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Horst Schönbohm
Se aprecia una tremenda brecha entre la Constitución, las normas y el derecho, por un lado, y
la realidad de la aplicación del derecho, por otro. Se percibe que el Estado y las instituciones
no garantizan seguridad jurídica ni protección de derechos. Aunque la situación varía entre los
países de la región, los ciudadanos de América Latina comparten esta sensación, la misma que
prevalece a pesar de lo mucho que se ha avanzado, sin duda, en desarrollar un Estado de
derecho constitucional en las últimas tres décadas. Las nuevas Constituciones precisan mejor
los derechos fundamentales y las garantías constitucionales, se han creado nuevas
instituciones para la protección efectiva de los derechos humanos, como los tribunales
constitucionales y las defensorías del pueblo y se han reformado instituciones como el Poder
Judicial a efectos de hacerlas más eficientes. Hasta hoy, sin embargo, ello no ha influido en la
percepción ciudadana; en opinión de la población, las reformas no han tenido mucho impacto
y han sido muy limitadas en la práctica. Surge entonces la pregunta: ¿por qué esta situación es
tan marcada en Latinoamérica aun después de casi doscientos años de independencia y más
de veinte años de reformas?
— proporcionar a las instituciones del Estado y a la ciudadanía una orientación para sus
actuaciones, y así estabilizar a los individuos en su comportamiento;
— proteger los derechos individuales y la libertad de las personas frente al Estado y a las
intervenciones de otros sujetos privados.
En todas las sociedades existe un porcentaje limitado de ciudadanos que por regla general
incumple las normas cuando estas no se ajustan a sus intereses y otro porcentaje también
limitado que por principio respeta las normas y reglas. La mayoría normalmente está más bien
dispuesta a cumplir o incumplir las normas dependiendo de la norma de que se trate y de las
circunstancias del caso. El reto del Estado es fortalecer la disposición de los ciudadanos a
cumplir las leyes, pero esto solamente será posible si el ciudadano puede confiar en que sus
derechos serán debida y oportunamente garantizados por las instituciones estatales
competentes.
Para que el Estado de derecho constitucional se imponga deben existir además las siguientes
condiciones:
— El Estado debe poner a disposición de todos los ciudadanos procedimientos para que estos
puedan reclamar y ejercer sus derechos.
— El Estado debe crear las instituciones ante las cuales la ciudadanía pueda reclamar y ejercer
sus derechos.
— El Estado debe evitar dejar espacios donde no domine la ley e impedir que estos espacios
sean ocupados por grupos de poder político o económico en función de sus intereses
En muchos países, una mayoría importante de la población está dispuesta a no respetar las
leyes y normas si les conviene y si su evasión no les hace temer consecuencias. Esto se agrava
al comprobar que las instituciones del Estado, que deben aplicar las normas, y también los
representantes políticos que deben velar por su cumplimiento, son fácilmente motivados a no
aplicar la ley, en función de su conveniencia. Así es muy difícil que el Estado de derecho
constitucional se desarrolle efectivamente y que se disminuya la brecha entre la Constitución y
la ley y la realidad constitucional y legal.
El desarrollo social, político y económico ha influenciado también los contenidos y alcances del
Estado de derecho, principalmente a través de la jurisprudencia, en especial de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos y las Cortes constitucionales. En este contexto,
cualquier acto de autoridad que regula un asunto, aplica la ley y soluciona conflictos debe ser
justificado con argumentos que sean comprensibles y revisables. En una época en la que casi
todos los espacios sociales, económicos y políticos son normados y las relaciones se tornan día
a día más complejas para ser controladas por una moral o un control social, las normas y las
instituciones del Estado de derecho son cada vez más importantes para solucionar los
conflictos y regular las relaciones entre el Estado y los ciudadanos y entre los mismos
ciudadanos.
Asimismo, se pueden constatar esfuerzos importantes en casi todos los países para reformar
sustancialmente sus sistemas judiciales, parlamentarios y de las instituciones estatales;
algunos de ellos, lamentablemente no todos, han logrado, a pesar de los puntos críticos,
avances sustanciales en estos campos.
Habiendo muchos reportes sobre los problemas y falencias del Estado de derecho
constitucional en América Latina, en los que puede percibirse cómo estos afectan a los países
en distintos grados de intensidad. No obstante, se registra una tendencia con las siguientes
características:
— Existe una diferencia marcada entre el orden del derecho constitucional formal y la realidad
del derecho constitucional.
— Las normas no mantienen muchas veces una relación con la realidad y la problemática de
los asuntos que pretenden regular y en no pocos casos las normas contradicen a los derechos
fundamentales y al Estado de derecho constitucional.
— Las instituciones del Estado no aplican en forma adecuada las normas, no imponen su
cumplimiento y hasta las instrumentalizan; esto se puede apreciar en el ámbito de la
Administración pública, en el de la justicia y también al interior de las instituciones de la
sociedad, que se aprovechan de esta situación
Existen varios trabajos serios que proponen los pasos y acciones a seguir para hacer más
eficiente el Estado de derecho. Lo que falta es definir el procedimiento para lograr los
resultados
En el Perú, en el 2004 se hizo un esfuerzo muy serio para elaborar un plan estratégico para una
reforma integral de todo el sistema de justicia con la creación de la comisión llamada ceriajus,
integrada por representantes de todas las instituciones del sistema de justicia, del Congreso,
del Ejecutivo, de las universidades y de otros sectores de la sociedad civil. Esta comisión
elaboró en poco tiempo un plan muy ambicioso de reformas, pero sus miembros no pudieron
ponerse de acuerdo sobre cuáles de todas estas propuestas se tenían que priorizar, y tampoco
pudieron definir un proceso para la realización de los cambios. Entre otras, por esta razón el 53
plan estratégico de la Ceriajus quedó en el papel y hasta el momento muy poco se ha llevado a
la práctica.
La clave del éxito para lograr un sistema más eficiente y menos corrupto no es la asignación de
más recursos financieros ni dárselos al Poder Judicial, ni al resto de las instituciones arriba
mencionadas. Tampoco lo es un cambio masivo de los operadores de la justicia.