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Cobran relevancia lo que podemos definir como roles de género, que hacen referencia a lo
que se espera de los individuos según su clasificación en el sistema binario masculino/femenino. Esta
asignación de roles, muchas veces rígida, configura lo que denominamos estereotipos de género.
Deborah Lupton (2003) plantea que desde estas miradas se han realizado múltiples lecturas
desde la óptica de la medicina como institución de control social y desde el concepto de
medicalización, así como también desde el enfoque de riesgos. Si bien ésta ha sido una de las tónicas
principales del debate y reflexión feminista sobre la salud y la enfermedad, sacando a luz las
justificaciones médico-científicas que han contribuido a legitimar historicamente lugares de
opresión, también se ha reconocido el lugar de la medicina científica en la liberación femenina.
Como ejemplo de ello, podemos pensar el la píldora anticonceptiva y su papel central en la
redefinición de la sexualidad femenina hacia la década del sesenta del siglo XX.
La salud sexual y reproductiva de las mujeres pueden colocarlas como “vulnerable” o como
sujeto “peligroso”, siendo la medicina importante a la hora de construir estas definiciones.
La maternidad como destino de las mujeres por excelencia, o por insinuar el vínculo entre el
desarrollo intelectual y la atrofia de sus capacidades reproductivas.
(Careaga, Cruz Sierra, 2006) Estos autores señalan que la forma en que se configura el poder y las
diferentes maneras en que los varones lo ejercen, no son de carácter universal, es decir, se expresan
en un tiempo y espacio determinado, se manifiesta en un contexto local e histórico.
Esta constante si bien no es universal, sí ampliamente mayoritaria, y la llamamos
“masculinidad hegemónica” o “dominación masculina”.
La violencia alude a una asimetría en el ejercicio del poder, que implica una persona (que en
términos generales solemos llamar víctima) a la que se le impide expresarse, no existe un respeto
por el otro, no hay diálogo, lo que está en juego es la dominación del otro, por lo tanto lo que existe
es un vínculo abusivo que genera un daño (físico, moral, social, mental, económico o de otra índole).
Desde la salud pública existe amplio consenso de que la violencia doméstica constituye un
problema de salud.