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REVISTA DE PASTORAL LITÚRGICA
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INSTITUTO SUPERIOR DE LITURGIA DE BARCELONA, de liturgia
DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE CATALUNYA

año 59 (2019) núm. 352

352
Centre de Pastoral Litúrgica julio / agosto 2019 (año 59)
Phase

+ Nàpols 346, 1. 08025 Barcelona


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Núm. 352 – julio / agosto – Phase 59 (2019) 347-356

Intercesión de la Iglesia
por los cristianos perseguidos y
cautivos en la celebración eucarística
Pedro Aliaga Asensio, osst

Abstract: The author reviews the Resumen: El autor hace un reco-


history of the liturgical texts rrido histórico por los textos
that present the intercession of litúrgicos que presentan la
the Church for persecuted and intercesión de la Iglesia por los
captive Christians, in an unin- cristianos perseguidos y cau-
terrupted tradition that goes tivos, en tradición ininterrum-
back to the Apostolic Church. pida que se remonta a la Iglesia
Specifically, it analyses three apostólica. Concretamente ana-
«Masses for Various Needs and liza tres «Misas por diversas
Occasions» explaining the ori- necesidades» explicando el sig-
ginal meaning of each of the nificado original de cada uno de
terms, especially «captivus» los términos, muy especialmente
(captive). de «captivus» (cautivo).
Keywords: Captive, Eucharist, his- Palabras claves: cautivos, Eucaris-
tory, intercession. tía, historia, intercesión.

Pedro Aliaga Asensio es religioso trinitario, ejerciendo de vicario


general de la orden y rector del Colegio San Carlino de las
Cuatro Fuentes en Roma. Estudió en las facultades de filosofía,
teología e historia de la Pontificia Universidad Gregoriana,
alcanzando el grado de doctor en historia. Autor de varios
libros y artículos en España e Italia, especialmente de historia.

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E l anuncio de Jesús a sus discípulos sobre su condición de per-


seguidos, encontró cumplimiento en la Iglesia apostólica. Muy
especialmente, la oración de la primera comunidad cristiana de
Jerusalén y la liberación de Pedro por manos del ángel, según el
capítulo 12 de los Hechos de los Apóstoles, ha sido referencia cons-
tante en la tradición de la Iglesia sobre la necesidad de recordar e
interceder por quienes padecen persecución de los hombres a causa
de la fe en Cristo, y señaladamente de quienes se encuentran en
cautiverio por este motivo. Recuerdo e intercesión que han tenido
y tienen un lugar especial en la celebración eucarística, ya desde
las primeras generaciones cristianas y en prácticamente todas las
grandes tradiciones litúrgicas, mostrando cómo la liturgia de la
Iglesia, ya desde la edad más antigua, está en contacto con la vida
real de sus fieles, realidad que se muestra especialmente en los
formularios de su oración intercesora.
De los últimos años del siglo i (o primeros del siglo ii) es la Carta a
los Corintios de Clemente de Roma; en ella se reproduce una «Ora-
ción universal», muy próxima a las bendiciones diarias recitadas
por los hebreos, testimonio primitivo de la celebración litúrgica. En
el primer grupo de intercesiones por quienes se encuentran en la
aflicción a causa de pobrezas y adversidades, aparece la mención
de los miembros de la comunidad que se encuentran en prisión:
Te rogamos, Señor, sé nuestro socorro y nuestro defensor. Salva a
aquellos de los nuestros que están en la aflicción... libera a nuestros
cautivos (lútrosai toús desmious emón) (Clemente, I Corintios, 64, 4).1
Otra célebre plegaria universal primitiva es la que nos ha trans-
mitido Cipriano de Cartago (†258), en que se hace especialmente
explícita la oración por quienes sufren a causa de Cristo, en el
contexto de la terrible persecución de Decio:
Pedimos... la benévola ayuda de su amor paterno, las maravillas de
su divina majestad, para que sean confundidas las blasfemias de los
perseguidores, [para que sea] más sincera la penitencia de los caídos y
para que la fe robusta y firme de quienes perseveran sea glorificada.2

1 D. Ruíz Bueno, Padres Apostólicos, Madrid 1950, 233.


2 A. Hamman, Preghiere dei primi cristiani, Siena 2010, 74.

Núm. 349 – Phase 59 (2019) 347-356

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En la liturgia romana, la intercesión por los cautivos encontrará


un lugar fijo en las deprecaciones solemnes del Viernes Santo
que siguen a la lectura de la Pasión de Cristo, como testimonia el
Sacramentario Gelasiano (siglo v):
Anuncia el diácono... Oremos, queridos, a Dios Padre todopoderoso,
para que... abra las cárceles, rompa las cadenas (Annuntiat diaconus.
Oremus, dilectissimi nobis, Deum Patrem omnipotentem ut... aperiat
carceres, vincula dissolvat) (PL 74, 1104).
Es evidente que la liturgia romana parece más austera en la expre-
sión de sus intercesiones que las orientales.
En ámbito sirio, las Constituciones Apostólicas (datadas a finales
del siglo iv) muestran una atención especial hacia los cautivos; las
limosnas de los fieles –se prescribe–, además de servir para dar de
comer a los hambrientos y vestir a los desnudos, se deben destinar
a «redimir a los santos, liberar a los siervos, a los cautivos... y a
quienes por el nombre de Cristo son condenados, por sentencia de
los tiranos, al anfiteatro y a la muerte» (Constitutiones Apostolicae,
IV, 8). En esas mismas Constituciones aparece una anáfora en la
que la Iglesia ora por quienes la persiguen: «Te pedimos también
por los que nos odian y nos persiguen por tu nombre... para que
los traigas al bien y mitigues su ira».3 En la anáfora caldea de los
Apóstoles Addai y Mari (siglo iii), se ora de esta forma: «Señor,
Dios poderoso, recibe esta oblación por la Santa Iglesia Católica...
por los débiles y perseguido».4
En la Iglesia asirocaldea, la anáfora de Nestorio (siglo v), es espe-
cialmente explícita en su plegaria, distinguiendo a quienes pade-
cen por el nombre cristiano del resto de quienes se encuentran en
cadenas y padecimientos:
Por todos quienes se encuentran en cadenas, en tribulaciones y per-
secuciones, en opresiones y tumultos a causa de tu nombre santo. Y
por todos los que se encuentran en cadenas y cárceles, angustiados
y oprimidos.5

3 L. Maldonado, La plegaria eucarística, Madrid 1967, 576.


4 Ibíd., 561.
5 «Et pro omnibus qui sunt in vinculis, in angustiis, et persecutionibus,
oppresionibus et tumultibus propter nomen tuum sanctum. Et pro omnibus

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En la tradición antioquena, la anáfora de san Juan Crisóstomo


tiene en sus ritos iniciales diversas intercesiones que ruegan por
los «aikmalóton», término griego que se suele traducir –a las
lenguas vulgares usadas para hacer más comprensible la Divina
Liturgia– de forma más bien genérica por «los presos», pero que
puede expresar también a los cautivos: «Acuérdate, Señor, de
nuestro arzobispo, de los muchos caminantes, enfermos, cansados,
presos y de su salvación». En la anáfora de san Basilio, en la oración
que sigue a la incensación de los dones, entre las intercesiones
aparece también la que pide: «libera a los cautivos» (aikmalótous
rísai, captivos libera).6
La anáfora de Santiago es de las más explícitas a la hora de orar
por quienes sufren a causa de la fe:
Acuérdate, Señor... de los muchos cristianos exiliados, de los que
están en las cárceles, en las prisiones, en las mazmorras, en las minas,
en los tormentos y dureza de la esclavitud.7
En la Iglesia armenia, la anáfora de Atanasio de Alejandría inter-
cede en dos ocasiones por los cautivos, nombrándolos el sacerdote
en la oración secreta y más tarde el diácono, en voz alta, excla-
mando: «Por la liberación de nuestros hermanos cautivos».8 En
la anáfora alejandrina de san Gregorio Nacianceno, el sacerdote
pide: «Concede a nuestros hermanos cautivos que puedan volver
pacíficamente a sus casas»; el diácono proclama: «Orad por los
cautivos», y el pueblo concluye: «Señor, ten piedad».9
En ámbito alejandrino, la anáfora de san Marcos se expresa en
términos que recuerdan la citada de Santiago:

qui in vinculis et in carceri bus angustiati et oppressi sunt»: A. Hanggi – I.


Pahl, Prex Eucharistica, III. Textus e variis liturgiis antiquioribus selecti,
Fribourg 1968, 392-393.
6 Ibíd., 240-241.
7 «Qui in vinculis et carceribus, qui in captivitatibus et exiliis, qui in
metallis et suppliciis et amaris servitutibus sunt»: ibíd., 252-253.
8 «Pro liberatione fratrum nostrorum captivorum»: ibíd., 326.
9 Ibíd., 368-369.

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A los que están en prisiones, minas... exilio, cautividad, o en amarga


esclavitud, libéralos y ten compasión de ellos. Porque tú eres el que
libera a los que están sujetos.10
Esta anáfora, celebrada en el contexto de la Iglesia egipcia, dura-
mente probada por las persecuciones a lo largo de su historia, ha
visto añadirse una segunda plegaria por los cautivos: «Acuérdate,
Señor, de nuestros hermanos que se hallan en prisión»;11 y aún una
tercera: «suelta a los presos» (redime vinctos).12
Siguiendo en la tradición alejandrina, en la Iglesia etíope encontra-
mos la anáfora titulada «de nuestros Santos Padres los Apóstoles»,
en cuya «bendición sobre el altar» se ruega a Dios que «consuele a
toda alma oprimida, a quienes están en las cárceles y en cadenas, y
a quienes están en exilio y cautividad, y a quienes están en amarga
servidumbre».13
Volviendo a Occidente, en la liturgia ambrosiana (como en la
romana) la oración por los cautivos se reserva al Viernes Santo,
que conserva un formulario muy antiguo:
Por los navegantes, los caminantes, los que están en la cárcel, en
cadenas, en las minas o en el exilio: te rogamos, Señor ten piedad.14
En la liturgia galicana, encontramos el canon de la misa según el
Misal de Stowe (siglo viii o ix), cuyo memento de vivos (versión
ampliada del Canon romano), explicita las categorías de fieles
por quienes se ruega, pidiendo por «el regreso de los cautivos»
(ac reditu captivorum).15

10 «Eorum qui vel carceribus, vel metallis... vel exiliis, vel amara servitute:
miserere omnes liberato»: ibíd., 104-105.
11 «Memento, Domine, fratrum nostrorum qui captivi tenentur»: ibíd.,
108-109.
12 Ibíd., 110-111.
13 «Et consolare omnem animam oppressam, eas quae sunt in carceribus et
quae vinculis tenentur et quae in exilio et captivitate sunt et quae detinentur
in servitute amara»: ibíd., 145.
14 «Pro navegantibus, iter agentibus, in carceribus, in vinculis, in metallis,
in exilio constitutis: Praecamur te, Domine miserere»: M. Righetti, Historia
de la Liturgia, I, Madrid 2013, 487.
15 A. Hanggi – I. Pahl, Prex Eucharistica, IV. Textus liturgiarum occiden-
talium, Fribourg 1968, 464.

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La liturgia hispano-mozárabe se corresponde –por motivos evi-


dentes– a una Iglesia secularmente probada por la persecución,
y entre cuyos miembros hubo frecuentemente cautivos. De ahí
la importancia excepcional que se da a la oración constante por
ellos en el Ordinario de la misa.16 En el díptico, el diácono dice:
«Recordemos... a los cautivos... para que el Señor se digne redimir-
los». Tras la oración del Padre nuestro (ad orationem Dominicam),
se insiste en pedir la redención para los cautivos: «Señor, da fin a
nuestros pecados, da alegría a los atribulados, da redención a los
cautivos, salud a los enfermos y descanso a los difuntos». En fin,
en la liturgia del Viernes Santo, en la oración llamada «A la hora de
Nona para la indulgencia», entre las preces «para la indulgencia»
se encuentra la que pide «que devuelva los cautivos a su hogar».17
En el Misal Romano Tridentino, continúa la tradición milenaria de
la liturgia romana de recordar a los cautivos en las deprecaciones
del Viernes Santo. En la invitación a la oración, se pide a los fieles
rogar a Dios, entre otras necesidades, para que «abra las cárceles y
desate las cadenas» (aperiat carceres: vincula dissolvat), y la oración
es genérica, pidiendo que «lleguen a ti las oraciones de quienes
claman a ti en cualquier tribulación» (perveniant ad te preces de
quacumque tribulatione clamantium). Además, existe una misa «por
un encarcelado o un cautivo» («Pro constituto in carcere, vel in
captivitate») entre las «Orationes diversae dicendae ad libitum
juxta rubricas»): misa que consta de una oración colecta, de una
secreta y de otra de poscomunión. Es de notar que el principio de
la oración colecta es idéntico al de la misa de San Pedro apóstol
«ad Vincula», cuya memoria se celebraba el 1 de agosto: mientras
que en la misa del Apóstol, haciendo memoria de sus cadenas, se
pide que «seamos liberados de las cadenas de nuestros pecados»

16 Los dos textos citados, en: Missa Gothica seu Mozarabica (Angelopoli 1770)
40, 44: «Diaconus diptychum recitat: omnes lapsos, captivos, infirmos atque
peregrinos in mente habeamus, ut eos Dominus propitius, respice, redimere,
sanare et confortare dignetur. R/. Praesta, aeterne, omnipotens Deus». «Pone
Domine, finem peccatis nostris, da gaudium tribulatis, praebe redemptionem
captivis, sanitatem infirmis, requiemque defunctis».
17 Liturgia antiqua Hispanica Gothica, Roma 1746, 219: «Captivos reddat
patriae. R/. Indulgentia».

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Intercesión de la Iglesia por los cristianos perseguidos... 353

(nostrorum quaesumus, absolve vincula peccatorum), en la misa por


el preso o cautivo la petición se transforma: «Libra de las cadenas
a tus siervos en cautividad» (famuli tui in captivitate positi vincula
absolve). Notemos la equivalencia entre «preso» y «cautivo», cues-
tión sobre la que diremos una palabra al final de nuestro discurso.
Los cautivos aparecen también, en el Misal Tridentino, entre
las oraciones atribuidas a san Ambrosio que se proponen a los
sacerdotes como preparación a la misa, y concretamente en el for-
mulario de los miércoles: «Te pido también, Señor, que atiendas
propicio... al gemido de los cautivos» (Profero etiam, Domine [si
digneris propitius intueri]... captivorum gemitus). De pasada, también
se les recuerda en las misas propias de los santos pertenecientes a
las órdenes religiosas para la redención de cautivos (trinitarios y
mercedarios), y precisamente en las colectas de san Juan de Mata
(8 de febrero), san Ramón Nonato (31 de agosto) y san Félix de
Valois (20 de noviembre).
En el Misal Romano del Concilio Vaticano II (según la Edición Típica
tercera), se recoge la tradicional y solemne intercesión del Viernes
Santo por los atribulados, en la que se usan los mismos términos
que en el Misal tridentino: a la hora de indicar las categorías de
atribulados por los que se ha de pedir a Dios, el diácono pide «para
que... abra las prisiones injustas, rompa las cadenas», traduciendo
el «oremus... ut... aperiat carceres, vincula solvat»; así han traducido
en la edición de 2016, mientras que en la de 1988 se decía «libere
de la injusticia a los perseguidos, redima a los encarcelados».18
Notemos cómo el actual formulario en uso es fiel a los términos
tradicionales de la liturgia romana, como se puede ver ya en los
textos citados del Sacramentario Gelasiano; y notemos la libertad
de traducción al castellano de los términos originales latinos, con
mayor fidelidad al original en la edición de 2016.
La solicitud caritativa de la Iglesia en la celebración eucarística
(respecto al tema que nos ocupa), se muestra en el Misal Romano

18 En italiano, se ha optado por los términos «Dios... dé libertad a los pri-


sioneros, justicia a los oprimidos» (perchè... renda libertà ai prigionieri, giustizia
agli oppressi).

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en uso, en la inclusión de tres formularios, entre las «Misas por


varias necesidades», diferenciando tres categorías:
a) Misa «por los cristianos perseguidos» (pro christianis persecu-
tione vexatis). En la Edición Típica tercera, este formulario es
el número 19. La oración colecta expresa los beneficiarios de
la intercesión: «los fieles que sufren por tu nombre» (praesta
fidelibus tuis, in tribulatione propter nomen tuum versantibus);
la oración sobre las ofrendas los llama «aquellos que sufren
persecución de los hombres por su fidelidad en tu servicio»
(qui tibi fideliter servientes, hominum persecutiones patiuntur); la
oración después de la comunión se refiere a «tus siervos que
se hallan en la prueba» (fidelibus tuis in tribulatione positis). Las
dos antífonas para la entrada y las dos antífonas para la comu-
nión, reclaman los pasajes bíblicos que sustentan la oportuna
oración de la Iglesia por los cristianos perseguidos.
b) Misa «por los cautivos» (pro captivitate detentis). En la Edición
Típica tercera, este formulario es el número 43. La oración
colecta pide por «cuantos se hallan cautivos» (da famulis tuis
in vinculis constitutis). La oración sobre las ofrendas ruega para
que «tus siervos sean liberados de su cautividad» (ut famuli tui
a captivitate solvantur). Y la oración después de la comunión
implora por nuestros hermanos, «para que sean liberados de
sus cadenas» (pro fratribus nostris imploramus clementiam, ut a
vinculis solvantur).
c) Hay una misa «por los encarcelados» (pro detentis in carcere)
(formulario número 44 en la Edición Típica tercera), que consta
solamente de la oración colecta; en ella se pide «por tus hijos
que están encarcelados» (pro famulis tuis in carcere detentis). El
formulario se concluye con una rúbrica que es necesario notar;
dice que para «los encarcelados por causa del Evangelio», se
pueden usar las oraciones de la Misa número 19, es decir, «por
los cristianos perseguidos». Llama la atención que, quien ha
realizado esta rúbrica (nos referimos al original latino), no
haya captado quienes son los «cautivos»; pues si entendiera
que los «cautivos» son –efectivamente– los cristianos que están
cárcel por su fe, hubiera evitado esta rúbrica, ya que se puede

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entender que el formulario 43 pide por ellos, mientras que el


44 pide por todos los encarcelados, sin atender a diferencia
alguna.
Este tema necesita un trato adecuado. El término «captivus», usado
por el derecho romano para indicar al «capturado por los enemigos»
(captus ab hostis), en el derecho y la teología cristianos pasa a indicar
al cristiano que ha sido hecho prisionero por hombres de otra fe.
Así, desde los primeros siglos, la Iglesia ha distinguido con claridad
los cautivos («captivi») por ser fieles de Cristo, de los «siervos» o
«esclavos»; y por ende, ha distinguido la obra de la «redención
de los cautivos», de la emancipación o manumisión de siervos o
esclavos.19 Al respecto, para una historia del término «captivus» se
pueden citar –entre los autores eclesiásticos– a Tertuliano y a san
Ambrosio, a Rábano Mauro y a san Fructuoso de Braga, y -entre
los concilios- muchos de los comprendidos entre el IV de Orleans
(541) y el VII de Coblenza (922), donde se legisla frecuentemente
sobre la obra de misericordia de la redención de cautivos.
Especialmente, la lengua castellana ha sido tradicionalmente pre-
cisa en el uso del término «cautivo», merced a la definición que
hizo Alfonso X de Castilla en las «Siete Partidas»: «Cautivos son
llamados por derecho aquellos que caen en prisión de hombres
de otra creencia» (Partida II, Título 29, Ley 1: «Qué quiere decir
cautivo»). El Diccionario de la Real Academia Española (en su edición
de 2017) recoge ambas acepciones, tanto la propia del antiguo
Derecho romano («persona hecha prisionera en la guerra») como
la expresada por el Rey Sabio («referido especialmente al cristiano
apresado por los infieles»).
Se puede argumentar que los términos usados por la austera liturgia
romana, ya desde las expresiones del Sacramentario Gelasiano,
pasando por el Misal Tridentino y el mismo Misal del Vaticano II,
son más bien poco explícitas, y que pueden abrazar a todo tipo de
personas que están en la cárcel y en cadenas. Confirmando la gene-
rosidad de la Iglesia orante en su intercesión, que abraza a todos sus

19 E. González Castro, voz «Schiavitù» e «captivitas», en Dizionario degli


Istituti di Perfezione 8, Roma 1988, 1042.

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hijos atribulados al presentarlos en su oración al Padre, cuando se


trata de la solemne oración de la liturgia del Viernes Santo, es nece-
sario iluminar el sentido de la petición «para que abra las prisiones
injustas» y «rompa las cadenas» con las expresiones más explícitas
de otras tradiciones litúrgicas, que nos indican que, entre todos los
pobres y atribulados, se privilegia el recuerdo de los fieles que sufren
por su fe (llegando en algunos casos hasta la cárcel, es decir, el caso
de los cautivos). «El adorno de los sacramentos es la redención de
cautivos», enseña san Ambrosio (De officiis ministrorum II, 28); en
este sentido, y en varias ocasiones, el Magisterio de la Iglesia ha
enseñado solemnemente que el único motivo lícito para vender los
vasos sagrados es destinar el producto a la redención de los cauti-
vos, por ejemplo, en el Concilio de Reims (año 625, canon 22), o en
el Concilio de Aquisgrán (año 816, canon 116).
En conclusión: Cuando la Iglesia pide por los cristianos persegui-
dos, lo hace en continuidad con la tradición apostólica, que arranca
de la misma comunidad primitiva de Jerusalén. Annibale Bugnini,
«padre» de la reforma litúrgica conciliar, afirmaba que «la liturgia
romana ya desde el principio relacionó las necesidades de la Igle-
sia, del mundo y de la humanidad con la celebración eucarística,
centro de toda la Redención». En este sentido, «la misa en estas
circunstancias diversas» –y entre ellas, la persecución y la cauti-
vidad de los cristianos– «hace a la Eucaristía más cercana a la vida
humana, uniendo a Cristo mediador sus principales vicisitudes».20
Interesante expresión: hacer la Eucaristía más cercana a la vida
humana. En nuestros tiempos, en que la persecución religiosa está
tomando proporciones preocupantes, la oración por los cristianos
perseguidos y cautivos, especialmente en la celebración eucarís-
tica, sigue siendo el medio privilegiado para no dejarlos solos. Y
esta debe ser preocupación de todo fiel cristiano, porque –como
decía Clemente de Alejandría (†215)– «si un hombre no es coronado
por el martirio, que se preocupe de no estar lejos de quien sí lo es».

20 A. Bugnini, La reforma de la liturgia (1948-1975), Madrid 2017, 350.

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