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La otra respuesta de Dios

Introducción

El autor Gerald Sittser deseaba tener una familia numerosa, pero su esposa Lynda era estéril. Cada día oraban para que
Dios les otorgara el don de tener niños. Sus oraciones fueron finalmente respondidas cuando en el termino de 6 años,
Lynda había dado a luz 4 niños sanos. Ella estaba delirante de gozo y abrazo su llamado a la maternidad con entusiasmo
y confianza. Cada mañana le pedía a Dios que protegiera su familia. Eso mismo oró el 27 de septiembre de 1991.

Pero algo salió mal aquel día. Un conductor ebrio perdió el control choco con su pequeña camioneta, matando a Lynda,
a su hija Diana y a la mamá de Gerald, que estaba de visita ese fin de semana. Hasta el día de hoy nadie ha podido en-
tender como fue que cambió su vida en ese día.

Se hizo las siguientes preguntas: ¿Qué impidió que mis oraciones llegaran a Dios? ¿Cometí algún pecado imperdona-
ble? ¿No dije las palabras correctas? ¿De pronto Dios se volvió en mí contra? ¿Por qué, me pregunté miles de veces, mi
oración no fue respondida?

En mi trabajo como pastor he escuchado testimonios menos dramáticos, pero no menos emotivas. Una madre de familia
que ora por la salvación de sus hijos, sin ver nada inmediato. Varones que piden empleo para salir adelante sin hallar
nada; jóvenes que piden dirección pero no la encuentran; parejas jóvenes que piden las oportunidades de prosperar y
nada.

En esto podríamos pensar en creyentes inmaduros y vanos que piden para sus deleites, pero todos, incluyendo cristianos
sinceros y maduros tampoco ven en algunos oraciones la respuesta que ellos quieren ver.

Sin embargo existe una verdad en todo esto, Dios no siempre responde nuestra oraciones como nosotros queremos y de-
seamos.

Esta es la otra respuesta del Señor, a la que quisiéramos ignorar. Pero esto es más frecuente de lo que pensamos o quere-
mos.

I. La otra respuesta de Dios tiene un propósito (v. 7) “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desme-
didamente…”

Hay muchos testigos de oraciones contestadas de acuerdo a lo pedido. Un misionero en el Ártico contó cómo el hielo
sobre el cual viajaba se separó de la costa y fue llevado hacia el mar. Con la muerte ante él, el misionero oró. Milagrosa-
mente el viento cambió y lo llevo de nuevo a tierra y a su misión, poblando eventualmente el norte con cristianos.

Muchos creyentes tienen recuerdos personales de haber sido ayudados, rescatados, cuidados, bendecidos en respuesta a
la oración. Pero no siempre es así y el apóstol Pablo nos ilustra esto. Pablo hace memoria de un evento ocurrido hace 14
años atrás; de cómo fue llevado al tercer cielo y en donde tuvo una experiencia extraordinaria, en el mismo paraíso vio
y escucho cosas que ser humano no sabría explicar (verss. 1-4).

Pablo sigue diciendo en el vers.6 que sería justo que él alardeara de sus experiencias espirituales, pues eso lo colocaría
en una posición de superioridad humana y privilegio, pero no lo hace para que los demás no se forme una idea superior
de él.

Sin embargo, el Señor para asegurarse de que esto no ocurra y de que no quede ningún cabo suelto permite que un men-
sajero de Satanás, un terrible aguijón sea clavado en Pablo para atormentarlo y así evitar que se enorgullezca de las ex-
traordinarias revelaciones recibidas.

Este aguijón es descrito por muchos de manera casi general como algo físicamente doloroso y limitante. No se sabe a
ciencia cierta a que se refiere Pablo, podemos presuponer que se trata de un enfermedad, específicamente en los ojos,
pues a raíz de su experiencia personal con Jesús en el camino a Damasco (Hch. 9) en donde el resplandor de la gloria de
Cristo lo ciega y aunque al parecer recupera la vista no lo consigue al 100%; pues en Gálatas 4:15 hace referencia a la
generosidad y amor de los hermanos de Galacia y que de haber podido habrían sacado sus propios ojos para dárselos.

El tratar de dar respuesta sencillas y definitivas es difícil, pero la Biblia nos alumbra y es precisamente el caso de Pablo
el que parece darnos respuesta. Se dice que el tener este mal que lo lastimaba, y le impedía incluso escribir él sus pro-
pias cartas (Rom. 16:22) no era un accidente o producto de la casualidad, sino que formaba parte del plan “PERFEC-
TO” de Dios para la vida de Pablo.

¿Qué ese sufrimiento Dios lo enviaba? No, el Señor lo permitía, pues Dios tiene una visión redentora y nosotros quere-
mos vivir en nuestra experiencia inmediata. Este mal cumplía un propósito en la vida de Pablo. Evitar que se hiciera
presumido de las grandes bendiciones recibidas y además de otras cosas que veremos más adelante.

Para ilustrar esto mejor déjeme hacer referencia a una carta que el director de Young Life recibió en 1955, era del misio-
nero Jim Eliot , en esta carta Jim, hablaba emocionado de sus avances en esta parte del Ecuador y de cómo un compañe-
ro de él Ed había logrado contactar a la tribu de los Aucas para alcanzarlos con la Palabra de Dios.

Pedía a Bob que orará por ellos, especialmente por Ed y que Dios cuidará de sus vidas. Bob, oró por que el Señor los
protegiera, meses después supo que Jim Eliot, junto con Ed y tres compañeros fueron brutalmente asesinados por los
Aucas. Bob le preguntó a Dios lo mismo que muchos de nosotros hubiéramos preguntado ¿Qué salió mal?

En ese momento nadie comprendía que había fallado y por que Dios había dado una respuesta diferente a la esperada.
Nadie veía el propósito de Cristo, todos esperaban resultados inmediatos y satisfactorios; olvidando la soberanía del Se-
ñor pues Él sabe lo que es mejor para nosotros y sus planes, pues su voluntad es agradable y perfecta (Rom. 12:2b) Dios
no se complace en el dolor de los suyos y menos es indiferente ante el sufrimiento de estos, no lo podemos entender por
que sus caminos y sus pensamientos esta muy por encima de nuestras finita comprensión (Is. 55:8).

II. La otra respuesta de Dios es también una bendición (vers. 9) “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en
la debilidad”

Anteriormente observábamos que cuando Dios no responde positivamente a nuestras oraciones es por que Él tiene un
propósito perfecto para nosotros, pero además desea enseñarnos más de Él, y mostrarnos su grande amor.

Al responder a Pablo “Bástate mi gracia”, el Señor no le niega la bendición que ha prometido a todos sus hijos, sino que
le dice “Nada más te es necesario, Yo soy todo lo que tu necesitas”. A Pablo no le era necesario la salud de sus ojos, se-
gún el plan del Señor, por esa razón Él le niega la petición de su corazón.

Jesús nos asegura que Dios desea bendecirnos al responder nuestras oraciones “¿Qué padre de vosotros, si su hijo le
pide pan , le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará
un escorpión? “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dadivas a vuestros hijos ¿Cuánto más vuestro Padre
celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lc. 11: 11-13)

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