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La Corte Suprema de Justicia de la Nación frente a la "democratización de

la justicia". Los alcances del caso "Rizzo"(*) - [EDCO, (20/03/2014, nro


13.449)]

Por Abalos, Maria Gabriela

Introducción

Bajo la denominación de "Democratización de la Justicia" el Poder


Ejecutivo nacional promovió el tratamiento legislativo de seis proyectos que
envió al Congreso el 8 de abril del 2013. En el contexto de uno de los debates
doctrinales y políticos más intensos y polémicos de los últimos años, todos los
proyectos obtuvieron sanción legislativa al cabo de un veloz tratamiento
parlamentario en el que los discursos a favor y en contra de las propuestas casi
no lograron afectar su tenor inicial. Una vez más, las mayorías partidarias
operaron un efecto hegemónico similar al logrado en otras leyes emblemáticas
promovidas por el oficialismo.

Así nacieron las leyes 26.853 (B.O. 17-5-13), que crea las Cámaras
Federales de Casación en lo Civil y Comercial, del Trabajo y la Seguridad
Social, y en lo Contencioso Administrativo Federal; 26.854 (B.O. 30-4-13), de
medidas cautelares en las causas en las que es parte o interviene el Estado
Nacional; 26.856 (B.O. 23-5-13), sobre la publicación de todas las acordadas y
resoluciones que dicten la Corte Suprema y los tribunales de segunda instancia
en lo Federal en todo el país, incluida la Capital Federal y en ella las Cámaras
Nacionales de Apelaciones; 26.857 (B.O. 23-5-13), que modifica la ley 25.188
(Adla, LIX-E, 5292) en cuanto dispone que declaraciones juradas patrimoniales
integrales presentadas por las personas que se encuentran obligadas en virtud
de la normativa de ética en el ejercicio de la función pública, de conformidad
con lo establecido en el art. 5º de la ley 25.188 son de carácter público, de libre
accesibilidad y podrán ser consultadas por toda persona interesada en forma
gratuita a través de Internet, de conformidad con el procedimiento que
establezca la reglamentación; 26.861 (B.O. 3-6-13), referida al ingreso de
personal al Poder Judicial y al Ministerio Público mediante el procedimiento de
concurso público y finalmente, el concerniente al Consejo de la Magistratura
que se sanciona como ley 26.855 (B.O. 27-5-13), que viene a modificar la ley
24.937, reglamentaria de los arts. 114 y 115 de la CN (t.o. 1999) (Adla, LIX-C,
2797).

Esta última norma reavivó el debate intenso y apasionado en torno a la


naturaleza y funciones del Consejo de la Magistratura, producido en su
momento por la sanción de la ley 26.080 modificatoria de la ley 24.937 de
organización del Consejo de la Magistratura, particularmente en lo referido a la
incidencia de la política partidaria tanto en la composición del cuerpo como en
la forma de elección de sus miembros.
En artículos anteriores(1), he procurado demostrar que el Consejo de la
Magistratura fue introducido en el ordenamiento constitucional argentino con la
reforma constitucional de 1994, en un intento por "despartidizar" los
nombramientos de magistrados, con el propósito de aliviar al Poder Judicial del
peso de tareas no vinculadas esencial y directamente con la función
jurisdiccional. La reforma de 1994 buscó sobre todo consolidar la autonomía,
independencia, eficiencia y operatividad del Poder Judicial. La experiencia de
las sucesivas reformas legislativas, en particular la materializada a través de la
ley 26.855, alejó por completo a la nueva institución de sus objetivos iniciales.

Como bien reseña Gelli, el núcleo duro de la ley 26.855 está constituido
por tres modificaciones que procuran controlar al Poder Judicial para alinearlo
con las políticas diseñadas y perseguidas por el oficialismo, con un desapego
manifiesto respecto de su conformidad con la Constitución. La primera
modificación promovida es la elección popular por sufragio universal de los
consejeros jueces, abogados y académicos, a través de las listas de los
partidos políticos en contraposición con el mandato constitucional acerca de la
representación de cada sector como dispone el art. 114 de la CN; la segunda
es la afectación de la garantía de la inamovilidad judicial dada por la integración
del Consejo de la Magistratura con preponderancia del oficialismo de turno, en
la medida en que los tres jueces, tres abogados, seis académicos, tres
diputados (dos por la mayoría y uno por la primera minoría), tres senadores
(dos por la mayoría y uno por la primera minoría) y un representante del PE,
correspondiendo dos consejeros jueces, dos abogados y cuatro académicos a
la lista que obtenga mayoría simple en elecciones generales y los restantes a
los que resulten en segundo lugar implica el riesgo cierto de que el oficialismo
se asegure el control del Consejo mediante la obtención de una simple minoría,
por ejemplo del 35% de los votos válidos emitidos en las elecciones populares.
Además, la ley 26.855 estableció que basta la mayoría absoluta -se sustituye la
anterior de dos tercios- para acusar a los magistrados y, en su caso,
suspenderlos (art. 6º que modifica el art. 7º, inc. 15, de la ley anterior). Así,
pues, con mayoría oficialista en el Consejo y una mayoría restringida para
decidir, le bastaría a quienes detenten el poder en cada turno político, para
quitar del medio a magistrados incómodos por independientes, con la única
estrategia de suspenderlos. La tercera modificación promovida es la de borrar
el equilibrio entre sectores en la integración del Consejo de la Magistratura,
según mandato del art. 114 de la CN. Si bien es cierto que esta disposición
contiene dos párrafos referidos a la integración del Consejo, separados por un
punto seguido, y después de éste se expresa que "será integrado, asimismo,
por otras personas del ámbito académico y científico, en el número y la forma
que indique la ley", así, en plural y a criterio del Congreso, el número de seis
académicos dispuesto por la ley 26.855 duplica el número de abogados y
jueces, con un agravante. Estos científicos irán en las listas de los partidos,
también aceptando y, probablemente, en algunos casos militando a favor de
ese partido. De ese modo, la representación política desbordaría todo límite(2).

La reacción de una amplia parte de la doctrina y los sectores


representativos de la judicatura se reflejó en el debate público y, sobre todo, en
el planteamiento inmediato de contiendas judiciales, promovidas incluso por
miembros de la judicatura, que proliferaron en distintas jurisdicciones del país.
El caso que finalmente llega a la Corte Suprema -un amparo promovido por el
Presidente del Colegio Público de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires-
tramita por la vía de recurso extraordinario federal por salto de instancia según
lo habilitado por el art. 257 bis del cód. procesal civil y comercial de la Nación,
desde el Juzgado Federal con competencia electoral Nº 1 de la Capital Federal.
Se trata del caso "Rizzo, Jorge Gabriel", resuelto el 18 de junio de 2013 por
mayoría de seis ministros y una disidencia, donde el Superior Tribunal declaró
inconstitucionales los arts. 2º, 4º, 18 y 30 de la ley 26.855 e inaplicable lo
previsto en el art. 7º por la ley cuestionada, de conformidad con lo mandado en
el art. 29 de esa normativa. También se declaró inconstitucional el decreto que
convoca a elecciones de consejeros(3).

II

El caso "Rizzo": aspectos sobresalientes

Las consideraciones de fondo y de forma vertidas por la Corte Suprema


en el caso en análisis son de trascendencia. Varios han escrito aplaudiendo
este pronunciamiento, mientras que otros han hecho oír sus voces con mayor
contenido crítico respecto a lo resuelto judicialmente(4).

A. Aspectos formales

Desde los aspectos formales, el voto de Lorenzetti, Highton de Nolasco,


Fayt y Maqueda comienza haciendo referencia a la admisibilidad de la acción
de amparo recordando que es un proceso excepcional en salvaguardia de
derechos fundamentales, dándose en el caso la inminencia del vencimiento de
los plazos establecidos en el calendario electoral y la ineficacia de las vías
procesales ordinarias para remediar en forma oportuna la afectación de los
derechos invocados por el actor.

El argumento de la Corte Suprema continúa con la legitimidad activa del


actor, que invoca el carácter de apoderado de una agrupación integrada por
abogados de la matrícula federal que participa en los procesos de elección de
los representantes de ese estamento en el Consejo de la Magistratura.
Entiende la Corte que se acredita la existencia de interés concreto, directo e
inmediato en la declaración de inconstitucionalidad, dado que las disposiciones
de la ley 16.855, además de establecer un sistema de selección de
representantes que no respeta lo previsto en el art. 114 de la CN, impone
requisitos para la participación en los comicios que proscriben a la agrupación
referida (consid. 4º).

Sobre este punto, el voto de Petracchi y Argibay profundiza haciendo


hincapié en que el interés jurídico propio y diferente del amparista viene dado
porque la ley 26.855, so pretexto de una mayor democratización, establece que
quien represente a los abogados de la matrícula federal no sea electo por sus
representados, los abogados, sino por todos los habilitados a emitir sufragio y,
por otro lado, quien aspire a representar al segmento de los abogados de la
matrícula federal, deberá ser afiliado, o al menos haber acordado con un
partido político su precandidatura, para finalmente no representar a los
abogados sino al partido político que le permitió llegar a ese lugar.

También el voto en disidencia de Zaffaroni considera que el agravio del


Estado Nacional en relación con la ausencia de legitimación activa es
inadmisible por los fundamentos datos en el voto mayoritario.

B. Aspectos sustanciales

Los aspectos medulares que hacen al fondo de los planteos en pugna


pueden agruparse de la siguiente forma:

1. Soberanía popular y forma republicana de gobierno

Se encarga el voto mayoritario de dejar claro que el principio de la


soberanía popular no reside solamente en los órganos de elección popular
directa, ya que bajo la forma republicana y representativa, el poder se divide en
tres departamentos con diferentes funciones y formas de elección, cuya
legitimidad democrática es idéntica, y su actuación encuentra su límite en el
proyecto de República establecido por la Constitución (arts. 1º, 31 y 36).
Recuerda también que ningún poder puede arrogarse mayores facultades que
las que le hayan sido conferidas expresamente, dado que, para actuar
legítimamente, los poderes públicos requieren de una norma habilitante
(consids. 6º y 7º).

En este sentido, reafirma que es de la esencia de la forma republicana la


limitación del poder, de ahí que la doctrina de la omnipotencia legislativa que se
pretende fundar en una presunta voluntad de la mayoría del pueblo es
insostenible. Recuerda que los poderes del Estado no pueden ejercer
lícitamente otras facultades que las que le han sido acordadas expresamente o
que deben considerarse conferidas por necesaria implicancias de aquellas(5), y
la única vía constitucional para ampliar las atribuciones del Congreso como de
cualquier órgano es la reforma de la Carta Magna prevista en el art. 30 (consid.
10).

En el voto de Petracchi y Argibay se afirma que la forma de gobierno


representativa y republicana adoptada por la CN en su art. 1º consiste en la
coexistencia de autoridades elegidas directamente por el pueblo y otras que
son designadas a través de sus representantes, sin su participación directa, por
ejemplo, el Defensor del Pueblo -art. 86-, el Jefe de Gabinete de Ministros -art.
99, inc. 7º- y la Auditoría General de la Nación -art. 85-. Con contundencia
afirma que, de todas las democracias posibles, la única que pueden profundizar
los poderes constituidos es la organizada por la Constitución Nacional sobre la
base de las autoridades por ella creadas, y ninguna otra; de ahí que este es el
recto sentido del art. 22 de la CN, el cual no da pie para alterar la composición
y el modo de elección de una de las autoridades del Gobierno Federal, como
es el Consejo de la Magistratura (consid. 13).

Sobre la legitimación de los jueces, señala el voto mayoritario que han


recibido del pueblo argentino, a través de los constituyentes, el legítimo
mandato democrático de defender la supremacía de la Constitución federal
(arts. 31, 116 y 117), pero ello no los coloca por sobre los demás poderes
(consid. 12).

2. Supremacía de la Constitución y control de constitucionalidad

Se encarga también de hacer mención a la supremacía constitucional y


la función judicial ejercida desde 1888 de examinar las leyes en los casos
concretos, comparándolas con el texto de la Constitución para averiguar si
guardan o no conformidad con ésta, y abstenerse de aplicarlas si las
encuentran en oposición con ella, constituyendo una atribución moderadora y
garantista de los derechos consignados en la Constitución contra los abusos
posibles de los poderes públicos, lo cual fue expresado en el leading case
sobre control de constitucionalidad "Municipalidad de Capital c. Elortondo", del
14-4-1888 (Fallos: 33:162).

En este contexto, el voto mayoritario pasa revista a los principales casos


en los que dicho Tribunal cumpliendo el rol de garante de la Constitución
Nacional, declaró la inconstitucionalidad de normas que, aun cuando provenían
del órgano legislativo que representa la voluntad popular, resultaban contrarias
a la Constitución Nacional o tratado internacional, y afectaban derechos de las
personas. Así, cita los casos "Simón", "Sejean", "Quiroga", "Bazterrica" y
"Arriola", "Halabi", "Aquino", "Milone", "Rossi", "Badaro", "Itzcovich", etc.
(consid. 9º).

La línea de precedentes referida por la opinión mayoritaria de la Corte


pone de manifiesto que, en el caso en análisis, la Corte Suprema no está
ejerciendo ninguna función que no le sea propia: su objetivo esencial es
proteger y hacer efectivos los derechos de los ciudadanos frente a los otros
poderes.

En esta línea -sostiene el voto en análisis- la Constitución procura


equilibrar el poder para limitarlo. La soberanía popular, que reconoce al pueblo
como último titular del poder político, pone su acento en los procedimientos
habilitados para hacer explícita esa voluntad, origen del principio de
representación. De ahí que, bajo la invocación de la defensa de la voluntad
popular, no pueda propugnarse el desconocimiento del orden jurídico. Ello
contraría los intereses del pueblo, como ya lo dijo en el caso "Ponce"(6)
(consid. 10).

El argumento puntualiza de forma expresa que el control de


constitucionalidad procura la supremacía de la Constitución y no la del Poder
Judicial o de la Corte Suprema por encima de los otros poderes del Estado, lo
cual fue ya sentado el 9-12-93, en oportunidad de resolver el caso "Nicosia", y
reafirmado con la reforma de 1994, que en el art. 43 reconoció la facultad de
los jueces de declarar la inconstitucionalidad de las leyes para hacer efectivos
los derechos y garantías consagrados en la Constitución Nacional (consid. 11).

Demarca también la Corte los presupuestos del control de


constitucionalidad que limitan su actuación, como la existencia de una causa o
continenda que excluye el pronunciamiento en cuestiones abstractas, también
las cuestiones de mérito, oportunidad o conveniencia y la prudencia con que
debe ejercerse, teniendo siempre presente que la declaración de
inconstitucionalidad es la ultima ratio del orden jurídico (consid. 12).

3. El Consejo de la Magistratura: integración y equilibrio. En torno a la


interpretación constitucional y legal

Entrando en la cuestión de fondo debatida, es decir, en las


modificaciones a la ley 24.937 introducidas por la ley 26.855, en relación con la
integración y la forma de elección de los miembros del Consejo de la
Magistratura, el voto mayoritario comienza con el test de compatibilidad entre la
norma legal y el art. 114 de la CN, recurriendo a los métodos clásicos de
interpretación constitucional.

En este punto, cabe subrayar que la interpretación de una Constitución


es un proceso complejo y siempre controversial(7), dada la dificultad esencial
inherente a la materia constitucional. La Constitución es, entre otras cosas, un
programa de vida colectiva, sus normas configuran un conjunto de valores,
declaraciones, normas, instituciones, estándares éticos y políticos,
instrumentos para equilibrar el ejercicio de los derechos y el funcionamiento del
poder. No se trata, entonces, de interpretar un mero documento normativo de
carácter ordinario, como podría ser una ley, un reglamento o una acordada: se
trata, sobre todo, de identificar el sentido profundo del programa básico de
organización de la vida colectiva de una Nación. Un programa de organización
que estuvo en la intención del constituyente, que debe siempre ser interpretado
dentro de las coordenadas de su tiempo y en sus proyecciones posibles hacia
un futuro previsiblemente diferente. En este sentido, se ha sostenido que la
interpretación implementa la Constitución(8).

La primera fuente de interpretación de la Constitución es su letra, pero


ello no se agota con un análisis del texto como tal. Se requiere también una
remisión a la intención del Constituyente y, sobre todo, su armonización con el
ordenamiento jurídico restante y con los principios y garantías de la
Constitución. En el tratamiento de los principios de la interpretación
constitucional, indica Konrad Hesse que les corresponde la misión de orientar y
encauzar el proceso de relación, coordinación y valoración de los puntos de
vista o consideraciones que deben llevar a la solución del problema planteado
en el caso. La interpretación debe así apuntar al principio de unidad de la
Constitución, a los principios de concordancia práctica, eficacia integradora y,
sobre todo, de fuerza normativa de la Carta Magna. Después de todo, el
objetivo central de la hermenéutica constitucional es "dar preferencia, en la
solución de los problemas jurídico-institucionales, a aquellos puntos de vista
que ayuden a las normas de la Constitución a obtener la máxima eficacia, bajo
las circunstancias de cada caso"(9).

Esta perspectiva funcional e integradora es la que preside la


argumentación de la Corte Suprema en el caso "Rizzo". Así comienza el
análisis del art. 114 y el voto mayoritario se centra primero en la integración del
Consejo. Considera que son representantes de tres estamentos los que lo
integran: órganos políticos resultantes de la elección popular (Poder Ejecutivo y
Poder Legislativo), jueces de todas las instancias y magistrados de la matrícula
federal.

La interpretación literal propuesta por el Superior Tribunal consiste en


desentrañar de manera uniforme el significado gramatical de las palabras
empleadas en el texto de la norma, y en respetar ese significado sin restringir ni
ampliar su alcance. Cabe recordar que, como expresa Badeni, no cabe
prescindir de esa interpretación cuando el sentido de las palabras es claro e
inequívoco, tanto técnica como vulgarmente, al tiempo de ser incorporados a la
ley fundamental y al momento en que se practica la interpretación(10).

La redacción del art. 114 es clara para la Corte Suprema en cuanto


relaciona la elección popular solamente con uno de los sectores, el de los
representantes de los órganos políticos, en cambio los otros sectores tiene
justificado su origen técnico y las personas que lo integran lo hacen en nombre
y por mandato de cada uno de esos estamentos, no cabe la elección popular
porque dejarían de ser representantes del sector para convertirse en
representantes del cuerpo electoral.

Sigue el razonamiento interpretativo con el segundo punto, el equilibrio


entre los estamentos. Afirma el voto mayoritario que no se exige igualdad, sino
contrapeso, contrarresto, armonía entre cosas diversas, por ser el significado
usualmente atribuido al término equilibrio. En esta misma línea, Spota sostenía
que el equilibrio que establece el art. 114 no supone igualdad en la
representación de los distintos sectores, pudiendo reconocérsele preeminencia
a uno sobre los otros(11). Esta preeminencia puede manifestarse a través del
reconocimiento de la mayoría absoluta de los miembros que le permitiría
obtener quórum por sí solo, e incluso decidir sin el consenso del resto de los
representantes. Otra interpretación posible es que ninguno de los sectores
representados fuese capaz de neutralizar por sí solo la representación de los
otros grupos, admitiéndose implícitamente el predominio de uno sobre los otros
pero con el límite de que tal preeminencia no neutralice a los otros en su
conjunto. En otras palabras los representantes que tuviesen prevalencia no
contarían con el número necesario para sesionar, e incluso resolver, por sí
solos.

En sintonía con el voto mayoritario, aplicando a la composición del


Consejo aquella significación que implica el contrapeso, la armonía entre cosas
diversas, ello supone que ningún sector debería tener preeminencia sobre los
otros que implique neutralizar o anular a los demás. Además, tal equilibrio
funciona también intrasectores de forma tal que, dentro del sector político la
representación del Poder Ejecutivo no podría ser predominante sobre la del
Legislativo pero sí podría darse a la inversa, atento a que el objetivo de la
reforma de 1994 fue atenuar los poderes del presidente(12).

La Corte Suprema puntualiza en el voto mayoritario que los demás


estamentos, es decir, el académico y el científico, no están en el centro de la
escena, ya que, de un análisis literal de la norma, aparecen en una segunda
parte del párrafo del modo de complemento. En cuanto a su modo de elección,
se le aplica el mismo razonamiento que a los demás sectores y se concluye
que tampoco puede realizarse a través del voto popular.

En la visión de Zaffaroni expresada en el voto en disidencia, el equilibrio


no es sinónimo de igualdad, y ni siquiera procurar, término utilizado en el art.
114 de la CN, es lo mismo que deber, en su opinión se debe hacer el esfuerzo
en pos del equilibrio pero nada más, lo que supone que el legislador ordinario
hará en mayor o menor medida, según los intereses coyunturales en pugna
(consid. 6º). Insiste Zaffaroni en la discrecionalidad en manos del legislativo,
que aumenta en relación con el ámbito académico y científico donde ni siquiera
rige la obligación de esforzarse por el equilibrio, dado que el art. 114 de la CN
lo dispone después de un punto y tampoco marca ningún criterio para su
número y elección (consid. 9º).

En relación con el modo de elección de los integrantes del Consejo, un


aspecto más a tener en cuenta es el que puntualiza el voto mayoritario en
cuanto a que es el texto constitucional el que determina en qué casos se
admite el sufragio popular. Es el constituyente el que organiza la división del
poder estatal y la forma de elección popular directa es reservada
explícitamente a las autoridades nacionales de índole política. No es potestad
del Poder Legislativo mantener o cancelar los cargos electivos según si el
comportamiento de la mayoría del pueblo coincide o no con la mayoría en el
Congreso. Además, ello generaría incertidumbre en el ciudadano respecto a
cuáles son los funcionarios que puede o no elegir a través del sufragio popular.
Tampoco cabe admitir que el Congreso pueda determinar la elección directa de
los consejeros, dado que el Consejo de la Magistratura se inserta dentro del
Poder Judicial y este poder tiene la legitimidad democrática que le da la
Constitución Nacional.

En cambio, la disidencia de Zaffaroni razona siguiendo el dictamen de la


Procuradora General que la representación estamentaria es una excepción en
la Constitución Nacional, ya que la regla es la representación popular; de ahí
que, cabe aplicar lo dicho a la elección de los Consejeros. Encasilla la
interpretación contraria como producto de una suerte de extrapolación
indebida, proveniente del derecho privado.

4. La independencia judicial y la despartidización de la justicia

Uno de los aspectos más importantes en el fallo en comentario son las


consideraciones vertidas en defensa de la independencia judicial y el rol del
Consejo de la Magistratura.

Reconoce el voto mayoritario que la inclusión del Consejo con la reforma


de 1994 tuvo por objetivo principal despolitizar parcialmente el procedimiento
vigente desde 1853 para la designación de los jueces, priorizando en el
proceso de selección una ponderación con mayor grado de objetividad de la
idoneidad científica y profesional del candidato por sobre la discrecionalidad
absoluta. El voto de Petracchi y Argibay agrega que el propósito que guió la
incorporación del art. 114 a la CN fue el de reformular la relación de los
poderes Ejecutivo y Legislativo -que responden básicamente a la dinámica del
proceso político- con el Poder Judicial, en el sentido de fortalecer su
independencia, al reducir, en cierta medida, la influencia de los actores
políticos.

En este punto, la Corte Suprema en el voto mayoritario hace pie en la


interpretación auténtica, en la voluntad originaria expresada en la Asamblea
Constituyente como pauta de interpretación esencial que lleva a confirmar el
genuino contenido de la cláusula constitucional en relación con la
despolitización del procedimiento de selección de los miembros del Consejo, la
elección a través de sus respectivos estamentos y el equilibrio interpretado
como contrapeso.

En el voto de Petracchi y Argibay, se citan las explicaciones brindadas en


su momento por los convencionales constituyentes tales como Paixao,
Zaffaroni, Alfonsín y en voto mayoritario se menciona a los participantes en la
redacción del Núcleo de Coincidencias Básicas contemplado en la ley de
convocatoria de la reforma, de todo lo cual se extrae que el objetivo
fundamental de introducir la novedad del Consejo de la Magistratura en nuestra
Ley Fundamental fue fortalecer la independencia del Poder Judicial y reducir la
gravitación de la política partidaria en la designación de los jueces, previendo
una integración equilibrada respecto al poder que ostenta, por un lado, el sector
político y, por otro, el estamento técnico.

Con claridad, el voto de Petracchi y Argibay afirma que el propósito de la


ley 26.855 de ampliar la base democrática de la elección de los miembros del
cuerpo respecto de aquellos que no surgen directamente del sufragio universal
se contrapone frontalmente con la voluntad popular expresada en la
Convención Constituyente de dejar atrás un esquema semejante, en el que los
órganos políticos (Legislativo y Ejecutivo) monopolizaban las decisiones que
actualmente son competencia del Consejo de la Magistratura, llevando a vaciar
de contenido al art. 114 de la CN (consid. 14).

La voz crítica se escucha en el voto en disidencia. Zaffaroni se empeña


en señalar que no es cuestión de invocar la voluntad del constituyente como
siempre que se apela a la famosa voluntad del legislador. Ni la voluntad del
legislador histórico, real ni del legislador imaginario, abstracto ya que en su
opinión, los datos históricos parlamentarios y de proyectistas pueden reforzar
los argumentos acerca del sentido de un texto, pero ningún espíritu puede
limitarlo más allá de su propia resistencia semántica (consid. 13).

5. Inconstitucionalidades de la ley 26.855

En el marco de lo expuesto, el voto mayoritario marca las cuatro razones


de inconstitucionalidad de la norma en análisis:

a) Rompe el equilibrio al disponer que la totalidad de los miembros del


Consejo resulte directa o indirectamente emergente del sistema político-
partidario; ello así, ya que de los diecinueve miembros, doce [12] serán
elegidos en forma directa por sufragio universal y siete [7] en forma indirecta
por los órganos políticos resultantes de la elección popular. Concluye entonces
que todos los miembros del Consejo, directa o indirectamente, tendrían un
origen político partidario, lo que contraría abiertamente lo dispuesto por el art.
114 que buscó asegurar el equilibrio en la composición del Consejo, de modo
tal que ninguno de los estamentos tuviera primacía sobre los demás.

En el voto de Petracchi y Argibay se agrega que en tanto otorga al


cuerpo electoral -directa o indirectamente- la elección de todos los integrantes
del Consejo de la Magistratura, hace imposible el equilibrio diseñado en el art.
114 de la CN puesto que elimina la diversidad de representación y deja
subsistente tan solo una de ellas.

b) Desconoce el principio de representación de los estamentos técnicos


al establecer la elección directa de jueces, abogados, académicos y científicos;
ya que no es la sola condición de juez o abogado lo que los hace
representantes sino su elección por los miembros de cada uno de dichos
sectores. Mientras que los académicos y científicos no tienen un rol central en
la integración del Consejo, según la interpretación del voto mayoritario, por lo
que la ley 26.855 sobredimensiona su representación al elevar a seis su
número, el doble que el fijado para diputados, senadores, jueces y abogados, y
lo distorciona al establecer su elección por sufragio universal.

c) Compromete la independencia judicial al obligar a los jueces a


intervenir en la lucha partidaria puesto que deberán integrar las listas de los
partidos políticos, hacer campaña electoral, proponer plataformas políticas, y
procurar la cantidad de votos necesaria para ingresar al Consejo de la
Magistratura. Todo ello claramente atentatorio de la requerida imparcialidad del
magistrado frente a las partes en un proceso y a la ciudadanía en general.

d) Vulnera el ejercicio de los derechos de los ciudadanos al distorsionar


el proceso electoral, ello así por impedir en forma irrazonable y discriminatoria
la posibilidad de constituir agrupaciones políticas al único efecto de postular
candidaturas al Consejo de la Magistratura; por restringir la posibilidad de
presentar candidatos al Consejo solo a las agrupaciones políticas nacionales
que postulen fórmulas de precandidatos presidenciales; por exigir para adherir
la boleta de consejeros a la de legisladores nacionales en cada distrito, que en
18 de los 24 distritos se realice la adhesión con agrupaciones de idéntica
denominación.

Sobre la base de estos cuatro aspectos la Corte declara la


inconstitucionalidad de los arts. 2º, 4º, 18 y 30 de la ley 26.855, y en
consecuencia el decreto 577/13, en cuanto convoca a las elecciones primarias,
abiertas, simultáneas y obligatorias para la elección de candidatos a consejeros
para el Consejo de la Magistratura. Se agrega, además, la inaplicabilidad del
art. 29 en cuanto dispone modificaciones a la mayoría para decidir la apertura
del procedimiento de remoción de los jueces, y las que se refieren al quórum
previsto en el art. 7º, al régimen de mayoría y a la composición de las
comisiones del Consejo de la Magistratura.

Cabe una reflexión importante, relativa a algunas de las cuestiones que


el fallo "Rizzo" deja abiertas hacia el futuro. La Corte declara inconstitucional la
parte referida a la integración y forma de elección de los consejeros pero deja a
salvo el resto de las disposiciones que atañen a las facultades en temas
económicos, los cuales gracias a esta norma quedan en manos de la Corte
Suprema. Claro está que estos artículos no habían sido cuestionados, de allí el
margen de indeterminación que la decisión de la Corte deja abierto, en
cuestiones de máxima relevancia para el futuro funcionamiento institucional del
régimen económico del Poder Judicial.

La posición contraria que sostiene Zaffaroni afirma que no hay


inconstitucionalidad manifiesta en la modalidad de elección ni en la ampliación
de consejeros. En su opinión no se puede negar al legislador el espacio para
ensayar una estructura diferente ante una crisis, aunque sea un error político.
Sobre la independencia judicial, defiende a la norma cuestionada porque
ayudaría a liberar al juez de la corporación o verticalización es decir de la
presión interna del Poder Judicial ejercida por los órganos de mayor instancia.
Pero también la independencia externa o sea de los partidos políticos y
poderes fácticos, a partir de afirmar que no hay personas sin ideología y el juez
-en el caso como consejero- es independiente de cualquier partido, y si ello no
fuera así, será por causa de una falla ética en el magistrado. De ahí que la
garantía de imparcialidad sea para Zaffaroni el pluralismo ideológico interno
donde cada uno sepa cómo piensa el otro y le exija coherencia.

6. Interpretación previsora

Finalmente el fallo, tanto en el voto mayoritario como en el voto de


Petracchi y Argibay, no deja de lado la interpretación previsora de la
Constitución Nacional, es decir, la que propugna que, una vez detectado el
sentido de la norma constitucional el intérprete no debe dar por concluido su
objetivo sino que debe continuarlo en el sentido de averiguar si el resultado de
la interpretación es adecuado y desecharlo si no lo es(13).

Vigo sostiene que se requiere del intérprete la inteligencia previsora y


omnicomprensiva dispuesta a medir simultáneamente las proyecciones
sociales globales y las propias de los casos judiciales para las cuales se
propugnan soluciones. "Una mirada del jurista reducida al entuerto que tiene
entre manos, implica el riesgo de postular decisiones que resulten perjudiciales
o desventajosas para el resto de la sociedad y motivo de arrepentimiento
cuando tenga que enfrentarse a conflictos posteriores, acerca de los cuales se
encuentre atado por el precedente"(14).

En tal sentido, la misma Corte Suprema ha señalado en renombrados


pronunciamientos que uno de los indicadores más adecuados para merituar la
razonabilidad de una interpretación es considerar sus consecuencias o verificar
sus resultados(15), avalando en cierta medida la interpretación previsora.
También ha puntualizado el riesgo que implica una interpretación mecánica de
la norma reclamando a los intérpretes que ponderen la realidad económica(16)
y que, en general, verifiquen la razonabilidad de las decisiones, teniendo en
cuenta las consecuencias que se derivan de ellas(17). En definitiva, del
Preámbulo puede extraerse que de sus mandatos de "afianzar la justicia" y
"promover el bienestar general" surge la exigencia al intérprete de no quedar
atado al caso particular, debiendo contemplar las diversas proyecciones de los
resultados interpretativos posibles.

En el caso en análisis, con acierto afirma el voto mayoritario que no


puede desatender las graves consecuencias que de modo inmediato derivarán
de la declaración de inconstitucionalidad e inaplicabilidad de las normas de la
ley 26.855 referidas, y por ello, se debe encargar de determinar claramente los
efectos de su pronuncimiento. Menciona el deber del Tribunal de adoptar las
medidas apropiadas para evitar el caos institucional o la eventual paralización
de la administración de justicia y en función de ello aclara que, en lugar de las
normas que han sido declaradas inconstitucionales e inaplicables, mantendrá
su vigencia el régimen legal anterior previsto en la ley 24.937 y sus
modificaciones a través de las 24.939 y 26.080. También deja claro que lo
resuelto no implica afectación alguna del proceso electoral para los cargos de
diputados y senadores nacionales que establece el decreto 501/13.

El voto de Petracchi y Argibay en la misma línea señala que el Tribunal


debe delimitar el alcance de la inconstitucionalidad sin sustituir la voluntad del
legislador, y asegurar así máximamente la vigencia de todo el resto de la
ley(18).

7. La autorrestricción del Poder Judicial (self restraint)

Interesante es detenerse en el voto en disidencia del Dr. Zaffaroni que,


además de lo puntualizado en los temas anteriores, plantea una posición de
autorrestricción judicial.

Comienza efectuando apreciaciones sobre la reforma constitucional de


1994 -de la cual participó como convencional constituyente-. En su opinión
perfiló instituciones sin acabar su estructura, como en el caso en análisis del
Consejo de la Magistratura, lo que se traduce en una transferencia de poder
constituyente al poder constituido. Agrega que en su momento se argumentó
que una mayor precisión constitucional padecería del defecto de
reglamentarismo, pero reconoce críticamente que se tomó del derecho
comparado una institución novedosa pero separándose de sus modelos
originales en forma híbrida y con defectuosa estructuración, lo que dio lugar a
tres reformas legislativas dispares y profundas en menos de veinte años.

En relación con la ley 26.855, Zaffaroni reconoce que esta norma no se


filtra por los resquicios del texto constitucional sino que penetra por las
enormes brechas que éste dejó abiertas a la ley infraconstitucional. En este
contexto, sostiene que le corresponde a la jurisdicción constitucional remendar
una oportunidad perdida, o sea, la de abrir juicio acerca de la mejor integración
y regulación del Consejo, sino la de determinar si las disposiciones legales son
constitucionales.

En esta línea, sostiene que la ley referida toca directamente a la


estructura judicial y relativiza la función de los magistrados en el control de
constitucionalidad ya que afirma que es posible que haya tantos modelos de
estructuración del Consejo de la Magistratura como magistrados, olvidando que
no se trata de una cuestión opinable, sino de respetar el texto constitucional.
Advierte la existencia de un problema de conciencia y de autocontrol en
el ejercicio de la jurisdicción constitucional, por lo que debe hacerse un extremo
esfuerzo de prudencia para separar la opinión o convicción personal de la
pregunta acerca de la constitucionalidad de la ley. No hay, a su juicio,
inconstitucionalidad manifiesta. Admite que es posible que la nueva estructura
pergeñada por la ley cuestionada esté condenada al fracaso, pero dice que no
se puede negar al legislador el espacio para ensayar diferentes alternativas
ante la crisis que, a su modo de ver, afecta al Consejo en la actualidad.
Reconoce que puede ser un error político, lo cual no lleva a una
inconstitucionalidad manifiesta.

Aparece, en la posición de Zaffaroni, la mención al autocontrol en el


ejercicio de la jurisdicción constitucional como manifestación de la tradicional
tesis del self restraint o de deferencia hacia los poderes políticos. Sugiere el
voto en disidencia que, pese a los evidentes desequilibrios institucionales que
la ley sancionada podría acarrear, no puede negarse a aquellos la posibilidad
de ensayar un cambio, con la particularidad de reconocer que puede ser un
error político pero no acarrea la inconstitucionalidad manifiesta. Es este, sin
duda, uno de los puntos de mayor densidad problemática de las cuestiones que
quedan planteadas hacia el futuro. Se trata del conflicto entre democracia y
control de constitucionalidad, que abre un profundo debate constitucional en
nuestro país.

III

Conclusiones

"Rizzo" ha puesto a la luz muchas de las cuestiones filosófico-políticas e


institucionales todavía pendientes en el desarrollo actual del constitucionalismo.
Ha develado una vez más la importancia de algunos principios liminares del
derecho constitucional y del derecho judicial hasta ahora dados por supuestos
sin mayor discusión crítica y que la reforma de 1994 ha vuelto a reabrir. El fallo
replantea con nueva fuerza importantes consideraciones sobre la interpretación
constitucional y legal en torno a la ley 26.855 y al art. 114 de la CN
principalmente, en una visión integral dentro de la forma republicana
representativa federal del art. 1º.

Sin ánimo de caer en reiteraciones de lo ya expuesto, es posible


puntualizar cinco aspectos doctrinarios que exceden el marco puntual del
Consejo de la Magistratura.

En primer lugar, deja claro que la actuación de los tres Poderes del
Estado Nacional encuentra como límite la supremacía de la Constitución
Nacional (arts. 30 y 31). De ahí que los poderes públicos deben actuar
conforme al ordenamiento jurídico imperativo al que se encuentran sometidos;
y si no lo hacen, sus actos deben ser invalidados para proteger la vigencia de
las normas fundamentales impuestas por el pueblo soberano.

En segundo lugar, la Carta Magna reconoce a cada uno de los órganos


del Estado distintas facultades que les permiten y los obligan a controlar el
accionar de los otros; y es en este balance que el Poder Judicial adquiere una
función fundamental: el control de constitucionalidad de las normas y actos
estatales.

En tercer lugar, el reconocimiento creciente de derechos ha sido posible


en nuestro ordenamiento porque la Constitución Nacional busca equilibrar el
poder para limitarlo. Gracias a esta función de limitación del poder, queda clara
la inadmisibilidad de la doctrina de la omnipotencia legislativa fundada en una
interpretación desmesurada de la voluntad presunta de la "mayoría del pueblo".

En cuarto lugar, el control de constitucionalidad procura la supremacía de


la Constitución y no la del Poder Judicial o de la Corte Suprema. Y el ejercicio
de tal control por parte de los jueces, que han recibido del pueblo -a través de
los constituyentes-, el legítimo mandato democrático, no los coloca por sobre
los restantes poderes del Estado.

En quinto lugar, las decisiones de los poderes públicos, incluidas las del
Poder Judicial, se encuentran sometidas y abiertas al debate público y
democrático, lo cual es saludable y necesario en tiempos de transformación
profunda de muchos de los principios y procedimientos de nuestro sistema
constitucional. El control de constitucionalidad está destinado a funcionar como
una instancia de protección de los derechos fundamentales de las personas y
de la forma republicana de gobierno, lo que requiere que los jueces obren en
forma independiente e imparcial, como custodios de estos derechos y
principios, a fin de no dejar desprotegidos a todos los habitantes de la Nación
frente a los abusos de los poderes públicos o fácticos.

Cumplida la misión de puntualizar estos principios liminares, el fallo de la


Corte Suprema se encarga de demostrar que la ley 26.855, en lo que respecta
a la composición y forma de elección de los consejeros, no responde a la
estructura medular que diseña el art. 114 de la CN, afectando y
comprometiendo seriamente el principio de independencia que debe regir la
actuación del Poder Judicial y de sus integrantes.

IV

Indepedencia judicial y autonomía presupuestaria

La referida independencia es la que debería ser fortalecida a través de


una reforma judicial, dotando al Poder Judicial de una mayor autonomía
presupuestaria. Este tema no es nuevo para el Máximo Tribunal nacional, ya
que ha tenido oportunidad de manifestar su posición en el ámbito de las
Conferencias Nacionales de Jueces, como asimismo en distintas
intervenciones en reuniones o jornadas de magistrados.

A modo de ejemplo, en la Segunda Conferencia Nacional de Jueces, que


tuvo lugar los días 6 y 7 de septiembre del 2007 en Salta, se abordó y promovió
el debate sobre la gestión judicial y su mejora mediante criterios de eficacia e
incorporación de herramientas tecnológicas; la litigiosidad creciente y los
mecanismos facilitadores para la resolución alternativa de conflictos y la
independencia del Poder Judicial. Fruto del trabajo en comisiones y la
participación activa de los magistrados presentes, se arribó a importantes
conclusiones, en las que, en relación con la Comisión nº 1 sobre
Independencia Judicial, se dijo: "El Poder Judicial debe contar con el manejo
autárquico de su presupuesto en forma plena, de modo tal de no depender,
para su ejecución completa, de otros poderes. El mencionado manejo podrá
quedar, en cada jurisdicción, bajo el control acordado con los organismos
independientes de cuentas (por ejemplo: ’’Acuerdo Corte Suprema de Justicia
de la Nación - Auditoría General de la Nación’’). La autarquía presupuestaria
plena, que también es garantía de la independencia judicial, debe contar con
pisos porcentuales de mínima, normativamente establecidos, que garanticen
efectivamente el adecuado funcionamiento del Poder Judicial. Para aquellas
jurisdicciones que no alcancen los mínimos suficientes, deben fijarse
mecanismos de compensación que corrijan las asimetrías con el fin de
asegurar igual servicio de justicia para todos los habitantes de la Nación".

También en la Conferencia de las Cortes Supremas de las Américas "El


Estado de Derecho", realizada en Buenos Aires los días 3 y 4 de septiembre de
2009, Lorenzetti, presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, se
refirió a las políticas de Estado para el Poder Judicial y, en torno al
fortalecimiento institucional, dijo que el Poder Judicial debe mejorar su propia
identidad frente a los otros poderes, ello implica mejorar la integración de los
jueces dentro del poder, la autarquía presupuestaria y la autogestión, así como
la independencia personal e institucional. En relación con la independencia
judicial, sostuvo que cabe distinguir entre la institucional que supone la defensa
del estatuto del juez y de las garantías de intangibilidad, inamovilidad y otras, y
la presupuestaria, respecto de la cual afirma que debe discutirse si es
conveniente la autarquía presupuestaria, y conocer cuál sería el nivel mínimo
del presupuesto judicial y los modos de dialogar con los otros poderes para su
implementación(19).

En la XIX Jornada Científica de la Magistratura realizada en la Facultad


de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, los días 28 al 30 de octubre de
2009, se dedicó un panel al tema de la autarquía del Poder Judicial,
defendiéndose la postura de fortalecimiento institucional de este poder.

También en la Cuarta Conferencia Nacional de Jueces, realizada en


Buenos Aires los días 2 y 3 de septiembre de 2010, se planteó con más vigor
este tema en términos de autonomía presupuestaria. En el discurso de
apertura, dijo Lorenzetti que el planteo de la autonomía presupuestaria no
supone la administración de los recursos sino algo mucho mayor: la
compatibilidad de los presupuestos con las políticas de Estado.

Se impone una interpretación armónica del texto constitucional en lo


referido al Poder Judicial y al Consejo de la Magistratura y, por consiguiente, de
las normas legales reglamentarias que conduzca al reconocimiento de la
autonomía judicial presupuestaria como un elemento ínsito a su propia
naturaleza de poder del Estado.
Esta autonomía presupuestaria del Poder Judicial permitirá la
elaboración de planes estratégicos a corto, mediano y largo plazo, de proyectos
que involucren transformaciones edilicias, tecnológicas, de gestión, entre otras
áreas del quehacer judicial, dejando atrás la realidad imperante donde el Poder
Judicial está confinado a limitarse al pago de haberes como su mayor ejecución
presupuestaria.

En punto a la independencia, la autonomía presupuestaria es clave, ya


que las vinculaciones con los otros poderes y las relaciones de dependencia la
afectan decididamente. Así, si el Poder Ejecutivo goza de apoyo en el
Congreso, el Poder Judicial corre el riesgo de quedar a merced de lo que el
Ejecutivo le quiera asignar; mientras que si el gobierno no cuenta con las
mayorías parlamentarias, en el medio de las negociaciones, el Poder Judicial
también puede sufrir incertidumbres, dependiendo del grado de importancia
que se asigne a la función judicial.

Dadas las atribuciones judiciales de controlar la constitucionalidad de las


leyes y de los actos de las autoridades, como se visualiza claramente en el
caso en análisis, si el Poder Ejecutivo y el Congreso controlan el presupuesto y
el gasto judicial, se ve afectada la independencia institucional del Poder
Judicial.

El camino de una verdadera reforma judicial debe empezar con el


estudio de los medios para hacer efectiva una mejor justicia, más eficaz, rápida
y cercana a la gente; para ello, la autonomía presupuestaria resultará una
herramienta de gran utilidad(20). Dicho estudio debe enmarcarse, sin embargo,
en el contexto de la tradición de nuestra república constitucional y no en el de
principios provenientes de otras tradiciones constitucionales, respetables en sí
mismas, aunque manifiestamente inadecuadas a las realidades efectivas de
nuestro sistema constitucional.

VOCES: PODER JUDICIAL - LEY - PODER LEGISLATIVO - MEDIDAS


CAUTELARES - MEDIDAS PRECAUTORIAS - PROCESO - CÓDIGOS -
CONSTITUCIÓN NACIONAL - AMPARO - DERECHO ADMINISTRATIVO -
ESTADO

* - Nota de Redacción: Sobre el tema ver, además, los siguientes trabajos


publicados en El Derecho: La democratización de la justicia y la potestad
cautelar, por Romina S. Moreno y Jorge A. Rojas, ED, 253-824;
¿"Democratizar" o "efectivizar" la Justicia?, por Guillermo F. Peyrano, ED,
252-873; Saber es poder -Segunda parte-. La democratización de la
justicia. Reflexiones sobre la reforma legislativa en las medidas
cautelares. La mirada en el Poder Judicial, por Iride Isabel María Grillo,
EDCO, diario nº 13.277 del 12-7-13; Las nuevas Cámaras de Casación: un
embudo para dilatar pleitos, por Jorge Horacio Gentile, EDCO, diario nº
13.305 del 22-8-13; La reforma judicial. El caso de las Cámaras Federales
de Casación. "¡Por qué fracasan las naciones!", por Fernando R.
Frávega, TySS, 08/2013-547. Todos los artículos citados pueden
consultarse en www.elderecho.com.ar.

1 - Ábalos, M. Gabriela, El Consejo de la Magistratura y la democratización


de la justicia, en Suplemento de Derecho Constitucional, La Ley, 28-6-13.
Ver también de la autora: El perfil político partidario del Consejo de la
Magistratura y del Jurado de Enjuiciamiento, EDCO, 2009-444; El Poder
Judicial y la autarquía: recepción en el derecho público provincial
argentino, en Horizontes contemporáneos del derecho procesal
constitucional, Liber amicorum Néstor Pedro Sagüés, Gerardo Eto Cruz
(coord.), Lima, Adrus, 2011, t. II, págs. 875/899; La Corte Suprema y a la
autonomía presupuestaria del Poder Judicial, en revista El Reporte
Judicial, Escuela de Capacitación Judicial, Poder Judicial de Chubut,
septiembre 2011, págs. 72/76; y La autonomía presupuestaria del Poder
Judicial. Una herramienta para garantizar la independencia judicial y la
eficaz administración de justicia, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2012.

2 - Gelli, María A., Las inconstitucionalidades de la ley del Consejo de la


Magistratura. Una sentencia crucial, La Ley, 26-6-13.

3 - Cfr. "Rizzo, Jorge Gabriel (apoderado Lista 3 Gente de Derecho)


s/acción de amparo c. Poder Ejecutivo Nacional, ley 26.855, medida
cautela". C.S. R. XLIX (18-6-13), el primer voto es firmado por los jueces
Lorenzetti, Highton de Nolasco, Maqueda y Fayt. Concurrieron en forma
conjunta los ministros Argibay y Petracchi y votó en disidencia el juez
Zaffaroni.

4 - Entre los que se han pronunciado mayormente a favor citamos a Gelli,


María A., Las inconstitucionalidades de la ley..., cit.; Vítolo, Alfredo, Una
bocanada de aire fresco para la República, 10-7-13, JA, 2013-III; Bianchi,
Alberto, Crónica de una inconstitucionalidad manifiesta, La Ley, 27-6-13;
Junyent Bas, Francisco, Vigencia de la República e independencia del
Poder Judicial, La Ley, 18-7-13; Ibarlucía, Emilio, Una lección de derecho
constitucional; Ostropolsky, Daniel, La integración equilibrada del
Consejo de la Magistratura, EDCO, 12-7-13, nº 13.277, entre otros.
Mientras que defienden una posición crítica Ferreyra, Raúl G., Debate
Público, ya!, en Infojus, 29-7-13; Boico, Roberto J., Sólo una prórroga.
Fallo de la CSJN que limitó el voto popular, La Ley, 26-6-13, entre otros.

5 - Cita el célebre caso "Horta c. Harguindeguy", Fallos: 137:47 (1922).

6 - La Corte cita en apoyo lo resuelto en el fallo "Ponce, Carlos c.


Provincia de San Luis" del 24-2-05 (Fallos: 328:175), en el que la Corte
declaró la inconstitucionalidad de una ley provincial, por la cual se
pretendió hacer caducar todos los cargos electivos provinciales y
municipales y habilitar al P.E. provincial a convocar a elecciones para
cubrirlos, vulnerando la autonomía municipal. Ver la nota de Ábalos,
María G., La Corte Suprema, su jurisdicción constitucional frente a la
autonomía municipal y otros temas trascendentes, en Debates de
actualidad, año XX, nº 195, Asociación Argentina de Derecho
Constitucional, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni, mayo-noviembre 2005, págs.
74/83.

7 - Zuleta Puceiro, Enrique, Interpretación de la ley. Casos y materiales


para su estudio, reimp., Buenos Aires, La Ley, 2005, págs. 25/27. Del
mismo autor ver Teoría del derecho. Enfoques y aproximaciones, Buenos
Aires, LexisNexis, 2005.

8 - Zuleta Puceiro, Enrique, Interpretación de la ley..., cit., pág. 27. Este


autor profundiza en torno a las diferencias entre la interpretación legal y
constitucional. Tambien abunda en este criterio R. Dalla Vía, quien
sostiene que la diferencia entre la interpretación legal y la constitucional
no reside solo en las peculiaridades del objeto, sino también en la función
que generalmente se atribuye a los órganos encargados de realizarla. En
el primer supuesto, el juez ordinario ante un caso concreto le cabe una
interpretación correcta, mientras que la misión de la justicia
constitucional no es tanto la de precisar mejor o la de brindar una única
respecta posible, sino la de delimitar el camino dentro del cual la
interpretación política resulta admisible o no arbitraria, Dalla Vía, Alberto
R., Manual de derecho constitucional, Buenos Aires, LexisNexis, 2004,
pág. 599.

9 - Hesse, Konrad, Escritos de derecho constitucional, Madrid, Fundación


Coloquio Jurídico Europeo/Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, 2011, págs. 67-69.

10 - Ver también, entre otros, Gozaíni, Osvaldo A., La justicia


constitucional. Garantías, proceso y tribunal constitucional, Buenos
Aires, Depalma, 1994, pág. 106.

11 - Spota, Alberto, El Consejo de la Magistratura en la Constitución


Nacional, LL, 1995-D-1360, entre otros.

12 - Esta es la opinión vertida por Quiroga Lavié, Humberto - Benedetti,


Miguel Á. - Cenicacelaya, María de las Nieves, Derecho constitucional
argentino, 2ª ed. actualizada por Humberto Quiroga Lavié, Santa Fe,
Rubinzal-Culzoni, 2009, t. II, pág. 1274.

13 - Ver de la autora La interpretación constitucional: ¿importante,


polémica y tramposa?, en Estudio sobre derecho procesal, Buenos Aires,
El Derecho, 2008, pág. 91.

14 - Vigo, Rodolfo L., Intepretación constitucional, 2ª ed., Buenos Aires,


LexisNexis Abeledo-Perrot, 2004, pág. 152. Ver también de Sagüés, Néstor
P., El tercer poder. Notas sobre el perfil político del Poder Judicial,
Buenos Aires, LexisNexis, 2005, pág. 144. Este autor cita el célebre caso
"Naftalin v. King" de la Corte Suprema de Minnesota (Estados Unidos)
que realizó una interpretación previsora de las cláusulas de la
Constitución de dicho Estado con relación a un tributo presuntamente
inconstitucional. Concluyó afirmando que, si bien tal tributo era
inconstitucional, no podía declararlo así por el efecto negativo para la
economía y la sociedad que ello hubiese acarreado, pero aclaró que si al
año siguiente el presupuesto insistía en ese tributo, entonces sí sería
fatalmente reputado inconstitucional por dicha Corte.

15 - Fallos: 303:917. En este fallo se afirma: "Si bien es cierto que la


primera regla en la interpretación es dar pleno efecto a la intención del
legislador, también lo es que uno de los índices más seguros para
verificar la razonabilidad de una norma es su congruencia con el resto del
sistema en que está engarzada y la consideración de sus consecuencias
y que tales reglas tienen como presupuesto una adecuada ponderación
de las circunstancias tomadas en cuenta para sancionar la ley y además
la verificación de los resultados a que su exégesis conduzca en el caso
concreto" (CS, 2-7-81, "Baliarda, José Luis", Fallos: 303:917).

16 - Fallos: 303:863 (CS, 23-6-1981, "Provincia de Corrientes c. Karpp,


Marcos suc. y/u otros").

17 - Fallos: 234:482, "Grisolía, Francisco M.".

18 - Cita la doctrina del fallo "Castro, Antonio c. Prieto, Guillermo R.",


1949, t. 214, pág. 177.

19 - Lorenzetti, Ricardo L., Corte Suprema de Justicia de la Nación.


Conferencia de las Cortes Supremas de las Américas, 1ª ed., Buenos
Aires, 2009, págs. 24 y 29.

20 - Ver, de la autora, La autonomía presupuestaria..., cit.

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