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opositores, sino entre enemigos. Las Fuerzas Armadas sostenían que la única forma de
mantener el orden era derrotando y excluyendo al APRA; y esta pensaba que la única forma
de transformar al Perú era desorganizando al Ejército.[1]
El general Óscar R. Benavides gobernaba en el Perú desde 1933, cuando fue elegido por el
Congreso Constituyente en reemplazo del asesinado presidente Luis Sánchez Cerro. Esto
fue una salida inconstitucional que se justificó por la situación de emergencia que vivía el
país, tanto en el plano interno (por motivo de la subversión aprista) como en el internacional
(la guerra con Colombia). El mandato de Benavides debió finalizar en 1936, previa
realización de elecciones generales. Pero realizadas estas en dicho año, fueron anuladas y
Benavides prorrogó su mandato por tres años más.[2]Sin embargo, Benavides comenzó a
sentir el desgaste de su gobierno, y aproximándose ya el final del mismo, optó por hacer el
traspaso de poder, desmintiendo así a los que creían que volvería a prorrogar su mandato.
Aspecto político
Personalidad de Prado
En el Congreso, Prado contó con abrumadora mayoría. Pese a ello, algunos vaticinaron que
Prado no duraría mucho en el cargo, pero pronto él se encargaría de traer abajo tales
expectativas. Desplegó una combinación de astucia táctica, flexibilidad estratégica y
encanto personal que le hizo uno de los políticos más eficaces del Perú del siglo xx.
Prado realizó también giras periódicas a diversas localidades del país para informarse
personalmente de los problemas y necesidades de los pueblos.
En cuanto al partido comunista, dirigido entonces por Eudocio Ravines, si bien estaba
también fuera de la ley, decidió aliarse con Prado. Ello debido al contexto internacional,
pues la Unión Soviética, durante la segunda guerra mundial, se había sumado al bloque
aliado (formado por las democracias occidentales), tras sufrir la invasión de los alemanes.
Fue así como los comunistas peruanos disfrutaron de posiciones en las Cámaras y los
sindicatos. Llegaron incluso a dar a Prado el apelativo de “Stalin peruano”.
Aspecto económico
Política tributaria
Para hacer frente a la situación de emergencia, el gobierno se vio obligado a subir el monto
de algunos impuestos, sobre todo en lo referente a los timbres, tabaco, sal, fósforos e
ingresos aduaneros. Pero especialmente a la agricultura de exportación, como la del
algodón.[16]
Finanzas
En el aspecto financiero, el Perú, al contrario del mundo durante la crisis, ascendía gracias
a una política previsora. Se permitió la concreción de operaciones financieras de elemental
importancia tales como el Empréstito Interno (1940) y la Unificación de la Deuda Pública
(1943).Se cancelaron los pequeños créditos con: Petroleum, Marconi, Peruvian Corporation
y el Banco Central Hipotecario
Se dio la Ley 9140 de protección industrial, pero cuyos efectos en la estructura productiva
del país fueron más bien modestos.[16]
Se fundó la Corporación Peruana del Amazonas para impulsar el desarrollo económico de
la Amazonía, particularmente en lo referente a la extracción del caucho, producto entonces
de gran demanda por el contexto mundial.
Por ley de 25 de junio de 1943 se creó la Corporación Peruana de Aviación Comercial
(CORPAC), destinada a incrementar el tráfico aéreo comercial en el país y a mantener el
buen funcionamiento de los aeropuertos.
Se inició de la construcción de la Central Hidroeléctrica del Santa, en la provincia de
Huaylas del departamento de Áncash, aprovechando las aguas del río Santa, para dotar al
país de una «fuente de energía de proporciones», que a la vez impulsaría el desarrollo de
diversas industrias, como la de fabricación de acero.
La actividad minera recibió gran impulso al reconocerse oficialmente la Sociedad Nacional
de Minería.
Impulso a la industrialización
Política agropecuaria
La actividad agropecuaria recibió notable impulso, contándose, en muchos casos, con la
ayuda de organismos internacionales especializados.
Primero. 1939 a 1943: Las medidas estaban orientadas a favorecer a las capas
monopólicas de la burguesía industrial y al capital norteamericano con algunos beneficios
parciales a los sectores agroexportadores. En 1940, se inició la variación de las tarifas
arancelarias y se auspició una política que evidenciaba protección a la industria nacional.
Se firmaron nuevos convenios para la colocación de productos. En 1940 se estabilizó la
moneda.
Segundo. 1943 a 1945: la política económica cobró un cariz más redistributivo, lo que se
traduce en diversas concesiones a los sectores del proletariado urbano, como resultado de
la mayor organización que va adquiriendo el APRA y de su acrecentada influencia sobre
ciertos grupos de la burguesía industrial. Es importante resaltar el incremento del peso
relativo de los impuestos directos en la base tributaria del Estado. Se celebran convenios
con Estados Unidos, que terminan por beneficiar a los productores peruanos.
Aspecto social
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Auge de los sindicatos
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El gobierno mejoró las relaciones con la izquierda, lo que trajo un vínculo más estrecho
entre el Estado y los movimientos obreros. Los sindicatos, siguiendo la directiva de sus
partidos (el APRA y el PCP), decidieron limitar sus protestas, mientras que el gobierno
detuvo la represión. Esto hizo que se reconocieran un gran número de sindicatos. El
desarrollo más importante fue la creación de la Confederación de Trabajadores del Perú
(CTP) en 1944, con la bendición del gobierno, pero organizada tanto por el APRA como por
el PCP.
Descentralización
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Se dispuso que los bienes disponibles fueran equitativamente a todas las provincias y
regiones del país. Se procuró estimular la producción indígena para así iniciar su
recuperación. Gracias al censo se registraron 5000 comunidades. Para su inserción resultó
de sumo beneficio los planes de carreteras, irrigación y agricultura.
Política educativa
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Se dio la ley orgánica de Educación Pública en 1943, mediante la cual se amplió la
cobertura educativa y se impulsó la ayuda estatal a los estudiantes y comedores escolares.
Se incluyó el nivel universitario.[19]
Se aumentó significativamente el Presupuesto para el ramo de educación régimen, pues de
13'445,820.6 en 1939, aumentó a 58'834.648.17 en 1945. El aumento registrado en el
número de escuelas y maestros fue igualmente notable.[19]
Se emprendió un agresivo plan de alfabetización a nivel nacional, ante el alto número de
analfabetismo que el censo de 1940 puso al descubierto, especialmente en la Sierra.
Se dio impulso a la educación técnica, con la mejor implementación y equipamiento de las
escuelas de arte y oficios, así como la creación de otros centros de estudios. Los Estados
Unidos dieron apoyo a esta política, enviando técnicos y libros para ampliar los estudios y
las enseñanzas necesarias.
Se dio especial atención a la educación normal (del profesorado). Fue reabierto el Instituto
Pedagógico Nacional de Varones, y se fundaron escuelas normales en el interior del
país.[20]
El 27 de agosto de 1943 fue creado el Colegio Militar Leoncio Prado, destinado a impartir
enseñanza secundaria militarizada. Entre otros colegios secundarios que se fundaron,
están: Daniel A. Carrión en Cerro de Pasco; General Prado, de mujeres, en el Callao;
Nacional de Mujeres en Lima; Javier Prado en Celendín; 9 de Diciembre en Coracora; y el
Nacional de Varones de Paita.[20]
Política sanitaria y de bienestar social
Político: la amenaza del fascismo logró que partidos como la Unión Revolucionaria
perdieran popularidad, pero más importante aún, hizo que partidos como el APRA
moderaran su línea política. Pues a pesar de que el partido seguía estando proscrito, tenía
una gran influencia en las masas.
Económico: obligó al país a producir insumos antes comprados a Europa y a Estados
Unidos, así como a proveer a este último de materias primas necesarias para luchar contra
las potencias del eje. Había un mayor número de exportaciones pero el país no atravesó
una etapa de prosperidad.