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Contexto:
Pedro comenzó con el gran kerigma apostólico; anunció que Jesús es el
cumplimiento de la palabra profética, que es el mensajero de Dios injustamente
condenado a muerte, resucitado por Dios y es el dador del Espíritu. Les dio a los
apóstoles la tarea de ser sus testigos y ahora los que fueron responsables de matar
a ese justo, deben tomar en cuenta el error judicial. Si Dios intervino resucitando a
ese hombre, demostró que era inocente y, por lo tanto, su sentencia fue un rotundo
error judicial. ¿Cómo remediarlo? Ahora no se puede deshacer que lo que se ha
hecho.
“Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna”. Es lo que hacía con
todos; así también les pide un poco de limosna a estos dos. “Pedro, acompañado
de Juan, lo miró fijamente y le dijo: Míranos”. Se detiene, llama la atención, se
encuentran con la mirada, de hombre a hombre, se miran a los ojos. El lisiado
simplemente espera recibir una limosna, tal vez un poco más consistente ya que
alguien le llamó su atención. “Pero Pedro le dijo: No tengo plata ni oro pero lo que
tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, levántate y camina”. Es una
frase emblemática; Pedro no tiene un tesoro, no tiene dinero, oro o plata y no tiene
aportes para hacer en dinero, pero tiene a algo más, tiene el poder de Cristo. No es
él quien realiza el milagro, ‘en nombre de Jesucristo nazareno: camina’. Jesús
decía: ‘Yo te digo, levántate y camina’ – ‘Joven, levántate - yo te lo digo’. Pedro NO.
Pedro no tiene la autoridad para mandar. Pedro es un mediador, representa a Jesús;
en el nombre de Jesús le da a ese hombre la posibilidad de caminar.
Es un gesto milagroso, es una intervención terapéutica; ese hombre, nacido lisiado
era incurable para la medicina de la época y Pedro obtiene en un instante que ese
hombre adquiera habilidades humanas normales. “Lo que tengo te lo doy” – es la
imagen sintética de la predicación apostólica. Pedro tiene a Jesucristo, tiene la
fuerza del Espíritu y lo que recibió lo comunica. Y se que comunica a través de los
sacramentos del bautismo, de la eucaristía. Es un poder terapéutico que cura, hace
que el hombre sea capaz de caminar con sus propias piernas. “Y tomándolo de la
mano derecha lo levantó”.
“Toda la gente lo vio caminar y alabar a Dios; y, al reconocer que era el que pedía
limosna sentado a la puerta Hermosa del templo, se llenaron de asombro y estupor
ante lo sucedido”. Con destreza, Lucas introduce un motivo para proponer otro
discurso. El gesto milagroso realizado por Pedro causa estupor y asombro y la gente
se pregunta ¿qué paso? ¿cómo es posible si siempre lo hemos visto paralizado? Y
no puede ser un truco porque lo habían visto durante años. ¿Qué le pasó a este
hombre? Frente a la pregunta del asombro, Pedro ofrece la respuesta, cumple una
acción y luego propone una palabra.
Discurso Kerrygmático
El lisiado que ahora camina normalmente está con Pedro y Juan y ellos pronuncian
este discurso que es un segundo discurso kerigmático, es decir, que presenta el
contenido de la predicación esencial de los apóstoles. Como el que se hizo el día
de Pentecostés, así en este caso, se sintetiza el mensaje central: se presenta a
Jesús, enviado por Dios, Cristo y Señor, resucitado de entre los muertos, capaz de
darle al hombre la capacidad de caminar con sus propias piernas. Adherirse a Jesús
da esta posibilidad, la capacidad del hombre de caminar bien.
Al igual que el anterior discurso, Hch 3,12-26 constituye, sobre todo en su parte
principal (vv. 20-26), una exégesis rabínica midráshica de Dt 18, 15-19. También
aquí se explota el doble sentido cuando, recordando Dt 18,26, utiliza el verbo
anistemi con sus dos vertientes: suscitar y resucitar, esto va a conducir al autor a la
afirmación fundamental que constituye el nervio principal de la argumentación: la
resurrección de Jesús.
Conclusión: Fe y evangelización
El problema de nuestra catequesis no es si los destinatarios entienden el sentido
racional de la enseñanza, sus dogmas y doctrina, sino el proponer a Jesucristo
como experiencia profunda y coherente de fe, en esta perspectiva, toda tendencia
a sustituir la evangelización fundamental por un sacramentalismo desenfrenado
contradice sobremanera el Evangelio y la Tradición apostólica. Por eso, toda
catequesis evangelizadora debe tener siempre presente la cosa más importante: la
fe que salva: pero ¿Cómo van a creer... si no han oído hablar de él? Y ¿cómo van
a oír si no hay quien les dé el mensaje? Y ¿cómo van a dar el mensaje si no hay
quien les envíe? (Rm 10,14s.) La fe pues, es el objetivo de la Evangelización como
se pudo constatar en el contenido del discurso de Pedro.