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7. LA GUITARRA CLÁSICO-ROMÁNTICA
Mateo Carcassi
Fernando Sor
Dionisio Aguado
Dionisio Aguado
10. EL ROMANTICISMO Y LA ESCUELA
DE TÁRREGA
Francisco Tárrega
La obra de Tárrega
Desde que comenzó a ofrecer sus primeros recitales
en los salones de la burguesía española de la época,
Tárrega se dio cuenta de que para demostrar las
posibilidades artísticas de la guitarra en el ámbito de la
música clásica era necesario, antes de nada, enriquecer
y ampliar el limitado repertorio del instrumento. Y para
subsanar esa carencia, Tárrega se entregó a la
composición de obras para guitarra, creando piezas de
gran belleza, como sus famosísimos Capricho árabe,
Lágrima o Recuerdos de la Alhambra, y numerosos
preludios, estudios y piezas para bailes de salón típicos
de la época romántica (minuetos, mazurcas, polkas,
tangos, valses), la mayoría piezas breves, pero algunas
de muy exigente ejecución. Por otro lado, también
arreglaría para el instrumento composiciones, -sobre
todo obras para piano-, de autores clásicos como
Schubert, Schuman, Bach, Grieg, Chopin,
Mendelssohn, Bizet, Mozart, Beethoven, Albéniz o
Malats, así como piezas de Óperas italianas y obras de
los representantes del género musical nacional, la
zarzuela, como Arrieta, Chueca o Chapí. También
realizó versiones de obras de su admirado Julián Arcas,
que por error se le han atribuido como suyas, como la
Fantasía sobre motivos de la Traviata de Verdi o la Jota
Aragonesa. Con todo ello, Tárrega reunió un brillante
repertorio con el que ofreció aclamados conciertos en
España y algunos países europeos, consiguiendo
despertar de nuevo el interés de muchos músicos y
compositores por la guitarra, despreciada tras la muerte
de las grandes figuras del periodo clásico-romántico.
Pero además de la composición para guitarra, su
obsesiva dedicación al estudio del instrumento le llevó a
perfeccionar hasta en sus más mínimos detalles la
técnica de la guitarra de concierto desarrollada por los
grandes artistas clásico-románticos de la primera mitad
del siglo XIX y a descubrir nuevos sonidos, efectos y
posibilidades tímbricas hasta entonces desconocidas en
la interpretación. De esta forma, Tárrega estableció la
postura ideal del guitarrista y la forma de sujetar el
instrumento, señalando cómo se debían colocar las
manos para una correcta ejecución y cómo se debían
pulsar las cuerdas para conseguir un sonido más puro,
limpio y emotivo, recomendaciones que fueron
adoptadas por muchos de los grandes intérpretes de
principios del siglo XX.
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