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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN CRISTÓBAL DE

HUAMANGA
Facultad de Ciencias Sociales
Unidad de Investigación e Innovación de la Facultad de Ciencias Sociales
Programa de Ciencias Histórico-Sociales
Área: Historia
Línea de Investigación: Bicentenario de la Independencia y Formación del
Estado

Informe final de investigación:

DE LA INDEPENDENCIA AL LIBERALISMO: EL
CAMPESINADO EN LA REGIÓN DE AYACUCHO Y LA
FORMACIÓN DEL ESTADO REPUBLICANO
(1820-1850)
Docente responsable:

Dr. Nelson Ernesto Pereyra Chávez

AYACUCHO-PERÚ
2021
ÍNDICE

Introducción 3
Marco teórico 5
1. Estado de la cuestión 5
2. Marco teórico y conceptual 8
Materiales y métodos 10
1. Materiales 10
2. Métodos 11
Resultados y discusión 12
1. La región a inicios del siglo XIX 12
2. La rebelión de 1814 13
3. La Expedición Libertadora del Sur 14
4. La independencia y los campesinos de la región 16
5. El liberalismo en la independencia y en la formación del Estado 17
Conclusiones 21
Referencias bibliográficas 22

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INTRODUCCIÓN
El presente documento es el resultado de las labores de investigación que
realicé en el transcurso del año 2021 como integrante de la Unidad de Investigación
e Innovación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de
San Cristóbal de Huamanga. Versa sobre la participación de la población
campesina de la región de Huamanga (actual Ayacucho) en la guerra por la
independencia.
El tema adquiere importancia en las circunstancias actuales de conmemoración
del bicentenario de la independencia peruana y de la batalla de Ayacucho. Además,
se origina en el racismo y la exclusión que los campesinos todavía sufren y que
proviene (en parte) de los estereotipos subsistentes. Dichos estereotipos indican
que no desarrollan ningún tipo de actuación política, o solo se comportan guiados
por su “cultura tradicional”. Con ambas ideas se refuerza la imagen de que los
campesinos son ajenos a la política nacional, porque viven en el interior del país,
lejos de la capital (Lima), de las ciudades modernas y de la sociedad nacional
civilizada y democrática, y se sintetizan relaciones de alteridad, identidad y poder
que en el fondo son resultado de luchas y procesos históricos protagonizados por
los mismos campesinos en continua relación con el Estado. Para combatir dichas
representaciones proyecté la presente investigación, pues el conocimiento del
pasado nos puede ayudar a combatir el racismo y los estereotipos persistentes y a
la valorar la diversidad social configurada históricamente.
El planteamiento del problema tiene que ver con la conocida hipótesis de la
manipulación campesina en la guerra de la independencia por actores sociales
externos a la comunidad (criollos, militares extranjeros como San Martín o Bolívar),
o de su apatía frente a la formación del Estado peruano (Bonilla & Spalding, 1981;
Husson, 1992; Demélas, 2003). No obstante, la figura cambia si vinculamos el
protagonismo campesino con dos vectores relacionados con el proceso de la
emancipación peruana: guerra y liberalismo, que constituyen las dos caras de la
misma moneda, tal como refirió la historiadora Nuria Sala (2011, p. 725). En tal
sentido, se plantearon las siguientes preguntas norteadoras, orientadoras y de
investigación: ¿cuál es la relación entre campesinado, guerra y liberalismo en la
independencia y formación del Estado republicano? ¿Cómo participaron los
campesinos de la región de Ayacucho en la guerra de la independencia y en la
formación del Estado republicano? ¿Cuáles fueron los intereses y expectativas que
los campesinos plantearon o defendieron en la guerra de la independencia y en la
formación del Estado republicano? ¿Cuáles fueron las ideas políticas que
enarbolaron?
Para orientar adecuadamente la investigación se plantearon objetivos. Fue
nuestro objetivo general analizar la participación política de los campesinos de la
región de Ayacucho en el proceso de la independencia y de formación del Estado
republicano. Fueron nuestros objetivos específicos examinar la independencia en
Ayacucho a partir de las variables de guerra y liberalismo; analizar la influencia del
discurso liberal en la participación campesina en la independencia y en la formación
del Estado republicano.
El trabajo de campo para la presente investigación se desarrolló entre enero y
octubre del 2021 y consistió en la ubicación, revisión y registro de fuentes
documentales provenientes del período 1820-1850 y guardadas en el Archivo
Regional de Ayacucho (ARAy), el Archivo de la Dirección Regional Agraria de
Ayacucho (ADRAy) y la biblioteca del Convento de San Francisco de Asís. El
trabajo en dichos repositorios se realizó cumpliendo con todos los protocolos y con
las medidas de seguridad adoptadas para contrarrestar los efectos de la pandemia
de la Covid-19. Al mismo tiempo, en Internet se consultaron los volúmenes de la

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Colección Documental de la Independencia del Perú (en adelante CDIP), una
importante base de datos que alberga documentos inéditos de la emancipación que
se halla en el portal de la Biblioteca Nacional del Perú o en motores de búsqueda
como el de la Fundación Neogranadina. Con estas fuentes pudimos reconstruir la
participación de los campesinos de Ayacucho en la emancipación y rastrear sus
motivaciones políticas.
Tal como disponen las normas internas de nuestra universidad, el presente
Informe Final de Investigación está dividido en cuatro secciones. La primera sección
plasma el estado del arte o estado de la cuestión sobre la independencia,
resaltando el famoso debate sobre la “independencia concedida”, que introduce una
representación teórica sobre participación de los campesinos en la emancipación, y
la literatura producida por la historiografía regional sobre el tema. El segundo
apartado presenta la información empírica recopilada en el transcurso del trabajo de
campo y los métodos usados para su organización e interpretación. El tercer
capítulo es el más reflexivo, ya que tiene que ver con los resultados y discusión de
la presente investigación. Finalmente, la última sección presenta en forma sucinta
las conclusiones de la indagación.
La presente investigación ha producido dos artículos científicos. El primero es
un avance de la indagación que fue publicado en julio del 2021, en una edición
especial de la revista electrónica Argumentos del Instituto de Estudios Peruanos por
el bicentenario de la independencia, bajo el título de “Entre la guerra y el
liberalismo: aproximaciones a la independencia en Huamanga (1814-1824)”. El otro
artículo científico, más extenso, se titula “Estado republicano, liberalismo y sociedad
rural en Ayacucho (Perú) en el siglo XIX” y será publicado al finalizar el primer
semestre del presente año en el libro Independencias, Repúblicas y espacios
regionales: América Latina en el siglo XIX (compilación de Luis Eduardo Castro y
Antonio Escobar Ohmstede) bajo el sello de Iberoamericana Vervuert Editorial. En
tal sentido, se adjunta como anexo la autorización dada por el suscrito para su
publicación.
Dejamos en consideración de la Unidad de Investigación e Innovación de la
Facultad de Ciencias Sociales y de la Oficina General de Investigación e Innovación
de la universidad el presente documento.

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MARCO TEÓRICO
1. Estado de la cuestión
La independencia es un tema recurrente en la historiografía peruana. Existen
numerosos trabajos sobre el acontecimiento, puesto que se le asigna el valor
simbólico de parteaguas de la experiencia histórica contemporánea, pese a que aún
se discute sobre las transformaciones de la emancipación en la estructura
económica y social del país. No obstante, la mayoría de textos que estudian el
acontecimiento ponen la atención en los aspectos políticos, en los debates
ideológicos, en las campañas militares o en la participación de algunos grupos
sociales como el de los criollos. Pocos son los trabajos que versan sobre la
independencia en las regiones del interior del país, o sobre la participación de
actores sociales locales como mestizos o campesinos.
Los primeros trabajos sobre la independencia provienen del siglo XIX, en tanto
el acontecimiento quedaba asociado a la constitución del Estado peruano
republicano. Es conocido el texto de Mariano Felipe Paz Soldán, Historia del Perú
Independiente, publicado en 1868, que instaura una suerte de visión canónica de la
emancipación, relacionada con la etapa sanmartiniana (1820-1822) y la presencia
del líder de la Expedición Libertadora del Sur, José de San Martín, en territorio
peruano. Para Paz Soldán San Martín ganó la independencia y Bolívar la confirmó
posteriormente. Las rebeliones e insurrecciones previas, como las de Tacna (1811,
1813), Huánuco (1812) y Cusco (1814) protagonizadas por criollos, mestizos e
indígenas de los pueblos del interior del virreinato quedan simplemente silenciadas
o reducidas a movimientos fracasados en el gran relato de Paz Soldán. Y aunque el
autor fue cuestionado por intelectuales de la época como el peruano Francisco
Javier Mariátegui o el chileno Benjamín Vicuña Mackenna, su representación tendió
a convertirse en hegemónica con el paso de los años. Hoy en día es la versión de
Paz Soldán la que se repite en los colegios y la que se conmemora en la fecha
emblemática anual del 28 de julio (Méndez, 2021).
En el siglo XX, la versión sanmartiniana de la independencia se vio enriquecida
por el trabajo de los historiadores que formaron la Comisión Nacional del
Sesquicentenario de la Independencia del Perú, creada en 1969 por el gobierno de
Juan Velasco Alvarado para conmemorar los 150 años de la emancipación. Entre
estos historiadores sobresale José Agustín de la Puente Candamo, Félix Denegri
Luna y Ella Dumbar Temple, quienes sostuvieron que la Expedición Libertadora del
Sur fue precedida por un conjunto de acciones e ideas desplegadas por los propios
peruanos de forma colectiva y solidaria con el propósito de conseguir su
emancipación de España. Para la comisión, criollos, mestizos, indígenas y esclavos
formaban a inicios del siglo XIX una comunidad nacional grande y cohesionada que
consiguió la independencia a nombre de los peruanos. “Para estos historiadores, la
‘participación popular’ se expresó en la formación de guerrillas y montoneros, el
enrolamiento de miles de pobladores en el ejército libertador, el apoyo logístico a
los soldados patrióticos y el entusiasmo general que mostraron hacia la causa de la
independencia. El pueblo peruano se comportó de manera heroica y esto se
explica, a su vez, por su amor a la patria” (Aguirre, 2018, p. 54).
Con la intención de cuestionar este tipo de apreciaciones, los historiadores
Heraclio Bonilla y Karen Spalding publicaron en 1972 un polémico ensayo con el
que sostenían que la independencia fue “concedida” por los ejércitos extranjeros de
San Martín y Bolívar debido a las brechas sociales existentes, a la atomización de
las clases sociales y ante la ausencia de liderazgo. Agregan que, en medio de la
fragmentación social, los campesinos no fueron actores importantes en la lucha por
la emancipación porque eran discriminados por criollos y mestizos. Si llegaron a
participar en la guerra fue porque fueron movilizados por los libertadores o por los

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españoles contra su voluntad y usados como “carne de cañón” (Bonilla & Spalding,
1981).
Las ideas de Bonilla y Spalding, agriamente criticadas por la Comisión Nacional
del Sesquicentenario de la Independencia del Perú y posteriormente discutidas por
historiadores como Alberto Flores Galindo, Scarlett O’Phelan, Cecilia Méndez o
Gustavo Montoya, fueron continuadas por los académicos franceses Patrick
Husson y Marie-Danielle Demélas. El primero, al estudiar las sublevaciones
campesinas de Huanta de 1827 y 1896, sostiene que ambas fueron causadas por la
crisis económica desatada tras la guerra de la independencia. En el movimiento de
1827, los campesinos fueron manipulados por un “líder carismático” llamado José
Antonio Guachaca por hallarse alienados al sistema colonial. Posteriormente, en
1896 se volvieron a sublevar como “reacción emotiva” a la incertidumbre que
generaba el nuevo gobierno del caudillo Nicolás de Piérola. Al conectar ambas
sublevaciones, Husson sostiene que en el ínterin los campesinos elaboraron una
conciencia política al pasar de la manipulación a las alianzas con otros grupos
sociales (como los hacendados o propietarios de tierras en Huanta) con el propósito
de resguardar sus intereses y autonomía (Husson, 1992). Por su parte, Demélas
señala que la independencia configuró en el Perú un liberalismo a medias que
combinaba la democracia con corporaciones, instituciones y prácticas políticas del
antiguo régimen. El tal sistema, los campesinos fueron confinados al ámbito de sus
comunidades rurales, a merced del poder de los hacendados y el liberalismo intentó
destruir dichas comunidades mediante la supresión de la propiedad colectiva de la
tierra (Demélas, 2003).
Recientes trabajos han resaltado el protagonismo político de los sectores
campesinos en la independencia y durante la iniciación de la república y los
enfrentamientos que tuvieron con patriotas y realistas. Por ejemplo, Cecilia Méndez
señala que los campesinos altoandinos de Huanta (los “iquichanos”) se rebelaron
contra la joven República en 1827, en una coyuntura de contracción comercial, para
defender los privilegios y derechos que habían conseguido durante el reinado de los
Borbones. Para sostener el movimiento, elaboraron una ideología promonárquica
con un fuerte contenido liberal, que asociaba la estabilidad con la imagen del Rey y
que demandaba la eliminación del diezmo y el trabajo impago de los indígenas.
Luego del levantamiento, los rebeldes instalaron en la puna de Huanta el “gobierno
de Uchuraccay” que se dedicó a reunir el diezmo y ejercer justicia; de este modo,
participaron en la formación del Estado republicano con una “República Plebeya” en
la que el poder era ejercido por un grupo campesino que desarrollaba sus
actividades económicas y a la vez participaba en las guerras caudillistas (Méndez
2014). José Luis Igue analiza la participación de los campesinos de Pampa
Cangallo (los “morochucos”) en la guerra por la independencia, quienes apoyaron a
las fuerzas patriotas motivados por las promesas de abolición del tributo indígena y
por la estrategia adoptada por la Expedición Libertadora del Sur, llegando incluso a
controlar el gobierno de pequeños pueblos de la zona o de lugares más distantes
como Cocharcas o Puquio. No obstante, cuando les tocó enfrentar la dura represión
del ejército realista, reaparecieron las disputas al interior del grupo guerrillero,
“quizá por la presencia de indígenas que fueron asumiendo una posición desafiante
de liderazgo frente a los estancieros ‘españoles’ afincados en la región” (Igue, 2008,
p. 80). Estos rebeldes fueron llamados como morochucos por los españoles en
1820, configurándose en medio de la guerra una identidad poscolonial que fue
aceptada por los mismos campesinos. Por su lado, Charles Walker, al estudiar la
relación entre el caudillo militar Agustín Gamarra y los campesinos del Cusco,
postula que estos usaron las prácticas políticas y el discurso de la naciente
república peruana para salvaguardar sus intereses; por ello, decidieron no
comprometerse con las luchas caudillistas del siglo XIX, producir para el
autoconsumo y el intercambio mercantil y mantener su autonomía política (Walker,

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1999). Finalmente, Mark Thurner indica que los campesinos del departamento de
Ancash constituyeron luego de la independencia sus propias comunidades y su
propia noción de ciudadanía amparados en el pago de la contribución indígena.
Pero, con la supresión del tributo en 1854, dicha práctica ciudadana entró en crisis,
provocando el estallido de conflictos entre Estado y campesinos, que recrudecieron
después de la guerra con Chile, cuando las autoridades reimpusieron la
contribución (Thurner, 2006).
Para el caso de Ayacucho, en el siglo XIX algunos escritores resaltaron en sus
textos acontecimientos o personajes de la región relacionados con la
independencia. Así, autores como Gervasio Álvarez o Dionisio Miranda publicaron
los primeros datos sobre la heroína María Parado de Bellido. Pero, en la primera
mitad del siglo XX la intelligentsia regional elaboró una narrativa más detallada y
regionalista en torno a la independencia, en una circunstancia tan especial como el
centenario de la batalla de Ayacucho y sin necesariamente repetir el tropo
establecido por Paz Soldán en su Historia del Perú Independiente. Así, en las
obras de Fidel Olivas Escudero, Manuel Jesús Pozo y Pío Max Medina aparecen
procesos (como la rebelión de 1814 o la campaña de Arenales de 1820),
acontecimientos (como las batallas de Matará, Secchapampa o Ayacucho) y hasta
personajes (como Ventura Ccalamaqui o María Parado de Bellido) asociados a la
independencia y a las fuerzas patriotas que en ella lucharon. Estas versiones, que
fueron socializadas mediante periódicos, conferencias y veladas literarias y
reproducidas en narrativas posteriores, han ejercido un inmenso poder en el
imaginario de los habitantes de la región, al establecer una representación cuasi
común de la independencia ajustada por la desigual dialéctica de menciones y
silencios. (Trouillot, 2017, p. 44). Por ejemplo, en una revista publicada por un
colectivo de ciudadanos ayacuchanos interesados en recordar y celebrar el
bicentenario de la batalla de Ayacucho, aparece la descripción de la campaña de
Arenales de 1821, del encuentro del 9 de diciembre de 1824 y de las guerrillas de
los pobladores de Pampa Cangallo, con datos biográficos de Basilio Auqui.
Luego, en la segunda mitad del siglo XX, esta representación fue enriquecida
con las investigaciones de historiadores influenciados por el materialismo histórico y
adscritos a la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. Es el caso del
trabajo del historiador Lorenzo Huertas Vallejos, quien analiza la estructura
económica tardo-colonial de la región para explicar la independencia. No obstante,
deja de lado la teoría y retoma la idea de la crisis económica causada por las
reformas borbónicas, que canceló cualquier intentó de desarrollo manufacturero o
de acumulación de capital. Agrega que el reducido excedente de mineros, obrajeros
y comerciantes fue transferido al sector agrario con la consiguiente consolidación
de las haciendas y del sistema latifundista. En medio del proceso, los campesinos
protagonizaron movimientos sociales, apoyaron los levantamientos de Juan Santos
Atahualpa y Túpac Amaru y se convirtieron en bandoleros para recuperar sus
tierras, suprimir los tributos y vengarse de los nuevos hacendados. Pero, a partir de
1812 la feudalización de la economía regional llegó a un punto de quiebre, cuando
los criollos asumieron el liderazgo de la emancipación y establecieron una alianza
con los campesinos para apoyar a los rebeldes provenientes del Cusco. Para el
autor, dicho pacto fue posible sólo porque los campesinos fueron conscientes de su
situación de dominación.
En este punto, resulta paradójico que el autor plantee –a partir del materialismo
histórico– la tesis de la unión de las clases sociales al momento de la
independencia, cuando al mismo tiempo historiadores como Heraclio Bonilla y
Karen Spalding planteaban desde el mismo marxismo la inexistencia de dicha
unidad social y una independencia concedida, como mencionamos anteriormente.
Sin embargo, la explicación de la alianza de las clases sociales se disloca cuando

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en el último capítulo de su trabajo Huertas intenta explicar la rebelión de los
“iquichanos” de 1827. Para interpretar la actitud promonárquica de los campesinos
de Huanta, el citado autor menciona que fueron coaccionados por hacendados que
intentaban defender “sus intereses feudales” en medio de la aparición de las
fuerzas reaccionarias en Europa a través de la Santa Alianza (Huertas, 1972, p.
84).
A partir de 1990, con la debacle del materialismo histórico y el tardío auge de la
nueva historia francesa, los historiadores ayacuchanos empezaron a estudiar otros
aspectos de la independencia en la región, como el papel de la élite o la cultura
política de los sectores populares. Claudio Rojas investiga la conducta política del
grupo de poder de la ciudad de Huamanga y encuentra que en 1820 dicho grupo
fue partidario del sistema colonial, puesto que sus integrantes intentaron preservar
sus intereses mercantiles. Tras la llegada de Bolívar, quien amenazó con el
embargo de bienes, decidieron emigrar al Cusco para buscar amparo en el cuartel
de los españoles (Rojas, 1995). Mauro Vega estudia los acomodos y conveniencias
políticas de los criollos de Ayacucho para retener el poder local y beneficiarse de la
renta de la contribución indígena. Refiere que a inicios de la República pactaron con
los caudillos, militares y mestizos a fin de copar las instituciones encargadas de
recaudar la contribución y colocar a estos últimos en la estructura de poder rural, en
posición más cercana a los campesinos. De este modo, se apoderaron del
excedente tributario, logrando recuperarse de la crisis económica a la que les llevó
la guerra de la independencia y emergiendo como grupo de poder social y
económico. A la par, abrazaron la ideología liberal, al demandar el libre comercio, la
desamortización de las tierras de las comunidades y de “manos muertas” y la
eliminación del tributo indígena. (Vega, 1992, pp. 22-79).1 No obstante, dicho grupo
de poder no fue consistente, porque en su interior aparecieron disputas vinculadas
con los conflictos entre caudillos. Así, hacia mediados de siglo el grupo se
fragmento en minúsculas facciones que se aliaron con los caudillos de turno que
estaban en pugna: Castilla, Vivanco y Echenique. Nelson Pereyra, al estudiar la
participación de los campesinos en la sublevación de 1814, distingue dos
reacciones distintas geográficamente localizadas: apoyo a los realistas en Huanta y
respaldo a los insurgentes en Huamanga y Cangallo, que forman parte de una
decisión campesina tomada en la coyuntura revolucionaria y relacionada con las
transformaciones que la estructura rural sufrió desde las reformas borbónicas y
especialmente en el período del interregno liberal (Pereyra, 2016). Finalmente,
David Quichua señala que las causas de la independencia en la región deben de
ubicarse en las reformas borbónicas que modificaron los privilegios, la autonomía
de los fueros, las prácticas corruptas y el equilibrio social y provocaron los primeros
levantamientos separatistas. Para el citado autor, la independencia en Huamanga
fue un hecho concebido, conseguido y concedido: “concebido como un rechazo a
las reformas borbónicas; conseguido por una lucha iniciada en 1795 y finalizada en
1824 con la participación de todos los sectores sociales; y concedido por el apoyo
de las corrientes libertadoras en la última etapa de la guerra civil” (Quichua, 2019,
p. 182).
2. Marco teórico y conceptual
Como mencionamos anteriormente, la presente investigación propuso que los
campesinos actuaron políticamente en la guerra de la independencia y participaron
del proceso de formación del Estado peruano enarbolando ideas liberales. Para
sostener teóricamente tal propuesta, se recurrió a las teorías de Charles Tilly y
Antonio Annino.

1
Se denomina como tierras de “manos muertas” a los predios de la iglesia católica e
instituciones piadosas, de caridad y asistenciales, cuya transmisión y enajenación estaban
prohibidas por el derecho canónico y la voluntad de sus fundadores.

8
Tilly, quien concibe al Estado como consecuencia de la guerra. El citado autor
define al Estado como una organización con poder coercitivo, que tiene una clara
prioridad sobre cualquier otra organización dentro de un territorio de dimensiones
considerables. En sus orígenes, dicha organización combinó coerción con capital,
de tal forma que los personajes que controlaron los medios de violencia
necesitaban conquistar y guerrear para controlar población y recursos. Ya que los
esfuerzos bélicos de los gobernantes generaron rivalidades y amenazas externas,
la población y los recursos controlados necesitaron de protección permanente, de
tal forma que el Estado configuró una estructura organizativa que le permitió
matizar su coerción, llegar a los ámbitos rurales, concentrar las actividades
productivas y comerciales, incrementar su superioridad bélica. Por lo tanto, según
Tilly la guerra fue el motor en la formación y transformación del Estado, pues le
permitió administrar tierras, recursos y gentes, extraer excedentes para las
acciones bélicas y organizar una infraestructura de tributación, abastecimiento y
administración (Tilly, 1990, pp. 19-69).
Esta teoría ha sido usada por Cecilia Méndez para estudiar la relación entre el
Estado republicano y el campesinado en el contexto de las guerras caudillistas.
Propone la citada autora que en el siglo XIX los campesinos no sólo defendían al
Estado, “sino que se constituían en Estado al asumir el ejercicio de la violencia que
les delegaban los jefes militares en nombre del Estado” (Méndez, 2013, p. 386. El
resaltado es de la autora). Pero, al mismo tiempo, los campesinos ejercían
funciones administrativas del Estado, tal como sucedió con el gobierno de
Uchuraccay, en las alturas de Huanta. En tal sentido, en el contexto de formación
de guerrillas durante la guerra de la independencia, los campesinos apoyaban al
ejército de varias formas y al mismo tiempo ejercían funciones de gobierno:
“Aunque es común asociar a la guerra con el caos y la anarquía, los oficiales
del ejército descansaron abrumadoramente en una población civil
organizada […] Las autoridades locales, además de cumplir un rol central en
la formación de guerrillas, eran un nexo esencial en la logística del ejército y
su avituallamiento. Soldados que llegaban a acampar, de lugares lejanos,
por cientos y a veces miles, necesitaban lugares para dormir, provisiones y
comida; sus caballos querían agua y forraje. Si no hubiera sido por una
población organizada, ello no podría haberse obtenido. Estos patrones se
replicarían después de la independencia” (Méndez, 2013, p. 392).
No obstante, la guerra y el gobierno campesino como consecuencia de la
guerra constituyen el anverso de una misma moneda, cuyo reverso está formado
por el liberalismo, pues como bien se pregunta Nuria Sala, acaso la liquidación del
liberalismo en 1814 y 1823 aceleró la independencia del Perú (Sala, 2011, pp. 724-
725; 2012). El liberalismo de la época de las Cortes de Cádiz y de la Constitución
gaditana defendía la libertad como una cualidad fundamental del derecho natural y
consideraba que de ella se desprendían otros derechos, como el de la propiedad, la
protección individual y la libertad de imprenta (Trazegnies, 1987, p. 113). Al
establecer las elecciones indirectas para la diputación provincial y los cabildos
constitucionales, generó lo que el historiador Antonio Annino llama “la ruralización
de la política”; es decir, la transferencia de recursos y poderes del gobierno virreinal
a las provincias y zonas rurales, puesto que estas tuvieron que mover recursos y
hombres para la guerra. Incluso, las autoridades comunales se convirtieron en jefes
militares y de guerrillas. Asimismo, con la Constitución de 1812 el mundo rural se
llenó de Cabildos y los alcaldes asumieron las funciones judiciales dando cuenta de
sus actos a la comunidad (Annino, 2014).

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MATERIALES Y MÉTODOS
1. Materiales
En el trabajo de campo se han revisado y registrado los siguientes documentos
del Archivo Regional de Ayacucho:
 Las causas criminales y civiles de las secciones de Intendencia y Juzgado
de Primera Instancia
 Los informes de intendentes, jefes políticos y primeros prefectos de la
región.
Asimismo, se han revisado las siguientes fuentes del Archivo de la Dirección
Regional Agraria de Ayacucho:
 Los expedientes de reconocimiento de comunidades campesinas de la zona
altoandina de Huanta (Rodeopampa, Uchuraccay, Ccano, Carhuahurán,
Iquicha), que guardan antiguos documentos de fines del siglo XVIII e inicios
del siglo XIX.
Además, se han revisado y registrado las fuentes de la CDIP:
 Los documentos relacionados con las guerrillas, las montoneras y la
participación de los sectores populares en la independencia, que se
encuentran en el tomo V de la CDIP, volúmenes 1°, 2°, 4° y 5°.
 Los documentos relacionados con la Expedición Libertadora del Sur, que se
hallan en el tomo VIII de la CDIP, volumen 3°.
 Los documentos elaborados durante el gobierno de Bolívar y relacionados a
las campañas de Junín y Ayacucho, que se hallan en el tomo XIV de la
CDIP, volumen 3°.
 La documentación oficial elaborada por el gobierno de los virreyes Pezuela y
La Serna en Lima y Cusco respectivamente, que se halla en el tomo XXII de
la CDIP, volumen 3°.
 Las memorias, diarios y crónicas de la época recopiladas en el tomo XXVI
de la CDIP, volúmenes 1°, 2° y 3°
Igualmente, se han revisado las siguientes memorias de los militares patriotas y
realistas protagonistas de la guerra de la independencia:
 Las memorias del coronel argentino José Segundo Roca Tejerina, quien
participó de la primera campaña del general Álvarez de Arenales a la sierra
central del Perú en 1820. Su obra, que lleva el título de “Relación histórica
de la primera campaña del general Arenales a la sierra del Perú en 1820”
fue publicada en la Revista de Buenos Aires en 1866, poco después de su
muerte (Roca, 1866).
 Las memorias del coronel santafesino José María Aguirre, quien estuvo en
la campaña bolivariana y tras su finalización publicó en Buenos Aires su
Compendio de las campañas del Ejército de los Andes.
 Las memorias del coronel colombiano Manuel Antonio López, quien también
estuvo en la campaña bolivariana y participó en la batalla de Ayacucho
(López, 1971).
 Las memorias del general británico Guillermo Miller, quien participó de la
guerra de la independencia de 1817 a 1825, primero como edecán de San
Martín y luego como oficial al mando de la caballería patriota del ejército
libertador de Bolívar. Las memorias fueron escritas por su hermano John,
10
con copiosos datos proporcionados por el mismo Guillermo Miller y han sido
recientemente publicadas por el Proyecto Bicentenario de la Independencia
del Perú (Miller, 2021).
 Las memorias del oficial realista Gerónimo Valdés, quien desde 1827
escribió en España una refutación que fue publicada en Madrid en 1894, con
la que objeta las críticas lanzadas por el capitán José Sepúlveda por su
actuación en el transcurso de la guerra (Valdés, 1971).
 Las memorias del general español Andrés García Camba, quien escribió
una Historia de la guerra de la independencia en Hispanoamérica, desde las
juntas de gobierno hasta la batalla de Ayacucho a partir de sus recuerdos
(García, 1916).

2. Métodos
La investigación fue de tipo básico y cualitativa, con un enfoque diacrónico; su
“unidad de análisis” o sujetos fue la población campesina que participa en la
independencia y en la formación del Estado republicano. Fueron tres las categorías
que se tomaron en cuenta: población campesina, guerra de la independencia y
liberalismo político. El corte temporal comprende el período 1820-1850, limitado por
la guerra de la independencia y la consolidación del Estado peruano durante el
gobierno de Ramón Castilla, a mediados del siglo XIX.
Cabe precisar que para el análisis de las fuentes documentales se determinaron
ciertos elementos de comunicación existentes dentro y fuera de ellas (como la
reconstrucción del contexto de producción de la fuente, el emisor, receptor y
traductor, los actores y su relación con los objetos en el texto) para luego rescatar el
discurso de los campesinos. Dichos testimonios fueron conjugados con el análisis
social con el propósito de lograr la comprensión o interpretación del sentido que los
mismos campesinos le proporcionaron a sus acciones en el transcurso del proceso
estudiado.

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RESULTADOS Y DISCUSIÓN
1. La región a inicios del siglo XIX
Al iniciarse el siglo XIX la intendencia de Huamanga estaba dividida en siete
partidos (Anco, Huanta, Huamanga, Vilcashuamán, Lucanas, Parinacochas y
Andahuaylas) y tenía una población de 109.185 habitantes, siendo los indígenas el
grupo mayoritario. Españoles y criollos conformaban el grupo de poder de la
sociedad regional. La mayoría de ellos residía en la ciudad de Huamanga, la
cabeza de la intendencia, viviendo de las rentas de sus haciendas o dedicándose al
comercio. En el grupo estaban dos importantes aristócratas: Gaspar Carrillo de
Albornoz, marqués de Feria y Valdelirios, y José Manuel de la Riva y Donestebe,
marqués de Mozobamba del Pozo, además de hacendados criollos como Pedro
José Palomino y comerciantes peninsulares como Pedro Zorraquín o Nicolás de
Olano.
Los mestizos también eran propietarios de pequeños predios, aunque la
mayoría de ellos se dedicaba a oficios como el arrieraje, la molienda o panificación
o las manufacturas. Un importante grupo de mestizos residía en los barrios de la
ciudad de Huamanga (San Juan Bautista, Santa Ana, Carmen Alto) elaborando
diferentes bienes artesanales. Por su parte, los indígenas se concentraban en
provincias como Huanta (26%), Andahuaylas (23%), Lucanas (20%) y Parinacochas
(15%), ubicadas en los extremos de la región. Junto con algunos mestizos
formaban los “comunes de indios”, posesionando tierras colectivas reconocidas por
la administración colonial o usufructuando tierras realengas concedidas mediante
venta o gracia real.
En la región se producían bienes que circulaban en un mercado regional. Por
ejemplo, los tejidos burdos o “ropa de la tierra” eran elaborados en obrajes ubicados
en el partido de Vilcashuamán (Chincheros, Ccaccamarca y Pomacocha) para el
consumo de población mestiza e indígena. Aguardiente y azúcar eran producidos
en haciendas como Ninabamba (San Miguel), La Colpa (Huamanga) y Pomanccay
(Huanta), mientras que la producción ganadera estaba a cargo de numerosos
predios y hatos ubicados en la parte alta de la cuenca del río Pampas. La coca se
cultivaba en las tierras bajas de Huanta, Anco y Chungui mientras que la variedad
de artesanías (textiles, baúles, sillas de montar, cenefas de cera, imágenes
religiosas) se confeccionaba en talleres ubicados, por ejemplo, en los barrios de la
ciudad de Huamanga.
Todos estos productos pasaban por el mercado regional a través de circuitos
mercantiles en los que participaban comerciantes y arrieros. Estos recorrían las
antiguas rutas prehispánicas, reutilizadas en tiempos coloniales, con sus recuas de
mulas trasladando e intercambiando bienes, dinero e información y contactando a
diferentes actores sociales.
Si en los siglos XVI y XVII fueron la mina de Huancavelica y la ciudad de
Huamanga los principales centros de demanda de los bienes descritos
anteriormente, la situación varió en la segunda mitad del siglo XVIII debido a la
disminución de la producción minera de Huancavelica, a la legalización de los
repartos mercantiles y a las reformas borbónicas. Tras la contracción minera, la
ciudad de Huamanga y otras zonas como la sierra central y la costa central se
convirtieron en las principales demandantes de aguardiente, ganado, coca y
artesanías, mientras que los obrajes agonizaron porque no pudieron competir con
los tejidos introducidos por los repartos mercantiles. Este sistema, legalizado por la
Corona en 1751 y que imponía el consumo entre los sectores indígenas, ocasionó
una mayor importación de manufacturas que ensombreció la producción regional. Y
las reformas borbónicas, aplicadas en la región desde fines del siglo XVIII por los
intendentes José Menéndez Encalada y Demetrio O’Higgins, aumentaron

12
imposiciones como la alcabala y la contribución indígena, impusieron otras como el
chepín (impuesto a la venta de carne) y exigieron obligaciones como la mita o las
deudas de indígenas. Contracción económica, repartos y reformas ocasionaron
malestar entre los pobladores de la región.
Pese a la situación, actividades como la producción textil y el comercio de coca
continuaron floreciendo, alentadas por la existencia de demanda en espacios como
Lima, Cerro de Pasco o Copiapó (en Chile). Según Jaime Urrutia, entre 1794 y
1810 se comercializaron en estos mercados más de 720.000 varas de tejidos.
Asimismo, Nuria Sala refiere que entre 1785 y 1789 se produjeron más de 64.000
@ de coca en Huanta y Anco, destinadas a Huancavelica, a la ciudad de
Huamanga, a las haciendas y a las ferias rurales (Urrutia, 1994: 22-26; Sala, 2001:
28). Sin embargo, el descenso de la explotación argentífera en Cerro de Pasco, la
interrupción de los circuitos mercantiles por la guerra de la independencia y la
importación de tejidos de Gran Bretaña ocasionaron a la larga la contracción de
esta importante producción.
De igual modo, el comercio de ganado con la costa central se vio afectado por
el quiebre de los circuitos mercantiles y las imposiciones fiscales de las reformas
borbónicas. Tan es así que, en Pampa Cangallo, zona ganadera ubicada al norte
del partido de Vilcashuamán, la crisis golpeó con fuerza y ocasionó una movilidad
social descendente. Los estancieros españoles instalados en la zona, que
compartían la cultura andina, fueron considerados como indígenas al haberse
empobrecido por la crisis. En medio de la guerra por la independencia, estos
campesinos de Pampa Cangallo fueron llamados “morochucos” por los españoles
porque formaron guerrillas para apoyar al ejército libertador (Igue, 2008).
En suma, contracción económica, repartos y reformas borbónicas ocasionaron
la participación de los campesinos de la intendencia de Huamanga en la guerra de
la independencia, a favor de uno u otro bando. Sin embargo, no son los únicos
factores, puesto que aparecieron otras variables como el liberalismo, como veremos
a continuación.
2. La rebelión de 1814
Además de impuestos y obligaciones, las reformas borbónicas introdujeron
nuevos funcionarios como los intendentes que gobernaban en representación del
rey de España. Por su origen peninsular y por aplicar las reformas, estos
funcionarios fueron duramente cuestionados por la sociedad regional. La crítica
devino en enfrentamiento cuando llegaron a Huamanga las noticias de la formación
de juntas de gobierno, de las Cortes de Cádiz y de la insurrección de Huánuco. En
1812 ocurrió en la ciudad un intento de sedición en contra del intendente Francisco
de Paula Pruna que no cuajó en un movimiento mayor, pero fue el preludio de una
inminente guerra.
En 1814 estalló la famosa rebelión del Cusco, liderada por los hermanos Angulo
y el curaca Pumacahua. Los rebeldes enviaron una expedición militar hacia
Huamanga, al mando del santafesino Hurtado de Mendoza, de Gabriel Béjar y
Mariano Angulo. La llegada de la expedición provocó una asonada popular en la
ciudad de Huamanga, protagonizada principalmente por mujeres, quienes alentaron
a la masa para asaltar la casa del intendente Pruna (quien en los días previos había
abandonado la ciudad), evitar el enrolamiento de milicianos, atacar el cuartel de
Santa Catalina y victimar a algunos españoles como Vicente de la Moya y Cosme
Echevarría. Una mujer de origen humilde obtuvo protagonismo en el motín al poner
el pecho ante la artillería realista. Fue reconocida por su sobrenombre de Ventura
Ccalamaqui. El historiador Luis Miguel Glave cree haberla identificado: se trataría
de Buenaventura Barrientos, criada o allegada del sacerdote de Huamanguilla
Manuel Castillo (Glave, 2013).

13
Tras ocupar la ciudad, las fuerzas rebeldes se dirigieron hacia el norte de la
intendencia para enfrentar a las tropas realistas de Vicente González, siendo
derrotadas en las batallas de Huamanguilla y Huanta entre el 26 de septiembre y el
2 de octubre de 1814. Luego de replegarse hacia el sureste, fueron finalmente
vencidas en el encuentro de Matará del 5 de febrero de 1814. Y aunque unos
cuantos siguieron resistiendo y hasta intentaron tomar la ciudad de Huamanga, la
fuerza expedicionaria terminó diseminada debido a las fuertes contradicciones
existentes en el grupo y al desánimo que causó la noticia de la derrota de
Pumacahua en Umachiri.
Derrotada la expedición, los españoles castigaron con dureza a todos aquellos
que colaboraron con los insurgentes. Por ejemplo, en Huanta los bienes del criollo
Mariano Ruiz, quien se enroló en las tropas de Hurtado de Mendoza, fueron
confiscadas y rematadas, mientras que Ongoy (Andahuaylas) el mestizo Pedro
José Landeo fue detenido y procesado cuando intentaba huir hacia Caravelí.
La presencia de los rebeldes del Cusco en la intendencia ocasionó dos marcas
posiciones especialmente entre la población campesina. Por un lado, los
campesinos de Cangallo y Pampa Cangallo formaron partidas de guerrillas para
apoyar a los insurgentes; estos además contaron con la adhesión de los habitantes
de San Miguel, Tambo, Chiara, Socos, Vinchos, Acos Vinchos, Tambillo y Pischa.
Por otro lado, los realistas fueron apoyados por los campesinos de Huanta,
Luricocha, Huamanguilla, Quinua, Tambillo y Ñeque, quienes se encargaron de la
contraofensiva y la represión. La misma situación volvió a ocurrir en 1820, cuando
la Expedición Libertadora del Sur ocupó el territorio peruano.
La rebelión de 1814 estalló en una particular circunstancia: cuando las Cortes
de Cádiz, elegidas en España para llenar el vacío de poder que ocasionó la
abdicación del rey Fernando VII a favor de los franceses, promulgaron la
Constitución liberal que transformaba el absolutismo español en una monarquía
constitucional, establecía la igualdad ciudadana entre españoles, criollos e
indígenas, reconocía derechos básicos como la propiedad, la libertad de imprenta y
el sufragio y eliminaba la contribución indígena. La Constitución fue jurada en la
ciudad de Huamanga y en casi toda la intendencia entre 1812 y 1813 y también
transformó la organización política de la región y la cultura política de sus
habitantes. En reemplazo de las intendencias reconoció la existencia de provincias
y pueblos y creó las figuras del jefe político militar, de la diputación provincial y de
los Cabildos constitucionales; estos últimos se instalaron en poblaciones con más
de mil habitantes como Huamanga, Huanta y probablemente Cangallo.
Es en este contexto que sucedió una temprana y presunta jura de la
independencia en Cangallo el 7 de octubre de 1814, protagonizada por dos de
estos personajes que simpatizaban con las transformaciones liberales introducidas
por las Cortes y la Constitución: José Mariano Alvarado y Valentín Munárriz.
Decimos que se trata de una presunta jura porque no existen mayores datos
históricos al respecto, salvo una anotación de pie de página que el capitán de
caballería José Hipólito Herrera hizo a una lista de héroes de la independencia en
una fecha tan tardía como 1840. Las otras fuentes que se muestran para probar
este hecho (una carta de Juan Pardo de Zela al gobernador de Vilcashuamán de
1821, un oficio de Ramírez de Arellano a Pardo de Zela, una misiva de San Martín
a Torre Tagle de 1822) refieren el apoyo de las guerrillas de Cangallo y Pampa
Cangallo a los patriotas y la represión de los realistas, pero no mencionan jura
alguna ocurrida en 1814. Menos señalan la presencia del líder guerrillero Basilio
Auqui en tal presunta jura. Puesto que el acto ocurrió en pleno auge del liberalismo
peninsular, creemos que se trata de la instalación de un Cabildo Constitucional o de
una jura tardía de la Constitución liberal. El hecho merece una verdadera
investigación a cargo de especialistas de la ciencia histórica.

14
3. La Expedición Libertadora del Sur
Tras desembarcar en Paracas y ocupar Pisco, San Martín envió a la sierra
central una expedición militar al mando del general Antonio Álvarez de Arenales con
la intención de levantar a los pueblos y hostigar Lima. La expedición traspasó la
cordillera y llegó a Huamanga a fines de octubre de 1820. Ocupó la ciudad durante
10 días y el 8 de noviembre logró que el Cabildo y las corporaciones jurasen la
independencia (Roca, 1866, p. 34). Luego, continuó su marcha hacia Huanta y el
valle del Mantaro.
En su trayecto a Huamanga, la expedición de Arenales reactivó las guerrillas
que en Cangallo y Pampa Cangallo se habían formado para apoyar a los rebeldes
del Cusco. Solo con este importante respaldo pudo ocupar la sede de la intendencia
y continuar con su recorrido. No obstante, fueron las guerrillas revividas las que
soportaron la dura represión española.
Efectivamente, para reprimir a las guerrillas, el virrey Pezuela envió tres
batallones y dos escuadrones del ejército realista a Huamanga, que nuevamente
fueron respaldados por los campesinos de Huanta. Estas fuerzas, bajo el mando de
Mariano Ricafort, llegaron a la ciudad el 23 de noviembre de 1820 y sostuvieron un
enfrentamiento con los guerrilleros que defendían la plaza. Luego de ocupar la
ciudad, los realistas se dirigieron a Cangallo para atacar a los guerrilleros en su
misma base de operaciones. El 3 de diciembre los derrotaron en Chuspaconga y
después incendiaron el pueblo de Cangallo. De este modo, lograron recuperar el
control de la intendencia y marcharon hacia Huancayo y Lima.
Sin embargo, a mediados de 1821 los guerrilleros volvieron a controlar la
intendencia de Huamanga, motivados por la ocupación de Lima por las fuerzas de
San Martín y la formación de masivas partidas de guerrillas en la sierra central.
Entonces la situación se complicó para los realistas ubicados en la sierra central,
pues no podían establecer un enlace con el Cusco y Alto Perú (la actual Bolivia).
Para restablecer el contacto, el nuevo virrey La Serna ordenó a Carratalá intervenir
en Huamanga. Este llegó a la intendencia en octubre de 1821 y lanzó una fuerte
amenaza en contra de los pobladores de Cangallo. Los guerrilleros reaccionaron
emboscando a la caballería realista en Secchapampa el 28 de noviembre, en una
acción de encubrimiento que aprovechó el terreno pantanoso. En venganza, el jefe
realista nuevamente incendió el pueblo de Cangallo; pero, fue sorprendido por los
guerrilleros en Chuschi y derrotado el 18 de enero de 1822.
A inicios de este año los españoles recuperaron sus posiciones estratégicas y
pasaron de la defensa a la ofensiva, debido al caos reinante en Lima y a la
pasividad de San Martín, quien al estar empeñado en instalar un gobierno
monárquico descuidó la guerra contra los realistas. Tan es así que en abril de 1822
las fuerzas de Canterac y Valdez derrotaron a las topas patriotas de Domingo
Tristán y Agustín Gamarra en la batalla de la Macacona, en Ica, cuando estas
últimas intentaron, de forma lenta y burda, abrir una cuña entre los batallones
españoles que estaban en la sierra central, Cusco y Arequipa.
La victoria en La Macacona entusiasmó a Carratalá, quien puso todo su
empeñó en escarmentar a los guerrilleros que estaban en contacto con sus pares
de Nazca y todavía controlaban el territorio de la intendencia de Huamanga. Así, el
jefe realista retornó a Cangallo y obtuvo importantes logros: derrotó a las fuerzas
guerrilleras de Cayetano Quirós en el encuentro de Paras del 27 de abril de 1822.
Después capturó a los jefes guerrilleros Basilio Auqui, Pedro Guaitalla, Pedro
Yauta, Félix Mendoza, Manuel Corpus y Andrés Bautista y a los alcaldes de
Pomabamba, Juan Portillo, y de Chuschi, Norverto Conde, con el apoyo de un
grupo de “morochucos” (los Quintos o Piliquintos) que optaron por aliarse con los
españoles. A continuación, marchó con sus prisioneros hacia Huamanga y en la

15
ciudad realizó la importante captura de una mujer que transmitía información a los
guerrilleros sobre los movimientos de las tropas realistas. La detenida se llamaba
María Parado de Bellido. Tras ser interrogada y por no querer revelar el nombre de
sus informantes, fue fusilada en los extramuros de la ciudad el 1 de mayo de 1822
(Miro Quesada, 1952). Luego, Carratalá dispuso la ejecución de Auqui y los demás
líderes guerrilleros para el 8 de mayo. A fines de este mes había recuperado el
control de la intendencia; pero, ello fue efímero, pues las guerrillas nuevamente se
reactivaron para la campaña final que culminó con la batalla de Ayacucho.
Efectivamente, en 1824 el ejército libertador de Sucre contó con el apoyo de
pueblos como Huaychao, Acos Vinchos y Quinua, al marchar hacia la pampa de
Ayacucho para el encuentro final con los realistas. Y tal como ocurrió diez años
atrás, los españoles nuevamente fueron respaldados por los campesinos de Huanta
y Huando (en Huancavelica), quienes incluso se levantaron contra los patriotas en
noviembre del citado año, tal como se menciona en la siguiente comunicación entre
Sucre y el ministro Sánchez Carrión:
El pueblo de Huanta no solo se ha sublevado contra las tropas libertadoras
desde el 16 del mes pasado; sino que sus habitantes y los de todo su
partido nos han hostilizado en todos sentidos. Han matado nuestros
enfermos, han quitado las cargas que iban para el Ejército, han robado los
equipajes, han cometido en fin toda especie de daños y últimamente
presentaron una montonera de dos mil hombres para servir a los españoles.
En virtud de las ordenes que Vuestra Señoría me da el 28 de noviembre
respecto al Pueblo de Guando, he creído que Huanta deba castigarse muy
severamente; pero aun cuando se le indulte por la capitulación del 9 de
diciembre, no puede ser eximido de pagar los equipajes de los oficiales que
robaron, particularmente cuando yo ofrecí a los oficiales reponerles sus
equipajes si los perdían. Con este objeto he impuesto a Huanta una
contribución de cincuenta mil pesos que deben sacársele por cualesquiera
medidas que sean menester para realizarlo.2
En esta coyuntura, la guerra entre patriotas, guerrilleros y realistas se
desenvolvió en medio de un liberalismo que proclamaba el origen popular de la
soberanía y la vigencia de derechos como la propiedad, la libertad, la ciudadanía y
el sufragio. A continuación, veremos las características del liberalismo en la región.
4. La independencia y los campesinos de la región
Como mencionamos anteriormente, la guerra de la independencia desató dos
posiciones contrapuestas en los campesinos de la región: algunos, como los de
Cangallo y Pampa Cangallo, apoyaron a los patriotas mientras que otros, como los
pobladores de las alturas de Huanta, respaldaron a las tropas del rey. ¿Cómo
entender tan diferentes posturas?
La zona guerrillera favorable a la independencia estaba ubicada hacia la cuenca
del río Pampas, con núcleo en los pueblos de Cangallo y Pampa Cangallo y
comprendía localidades no tan lejanas como Socos, Vinchos, Paras, Totos, Espite,
Pilpichaca o Viscapalpa. En esta parte, los campesinos poseían predios destinados
a la producción de bienes agrícolas y ganaderos. La heroína María Parado de
Bellido, por ejemplo, poseía en su pueblo natal de Paras chacras y estancias
ganaderas en los pagos de Iglesiahusi y Atunsulla, más algunas propiedades en
Totos (Chanhualla, 1967, p. 21). Asimismo, los campesinos de estos pueblos
intercambiaban dichos bienes con la ciudad de Huamanga y la costa central. Pedro
José Landeo, el mestizo anotado anteriormente, quien fue un activo participante en
la rebelión de 1814, comerciaba ganado entre Huamanga y Andahuaylas. Mariano
Bellido, el esposo de María Parado, era un arriero que recorría las rutas
2
CDIP, Lima 1975, Tomo V, Vol. 6°, p. 131.

16
intercambiando bienes e información. Al ser perjudicados por la legalización del
reparto, las reformas borbónicas y la crisis económica, los pobladores de esta parte
de la intendencia encontraron en el colaboracionismo con los patriotas una
alternativa para sortear la crisis y alcanzar sus expectativas, especialmente si ellos
ofrecían la aplicación de los básicos principios de la Constitución de 1812:
propiedad, igualdad ciudadana y eliminación del tributo. Además, al apoyar al
ejército libertador entre 1820 y 1822, estos campesinos ejercieron poder en sus
pueblos, anexos y comunidades al nominar a sus propias autoridades para que
gobernasen a nombre de la naciente Patria. Como anotamos anteriormente,
llegaron a ser conocidos como “morochucos”: un gentilicio acuñado en 1820, que
denota una identidad poscolonial al haber luchado por la independencia.
Distinta fue la situación de los campesinos altoandinos de Huanta, quienes
apoyaron a los realistas y luego de la independencia siguieron jurando fidelidad al
rey de España. Con las reformas borbónicas, estos pobladores fueron beneficiados
al serles otorgados por la Corona los predios ubicados en la ladera oriental de la
cordillera andina y destinados a la producción de coca. Al participar del comercio de
la coca y mantener relaciones con zonas como Huancavelica o el valle del Mantaro,
adquirieron prestigio social y tuvieron acceso a información sobre los
acontecimientos políticos y sociales. De este modo, se enteraron de las Cortes de
Cádiz y de la Constitución de 1812, llegando a elaborar un sustrato ideológico
particular que combinaba el liberalismo con la imagen de Fernando VII como
garante del orden social (Méndez, 2014). A partir de esta idea, establecieron
alianzas con las tropas españolas (que en la campaña final de 1821-1824
estuvieron comandadas por oficiales liberales como La Serna o Valdés) y más
tarde, con caudillos militares que también profesaban el liberalismo, como
Orbegoso y Santa Cruz.
5. El liberalismo en la independencia y en la formación del Estado
El liberalismo apareció en los inicios de la guerra por la independencia, en una
coyuntura que ocasionó una gran transformación en la cultura política
decimonónica. En efecto, germinó cuando las tropas francesas invadieron la
península ibérica y depusieron al rey Fernando VII, imponiendo en su reemplazo al
hermano de Napoleón Bonaparte. Los españoles no reconocieron al monarca
usurpador e intentaron resolver el vacío de poder con la convocatoria a Cortes;
estas se reunieron en 1810 en Cádiz y dieron la Constitución liberal de 1812, que
transformó el absolutismo español en una monarquía constitucional y reconoció
principios liberales como la soberanía, las elecciones para representantes, los
derechos de libertad y propiedad y la ciudadanía para criollos, mestizos e
indígenas.
El liberalismo postulaba el origen popular de la soberanía delegada a los
representantes elegidos por el pueblo. Consideraba que ella provenía del pacto
social entre individuos, cuya reunión constituía la comunidad de ciudadanos,
fundada en el ejercicio de derechos políticos, como el derecho de sufragio
(Chiaramonti, 2005, p. 353). Asimismo, defendía la libertad como una cualidad
fundamental del derecho natural, de la que se desprendían otros derechos como la
propiedad, la protección individual y la libertad de imprenta (Trazegnies, 1987, p.
113). Con respecto a la ciudadanía, las Cortes proclamaron a los indígenas como
ciudadanos sin despojarles de sus privilegios y les ofrecieron una moratoria de 18
años para que aprendiesen a leer y escribir en español y los principios de la
doctrina cristiana.3 Además, prohibieron los malos tratos hacia ellos y abolieron la

3
El artículo 18° de la Constitución de 1812 señala: “Son ciudadanos aquellos españoles que
por ambas líneas traen su origen de los dominios españoles de ambos hemisferios, y están,
avecindados en cualquier pueblo de los mismos dominios”.

17
pena de azotes, la mita, la contribución indígena, los repartimientos y los servicios
personales a beneficio de particulares, curas y funcionarios. Igualmente, ordenaron
la distribución de tierras a los indios casados o mayores de 25 años (Bernabéu,
2010, pp. 44-46).4
Además, el liberalismo español reparó la organización territorial, así como la
administración regional y local del imperio. Suprimió el sistema de las intendencias
y reconoció la existencia de provincias y pueblos. En reemplazo de los intendentes
y de los antiguos cabildos, creó las figuras del jefe político superior, de la diputación
provincial y de los ayuntamientos constitucionales. Estos últimos se hicieron cargo
del gobierno de las poblaciones con 1.000 habitantes y de la administración de
justicia. Los alcaldes electos fueron investidos como conciliadores con
competencias en causas civiles o de injurias (Sala, 2011, pp. 696-699; 2012, pp.
426-429).
El liberalismo, emanado de las cortes de Cádiz y de la Constitución de 1812,
tuvo vigencia en dos ocasiones: entre 1812 y 1814, cuando las tropas francesas
retuvieron el control de la península ibérica hasta el retorno de Fernando VII al
trono, y entre 1820 y 1823, cuando el pronunciamiento del coronel Rafael del Riego
obligó a la restauración de la Carta Magna y de las autoridades constitucionales en
España y sus colonias.5 En el Perú, estas dos coyunturas coincidieron con la
rebelión de los hermanos Angulo (1814-1815) y con la campaña final por la
independencia (1820-1824). En la primera coyuntura, la Constitución fue reconocida
en las ciudades y en los lugares más apartados del virreinato.
En la intendencia de Huamanga, la Constitución fue difundida y conocida entre
1812 y 1813. Fue públicamente jurada en la sede de la intendencia en 1812 y
posteriormente en 1820. La primera jura, la de 1812, se realizó en un ambiente
festivo, con la presencia de determinados símbolos relacionados con la monarquía
española, como el busto del rey cautivo, Fernando VII. Contó con la participación de
criollos, mestizos e indígenas, de los alcaldes y regidores del antiguo Cabildo
colonial, de los alcaldes de indios, de los gremios, órdenes religiosas y población
campesina. Después, la Carta Magna fue proclamada al menos en 135 pueblos de
la intendencia (Méndez, 2014, p. 168).
La difusión de la Constitución en los pueblos de la intendencia encendió
debates y motivó el reconocimiento de derechos y principios liberales. Estos
sirvieron, por ejemplo, para que los campesinos de las alturas de Huanta, quienes
reprimieron junto con los españoles a los insurgentes del Cusco, reclamen la
posesión de las tierras de Culluchaca y Orccoguasi, que eran realengas pero
usufructuadas por la comunidad. En 1814, el año de la rebelión de los hermanos
Angulo, el alcalde indígena de Ccano, Félix Aguilar, demandó ante el juez de
Huanta a Francisco Aguilar por intentar apropiarse de los citados predios:
Félix Aguilar, alcalde ordinario de naturales del pueblo de Ccano, en voz y
nombre del común de mi cargo ante U como más haya lugar en derecho,
digo que Francisco Aguilar, de casta español, pretende despojarnos de las
tierras nombradas de Illicapata sobre que se ha seguido autos y están
presentados recibos de los curacas antiguos, que entre yndios son
equivalentes a títulos y respecto a que la nueva Constitución nacional

4
La Constitución negó la libertad a los esclavos y la ciudadanía a los negros y castos,
aunque dejó la posibilidad de que las castas solicitasen a las Cortes su ciudadanía siempre
y cuando cumpliesen servicios meritorios y reuniesen ciertos requisitos, ya que la
ciudadanía “no venía gratuita” (O’Phelan, 2007, p. 275).
5
Entre 1814 y 1820, Fernando VII anuló la labor política y legislativa de las cortes de Cádiz,
abolió la Constitución de 1812 y restableció la monarquía absolutista. Los liberales
españoles intentaron oponerse a la restauración, o se exiliaron en Inglaterra.

18
previene que a los de nuestra naturaleza se les den tierras a proporción
quando estas no las hubiésemos poseído de tiempo inmemorial, se nos
debía adjudicar y devolverse al citado Aguilar lo que costaron en
composición con el juez revisitador según lo prevenido por Real Cédula de
su majestad.6
La cita expresa que el concepto de propiedad, asociado la vigencia de la
Constitución de Cádiz, caló hondo entre los habitantes de pueblos como
Culluchaca, Ccano o Uchuraccay. Como bien dice Cecilia Méndez, fueron los
comerciantes y arrieros quienes introdujeron la Carta Magna en las alturas de
Huanta. Con las ideas liberales, los campesinos de esta parte de la intendencia no
solo defendieron las tierras consideradas como suyas, sino que forjaron un
«liberalismo popular» con el que pactaron con caudillos como Orbegoso o Santa
Cruz en las guerras temprano-republicanas (Méndez, 2014).
Asimismo, el interregno liberal, en medio de la guerra, ocasionó la transferencia
de recursos y poderes del gobierno virreinal a las provincias, ya que estas tuvieron
que mover hombres y bienes para el conflicto. Antonio Annino señala que las
autoridades de los cabildos de indios y de las comunidades se convirtieron en jefes
militares, o se encargaron de administrar justicia, de tal forma que se inició un
proceso de ruralización de lo político (2010, pp. 235-283). Precisamente, ello
ocurrió con los campesinos de las alturas de Huanta y con los guerrilleros de
Pampa Cangallo llamados morochucos.
Cecilia Méndez indica que el líder huantino José Antonio Guachaca enarboló las
ideas liberales de la Constitución gaditana y rechazó el tributo indígena y el trabajo
impago de los campesinos en 1813. Posteriormente, se alió con caudillos liberales
como Orbegoso para defender el gobierno del golpe de Estado de 1834 dirigido por
Bermúdez e ideado por Gamarra (2014, pp. 169-171). Bajo el mando de este líder
carismático, los campesinos altoandinos de Huanta hostilizaron a las fuerzas
libertadoras en la independencia (Husson, 1992, p. 67) y se levantaron en armas
contra la joven República con el propósito de defender los derechos y estatus que
habían adquirido en los últimos decenios de la dominación colonial. En el
transcurso de su sublevación, rechazaron la contribución indígena y a las
autoridades nominadas por el gobierno central (Bonilla, 1996, pp. 146-147).
Fracasado el levantamiento, Guachaca ejerció el poder al instalar en su cuartel de
Luis Pampa (Uchuraccay) un gobierno con el que cumplió funciones judiciales y
administrativas; es decir, fundó una “República Plebeya” que subvertía la
jerarquización social heredada de la colonia porque en ella los campesinos
ocupaban la cúspide de la estructura de poder.
Asimismo, al enfrentar y contener exitosamente a los realistas entre 1820 y
1821, los “morochucos” no solo controlaron militarmente un amplio territorio entre
Huamanga, Cangallo, Lucanas y Parinacochas, sino que establecieron una
estructura de poder al nominar a sus propias autoridades, cobrar los tributos e
imponer cupos y multas, según las indagaciones de José Luis Igue. En julio de
1821, el subdelegado de Lucanas, José de Yrigoyen y Zenteno, señaló que los
guerrilleros de Pampa Cangallo ingresaron a su partido «con el mayor descaro
imponiendo Leyes de Gobierno y nombrando alcaldes de la Patria». Dijo que
habían asesinado a los curas de Colca y Carhuanca y al de Tiquihua le habían
impuesto una multa de mil pesos porque guardaba los “caudales del rey”. Para
concluir su acusación de naturaleza política, mencionó lo siguiente:
Con tales estragos han hido adrredrentando [sic] todos los lugares de este
continente y ellos mostrándose aguerridos se abanzan a establecer leyes,
dirigir proclamas seductibas, y espedir nombramientos de comandantes
6
ARAy, Corte Superior de Justicia, leg. 36, Expedientes Civiles de Huanta, 1849, f. 61.

19
militares para que se interrumpa el pago de tributos y de las obenciones
eclesiasticas, bajo de las penas arbitrarias a los contraventores. Estas
determinaciones se han propagado en todo el territorio de mi mando y
queriendo zelar aquellos barbaros su más puntual cumplimiento se dirigen a
tropadas por todos los pueblos de este partido, alentando a los de su clase
para emprender robos contra los vecinos acomodados y por conclusión
hubieron de meditar fuese asaltada mi persona con la idea de conducirme
preso a un lugar que llaman la Pampa, donde tienen hecho su campamento
[...]. Enpedernidos en la culpa y con la confianza de no haver suficientes
tropas en Guamanga para castigarlos, se consideran unos déspotas,
árvitros de salirse con todo lo que apetecen [...] (tomado de Igue, 2008, p.
66. El resaltado es del autor).
Algunos de estos nombramientos subsistieron luego de la batalla de Ayacucho y
fueron formalmente incorporados a la estructura política de un Estado que estaba
en construcción. La autoridad de Guachaca, por ejemplo, fue reconocida por el
presidente Orbegoso en 1834, puesto que los campesinos altoandinos de Huanta
fueron sus socios estratégicos al enfrentar la revolución del general Pedro
Bermúdez (Méndez, 2005). Pero el caso más paradigmático es el de Pedro José
Gutiérrez, propietario de la estancia de Seccha, quien se desempeñó como juez de
paz en Cangallo en 1820, cuando las tropas de Arenales ocuparon la intendencia y
los pobladores de Pampa Cangallo reactivaron las guerrillas. Gutiérrez retuvo el
cargo en el transcurso de la guerra porque pudo cubiletear entre españoles y
“morochucos” o porque fue un guerrillero. Lo cierto es que el personaje continuó
como juez en las décadas de 1830 y 1840, actuando a nombre del Estado
republicano. En 1845 le tocó resolver un caso de disputa de terrenos que enfrentó a
los campesinos de Pomabamba con los de Urihuana, Huallchancca y Tucsín en
Cangallo. En medio del proceso, fue cuestionado por los pobladores de
Pomabamba por no ser imparcial. Los quejosos mencionaron lo siguiente:
Los colitigantes de Hualchanga se componen entre todos del número de
catorce a quince individuos, pero el señor juez de paz (según la voz común)
con título de coronel alarmó para la turbulencia la masa de los morochucos,
como si nosotros hubiésemos solicitado la pelea. Ya habíamos estado
instruidos desde antes de que los de Hualchanga, apoyados del influjo del
juez, estaban escudados con la fuerza de morochucos para quitarnos
nuestros terrenos y hacerse [dueños] absolutos de nuestras propiedades.7
Si la versión de los pomabambinos es cierta, entonces deducimos que el juez
Gutiérrez fue un “morochuco” y como tal, ejerció el poder en un territorio
anteriormente controlado por los guerrilleros. Al mediar en las disputas judiciales, se
transformó en un actor clave para reproducir las normas y rituales del
recientemente creado Estado republicano.

7
ARAy, Corte Superior de Justicia, Expedientes civiles de Huamanga, expediente 15,
paquete 1, 1845, f. 13r.

20
CONCLUSIONES
1. Tal como afirma Tilly, la guerra fue el motor para la formación del Estado
republicano, pues ocasionó la formación de una estructura de poder para
concentrar y manejar recursos. Pero la guerra, para formar un Estado, necesitó
de una ideología que estimule y legitime el ejercicio del poder y la organización
de hombres y recursos. Dicho estimulo provino del liberalismo doceañista que
proclamaba la soberanía emanada del pueblo y derechos como la propiedad, la
libertad, la ciudadanía y el sufragio.
2. El liberalismo se difundió en el territorio de la intendencia de Huamanga, en dos
coyunturas marcadas por la rebelión de los hermanos Angulo y por la campaña
final por la independencia. Al combinarse con la guerra, ocasionó la respuesta
política de los campesinos, quienes se involucraron en el conflicto y asumieron
el ejercicio del poder.
3. Los campesinos de la intendencia de Huamanga participaron en la guerra de la
independencia formando guerrillas y montoneras con las que apoyaron a los
patriotas y a los realistas. Lo hicieron movidos por una coyuntura de quiebre de
los circuitos mercantiles (coca, ganado) en los que participaban y alentados por
las proclamas de los jefes del ejército libertador o por el sustrato ideológico
promonarquico que en ellos se había consolidado. Las guerrillas estuvieron
activas desde 1814 y también en 1824. Volvieron a apoyar a patriotas y
realistas en la batalla de Ayacucho, combatiendo en las vanguardias de ambos
ejércitos. Y después de la independencia sus líderes adquirieron un rol
protagónico, participando en la formación del Estado republicano.
4. Las guerrillas se consolidaron a partir de la difusión del liberalismo y al mismo
tiempo consolidaron una estructura rural de poder, donde los líderes y jefes
guerrilleros cumplieron un rol importante.
5. Efectivamente, en el contexto del interregno liberal y de la guerra por la
independencia, los líderes campesinos de Huanta y Pampa Cangallo se
transformaron en autoridades de comunidades y pueblos rurales y empezaron a
gobernar en nombre del Estado republicano. Algunos transitaron de la colonia a
la república y continuaron ejerciendo el poder en las siguientes décadas de la
vida independiente; entonces, encajaron en la nuestra estructura estatal
republicana.
6. Este liberalismo, que apareció en medio de la guerra, llegó para quedarse en el
escenario regional. Constituyó la base del discurso con el que los campesinos
de la región reclamaron la propiedad de sus tierras al Estado peruano en las
siguientes décadas del siglo XIX. Sirvió, además, para que estos pobladores se
conectasen con un Estado republicano que al menos les ofrecía la
administración de la justicia. Pero esta es otra historia y tema de distinta
investigación.

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