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a2 El sujeto las eicosis nalmente cuando lo encuentro tres afios después por la calle Jaime trabaja repartiendo eargas para encendedores. Entonees, retomando nuestra pregunta inicial: gHay sujeto en las psicosis? Planteamos que no hay un sujeto dividide por el significante, afectado y efectuado por la castracién. Cuando se pensaban las psicosis como déficit de las neurosis era mas sencillo contestar simplemente no hay un sujeto dividido y punto, Si pensamos las psicosis como una estructura distinta a las neurosis la respuesta no puede quedar alli Tenemos gue pensar otro sujeta, el sujeto pleno, no dividido, el sujeto de la certeza, de la increencia, el que queda solidifica- do en la holofrase, el que sabe demasiado, sujeto del goce, sui to de un saber en exceso que no pasé por los avatares de la re- presién. Bibliografia Miller, J Matemas Il, Béit. Manantial Maleval, Jean Claude: BI Campo pasional en la psicosi Apertura N° 4. Cuadernos Peicoanslisis. Bareslona Mannoni, Octave: Presidente Schreber, Profesor Mlechsig en Carpeta de Psicoanslisis I ‘Teérico VIL Confrontacién al objeto como real goce. Imposibilidad del corte. Pasaje al acto. Delirio de negacién de Cotard. Elida E, Ferndndez Lo que el sujeto incorpora normalmente en su relacién con la madre es un significante que a ella le falta y al cual esta re- ferida {Qué ocurre cuando el nifio no se ve confrontado con este signiffcante que lo introduce en lo simbilico como no siendo el falo de la madre? ‘Aqui el sujeto se ve confrontade al objeto real, ajeno al signi- ficante, lo que hace que en su relacién.con la madre no haya tuna referencia tercera, no esté inseripta la falta. En lugar de Ia falta hay un objeto de mas que lo impulsa a desembarazarse de él para construiria, en lugar de la inscripeidn de la eastra- cin hay un objeto que sobra ante lo cual lo tinico que puede intentar es mutilarse El cuerpo tiene que evacuar el objeto para abrirse a la falta, fijense el lugar privilegiado que tienen los excrementos en la psicosis. Sino hay falta no hay posibilidad deseante, sélo que- da arrojado el goce. Palabreja esta que se las trae. En castella- no significa “sentir placer por poser algo halagiietio, apeteci- ble, util”, Por momentos cuando se insiste tanto en el goce del psicéti- co se'escucha cierto deslizamiento a este sentido y parece’ per- 186 Leviton las psicosie derse de vista él concepto de goce. Situémoslo fundamental- mente como 2) aquello que escapa al prineipio de placer, prin- cipio de realidad, que est més alld, b) la satisfaccion de la pulsién donde el sujeto esta tan fusionado al objeto que desa- parece y ©) lo que no sirve para nada EI primer nombre que podemos darle al goce en la teoria freudiana ¢s ol de masoquismo. En el psiedtico el goce aparece claramente como una orden, tinico lazo det sujeto eon el Otro ‘cuando no hay falta.’ Hecho este pequerio desvio, volvamos a nuestro punto de partida. El psicético encuentra lugar en el Deseo de la Madre como ob- jeto parcial: boea, exeremento o pene. Como abjeto parcial queda pendiente de la omnipotencia materna y se offece a su goce. No hay falta en el sujeto en tanto no hay falta en el Otro, pero la busqueda de esta falta para poder alojarse en el Otro lo leva a marear en lo real lo que no se inseribié en lo simbélico, El pasaje al acto intenta muchas veees ubicar esta falta, sin exito. El cuento “La lengua” de Horacio Quiroga ilustra magistral- mente esta necesidad de producir un corte en el Otro no te- niendo los recursos de la simbolizacién. Al no producirse el efecto de separacidn del Otro sélo queda la repeticién infinita de un acto nunca logrado, La lengua. Hospicio de las Mercedes... No sé cuando acabard este infierno, Esto si, es muy posi- ble que consigan Io que desean. {Loco perseguido! ‘Tendria que ver!... Yo proponge esto: jA todo el que es lengualarga, que se pasa la vida mintiendo y ealumniando, arrdnquesele la Ien- gua, y se verd lo que pasa iMaldito sea el dia que yo también caf! El individuo no tuvo la més elemental misericordia, Sabia como el que més que un dentista sujeto a impulsividades de sangre podra tener todo, menos clientela. Y me airibuy6 estos y aquellos arrebatos; que *Podrlamos stuar an relacin al goeo Paranoiens:identiicande su goce en el lagar del Otro, Esquizofrénicos: localizando ol goce en los drgtnos (por estar sin un disgurso estableciéo para un everpo no consttuida cata tal, Melaneslicos: centrando su goee on el yo (aplastade por el objeto que no puede perderse) hide B Forndadea en el hospital habia estado a punto de degollar a un depen- diente de fiambreria; que una sola gota de sangre me enlo- quecia. jArrancarle la lengua!... Quiero que alguien me diga qué habia hecho yo a Felippone para que se ensaftara de ese modo conmigo. {Por hacer un chiste?... Con esas cosas no se juega, bien lo sabia él. Y éramos amigos. iSu lengual... Cualquier persona tiene derecho a vengarse cuando lo han herido. Supéngase ahora lo que me pasaria a mi, con mi carrera rota a su principio, condenado a pasarme todo el dfa por el estudio sin clientes, y con la pobreza que yo sélo 86... Todo el mundo lo ereyé. Por qué no lo iban a creer? De mo- do que cuando me convenei claramente de que su lengua habia quebrado para siempre mi porvenir, resolvi una cosa muy sen- cilla: arrancarsela. Nadie con mas facilidades que yo para atraerlo a casa. Lo encontré una tarde y lo cogi riendo de la cintura, mientras lo felicitaba por su broma que me atribufa no sé qué impulsos. El hombre, un poco desconfiado al principio, se tranquilizo al ver mi falta de rencor de pobre diablo. Seguimos charlando una infinidad de cuadras, y de vez en cuando festejébamos ale- gremente la ocurrencia, — Pero de veras —me detenia a ratos—. {Sabias que era yo el que habfa inventado la cosa? — |Claro que lo sabia! le respondia riéndome. Volvimos a vernos con frecuencia. Consegui que fuera al consultorio, donde confiaba en conquistarlo del todo, En efecto, se sorprendié mucho de un trabajo de puente que me vio efec- tuar. — No me imaginaba —murmuré miréndome— que trabaja- ras tan bien. Quedé un rato pensativo, y de pronto, como quien se acuer- dade algo que aunque ya muy pasado causa siempre gracia, se eché a reir, — iY desde entonces viene poca gente, no? — Casi nadie le contesté, sonriendo como un simple. 'Y sonriendo asf tuve la santa paciencia de esperar, esperar! Hasta que un dia vino a verme apurado, porque le dolia viva- mente una muela, ih, ah! jLe dolia a élt Y¥ a mi, nada! Examiné largamente el raigén doloroso, manejandole las 136 BL aujeto ents pcos majillas con una suavidad de amigo que le encant6. Lo embo rraché luego de eiencia odontolégica,-haciéndole ver en sw'rai- ‘gon un peligro siempre de temer. Felippone se entregé en mis brazos, aplazando la extraccién de la muela para el dia siguiente: Su lengual... Veinticuatro horas pueden pasar como un si- ‘lo de esperanzas para el hombre que aguarda al final un se. gundo de dicha, A las dos en punto Tlegé Felippone. Pero tenia miedo. Se sent en el sillon sin apartar sus ojos de los mios, — jPero hombre! —le dije paternalmente, mientras disimu- Jaba en la mano el bisturi—. jSe trata de un simple raigén! 2Qué seria si?... {Bs eurioso que les impresione mas el sillén de dentista que la mesa de operaciones! ~conclus, bajéndole el labio con et dedo. — iV es verdad! —asinti6, con la voz gutural. — (Claro que lo es! —sonref atin, introduciendo en su boca el bisturi para descarnar la encfa. Felippone apreté los ojos, pues era un individuo fla. — Abe més la boca—le die. Felippone ia abrié. Meti la mano izquierda, Ie sujeté répida- mente la lengua y sela corte de raiz. Plum... Chismes y chismes y chismes, su lengua! Felippo- ne mugié echando por la boca una ola de sangre y se desmayé. Bueno. En la mano yo tenia su lengua. ¥ el diablo, la horri- ble locura de hacer Jo que no tiene utilidad alguna, estaban en ‘mis dos ojos, Con aquella podredumbre de chismes en la mano izquierda gqué necesidad tenia yo de mirar alld? Y miré, sin embargo. Le abri la boca a Pelippone, acerqué bien la cara, y miré en el fondo. ;Y vi que asomaba por entre la sangre una lengitita roja! {Una lengita que creefa répidamente, que crecia y se hinchaba, como si yo no tuviera otra en la mano! Cogi una pinza, la hundi en ei fondo de la garganta y arran- qué el maldito retofio. Miré de nuevo, y vi otra vez —imaldi cién!— que subjan dos nuevas lengilitas moviéndose. Meti la pinza y arranqué'eso—con ellas una amigdal: La sangre me impedia ver el resultado. Corri a la eanilla, ajusté un tubo, y éché en el fondo de la garganta una chorro violento, Volvi a mirar: cwatro lengititas creefan ya... iDesesperacién! Inandé otra vez la garganta, hundi los ojos en la boca abierta, y vi una infinidad de lenguiitas que retofa- ban vertiginosamente. | | Bde & Fernindes 137 Desde ese momento fue una locura de velocidad, una carre- ra furibunda, arrancando, echando el chorro, arrancando de nuevo, tornando a echar agua, sin poder dominar aquella monstruosa reproduccidn. Al fin laneé un grito y disparé. De la boca le salfa un pulpo de lenguas que tanteahan a todos, Las lenguas! Ya comenzahan a pronunciar mi nombre...” El psicético esta eondenado a cavar esa falta sin herramien- tas, pero arrojado a la relacién dual con la madre queda a mer- ced del goce del Otro materno. El objeto nunca cae (la Jengua nunca se puede arrancar, cre- ce otra y otra y otra) no constituye falta sino excrecencia que al psiedtico sélo le queda arrancar. De esto ya podemos deducir que no hay fantasma en la psi- cosis, ‘Tomando la férmula del fantasma: goa podemos afirmar que na habiendo constitucién del sujeto divi- dido ni constitucién deseante que posibilite el lugar de un obje- to de deseo esta férmula es imposible de eseribir en-las psico- sis B sujeto de la psicosis, sujeto del goce, se opone al sujeto del inconseiente. Los significantes $y- So son tomados en ma- say él nifio va a no ser mds que eso que “soporta el Desco de la ‘Madre en un término oscuro” quedando fuera de los efectos de sentido En esta imposibilidad de eonstituirse como sujeto barrado el psicdtico oscilara entre identifiearse a la exerecencia 0 al Otro (ser Dios). Jaime (paciente internado en el Borda con diagnéstico de esquizofrenia paranoide) se definia por momentos ast: “Soy un montén de huesos mal armados sentados en una sila”, Otro dia, durante una sesién, molesto por una intervencién nia, dice: *;Qué mal la hice! Uno tiene que estar en todo, se descuida uun poco y le sale una psiedloga mal hecha... Cuando tenga un poco de tiempo la tendré que hacer de vuelta. Hay otros que tampoco me salieron bien. Los hice @ todos. Algunos salieron mal’, ‘Alrededor de este no constituirse en torno a la falta del Otro 08 Hh cujts eo las pricsie (St) hay un cuadro que observé la Psiquiatria dentro de las melancolias delirantes llamado Delirio de negacién de Cotard que leva en su desarrollo dltimo a la conviecién de no poder morir jamds condenados a esa especie de muerte infinita, Cla- man por la muerte, ‘Recordemos la nosografia para ubicamnos: Nosografta psiquidtrica Psicosis Agudas y Paroxisticas Mania (modo de instalaeion bruseo. { Melancolia ‘Tendencia a la remisién) Psicosis delirante aguda misticas celotipia (delirio erotomania sistematizado)) reivindieacién Paranoia Psicosis erénieas (Evolucién continua progresiva y altera el sistema permanente de la personalidad). Esquizofrenia Gelirio autistico) Parafrenias (delirio fantastico) ~ inhibicién psicomotriz Melancolia (caracteristicas) dolor moral ideas de autoacusacién indignidad, ruina + conducta suicida a) estuporosa (minima de tristeza intensa para diferenciarse de otras formas de estupor) b) ansiosa ©) delirante 4) estados mixtos maniaco depresivos Melancolia {tipos) lida B Ferndndor 138 Las melancolias delirantes Las ideas de ruina y culpabilidad se transforman en convie- ciones delirantes, su cuerpo se transforma. Siente que ha arruinado a toda su familia. Vive todos los, hhechos provocados por su indignidad. Dentro de las formas delirantes hay dos de mayor importan- cia. 1, Delirio de negacién de Cotard 2, Delirio melaneélico seudoerénico. Hay ideas de persecucién mas o menos intensa, ideas de vi- gilancia, espionaje de los vecinos, que suceden en el fondo mental depresivo, con tendencia a la autoacusacién del enfer- Sindrome de Cotard Descripcién de Jules Seglds (clinico de la escuela Francesa) Sintomas earacteristicos: 1) manifestaciones de ansiedad, 2) ideas de condenacién eterna y desposesién, 3) propensién al suicidio y a las mutilaciones voluntarias, 4) analgesia, 5) ideas hipocondriacas de no existencia y de destruccién de drganos, del cuerpo entero, del alma, de Dios, etc. Finalmente 6) idea de no poder morir jamas. “Se ereon fuera dol mundo, en una existencia indefinible que no es la vida real pero sin el reposo de la muerte fisica una especie de sobrevivencia dolorosa que no es para ellos mas que una especie de muerte”, Marcel Czermak (Estudios psicoanaliticos de las psicosis) pre- senta un trabajo sobre la signifieacién psicoanalitica del sin- drome de Cotard, sindrome muy poco pensado desde el psicoa- nalisis, siendo sin embargo un profundo enigma para la psico- sis y la melancolia en particular y posibilitando pensar nudos importantfsimos de estos temas. Los pacientes se quejan de no ser afeciados ni por lo que ven ni por lo que escuchan: hay'un sufrimiento que les falta Las cosas pierden significado y ya no aferran, Los ojos se que- dan sin mirada. “La mirada esté muerta”, no hay goce escépi- El discurso huye del paciente, éste escucha pero no com- prende y a medida que el discurso huye aparecen en primer plano trastornos hipocondriacos y fisiolégicos. La auseneia de significacién en estos pacientes imprime la 140 [Beet en ls picosis tonalidad de anestesia afectiva, sin tristeza, junto a la indife- reneia de todo aquello de lo que ella sure. Se queja de un esta- do de vida perpetuo. Pide al otro que lo mate alternando eon ideas de pasar por la ventana: eyectarse para erear una falta. Es necesario que algo falte para que la vida tenga un sentido, ‘dentificada ella ala, es necesario que ella falte, ‘Se queja de ser sin falta, sin dolor. La retroaccion de la reflexién se esfuma lo mismo que toda posibilidad de anticipacién, se instala asi en una instanten dad cade ver mas pura, la angustia de la vida eterna y la si plica de ser eliminado, el anhelo que haya un fin. Ser uno mismo objeto a es perder toda posibilidad de duelo, es perder el objeto mismo del duelo DM x Esta neutralizacién del sujeto, esa muerte del sujeto de'la enuneiacién, lo leva a manifestar que ha perdido su nombre, esta pérdida se acompatta de petrificacién temporal y lo eyeeta, fuera det tiempo. Cuando e1 individuo pierde su nombre que'lo ‘ja en el lugar del tiempo y en la cadena de las generaciones, ‘que Jo identifica, se transforma en inmortal. Bsta muerte del sujeto se encuentra en todas las psicosis. Esto indica la unicidad de las psicosis, el cardeter central en lodas las psicosis'del fondmeno de muerte del sujeto, de identi- ficacién con él cadaver, con la nada, con el a y el modo on que se pasa de la proyeccién (el mundo horrible) a la caida. Es él ‘mismo el que eae en un infierno, que se convierte en hortoroso, un andrajo, una nada, En todo esta hay una identificacion con un Real en el que no falta nada, un Real sin agujero. Ya nada los mira, ni los concierne ni los aferra, La ausencia de division de Cotard conduce al sujeto a su es- fericidad imaginaria. Compacto, el Colard no tiene boca, ano, pulmones, drganos. Ya no hay diseontinuidad, alternancia; rt mos. El $ no ha advenido a la luz de lo simbélico aparece alli en lo real'bajo la forma mas pura de puro sujeto. ‘Cuando 61 nos dice “yo estoy muerto” estando vivo lo que ha desaparecido es el je de la enunciacién. Los pacientes de Co- tard se han identificado con una imagen en la que falta toda hhiantia. ‘Toda aspiracién, todo vacio de'deseo, es decir que se han quedado sin boca. En el sindrome de Cotard so'encucntra.en conseevencia al sujeto transformado en objeto eterno, fruto del sadismo del su- peryé devastador al punto de hacerse él mismo objeto de sacri- ficio. Excluido de la muerte simbélica se encuentra en el des- concierto mds extremo, Cotard es uno de los cuadros donde se nos ofrece mds nit damente el suplicio de no haber tenido el significante que ori gina Ia falta. Es interesante retomar aqui el tema de la negacién, prueba de la constitucién del sujeto barrado en la neurosis. Alli donde el nourético dice “la persona del suetio no es mi madre”, y la aparieién de lo reprimido es a condicién de la negacién, el psi- cético en el Cotard es NO y su boca se abriré a perpetuidad pa- ra nombrarse NO. Para terminar la reunion de hoy quisiera leerles parte de la descripeiin que hace Cotard de uno de sus pacientes. “EI Sr. C... no se da cuenta ni del lugar en que se encuentra del tiempo que ha transcurrido desde que ha dejado su domicili. Generalmente est ealmo, silencioso, por momentos preten- de que las personas que lo rodean son asesinos que van a dego- Tarlo y le acometen paroxismos ansiosos durante los cuales re- pite continuamente las mismas palabras con voz lamentosa, El Sr. C. declara que no sabe ni donde esta ni quién es; asegura {que no esti easado, que no tiene hijos, ni padre ni madre, que no tione nombre, Pretende que no come nunca, sin embargo eo- me enormemente. Esta en un desierto donde no hay nadie y del cual no se puede salir porque no hay automéviles ni caba- ios, Si se le muestra un eaballo dice: "Eso no es un caballo, eso no es nada de nada” co) A menudo el Sr. C... diee que esté muerto pero durante sus paroxismos ansiosos dice que esta a medias muerto y que no podré nunea aeabar de morir; toma su brazo, su pierna, su pantorrilla diciendo: “Bsto no se desengancharia jams”. Luis Gusman en su trabajo “Una especie de muerte” (Conje- tural 17) nos dice que el sujeto esta situado en el registro de la ‘emunciacién como una pura negadcién, Este NO habla sélo en el sujeto sin que necesariamente se ‘oponga o responda a alguna cosa. La ausencia del significante de la falta del Otro que tacha al sujeto no le permite entrar en el sentido de la muerte ‘Como los habitantes del infierno del Dante estan condene- dos a ser eternos suplicantes.

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