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El documento resume tres lecturas bíblicas del Jueves Santo. La primera lectura describe el origen del ritual de la Pascua judía. La segunda lectura de Pablo explica cómo los corintios estaban celebrando la Eucaristía de forma indigna. Pablo les recuerda la institución de la Eucaristía. La tercera lectura del Evangelio de Juan describe a Jesús lavando los pies de los discípulos antes de la Última Cena, enseñando sobre el servicio y el amor.
El documento resume tres lecturas bíblicas del Jueves Santo. La primera lectura describe el origen del ritual de la Pascua judía. La segunda lectura de Pablo explica cómo los corintios estaban celebrando la Eucaristía de forma indigna. Pablo les recuerda la institución de la Eucaristía. La tercera lectura del Evangelio de Juan describe a Jesús lavando los pies de los discípulos antes de la Última Cena, enseñando sobre el servicio y el amor.
El documento resume tres lecturas bíblicas del Jueves Santo. La primera lectura describe el origen del ritual de la Pascua judía. La segunda lectura de Pablo explica cómo los corintios estaban celebrando la Eucaristía de forma indigna. Pablo les recuerda la institución de la Eucaristía. La tercera lectura del Evangelio de Juan describe a Jesús lavando los pies de los discípulos antes de la Última Cena, enseñando sobre el servicio y el amor.
1RA. LECTURA ÉXODO 12, 1-8. 11-14 La fijación de la fecha de la Pascua tal como quedó establecida en Israel es proyectada al pasado, a los momentos previos de la liberación de Egipto, para darle todo el carácter de mandamiento divino. Detrás del rito que se establece aquí y que obviamente se fue configurando con el correr del tiempo hay una antigua práctica de los pastores seminómadas que acostumbraban sacrificar un animal de sus ganados la víspera de su partida hacia nuevos pastos. Esta partida coincidía con el inicio de la primavera, momento quizá crítico para las hembras del ganado próximas a parir. La intención del sacrificio era, en palabras actuales, «encomendarse» a las divinidades de los lugares por donde atravesarían para llegar a buen fin. El rito lo formaba entonces el sacrificio del animal selecto, la acción de asar el animal y la cena acompañada de hojas amargas y con la vestimenta apropiada de quien va a iniciar un viaje: manto, sandalias y bastón. Seguramente, la comida se realizaba con rapidez, con la premura de quien va a partir. Finalmente, un rito muy importante: rociar con la sangre del animal sacrificado los palos o mástiles que servían de estructura a las tiendas. En campos semidesérticos donde la tierra no proporciona madera alguna era necesario transportar palos o mástiles. Esta aspersión tenía entonces el carácter de un exorcismo. Con ello se buscaba la protección divina sobre personas y animales. Los espíritus malos no podrían entrar en las tiendas previamente rociadas con la sangre. Aquí se cambia la aspersión de los palos por las jambas de las puertas, respetando así la ambientación del pueblo que se supone no vive en tiendas, sino en casas, bien sea en Egipto o ya en tierra cananea. La sangre juega aquí un papel muy importante, puesto que gracias a ella el «exterminador» –referencia a los antiguos malos espíritus– no tocará las familias que tienen sus puertas debidamente rociadas. El exterminador «saltó» esas casas. Ése podría ser uno de los sentidos etimológicos de pesaj»: saltar, andar dando saltos. Entonces el texto del Éxodo pone de manifiesto los siguientes elementos de la pascua judía: - Inicio del año: todo se vuelve nuevo. - El cordero: varón, de un año, sin defecto - La sangre en los dinteles y jambas de las puertas: liberación de la muerte. - Carne asada, panes ácimos, hierbas amargas. - Preparados para salir. - El paso del Señor - Memorial y celebración: institución perpetua. En esta línea de institución perpetua van la segunda lectura y el evangelio. Los sacramentos que se instituyen son: EL SACRAMENTO DEL ORDEN Y LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA 2DA. LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 11, 23-26 Pablo se enfrenta ahora con un problema mucho más serio, el escándalo de las celebraciones eucarísticas de los corintios. La «cena del Señor» o eucaristía solía celebrarse al atardecer en las casas privadas –no había iglesias aún– de los más ricos de la comunidad, las únicas que tenían capacidad para acoger a 50 ó 60 personas. Antes de comenzar la «cena del Señor» propiamente dicha, se tenía una comida de hermandad a la cual los pudientes traían sus provisiones que supuestamente tenían que ser compartidas entre todos. Sin esperar a que llegaran los más necesitados y rezagados que solían ser los trabajadores y esclavos a causa de su larga jornada de trabajo, los ricos comían y bebían a sus anchas, de modo que cuando llegaban los pobres, a éstos les tocaba las sobras, si es que algo sobraba. Inmediatamente después, ricos y pobres, los unos satisfechos y hasta borrachos y los otros medio hambrientos, procedían a celebrar la eucaristía. Al saberlo, Pablo estalla lleno de indignación. ¿Hasta ese extremo llegan las divisiones entre los ricos y pobres de la comunidad? ¿Qué clase de eucaristía celebran ustedes?, viene a decir el Apóstol a aquellos ricos. Para comer y emborracharse, coman y emborráchense en sus casas. Hacerlo donde lo hacen menosprecian la Asamblea de Dios y avergüenzan a los que nada poseen (22) y que son supuestamente hermanos y hermanas suyos. Ante esta situación, Pablo expone a los corintios el relato de la Institución Eucarística, su sentido y consecuencias, en una bella catequesis que al mismo tiempo que enseña, denuncia y amonesta. Se trata del documento más antiguo del Nuevo Testamento sobre la Institución de la Eucaristía, dado que esta carta fue escrita hacia el año 55 ó 56, bastante tiempo antes que los evangelios. El Apóstol dice que les trasmite una tradición que él mismo ha recibido, probablemente en Antioquía, y que se remonta hasta el Señor. En tiempos de Pablo dicha tradición se había ya concretado en una celebración litúrgica donde se realizaban las dos acciones eucarísticas (23-25), una a continuación de la otra (exactamente como en nuestras eucaristías de hoy, donde a la bendición del pan sigue la bendición del cáliz), y no espaciadas de acuerdo con el ritmo de la cena judía de la Pascua, tal como ocurrió en la «última cena del Señor». La comida de hermandad se tenía antes y estaba íntimamente ligada al sentido mismo de la eucaristía, es decir la unión y solidaridad. Pablo sitúa la celebración eucarística entre dos horizontes, ambos referidos a Jesús. Uno histórico: «la noche que era entregado» (23). Otro, futuro: «hasta que vuelva» (26). Entre ambos horizontes trascurre el «aquí y ahora» de la vida y misión de la comunidad cristiana que tiene su corazón y su centro en la Eucaristía. El pan y el vino consagrados recuerdan, actualizan, hacen presente en el seno de la comunidad «la memoria de Jesús», es decir, toda su vida entregada a los pobres, los marginados y pecadores que culmina con la muerte en la cruz y la resurrección. Ahora bien, esta «memoria de Jesús», a través de la invocación y presencia del Espíritu Santo, libera, transforma y salva, pues «siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que vuelva» (26). Así, el «cuerpo eucarístico» de Jesús no es ya solamente su cuerpo muerto y resucitado, presente en el pan y en el vino, sino que abarca a toda la comunidad de creyentes que queda transformada en el «cuerpo de Cristo» según la metáfora favorita de Pablo para referirse a la comunidad cristiana. El Apóstol saca las consecuencias. ¿Se puede participar en la eucaristía, oír la palabra de Dios, comulgar el cuerpo y la sangre del Señor y después ignorar al pobre y al oprimido? El Apóstol es durísimo: quien coma el pan y beba la copa del Señor indignamente comete pecado contra el cuerpo y la sangre del Señor, se come y bebe su propia condena porque desprecia el «cuerpo» de Cristo en sus miembros más débiles, oprimidos y marginados. El compromiso por la justicia y la liberación no es ya mera exigencia ética para Pablo, sino que surge de la misma entraña del ser cristiano, es decir, de pertenecer al «cuerpo» de Aquel que dio su vida por la liberación de todos en una clara opción por los más desprotegidos y marginados de la sociedad. Ésta es la misión de la Iglesia, cuerpo de Cristo, «hasta que Él venga» y haga definitiva y universal la salvación ya comenzada.
3RA. LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN
JUAN 13, 1-15 El cuarto evangelio ha elaborado el material tradicional previo a la pasión-resurrección con tanta novedad que se puede hablar de una «revolución narrativa de Juan». El preludio a la pasión es completamente original respecto a los sinópticos. Omite la eucaristía – quizás porque de alguna manera ésta ya fue tratada en el capítulo 6– y en su lugar presenta el gesto de Jesús de lavar los pies a los discípulos. Con esto Juan quiere hacer ver que la pasión de Jesús no es sino un servicio de amor hasta el extremo: hasta dar la vida por los suyos (1). La importancia de entender bien este gesto nos anima a profundizar en él, destacando lo siguiente: 1. Singularidad del gesto. El lavatorio de los pies sólo aparece en este evangelio, y era una tarea propia de esclavos y no de personas libres. Este tipo de gesto algunas veces lo hacían los discípulos a sus maestros en señal de reverencia, pero nunca a la inversa. 2. Narración. El evangelista describe el lavatorio de los pies de manera solemne, a cámara lenta: Jesús se levanta de la mesa, se quita el manto, toma la toalla, echa agua en un recipiente, se pone a lavar los pies... El lavatorio es una acción simbólica o gesto profético; es algo que Jesús hace con consistencia y profundidad –como un signo– porque es el preludio de su pasión y la clave para su interpretación: «un servicio de amor hasta el extremo». 3. Diálogo con Pedro. Sirve para aclarar el sentido revelador del signo. Pedro con su reacción no comprende el gesto de Jesús; no ve más que la obra indigna de un esclavo. Jesús justifica la incomprensión de Pedro y remite a un entendimiento posterior (7). Lavar los pies no significa sólo un acto de humildad, sino el acto salvífico que Jesús realiza para dar vida al mundo. 4. La comunidad cristiana. Ella es la destinataria del mensaje. Si el lavatorio remite a la cruz, lo que pide el Señor es que el discípulo mire también a la cruz, e imite su gesto de amor entregándose en un servicio de amor hasta el extremo, hasta dar la vida por los demás. El lavatorio de los pies es una revelación, una revolución y un reto. Revelación: no se trata de una extraña ocurrencia, sino la suprema enseñanza: es el amor que se hace servidor y esclavo, se arrodilla ante la humanidad, dispuesto a morir en la cruz de cada día, desviviéndose, dando la vida. Revolución: no puede permitir que ninguna persona se ponga por encima, violente, oprima a otra con la injusticia. Si Dios se pone de rodillas ante el ser humano y le lava los pies, ningún ser humano –por muy señor que sea– tiene derecho a dominar a otro y despojarlo de su dignidad humana. Reto: este ejemplo debe ser seguido por la Iglesia que por amor a Jesús debe buscar solícitamente a los más pobres y hacerse pobre con ellos.