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La historia es la de Inés Gaos, una cocainómana que se muda a un piso aparentemente inocuo
en San Telmo, un barrio pobre de Buenos Aires. Junto con su amigo Alberto, abre y regenta un
restaurante: ambos consumen grandes cantidades de cocaína, pero Inés, en comparación con
Alberto, parece más frágil y, de hecho, empieza a tener extrañas visiones, que más tarde
resultan ser lo que realmente son, manifestaciones concretas del Mal y no meras sugestiones
debidas al abuso de drogas. Inés conoce a Nancy, una inquilina entrometida, que le advierte de
las presencias fáusticas que invaden la casa; sin embargo, la esnob Inés está demasiado
ensimismada para hacer caso de los desvaríos de Lucy, y durante un tiempo finge que la casa
no está realmente embrujada por demonios, diciéndose a sí misma que sólo se trata de
autosugestión. Sin embargo, la muerte de su prometido, uno de sus muchos amantes,
convertirá a Inés en una mujer en vilo: la muerte del hombre, extraña cuanto menos, abrirá la
mente de Inés a la aceptación de la idea de que el mundo podría estar realmente bajo el
control de oscuras fuerzas malignas. Su encuentro con Nelson Floreal, un adivino uruguayo, le
explicará muchas cosas, e incluso Alberto Leboud acabará creyendo la historia del adivino: el
mundo no se está sumiendo en la oscuridad porque el Cerco que mantienen unido los Arconti
no permite que los demonios campen a sus anchas y hagan daño a diestro y siniestro. Y Nelson
Floreal es uno de los arcontes: Inés se convence por fin de la honestidad del adivino y le apoya
en su lucha contra el Mal, pero esto saca lo mejor de Nelson, que apenas consigue proteger a
Inés y elegirla su adepto antes de estirar la pata. Junto a Alberto, Inés se pone a prueba contra
el Mal, que a estas alturas ya ha aniquilado a un buen número de Arcontes esparcidos por el
mundo: todos los intentos de Inés son en vano, los Arcontes supervivientes o no le responden
o ya están muertos.
La mujer, que no ha dejado la coca en absoluto, lucha infatigablemente contra el Mal, acaba
en la cama con Alberto al que siempre (o casi siempre) había considerado sólo un amigo... y al
final descubrirá que ella misma es parte integrante del Mal que circula por el mundo real, ella
que no recuerda cuando exterminó a la familia de Nancy... Y Alberto mientras tanto se ríe sin
que ella lo sepa, ella que encuentra en el suicidio la única salida temporal de un mundo
corrupto.
El mal menor es una excelente novela en la mejor tradición latinoamericana, que ve a los
protagonistas repartirse entre los vastos territorios lisérgicamente corruptos de Argentina o
Cuba. La de Feiling es una mirada desencantada a las últimas vicisitudes que han marcado la
vida de Argentina, su obra postrera antes de morir a los treinta y seis años , víctima de una
leucemia.
Si H. P. Lovecraft fue el gran maestro insuperable del pesimismo cósmico, C.E. Feiling con esta
obra no lo es menos: pero Lovecraft y Feiling son dos escritores distintos, y aunque Feiling
estuviera influenciado por Lovecraft, la originalidad del escritor argentino es incuestionable, y
para darse cuenta de ello basta con leer "El mal menor".
Maldita sea, que alguien reedite esta obra maestra, "El mal menor" de Carlos Eduardo Feiling,
en lugar de arrojar inmensas cantidades de basura inútil a las estanterías de las librerías.