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Democracia,

ciudadanía y
globalizacion
Licenciatura en Negocios Internacionales
2022 – 2023 Ciclo II
Democracia,
ciudadanía y
globalizacion
Licenciatura en Negocios Internacionales Ciclo II
Conceptualmente consideramos que una sociedad se constituye
como tal, en la medida que los individuos sean capaces de
reconocerse como miembros de un ser social colectivo desde la

Democracia, ciudadanía y globalización


valoración de los vínculos histórico culturales que caracterizan su
identidad. Además de resulta, debe viabilizar otras consecuencias,
como la elaboración de un sistema de autenticidades que permitan
una ética o una moral de grupo, que sustente vínculos y
sentimientos de amparo, compañerismo y una efectiva
comunicación con el otro. El propósito de la asignatura es construir
conocimientos de los diversos niveles de desarrollo del sistema de
gobierno democrático, el rol de la participación del ciudadano como
sujeto de derechos, en un Estado garantista de derechos y en el
contexto de la globalización. La asignatura brinda la posibilidad de
obtener conocimientos actualizados del sistema social
contemporáneo analizando principalmente los cambios económicos,
políticos, sociales, culturales hasta la actualidad.

1
Tabla de contenido
Capítulo 4: Transformaciones sociales, políticas y económicas ................................................... 4
La globalización como paradigma de comprensión de la sociedad internacional actual. ....... 4
Globalización ........................................................................................................................ 4
Raíces histórico-antropológicas de la globalización ............................................................. 5
Capitalismo y economía mundial ......................................................................................... 9
Transformaciones del sistema internacional .........................................................................10
Concentración del poder a escala mundial ........................................................................12
La globalización y la agenda internacional. ............................................................................12
El carácter histórico y multidimensional de la globalización..............................................12
Democracia, ciudadanía y globalización

Las dimensiones no económicas ........................................................................................17


Globalización y sostenibilidad ambiental ...........................................................................20
Globalización económica y medio ambiente .....................................................................25
Acuerdo de París ................................................................................................................26
La lucha contra el cambio climático y otros desafíos medioambientales. .............................31
¿En qué punto nos encontramos? .....................................................................................31
Por qué 2015 es un año fundamental para el cambio climático ........................................31
La Agenda para el Desarrollo Sostenible ............................................................................32
Aldea Global ...........................................................................................................................33
América Latina y el Caribe: ¿cómo conectar el talento digital con oportunidades globales?
............................................................................................................................................33

2
Índice de Figuras

No se encuentran elementos de tabla de ilustraciones.

Democracia, ciudadanía y globalización

3
Capítulo 4: Transformaciones sociales, políticas y
economicas
La globalización como paradigma de comprensión de la sociedad
internacional actual.
Globalización
Un seria de interrogantes cruciales se plantean cada vez más frecuentemente sobre la
llamada “globalización”, y, en su contexto, sobre las tendencias y las perspectivas del Estado-
nación soberano y sus posibilidades de regulación político-jurídica de la economía, la sociedad
y las condiciones de gobernabilidad en lo interno y de la propia integración internacional.

Esta temática es especialmente pertinente por el hecho de que una de las constantes
históricas de América Latina es la importancia decisiva de la inserción internacional para las
realidades y las posibilidades del Estado-nación y del desarrollo nacional. La globalización, en
Democracia, ciudadanía y globalización

sus diferentes conceptos y usos, emerge y se difunde desde los años de 1980, entre científicos
sociales, ideólogos, profesionales de los medios de comunicación masiva, gobernantes y
administradores, dirigentes sindicales o corporativos. Término usado de modo exagerado y
errático en los diversos léxicos generales o especializados, portador de una fuerte carga
política e ideológica, la globalización se establece en campos diversos, como la economía, la
geografía, la sociología, la ciencia política, las relaciones internacionales, el marketing, los
medios de comunicación masiva.

La palabra y los temas penetran e impregnan la opinión pública, pa- san a formar parte
significativa del debate ideológico y de las decisiones estratégicas y políticas. Su difusión y
uso, sin embargo, se acompañan por una gran variedad de formulaciones, de contenidos y
significados, de imprecisiones y contradicciones. Se carece hasta el presente de una definición
sustantiva y rigurosa, de un modelo teórico comúnmente aceptado de lo que se presenta
como nueva economía global con el cual confrontar las diferentes manifestaciones e
interpretaciones, y sus diferencias con estadios previos de la economía internacional, que
permita analizar y evaluar las evidencias históricas y empíricas actuales, tratar la cuestión de
la posible transición de la economía internacional contemporánea a una economía global
(Hirst; Anderson et al., Cavanagh; Beck; Bromley; Burbach et al., Dollfus; Ferrandery; Giddens
(b); Ianni; Lechner y Boli; Mander y Goldsmith; Martin y Schumann; Moreau Defarges; Slott,
passim).

Al respecto, se multiplican los interrogantes:

 ¿Qué es la globalización?
 ¿Representa una continuidad, o bien una discontinuidad con salto y ruptura, de una
temática tradicional, amplificada, reforzada, profundizada, modificada, o de una
temática radicalmente nueva?
 ¿Es manifestación y continuidad de tendencias preexistentes, o constelación de
4 fenómenos nuevos, o bien una combinación inédita de lo viejo y lo nuevo?
 ¿Está cerca o ya realizada, o es lejana, incierta, no realizable?
 ¿Es buena o es mala, positiva o negativa?, y, en ambos casos, ¿para quiénes?
 ¿Es fatal, irresistible e irreversible, o no?
 ¿Qué ocurre con el Estado y su soberanía y políticas, con la sociedad y la cultura
nacionales, en los procesos de globalización?
Las posturas y valoración respecto a la globalización expresan o constatan, de muy variadas
maneras, tendencias hacia la unión de las poblaciones del planeta en una economía única, a la
cual podrían además ir correspondiendo una sociedad, una cultura, un sistema político, quizá
un Estado, en mayor o menor grado mundiales. En especial, se suele afirmar la necesidad y
conveniencia, aclamadas o lamentadas, la fatalidad e irreversibilidad, de un eclipse y
disolución de todo lo que sea nacional, y, sobre todo, de debilitamiento, del Estado-nación
soberano, de su reducción a una posición subalterna, incluso su más o menos rápida
extinción. Aunque los esfuerzos de clarificación y valoración, y los debates al respecto están
lejos de haber terminado con el triunfo de una de las posturas o tendencias, puede sostenerse
fundadamente que la globalización plena no se ha realizado, ni está cerca de realizarse de
modo total y definitivo, y mucho menos como un “fin de la historia” . En una historia de
milenios han existido fases precedentes con altos niveles de apertura, integración e

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interdependencia internacionales de las naciones, que sin embargo no desembocaron en una
globalización, por ejemplo, en el periodo que va desde el último cuarto del siglo XIX hasta el
estallido de la Gran Guerra de 1914-1918, seguido de unas tres décadas de economías, las
sociedades, las culturas, las regiones, naciones y Esta- dos del planeta. No existe ni parece en
el momento presente que llegue a existir un destino compartido entre unas y otros, y sí un
agravamiento de las desigualdades, desequilibrios y conflictos. El propio avance de las fuerzas
y procesos de transnacionalización y mundialización desgasta o destruye actores y tejidos
sociales, bases socioculturales y políticas, que son necesarias para la misma existencia de la
eventual globalización y para su reproducción ampliada y su triunfo definitivo. A las fuerzas y
tendencias que hoy se identifican con la globalización se contraponen otras que las
contrarrestan y restringen, conflictos y antagonismos, resistencias, frenos y limitaciones de
todo tipo. Todo ello converge en las crisis del sistema económico-financiero mundial, del
sistema interestatal y del modelo de crecimiento neocapitalista-tardío o periférico que se ha
intentado e intenta aplicar en las últimas décadas. La globalización en sentido estricto es un
escenario posible, pero no probable. Si no se ha llegado a la globalización, parece estarse hoy
en el tránsito de la mera internacionalización, en avance desde un pasado remoto, pero que
perdura y se continúa en el presente, y se proyecta cada vez más hacia el futuro, hacia nuevas
formas de transnacionalización y de mundialización, a la constitución de un espacio mundial
de intercambios generaliza- dos entre diferentes partes del planeta, de múltiples nexos,
interconexiones e interdependencias, y de crecimientos y desarrollos de todo tipo. Con
referencia a todo ello, y a falta de una mejor alternativa, en adelante sigo usando el término
“globalización” , que así abarca e integra la vieja y la nueva internacionalización, la
transnacionalización y la mundialización, y sus múltiples nexos... (Kaplan, 2008)

Raíces histórico-antropológicas de la globalización


La serie de fases precedentes de los fenómenos hoy agrupados bajo la rúbrica de
“globalización” se inicia con el origen mismo de la especie humana. Los primeros hominidios
inician el proceso integrador global al abandonar el hoy llamado Cuerno de África hacia la 5
cobertura del planeta.
En el mismo proceso se van dando la creación y evolución de instituciones que irán
cumpliendo grandes papeles en el proceso de la hoy llamada globalización: lenguaje,
intercambios, mercado, normas jurídicas para contratos, moneda, etcétera. Existen en mayor
o menor grado los registros de miles de años de contacto entre grandes imperios. El sistema
económico-político mundial es ya rastreable desde varios siglos atrás. Desde el siglo XVI se va
desarrollando, junto con el capitalismo y el Estado nacional, un sistema económico mundial y
un sistema político inter- nacional-estatal, que van implicando a un número creciente de
naciones y a la mayor parte de la población mundial. La conquista del tiempo y el espacio data
sólo desde el siglo XVIII. El proceso se acelera en el XIX y hace eclosión en el XX.

Los avances del universalismo en el pensamiento filosófico y social, de la internacionalización


en el pensamiento político, del comercio inter- nacional, de los proyectos de integración
(regional, continental y mundial), los imperialismos y los colonialismos, las guerras mundiales,
podrían ser vistos, entre otras perspectivas, como preliminares de un proceso más
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comprensivo y penetrante. Antecedentes a destacar son los mercados mundiales de


productos básicos ya en el siglo XIX, la expansión mundial de grandes marcas. Ellos siguen
siendo fenómenos limitados hasta fines de los años de 1980, mientras se producen varias
grandes transformaciones, que confluyen en un cambio cualitativo de los últimos treinta años.
Entre ellos destaca el desmantelamiento de barreras nacionales para la operación de los
mercados de capitales, que comienza en los primeros años de la década de 1980, contribuye
al desarrollo de negocios simultáneos en los mercados de Nueva York, Londres, Tokio,
Frankfurt, de modo tal que los movimientos de mercados se van colocando claramente fuera
del alcance y del control de cualquier agencia nacional. La misma difusión en las últimas dos
décadas del uso del término “globalización” es un indicador del cambio. Hoy se trata de
desarrollos que, en sí mismos y en sus desarrollos, tienden a cubrir el globo.

La sociedad internacional moderna es un fenómeno muy reciente, que data sobre todo desde
el siglo XVII, y constituye una pequeña fracción de la historia registrada, y una fracción aun
menor de la historia biológica. Es posible encontrar algo lejanamente parecido a relaciones
internacionales en la conducta social de algunas especies animales: por ejemplo, los conflictos
en el interior de algunas de ellas por el territorio, pero aquéllos no dejan de ser demasiado
esporádicos, más instintivos que deliberados, no integrantes de algo que se acerque a un
sistema político.

El hombre es en cambio un animal político, creador de agrupamientos y sistemas que


requieren la determinación de espacios necesarios, el trazado de límites, la fijación de un
tamaño mejor. La especie humana, su esencia política y su tendencia a la expansión en el
espacio, tienen, como se dijo, una temprana historia, desde su emergencia, entre 500,000 a
1.000,000 años, como un gigantesco movimiento de apropiación de la tie- rra por el hombre.
Entre 100,000 y 300,000 atrás se dan las migraciones que expanden gradualmente a la
especie en el planeta. Estas características, sin embargo, se van desplegando en el paso de la
llamada arqueo-sociedad a la sociedad histórica, la Revolución Económico-Tecnológica, in-
6 distintamente llamada Neolítica o Urbana (Gordon, Childea, y Gordon, Casilde (b); Morín,
Hawkes, passim).
Para su análisis y evaluación como una de las fases fundamentales de la marcha multi-
milenaria hacia la internacionalización y la mundialización, es útil tener en cuenta el enfoque y
tratamiento extremadamente su- gerentes que da William H. McNeill, a quien sigo en detalle
en este pun- to, al surgimiento y desarrollo de la especie humana en un contexto a la vez
cósmico-biológico-social (McNeill (b), passim). La especie humana se diferencia de otras
formas de vida por su capacidad para inventar un mundo de sentimientos y significados
simbólicos compartidos y para actuar luego sobre ellos de común acuerdo. A través de
milenios, el esfuerzo cooperativo de números crecientes de seres humanos se va
demostrando capaz de lograr resultados deseados más o menos confiables. Significados
acordados y asociados con nuevas destrezas o ideas que operan mejor que otras precedentes
tienden a difundirse y alterar el modo con que los humanos hacen las cosas.

Surgen al respecto varias interrogantes:

 ¿Cómo surgieron los símbolos y cómo adquirieron tales poderes?


 ¿Cómo se sostiene el acuerdo sobre los significados simbólicos entre grupos de seres

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humanos?
 ¿Cómo cruzan las fronteras culturales entre diferentes sociedades humanas?
Puede suponerse que la cooperación efectiva entre gran número de individuos fue factor
crítico en la supervivencia y la evolución de nuestros antecesores, y que la primera gran
innovación que permitió a grandes bandas permanecer unidas fue la invención de la voz
ritmada y la danza, en común. Ellas habrían permitido disipar las rivalidades personales,
aumentar el cálido sentimiento de pertenencia, capacitar para la cooperación efectiva y con
ello la supervivencia. A su vez, las grandes bandas habrían provisto el marco o escenario para
que las señales voceadas se desarrollaran como discurso articulado y lenguajes gramaticales,
como otro modo poderoso para que la cooperación entre gran número de personas fuera más
efectiva en el tiempo y el espacio, más exacta y flexible. El lenguaje se universaliza en las
comunidades humanas, modela la conciencia y en- foca la atención en algunos aspectos de
una situación; descarta otros como triviales.

El lenguaje define lo que debe hacerse en la vida diaria, al reducir la conducta adecuada a
reglas comunicables a niños y adultos. Con ello, las sociedades humanas se vuelven
automatizadas por la costumbre. La respuesta efectiva en diferentes circunstancias es
garantizada por la conformidad a las reglas tradicionales de conducta, y las fricciones son
minimizadas porque cada uno sabe qué esperar de los otros en las situaciones ordinarias. Las
reglas consuetudinarias, expresadas en palabras, minimizan las querellas, maximizan la
cooperación efectiva, permiten una división del trabajo crecientemente compleja entre
grandes números de individuos que hablan el mismo lenguaje.

A la inversa, el lenguaje facilita la invención de nuevos tipos de conducta siempre que la


experiencia frustra la expectativa, en tanto permite moverse en un tiempo imaginario,
recordando cosas útiles del pasado y planeando qué hacer en el futuro. Por otra parte, la
planeación hace que la acción concertada sea más precisa, ya que al hablar sobre las cosas 7
por adelantado se puede asignar diferentes papeles a diferentes individuos, y las reglas para
compartir los resultados de una conducta cooperativa especializada pueden ser establecidas
de antemano. Si las esperanzas y expectativas pueden divergir de la experiencia, la desilusión
a su vez invita u obliga a revisar los planes y alterar las conductas.

A la coordinación verbal de las conductas cotidianas se irán agregan- do las mejoras en la


comunicación, que permiten que los mensajes viajen más lejos y más exactamente en el
tiempo y la distancia de lo que permiten las palabras habladas. La red de mensajes enviados
en forma verbal, complementados por el gesto y solemnizados por el ritual, crean y sostienen
las comunidades humanas locales, que incluyen a la mayoría, pero que van siendo
incorporadas a redes más amplias de comunicación, centradas en las ciudades y sostenes de
las civilizaciones.

Las civilizaciones reúnen a los extranjeros, y separan a las clases de gentes que conviven como
distintos grupos semiautónomos. Sacerdotes y gobernantes, guerreros y artesanos,
mercaderes y viajeros, amos y servidores, viven de maneras diferentes entre sí, pero todos
dependen de inter- cambios de bienes y servicios, regulados por normas consuetudinarias por
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una parte, y de límites demográficos y materiales a la oferta y la demanda.

Comparadas con las comunidades primarias, las civilizaciones de base urbana son estructuras
sociales tumultuosas e inestables, pero son más poderosas que aquéllas para coordinar las
acciones de grandes números, en parte por obediencia a órdenes deliberadas, y en parte por
inter- cambios de bienes y servicios negociados y más o menos voluntarios. Las formas
civilizadas de sociedad ejercen más poder sobre el medio ambiente natural, y sobre mayores
números de personas, que las sociedades más homogéneas.

Con las primeras civilizaciones, la complejidad social tiende a difundirse. Avances


revolucionarios en la comunicación y el transporte alteran la envergadura y el flujo de los
mensajes entre poblaciones humanas, acelerando con ello la propagación de novedades más
lejos y más amplia- mente que antes para satisfacer deseos o carencias.

Desde el principio, los seres humanos caminan y corren. Ello permite a cazadores y
recolectores difundirse por gran parte del planeta; se encuentran de tiempo en tiempo,
chocan sobre los límites territoriales, pero también se encuentran pacíficamente en
festividades, de danza y canto, intercambian parejas e información, difunden técnicas e ideas
nuevas a distancia. Estas redes de comunicación permiten a la humanidad seguir siendo una
sola especie a pesar de su dispersión mundial.

A las filtraciones por medio de contactos terrestres, pacíficos y vio- lentos, entre vecinos, se
agrega el uso de remos y velas para impulsar balsas y botes, abriendo posibilidades para
encuentros de larga distancia en las costas de mares fácilmente navegables. Las ciudades
sumerias surgen cuando y donde las redes marítimas se conectan con nuevas redes de
caravanas de transporte terrestre a larga distancia, por las que se mueven bienes e ideas.
Ubicadas en la convergencia de las redes marítimas y terrestres, las ciudades sumerias están
en posición óptima para elegir destrezas y conocimientos provenientes de lejos y de cerca,
elaborándolas y mejorándolas.
8
Entre las innovaciones sumerias se cuenta el carro de ruedas y, sobre todo, la escritura, que
agrega una nueva dimensión al almacenamiento y recuperación de información. Los registros
escritos permiten a sacerdotes y gobernantes recoger y distribuir indefinidamente grandes
cantidades de bienes materiales de acuerdo con reglas deliberadas. El gobierno se vuelve más
poderoso, las órdenes más impositivas, aun a distancia, y rutinario el esfuerzo coordinado de
miles y millones de personas.

La escritura ayuda además al comercio de larga distancia, con la tras- misión rápida y segura
de información. Las sociedades adquieren una especie de sistema nervioso, llevando
mensajes, estimulando innovaciones, acelerando cambios sociales a lo largo de las rutas.
Barcos y navegación también mejoran durante siglos, con diferentes caminos técnicos según
las regiones y mares.

La tecnología y la organización militares tienen un papel paralelo, difundiendo información y


estableciendo prácticas avanzadas donde penetran los ataques de bandidos y ejércitos;
violencia y comercio se complementan; incluso las destrucciones a veces abren el camino a la
reconstrucción según líneas más efectivas.

Debe tenerse también en cuenta las ideas como aspecto altamente contagioso de la cultura

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humana. Cuando son traducidas a un nuevo lenguaje y requieren su adaptación a un contexto
social diferente, tienen una capacidad camaleónica para cambiar de significando. La
innovación tecnológica es también contagiosa, y también cambia su significado y su
importancia cuando cruzan fronteras lingüísticas y culturales (McNeill (b), passim). (Kaplan,
2008)

Capitalismo y economía mundial


El sistema feudal comienza a descomponerse, y da lugar al surgimiento y avance de una
economía capitalista, primero nacional y luego en un proceso de creciente
internacionalización, y a un Estado-nación moderno virtualmente coetáneo con el desarrollo
de un sistema político internacional-estatal. Ello resulta de la convergencia de fuerzas y
procesos de disgregación interna del feudalismo, de un ascenso y expansión de los polos y
espacios urbanos, y de un nuevo Estado a la vez coproducto y coproductor de esta
constelación de actores, estructuras y procesos.

El comercio, los mercaderes y los mercados, reaparecen o se extienden, en la Europa


Continental y en la cuenca mediterránea, desde fuera de la sociedad feudal, pero para
satisfacer las necesidades insatisfechas por la autosuficiencia de aquélla. Para los dominios
feudales, el dinero funciona como solvente de su autosuficiencia, demandante de la
producción de excedentes y dinero para pagar los bienes y servicios.

Desde el siglo XI las ciudades surgen después de un largo letargo o aparecen por primera vez
por una diversidad y convergencia de factores. Pueden ser supervivencias, de origen rural,
base de caravanas mercantiles, resultados de iniciativas señoriales o eclesiásticas, ciudades
libres de origen feudal, o resultados por una combinación de estos tipos y rasgos.

Los estímulos al comercio, la producción y la monetización acentúan la división del trabajo


social entre el campo y la ciudad, y las transformaciones de uno y otra, el refuerzo a la
desintegración del orden feudal. Por una parte, aumenta la demanda de producción agraria, 9
el paso a la renta en dinero. Por la otra, cambia el carácter de las relaciones económicas y
sociales en la ciudad con el avance de la división del trabajo, la especialización, el artesanado
y los oficios, la organización corporativa con poder económico y tendencia a la independencia
y la actividad políticas. El comercio nacional va de la mano con el internacional, y ambos
estimulan nuevas prácticas y organizaciones, como las ferias, las hansas, el crédito. En las
ciudades, los impulsos al desarrollo son favorecidos por la inexistencia o imprecisión de reglas
preexistentes, y la consiguiente necesidad de nuevos patrones, normas y valores.

Las Cruzadas son a la vez efecto y causa de estos estímulos al comercio, la producción y la
monetización. Ensanchan los marcos geográficos y culturales de Europa y la cuenca
mediterránea; liberan de trabas feudales a caballeros, campesinos libres y siervos y los
enriquecen con el saqueo y las masacres; contribuyen a la intensificación y la diversificación
de las actividades económicas; tienen efectos disolventes del orden feudal.

Los nuevos actores y procesos mercantil-artesanal-urbanos son toda- vía elementos externos
al orden feudal, ubicados en sus poros o insterticios, en una relación insegura y anómala. Se
identifican con una producción simple de mercancías; aún no llegan a ser microcosmos
capitalistas.
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Aun con estas restricciones, las fuerzas y dinámicas conjugadas de la mercantilización y la


urbanización van produciendo efectos políticos y culturales, especialmente en cuanto al
crecimiento del poder del Estado- nación emergente, y al avance de la secularización y el
racionalismo.

La desintegración interna del feudalismo proviene de la ineficiencia que va afectando a la


producción (métodos, tierras, incentivos); se contra- pone a las crecientes necesidades de
ingresos feudales. Éstas se originan en el aumento en el número de la nobleza, los vasallos y
sus ejércitos; los costos de la guerra y el bandidaje, en particular las Cruzadas; la
extravagancia caballeresca; el consumo de productos exóticos. La contradicción entre
ineficiencia y necesidades lleva a un aumento insoportable de la expoliación del campesinado,
a expensas de su subsistencia, de su agota- miento, de su desaparición, por las epidemias, las
guerras, la deserción, las rebeliones campesinas (Jacqueries y otras, antes citadas), la
urbanización que atrae y da refugio a campesinos libres y siervos. La población baja en el siglo
XIV, y con ella la mano de obra, las rentas y las áreas cultivadas.

La reacción de la nobleza ante esta crisis es de dos tipos, a los que se recurre por una
diversidad de factores y circunstancias. Por una parte, las concesiones para retener o atraer
campesinos. Las obligaciones serviles son atenuadas. El pago en especie es conmutado por la
renta en dinero, el arrendamiento, el trabajo asalariado. La servidumbre tiende a
desaparecer. El excedente rural deja de extraerse bajo forma de trabajo o de especie; se
vuelve renta en dinero. El poder de clase de los feudales se ve amenazado. (Kaplan, 2008)

Transformaciones del sistema internacional


Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, una sucesión de cambios rápidos y profundos
van abriendo paso a una reacomodación de fuerzas y relaciones en el sistema internacional,
hoy en pleno proceso. Si ello no permite todavía discernir hacia qué nuevo orden mundial se
10 marcha, sí es posible detectar ciertas tendencias y dilemas en emergencia y desarrollo.

Una de las perspectivas que es posible elegir para el análisis es la de la hegemonía mundial, en
general, y la de los Estados Unidos en particular.
De 1914 parte una Guerra Mundial de treinta años, con un armisticio como largo intermedio.
La primera fase es, en sustancia y como núcleo central, la lucha por la redefinición de le
hegemonía mundial entre Inglaterra y Alemania que, como se ha visto, no termina con una
solución definitiva, y tiene resultados imprevistos. Algunos de los vencedores, como Gran
Bretaña y Francia, se debilitan y se ven reducidos a una posición secundaria. Los viejos
imperios (austro-húngaro, turco, ruso) son desintegrados. Alemania es vencida, pero no
destruida ni resignada. Europa pierde su posición central. Emergen nuevas potencias
extraeuropeas: Estados Unidos y Japón, y una nueva potencia no capitalista: la Unión
Soviética (Sternberg; Hallet Carr; McNeill, passim).

La entreguerra 1918-1939 presencia la oposición entre Inglaterra y Francia, ambas más o


menos debilitadas, pero todavía en el centro del escenario diplomático-estratégico, y los
Estados revisionistas y militarizados de Italia, Japón y Alemania (esta última con la pretensión
de lograr una anhelada y perdurable hegemonía). Estados Unidos ratifica su con- versión en la
más poderosa nación industrial. La Unión Soviética parece estar en marcha hacia el logro de

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un status similar. Las potencias revisionistas son compelidas a expandirse rápidamente, antes
de ser anuladas por la conjunción de las dos superpotencias. La Segunda Guerra Mundial
implica la derrota de las tres potencias del Eje, el eclipse de Francia, el debilitamiento
irreversible de Gran Bretaña.

Las dirigencias de los Estados Unidos no están preparadas para asumir el papel de potencia
hegemónica. En el momento en que Franklin D. Roosevelt llega a la presidencia, Estados
Unidos enfrenta una gama de graves problemas. La crisis económica y social sacude al sistema
en sus cimientos. La victoria en la Gran Guerra no es definitiva ni impide el armisticio en la
Guerra de los Treinta Años, con la subsistencia y el agravamiento de los problemas originarios.
A ello se agregan las complicaciones introducidas por la Revolución rusa, el ascenso de la
Unión Soviética y su implementación con la fundación y los primeros pasos de la Tercera
Internacional Comunista, la amenaza y el deseo de la nueva Rusia de incorporación al sistema
interestatal. Para Estados Unidos es imperativo impedir el acercamiento de la Unión Soviética
y Alemania.

A la creciente amenaza del nazismo, sus simpatizantes y aliados, Estados Unidos busca oponer
el New Deal como alternativa política de centro más que de derecha. Dado el fuerte peso del
aislacionismo en la sociedad y la política de Estados Unidos, se impulsa la justificación del
intervencionismo dentro del país y en el mundo. Se realiza la construcción diplomática de algo
así como un frente popular mundial que aísle a la Alemania nazi y sus satélites.

Ello se corresponde con la construcción de un Estado benefactor. El New Deal resulta así ser la
estrategia que Estados Unidos desarrolla para asegurar sólidas bases sociales internas,
necesarias para atenuar y superar la gran crisis a la vez que para imponer y jugar el papel de
potencia hegemónica. Se estimula el sindicalismo, y se lo incorpora a la maquinaria política y
gubernamental de los Estados Unidos, contribuyendo a impedir el surgimiento de un partido
laborista o socialista. Se practica el centrismo en la cuestión racial, con abundancia de retórica
11
y pocas concreciones.

El orden mundial de posguerra, su naturaleza, su estructura y su dinámica, sus tendencias y


variaciones, resultan y se constituyen por la convergencia, el entrelazamiento, el mutuo
refuerzo y la acumulación de una constelación de fuerzas, actores (sujetos y objetos),
caracteres, procesos y efectos. Se los examina aquí, primero, como coproductores y
coorganizadores del orden mundial de posguerra, para volver a ellos más adelante, como
limitantes del Estado-nación soberano. Ellos son: a) la concentración del poder a escala
mundial; b) la Tercera Revolución Científico-Tecnológica (TRCT); c) la transnacionalización; d)
la nueva división mundial del trabajo (N. D. M. T); e) el proyecto político de la integración
mundial; f) el camino/estilo de crecimiento neocapitalista periférico.

Concentración del poder a escala mundial


Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos adquiere una aplastante
superioridad militar, industrial, tecnológica y financiera; se vuelve potencia hegemónica. Ya
no necesita enfrentar a gobiernos derechistas en Estados centrales, aunque ahora tiene frente
a sí a una superpotencia no capitalista. Puede pasar, de una posición que podría calificarse de
centroizquierda, a la de dirigente de la alianza del autocalificado “mundo libre”, contra la
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izquierda mundial y ante y sobre todo contra el “ totalitarismo comunista” .

Estados Unidos puede disfrutar el hecho de que hacia 1945 comienza un largo movimiento
expansivo ascendente, la Fase A económica más aguda conocida, y con ello promover y
explotar una “Nueva Edad Dora- da”. Con ello y para ello se busca el fin del centro-izquierda,
afuera y adentro. Desde la presidencia de Harry Truman se incrementa y sofistica la represión,
en parte representada y de todos modos simbolizada por el fenómeno del maccarthismo.
Para asegurar el frente interno en pro de la nueva era imperial, se busca suprimir la izquierda
en Estados Unidos y neutralizar su atractivo para los trabajadores organizados y las minorías
étnicas. A los trabajadores se les da una parte del pastel imperial, con mayores salarios reales,
a costa de consumidores y trabajadores no organiza- dos, y fuera de Estados Unidos en el
mercado mundial. La sindicación y su peso social y político tienen límites. Se favorece o tolera
una mayor movilidad ascendente para algunas minorías: católicas, judíos; se otorgan algunos
beneficios a la minoría negra.

Al principio, el New Deal, de Roosevelt a Carter, da un fuerte cemento interno al sistema:


mejoras visibles en el nivel de vida y el status social, además de las satisfacciones nacionalistas
y chovinistas que se logra por participar en los beneficios y las glorias del poder mundial. A la
des- preocupación por los problemas y conflictos internos corresponde la concentración
predominante en la obtención del control del sistema mundial.

Con el fin de la Segunda Guerra Mundial se perfila e impone una nueva estructura del poder
mundial, caracterizada por la hegemonía bipolar de dos superpotencias (Estados Unidos y la
Unión Soviética), y la redefinición de las relaciones internacionales de acuerdo con los
intereses y poderes de aquéllas, y de sus enfrentamientos, complementariedades y formas de
coincidencia y colaboración. (Kaplan, 2008)

La globalización y la agenda internacional.


El carácter histórico y multidimensional de la globalización
12 El concepto de mundialización o globalización ha sido ampliamente utilizado en los debates
académicos y políticos del último decenio, pero sus acepciones distan de ser uniformes.
También lo empleamos para referirnos a la creciente gravitación de los procesos financieros,
económicos, ambientales, políticos, sociales y culturales de alcance mundial en los de carácter
regional, nacional y local. Esta acepción hace hincapié en el carácter multidimensional de la
globalización. En efecto, aunque sus dimensiones económicas son muy destacadas,
evolucionan concomitantemente a procesos no económicos, que tienen su propia dinámica y
cuyo desarrollo, por ende, no obedece a un determinismo económico. Además, la tensión que
se crea entre las diferentes dimensiones es un elemento central del proceso. En el terreno
económico pero, sobre todo, en el sentido más amplio del término, el actual proceso de
globalización es incompleto y asimétrico, y se caracteriza por un importante déficit en materia
de gobernabilidad.

La dinámica del proceso de globalización está determinada, en gran medida, por el carácter
desigual de los actores participantes. En su evolución ejercen una influencia preponderante
los gobiernos de los países desarrollados, así como las empresas transnacionales, y en una
medida mucho menor los gobiernos de los países en desarrollo y las organizaciones de la
sociedad civil. Asimismo, algunos de estos actores, en especial los gobiernos de los países

Democracia, ciudadanía y globalización


desarrollados, se reservan y ejercitan el derecho de acción unilateral y bilateral, y el derecho a
participar en ámbitos regionales, simultáneamente a los debates y negociaciones de carácter
global.

La acepción utilizada en este documento, de carácter positivo y de valor analítico, rechaza el


uso normativo del concepto, que resalta la idea de una única vía posible de liberalización
plena de los mercados mundiales y de integración a ellos como destino inevitable y deseable
de toda la humanidad. Esta inevitabilidad ha sido refutada por la historia, que muestra en el
período de entreguerras del siglo XX un largo y conflictivo episodio de reversión de la
internacionalización. La evolución de las instituciones multilaterales que ha acompañado a
este proceso a lo largo de los últimos dos siglos y las actuales controversias sobre
gobernabilidad global demuestran que no hay un único ordenamiento internacional posible, y
que tampoco existe una sola manera de distribuir las funciones entre instituciones y
organismos de alcance mundial, regional y nacional. Por otra parte, lo ocurrido en los países
desarrollados y en desarrollo pone de manifiesto la existencia de múltiples vías de inserción
en la economía global (CEPAL, 2000a; Albert, 1992; Rodrik, 2001a). Las diferencias responden
a la historia de cada país, como también a su valoración de las oportunidades y riesgos que
conlleva la inserción.

En este capítulo se presenta una primera visión de conjunto del proceso de globalización. Tras
una descripción general, en la que se destacan el carácter histórico y las dimensiones
económicas del proceso, en la siguiente sección se analizan los principales factores no
económicos (principios éticos, culturales y políticos). El capítulo concluye con un análisis de las
oportunidades y de los riesgos inherentes.

El proceso de globalización
El proceso contemporáneo de internacionalización se remonta al surgimiento del capitalismo
en Europa a fines de la Edad Media, a la nueva actitud científica y cultural que encarnó el
13
Renacimiento, y a la conformación de las grandes naciones europeas y sus imperios. La
expansión del capitalismo es el único fenómeno histórico que ha tenido alcances
verdaderamente globales, aunque incompletos. Con mayor intensidad que otras regiones del
mundo en desarrollo, la historia de América Latina y el Caribe ha estado estrechamente
vinculada a esta evolución desde fines del siglo XV.

Los historiadores modernos reconocen etapas que se destacan en el proceso de globalización


durante los últimos 130 años y que, con algunas adaptaciones, adoptaremos en este
documento.2 La primera fase de globalización, que abarca de 1870 a 1913, se caracterizó por
una gran movilidad de los capitales y de la mano de obra, junto con un auge comercial basado
en una dramática reducción de los costos de transporte, más que por el libre comercio. Esta
fase de globalización se vio interrumpida por la primera guerra mundial, lo que dio origen a un
período caracterizado primero por la imposibilidad de retomar las tendencias anteriores en la
década de 1920 y la franca retracción de la globalización en los años treinta.

Después de la segunda guerra mundial se inicia una nueva etapa de integración global, en la
que conviene distinguir dos fases absolutamente diferentes, cuyo punto de quiebre se
produjo a comienzos de la década de 1970, como consecuencia de la desintegración del
Democracia, ciudadanía y globalización

régimen de regulación macroeconómica establecido en 1944 en Bretton Woods, de la primera


crisis petrolera, y de la creciente movilidad de capitales privados, que se intensificó a partir de
los dos fenómenos anteriores y del fin de la "edad de oro" de crecimiento de los países
industrializados (Marglin y Schor, 1990). Si este último se define como el punto de quiebre,
podemos hablar de una segunda fase de globalización, que comprende de 1945 a 1973, y que
se caracterizó por un gran esfuerzo por desarrollar instituciones internacionales de
cooperación financiera y comercial, y por la notable expansión del comercio de manufacturas
entre países desarrollados, pero también por la existencia de una gran variedad de modelos
de organización económica y una limitada movilidad de capitales y de mano de obra. En el
último cuarto del siglo XX se consolidó una tercera fase de globalización, cuyas principales
características son la gradual generalización del libre comercio, la creciente presencia en el
escenario mundial de empresas transnacionales que funcionan como sistemas de producción
integrados, la expansión y la considerable movilidad de los capitales, y una notable tendencia
a la homogeneización de los modelos de desarrollo, pero en la que también se observa la
persistencia de restricciones al movimiento de mano de obra.

Las raíces de este largo proceso se nutren de las sucesivas revoluciones tecnológicas y, muy
en particular, de las que han logrado reducir los costos de transporte, información y
comunicaciones. La disminución radical del espacio, en el sentido económico del término, es
un efecto acumulado de la reducción de los costos y del desarrollo de nuevos medios de
transporte, a lo que se une la posibilidad de transmitir información en “tiempo real”, cuya
primera etapa es la invención del telégrafo y que se expande posteriormente con el teléfono y
la televisión. En cambio, el acceso masivo a la información sólo se hace posible gracias a las
tecnologías de información y comunicaciones desarrolladas en los últimos años, que han
permitido disminuir drásticamente el costo de acceso, aunque evidentemente no ocurre lo
mismo con el costo de procesamiento y, por consiguiente, de empleo eficaz de la información.

Los progresos registrados en el transporte, la información y las comunicaciones forman parte


14
de un conjunto más amplio de innovaciones tecnológicas que hicieron posible adelantos sin
precedentes en la productividad, el crecimiento económico y el comercio internacional. En los
países europeos, los grandes capitales han estado vinculados al comercio internacional desde
los orígenes del capitalismo moderno (Braudel, 1994). La internacionalización de la
producción de las empresas se remonta a fines del siglo XIX y aparece como subproducto de
la concentración económica en los países industrializados, que dio y sigue dando origen a las
grandes empresas transnacionales. A partir de la década de 1970, se fue haciendo cada vez
más común la subcontratación internacional de las tareas que suponen un uso más intensivo
de mano de obra, como el ensamble o la maquila, que se vio facilitada por la reducción de los
costos de transporte y las regulaciones comerciales adoptadas en los países industrializados.
Éste constituyó el primer paso hacia el desarrollo de sistemas de producción integrados, que
permiten la segmentación de la producción en distintas etapas (“desmembramiento de la
cadena de valor”), y la especialización de plantas o empresas subcontratadas ubicadas en
distintos países en la producción de determinados componentes, la realización de ciertas
fases del proceso productivo y el ensamble de algunos modelos.

Estos cambios en la estructura de la producción y el comercio han realzado el protagonismo


de las grandes empresas o conglomerados empresariales. De hecho, existe una estrecha

Democracia, ciudadanía y globalización


relación entre el surgimiento de los sistemas integrados de producción, el aumento de las
corrientes de comercio y de inversión extranjera directa, y el creciente protagonismo de las
empresas transnacionales. El factor esencial ha sido indudablemente la liberalización del
comercio, de los flujos financieros y de las inversiones en los países en desarrollo, que se ha
acelerado en las dos últimas décadas. Estos fenómenos contribuyen a explicar la gran oleada
de inversión extranjera y la notable concentración de la producción a escala mundial, que
caracterizó al último decenio del siglo XX.

Al igual que en el caso del comercio, las transacciones financieras internacionales se iniciaron
en Europa junto con los orígenes mismos del capitalismo moderno (Kindleberger, 1984;
Braudel, 1994). En el siglo XIX, Londres era el principal centro financiero internacional y bajo
su hegemonía se consolidó el patrón oro como sistema de pagos internacionales y de
regulación macroeconómica. París fue su competidor más cercano y, a comienzos del siglo XX,
se sumó Nueva York. La suscripción de capital para grandes proyectos, especialmente de
infraestructura y recursos naturales fueron, junto con la creación de un mercado internacional
de bonos de deuda pública, las modalidades dominantes de los movimientos internacionales
de capitales de largo plazo en la primera fase de la globalización. A ellas se sumó el
financiamiento del comercio internacional, en torno al cual surgió una incipiente red bancaria
internacional. Las modalidades de financiamiento de largo plazo estuvieron expuestas a crisis
recurrentes y prácticamente desaparecieron como consecuencia de la depresión mundial de
los años treinta, y el colapso del patrón oro y las moratorias masivas que la acompañaron. Los
acuerdos de Bretton Woods, adoptados en 1944 con el fin de crear un sistema multilateral de
regulación macroeconómica, basado en tipos de cambio fijos pero reajustables y la prestación
de apoyo financiero a los países que enfrentaban crisis de la balanza de pagos, así como la
aparición de la banca oficial de financiamiento internacional, tanto nacional (bancos de
exportación e importación) como multilateral (Banco Mundial y, posteriormente, el Banco
Interamericano de Desarrollo y otros bancos regionales), fueron las respuestas a esta
situación. 15

A su vez, la reaparición del financiamiento privado internacional de largo plazo a partir de la


década de 1960 fue producto de la nueva fase de estabilidad económica mundial, pero
también de una sucesión de factores: el excedente de dólares acumulado en ese decenio y de
petrodólares en el siguiente; el abandono del esquema de paridades fijas de Bretton Woods y
la flotación de las principales monedas a comienzos de los años setenta; el desarrollo
acelerado del ahorro institucional en la década de 1980, encabezado por Estados Unidos y el
Reino Unido, y el nacimiento de un mercado cada vez más amplio de derivados financieros en
el último decenio del siglo XX, que permitió subdividir los riesgos de los distintos activos y
pasivos financieros.

La globalización financiera ha sido más rápida que la comercial y productiva, y se puede


argumentar, con razón, que vivimos en una era de hegemonía de lo financiero sobre lo real
(CEPAL, 2001a). Ambos procesos tienen como telón de fondo un profundo reordenamiento
institucional a nivel mundial, cuyo elemento esencial ha sido la liberalización de las
transacciones económicas internacionales, corrientes y de capital. Sin embargo, el diseño de
nuevas reglas económicas globales sigue siendo insuficiente y muestra claros vacíos
Democracia, ciudadanía y globalización

institucionales.

En cambio, no ha habido una liberalización paralela de los flujos de mano de obra, que son
objeto de una estricta regulación por parte de las autoridades nacionales (salvo entre los
países miembros de la Unión Europea). Ésta es una de las grandes diferencias entre la primera
y la actual fase de la globalización. La primera estuvo acompañada por dos grandes flujos de
migración: de mano de obra europea hacia zonas templadas y de mano de obra, asiática en su
mayor parte, hacia zonas tropicales. En conjunto estas corrientes migratorias abarcaron a
cerca del 10% de la población mundial de entonces (Banco Mundial, 2002a).

A esto se suma el sesgo de la regulación de los flujos migratorios contra la mano de obra no
calificada que, en consecuencia, tiende a movilizarse por canales irregulares. Este hecho
expone a los inmigrantes al abuso de los traficantes de trabajadores, acentúa su indefensión
ante las autoridades y genera otra presión a la baja de la remuneración del trabajo menos
calificado en los países receptores. Estas modalidades de regulación de las migraciones
absorben los recursos humanos más calificados, y relativamente escasos, de los países en
desarrollo. Por lo tanto, la segmentación de la movilidad laboral está contribuyendo a
acentuar las disparidades de ingreso por nivel de calificación, tanto en los países receptores
como en los de origen.

Hay otros factores, íntimamente ligados a la esfera económica, que han adquirido una gran
importancia a nivel mundial. Uno de ellos es la extensión de los problemas ambientales de
carácter global. En los tres últimos decenios ha quedado en evidencia y se ha documentado
científicamente una situación planetaria sin precedentes, derivada de la escala creciente y
acumulativa de las actividades humanas, que tiene efectos de carácter mundial como el
calentamiento global, el adelgazamiento de la capa de ozono estratosférica, la merma de la
biodiversidad, y el avance de la desertificación y la sequía, que adquieren una dimensión
perversa, la de “males públicos globales”. Esto ha puesto de manifiesto la mayor
interdependencia ecológica de los países, que confiere un carácter singular al momento
16
histórico actual (CEPAL/PNUMA, 2001). La reversión de estos procesos ha dado origen a
nuevos imperativos y oportunidades de cooperación internacional, y la amenaza que
representan para la sostenibilidad del crecimiento económico ha sido objeto de un amplio y
largo debate. Sin embargo, las respuestas instrumentadas hasta ahora son claramente
insuficientes ante la magnitud que han ido adquiriendo los problemas.

Otra forma de "males públicos globales", también vinculada al plano económico, es la


expansión de la delincuencia internacional: la producción, el comercio y el consumo de
estupefacientes, y su estrecha relación con el financiamiento del terrorismo, el tráfico de
armas y la circulación internacional de capitales ilícitos, derivada del tráfico de
estupefacientes y de diferentes formas de corrupción que trascienden las fronteras
nacionales. La necesidad de controlar la circulación de estos capitales, tanto en los países en
desarrollo como en los desarrollados y en los centros financieros extraterritoriales (off-shore),
ha sido reconocida con rezago, porque exige limitar la vigencia del secreto bancario para dar
paso a esquemas especiales de control de la circulación de fondos de origen ilícito.
Lamentablemente, los sistemas que se han venido desarrollando no incluyen, hasta ahora,
medidas destinadas a combatir la corrupción.

Las dimensiones no económicas

Democracia, ciudadanía y globalización


Dimensiones valóricas y culturales
La globalización económica evoluciona simultáneamente a otros procesos que tienen su
propia dinámica. Uno de los más positivos es el que la CEPAL ha denominado "globalización
de los valores", entendida como la extensión gradual de principios éticos comunes (CEPAL,
2000a) y cuya manifestación más cabal son las declaraciones sobre los derechos humanos, en
sus dos dimensiones más importantes. En primer término, los civiles y políticos, que
garantizan la autonomía del individuo ante el poder del Estado y la participación en las
decisiones públicas. En segundo lugar, los derechos económicos, sociales y culturales, que
responden a los valores de igualdad económica y social, solidaridad y no discriminación. Uno
de sus principales reflejos ha sido la creciente adhesión a las convenciones de las Naciones
Unidas sobre derechos humanos por parte de los gobiernos. Otra expresión de este fenómeno
son las declaraciones de las cumbres mundiales sobre medio ambiente, desarrollo social,
población, mujer y protección de los derechos del niño, entre otras, celebradas en el marco de
las Naciones Unidas. La Declaración del Milenio (Naciones Unidas, 2000a) es una de las
expresiones más acabadas de los principios consagrados en dichas cumbres.

Es importante destacar que, al igual que en el plano económico, esta "globalización de los
valores" tiene una larga historia, que está vinculada a las luchas de la sociedad civil
internacional. Su manifestación más reciente es la conformación de una “sociedad civil
global”, cuya capacidad de información y movilización se ha multiplicado con las nuevas
tecnologías de la información y las comunicaciones. Los antecedentes de esta sociedad se
remontan al internacionalismo liberal, surgido de las revoluciones de Estados Unidos y Francia
a fines del siglo XVIII, cuya expresión más concreta es la Declaración de los derechos del
hombre y el ciudadano de la revolución francesa. Como bien se sabe, estos valores ejercieron
una gran influencia en las luchas por la independencia en América Latina y el Caribe, que se
iniciaron con la revolución haitiana de 1791, como efecto directo de la revolución francesa. 17
Mientras los derechos civiles y políticos consagrados en la Declaración Universal de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas tienen su origen en los movimientos liberales de fines del
siglo XVIII, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales es el
producto de los movimientos sociales de los siglos XIX y XX; su principal expresión política ha
sido la organización Internacional Socialista en sus sucesivas manifestaciones. Por su parte, el
internacionalismo feminista ejerció una influencia determinante a lo largo del siglo XX en el
reconocimiento de la igualdad de derechos de las mujeres, mientras que el internacionalismo
ambientalista ha venido jugando un papel destacado a partir de la década de 1960 en la
incorporación en las agendas nacionales e internacionales de los principios de desarrollo
sostenible (desde Estocolmo en 1972 hasta la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el
Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Rio de Janeiro en 1992, y la sucesión posterior
de convenciones ambientales globales). El surgimiento de un internacionalismo étnico en los
últimos decenios es el capítulo más reciente de esta larga historia de movimientos de la
sociedad civil internacional.

Sin embargo, cabe destacar que esta "globalización de los valores" se enfrenta en algunos
casos con una globalización de carácter diametralmente opuesto, que surge de la penetración
Democracia, ciudadanía y globalización

de los valores de la economía de mercado en las relaciones sociales (productivas, culturales e,


incluso, familiares). En efecto, la tensión que se produce entre esos principios éticos comunes
y la extensión de las relaciones de mercado a la esfera de los valores, implícita en el concepto
de "sociedad de mercado", es otro elemento distintivo del proceso de globalización. Esta
tensión suele alcanzar ribetes conflictivos, debido a que el marco internacional no cuenta con
los mecanismos de mediación que en el plano nacional ha proporcionado históricamente la
política.

La prolongada historia de los movimientos sociales ha adquirido en los últimos años una
nueva dimensión: la lucha por el derecho a la identidad de pueblos y grupos sociales que se
sienten amenazados por la tendencia a la homogeneización cultural que impone la
globalización. Este "derecho a ser diferente" interactúa de diversas maneras con los derechos
humanos en el sentido tradicional, que reconocen la igualdad de los ciudadanos, entre sí y
ante el Estado. Igualdad e identidad tienen, por lo tanto, una compleja relación en el plano
global.

La globalización ataca y fomenta, a la vez, la diversidad cultural. De hecho, segmentos enteros


de la humanidad sienten amenazadas sus historias irrepetibles y los valores que rigen sus
comunidades. Pero, al mismo tiempo, la globalización estrecha las relaciones entre
tradiciones culturales y modos de vida distintos, y propicia una pluralidad de interpretaciones
sobre el orden global.

El dinamismo de este proceso plantea problemas sin precedentes. Por una parte, amenaza
con convertir el enriquecedor diálogo de culturas en un monólogo. Por otra, la interacción
abre oportunidades culturales a nuevos y variados grupos y personas, incluidas las
relacionadas con la mezcla de distintas culturas. Esta incorporación a través de mecanismos
de participación y exclusión se expresa en nuevas formas de organización. Nuevas redes,
virtuales o no, sustituyen a las tradicionales formas de organización de los movimientos
contestatarios.
18
El inusitado desarrollo de los medios de comunicación condiciona estos procesos de una
manera singular y también da origen a nuevos problemas. En primer término, agiganta la
brecha entre los cánones culturales privilegiados por las cadenas globales y las bases
culturales y artísticas de los países y regiones. En segundo lugar, su control a nivel nacional e
internacional, está concentrado en pocas manos. Esta situación atenta contra el ideal de
diversidad cultural, ya que el manejo del intercambio simbólico incide en la construcción de la
identidad, de las opiniones y de las convicciones. Tercero, el desarrollo de medios
audiovisuales se traduce en un notable aumento de las expectativas personales. El acceso a la
información no siempre guarda relación con las posibilidades de trabajo e ingreso seguros y,
por ende, de bienestar y consumo. El “efecto de demostración” trasciende hoy más que
nunca las fronteras nacionales. Por último, la integración o marginación del intercambio
informático se ha transformado en un elemento crucial para el ejercicio de la ciudadanía, lo
que plantea un problema fundamental: cómo evitar la brecha entre los informatizados y los
que sufren de “invisibilidad electrónica”.

La dimensión política
últimos decenios. El fin de la guerra fría marcó un fuerte vuelco en el clima imperante entre
Estados soberanos, en tanto que la exacerbación de varios conflictos localizados y su mayor

Democracia, ciudadanía y globalización


visibilidad provocaban tensiones internacionales de naturaleza muy distinta a las del período
anterior. Si bien estas tendencias ya se hacían notar desde la década de 1970, en el último
decenio del siglo XX se consolidaron, en especial debido a las profundas transformaciones
ocurridas tras la caída del Muro de Berlín. La acentuación de la primacía estadounidense, los
esfuerzos europeos por crear un bloque capaz de tener un papel protagónico en la economía
y la política mundial, el rezago de Japón, el surgimiento de China y de India y la abrupta
transición de los países socialistas fueron sus rasgos más sobresalientes.

Estos profundos cambios políticos acaecidos en el mundo otorgaron a la democracia


representativa una preponderancia nunca vista. La aceptación de los principios de pluralismo
y de alternancia en el poder, de vigencia de la división de poderes del Estado, de elección de
autoridades como base de la legitimidad, y de reconocimiento de la mayoría y respeto de las
minorías orientaron el discurso político y comenzaron a aplicarse en forma mucho más
generalizada.

Sin embargo, las transformaciones en curso plantean cuestionamientos al conjunto de


instituciones democráticas respecto de su funcionamiento en sociedades donde la
información, el peso de la imagen y el poder del dinero desempeñan un papel fundamental.
Estas críticas se extienden a los partidos políticos, a los parlamentos, a la relación entre
electores y representantes e incluso al sentido de la política, sobre todo en las regiones del
mundo en desarrollo marcadas por la exclusión y la pobreza, aunque no sólo en ellas. Aunque
la democracia concita una adhesión mayoritaria, en no pocos casos las opiniones respecto de
su funcionamiento y eficacia para responder a las necesidades de la población son negativas.
Así como no se han obtenido beneficios significativos del dividendo de la paz después de la
guerra fría, tampoco ha sido posible un pleno aprovechamiento del “bono de la democracia”.

A pesar de estas dificultades, se sigue reconociendo que la democracia es la mejor manera de


establecer una agenda de desarrollo (Sen, 1999) y que el buen gobierno se caracteriza por un
19
perfeccionamiento del diseño, la gestión y la evaluación de las políticas públicas, entendidas
como la unidad analítica y operativa del gobierno (Lahera, 1999). Pese a esto, los gobernantes
y los dirigentes políticos se ven sometidos a la tensión de conseguir un amplio apoyo local y,
simultáneamente, respetar las rígidas reglas derivadas de formas específicas de globalización.
En tal sentido, se podría afirmar categóricamente que no tiene sentido fomentar la
democracia como valor universal si no se permite que los procesos nacionales de
representación y participación influyan en la determinación de las estrategias de desarrollo
económico y social, y ejerzan una mediación eficaz de las tensiones propias del proceso de
globalización.

La menguada capacidad del Estado afecta el papel que puede desempeñar el sector público
en la reducción del costo de los procesos de “destrucción creativa”, asociados a la acelerada
transformación estructural, e incluso acentúa las dificultades que plantea la modernización
del Estado. Sin embargo, es poco realista postular simultáneamente las virtudes de la
globalización y de la desintegración del Estado. El papel del Estado social y generador de
externalidades tecnológicas e institucionales es y seguirá siendo importante. En un mundo de
riesgos globales, la consigna de sustituir la política y el Estado por la economía es cada vez
Democracia, ciudadanía y globalización

menos convincente. Por consiguiente, conviene recordar la categórica advertencia de Polanyi


(1957) en su análisis del colapso de la primera fase de globalización: si el mercado pretende
subordinar a la sociedad, terminará por destruir sus propios cimientos.

Globalización y sostenibilidad ambiental


La globalización económica está produciendo múltiples efectos en la sostenibilidad ambiental.
Las interacciones son tantas y tan complejas que sería demasiado simplista afirmar que se
trata de ámbitos contrapuestos. Además no existen razones teóricas ni evidencia empírica
suficiente o concluyente para demostrar que la relación entre globalización y sostenibilidad
ambiental sea de signo único (CEPAL/PNUMA, 2001).

De lo que no cabe duda —y la evidencia científica así lo indica— es que la escala creciente y
acumulativa de las actividades humanas ha ocasionado impactos ambientales de carácter
mundial (“males públicos globales”) que no se reflejan en los mercados pero que afectan
intereses comunes globales que escapan a las perspectivas nacionales. Se ha puesto de
manifiesto una mayor interdependencia y vulnerabilidad ambiental entre países,
independientemente de su grado de desarrollo, lo cual confiere un carácter singular a la
tercera fase de la globalización, que corresponde al último cuarto del siglo XX.

En el presente capítulo se presentan algunos cambios relevantes en la sostenibilidad y la


gestión ambiental de la región asociados con la globalización, reconociendo que los
principales canales de transmisión entre el fenómeno de la globalización y la dimensión
ambiental son los cambios registrados en los flujos de comercio, inversión y tecnología. Se
identifican los nuevos desafíos de cooperación internacional que emergen del reconocimiento
de esta mayor interdependencia ambiental entre los países.

Los imperativos adicionales y distintos de gestión ambiental global se han puesto de


manifiesto en las diversas cumbres y conferencias mundiales y en los acuerdos multilaterales
ambientales que se celebraron y acordaron en los años noventa. Estos procesos y acuerdos
20 han tenido dos efectos fundamentales: instar a los gobiernos a un desempeño internacional
más proactivo, a fin de cooperar para proteger y administrar los bienes públicos globales
sobre la base de esquemas multilaterales innovadores, y propiciar una mayor equidad en la
distribución de las responsabilidades y costos para revertir los daños ambientales entre los
Estados ricos y pobres.

De esta manera, en la década anterior emergió un nuevo cuadro ético-político, que incluyó
nuevos principios jurídicos en el ámbito internacional sobre el medio ambiente y el desarrollo.
El más sobresaliente es el Principio 7 de la Declaración de Rio sobre el Medio Ambiente y el
Desarrollo, relativo a “las responsabilidades comunes pero diferenciadas”, en que se reconoce
implícitamente la deuda ambiental que los países desarrollados han adquirido con el resto de
la comunidad internacional, tras haber sometido al medio ambiente a un conjunto de
externalidades acumulativas y globales producto de su trayectoria de industrialización. En él
se reflejan las diferencias existentes de un país a otro en cuanto a su participación histórica en
la generación de dichas externalidades ambientales y, sobre todo, se sientan las bases
políticas para emprender acciones mitigadoras diferenciadas de acuerdo con sus posibilidades
financieras y tecnológicas. Ello implica que los países industrializados deben asumir mayores
compromisos que los países en desarrollo en el marco de los acuerdos multilaterales

Democracia, ciudadanía y globalización


ambientales.

En este contexto, la dimensión ambiental será cada vez más esencial como escenario de
negociaciones entre América Latina y el Caribe y los países industrializados. Por la importancia
de los servicios ambientales globales que provee, tales como el almacenamiento del dióxido
de carbono (principal generador del cambio climático a través del efecto invernadero) en sus
extensos bosques, y su enorme riqueza en biodiversidad terrestre y marina, la región tiene el
potencial y la oportunidad de cumplir un papel fundamental en la solución de los problemas
globales.

Impacto de la transformación productiva en el desarrollo sostenible


Los impactos ambientales de la reestructuración productiva y tecnológica pueden ser directos
o indirectos. Para comprenderlos es necesario tener en cuenta que las consecuencias
ambientales de la globalización difieren de las económicas, en tiempo y espacio. Las
consecuencias ambientales tienen, por lo general, efectos de más largo plazo, con
características dinámicas, acumulativas y difíciles de medir por estar en algunos casos
asociadas a parámetros cualitativos. Además, muchas de estas consecuencias no
necesariamente se ven reflejadas en los mercados: contaminación transfronteriza,
repercusiones en los bienes globales, impacto sobre el paisaje y pérdida de belleza escénica,
extinción de especies y pérdida de biodiversidad, entre otras (CEPAL/PNUMA, 2001).

Se generan impactos ambientales directos a través de la utilización de las nuevas tecnologías


para los cultivos alimenticios, industriales y energéticos; la explotación de nuevos recursos
naturales renovables y no renovables; la creación y dispersión de nuevas formas biológicas, y
la emisión de nuevas sustancias en el ambiente. Los impactos ambientales indirectos se
generan a través de las reacomodaciones sociales, económicas, políticas y demográficas que
obedecen a los cambios de precios y demandas, de la organización social del trabajo, de los
sistemas de producción, del empleo, de la división internacional del trabajo, de los servicios y
21
de la relocalización y naturaleza de las actividades y asentamientos humanos, inducidos por la
penetración de la nueva ola tecnológica.
Los impactos ambientales ligados a la redefinición general de las ventajas comparativas son
difíciles de anticipar, dadas la posibilidad de que surjan nuevas ventajas insospechadas y la
probabilidad de que se multiplique el número de factores que definen las ventajas
comparativas y la volatilidad de las mismas (Gallopín y Chichilnisky, 2001). La disminución de
la relación materia prima/producto y la sustitución de materiales en el nuevo paradigma
tecnoeconómico afectarán más directamente a los países que basaron su proceso de
acumulación de capital en sus recursos mineros o forestales. Las nuevas tecnologías, y
particularmente la biotecnología, ya está perjudicando a los productores agropecuarios
tradicionales, ya que transfieren las ganancias y el control de la producción y comercialización
hacia las grandes empresas transnacionales químicas y farmacéuticas y hacia los grandes
comercializadores. Los adelantos en materia de rendimientos agropecuarios en los países
avanzados, gracias a los nuevos desarrollos tecnológicos —a los que se agregan sus políticas
de subsidio a la agricultura—, están reduciendo las ventajas comparativas edáficas y
climáticas de América Latina.
Democracia, ciudadanía y globalización

Varias son las ventajas comparativas que podrían surgir en países de la región, con disímiles
consecuencias ambientales. La gama abarca las ventajas referidas al acceso a fuentes de
energía barata, las asociadas a la reducción de costos de transporte por la cercanía a la fuente
de recursos naturales, las de radicación otorgadas por legislaciones ambientales o sanitarias
permisivas (una ventaja perversa) y las de aprovechamiento de las condiciones o
componentes ecológicos o climáticos locales. En términos ecológicos, este mosaico cambiante
de ventajas comparativas en los países de la región podría plantear los riesgos de una mayor
presión sobre espacios o ecosistemas frágiles o remotos actualmente poco intervenidos, la
brusca puesta en valor de elementos o funciones ecológicas particulares (y la pérdida de valor
de otros) y la implantación de nuevas formas biológicas e incluso de ecosistemas exóticos a la
región. En ausencia de regulación social, estos fenómenos pueden conducir a la
sobreexplotación y degradación de los ecosistemas regionales, y a la pérdida de las ventajas
comparativas que pudieran estar asociadas a ellos. En cambio, con una buena gestión,
podrían generar nuevas fuentes sostenibles de prosperidad y una redefinición positiva de las
ventajas comparativas en el contexto mundial.

En la región el desarrollo y difusión de las nuevas tecnologías, particularmente la


biotecnología, pueden producir cambios ambientales significativos (Gallopín, 1995). Es posible
anticipar que tales cambios redundarán en impactos significativos sobre los ecosistemas
latinoamericanos y caribeños, implican, por ejemplo, efectos mayores sobre la sostenibilidad
ecológica de las actividades productivas, alteraciones en los ciclos subregionales del agua y los
nutrientes, cambios en los rendimientos agrícolas, la desaparición de algunos ecosistemas y la
aparición de nuevos, cambios en la oferta ecológica de los recursos naturales y modificaciones
en los factores limitantes y las restricciones ecológicas.

En cualquier caso, el potencial técnico para un manejo sostenible de los ecosistemas, para el
control, monitoreo y reducción de la contaminación ambiental, para la diversificación de usos
22 de los recursos ecológicos, y para el desarrollo ecológicamente sostenible a largo plazo, es hoy
más alto que en cualquier momento del pasado.
Sin embargo, la dirección en que se están configurando las trayectorias del nuevo paradigma
tecnoeconómico permite anticipar que, a menos que los países de la región adopten
estrategias activas sostenidas, definidas endógenamente, y compartidas entre los actores
sociales por un lado, y entre los países por otro, para realizar los cambios estructurales
sociales, económicos y tecnológicos necesarios, el potencial técnico mencionado tenderá a
plasmarse en los países más avanzados, mientras que la región corre el riesgo de concentrar
los efectos perversos de la revolución tecnoeconómica.

Efectos de los cambios en la estructura productiva sobre la sostenibilidad


ambiental
Las transformaciones experimentadas por las economías de América Latina y el Caribe en las
últimas décadas han llevado a una recomposición sectorial en la que los servicios han ganado
peso relativo, mientras el valor de la producción primaria e industrial ha reducido su cuota en
la estructura económica. Tales tendencias deben sopesarse en términos de sus repercusiones
sobre la sostenibilidad del desarrollo. En este sentido, el menor peso relativo del valor de la

Democracia, ciudadanía y globalización


producción primaria e industrial no implicó una menor presión ambiental directa sobre la
base de recursos o un menor deterioro ecológico, ya que la ampliación de la frontera agrícola
continuó y el volumen de extracción de recursos mineros, forestales y pesqueros mantuvo
una tendencia creciente.

Los efectos tradicionales de las actividades primarias, en particular los cambios en el uso del
suelo, se están concentrando ahora sobre zonas más frágiles, de tamaño más reducido y de
mayor significación ecológica en tanto se trata de ecosistemas críticos para conservar la
diversidad biológica nacional, regional o mundial. Esto es, se concentran en frentes
ecológicamente más sensibles, e incluso más vulnerables. A esto se suma el hecho de que la
población rural de la región se mantendrá sin reducciones significativas durante las próximas
décadas, aun con la consolidación de las tendencias de la urbanización, lo que significa que la
relación entre la población y la presión sobre los recursos seguirá en su nivel actual.

Muchos de los principales problemas ambientales de la región se relacionan con los cambios
en el uso de la tierra, especialmente la conversión de bosques a tierras de cultivo o a
pastizales. Entre 1961 y 1999 más de 150 millones de hectáreas se incorporaron a la
producción agropecuaria de la región, en gran parte a partir de bosques. Si bien todavía se
produce un aumento de la superficie de uso agropecuario, este proceso ha ido reduciendo su
intensidad, especialmente en los últimos años. Dos terceras partes de las tierras incorporadas
a uso agropecuario corresponden a la expansión de la producción pecuaria, principalmente la
ganadería bovina. En la región, el auge ganadero constituye el factor más decisivo de cuantos
han determinado la reducción contemporánea de la cobertura vegetal que han sufrido
especialmente las zonas tropicales húmedas (Tudela, 1990). Este proceso, que comienza a
tener importancia en la década de 1950, fue impulsado por los gobiernos a través de la
construcción de infraestructuras, la concesión de créditos subsidiados y la titulación de
tierras.
23
En lo que se refiere a la expansión pecuaria, las reformas económicas que tuvieron lugar en la
región en los últimos tiempos propiciaron la eliminación de subsidios y de proyectos que
fomentaban la colonización de nuevas áreas. Aún así, la tasa de deforestación solo ha
disminuido ligeramente en América del Sur en años recientes, de acuerdo con datos de la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Es
interesante observar que, contrariamente a lo que podría esperarse, dada su creciente
especialización productiva en manufacturas, el área de México y América Central no ha
experimentado menor presión sobre sus bosques. Los datos de la FAO revelan una tasa de
deforestación anual de 1.2% en el período 1990-2000, muy superior a la de América del Sur.

Las reformas económicas han propiciado igualmente la intensificación y modernización de la


agricultura regional, cuyo efecto positivo es una menor presión sobre las áreas naturales. Sin
embargo, ello implica un mayor uso de fertilizantes y pesticidas, lo que también genera
problemas ambientales. Además, en algunos casos, la expansión de la frontera agrícola está
directamente vinculada al auge de mercados externos, con tendencias hacia la especialización
y el monocultivo en las áreas más favorecidas, como en el caso de la soya, cuya área de cultivo
y volúmenes de exportación han registrado un incremento sostenido en los últimos treinta
Democracia, ciudadanía y globalización

años (Vera, 2001).

Por otra parte, en el período 1980-1999 aumentó el volumen de las exportaciones


provenientes de sectores con reconocido impacto ambiental. A ello habría que agregar, tal
como se detalla en la siguiente sección, las crecientes ventas externas de productos de
industrias manufactureras contaminantes. Gracias a procesos productivos más limpios,
actualmente las actividades primarias podrían estar generando una menor degradación
ambiental por unidad de producto. Por este motivo, en cada sector pueden aparecer
desempeños ambientales muy distintos, según las características de las empresas
productoras, la regulación ambiental de los países y las exigencias ambientales de los
mercados. En cualquier caso, este proceso está acompañado de un agotamiento persistente
de la base de recursos, sobre todo en los casos de países en los que la inserción externa se ha
basado en exportaciones con alto contenido de recursos naturales. En algunas actividades, la
sobreexplotación de recursos ya ha causado efectos directos en la producción, como es el
caso de la pesca marina, en la que los volúmenes de captura siguen decreciendo, y la
reorientación hacia actividades alternativas no ha estado exenta de riesgos sobre ecosistemas
frágiles.

En el sector secundario de la economía es, sin duda, donde viene operando un cambio
estructural con implicaciones ambientales positivas, que mejoran la calidad productiva. En la
mayoría de las ramas, el mejoramiento de los procesos, las exigencias de calidad, los sistemas
de administración ambiental, los mecanismos de certificación, la capacitación de personal y
otros rasgos asociados al cambio técnico y la globalización han tenido un efecto sinérgico con
la consolidación de políticas ambientales nacionales, la mejor aplicación de leyes y normas, la
operación de nuevos instrumentos de gestión, la creciente conciencia empresarial, la mayor
exigencia social y otros factores que están actuando a favor de un menor impacto ambiental
en la industria.

Este cambio se está registrando principalmente en las grandes empresas y sobre todo en las
24
vinculadas a las transnacionales o con encadenamientos hacia ellas. En este sentido, la
inversión extranjera puede tener un impacto positivo para el medio ambiente, en la medida
que las empresas extranjeras tienden a emplear tecnologías más limpias en sus procesos de
producción. La extensión hacia las pequeñas y medianas empresas (pyme) apenas está en
proceso, si bien muchas de ellas están ya en vías de modernización, integrando las prácticas
de calidad ambiental. Al respecto existen vacíos de información que podrían subsanarse a
partir de mejores esquemas de supervisión.

Indudablemente este proceso está teniendo repercusiones positivas, pero aún no logra
cambiar el signo de algunas tendencias preocupantes. Por ejemplo, algunas emisiones con
efecto invernadero están creciendo ahora a tasas más altas. Las necesidades de expansión
productiva para las próximas décadas, en el marco generalizado de una creciente inserción
externa y de una mayor necesidad de empleo, resaltan la mayor urgencia de políticas
energéticas sostenibles que atiendan estas inquietantes tendencias.

En el sector de los servicios, algunas actividades muy dinámicas y de gran relevancia, sobre
todo para algunas subregiones, están contribuyendo al dinamismo económico pero también a
mayores presiones ambientales. Este es el caso del turismo masivo de playa, sobre todo en el
Caribe. Por otro lado, la reorientación de ciertas corrientes de servicios, como el ecoturismo,

Democracia, ciudadanía y globalización


ha emergido como una oportunidad para lograr una fuente de aprovechamiento más
sostenible de los recursos naturales. Es probable que la creciente difusión de los servicios de
la información siente las bases no sólo para un mejor conocimiento e intercambio, sino
también para esquemas más eficaces de administración ambiental.

Debido al conocimiento sistemático de tales tendencias y presiones, y de sus interrelaciones


con los procesos económicos, es imperioso seguir obteniendo y sistematizando los datos,
formulando esquemas operativos de valuación económica de los recursos naturales y los
servicios ambientales, desarrollando sistemas integrados de cuentas económicas y
ambientales, y mejorando las cuentas patrimoniales, como base para la integración de
políticas.

En suma, la región está en una etapa de contradicciones en la esfera ambiental. Algunas


tendencias económicas y tecnológicas empiezan a ser favorables para el ambiente, sobre todo
en la industria y los servicios, e incluso en algunas actividades emergentes del sector primario.
Al mismo tiempo se siguen acumulando presiones derivadas de viejos procesos productivos y
de ocupación territorial, en tanto persisten las necesidades de una acelerada expansión
productiva. Igualmente, se agregan tensiones ambientales emergentes, provocadas por la
mayor vulnerabilidad ante procesos ambientales globales y las crecientes exigencias
ambientales de los mercados de exportación. La región debe adoptar con mayor urgencia
formas sostenibles de producción y consumo y formas de inserción ambientalmente menos
vulnerables.

Globalización económica y medio ambiente


Impacto ambiental de las exportaciones y la inversión extranjera directa
La reasignación de recursos que tuvo lugar en la mayoría de los países de la región a raíz de las
reformas económicas de las últimas décadas significó, en muchos casos, un estímulo a la 25
inversión, la producción y la exportación de productos que implican el uso intensivo de
recursos naturales. A esto se agrega que el aumento de la competitividad en las exportaciones
mundiales incrementa también el costo de oportunidad de mantener los recursos naturales
sin explotar. De esta manera, surgieron poderosas fuerzas económicas que han llevado a
varios países a una tasa de explotación de los recursos naturales mayor que su ritmo natural
de regeneración.

Según estudios realizados en la CEPAL, la evolución de la composición del aparato exportador


da señales de que la reasignación de recursos tendió a guiar a un amplio grupo de países,
especialmente sudamericanos, hacia una especialización que implica el uso más intensivo de
los recursos naturales. En este contexto, cabe mencionar que las ramas manufactureras
basadas en los recursos naturales, productoras de bienes industriales intermedios altamente
estandarizados, como el hierro y el acero, los productos petroquímicos, los minerales no
ferrosos, la celulosa y el papel, el cobre y el aluminio, lograron en los países sudamericanos un
mejor desempeño económico relativo en el período analizado. Se trata, además, de industrias
que, según la clasificación del Banco Mundial, son consideradas ambientalmente sensibles,
compuestas por rubros cuyos gastos en control y reducción de la contaminación superaron el
Democracia, ciudadanía y globalización

1% del total de ventas realizadas en 1988 en Estados Unidos (Schaper, 2000; Schaper y
Onffroy, 2001).

Los resultados de los estudios también sugieren que no hay una relación directa entre las
políticas de apertura comercial y la protección ambiental. La enorme heterogeneidad que
muestran los indicadores y datos para cada una de las economías nacionales es un indicio de
que la relación es sumamente compleja. Su comportamiento dependerá del sistema
institucional del país, de la composición de su comercio, del grado de distribución del ingreso,
de la política ambiental efectivamente adoptada, de los grupos de interés, de la densidad
geográfica de la actividad económica, de los niveles de educación de la población y de la
elasticidad ingreso de la demanda de calidad ambiental.

Para la Comunidad Andina y el Mercosur, por ejemplo, los resultados sugieren que durante la
década de 1990, el volumen exportado de productos con reconocido impacto ambiental
registró un aumento significativo.

Acuerdo de París
El 12 diciembre de 2015, en la COP21 de París, las Partes de la CMNUCC alcanzaron un
acuerdo histórico para combatir el cambio climático y acelerar e intensificar las acciones e
inversiones necesarias para un futuro sostenible con bajas emisiones de carbono. El Acuerdo
de París se basa en la Convención y, por primera vez, hace que todos los países tengan una
causa común para emprender esfuerzos ambiciosos para combatir el cambio climático y
adaptarse a sus efectos, con un mayor apoyo para ayudar a los países en desarrollo a hacerlo.
Como tal, traza un nuevo rumbo en el esfuerzo climático mundial.

El objetivo central del Acuerdo de París es reforzar la respuesta mundial a la amenaza del
cambio climático manteniendo el aumento de la temperatura mundial en este siglo muy por
debajo de los 2 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales, y proseguir los
esfuerzos para limitar aún más el aumento de la temperatura a 1,5 grados centígrados.
26 Además, el acuerdo tiene por objeto aumentar la capacidad de los países para hacer frente a
los efectos del cambio climático y lograr que las corrientes de financiación sean coherentes
con un nivel bajo de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y una trayectoria
resistente al clima. Para alcanzar estos ambiciosos objetivos, es preciso establecer un marco
tecnológico nuevo y mejorar el fomento de la capacidad, con el fin de apoyar las medidas que
adopten los países en desarrollo y los países más vulnerables, en consonancia con sus propios
objetivos nacionales, y movilizar y proporcionar los recursos financieros necesarios. El
Acuerdo también prevé un marco mejorado de transparencia para la acción y el apoyo.

El Acuerdo de París exige a todas las Partes que hagan todo lo que esté en su mano por medio
de contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC por sus siglas en inglés) y que redoblen
sus esfuerzos en los próximos años. Esto incluye la obligación de que todas las Partes
informen periódicamente sobre sus emisiones y sobre sus esfuerzos de aplicación. También
habrá un inventario mundial cada cinco años para evaluar el progreso colectivo hacia el logro
del propósito del acuerdo, y para informar sobre nuevas medidas individuales de las Partes.

El Acuerdo de París quedó abierto a la firma el 22 de abril de 2016 – Día de la Tierra – en la


sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Entró en vigor el 4 de noviembre de 2016, 30 días
después de que se cumpliera el llamado “doble criterio” (ratificación por 55 países que
representan al menos el 55 % de las emisiones mundiales). Desde entonces, más países han

Democracia, ciudadanía y globalización


ratificado y siguen ratificando el Acuerdo, y alcanzan un total de 125 Partes a principios de
2017.

Para que el Acuerdo de París sea plenamente operativo, se puso en marcha en París un
programa de trabajo para elaborar modalidades, procedimientos y directrices sobre una
amplia gama de cuestiones. Desde 2016, las Partes colaboran en los órganos subsidiarios (el
Grupo de Trabajo Especial sobre el Acuerdo de París (GAP), Órgano Subsidiario de Ejecución
(OSE) y el Órgano Subsidiario de Asesoramiento Científico y Tecnológico (OSACT)) y en
diversos órganos constituidos. La Conferencia de las Partes, en calidad de reunión de las
Partes en el Acuerdo de París (CP/RA) se reunió por primera vez de forma conjunta con la COP
22 en Marrakech (noviembre de 2016) y adoptó sus dos primeras decisiones. Se espera que el
programa de trabajo esté terminado para 2018.

El Acuerdo de París, adoptado mediante la decisión 1/CP.21, aborda áreas cruciales


necesarias para combatir el cambio climático. A continuación, se exponen algunos de los
aspectos clave del Acuerdo de París:

Objetivo a largo plazo referente a la temperatura (artículo 2) – El Acuerdo de París, al tratar


de fortalecer la respuesta mundial al cambio climático, reafirma el objetivo de limitar el
aumento de la temperatura mundial muy por debajo de los 2 grados centígrados, al tiempo
que prosiguen los esfuerzos para limitarlo a 1,5 grados.

Punto máximo y neutralidad climática (artículo 4) – Para alcanzar este objetivo de


temperatura, las Partes se proponen alcanzar cuanto antes el punto máximo de las emisiones
de gases de efecto invernadero (GEI) a nivel mundial, y a reconocer que ese punto máximo
llevará más tiempo a las Partes que son países en desarrollo, con el fin de lograr un equilibrio
entre las emisiones antropógenas por las fuentes y la absorción por los sumideros de GEI en la
segunda mitad del siglo.
27
Mitigación (artículo 4) – El Acuerdo de París establece compromisos vinculantes de todas las
Partes para preparar, comunicar y mantener una contribución determinada a nivel nacional
(NDC por sus siglas en inglés) y aplicar medidas nacionales para lograrlos. También establece
que las Partes comunicarán sus contribuciones determinadas a nivel nacional cada cinco años,
y proporcionarán la información necesaria para la claridad y la transparencia. Para establecer
una base firme para una mayor ambición, cada contribución determinada a nivel nacional
sucesiva representará una progresión más allá de la anterior, y reflejará la mayor ambición
posible. Los países desarrollados deberían seguir asumiendo el liderazgo mediante el
establecimiento de objetivos de reducción absolutos para toda la economía, mientras que los
países en desarrollo deberían seguir intensificando sus esfuerzos de mitigación, mientras se
les alienta a avanzar hacia la consecución de los objetivos para toda la economía a lo largo del
tiempo, a la luz de las diferentes circunstancias nacionales.

Sumideros y depósitos (artículo 5) – El Acuerdo de París también alienta a las Partes a


conservar y mejorar, según proceda, los sumideros y depósitos de GEI a que se hace
referencia en el apartado d) del párrafo 1 del artículo 4 de la Convención, incluidos los
bosques.
Democracia, ciudadanía y globalización

Participación voluntaria / Enfoques relacionados y no relacionados con el mercado (artículo


6) – El Acuerdo de París reconoce la posibilidad de participación voluntaria entre las Partes
para permitir una mayor ambición y establece principios -incluidos la integridad ambiental, la
transparencia y una contabilidad sólida- para cualquier cooperación que implique la
transferencia internacional de los resultados de la mitigación. Establece un mecanismo para
contribuir a la mitigación de las emisiones de GEI y apoyar el desarrollo sostenible, y define un
marco para los enfoques no mercantiles del desarrollo sostenible.

Adaptación (artículo 7) – El Acuerdo de París establece un objetivo mundial sobre la


adaptación, a saber, el aumento de la capacidad de adaptación, el fortalecimiento de la
resiliencia y la reducción de la vulnerabilidad al cambio climático en el contexto del objetivo
de temperatura del Acuerdo. Su objetivo es fortalecer significativamente los esfuerzos
nacionales de adaptación, incluso mediante el apoyo y la cooperación internacional. El
Acuerdo reconoce que la adaptación es un reto mundial al que se enfrentan todos. Todas las
Partes deberían dedicarse a la adaptación, incluso mediante la formulación y aplicación de
planes nacionales de adaptación, y deberían presentar y actualizar periódicamente una
comunicación de adaptación en la que se describan sus prioridades, necesidades, planes y
medidas. Deben reconocerse los esfuerzos de adaptación de los países en desarrollo.

Pérdidas y daños (artículo 8) – En el Acuerdo de París se reconoce la importancia de evitar,


reducir al mínimo y hacer frente a las pérdidas y los daños relacionados con los efectos
adversos del cambio climático, incluidos los fenómenos meteorológicos extremos y los
fenómenos de evolución lenta, y la contribución del desarrollo sostenible a la reducción del
riesgo de pérdidas y daños. Las Partes deberían reforzar la comprensión, las medidas y el
apoyo, incluso a través del Mecanismo Internacional de Varsovia para las Pérdidas y los
Daños, de manera cooperativa y facilitativa con respecto a las pérdidas y los daños
relacionados con los efectos adversos del cambio climático.

28 Recursos financieros, tecnológicos y para el fomento de la capacidad (artículos 9, 10 y 11) –


El Acuerdo de París reafirma las obligaciones de los países desarrollados de apoyar los
esfuerzos de las Partes que son países en desarrollo para construir un futuro limpio y
resistente al clima, al tiempo que alienta por primera vez a otras Partes a que presten o sigan
prestando ese apoyo de manera voluntaria. El suministro de recursos también debe tener por
objeto lograr un equilibrio entre la adaptación y la mitigación. Además de informar sobre la
financiación ya proporcionada, las Partes que son países desarrollados se comprometen a
proporcionar bienalmente información transparente e indicativa sobre el apoyo futuro para
las partes que son países en desarrollo, incluidos los niveles previstos de financiación pública.
El acuerdo también establece que el Mecanismo Financiero de la Convención, incluido el
Fondo Verde del Clima (GCF), servirá al Acuerdo. También se fortalece la cooperación
internacional en materia de desarrollo y transferencia de tecnología para el clima y de
fomento de la capacidad en el mundo en desarrollo: se establece un marco tecnológico en el
marco del Acuerdo y se fortalecerán las actividades de fomento de la capacidad mediante,
entre otras cosas, un mayor apoyo a las medidas de fomento de la capacidad en las Partes
que son países en desarrollo y los acuerdos institucionales necesarios. La educación y la
formación sobre el cambio climático, así como la sensibilización, la participación y el acceso a
la información (artículo 12) también deben reforzarse en el marco del Acuerdo.

Democracia, ciudadanía y globalización


La educación, la formación, la sensibilización y participación del público y el acceso público a
la información sobre el cambio climático (artículo 12) también deberán reforzarse en el
marco del Acuerdo.

Transparencia (artículo 14), implementación y cumplimiento (artículo 15) – El Acuerdo de


París se basa en un sólido sistema de transparencia y contabilidad para proporcionar claridad
sobre las medidas y el apoyo de las Partes, con flexibilidad para las diferentes capacidades de
las Partes. Además de presentar información sobre mitigación, adaptación y apoyo, el
Acuerdo exige que la información presentada por cada Parte se someta a un examen
internacional de expertos técnicos. El Acuerdo también incluye un mecanismo que facilitará la
aplicación y promoverá el cumplimiento de manera no contenciosa y no punitiva, e informará
anualmente a la CP/RA.

Balance mundial (artículo 14) - Un "balance mundial", que tendrá lugar en 2023 y cada cinco
años a partir de entonces, evaluará el progreso colectivo hacia el logro de los objetivos del
Acuerdo de una manera global y facilitadora. Se basará en la mejor ciencia disponible y en su
objetivo mundial a largo plazo. Su resultado servirá de base para que las Partes actualicen y
mejoren sus medidas y apoyen y aumenten la cooperación internacional en la lucha contra el
cambio climático.

Decisión 1/CP.21 – Esta decisión también establece una serie de medidas para mejorar la
acción antes de 2020, incluido el fortalecimiento del proceso de examen técnico, la mejora de
la provisión de fondos urgentes, tecnología y apoyo, y medidas para fortalecer la participación
de alto nivel. Para 2018 está previsto un diálogo con fines de facilitación para hacer balance
del progreso colectivo hacia el objetivo de reducción de emisiones a largo plazo del artículo 4.
La decisión también acoge con beneplácito los esfuerzos de todos los interesados que no son
Partes para hacer frente al cambio climático y responder a él, incluidos los de la sociedad civil,
el sector privado, las instituciones financieras, las ciudades y otras autoridades subnacionales.
29
Estas partes interesadas están invitadas a intensificar sus esfuerzos y a mostrarlos a través de
la plataforma de la acción mundial sobre el clima para actores no estatales
(http://climateaction.unfccc.int). Las Partes también reconocieron la necesidad de fortalecer
los conocimientos, las tecnologías, las prácticas y los esfuerzos de las comunidades locales y
los pueblos indígenas, así como la importante función de ofrecer incentivos mediante
instrumentos como las políticas nacionales y la fijación de precios del carbono.

Acuerdo de París-Ecuador
El 26 de julio de 2016, Ecuador suscribió el Acuerdo de París bajo la Convención Marco de
Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que reemplazará al Protocolo de Kioto. Con esta
acción, el Estado ecuatoriano, coherente con su vocación de protección ambiental y sus
propuestas de vanguardia en el proceso geopolítico de la lucha contra el cambio climático, se
suma a los 175 países del mundo que han firmado dicho Acuerdo.

Para entrar en vigor, el Acuerdo de París debe contar con la ratificación, aceptación,
aprobación o adhesión de al menos 55 Estados Parte, cuyas emisiones sean equivalentes al
55% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial.
Democracia, ciudadanía y globalización

A pesar de ser responsable de apenas el 0.15% de emisiones mundiales, el Ecuador


desempeñó un papel importante en el proceso de negociaciones de la COP21 en la cual, como
Presidente Pro Témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños – CELAC,
y como miembro activo del Grupo de Países en Desarrollo de Pensamiento Afín – LMDC y de
la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – ALBA, defendió el principio de
“Responsabilidades comunes pero Diferenciadas” que debería ser asumido por los Estados
Parte.

Durante las negociaciones, el Ecuador colaboró de manera significativa al texto final con la
inclusión del concepto de «justicia climática». Asimismo, en materia de bosques, Ecuador
aportó con su experiencia en políticas e incentivos positivos para la reducción de emisiones
por deforestación y degradación de los bosques; en políticas de conservación, gestión
sostenible de los bosques y aumento de las reservas forestales de carbono.

Para el Gobierno del Ecuador, el Acuerdo de París representa el punto de partida que busca
un mundo con energía limpia, a partir de la implementación efectiva de estrategias firmes
para la reducción de emisiones globales de gases de efecto invernadero.

En ese sentido, el Ecuador lamenta que, si bien el Acuerdo es de naturaleza jurídica


vinculante, los objetivos de reducción de la emisión de gases de efecto invernadero no lo son.
El Ecuador reafirma su apoyo a los Derechos de la Naturaleza con una Declaración Universal

Finalmente, la inclusión en el Acuerdo, de los principios de equidad y de responsabilidades


comunes pero diferenciadas, son avances positivos. Es responsabilidad de los países
desarrollados el cumplimiento de sus compromisos hacia los países en desarrollo en materia
de financiamiento, transferencia de tecnologías y fortalecimiento de capacidades.

30
La lucha contra el cambio climático y otros desafíos
medioambientales.
¿En qué punto nos encontramos?
Los países han admitido que el cambio climático constituye una amenaza cada vez mayor para
el desarrollo, las iniciativas destinadas a erradicar la pobreza y el bienestar de sus ciudadanos.
Los efectos del cambio climático ya se están empezando a percibir en todos los continentes.
Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático Disponible en
inglés, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero siguen aumentando y, si
seguimos así, el aumento de la temperatura a nivel mundial superará con creces el límite de 2
grados centígrados establecido como objetivo por los países con el fin de evitar los efectos
más peligrosos del cambio climático.

2014 fue el año registrado más caluroso, y 14 de los 15 años más calurosos se han registrado
en el siglo XXI. El nivel del mar sigue subiendo, el hielo del mar del Ártico se está derritiendo y
se están produciendo más fenómenos meteorológicos severos, incluyendo sequías e

Democracia, ciudadanía y globalización


inundaciones prolongadas, entre otros.

No obstante, el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático


(IPCC) Disponible en inglés concluyó que aún es posible limitar el cambio climático si se
adoptan medidas de inmediato. La adopción de medidas conllevará gastos, pero actuar ahora
será mucho menos costoso que hacerlo en los próximos años. El costo que supondría adoptar
ahora medidas firmes de mitigación equivaldría a una reducción en los gastos de consumo a
nivel mundial de entre el 1% y el 4% para 2030 y entre el 2% y el 6% para 2050, en
comparación con la alternativa de no adoptar ninguna medida. No obstante, no se tienen en
cuenta los numerosos beneficios secundarios de la adopción de medidas, como por ejemplo la
mejora de la calidad del aire, los beneficios para la salud y una mejor calidad de vida.

Con el fin de catalizar las medidas relacionadas con el cambio climático e incrementar la
voluntad y la ambición políticas para llegar a un acuerdo universal significativo sobre el clima,
el Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki-moon presidió la Cumbre sobre el Clima el
pasado septiembre. Más de 100 dirigentes mundiales, junto con dirigentes empresariales y de
la sociedad civil, acudieron a dicha cumbre, en la que se realizaron importantes anuncios
Disponible en inglés relativos a una serie de iniciativas sobre el clima.

En diciembre, en Lima (Perú), los países se movilizaron para seguir avanzando en las
negociaciones Disponible en inglés en virtud de la Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático, y las negociaciones entre países continuarán durante 2015.
Actualmente los países están debatiendo sobre la naturaleza jurídica del acuerdo, la
naturaleza de las responsabilidades y las acciones que asumirá cada país y los mecanismos
destinados a examinar los progresos alcanzados e intensificar las medidas en los próximos
años.

Por qué 2015 es un año fundamental para el cambio climático 31


Los países han acordado que en 2015 adoptarán un nuevo acuerdo sobre el clima en la
Conferencia de París sobre el Clima, que se celebrará en diciembre de este año.
En la Conferencia de París de 2015 se debe adoptar un acuerdo internacional en el que se
establezca el marco para una transición hacia sociedades y economías resilientes y con bajas
emisiones de carbono. La Conferencia puede constituir un avance decisivo en la negociación
del futuro acuerdo internacional que entrará en vigor en 2020. El objetivo es que todos los
países, incluidos los mayores emisores de gases de efecto invernadero (tanto los países
desarrollados como los países en desarrollo), se comprometan por primera vez con un
acuerdo universal sobre el clima.

La Agenda para el Desarrollo Sostenible


Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) constituyen un llamamiento universal a la acción
para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y mejorar las vidas y las perspectivas de las
personas en todo el mundo. En 2015, todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas
aprobaron 17 Objetivos como parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en la
cual se establece un plan para alcanzar los Objetivos en 15 años.
Democracia, ciudadanía y globalización

Actualmente, se está progresando en muchos lugares, pero, en general, las medidas


encaminadas a lograr los Objetivos todavía no avanzan a la velocidad ni en la escala
necesarias. El año 2020 debe marcar el inicio de una década de acción ambiciosa a fin de
alcanzar los Objetivos para 2030.

Dado que quedan menos de diez años para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en
la Cumbre sobre los ODS celebrada en septiembre de 2019, los líderes mundiales solicitaron
un decenio de acción y resultados en favor del desarrollo sostenible, y prometieron movilizar
la financiación, mejorar la aplicación a nivel nacional y reforzar las instituciones para lograr los
Objetivos en la fecha prevista, el año 2030, sin dejar a nadie atrás.

El Secretario General de las Naciones Unidas hizo un llamamiento para que todos los sectores
de la sociedad se movilicen en favor de una década de acción en tres niveles: acción a nivel
mundial para garantizar un mayor liderazgo, más recursos y soluciones más inteligentes con
respecto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible; acción a nivel local que incluya las
transiciones necesarias en las políticas, los presupuestos, las instituciones y los marcos
reguladores de los gobiernos, las ciudades y las autoridades locales; y acción por parte de las
personas, incluidos la juventud, la sociedad civil, los medios de comunicación, el sector
privado, los sindicatos, los círculos académicos y otras partes interesadas, para generar un
movimiento imparable que impulse las transformaciones necesarias.

Numerosos líderes y organizaciones de la sociedad civil han exigido también que sea un “año
de gran activismo” para acelerar el progreso con respecto a los Objetivos de Desarrollo
Sostenible, y han instado a los líderes mundiales a intensificar las iniciativas para llegar a las
personas más rezagadas, apoyar la acción y la innovación a nivel local, fortalecer las
instituciones y los sistemas de datos, reequilibrar la relación entre las personas y la
naturaleza, y obtener más financiación en favor del desarrollo sostenible.

32 En la década 2020-2030 es fundamental la necesidad de actuar para hacer frente a la


creciente pobreza, empoderar a las mujeres y las niñas y afrontar la emergencia climática.

En comparación con los diez años anteriores, son más las personas en todo el mundo que
viven una vida mejor. Hay más personas que nunca con acceso a una sanidad mejor, a un
trabajo decente y a una educación. No obstante, las desigualdades y el cambio climático están
amenazando con echar por tierra estos progresos. La inversión en economías inclusivas y
sostenibles puede brindar importantes oportunidades de prosperidad compartida. Además,
las soluciones políticas, tecnológicas y financieras están a nuestro alcance. Sin embargo, se
necesitan cambios rápidos y sin precedentes, así como un mayor liderazgo, para adaptar estos
mecanismos de cambio a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Aldea Global
Fue Marshall McLuhan el primer teórico que en 1964 habló de la idea de Aldea Global en su
ensayo “Understanding Media: The Extensions of Man”. Nacido en Canadá en 1911, estudió
literatura inglesa en la Universidad de Manitoba y después en la de Cambridge. Fue profesor
en la universidad de Wisconsin y en la Universidad de Saint Luis; se convirtió al catolicismo.
Por sus intereses y estudios, pronto fue reconocido como una autoridad en el campo de los
medios de comunicación y las tecnologías. Enseñó en el Assumption College, en el St Michael’
s College (46-79), University of Toronto, y en Fordham University, donde ocurrió el Famoso

Democracia, ciudadanía y globalización


experimento de Fordham sobre los efectos de la televisión. Murió en Toronto en 1980. La idea
de aldea global nace en McLuhan tras la observación de como los medios de comunicación,
habían sido capaces de superar cualquier distancia física, acercando a los habitantes de la
tierra, haciéndolos próximos, vecinos, convirtiendo la tierra en una gran aldea global. En esta
nueva aldea global los aldeanos pueden conocer que hacen, como viven, que dicen los demás
aldeanos; un aldeano en N.Y.

América Latina y el Caribe: ¿cómo conectar el talento digital con oportunidades


globales?
Las plataformas digitales están en pleno crecimiento, y aquellas conocidas como plataformas
de e-lancing son especialmente relevantes para la región. Estas plataformas son una
alternativa versátil de trabajo remoto, que permite tener acceso al mercado global y que
ofrece un modelo laboral más flexible para personas que tienen múltiples responsabilidades
(como estudiar y/o cuidar de su familia). Además, contribuye a acortar el tiempo que pasan
desempleadas y a mejorar sus oportunidades de generar ingresos adicionales (McKinsey
Global Institute, 2015). De hecho, estos trabajos han sido resilientes a la inestabilidad
económica causada por la pandemia de COVID-19, experimentando un crecimiento
exponencial debido a la digitalización de los servicios. Entre enero y marzo de 2020, las
descargas de este tipo de plataformas se incrementaron un 30% en América Latina y el Caribe,
y se podría decir que esta fuente de ingreso ha funcionado como una especie de seguro de
desempleo para que las personas que perdieron su trabajo en la crisis puedan continuar
generando ingresos (Azuara, y otros, 2020). Para enero de 2021 existían al menos 237
plataformas de distintos tipos para profesionales independientes (OIT, 2021)

El universo de las plataformas digitales genera una demanda creciente de talento a nivel
global, y ofrece amplias oportunidades de trabajo remoto. Conectarse con trabajos en
plataformas digitales no solo es una opción viable para generar ingresos en países con
dificultades para crear empleos, sino que tiene potencial para fomentar la inclusión laboral de 33
jóvenes, mujeres, migrantes, personas con discapacidad y otros grupos que tradicionalmente
enfrentan barreras para encontrar trabajo.
Para el caso de los jóvenes, las oportunidades son aún más relevantes, considerando que
muchos de ellos son nativos digitales y tienen mayor facilidad para manejar este tipo de
herramientas. Al mismo tiempo, las plataformas pueden ayudarles a adquirir sus primeras
experiencias en el mundo laboral, algo que suele ser complejo en el mercado laboral
tradicional.
Democracia, ciudadanía y globalización

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