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maquina-no-puede-crear-mito-realidad

A los seres humanos


siempre nos quedará la
creatividad, una máquina
no puede crear ¿mito o
realidad?
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pintadas por humanos

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13 Enero 2019

ESTHER PANIAGUA

Si tuviéramos que elegir cualidades que definen a los


humanos, la creatividad sería sin duda una de ellas. La
evolución ha dotado a nuestros cerebros de la capacidad para
inventar, escribir, componer, pintar… en definitiva, crear arte.
Hasta hemos pensado que esta capacidad nos hace únicos,
pero la inteligencia artificial lo pone ahora en duda, con
aplicaciones que producen música, textos o imágenes.

¿Puede un robot pintar una obra maestra? ¿Puede un


algoritmo sentirse y expresarse de forma única y original o
solo copiar e imitar patrones de las obras producidas por
humanos? La denominada 'creatividad'
computacional nos conduce a nuevas preguntas sobre la
creatividad humana. Sobre si es un rasgo exclusivamente
humano. ¿Hasta dónde puede llegar la inteligencia artificial?
¿Llegará algún día un ordenador a ser más creativo que una
persona?
En Xataka

GPT-4 ya era un salto gigantesco respecto a ChatGPT. GPT-4 a 32K sencillamente


cambia las reglas del...

Hay respuestas para todos los gustos, desde las opiniones más
laxas a las más puristas, que llevan a otras preguntas básicas.
La primera: ¿cómo nace la creatividad humana?. "Como
mamíferos, descendemos de un linaje muy largo. Hace
aproximadamente 2,2 millones de años el Homo habilis creó
herramientas de piedra muy simples. Después llegó el Homo
erectus, que diseñó una especie de hacha de mano que apenas
cambió durante un millón y medio de años, lo cual nos dice
mucho de su carácter innovador. Pero la primera evidencia
de arte no llegaría hasta la aparición de nuestra
especie , el homo sapiens" explica el neurocientífico Peter
Ulric Tse, profesor en la universidad de Dartmouth College
(EE.UU).

Imágenes tratadas por un algoritmo que las dota de un aspecto terrorífico. ©Nightmare
Machine
La explicación de Ulric Tse a esto es que algo en el córtex
frontal de nuestro cerebro cambió, y ese cambio fue clave para
que nos volviéramos más creativos. "Nuestros circuitos
neuronales nos brindaron la capacidad de pensar en tales
cosas, crearlas y pintarlas, e incluso dibujar objetos que no
podrían existir, como un león con cabeza humana. Alguien
hace 40.000 años tuvo que imaginarlo y luego ir y dibujarlo",
cuenta el científico.

Obviamente, las máquinas no cuentan con este bagaje. Pueden


engullir y procesar toda esta información pero no son
producto de ella, no está en su ADN cultural. ¿Pueden, aun
así, ser creativas? "Primero deberíamos preguntarnos qué es
la creatividad", dice Leire Legarreta, científica de datos y
profesora en la Universidad de Mondragón. "Provenimos de
una cultura en la que siempre se nos ha hecho creer que el
concepto de creatividad es un concepto muy ligado a las artes
y alejado de funciones más técnicas, una visión sin duda muy
limitada", afirma.

Siendo así, y asumiendo que la creatividad es la capacidad o


facilidad de crear o inventar , la investigadora asegura
que no podemos dudar de la capacidad de una máquina para
poner en relación conceptos que hasta el momento nadie
había conectado. "Si sabemos cómo hacerlo, podemos utilizar
técnicas de aprendizaje automático para diseñar nuevos
soportes gráficos, generar nuevos textos con sentido o resolver
problemas de forma nunca antes planteadas", explica en
respuesta a Xataka a través de la plataforma YouCheck.

Legarreta señala, además, que muchos algoritmos de


búsqueda incluyen en el proceso aleatoriedad para, de esta
forma, conseguir mejores resultados, "que no es otra cosa que
lo que ha venido haciendo durante años y años la propia
naturaleza en su proceso creativo". Apostilla, sin embargo, que
tal vez el proceso debería incluir una última fase que valide el
atractivo del resultado así diseñado. "Para esto poca ciencia se
me ocurre, como tampoco la hay para predecir el éxito la obra
de un artista, ¿o sí?", se pregunta. "Ante la duda, siempre nos
quedará la opción de testear en el mercado el producto
diseñado, algo en lo que, al fin y al cabo, una máquina
también nos puede ayudar", concluye.

Aprender e imitar
Lo cierto, no obstante, es que sí hay ciertos factores que
pueden ayudar a pronosticar el éxito de una creación
artística. En eso, de hecho, se basan sistemas de inteligencia
artificial en ámbitos, por ejemplo, como el de la música. El
productor ganador de un Grammy Alex Da Kid usó el sistema
de inteligencia cognitiva Watson (de IBM) para analizar cinco
años de textos periodísticos, sentencias del Tribunal Supremo,
artículos de Wikipedia o sinopsis de películas populares para
reconocer los temas culturales más significativos.
Después, Watson estudió el tono de los artículos, blogs y tuits
al respecto para conocer lo que la gente se sentía sobre ellos.
También analizó las letras de las canciones más populares y su
composición para encontrar patrones útiles, progresiones de
acordes y géneros. Con todo ello compuso 'Not easy' (No es
fácil), su primera canción cognitiva -en torno al concepto
de "corazón roto"- que interpreta junto con X Ambassadors,
Elle King y Wiz Khalifa.

La investigadora (y pianista) y experta en informática aplicada


a la música Emilia Gómez cree que un algoritmo de
generación de sonido o música puede ser creativo por
sí mismo y generar material musical interesante,
complementando la creatividad humana. Esta científica del
departamento DTIC de la Universidad Pompeu Fabra -que
lidera el proyecto europeo HUMAINT sobre el impacto de la
inteligencia computacional en el comportamiento humano-
asegura que, en general, la creatividad musical es algo difícil
de definir. "Se entiende por creativo algo que es nuevo y tiene
un valor. Y esa definición es subjetiva y depende del oyente o
receptor", sostiene.

La música no es ni mucho menos el único campo artístico en


el que se usa la inteligencia artificial. En 2015, investigadores
de varias universidades mostraron al mundo por primera vez
cómo un algoritmo podía separar y recombinar el contenido y
estilo de las pinturas más famosas, aplicándolo a fotografías
para crear imágenes artísticas en el proyecto DeepArt.
EN XATAKA

Esta es la tecnología detrás de los ordenadores que componen sinfonías y escriben


poemas

En abril de 2016, un proyecto de Microsoft, ING, la


Universidad Técnica de Delft (Países Bajos) y varios museos
demostró -con Next Rembrandt- que unos algoritmos y una
impresora 3D podían pintar un cuadro de Rembrandt. Más
tarde, el grupo artístico Softlab e IBM Watson expusieron en
público una escultura creada por esta tecnología cognitiva,
bautizada como 'La primera escultura pensante', inspirada en
Gaudí. Google no podía faltar en la lista, con herramientas
como Deepdream, creadora del primer videoclip realizado por
una inteligencia artificial.

El investigador español Manuel Cebrián lleva años trabajando


en proyectos de este tipo, primero como investigador jefe de la
Unidad Data61 en la Organización de Investigación Científica
e Industrial de la Commonwealth (CSIRO, en Australia) y
ahora como parte del grupo en el MIT Media Lab del MIT (el
Instituto Tecnológico de Massachusetts). Cebrián asegura que
sí: las máquinas sí pueden ser creativas. Para
demostrarlo, creó una 'Máquina de pesadillas' (Nightmare
Machine) mediante algoritmos de aprendizaje profundo de
última generación a los que había enseñado a reconocer
patrones en imágenes que causan terror y a crear, en base a
ellos pero a su libre albedrío, imágenes capaces de asustar.

Después, el investigador usó esta tecnología para un proyecto


humanitario con Unicef llamado 'Empatía profunda'
(DeepEmpathy). Consiste en usar fotografías de conflictos
armados para transformar, mediante IA, imágenes de barrios
de todo el mundo con un filtro que simule cómo quedarían
tras un ataque. Cebrián también dio vida a Shelley, una
inteligencia artificial que puede escribir relatos de terror de
forma colaborativa con humanos.

La colaboración entre arte y tecnología es lo que ha


vehiculado la obra de Alberto Levy un ingeniero que desde
muy temprano se interesó por cómo facilitar y potenciar esta
interacción. Su última actuación fue en la inauguración de
la Mobile Week Coruña el pasado noviembre, donde usó un
algoritmo que él mismo ha diseñado para producir una
representación visual a partir de la medición de la actividad
eléctrica de su cerebro. En este caso lo hizo mientras
escuchaba, sobre el escenario, la música de la banda municipal
de La Coruña. Un show que ha llevado ya a países como India,
Reino Unido, Colombia, Argentina, Brasil o Italia, cargado
únicamente con su electroencefalógrafo portátil.
Alberto Levy durante una de sus actuaciones

"Lo que hago es colaborar con talentos locales relacionados


con la música o las bellas artes, con un resultado
sorprendente", asegura Levy. Su propósito con esta obra es
explorar las posibilidades de autoría en el arte, ya que no está
claro quién es el autor. "¿Es la audiencia, los músicos, el
algoritmo, yo mismo?", se pregunta. Su respuesta: es
una creación colaborativa que se realiza en tiempo real y
es muy singular porque no se puede repetir nunca, el
resultado es único e involuntario, porque se basa en la
actividad cerebral que no podemos controlar", explica.

Creatividad… ¿y arte?
Los expertos consultados coinciden en que sí, una máquina
puede ser creativa. Eso no significa que pueda crear obras de
arte, que son palabras mayores. ¿Puede? De acuerdo con Ulric
Tse hay varios grados de creatividad y el ser humano no fue
capaz de producir arte como tal hasta que no llegó a la fase
de homo sapiens. ¿Podría establecerse un desarrollo similar
en el caso de la IA? El neurocientífico ve una barrera
clara: "las máquinas no pueden sentir emoción ni, por
tanto, convertirla en arte".

Luis Beltrán, catedrático del departamento de Lingüística


General e Hispánica de la Universidad de Zaragoza es más
tajante. Asegura que las máquinas no pueden crear arte que
no sea arte muerto, una mera imitación. Tal y como lo ve, el
arte "es la expresión simbólica dirigida a las generaciones
futuras; es la forma de comunicarnos entre generaciones que
no coinciden en el tiempo". Pero las máquinas -asegura- no
pueden crear símbolos, solo imitarlos. Tampoco hablan al
futuro sino a los vivos.

En su artículo Arte e inteligencia artificial, Beltrán sostiene


que el debate sobre si las máquinas pueden producir arte es
una manifestación parcial del gran debate de la Modernidad:
el problema del Hombre-Dios. "La era moderna ha sustituido
a Dios por el sujeto humano en el eje del Universo. Y se ha
planteado divinizar al hombre", afirma. "No es casual -
prosigue- que, puesto que tiene que asumir capacidades
superiores, pretenda traspasar sus propias capacidades
a las máquinas".
El experto asegura que una de las consecuencias del debate
sobre el Hombre-Dios y la muerte de Dios es el debate sobre la
muerte del arte. "Y si el arte muere, bien puede asumirlo una
máquina", concluye. Gómez, por su parte, no tiene claro si el
hecho de que no haya una intencionalidad invalida que algo
pueda calificarse como 'arte', ya que la persona que programa
la máquina probablemente sí la tenga. ¿Se dirigió Mozart
conscientemente a las generaciones futuras?", se pregunta.

Lo que está claro es que los intentos por perfeccionar la


creatividad artificial pueden ayudar a conocer mejor la
imaginación humana, y que está podría ser la base de sistemas
híbridos que se asienten en las capacidades de ambos
(personas y máquinas). Tal vez no se equivoquen ni Beltrán ni
el conocido escritor Yuval Noah Harari en que aspiramos a ser
dioses.

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