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ciudadanía y
globalizacion
Licenciatura en Negocios Internacionales
2022 – 2023 Ciclo II
Democracia,
ciudadanía y
globalizacion
Licenciatura en Negocios Internacionales Ciclo II
Conceptualmente consideramos que una sociedad se constituye
como tal, en la medida que los individuos sean capaces de
reconocerse como miembros de un ser social colectivo desde la
1
Tabla de contenido
Capítulo 4: Transformaciones sociales, políticas y económicas ................................................... 4
La globalización como paradigma de comprensión de la sociedad internacional actual. ....... 4
Globalización ........................................................................................................................ 4
Raíces histórico-antropológicas de la globalización ............................................................. 5
Capitalismo y economía mundial ......................................................................................... 9
Transformaciones del sistema internacional .........................................................................10
Concentración del poder a escala mundial ........................................................................12
La globalización y la agenda internacional. ............................................................................12
El carácter histórico y multidimensional de la globalización..............................................12
Democracia, ciudadanía y globalización
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Índice de Figuras
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Capítulo 4: Transformaciones sociales, políticas y
economicas
La globalización como paradigma de comprensión de la sociedad
internacional actual.
Globalización
Un seria de interrogantes cruciales se plantean cada vez más frecuentemente sobre la
llamada “globalización”, y, en su contexto, sobre las tendencias y las perspectivas del Estado-
nación soberano y sus posibilidades de regulación político-jurídica de la economía, la sociedad
y las condiciones de gobernabilidad en lo interno y de la propia integración internacional.
Esta temática es especialmente pertinente por el hecho de que una de las constantes
históricas de América Latina es la importancia decisiva de la inserción internacional para las
realidades y las posibilidades del Estado-nación y del desarrollo nacional. La globalización, en
Democracia, ciudadanía y globalización
sus diferentes conceptos y usos, emerge y se difunde desde los años de 1980, entre científicos
sociales, ideólogos, profesionales de los medios de comunicación masiva, gobernantes y
administradores, dirigentes sindicales o corporativos. Término usado de modo exagerado y
errático en los diversos léxicos generales o especializados, portador de una fuerte carga
política e ideológica, la globalización se establece en campos diversos, como la economía, la
geografía, la sociología, la ciencia política, las relaciones internacionales, el marketing, los
medios de comunicación masiva.
La palabra y los temas penetran e impregnan la opinión pública, pa- san a formar parte
significativa del debate ideológico y de las decisiones estratégicas y políticas. Su difusión y
uso, sin embargo, se acompañan por una gran variedad de formulaciones, de contenidos y
significados, de imprecisiones y contradicciones. Se carece hasta el presente de una definición
sustantiva y rigurosa, de un modelo teórico comúnmente aceptado de lo que se presenta
como nueva economía global con el cual confrontar las diferentes manifestaciones e
interpretaciones, y sus diferencias con estadios previos de la economía internacional, que
permita analizar y evaluar las evidencias históricas y empíricas actuales, tratar la cuestión de
la posible transición de la economía internacional contemporánea a una economía global
(Hirst; Anderson et al., Cavanagh; Beck; Bromley; Burbach et al., Dollfus; Ferrandery; Giddens
(b); Ianni; Lechner y Boli; Mander y Goldsmith; Martin y Schumann; Moreau Defarges; Slott,
passim).
¿Qué es la globalización?
¿Representa una continuidad, o bien una discontinuidad con salto y ruptura, de una
temática tradicional, amplificada, reforzada, profundizada, modificada, o de una
temática radicalmente nueva?
¿Es manifestación y continuidad de tendencias preexistentes, o constelación de
4 fenómenos nuevos, o bien una combinación inédita de lo viejo y lo nuevo?
¿Está cerca o ya realizada, o es lejana, incierta, no realizable?
¿Es buena o es mala, positiva o negativa?, y, en ambos casos, ¿para quiénes?
¿Es fatal, irresistible e irreversible, o no?
¿Qué ocurre con el Estado y su soberanía y políticas, con la sociedad y la cultura
nacionales, en los procesos de globalización?
Las posturas y valoración respecto a la globalización expresan o constatan, de muy variadas
maneras, tendencias hacia la unión de las poblaciones del planeta en una economía única, a la
cual podrían además ir correspondiendo una sociedad, una cultura, un sistema político, quizá
un Estado, en mayor o menor grado mundiales. En especial, se suele afirmar la necesidad y
conveniencia, aclamadas o lamentadas, la fatalidad e irreversibilidad, de un eclipse y
disolución de todo lo que sea nacional, y, sobre todo, de debilitamiento, del Estado-nación
soberano, de su reducción a una posición subalterna, incluso su más o menos rápida
extinción. Aunque los esfuerzos de clarificación y valoración, y los debates al respecto están
lejos de haber terminado con el triunfo de una de las posturas o tendencias, puede sostenerse
fundadamente que la globalización plena no se ha realizado, ni está cerca de realizarse de
modo total y definitivo, y mucho menos como un “fin de la historia” . En una historia de
milenios han existido fases precedentes con altos niveles de apertura, integración e
La sociedad internacional moderna es un fenómeno muy reciente, que data sobre todo desde
el siglo XVII, y constituye una pequeña fracción de la historia registrada, y una fracción aun
menor de la historia biológica. Es posible encontrar algo lejanamente parecido a relaciones
internacionales en la conducta social de algunas especies animales: por ejemplo, los conflictos
en el interior de algunas de ellas por el territorio, pero aquéllos no dejan de ser demasiado
esporádicos, más instintivos que deliberados, no integrantes de algo que se acerque a un
sistema político.
El lenguaje define lo que debe hacerse en la vida diaria, al reducir la conducta adecuada a
reglas comunicables a niños y adultos. Con ello, las sociedades humanas se vuelven
automatizadas por la costumbre. La respuesta efectiva en diferentes circunstancias es
garantizada por la conformidad a las reglas tradicionales de conducta, y las fricciones son
minimizadas porque cada uno sabe qué esperar de los otros en las situaciones ordinarias. Las
reglas consuetudinarias, expresadas en palabras, minimizan las querellas, maximizan la
cooperación efectiva, permiten una división del trabajo crecientemente compleja entre
grandes números de individuos que hablan el mismo lenguaje.
Las civilizaciones reúnen a los extranjeros, y separan a las clases de gentes que conviven como
distintos grupos semiautónomos. Sacerdotes y gobernantes, guerreros y artesanos,
mercaderes y viajeros, amos y servidores, viven de maneras diferentes entre sí, pero todos
dependen de inter- cambios de bienes y servicios, regulados por normas consuetudinarias por
Democracia, ciudadanía y globalización
Comparadas con las comunidades primarias, las civilizaciones de base urbana son estructuras
sociales tumultuosas e inestables, pero son más poderosas que aquéllas para coordinar las
acciones de grandes números, en parte por obediencia a órdenes deliberadas, y en parte por
inter- cambios de bienes y servicios negociados y más o menos voluntarios. Las formas
civilizadas de sociedad ejercen más poder sobre el medio ambiente natural, y sobre mayores
números de personas, que las sociedades más homogéneas.
Desde el principio, los seres humanos caminan y corren. Ello permite a cazadores y
recolectores difundirse por gran parte del planeta; se encuentran de tiempo en tiempo,
chocan sobre los límites territoriales, pero también se encuentran pacíficamente en
festividades, de danza y canto, intercambian parejas e información, difunden técnicas e ideas
nuevas a distancia. Estas redes de comunicación permiten a la humanidad seguir siendo una
sola especie a pesar de su dispersión mundial.
A las filtraciones por medio de contactos terrestres, pacíficos y vio- lentos, entre vecinos, se
agrega el uso de remos y velas para impulsar balsas y botes, abriendo posibilidades para
encuentros de larga distancia en las costas de mares fácilmente navegables. Las ciudades
sumerias surgen cuando y donde las redes marítimas se conectan con nuevas redes de
caravanas de transporte terrestre a larga distancia, por las que se mueven bienes e ideas.
Ubicadas en la convergencia de las redes marítimas y terrestres, las ciudades sumerias están
en posición óptima para elegir destrezas y conocimientos provenientes de lejos y de cerca,
elaborándolas y mejorándolas.
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Entre las innovaciones sumerias se cuenta el carro de ruedas y, sobre todo, la escritura, que
agrega una nueva dimensión al almacenamiento y recuperación de información. Los registros
escritos permiten a sacerdotes y gobernantes recoger y distribuir indefinidamente grandes
cantidades de bienes materiales de acuerdo con reglas deliberadas. El gobierno se vuelve más
poderoso, las órdenes más impositivas, aun a distancia, y rutinario el esfuerzo coordinado de
miles y millones de personas.
La escritura ayuda además al comercio de larga distancia, con la tras- misión rápida y segura
de información. Las sociedades adquieren una especie de sistema nervioso, llevando
mensajes, estimulando innovaciones, acelerando cambios sociales a lo largo de las rutas.
Barcos y navegación también mejoran durante siglos, con diferentes caminos técnicos según
las regiones y mares.
Debe tenerse también en cuenta las ideas como aspecto altamente contagioso de la cultura
Desde el siglo XI las ciudades surgen después de un largo letargo o aparecen por primera vez
por una diversidad y convergencia de factores. Pueden ser supervivencias, de origen rural,
base de caravanas mercantiles, resultados de iniciativas señoriales o eclesiásticas, ciudades
libres de origen feudal, o resultados por una combinación de estos tipos y rasgos.
Las Cruzadas son a la vez efecto y causa de estos estímulos al comercio, la producción y la
monetización. Ensanchan los marcos geográficos y culturales de Europa y la cuenca
mediterránea; liberan de trabas feudales a caballeros, campesinos libres y siervos y los
enriquecen con el saqueo y las masacres; contribuyen a la intensificación y la diversificación
de las actividades económicas; tienen efectos disolventes del orden feudal.
Los nuevos actores y procesos mercantil-artesanal-urbanos son toda- vía elementos externos
al orden feudal, ubicados en sus poros o insterticios, en una relación insegura y anómala. Se
identifican con una producción simple de mercancías; aún no llegan a ser microcosmos
capitalistas.
Democracia, ciudadanía y globalización
La reacción de la nobleza ante esta crisis es de dos tipos, a los que se recurre por una
diversidad de factores y circunstancias. Por una parte, las concesiones para retener o atraer
campesinos. Las obligaciones serviles son atenuadas. El pago en especie es conmutado por la
renta en dinero, el arrendamiento, el trabajo asalariado. La servidumbre tiende a
desaparecer. El excedente rural deja de extraerse bajo forma de trabajo o de especie; se
vuelve renta en dinero. El poder de clase de los feudales se ve amenazado. (Kaplan, 2008)
Una de las perspectivas que es posible elegir para el análisis es la de la hegemonía mundial, en
general, y la de los Estados Unidos en particular.
De 1914 parte una Guerra Mundial de treinta años, con un armisticio como largo intermedio.
La primera fase es, en sustancia y como núcleo central, la lucha por la redefinición de le
hegemonía mundial entre Inglaterra y Alemania que, como se ha visto, no termina con una
solución definitiva, y tiene resultados imprevistos. Algunos de los vencedores, como Gran
Bretaña y Francia, se debilitan y se ven reducidos a una posición secundaria. Los viejos
imperios (austro-húngaro, turco, ruso) son desintegrados. Alemania es vencida, pero no
destruida ni resignada. Europa pierde su posición central. Emergen nuevas potencias
extraeuropeas: Estados Unidos y Japón, y una nueva potencia no capitalista: la Unión
Soviética (Sternberg; Hallet Carr; McNeill, passim).
Las dirigencias de los Estados Unidos no están preparadas para asumir el papel de potencia
hegemónica. En el momento en que Franklin D. Roosevelt llega a la presidencia, Estados
Unidos enfrenta una gama de graves problemas. La crisis económica y social sacude al sistema
en sus cimientos. La victoria en la Gran Guerra no es definitiva ni impide el armisticio en la
Guerra de los Treinta Años, con la subsistencia y el agravamiento de los problemas originarios.
A ello se agregan las complicaciones introducidas por la Revolución rusa, el ascenso de la
Unión Soviética y su implementación con la fundación y los primeros pasos de la Tercera
Internacional Comunista, la amenaza y el deseo de la nueva Rusia de incorporación al sistema
interestatal. Para Estados Unidos es imperativo impedir el acercamiento de la Unión Soviética
y Alemania.
A la creciente amenaza del nazismo, sus simpatizantes y aliados, Estados Unidos busca oponer
el New Deal como alternativa política de centro más que de derecha. Dado el fuerte peso del
aislacionismo en la sociedad y la política de Estados Unidos, se impulsa la justificación del
intervencionismo dentro del país y en el mundo. Se realiza la construcción diplomática de algo
así como un frente popular mundial que aísle a la Alemania nazi y sus satélites.
Ello se corresponde con la construcción de un Estado benefactor. El New Deal resulta así ser la
estrategia que Estados Unidos desarrolla para asegurar sólidas bases sociales internas,
necesarias para atenuar y superar la gran crisis a la vez que para imponer y jugar el papel de
potencia hegemónica. Se estimula el sindicalismo, y se lo incorpora a la maquinaria política y
gubernamental de los Estados Unidos, contribuyendo a impedir el surgimiento de un partido
laborista o socialista. Se practica el centrismo en la cuestión racial, con abundancia de retórica
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y pocas concreciones.
Estados Unidos puede disfrutar el hecho de que hacia 1945 comienza un largo movimiento
expansivo ascendente, la Fase A económica más aguda conocida, y con ello promover y
explotar una “Nueva Edad Dora- da”. Con ello y para ello se busca el fin del centro-izquierda,
afuera y adentro. Desde la presidencia de Harry Truman se incrementa y sofistica la represión,
en parte representada y de todos modos simbolizada por el fenómeno del maccarthismo.
Para asegurar el frente interno en pro de la nueva era imperial, se busca suprimir la izquierda
en Estados Unidos y neutralizar su atractivo para los trabajadores organizados y las minorías
étnicas. A los trabajadores se les da una parte del pastel imperial, con mayores salarios reales,
a costa de consumidores y trabajadores no organiza- dos, y fuera de Estados Unidos en el
mercado mundial. La sindicación y su peso social y político tienen límites. Se favorece o tolera
una mayor movilidad ascendente para algunas minorías: católicas, judíos; se otorgan algunos
beneficios a la minoría negra.
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial se perfila e impone una nueva estructura del poder
mundial, caracterizada por la hegemonía bipolar de dos superpotencias (Estados Unidos y la
Unión Soviética), y la redefinición de las relaciones internacionales de acuerdo con los
intereses y poderes de aquéllas, y de sus enfrentamientos, complementariedades y formas de
coincidencia y colaboración. (Kaplan, 2008)
La dinámica del proceso de globalización está determinada, en gran medida, por el carácter
desigual de los actores participantes. En su evolución ejercen una influencia preponderante
los gobiernos de los países desarrollados, así como las empresas transnacionales, y en una
medida mucho menor los gobiernos de los países en desarrollo y las organizaciones de la
sociedad civil. Asimismo, algunos de estos actores, en especial los gobiernos de los países
En este capítulo se presenta una primera visión de conjunto del proceso de globalización. Tras
una descripción general, en la que se destacan el carácter histórico y las dimensiones
económicas del proceso, en la siguiente sección se analizan los principales factores no
económicos (principios éticos, culturales y políticos). El capítulo concluye con un análisis de las
oportunidades y de los riesgos inherentes.
El proceso de globalización
El proceso contemporáneo de internacionalización se remonta al surgimiento del capitalismo
en Europa a fines de la Edad Media, a la nueva actitud científica y cultural que encarnó el
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Renacimiento, y a la conformación de las grandes naciones europeas y sus imperios. La
expansión del capitalismo es el único fenómeno histórico que ha tenido alcances
verdaderamente globales, aunque incompletos. Con mayor intensidad que otras regiones del
mundo en desarrollo, la historia de América Latina y el Caribe ha estado estrechamente
vinculada a esta evolución desde fines del siglo XV.
Después de la segunda guerra mundial se inicia una nueva etapa de integración global, en la
que conviene distinguir dos fases absolutamente diferentes, cuyo punto de quiebre se
produjo a comienzos de la década de 1970, como consecuencia de la desintegración del
Democracia, ciudadanía y globalización
Las raíces de este largo proceso se nutren de las sucesivas revoluciones tecnológicas y, muy
en particular, de las que han logrado reducir los costos de transporte, información y
comunicaciones. La disminución radical del espacio, en el sentido económico del término, es
un efecto acumulado de la reducción de los costos y del desarrollo de nuevos medios de
transporte, a lo que se une la posibilidad de transmitir información en “tiempo real”, cuya
primera etapa es la invención del telégrafo y que se expande posteriormente con el teléfono y
la televisión. En cambio, el acceso masivo a la información sólo se hace posible gracias a las
tecnologías de información y comunicaciones desarrolladas en los últimos años, que han
permitido disminuir drásticamente el costo de acceso, aunque evidentemente no ocurre lo
mismo con el costo de procesamiento y, por consiguiente, de empleo eficaz de la información.
Al igual que en el caso del comercio, las transacciones financieras internacionales se iniciaron
en Europa junto con los orígenes mismos del capitalismo moderno (Kindleberger, 1984;
Braudel, 1994). En el siglo XIX, Londres era el principal centro financiero internacional y bajo
su hegemonía se consolidó el patrón oro como sistema de pagos internacionales y de
regulación macroeconómica. París fue su competidor más cercano y, a comienzos del siglo XX,
se sumó Nueva York. La suscripción de capital para grandes proyectos, especialmente de
infraestructura y recursos naturales fueron, junto con la creación de un mercado internacional
de bonos de deuda pública, las modalidades dominantes de los movimientos internacionales
de capitales de largo plazo en la primera fase de la globalización. A ellas se sumó el
financiamiento del comercio internacional, en torno al cual surgió una incipiente red bancaria
internacional. Las modalidades de financiamiento de largo plazo estuvieron expuestas a crisis
recurrentes y prácticamente desaparecieron como consecuencia de la depresión mundial de
los años treinta, y el colapso del patrón oro y las moratorias masivas que la acompañaron. Los
acuerdos de Bretton Woods, adoptados en 1944 con el fin de crear un sistema multilateral de
regulación macroeconómica, basado en tipos de cambio fijos pero reajustables y la prestación
de apoyo financiero a los países que enfrentaban crisis de la balanza de pagos, así como la
aparición de la banca oficial de financiamiento internacional, tanto nacional (bancos de
exportación e importación) como multilateral (Banco Mundial y, posteriormente, el Banco
Interamericano de Desarrollo y otros bancos regionales), fueron las respuestas a esta
situación. 15
institucionales.
En cambio, no ha habido una liberalización paralela de los flujos de mano de obra, que son
objeto de una estricta regulación por parte de las autoridades nacionales (salvo entre los
países miembros de la Unión Europea). Ésta es una de las grandes diferencias entre la primera
y la actual fase de la globalización. La primera estuvo acompañada por dos grandes flujos de
migración: de mano de obra europea hacia zonas templadas y de mano de obra, asiática en su
mayor parte, hacia zonas tropicales. En conjunto estas corrientes migratorias abarcaron a
cerca del 10% de la población mundial de entonces (Banco Mundial, 2002a).
A esto se suma el sesgo de la regulación de los flujos migratorios contra la mano de obra no
calificada que, en consecuencia, tiende a movilizarse por canales irregulares. Este hecho
expone a los inmigrantes al abuso de los traficantes de trabajadores, acentúa su indefensión
ante las autoridades y genera otra presión a la baja de la remuneración del trabajo menos
calificado en los países receptores. Estas modalidades de regulación de las migraciones
absorben los recursos humanos más calificados, y relativamente escasos, de los países en
desarrollo. Por lo tanto, la segmentación de la movilidad laboral está contribuyendo a
acentuar las disparidades de ingreso por nivel de calificación, tanto en los países receptores
como en los de origen.
Hay otros factores, íntimamente ligados a la esfera económica, que han adquirido una gran
importancia a nivel mundial. Uno de ellos es la extensión de los problemas ambientales de
carácter global. En los tres últimos decenios ha quedado en evidencia y se ha documentado
científicamente una situación planetaria sin precedentes, derivada de la escala creciente y
acumulativa de las actividades humanas, que tiene efectos de carácter mundial como el
calentamiento global, el adelgazamiento de la capa de ozono estratosférica, la merma de la
biodiversidad, y el avance de la desertificación y la sequía, que adquieren una dimensión
perversa, la de “males públicos globales”. Esto ha puesto de manifiesto la mayor
interdependencia ecológica de los países, que confiere un carácter singular al momento
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histórico actual (CEPAL/PNUMA, 2001). La reversión de estos procesos ha dado origen a
nuevos imperativos y oportunidades de cooperación internacional, y la amenaza que
representan para la sostenibilidad del crecimiento económico ha sido objeto de un amplio y
largo debate. Sin embargo, las respuestas instrumentadas hasta ahora son claramente
insuficientes ante la magnitud que han ido adquiriendo los problemas.
Es importante destacar que, al igual que en el plano económico, esta "globalización de los
valores" tiene una larga historia, que está vinculada a las luchas de la sociedad civil
internacional. Su manifestación más reciente es la conformación de una “sociedad civil
global”, cuya capacidad de información y movilización se ha multiplicado con las nuevas
tecnologías de la información y las comunicaciones. Los antecedentes de esta sociedad se
remontan al internacionalismo liberal, surgido de las revoluciones de Estados Unidos y Francia
a fines del siglo XVIII, cuya expresión más concreta es la Declaración de los derechos del
hombre y el ciudadano de la revolución francesa. Como bien se sabe, estos valores ejercieron
una gran influencia en las luchas por la independencia en América Latina y el Caribe, que se
iniciaron con la revolución haitiana de 1791, como efecto directo de la revolución francesa. 17
Mientras los derechos civiles y políticos consagrados en la Declaración Universal de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas tienen su origen en los movimientos liberales de fines del
siglo XVIII, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales es el
producto de los movimientos sociales de los siglos XIX y XX; su principal expresión política ha
sido la organización Internacional Socialista en sus sucesivas manifestaciones. Por su parte, el
internacionalismo feminista ejerció una influencia determinante a lo largo del siglo XX en el
reconocimiento de la igualdad de derechos de las mujeres, mientras que el internacionalismo
ambientalista ha venido jugando un papel destacado a partir de la década de 1960 en la
incorporación en las agendas nacionales e internacionales de los principios de desarrollo
sostenible (desde Estocolmo en 1972 hasta la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el
Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Rio de Janeiro en 1992, y la sucesión posterior
de convenciones ambientales globales). El surgimiento de un internacionalismo étnico en los
últimos decenios es el capítulo más reciente de esta larga historia de movimientos de la
sociedad civil internacional.
Sin embargo, cabe destacar que esta "globalización de los valores" se enfrenta en algunos
casos con una globalización de carácter diametralmente opuesto, que surge de la penetración
Democracia, ciudadanía y globalización
La prolongada historia de los movimientos sociales ha adquirido en los últimos años una
nueva dimensión: la lucha por el derecho a la identidad de pueblos y grupos sociales que se
sienten amenazados por la tendencia a la homogeneización cultural que impone la
globalización. Este "derecho a ser diferente" interactúa de diversas maneras con los derechos
humanos en el sentido tradicional, que reconocen la igualdad de los ciudadanos, entre sí y
ante el Estado. Igualdad e identidad tienen, por lo tanto, una compleja relación en el plano
global.
El dinamismo de este proceso plantea problemas sin precedentes. Por una parte, amenaza
con convertir el enriquecedor diálogo de culturas en un monólogo. Por otra, la interacción
abre oportunidades culturales a nuevos y variados grupos y personas, incluidas las
relacionadas con la mezcla de distintas culturas. Esta incorporación a través de mecanismos
de participación y exclusión se expresa en nuevas formas de organización. Nuevas redes,
virtuales o no, sustituyen a las tradicionales formas de organización de los movimientos
contestatarios.
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El inusitado desarrollo de los medios de comunicación condiciona estos procesos de una
manera singular y también da origen a nuevos problemas. En primer término, agiganta la
brecha entre los cánones culturales privilegiados por las cadenas globales y las bases
culturales y artísticas de los países y regiones. En segundo lugar, su control a nivel nacional e
internacional, está concentrado en pocas manos. Esta situación atenta contra el ideal de
diversidad cultural, ya que el manejo del intercambio simbólico incide en la construcción de la
identidad, de las opiniones y de las convicciones. Tercero, el desarrollo de medios
audiovisuales se traduce en un notable aumento de las expectativas personales. El acceso a la
información no siempre guarda relación con las posibilidades de trabajo e ingreso seguros y,
por ende, de bienestar y consumo. El “efecto de demostración” trasciende hoy más que
nunca las fronteras nacionales. Por último, la integración o marginación del intercambio
informático se ha transformado en un elemento crucial para el ejercicio de la ciudadanía, lo
que plantea un problema fundamental: cómo evitar la brecha entre los informatizados y los
que sufren de “invisibilidad electrónica”.
La dimensión política
últimos decenios. El fin de la guerra fría marcó un fuerte vuelco en el clima imperante entre
Estados soberanos, en tanto que la exacerbación de varios conflictos localizados y su mayor
La menguada capacidad del Estado afecta el papel que puede desempeñar el sector público
en la reducción del costo de los procesos de “destrucción creativa”, asociados a la acelerada
transformación estructural, e incluso acentúa las dificultades que plantea la modernización
del Estado. Sin embargo, es poco realista postular simultáneamente las virtudes de la
globalización y de la desintegración del Estado. El papel del Estado social y generador de
externalidades tecnológicas e institucionales es y seguirá siendo importante. En un mundo de
riesgos globales, la consigna de sustituir la política y el Estado por la economía es cada vez
Democracia, ciudadanía y globalización
De lo que no cabe duda —y la evidencia científica así lo indica— es que la escala creciente y
acumulativa de las actividades humanas ha ocasionado impactos ambientales de carácter
mundial (“males públicos globales”) que no se reflejan en los mercados pero que afectan
intereses comunes globales que escapan a las perspectivas nacionales. Se ha puesto de
manifiesto una mayor interdependencia y vulnerabilidad ambiental entre países,
independientemente de su grado de desarrollo, lo cual confiere un carácter singular a la
tercera fase de la globalización, que corresponde al último cuarto del siglo XX.
De esta manera, en la década anterior emergió un nuevo cuadro ético-político, que incluyó
nuevos principios jurídicos en el ámbito internacional sobre el medio ambiente y el desarrollo.
El más sobresaliente es el Principio 7 de la Declaración de Rio sobre el Medio Ambiente y el
Desarrollo, relativo a “las responsabilidades comunes pero diferenciadas”, en que se reconoce
implícitamente la deuda ambiental que los países desarrollados han adquirido con el resto de
la comunidad internacional, tras haber sometido al medio ambiente a un conjunto de
externalidades acumulativas y globales producto de su trayectoria de industrialización. En él
se reflejan las diferencias existentes de un país a otro en cuanto a su participación histórica en
la generación de dichas externalidades ambientales y, sobre todo, se sientan las bases
políticas para emprender acciones mitigadoras diferenciadas de acuerdo con sus posibilidades
financieras y tecnológicas. Ello implica que los países industrializados deben asumir mayores
compromisos que los países en desarrollo en el marco de los acuerdos multilaterales
En este contexto, la dimensión ambiental será cada vez más esencial como escenario de
negociaciones entre América Latina y el Caribe y los países industrializados. Por la importancia
de los servicios ambientales globales que provee, tales como el almacenamiento del dióxido
de carbono (principal generador del cambio climático a través del efecto invernadero) en sus
extensos bosques, y su enorme riqueza en biodiversidad terrestre y marina, la región tiene el
potencial y la oportunidad de cumplir un papel fundamental en la solución de los problemas
globales.
Varias son las ventajas comparativas que podrían surgir en países de la región, con disímiles
consecuencias ambientales. La gama abarca las ventajas referidas al acceso a fuentes de
energía barata, las asociadas a la reducción de costos de transporte por la cercanía a la fuente
de recursos naturales, las de radicación otorgadas por legislaciones ambientales o sanitarias
permisivas (una ventaja perversa) y las de aprovechamiento de las condiciones o
componentes ecológicos o climáticos locales. En términos ecológicos, este mosaico cambiante
de ventajas comparativas en los países de la región podría plantear los riesgos de una mayor
presión sobre espacios o ecosistemas frágiles o remotos actualmente poco intervenidos, la
brusca puesta en valor de elementos o funciones ecológicas particulares (y la pérdida de valor
de otros) y la implantación de nuevas formas biológicas e incluso de ecosistemas exóticos a la
región. En ausencia de regulación social, estos fenómenos pueden conducir a la
sobreexplotación y degradación de los ecosistemas regionales, y a la pérdida de las ventajas
comparativas que pudieran estar asociadas a ellos. En cambio, con una buena gestión,
podrían generar nuevas fuentes sostenibles de prosperidad y una redefinición positiva de las
ventajas comparativas en el contexto mundial.
En cualquier caso, el potencial técnico para un manejo sostenible de los ecosistemas, para el
control, monitoreo y reducción de la contaminación ambiental, para la diversificación de usos
22 de los recursos ecológicos, y para el desarrollo ecológicamente sostenible a largo plazo, es hoy
más alto que en cualquier momento del pasado.
Sin embargo, la dirección en que se están configurando las trayectorias del nuevo paradigma
tecnoeconómico permite anticipar que, a menos que los países de la región adopten
estrategias activas sostenidas, definidas endógenamente, y compartidas entre los actores
sociales por un lado, y entre los países por otro, para realizar los cambios estructurales
sociales, económicos y tecnológicos necesarios, el potencial técnico mencionado tenderá a
plasmarse en los países más avanzados, mientras que la región corre el riesgo de concentrar
los efectos perversos de la revolución tecnoeconómica.
Los efectos tradicionales de las actividades primarias, en particular los cambios en el uso del
suelo, se están concentrando ahora sobre zonas más frágiles, de tamaño más reducido y de
mayor significación ecológica en tanto se trata de ecosistemas críticos para conservar la
diversidad biológica nacional, regional o mundial. Esto es, se concentran en frentes
ecológicamente más sensibles, e incluso más vulnerables. A esto se suma el hecho de que la
población rural de la región se mantendrá sin reducciones significativas durante las próximas
décadas, aun con la consolidación de las tendencias de la urbanización, lo que significa que la
relación entre la población y la presión sobre los recursos seguirá en su nivel actual.
Muchos de los principales problemas ambientales de la región se relacionan con los cambios
en el uso de la tierra, especialmente la conversión de bosques a tierras de cultivo o a
pastizales. Entre 1961 y 1999 más de 150 millones de hectáreas se incorporaron a la
producción agropecuaria de la región, en gran parte a partir de bosques. Si bien todavía se
produce un aumento de la superficie de uso agropecuario, este proceso ha ido reduciendo su
intensidad, especialmente en los últimos años. Dos terceras partes de las tierras incorporadas
a uso agropecuario corresponden a la expansión de la producción pecuaria, principalmente la
ganadería bovina. En la región, el auge ganadero constituye el factor más decisivo de cuantos
han determinado la reducción contemporánea de la cobertura vegetal que han sufrido
especialmente las zonas tropicales húmedas (Tudela, 1990). Este proceso, que comienza a
tener importancia en la década de 1950, fue impulsado por los gobiernos a través de la
construcción de infraestructuras, la concesión de créditos subsidiados y la titulación de
tierras.
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En lo que se refiere a la expansión pecuaria, las reformas económicas que tuvieron lugar en la
región en los últimos tiempos propiciaron la eliminación de subsidios y de proyectos que
fomentaban la colonización de nuevas áreas. Aún así, la tasa de deforestación solo ha
disminuido ligeramente en América del Sur en años recientes, de acuerdo con datos de la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Es
interesante observar que, contrariamente a lo que podría esperarse, dada su creciente
especialización productiva en manufacturas, el área de México y América Central no ha
experimentado menor presión sobre sus bosques. Los datos de la FAO revelan una tasa de
deforestación anual de 1.2% en el período 1990-2000, muy superior a la de América del Sur.
En el sector secundario de la economía es, sin duda, donde viene operando un cambio
estructural con implicaciones ambientales positivas, que mejoran la calidad productiva. En la
mayoría de las ramas, el mejoramiento de los procesos, las exigencias de calidad, los sistemas
de administración ambiental, los mecanismos de certificación, la capacitación de personal y
otros rasgos asociados al cambio técnico y la globalización han tenido un efecto sinérgico con
la consolidación de políticas ambientales nacionales, la mejor aplicación de leyes y normas, la
operación de nuevos instrumentos de gestión, la creciente conciencia empresarial, la mayor
exigencia social y otros factores que están actuando a favor de un menor impacto ambiental
en la industria.
Este cambio se está registrando principalmente en las grandes empresas y sobre todo en las
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vinculadas a las transnacionales o con encadenamientos hacia ellas. En este sentido, la
inversión extranjera puede tener un impacto positivo para el medio ambiente, en la medida
que las empresas extranjeras tienden a emplear tecnologías más limpias en sus procesos de
producción. La extensión hacia las pequeñas y medianas empresas (pyme) apenas está en
proceso, si bien muchas de ellas están ya en vías de modernización, integrando las prácticas
de calidad ambiental. Al respecto existen vacíos de información que podrían subsanarse a
partir de mejores esquemas de supervisión.
Indudablemente este proceso está teniendo repercusiones positivas, pero aún no logra
cambiar el signo de algunas tendencias preocupantes. Por ejemplo, algunas emisiones con
efecto invernadero están creciendo ahora a tasas más altas. Las necesidades de expansión
productiva para las próximas décadas, en el marco generalizado de una creciente inserción
externa y de una mayor necesidad de empleo, resaltan la mayor urgencia de políticas
energéticas sostenibles que atiendan estas inquietantes tendencias.
En el sector de los servicios, algunas actividades muy dinámicas y de gran relevancia, sobre
todo para algunas subregiones, están contribuyendo al dinamismo económico pero también a
mayores presiones ambientales. Este es el caso del turismo masivo de playa, sobre todo en el
Caribe. Por otro lado, la reorientación de ciertas corrientes de servicios, como el ecoturismo,
1% del total de ventas realizadas en 1988 en Estados Unidos (Schaper, 2000; Schaper y
Onffroy, 2001).
Los resultados de los estudios también sugieren que no hay una relación directa entre las
políticas de apertura comercial y la protección ambiental. La enorme heterogeneidad que
muestran los indicadores y datos para cada una de las economías nacionales es un indicio de
que la relación es sumamente compleja. Su comportamiento dependerá del sistema
institucional del país, de la composición de su comercio, del grado de distribución del ingreso,
de la política ambiental efectivamente adoptada, de los grupos de interés, de la densidad
geográfica de la actividad económica, de los niveles de educación de la población y de la
elasticidad ingreso de la demanda de calidad ambiental.
Para la Comunidad Andina y el Mercosur, por ejemplo, los resultados sugieren que durante la
década de 1990, el volumen exportado de productos con reconocido impacto ambiental
registró un aumento significativo.
Acuerdo de París
El 12 diciembre de 2015, en la COP21 de París, las Partes de la CMNUCC alcanzaron un
acuerdo histórico para combatir el cambio climático y acelerar e intensificar las acciones e
inversiones necesarias para un futuro sostenible con bajas emisiones de carbono. El Acuerdo
de París se basa en la Convención y, por primera vez, hace que todos los países tengan una
causa común para emprender esfuerzos ambiciosos para combatir el cambio climático y
adaptarse a sus efectos, con un mayor apoyo para ayudar a los países en desarrollo a hacerlo.
Como tal, traza un nuevo rumbo en el esfuerzo climático mundial.
El objetivo central del Acuerdo de París es reforzar la respuesta mundial a la amenaza del
cambio climático manteniendo el aumento de la temperatura mundial en este siglo muy por
debajo de los 2 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales, y proseguir los
esfuerzos para limitar aún más el aumento de la temperatura a 1,5 grados centígrados.
26 Además, el acuerdo tiene por objeto aumentar la capacidad de los países para hacer frente a
los efectos del cambio climático y lograr que las corrientes de financiación sean coherentes
con un nivel bajo de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y una trayectoria
resistente al clima. Para alcanzar estos ambiciosos objetivos, es preciso establecer un marco
tecnológico nuevo y mejorar el fomento de la capacidad, con el fin de apoyar las medidas que
adopten los países en desarrollo y los países más vulnerables, en consonancia con sus propios
objetivos nacionales, y movilizar y proporcionar los recursos financieros necesarios. El
Acuerdo también prevé un marco mejorado de transparencia para la acción y el apoyo.
El Acuerdo de París exige a todas las Partes que hagan todo lo que esté en su mano por medio
de contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC por sus siglas en inglés) y que redoblen
sus esfuerzos en los próximos años. Esto incluye la obligación de que todas las Partes
informen periódicamente sobre sus emisiones y sobre sus esfuerzos de aplicación. También
habrá un inventario mundial cada cinco años para evaluar el progreso colectivo hacia el logro
del propósito del acuerdo, y para informar sobre nuevas medidas individuales de las Partes.
Para que el Acuerdo de París sea plenamente operativo, se puso en marcha en París un
programa de trabajo para elaborar modalidades, procedimientos y directrices sobre una
amplia gama de cuestiones. Desde 2016, las Partes colaboran en los órganos subsidiarios (el
Grupo de Trabajo Especial sobre el Acuerdo de París (GAP), Órgano Subsidiario de Ejecución
(OSE) y el Órgano Subsidiario de Asesoramiento Científico y Tecnológico (OSACT)) y en
diversos órganos constituidos. La Conferencia de las Partes, en calidad de reunión de las
Partes en el Acuerdo de París (CP/RA) se reunió por primera vez de forma conjunta con la COP
22 en Marrakech (noviembre de 2016) y adoptó sus dos primeras decisiones. Se espera que el
programa de trabajo esté terminado para 2018.
Balance mundial (artículo 14) - Un "balance mundial", que tendrá lugar en 2023 y cada cinco
años a partir de entonces, evaluará el progreso colectivo hacia el logro de los objetivos del
Acuerdo de una manera global y facilitadora. Se basará en la mejor ciencia disponible y en su
objetivo mundial a largo plazo. Su resultado servirá de base para que las Partes actualicen y
mejoren sus medidas y apoyen y aumenten la cooperación internacional en la lucha contra el
cambio climático.
Decisión 1/CP.21 – Esta decisión también establece una serie de medidas para mejorar la
acción antes de 2020, incluido el fortalecimiento del proceso de examen técnico, la mejora de
la provisión de fondos urgentes, tecnología y apoyo, y medidas para fortalecer la participación
de alto nivel. Para 2018 está previsto un diálogo con fines de facilitación para hacer balance
del progreso colectivo hacia el objetivo de reducción de emisiones a largo plazo del artículo 4.
La decisión también acoge con beneplácito los esfuerzos de todos los interesados que no son
Partes para hacer frente al cambio climático y responder a él, incluidos los de la sociedad civil,
el sector privado, las instituciones financieras, las ciudades y otras autoridades subnacionales.
29
Estas partes interesadas están invitadas a intensificar sus esfuerzos y a mostrarlos a través de
la plataforma de la acción mundial sobre el clima para actores no estatales
(http://climateaction.unfccc.int). Las Partes también reconocieron la necesidad de fortalecer
los conocimientos, las tecnologías, las prácticas y los esfuerzos de las comunidades locales y
los pueblos indígenas, así como la importante función de ofrecer incentivos mediante
instrumentos como las políticas nacionales y la fijación de precios del carbono.
Acuerdo de París-Ecuador
El 26 de julio de 2016, Ecuador suscribió el Acuerdo de París bajo la Convención Marco de
Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que reemplazará al Protocolo de Kioto. Con esta
acción, el Estado ecuatoriano, coherente con su vocación de protección ambiental y sus
propuestas de vanguardia en el proceso geopolítico de la lucha contra el cambio climático, se
suma a los 175 países del mundo que han firmado dicho Acuerdo.
Para entrar en vigor, el Acuerdo de París debe contar con la ratificación, aceptación,
aprobación o adhesión de al menos 55 Estados Parte, cuyas emisiones sean equivalentes al
55% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial.
Democracia, ciudadanía y globalización
Durante las negociaciones, el Ecuador colaboró de manera significativa al texto final con la
inclusión del concepto de «justicia climática». Asimismo, en materia de bosques, Ecuador
aportó con su experiencia en políticas e incentivos positivos para la reducción de emisiones
por deforestación y degradación de los bosques; en políticas de conservación, gestión
sostenible de los bosques y aumento de las reservas forestales de carbono.
Para el Gobierno del Ecuador, el Acuerdo de París representa el punto de partida que busca
un mundo con energía limpia, a partir de la implementación efectiva de estrategias firmes
para la reducción de emisiones globales de gases de efecto invernadero.
30
La lucha contra el cambio climático y otros desafíos
medioambientales.
¿En qué punto nos encontramos?
Los países han admitido que el cambio climático constituye una amenaza cada vez mayor para
el desarrollo, las iniciativas destinadas a erradicar la pobreza y el bienestar de sus ciudadanos.
Los efectos del cambio climático ya se están empezando a percibir en todos los continentes.
Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático Disponible en
inglés, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero siguen aumentando y, si
seguimos así, el aumento de la temperatura a nivel mundial superará con creces el límite de 2
grados centígrados establecido como objetivo por los países con el fin de evitar los efectos
más peligrosos del cambio climático.
2014 fue el año registrado más caluroso, y 14 de los 15 años más calurosos se han registrado
en el siglo XXI. El nivel del mar sigue subiendo, el hielo del mar del Ártico se está derritiendo y
se están produciendo más fenómenos meteorológicos severos, incluyendo sequías e
Con el fin de catalizar las medidas relacionadas con el cambio climático e incrementar la
voluntad y la ambición políticas para llegar a un acuerdo universal significativo sobre el clima,
el Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki-moon presidió la Cumbre sobre el Clima el
pasado septiembre. Más de 100 dirigentes mundiales, junto con dirigentes empresariales y de
la sociedad civil, acudieron a dicha cumbre, en la que se realizaron importantes anuncios
Disponible en inglés relativos a una serie de iniciativas sobre el clima.
En diciembre, en Lima (Perú), los países se movilizaron para seguir avanzando en las
negociaciones Disponible en inglés en virtud de la Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático, y las negociaciones entre países continuarán durante 2015.
Actualmente los países están debatiendo sobre la naturaleza jurídica del acuerdo, la
naturaleza de las responsabilidades y las acciones que asumirá cada país y los mecanismos
destinados a examinar los progresos alcanzados e intensificar las medidas en los próximos
años.
Dado que quedan menos de diez años para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en
la Cumbre sobre los ODS celebrada en septiembre de 2019, los líderes mundiales solicitaron
un decenio de acción y resultados en favor del desarrollo sostenible, y prometieron movilizar
la financiación, mejorar la aplicación a nivel nacional y reforzar las instituciones para lograr los
Objetivos en la fecha prevista, el año 2030, sin dejar a nadie atrás.
El Secretario General de las Naciones Unidas hizo un llamamiento para que todos los sectores
de la sociedad se movilicen en favor de una década de acción en tres niveles: acción a nivel
mundial para garantizar un mayor liderazgo, más recursos y soluciones más inteligentes con
respecto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible; acción a nivel local que incluya las
transiciones necesarias en las políticas, los presupuestos, las instituciones y los marcos
reguladores de los gobiernos, las ciudades y las autoridades locales; y acción por parte de las
personas, incluidos la juventud, la sociedad civil, los medios de comunicación, el sector
privado, los sindicatos, los círculos académicos y otras partes interesadas, para generar un
movimiento imparable que impulse las transformaciones necesarias.
Numerosos líderes y organizaciones de la sociedad civil han exigido también que sea un “año
de gran activismo” para acelerar el progreso con respecto a los Objetivos de Desarrollo
Sostenible, y han instado a los líderes mundiales a intensificar las iniciativas para llegar a las
personas más rezagadas, apoyar la acción y la innovación a nivel local, fortalecer las
instituciones y los sistemas de datos, reequilibrar la relación entre las personas y la
naturaleza, y obtener más financiación en favor del desarrollo sostenible.
En comparación con los diez años anteriores, son más las personas en todo el mundo que
viven una vida mejor. Hay más personas que nunca con acceso a una sanidad mejor, a un
trabajo decente y a una educación. No obstante, las desigualdades y el cambio climático están
amenazando con echar por tierra estos progresos. La inversión en economías inclusivas y
sostenibles puede brindar importantes oportunidades de prosperidad compartida. Además,
las soluciones políticas, tecnológicas y financieras están a nuestro alcance. Sin embargo, se
necesitan cambios rápidos y sin precedentes, así como un mayor liderazgo, para adaptar estos
mecanismos de cambio a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Aldea Global
Fue Marshall McLuhan el primer teórico que en 1964 habló de la idea de Aldea Global en su
ensayo “Understanding Media: The Extensions of Man”. Nacido en Canadá en 1911, estudió
literatura inglesa en la Universidad de Manitoba y después en la de Cambridge. Fue profesor
en la universidad de Wisconsin y en la Universidad de Saint Luis; se convirtió al catolicismo.
Por sus intereses y estudios, pronto fue reconocido como una autoridad en el campo de los
medios de comunicación y las tecnologías. Enseñó en el Assumption College, en el St Michael’
s College (46-79), University of Toronto, y en Fordham University, donde ocurrió el Famoso
El universo de las plataformas digitales genera una demanda creciente de talento a nivel
global, y ofrece amplias oportunidades de trabajo remoto. Conectarse con trabajos en
plataformas digitales no solo es una opción viable para generar ingresos en países con
dificultades para crear empleos, sino que tiene potencial para fomentar la inclusión laboral de 33
jóvenes, mujeres, migrantes, personas con discapacidad y otros grupos que tradicionalmente
enfrentan barreras para encontrar trabajo.
Para el caso de los jóvenes, las oportunidades son aún más relevantes, considerando que
muchos de ellos son nativos digitales y tienen mayor facilidad para manejar este tipo de
herramientas. Al mismo tiempo, las plataformas pueden ayudarles a adquirir sus primeras
experiencias en el mundo laboral, algo que suele ser complejo en el mercado laboral
tradicional.
Democracia, ciudadanía y globalización
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