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1. El feminismo
El feminismo reivindica para la mujer un nuevo estatus personal, social y político, consistente
en la adquisición de derechos reservados anteriormente a los varones. El machismo, por su
parte, se define como “actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres”
(DRAE).
Hubo al largo de los siglos voces que discreparon y buscaron para la mujer la mayor dignidad
y autonomía personal, como María de Zayas o Benito Jerónimo Feijoo. Pese a todo, la
aparición de un movimiento feminista organizado no se produjo hasta mediados del siglo
XIX.
Campo Alange aseguraba en 1964 que en el siglo XIX no hubo en España un verdadero
movimiento feminista, sino solo alguna pensadora combativa y aislada que clamaba en el
desierto. Las organizaciones feministas no se dieron en este momento en España porque no se
dieron las condiciones económicas, políticas y sociales apropiadas.
A pesar de todo, a partir de 1870 se multiplican en España los textos sobre la cuestión
femenina. Concepción Arenal, por ejemplo, ataca el principio de la inferioridad intelectual de
la mujer y propone su acceso a diversas profesiones ya en los años sesenta. Sin embargo, la
desigualdad jurídica de la mujer en España del siglo XIX era palmaria. Los años clave en la
historia del feminismo español son los transcurridos entre la Primera Guerra Mundial y la
guerra civil española. En ese periodo se intensificó el desarrollo industrial y muchas mujeres
se incorporaron al mundo del trabajo; se crearon organizaciones femeninas de diverso signo y
con diferente objetivo…
Pero, hay que destacar, que el feminismo español no tuvo un desarrollo independiente de los
partidos políticos, sino que se vio envuelto en el conflicto ideológico entre la izquierda y la
derecha, lo que, unido a la fuerte influencia de la Iglesia, determinó su fracaso como
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movimiento específico. Se obtuvo el voto femenino en la II República (1931), tras la
destacada intervención de Clara Campoamor.
Esta marcha hacia la igualdad culmina con la consolidación general de una conciencia, no
vinculada a ninguna organización feminista ni a partido alguno, ante la cual la mujer aparece
en la vida cotidiana como ser autónomo y capaz, que no ha de subordinarse a nadie por razón
de su sexo.
Frecuentemente las sociedades han prescrito un rol, una función y comportamiento a las
mujeres, pero la experiencia demuestra que aducir el determinismo biológico de la mujer ha
sido a menudo un mecanismo de refuerzo de las situaciones de opresión femenina, y que a
condición social femenina no viene tanto predeterminada por la anatomía como por las
atribuciones culturales.
La historiografía crítica suele distinguir dos corrientes principales en las teorías feministas
que estudian la literatura: la anglonorteamericana y la francesa.En una primera fase, la
producción feminista en el estudio de la literatura puso el énfasis en la cuestión política y
exploró el concepto de patriarcado, con el afán de denunciar la opresión femenina. Por su
parte, el feminismo francés ha destacado la proyección del orden simbólico sobre lo
puramente biológico y ha promocionado un discurso feminista antilogocéntrico.
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2.2. La mujer y la literatura: autora, heroína, lectora
Todos estos planteamientos del feminismo literario clásico han obtenido reconocimiento
académico, han provocado desarrollos parciales posteriores y han sido objeto de reacciones
que han iniciado nuevos caminos en la crítica feminista.
Diversas autoras españolas se han referido a lo largo de la historia a los obstáculos que
hallaron por su condición de mujeres a la hora de escribir. De ahí que nuestras escritoras se
refieran a la osadía de la mujer que escribe, o escondían su actividad literaria (pseudónimos,
la búsqueda de un varón respetado que ampare sus creaciones…). La heroína y otros
personajes femeninos han sido especial objeto de atención de una frondosa rama de la crítica
literaria ocupada en explorar las imágenes de la mujer.
Para terminar, conviene que atendamos a la mujer lectora y para ello es imprescindible
referirse al enorme interés que ha despertado la lectura entre los especialistas actuales de
diversas disciplinas.
Los estudios feministas forman parte de quienes denuncian las limitaciones y arbitrariedades
del canon y procuran desmitificar y desenmascarar los cimientos ideológicos subyacentes en
los análisis literarios tradicionales. Los críticos feministas procuran poner de relieve la
desatención a las escritoras, imágenes y sensibilidad femeninas.
La existencia o no de una escritura femenina con rasgos propios es asunto teórico en debate;
pero la intención de eludir los roles culturalmente asignados por la tradición, la firme
determinación de no limitarse al gineceo, es patente en escritoras vivas diversas.
No se trata solo de que hoy se hayan de modificar las estrategias y técnicas educativas para
lograr una mayor equidad en la configuración y evaluación implícita de ambos sexos; hay que
contemplar también el hecho de que los contenidos curriculares fijados por las autoridades
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educativas frecuentemente vulneran el principio de igualdad de género, puesto que perpetúan
universos simbólicos que asignan un papel subsidiario y marginal al ser femenino.
No se trata ahora de discutir qué textos son lo bastante artísticos para merecer la atención del
estudiante, ni tampoco de ampliar el catálogo, ya difícilmente abarcable, de autores que
integran el canon pedagógico, sino de proporcionar a los adolescentes una fiel noticia de las
coordenadas que acotaron la práctica literaria a lo largo de la historia. Las siguientes vías de
acción docente son:
El profesor de literatura debe reclamar y reunir una serie de materiales textuales y teóricos
que doten de sentido a sus clases, que las liguen a la formación personal y a la educación en
valores de sus estudiantes.