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Etiología:
El carcinoma hepatocelular es el tipo más frecuente de cáncer hepático primario. En los Estados
Unidos en 2019 se esperan alrededor de 42.230 casos nuevos y alrededor de 30.230 muertes
debidas a cáncer primario de hígado, incluidos cánceres de los conductos biliares
intrahepáticos, Alrededor de tres cuartas partes de estos cánceres de hígado son carcinomas
hepatocelulares.
La infección por HBV aumenta > 100 veces el riesgo de desarrollar un carcinoma
hepatocelular en portadores de HBV.
Otros trastornos que ocasionan carcinoma hepatocelular son la cirrosis secundaria a la infección
crónica por el virus de la hepatitis C, la hemocromatosis y la cirrosis alcohólica.
Signos y síntomas:
En general, los pacientes presentan cirrosis estable y manifiestan dolor abdominal, pérdida
de peso, un tumor en el cuadrante superior derecho del abdomen y deterioro del estado
general de causa desconocida. En ciertos casos, los pacientes presentan fiebre. En unos
pocos, la primera manifestación del carcinoma hepatocelular es ascitis hemática, shock o
peritonitis, secundarios a una hemorragia tumoral. En ocasiones se desarrolla un roce
hepático o un soplo.
En función de las preferencias y las capacidades locales, el primer estudio de diagnóstico por
imágenes podría ser una TC con contraste, una ecografía o una RM. Los estudios de
diagnóstico por imágenes con contraste deben solicitarse como un protocolo de triple fase
porque la tercera fase, o la de contraste tardío, es esencial para el diagnóstico radiológico del
carcinoma hepatocelular. La arteriografía hepática es útil en casos ambiguos y puede indicarse
para definir la anatomía vascular cuando se planea una terapia ablativa o una cirugía.
Los criterios radiológicos conocidos como LI-RADS (sistema de informe y datos de imágenes
hepáticas) se utilizan para diagnosticar el carcinoma hepatocelular (CHC) con alta sensibilidad y
características radiográficas clave, incluida la presencia de aumento del contraste arterial,
pseudocápsula alrededor de la lesión, desaparición y crecimiento de la lesión durante el
intervalo entre estudios.
Tratamiento
El tratamiento del carcinoma hepatocelular depende de su estadio (1) y de la gravedad
subyacente de la enfermedad hepática.
Los tratamientos ablativos (p. ej., quimioembolización de la arteria hepática, embolización con
microesferas de Itrio-90 [terapia selectiva de radiación interna o SIRT], embolización transarterial
con microesferas liberadoras de fármacos, ablación por radiofrecuencia) son paliativos y
reducen la velocidad de proliferación del tumor, por lo que suelen indicarse en pacientes que
aguardan un trasplante de hígado.
Si el tumor es grande (> 5 cm), multifocal, invadió la vena porta o produjo metástasis (es decir,
estadio III o superior), el pronóstico es mucho menos favorable, el pronóstico es malo (p. ej.,
tasas de supervivencia a 5 años de alrededor del 5% o inferiores). La terapia sistémica
tradicional se efectuaba con sorafenib, que solo mejora en forma leve los resultados, con una
mediana de supervivencia de 10,7 meses en comparación con 7,9 meses con placebo.
Como consecuencia de dichas alteraciones se produce una intensa reducción del flujo
sanguíneo renal y del filtrado glomerular que explica la falla renal en este contexto.
El SHR tipo I se caracteriza por un rápido y progresivo deterioro de la función renal que
frecuentemente sucede en relación con un factor precipitante. Generalmente ocurre en el
contexto de una falla hepática aguda (p. ej. hepatitis alcohólica aguda), en
agudizaciones de una enfermedad hepática crónica (“acute on chronic liver failure”), o en
pacientes portadores de una cirrosis avanzada después de un proceso precipitante (p. ej.
peritonitis bacteriana espontanea [PBE], hemorragia digestiva alta [HDA]), aunque en
algunos pacientes puede ocurrir en ausencia de cualquier causa identificable.
Por definición el SHR tipo I se plantea cuando el valor de creatinina plasmática aumenta
más de 100% del valor inicial con un valor absoluto superior a 2,5 mg/dl, en un plazo
menor a 2 semanas.
Factores de Riesgo:
Fisiopatología:
Descartar nefrotoxicidad por fármacos: los fármacos que con más frecuencia pueden
producir insuficiencia renal en los pacientes con cirrosis hepática son los
antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), aminoglucósidos, vasodilatadores, inhibidores
de la enzima conversora de angiotensina (IECAs) y los antagonistas de los receptores de
angiotensina II (ARAII).
Prevención
El tratamiento debe instituirse tan pronto como sea posible con el objetivo de evitar la
progresión de la falla renal y la morbimortalidad vinculada a ella. El paciente debe ser
ingresado en una unidad de cuidados intensivos o intermedios, con una estricta
monitorización clínico-analítica, incluyendo signos vitales, manifestaciones clínicas
vinculadas a la falla hepática e hipertensión portal, diuresis horaria, presión venosa
central, función renal, medio interno y función hepática. Debe evaluarse la existencia de
un proceso infeccioso en curso mediante estudios microbiológicos (cultivos), reactantes
de fase aguda e imagenología (p. ej. radiografía de tórax), e instituirse el tratamiento
antibiótico oportunamente. Asimismo debe descartarse la hemorragia digestiva como
factor desencadenante o coadyuvante del cuadro clínico, mediante una adecuada
valoración clínica, analítica y eventualmente endoscópica.
Albúmina
Los pacientes cirróticos con PBE y aquellos que presentan cifras de PAS < 90 mmHg
deberían ser tratados con albúmina intravenosa ya que esta medida ha demostrado
disminuir la incidencia de SHR y mejorar la sobrevida.
Pentoxifilina
Nefroprevención