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GOBIERNO Y FORMAS DE GOBIERNO.

Distinción entre Estado y


gobierno Concepto. Clasificación de las formas de gobierno. Forma de
gobierno y régimen político. Clasificación. Parlamentarismo,
presdiencialismo y semi presidencialismo. Autocracia electiva.

Segundo V. Linares Quintana comienza el capítulo V de su clásico “Tratado 16


sobre Derecho Constitucional e Instituciones Políticas”, con una aclaración
contundente: “Estado y Gobierno son términos que designan conceptos
distintos, los cuales no pueden ser confundidos sin incurrir en grave e
inexcusable error”. Es evidente que al menos para este autor, no son
sinónimos. Luego agrega –citando a Adolfo Posada- que “el Estado es la
comunidad política íntegramente considerada, constituyendo la persona
colectiva de la sociedad política en la función del derecho y el sujeto
activo de la soberanía. En cambio, el Gobierno es la organización
específica del poder constituido en y por el Estado y al servicio del
Estado”. “En tanto el Estado abarca a todos los ciudadanos, el gobierno
solo comprende a los representantes específicos, …de carácter reflexivo,
o sea, a los gobernantes”.

En el mismo sentido, Groppali, sostiene que aunque se usen como sinónimos


no son términos equivalentes: “Estado y gobierno aun cuando comúnmente
cambiados el uno por el otro no son términos equivalentes: el primero
designa al Estado en su unidad y en cuanto titular de la soberanía; el
segundo, en cambio, expresa el conjunto de los poderes públicos, de los
órganos a los cuales es requerido el ejercicio efectivo de la soberanía”.
EN otras palabras, el Estado representa al todo y el gobierno, una parte, un
elemento de aquél. Por su parte, Orlando, define al gobierno como el
conjunto de institutos colocados en el ordenamiento jurídico para el ejercicio de
la soberanía; y según Groppali, él se encentra en el vértice de todo
ordenamiento jurídico como aquello que representa el órgano central supremo
que forma, manifiesta y opera la voluntad del Estado”.

Es evidente entonces, como señala Burdeau, que la institución estatal –el


Estado- no puede actuar sino por medio del gobierno, el cual supone la
organización que procura al Estado, los órganos de su actividad exterior; los
cuales, están a cargo de individuos, de personas físicas. De esta forma, la
existencia de los gobernantes es una realidad indiscutible, hasta el extremo
que dado que habitualmente encarnan al Estado, se suelen confundir los
términos y se usan Estado y gobierno como si fueran sinónimos.

Por su parte, Harold Laski, advierte que todas las instituciones operan
valiéndose de personas; por tanto, el Estado necesita un conjunto de hombres
que ejerzan en su nombre la autoridad coercitiva y suprema que tiene el Estado
y a ese conjunto de hombres, es lo que llamamos gobierno del Estado.
De esta manera, el gobierno resulta ser un agente, un instrumento, del Estado
para realizar sus fines. El mismo autor define que el gobierno “es
sencillamente un mecanismo de administración que da efectividad a los
propósitos de ese poder..:” No obstante y pese a la claridad de las
diferencias, advierte que la distinción entre Estado y gobierno es más bien una
cuestión teórica más que práctica puesto que no resulta concebible un acto
estatal sin que importe un acto de gobierno.
16
Al respecto, Tulio Ortiz en su obra "Política y Estado", nos recuerda que pocos
temas dan lugar a tanta confusión como la distinción entre gobierno y Estado.
La controversias se dan desde la perspectiva teórica y en lo que hace a las
formas de gobierno, además de los aspectos teóricos hay que sumar los
problemas semánticos y éstos, a su turno, con la convicción de no pocos
autores que entienden que el tema no vale la pena. Así, algunos autores
prefieren hablar de regímenes políticos o de sistemas políticos pero otros
autores entienden que son también conceptos distintos.

Para aumentar la confusión, además, autores enmarcados en la Teoría


alemana del Estado - Jellinek, Kelsen, entre otros- consideran que en verdad,
lo que la mayoría de la doctrina llama formas de gobierno, son en realidad
formas de Estado.

La forma de gobierno. Concepto. Clasificación de las formas de gobierno.

¿Qué se entiende por forma de gobierno?, ¿cuáles son las formas de gobierno
y cuál es la mejor forma de gobierno?.

El Estado actúa a través del gobierno que está dado por el conjunto de órganos
políticos (encarnados en personas físicas) que expresan las voluntad estatal a
través del ejercicio de sus funciones. El poder, hemos señalado, tiene una
finalidad y para alcanzarla, se requiere de las funciones, es decir los modos, las
vías a través de la cuales se pone de manifiesto el poder, se exterioriza es
energía, esa potencia politizada que es el poder del Estado. Entonces, el
gobierno se erige en un agente del poder del Estado que está formado por las
personas físicas que ejercen las diversas funciones estatales. A partir de esta
estrecha relación, se entiende la confusión que pueda darse entre Estado y
gobierno desde que todo acto estatal se concreta en un acto de gobierno. 1

1
Conviene aclarar que la palabra gobierno también ofrece distinto alcance: en los países de gobierno
parlamentario, el término gobierno se aplica a la administración, al gabinete que ejerce las funciones
ejercutiva, la gestión cotidiana. En las repúblicas presidencialistas, el gobierno tiene una significado más
amplio pues comprende a los distintos órganos del quéhacer estatal: al órgano ejecutivo, al legislativo e
incluso al Poder Judicial. En este sentido, el juez Carlos Fayt alguna vez explicó que dentro de sus
competencias todos los poderes gobiernan a la Nación".
El estudio de las distintas formas de gobierno, su clasificación y definir cuál es
la mejor forma, ha sido un tema central de la Ciencia Política: de esta cuestión
se han ocupado doctrinarios y filósofos en todos los tiempos; a partir de allí se
han concitado diversas opiniones, clasificaciones, cosa que según los autores
no es sencillo porque –como señalara Sánchez Agesta- “toda institución es
jurídico-política no es un ente abstracto sino un elemento vivo dentro de
un ordenamiento”.
16
En la antigüedad, Heredoto –en “Los nueve libros de la historia”- distinguía ya
las tres formas clásicas de gobierno: monarquía, aristocracia y democracia
(isonomía), y en un debate imaginario entre conspiradores contra quien había
usurpado el trono, desarrolla argumentos a favor y en contra de cada una de
estas formas. Lo importante es que vertebra cada forma siguiendo un criterio
cuantitativo, en el sentido de determinar cada forma según el número de
depositarios del gobierno, de gobernantes; uno en la monarquía, pocos en la
aristocracia y muchos en la democracia. En cambio no hay una clara definición
sobre cuál es la mejor más allá que parece inclinarse por la monarquía

Platón, en “La República”, no formula una acabada clasificación; se ocupa


centralmente de describir la forma ideal y justa que sería la polis y la distingue
de categorías injustas (la timocracia, la oligarquía, la democracia y la tiranía).
La forma justa es aquella en la que cada cual hace lo suyo según su propia
virtud: los gobernantes, según la prudencia; los guerreros, quedan asociados a
la fortaleza; y a los productores les corresponde la templanza. Pero no hay
clara fundamentación; en cambio, años después en “El Político”, asumiendo
que es imposible la realización efectiva del tipo ideal, formula una
diferenciación atendiendo a si se gobierna de conformidad con las leyes (y
entonces distingue entre monarquía, aristocracia y democracia, menos
defectuosa) o contra las leyes (tiranía, oligarquía y democracia más
defectuosa).

¿Ahora cuál es la mejor forma de gobierno?: Entiende que todas son


imperfectas pero asume que el gobierno de uno según las leyes (la monarquía
es la mejor) y que el gobierno de uno contra las leyes (tiranía) es la más
insoportable. Respecto de la democracia sucede lo mismo y prefiere a la
democracia según las leyes que a la democracia contra las leyes.

Aristóteles, en base a las distinciones hechas por Heredoto y Platón,


desarrolla una clasificación que por su profundidad y la exactitud de su
contenido, aun se conserva. Formula una clasificación tripartita atendiendo a
dos criterios: uno cuantitativo (según la cantidad de individuos que ejercen el
poder) y entonces el gobierno será una monarquía cuando gobierna uno solo;
una aristocracia cuando gobiernan unos pocos y será la politeia (que se
traduce como democracia) cuando gobierna la comunidad. Estas serían las
formas puras y el elemento central es que se gobierna en función del bien
común, del beneficio general. Pero, al mismo tiempo, desde el punto de vista
cualitativo, es decir en función de qué intereses o en beneficio de quién se
gobierna, el gobierno de uno puede degenerar en tiranía, el gobierno de pocos-
en realidad los ricos- en oligarquía y el gobierno de muchos-en realidad los
pobres- en democracia (que hoy se traduce como demagogia). Éstas serían las
formas impuras, resultantes de la deformación de las formas puras. La escasa
fundamentación, hace que Aristóteles, desarrolle otros criterios de clasificación
16
que no llega a sistematizar y admite que puede haber otras formas de
gobierno.

Cuál es la mejor forma de gobierno, según Aristóteles; considera que hay que
tener en cuenta al pueblo y que la mejor forma es una “mixta”…ni oligarquía ni
democracia, en la cual exista una predominio de la clase media.

Polibio, como Aristóteles, describe formas simples de gobierno pero advierte


una nota común: su inestabilidad; entiende que siempre pasa lo mismo
indefectiblemente, las formas de gobierno nacen, cambian, desaparecen y son
reemplazadas, conjugándose un ciclo político pues se vuelve al punto de
partida. Para este autor el primer paso lo dio un gobierno violento (monarquía)
que luego deviono en gobierno de equidad y de justicia, es decir se convierte
en gobierno real. Pero con el tiempo, los descendientes de aquel rey justo
comienzan a abusar del poder y del gobierno real se avanza a la tiranía. Ante
esta situación, los hombres "más justos y prudentes"- los aristócratas- deponen
al tirano y encumbran una nueva forma de gobierno (la aristocracia) que con el
tiempo degenera también en una forma injusta. Entonces el pueblo se rebela y
llega la democracia pero ésta también se corrompe con el tiempo y adviene la
oclocracia lo cual supone que el populacho hace "cuanto quiere y se le antoja"
y esto lleva a que se instale nuevamente un gobierno unipersonal y se reinicia
el ciclo.

Pero, Polibio, además de explicar esta evolución y características de las formas


de gobierno propone- inspirado en la constitución romana, en la experiencia de
la república romana- una solución a través de una forma de gobierno que
conjugue todos los principios propios de cada una de las formas de gobierno: el
principio real (encarnado en el Consulado); el principio aristocrático (que
corresponde al Senado) y el principio democrático, está dado en los comicios y
los plebiscitos. Esta forma mixta considera que es la mejor forma de gobierno.

Cicerón , recoge la tipología aristotélica y admite que cualquiera de estas formas, en tanto
mantuviera en todo su vigor el lazo que habían formado las sociedades humanas, podía ser
tolerable aunque no fuera perfecta y que era preferible una u otra, según las circunstancias; lo
importante era que no se impusieran la iniquidad y las pasiones. Advertía sin embargo que el
más peligroso era el gobierno popular y que el mejor era aquel que resultaba de una
combinación de todos, moderándose y templándose recíprocamente. Quizá ya aquí podemos
rastrear el modelo republicano y de división de poderes adoptado por la Constitución de los
EEUU.
Santo Tomás de Aquino en la “Suma Teológica” defiende la monarquía pero advierte sobre
los peligros de la tiranía. De allí que considera deseable un régimen donde todos tengan alguna
participación en los negocios públicos.

Entrando en la modernidad, podemos mencionar lógicamente en primer lugar a Maquiavelo,


que en “El Príncipe”, formula una división bipartita: principados (monarquías) y repúblicas. A su
vez, los principados pueden ser hereditarios, nuevos y mixtos, según la forma de acceso al
poder. En cambio, la república puede ser aristocrática o puede ser democrática. En cuanto a
las formas impuras, distingue el “stato licenzioso”, el “stato tirannico” y stato di pochi. 16
Considera –en su obra “Discursos” que una forma mixta, que combine la monarquía, la
aristocracia y la democracia, es la mejor pues cada poder se controlará y frenará los abusos de
los otros; habrá un control recíproco.

En cuanto a Bodin, Hobbes y Locke, no hicieron una aporte importante en estos asuntos.

Bodin, en “Los seis libros de la república” menciona la clásica división tripartita y considera que
la monarquía hereditaria es la mejor forma de gobierno.

Para Hobbes, en “Leviatan”, se limita a analizar la división tripartita y no mucho más.

John Locke, en su “Ensayo del gobierno civil”, analiza la cuestión teniendo en cuenta quién es
el encargado, quiénes son los facultados para dictar las leyes. En entendía que república era
cualquier comunidad independiente y distinguía tres formas de la república: la democracia, la
oligarquía y la monarquía, pudiendo ésta ser hereditaria o electiva.

Montesquieu, se ocupa en “El espíritu de las leyes” sobre las formas de gobierno. Para
caracterizarlas y clasificarlas, atiende a su naturaleza (es decir su estructura) y a un principio
que les da vitalidad; así, diferencia entre monarquía cuyo principio es el honor y cuya estructura
supone el gobierno de uno mediante leyes fijas y establecidas y la acción de ciertas fuerzas,
cuerpos o poderes intermedios como la nobleza, el clero, ciudades, parlamentos, que obligan a
su cumplimiento; el despotismo que también sería el gobierno de uno pero sin sujeción a las
leyes, sino según sus caprichos y exclusiva voluntad; la república que supone el gobierno de
todo el pueblo –en cuyo caso es república democrática- asentada en el gobierno de asamblea y
cuyo principio es la virtud, es decir la capacidad de gobernar en función del interés general, o
de una parte del pueblo –en cuyo caso será una república aristocrática- en la que gobierna un
grupo, que obedece a sus propias leyes y cuyo principio es la moderación.

Montesquieu se limita a una descripción pero no se pronuncia sobre cuál es la mejor forma de
gobierno sino que esto surge al analizar la división de poderes.

Por su parte, en “El contrato social”, Jean Jacques Rousseau, dedica los primeros 10
capítulos a esta cuestión pero se limita a las formas que considera legítimas que son aquellas
fundadas en el principio de la soberanía del pueblo: la monarquía, la aristocracia y la
democracia que se diferencian por el órgano que ejerce el poder ejecutivo; para Rousseau la
diferencia está en el número de los que se encargan de poner en ejecución las leyes, es decir
en ejercer el gobierno y así, será uno en la monarquía, un grupo de ciudadanos en la
aristocracia y muchos en la democracia en la que habrá más ciudadanos magistrados que
simples ciudadanos particulares porque en lo que respecta al poder legislativo, en cualquiera
de estas formas, siempre radica directamente en el pueblo. Rousseau, siguiendo la línea
clásica sistematizaba las formas de gobierno en democracia, aristocracia y monarquía. El
gobierno republicano o democrático, es aquel en el que el pueblo o una parte de él tiene el
poder soberano; el gobierno monárquico consiste en que gobierna uno solo pero sujeto a leyes
fijas y preestablecidas. El gobierno es despótico cuando gobierna uno solo sin sujetarse a las
leyes y según sus caprichos.
Para el gran ginebrino, la aristocracia además puede ser natural, electiva y hereditaria,
asemejándose la aristocracia electiva a lo que hoy concebimos como democracia
representativa.

Respecto de cuál considera la mejor forma de gobierno, no hay una definición tajante; entiende
que es una cuestión insoluble por indeterminada; reconoce que hay tantas buenas soluciones
como combinaciones posibles.

Tomas Paine, claramente se pronuncia a favor del sistema representativo contra la monarquía, 16
en “Los derechos del hombre”. La importancia de su obra radica en que si bien vuelve sobre la
clásica división: democracia, monarquía y aristocracia, por primera vez aparece la mención del
gobierno representativo al que diferencia de la democracia porque ésta, la democracia, supone
el gobierno del pueblo por si mismo, sin medios accesorios (diría yo, sin intermediarios) pero el
gobierno representativo es aquel que permite abarcar, tomar en cuenta y reunir todos los
intereses y cualquier extensión de terrtiroio y población. Paine, partidario acérrimo del sistema
representativo, descarta lo que llama la simple democracia (que podríamos entender como
democracia directa) no por principio sino por la imposibilidad de su forma, es decir de su
instrumentación. Pero también rechaza a la monarquía y a la aristocracia por su incapacidad.
Así, descartadas las otras tres, solo queda en pie, el sistema representativo que subsana los
defectos de la simple democracia y la incapacidad de la aristocracia y de la monarquía.

Las formas de gobierno en la Teoría General del Estado.

Entre los autores que cultivan la teoría general del Estado, podemos mencionar a Jellinek,
Kelsen y Heller; ellos se apartan de las clasificaciones tradicionales procurando formular
distinciones en base a criterios más sólidos. También cabe señalar que emplean la expresión
“forma de Estado” en lugar de “forma de gobierno”.

Veamos:

Jellinek, dejando de lado el criterio clásico que divide las formas de gobierno en función del
número de magistrados y de los fines perseguidos, considera que hay que hacer la clasificación
de las distintas formas de Estado (entiéndase, forma de gobierno) tomando en cuenta el modo
de formación de la voluntad del Estado y entiende que serían dos esos modos: un proceso
natural o psicológico que supone una voluntad física radicada en la monarquía y un proceso
artificial o jurídico, que supone la voluntad de un collegium, encarnado en la república.
Entonces para Jellinek hay dos formas de gobierno (Estado en su lenguaje): monarquía y
república. Estos principios que hacen a la formación de la voluntad del Estado, puede ubicarse
hasta en las formas más primitivas de organización social, incluyendo la horda.

Kelsen: democracias y autocracia. El gran jurista austríaco se aparta del criterio clásico de
clasificación y de la clasificación tripartita e interpreta que el criterio de distinción está en la
forma en que de acuerdo a la Constitución es creado el orden jurídico. Para este gran maestro
austríaco, las formas de gobierno (de Estado), se vinculan con el método de formación del
ordenamiento estatal. Entonces no hay 3 sino 2 tipos de constituciones: la democracia y la
autocracia y la base de la distinción radica en la libertad política. Políticamente libre es el
individuo que está sujeto a un ordenamiento jurídico en cuyo establecimiento ha participado.

Entonces, diferencia entre democracia – que supone que la voluntad estatal representada en el
orden jurídico, es creada por los mismos destinatarios de ese orden jurídico, siendo libres esos
ciudadanos porque participan de la creación del orden jurídico al que se someten. Lo contrario
a la libertad es la servidumbre que está en la base de la autocracia. En la autocracia los
súbditos no participan, están excluidos de la creación del ordenamiento jurídico por lo cual no
hay armonía entre ese orden jurídico y la voluntad de los ciudadanos. De todas formas, Kelsen
admite que los modelos ideales no se dan en ningún Estado sino que en general, en cada uno
encontramos elementos de ambos tipos pero que entre ambos extremos hay diversidad de
grados intermedios que no tienen una designación, un nombre en particular; siguiendo la
terminología usual, un gobierno será democrático o autocrático según el principio que tenga
prevalencia.

Heller, que también habla de formas de Estado, distingue dos tipos ideales a partir de a quién
se asigna el poder estatal. En la democracia, se atribuye el poder al pueblo y en la autocracia,
a un “dominador”. Siendo tipos ideales, entiende que en la realidad, nunca el poder está
plenamente en el pueblo ni en el dominador. 16

Forma de gobierno y régimen político. Diferencia y clasificación de los


regímenes políticos.

Ya hemos explicado qué es el gobierno y qué es el Estado. El gobierno,


importa la organización de los órganos detentadores del poder estatal, que
actúan en nombre del Estado. El gobierno es un aspecto del Estado;
explicamos también que no hay que confundir gobierno con Estado desde que
éste es, amén, de ser una forma de organización política típica de la
modernidad, importa la comunidad política jurídicamente organizada. El Estado
abarca a todos los ciudadanos, el gobierno solo abarca a los representantes
específicos, o sea, a los gobernantes.

Por otra parte, vimos también que la forma de gobierno está dada por las
modalidades de formación, de establecimiento de los órganos esenciales del
Estado, sus atribuciones, poderes, sus relaciones así como a los modos de
determinación de quiénes habrán de ejercer los cargos en la órbita estatal y
cómo deben ejercerlos. En cambio, la forma de Estado refiere al modo de
relación, de distribución del poder respecto del territorio y la población, y esa
forma puede ser centralizada (unitaria) o descentralizada (federal).

Ahora bien: contemporáneamente, en el marco de la ciencia política, la


cuestión de las formas de gobierno ha cedido espacio en importancia a favor
de otra cuestión que viene atrayendo la atención de los juristas, politólogos,
etc.: el régimen político.

Gobierno y régimen político.

Implican conceptos distintos. Tampoco deben confundirse forma de gobierno y


régimen político.

La forma de gobierno alude a la cuestión de quién o quiénes habrán de


detentar los cargos de gobierno (esto es los gobernantes) y cómo habrán de
ejercerlos. y en este sentido hemos visto muy distintos criterios de clasificación
según los autores que se han ocupado de este asunto a lo largo de los siglos y
que han diferenciado- siguiendo diversos criterios- entre gobiernos
democráticos, aristocráticos, monárquicos, autoritarios, representativo, tiranía,
demagogia, etc. etc.
El régimen político importa un concepto más amplio que incluye a la forma de
gobierno pero no se agota en ella sino que comprende elementos
extrajurídicos. El régimen político alude a los mecanismos reales de la decisión
política. En este sentido, Burdeau, ha dicho que el régimen político es el
conjunto de instituciones que se distribuyen los mecanismos de la decisión
política y que engloba la forma de gobierno con otros elementos,
configurándose un complejo en el que se enlazan instituciones, valores, medio
16
social, técnicas jurídicas, fuerzas y actitudes con sus correspondientes
elementos de derecho y de hecho que encarnan una filosofía política, una
ideología y que constituyen un circuito o proceso integral. A modo de síntesis,
podemos decir que el régimen político revela cómo se ejerce realmente el
poder atendiendo a la forma de gobierno pero también a las ideas e intereses
que le dan sustento y prevalecen en un tiempo determinado. El régimen político
exhibe el funcionamiento real del poder en orden a la toma de las decisiones
estatales.

Clasificación de los regímenes políticos:

A modo de introducción al tema de la clasificación e los regímenes políticos,


bien podemos repetir lo que decía Santo Tomás: “cada ciudad – a cada
comunidad política- es y tiene un régimen político que es suyo, propio e
inconfundible. Esto revela que hay una extensa variedad de regímenes
políticos, a partir de ubicar un fundamento, un criterio central para formular
distinciones, clasificar y comparar. De allí que en general la doctrina más que
clasificar, lo que hace es describir los distintos regímenes políticos.

Tipologías modernas y contemporáneas.

Las clasificaciones que siguen tiene como particularidad que fueron acuñadas
con posterioridad a la segunda guerra mundial, tomando en cuenta los cambios
profundos de orden social y económico que han tenido lugar desde 1945 en
adelante. De todas formas, debemos aclarar que a la luz de los cambios más
recientes, algunas -de alguna forma- han quedado profundamente
desactualizadas.

Jimenez de Parga procura formular una clasificación a partir de distintos elementos: los
supuestos, que serían ciertos elementos de la realidad condicionantes de cada régimen
político concreto (por ej. factores geográficos, económicos, culturales, históricos) y los
principios es decir las ideas políticas- la ideología del régimen- que se pretenden realizar.
Pero también, hace jugar otros criterios, otros elementos tales como: la manera de formalizar
jurídicamente la vida política, según en ese estado haya una constitución escrita o
consuetudinaria, rígida o flexible; la eficacia de la constitución, es decir su influencia respecto
de la realidad, el grado de vigencia efectiva: según la constitución sea normativa, nominativa o
semántica; la estructura o forma de gobierno: presidencialismo, parlamentarismos, etc. y la
articulación e incidencia de los llamados poderes de hecho (grupos de interés, de presión,
factores de poder). Se darán cuenta que esto nos lleva a formular distinciones infinitas pero, a
modo de síntesis, este autor diferencia 4 grandes grupos: democracias –que subdivide en
aquellas que tienen tradición democrática que a su vez pueden ser grandes democracias, como
EEUU, medianas y pequeñas, ej. Suiza; nacidas en la Comunidad Británica, como Canadá y
democracias sin tradición democrática (ej. Japón), Italia, España y habría que agregar las
democracias de América Latina y de Europa del Este (establecidas con la llamada tercera ola
democratizadora de fines de los años 70, 80 y 90). También refería a las monocracias
marxistas (y daba el ej. de la URSS, extinguida en diciembre de 1991 y que dio nacimiento a
varios Estados como la Federación Rusa, Ucrania, etc. que ubicaría yo en las actuales
democracias sin tradición democrática.

La clasificación de Raymond Aron: este autor desarrolla una tipología desde 16


una perspectiva más sociológica que jurídica aunque no prescinde totalmente
de considerar elementos constitucionales y legales pero no son los principales
criterios para formular su clasificación.

Es así, que Aron, más que referirse a formas de gobierno, refiere al régimen
político. El régimen político importa un concepto más incluye a la forma de
gobierno pero no se agota en ella sino que comprende elementos
extrajurídicos. El régimen político alude a los mecanismos reales de la
decisión política.

Aron, basa su clasificación en las que llama "funciones" del orden político moderno; esas
funciones son: la función administrativa y la función política.

1) La función administrativa que garantiza la ejecución (a través de la relgamentación) de las


leyes e impide a los ciudadanos entrar en conflicto entre ellos, asegurando el respeto de las
normas y

2) La función política o ejecutiva: que abarca lo que tradicionalmente se llama poder


ejecutivo - poner en práctica las leyes- y el poder legislativo, que implica la función de
sancionar la ley.

Cada una de estas funciones - la administrativa y la ejecutiva (sea legislativa o ejecutiva


estrictamente) son ejercidos por dos tipos de entes y así, la función administrativa está a cargo
de los funcionarios y la burocracia (el gobierno de los escritorios) y la función política está a
cargo de los políticos y del sistema electoral.

Respecto de la función administrativa no hay muchas diferencias cualquiera sea el régimen del
que se trata y del país donde funcione.

Alrededor de la clasificación que desarrolla Aron, interesa, especialmente, la función


política y a partir de la variable partidos políticos, este autor distingue:

a) Régimen de partidos múltiples o multipartidismo: que supone la competencia pacífica


para alcanzar el poder. El régimen multipartidista se asienta en un principio que combina dos
sentimientos: un sentimiento de respeto a la legalidad que apunta a asegurar su vigencia
efectiva y cierto compromiso en el sentido de admitir que el adversario puede tener una parte
de la razón y a partir de allí, la posibilidad del diálogo para encontrar soluciones compartidas.

Según Aron, el modelo de régimen multipartidista ofrece algunas variantes que reflejan un
menoscabo al modelo puro: esto se da cuando falta cierta regularidad electoral, si por ej. está
proscripto un partido; también cuando la competencia política no siempre es pacífica pues
periódicamente se dan hechos de violencia política y también cuando los partidos políticos
principales no son representativos.
b) Régimen de partido único o monopolista: lo cual supone un sólo partido está habilitado a
actuar y así la competencia política y la determinación de un plan de acción. Este tipo de
régimen se vertebra sobre dos principios centrales: a) Una fe inquebrantable, dogmática en la
doctrina partidaria sin admitir el debate, el diálogo. El que piensa distinto es visto y considerado
como enemigo. b) El miedo de sus enemigos que los paraliza y vuelve impotentes.

Aron, a su vez, encuentra tres variantes del régimen monopolista desde el punto de vista
partidista: un régimen totalitario: es el modelo puro. Funciona un solo partido que está por
encima del Estado (el PC de la URSS), sometido al Estado (el Partido Fascista en Italia) o al 16
lado del Estado (el nacionalsocialismo en Alemania). Es el régimen propio de todo Estado
totalitario que niega las libertades individuales y toda forma real o potencial de oposición. En el
Estado totalitario, están regulados -en los términos de la doctrina del partido único- todos y los
más diversos aspectos de la vida de las personas y del funcionamiento de la sociedad. En este
esquema, la fe y el miedo son esenciales y para ello se acude al terror.

Una situación de monopolio que es de transición que apunta a transformar la sociedad para
luego volver a a la legalidad.

También Aron, refiere al régimen apartidista (sin partido), lo cual supone que no existe ningún
partido (ni único, ni varios). Se asienta en la idea de despolitizar totalmente a la sociedad. Ej.
régimen de Vichy (1940-1944, en el sur de Francia), el régimen de Oliveira Salazar (Portugal) y
el régimen franquista (España, 1939 hasta 1977). En nuestro país, ubicamos un intento de su
establecimiento durante el gobierno del Gral. José F. de Uriburu (1930-1932) y lo mismo, tras
el golpe de Estado del 28 de junio de 1966 y la instauración de la dictadura del Gral. Onganía
(1966-1973).

La clasificación de Maurice Duverger: por su parte Maurice Duverger atendiendo a factores


jurídicos y sociológicos, formula una tipología jurídica y otra tipología sociológica.

a) Tipología jurídica: desde un punto de vista jurídico, según haya confusión de poderes o
separación de poderes, Duverger diferencia entre:

1) El sistema de confusión de poderes puede darse en forma de: 1) confusión total o


absoluta pues un solo órgano - un hombre o una asamblea- concentra todas las funciones del
poder, la legislativa, la ejecutiva y la judicial 2) Un sistema de confusión relativa de poderes:
pues hay varios órganos pero solo en la base pues, en la cúspide, la decisión final, el poder de
decisión reside en un solo órgano. Esta confusión de poderes en la modernidad generan tres
tipos de gobierno: la monarquía absoluta - ej. entre los siglos XVI y XVIII o el régimen zarista
hasta 1917- las dictaduras de tipo militar y los sistemas de partido único ( a los que ya nos
hemos referido).

2) La división o separación de poderes: implica una forma de gobierno en la cual que las
funciones estatales - legislativa, ejecutiva y judicial- están radicadas en distintos órganos
formados a su vez por distintas personas; esto es característico de los sistemas republicanos
presidencialistas (ej. EEUU, Brasil, Argentina). Cabe aclarar que el grado de separación se
acentuará o se debilitará según que el presidente de la república cuente o no con mayoría en el
órgano legislativo.

3) La colaboración de poderes: se da en los regímenes parlamentarios en los cuales el


gobierno o gabinete que suele encabezar un primer ministro (canciller, presidente del gobierno,
presidente del Consejo de Ministros, etc.) surge del seno de parlamento a la luz de la mayoría
parlamentaria y va conservar estabilidad, en la medida que cuente con el respaldo
parlamentario (confianza). Además, los sistemas parlamentarios tienen otra característica: el
órgano ejecutivo es bicéfalo o dual, pues por una lado un jefe de Estado -rey o presidente- y
por el otro, el gobierno o gabinete al que ya hemos referido.
El jefe de Estado que puede ser un monarca (Reino Unido, España, Holanda, Suecia, Japón) o
un presidente (Italia, Alemania, Finlandia, Israel) cumple funciones más bien simbólicas
(representa la unidad de la Nación y la continuidad del Estado, inaugura la sesiones del
parlamento, promulga las leyes, es -simbólicamente- el jefe de las fuerzas armadas, nombra al
gobierno y a su primer ministro, debe abstenerse de intervenir en la politica y la marcha del
gobierno, etc) pero, en realidad, el que dirige la política, el que conduce y gobierna
efectivamente el el primer ministro. El gabinete es un cuerpo colegiado encabezado por el
primer ministro (canciller, etc.) que es responsable ante el parlamento que puede aplicarle un
"voto de censura" determinado la caída de ese gobierno o gabinete. Como contrapartida, el 16
primer ministro está facultado a solicitar al jefe del Estado la disolución del parlamento y la
convocatoria anticipada a elecciones.

El parlamentarismo muestra tres variantes:

EL modelo de Westminster: es el clásico modelo británico; fue en Inglaterra donde nació el


parlamentarismo para luego extenderse por Europa y otros lugares del planeta. Hay
preponderancia del primer ministro que es el primero sobre iguales; tiene preponderancia sobre
el resto del gabinete.

El modelo parlamentario de asamblea: hay preponderancia del parlamento sobre el gobierno.


Característico de la IV República francesa es un sistema que colabora con la inestabilidad.

El parlamentarismo controlado: adoptado en Alemania después de la segunda guerra


mundial. La eventual remoción del gobierno por voto de censura requiere que vaya
acompañada por la propuesta de formación de un gobierno alternativo. Es el modelo también
adoptado por la Constitución de España de 1978.

El semi parlamentarismo o (semi presidencialismo): es un modelo mixto, que combina


elementos del parlamentarismo y del presidencialismo. En los momentos de crisis se
incrementa el poder presidencial que está ubicado por encima de los partidos. Su
funcionamiento ha dado lugar al fenómeno de la "cohabitación" que se da cuando el jefe del
Estado -presidente de la república- y el primer ministro son de partidos distintos. En este
supuesto, cobrará más peso político el jefe del gobierno; a la inversa, la influencia, el poder del
presidente aumentará cuando él y el primer ministro pertenecen al mismo partido. Es el modelo
adoptado por la Constitución francesa de la Vª República (1958 a la actualidad). En nuestro
país, el Consejo de la Consolidación de la Democracia creado por el presidente Alfonsín,
propuso una serie de reformas a la Constitución Nacional que implicaban la adopción del
semipresidencialismo. Se pretendía reducir el hiperpresidencialismo (en los términos del jurista
y filósofo Carlos Nino) que caracteriza al funcionamiento institucional de nuestro país.

2) Tipologías sociológicas: desde esta perspectiva distingue entre gobiernos democráticos y


autocráticos.

Los regímenes democráticos implican un régimen de libertad, de reconocimiento y vigencia


de los derechos y libertades, de respeto a la dignidad humana; hay pluralismo ideológico y por
lo tanto, pluralismo partidista y competencia electoral por el poder. A su vez, pueden
corresponder regímenes presidencialistas, parlamentarios bipartidstas o regímenes
parlamentarios multipartidistas. De todas formas, los sistemas multipartidistas y bipartidistas
también pueden darse y se dan en regímenes presidencialistas (en EEUU, típico modelo
presidencialista coincide con un régimen bipartidsta. En cambio, en nuestro país, también
república presidencialista, se da un sistema multipartidista).

Los regímenes autocráticos: al contrario de los regímenes democráticos no hay competencia


por el poder, no hay pluralismo político. Las autocracias importan gobiernos autoritarios, donde
las libertades individuales son restringidos.
La clasificación de George Burdeau:, por su parte, considera que las
distinciones tradicionales no alcanzan para enmarcar las diversas y complejas
modalidades de la vida política actual. Afirma que no puede acudirse a un único
criterio pues todos ellos: origen del poder, fundamentos, modos de ejercicio del
poder o sus fines se combinan en los regímenes políticos actuales. Así, puede
ocurrir que haya Estados con similares estructuras de gobierno pero muy
distintos desde la perspectiva ideológica, o la inversa, que haya coincidencia
16
en cuanto a los fines pero sean muy distintos en la técnica constitucional.

Por eso, Burdeau, para formular su clasificación atiende al criterio del profano,
es decir, en lo que los hombres piensan que un régimen político es. A partir de
aquí, esta autor, distingue dos grandes bloques: regímenes democráticos y
regímenes autoritarios; entre los regímenes autoritarios (en los cuales es
central el papel, el rol que cumple el jefe, el líder en la toma de decisiones en
combinación con una restricción a las libertades públicas). Los regímenes
autoritarios se explican -no se justifican- a partir de la decepción y la frustración
de democracias o los abusos y vicios de las democracias que precedieron a la
instauración de regímenes autoritarios (ej. la situación de la república española
que abrió camino al régimen franquista; el fracaso de la república de Weimar
que antecedió a la instauración del nazismo o la inestabilidad de el
parlamentarismo italiano antes de la instauración del fascismo) Podríamos
agregar -en nuestro ámbito- los golpes de Estado que se produjeron en
América Latina bajo el pretexto de los fracasos de gobiernos democráticos.
Los regímenes autoritarios (en esto muy parecido con los regímenes
autocráticos o los apartidistas que ya hemos mencionado) ofrecen el encanto -
encanto en el sentido de engaño- de que de esta manera se suprime la lucha
por el poder y dan la idea de eficiencia, de capacidad de decisión en oposición
a las democracias a las que descalifican por lentas e inoperantes. Dan la idea
de que pueden dar soluciones rápidas sin pérdidas de tiempo, sin debates ni
deliberación. Una verdadera falsedad como ha demostrado la historia humana.
Burdeau destaca que eso es también posible por el uso de la propaganda
manejada por el régimen de manera abrumadora y omnipresente. Estos
gobiernos exaltan para justificarse en la exaltación de la raza, de la nación y se
atribuyen una misión histórica.

Dentro del autoritarismo, diferencia entre cesarismo empírico (por ej. el


régimen peronista del 46 al 55); dictaduras ideológicas (nazismo, fascismo)
en las que el régimen se sustenta en una ideología política y los regímenes de
poder individualizado (franquismo). El cesarismo empírico no se asienta en una
ideología definida, una filosofía, sino que hay un verdadero ejercicio del poder
revestido de algunas ideas generales y muy rudimentarias. En el cesarismo
empírico el central el papel que cumple el jefe y estos regímenes o bien
desaparecen o se convierten en dictaduras de tipo ideológico. En ellas, es
fundamental la doctrina que tiñe todas las decisiones pues y la regulación de la
vida social.
Las democracias: La democracia cobró formas a partir de una concepción
racional de la sociedad que fue primero imaginada y luego llevada a la
práctica. A diferencia de las autocracias, de los regímenes autoritarios, tienen
una mirada más bien optimista sobre la naturaleza humana sin perjuicio que su
aplicación y funcionamiento en la realidad de los hechos y a la luz de la
experiencia histórica, no esté exenta de conflictos, de debilidades y
frustraciones. La democracia está íntimamente ligada al ideal de la libertad. La
16
democracia supone un régimen de libertad. Esta idea de la libertad puede ser
abordada en el sentido de libertad-autonomía y libertad-participación. La
libertad-autonomía se corresponde con la libertad civil y supone un aspecto
negativo, más precisamente la falta de coacción; se refiere a la "libertad de....",
en el lenguaje de Fromm. En cambió la libertad como participación, implica la
"libertad para...." nos da la idea positiva, de acción sobre el poder sea para
conservar la libertad autonomía mediante una serie de técnicas (ej. la división
de poderes, la elección periódica de los gobernantes y el funcionamiento de un
gobierno representativo, etc.) y tambén de acción para ampliar los márgenes
de la libertad mediante el reconocimiento de otros derechos y libertades aun no
reconocidos (ej. la igualdad de oportunidades, el matrimonio igualitario, el
acceso a la educación de sectores postergados de la sociedad, etc.).

Democracia gobernada y democracia gobernante: con posterioridad,


Burdeau distingue entre democracia gobernada y democracia gobernante.

La primera- democracia gobernada- es una especie de fantasía que desgaja al


hombre del ciudadano que por medio del sufragio gobierna a los hombres
reales. Se refiere a la democracia liberal y al gobierno representativo del pueblo
o de la nación que interpreta al pueblo y toma decisiones en su nombre. A este
tipo de democracia corresponden los llamados partidos de opinión que son
"elásticos", no dogmáticos y prudentes o moderados. La democracia así
entendida es la que funcionó con la sanción de las constituciones liberales de
fines del siglo XVIII y durante el siglo XIX.

La segunda -democracia gobernante- a diferencia de la anterior, comenzó a


abrirse camino a fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX
consolidándose después de la segunda guerra mundial. Implica un Estado
regulador, intervencionista en la vida social y económica que viene a afirmar la
igualdad de oportunidades de la población pero que a veces termina
frustrándose en la lucha estéril y en la parálisis burocrática. A este tipo de
democracia-social corresponden los partidos de masas, más rígidos en su
ideología, movilizados, a veces, sostiene Burdeau, con tendencias autoritarias.
Las democracias gobernantes, según este mismo autor, se dividen en
democracias occidentales (Francia, Suecia, Noruega, Alemania Federal, Italia,
etc) y democracias marxistas (también llamadas democracias populares) que
funcionan como regímenes autoritarios e incluso totalitarios (URSS, Alemania
Democrática, países de Europa del este desde 1946 a 1990).
La democracia como forma de gobierno y como "estilo de vida".

Se desprende hasta aquí que la democracia constituye el régimen que goza de


mayor preferencia en el mundo occidental. Es un término que -en general-
suscita mayor adhesión a tal punto que no han faltado regímenes que se han
autodefinido como democráticos cuando en verdad, estaban muy lejos de serlo.
En este sentido, se han distinguido democracias dirigidas, democracias
plebiscitarias, democracias orgánicas, etc, etc. todas formas que buscaban 16
ocultar regímenes autocráticos, precisamente contrarios a la democracia.

Pero, en verdad, la democracia no siempre ha gozado de reconocimiento y de


la valoración que tienen hoy. Sin remontarnos a su origen que puede rastrearse
en la antigua Grecia -en el siglo V a.C.- en tiempos del gobierno de Pericles
que la caracteriza como forma de gobierno "porque la administración de la
polis no pertenece ni están en pocos , sino en muchos", en el marco de las
revoluciones liberales -las revoluciones atlánticas del siglo XVII y XVIII- la
democracia era rechazada; en efecto, quedaba asociada al gobierno de los
bárbaros, de los ignorantes y de los pobres. El primer liberalismo que impregnó
las constituciones de la época no referían a la democracia sino que
establecieron el gobierno representativo de la nación o del pueblo que era sin
embargo reconocido como titular de la soberanía. A mediados del siglo XIX, el
liberalismo y las constituciones que fueron su expresión jurídica, de la mano de
la extensión del sufragio ( y luego con el reconocimiento de los derechos
sociales y las correcciones y ajustes del capitalismo que llevaron a atemperar
el individualismo, ampliar el rol del Estado, etc.) se fue democratizando,
entrelazándose el constitucionalismo con la democracia. Así se ha ido
avanzando -siguiendo a Duverger de una democracia gobernada a una
democracia gobernante, o también de una democracia representativa a una
democracia participativa. La democracia gobernante que hoy predomina (no sin
dificultades) supone una forma de gobierno y un estilo de vida. Es decir, por un
lado, un mecanismo de formación de la voluntad política, de la voluntad del
poder político (que refleja la voluntad del pueblo) y por otra parte, la vigencia de
ciertas pautas de conducta que hacen posible el estilo de vida democrático.

El Dr. Mario Justo López sostiene que este concepto de la democracia


(comprensivo de una forma de gobierno y un estilo de vida) ya estaba implícito
en el discurso de Pericles en homenaje a los caídos en las guerras del
Peloponeso -entre Atenas y Esparta entre el 431 y el 401 a.C.- y que
conocemos a través de los escritos de Tucídides, cuando el gobernante
ateniense sostenía: "...pero también el "estilo de vida"...viviendo en medio de
riqueza y suntuosidad, usamos la templanza y hacemos una vida morigerada y
filosófica"...."Todos cuidan de igual modo de las cosas de la polis que tocan al
bien común, como de las suyas propias"..."Cuando imaginamos algo bueno
tenemos por cierto que consultarlo, y razonar sobre ello no impide ejecutarlo
bien, sino que conviene discutir cómo se debe hacer la obra antes de ponerla
en ejecución": Resulta claro entonces que en el origen mismo del vocablo
"democracia" está presenta la idea de que no es solo una forma para tomar
decisiones que comprometen a la sociedad global, al Estado, (no es solo una
forma de gobierno) sino que también designa a un modo de convivencia dentro
del grupo social, un estilo de vida. La primera idea, la democracia como forma
de gobierno, atiende a la formas y la democracia como estilo de vida, atiende a
su aspecto sustancial.
16
La democracia como estilo de vida presupone, según Mario Justo López:

a) Una estructura social abierta: es decir un proceso dinámico, un camino


abierto en la búsqueda incesante de lo mejor, lo cual, una vez alcanzado,
impulsa a nuevos objetivos y nuevos sacrificios.

b) Un clima cultural específico: cierto consenso alrededor de cuestiones


fundamentales; pluralismo de ideas, diálogo, competencia, etc.

c) Una personalidad especial en los protagonistas de este proceso: no es el


hombre masa ni tampoco el burgués racional que imaginaba la ilustración sino
que el protagonista es el hombre medio que atiende a sus intereses pero que
también colabora con los demás, que toma decisiones después de analizar con
qué medios cuenta, etc. y que porta un cierto "fair play", es decir toleracia,
sinceridad, corrección, etc.

Las autocracias electivas: En los últimos años -desde inicios del siglo XXI- se
observa un nuevo fenómeno que son las autocracias electivas y el retroceso
de las democracias que parecían indetenibles desde su triunfo en la segunda
guerra mundial y reforzado con la caída del régimen de la URSS y de los
países del este europeo. Según un estudio, hay 25 países "en vías de
retroceso democrático"; entre ellos: Rusia, Hungría, Polonia, Turquía,
Guatemala, Venezuela, Tailandia, Filipinas, Sri Lanka, Serbia, Zambia,
Uganda, India, Togo, Malí entre muchos otros; en EEUU se observó de manera
incipiente esta tendencia durante la presidencia de Donald Trump que puede
calificarse como un aspirante a autócrata. Comparten algunas características
tales como: ataques a la prensa, a los partidos de oposición, a los órganos
judiciales y de control, el socavamiento de las instituciones, la permanente
polarización de la sociedad y la idea de que por haber sido elegidos
popularmente, legitimados electoralmente- incluso mediando el fraude
electoral- están facultados a asumir la totalidad del poder, de un poder sin
control. Este fenómeno se ha incrementado en los años de pandemia pues la
emergencia sanitaria ha servido de pretexto para la restricción -más allá de lo
razonable - de los derechos y libertades (ej. la libertad de expresión, la
postergación o lisa y llanamente la suspensión de elecciones, el
cuestionamiento a la disidencia, trabas al funcionamiento de los órganos
legislativos y de control, etc.
En verdad, cualquiera sea la razón algo es seguro: hoy como ayer, los
autócratas son maestros, son muy hábiles para aprovechar la ignorancia y la
fragilidad de los pueblos y ahora, con la ayuda de internet, las técnicas de
manipulación de la opinión pública se desarrollan con mayor velocidad.

16

Gobierno parlamentario, presidencialista y gobierno semi


presidencialista.

Dentro de la familia de los gobiernos constitucionales y democráticos, a partir


de comparar el modelo inglés, el estadounidense y el tipo de gobierno francés,
(en este sentido, la agitada vida política francesa llevó a que en 100 años
probaran con todas las forma de gobierno conocidas, salvo el presidencialismo
puro). Tomando en cuenta tres elementos que serían: la fuente de legitimidad
que puede ser directa o indirecta; la forma, la estructura (unipersonal o
colegiada) del órgano ejecutivo y finalmente, la forma de relación entre el
ejecutivo y el legislativo, el grado de interdependencia entre ambos órganos (si
hay separación o integración o fusión), los modelos de gobierno serían:
parlamentario (con legitimidad indirecta, ejecutivo colegiado y la fusión de
poderes), y el presidencialista (con legitimidad directa, ejecutivo unipersonal y
clara separación de poderes); entre ambos, se ubica el tipo de gobierno
semipresidencialista o semiparlamentario.

El parlamentarismo: es la forma de gobierno que veremos es la más ligada a


la idea de la democracia. Su origen lo ubicamos en Inglaterra –en el siglo XVII-
y se va configurando –no a partir de una elaboración teórica o doctrinaria- sino
de la lucha entablada entre el Parlamento y la corona, en la búsqueda de
terminar con el absolutismo. El impulso inicial está en la llamada Gloriosa
Revolución que marca la transición de la monarquía absoluta a la monarquía
constitucional. En este proceso, el Parlamento se afirma como un órgano
político de legitimidad popular, con la potestad de aprobar o desaprobar las
iniciativas del mismo rey o de su Consejo de Estado.

En el siglo XVIII, con el advenimiento de la casa de Hannover al trono inglés,


hay una evolución de la monarquía constitucional hacia la monarquía
parlamentaria que se asienta en un fortalecimiento del poder parlamentario
desde que el gobierno y su primer ministro pasan a depender del parlamento,
siendo responsables ante éste y no ante el monarca. Así, el primer ministro
pasa a ser jefe del gobierno mientras que el rey –jefe del Estado- cumple un
papel simbólico, encarnando la unidad y continuidad del Estado pero
careciendo de poderes gubernamentales. El gobierno, la administración, la
gestión cotidiana queda en cabeza exclusivamente del gabinete encabezado
por el primer ministro, siendo responsables ante el parlamento. En tanto, el rey
–como jefe de Estado- reina pero no gobierna.

Este modelo, el parlamentario, se proyecta, con matices, luego por Europa


continental que lo va adoptando durante el siglo XIX. A diferencia de lo
sucedido en Inglaterra, en el continente europeo, la teoría precederá a la
historia. 16

Características generales del parlamentarismo: Haremos ahora un repaso


de las características de la forma de gobierno parlamentaria.

El órgano ejecutivo es dual, o bicéfalo en el sentido de que muestra –por un


lado- al rey o presidente que ocupa la jefatura del Estado. Como ya señalamos,
el jefe del Estado cumple un papel simbólico. Encarna la unidad y continuidad
del Estado, es simbólicamente el jefe de las FFAA; inaugura las sesiones del
parlamento, promulga leyes, nombra al jefe de gabinete y a sus ministros (pero
normalmente en función de la mayoría parlamentaria); su rol político, su
influencia es muy limitada constitucionalmente; debe normalmente evitar
declaraciones políticas, mostrarse favorable o en contra de algún partido, y
puede que en algunos casos, actúe buscando o promoviendo soluciones (ej.
cuando el rey Felipe ante la falta de mayorías en el parlamento de España, se
reunía con los líderes partidistas para acercar posiciones). EL jefe del Estado,
carece de legitimación popular pues si es un rey, rige un sistema sucesorio
natural y si es un presidente de la República (Italia, Alemania, Finlandia) es
elegido por el Parlamento por un período fijado en la Constitución.

Por otro lado, está el gobierno o gabinete, es decir un cuerpo colegiado


(encabezado por un primer ministro, canciller, presidente del Consejo de
Ministros) que tiene a su cargo la gestión, la dirección política y la
administración del país. Ese primer ministro –originalmente un primus inter
pares- con el tiempo ha ido adquiriendo mayor preponderancia frente a sus
colegas del gabinete aunque eso no le quita a la estructura su carácter
colegiado. En general –salvo en Holanda y Luxemburgo- los miembros del
gabinete son simultáneamente parlamentarios aunque en algunas ocasiones,
frente a situaciones de crisis, puede admitirse la formación de un gobierno
técnico, integrado de por figuras extra parlaentarias (ej. Italia en 2014).

El jefe del gobierno o primer ministro es elegido por el parlamento cuyos


miembros a su vez son electos popularmente, más allá de que normalmente
ese candidato a la jefatura del gobierno es propuesto por el jefe del Estado al
Parlamento; en verdad, éste suele proponer al líder del bloque o de la coalición
mayoritaria a quien invita a formar gobierno pero para ser investido debe contar
con apoyo, con la confianza del parlamento. En Irlanda, Suecia y Japón, el
primer ministro es propuesto directamente por el parlamento o por una
comisión interna del cuerpo.
La designación del resto del elenco ministerial suele hacerse posteriormente y
a propuesta del primer ministro y necesitan también de la confianza
parlamentaria.

El mecanismo de investidura puede darse de dos formas: de manera explícita,


mediando un voto de confianza, es decir cuando hecha la propuesta esta
cuenta con el voto favorable de la mayoría parlamentaria o bien, en forma
implícita, cuando no hay veto, rechazo al candidato propuesto, siendo una 16
modalidad aplicada en países escandinavos que permite el surgimiento de
gobiernos en minoría, pues –para la formación del gobierno- no se exige el voto
favorable de la mayoría absoluta del parlamento. En España, durante 2016,
frente a la imposibilidad de la formación de gobierno pues ninguno de los
partidos lograba formar una mayoría absoluta, después de un año de prórroga
del gobierno de Mariano Rajo (PP) –constituyendo el gobierno en funciones-
con la abstención del PS, se habilitó la formación del gobierno en minoría que
actualmente gobierna en España.

Hemos dicho que en el gobierno parlamentario, el gobierno surge del seno del
parlamento en función de una mayoría parlamentaria que le da su confianza (o
al menos que no se opone), es decir que el gobierno es responsable ante el
parlamento que puede proceder a su remoción, a su destitución, o disolución
que implica la caída del gobierno. Esto puede darse de dos formas: mediando
el rechazo a la confianza solicitada por el gobierno, por ej. si una determinada
política propuesta por el gobierno (ej. enviar tropas al exterior, o una serie de
medidas de ajuste) son rechazadas por el parlamento o bien, con la aprobación
de un voto de censura o de desconfianza impulsado por miembros del
parlamento. Sin contar con el apoyo parlamentario, ese gobierno en principio,
cae. Es claro que la formación pero también la permanencia y estabilidad del
gobierno está sujeta, depende del apoyo parlamentario. Esto pone de
manifiesto que en el parlamentarismo no hay una clara división, una tajante
división de poderes como sucede en el gobierno presidencialista, desde que el
gobierno, nace del seno del mismo parlamento, sino que hay interdependencia
por integración.

Como contrapartida a este poder del parlamento que puede determinar la


salida anticipada del gobierno, el primer ministro puede –para defenderse-
solicitar al jefe del Estado la disolución del Parlamento y la convocatoria a
elecciones anticipadas para la configuración de un nuevo parlamento. En
algunos casos, el propio primer ministro puede adoptar la medida. Aquí, me
detengo un minuto: si bien, los miembros del Parlamento (y los del gobierno)
son elegidos por un período establecido en la Constitución, en verdad este
puede interrumpirse anticipadamente en el supuesto de disolución. No sucede
lo mismo, en el marco de una república presidencialista, como ya veremos.
Esta medida de intervención del primer ministro y del gobierno sobre el
parlamento le sirve para disuadir al parlamento frente a la posibilidad de que
este avance en una moción de censura o cuando existe la posibilidad de que
miembros de la coalición mayoritaria pretendan abandonar el gobierno y
quitarle así apoyo parlamentario al gabinete. También, puede acudirse a la
disolución del parlamento en el caso de “empate” entre el gobierno y el
parlamento y entonces frente al problema, la crisis será resuelta por el voto
16
popular. Si, como resultado de la elección, se impone la lista que encabeza el
primer ministro, este podrá seguir en el gobierno pero, si cambia la
composición del cuerpo, procederá la formación de un nuevo gobierno.

Tipos de parlamentarismo.

Hasta aquí hemos dado un vistazo a las características típicas del gobierno
parlamentario pero téngase en cuenta que cada Constitución regula el tipo de
gobierno (parlamentario) que adopte imprimiéndole sus particularidades.

No obstante, la doctrina, distingue algunos modelos de parlamentarismo:

El modelo clásico (el original) se conoce como modelo Westminster o


parlamentarismo inglés o “de gabinete” o de “primer ministro” que tiene gran
poder respecto del resto de los miembros del gabinete. Todos los ministros son
al mismo tiempo miembros Parlamento pero el primer ministro es el líder de la
mayoría parlamentaria Aquí el primer ministro es un primus por encima de
sus iguales. Los miembros del gobierno o gabinete requieren de la confianza
parlamentaria y son responsables ante ese cuerpo. Este modelo, en la relación
entre el gabinete o gobierno y el parlamento, prevalece el primero: el primer
ministro es un líder fuerte, que tiene un amplio margen para imponer su
voluntad política al Parlamento , con alta probabilidad de obtener el apoyo
parlamentario a sus políticas pues se apoya en una mayoría partidista
disciplinada y si hay algún intento de "rebelión" de oposición que puede venir
incluso de su propio partido y amenazar su estabilidad, el primer ministro puede
acudir a la disolución anticipada del Parlamento y la convocatoria a nuevas
elecciones. En ese contexto, como es difícil que los miembros del Parlamento
quieran arriesgar sus bancas, se disclinan a las necesidades del gobierno y su
primer ministro.

El primer ministro es quien realmente conduce, dirige y lleva adelante la


gestión; gobierna también sobre sus ministros del gabinete que le están
subordinados. A la vez es el líder partidario y difícilmente pueda ser destituido
por el parlamento, mediando el voto de censura o la desconfianza. Por
supuesto, habrá morigeración de algunos aspectos –fortaleza del primer
ministro por ej.- si en realidad encabeza un gobierno de coalición parlamentaria
En general, históricamente en Inglaterra (durante más de un siglo) los
gobiernos fueron de un solo partido- conservadores o liberales y luego,
conservadores o laboristas- aunque en la segunda guerra mundial, se organizó
un gobierno de coalición entre conservadores y liberales liderados por el
conservador Winston Churchill. Otro caso de gobierno de coalición en el
Reino Unido se dio entre 2010 y 2015, entre conservadores y liberales, que
encabezó como primer ministro Gordon Brown.

El parlamentarismo de asamblea o gobierno de asamblea: Responde a un


criterio de desigualdad entre los poderes ejecutivo y legislativo o bien se
asienta en la negación de su separación. 16

Si trazáramos una línea horizontal que atienda a la relación gobierno -


parlamento, en el otro extremo al gobierno modelo Westminster se ubica el
gobierno de asamblea. En este esquema, en la relación gobierno-parlamento,
predomina la asamblea o parlamento. Ello se explica porque el gobierno no es
monocolor sino de coalición formada entre más de dos partidos y por lo tanto el
primer ministro es una especie de hechicero que tiene que negociar y
convencer a sus aliados parlamentarios para obtener su apoyo. No tiene
solidez, no ejerce un liderazgo fuerte.

En el marco de este sistema, es fundamental el peso, el rol de los partidos en


la conformación del gobierno resulta de acuerdos partidarios en el seno del
parlamento y respecto de los cuales, el primer ministro tiene poco control. Este
modelo se dio en Francia durante la III y IV repúblicas y en Italia entre 1946 y la
reforma constitucional de 1993, acompañado –en ambos casos- por un
multipartidismo extremo y polarizado. En el gobierno de asamblea, el primer
ministro es un primus interpares. Israel es también un claro ejemplo de
parlamentarismo de asamblea. España, está hoy rozando tal posibilidad
aunque deberá observarse el desarrollo de tal posibilidad.

El parlamentarismo controlado: en este modelo, el primer ministro puede no


ser líder del partido oficial pero no se lo puede destituir con el mero voto de
censura; sino que se requiere el llamado voto de censura constructiva. Es el
modelo alemán adoptado en el marco de la Ley Fundamental de Bonn. Este
mecanismo, propicia cierto desbalance del sistema favorable a la estabilidad
del gobierno. En efecto: si sobre el canciller recae un voto de censura o de
desconfianza, igualmente permanecerá en el cargo si al mismo tiempo, no es
elegido un sucesor por el parlamento. De esta forma, se reduce la capacidad
de intervención del parlamento sobre el gobierno pues, en definitiva es más
fácil acordar la destitución de alguien, que acordar en la figura de su
reemplazante. Con este mecanismo, los alemanes han buscando un
procedimiento que permite sortear la típica inestabilidad que se dio con los
gobiernos parlamentarios en Francia, durante la III y IV Repúblicas y en Italia,
después de la segunda guerra. Este procedimiento también es recogido por la
Constitución española. Aquí el primer ministro es un primus entre desiguales
pues es probable que permanezca en su cargo aunque cambien los demás
ministros pudiendo –el primer ministro, canciller o presidente del gobierno-
destituir a los demás miembros del gabinete pero éstos no pueden remover a
aquél.

El presidencialismo: esta forma de gobierno fue consagrada por primera vez


en la Constitución de los EEUU, de 1787, que estableció una república con una
marcada división de poderes, en combinación también por primera vez, con el
federalismo como forma de Estado, que en definitiva es una forma de división
del territorio. De allí, se expandió a los países de América Latina. No ha tenido 16
eco en Europa. El presidencialismo nace en el marco republicano que al dividir
al poder, al buscar su limitación, apunta a evitar la concentración y la tiranía no
solamente del titular del cargo ejecutivo sino también del órgano legislativo.

Esta forma de gobierno se caracteriza en cuanto a la fórmula de legitimación,


por la elección popular –directa o indirecta- del presidente de la república que
es nombrado por un período fijo que está determinado en la Constitución y que
en principio, salvo que se diera la aplicación del complejo mecanismo del juicio
político (ej. Brasil 1990, Brasil 2016) no se interrumpe anticipadamente. Cabe
consignar que aun cuando el nombramiento o elección presidencial fuere
indirecta (a través de colegios de electores como sucede en EEUU y como
estaba previsto en nuestro país hasta la reforma de 1994), no se invalida la
legitimación popular pues, lo colegios electorales (cuyos integrantes son
elegidos por el pueblo) tienen por exclusiva y única misión nombrar al
presidente y al vicepresidente para luego disolverse (con lo cual no se
asemejan a un parlamento) y porque –normalmente y en especial por el rol
mediatizador que cumplen los partidos, en especial si son altamente
centralizados- los electores quedan comprometidos a apoyar en el colegio
electoral respectivo, al candidato sostenido partidariamente. Al respecto, Sartori
considera que la elección por colegios electorales es solo formalmente
indirecta.

No obstante, para ser más exactos, debemos señalar que los electores no
tienen obligación legal de votar en la reunión de su colegio electoral a los
postulantes partidarios, gozando de una amplia libertad; pueden votar por
cualquier otro candidato partidista o incluso por un ciudadano que no ha sido
propuesto para el cargo. Ej. en elección presidencial en los EEUU, varios
electores republicanos decidieron no votar por Donald Trump. En nuestro país,
en diciembre de 1983, en ocasión de reunirse los colegios electorales que
debían nombrar al presidente y el vice, se dio el caso de un elector
perteneciente al PJ- Córdoba que decidió votar por la Sra. María Estela
Martínez de Perón (que en ese momento se hallaba en España y no había
sido candidata), de tal manera que no votó por Ítalo Luder y se abstuvo
respecto de la elección del vicepresidente.

Otra característica central que lo distingue del sistema parlamentario es el


carácter monocéfalo del PE: el presidente detenta tanto la jefatura del Estado
como del gobierno. Cumple ambos roles: encarna la unidad de la Nación, la
representa en el contexto internacional, es jefe de las FFAA, inaugura las
sesiones legislativas, promulga leyes, etc. pero, además, dirige la política del
gobierno, es quien la lleva adelante, la impulsa sin perjuicio de la colaboración
de ministros, secretarios de Estado que por otra parte el mismo nombra y
remueve no necesariamente con acuerdo del Senado (sí, en EEUU, no aquí).
Cuando pensamos en el gobierno, pensamos en el PE, en el presidente de la
16
República. Constitucionalmente goza de amplias facultades que en nuestro
texto constitucional se enumeran en el art. 99 CN. Algunas son de naturaleza
legislativa y de carácter proactivo (porque impulsan cambios, modificaciones en
una situación) como proponer proyectos de ley, dictar decretos de necesidad y
urgencia, dictar reglamentos delegados; promulgar parcialmente leyes, lo cual
le permite puede saltear o morigerar (modificar) el proyecto que hubiera
sancionado el Congreso, más allá de la interpretación que pueda hacerse en
cuanto al ejercicio de esta atribución en un caso concreto; también el
establecimiento del estado de sitio y disponer la intervención federal a una
provincia (que no existe en EEUU); el llamado a consulta popular (buscando el
respaldo para una decisión política) y también facultades de naturaleza
legislativa pero de carácter reactivo o defensivo de una determinada situación:
veto total o parcial de una ley.

Su período en el cargo es fijo y está determinado por la Constitución, sin


perjuicio de que pueda habilitarse la reelección inmediata. Cada Constitución
establece la regulación de esta cuestión. Pueden durar 4 años (EEUU,
Argentina desde 1994, Chile); en nuestro país era de 6 años sin posibilidad de
reelección inmediata hasta la reforma de 1994.

No podemos dejar de mencionar que muchas veces el titular del PE es a la par


el líder partidario, formal o informalmente, lo cual abre camino a un
fortalecimiento del papel del presidente, de su poder, especialmente si cuenta
con una mayoría partidaria en el seno del Congreso, lo cual se traducirá en una
mayor influencia del PE sobre la actividad legislativa del Congreso. Si no lidera
a su partido, tenderá a tener menos influencia y si tampoco tiene mayoría
legislativa, podrá ser un presidente débil.

En el marco de la república presidencialista, el Poder Legislativo es atribuido


a un Congreso cuyos miembros también son elegidos popularmente (con lo
cual también gozan de legitimidad popular) y por períodos fijos; el PE – a
diferencia de lo que admite el parlamentarismo- no puede disolver el Congreso.

Alguna vez escribió Duverger que en la república presidencialista el presidente


y el congreso son un matrimonio en el que no hay ley de divorcio…sin perjuicio
de que pueda el Congreso aplicar el complejo mecanismo de juicio político.

La existencia de dos poderes investidos de competencias exclusivas y sin que


haya mecanismos de intervención recíproca (o son muy tenues, como los
pedidos de informes o la interpelación a los ministros del PE, o la posibilidad
del juicio político desde el lado legislativo o el veto de leyes por el PE)
determina un escenario poco afecto, que no incentiva la colaboración entre
poderes.

Teniendo en cuenta o a la luz de las relaciones entre el PE y el Congreso


puede darse un gobierno unificado (cuando el presidente cuenta con una
mayoría legislativa partidista en ambas cámaras) y entonces se notará la 16
disciplina y el control sobre el Congreso. Pero, si no se da tal situación, se
configura el gobierno dividido: a la separación institucional (por el principio de
división de poderes propio de la organización republicana) se le agrega la
separación de orden político; en este contexto, que se refuerza si el PE no
tiene mayoría partidaria en ninguna de las Cámaras, puede llevar al bloqueo
recíproco (no tratando iniciativas o proyectos de interés del PE, o éste, vetando
los proyectos sancionados por un Congreso adverso), al alto nivel de conflicto,
microlegislación producto de acuerdos y compromisos, inestabilidad en la
gestión del gobierno, etc.

El semipresidencialismo: importa una forma mixta que combina el


presidencialismo con el parlamentarismo, pues sustituye el carácter
monocéntrico o monocéfalo del presidencialismo con un ejecutivo dual en el
que el poder es compartido entre el presidente (elegido popularmente), y su
primer ministro que a su vez es nombrado por el Parlamento.

El origen más remoto de esta forma de gobierno podemos rastrearlo en la


llamada República de Weimar (Alemania 1919/1933) pero se irá perfilando con
la Constitución de 1958 que inaugura la V República francesa aunque –el semi
presidencialismo- recién con la introducción de la elección popular directa del
presidente en 1962 y la práctica política desarrollada por el Gral. De Gaulle
cuando se consolidará definitivamente. En nuestro país, se proyectó la
adopción del modelo semiparlamentario o semipresidencial con la propuesta de
reforma constitucional elaborada por el Consejo para la Consolidación de la
Democracia (1986) establecido por el presidente Alfonsín.

El modelo semipresidencial se caracteriza por una combinación de


elementos del presidencialismo y del parlamentarismo: elección popular y
directa del presidente que entonces tiene responsabilidad política ante el
electorado, su mandato es fijo e independiente del parlamento, elección
indirecta (por el parlamento) del primer ministro que además requiere del apoyo
parlamentario para sostenerse en el gobierno, siendo responsable ante el
mismo parlamento y no ante el presidente. El carácter flexible se revela en que
habrá preponderancia del presidente o del primer ministro en función de la
composición del parlamento. Así, si la mayoría parlamentaria fuera del mismo
signo que el presidente, entonces, siendo el primer ministro también del mismo
partido, se acrecienta al poder presidencial; a la inversa podría suceder que la
mayoría partidista en el parlamento fuera distinta a la del presidente y
entonces, el primer ministro será del partido mayoritario en el parlamento y
tendrá mayor preponderancia en las decisiones y en la gestión del gobierno,
dando lugar al fenómeno que se conoce como de cohabitación.

El poder legislativo reside en el parlamento cuyos miembros son elegidos


directamente por el pueblo y por períodos fijos. De su composición dependerá
la designación y la estabilidad del primer ministro que será nombrado en 16
función de la mayoría pero también el tipo de interacción que se dará entre el
presidente y el primer ministro. Así, cuando hay gobierno unificado, esto es
cuando el presidente cuenta con mayoría parlamentaria que lidera, el sistema
asume las características, funcionará más cerca del presidencialismo,
relegando la figura y el poder del primer ministro (que también será del mismo
partido); cuando hay un escenario de gobierno dividido, esto es cuando el
presidente no cuenta con mayoría parlamentaria, el presidente aparece
relegado a una función meramente reguladora y prima en el ejercicio del poder,
la figura del primer ministro (aquí se configura la llamada cohabitación); si hay
gobierno unificado pero el presidente no lidera la mayoría parlamentaria, el
presidente queda relegado a cumplir funciones o un rol simbólico y el poder
real pasa al primer ministro, líder real de la mayoría parlamentaria.

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