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Y ESPERANZA
Alcohólicos Anónimos
El texto básico de AA
Como lo ve Bill
(Anteriormente: La manera de vivir de AA)
Selección de escritos del cofundador de AA
Transmítelo…
La historia de la vida de Bill W.
y de cómo el mensaje de AA llegó al mundo
Reflexiones diarias
Un libro de reflexiones escritas por miembros de AA
para miembros de AA
Llegamos a creer
Las experiencias espirituales de 75 miembros de AA
Viviendo sobrio
Unas sugerencias prácticas que se han oído en las reuniones
Dirección postal:
Box 459
Grand Central Station
New York, NY 10163
www.aa.org
ISBN: 978-1-64427-855-0
Library of Congress Control Number: 2003091160
Introducción ix
Primera parte1
El incrédulo 5
Una victoria femenina 16
La recuperación de un hombre de negocios 24
Una perspectiva diferente 33
El reincidente 35
La recaída de siete meses 44
Mi esposa y yo 48
Bajo la tutela del tribunal civil 57
Viajando sobre los rieles 63
El vendedor 76
Despedido otra vez 83
La verdad me hizo libre 90
Ríete conmigo, ríete de mí 93
Un afeitado al ras 101
El agnóstico educado 103
El otro hijo pródigo 108
El destrozador de autos 114
En retrospectiva 120
En el buen camino 125
La esposa de un alcohólico 128
El concepto de un artista 130
De ronda 135
Luchando solo 140
v
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Segunda parte147
El profesor y la paradoja 151
Su conciencia 157
Una nueva visión para un escultor 166
Las penurias de Joe 179
¡A mí no me pasa nada! 193
Annie, peleadora de policías 203
La rubia independiente 212
Tercera parte219
Había que convencerlo 221
Creía que podía beber como un caballero 237
El bebedor europeo 248
El cronista 256
De la granja a la ciudad 266
Maestro cervecero casero 279
¿Demasiado joven? 286
Los años dorados 290
Palabras que salvan vidas 298
La decisión de una adolescente 301
Ron, radio y rebelión 304
Cualquier día era el día de lavar la ropa 316
Una flor del Sur 320
Sacando cuentas de los costos 331
Las estrellas no caen 335
Aprender a madurar de nuevo 352
Hacia la segunda generación 355
Cinco veces perdedor antes de ganar 365
Promovida a crónica 372
¡Únete a la tribu! 382
La bella del bar 386
El prisionero liberado 391
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—Hola, amigo.
—Hola, compañero.
—¿Quieres un trago?
—Ya tengo uno.
—Siéntate a mi lado. Me siento solo. Vaya mundo
de los demonios.
—Sí, hermano, de los mil demonios.
—¿Estás tomando whisky de centeno? Yo estoy
tomando ginebra. Dios mío, realmente tengo un pro-
blema.
—¿Y eso?
—Lo mismo de siempre… un infierno, un verdade-
ro infierno. Esta vez me va a dejar.
—¿Tu mujer?
—Sí. ¿Cómo voy a vivir? No puedo llegar a casa
así; estoy demasiado borracho para quedarme afue-
ra. No puedo ir a la cárcel. Allá voy a terminar si me
quedo en la calle; arruinaría mi negocio, que igual se
está yendo al diablo… Le rompería el corazón. ¿Me
preguntas dónde está? Está en la tienda, trabajando,
supongo, probablemente desesperada esperándome.
¿Qué hora es? ¿Las siete? Hace una hora que la tienda
cerró. Ya se habrá ido a casa. Bueno, al diablo. Me
tomo una más y me voy.
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vida mil veces más fácil y más sencilla que las eternas
componendas y conflictos que yo vivía antes. Com-
pensa a diario con relaciones más armoniosas con mis
prójimos, con un discernimiento más y más claro del
verdadero sentido de la vida y con el amor y la gratitud
que recibo dondequiera y cada vez que he sido el ins-
trumento de la voluntad de Dios en la vida de otros. De
todas estas maneras, he vivido, en una medida cada vez
mayor y más allá de lo imaginable y de las compensa-
ciones, una alegría que nunca antes había imaginado.
Siempre me acompañan las palabras del doctor
Bob y Bill. El doctor Bob dijo: “El amor y el servicio
nos mantienen abstemios”. Y Bill dijo: “Siempre debe-
mos recordar que nuestro primer deber es ayudar per-
sonalmente al alcohólico que aún sufre”. El doctor Bob
habla de ser claro y no meter la pata. Fue lo último que
escuché de él, y creo que hay algunos de nosotros que,
a veces, buscan en los Pasos mensajes y complicaciones
de más. Para mí, AA está al alcance de todo alcohólico,
porque se puede lograr en cualquier condición social,
y porque el logro no nos corresponde a nosotros, sino
a Dios. Pienso que no hay ninguna situación demasia-
do difícil, demasiado desesperante; ninguna infelicidad
demasiado grande que no se pueda superar en esta
gran Comunidad de Alcohólicos Anónimos.
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manera que por primera vez vi que esto podía ser así.
Me preguntó si tenía alguna creencia espiritual y cuan-
do dije que no, me sugirió que mantuviera una mente
abierta. Entonces llamó por teléfono a Marty y me hizo
una cita. Pensé: “Ajá, está pasando la pelota. Ahora vie-
ne el cuestionario”. Yo no sabía quién era esta Marty, y
no quería ir a verla, pero fui. Una amiga de Marty, otra
miembro de AA, me abrió la puerta. Marty llegaría tar-
de. Me sentí como la novia de un gánster que iba a ser
entrevistada por el Ejército de Salvación. La desconoci-
da miembro de AA me tranquilizó. El apartamento era
muy agradable; las estanterías estaban llenas de libros,
muchos de los cuales yo tenía. Marty llegó, con muy
buena presencia, aseada, bien vestida y, como Bill, ella
no tenía un aspecto abotagado ni era una reformadora.
Era atractiva; era como los amigos que yo había tenido
una vez. Había conocido a mi prima en Chicago. Años
de consumo y correteos la habían separado de sus vie-
jos amigos. Ella también había ido a los bares baratos
a beber. Con más valor físico que yo, había intentado
dos veces suicidarse. Había estado en sanatorios. Había
tenido peor suerte, pero no había bebido más que yo.
Yo, que había temido las preguntas, ahora empezaba
a tratar de interrumpir y contar mi historia. No pude
decir ni una palabra. Marty era inteligente. Se me quitó
un enorme peso de encima. Yo no estaba loca. No era
“la peor mujer que había vivido”. Era una alcohólica,
con un patrón de comportamiento previsible.
Fui a mi primera reunión con Marty y otras muje-
res. Intelectualmente, acepté que había escuchado. Pero
mi vida, incluso sobria, estaba en desorden al igual que
mis emociones. En aquellos días solo había una reu-
nión grande a la semana en Nueva York. Las noches
que no había reunión me sentía sola, o así me decía
yo a mí misma. Iba a varios bares del Village y bebía
refrescos o té. Había estado sin beber cuando llegué a
AA y la tensión de esta sobriedad finalmente se rom-
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que eso era malo hasta que conocí el agujero que había
en una colonia penitenciaria. El de allí tenía el largo
y el ancho justos para caber acostado. En ese lugar
me daban galletas de soda y agua cada día, y antes de
poder comer la comida del tercer día (nuevamente, era
la única comida en diez días), tenía que tomarme un
vaso de aceite de ricino o aceite mineral, dependiendo
de la crueldad de la persona encargada de mandarlo.
La primera vez que pasé por este tratamiento, bajé de
200 libras a 130, y casi nunca lograba permanecer fue-
ra el tiempo suficiente para recobrar mi peso.
Vestía uniformes rayados e iba encadenado. Lleva-
ba grilletes en los tobillos permanentemente. La verdad
es que uno se acostumbra a vestirse con cadenas y gri-
lletes puestos, una vez que aprendes la técnica de inser-
tar los pantalones al revés por los grilletes.
Yo era uno de esos convictos malos a los que nadie
podía acercarse. La primera vez que recuerdo haber
visto u oído hablar de AA fue hace veinte años. Esta-
ban teniendo una gran reunión de AA en el auditorio
de la prisión (recuerdo vívidamente dos grandes letras
A de color rojo). En aquellos días, no confiaba en nadie
que fuera a una Iglesia, y creía que AA era para los
débiles. Ni siquiera traté de comprenderlo. Yo no sabía
que era alcohólico y (como la mayoría de los hombres
que hoy están en la prisión) no podía asociar el alcohol
con ninguno de mis problemas anteriores.
Cuatro años después me llevaron a mi primera reu-
nión de AA fuera de la prisión, en Los Ángeles. Duran-
te los siguientes cinco años entré y salí de AA repetidas
veces en Los Ángeles, Phoenix y San Francisco. Final-
mente, tiré todos mis libros a la basura y decidí no volver
nunca a AA. Estaba con vida, pero realmente muerto.
Abandoné California y volví a mi estado natal. Ya
había estado internado en varios hospitales por alcoho-
lismo. Luego cometí mi último delito. Tres semanas des-
pués de un asalto a mano armada en el que una persona
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Folletos
Experiencia, fortaleza y esperanza: El miembro de AA: los medicamentos
Las mujeres en AA y otras drogas
Los jóvenes y AA El automantenimiento: donde se mezclan
AA para el alcohólico de edad avanzada: la espiritualidad y el dinero
nunca es demasiado tarde La experiencia nos ha enseñado:
AA para el alcohólico negro y afroamericano una introducción a nuestras Doce
AA para el nativo norteamericano Tradiciones
Los alcohólicos LGBTQ en AA Los Doce Pasos ilustrados
La palabra “Dios”: los miembros de AA Los Doce Conceptos ilustrados
agnósticos y ateos Las Doce Tradiciones ilustradas
AA para los alcohólicos con problemas de Cómo cooperan los miembros de AA
salud mental… y sus padrinos con los profesionales
Acceso a AA: los miembros hablan sobre AA en las instituciones correccionales
superar las barreras AA en los entornos de tratamiento
AA y las fuerzas armadas Uniendo las orillas
¿Se cree usted diferente? La tradición de AA: cómo se desarrolló
Muchas sendas hacia la espiritualidad Seamos amistosos con nuestros amigos
Mujeres hispanas en AA Comprendiendo el anonimato
Detrás de los muros: un mensaje de esperanza
Para profesionales:
Es mejor que estar sentado en una celda AA en su comunidad
(folleto ilustrado para personas bajo custodia)
Una breve guía a Alcohólicos Anónimos
Acerca de AA: Si usted es un profesional, AA quiere trabajar
Preguntas frecuentes acerca de AA con usted
¿Es AA para mí? AA como recurso para los profesionales
¿Es AA para usted? de la salud
Un principiante pregunta ¿Hay un bebedor problema en el lugar
¿Hay un alcohólico en su vida? de trabajo?
Esto es AA Los líderes religiosos preguntan acerca
Preguntas y respuestas sobre el de AA
apadrinamiento Encuesta sobre los miembros de AA
El grupo de AA El punto de vista de un miembro de AA
Problemas diferentes del alcohol
Revistas
AA GRAPEVINE (mensual, www.aagrapevine.org) LA VIÑA (bimestral, en español, www.aalavina.org)
Boletines
Box 4-5-9 (trimestral)