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La Pedagogia Catequistica
La Pedagogia Catequistica
IMPRIMATUR
I.S.B.N.:84-88118-07-4
D.L.:M-30308-96
IMPRIME : LETTERGRAF,S.L.
2
PRESENTACIÓN
El Instituto Internacional de Teología a Distancia le ofrece el texto de La Pedagogía
Catequística, de la especialidad Catequética del Plan de Formación Sistemática.
Es un material de estudio y de trabajo con el mismo esquema didáctico que los otros
textos del Plan de Formación Sistemática; dividido en unidades didácticas, cada
unidad está compuesta por presentación, objetivos, contenido, resumen global del
tema, ficha de lectura y actividades.
Cordialmente.
3
CONTENIDO DE ESTE MATERIAL DIDÁCTICO
U.D.1 La catequesis en la Iglesia 7
La confesión de la fe adulta 22
La fe adulta 26
El contenido catequético 34
El mensaje cristiano 35
La fuente de la catequesis 39
El adulto 48
Tipología de adultos 61
La catequesis de adultos 74
4
La catequesis de adultos: actividad eclesial 87
Evolución física 95
Evolución intelectual 97
Evolución afectiva 98
La preadolescencia 137
5
SIGLAS
AA = Apostolicam actuositatem
Ad = Ad gentes
CA = Catequesis de adultos
CC = La catequesis de la comunidad
CD = Christus Dominus
CF = El catequista y su formación
Ch L = Christifideles laici
DM = Dives in Misericordia
DV = Dei Verbum
EN = Evangelii Nuntiandi
GE = Gravissimum educationis
GS = Gaudium et Spes
LG = Lumen Gentium
RH = Redemptor hominis
SC = Sacrosanctum Concilium
6
UNIDAD DIDACTICA 1
LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA
En esta primera unidad didáctica tratamos de situar la catequesis dentro del
conjunto de la vida y de las acciones pastorales de la iglesia.
- La catequesis en la Iglesia
- El lugar de la catequesis dentro de la vida de la Iglesia.
7
La Palabra de Dios no solo da origen a la Iglesia, sino que la edifica y la hace crecer (cf.
Hch 6,7; 12,24; 19,29). La Iglesia se edifica y se desarrolla en la medida en que la Palabra
de Dios reside en ella abundantemente (cf. Col. 3,16).
Las formas básicas del ministerio de la Palabra son: el primer anuncio, la catequesis y la
homilía. No son las únicas, pero sobre ellas descansa, fundamentalmente, el anuncio y la
transmisión de la Palabra de Dios que habita en la Iglesia.
Como forma del servicio de la Palabra, la catequesis queda necesariamente marcada por
el carácter de eclesialidad de la palabra y de la fe, existiendo siempre la mutua dependencia
entre Iglesia y catequesis.
8
La iglesia es destinataria, igualmente, de la catequesis. Esta no se dirige exclusivamente a
las personas en su singularidad, sino que considera a toda la Iglesia como destinataria
verdadera y propia de su acción. La catequesis es, en efecto, “la forma de acción eclesial
que conduce a la madurez de la fe, tanto a las comunidades como a cada fiel.” (DCG. 21).
La catequesis no es solo una acción de la Iglesia y para la Iglesia, sino que es, igualmente, o quizá,
por ello mismo, una tarea necesaria y prioritaria dentro de la Iglesia.
“Cuando más sea capaz la Iglesia, a escala local o universal, de dar la prioridad a la catequesis –por
encima de otras iniciativas cuyos resultados pueden ser más espectaculares- tanto más la Iglesia
encontrará en la catequesis una consolidación de su vida interna, como comunidad de creyentes, y
de su actividad externa como misionera. En este final del siglo XX. Dios y los acontecimientos, que son
otras tantas llamadas de su parte, invitan a la Iglesia a renovar su confianza en la acción catequética
como una tarea absolutamente primordial de su misión (CT. 13)
Por ello, la Iglesia “es invitada a consagrar a la catequesis sus mejores recursos en hombres
y energías, sin ahorrar esfuerzos, fatigas y medios materiales, para organizarla mejor y
formar personal capacitado. En ello no hay mero cálculo humano, sino una actitud de fe”
(CT.15)
En los momentos actuales, en los que la Iglesia quiere impulsar una nueva evangelización,
la catequesis adquiere una importancia prioritaria para que esta acción evangelizadora
renga sólidos fundamentos.
9
2. El lugar de la catequesis dentro de la vida de la Iglesia
Si la catequesis es una acción de y para la Iglesia, conviene ahora situarla dentro de la vida
misma de la Iglesia para determinar mejor su función peculiar
Todos los documentos actuales sobre la catequesis (DCG, EN, CT, CC), sitúan a ésta
dentro de la misión evangelizadora de la Iglesia, como parte integrante de la misma.
“Ninguna definición parcial y fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que
comporta la evangelización si no es con el riesgo de empobrecerla e, incluso, mutilarla. Resulta
imposible comprenderla si no se trata de abarcar de golpe todos sus elementos esenciales”. EN.17
10
Etapas del proceso evangelizador
• La acción misionera que, dirigida a los no creyentes y alejados de la fe, trata de suscitar en
ellos la fe y la conversión iniciales
• La acción catequética que, dirigida a los que han optado por el Evangelio, trata de conducirles
a una confesión adulta de la fe
• La acción pastoral que, dirigida a los fieles de la comunidad cristiana, ya iniciados en la fe,
trata de que crezcan continuamente en todas las dimensiones de la misma
La acción misionera
Por acción misionera se entiende todo lo que la Iglesia vive testimonialmente, anuncia
explícitamente y hace por el hombre y su mundo, para establecer el Reino de Dios y para
que las personas den su adhesión a Jesucristo y su Evangelio.
La acción catequética
11
increencia o de la indiferencia y los que, vinculados a la comunidad cristiana, necesitan una
sólida fundamentación de su fe.
La acción pastoral
La acción pastoral es la que la Iglesia realiza con los fieles de la comunidad cristiana, es
decir, con los ya iniciados y cuya fe, por tanto, está suficientemente fundamentada. La
acción pastoral se encamina tanto a seguir educando en la fe a los fieles como hacer de
ellos miembros vivos de la vida y de la misión de la Iglesia. La acción pastoral comprende
tanto el servicio de la Palabra como la celebración de la liturgia y la acción caritativa y social.
Estas tres etapas no indican el orden riguroso y fijo que todo proceso de evangelización ha
de seguir en su desarrollo; pero si manifiestan el orden lógico de ese proceso al mostrarnos
la relación estrecha que guardan entre si las distintas acciones eclesiales. Ahora bien,
¿cómo se sitúa la catequesis dentro de este proceso evangelizador de la Iglesia?
Sin embargo la catequesis no se confunde con otras acciones que preparan (charlas,
convivencias…) o siguen a la catequesis (predicaciones, celebraciones…) (cf. CC. 30-35).
La catequesis se sitúa entre la actividad misionera, dirigida a los no creyentes, y la acción
pastoral, dirigida a los fieles cristianos y tiene como tarea preparar para una participación
adulta en la comunidad cristiana a todos los que se han convertido inicialmente al
Evangelio.
Todas las acciones del proceso evangelizador de la Iglesia contribuyen, de alguna manera,
a educar en la fe, es decir, a hacer madurar la fe de los cristianos.
12
Esta educación se realiza por medio de múltiples formas y en ámbitos muy diversos: la
predicación, la catequesis, la celebración litúrgica, la acción de los cristianos en el mundo,
la enseñanza de la teología, etc. Todo en la Iglesia, sus diferentes acciones, sus tomas de
postura o su propia configuración, educa en la fe a los cristianos..
La catequesis es una forma peculiar de educación en la fe con una función propia que la
distingue de las otras modalidades del ministerio de la Palabra.
Para evitar esta confusión conviene ahora referirse a otras formas de ministerio de la
Palabra que guardan con la catequesis una especial vinculación: primer anuncio, homilía,
formación cristiana de adultos, enseñanza religiosa escolar, teología, etc.
13
La formación cristiana de adultos en los movimientos y las asociaciones apostólicas
representan una formación subsiguiente a la catequesis, de carácter más permanente y
más orientado a la finalidad específica que se persigue en esos grupos cristianos.
14
LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA
Ficha de lectura:
Actividades.
15
UNIDAD DIDACTICA 2
IDENTIDAD DE LA CATEQUESIS
En la unidad anterior hemos tratado de situar a la acción catequética dentro del proceso
total de la evangelización. En ésta vamos a profundizar en el carácter propio de la
catequesis, considerada en si misma analizando su peculiaridad específica.
Por esto, es necesario que nos preguntemos: ¿qué es catequizar auténticamente?, y que
nos esforcemos en responder a este interrogante. Para ello, vamos a detenernos en la
concepción de la catequesis propuesta por la exhortación apostólica “Catechesi Tradendae”
de Juan Pablo II.
16
1. Carácter propio de la catequesis
Después de citar a la catequesis en la misión evangelizadora de la Iglesia y de realizarla
con las múltiples acciones educativas de la fe, vamos a ofrecer una síntesis sobre el
carácter propio de la catequesis. Será otro eslabón más de nuestra reflexión sobre la
identidad.
Juan Pablo II señala en la Exh. Ap. Catechesi Tradendae que no quiere dar una definición
rigurosa y formal de la catequesis, ya que esta tarea está suficientemente ilustrada en el
Directorio general de la Catequesis, y compete a los especialistas enriquecer cada vez
más su concepto y articulación (CT. 18). Sin embargo, la descripción que da la catequesis
es sumamente rica y permite delimitar bien su carácter propio.
La catequesis no es una mera instrucción doctrinal, sino una acción educativa de la fe.
La forma peculiar de la educación de fe de la catequesis, consiste en garantizar “una
iniciación cristiana integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana” (CT. 21).
17
La catequesis educa al hombre entero (CT.20), para que se vea impregnado por la Palabra
de Dios, hasta “alcanzar el fondo del hombre” (CT.52); y educa en todas las dimensiones
de la fe: conversión a Dios, conocimiento del mensaje, moral evangélica, vida comunitaria
y acción apostólica: “la catequesis ilumina y robustece la fe, anima a la vida con el espíritu
de Cristo, lleva una consciente y activa participación del misterio litúrgico y alienta a una
acción apostólica”. (GE. 4; Cf. CC.132).
La catequesis se dirige también a todos los cristianos (Cf. CT.35-45): “en la Iglesia de
Jesucristo nadie debería sentirse dispensado a recibir la catequesis, pues la iglesia es a la
vez la gran catequesis y la gran catequizada” (CT.45).
“Aunque todas las edades de la vida son sujetos directos de catequesis, “hay un momento del
proceso cristiano que necesitan una particular atención, como los de la iniciación cristiana, la
adolescencia, elección de estado y otras circunstancias de mayor relieve en la vida personal “
Sin embargo, el proceso catequético debe tener siempre un principio y un fin en la vida del
cristiano. (Cf CC.101). Este no puede verse sometido a una constante iniciación
catequética, aunque sí debe estar en un proceso permanente de educación en la fe, a través
de las otras formas de acción pastoral de la comunidad cristiana, que tiene carácter estable,
para alimentar permanentemente la fe de los cristianos.
18
• Una enseñanza sistemática, no improvisada, siguiendo un programa que le
permita llegar a un fin preciso.
• Una enseñanza elemental que no pretenda abordar todas las cuestiones
disputadas ni transformarse en investigación teológica o en exegesis científica.
• Una enseñanza, no obstante, bastante completa, que no se detenga en el primer
anuncio del misterio cristiano, cual lo tenemos en el kerigma
• Una iniciación integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana” (CT.21)
“Vigilen atentamente que se dé con todo cuidado a los niños, adolescente, jóvenes, e, incluso a los
adultos la instrucción catequética que tiende a que la fe, ilustrada por la doctrina, se haga viva,
operativa, explicita y activa en los hombres, y que se enseñe con el orden debido y método
conveniente, no solo con respecto a la materia que se explicita, sino también a la índole, facultades,
edad y condiciones de vida de los oyentes, y que esta instrucción se fundamente en la Sagrada
Escritura, tradición, liturgia, magisterio y vida de la Iglesia.” CD: 14
Todas las consideraciones que hemos hecho hasta ahora se refieren a la catequesis
sistemática. Completándola, se encuentra la llamada catequesis ocasional, que se realiza
con ocasión de determinados acontecimientos de la vida personal, familiar, social o eclesial
(Cf. DCG.96). la catequesis ocasional participa de la noción de catequesis, porque, aunque
referida a u tema en concreto, lo trata con cierta sistematicidad, desarrollando sus diferentes
aspectos, aunque ambas modalidades –sistemática y ocasional- no se deben identificar sin
más (Cf. CC59-67).
19
IDENTIDAD DE LA CATEQUESIS
• Para entender, celebrar y vivir el Evangelio del reino, al que han dado su adhesión;
• Para participar activamente en la realización de la comunidad eclesial;
• Y el anuncio y difusión del Evangelio.
Ficha de lectura:
Actividades:
20
UNIDAD DIDACTICA 3
En esta unidad didáctica damos un paso más y nos preguntamos cuál es la finalidad última
de toda actividad catequética. Hablar de finalidad es hablar, sobre todo, de las tareas que
la catequesis tiene que desarrollar para cumplir su originalidad propia.
Siguiendo las directrices del Sínodo sobre la catequesis, señalemos dos metas
fundamentales de la acción catequética: la identidad cristiana y la fe adulta. Por eso
podemos afirmar ya desde ahora que catequizar es hacer hombres cristianos, adultos en la
fe.
Este tema puede ser muy útil para que orientes toda tu activad catequética en la
consecución de este objetivo fundamental.
- La confesión de fe
- La fe adulta
1. La confesión de la fe adulta
A la hora de definir la finalidad de la catequesis nos encontramos, en las orientaciones
oficiales de la Iglesia, con descripciones que apuntan hacia aspectos diversos y, a la vez,
complementarios.
21
• Unas apuntan hacia la vinculación a Dios en Cristo: - por obra de la catequesis,
las comunidades cristianas adquieren un conocimiento más profundo y vivo de Dios
y de su designio salvífico, que tiene su centro en Cristo (DCG.21).
• Otras apuntan al cristocentrismo de la catequesis: “la finalidad de la catequesis
es…el tiempo en el que el cristianismo, habiendo aceptado por la fe la persona de
Jesucristo como el solo señor y habiéndole presentado una adhesión global con la
sincera conversión del corazón, se esfuerza por conocer mejor a ese Jesús en cuyas
manos se ha puesto” (CT.20)
• Otras destacan la eclesialidad que persigue la catequesis: “La meta de la
catequesis consiste en hacer catecúmeno un miembro activo de la vida y misión de
la Iglesia” (CC.60)
• Otras, en fin, subrayan más el aspecto confesante de la fe en medio de los
hombres: “Es en el mundo (difícil) donde la catequesis debe ayudar a los cristianos
a ser, para su gozo y para el servicio de todos, luz y sal. Esto exige que la catequesis
de firmeza en su propia identidad (CT.56).
La confesión de fe destaca en toda ella la palabra creo. Con esta expresión, más que un
puro asentamiento intelectual, se expresa la entrega plena e incondicional del hombre a
Dios: la entrega del hombre a Dios, expresada en la confesión de fe, se realiza a través de
un proceso de vinculación con Jesucristo y, a partir de Él, a Dios trino, a la Iglesia y al
mundo
• La conversión al Señor
• La pertenencia a la comunidad
• El servicio al mundo 22
La conversión a Jesucristo
La conversión a Jesucristo es el objetivo básico de todo proceso catequético: “En la
catequesis lo que se enseña es a Cristo…la constante preocupación de todo catequista
debe ser la de comunicar la doctrina y la vida de Jesús” (CT.6). Por eso “la catequesis
necesariamente debe ser cristocéntrica” (DCG.40). La vinculación a Jesucristo es el centro
de todo proceso catequético y compromete el resultado final del mismo.
Por eso “no hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina,
la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios” (EN.22).
“Jesucristo – ver al cual es ver al Padre (cf. Jn. 14,19) -, con su total presencia y manifestación
personal, con palabras y obras, señales y milagros, sobre todo, con su muerte y resurrección
gloriosa de entre los muertos, finalmente, con el envío del Espíritu de verdad, completa la
revelación y confirma con el testimonio divino que vive Dios con nosotros para librarnos de las
tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna” DV. 4
Una catequesis cristocéntrica vincula necesariamente a Dios porque Jesús “habla palabras
de Dios y lleva a cabo la salvación que el Padre le confió” (DV.4). La catequesis no sólo
vincula a Dios sino que revela quién y cómo es Dios, porque Jesús se presenta no sólo
como el camino que conduce al Padre, sino como el único y definitivo rostro del Padre (cf.
Jn. 14,1-6). Detrás de su presencia y de su hacer se descubre quién y cómo es Dios
(cf.CC.178).Jesús vincula también al Espíritu Santo (cf. Jn.16-17). Él es el que llena de Dios
y habita en el corazón de los creyentes, y hace entrar en comunión con el Padre (cf. Rom.
8,16). La adhesión a Cristo introduce así en la vida trinitaria. La catequesis partiendo de
Cristo, manifiesta y educa la imagen y la vivencia del Padre y del Espíritu. Por ello, “la
estructura de todo el contenido de la catequesis debe ser teocéntrico-trinitario:
El servicio al mundo
Jesucristo nos vincula igualmente con los hombres, con quienes se identifica y a quienes
llama hermanos (cf. Mt. 25,40). La catequesis educa para esta vinculación del cristiano a
los hombres, desde la manera de ver y actuar de Jesús en favor de la persona humana. La
Iglesia continuadora de la misión de Cristo, piensa que el hombre es “el camino primero y
fundamental” de su misión (RH.14). La conciencia de esta solidaridad humana la expresa
Juan Pablo II cuando afirma que “la Iglesia se hace sierva de los hombres” (Ch. L. 39; cf.
GS.l).
“En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo
hicisteis”.
Mt. 25,40
Quienes han pasado por un proceso catequético, han unido una profunda experiencia de
iniciación en el seguimiento de Cristo mediante el cual se han adherido a su persona, han
conocido su mensaje, han adoptado su estilo de vida, se reúnen en su nombre en la
comunidad eclesial, celebran su presencia en los sacramentos, participan del espíritu
misionero y apostólico en el mundo y esperan su venida gloriosa (cf. CC.124).
24
El CDC, sintetizando las dimensiones de la formación catecúmenal que el Concilio define
en AG. 14, indica que la iniciación en el misterio de la salvación se obtiene a través de
cuatro tareas: “Por la enseñanza y el aprendizaje de la vida cristiana, los catecúmenos han
de ser convenientemente iniciados en el misterio de la salvación, e introducidos a la vida
de la fe, de la liturgia, de la caridad del Pueblo de Dios, y del apostolado” (CDC. c. 788,2).
Según esta iniciación cristiana propia de la acción catequética se realiza a través de cuatro
dimensiones o tareas:
25
La iniciación en el compromiso apostólico y misionero de la Iglesia que los cristianos
tengan “interés en dar testimonio de su fe, de transmitirla a sus hijos, de hacerla conocer a
otros, de servir de todos los modos a la comunidad humana” (CT. 24).
Esta educación del compromiso pastoral y misionero ha de acomodarse con todo cuidado
a la edad del destinatario. No podemos pedir lo mismo a un niño o a un adolescente que a
un joven o a un adulto. El realismo impone también tener muy en cuenta las posibilidades
y las circunstancias personales de cada catecúmeno.
2. La fe adulta
Como hemos afirmado anteriormente, la catequesis es un periodo intensivo y prolongado
de formación cristiana básica e integral, que favorece la verdadera identidad cristiana,
y tiene como meta última la confesión de la fe adulta.
En esta segunda parte de la Unidad vamos a describir el horizonte operativo hacia el que
debe orientarse todo proyecto catequético: LA FE ADULTA. Toda actividad catequética,
cualquiera que sea su modalidad o sus destinatarios, tiene como siempre como fin último
hacer hombres cristianos, adultos en la fe.
Pero, ¿cuáles con las características de la fe adulta? Estas características las podemos ver
y distinguir desde una doble perspectiva: la de las actitudes, que hace referencia a las
cualidades que son propias de esa fe y la determinan, y la de los comportamientos, que
denota los modos de expresión típicos de ella. A continuación vamos a presentar una breve
descripción de cada una de ellas.
Cualidades de la fe adulta
Podemos afirmar que una fe es adulta, cuando el creyente vive como:
Integrada
26
Psicológicamente fundada
Diferenciada
Esta característica se refiere a la cualidad por lo cual un hombre creyente sabe distinguir
en la fe lo esencial de lo accesorio, lo importante de lo secundario, lo inmutable de lo
sustituible, etc. Esto se llama tener una jerarquía de verdades y valores desde la que se
puede discernir los cambios y adaptaciones sin caer en el desconcierto o pérdida de la fe.
Lo contrario es una fe monolítica, que esconde muchas veces la inmadurez propia del
inmovilismo y de la intolerancia
Profundizada
“Dad culto al Señor, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os
pide razón de vuestra esperanza”.
1Pe. 3,15-17
Operativa
27
permanente de nuevos valores y estilos de vida donde expresarse. Es signo de inmadurez
la fe que se manifiesta al margen de la vida personal y social sin influjos y relaciones
mutuas.
Abierta
Muchas de las actitudes inmaduras tienen su origen en razones de tipo psicológico, como
ocurre en la religiosidad del miedo o de la compensación, otras son del orden sociológico,
como la fe que se fundamenta en el conformismo social, la herencia recibida o el apego a
una institución sin más.
Quien educa en la fe tiene que saber discernir cuál es el verdadero rostro de la fe madura
y las múltiples deformaciones a que está expuesta, para que la catequesis supere estos
condicionantes y promueve una verdadera experiencia de la fe.
Conversión
La conversión cristiana es la adhesión global al Evangelio del Reino con sus exigencias
radicales y concretas e implica:
28
La conversión es una decisión libre y personal que afecta al hombre entero y al sentido total
de su existencia; debe ser consolidada y profundizada a lo largo de toda la vida.
Conocimientos y actitudes de la fe
Por ser una forma particular de entender y enfocar la existencia y la historia humana, la fe
supone necesariamente la adquisición y profundización de conocimientos concretos. La
visión cristiana de la vida exige el conocimiento de la historia de la salvación que arranca
en el pueblo de Israel, alcanza su punto culminante en la persona de Jesucristo y se
continúa en la realidad histórica de la Iglesia. No se puede dar una fe adulta que prescinda
de un conocimiento profundo de todas estas realidades.
“Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es
semejante. Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los
cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero
no pudo destruirla por estar bien edificada. Pero el que haya oído y no lo haya puesto en práctica
es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió el
torrente y, al instante, se desplomó y fue grande la ruina de aquella casa”.
Lc. 6,47-49
29
Algunas formas de vida pueden señalarse como elementos fundamentales de esta fe:
A lo largo de esta segunda parte hemos descrito el horizonte de la fe adulta hacia la que
tiende toda acción catequética. Ahora vamos a concluir señalando algunas ideas básicas
en relación con todo lo expuesto anteriormente:
30
TAREAS DE LA CATEQUESIS
La catequesis tiene como finalidad la confesión de la fe. Esto quiere decir que, a través de
ella, se realiza:
Las tres dimensiones (teologal, eclesial y diaconal) forman parte integrante de una finalidad
de la catequesis, y si implican mutuamente. El cristiano se encuentra en la catequesis con
Dios en la Iglesia, y en una Iglesia enviada al mundo para anunciarle – con palabras y con
obras- la salvación. La confesión adulta de la fe vincula a Jesucristo y, a partir de Él, a Dios
Trino, a la Iglesia y al mundo (cf. CA. 133-135).
Cualidades de la fe adulta:
• Integrada
• Psicológicamente fundada
• Diferenciada
• Profundizada
• Operativa
• Abierta
Ficha de lectura
31
Conferencia del Episcopado Mexicano, Santo Domingo, IV Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano, México, 1992, nn. 239
Actividades:
1. Lee los nn. De los documentos de las lecturas recomendadas en esta unidad
didáctica y haz un comentario con palabras personales sobre ella y lo que descubres
como más significativo para tu vida personal y de la comunidad.
2. Trata de contrastar las cualidades de la fe adulta, tal como las hemos estudiado en
el texto, con la realidad de tu vida personal y pastoral y señala cuál o cuáles de ellas
resultan más difíciles de conseguir y por qué.
32
UNIDAD DIDACTICA 4
EL CONTENIDO DE LA CATEQUESIS
“Siendo la catequesis un momento o un aspecto de la evangelización, su contenido no
puede ser otro que el de la evangelización: el mismo mensaje –Buena Nueva de la
Salvación – oído una y mil veces y aceptado de corazón; se profundiza incesantemente en
la catequesis mediante la reflexión y el estudio sistemático; mediante una toma de
conciencia, que cada vez compromete más, de sus repercusiones en la vida personal de
cada uno; ,mediante su inserción en el conjunto orgánico y armonioso que es la existencia
cristiana en la sociedad y en el mundo “ (CT. 26)
Estas palabras de Juan Pablo II nos introducen en la importante, cuestión del mensaje
revelado en la catequesis. Lo que la catequesis anuncia es la Palabra de Dios, la Revelación
de Dios al hombre, el mensaje de Salvación.
Este tema es sin duda el más importante de la catequesis. Porque es evidente que todos
los métodos, técnicas, procedimientos y materiales que se utilicen en la catequesis tiene
como meta “proponer íntegramente el mensaje cristiano” (DCG).
- El contenido catequético
- El mensaje cristiano
- La fuente de la catequesis
- La ordenación y estructura del contenido catequético
- Lenguaje y materiales catequéticos.
1. El contenido catequético
La catequesis debe favorecer la identidad cristiana de los catequizandos. Toda identidad
exige la referencia a una realidad, a un contenido concreto que determine una visión y una
postura especificas ante la vida.
Para que la catequesis contribuya a crear la identidad cristiana, es necesario, por tanto, que
ofrezca un contenido concreto y explicito desde el cual cada persona y grupo humano
puedan configurar su propia personalidad de creyentes.
33
Una catequesis que favorece la identidad cristiana, como señala el Sínodo de los Obispos,
exige, por su propia naturaleza, un contenido. Sin una proposición de fe, sin un mensaje
claro y asequible, la acción catequética está llamada al fracaso.
El contenido educativo abarco no solo el mundo de las ideas y de los saberes, sino también
el mundo de los valores, las actitudes y los comportamientos. De este modo, el contenido
de la educación queda ensanchado y enriquecido.
• Integra
• Nuclear
• Significante
• Gradual
• Globalizada
“A fin de que la oblación de su fe sea perfecta, el que se hace discípulo de Cristo tiene derecho a recibir
la “palabra de la fe” no mutilada, falsificada o disminuida, sino completa e integra, en todo su rigor
y su vigor. Traicionar en algo la integridad del mensaje es vaciar peligrosamente la catequesis misma
y comprometer los frutos que de ella tienen derecho a esperar Cristo y la comunidad eclesial”
CT.30
34
El Concilio Vaticano II habló sobre “el orden o jerarquía en las verdades de la doctrina
católica” (UR. 11), que la Iglesia siempre reconoció al confeccionar los Símbolos o
compendios de las verdades de fe. Pero no significa que unas verdades pertenecen a la fe
menos que otras, sino que algunas son principales e iluminan a las demás (DCG.43).
La catequesis tiene que intentar volver a ofrecer unos contenidos de fe que, sin ocultar nada
de lo esencial, sean realmente básicos y fundamentales para vertebrar la personalidad del
hombre creyente de hoy.
El mensaje cristiano debe ser representado siempre como Buena Nueva que da sentido a
la vida de cada persona, a los acontecimientos sociales y a la historia humana en su
conjunto. Sólo desde la perspectiva es como la fe puede presentarse como palabra
novedosa y fuerza transformadora para el hombre y su mundo.
Los diversos elementos que integran el mensaje cristiano son todos interdependientes y
necesarios, aunque no todos igualmente importantes. Todos forman un conjunto armónico
y globalizado en torno al hecho fundamental del Misterio revelado, que es Cristo.
2. El mensaje cristiano
Vistos los criterios generales sobre el contenido catequético, parece necesario preguntarse
¿cuáles son los principales elementos del mensaje cristiano? No queremos hacer una
enumeración de los mismos, sino señalar únicamente algunas sugerencias que deben
tenerse en cuenta especialmente hoy día.
Cuando Pablo VI se planteó este tema señaló como “en el mensaje que anuncia la Iglesia
hay ciertamente muchos elementos secundarios, cuya presentación depende en gran parte
de los cambios de circunstancias. Tales elementos cambian también. Pero hay un
contenido esencial, una substancia viva que no se puede modificar ni pasar por alto sin
desnaturalizar gravemente la evangelización misma” (EN.25). Y a continuación desarrolla,
en un amplio capítulo, el contenido del mensaje de la evangelización y de la catequesis
(EN. 26-39).
35
A ese “contenido esencial, substancia viva” el mensaje cristiano hará referencia Juan Pablo
II en la Catechesi tradendae, señalando que “es necesario para la catequesis misma tener
presente cada uno de los elementos y la síntesis viva en que ellos han sido integrados
(CT.29), y pasará luego a desarrollar brevemente, los “principales elementos a no olvidar”
en la catequesis (CT.29). Esta brevedad se debe a que el Papa remite, como exposiciones
amplias, al referido capítulo de la Evangelii nuntiandi y al Directorio General de la
Catequesis, donde – dice – los “elementos principales del mensaje cristiano están
expuestos de manera más sistemática todavía, junto con la norma del contenido esencial
de la catequesis” (cf.DCG.47-69).
El cristianismo expresa su identidad confesando que Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre,
es el don del amor de Dios para la salvación del mundo. Ser cristiano equivale a aceptar la
Persona de Cristo como Hijo de Dios y Salvador y decidirse a seguirlo.
La catequesis ha de afirmar la condición de Jesús como Hijo único de Dios y como hombre
verdadero.
La fe cristiana confiesa que el Padre entregó a la muerte a su Hijo Jesús por nuestros
pecados, inaugurando con ello el tiempo del perdón y la gracia.
Jesús murió por su fidelidad al mensaje del Reino de Dios que proclamó durante su vida y,
llevado por ultimo de su amor a todos los hombres, dio libremente la vida por sus hermanos
y amigos (Jn. 10,1-18).
La catequesis ha de presentar tanto las causas históricas del proceso y muerte de Jesús
como la dimensión teológica de la muerte de Jesús por nuestros pecados (Rom. 4,25)
36
Dios Padre resucitó a Jesús
El tema de la resurrección de Jesús, como suceso real que ha entrado en nuestra historia,
tiene que ocupar en la catequesis el lugar central de la presentación del mensaje cristiano.
A través de las palabras, de las acciones y de toda la vida de Jesús, el cristiano descubre
quién y cómo es Dios: Padre, rico en misericordia, que vence el mal a fuerza de bien y
muestra su justicia amando preferentemente a los débiles, enfermos y pecadores.
La catequesis debe presentar el verdadero rostro de Dios tal como nos ha sido desvelado
en Jesucristo. Dios debe aparecer siempre como el verdadero centro de la existencia del
Hombre. Jesús es el camino que nos conduce al conocimiento del misterio de Dios vivo:
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Jesús, el Hombre Nuevo, nos revela en sí mismo lo que es el hombre: “En realidad, el
misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado” (GS. 22).
Jesús nos descubre que el hombre, herido en su integridad desde sus orígenes, sólo puede
ser libre por la gracia salvadora.
La catequesis ha presentado la condición del hombre salvado por Dios y las exigencias
morales, personales y sociales ante la vida y el mundo, exigidas por el Evangelio.
Jesús resucitado envía el Espíritu de Dios para conducir a los discípulos a la plenitud de la
verdad que Él reveló con sus hechos y palabras. El Espíritu hace fructificar en los cristianos
las actitudes de Jesús hacia el Padre y hacia los hermanos. El Espíritu, bajo el signo de la
obediencia y de la cruz, anticipa ya la libertad de los hijos de Dios y la gloria del mundo
futuro (Rom. 8,18-30).
37
Dios Padre congrega a su Iglesia en Jesucristo por el don del Espíritu.
La Iglesia, nacida del amor de Dios Padre y don del Espíritu, vive en la historia humana
como la comunidad socialmente estructurada de los creyentes en Cristo. Los cristianos
confesamos el Símbolo que la Iglesia es una, santa, católica y apostólica.
La Iglesia realiza su misión esencial, que es la evangelización de todos los hombres, por
medio de la predicación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el desarrollo de
los carismas y de los misterios y la acción de los cristianos en el mundo.
Ninguna acción catequética puede prescindir hoy de las grandes directrices para la Iglesia
contenidas en las constituciones “Lumen Gentium” y “Gaudium et Spes” del concilio
Vaticano II.
La comunidad cristina es pera la consumación de este mundo, los cielos nuevos y la tierra
nueva en que habita la justicia (2Pe. 3,13). En aquel día, “Dios lo será todo para todos”
(1Cor 15,28).
Los cristianos preparan la llegada de la plenitud del Reino, cooperado con todos los
hombres en la humanización de la vida y de la historia y en la construcción de una sociedad
más justa, más libre y más pacífica.
La catequesis, al tratar las realidades últimas, ha de subrayar la seriedad del destino final
del hombre y su carácter trascendente. Al mismo tiempo, ha de afirmar que la espera del
mundo nuevo no debe amortiguar sino avivar el interés de perfeccionar este mundo y de
humanizar la sociedad entera.
38
Con esta síntesis básica del mensaje cristiano, el hombre creyente va estructurando su
personalidad y su vida de relación con los demás, con la misma Iglesia, con la sociedad y
con el mundo.
Se trata, pues, de una visión orgánica y significativa del proyecto salvador de Dios en Cristo
para todas las dimensiones fundamentales de la vida humana.
En este aparato solo hemos enunciado los grandes titulares del mensaje cristiano. Los
volúmenes dedicados al Mensaje los desarrollará ampliamente; con ello adquirirás una
síntesis básica y significativa de la fe cristiana y te capacitarás para realizar mejor tu trabajo
catequético.
3. La fuente de la catequesis
“La catequesis extrae siempre su contenido de la fuente viva de la Palabra de Dios trasmitida
mediante la Tradición y la Escritura, dado que la Tradición y al Escritura constituye el depósito sagrado
de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia (…). Hablar de la Tradición y de la Escritura como fuentes
de la catequesis es subrayar que ésta ha de estar totalmente impregnada por el pensamiento, el
espíritu y actitudes bíblicas y evangélicas a través de un contacto asiduo con los textos mismos; y
también recordar que la catequesis será tanto más rica y eficaz cuanto más lea los textos con la
inteligencia y el corazón de la Iglesia y cuanto más se inspire en la reflexión y en la vida dos veces
milenaria de la Iglesia. La enseñanza, la liturgia y la vida de la Iglesia surgen de esta fuente y conducen
a ella bajo la dirección de los Pastores y concretamente del Magisterio doctrinal que el Señor les ha
confiado” CT.27
39
La Palabra de Dios
Dios se reveló en el pasado “por obras y palabras intrínsecamente ligadas” (DV.2). Esta
Revelación la recoge y proclama la Sagrada Escritura y la Tradición (CT. 27-28). Por eso,
“el mensaje revelado de la catequesis lo encontramos como en su fuente principal y
constitutiva en la Palabra de Dios escrita y transmitida por la Tradición” (DCG. 45). La
Sagrada Escritura leída en la Iglesia es la fuente primera y principal de la catequesis.
La Palabra única y definitiva de Dios se nos ha revelado en y por Jesucristo (HB 1,1-4). Por
eso, la dimensión cristológica de la Palabra de Dios en la catequesis es fundamental y
decisiva.
Nadie posee en exclusiva esa Palabra, ni nadie puede servirse de ella. Todos los miembros
de la comunidad cristiana están llamados a testimoniarla con audacia y a servirla a través
de funciones diferentes. Todas las acciones pastorales de la Iglesia: “la enseñanza, la
liturgia y la totalidad de la vida de la Iglesia surgen de esta fuente y conducen a ella bajo la
dirección de los pastores y concretamente del magisterio doctrinal que el Señor les ha
confiado” (CT. 27).
La comunidad eclesial
40
División basada en las virtudes teologales
Esta división es la más tradicional, y según los autores arranca de San Agustín. Es seguida
en los Catecismos de S. Pedro Canisio, S. Roberto Belarmino Astete, Ripalda, Mons. Casoti
y S. Pío X (1905). El esquema es el siguiente:
• Fe (Credo)
• Esperanza (Oración)
• Caridad (Mandamientos)
• Sacramentos
• La vida cristiana: pecados, virtudes, vicios, etc. Forman en varios catecismos un
complemento o tratado que sigue al de los sacramentos.
Otros catecismos, en cambio, como el de Deharbe, San Pío X (1912), Catecismo Nacional
Español (1962) consideran el fin del hombre, que es servir a Dios, cumplir su voluntad y
conseguir la vida eterna. Para alcanzar este fin se requiere creer, observar los
mandamientos; emplear los medios de santificación. La división de la materia se hace
fundamentalmente alrededor de tres partes;
• Dogma (Credo)
• Moral (Mandamientos)
• Medios para adquirir la gracia: Los Sacramentos como causa instrumental y la
oración como medio impetratorio
Este núcleo central ha sido calificado por el Cardenal Josef Ratzinger, como las “cuatro
piezas maestras” de la catequesis, que son “la síntesis del material memorizable
indispensables para la fe, y que reflejan al mismo tiempo, los elementos vitales de la Iglesia:
el símbolo de la fe, los sacramentos, el decálogo y la oración del Señor. Estas cuatro
clásicas “piezas maestras” de la catequesis han servido durante siglos como elementos
estructurantes y como lugares de concentración de la enseñanza catequética, y han abierto
también el acceso tanto a la Biblia como a la vida de la Iglesia”.
El Catecismo de la Iglesia Católica (1992) tiene por fin presentar una exposición
orgánica y sintética de los contenidos esenciales y fundamentales de la doctrina católica
tanto sobre la fe como sobre la moral, a la luz del Concilio Vaticano II y del conjunto de la
41
Tradición de la Iglesia. Sus fuentes principales son la Sagrada Escritura, los Santos Padres,
la Liturgia y el Magisterio de la Iglesia y está destinado a servir “como un punto de referencia
para los catecismos o compendios que sean compuestos en los diversos países (Sínodo
de los Obispos 1985, Relación final II, B, a, 4). Se inspira en la gran tradición de los
catecismos, los cuales articulan la catequesis en torno a cuatro “pilares”; la profesión de fe
bautismal (el Símbolo), los Sacramentos de la fe, la vida de fe (los Mandamientos), la
oración del creyente (el Padre Nuestro).
Los que por la fe y el Bautismo pertenecen a Cristo deben confesar su fe bautismal delante
de los hombres (cf. Mt. 10,32; Rom.10,9). Para esto, el catecismo expone en primer lugar
en qué consiste la Revelación por la que Dios se dirige y se da al hombre, y la fe, por la
cual el hombre responde a Dios (Primera sección). El Símbolo de la fe resume los dones
que Dios hace al hombre como Autor de todo bien, como Redentor, como Santificador y los
articula en torno a los “tres capítulos “de nuestro Bautismo – la fe en un solo Dios: el Padre
Todopoderoso, el Creador; y Jesucristo, su Hijo, nuestro Señor y Salvador; y el Espíritu
Santo, en la Santa Iglesia (Segunda sección).
La segunda parte del catecismo expone cómo la salvación de Dios, realizada una vez por
todas por Cristo Jesús y por el Espíritu Santo, se hace presente en las acciones sagradas
del liturgia de la Iglesia (Primera sección) particularmente en los siete sacramentos
(Segunda sección).
La tercera parte del catecismo presenta el fin último del hombre, creado a imagen de Dios:
la bienaventuranza, y los caminos para llegar a ella: mediante un obrar recto y libre, con la
ayuda de la ley y de la gracia de Dios (Primera sección); mediante un obrar que realiza el
doble mandamiento de la caridad, desarrollado en los diez Mandamientos de Dios
(Segunda sección).
La última parte del catecismo trata del sentido y la importancia de la oración en la vida del
creyente (Primera sección). Se cierra con un breve comentario de las siete peticiones de la
oración del Señor (Segunda sección). En ellas, en efecto, encontramos la suma de los
bienes que debemos esperar y que nuestro Padre celestial quiere concedernos..
42
El lenguaje catequético
Por eso, la catequesis debe utilizar un lenguaje significativo para que los cristianos puedan
reformular y expresar su fe de una manera más vital y comprensible.
El proceso que el lenguaje básico de la catequesis recoja todas las formas del lenguaje de
la Biblia y de la tradición y sea presentado en forma de síntesis accesible al hombre de hoy.
Relacionado con el lenguaje catequético está el tema de los materiales catequéticos, que
son los instrumentos imprescindibles para poder realizar el acto catequético
adecuadamente.
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• Su adecuación para una catequesis activa, grupal, inductiva, que responda a todas
las dimensiones del hombre y esté abierta a los diversos lenguajes.
• Su adaptación a las posibilidades reales de los catequistas de nuestras
comunidades.
EL CONTENIDO DE LA CATEQUESIS
El contenido catequético abarca el conjunto de verdades, valores, actitudes y pautas de
conducta que integran la totalidad del mensaje cristiano al servicio del hombre en su
totalidad: inteligencia, afectividad y operatividad.
• La Palabra de Dios
• La comunidad eclesial: Liturgia, Santos Padres, Magisterio
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Ficha de lectura
Actividades
1. Haz una ficha o esquema de los núcleos del Mensaje cristiano en el documento
de los Obispos Españoles de la lectura recomendada. “La catequesis de la
comunidad.
2. Acércate a tu Parroquia o comunidad cristiana, elige uno de los procesos de
catequesis: niños, jóvenes o adultos y examina los contenidos que ofrecen y si,
al menos en síntesis, están presentes los grandes núcleos del mensaje cristiano.
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Catequesis de Adultos
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UNIDAD DIDACTICA 5
EL ADULTO Y SUS CARACTERISTICAS
Todo educador que ha de asumir la tarea de formar adultos cristianos, más tarde o más
temprano se llega a plantear la pregunta: ¿Quién es un adulto? ¿Cuáles son sus
características específicas: psicológicas, sociales y religiosas, que lo distinguen de otras
edades de su vida?
Desde el punto de vista social, dirigimos la atención a nuestra sociedad actual que presenta
unos rasgos especiales del cambio y transformación que repercuten en la conducta moral
y religiosa de las personas y la llevan a plantearse el sentido mismo de la vida y de la fe.
Ante esta situación social e influenciados por ella, los hombres adultos de nuestro tiempo
ofrecen una gama plural de opciones ante la religión y la fe y que podríamos concretar en
diversas tipologías de adultos: no bautizados, bautizados no practicantes, bautizados
practicantes y militantes cristianos.
- El adulto
- El adulto desde la psicología
- El adulto desde nuestra sociedad
- Tipología de adultos
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1. El adulto
Concepto de adulto
Al tratar de delinear las características del adulto, la primera dificultad que se presenta es
la de precisar y definir qué es un adulto.
Autonomía propia
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En definitiva, todos los autores coinciden en que el adulto es aquel individuo que posee un
nivel suficiente de desarrollo de los diversos componentes de la personalidad. Se admite
comúnmente que no todo los adultos alcanzan este nivel de desarrollo a la misma edad. En
casos normales coinciden con la inserción plena y estable en el trabajo, en la sociedad y
en propio estado de vida.
Perspectiva psíquica
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Teniendo en cuenta el factor de integración, podemos distinguir cuatro agrupaciones de
características para identificar al hombre adulto, según se acentúen uno u otro de los
elementos estructurales innatos al hombre.
Esta opinión se centra sobre el concepto de adulto en base a la integración armónica de los
diversos componentes del temperamento. Considera que hay que alcanzar:
- Con el mundo: alcanzar una síntesis que dé una respuesta para cada
acontecimiento.
- Con el yo: autodominio, responsabilidad alcanzada por la autonomía de juicio,
integración de la libertad con los principios
50
- Con los demás: saber considerarles como otros “yo”, responsables, miembros con
los que convivo.
La integración armónica del adulto debe abarcar todas las áreas de la personalidad
humana: las estructuras del temperamento, las diversas zonas de la propia psique, los
valores de la actividad personal, las facultades y los planos de proyección. Por ello, el adulto
maduro se caracteriza por su equilibrio, independencia, síntesis personal y progreso
en la vida.
Junto a todos estos elementos positivos de la madurez psicológica ideal aparecen posibles
bloqueos o desajustes.
Perspectiva cognoscitiva
Adulto, a nivel cognoscitivo, es el individuo que posee una capacidad de conocer la realidad con
madura reflexión, abstracción y alcance experimental.
Sin embargo, el hombre de hoy ha invertido la teoría del conocimiento, que de especulativo
ha pasado a ser experimental. Hay mayor sensibilidad y apertura del hombre actual ante
aquellos procesos cognoscitivos que le ponen en contacto directo con las realidades y no
por medio de la abstracción
Además ha crecido la conciencia científica. Es una postura que valora mucho el dato
objetivo. Critica todo ante el campo de lo real. De esta misma inclinación nace la sistemática
crítica ante cuanto trasciende lo experimental.
El adulto tiene hoy un modo particular de conocer la realidad, caracterizado por la crítica
positiva o negativa, la sobrevaloración de lo experiencial y el predominio del conocimiento
científico y tecnológico.
Perspectiva social
El hombre vive en una sociedad. Sus relaciones con los demás individuos puede alcanzar
diversos grados de madurez. La madurez en orden social depende del desarrollo de estos
elementos:
51
Valoración de las cosas y su funcionalidad: el individuo comparte los bienes de la comunidad y
debe saber valorar las cosas que condivide con los otros.
Convivencia armónica y eficiente: debe convivir con los demás evitando el aislamiento y el
dejarse arrastrar por las masas
Sin embargo, hoy se encuentra presionado por la movilidad de su vida, el influjo de fuerzas
narcotizantes y gregaristas, y la masificación urbana. Pero también se siente impulsado por
los medios de comunicación social al encuentro y estima de los demás. Esta doble fuerza
disgregadora produce un diverso grado de madurez en los sujetos. Algunos se encuentran
catapultados hacia el egoísmo y aislamiento, y otros se ven impulsados por el compromiso
y servicio.
Perspectiva religiosa
El adulto puede alcanzar la madures psicológica, la madurez cognoscitiva y la social; pero
puede, al mismo tiempo, no ser adulto en su perspectiva religiosa. Esto puede obedecer a
factores propios de la originalidad de la experiencia religiosa y también a factores
coyunturales de esta época. Vamos hacer, simplemente, una reflexión para conocer cómo
son hoy religiosamente los adultos.
El hombre adulto actual presenta una mezcla muy variada de tendencias. En él predominan
el racionalismo, el materialismo, la inclinación a sumar eclécticamente todo lo que le parece
válido y también gran indiferencia religiosa.
Todos estos factores deben tenerse muy en cuenta respecto a la madurez religiosa,
considerando que la mentalidad del hombre condiciona la escucha y acogida inicial del
mensaje cristiano. El adulto, a diferencia del niño, no sólo ignora comúnmente las verdades
de fe, sino además posee prejuicios y errores adquiridos por las experiencias vividas.
Sector de ignorancia.
Existen sectores de adultos que sitúan ante el hecho religioso (cristiano) conservando:
52
- Ideas y comportamientos religiosos que no tocan las áreas ordinarias de la vida
(trabajo, dinero, sexo, relaciones, etc.), aunque mantienen actos religiosos
ordinarios.
- Ignorancia casi total y prácticas religiosas más o menos fielmente observadas.
- Ciertos tabús: incomprensibles leyes que por su moralismo bloquean una fe más
coherente y personal.
Sector de increencia
Existen otros grupos de adultos que se sitúan ante el hecho religioso desde una postura
de:
- Indiferencia
- Increencia
- Agnosticismo
- Ateísmo teórico o práctico
Sector de coherencia
La personalidad adulta perfecta no existe. Lo que aquí presentamos es, más bien, un ideal.
Sin embargo, es necesario conocerlo y reflexionar detenidamente para tender hacia él.
53
Este tema es también importante porque la personalidad adulta humana es el substrato
habitual donde puede y debe arraigar la madurez cristiana, que es el objetivo básico de
toda actividad catequética.
54
Un adulto maduro es, pues, quien llega a ser capaz de superar la tendencia egoísta de
querer tener para sí y exclusivamente todas las cosas. La cualidad propia del adulto maduro
es el desinterés, mediante el cual se vuelve capaz de sacrificarse a sí mismo por el bien de
los demás.
Tiene una relación emocional que podemos llamar simpatía que le hace respetar y apreciar
la condición humana en todos los hombres, huye de la murmuración y de todo intento de
dominar a los demás, incluso dentro de su propia familia. La persona madura posee
tolerancia y estructura democrática del carácter.
“El adulto sabe realizar un verdadero don de sí mismo, manifestado particularmente en los lazos
íntimos que establece con sus pariente, cónyuge, hijos o amigos para que puedan extenderse más
allá de este círculo limitado. Este continúo compartir con los demás, no implica ninguna mengua
de sí mismo, no es para el adulto un empobrecimiento ni una amenaza para su persona, sino que,
por el contrario, es un enriquecimiento y una realización esencial” (Osterrieth).
55
El adulto maduro necesita igualmente sentirse necesario y la madurez necesita poder
guiar y alentar aquello que ha producido y que debe cuidar. La “generatividad” es, por tanto,
en esencia, la preocupación por establecer y guiar a la nueva generación.
“El adulto joven está ansioso y dispuesto a fundir su identidad con la de los otros. Está preparado
para la intimidad, esto es, capacidad para entregarse a afiliaciones y asociaciones concretas y
para desarrollar la fuerza ética necesaria para cumplir con tales compromisos cuando éstos
puedan exigirle sacrificios significativos”
Erikson.
El adulto inmaduro, como el niño, reacciona a los contratiempos con accesos del mal humor
o irritación; se queja, culpa a los otros, se compadece de sí mismo. En cambio, el individuo
maduro tolera la frustración. Si ha cometido un error o una falta sabe reconocerlo y
aceptarlo. Espera el momento oportuno, busca un medio de sortear los obstáculos y, en
caso necesario, se resigna ante lo inevitable. El individuo maduro ha aprendido a vivir sus
estados emocionales de modo que no le conduzcan a actos impulsivos ni perjudiquen a
otros.
Una personalidad adulta es aquella que sabe mantenerse en un campo realista, de manera
que le es dado calcular las posibilidades de una tendencia o la necesidad de ser satisfecha,
conforme a las circunstancias de tiempo y lugar. Por ello, es signo de madurez el saber
renunciar a la satisfacción de una tendencia, cuando se llega a constatar la posibilidad de
su realización, evitando al mismo tiempo refugiarse en deseos ilusorios o vías indirectas de
compensación.
“La verdadera madurez implica capacidad para experimentar emociones y sentimientos, y para
expresarlos adecuadamente, para no rechazar su aportación fecunda y dinámica, sin dejarse, no
obstante, sumergir por su violencia.
La persona madura posee disposiciones que conducen a la verdad en mayor grado que las
personas inmaduras. El individuo maduro no tuerce la realidad para acomodarla a sus
fantasías o necesidades. Ve los objetos, a las personas y las situaciones tal como son.
Nunca se encuentran personas maduras que no posean aptitudes orientadas a la solución
de problemas ante los que se encuentran.
La persona madura, además de visión relista, posee capacidad para perderse a sí misma
en la realización del trabajo. Es capaz de olvidar los impulsos egoístas de la satisfacción de
los instintos, el placer, el orgullo y la defensa, durante largos periodos de tiempo, mientras
está absorta en su tarea.
La personalidad madura posee, pues, una buena capacidad razonadora, mediante la cual
aporta precisión, coherencia, orden y sistema al curso de sus pensamientos, dirigidos
objetivamente hacia el mundo. Los juicios precipitados y los razonamientos superficiales se
oponen a la imagen de una personalidad madura. Por el contrario, la personalidad madura
posee autonomía de pensamiento, por lo cual mantiene una sana actitud crítica frente al
juicio, opiniones y actitudes de los demás.
El adulto también es realista en el sentido que trata de aceptar a los demás tal cual son,
admitiendo que sean distintos de él.
Muchas personas no llegan adquirir una sólida unidad entre su personalidad debido a
engañarse respecto a sí misma. Desde este punto de vista, la tarea más importante que
tiene ante sí todo hombre es la de descubrir ¿quién soy yo? Cuando esta pregunta es
respondida satisfactoriamente, se ha alcanzado una nueva unidad y la madurez de la
personalidad.
57
Se ha comprobado también que las personas poseen un buen conocimiento de sí mismo
son mejores jueces de los demás.
Asimismo la persona madura posee un profundo sentido del humor, que le hace capaz de
sonreír de todo lo que ama, incluyendo su propia persona, sus actos y conquistas. De aquí
que la personalidad madura evita toda afectación, en su conducta, toda “pose” destinada a
hacer resaltar sus propios valores, valores que ella misma no toma muy en serio
precisamente porque se conoce.
Sin embargo, este sentimiento del propio valor no debe corresponder a un retrato narcisista
de sí mismo, sino derivarse del rendimiento objetivo de su vida según todo lo que es capaz
de realizar en su profesión y en su relación con los demás. Una tal personalidad posee
sentido del humor en tanto es capaz de considerar las cosas con arreglo a su importancia,
sin dejarse engañar por apariencias impresionables. El humor, como síntoma de madurez
es esencialmente crítico y elimina toda exageración y toda ilusión que el hombre pueda
hacerse de sí mismo y del mundo (Lersch)..
“Contrariamente al niño, el adulto no se considera todo poderoso; sabe que es un ser limitado. No
tiene necesidad de engañarse a sí mismo en cuanto a sus móviles y sus intenciones, ni de
engrandecerse a sus ojos y a los ojos de los demás, con toda clase de mecanismos de defensa más
o menos engañosos. Trata de tomar distancia respecto de sí mismo y de verse objetivamente; se
critica y sabe reírse, aceptarse tal cual es, sin satisfacción ingenua u orgullosa”. (Osterrieth)
La vida de todos los individuos está siempre orientada u orientada por una o varios
objetivos. Cada individuo tiene una razón por la que vive, un propósito principal que da
unidad a su vida y a su conducta.
Nuestra cultura moderna se caracteriza por dos factores determinantes: la confianza en la razón
y el deseo de libertad. Junto a estos factores hay una realidad de relación entre las personas
ampliada y potenciada por los medios de la comunicación social
La confianza en la razón
La ciencia y la técnica suponen un bien para las personas, ya que nos estamos beneficiando
de sus resultados. Pero, al mismo tiempo, se presentan como una amenaza, ya que existe
el riesgo de absolutizarlas de tal manera que se planteen como antagonistas con la fe y
caer en la tentación de querer ser como Dios. Los avances y logros que deban servir a
la persona, pueden transformarse, en ocasiones, en una amenaza contra la persona misma
y contra la naturaleza.
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Una civilización del consumo.
El deseo de libertad.
La libertad es condición necesaria para que una persona o grupo social realice su proyecto
personal. Es buena esa conquista de la libertad, tanto en individuos como en pueblos. Pero,
con frecuencia, el hombre moderno, cae en un individualismo, que le aísla del ambiente
social y lo aleja de los problemas de los demás.
En el orden religioso una libertad mal entendida y absolutizada corre el riesgo de considerar
el rechazo de Dios como condición indispensable para conseguir la libertad, el progreso y
la felicidad.
Este pluralismo, con lo que supone de cambio profundo respecto a nuestra cultura marcada
por las tradiciones hondas, ha incidido en las creencias y prácticas religiosas, sobre todo
de los adultos que vivían una religiosidad poco personalizada.
Pero ese pluralismo está teniendo una parte positiva: está siendo ocasión de que muchas
personas personalicen la fe y hagan una opción más libre y profunda.
Esta crisis ha repercutido también en los valores de todo tipo y, debido a ello, el hombre
moderno puede vivir un vacío de sentido, tiende a privatizar la fe y a construirse su
propia moral, normalmente fragmentada: liberal en unos aspectos y puritana en otros.
60
La importancia de los medios de comunicación social.
Los medios de comunicación social (TV, prensa, radio…) juegan un papel decisivo en la
configuración de esta nueva cultura. Hay quienes consideran que son el elemento más
determinante para cambiar las mentalidades. Nuestra civilización es llamada la civilización
de la imagen. Este mundo de los mass-media ha hecho mundo una aldea cercana y
conocida por todos. El que tiene los medios de comunicación tiene un “poder” sobre los
demás… Ante este poder y su influencia, solamente un sentido crítico y una gran capacidad
de selección dejan a la persona libre y con posibilidad de optar con objetividad.
Todos estos factores tan complejos que han quedado expuestos, presentan un desafío
radical para la fe cristiana. En épocas pasadas, la evangelización de la Iglesia tenía que
enfrentarse a aspectos más bien parciales de la doctrina. Hoy es lo central del Evangelio
lo que está afectado. La nueva evangelización no se circunscribe a aspectos periféricos de
la fe, sino a lo nuclear: el sentido de Dios y el sentido del hombre.
Esto estimula y casi obliga a presentar los diferentes tipos religiosos del adulto, es decir,
siguiendo un criterio teológico, y que pasamos a exponer en el apartado siguiente, después
de presentar los tipos de adultos según el criterio de la edad,
Conocer y valorar toda esta variedad tipológica del adulto tiene una importancia decisiva
para la acción catequética y, por tanto, para el educador de la fe. No podemos programar
una catequesis para un grupo de militantes cristianos del mismo modo que lo podemos
hacer para un grupo de adultos no bautizados. No será igual el método que utilicemos con
adultos de la tercera edad que con jóvenes matrimonios cristianos.
La gran variedad de tipos de adultos debe ser para el catequesis una ocasión más para
desarrollar su creatividad catequética y conectar con la realidad tal como es. Por ello, debe
conocer los diferentes tipos de adultos, valorar las características propias de cada hombre
adulto, y saber programar adecuadamente la acción catequética en función del destinatario.
61
Otras circunstancias que diferencia a los adultos es la edad. Entre otras posibles
calificaciones, J. Colomb establece tres categorías fundamentales de adultos según la
edad: etapa de la edad adulta (25.40), etapa de la madurez (40-65), etapa de la vejez (65
años en adelante).
• Edad de la lucha
Si la razón domina sobre las pasiones, si rigen las motivaciones espirituales, no lo consigue
sin esfuerzo. Mejor dicho, es la edad del esfuerzo espiritual, continuo, cotidiano,
reconocido como norma y natural; tiene un sentido, que ha adquirido del esfuerzo, la
disciplina, el sacrificio. El adulto sabe que no solamente debe “crearse”, sino también
“salvarse”.
Esta lucha no se resuelve en un instante; prosigue a través del tiempo, ya que el espíritu
del hombre se va haciendo a través de ese mismo esfuerzo. El adulto está también
plenamente comprometido en el combate entre el ideal y lo real; hacer lo imposible a
partir de lo posible. De un golpe, debe adquirir el sentido del mal, de la cruz y saber
integrarlos a su acción. Es humilde, ni idealista ni pesimista. Debe aceptar sus límites e,
incluso, utilizarlos: ser paciente y tenaz, emprender la lucha después de los fracasos. Es
capaz de saber que en cuanto deja de luchar, la espiritualidad de su acción decae.
El adulto, por el hecho de actuar por reflexión, por ser capaz de superar e integrar sus
frustraciones, y por el hecho de que su actividad está encuadrada en un marco social, tiene
cierta estabilidad; se puede confiar en él. Su vida no es como la del adolescente, una serie
62
de secuencias bastante diversas, sino un film donde una intención profunda, a través de
diversas situaciones exteriores, realiza la unidad. Al ser plenamente consciente de su
pasado y de sus proyectos, se compromete personal y completamente en la acción, y no
por capricho momentáneo.
De esta forma, edifica su ser social al mismo tiempo que constituye las sociedades en las
que el ser social se desarrolla; construye poco a poco su hogar, es decir, no socialmente
su aspecto material –las condiciones materiales-, no solamente los miembros del hogar y
su educación, sino, sobre todo, la actitud espiritual, el amor oblativo concreto que es su
fuente.
Construye su vocación social; no solo se labra una situación profesional estable que trata
de mejorar, sino que es capaz de participar en el deseo de civilización y de cooperar en su
realización. Nada de lo humano puede resultarle extraño. Es capaz de asumir los complejos
sociológicos y de las circunstancias que condicionan al hombre, y de actuar a su mismo
nivel para santificarlos o adaptarse a ellos. Así actúa, según su propia situación, en los
sindicatos con su voto, en los diversos grupos o movimientos en los que “milita”.
El hombre ha llegado por fin a la cima de su curva biológica; no teniendo más fuerzas
para continuar el ascenso, aún conserva las suficientes para mantenerse y reafirmar su
63
ETAPAS DE LA VIDA ADULTA SEGÚN BROMLEY
1° Etapa: Comienzos de la edad adulta (21 a 25 años): Esta etapa está caracterizada por el acceso a la
edad legal de madurez y a la responsabilidad económica, la consecución del derecho al voto en la mayor
parte de la naciones – hoy se ha adelantado en muchos sitios a los 18 años – el matrimonio y la
paternidad o maternidad, el ingreso en la vida profesional y la plena participación en las actividades
sociales adultas.
2° Etapa: Edad adulta media (25-40 años): Se consolidan los roles sociales y profesionales. Se produce
una declinación ligera de las funciones físicas y mentales.
Se observa una relativa estabilización a nivel material y en el campo de las relaciones sociales.
3° Etapa: Edad madura (40ª 55 años): Se caracteriza esta etapa por el mantenimiento de los roles
sociales y profesionales, la separación de los hijos y la disminución de las actividades sexuales.
Algunas mujeres reanudan sus actividades profesionales al disminuir sus obligaciones familiares.
Continúa la disminución de las capacidades físicas y mentales.
4° Etapa: Edad de pre-retiro (55 a 65 años): Continúa la disminución de las actividades sexuales y la
declinación de las capacidades físicas y mentales. Los intereses se vuelven menos intensos.
En algunos casos se consigue cierto éxito en las funciones de autoridad y en otros cierta
despreocupación por los asuntos profesionales y sociales.
“sentirse más pronto fatigado”, se recupera con mayor dificultad, pierde rapidez y
flexibilidad. Especialmente es el fin del poder procreador. En consecuencia, disminuye el
ardor por construir y las ansias de lucha (aparte la sobreexcitación defensiva, de la que
hablaremos), y se ve la realidad tal como es, pero con otros ojos.
Ahora el hombre conoce demasiado los límites humanos, sus propios límites. El carácter
absoluto de la actividad tiende a desaparecer: la “juzga” frente a frente y descubre sus
limitaciones. Se han evaporado sus ilusiones: la vida ha perdido su novedad. La juventud
entraba en un mundo de exaltantes posibilidades; ahora las mismas “realidades”
desaparecen. La juventud sabía admirar; ahora se sabe medir.
El crecimiento del “yo social” se detiene, ya llegó a la meta; no llegará más lejos; el obrero
sabe que ya no será director de fábrica; el capitán sabe que se jubilará como comandante;
el padre y la madre conocen los problemas que les plantean sus hijos; las dificultades, la
oposición encontrada han delimitado el éxito. Por otra parte, surgen nuevas generaciones
con nuevos aportes; se empieza a no comprender bien a los jóvenes, pronto habrá que
dejarles el lugar.
64
ideal soñado; aún y tal vez mucho más, si uno ha hecho grandes esfuerzos. No somos
mejores que nuestros padres.
Comprendemos que ese sentido de los limites, ese sentido de una actividad en el mundo,
que había constituido la edad adulta y que se nos comienza a escapar, puede ser la fuente
de una profunda crisis, cuyos peligros y riquezas profundas debemos descubrir; crisis de
certeza en cuanto a las opciones y principios que han guiado nuestra vida, y que puede ser
el medio de alcanzar una certeza más alta y más espiritual.
Como en toda crisis, aparecen peligros y tentaciones. Estas últimas, preparadas durante
largo tiempo, ya no son quizá para muchos tentaciones sino terribles realidades. Pero,
frecuentemente la misma acción y el sentimiento de estar en plena forma, impedían verlo
con toda claridad. Ahora hay que mirar la realidad cara a cara. Frente a las perspectivas en
vista, uno siente más a menos aquella especie de movimiento de retroceso que sentía el
niño al dejar la seguridad de la infancia por la incertidumbre de la adolescencia.
Uno se siente tentado a instalarse como cualquiera que ya “ha llegado” y a quien no le
queda ningún esfuerzo por hacer. Lo que es válido para la situación social lo es igualmente
para el pensamiento; podemos también “llegar”, instalarnos en las ideas, en su síntesis y
detener así el progreso en la vida espiritual.
Si uno sucumbe a estas tentaciones, termina con la juventud de corazón, es decir, con el
poder de admiración, de buscar lo nuevo, de renovarse y de crear; todo lo cual podría
vivirse, no con la exuberancia y la disponibilidad indeterminada de otras etapas, pero al
65
menos con una actividad concreta siempre en tensión hacia lo mejor, en la esperanza y la
alegría.
Pero toda crisis anuncia, exige y hace posible un nuevo equilibrio, superior y más
íntegramente humano, la crisis de la “edad critica” debe engendrar en el hombre maduro
un “adulto” humanamente más perfecto.
Crisis que nos impulsa, ante todo, a reflexionar; el primer esfuerzo, por tanto, es un esfuerzo
del espíritu, un esfuerzo de reflexión para situarnos en el mundo de manera real. Como
decía un obrero: necesitamos descubrir en qué consiste la condición humana.
Esta reflexión nos permitirá aceptar a los hombres y las cosas tal como son; tomar las
cosas en su justa medida, no la de nuestra subjetividad de adolescente, ni la de nuestra
voluntad de adulto; sino la que da la sabiduría. En suma, tendremos una mirada y una
actuación más objetiva y, por tanto, más válidas y duraderas. Aceptación de las imitaciones,
de las faltas, de los desórdenes de la vida y de los hombres, no se trata del hastío de la
acción y de la vida pues durante mucho tiempo todavía, aunque quizá con otro ritmo,
tendremos una actividad en el mundo; más bien se trata de un cierto retroceso en cuanto a
la acción y el mundo que permite la purificación de la acción y también la humanidad y la
verdadera paz interior. La fidelidad ya no esta tan favorecida por la generosidad y la
audacia; consiste en el coraje del deber cumplido. Se es hombre de experiencia y el hombre
de experiencia; y el hombre de experiencia tiene “carácter”.
Hasta aquí, durante la edad madura, hemos visto cómo la acción y el yo social podían
aceptar el yo total, en detrimento de las exigencias del yo espiritual. Ahora que la acción
exterior o al menos su absolutismo, desaparece, podemos distinguir la actividad
exterior, de la misma persona; el Facere (el exterior de la acción) y el Agere (el interior
de la acción); podemos adquirir un nuevo sentido de la persona, del verdadero yo y de sus
exigencias. Puede desarrollarse una nueva afectividad; el sentido de lo humano. Y saber
mejor dónde se encuentra la verdadera grandeza, los valores que han guiado nuestra
acción en la edad madura, si han podido subsistir, se han decantado y reafirmado. Las
cosas importantes son cada vez menos. Uno se vuelve capaz de sentir necesidad de una
espiritualidad autentica y un sentido de lo absoluto que no se confunde con lo relativo.
De esta edad son los mejore jefes; el sentido de lo humano y de las propias debilidades,
una mayor imparcialidad en los juicios – consecuencia de la desaparición de ambiciones
inquietas-, la tranquilidad frente a los fracasos individuales y parciales, ayudan a utilizar la
66
autoridad al servicio de las personas. Y, lejos de detener la ambición de los jóvenes, se
procura integrarlos y formarlos para que puedan desarrollarse y llegar a ser, a su vez,
buenos dirigentes.
Nos encontramos frente a la muerte. A los cuarenta años uno sabe que ha de morir, pero
la muerte tiene un aspecto abstracto o metafísico; ahora adquiere una presencia biológica.
Ahora, frente a la muerte, hace falta ver si la vida puede conservar o aumentar un sentido
positivo, si el sentido de la muerte puede iluminar la vejez y colocarla en equilibrio nuevo
y superior.
Desde el punto de vista biológico, únicamente la vida del anciano no tiene ningún sentido
hacia el futuro (la misma memoria, que es preparación a la acción adaptada, desaparece).
En este plano el anciano no espera ya nada, o tan sólo la muerte. Para él el tiempo se
refugia en el pasado; su pensamiento se proyecta en el pasado, vive en el pasado.
Se agarra a la vida y a sus riquezas, es testarudo y tirano para probarse a si mismo que
todavía es joven. Critica a los jóvenes y a todo lo nuevo. Todo lo más acepta lo inevitable;
¡ya he hecho lo que tenía que hacer! (que por otra parte puede tener un sentido de fe).
Pero, ¿qué sucedería si el anciano se sitúa frente a la muerte tal como le pide la fe?
Entonces el anciano no mira esencialmente al pasado sino al futuro; o mejor dicho, ya que
el futuro no promete nada, su vida transcurre bajo el signo de una esperanza espiritual que
incluye y asimila la muerte solamente como un paso hacia la vida; el objetivo de su espera
67
es el infinito. la Eternidad. La muerte le abrirá la puerta en el momento preciso, pero su
fijación es secundaria; la esencial es la intención y el amor a Dios.
El anciano se entrega con pasividad espiritual en manos de Dios, el abandono en Dios será
su actitud profunda. Por ello, la vejez es signo de la presencia de Dios, del más allá, de la
vida de resucitados. Podemos decir que el anciano tiene en la Iglesia un papel muy
semejante al de los religiosos y religiosas. Estos dos testigos de la resurrección por libre
voluntad, aquellos por necesidad biológica (aceptada libremente). De ahí la falsedad de la
concepción de que no tiene lugar en la Iglesia.
Resulta relativamente fácil enunciar las virtudes propias del anciano que encontró su
equilibrio cristiano:
✓ La paciencia consigo mismo y con los otros tan necesaria a causa de la enfermedad
y sufrimientos, y muchas veces a causa del abandono en que se encuentran
✓ La benevolencia, opuesta a la acritud. El anciano conoce la vida, los errores y
pecados, las idas y venidas, la ingenuidad de los jóvenes que deben luchar y obrar.
Benevolencia, fruto de la experiencia humilde de sí mismo y de los otros.
✓ La oración simplificada; dando importancia a la alabanza desinteresada, a la
ofrenda. Oración por los que se encuentran bien, por aquellos que “trabajan”.
✓ Espíritu de pobreza, de desprendimiento. Aceptación de perder poco a poco
todos sus “miedos” humanos. Aceptación de la muerte como ofrenda suprema.
✓ La confianza total en Dios. Uno se apoya en su amor.
✓ La admiración: debe haber conservado la capacidad de admirar a los jóvenes, de
admirar lo nuevo que se hace en la parroquia, en la Iglesia; en esto consiste la
verdadera infancia. Admiración que se sitúa más en un plano espiritual que en un
plano sensible. Sonrientes además, ya que no son más exigentes respecto a la vida;
como quien va a partir de viaje. Pero a condición de que hayan sido más exigentes
consigo mismos que con la vida.
✓ La caridad, que sabe apartarse de los lugares de responsabilidad, que conoce el
arte de hacer pequeños servicios a su alrededor, que no quiere exigir demasiado (ni
tiempo ni cuidado); el arte de ser abuelo o abuela.
De ahí la sabiduría, que consiste en un “juicio” sobre todas las cosas, iluminado por la
muerte (la vida), que es espiritualización y desprendimiento, serenidad. Presencia del
anciano, no activa, sino irradiante.
68
En relación a la fe
Entre los no bautizados caben diversas posturas; puede tratarse de ateos, monoteístas no
cristianos y de cristianos separados. Los catecúmenos ocupan un lugar aparte, pues
aunque no están bautizados ya han optado por Cristo. Los bautizados pueden considerarse
bajo dos puntos de vista: respecto a su comportamiento o respecto al tipo de anuncio
cristiano recibido.
Si nos fijamos ahora en la finalidad que mueve a los cristianos adultos practicantes a
acercarse a la fe encontramos tres categorías: los que piden un “sentido de vida”, porque
la sociedad les ha creado una crisis de identidad; los que piden “servicios religiosos”, porque
buscan participar religiosamente en sus profundas convicciones cristianas o sus creencias
superficiales (incluso supersticiosas) o simplemente hacer actos de culto tradicionales con
ocasión de sus cronologías profanas; y también hay los que piden “conocimientos”, no solo
como una repetición de los contenidos y términos conocidos, sino como profundización de
los que nunca han abarcado totalmente.
Si ahora tenemos en cuenta los adultos según el tipo de anuncio cristiano que recibieron
tenemos las siguientes categorías.
• Cristianos que necesitan un primer anuncio, porque lo han recibido sólo en parte
o incluso no lo han recibido.
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• Cristianos que han recibido y aceptado el primer anuncio, pero necesitan una
síntesis orgánica básica del contenido del mensaje para responder a las
implicaciones adultas y comprender mejor las fórmulas.
Los adultos pueden diferenciarse, por tanto, según criterios teológicos, por su relación a la
fe, por su relación con la Iglesia o por su ubicación pastoral. Es evidente que cada adulto
ofrece una posibilidad inmensa de condicionamientos varios según diversos grados de
participación en los tres criterios anotados. Resulta así patente que los adultos presentan
una gran heterogeneidad como destinatarios de la fe.
70
El adulto y sus características
El término “adulto” procede del verbo latino “adolescere”, que significa crecer, y quiere decir
el crecido, el que ha terminado de crecer o de desarrollarse.
Adulto es aquel hombre que ha alcanzado la madurez, entendida ésta como la plenitud y la
armonía en el desarrollo de las capacidades humanas.
En nuestra sociedad actual hay dos factores que determinan la cultura moderna: la
confianza en la razón y el deseo de libertad. Estos factores hacen aparecer unos rasgos
típicos de nuestra sociedad, que repercuten la vida moral y religiosa del hombre de hoy.
Estos rasgos podemos concretarlos en:
Todos estos factores y rasgos tan complejos presentan un desafío radical para la fe
cristiana. Está en juego lo central del Evangelio: el sentido de Dios y el sentido del hombre.
71
Existen diferentes tipos de adultos desde una perspectiva religioso-cristiana: No bautizados
y bautizados (no practicantes, practicantes y militantes… asociados en movimientos
apostólicos, responsables de servicios pastorales integrados en la estructura parroquial,
integrados en comunidades de base…)
Cada tipo de adulto ofrece características peculiares y deben ser tratados pastoralmente
de manera diferenciada
Ficha de lectura
Actividades
1. Haga un esquema de lo estudiado en esta unidad sobre el concepto del adulto y sus
características psicológicas.
2. Trate de observarse personalmente y a algunas personas adultas de su alrededor y
descubra si están presentes esos rasgos y cuál o cuáles de ellos están
3. Haga una ficha de los rasgos más característicos de nuestra sociedad estudiados
en esta unidad didáctica y contraste con su realidad-ambiente, tratando de descubrir
cuál de ellos está más presente o tiene mayor incidencia en los adultos que conoce.
4. Exprese qué le ha aportado esta unidad: a) a su vida personal; b) a su experiencia
personal
72
UNIDAD DIDÁCTICA 6
A su vez, la finalidad y los objetivos indican el camino para presentar el contenido de la fe,
necesario siempre para una identidad cristiana.
Los objetivos que los contenidos vienen “exigidos” por la situación de las personas y su
nivel de fe en el ambiente social y eclesial en que viven y la importancia y atención que les
presta la misma comunidad cristiana en su acción pastoral.
73
Una nueva evangelización para una nueva cultura
Ante esta novedad cultural, es preciso impulsar una nueva evangelización que nace
como exigencia del propio Evangelio, pero que se ve urgida por las circunstancias y
tensiones contradictorias que se dan en la cultura contemporánea.
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La catequesis de adultos dentro de la oferta catequizadora de la Iglesia
Como ya hemos afirmado, al principio de esta unidad, la Iglesia necesita reavivar sus raíces
cristianas para afrontar con decisión y esperanza los retos del futuro. La catequesis de
adultos proporciona a los cristianos la base necesaria para dar testimonio del Evangelio en
el mundo y pone los fundamentos de la renovación de las comunidades cristianas.
Los adultos son el eje gravitatorio de las acciones de la Iglesia, cuando se propone una
nueva evangelización. Las razones parecen evidentes:
(D.C.G.20)
Algunos provienen del contexto pastoral donde se sitúan las comunidades cristianas, y
otras, del adulto mismo. Pasamos a enumerarlas y describirlas brevemente.
75
Respecto a las dificultades que proceden de las propias comunidades cristianas podríamos
indicar:
Los problemas mayores para la catequesis de adultos provienen de los propios adultos y
su situación. Pasemos a tratar algunos:
Sin embargo, debemos señalar las posibilidades que facilitan la catequesis de adultos,
provenientes de la misma sociedad secularizada.
76
✓ La soledad honda de muchos adultos, agravada por el sentimiento de pérdida
de valores.
✓ La necesidad de expresar las vivencias más profundas y festejar los grandes
momentos de la existencia a través de ritos, por lo que la catequesis de adultos
debe estar en contacto con los encuentros presacramentales.
✓ La preocupación de los padres por la educación de los hijos, que les provoca
la necesidad de una preparación moral y religiosa.
La catequesis de adultos debe mantener como fin último y común a todos los destinatarios
la confesión adulta de fe. Pero debe, además acentuar su perspectiva de la fe más
apropiada según la situación y las necesidades de los destinatarios concretos.
Este proceder pastoral permite establecer el fin de la catequesis del adulto según:
De esta forma cada adulto puede ser situado, al inicio de la catequesis, en las etapas
correspondientes a su nivel en el desarrollo en la fe, en las circunstancias propias de su
edad y en contexto social propio de esta época.
Etapas de la fe
El fin de la catequesis de adultos es la fe según las diversas etapas que recorre cada
cristiano en su despertar y desarrollo en la fe: recepción del kerigma, conversión, catequesis
básica, profundización del mensaje y progresiva maduración. A estas etapas corresponden
diferentes niveles de integración del cristiano con su fe. Cada individuo las recorre de una
forma y en un tiempo diverso. El fin de la catequesis de adultos debe ser, pues, la fe bajo
la perspectiva correspondiente y apropiada a cada etapa.
77
profundización en la fe y para el cristiano militante la progresiva maduración cristiana. Sería
por tanto, un error reducir el fin de la catequesis de adultos a una solo perspectiva de fe.
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Etapas Iniciación Profundización Mantenimiento
(Catecúmenal) Consolidación
79
Etapas de la edad adulta
A la hora de seleccionar los objetivos catequéticos específicos para los adultos, también se
puede hacer desde las distintas etapas de la edad adulta, tal como ha sido descrita con
anterioridad en este texto. Teniendo en cuenta lo expuesto allí, presentamos ahora un
gráfico-síntesis con los acentos que proponemos para cada momento de la edad adulta.
Necesidades actuales
Cuando se habla del fin de la catequesis de adultos aparecen objetivos concretos que
deben alcanzarse como metas que explicitan algunos resultados particulares que han de
conseguir la acción catequética. Se trata de objetivos concretos que tienen más
consonancia con la sensibilidad teológica o cultural del hombre actual.
Enumeramos a continuación, las que nos aparecen las tres líneas fuerza que permiten la
selección de objetivos concretos para la organización y desarrollo de la catequesis de
adultos.
80
3. Los contenidos de la catequesis de adultos
Principios generales
Ha habido quien también ha tomado la profundidad del mensaje como criterio para
presentar el contenido. Así el mensaje se ha presentado unas veces con alto nivel de
investigación teológica y, otras veces, más vulgarizado.
En la actualidad es necesario hallar un equilibrio válido entre los posibles acentos que
puedan darse a los principios del contenido de la catequesis de adultos.
Enumeramos algunos principios generales que sirvan para mejor selección, organización y
programar los contenidos catequéticos en la catequesis para adultos:
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Para su presentación y desarrollo, se puede combinar esquemas metodológicos que
acentúen dimensiones antropológicas o teológicas, intelectuales o existenciales,
instructivas o vivenciales.
Núcleos temáticos
Hemos afirmado que existen diferentes tipos de adultos en la catequesis y que, por tanto,
deban darse diferentes enfoques o ponerse acentos distintos según el objetivo que se
pretenda conseguir con cada grupo de adultos.
Sin embargo, vamos a ofrecer un itinerario concreto que comprenda lo esencial del mensaje
cristiano que deba asumir un adulto medio para considerarse con una catequesis básica y
fundamental de la fe. Este itinerario recoge los elementos señalados en el catecismo de la
Iglesia católica.
Bíblico
Cristológico
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El contenido de este bloque debe incluir la presentación del origen, misterio, misión, acción
pastoral y estructura ministerial de la Iglesia.
Este bloque debe servir para educar en una visión clara e integra de la Iglesia, en orden
a conseguir un desarrollo práctico de estos cuatro aspectos
Este bloque es muy importante para el adulto de hoy, que cada vez se encuentra más
inmerso en un ambiente crítico hacia la Iglesia, no por la vía de las ideas, sino por el análisis
racional de los hechos históricos y de la realidad institucional.
El educador de adultos debe situarse a lo largo de este bloque como miembro adulto de
la Iglesia, desde la autenticidad, coherencia y el compromiso apostólico.
Sacramental
Los sacramentos deben ser presentados en la catequesis de adultos desde esta triple
perspectiva
• Dogmática
• Litúrgica
• Apostólica
El contenido de este bloque debe abarcar los siete sacramentos cristianos, dependiendo
de la situación y necesidades de los miembros del grupo catequético, la importancia y
extensión que se deba dar a cada uno de ellos.
Moral y comportamiento
En él se han de explicar también las actitudes básicas cristianas: fe, esperanza y amor; y
se ha de desarrollar el programa básico de los discípulos de Jesús expresado en las
Bienaventuranzas.
83
✓ Visión del hombre desde la perspectiva de la fe
✓ Doctrina social de la Iglesia
✓ Moral matrimonial y familiar
✓ Opción preferencial por los pobres
✓ Visión cristiana del mal y de la muerte.
La presentación temática de este bloque debe ser clara en cuanto a principios y criterios
fundamentales se refiere, sin caer en legalismos y casuísticas, propios de la antigua Ley,
sino favoreciendo la experiencia gozosa y liberadora del Espíritu del Señor Resucitado.
La preocupación fundamental de este bloque temático debe ser: conseguir que la fe creída
y celebrada sea al mismo tiempo operativa, para quienes se inspiran en ella, vivan la
felicidad profunda y sean testigos vivos ante el mundo.
Espiritual
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Objetivos específicos y contenidos de la catequesis de adultos
En nuestra sociedad actual, científica y técnica, libre y plural, se plantea a la fe un desafío
radical: el sentido de Dios y el sentido del hombre. Es necesaria una nueva
evangelización para afrontar desde la fe esa nueva situación. Esta nueva evangelización
reviste dos dimensiones:
El objetivo último de la catequesis no cambia porque sean diferentes los tipos y niveles de
los destinatarios. Aunque varíen los condicionamientos, perspectivas o acomodaciones, la
finalidad última de toda catequesis es siempre la misma: hacer personas cristianas, adultas
en la fe.
Ficha de lectura
C.E. Argentina. Felices los que creen. Librería Catequística. B.A. 1971
Actividades
85
UNIDAD DIDÁCTICA 7
EL CATEQUISTA DE ADULTOS
Con esta Unidad Didáctica terminamos el estudio sobre la catequesis de adultos. A lo largo
del texto se ha ido presentando esta actividad eclesial desde diversas perspectivas:
destinatarios, identidad, objetivos, contenidos, metodología. Ahora vamos abordar la figura
del catequista de adultos que acompaña el caminar hacia la madurez de la fe.
Todo proyecto educativo necesita personas preparadas para poder llevarlo a cabo. La
catequesis de adultos, como acción educativa, precisa educadores de la fe con una
preparación, características y comportamientos pastorales determinados para realizarla
adecuadamente.
Tan sólo recordarte que te presentamos el perfil básico del catequista de hoy,
independientemente del tipo de destinatario concreto al que se dirija. Conviene tener en
cuenta y consultar lo que se dijo y que es básico para lo que vamos exponer en la presente
unidad.
Esta tarea específica del catequista, origina unos rasgos que caracterizan su función:
86
• El catequista es un educador integral, abarca todas las dimensiones de la vida cristiana:
conocimientos, actitudes, espiritualidad, compromiso, etc. Esta educación cristiana básica
es el fundamento de toda vida creyente, que, posteriormente, podrá ser profundizada
mediante otros cauces educativos.
• El catequista de adultos facilita la vinculación con Cristo y, desde Él, con Dios, con la
iglesia y el mundo. Toda la vida del cristiano está referida a Cristo, porque “es el camino,
la verdad y la vida”. De ahí que esta tarea del catequista afecte a dimensiones profundas
de la persona, quedando está hondamente comprometida.
• El catequista de adultos mantiene una relación educativa y fraterna con los miembros de
su grupo catequético. La relación pedagógica se da junto a la relación fraterna de los que
se reconocen como hermanos, hijos de un mismo Padre y seguidores de Jesucristo, el
hermano mayor. El catequista comparte su fe madura con sus hermanos, no tanto desde
el testimonio de una perfección alcanzada, sino desde una fe sólida y unas certezas
básicas, que no excluyen la búsqueda continua.
• El catequista de adultos acompaña al grupo durante un tiempo suficientemente
prolongado, pero con un final. El catequista no puede ser considerado como el único
formador de la fe del adulto. Una vez terminado este período catequético, otros agentes
de la pastoral y miembros de la comunidad cristiana contribuirán a prolongar la formación
cristiana de los miembros del grupo catequético.
Pero la catequesis no es sólo una acción más de la Iglesia; es una tarea necesaria y
prioritaria dentro de ella: “Cuanto más capaz sea la Iglesia, a escala local o universal, de
dar la prioridad a la catequesis – por encima de otras iniciativas cuyos resultados pueden
ser más espectaculares- tanto más la Iglesia encontrará en la catequesis una consolidación
de su vida interna como comunidad de creyentes, y de su actividad externa como misionera.
En este final del siglo XX, Dios y los acontecimientos, que son otras tantas llamadas de su
parte, invitan a la Iglesia a renovar su confianza en la acción catequética como una tarea
absolutamente primordial de su misión” (CT.13).
Sin embargo, es comprensible que este servicio no sea ejercido de forma directa por todos
los miembros de la comunidad cristiana. La Iglesia confía a determinados miembros del
Pueblo de Dios la misión de catequizar.
87
Todos ellos realizan conjuntamente la tarea de catequizar, pero aportando cada cual lo
específico de su condición en la Iglesia.
Los sacerdotes
El sacramento del Orden los constituye en pastores de las comunidades cristianas y, por
tanto, “educadores en la fe” (P.O.6).por ello, es ineludible su participación en la catequesis
de adultos.
Sin embargo, esta participación puede desempeñarla desde la asunción de la tarea directa
de catequizar, hasta la animación general de la catequesis, la adecuada formación de los
catequistas y la coordinación de la catequesis con otras acciones evangelizadoras de la
comunidad.
Los seglares
Al vivir la condición secular de los catequizandos, pueden encontrar una mayor facilidad
para encarnar la transmisión del Evangelio en la vida concreta de los adultos. Por otro lado,
estos pueden encontrar en la catequesis seglar un modelo de cristiano en muchos aspectos
más cercano, en el que proyectar su futuro de creyentes.
La llamada que Dios realiza utiliza ese medio, unido a las cualidades indispensables y a la
aceptación de los pastores de la Iglesia, para convocar a personas al ejercicio del ministerio
88
catequético con adultos. Para discernir una auténtica vocación los responsables de la
comunidad eclesial tendrán en cuenta las siguientes cualidades o disposiciones (hacemos
una simple enumeración, ya que muchas de ellas han sido señaladas y comentadas)
(CF. 105)
Objetivos
89
- La profundización en la propia experiencia de la fe del catequista, que le lleve a
percibir la acción del Espíritu en la vida diaria y en la acción catequética, al tiempo
que manifiesta su surgimiento a Jesucristo en sus criterios y actitudes de vida
- La promoción de la oración personal y comunitaria, así como la celebración de
la eucaristía.
Por lo tanto debe facilitarse un ambiente de diálogo, que facilite la expresión, con un talante
comunitario. Esta característica de la acción formativa va a ser muy importante, sobre todo
en el primer momento de la formación.
Así mismo, es importante que sean sensibles ante las diversas situaciones de pobreza y
marginación, conociendo sus causas y las acciones solidarias que se emprenden para su
solución.
El catequista deberá capacitarse para utilizar una pedagogía que fomente la creatividad y
participación de los miembros del grupo catequético, al tiempo que adquieren una
formación coherente e integradora sobre la vida cristiana.
Mediante la formación se pretende iniciar a los catequistas en la pedagogía divina: del don
y del diálogo, de la encarnación y de los signos (cf. Pedagogía Catequética)
90
Desde estas actitudes educativas, el catequista deberá ir aprendiendo a dominar los
diferentes elementos del acto catequético (experiencia humana, Palabra, expresión de la
fe) y a integrarlos. Para ello debe iniciarse la práctica de la pedagogía activa que utilice los
métodos que faciliten la actividad y creatividad del adulto, así como su participación.
Cauces
Para la formación de los catequistas de adultos se abren tres cauces de formación, lejos de
excluirse, se complementan: la comunidad cristiana, el grupo de catequesis y la escuela de
catequesis.
La comunidad cristiana
El grupo de catequistas
La escuela de catequistas
La catequesis de adultos, como forma principal de la catequesis, debe estar respaldada por
toda la comunidad cristiana que confía a determinados miembros del Pueblo de Dios la
misión de catequizar. Es un servicio realizado de modo conjunto por sacerdotes, religiosos
y religiosas, seglares catequistas, en comunión con el Obispo.
Las disposiciones o cualidades del catequista de adultos son testimonio de una fe cristiana
viva, suficiente madurez, integrado a la comunidad cristiana y enraizado en un su ambiente.
91
Los objetivos para una adecuada formación del catequista de adultos son:
Los cauces de la formación de los catequistas de adultos son la propia comunidad cristiana,
el grupo de catequistas, la escuela de catequistas.
Ficha de lectura
Actividades
92
CATEQUESIS
DE ADOLESCENTES
Y JOVENES
93
UNIDAD DIDACTICA 8
EL ADOLESCENTE-JOVEN Y SUS
CARACTERISTICAS
Nos a parecido conveniente incluir la primera adolescencia (12-14 años) junto con la
infancia, presentado de forma unitaria el resto de la adolescencia y la juventud.
Podríamos definir este período como la etapa que sigue a la infancia, comienza con la
pubertad y acaba cuando la persona está integrada completamente al mundo de los
adultos. Con esta definición damos un sentido más amplio a la palabra adolescencia, para
que pueda englobar todo periodo de cambios que se realizan a todos los niveles hasta que
el joven llega a una estabilidad adulta... En cuanto a las edades, vamos a tomar como inicio
los 14-15 años, sin determinar con claridad el final cronológico de proceso, que se situará,
normalmente entre los 23 y 25 años.
• Evolución física
• Evolución intelectual
• Evolución afectiva
• Evolución social
• Evolución moral
• El adolescente-joven en la sociedad
• Factores religiosos de la juventud.
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1. Evolución física
El comienzo de la adolescencia lo suelen situar la gran mayoría de los autores en el
momento que aparecen los primeros síntomas de la pubertad. Es la etapa que se
caracteriza por un importante cambio en el desarrollo del cuerpo y de todos los órganos, y
que determina el paso de la niñez a la adolescencia.
Al término de esta evolución fisiológica el sujeto estará capacitado para ejercer la función
reproductora y habrá adquirido la apariencia correspondiente a su sexo. Este cambio va a
representar para el niño una transformación profunda de su ser y consecuentemente va a
tener unas repercusiones psíquicas muy significativas
No existe una edad concreta que señale el comienzo de estos cambios. En las niñas
suele situarse hacia los nueve o diez años, pero sin ser anormal un comienzo más tardío,
hacia los quince años; en los chicos se puede presentar con una variación de tiempo que
va desde los once años a los diecisiete, aproximadamente.
Tampoco existen límites precisos que fijan la duración y el término de la pubertad. Por
eso, todo estudio o tratamiento uniforme de los adolescentes de la misma edad es
incorrecto, pues el único punto en común que existe entre ellos es el dato cronológico.
Síntomas de su evolución
Crecimiento de la talla
El crecimiento se hace a expensas de los miembros. En los chicos crecen más de prisa los
miembros superiores, mientras que en las chicas con los miembros inferiores los que se
desarrollan primero.
En todo este proceso de crecimiento físico los factores que intervienen en su impulso y
regulación son, por una parte, un número determinado de hormonas, como por ejemplo la
somatotropa y la tiroidea, y por otra, la actividad metabólica del organismo. Tanto la
actividad hormonal como la actividad metabólica crecen notablemente durante la pubertad.
Es verdad que en el niño/a ya están presentes los órganos del adulto, incluidas las
glándulas genitales: testículos y ovarios; pero en la pubertad van a sufrir una modificación
de tamaño, e incluso de naturaleza, que va a significar para él una auténtica metamorfosis.
95
El papel directivo de esta transformación lo lleva el hipotálamo. Desde esta zona del cerebro
llega el estímulo a la hipófisis para producir las hormonas gónada-trópicas, causantes de la
maduración de las glándulas genitales. Como efecto de la corriente hormonal en el
organismo van apareciendo los indicios que manifiestan el cambio que se está operando:
Repercusiones psicológicas
A esta tensión y desasosiego interiores hay que añadir los sentimientos del temor,
angustia, vergüenza, culpabilidad que con frecuencia se apoderan del adolescente por
causa del sexo. Los prejuicios o tradiciones sin fundamento, la instrucción inadecuada o la
falta de formación juegan en este sentido un papel determinante. No hay que olvidar
tampoco las dificultades en que se encuentra el adolescente para integrar de forma
96
constructiva esta nueva energía en la sociedad que exalta el sexo de una manera
desorbitada.
2. Evolución intelectual
La llegada de la adolescencia va a suponer en el individuo un cambio radical en la forma
de pensar y razonar. Es el momento del desarrollo de los medios intelectuales que permiten
el razonamiento adulto. Este cambio, junto a la gran conmoción afectiva que acontece en
la pubertad, va a significar la separación entre los adolescentes y el niño.
Antes de los once o doce años, el sujeto sólo es capaz de un pensamiento concreto, puede
reflexionar y razonar sobre los objetivos que tiene delante de sí y que puede manipular a
su gusto. Fuera del ámbito de lo concreto y real, su razonamiento no es correcto. La realidad
de los juicios no le es accesible. En definitiva, en esa edad no se sabe manejar el mundo
de las ideas.
A partir de los once- doce años se opera el paso del pensamiento concreto al abstracto,
abriéndose así la inteligencia a todo un mundo de posibilidades que van a permitir al
adolescente su mejor adaptación al mundo. Con este cambio:
97
probar. Es la edad que gusta hacer experimentos para comprobar la verdad de un
postulado. La tendencia a la dialéctica y a la discusión, que se observa en esta edad,
además de ser una forma de mantener las propias opiniones, de afirmar la propia
personalidad y de gozar con el ejercicio del pensamiento, es el medio que utiliza
para probar la validez de otras ideas.
- El razonamiento se manifiesta como una especie de embriaguez del pensar por
el pensar, que gira en torno a sí mismo en circuito cerrado, jugando con todas las
posibilidades de las ideas en abstracto. Necesita de equilibrio y madurez; lo logrará
conforme vaya descubriendo que el pensamiento válido es el que de alguna manera
tiene aplicación a la realidad y es útil para su transformación.
3. Evolución afectiva
La afectividad del adolescente se caracteriza por una gran riqueza emotiva. Con la
frecuencia se manifiesta de forma intensa y violenta en reacciones de alegría, de
entusiasmo, de cólera, de hostilidad, etc., poco comunes en el adulto. Esta peculiar
excitabilidad hace pensar que, en esta edad, se vive un estado de inestabilidad y
desequilibrio emotivos. No es extraño, ya que el adolescente se encuentra en un proceso
de organización y asentamiento de la personalidad y lo tiene que realizar en condiciones
ambiguas.
Causas inmediatas
Las relaciones familiares y de fraternidad se van a sustituir por las del profesor- alumno,
patrón obrero, antiguo –novato, etc. la nueva situación le supondrá al adolescente una
amplitud y diversidad de relaciones para las que no está preparado. Su mundo de
expresión afectiva está vinculado a la infancia y choca con el nuevo contexto ocasionándole
una sensación de aislamiento y frustración, al no poder expresarse de forma
satisfactoria y reconocida.
Por otra parte, las nuevas posibilidades con que cuenta el adolescente con el despertar de
la inteligencia, le permiten hacer proyectos sobre el futuro, que no comprometen su
personalidad y desembocan en profundas decepciones. La causa está en que son
proyectos, resultado de juicios precipitados, poco elaborados y, sobre todo poco adaptados
a las exigencias de la realidad. Suelen tener todas las características de auténticas
ensoñaciones.
La imaginación es, sin duda, una facultad que abre el paso del más puro idealismo y es un
magnifico auxiliar en el desarrollo intelectual; pero, en esta edad, denota con frecuencia
una carencia de socialización de la afectividad y esto puede ser dañino para la persona por
el divorcio que entraña con la realidad.
Causas profundas
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Lo descrito anteriormente se puede considerar las causas inmediatas de la crisis afectiva
de la adolescencia. La verdadera raíz de esta crisis se encuentra en un conflicto más
profundo que guarda relación con el fundamento de la personalidad y la dinámica del
individuo.
En efecto, el adolescente, hacia los quince años, se encuentra con el conflicto entre las
necesidades biológicas que se derivan de su madurez sexual y la imposibilidad de
formalizar una situación que le permita el uso de esta facultad de una forma socialmente
reconocida. Más aún, cualquier satisfacción sexual va a encontrar la oposición de una
normativa que le sanciona y culpabiliza.
El desequilibrio energético que provoca esta situación tiende a nivelarse a través de fines
aceptados por el grupo; de ahí el vivo interés en esta edad por el arte, la música, la religión,
la imaginación y las manifestaciones de enorme riqueza afectiva. Pero no siempre estos
circuitos reguladores de la energía están bien organizados, con frecuencia fracasan y se
originan entonces los desbordamientos afectivos de toda especie tan conocidos en esta
edad.
La resolución de este desequilibrio afectivo se dificulta también por la situación social del
adolescente, tan sumamente ambigua. Al adolescente se le pide unas veces que se
comporte como un adulto; otras que se someta como un niño, y ninguno de los dos
comportamientos le son naturales. Los ve como una imposición y los vive como fuente de
frustración, ya que no puede adoptar casi simultáneamente comportamientos tan
contradictorios.
Hemos visto las causas de la inestabilidad afectiva del adolescente, ahora, vamos a
exponer tres aspectos íntimamente relacionados en ese mundo afectivo: la afirmación de
así mismo, la búsqueda de la identidad personal y los objetivos libidinales.
La afirmación de sí mismo
En sus relaciones con los demás existe una preocupación constante de encontrar
referencias. Es el momento de las identificaciones, es cuando el adolescente dilata su
campo de conciencia y tiende a buscar otros modelos distintos de los padres. Se puede
identificar a un héroe, a un ídolo, a su profesor, a cualquier adulto que llene sus
aspiraciones. Este estadio de identificación es una etapa necesaria.
Esta postura de repliegue sobre sí mismo es tan frecuente en esta edad por coincidir con
una de sus tendencias naturales: el narcisismo. El adolescente se complace en la propia
contemplación. Los hace a un doble nivel: el físico, cuya manifestación más notable es una
excesiva preocupación del cuerpo y un cuidado esmerado de las apariencias, y el
intelectual, que se refleja en el análisis constante de los sentimientos, ideas, recuerdos,
etc., que tiene por objeto el encuentro con uno mismo.
La evolución afectiva del adolescente va a tener como reflejo un cambio en los objetos a
los que se dirige su tendencia de placer, es decir, un cambio en los objetos libidinales. Va
100
a pasar de la fijación a la figura de la madre a la relación madura con individuos del otro
sexo.
El primer paso en esta evolución es buscar objetivos sustitutivos que conserven ciertas
características de los padres, pero que, al mismo tiempo, muestren la diferencias. Puede
ser un profesor, un sacerdote, un amigo de los padres, etc.
Más tarde se desplaza el interés hacia algún líder que encarna el ideal del yo del
adolescente y que está más cercano en ese momento que el padre.
Finalmente, el objetivo serán los mismos adolescentes, sus compañeros que comparten
con él las mismas inquietudes y problemas. Y, a través de la amistad, el adolescente se irá
orientado hacia las personas del otro sexo que será el objeto definitivo de su tendencia.
4. Evolución social
La socialización no la podemos considerar como un fenómeno que acontece al final de los
estudios secundarios. Es todo un proceso que arranca ya desde los primeros años del
individuo, tiempo en el que se adquieren las predisposiciones, y que termina en el momento
de conseguir el equilibrio entre la libertad y la autonomía personal y la necesidad de lo
comunitario. En este sentido no se puede afirmar que exista en la persona una ruptura entre
las distintas edades; existe en ella un movimiento continuo de evolución que culmina
con la plena integración en la sociedad.
101
Este deseo de independencia no es puro, se mezcla con miedo a dejar la seguridad de
la protección de los padres y de perder su afecto y aprobación. El adolescente necesita
del adulto para contrarrestar su propia inseguridad. El problema surge cuando el adulto, no
comprendiendo esta ambigüedad de sentimientos, se empeña, en su relación con el
adolescente, en mantener actitudes y comportamientos excesivamente proteccionistas o
autoritarios e impositivos, o, por otra parte, en presuponer una madurez y una
responsabilidad que no existen. Esta incomprensión va a ocasionar muchos conflictos y
hacer que la crisis de oposición y enfrentamiento no se supere con normalidad y no se
resuelva, dando como resultado unas nuevas relaciones entre padres e hijos.
En la situación de ruptura con el mundo de los adultos, las relaciones horizontales van a
tener una notable preponderancia. Los adolescentes necesitan tales relaciones como medio
de seguridad personal. En ellas va encontrar el reforzamiento de sus puntos de vista, de
sus convicciones y gustos que están en franco desacuerdo con los adultos. Le ayudarán a
su socialización gracias a los comportamientos que le exigirán. Las dos modalidades más
importantes de este tipo de relaciones son la amistad y el grupo.
Amistad
Representa un valor de alto significado para el adolescente. En ella, por la relación afectiva
que comporta, va a tener la experiencia básica de la relación interpersonal y de su
fundamento, la confianza y la comprensión mutuas. Desde un punto de vista educativo,
esta experiencia ejerce una función socializadora... a través de la amistad conocerá formas
de amor más profundas que le proporcionarán el “status” definitivo de su incorporación en
la sociedad.
Grupos
El grupo se puede considerar una realidad inesperable de los adolescentes. Rara vez los
vemos solos; de ordinario los encontramos en grupos, que, al principio, se compone por
individuos del mismo sexo, pero que a partir de los quince años se forma con chicos y
chicas.
La tendencia de los adolescentes a integrarse en un grupo es, por una parte, expresión de
la necesidad de ruptura con los grupos que ha formado hasta ahora y en los que ha
mantenido una función preponderantemente pasiva; tal es el caso de la familia, el grupo
escolar, etc.
Por otra parte, manifiesta la necesidad de buscar la seguridad que sentía en aquellos
grupos, pero ahora con personas que comparten los mismos problemas y sienten las
mismas necesidades de experimentar y desarrollar las potencialidades para vivir en
comunidad. La ayuda que encuentra el adolescente para su desarrollo en estos grupos la
podemos concretar en los siguientes puntos:
102
- Robustece el sentimiento de seguridad, de protección y de solidaridad, al
experimentar la acogida y aceptación de los otros miembros del grupo.
- Desarrolla un “status” personal y activo fundado en las propias capacidades puestas al
servicio del bien común.
- Prepara para la entrada en la vida social por la práctica de la responsabilidad en las
tareas encomendadas y por la necesidad de contemplar los intereses personales en
contexto del bien común
- Ayuda a que la emancipación de la autoridad paterna se haga sin una ruptura con todo
lo que representa norma, ya que en el grupo se ejercita la autodeterminación en la
búsqueda en común y entre iguales de la normativa que exige la vida del grupo.
- Rompe la tendencia al narcisismo, por la facilidad que da el grupo para establecer
amistades, recibir compensaciones afectivas, realizar identificaciones y ejercitar el amor
oblativo.
Estos grupos, con el paso de los años, irán perdiendo vigencia para el adolescente. El
crecimiento en madurez personal y social le hará perder interés por ellos y los irá
abandonando. Entonces comenzará a inclinarse por las amistades de tipo más
individualista y comenzará a pensar en fundar una familia.
5. Evolución moral
Por todo lo que venimos diciendo, podemos afirmar que la adolescencia se caracteriza por
ser la etapa de la vida de la persona que representa el pasado de la sumisión y
dependencia a la autonomía y libertad. Este hecho tiene necesariamente su reflejo en la
orientación de la conciencia moral del adolescente.
La rebeldía
103
Esta le irá demostrando que la libertad no es un absoluto sino una elección entre valores
preexistentes.
En este proceso de síntesis entre libertad y situación, el adolescente se verá asistido por
una serie de disposiciones que ha ido adquiriendo con la evolución de su personalidad.
Idealismo moral
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6. El adolescente- joven en la sociedad
El “status” de estudiante hace que los adultos consideren a los jóvenes un grupo aparte. Y
a los jóvenes esta situación les sirve para tomar conciencia de su unidad y de su fuerza y
convirtiéndose así en grupo social con modelos culturales propios y en el que la
identificación horizontal va a contribuir decididamente a la formación de la identidad juvenil.
La juventud como grupo se deja sentir con fuerza en nuestra sociedad. Su presencia
genera un número considerable de problemas que exigen la atención de amplios sectores
de la sociedad. Ahí están los problemas relacionados con el mundo del trabajo, de la
educación, de la política, del ocio, etc.
La juventud por otra parte, con su sentido crítico e idealista, cuestiona seriamente a las
generaciones adultas. Su desapego y desinterés por todos los convencionalismos sociales
ponen en evidencia la falsedad y la vacuidad de muchos comportamientos y actitudes. Y
gracias a sus exigencias, aspiraciones y reivindicaciones, y, en general, gracias a su
postura ante la vida, en la sociedad renace siempre la esperanza de un nuevo orden de
valores.
El influjo de la sociedad
La sociedad actual tiene planteados serios problemas que repercuten de forma decisiva en
los jóvenes: el paro con el consiguiente desempleo y sentido de frustración e insatisfacción
al no poder realizar ningún proyecto autónomo de vida; el fracaso escolar y el olvido de la
dimensión humanista en la cultura; la familia afectada por los profundos cambios sociales,
105
culturales y económicos ha quedado para la mayoría de los jóvenes como su estancia
prolongada indefinidamente; la progresiva separación de los procesos fisiológicos de la
sexualidad del resto de la persona no facilitan una maduración en el amor y en el proyecto
de crear una familia; la escasa realidad asociativa favorece en ellos un cierto
conformismo y pasividad.
Estos y otros problemas no citados aquí, hacen de nuestra época una etapa que podría
considerarse de transición. Las profundas transformaciones de la humanidad revelan lo
inadecuado de las culturas tradicionales y la necesidad imperiosa de nuevos proyectos
de vida humana.
Cultura y juventud
Acabamos de ver que la juventud, en la actualidad, se comporta y vive como un grupo social
son personalidad propia. Tiene una marcada incidencia en la sociedad y, a su vez, está
expuesta al influjo de todos los a cambios que se operan en ella.
Podemos afirmar que desde hace tiempo asistimos a una especie de protagonismo y
valoración de la juventud. Se prestigia todo aquello que tiene apariencia de joven y se da
una gran importancia al fenómeno “juventud” desde distintos planos: demográfico,
económico, social, político y eclesial.
La actitud fundamental de un agente de pastoral juvenil es saber la realidad donde está situado el
joven y descubrir los signos de la presencia de Dios, consciente siempre de que todo valor humano
necesita se iluminado y fortalecido. Esto no es posible si el agente no está muy atento a los
prejuicios que puedan enturbiarle la mirada y a la debilidad que le impida anunciar con valentía el
evangelio.
Esta actitud, que se ordena de hacer presente la salvación en la vida cristiana de los jóvenes implica
estas otras actitudes:
• Actitud de búsqueda: lo que supone acudir a los mismos lugares en que los jóvenes viven
y se desenvuelven.
• Actitud de encuentro personal: manifestando respeto a la persona del joven y capacidad
de escucha e interés por sus problemas.
• Actitud de presencia: buscando la convivencia que permite una comprensión de la
juventud desde su contexto y mentalidad.
• Actitud evangelizadora: sabiendo presentar a los jóvenes el mensaje cristiano y su
contenido salvador sin miedo ni ambigüedades.
106
En línea con lo que vamos indicando, el fenómeno juventud cobra especial importancia por
el momento tan peculiar que estamos viviendo. Nos encontramos en una época de
profundas y rápidas transformaciones que exige del hombre una constante actitud de
adaptación a las nuevas exigencias.
La juventud, con sus especiales dotes para asimilar lo nuevo y para adaptarse al cambio,
aparece como el cuerpo social más apto para hacer que la sociedad evolucione al ritmo del
tiempo. Pero, en este sentido, la importancia de la juventud se queda en el campo de lo
teórico. El individuo joven hoy en día tiene más edad y está más formado que sus
antepasados, pero aun así no tiene un puesto de trabajo, depende de sus padres, y no es
tenido en cuenta a la hora de tomar decisiones.
La condición juvenil
Lo primero que hay que afirmar en la condición juvenil no es una realidad única y global,
por la sencilla razón de que la juventud presenta una diversidad de posturas y actitudes
muy amplia. El colectivo juvenil se presenta hoy plural y diferente.
La condición juvenil se podría definir como la forma de ser joven y el modo de estar en el mundo.
Se manifiesta en concreto a través del modo peculiar de pensar, valorar y actuar que tiene el
joven en el conjunto del entramado social. Este modelo original de comportamiento social se
suele implantar y desarrollar dentro del grupo juvenil por mecanismos de admiración e imitación.
Termina por consolidarse en rasgos específicos, formando una cultura propia, aislable
analíticamente, dentro de un contexto cultural más amplio
• Características
En este apartado queremos presentar aquellas actitudes más profundas que caracterizan
la postura del joven ante la vida y que configuran la condición juvenil.
107
- Un auténtico deseo de cambio y de búsqueda de una sociedad mejor
- Una persistente lucha por implantar valores como la sociedad, amistad, pluralismo,
respeto, paz, justicia…
- Una gran sensibilidad ante las injusticias y violación de los derechos humanos
- La defensa radical de la verdad y la aversión ante los convencionalismos, la mentira, la
hipocresía
- El talante alegre y festivo ante la vida
- La importancia que se da al testimonio más que a las palabras y a las creencias.
Contracultura y juventud
Inconformismo juvenil
108
▪ La persona: Esta ocupa el centro de la valoración de la realidad. Las cosas y la
técnica se supeditan en la estima al valor supremo de la persona. La libertad como
característica fundamental de la persona se revaloriza frente a cualquier intento de
dominación o de manipulación.
▪ La sociedad: desde la valoración de la persona, la sociedad se percibe como una
comunidad donde la participación y la corresponsabilidad cobran pleno sentido. Los
valores comunitarios privan sobre los individualistas. Se busca la relación directa y
personal que libera de la sociedad y el anonimato.
▪ Lo religioso: La antigua situación de amparo y control de la sociedad por lo
religioso queda relegada. Lo profano recupera su propia autonomía y consistencia.
La religión, al mismo tiempo, se siente liberada de la injerencia del poder temporal.
▪ La historia: Se supera la visión que considera al mundo como realidad estática que
nos viene dada y hay que aceptar. El hombre se siente protagonista y actor de la
historia; el futuro para él es un proyecto de liberación que hay que llevar adelante
con la capacidad creadora y humanizante.
109
Las minorías marginadas
Debemos reconocer la aportación del joven a la sociedad y así se podrá inocular en ellos
el sentido crítico que necesitan sobre su propio movimiento para convertir su actitud en
una postura constructiva y de progreso.
Época de crisis
Estos síntomas hacen pensar que esta edad connota una etapa de revisión y de cambio en
el aspecto religioso. Y es lógico que así suceda, porque la personalidad del adolescente se
ve sometida a profundas transformaciones. Esta etapa va a tener una capital importancia
para el futuro de la religiosidad del adolescente. Del enfoque que se haga de la crisis y de
la situación que se dé va a depender que se consiga la madurez en la fe o que se afiance
una postura de indiferencia y hasta de rechazo respecto a lo religioso.
110
Fuentes de la crisis
Efectos de la crisis
Factores positivos
En esta etapa de crisis y de revisión también se observa una serie de factores que pueden
favorecer un desarrollo más auténtico y personal de la religiosidad del adolescente. Veamos
algunos de ellos
111
• Con el desarrollo intelectual, el adolescente se encuentra más capacitado para
comprender mejor las cosas, para interiorizar los valores y para elaborar
ideales.
• Se comienza a preocupar por el sentido de la vida. Este interés le puede facilitar
el establecer una relación de lo religioso con las profundas demandas del espíritu
del hombre. Si lo consigue, la opción religiosa quedaría vinculada vivencialmente a
la existencia.
• La autonomía de pensamiento que se defiende tan decididamente en esta edad
hace que se quiera buscar la validez de las propias convicciones por medio de la
comprobación personal y no por la mera obediencia a una autoridad. Esta postura
contribuye a da una impronta personal a las decisiones, y en este caso a la
adhesión religiosa.
• La adolescencia es el momento de la explosión afectiva. La religión, dado su
carácter relacional, puede servir de cauce a esa necesidad afectiva. Evidentemente
que la religión vivida con un marcado carácter sentimental corre el riesgo de la
inestabilidad. Cualquier cambio en las necesidades afectivas alteraría la solidez de
la adhesión religiosa. Sin embargo, cuando lo religioso impregna todas las
dimensiones de la personalidad, el factor afectivo es importante, porque comunica
a la vida religiosa una dimensión profundamente vital y de gran resonancia y
significación para el individuo. Una religión sentida y vivida emocionalmente
ayuda a la estabilidad emocional de la persona al enriquecerla con la dimensión de
la trascendencia.
Dios
Jesucristo
La relación del adolescente con la persona de Jesús puede responder a las necesidades
especialmente sentidas en esta edad. Esta dependencia hace que se dé una preferencia
por un tipo de relación que pone de manifiesto las tendencias afectivas: Jesús amigo,
112
Jesús Salvador: que le aporte la luz y paz, Jesús modelo en quien descubre un modelo
ideal para su proyecto personal y social.
La Iglesia
La actitud de repulsa del adolescente tiene mucho que ver con su proceso de búsqueda
de autonomía, de la que hemos hablado anteriormente.
Otra fuente del rechazo a la institución eclesial puede estar en el despertar crítico que
acontece en esta edad. El adolescente comienza a descubrir las limitaciones y los aspectos
negativos de las personas e instituciones. Su tendencia al idealismo lo hace intransigente
con las deficiencias y le impide llegar a conciliar los defectos y limitaciones con la utilidad y
bondad de las cosas. Si a esta visión crítica de la Iglesia se suma la experiencia de sentirla
lejana y despreocupada de sus problemas inmediatos y vitales, la ruptura con ella es una
salida fácil.
La tendencia y la necesidad del grupo, que se acentúa tanto en esta edad, puede ser
una ayuda para resolver el problema de la relación con la Iglesia, pues a través de él es
como se puede ir abriendo al sentido de la pertenencia a la comunidad eclesial.
Lo que hemos expuesto hasta este momento en la presente unidad es la descripción de los
cambios más significativos en la actitud religiosa del adolescente, ocasionados por la
transformación que se opere en su personalidad.
La religiosidad juvenil, es una realidad que está sometida al influjo de la transformación del
mismo individuo y al de los fenómenos socio-religiosos de su entorno.
Para diagnosticarla con precisión y actualidad hay que acudir a los resultados que los
sondeos sociológicos hechos con esta finalidad nos ofrecen. Nosotros vamos a utilizar los
realizados recientemente en distintos lugares de nuestro entorno cultural. Las afirmaciones
que aquí hagamos pueden tener vigencia en todas las sociedades en las que el fenómeno
de la modernidad y la secularización tenga una incidencia notable. En cualquier caso, cada
país deberá estar atento a sus propias indagaciones en este terreno para evitar distorsiones
e incomprensiones de su realidad.
113
Tipología
El fenómeno más significativo que se observa en el mundo juvenil es una tendencia notable
a incrementarse el número de los no practicantes. Es un grupo formado por los que se
confiesan indiferentes ante el hecho religioso y por los que confesándose creyentes, en
nuestro caso católicos, dicen no participar en las prácticas religiosas; estos últimos son
los que tienen mayor representación en este grupo.
Las tendencias más comunes que se observan en la religiosidad de la juventud las podemos
presentar bajo estos aspectos:
Creencia en Dios
Una gran mayoría afirma la existencia de Dios o confiesa que es importante creer en él,
o piensa que hay “algo” por encima de todo o que tiene que haber algo, etc. La importancia
de esta actitud religiosa, básica y común a tan amplio número de jóvenes es evidente. Pero
este hecho hay que verlo como actitud crítica, porque lo que verdaderamente tiene
importancia es la imagen de Dios que se esconde detrás de esta creencia.
Dentro de lo que se reconocen creyentes en Dios, un gran grupo bastante numeroso tiene
una imagen que responde a formulaciones doctrinarias, sin apenas referencia a la propia
existencia o con una referencia equivoca o incorrecta: miedo, respeto, fatalismo, etc. Sólo
en una minoría se aprecia la presencia de una imagen que implica una relación dialogal
en amor y libertad.
114
Creencia en Jesucristo
También aquí encontramos una gran mayoría que se confiesa creyente en Jesús. La
diversificación de este grupo en razón de lo que encierra esa creencia da como resultado
un número reducido de jóvenes que valora vitalmente a Jesucristo como proyecto de vida.
El resto lo considera como un hombre extraordinario sin reconocerlo como Hijo de Dios o
refleja con fidelidad una imagen coherente con la doctrina oficial de la Iglesia.
Creencia en la Iglesia
- Rechazo total: considera a la Iglesia como poder fáctico que debe desaparecer
- Respeto: lo ven como una institución social más, pero sin ningún tipo de referencia
religiosa.
- Indiferencia: no la reconoce como mediación necesaria entre Dios y el hombre.
Los jóvenes consideran que la Iglesia: se configura como un poder más de este mundo; se
muestra preocupada por su propio prestigio y supervivencia, y aparece defendiendo sus
propios privilegios y como custodia del orden establecido más que defensora de los
hombres y promotora de alternativas liberadoras; está muy clericalizada por girar alrededor
de sí misma y por aparecer identificada con la Jerarquía; se preocupa en exceso por el
desarrollo de lo organizativo, que llena de condiciones y prohibiciones a sus miembros;
vive en medio de una gran burocracia que ahoga el dinamismo creador y profético; crece
en su aparato externo y así pierde la sencillez y pobreza; al poder se añade la riqueza, que
sirve de escándalo a los débiles: se muestra guardiana de verdades que a nadie afectan
y de la impresión de no confiar en los simples cristianos.
Necesidades religiosas
115
- Una fe como opción personal por la persona de Jesús y que signifique para él una experiencia
de encuentro y de relación con él
- Una fe integrada en la vida; la fe le debe ofrecer respuesta a sus inquietudes.
- Una formación religiosa adecuada, con unos contenidos de calidad y científicamente bien
fundamentada
- Una experiencia “grupal-comunitaria”: se debe valorar el grupo como medio adecuado de
formación y como lugar privilegiado por vivir la experiencia de la fe y para abrirse a la
comunidad eclesial.
- Modelos atrayentes, que le hagan creíble el mensaje evangélico.
- Una Iglesia como comunidad, que ofrezca una especie de libertad, comunión y
responsabilidad y se muestra solidaria con los problemas de los hombres.
La afectividad del adolescente se caracteriza por una gran riqueza emotiva. En esta etapa
se va a dar un proceso de afirmación de sí mismo, la búsqueda de la identidad personal y
la orientación hacia sus iguales del sexo contrario.
El adolescente necesita razonar sus actos, darles una justificación. Pasa de una situación
de sumisión a una de mayor autonomía, donde debe realizar una escala de valores y
razonarlos. En este proceso pasa por una fase de rebeldía frente a todo lo impuesto,
buscando una imagen ideal de sí mismo.
Las características que marcan los perfiles del joven son: la búsqueda de sentido; la
necesidad de vivir y experimentar; el subjetivismo y la privatización; el sentido comunitario.
116
(subjetivismo), un conflicto entre la ciencia y fe y un relativismo, que considera la religión
como una de las explicaciones posibles al problema de la existencia.
El ambiente y sociedad donde vive modifica, acentúa o suaviza las características propias
de la religiosidad adolescente.
117
Ficha de lectura
Actividades
118
UNIDAD DIDACTICA 9
Pero los objetivos y los contenidos vienen como “exigidos” por la situación de las personas
y su nivel de la fe en el ambiente social y eclesial, en que viven y la importancia y atención
que les presta la misma comunidad cristiana en su acción pastoral. Por eso, también aquí,
hemos insertado el apartado primero, bastante amplio, sobre la situación de la pastoral
juvenil y que da “razón” de los objetivos a conseguir y los contenidos que transmitir.
Así, han crecido el número de grupos juveniles, se han ampliado las plataformas de acogida
y acompañamiento para jóvenes, se han iniciado cauces de formación para animadores y
119
agentes de pastoral de juventud, se han elaborado diversos planes y proyectos de pastoral
juvenil, etc.
Junto a todas estas muestras de vitalidad, se debe señalar una cierta dispersión de
iniciativas, así como respuestas puntuales a situaciones concretas, pero que no se integran
a un proyecto orgánico y continuado.
Ante el reto de la nueva evangelización, las Iglesias locales deben invitar y animar a todas
sus comunidades, y de forma especial, a los jóvenes al anuncio de Jesucristo en medio de
la juventud, de forma personal y, también, asociada.
Para ello, nuestra tarea educativa no puede limitarse tan sólo a lo propiamente catequético,
sino que debe abarcar también la acción misionera y preparar a la integración en la
comunidad y su posterior acción pastoral. De ahí que nuestro lenguaje se haya ampliado
para responder a toda esa actividad evangelizadora que la Iglesia realiza con los
adolescentes-jóvenes y que es llamada con el nombre más general de pastoral juvenil.
“Toda aquella presencia y todo conjunto de acciones con los cuales la Iglesia ayuda a los
jóvenes a preguntarse y descubrir el sentido de su vida, a descubrir y asimilar la dignidad y
exigencias del ser cristianos, les propone las diversas posibilidades de vivir la vocación cristiana
en la Iglesia y en la sociedad y les anima y acompaña en la construcción del Reino “
(o.p.j.15)
Características
Vamos a proponer algunas características que nos parece necesarias para desarrollar una
acción pastoral juvenil en la actualidad. Algunas de ellas pueden denominarse de otra forma
o acentuar alguno de sus componentes, pero la descripción que hacemos puede ser
suficientemente sugestiva.
120
“supuestos” de despacho, sino de la realidad concreta de las personas a las que se
acompaña.
▪ Educativa: El lugar donde Cristo es anunciado es la propia vida del joven, iluminada
desde el Evangelio. Por ello es preciso que se den más experiencias
fundamentales generadoras de interrogantes y que puedan proporcionar un
sentido a la propia vida. Es necesario que los procesos educativos desemboquen
en una activa inserción eclesial adulta.
▪ Comunitaria: en el grupo de jóvenes se va viviendo una experiencia de relaciones
personales nuevas, fraternas y evangelizadoras. Mediante la comunión y
participación en la vida del grupo, los jóvenes van abriéndose el sentido comunitario
de la Iglesia, así como a la vida comunitaria en fraternidad.
▪ Transformadora: Porque la vida de los jóvenes va convirtiéndose al Evangelio de
Jesús paulatinamente, modificando sus criterios, valores y compromisos. Ahí
mismo, el descubrimiento de la realidad que les rodea, les debe impulsar a
transformarla a la luz del proyecto del Reino, desde el servicio.
Opciones básicas
Una lectura reflexiva de los distintos modelos de pastoral juvenil que funcionan en la
realidad nos permite captar las opciones básicas que funcionan en todos ellos. Las más
importantes creemos que son la: encarnación, la evangelización y la educación
cristiana. Como estos conceptos o aspectos han sido ya ampliamente tratados en curso
anteriores, especialmente en la Catequesis Fundamental y en la Pedagogía Catequética,
no hacemos aquí más que recoger las consecuencias pastorales de estas opciones.
Consecuencias pastorales
• De la encarnación
- Tomar conciencia de la vida humana y facilitar una inserción en las situaciones
reales de todos los días
- Realizar una convergencia y una integración iluminadoras y significativas entre
la “novedad cristiana” y los “signos” de la realidad humana de los jóvenes.
- Favorece una dinámica educativa de profundización e interiorización para
conseguir una interpretación auténtica de la realidad humana juvenil a la luz de
la fe.
- Tener en cuenta la diversidad de los niveles y posibilidades de maduración
humana y religiosa de los destinatarios concretos.
• De la evangelización
- Una pastoral y catequesis eminentemente evangélicas, que facilite la decisión
de seguir a Jesús, entrando en la dinámica de los valores del Reino de Dios y
del estilo de vida propio del cristiano.
- Una presentación del mensaje de Jesús encarnado en la cultura de hoy y en
referencia al proceso de personalización, socialización y secularización que
viven los jóvenes
• De la educación en la fe
121
- La diversidad de situaciones de partida de los adolescente-jóvenes y los distintos
niveles de cercanía o sintonía con la fe, en orden a una integración fe-vida dentro
de un proyecto global de la existencia.
- La constante actitud educativa que ayuda a crecer en una pedagogía de búsqueda
y superación.
- La verificación de la fe en actitudes de vida y en celebración de la experiencia
religiosa
- La profundización de la fe y el compromiso apostólico dentro y fuera de la comunidad
cristiana
2. Objetivos específicos
Para alcanzar los objetivos generales ya enumerados y descritos en la catequesis
fundamental, se hace preciso ir logrando diversos objetivos específicos que hagan
referencia a las características propias de esta edad. A continuación, pasamos a
presentarlos de forma sintética.
Personalización
Sentido de la vida
El por qué y el para qué de la existencia son dos preguntas que todo joven necesita
responderse para encontrar sentido a su vida y darles estabilidad.
La juventud de esta forma puede ver la vida como una vocación y no como un don para
consumir de forma individualista.
Compromiso
El ambiente social que rodea a la juventud favorece el desinterés y la pasividad social. Hay
que ayudarles para que no caigan en una actitud sin horizonte y hay que llevarlos asumir
un compromiso de militancia social y apostólica, en concreto con los de su misma
generación.
122
Relación comunitaria
No siempre el fenómeno grupal, tan característico entre los jóvenes, significa una auténtica
superación de aislamiento.
El joven busca estar junto a los otros, pero no por el mero hecho de estar acompañado,
sino para tener la oportunidad de abrirse a los demás, darse en amistad, poder acoger a
los que lo necesitan y establecer auténticas relaciones personales.
Sentido de gratuidad
La comprensión del misterio de la cruz como expresión suprema del don de uno mismo a
los demás, la contemplación del amor generoso de Dios que no discrimina, sino que “manda
la lluvia sobre justos e injustos” (Mt. 5,45), la celebración gozosa de la vida que nos ha
sido otorgado en Jesús, son comportamientos que pueden influir en mantener una visión
menos utilitarista de la vida.
Formación religiosa
Son muchos los jóvenes cuya formación religiosa es muy deficiente. Lo poco que conocen
carece de una base seria y razonada. Necesitan asimilar críticamente los contenidos
fundamentales de la fe y alcanzar una síntesis orgánica del mensaje cristiano.
Sólo con un conocimiento de esta naturaleza, hecho vida, podrán los jóvenes “dar razón de
su esperanza” (1Pe3,15) e ir haciendo la síntesis entre la fe y cultura.
Esperanza de futuro
Abrir a los jóvenes al sentido de la esperanza cristiana como “espera activa” es una forma
de hacerles ver presente en función de un futuro: la implantación del Reino de Dios y
darles la certeza, y por tanto el gozo, de que su esfuerzo no será en vano, pues Dios los
llevará a su plenitud.
123
3. Contenidos de la pastoral juvenil
Vamos a ofrecer algunos núcleos fundamentales del mensaje cristiano que son más
necesarios y mejor se insertan en la dinámica de la personalidad del adolescente-joven en
las actuales circunstancias históricas. Estos núcleos fundamentales deben ser
profundizados teológicamente y sistematizados y concretados pedagógicamente por los
educadores para que la acción pastoral responda a los destinatarios concretos y a las
situaciones socio-religiosas donde se trabaje. Nos limitamos casi simplemente a
enunciarlos.
Jesús se presenta con esta Buena Nueva: Dios está cerca. Algo muy grande está en
marcha. La humanidad está siendo trabajada por la fuerza salvadora de Dios. La vida no
está parada. La vida es movimiento hacia un Padre.
La propuesta de Jesús
Así, Jesús comienza por denunciar con fuerza el pecado del hombre que sigue
rechazando “el Reino de Dios y su justicia”. Y propone como estilo-programa de vida las
bienaventuranzas.
124
Este núcleo debe tener en cuenta los siguientes aspectos:
- Personalización
- Sentido de la vida
- Compromiso
- Relación comunitaria
- Sentido de gratuidad
- Formación religiosa
- Esperanza en el futuro
Estos son los contenidos nucleares que debemos presentar a los jóvenes:
Ficha de lectura
125
CELAM. Pastoral juvenil: sí a la civilización del amor.
Actividades
126
LA CATEQUESIS DE NIÑOS
127
UNIDAD DIDÁCTICA 10
Para estudiar la personalidad del niño nos vemos obligados a acudir a la psicología
evolutiva de la infancia, que es una ciencia que estudia el desarrollo del ser humano desde
que nace hasta entrar a la adolescencia.
La psicología evolutiva de la infancia está dividida en varias etapas. Orientadas todas ellas
a la formación de la persona a través de una evolución psicológica y un determinado tipo
de comportamiento.
Los psicólogos dividen a la infancia en cinco etapas. Nosotros hemos elegido para nuestra
reflexión las cuatro últimas dejando sin abordar la primera, en la que el niño es demasiado
pequeño para la catequesis parroquial.
Después de haber estudiado los rasgos psicológicos del niño expondremos los rasgos o
características sociológicas y religiosas, ya que necesitamos tomar conciencia de la nueva
imagen del niño en nuestra sociedad, si queremos comunicarnos con él y facilitar que la
Palabra de Dios le llegue a su experiencia de niño de hoy, y conocer el universo religio so
que le caracteriza, para que la propuesta del mensaje cristiano sea verdaderamente
educativa.
128
1. Primera infancia ( de tres a seis años)
Esta etapa es considerada como la del descubrimiento a la realidad exterior, de aquello que
no es él.
El niño descubre la realidad que lo rodea en todos los campos (físico, ambiental, social…),
pero sobre todo en el terreno de la afectividad; su madre es diferente a él e independiente
de él. En este momento el niño ensaya, por vez primera, el amor a otro que no es él mismo,
debe aprender a compartir el objeto de ese amor.
Al tropezarse con la realidad exterior experimenta que ésta no siempre se pliega a sus
deseos, percibiendo que los objetos tienen unas características propias.
A esta edad se da ya un contacto verbal con el adulto, que va a formar en el niño una
determinada visión del mundo.
Su hubiera que definir con una frase cada una de las edades de este período lo podríamos
hacer así:
Desarrollo afectivo
Esta etapa se destaca por la conflictividad que el niño presenta en su desarrollo afectivo.
Conflictividad que irá resolviendo, pero que va a influir en su vida. Los problemas en este
desarrollo afectivo implica tanto a la relación con los adultos, como a su socialización con
sus iguales. Pasemos a descubrirlos.
Existe un componente sexual en la relación del niño con el adulto, ya que el pequeño se
siente atraído por el progenitor del sexo contrario. Al mismo tiempo, como ya ha descubierto
a los tres años sus órganos genitales, se plantea su finalidad y comienza el proceso de
identificación como “papá” o “mamá”.
Mientras que el niño siente asombro por su diferencia respecto de la madre, la niña se
siente favorecida como ella, por lo que el padre pasa a ser centro de atención tanto del
varón como de la fémina.
El niño percibe los lazos afectivos entre sus padres, descubriendo en el padre un rival al
que habría que suprimir para poseer a la madre… si esto fuera posible. Ante esta
imposibilidad, el padre pasa a convertirse en modelo de identificación: “si papá tiene a
mamá, basta ser como papá para tenerla”. Así el niño adopta las exigencias del padre, las
129
apropia, y quiere a la madre como el padre le permite; de esta forma conserva a su mamá
al tiempo que no precisa suprimir a su papá.
La niña, por su parte, comienza a centrarse en la madre, pero hacia el cuarto año se
despierta en ella un interés por su padre. Ahora es la madre quien aparece como rival, y
este sentimiento provoca angustia y culpabilidad. La niña se da cuenta de que su seguridad
pasa por conservar el amor de su madre, que teme perder en caso de fundirse con su padre,
por lo que termina aceptando ser como mamá, para así poder seguir queriendo a papá.
La intensidad del drama que el niño vive en esta etapa se manifiesta en las pesadillas y
miedo por las noches. Se simboliza toda la situación, originándose fantasías, cuentos de
hadas y temor a las brujas y al lobo.
Para concluir, sólo reseñar como al final de este proceso, el niño interioriza a sus dos
progenitores, uno como modelo de identificación personal, y el otro como modelo a quien
escogerá posteriormente para unirse eróticamente. Todo ello subsiste de forma
infraconsciente, ya que entre los 5 a los 7 años se procede a un “borrado” de lo ocurrido
por debajo de los cuatro años.
Esta situación difícil se agudiza entre los dieciocho meses y los cuatro años, siendo lo ideal
que el nuevo miembro de la familia se “incorpora” cuando el Edipo del primogénito se haya
resuelto.
Sea como fuere, una actitud positiva a tener en cuenta as asociar al mayor a los cuidados
del bebe, lo que hace reconducir sus energías hacia una actitud positiva. El mayor, además,
puede ser para el pequeño un modelo que le facilite la resolución del Edipo, pero también
puede convertirse en un tope imposible de superar.
Con el inicio de esta etapa, el niño comienza a ser capaz de representaciones parciales en
su interior. Esto significa que el niño puede interiorizar las imágenes de sus padres. Esto
trae como consecuencia que ya no necesita su presencia afectiva para comportarse
adecuadamente.
130
Así se va iniciando la constitución de su conciencia moral, de la que él oye la voz, que no es
otra que la voz de sus padres. Hacer caso a esa voz, estar a bien con ella, conlleva el ser
querido; por el contrario, la rebeldía provoca en su interior sentimientos de culpabilidad y
remordimientos
Esta “voz de la conciencia” facilita la adaptación social del niño, pero puede llevar a una
represión de todo lo que tenga un cierto carácter sensual provocando el autocastigo y la
prohibición incluso de goces legítimos
Cuando esto ocurre, el niño puede llegar a provocar el castigo para así consolarse de su
culpabilidad inconsciente. Por ello, es importante que los padres definan con claridad y
coherencia lo que está bien y mal.
Con respecto a la educación religiosa hay que evitar que el pequeño asimile a Dios con
alguien que castiga por las malas acciones. Esta es una edad muy propensa a los miedos
y en la que se marcan mucho las sensaciones.
La adolescencia liberará al niño de esa conciencia infantil, al sustituirla por una conciencia
basada en la razón y según una escala de valores personal y colectiva.
En la sociedad actual, cada vez es más frecuente que los niños de tres años asistan a
centros de educación preescolar. Los niños, así, se encuentran con pequeños compañeros
con los que comienzan a establecer relaciones.
El momento del juego paralelo, en el que los niños buscan estar juntos en pequeños grupos de
dos o tres participantes, en los que cada cual sigue su juego
El momento del juego asociativo, que apareciendo en torno a los cinco años, amplía el círculo a
cuatro o cinco participantes y comienza a darse una primitiva organización colectiva. Estas
tentativas de organización tienen como barrera el egocentrismo y la afirmación de sí mismo de
cada uno de los pequeños participantes
Será a partir del quinto año cuando el otro comience a ser tenido en cuenta como
compañero, realizándose este paso mediante el juego simbólico o representativo, donde
cada cual desarrolla su papel haciendo una representación de la realidad.
131
Desarrollo intelectual: la intuición.
El niño de esta edad no rebasa los datos que su percepción le da, aunque sus preconceptos
van ganando en generalidad y precisión.
Un dato que nos permite comprobar esa verbalización del intelecto es el aumento
sorprendente de vocabulario: de los 3 a los 5 años, el niño pasa de utilizar 1,000 palabras
a emplear 2,000.
En esta etapa los niños tienen una enorme soltura, se expresa con una gran
espontaneidad y actúa con una libertad tremenda. Como debe adquirir comportamientos
que él no tiene ni conoce, es un gran imitador de los movimientos de los demás. Sobre los
tres años es capaz de dar vueltas sobre sí mismo, correr, y comenzar a montar en triciclo;
a los cuatro salta a la pata coja, no derrama agua al llevar la taza llena e inicia sus
habilidades trepadoras; sobre los cinco años puede saltar a la comba, patinar y mantenerse
en una bicicleta.
Además de esto, el niño va a proyectarse hacia el mundo exterior; oportunidad que debe
aprovechar la escuela para satisfacer su inmensa curiosidad. Durante este proceso el
pequeño experimentará el “trabajo” como la realización de un esfuerzo para lograr un
determinado fin.
En estos años el niño va adquiriendo una cierta madurez, cierto grado de responsabilidad
y descubre la vida social a través del contacto y la relación con sus iguales. Esta realidad
social va a tomar tanta importancia que, hacia los siete años, la sociedad de iguales puede
132
llegar a eclipsar, incluso, a su propia familia. Su preocupación y cuidado van orientarse a
lograr amigos
Con el transcurso del tiempo va pasando de una situación de tensión y agitación en torno a los
seis años, a una etapa de calma r interioridad a los 7, que da paso al cosmopolitismo e interés
por todo de los ocho, para concluir a los nueve con la capacidad de autodeterminación y
autocritica.
Evolución afectiva
Sexto año: introduce una etapa de inestabilidad e inseguridad, situándose en el primer plano
reacciones emotivas como rivalidad, envidia, cólera, que va dominando poco a poco
EnLos siete años representan un pequeño periodo de aislamiento y reserva, que inicia el proceso
de interiorización. Es preciso tener en cuenta que es en este momento cuando saborea, de forma
especial, cuentos y leyendas.
La expansión de este periodo de ensimismamiento. A los ocho años el niño expresa sus
sentimientos, mostrando una gran sensibilidad. A esta edad son frecuentes remordimientos,
pesares y comienzan las mentiras afectivas, ya que se busca ganar algo o no perder el aprecio de
alguien. Sus objetos toman un carácter personal, tomando todos ellos un valor propio
En esta etapa, es preciso considerar que pueden realizar juegos de contenido sexuado
entre ellos, cosa que es normal. Debido a su curiosidad y su ansia de conocer, es un
momento óptimo para iniciarles en lo relativo el origen de la vida y la sexualidad.
Esta socialización no es sencilla; todos los chicos tienen un deseo de afirmación personal,
por lo que precisa ordenar estas tendencias mediante juegos organizados. Así, mediante la
diferenciación de funciones, se logra conservar la cohesión del grupo, al tiempo que la
133
diferenciación permanece. Naturalmente, todo ello no está carente de conflictos y disputas
que son el marco de sucesivos procesos negociadores.
A esta edad, los niños tienen pocas posibilidades para la elección de sus compañeros: sólo los
pueden escoger entre los que conocen en la escuela o los ambientes donde sus padres les
integran. Sin embargo, esto no es un problema, porque tiene tal necesidad de compañeros que
no importa tanto “con quién” está, como el que esté en grupo
El adulto tiene su papel progresivo en este grupo infantil, pasa de ser el eje en torno al
que se estructura la pequeña sociedad, a un segundo plano en el que desempeña una
cierta seguridad y una labor de arbitraje.
El niño da cuenta de su propio valor y del de los demás, por lo que, dependiendo de las
situaciones, ejercerá la autoridad o se someterá a lo que otros dicten. En este ámbito se da
un progreso desde la sumisión y el respeto unilateral al respeto mutuo.
A lo largo de esta etapa, el niño irá percibiendo con mayor claridad los límites entre el yo y
el no-yo, descubriendo que la realidad no está a su servicio, sino que está ahí y no reacciona
como a él le gustaría.
Desde los siete años es capaz de razonar, y comienza a estructurar la realidad mediante
secuencias lógicas.
Es necesario que los educadores tengan en cuenta que, para ello, precisa manipular,
experimentar, percibir mediante los sentidos. Nos encontramos lejos de la lógica formal o
abstracta, que consiste en la representación de la realidad utilizando conceptos; en esta
edad, estamos en la época de la lógica concreta. Esto quiere decir que, para razonar y
deducir conclusiones, nuestro protagonista necesita manipular objetos, verlos, sentirlos;
poco a poco, mediante las sucesivas experiencias, va siendo capaz de generalizar.
Así, a los ocho años, el niño afirma que la cantidad de plastilina que se encuentra en una
bola es la misma que se encuentra en esa mesa cuando toma forma de bastón.
134
Si en la etapa anterior hemos destacado “la gracia”, en la que ahora nos ocupa surge la
fuerza, que crece regularmente durante su transcurso. El niño se siente feliz cuando
compite con otros y cuando realiza juegos de equipo, descubriendo sus posibilidades y
encontrando placer en desarrollarlas.
A los seis años es capaz de botar la pelota y de coser a grandes puntadas. Posteriormente,
en torno a los ocho, se regulariza la escritura y pasa mucho tiempo dibujando. La imitación,
la danza, las pequeñas dramatizaciones, van a ser disfrutadas a los nueve años, abriéndose
la puerta a la siguiente etapa.
En esta edad el niño llega al culmen del desarrollo infantil, comenzando a deslizarse hacia
la adolescencia; su inteligencia comienza a despegarse de las realidades concretas, su
interioridad se enriquece notablemente y la socialización le lleva a participar en grupos
iguales en los que puede afirmar su personalidad.
Realizando un rápido resumen de estos tres años, podemos afirmar que mientras los 9 años es la
edad de la autodeterminación y la autocrítica, lo 10 años van a suponer la cima de la infancia que
va a encaminarse durante los 11 años a la preadolescencia
“Latente” es un término que se utiliza para designar algo que, pese a estar presente, no
se expresa, no se manifiesta. Esta etapa se denomina como “de latencia” para el campo
de la sexualidad. En este ámbito se da una tranquilidad y un reposo que puede ser muy
oportuno para brindar al niño una adecuada información sobre la sexualidad y la
importancia que ésta tiene en la relación de amor y en la procreación.
Al final de esta etapa, se nota el desplazamiento del prestigio paterno hacia un adulto
exterior al núcleo familiar. Esto es algo normal, fruto de la evolución psicológica del chico ,
así como de su pertenencia a diferentes ámbitos de convivencia.
Finalizaremos esta apartado señalando la intensa vida emotiva de los niños de estas edades;
ciertamente la profundidad de sus sentimientos, no va a manifestarse con claridad en sus
experiencias, pero vive la alegría, la tristeza, el encuentro, etc., con gran emoción.
135
La moralidad
La socialización: la pandilla
Durante la infancia adulta el grupo de iguales toma importancia notable. Este grupo suele
estar constituido de forma homogénea; una edad similar y tendencia a no mezclarse
miembros de distinto sexo. Se le denomina “pandilla”.
En la pandilla el niño desarrolla una función propia, tiene lugar y se siente valorado.
Cuando esto no sucede, el fracaso del chico o la chica suele venir precedido de una mala
integración familiar. En estos casos, la impopularidad en el grupo se une a una inadaptación
afectiva que se produce con más frecuencia en ambientes autoritarios y severos.
Los líderes de las pandillas pueden jugar un papel muy importante en la socialización de sus
compañeros, si su carácter es integrativo, ayudará a que cada miembro del grupo vaya siendo
más él mismo, al tiempo que pondrá actividades socialmente aceptables. Si, por el contrario, trata
de imponerse y “reinar” por la fuerza, va a someter a sus compañeros, pudiendo orientarles hacia
comportamientos y actitudes molestas para los adultos.
136
El perfeccionamiento de la inteligencia infantil
En las etapas anteriores hemos indicado que el niño se encuentra en el período de las
operaciones concretas. Esto significa que precisa manipular lo sensible y concreto para
realizar operaciones lógicas: comparar, diferenciar, relacionar hechos, etc.
Este período llega a su culmen en esta edad. A partir de aquí, el preadolescente va a poder
generalizar y abstraer conceptos con los que desarrollar sus procesos lógicos.
A los once años reflexionan, se preguntan y son capaces de valorar datos a favor y en
contra.
Su mundo interior se haya dominado por el sentimiento de espera; desea ser mayor. Po
eso, se refugia en el sueño, en la ilusión, al tiempo que tiene un espíritu explorador e
investigador; le atrae lo desconocido.
Todo ello hace de esta edad un momento oportuno para iniciar al niño en la lectura de una
forma adecuada.
4. La preadolescencia
Respecto a la adolescencia en general existen diversos enfoques y puntos de vista. Incluso
se afirma que es una etapa que viene producida por un marco socio-cultural determinado,
pero no tiene por qué aparecer en otros ambientes sociales.
Desarrollo afectivo
Con la primera adolescencia, el chico y la chica se distancian de las personas con las que
tenían relaciones de dependencia. Se produce un cierto despegue afectivo de la familia,
que se va compensando con la socialización entre iguales.
137
El grupo de iguales es donde ahora se centra la vida del joven adolecente. Entre ellos se
siente protegido, aun cuando tenga problemas de relación y de integración. Juntos sienten
el gusto por la aventura y un estilo de vida bohemio.
En esta edad, el joven precisa afirmarse, sentirse él mismo, por lo que desobedece a los padres y
a las convenciones sociales, pero también sus relaciones con los iguales están plegadas de
conflictos. Necesita al adulto pero, al mismo tiempo teme quedar asimilado a él, sin poder
desarrollar su identidad
Este interés por lo sexual unido al temor hacia el otro sexo, les puede llevar a desarrollar
ciertas conductas de carácter homosexual, pero que en manera alguna indican una
tendencia de este tipo. Así mismo, se suele iniciar en este momento la masturbación, más
como necesidad de conocimiento que como búsqueda de placer.
Pese a una cierta “presión” social ejercida por el grupo de amigos, no es la época de los
enamoramientos, que encontraran su ámbito poco más tarde.
Sociabilidad
Algo hemos señalado de esta aspecto anteriormente. Conviene tener presente que el
adolescente inicial acaba de dejar de ser niño; sabe que lo es, pero se nota distinto, por lo
que le cuesta situarse adecuadamente; no se encuentra a gusto ni con los niños, ni con los
jóvenes adultos, por lo que se refugia entre sus iguales.
Este es un momento importante para ofrecer al chico y a la chica de esta edad lugares donde
pueda encontrarse con otros adolescentes, al tiempo que se educa en la utilización de sus
posibilidades y describe diferentes formas para ocupar su tiempo y saciar su curiosidad. De ahí la
importancia que tiene las asociaciones juveniles.
Además, pese a que trata de evitar el mundo adulto, acepta al adulto que percibe
cercano, porque comprende su situación. No sólo acepta, sino que le necesita.
138
Por esta razón, algunos movimientos educativos afrontan esta edad desde la “pedagogía
del héroe”, así llamada porque busca desarrollar determinados valores a través de
representantes que los han encarnado: Gandhi, Francisco de Asís, M. Luther King, etc.
Debido a la necesidad de quedar bien, y para ser aceptado en los ambientes que les
interesan, se despierta un cierto sentido estético, incomprensible a veces para los adultos,
pero que manifiesta su deseo de identificación y ser aceptado.
Desarrollo intelectual
Sin embargo, pese a que sus capacidades intelectuales son casi las de un adulto, van a
estar sometidas a los sentimientos y emociones.
Desarrollo físico
Como hemos señalado al inicio del estudio de este período, la adolescencia está
fuertemente ligada a la pubertad o desarrollo físico y fisiológico que en esta edad se
produce.
139
5. Rasgos sociológicos del niño de hoy
El mito de la infancia
Todo niño se caracteriza por una fuerte capacidad transferencial y se presta al juego de
una gratificación mutua con el adulto. Este se identifica con el niño y el niño con el adulto,
según una estrategia consciente de los deseos y de las necesidades mutuas.
Vamos a ver a continuación algunas características que “configuran” hoy este mito de la
infancia.
Quien vive y trabaja con los niños corre fácilmente el riesgo de encontrarse con su propia
infancia y, en cierto sentido, de renacer a ella.
El niño se convierte así en lugar de regresión y sublimación por parte del adulto, a quien le
recuerda la experiencia nostálgica de un periodo feliz de su vida, convirtiéndolo en motivo
de evasión.
De esta manera se crea un modelo de niño en el inconsciente del adulto como reflejo de
las propias necesidades profundas. Es un tipo de niño bueno, tranquilo, inocente,
obediente, que luego contrasta con la realidad concreta, en la que se verifica la intervención
educativa habitual.
El fenómeno de identificación resulta así más acentuado hasta el punto de permitir a los
adultos revivir en los hijos su propia infancia, superando las frustraciones y completando
hoy las aspiraciones del ayer.
140
apega el espíritu de iniciativa y suscita posturas conformistas. Reducir al niño a un
mecanismo de compensación equivale a delimitar seriamente sus posibilidades de ser él
mismo como persona.
El niño es una víctima fácil de la sociedad, precisamente cuando parece que lo revaloriza,
porque satisface sus necesidades externas. Ya a través de su interés por el juego se le
proponen los modelos de vida ambiguos, de donde emergen la ganancia, el ansia, la
emulación y l mercantilización de toda cosa. De esta forma considera al niño como un
“pequeño hombre”, manipulándole a través de la publicidad y el mercado.
Los padres se preocupan por ser fieles a las nuevas ofertas del mercado como si fuera un
deber paternal. El amor paterno y materno corre riesgo de identificarse con aquello que se
da, con el placer que se procura, con el precio, con la belleza y la vistosidad de las cosas
que se dan, marginando la relación del ser y el encuentro personal.
En el primer ciclo de la escuela primaria, los niños parece que no entienden el estudio como
la fatiga y trabajo, sino más bien como actividad que suscita en ellos actitudes gratificantes
en relación al mundo de los adultos.
141
Surge una imagen nueva del niño, que tiene un modo suyo de ser, de comunicar y de
entrar en relación, bajo los estímulos de los modelos de conducta social y de los valores
aportados por los contextos existenciales.
En el sistema patriarcal, el componente de la familia tiene una visión clara del propio status
y de su papel, ocupando un lugar plenamente aceptado en la organización económica y
social. El niño es, por tanto, socializado inmediatamente, conoce lo que debe hacer y cuanto
le está prohibido y también las personas con las que está destinado a operar. Satisface
plenamente sus necesidades de seguridad, de protección, de afecto, recibidos de forma
complementaria de todos los que le rodean y ven en él la posibilidad de sobrevivir en el
tiempo. En una familia semejante, el niño tiene la posibilidad de estrechar relaciones con
los hermanos y hermanas, y cada uno puede asumir una relación privilegiada con su padre
o con su madre. Todo miembro es considerado persona en relación con los demás.
Todo esto no excluye que la familia de hoy en comparación con la de ayer no ofrezca
nuevas y auténticas posibilidades al reconocimiento y a la educación del niño, cuando es
capaz de situarse en el contexto social. Pero se exige una mayor atención educadora y una
capacidad crítica de elección de los tiempos y de las intervenciones, que no siempre se
encuentra en los padres de hoy.
La apertura social, promovida por la familia-núcleo, es un hecho positivo que permite al niño
contar con una multiplicidad de conductas y modelos adultos, hacia lo que es
particularmente sensible, porque está estimulado por la necesidad profunda de imitación y
de identificación
142
Nuestro contexto social presenta al niño una pluralidad de modelos hasta desconcertarlo
por su abundancia y a ponerle obstáculos a la posibilidad de una auténtica identificación
con ellos. Personajes de la prensa, del mundo de la televisión, del cine, de crónicas, del
deporte, de la canción, etc., son productos fáciles en una sociedad de consumo. Estos
modelos se presentan como inestables: ligados a un momento feliz donde aparece más el
“personaje” que la persona; en ellos capta solamente aspectos marginales; la excesiva
divulgación los convierte en banales, a la vez que muestran su fragilidad como personajes
que no suelen sobrevivir por mucho tiempo, incapaces de satisfacer las expectativas de
un modelo logrado.
Merecen una atención particular las figuras de los padres por el papel determinante que
ejercen en la delineación y constitución de la personalidad del niño, que es una resultante
de las dotes nativas impresas por la familia.
La familia, en efecto, por medio de los padres, clarifica, formula las funciones del niño y las
organiza de modo coherente y operacional.
La presión social ha modificado también las funciones específicas del padre y de la madre,
con consecuencias que repercuten sobre la educación de los hijos.
El papel del padre-esposo sufre una crisis de la autoridad, que, en su relación privilegiada,
ya no es reconducible exclusivamente al acto generativo y a la garantía de una experiencia
comprobada. La madre-esposa es todavía una imagen en vías en la elaboración en busca
de contornos más definidos, sea en la familia, sea fuera de casa.
Por este motivo, hoy más que ayer, los padres sienten la tentación del poder, del
autoritarismo como mecanismo de defensa ante su incapacidad de asumir un nuevo papel
educativo.
143
Los hijos sufren las consecuencias de esta inestabilidad, refugiándose, muchas veces, en
un mundo imaginario.
La familia de hoy puede contribuir positivamente a delinear la persona del niño cuando vive
sus papeles en una dimensión relacional de servicio y de crecimiento reciproco, en
relación a la dotación propia de cada una. Así, de la apertura personal y comunitaria brota
la imagen del adulto.
El fenómeno más masificador de nuestro tiempo está representado por los medios de
comunicación social, que cada día llega a través de diversos conductos: la televisión, cine,
prensa, radio; hasta un público amplio, entre el que se encuentra el niño ocupando un
puesto verdaderamente privilegiado.
Analizaremos de este complejo fenómeno la comunicación televisiva, que goza, cada vez
más, de una creciente extensión y que, en cierto sentido, incluye el lenguaje expresivo de
todo tipo de imagen.
La televisión ocupa un lugar determinante en el tiempo libre del niño, con el consentimiento
de los padres, que así ven resuelto un aspecto de convivencia familiar sin tantos problemas.
El fenómeno, que está en correlación con el urbanismo, se convierte muchas veces en una
forma de compensación de una falta de integración familiar y social.
144
El mundo que se ve en el televisor
El medio televisivo:
Más allá de estos valores, lo que se ofrece es la imagen de un hombre que tiene, que posee,
sin problemas, que confía en sus gustos y satisface con felicidad sus deseos, porque todo
es comerciable.
Bajo este lenguaje yace una moral de instinto y de la satisfacción de las necesidades
inmediatas. Dimana de ello una conciencia que toma el criterio de elección no de valores
intrínsecos, sino en relación a los factores de presión social y de incentivos económicos.
145
Ya no es posible excluir del campo de la educación la televisión, que se ha convertido en
un factor importante de la construcción de la personalidad del niño, en un modelo para su
conducta y en una presencia elocuente y estimulante.
La sociedad actual, un poco en todos los niveles, no concede mucha libertad al niño para
ser niño. Puesto que lo rodea de una gama de intereses que le influyen de modo precoz
cuando todavía no está preparado. Lo considera ya como un pequeño hombre.
Efectivamente se halla privado:
De ahí se pueden derivar en el niño: actitudes conflictivas: aspira a cosas que no puede
poseer; una persistencia en lo ilusorio pretendiendo evadirse de la realidad; e
interpretaciones unilaterales y simplistas sobre la bondad, la fortaleza, la astucia… La
discontinuidad entre experiencia propuesta y vivida engendra en el niño superficialidad y
un cierto conformismo, porque está desprovisto de espíritu crítico.
146
6. La religiosidad del niño
Primera infancia (tres – seis años)
147
presencia Dios en interior. Para el niño Dios es una fuerza misteriosa, por lo que reza con
ACTITUD MÁGICA
El niño de esta edad vive un período de religiosidad mágica. Dios es la fuerza misteriosa. El niño
reza con una confianza mágica en las palabras y en los gestos. Dios aparece como un protector al
servicio del niño. En este período de la vida del niño tiene lugar momentos de intensa participación
religiosa, en los cuales parece posible intuir un comportamiento mágico, sobre todo en el uso de
las oraciones, y posteriormente, de los sacramentos. Más tarde, la mayoría de los niños de 6 a 9
años consideran los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía como automáticamente
eficaces, independientemente de la conciencia y de la actitud del sujeto. Estos pequeños creen en
la eficacia de la oración, pero de una manera casi mágica como creen en la eficacia de los Reyes
Magos, y si en algún caso no se le concede lo que pide, es como castigo y consecuencia de su mala
conducta.
148
Sin embargo, estas dos características tienden a evolucionar con el paso del tiempo, por lo
que entre los 8 y los 9 años comienzan a personalizar a Dios, distinguiéndolo de una
constelación de “diosecillos”, y a conocer a
Jesucristo como persona histórica, diferente
de Dios. ATRIBUTOS DE DIOS
149
RELIGIOSIDAD LÓGICA Y CONCRETA
La emotividad y la afectividad de las etapas anteriores son sustituidas por el pensamiento concreto,
aun cuando perduren las características del antropomorfismo, del animismo y de la magia.
En esta etapa se produce una mayor clarificación en la imagen de Dios que se verá influenciada y
favorecida por la enseñanza religiosa y catequética. En este momento siente deseos de progresar en
sus conocimientos religiosos y comienza a unificar este universo religioso.
Su facilidad para aprender puede permitirle llegar a saber todo lo que se le enseña sin que le interese
nada, reduciendo la religión a un mundo de cosas. El pensamiento religioso se vuelve en esta edad
concreta y operativa. El deseo de saber encierra el peligro de reducir el mensaje cristiano a
conocimientos escolares. Dios es menos íntimo, está menos presente que antes; no es protector que
nos ve y nos oye, sino que piensa en El como un objeto. Por eso se dice que es la etapa del deísmo
racionalista infantil, que corresponde a su pensamiento lógico y objetivo.
Podríamos concluir diciendo que este momento es una ocasión propicia para que se realice
la primera síntesis de fe.
Preadolescencia
El niño ha dejado de serlo y comienza a personalizar todos los elementos que ha ido recogiendo
a lo largo de su infancia. En eta elaboración influyen también los diversos elementos que,
procedentes de su exterior, influyen en su manera de ser: actitudes de pandilla, del ambiente en
que se mueve, de los medios de comunicación, etc.
Al mismo tiempo es, como hemos señalado antes, una etapa en la que aparecen las
naturales tensiones entre sus aspiraciones y sus impulsos: impulso sexual, accesos de
150
cólera, celos, pereza, etc. Esto le lleva a una cierta desilusión y desesperanza, que se
mezcla con unos escrúpulos que le restan energías para vivir.
Vamos a describir los rasgos religiosos de este período, utilizando el esquema que hasta
ahora hemos adoptado.
Hemos señalado como, para el niño, Dios viene influido, en gran medida, por los padres.
Al llegar la adolescencia y comenzar un cierto descrédito hacia ellos, lo mismo ocurre, por
desplazamiento, con Dios. Sin embargo, el adolescente es mayoritariamente creyente,
pero busca un Dios distinto del que marcan las leyes, fomenta los escrúpulos y le viene
impuesto.
En este sentido habría que distinguir que, mientras para el varón Dios aparece vinculado
más a la obligación moral, las chicas sienten como seguridad más de carácter afectivo.
De esta manera, sintoniza con Jesucristo y su libertad, su amor a una liberación, ser más
él, ser con otros.
151
El niño y sus características
Primera infancia (3-6 años. En esta etapa del descubrimiento de la realidad exterior en
todos los campos: físico, ambiental, social y, sobre todo afectivo. El pequeño descubre
como la realidad no siempre se pliega a sus deseos, percibiendo que los objetos y las
personas no son él.
Infancia intermedia (6-9 años). A esta edad se da un cambio muy importante; el ingreso a
la enseñanza primaria donde el ambiente no es tan complaciente como los anteriores en
que ha vivido (familia, educación preescolar). Durante esos años el niño va a buscar
proyectarse hacia el exterior, dando muestras de una curiosidad insaciable.
Infancia adulta (9-12 años). El niño culmina la infancia; su inteligencia comienza a superar
lo concreto, crece su interioridad y afirma su personalidad en grupos de iguales.
• Primera infancia: la simbolización de Dios los niños la van a realizar de sus padres.
➢ Animismo: atribuir vida al universo inmediato, vinculándolo con Dios
➢ Actitud mágica: tendencia a utilizar signos y ritos para poner a su favor
fuerzas espirituales.
• Infancia intermedia
➢ Antropomorfismo: El niño se imagina a Dios en términos humanos.
➢ Ritualismo: Aprende con facilidad fórmulas, gestos, ritos y comportamientos
religiosos
• Infancia adulta: atribuye a Dios características de carácter metafísico: belleza,
justicia, amor, etc., supremos. Percibe el sentido de la comunidad eclesial y de la
Iglesia universal. Momento adecuado para realizar la primera síntesis de fe.
• Preadolescencia: Restructuración de las creencias infantiles: personalización de
la fe. Alejamiento de la práctica religiosa reglada. Tendencias a la oración
individual, a “hablar con Dios”.
152
Ficha de lectura
Actividades
153
UNIDAD DIDÁCTICA 11
La catequesis necesita situarse ante cada edad y período de la misma con criterios y metas
concretas para poder responder a las exigencias y necesidades propias de los educandos
a los que se dirige.
Un plan de formación catequética no se contenta sólo con saber las metas a las que debe
dirigirse toda su actividad. Necesita también conocer cuáles son los contenidos que debe
transmitir para conseguir lo que se propone. Por ello, señalaremos cuál debe ser el mensaje
cristiano que tenemos que proponer a los niños en cada una de las etapas de la infancia, y
los niveles mínimos de referencia según el nivel de los educandos.
Lo mismo los objetivos que los contenidos vienen como “exigidos” por la situación de las
personas y su nivel de fe en el ambiente social y eclesial, en que viven y la importancia y
atención que les presta la misma comunidad cristiana en su acción pastoral. Por eso, hemos
insertado el apartado primero sobre la situación de la pastoral infantil.
154
dificultades a quienes tratan de comprender el mundo de los niños hoy y trabajan en el
sector educativo cristiano infantil.
A veces, los agentes de la pastoral se preguntan por el sentido de la catequesis de los niños
en un mundo descristianizado de adultos, que condiciona y hace muy difícil para las nuevas
generaciones el camino de la fe. Estos mismos prefieren la realidad de los adultos,
desilusionados por los resultados de las muchas atenciones dedicadas en el pasado a los
niños, con la esperanza de formar nuevas comunidades cristianas. Por lo tanto, prefieren
dejar la catequesis infantil y esperar para encontrar el desarrollo de la fe de los niños en
combinación con el de los adultos.
Los catequistas se encuentran obligados a actuar por su cuenta, sin contar con el apoyo de
la familia y de la comunidad cristiana, de la que son agentes cualificados, y a veces, se
preguntan por el significado de su identidad y de su acción, destinada a resultar ineficaz y
a suscitar frustraciones, dadas las incongruencias ambientales.
Los niños, por su parte. Reciben masivamente la enseñanza religiosa en las escuelas,
participan en la catequesis que organizan las parroquias para la iniciación cristiana o,
incluso, se inscriben en movimientos de apostolado, pero son pocos los que gozan de una
educación familiar en la fe. Salvo excepciones, todos prácticamente reciben el mensaje
cristiano en la infancia, pero son muy pocos los que continúan el proceso de la educación
de la fe en la adolescencia y la juventud.
¿Cómo actuar en esta situación que no es fácilmente optimista? ¿Cómo moverse en una
sociedad cada vez más pluralista, secularizada y emancipada de los valores religiosos?
¿Qué camino seguir? En este momento, no se pretende ofrecer todas las respuestas
inmediatas a todos los interrogantes que la catequesis de los niños suscita hoy. Se
propone, más bien, ayudar a los educadores cristianos a que cada uno busque su propia
respuesta y tome sus propias opciones dentro de un marco de referencia que se ofrece
desde una perspectiva pastoral operativa preferente.
155
2. Objetivos específicos
Recogemos aquí algunos, que podemos llamarlos así: objetivos específicos o simplemente
criterios, que señalan hacia dónde debe dirigirse la catequesis infantil en sus diversos
momentos o períodos.
“Los comienzos de la vida religiosa y moral se despliegan desde los mismos orígenes de la vida
humana. En las familias de los creyentes, los primeros meses y años de vida, que son de suma
importancia para el equilibrio del futuro hombre, ya puede ofrecer las condiciones para el logro
de una persona cristiana”
(D.C.G.78)
Por ello, en esta etapa, la catequesis toma un carácter ocasional y netamente familiar,
donde se privilegia lo vivencial sobre lo sistemático y lo afectivo sobre lo nocional.
“Un momento con frecuencia destacado es aquel en que el niño pequeño recibe de sus padres y
del ambiente familiar los primeros rudimentos de la catequesis, que acaso no serán sino una
sencilla revelación del Padre celeste, bueno y providente, al cual aprende a dirigir su corazón”
(C.T.36)
El objetivo más general, puede concretarse en tres objetivos específicos que pasamos a
detalle:
Ayudado por quienes le acompañan en su despertar a la Fe, el niño percibe esta presencia
cercana, amorosa, atenta, entrañable. Lo que se pretende es que el niño abra su corazón,
se deje llenar por el amor de Dios y le llame “padre”
156
✓ La presencia de una persona viva a quien ver y escuchar, con quien entrar en contacto
para sentirse querido y experimentar la confianza y seguridad de que no está sólo.
✓ Aprender a alabar, bendecir y suplicar a Dios. No tanto saber hablar de Dios sino hablar
con Dios.
✓ Hablar al niño de Dios en términos de acción: Dios ama, nos cuida, se preocupa, etc.
“Las brevísimas oraciones que el niño aprenderá a balbucir serán el principio de un diálogo
cariñoso con ese Dios oculto, cuya Palabra comenzará a escuchar después”
(C.T.36)
Mediante lo que el niño experimente, percibe y siente, se le ayuda a descubrir su vida como
un regalo de Dios. Una gran regalo que se manifiesta en su crecimiento, su cuerpo, el juego,
las maravillas de la creación y del trabajo humano y, sobre todo, el amor de los padres y
adultos que le rodean.
Jesús debe ser propuesto como un amigo que habla al niño. Jesús le invita a ser amigo
suyo, a ser feliz. Le anima a vivir la amistad con otros y a confiar en Dios, al que llama
Padre.
“ante los padres cristianos nunca insistiremos demasiado en esta iniciación precoz,
mediante la cual son integradas las facultades del niño en una relación vital con Dios; obra
capital que exige gran amor y profundo respeto del niño, el cual tiene derecho a una
presentación sencilla y verdadera de la fe cristiana”
(C.T. 36)
157
Infancia intermedia: seis-nueve años
En líneas generales se puede afirmar que esta etapa debe orientarse hacia un proceso
educativo que tenga como meta la iniciación básica en la fe.
Iniciación básica y sencilla del Mensaje cristiano, intentando dar un significado a los
acontecimientos y conductas que el niño percibe a su alrededor.
Esta iniciación básica del Mensaje cristiano debe ayudar a descubrir cómo Dios nos llama
y nos invita al gozo de su cercanía y a vivir como Jesús el amor, la amistad, la entrega y la
comunicación con ese Jesús, a través de la Palabra, en la Eucaristía y en la vida. Será una
iniciación global del contenido de nuestra fe, pero no a base de definiciones y verdades
abstractas, sino en orden a suscitar la calidad de la relación con Dios Padre, Hijo y Espíritu.
Esto requiere:
158
✓ Presentar al Espíritu por el camino de la interioridad y de la experiencia, haciendo
descubrir su presencia en la vida
✓ Motivar las opciones personales, desde una experiencia de libertad y de
responsabilidad.
✓ Iniciar en sus líneas más básicas la formación de la conciencia moral y sentido del
pecado como respuesta negativa al amor de Dios.
Todo el proceso de iniciación de estos niños a la confianza en Dios Padre debe llevarles a
vivir gozosa y libremente las realidades de la vida en la misma actitud de Jesús, como Hijo
de Dios, y conseguir que el niño tome conciencia de cómo Dios te llama a colaborar con Él
y a vivir con alegría la comunión con los demás.
Hacia los nueve años, se desarrolla poco a poco la capacidad del niño para adquisición de
saberes. En este momento se han de ofrecer al niño los datos del mensaje cristiano que le
permitan ir construyendo una primera síntesis de la fe cristiana adecuada a su edad.
159
Esta edad es la más apropiada para realizar una catequesis didáctica, sistemática y
concreta, pero proporcionada a su desarrollo psicológico. Por ello, se invita a que se oriente
toda actividad catequética a adquirir una síntesis básica de la fe, de modo sistemático,
doctrinal y vital.
Esta tarea global de la catequesis en esta edad, puede desdoblarse en estos objetivos más
concretos.
Ofrecer progresivamente los datos del Mensaje cristiano, que permitan al niño ir
construyendo una primera síntesis de fe cristiana adecuada a su edad.
En esta presentación hay que evitar el peligro de objetivar a Dios. Como todavía no capta
plenamente las ideas abstractas, conviene presentar la realidad del mensaje cristiano a
través de los hechos bíblicos y litúrgicos de la Historia de la Salvación, y no a partir de
nociones abstractas.
Para ello, se debe iniciar en una lectura vivencial de la Biblia, conectándola con la vida del
niño y de la comunidad.
Desarrollar las actitudes básicas cristianas, ya que el hecho de acentuar los aspectos del
conocimiento no excluye la dimensión vivencial de la fe, más bien la exige. Hay que tener
en cuenta que esta etapa es fundamental en la estructuración de los valores porque el niño:
➢ Empieza a tener una curiosidad apasionante por todo lo que lo rodea, que le lleva a
investigar, conocer y crear.
➢ Está en edad que los psicólogos llaman de identificación y buscan identificarse con
alguien o con algo.
➢ Está etapa de la conciencia positiva y conformista, y necesita una norma y se mira
en los mayores para descubrir en ellos esas actitudes y valores.
➢ Es más dócil, receptivo y comunicativo.
160
Es, por tanto, la edad en la que la formación de las actitudes cristianas, en estrecha relación
con el mundo de los conocimientos y la educación de los valores, encuentran terreno propio.
Por ello, es la etapa de la formación de la recta conciencia, a través de los verdaderos
valores.
Es necesario presentar la moral cristiana como una respuesta relacionada con nuestro
propio proyecto de hombre desde Dios, que nos llama a crecer y utilizar todas las cosas en
servicio a los otros hombres.
Para ayudarle abrirse a la participación responsable de grupo, hay que procurar crear
pequeños equipos, actividades en grupo y desarrollar los movimientos infantiles como el
mejor complemento de la educación de la fe. En ellos el niño adquiere una verdadera
experiencia comunitaria de la vida y se inicia en el compromiso apostólico.
“Anunciamos una palabra que se cumple; Cristo está con nosotros y nos descubre el misterio de
Dios, el misterio del hombre y el misterio del mundo”
El enunciado de este principio global nos lleva a desglosarlo en tres objetivos concretos:
161
Poner las bases para la personalidad creyente adulta
La catequesis puede contribuir a poner las bases muy decisivas para la personalidad del
creyente, si consigue que el mensaje cristiano sea captado en su significación viva.
También durante la preadolescencia este encuentro con Dios Padre y con Jesús resucitado,
presentes en la vida concreta de cada uno, en los acontecimientos y en la comunidad, debe
configurar su personalidad de creyente.
“El reconocer a Dios presente en las encrucijadas de esta etapa vital, en las experiencias
más hondas, lleva a los preadolescentes a iniciarse en el sentido de su propia vida, esto
es, a levantar un poco más el velo del misterio acerca de sí mismos y del hombre en general,
del mundo que los rodea, e incluso de Dios”.
Es necesario que el niño capte que el mensaje está conectado totalmente con su vida; y
que, al tomar conciencia de su propia realidad y de la del entorno, le sea más fácil la
comprensión de las manifestaciones de Dios en el mundo, en la historia, en cada hombre y
en el hombre-Jesús de Nazaret que vive hoy como Señor y nos reúne en su Iglesia.
Todo ello se realizara con la adquisición de un conocimiento vital y orgánico del mensaje
cristiano.
Aprender a situarse ante sí mismo, ante los demás y ante la sociedad desde
la perspectiva cristiana.
Al mismo tiempo, le urge experimentar el encuentro con el otro, con el amigo, con la persona
del otro sexo, con el grupo, con el adulto –modelo de identificación- que le van a ayudar a
ser.
Así mismo, experimenta el encuentro con el mundo y con una sociedad sometida al cambio
y a las contradicciones, una sociedad que construye y que se destruye, y una historia que
viene de un pasado y camina hacia un futuro.
162
dejarse arrastrar por ello sino saber situarse críticamente, de cara a una opción
personalizadora y responsable, ante sí mismo y ante los demás.
En este sentido, es importante tener en cuenta el papel educativo que tienen en esa edad
los testimonios de vida cristiana adulta y de los propios educadores. Hay que situarse ante
los preadolescentes como modelos de referencia con los que se pueda confrontar y a los
que se pueda admirar y seguir.
3. Núcleos temáticos
Vamos a presentar los núcleos temáticos que corresponden a cada uno de los períodos o
ciclos de la educación de la fe de los niños.
Para ello, nos vamos a servir de las orientaciones elaboradas por la Comisión Episcopal de
Enseñanza y Catequesis de la Conferencia Episcopal Española.
Con esto, no tratamos de imponer una sola manera para el desarrollo del contenido de
nuestra fe; simplemente ofrecemos un punto de referencia válido y sugerente, remitiendo a
las orientaciones y programas que haya elaborado la correspondiente Iglesia local o
nacional. Recordamos que, en cualquier caso, se debe tener presente:
163
➢ “que conecten con la vida concreta de la generación a la que se dirige, teniendo bien
presentes sus inquietudes y sus interrogantes, sus luchas y sus esperanzas
➢ Que se esfuercen por encontrar el lenguaje que entiende esa generación
➢ Que se propongan decir todo el mensaje de Cristo y de su Iglesia, sin pasar por alto ni
deformar nada, exponiéndolo todo según un eje y una estructura que haga resaltar
lo esencial.
➢ Que tiendan realmente a producir en sus usuarios un conocimiento mayor de los
misterios de Cristo en orden a una verdadera conversión y a una vida más conforme
con el querer de Dios”
Despertar religioso
La iniciación básica de la fe
Los niños a los que nos dirigimos en este período, acaban de insertarse conscientemente
en el ámbito escolar, comenzando a frecuentar la catequesis parroquial.
Los núcleos a los que se debe presentar atención durante esta etapa los describimos a
continuación.
164
doctrina sobre Jesús “Dios y hombre verdadero” armonice la figura del Jesús
histórico que nos ofrece los Sinópticos y la realidad del Hijo de Dios pre-existente
que muestran tanto S. Juan en su evangelio, como San Pablo.
Así mismo, se debe hacer mención de las exigencias morales que conlleva seguir a
Jesús, según el Evangelio, iluminando los preceptos del Decálogo
➢ Iniciación a la vida sacramental: Bautismo, Eucaristía y Penitencia. Se debe
comenzar evocando el Bautismo, a fin de conducir al niño a una renovación del
compromiso bautismal, que dará paso a una iniciación a la Eucaristía y a la
Penitencia. Al final de este núcleo se ha de presentar, elementalmente, la doctrina
de la Iglesia sobre la escatología.
En este período, la “Catechesi Tradendae” indica que se presenten “si bien de manera
elemental, todos los principales misterios de la fe y su repercusión en la vida moral y
religiosa del niño; catequesis que da sentido a los sacramentos y, a la vez, recibe de los
sacramentos vividos una dimensión vital que le impide quedarse en meramente doctrinal y
comunica al niño la alegría de ser cristiano” (CT. 37)
La edad de los nueve a los once es considerada como adecuada para realizar la primera
síntesis de fe.
Con la intención de que esto se realice, ofrecemos unos núcleos que parecen
fundamentales para que el objetivo pueda cumplirse.
➢ Subrayar que el cristiano forma parte del Pueblo de Dios que tiene una historia, una
larga tradición sin la que no puede comprenderse su propia identidad.
➢ Poner de relieve que la totalidad de esa historia se centra en Cristo, a quien hoy
podemos encontrar realmente en la Iglesia.
(CT. 27)
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La estructura de este núcleo puede responder a este esquema:
En este núcleo se puede desarrollar una historia de la Iglesia muy sumaria en la que se
refleja cómo, bajo el impulso del Espíritu Santo, se han mantenido con fidelidad el Mensaje
Cristiano y la institución que él fundó sobre los Apóstoles. La historia, tal como la entiende
la fe cristiana, incluye un final en el que se dará cumplimiento a las promesas.
El cristiano, por vocación, se compromete en las tareas del mundo sin olvidar un más allá
que será revelado plenamente en la vida futura. (cf. Pablo VI, EN. N. 28s)
La personalización de la fe
Nos dirigimos ahora a chico y chicas que han entrado en la adolescencia. Po ello, los
núcleos que vamos a indicar ahora, están en consonancia con la situación vital por la que
atraviesan.
- El cambio y el crecimiento
- La búsqueda de identidad
- La búsqueda de Dios mediante la maduración de la fe.
166
Cristo nos descubre el misterio de Dios
A lo largo de este núcleo se aborda cómo Jesucristo revela el rostro del Padre y su misterio
trinitario. La profundización en estas realidades se lleva a cabo mediante el Espíritu que
Jesús envió a la Iglesia.
Estos cuatro núcleos están seriamente imbricados entre sí, por lo que no se trata de seguir
un recorrido predeterminado, sino de establecer las relaciones que en cada momento
convenga entre los cuatro núcleos.
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Objetivos específicos y contenidos de la catequesis de niños
Por pastoral infantil podemos entender la acción educativa cristiana, preferentemente de
tipo catequético, realizada en el ámbito pastoral de la comunidad cristiana, dirigida a los
niños de 4 a 14 años aproximadamente.
La primera infancia tiene como objetivo el despertar de las capacidades religiosas del niño;
la etapa de la infancia intermedia debe orientarse hacia la consecución de una iniciación
básica en la fe; la etapa de la infancia adulta debe facilitar la adquisición de una primera
síntesis de fe; la actividad catequética de la preadolescencia debe orientarse a conseguir
una verdadera personalización de la fe.
El conjunto de núcleos temáticos puede ser desarrollado según los siguientes bloques:
Ficha de lectura
Actividades
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Señor Jesús que dijiste a tus discípulos: Vosotros me llamáis MAESTRO en verdad lo soy,
ayúdanos a descubrirte como nuestro camino, verdad y vida, ayúdanos a descubrir en tus
palabras, la sabiduría que oriente nuestros pasos y el amor que reanime nuestros
corazones.
Tú que iluminas a todo hombre que viene a este mundo haz que tus actitudes frente al
Padre y frente a los hermanos, especialmente los más pobres, nos sirvan de modelo que
acreciente nuestra entrega generosa y así podemos vivir tu Reino cada día y nos
preparemos para anunciar tu Evangelio de Justicia, Paz y Misericordia.
Así sea.
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