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Seamos Ovejas del Buen Pastor

Aquí hay amor, amor constante, generoso, fiel. El camino por el que deben ir es camino de progreso, de santidad, de
triunfo y de gloria, y ninguno osará detenerlos. ¡Observa, alma mía, el cuidado que el Señor manifiesta hacia las «ovejas
de su mano»

Respondió Jesús: Si me buscáis a mí, dejad ir a éstos


Mensaje cristiano basado en Juan 18:8.

¡Observa, alma mía, el cuidado que el Señor manifiesta hacia las «ovejas de su mano», aun en la hora de su juicio! El
amor que lo domina llega a ser fuerte en la muerte.

Jesús se entrega a sus enemigos, pero interpone una palabra de poder para libertar a sus discípulos. En cuanto a sí mis-
mo, a semejanza de una oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió a sus discípulos habló con su boca,
pero en cuanto a sus discípulos habló con potente energía.

Aquí hay amor, amor constante, generoso, fiel. Pero no hay aquí mucho más de lo que se ve en la superficie No tenemos
en estas palabras el alma misma y el espíritu mismo de la expiación El buen pastor pone su vida por las ovejas e interce-
de para que queden libres.

El fiador está retenido, y la justicia pide que esos por quienes Él se entregó como sustituto sigan su camino. En medio
de la esclavitud de Egipto, la voz resuena como una palabra de poder: «Deja ir a éstos». El redimido debe huir de la es-
clavitud del pecado y de Satán.

En cada celda de los calabozos de Desesperación suena el eco: «Deja ir a éstos», y sale Desaliento y Temeroso. Satán
oye la conocida voz y levanta el pie de sobre el cuello del que está caído; la oye la muerte, y el sepulcro abre sus puertas
para dejar que resucite el muerto.

El camino por el que deben ir es camino de progreso, de santidad, de triunfo y de gloria, y ninguno osará detenerlos.
«No habrá allí león, ni bestia fiera subirá por Él.» «La cabra de la mañana» ha atraído a sí a los cazadores, y ahora el
más tímido gamo del campo puede pacer en perfecta paz entre los lirios de sus amores.

La tormentosa nube se descargó sobre la Cruz del Calvario, y los peregrinos de Sión nunca serán dañados por los rayos
de la venganza.

Ven, corazón mío, regocíjate en la inmunidad que el Redentor te ha asegurado, y bendice su nombre todo el día y todos
los días.

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