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Sobre La Transferencia Delirante
Sobre La Transferencia Delirante
* SOBRE
LA TRANSFERENCIA DELIRANTE
(PSICOSIS TRANSFERENCIAL)
Margaret Little
A veces nos encontramos en nuestra práctica con pacientes que no pueden valerse
de las interpretaciones transferenciales; la diferencia con otros pacientes es de índole
cualitativa, no cuantitativa. No constituyen un grupo definido, sino que incluyen indi-
viduos con trastornos caracterológicos, perversiones sexuales, algunos trastornos psico-
somáticos, psicopatías, etcétera. Esto es, personas cuerdas con un grado considerable
de ansiedad tanto persecutoria como depresiva.
Cuando se le hace a un paciente de este tipo una interpretación transferencial,
pueden suceder dos cosas: o el paciente no le encuentra sentido y no puede utili-
zarla, o bien la acepta, con aparente comprensión, pero el analista no tarda en perca-
tarse de que no ha ejercido efecto alguno, que no se produce ningún cambio ni se
alcanza insight.
El análisis de estos pacientes muestra también muchas otras características.
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En estos pacientes, el carácter de la transferencia es en esencia delirante.
Como sucede con los neuróticos, la transferencia es ambivalente y, por lo tanto,
doble, aunque a menudo no aparezca más que en su aspecto positivo, como lo que se
ha dado en llamar "transferencia erotizada", cuyo fin es el mantener sólo la ideali-
zación y negar que existe lo opuesto.
Pero un neurótico puede reconocer al analista como una persona real, alguien
que por el momento simboliza, o "representa", a sus padres -sea como aquellos
fueron en la realidad, sea como el paciente los experimentó en su infancia-, y es
accesible a la interpretación verbal de la transferencia.
La transferencia, cuando es delirante, no tiene esa cualidad de "como si". Para
un paciente de este tipo, el analista es, efectivamente, "auténticamente", tanto los
padres idealizados como sus opuestos o, más bien, los padres deificados y diaboli-
zados, y también el paciente deificado y diabalizado, pues se parte del supuesto abso-
luto de que el analista es mágico.
Para resolver la transferencia es necesario lograr que el paciente pueda reunir
amor y odio en una misma persona, encuentre afectos buenos y malos en su analista,
Sobre la transferencia delirante 559
persona que está separada de los sentimientos y los movimientos y no está implicada
en ellos; el analista los experimenta, pero su experiencia difiere de la del paciente"
y esto da origen a una nueva situación. El delirio ya no puede mantenerse y ya no
es necesario.
El movimiento ha traído consigo la diferenciación. La posibilidad de renunciar
al delirio surge del descubrimiento de un cuerpo que se mueve en respuesta a una
urgencia y que establece contacto. Ese es el comienzo de la recuperación, pues la
identificación primaria desaparece y laidéntificación secundaria se hace posible, lo
cual, a su vez, puede traer como resultado la capacidad para asumir las consecuencias
de algo que sucede.
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Postscriptum
situación. Tal el estado de una persona que padece un dolor, pero en ese punto
linda con el estado que describí antes, en el que estímulos intolerables irrumpen a
través de la barrera defensiva (Reischutz) en un nivel muy temprano del desarrollo
yoico y se pierde la sensación de ser una persona. Jones habla en otra parte de
"afánisis", término al que da distintos significados según las distintas etapas en el
desarrollo yoico del individuo. No se refiere a ella en esta comunicación.
Pero el estado que he descrito, en el que hay una pérdida de toda sensación de
ser una persona, implica que el funcionamiento defensivo del Yo 'está temporaria-
mente suspendido en forma deliberada, a través del proceso analítico, y que se liberan
los impulsos del Ello.
En Introducción al psicoanálisis, Freud describió el Ello como "todo lo que el
Yo no es ... un caos, un caldero de excitación febril". "Las catexias instintivas que
buscan descargarse es todo lo que el Ello contiene".
Pero Freud describió también la disolución de un delirio, y en términos muy simi-
lares a los que yo utilicé. No lo he seguido conscientemente. Leí "El delirio y los
sueños en la 'Gradiva' de W. Jensen" durante mi formación pslcoanalltlca. No volví
a leerlo hasta hace algunas semanas y comprobé que lo había olvidado casi' por
completo. La Gradiva de Jensen relata la historia del delirio pasajero de un joven y'
su curación. Sus padecimientos cuando algo perturba el delirio difieren sólo cuanti-
tativamente de los de un paciente cuya transferencia delirante comienza a disolverse.
Resulta obvio que corre peligro en ese momento: percibe una amenaza (real o imagi-
naria) para la joven que al mismo tiempo busca y evita y, al anular el peligro "aplas-
tando" impulsivamente el insecto que podía picarla, le toca el brazo con la mano, y
así descubre su realidad. La disolución final del delirio, y la recuperación del joven,
sobrevienen como resultado de ese movimiento y ese contacto corporales.
Freud rastrea en detalle los procesos implicados, a la luz del psicoanálisis. Su
interpretación es penetrante, coherente y convincente, pero no sugiere la posibilidad
de resolver de la misma manera un estado delirante permanente. Me sorprendió mucho
comprobar que el análisis de mis pacientes con transferencia delirante sigue ese mismo
patrón, aunque, desde luego, como en estos casos el delirio no es temporario ni
reciente (y los pacientes no son personajes de una novela), la recuperación no sobre-
viene después de un único episodio. Tiene que ocurrir en forma repetida, y con cada
repetición se vuelve más significativo y más eficaz.
La palabra "significativo" fue utilizada a menudo por quienes hablaron en el
congreso, y creo que su sentido para nosotros en este contexto es en realidad "amplia-
dor del Yo". Parecería que en estos casos delirantes la ampliación del Yo sólo puede
producirse en forma traumática, lo cual explica en parte las dificultades con que
tropezamos.
Quisiera ahora agregar algo acerca del estado de indiferenciación oculto tras el
delirio. Se trata de un tema harto complejo (espero escribir sobre él en el futuro),
más que por nuevo u original, por el enfoque que posibilita.
Los términos "identificación primaria" y "narcisismo primario" no son adecuados
para describirlo, en mi opinión, y tampoco lo es la expresión "posición esquizo-
paranoide". Prefiero describirlo como un estado de indiferenciación primordial, o de
unidad básica, en el que está incluida una identificación primitiva. Lo que quiero decir
es que la indiferenciación es absoluta, en grado y en extensión. Nada existe separado
de-ñada y el proceso de diferenciación debe comenzar desde cero.
A partir de esta unidad, cristaliza un hecho corporal (un movimiento, la salivación,
etcétera), 'seguido por una emoción, según la respuesta del medio. Estos hechos son,
en gran medida, penosos. El descubrimiento del dolor ayuda a establecer una dife-
SObre la transferencia delirante 563
rencia entre Self y no Self. El descubrimiento del placer positivo' parece ser útil sólo
en forma secundaria, al hacer tolerable el descubrimiento del dolor; primariamente,
tiende a incrementar la cohesión entre las partículas indiferenciadas y contribuye asi
a la estabilidad. Pero el descubrimiento del dolor ya es una diferenciación en si
mismo, y el proceso, una vez iniciado, tiende a continuar en forma progresiva y acurnu-
lativa y persiste en la medida en que hay suficiente estabilidad dentro y fuera de la
unidad anallsta-paclente,
Así, la tarea del analista consiste en ayudar a que el paciente suspenda el
funcionamiento defensivo de su propio Yo, permita que el analista funcione por él,
dejando que suceda lo que -sucedlere, es decir dejando que todo esté a cargo y al
cuidado del analista, pues de otra manera sobreviene el caos. Este proceso puede
producirse a través de esa misma unidad básica, pues el paciente siente que "lo que
usted quiere es lo que yo quiero, porque usted es yo y yo soy usted". Creo que
ésta es también la explicación de la complacencia que tan a menudo encontramos
en nuestros pacientes y también de su contrapartida, la actitud desafiante.
Una vez que la transferencia delirante ha comenzado a resolverse, la tarea con-
siste en lograr que el paciente se haga cargo de su propia función yoica en lo con-
cerniente a suspender sus defensas, a reconocer por sí mismo cuándo delira y a ma-
nejar lo que se oculta tras el delirio en su propia versión individual de la forma en
que su analista lo ha hecho antes por él.
La posibilidad de hacerlo implica la percepción del analista y su manera de hacer
las cosas, pasar a internalizarlo según el patrón primitivo de la ingestión de alimentos
(que es una experiencia corporal y no una introyección mágica), digerir, absorber,
construir dentro del Self, de modo que el analista ya no sea reconocible alli en su
forma original inalterada. Todo esto depende de la separación con respecto al ana-
lista, esto es, la diferenciación a partir de la unidad básica.
Para tal fin, el analista debe aceptar plenamente la unidad básica, mostrándose
psíquicamente indistinguible del paciente y conservando al mismo tiempo su entidad.
Debe encontrar lo que considera conveniente para sí mismo (es decir, lo que quiere
decir o hacer), y suponer que es igualmente adecuado para el paciente. Es un momento
en el cual debe estar en condiciones de comprometerse, incluso arriesgando cometer
un error, pero recordará siempre en este momento que el peor error puede ser aquí
abstenerse. Debe mostrarse muy claro y definido al decir ciertas cosas, pero también
permitir que el paciente decida si las acepta o no. El rechazo por parte del paciente
a menudo significa una postergación hasta que se puede volver a alcanzar el estado
básico, momento en que el paciente siente "si usted piensa eso, yo también".
A veces resulta difícil evitar la aparición de "aprovecharse" de la complacencia
y dependencia del paciente, pero si se espera con paciencia por lo general se logra
la aceptación, aunque, desde luego, tal aceptación no garantiza por sí misma la eficacia
del analista.
Tal estado de unidad básica es la base inconsciente de todos los fenómenos trans-
ferenciales y también puede explicar fenómenos como la sugestión hipnótica y las
misteriosas "confesiones" de las que a menudo oímos hablar. Cuando el placer, que
promueve el amor, ha contribuido en grado suficiente a su fortalecimiento, aparece
allí, axiomático y como algo natural, y se convierte en la base del matrimonio, la
maternidad y otras sublimaciones como el cuidado de los niños y el psicoanálisis
mismo.
Cuando se ha visto perturbado en forma demasiado temprana o amplia por el
dolor, de cualquier tipo, con una ambivalencia que se inclina hacia el lado del odio,
y surge el caos, se lo puede observar, por ejemplo, como la base de los rasgos menos
atractivos de las ideologías y de las luchas de clase y raciales. Cuando es necesario
afirmarlo (para negar su ausencia o insuficiencia), encontramos bonhomía y herman-
dades. .
564 .Margaret Little
En este trabajo he hablado sobre "qué" y "por qué", más que sobre "cómo".
El "cómo" no se describe fácilmente en formas que transmitan algún significado. Una
vez que se comienzan a describir maneras de hacer cosas que no son familiares para
los interlocutores, es inevitable que surja la ansiedad, con los consiguientes equívocos
V distorsiones. Debemos apoyarnos en gran medida en la empatia, lo cual significa
confiar en este estado básico, pero ampliado por la experiencia. Cada uno de nosotros
debe encontrar su propio "cómo", por ensayo y error, dejando que lo que sucede
suceda en nuestro interior y descubriendo por nosotros mismos las realidades del
análisis.
Traducción de Noemí Rosenblat
COMENTARIO
como lo fue antes con sus padres a pesar de lo frustrante que pudo haber sido la
relación con ellos.
Las consideraciones precedentes nos permiten ahora abordar mejor el problema
de la folie 11 deux, que en el punto O la autora relaciona con la tendencia a la depen-
dencia que presentan estos pacientes. A nuestro entender, en este punto, algunos aspec-
tos no aparecen suficientemente discriminados. En este sentido, buscar personas que
aporten las funciones yoicas de las que se carece no es necesariamente patológico,
sino que, por el contrario, expresa las necesidades reales inherentes a la inmadurez,
que podrá modificarse a través del proceso terapéutico mismo. La folie 11 deux, por
el contrario, se instala más bien ante el fracaso de la comprensión de la naturaleza de
las vicisitudes a las que nos referimos antes. Cuando la necesidad de una dependencia
infantil sana fue frustrada por las carencias del objeto parental estructurante, el suje-
to infantil se vio obligado, para manejar su situación de abandono, a controlar omnipo-
tentemente la posesión del objeto, configurando con él un vínculo de naturaleza per-
versa. La introyección de ese vínculo se constituirá luego en uno de los componentes
del narcisismo patológico defensivo más difícil de modificar. El establecimiento de una
relación de folie 11 deux en el tratamiento analítico aparece como la repetición con
el analista de este tipo de vínculo, cuyo destino dependerá más del analista que del
paciente mismo. También podemos agregar aquí, como observación clínica, que este
tipo de relación es la que se ha dado habitualmente en la relación de pareja de los
padres de estos pacientes.
Margaret Uttle dice que es necesario alcanzar un estado, que describe como estado
de ser o de experimentar sin la sensación de que hay una persona, para que se pueda
resolver la falta de realidad de las identidades entre analista e imago parental y la
transferencia delirante. Alcanzarlo implica una aniquilación total y "el paciente se
convierte, en ese instante, sólo en un dolor, una rabia, una confusión, un alarido, etc.
[... ] la cualidad de la perturbación es cataclismica [... ] la tensión alcanza un climax,
descargada en Un movimiento impulsivo y seguida por una sensación de alivio [... ]
es un estado de frenesi [... ] un accés de rage". Puede adoptar la forma de un ataque
contra el Self, con autodaño o intento de suicidio, o bien de un ataque maniaco contra
el analista. De ahí la necesidad de mantener el delirio en la transferencia, dado que
en la concepción de la autora, "en una persona delirante cualquier nuevo reconoci-
miento de la realidad se experimenta como una amenaza de destrucción de todo".
Pensamos que esto no es exactamente así, sino que el proceso terapéutico se
daría más bien en un desarrollo paulatino de capacidades yoicas por la incorporación
o identificación introyectiva de aspectos yoicos del analista en el trabajo de la relación
analítica misma, y que en la medida en que se produce el desarrollo de esos recursos
yoicos el paciente se ve cada vez más capacitado para poder hacer una regresión
.operativa al servicio del Yo a niveles profundos que tienen que ver con este estado
de ser al que se refería la autora, sin pasar necesariamente por un estado de pánico
relacionado con una sensación de aniquilación total; es decir, que pensamos que es
necesario llegar a un tipo de regresión profunda, a una especie de fusión como va a
describirla autora en la tercera parte del trabajo, entre el paciente y su analista, pero
creemos que para poder llegar a esta situación van a tener que ir desarrollándose
previamente recursos yoicos a través de un trabajo de preparación sostenido y siste-
mático, que implique, entre otras cosas, como algo fundamental, el reconocimiento por
parte del analista de que la necesidad que el paciente tiene de ver en él una figura
real, es decir, una persona real, como el padre o la madre, es una necesidad auténtica
y que es contemplada como tal y no vista o vivida como formando parte de la trans-
ferencia delirante en cuanto delirante, es decir, fuera de la realidad. Si este proceso
no se ha desarrollado en la forma descrita, entonces sí el contacto con la realidad, a
la salida de la condición delirante, será necesariamente traumático, como lo describe
la .autora. Para nosotros el momento de máxima tensión, el acces de rage,e.1 intento
Actualización 569
de suicidio, etc., corresponden, más bien, a una expresión desesperada ante la impo-
sibilidad de mantener la omnipotencia infantil. Cuanto más carencial sea la condición
básica del paciente, más peligrosa será esa situación.
En el comienzo de la tercera parte, Margaret Little dice textualmente: "Se deduce
que el análisis depende de la posibilidad de resolver la transferencia delirante. Para
ello es necesario presentar la realidad de manera innegable e ineludible, de modo que
el contacto con ella no pueda rechazarse y en formas tales que el paciente no tenga
que utilizar la inferencia ni el pensamiento deductivo. [... ] Se' podría comparar esta
situación con el momento en que un niño pequeño despierta de un sueño, pero es
necesario que alguien se encuentre a su lado para ayudarle a despertar. Este enfoque
tiene a nuestro entender parte de verdad, sobre todo en el sentido de que es necesario
estar aliado del paciente como si fuera un niño pequeño, pero esto no se 'refiere
o no debe referirse, a nuestro entender, solamente a este momento en el cual es ne-
cesario presentar la realidad de una manera innegable e ineludible. La realidad está
siempre presente en alguna medida innegable e ineludible, pero de lo que se trata es
de que el paciente puede ir capacitándose poco a poco para poder enfrentar esa
innegabilidad y esa ineludibilidad de reconocer la realidad. Esa capacitación se estruc-
turará a través de la relación con el analista como persona real y con las capacidades
yoicas del analista que, precisamente como persona real, puede comportarse a la
manera de un objeto estructurante de los recursos yoicos que el paciente necesita
para poder por un lado enfrentar la realidad como tal y por otro lado hacer ese tipo
de regresión operativa' imprescindible para abandonar la necesidad de establecer el
tipo de relación simbiótica patológica que tuvo con sus padres, a la manera de la
folie a deux que refiere Margaret Little, y entonces realizar, pasando más allá en esa
regresión operativa, un tipo de experiencia de entrega más total' a la manera de una
fusión, como el bebé puede tener en su entrega total a una madre sana, que puede
recibirlo cariñosamente y con una capacidad de reverie, como diría Bion, necesaria
en este tipo de relación tan íntima, y entonces sí a partir de allí reconstruir todo un
desarrollo normal que no había podldo tener lugar.
En varias partes del trabajo, Margaret Little se refiere a la necesidad del movi-
miento o a la participación de la actividad y el movimiento en lo que podríamos llamar
el proceso psicoanalítico de estos casos. Cerca del final del artículo dice por ejemplo
textualmente: "A veces el analista tiene que utilizar la actividad y el movimiento corporal,
por ejemplo, contener a un paciente destructivo en un ataque de furia, a veces debe
permitir que sus sentimientos se pongan de manifiesto como la única manera significa-
tiva de transmitir la verdad sobre una situación a un paciente, para quien las palabras
no la expresan y que no puede hacer deducciones a partir de los signos menos
personales y menos directos del consultorio analítico y la técnica analítica habitual.
Hay momentos en que lo único que puede llegar al paciente es una expresión directa
de lo que el analista siente en ese instante, y otros momentos en que esa expresión
ejerce un efecto inmediato y profundo simplemente porque es significativa". Sigue
diciendo: "Es a través del sentimiento y del movimiento como el paciente se ve a si
mismo como una persona separada, con similitudes y diferencias con respecto a otras
personas, tal como su analista se parece a los demás y al mismo tiempo es distinto
de ellos".
En la descripción que hace, Margaret Little en estos párrafos textualmente consig-
nados, nosotros entendemos que se está describiendo la característica de un tipo de
personalidad que tiene la inmadurez propia de lo que es la infancia, en donde el
pensamiento y la acción están mucho más próximos el uno al otro. En la primera parte
del trabajo ya estaba señalada la tendencia al acting out, que podía ser violento, y
también el hecho de que estos pacientes llaman mucho la atención sobre sí mismos
e implican a otras personas en sus problemas y se entrometen ellos mismos en asun-
tos ajenos. Estos elementos, Juntamente con .otros descritos en el trabajo, configuran
570 Jorge García Badara'cco
cierto modo enloquecer al analista, o dicho de otra manera, esto es lo que experi-
menta éste en la contratransferencia con respecto a lo que el paciente parecería exigir
de él. Pensamos que esta situación debe entenderse más como una necesidad de
poder curarse de esta locura, entendida como identificación primaria con un objeto
externo enloquecedor en el momento de la relación infantil, para transformarlo y poder
así liberarse de él.
Dentro de las características que describe, la autora se refiere a que los pacientes
parecen desarrollar una suerte de adicción al análisis y dice que "experimentan una
necesidad insaciable de amor y de atención por medio de los cuales intentan controlar
mágicamente su destructividad y su odio ilimitados". "Esta 'adicción al análisis', sigue
diciendo, lleva a una búsqueda repetitiva e implacable de algo, a cualquier costo, para
el paciente y para el analista, pero esta misma característica a veces hace que un
análisis que parece poco promisorio a la larga resulte exitoso, siempre y cuando sea
posíble reconocer ese 'algo' y conseguírlo, por lo menos en términos simbólicos".
Nosotros pensamos que esta característica se encuentra realmente en los pacientes
y es algo así como una enorme necesidad de amor y de atención, pero no creemos
que sea solamente por el hecho de que el paciente intente controlar mágicamente
su destructividad y su odio ilimitados. Pensamos más bien que esta adicción al análisis
constituiría una patología de la relación analítica misma en el sentido del aspecto
perverso de la foliea deux. Esa búsqueda repetitiva e implacable de algo se estructura
en una especie de círculo vicioso en la medida en que ese algo no es conseguido.
Marqaret Little dice que ese algo puede ser finalmente conseguido, aunque sea en
términos simbólicos, pero nosotros consideramos que lo que el paciente realmente
está necesitando y que está buscando en forma implacable, por decir así, es la posi-
bilidad de realizar experiencias enriquecedoras para su crecimiento yoico del tipo
de la que describimos antes cuando hablamos de la relación con un analista como
objeto real. Cuando se dan estas condiciones, entonces, esta búsqueda no es tan repe-
titiva y tan implacable, es decir, es íntensa, es perseverante, pero poco a poco va
cediendo en la medida en que el paciente va encontrando satisfecha esta necesidad
básica; creemos que el hecho de que el analista no perciba esta situación en la forma
en que la estamos describiendo nosotros, puede condicionar precisamente el estable-
cimiento o la estructuración de una relación patológica del tipo de la adicción al
análisis.
La destructividad y el odio ilimitados se producen precisamente cuando el ana-
lista no presta su función yoica al servicio de la necesidad del paciente de compartir
el dolor que implica la aceptación de la realidad y él se va cargando entonces de un
odio y de una destructividad que, al canalizarse en formas disociadas, establecen círcu-
los viciosos que generan sentimientos de culpa. Esa necesidad insaciable de amor y
de atención será más bien entonces necesidad de calmar el sentimiento de culpa que
se ha configurado como un círculo vicioso y que se realimenta por sí mismo en rela-
ción con una imagen interna del analista que es vivido como un objeto malo y perse-
cutorio, destruido y destructivo a la vez. El paciente ha quedado atrapado en un
vínculo de tipo narcisista dejando, en cierto modo, al analista real externo fuera
de esta relación y por lo tanto inoperante con respecto a ella. El analista entra
así sin darse cuenta en una relación simbiótica patológica, folie a deux, etc., con su
paciente, en la medida en que no percibe precisamente la necesidad de funcionar en
términos de un objeto real externo estructurante de los recursos yoicos y capaz de
acompañar al paciente en su necesidad de crecímiento, de desarrollar una capacidad
de tolerar la frustración y en Sil posibilidad real de alcanzar algún tipo de satisfacción
verdadera de esa necesidad básica de poder entregarse a un objeto externo real en
una dependencia sana a través de una regresión operativa, que es lo que nunca pudo
hacer de pequeño con sus propios padres.
572 Jorge García Beaerecco