con sus exhortaciones para que nos mantengamos
ocupados en actividades que nos librarán de las garras de la falsa doctrina,
prosigue sus instrucciones diciéndonos que es nuestro deber conservarnos o
guardarnos en el amor de Dios. Es decir, nos libraremos del camino de la
apostasía, guardándonos en el amor que procede de lo alto. Judas utiliza en
su carta varias veces la palabra “guardados”: En el verso 1 dijo que los
creyentes son “guardados en Jesucristo”, luego en el verso 6 presenta el
juicio de Dios sobre los ángeles que “no guardaron su dignidad” y ahora el
Señor los ha “guardado bajo oscuridad”, y por último, en el verso 24,
concluye su carta con una preciosa doxología, dando gloria a aquel que es
“poderoso para guardarnos sin caída”.
Ahora, siendo que para Judas, el autor inspirado, la acción de ser guardado
o de conservarse es tan importante, analicemos de qué se trata.
La palabra griega que Judas usa en el verso 21, para “conservaos”, es
tërësate (Primer aoristo de imperativo en voz activa (de urgencia) de tërëo)
[42]
. Es interesante que la palabra usada por Judas, en el verso 1, para decir
que los creyentes estamos guardados (tetërëmenois) en Jesucristo, es de la
misma familia de la que usa en el verso 21 para decir que nos mantengamos
guardados en el amor de Dios.
Tërëo es una palabra griega que significa literalmente “custodiar, guardar,
proteger” y de esta también se desprenden otras palabras que significan
“vigilar bien, resguardar, atesorar, tener en mente, proteger”[43]. También
puede significar “mantener a la vista, velar por, poner atención, resguardar,
retener, preservar”.
En Juan 17:11-12 esta palabra se usa en el sentido de proteger o preservar:
“Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti.
Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean
uno así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los
guardaba en tu nombre; a los que me diste yo los guardé, y ninguno de
ellos se perdió, sino el hijo de perdición”. Jesús pide al Padre que preserve a
los suyos y los guarde para que ninguno se pierda. Aquí la acción de
guardar proviene del Padre.
Ahora, muchas veces esta palabra griega es usada en el Nuevo Testamento
para referirse a la acción de Dios en nosotros guardándonos y
preservándonos en la fe. Pero en Judas 21 parece estar indicando una acción
del creyente. Como dije en la introducción, esto parece ser problemático
para algunas personas. Citaré un comentario de John Benton al respecto:
“Pero espera – puedes decir -, el versículo 1 nos dice que los cristianos
somos guardados, ¿no es cierto? Bueno, pues si somos guardados ¿por qué
tenemos que conservarnos? La lógica humana nos dice que si Dios está
haciendo algo, entonces nosotros no tenemos que hacer nada respecto a eso.
Pero la lógica bíblica es con frecuencia diferente. La lógica bíblica aquí es
que, si Dios está haciendo algo, entonces debo desear hacerlo también.
Filipenses 2:12-13 es una gran afirmación clásica de esa clase de forma de
pensar: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. Actuar, ser un
cristiano que se ocupa de cosas. ¿Por qué? “Porque Dios es el que en
vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. La
lógica humana diría: “Si Dios lo está haciendo, ¿por qué tengo que hacerlo
yo?” Pero es lógica humana. La lógica bíblica no contrapone la soberanía
de Dios a la responsabilidad del hombre. Al contrario, hace hincapié en
ambas por igual. Por tanto, tengo que ocuparme de mi salvación porque
Dios está obrando en mí. Si Dios me está guardando, entonces Judas tiene
plena razón al decir que debemos conservarnos en el amor de Dios”[44].
En teología solemos usar un término que describe el cuidado y la acción de
Dios para preservar o cumplir sus propósitos, utilizando las acciones y la
responsabilidad humana. Este término es “concurrencia”. La concurrencia
puede ser definida “como la cooperación del poder divino con los poderes
subordinados, de acuerdo con las leyes pre-establecidas para su operación
haciéndolas actuar, y que actúen precisamente como lo hacen”[45]. Un
ejemplo bíblico de concurrencia es cuando Dios quiere preservar a Jacob y
a sus hijos de la muerte por hambre con el fin de formar a través de ellos
una nación santa y utiliza para esta preservación las inclinaciones
pecaminosas que tenían los hermanos de José, y a éste lo venden como
esclavo para luego ser llevado a Egipto, donde llega a convertirse en uno de
los principales miembros del gobierno del Faraón, y estando en esta
posición logra salvar a sus hermanos de la gran hambruna que vino sobre la
tierra; es por eso que José en Génesis 45:5 dice a sus angustiados y
temerosos hermanos: “Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de
haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios
delante de vosotros”. ¿Quién envió a José delante de sus hermanos a
Egipto? Dios ¿Qué medio usó Dios para enviarlo a Egipto? Las
inclinaciones pecaminosas de sus hermanos. ¿Fueron responsables los
hermanos de José por lo que hicieron? Si ¿Los obligó Dios a hacer lo que
hicieron? No. Pero ¿Actuaron ellos conforme al plan que Dios había
trazado? Si. Eso es concurrencia, y es de lo que Judas nos habla en este
pasaje.
Judas está afirmando que los creyentes somos responsables de conservarnos
o ser guardados en el amor de Dios, pero no se trata de que somos co-
redentores con Dios, ni de que la salvación dependa de nosotros, o que el
hombre hace una parte del trabajo y Dios hace la otra parte (como enseñan
nuestros amados hermanos arminianos). La concurrencia nos enseña que
Dios hace su obra en nosotros, usando los medios que su soberanía ha
designado. Nosotros no podemos hacer nada para nuestra salvación, o para
ser conservados en el amor de Dios, sin el poder de su gracia, pues, Jesús
mismo dijo: “Porque separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:5). No
puede haber concurrencia si esta no es dependiente, totalmente, del poder
de Dios.
En la perseverancia de la fe, en el conservarnos en el amor de Dios, hay una
concurrencia de nuestro cuidado y diligencia: “Por tanto, amados míos,
como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino
mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor
y temblor” (Fil. 2:12). Pero que este ocuparse no es una actividad
meramente humana o resultado del esfuerzo humano, sino que procede del
poder de la Gracia de Dios, se deja ver en el verso que sigue: “Porque Dios
es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena
voluntad” (Fil. 2:13). O como también dice Pablo en Filipenses 1:6
“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena
obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. El cultivo de los hábitos
santos, el crecimiento en las disciplinas de la gracia, la capacidad de actuar
santamente, todo esto viene de Dios: “Más el Dios de toda gracia, que nos
llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un
poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1
Ped. 5:10) – sin embargo, hay una concurrencia de nuestro cuidado,
esfuerzo y trabajo. Como dice Thomas Manton: “Un niño en la matriz es
alimentado por la madre, vive por la vida de la madre, se alimenta con la
comida de la madre, pero un niño, cuando nace, vive una vida distinta y
separada de su madre, aunque todavía está bajo el cuidado y disposición de
ella. Lo mismo ocurre con nosotros luego de recibir la gracia. Tenemos un
poder para actuar y hacer lo necesario para la preservación de la vida
espiritual”[46].
De manera que cuando Judas nos ordena, con un sentido de urgencia, a
“conservarnos o guardarnos en el amor de Dios” está diciéndonos que no
debemos descuidar los medios de gracia para librarnos de caer en las manos
de los falsos profetas y las doctrinas erróneas. Que no debemos descansar
sobre el lecho del facilismo, y pensar que como Dios lo hace todo, entonces
no soy responsable de hacer nada. Es verdad que Dios lo hace todo, pero lo
hace en nosotros y por nosotros. La ociosidad espiritual producirá en
nosotros resultados negativos, adversos y peligrosos.
  Pero, ahora la pregunta es, ¿cómo nos conservamos o guardamos en el
amor de Dios? Este será nuestro segundo punto.
 
2. Explicaremos cómo nos conservamos en el amor de Dios
Para guardarnos o conservarnos en el amor de Dios, para mantenernos
vigilantes en ese amor y perseverar en él, es necesario utilizar los medios
que la gracia ha dispuesto para ello. Las dos primeras acciones que Judas
mencionó en el verso 20 - edificándonos en nuestra santísima fe y orando
en el Espíritu Santo - forman parte de los medios que el Señor usa para que
seamos guardados o preservados.
Ya hemos visto que esta acción de ser guardados o preservados, aunque en
últimas es obra de la gracia y el poder de Dios, como estaremos viendo en
el verso 24, no obstante “debido a la concurrencia de nuestros esfuerzos, es
atribuido a nosotros mismos”[47].
Ahora, de todas las gracias que nos son dadas, el amor es el que más
cuidado exige, es la gracia que más debemos guardar. ¿Por qué? Porque es
la gracia que más rápido decae. “Pero tengo contra ti que has dejado tu
primer amor” (Ap. 2.4). El amor es como una llama que se enciende en
nuestro corazón, pero para mantenerse ardiendo requiere de buen
combustible. El amor es el motor que nos empuja a apartarnos del pecado y
a cumplir con nuestros deberes para con Dios y los hombres. El amor a
Dios es el primer afecto que se corrompió en la caída, y es el primero que se
renueva en la salvación. El amor nos hace odiar al pecado, nos aflige a
causa del dolor de los demás, nos hace estar de luto por nuestros pecados.
El amor nos lleva a deleitarnos en Dios y en sus santas leyes. La Biblia nos
presenta al amor de Dios o al amor de Cristo como un poderoso elemento
que produce en nosotros toda una variedad de gracias:
“Porque el amor de Cristo nos constriñe” (2 Cor. 5:14)
“Pues este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos” (1
Jn. 5:3)
“Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la
incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (Gál. 5:6)
Siendo que el amor es el eje central que mueve el desarrollo sólido de
nuestra vida cristiana, entonces, éste será el principal objeto de ataque por
parte de Satanás, la carne y el mundo. La fe obra por el amor, la fe recibe la
gracia, y el amor la ejercita. Si queremos resistir al pecado, si queremos
guardar los mandamientos de Cristo, entonces no podemos prescindir del
amor. El amor es una gracia que nos hace activos en el bien a los demás y
es por eso que Pablo nos habla del “trabajo de vuestro amor” (1 Tes. 1:3).
El amor es el pegante más fuerte que une a las piedras vivas que forman
parte de la iglesia; es por el amor que todo servicio para el reino de Dios se
hace con alegría. La falta de amor a Dios y a los santos es la causa de la
apostasía.
Ahora, ¿Cómo nos mantenemos o conservamos en el amor de Dios?
La mejor forma para crecer en el amor consiste en conocer de manera
íntima y cercana a la otra persona. Nos es difícil amar verdadera y
profundamente a las personas que no conocemos de cerca. Podemos sentir
cariño, simpatía o compasión por personas que no conocemos y que pueden
estar pasando por situaciones de adversidad o sufrimiento, pero amar de
corazón requiere cercanía, conocimiento personal, relaciones profundas.
Para conservarnos en el amor de Dios y en el amor a Dios es necesario
conocerlo. Y la mejor y más segura manera de conocerlo es a través de Su
Palabra. Por eso Judas dijo que debemos estar edificados sobre nuestra
santísima fe. Muchas personas no disfrutan del amor de Dios porque
simplemente no le conocen. Algunos que se hacen llamar cristianos, y
asisten a los cultos, participan de todas las actividades espirituales de la
iglesia, viven vidas frustradas y con nada de fervor espiritual, y les es difícil
amar a Dios y amar al prójimo, simplemente porque no le conocen. Esto
dijo el apóstol Pablo a algunos miembros de la Iglesia evangélica en
Corinto: “Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a
Dios; para vergüenza vuestra lo digo” (1 Cor. 15:34).
Escuchar y escudriñar con total devoción y pasión la Palabra de Dios,
encenderá en nosotros la llama de la pasión por Dios. La Palabra, cuando
habla a nuestro corazón, siempre produce ese fervor, esa fue la experiencia
de los discípulos que iban camino a Emaús: “¿No ardía nuestro corazón en
nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las
Escrituras” (Luc. 24:32).
Ahora, relacionado con el conocer a Dios, se encuentra la obediencia a sus
mandamientos. Judas no nos manda a conservarnos en un sentimiento
pasajero, o en un romanticismo fútil. No, el amor en el cual debemos
conservarnos, es un amor práctico, que se ejercita constantemente a través
de la obediencia. El Señor Jesús, así como Judas, nos exhortó para que
permaneciésemos en su amor: “Como el Padre me ha amado, así también
yo os he amado; permaneced en mi amor “ (Jn. 15:9). Pero a continuación
él nos explica cómo permaneceremos en su amor: “Si guardareis mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor” (v. 10). La manera establecida
por Dios para que nos conservemos en su amor, para que estemos
vigilantes, para que no caigamos presa del error y de la manipulación de los
falsos profetas, es guardando sus mandamientos. Y guardamos sus
mandamientos cuando los conocemos, a través del estudio serio de la
Palabra, no concentrándonos solo en las hermosas promesas que la Biblia
contiene, sino también en los mandatos que en ella nos da el Señor. Pero no
se trata solo de conocerlos, de ser capaces de recitar los diez mandamientos
y poder explicarlos en detalle, sino también de vivirlos, de obedecerlos, de
formarlos parte inseparable de nuestra vida: “Pero sed hacedores de la
Palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”
(Stg. 1:22). Solo haciendo esto permaneceremos en el amor de Dios. Jesús
permaneció en el amor del Padre. Él cultivó un conocimiento profundo y
vivo de la Palabra revelada. Los evangelios hacen manifiesto el amplio y
personal conocimiento que Jesús tenía de la Palabra, pero no solo eso, sino
que Jesús mismo se gozó en obedecer los mandamientos de Dios. La
cercanía con el Padre, a través de la oración en el Espíritu, avivó
constantemente la llama del amor a Dios, y Jesús experimentó siempre la
alegría de saberse amado por el Padre: “Así como yo he guardado los
mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (v. 10).
Otro medio para conocer a Dios y amarle de corazón, en dependencia del
anterior, es orar en el Espíritu. El Espíritu conoce a Dios y él nos revela a
Dios a nuestro corazón. La oración nos permite experimentar su amor que
ha sido revelado en las Sagradas Escrituras. Sabemos que Dios perdona al
pecador arrepentido, pero no experimentaremos la realidad del perdón hasta
cuando acudamos en oración humilde y penitente ante Dios.
No habrá otra forma de conservarnos en el amor de Dios, sino es a través de
la comunión diaria con él, meditando en él, desarrollando dulces
pensamientos en torno a la majestad divina, su carácter, su amor, su
misericordia, su cuidado, su sabiduría, su santidad. Cuando dejamos de
meditar en Dios, entonces el amor disminuirá. Una canción secular dice que
la distancia es el olvido, y esto es muy cierto en el amor hacia Dios. Entre
más meditemos en él y tengamos comunión, más fervoroso será nuestro
amor hacia Dios, pero si nos permitimos pasar un solo día sin dedicar
tiempo para tener dulces pensamientos en él, entonces el amor se enfriará, y
el enfriamiento del amor hacia Dios nos conduce a olvidar su Palabra, a no
buscar la fortaleza espiritual a través de la oración, y en últimas, a alejarnos
de Dios. Y estando lejos de Dios, seremos presa fácil del error y los
caminos de la apostasía.
La invitación que la Palabra nos hace hoy, a través de Judas, es a
mantenernos firmes en el amor de Dios, a conservarlo y guardarlo, cuánto
más, cuando sabemos que Dios mismo trabaja para conservar y guardar ese
amor, a través de la obra y la intercesión de Jesús, nuestro poderoso
Salvador: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o
angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Antes,
en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos
amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios,
que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 8:35, 37-39).
Responsabilidades de los que luchan
vigorosamente por la doctrina
La constante espera en la misericordia
divina
Judas 21
Introducción:
Hay un dicho muy popular desde la edad media que dice “Vox populi vox
Dei”, la voz del pueblo es la voz de Dios. Esta afirmación se utiliza para
sustentar las decisiones que se toman teniendo en cuenta el deseo de los
pueblos. A la vez se ha utilizado para legitimar alguna postura o tradición
que es aceptada por una gran mayoría de personas.
Esta misma frase parece aplicarse también en la esfera espiritual y religiosa.
La idea es que una creencia o una religión o una denominación se
consolidan como verdadera fe que proviene del cielo dependiendo de
cuántas personas pertenecen o se identifican con determinada práctica o
culto religioso.
Pero que no siempre las grandes masas de seguidores son prueba de que tal
o cual religión o denominación o corriente doctrinal son correctos, es decir,
es aprobado por Dios, se deja ver en la historia de la fe cristiana. Una vez
que los apóstoles salen de la escena terrena, de entre sus discípulos
empiezan a surgir corrientes doctrinales y prácticas eclesiásticas que nada
tenían que ver con la fe que fue dada una vez a los santos. La iglesia debía
mantenerse firme en la doctrina que aprendieron de los apóstoles, pero no
siempre fue así. Ya en el siglo II se evidencia una creciente jerarquización
en los oficios eclesiásticos. El obispo, que debía ser el pastor servidor, se
convierte en un prelado de alto rango.
Luego, en el seno de la naciente cristiandad, surgen toda suerte de herejías,
las cuales logran afectar, no a unos pocos creyentes, sino a miles y millones.
Cada vez que aparecía una herejía, una numerosa cantidad de pastores e
iglesias completas se iban detrás de ellas. Esto pasó con el Adopcionismo,
que negaba la pre-existencia y la divinidad de Cristo, también con el
Arrianismo, que negaba la existencia eterna de Jesús y su divinidad, o el
Docetismo, que negaba la encarnación del Hijo de Dios, o los Albigenses,
que suprimieron las ordenanzas o sacramentos en la vida de la iglesia, o los
Sabelianistas, también llamados modalistas, que negaban la existencia de un
Dios trino y afirmaban que Dios cambiaba o mudaba la forma de
presentarse ante el hombre, y en algunas ocasiones se presentó como Padre,
en otras como Hijo y ahora se presenta como Espíritu Santo, pero que es
una sola persona.
La mayoría de estas herejías aparecieron en los primeros siglos de la iglesia.
Pero siendo que la iglesia tenía la Palabra de Dios escrita, y los pastores
eran personas preparadas doctrinalmente para ejercer su oficio,
esperaríamos un rechazo contundente a toda falsa doctrina que intentara
permear la estabilidad apostólica de la Iglesia. Pero esto no fue así, al
menos con la mayoría de las iglesias. Los pastores y las comunidades
cristianas locales, corrían detrás de cada nueva herejía que iba surgiendo. Y
en gran parte esto se debía a que pocos querían estar fuera del montón.
Todos querían ser reconocidos como parte del grueso de la cristiandad, así
eso significara creer y practicar cosas que iban en contra de las Sagradas
Escrituras.
Esta triste realidad ha sido característica de la iglesia en todos los tiempos.
Por eso en muchas ocasiones en las Sagradas Escrituras se habla del fiel
pueblo de Dios en cada generación como un grupo pequeño, como un
remanente o una manada pequeña.
Pero no es fácil ser una manada pequeña en medio de una cristiandad
alejada de Dios y del verdadero evangelio. En cada generación esa manada
pequeña ha tenido que sufrir los ataques del grueso de la cristiandad
apóstata. Persecuciones, afrentas, desprecios, injurias, estigmatizaciones y
otros vejámenes han formado parte del sufrimiento de los fieles creyentes.
No es fácil ser un creyente fiel a la Palabra en medio de una cristiandad
cada día más apóstata, más humanista, más pragmática y más centrada en el
hombre que en Dios.
¿Qué deben hacer los cristianos cuando sufren a causa de mantenerse fieles
al verdadero evangelio? Judas nos ha dicho que debemos estar ocupados en
tres cosas fundamentales: Edificarnos cada día en la Palabra de Dios, orar
en el Espíritu Santo y conservarnos en el amor de Dios. Ahora, en la
segunda parte del verso 21 nos exhorta a mantenernos ocupados en otra
actividad que nos ayudará a no ceder ante la poderosa influencia de una
cristiandad apóstata: esperar constantemente la venida de nuestro Señor y
Salvador, la cual, hará notoria su inmensa misericordia para con nosotros,
los que por su gracia, nos hemos conservado en la doctrina bíblica.
 
4. La constante espera en la misericordia divina. “esperando la misericordia
de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (v. 21)
Para una mejor comprensión de nuestro texto, lo estudiaremos siguiendo la
siguiente estructura:
1. La venida de Cristo se debe esperar
2. La venida de Cristo manifestará su misericordia
3. La venida de Cristo será para vida eterna
 
1. La venida de Cristo se debe esperar. “Esperando la misericordia de
nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (v. 21).
La palabra griega que ha sido traducida como “esperando” es
prosdechomenoi (participio presente en voz media de prosdechomai), la
cual tiene dos acepciones o significados: Primero, recibir a alguien o
aceptar algo, y segundo, aguardar o esperar. Este último sentido es el que se
utiliza en el Nuevo Testamento.
Judas dice que algo característico del verdadero cristiano es mantenerse en
una constante y expectante espera de la venida del Señor Jesucristo. Esta
espera, o este aguardar, nos es ilustrado por la actitud que mantuvieron los
santos en el Antiguo Testamento. En Génesis 3:15 el Señor le promete a
Adán y Eva que a través de la cimiente de la mujer él golpearía
mortalmente al enemigo de las almas, a aquel que busca la destrucción del
género humano. Luego en Génesis 22:18 el Señor le promete a Abraham
que a través de su simiente él bendecirá a las naciones. Esta simiente se
refería al Mesías, quien redimiría a su pueblo a través de su muerte
expiatoria y daría un golpe mortal a aquel que tenía el imperio de la muerte,
es decir, a Satanás (Heb. 2:14): “A Abraham fueron hechos las promesas, y
a su simiente. No dice: y a las simientes, como si hablase de muchos, sino
como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo” (Gál. 3:16).
Todos los profetas del Antiguo Testamento anunciaron la venida del Mesías
Salvador: “De éste (de Cristo) dan testimonio todos los profetas, que todos
los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre” (Hch.
10:43), por lo tanto, todos los creyentes, los que se edificaban en la
santísima fe, los que oraban en el Espíritu Santo, los que se guardaban en el
amor de Dios, los piadosos, todos ellos, anhelaban expectantes la venida del
Salvador. Abraham se gozó en que habría de ver el día de la venida del
Mesías (Jn. 8:56), David llamó Señor al Cristo (Mt. 22:42-45), Moisés, los
profetas, y todos los siervos del Señor en el Antiguo Testamento vivieron
esperando con gran entusiasmo la venida del Salvador.
No había un solo santo que no estuviera esperando la venida del Mesías.
Sus corazones ardían de deseo por ver al deseado de las naciones, al que
sería Su salvador. Pero no todos dentro del pueblo de Dios anhelaban su
venida. Los falsos líderes religiosos, que por cierto, estaban lucrándose a
través de la religión, no deseaban que el Mesías llegara, pues, ellos sabían
que serían reprendidos duramente por todas las cosas que hacían engañando
al pueblo y tergiversando la fe verdadera. Pero no solo los líderes religiosos
falsos, que eran casi la totalidad de los ministros del culto en el templo, no
deseaban que viniera el Mesías, sino que la feligresía incauta, engañada por
los mercaderes de la fe, tampoco estaba expectante de su venida. Algunos si
deseaban ver al Mesías, pero no para reconocerlo como el Salvador, sino
para recibir milagros, para que él los librara del imperio romano, y les
permitiera gozar de esta tierra.
No obstante, unos pocos fieles, el remanente escogido, la manada pequeña,
estaban esperando al Salvador con profundo deseo. No eran la mayoría, y
tal vez eran imperceptibles para el grueso de la religión de su tiempo, pero
allí estaban los santos, tal vez sufriendo el desprecio de los que
consideraban que eran un pequeño grupo de fanáticos, radicales y arcaicos:
Un hombre de la alta clase social y religiosa de su tiempo: “José de
Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de
Dios” (Mr. 15:43); dos piadosos ancianos: Simeón y Ana: “Y he aquí había
en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso,
esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de
edad muy avanzada. Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a
Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en
Jerusalén” (Lc. 2:25, 36, 38).
La mayor parte de los judíos no esperaban al Salvador, y cuando vino, no le
conocieron, ni lo recibieron, por el contrario, le rechazaron, porque ellos
querían continuar viviendo su falsa religión, centrada en ellos mismos.
La situación en el siglo XXI no es distinta a la del siglo I. El grueso de la
cristiandad no anhela con pasión la segunda venida del Señor. Todos saben,
así como lo sabían los judíos del siglo I, que Jesús vendrá otra vez, pero no
lo desean, no lo anhelan, porque ellos quieren continuar viviendo el
cristianismo falso, humanista y materialista que los falsos profetan
pregonan hoy.
La situación de hoy puede ser comparada con la de dos mujeres cuyos
maridos han salido de viaje, la una es fiel y piadosa, la otra le es infiel.
¿Cuál de las dos mujeres estará esperando con deseo, con alegría y
expectación que su marido regrese pronto? El cristianismo infiel no ama la
venida de Cristo, pero los creyentes piadosos, los que le siguen de verdad,
desean con todo su corazón que regrese pronto, suspiran de amor por
contemplar al amado. Es por eso que el apóstol Pablo dice que uno de los
frutos que produce la sana doctrina es la esperanza dichosa de la segunda
venida de Jesucristo: “Aguardando la esperanza bienaventurada y la
manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo” (Tit.
2:13).
También Pedro exhorta a los creyentes para que se mantengan fieles al
Señor, esperando su venida, de manera que sean diligentes en su
santificación: “Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas,
procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en
paz” (2 P. 3:14). Siendo que nuestra ciudadanía está en los cielos, entonces
no estamos tan apegados a las cosas materiales, ni nuestro deleite se
encuentra en esta tierra de la peregrinación, sino que esperamos,
aguardamos con expectación la llegada del celestial, el cual nos introducirá
al estado de eterna gloria: “Más nuestra ciudadanía está en los cielos, de
dónde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual
transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante
al cuerpo de la gloria suya, por el poder el con el cual puede también
sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:20-21).
No solamente debemos aguardar o esperar la venida de Cristo, sino que
debemos amar su venida: “Por lo demás, me está guardada la corona de
justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí,
sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti. 4:8). “Cuando el
Espíritu y la esposa digan “Ven”, toda persona que realmente ama al Señor
también dirá “Ven”. Y cuando el Señor responde “Vengo pronto”, la
respuesta inmediata será “Amén, ven Señor Jesús”. De todos los indicios de
que uno ama al Señor, este ferviente anhelo de que vuelva es uno de los
mejores, porque tal persona está pensando no solamente en sí mismo y en
su propia gloria sino también en su Señor y en la vindicación pública de
él”[48].
Muchos creyentes no esperan la venida de Cristo, ni orarían que venga
pronto, porque ellos todavía tienen su corazón amarrado al mundo, su
ombligo está enterrado en los placeres de la carne, y su mente aún medita
de día y de noche, no en la Ley de Dios, sino en las delicias terrenas. Estas
personas que no aman la venida de Cristo, serán avergonzadas ese glorioso
día, pero algo muy distinto sucederá con los que caminan fielmente en la
doctrina bíblica: ellos recibirán la plena misericordia de Cristo.
 
2. La venida de Cristo manifestará su misericordia. “Esperando la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”
La venida de Cristo inaugurará el juicio final sobre todos los hombres.
Nadie podrá esconderse o librarse de ese gran día. Todos comparecerán
delante del juez de toda la tierra. Los poderosos y los débiles, los amos y los
esclavos, los padres y los hijos, los esposos y las esposas, los jefes y los
empleados, los gobernantes y los ciudadanos, los pastores y las ovejas;
nadie se escapará del día del gran juicio: “Y vi un gran trono blanco y al
que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y
ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y
pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue
abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las
cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (Ap. 20:11-12).
Todas nuestras obras serán expuestas delante de Dios. Muchos saldrán
avergonzados en ese día, y recibirán la eterna condenación en el lago de
fuego: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al
lago de fuego” (Ap. 20:15).
Los falsos profetas, los falsos pastores, los falsos cristianos, la falsa fe, el
falso amor, la falsa piedad, todo lo falso quedará expuesto ante aquel a
quien nadie puede engañar, y entonces sufrirán gran tribulación.
Pero habrá un grupo de personas que ese día, siendo ellos también
pecadores, no recibirán una palabra condenatoria, sino que, cuando
contemplen cómo los incrédulos y falsos creyentes son lanzados sin
compasión al lago de fuego, ellos recibirán una palabra de misericordia que
los librará de la condenación eterna y les abrirá la entrada a la misma y
gloriosa presencia de Dios: “Entonces el Rey dirá a los de su derecha:
Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros
desde la fundación del mundo” (Mt. 25:34).
Muchas personas no desean que se les hable de la segunda venida de Cristo,
porque ellos saben, que como en realidad no lo aman y andan tras las
imaginaciones de su corazón engañoso, su venida será de espanto para
ellos: “¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿O quién podrá
estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y
cómo jabón de lavadores” (Mal. 3:2).
Pero los verdaderos creyentes no temen el día del juicio, pues, cuando vean
al que fue traspasado, cuando vean al cordero que fue inmolado, sabrán que
nada, absolutamente nada, podrá separarlos del amor de Dios, allí los santos
verán de manera muy práctica la enseñanza de Pablo: “Si Dios es con
nosotros, ¿Quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio hijo,
sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos dará también con él
todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que
justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió” (Ro. 8:31-
34). Para los fieles en Cristo Jesús solo habrá misericordia, mientras que
para los incrédulos e infieles solo condenación.
Aunque sabemos que en esta vida nunca alcanzaremos un grado perfecto de
fidelidad a la Palabra de Cristo y su amor, por la gracia divina que nos ha
sido dada en Cristo, por la presencia del Espíritu Santo y el amor de Dios
que ha sido derramado en nosotros, siempre estamos cultivando en nosotros
el amor a Dios y la fidelidad al evangelio, por lo tanto, el día del juicio será
un día de misericordia para los fieles hijos de Dios porque Jesús recibirá
con agrado los frutos de nuestra fidelidad: “Bien, buen siervo y fiel; sobre
poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”
(Mt. 25:23).
 
3. La venida de Cristo será para vida eterna. “Esperando la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”
Los verdaderos cristianos se mantienen firmes en la doctrina apostólica, y
se conservan en el amor de Dios, a través de la expectación gloriosa de la
segunda venida de Cristo, en la cual se hará manifiesto todo lo que Cristo
es, y lo que ellos serán por la eternidad. 
Aunque en este mundo somos despreciados por nuestra fe, y especialmente
porque creemos que vale la pena ser fieles a la doctrina bíblica, ser fieles al
Salvador; nuestros temores se disipan cuando podemos contemplar nuestro
glorioso futuro. Mientras los impíos y los falsos creyentes estarán para
siempre separados de la presencia de Dios, nosotros disfrutaremos
eternamente, es decir, sin fin, la dicha de estar completos, por que la gloria
de Dios inundará la nueva tierra y el nuevo cielo donde morará la justicia.
Ahora, nosotros, desde que estamos aquí en la tierra, empezamos a disfrutar
la vida eterna, pues, esta nos es dada en el momento en el cual creemos de
corazón en Jesús como nuestro Señor y Salvador: “El que cree en el Hijo
tiene vida eterna” (Jn. 3:36), pero todavía no vemos en toda su dimensión
lo que es disfrutar la vida eterna. Ya somos hijos de Dios y tenemos
asegurada la vida eterna, pero aún no vemos de manera tangible la gloria de
esta vida perdurable en nosotros, pues, es necesario que nuestro Rey
glorioso venga, y cuando él se haga presente y visible a nuestros ojos,
seremos transformados a su misma gloria: “Amados, ahora somos hijos de
Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que
cuando él se manifieste seremos semejantes a él, porque le veremos tal
como él es” (1 Jn. 3:2).
Cuando Jesús venga, cuando le veamos, ya no a través de la fe, sino cara a
cara, y contemplemos su inefable gloria, entonces seremos transformados
de mortales a inmortales, de corrupción a incorrupción, seremos vestido de
gloria: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos
seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la
final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán
resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es
necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se
vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de
incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se
cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1
Cor. 15:51-55).
Los creyentes debemos estar esperando la segunda venida de Cristo porque
pasaremos de la ignominia de este mundo pecaminoso a la gloria de la vida
celestial sin pecado, donde ya no tendremos que luchar más en contra de
nuestra propia corrupción, sino que, al mantenernos viendo la gloria de
Cristo, en nosotros también se manifestará la gloria de haber sido adoptados
como hijos de Dios: “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces
vosotros seréis manifestados con él en gloria” (Col. 3:4).
Responsabilidades de los que luchan
vigorosamente por la doctrina
Tres actos misericordiosos
v. 22-23
“A algunos que dudan, convencedlos. A otros, salvad, arrebatándolos del
fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aún la ropa
contaminada por su carne”
 
Introducción:
Estamos llegando al final del estudio de la carta de Judas.
 
Siendo que Judas nos presenta un cuadro bastante abrumador y terrible,
respecto al accionar de la falsa doctrina dentro de la iglesia y las nefastas
consecuencias que esto trae a los que siguen sus sendas torcidas, entonces él
nos exhortó para que siempre nos mantuviésemos ocupados en actividades
que nos librarán de caer en las garras malvadas de la falsa doctrina, la cual,
por cierto, no solo abundaba en tiempos de Judas, sino que en este siglo
XXI pulula por todas partes. Las actividades que deben caracterizar a un
creyente fervoroso en la fe son: edificarse sobre la santísima fe, es decir,
construir su doctrina sobre el estudio constante de la Palabra de Dios; orar
en el Espíritu Santo, Conservarse o guardarse en el amor de Dios y esperar
con expectación y amor la segunda venida de Jesucristo. Haciendo estas
cosas no caeremos jamás.
Pero, no debemos ser egoístas teniendo actividades espirituales que solo nos
favorecen a nosotros. Es nuestra responsabilidad, como luz y sal de la tierra,
ayudar a aquellas personas o hermanos que están siendo tentados para caer
en las garras de la falsa doctrina o de los falsos profetas, a aquellos que ya
están dentro del redil de los falsos pastores, y a aquellos que practican los
pecados terribles que proceden de la falsa doctrina.
Hoy, con Judas, analizaremos nuestras responsabilidades frente a los que se
han dejado convencer por los falsos profetas. ¿Qué debemos hacer para
ayudarles? Porque Judas no quiere que nos quedemos quietos y pasivos
mientras los mercaderes de la fe hacen de las suyas con los incautos
creyentes. En estos dos pasajes Judas nos muestra que no todos los errores
son del mismo calibre, y por lo tanto, requieren una forma distinta de
tratarlos.
Para una mejor comprensión de nuestro texto, lo estructuraremos de la
siguiente manera:
1. Convenciendo a los que dudan
2. Salvando del fuego
3. Teniendo misericordia con temor
 
 
1. Convenciendo a los que dudan. “A algunos que dudan convencedlos”.
(v. 22)
La Nueva Versión Internacional traduce de manera más certera este pasaje:
“Tengan compasión de los que dudan”. Dudar no es pecado, y tampoco es
incredulidad. La duda puede surgir en un verdadero creyente, especialmente
cuando deja de mirar la Palabra con la autoridad que ella tiene. Los débiles
en la fe son los más propensos a dudar, aunque ella puede visitar, de vez en
cuando, a los que consideramos cristianos espiritualmente fuertes.
Aquellos hermanos que están empezando la vida cristiana, o no han sido
muy responsables en el uso de los medios de la gracia, y, por lo tanto, han
tenido poco crecimiento en el conocimiento de la Palabra de Dios, estos, se
convierten en fácil presa de los falsos maestros. La falsa doctrina, que
permea a la iglesia cristiana, encuentra como caldo de cultivo e invernadero
a creyentes débiles, inconstantes e indecisos. Es muy común que esta clase
de creyentes ande buscando cosas nuevas para escuchar. Si un día un falso
maestro o un seguidor de falsa doctrina le expone algunas de sus nuevas
creencias y le muestra una interpretación recién descubierta por estos gurús
de la fe, y le manifiesta que este nuevo descubrimiento de “verdades
profundas y elevadas” de la Palabra le ha producido buenos resultados en su
vida, y le cuenta algunos testimonios, entonces, el corazón de este creyente
débil, duda y tambalea de manera que empieza a considerar los testimonios
escuchados y las nuevas doctrinas descubiertas.
Los falsos maestros son hábiles en el arte de la retórica y la manipulación.
Buscan los grandes medios de comunicación para convencer con sus falsas
doctrinas a los incautos, y lastimosamente, muchos creyentes, miembros de
iglesias cristianas evangélicas ortodoxas, por su poco crecimiento en el
conocimiento de la Palabra, en la oración y en el amor, caen fácilmente en
estas propuestas novedosas.
¿Qué debemos hacer con esos creyentes débiles que están dudando y que
han empezado a considerar como posible verdad las doctrinas y prácticas de
los falsos maestros? Judas dice que debemos ser compasivos para con ellos.
Es muy común que cuando estamos comprometidos con la sana doctrina y
tomamos en serio el defender la fe que ha sido dada a los santos, en muchas
ocasiones tengamos actitudes no compasivas, frías e inmisericordes. Es por
eso que Judas nos manda a cultivar la compasión y la misericordia. Pues, no
se trata de una pelea contra las personas, sino contra la falsa doctrina.
Luchamos por la fe cristiana porque consideramos que ella es la absoluta
verdad en asuntos espirituales, y que si alguien no está en esa verdad,
entonces le espera la condenación eterna.
No debemos ser ligeros en considerar a las personas que dudan como
herejes, no debemos despreciarlos, antes por el contrario, la actitud cristiana
de un luchador por la fe es mostrar compasión, estar dispuesto a soportarlo
y ayudarlo, con amor, para que despeje sus dudas, y a través de la Palabra
guiarlo a afirmarse en la fe cristiana bíblica e histórica que ha sido
profesada por los piadosos siervos del Señor en todas las generaciones. El
apóstol Pedro también exhorta a los creyentes para que sean guerreros y
defensores de la fe, pero les advierte que esto se debe hacer en el correcto
espíritu del amor, la humildad y la compasión cristiana: “Sino santificad a
Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para
presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os
demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 P. 3:15).
Los creyentes que dudan, deben ser convencidos. No a través del cruel
desprecio, o palabras ofensivas, sino a través del amor paciente que le
instruye una y otra vez a través de la Palabra, con el fin de que comprendan
las verdades bíblicas y miren lo falsa y peligrosa que son las doctrinas
nuevas que se inventan algunos líderes que se hacen llamar cristianos. Sé
que tenemos la tendencia a desesperarnos cuando vemos que algunas
personas no logran comprender con facilidad las claras verdades de la
Palabra, y persisten en dudar y creer que a lo mejor las “revelaciones
frescas y novedosas” que algunos “predicadores” dicen estar recibiendo o
comprendiendo de la Palabra son verdad.
La compasión es aquella santa emoción, en el caso del creyente, que le
conduce a ser solidario y misericordioso para con los que sufren. Muchos
verdaderos creyentes están sufriendo como consecuencia de las dudas que
vienen por escuchar a los falsos maestros. Para con ellos debemos ser
solidarios y compasivos. Esto no significa que debemos dejarlos en sus
caminos de dudas, sino todo lo contrario. Debemos esforzarnos para que
con un espíritu cristiano de amor, les ayudemos a comprender la verdad
Escritural. Tomás, el apóstol, tuvo un momento de duda, pero el Señor no lo
desechó como hereje sino que tuvo compasión de él y le mostró sus heridas,
de manera que él pudiera creer. Debemos tomar como ejemplo de
compasión a Dios: “Porque el Señor no desecha para siempre; antes si
aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias;
porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres”
(Lam. 3:31-33). Debemos imitar a Jesús, quien experimentó profunda
compasión por la gente rebelde  de Jerusalén: “Y cuando llegó cerca de la
ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tu conocieses, a
lo menos en este tu día, lo que es para tu paz!” (Lc. 19:41). 
 
2. Salvando del fuego. “A otros salvad, arrebatándolos del fuego”
Judas ha dicho que el destino final de los falsos profetas y de los que siguen
sus falsas doctrinas será la condenación eterna en el fuego del infierno. (v.
7). Nuestra responsabilidad para con esas personas que van rumbo a su
propia condenación, como consecuencia de seguir falsas doctrinas y falsos
profetas, es salvarlos. Usted dirá: “Pero, ¿Acaso no es Dios el que salva?
¿Cómo vamos nosotros a salvar a otras personas?”, bueno, aunque es
verdad que el que salva es Dios, usualmente él lo hace a través de los
ministros de la salvación. Todos los creyentes somos esos ministros que
Dios usa para salvar a otros.
De manera que Judas nos confronta y nos dice: ¿Qué estás haciendo tú por
salvar y rescatar a los que están a punto de ser quemados por el incendio
que vendrá sobre los incrédulos? Las falsas doctrinas están extendiéndose
con una velocidad impresionante en todo el mundo. Cada día surgen nuevas
corrientes sectarias de toda clase: Las religiones orientales y la Nueva Era
influencian poderosamente al occidente, las sectas de la teología de la
prosperidad, la palabra de fe, dilo y recíbelo inundan al cristianismo
evangélico. Nuevos profetas que anuncian cosas futuras, como la fecha de
la venida de Cristo; otros que se autoproclaman apóstoles; iglesias que
creen que los cristianos, siendo que han sido justificados por la fe, entonces,
pueden practicar toda suerte de pecados; en fin, este es un tiempo de gran
maldad, donde los falsos profetas aprovechan el espíritu materialista,
espiritualista y relativista de la gente, con el fin de sacar provecho y lucro
personal.
Los pastores tenemos la responsabilidad de salvar a los que nos oyen, a
través de una predicación bíblica: “Ten cuidado de ti mismo y de la
doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los
que te oyeren” (1 Ti. 4:16). Si no trazamos bien las Escrituras (2 Ti. 2:15)
entonces estaremos haciendo lo contrario, y no solo nosotros iremos rumbo
a la perdición sino también los que nos oyen. Esta es una enorme
responsabilidad.
Pero no solo los pastores tienen la responsabilidad de anunciar fielmente el
evangelio, sino todos los creyentes. A diario nos encontramos con muchas
personas que van rumbo a la condenación eterna, pensando ellos que están
agradando a Dios. Algunos se creen cristianos, pero están siguiendo
caminos de error. Lo que ellos creen de Dios es erróneo, no creen en Jesús
como el único y suficiente Salvador, creen que además de la Biblia hay
otras fuentes de verdadera y autoritaria revelación, no creen que sean tan
malos como para que Dios esté airado contra ellos o los condene en el
eterno infierno, otros buscan a Cristo solo por comodidad terrenal, le
buscan como aquel que quiere tener un genio mágico que les conceda todos
sus deseos y caprichos. Todos ellos van rumbo a la destrucción. Es nuestra
responsabilidad hablarles del verdadero evangelio, presentarles la doctrina
bíblica. Estos no son los que dudan, sino los que están caminando de lleno
en las doctrinas erróneas, y son arreados como ovejas al matadero por los
falsos pastores.
Pero aún se puede hacer algo por ellos: arrebatarlos del fuego. Estas
personas están ya casi chamuscadas, y es necesario rescatarlas. Judas nos
asigna la función de ser bomberos espirituales, es decir, debemos acudir
prestamente a salvar a los que están en el incendio destructor de las falsas
doctrinas. Esta función no es fácil, e implica esfuerzo y sacrificio. Es
nuestro deber ser más activos en detectar la falsa doctrina, a los falsos
maestros, y ayudar a cuánta persona podamos para que salga del error. Esto
implica que debemos estudiar más las Escrituras, conocer más la doctrina
bíblica, memorizar textos claves, tener a la mano folletos o pequeños
libritos que hablen sobre algunas de las doctrinas que más son atacadas por
los grupos sectarios. Podemos usar el internet, la radio, en fin, todo medio
posible para dar a conocer la doctrina bíblica, y rescatar de esa manera a
algunos que ya casi están ardiendo en las llamas eternas del infierno. Si
logramos rescatar a algunas de estas personas engañadas por el error,
entonces hemos librado sus almas del infierno. Ellos vendrán a ser como
“tizón escapado del fuego” (Amós 4:11).
 
3. Teniendo misericordia con temor. “Y de otros tened misericordia con
temor, aborreciendo aún la ropa contaminada por su carne” (v. 23).
Un tercer grupo de personas a los cuales debemos tratar con misericordia
son los que, no solo andan en doctrinas de error, sino que sus propias vidas
están terriblemente manchadas por el pecado; estos se han aprovechado de
la misericordia de Dios, que no los destruye, para continuar pecando a sus
anchas. Pero están engañados. A lo mejor se unieron a algunas de esas
sectas que se hacen llamar cristianas pero que consideran que ahora están
en una posición espiritual muy alta, y ya sus actos pecaminosos no son
tenidos en cuenta por Dios. Ellos creen que el perdón obtenido por la sangre
de Cristo de todos sus pecados les concede una licencia para pecar y pecar.
Con esta clase de personas debemos tener mucho cuidado, aunque los
vamos a ayudar a salir de su error, no obstante, debemos evitar participar de
las contaminaciones en las que ellos están.
Dice Judas que debemos tener misericordia de ellos con temor. Seremos
compasivos, oraremos por ellos, les hablaremos de la fe bíblica, les
presentaremos el verdadero evangelio, pero al acercarnos a ellos lo haremos
con temor, es decir, con cautela. Ellos han caído muy bajo en el error, y han
manchado suciamente sus vestidos, por eso debemos aborrecer la ropa
contaminada por su carne. No se trata aquí de aborrecer literalmente la
ropa que se ponen, sino que, como en el caso del sumosacerdote Josué, las
ropas viles o sucias representan los pecados. Debemos tener misericordia de
estas personas, orando por ellas, hablándoles de Cristo, pero aborreciendo
sus actos pecaminosos, pues, no sea que nosotros al tratar de curar la
enfermedad, seamos contaminados por ella. En este sentido Judas nos pide
que seamos como médicos. Acudimos a curar a los enfermos
espiritualmente, pero debemos tener el tapabocas y todas las precauciones
necesarias para no ser contagiados por la enfermedad.
Es necesario que nos acerquemos a las personas que están en error, no las
debemos odiar, ni tampoco las alejaremos innecesariamente, sino que
procuraremos mantener cierta comunicación que nos permita transmitirles
el evangelio. Aquí se incluyen a los mismos falsos profetas, pues, a ellos
también debemos tratar de hacer verles su error y el castigo que Dios
ejecutará si no proceden al arrepentimiento.
No debemos pensar que las personas que están en sectas no pueden ser
alcanzadas. La gracia de Dios es poderosa y puede obrar hasta en los
corazones más endurecidos. Saulo era miembro de una secta de los fariseos,
estaba engañado al punto de estar convencido que rendía tributo a Dios
cuando perseguía o mataba a los cristianos. A pesar de ese endurecimiento,
la gracia del Señor lo alcanzó y lo transformó en un poderoso mensajero del
verdadero evangelio.
 
La poderosa seguridad de los hijos de
Dios: Un canto de adoración
Judas 24-25
Introducción:
“Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin
mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios,
nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por
todos los siglos. Amén”
Hoy llegamos al final de nuestro estudio de la carta de Judas. Y como es
costumbre en los autores sagrados, luego de dar profundas y confrontadoras
exhortaciones, concluyen dando aliento a los santos. Pues, si no fuera por
las promesas divinas de gracia, nuestro corazón desfallecería prontamente
ante los elevados retos que nos pone la Palabra de Dios.
Y es que los retos que nos puso Judas son de alto calibre. Luchar
defendiendo la fe no es nada fácil. A los profetas que persistieron en
mantenerse fieles a la ley y al testimonio no les fue nada bien en términos
de relaciones humanas, pues, fueron perseguidos por el propio pueblo de
Dios, y algunos murieron (Ro. 11:3). Hacer lo que Judas nos dijo en los
versos 22 al 23, nos traerá muchos problemas, pues, convencer a los que
dudan, salvar a los que van rumbo al infierno y mostrar misericordia
aborreciendo los pecados de aquellos que caminan en sendas de error, no es
nada fácil. Muchas personas llegarán a odiarnos a causa de nuestra labor
profética, pues, hacer estas tres cosas implica: confrontar el pecado, ser
intransigentes con las doctrinas errónea, mantenernos en una posición
firme, denunciar la falsedad, y eso, alejará a los amigos y ganará enemigos.
Pero lo más complicado en el tema de la lucha por la fe es que Judas
advierte a los miembros de las iglesias cristianas para que se mantengan en
constante vigilancia, con el fin de detectar a los falsos profetas, pues, se
corre el peligro de ir tras sus atractivas doctrinas. Nuestro autor sagrado nos
dio varias pistas para saber distinguir a los falsos maestros: convierten en
libertinaje la gracia de Dios, niegan al verdadero Señor, es decir, enseñan
cosas erróneas y distorsionadas respecto al Dios de la Biblia, pero también
niegan a nuestro Señor Jesucristo. Ellos están dispuestos a aceptar a Jesús
como Salvador, pero no como Señor. Ellos están dispuestos a recibir la
gracia salvadora de Jesús que les garantice la entrada al cielo, pero nunca
estarían dispuestos a seguir los mandamientos de Cristo. En fin, sus
doctrinas son muy agradables a nuestra naturaleza terrena y se amoldan a
nuestros más sentidos deseos carnales, de manera que, no solo nos es
necesario luchar para defender la fe bíblica, sino que nos es preciso
mantenernos vigilantes con el fin de no sucumbir ante el camino del error.
Es por ello que Judas concluyó la parte exhortativa diciéndonos que nos
mantengamos ocupados en varias actividades que serán de gran provecho y
fortaleza frente a las garras del mal: edificarnos en la fe, orar en el Espíritu
Santo y conservarnos en el amor de Dios.
Pero las Sagradas Escrituras, y la propia experiencia, nos enseñan que todos
los medios para mantenernos firmes en la fe no sirven de nada sin la gracia
del Señor. No son más que vanas, y vacías ocupaciones religiosas. Hemos
visto como muchos creyentes, pastores y maestros, que por mucho tiempo
caminaron en pos de la fe bíblica, un día, escucharon la falsa enseñanza y se
apartaron tras ellas. Con gran tristeza vemos como muchas personas que
pertenecían a iglesias evangélicas, que crecieron aprendiendo la doctrina
cristiana, ahora están involucradas en diversidad de doctrinas erróneas
como: el falso mesianismo (que no es más que un judaísmo disfrazado),
creciendo en gracia (que no es más que caer en la desgracia del libertinaje),
la teología de la fe y  la prosperidad (que no es más que la santificación de
la avaricia), el liberalismo teológico (que no es más que la esclavitud de una
mente incrédula), la Nueva Era (que no es más que la vieja era del
paganismo).
Siendo que los peligros de la falsa doctrina son tan grandes, y que nuestro
ocuparnos en las actividades espirituales que Judas mencionó en los versos
20 al 23 no es perfecto, entonces, ¿Qué será de nosotros? ¿Será que un día
caeremos en las garras astutas de los falsos profetas? ¿Será que al tratar de
ayudar a algunos a salir del error, nosotros mismos nos veremos afectados y
también caeremos en lo mismo? ¿Quién podrá defendernos?
Ante estas inquietudes que pudieron surgir en las mentes de los lectores de
la carta, Judas se apresura a dar palabras de profundo consuelo e infunde
santo valor, a través de la más preciosa y competa doxología[49] que tiene el
Nuevo Testamento.
Analizaremos estos dos pasajes siguiendo la siguiente estructura:  
1. Seguridad al ser guardados (v. 24)
2. Seguridad al ser preservados puros (v. 24)
3. Seguridad por la calidad del Salvador que tenemos (v. 25)
 
 
1. Seguridad al ser guardados (v. 24) “Y a Aquel que es poderoso para
guardaros sin caída…”
La doxología o el canto de gloria entonado por Judas al finalizar su carta,
rinde alabanzas “a aquel que es poderoso para guardarnos sin caída” (v.
24). Hay peligros por doquier, hay falsos profetas que entran
encubiertamente a las iglesias cristianas, sus doctrinas son atractivas, pero,
los salvos pueden entonar un himno precioso con toda convicción: “No
temeremos porque hemos confiado en el Poderoso”.
La palabra griega que usa Judas para poderoso es dinameno, la cual procede
de la palabra dinamis (dunamis), voz griega que da origen a nuestra palabra
castellana: dinamita. El significado de estas palabras incluye la idea de:
poder, ser capaz, tener gran capacidad. El Dios de la Biblia, el Dios Padre,
es un Dios de poder, de fuerza, de capacidad. Él es el Dios poderoso porque
tiene toda la capacidad para controlar los hilos de la historia y hacer que su
Santo Propósito se cumpla. No se trata de un poder ciego, como el de la
dinamita, sino de un poder sabio.
El Dios de la Biblia siempre se ha presentado como un Dios de todo poder o
fuerza. A Abraham: “cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios
Todopoderoso; anda delante de mí y se perfecto” (Gén. 17:1). El resto de
las Escrituras abunda en describir los hechos poderosos de Dios. Hizo la
tierra, el mar, los animales, las altas montañas, el cosmos, las estrellas, el
infinito firmamento, todo, con el poder de su voz. Salvó a Israel del poderío
del imperio Egipcio, abrió el mar en dos, dio órdenes a las nubes para que
protegieran a su pueblo del calor y alumbraran la negra noche del desierto,
hizo que saliera agua de una seca roca, condujo a su pueblo a la tierra
prometida expulsando con su poder a todos los pueblos que la habitaban.
Destruyó imperios, levantó a un pequeño pueblo. Su poder es notorio a lo
largo de la historia bíblica, por eso se le llama el poderoso o el
Todopoderoso.
El Dios al cual adoramos, dice Judas, es poderoso para guardar a los suyos,
de manera que no caigan. El sentido aquí es el de un caballo que en su
correr, superando obstáculos, no tropieza con ninguno de ellos. Dios es
poderoso para guardar a Su pueblo sin tropezar, de manera que no caigan en
la falsa doctrina.
No podemos permanecer un solo momento de pie si el Señor no nos
sostiene. Somos como el bastón que si es soltado, cae al piso. Somos como
un pequeño bebé, que si no es sostenido por la madre y se le deja solo en
sus propias fuerzas, muy pronto tambalea y se cae.
El mundo está lleno de trampas, hay personas carnales a nuestro alrededor
que tratan de influenciarnos, el diablo es un enemigo incansable en tratar de
presentarnos el amor al mundo como algo muy placentero, los falsos
profetas nos presentan un evangelio humanista, carnal, flexible, liberal,
centrado en lo material y en los placeres terrenos; en fin, estamos rodeados
de maldad, y si no fuera por el poder de Dios que nos guarda, hace tiempo
hubiésemos caído en el lodo pantanoso de la falsedad. “Que sois guardados
por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está
preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 P. 1:5).
Aunque en algunas ocasiones los creyentes pueden temer caer de la fe a
causa de las atracciones del mundo, la influencia de la carne y las
tentaciones de Satanás; no obstante, el poder de Dios obrando en sus hijos
garantiza que no caeremos de manera total, sino que nos levantaremos:
“pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme”
(Rom. 14:4).
Los verdaderos creyentes no se perderán nunca, ni tampoco abandonarán de
manera definitiva la verdadera fe, pues, el Dios que nos salvó es el
Todopoderoso, y él ha diseñado un plan perfecto, el cual nadie podrá dañar,
y ese plan asegura la salvación definitiva de los que confiamos plenamente
en Cristo para nuestra salvación: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco,
y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las
arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y
nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Jn. 10:27-29). Siendo
el Padre Dios mayor que todos, es decir, más poderoso que el diablo, que
las potestades, que el hombre, que todo, entonces él tiene la capacidad en sí
mismo de asegurarnos que nunca nos perderemos, que nadie podrá
arrebatarnos de las manos de Él, incluso, ni nosotros mismos. Es por eso
que Pablo exclamó con gran convicción: “Por lo cual estoy seguro de que
ni la muerte,, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo
presente, ni lo porvenir, , ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa
creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor
nuestro” (Ro. 8:37-39).
 
2. Seguridad al ser preservados puros (v. 24) “Y presentaros sin mancha
delante de su gloria con gran alegría…”
Al finalizar sus exhortaciones, Judas nos dijo que debemos tener
misericordia, con cautela, de una de las clases de personas a las cuales
debemos ayudar, pues, han caído tan hondo en sus propios pecados, y los
justifican de tal manera que nosotros debemos tomar precauciones para no
ser contaminados. Pero ahora, en el verso 24, el pastor Judas afirma nuestra
fe recordándonos que no caeremos, que al ayudar a estos enfermos no
seremos contagiados de su enfermedad, que Dios está trabajando en
nosotros de manera que ninguna mancha podrá salpicar nuestro blanco
vestido.
Un día nos presentaremos delante del Padre, estaremos frente a frente con
su gloria, pero nuestra experiencia, en ese momento, será muy distinta a la
que tuvo el profeta Isaías, quien quería huir despavorido de la presencia de
Dios, pues, al ver Su gloria, vio Su santidad, y al ser confrontado con la
santidad del que está sentado en el Trono Alto y Sublime, vio su propio
horrible pecado, y sintió el ardor de la ira de Dios, por lo cual exclamó:
“!Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y
habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos
al Rey, Jehová de los ejércitos” (Is. 6:5).
El Señor Jesús un día presentará a todos los escogidos por gracia, es decir, a
la iglesia, como una virgen pura, sin mancha alguna: “Pues os he desposado
con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2
Cor. 11:2). Dios se ha propuesto tener una iglesia pura, y tendrá una iglesia
pura. Su poder es tan grande que nada impedirá tener una iglesia pura.
Ahora, esto tiene repercusiones muy fuertes en la vida del creyente. Si Dios
es poderoso para presentarnos delante de Su gloria sin mancha, entonces,
esto significa que Dios está obrando ahora en nosotros esta limpieza. Los
falsos maestros presentaban a Dios como un benefactor que está interesado
solamente en que los pecadores entren al cielo para que dejen de sufrir, de
manera que a Dios no le interesa mucho el estilo de vida que los creyentes
llevan en la tierra. Ellos usaban las doctrinas de la gracia como justificación
para continuar pecando, como dice Judas “convierten en libertinaje la
gracia de Dios” (v. 4). Ellos enseñaban la gracia de Dios como una licencia
para pecar y pecar, de manera que decían: “hagamos males para que
vengan vienes” (Ro. 3:8). Pero la Biblia nos presenta una salvación no
centrada en el hombre, sino en Dios. El propósito de la salvación es que
Dios quiere tener un pueblo santo que viva para su gloria. Y vivir para la
gloria de Dios, es vivir para Su santidad. De manera que si Dios está
trabajando poderosamente en nosotros para presentarnos un día sin mancha
delante de él, entonces es nuestra responsabilidad presentar nuestros
cuerpos: “en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios…” (Ro. 12:1).
Los falsos profetas incitaban a sus seguidores a descuidarse en la santidad, a
pecar, a amar a este mundo y sus vanidades; pero si una persona que se
llama creyente hace esto, entonces no es de Cristo, no forma parte de la
Iglesia Verdadera, pues, ella está siendo santificada por Jesús: “Cristo amó
a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola
purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela
a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa
semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:26-27). Cristo ha
asumido la total responsabilidad en purificar a la iglesia, y él también es
poderoso para alcanzar este propósito.
Primero, ha limpiado a los creyentes de la culpa del pecado a través de su
muerte en la cruz y del derramamiento de su sangre preciosa. “Estos son los
que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han
emblanquecido en la sangre del cordero” (Ap. 7:14). La sangre de Jesús es
poderosa para limpiar el pecado y los pecados de todos los que ponen su fe
en él para su salvación.
La Palabra de Jesús, cuando declara el perdón para los suyos, es poderosa,
de manera que limpia el pecado de los que creen: “Ya vosotros estáis
limpios por la palabra que os he hablado”.
Pero Dios el Padre y nuestro Señor Jesucristo siguen limpiando a la iglesia
a través de la Palabra escrita, la predicación, la comunión cristiana, la
disciplina eclesiástica, las reprensiones del Señor. Incluso, el Señor, en
ocasiones, nos permite caer en ciertos pecados, para que luego de haber
sufrido el sabor amargo del mismo, no lo volvamos a desear más.
Será causa de gran regocijo y alegría para todos los salvos cuando nos
veamos en la presencia de Dios totalmente limpios, sin mancha alguna,
pues, nuestro caminar en esta tierra no fue perfecto, y muchas faltas
cometimos, pero el poder de Dios es tan fuerte que en el último paso de
nuestra santificación, en la muerte o el arrebatamiento, seremos totalmente
emblanquecidos y perfeccionados. Cuando estemos en gloria la alegría será
desbordante, y los que somos tímidos no temeremos expresar rebosantes de
júbilos ¡aleluyas al Señor!: “Y oí como la voz de una gran multitud, como el
estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía:
¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y
alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y
su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino
fino y resplandeciente…” (Ap. 19:6-8).
 
3. Seguridad por la calidad del Salvador que tenemos (v. 25) “al único y
sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia,
ahora y por todos los siglos. Amén”
Algunos falsos maestros enseñaban que una vez salvo ya no necesitabas
más del Salvador, y mucho menos del Señor. Pero la verdad es que nosotros
no podemos mantenernos ni un solo segundo salvos, a menos que la Gracia
de Dios sea la que nos preserve en esta salvación. Hay un sentido en el cual
todos los días estamos siendo salvados, porque esta es una acción continua
en nosotros. En el momento en el cual creemos inicialmente en Cristo,
somos justificados, y nuestra salvación está asegurada por medio de la fe.
Pero esto es solo el inicio de ese caminar que nos conduce al cielo. Todos
los días que vivamos en esta tierra, luego de la conversión, será un tiempo
para crecer y crecer en la imagen de Cristo. “Porque a los que antes
conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la
imagen de su hijo” (Ro. 8:29). “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara
descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de
gloria en gloria, en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2
Cor. 3:18). “Y revestido del nuevo (hombre), el cual conforme a la imagen
del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Col. 3:10).
De manera que Dios siempre es nuestro Salvador, y esto es maravilloso,
pues, que él se interese en mortales pecadores como nosotros, siendo el
creador soberano, santísimo en su esencia, justo y perfecto, ¿no es
grandioso? La distancia entre Dios y la criatura es abismal, pero la distancia
entre Dios y la criatura caída en pecado es infinita. No obstante, él es el
Dios Salvador. Se complace en salvar a los pecadores. Él nos salvará, no
solo de nuestros pecados, sino de los falsos profetas y de las falsas
doctrinas. Confiamos en la poderosa salvación que Él ha obrado a favor de
su pueblo. “En la unidad de la Trinidad, Dios mismo se ha convertido en
nuestro Salvador de todas las formas posibles. El Padre nos ha llamado a sí
mismo (v. 1). El Hijo, Jesucristo, ha muerto y resucitado de la muerte como
representante nuestro y en Él somos guardados seguros (v. 1). El Espíritu
Santo cambia nuestros corazones (v. 19) y nos capacita para orar y recibir la
fuerza y la gracia que proporciona el Señor”[50].
Tenemos a un gran Salvador porque este es el único Dios. No hay otro
como él, y por lo tanto no existe un ser que pueda hacer verdadera y dañina
oposición a sus planes. Satanás y los falsos profetas tratan de dañar a la
iglesia y a las almas de los salvos, pero no lograrán vencerla, pues, el
poderoso Salvador, que es el único Dios Todopoderoso, la edifica, la cuida,
la santifica, la purifica y la llevará a la gloria. El creyente confía totalmente
en este único Dios porque él es Sabio. Dios siempre tiene los mejores
planes, y usa los mejores medios para obtener los mejores fines.
Siendo que tenemos un Poderoso Salvador que nos guarda sin caída y nos
presentará sin mancha delante de su gloria con alegría, siendo que la
salvación es de él, de principio a fin, y siendo que todo esfuerzo que
hacemos es solo obra de su amor y de su fuerza, entonces a él solo le
pertenece la GLORIA, MAJESTAD, IMPERIO Y POTENCIA, ahora y por
todos los siglos. Amén. “Gloria – el honor superlativo que merece por todo
lo que es y por todo lo que ha hecho por nosotros-. Majestad – la dignidad
y el esplendor que merece como Supremo Monarca del universo -. Dominio
– su ilimitado imperio que le pertenece por derecho soberano-. Y autoridad
o potestad – el poder y la prerrogativa de gobernar todo aquello que Sus
manos han hecho”[51].
Esta doxología apunta a dos direcciones: Primero, resalta la suprema
autoridad de Dios, quien es digno de toda adoración y exaltación de parte
del pueblo redimido. Siendo que hemos sido lavados por la poderosa sangre
Jesús, hemos sido llamados poderosamente por la gracia, hemos sido
santificados por el Espíritu Santo, y Dios, de manera poderosa nos ha
salvado, entonces, no queda más que vivir eternamente agradecidos con
Dios, quien es digno de toda la gloria y la honra. Pero esta doxología
también apunta a contradecir a los herejes, pues, ellos se centran en el yo, y
rechazan la autoridad de la Palabra de Dios. Ellos no están interesados en
someterse a la voluntad divina, en cambio, los verdaderos creyentes se
gozan en servir humildemente al Todopoderoso Rey de Reyes y Señor de
Señores. A él sea la gloria, la majestad, el imperio y la potencia, per
saecula saeculorum. Amén.
 
 
[1]
Kistemaker, Simón. 1 y 2 de Pedro y Judas. Desafío. Página 419
[2]
La expresión “multiplicados” hace referencia a la abundancia.
[3]
Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento. Clie. Página 1088
[4]
Kistemaker, Simón. 1 y 2 Pedro, Judas. Desafío. Página 425
[5]
Robertson, A.T. Comentario al texto griego del Nuevo Testamento. Clie. Página 713
[6]
Henry, Matthew. Comentario bíblico. Obra completa. CLIE. Página 1911
[7]
Texto Griego. Página 713
[8]
Barclay. Página 1088
[9]
www.wordreference.com/definicion/solapado
[10]
Ibidem
[11]
Kistemaker. Hebreos. Página 426
[12]
Texto griego. Página 113
[13]
Kistemaker, Simón. 1 y 2 Pedro, Judas. Página 430
[14]
Kistemaker, Simón. 1 y 2 Pedro y Judas. Página 433
[15]
Kistemaker, Simón. 1, 2 de Pedro y Judas. P{agina 6
[16]
Kistemaker, Simón. 1, 2 de Pedro y Judas. Página 7
[17]
Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento. P{agina 1089
[18]
Comentario bíblico Beacon. Tomo 1. Página 558
[19]
http://es.wikipedia.org/wiki/Jimmy_Swaggart Extraído el 3 de Abril de 2010.
[20]
Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento. Página 1090
[21]
Kistemaker, Simon. 1 y 2 Pedro/Judas. Página 445
[22]
Benton, John. La contienda por la fe. El mensaje de Judas. Editorial Peregrino. Página 119
[23]
Benton, John. La contienda por la fe. El mensaje de Judas. Página 136
[24]
William Barclay, en su comentario a Judas, copia un retrato escrito de los quejumbrosos tomado
de Teofrasto: “El quejumbroso es el que se pasa de quejarse indebidamente de su suerte en todos los
casos. El quejumbroso le dirá al amigo que le trae una porción de su propia mesa: <Esto es una
muestra de lo tacaño que eres conmigo, porque no has querido invitarme a comer contigo en
persona>. Cuando su amante le está dando un beso, él dice: <Me pregunto si me estás besando de
corazón, o porque quieres algo de mí>. Está disgustado con Zeus, no porque no le mande la lluvia,
sino porque ha tardado algo en mandársela. Cuando se encuentra una billetera en la calle, se pone:
<!Ah! No me encuentro nunca un tesoro que valga la pena>. Cuando ha comprado un esclavo
barato después de regatearle el precio al vendedor hasta agotarle, exclama: <No será una ganga
cuando me lo ha dejado tan barato>. Cuando le dan la buena noticia de que le ha nacido un niño,
entonces es que: <Si me dices que esto me va a costar la mitad de mi fortuna me habrás dicho la
verdad>. Si gana un pleito mediante un veredicto unánime, está seguro de encontrarle faltas al que
ha hecho su defensa por omitir muchas circunstancias que le eran favorables”. Barclay, William.
Comentario al Nuevo Testamento. Página 1092
[25]
Benton, John. La contienda por la fe. El mensaje de Judas. Página 139
[26]
Kistemaker, Simon. 1 y 2 de Pedro y Judas. Página 327
[27]
Benton, John. La contienda por la fe. El mensaje de Judas. Página 140
[28]
Kistemaker, Simon. 1 y 2 de Pedro y Judas. Página 327
[29]
Kistemaker, Simon. 1 y 2 de Pedro y Judas. Página 327
[30]
Kistemater, Simon. 1 y 2 Pedro y Judas. Página 459
[31]
Kistemaker, Simon. 1 y 2 Pedro y Judas. Página 459
[32]
Kistemaker, Simon. 1 y 2 Pedro y Judas. Página 459
[33]
Kistemaker, Simon. 1 y 2 Pedro y Judas. Página 462
[34]
Epoikodomountes heautous. Se una un verbo antiguo compuesto usando la metáfora de una casa
(oikos)
[35]
Kistemaker, Simon. Judas. Página 463
[36]
Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento. Página 1093
[37]
Benton, John. La contienda por la fe, el mensaje de Judas. Página 157
[38]
Spurgeon, Carlos. Spurgeon´s devotional on Jude 20. Extraido de:
http://www.antioch.com.sg/well/devotional/spurgeon/10/10-08-pm.htm En: Julio 01 de 2011
(Traducido y adaptado por Julio César Benítez)
[39]
Manton, Thomas. A practical commentary, an exposition with notes on the Epistle of Jude.
Extraido de: http://www.newblehome.co.uk/manton/vol05/jude-20.html En Julio 01 de 2011.
[40]
Jamieson, Roberto. Comentario exegético y explicativo de la biblia. Tomo II: El Nuevo
Testamento. Casa Bautista de publicaciones. El paso, EEUU. 2002. Página 756
[41]
Benton, John. La contienda por la fe: El mensaje de Judas. Página 158
[42]
Robertson, A. T. Comentario al Texto griego del Nuevo Testamento. Página 715
[43]
Kittel, Gerhard. Compendio del diccionario teológico del Nuevo Testamento. Página 1157
[44]
Benton, John. La contienda por la fe: El mensaje de Judas. Página 159
[45]
Berkhof, Louis. Teología Sistemática. Página 202
[46]
Manton, Thomas. A practical commentary, an exposition with notes on the Epistle of Jude.
Extraido de: http://www.newblehome.co.uk/manton/vol05/jude-20.html En Julio 09 de 2011.
[47]
Manton, Thomas. Commentary on Jude. Extraido de:
http://www.newblehome.co.uk/manton/vol05/zvol5contents.html En: Julio 09 de 2011.
[48]
Hendriksen, William. 1 y Titometeo y Tito. Página 358
[49]
Las doxologías, en el cristianismo, son declaraciones de alabanza a Dios, reconociendo su gloria.
Viene de dos palabras griegas: doxa – que significa gloria, y logos – que significa conocimiento o
estudio. En la Biblia encontramos muchas doxologías. En algunas se da gloria al Dios Trino, y en
otras se menciona solo a Dios Padre y/o al Hijo.
[50]
Benton John. La contienda por la fe. El mensaje de Judas. Página 194
[51]
MacDonald, William. Comentario Bíblico. Página 1079

También podría gustarte