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La Reforma Litúrgica de la Liturgia Romana

Gamber

I. Las raíces dela actual desolación Litúrgica

Al contrario de lo que ocurre con los ritos de la Iglesia de Oriente, que jamás han cesado de
enriquecerse, incluso durante la edad media para luego fijarse; la Liturgia romana ha
permanecido a través de los siglos casi inalterable en su forma inicial, simple y austera. En
cualquier caso, representa el rito más antiguo.

1. La adopción de nuestra liturgia por los países francos ocasionó problemas, derivados
de la adaptación de este rito “extranjero”. S. VIII – Se unieron los reyes francos con el
papa.
2. Alejamiento de la Iglesia Romana de Occidente de las Iglesias de Oriente… finalmente
provocó la ruptura oficial entre Roma y Bizancio. S VIII y IX.
3. Época Gótica: no es la participación común en el desarrollo de la liturgia, que une
cielos y tierra nos procura la gracia divina, sonde de centra la liturgia, sino el hecho de
encontrar a Dios y su gracia en la oración personal. Los fieles se convertían en simple
espectadores, seguían las ceremonias rezando y mirando. Lo llamaron “religión
moderna”.
Apareció un movimiento litúrgico que tradujo a lengua vulgar los textos de la Misa y
editó “Misale vulgare”. Se crean nuevos himnos en lengua vulgar apropiados. Aunque
a menudo eran equívocos en cuantos, a su valor dogmático y artístico, sobre todo
porque habían nacido de la piedad, sustituyendo los cantos latinos clásicos de la misa.

Otra variación se la puso la misa del Barroco, se había sobrecargado las Iglesias de santos y de
ornamentos, y los altares de superestructuras que llegaban hasta las bóvedas; ahora se
propaga la austeridad y el realismo en el acondicionamiento de Iglesias y altares ¡a penas se
tolera la Cruz!

Con el Iluminismo, la misa se veía como un medio de formación moral. De ahí el rechazo al
latín.

Ideas de Pius Parsch sobre la liturgia popular durante los años 30. Sobrevaloración de la
participación activa de los fieles: introduce la lengua vernácula y también la misa “versus
populum”.

II

Más que rito Romano, conviene llamarlo “rito moderno”

III

RITO: formas reguladoras del culto que, remontándose en definitiva hasta Cristo, han nacido,
una a una, a partir de la costumbre general y sancionadas después por la autoridad
eclesiástica.
1. Nacido de la costumbre general.
2. El desarrollo del culto debe tener en cuenta la intemporalidad de cada rito y efectuarlo
de manera orgánica.
3. No se pueden utilizar elementos propios de un rito en otro.
4. Cada rito constituye una unidad homogénea. Por lo tanto, la modificación de
cualquiera de sus componentes esenciales significa la destrucción de todo el rito.
5. El regreso a formas primitivas no significa, en casos aislados, que se ha modificado el
tiro (dentro de ciertos límites: por ej. Volver al primitivo canto gregoriano).

El Papa, en cuanto Pastor supremo, no tiene el derecho de abolir el rito tradicional. Tampoco
en ninguna parte se habla de que tenga derecho a modificar las costumbres litúrgicas
particulares.

Suárez piensa que el papa sería cismático “sino quisiera, como es su deber, mantener la unidad
y el lazo con el cuerpo completo de la Iglesia, o si quisiera modificar todos los ritos
confirmados por la tradición apostólica”.

No se puede probar que haya existido ningún predecesor a Pablo VI que interviniese de
manera significativa en la liturgia romana.

Una de las mayores preocupaciones del Concilio fue “que los fieles no asistan a este misterio
de fe como espectadores ajenos y mudos, sino que comprendiendo bien su ritos y oraciones
participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos por la
palabra de Dios, reciban en el altar el Cuerpo del Señor, o den gracias a Dios, que ofreciendo la
víctima inmaculada por las manos de sacerdotes, unidos a él, se ofrezcan también ellos
mismo”.

La reorganización del “ordo” de la misa de 1969 ha ido más lejos de lo que hubiese sido
necesario a los ojos del Concilio y que no lo exigía una pastoral adaptada a la época actual.

La proclamación de las lecturas en lengua vernácula, la reintroducción de la oración universal


antes del ofertorio, la posibilidad de otros cantos al lado de los gregorianos, todo esto hubiese
sido suficiente para incitar a los fieles a participar activamente en la misa.

Por esto, los artífices del nuevo rito de la misa no pueden apelar al Concilio, aunque no cesen
de hacerlo. Las instrucciones del Concilio están escritas en forma general y permanecen
abiertas a diversas soluciones. En cualquier caso, lo cierto es que el nuevo “ordo missae” no
hubiera recibido la conformidad de la mayoría de los padres conciliares.

Sin embargo, la investigación litúrgica puede poner en evidencia las verdaderas fuentes del
nuevo “ordo missae”. Estas no están enraizadas en la tradición de la Iglesia primitiva, como se
podría creer y como a menudo se oye decir, ni siquiera en la tradición que tenemos en común
con la Iglesia de Oriente, más bien hay que buscarlas en la época actual.

Se puede encontrar semejanzas con el rito de los “viejos católicos” alemanes, seguidores de
Dollinger que en 1870 se separaron de la Iglesia al no aceptar la definición de infalibilidad del
Papa hecha al Concilio Vaticano I.
La palabra sacrificio es absoluta y voluntariamente evitada en el texto de la “Institutio
generalis Missalis romani”. Sólo aparece de forma verdaderamente accesoria, sólo habla de
“EUCHARISTIA” “CELEBRATIONIO EUCHARISTIA”.

Visiblemente la definición de la misa que se había dado en la primera versión del nuevo “ORDO
MISSAE” estaba sacada de la teología protestante.

La Iglesia de hoy no necesita de un nuevo “ordo missae”. Lo que verdaderamente necesita es


de una vida espiritual floreciente, gracias a la cual la crisis de fe, también de la autoridad,
pueda ser superada.

La costumbre de celebrar cara al pueblo apareció entre nosotros en los “jugendbewegung”


hacia los años veinte, cuando se comenzó a celebrar ña eucaristía en el seno de grupos
pequeños. El movimiento litúrgico, y antes que él Pius Parsch, propagaron esta costumbre.
Creían revivir así una tradición de la Iglesia primitiva, pues habían observado que, en algunas
basílicas romanas, el altar también estaba “versus populum”. Pero no se habían dado cuenta
que en estas basílicas, contrariamente a otras iglesias, el ábside no estaba vuelto hacia
Oriente, sino la entrada.

San Agustín no cesa de mencionar al fin de sus alocuciones esta costumbre de volverse hacia
Oriente para orar, utilizando siempre a modo de fórmula la expresión “conversi ad Dominum”.

La respuesta del pueblo “Habemus ad Dominun” a la invitación del celebrante “sursum


Corda”, significa también que están vueltos hacia Oriente tanto más que en ciertas liturgias
orientales se tiene prevista en ese mismo tiempo una invitación del diácono para que se haga
este giro.

La liturgia romana con más de mil años de antigüedad, cierto que no era del todo perfecta y
que algunos de sus componentes de valor se habían atrofiado en el transcurso del tiempo;
pero siempre ha sido una roca en medio de las tormentas que no han cesado de sacudir a la
Iglesia en los siglos pasados, un refugio seguro para la fe y la piedad.

El pueblo que olvida sus ritos tradicionales tiene e peligro de renunciar a sí MISMO.

La antigua liturgia había engendrado en los fieles un sentimiento de profunda adhesión que
eliminación traería como consecuencia la pérdida de una parte de su fe, sobre todo en las
personas más sencillas.

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