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Lucas. 4-18
EL OPRESOR
Bíblicamente hay 3 enemigos directos del creyente (el diablo 1 Juan 3.8 , la carne Rom
7.7-25 y el mundo 1 Juan 4.3-5); aquellos que producen, incitan y proveen para el pecado.
Sin embargo el mayor enemigo es el diablo quien encabeza este trío de maldad. Al
estudiar con respecto a la obra del enemigo nos damos cuenta que él se entromete en
todo a fin de alejar al hombre de Dios.
Pablo claramente dice que nosotros no debemos ignorar las maquinaciones del
diablo (2Cor 2.11), a continuación una serie de acciones que comete el enemigo en
contra nuestra:
● Aflige a los justos; Job 1.12
● Tiene autoridad sobre el mundo: Luc.4.6
● Ciega el entendimiento: 2 Cor.4.3-4
● Contiende con los santos: Ef. 6.12
● Calumnia a los Justos: Job. 1.9-11
● Causa enfermedades: Job 2.7
● Acusa y se opone a los Justos: Zac.3.1
● Tienta a los hijos de Dios: Mat 4.1
● Saca la buena semilla: Mat.13.19
● Siembra Cizaña: Mat. 13.38-39
● Arruinar el alma y cuerpo: Luc.9.42
● Miente: Juan.8.44
● Se interpone en nuestro caminar: 1 Tes.2.18
● Incita al pecado: Juan.13.2; 2 Cro. 21.1
● Cual león, hace presa a los hombres que devora: 1 Ped. 5.8
● Engaña al hombre a través de:
✔ Promesas Falsas: Gen.3.5
Ahora bien, los medios por los cuales, acomete en nuestra contra están muy bien
descritos en la palabra de Dios, el incita nuestra carne (Juan 13.2), a través del mundo que
nos rodea, las tentaciones no llegarían a nuestra vida si no recibiéramos información del
mundo exterior. El mundo está gobernado por el diablo, y hablamos en términos
espirituales, ya que es satanás quien domina el corazón de las personas que no siguen el
camino del evangelio; al ser esto una realidad, entonces es lógico pensar que todo el
sistema de este mundo esta incitado por satanás para engañar y corromper aun a los
escogidos (Mateo.24.24), si le fuera posible.
El pecado entró a la humanidad debido a la influencia del diablo, y desde entonces
el pecado se convirtió en las cadenas que atan a la humanidad sin Dios (Juan 8.34
Prov.5.22, 2 Pedro 2.19).
LAS CADENAS
El origen del pecado no estuvo en el hombre, sino en el diablo (1 Jn. 3:8). Fue
introducido en el mundo por el hombre, entrando también la muerte como su pena (Ro.
5:12). El «pecado original» es un término teológico que puede ser usado para describir el
hecho de que todos los seres humanos han heredado una naturaleza pecaminosa de Adán,
que cayó en pecado por su transgresión.
Los principales términos usados para «pecado» en el NT son «hamartia»,
«hamartêma» y «hamartanõ», desviación de un curso recto; «transgresión» es
«parabasis», «parabatês» y «parabainõ», cruzar o esquivar un límite.
En efecto, el pecado no es la mera infracción de la Ley, 1 Jn. 3:8 según este pasaje,
sino el rechazo de la voluntad de Dios, el vivir a espaldas de Dios, la disposición mental
que lleva al pecador a hacer la propia voluntad en oposición a la de Dios.
De ahí la distinción que se hace entre «pecado» y «transgresión», siendo esto
último la infracción de un mandamiento conocido. Desde Adán a Moisés, los hombres «no
pecaron a la manera de la transgresión de Adán», pero sí que pecaban, y murieron por ello
(cfr. Ro. 5:14). A Adán se le había dado un mandamiento concreto, el cual desobedeció;
pero de Adán a Moisés no fue dada ninguna ley en concreto, y por ello no había
transgresión; sin embargo, sí había pecado en el sentido propio del término, tal y como se
ha definido, y fue el pecado lo que provocó el diluvio. La misma distinción es la que está
involucrada en Ro. 4:15: «Porque la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay
transgresión.» Puede haber pecado, no obstante, y se declara que «los que sin ley han
pecado, sin ley también perecerán» (Ro. 2:12).
LAS CONSECUENCIAS
La condenación del pecado es inevitable y terrible. Según la Ley, «la paga del
pecado es la muerte» (Ro. 6:23). Esta muerte y juicio se extienden a todos los hombres,
por cuanto todos han pecado (Ro. 5:12); El hombre está muerto en Sus delitos y pecados
(Ef. 2:1).
La universalidad del pecado es evidente. Ya de principio, el hombre posee una
naturaleza heredada que lo inclina al pecado (Sal. 51:7; 58:4; Jb. 14:4). Todo nuestro ser
está contaminado por el mal: nuestros pensamientos, acciones, palabras, sentimientos,
voluntad (Gn. 6:5; 8:21; Mt. 15:19; Gá. 5:19-21; Ro. 7:14-23); no existe un solo ser humano
que sea justo ante Dios (1 Ro. 8:46; Pr. 20:9; Ec. 7:20; Is. 53:6; Ro. 3:9-12, 23; 1 Jn. 1:8;
5:19), con la sola excepción de Aquel que apareció para quitar el pecado (He. 9:26; cfr. 1
Jn. 3:5), Aquel que «nunca hizo pecado, ni se halló engaño en su boca» (1 P. 2:22),
Jesucristo.
LA Libertad en Cristo
Lucas. 4-18
Jesús lee lo que para nosotros corresponde a Isaías 61.1
Análisis de Isaías 61.1
Según lo que relata Isaías, parte del ministerio del Mesías era proclamar libertad,
ahora bien, Jesucristo confirma que fue en ese instante donde él cumplió esa palabra y no
en el regreso de los cautivos a Israel. Es sencillo deducir esto, ya que Isaías usa dos frases
que aunque son similares no representan lo mismo.
“Apertura de cárcel a los presos (Hebreo: asar signf: aprisionar, arrestar, atar, cárcel,
cautivo, )”. Refiere directamente a personas que están destinadas a ocupar solo un espacio
determinado, sin salir de él. (Lucas usa la palabra “confinado”), en este caso una cárcel.
“Libertad a los cautivos” (Hebreo: shabá: cautivar) en comparación a Lucas 4.18
“cautivo equivale a “A poner en libertad a los oprimidos”;”.
Esto indica que los Israelitas fueron libres del cautiverio físico de Babilonia, pero no
fueron libres de la opresión del pecado. Jesús afirma que la profecía se cumple en él ya
que es Jesús mismo quien traería la libertad plena a la vida de quienes recibieran su
mensaje, las buenas nuevas. Es Jesús quien sana a los quebrantados de corazón, porque
para eso no hay medicina.