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Alberto Bovino - Problemas Del Derecho Procesal Penal Contemporáneo-Editores Del Puerto (1998)
Alberto Bovino - Problemas Del Derecho Procesal Penal Contemporáneo-Editores Del Puerto (1998)
Impreso en Argentina
Problemas del derecho
procesal penal contemporáneo
Alberto Bovino
Prólogo
Por Jaime MALAMUD GOTI I
Bibliografía 313
\
Prólogo
Los libros sobre derechos humanos nos previenen de los peligros de de-
terminadas formas depredadoras de ejercer el poder, o nos enseñan a re-
clamar justicia frente a los daños que causan estos abusos de poder. En el
primer caso, intelectuales y activistas nos advierten del peligro de gobier-
nos militares, de regímenes racistas y de burocracias inhumanas. En este li-
bro, Alberto BOVINO hace algo diferente: nos previene del daño que nos
causa la Inquisición. No es la suya, ciertamente, una advertencia con varios
siglos de retraso. La Inquisición, piensa BOVINO, está enraizada en nuestras
prácticas legales, y el proceso penal es el campo en que ésta ha cobrado y
mantiene aún mayor vigencia. La Inquisición, señala, está efectivamente
entre nosotros.
Pensamos en la Inquisición evocando grilletes, hierros candentes, maz-
morras y alaridos de dolor. Pero la esencia de la Inquisición no yace en es-
ta idea del sufrimiento. La Inquisición consiste en perseguir almas desca-
rriadas y el papel de los jueces consiste en descubrirlas para lograr la ex-
piación del pecado. El derecho inquisitorio confunde al delito con el peca-
do y el proceso penal está teñido por esta falta de diferenciación.
Hay dos maneras en que, por perseguir el pecado, el derecho penal
afecta seriamente nuestra dignidad; una es de fondo y la otra de forma. La
persecución del pecado es esencialmente perfeccionista: lo perseguible cri-
minalmente no consiste esencialmente en dañar a otro; la función de la
coerción estatal debe dirigirse a castigar a aquellos que se apartan de cier-
tos ideales de excelencia. No castigamos el consumo de drogas, el menos-
precio a los símbolos patrios o las exhibiciones obscenas porque ocasionen
daños. Perseguimos estas acciones porque constituyen síntomas de espíri-
tus aviesos, de actitudes pecaminosas. La condena no recae sobre el acto,
recae sobre la persona desobediente. De esta premisa se sigue que la vícti-
I
prólogo
II
prólogo
III
prólogo
IV
Capítulo I
Reforma de la justicia penal
Proceso penal y derechos humanos: la reforma
de la administración de la justicia penal*
3
reforma de la justicia penal
texto, la justicia penal opera sin satisfacer ningún interés legítimo. Por un
lado, cualquier investigación empírica -en algunos casos, sin necesidad de
investigación alguna- demuestra la violencia e irracionalidad con que ope-
ra cotidianamente el aparato punitivo. En este sentido, se puede afirmar
que la administración de justicia penal de nuestros países, en general, es
una fuente de violación sistemática de los más fundamentales derechos
humanos reconocidos en los textos constitucionales y en los instrumentos
internacionales. Al mismo tiempo, la administración de justicia penal re-
sulta incapaz de atender las necesidades sociales mínimas que se supone
debe satisfacer, en particular las siguientes: a) dar respuesta a todos o a
gran parte de los casos incorporados al sistema; b) dar respuesta a conflic-
tos sociales que presenten, mínimamente, mayor complejidad que los ca-
sos comunes procesados por el sistema -v. gr., delitos contra la propie-
dad-; c) dar respuesta a los delitos más graves -especialmente aquellos co-
metidos por órganos estatales-; d) dar respuesta a las nuevas formas de
criminalidad -v. gr., económica, ecológica, informática-; e) satisfacer los
intereses legítimos de quien ha resultado víctima del delito, y f) brindar so-
luciones alternativas a la sanción penal o a la pena privativa de libertad.
El esquema de enjuiciamiento penal inquisitivo es, en este sentido, el
principal responsable del estado de la situación actual. Decisiones legales
expresas que estructuran un procedimiento penal fundado en principios
autoritarios y perimidos, que establecen la persecución estatal obligatoria
de todos los hechos punibles -principio de legalidad procesal de los deli-
tos de acción pública- y que imponen la sanción penal de privación de li-
bertad como respuesta inevitable frente al comportamiento punible, cons-
tituyen una valla insuperable para la realización de una política de perse-
cución penal eficaz, racional y respetuosa de los derechos humanos.
4
proceso penal y derechos humanos
1
Cf. CARRANZA, MORA MORA, HOUED y ZAFFARONI, El "preso sin condena" en
América Latina y el Caribe, ps. 643 y siguientes.
2
CARRANZA, Estado actual de la prisión preventiva en América Latina y compa-
ración con los países de Europa.
3
Cf. la doctrina de los órganos internacionales de protección de los derechos
humanos sobre los requisitos que debe cumplir el j uicio penal, en O'DONNELL, Pro-
tección internacional de los derechos humanos, ps. 151 y ss. En el tratamiento de la
exigencia de un proceso penal público, por ej., se indica que se ha decidido que el
sistema de enjuiciamiento escrito es incompatible con el derecho a un proceso pú-
blico (p. 168).
5
reforma de la justicia penal
más, se debe destacar que ciertos modelos de enjuiciamiento -v. gr., Costa
Rica (su código derogado), Cuba, varias provincias de Argentina y ámbito
nacional, aunque ciertamente más modernos que los sistemas escritos-, a
pesar de organizar un juicio oral, tampoco satisfacen la exigencia de juicio
previo. El sistema inquisitivo reformado del cual el CPP Córdoba (1939-
1970) es una buena expresión, derivado del modelo establecido por el Có-
digo francés de 1808, es, en este sentido, un ejemplo de juicio oral que no
satisface el contenido de la exigencia de juicio previo. Ello pues ese mode-
lo, denominado "sistema mixto"4, en la práctica, impide que el juicio se
convierta en la etapa central del procedimiento y, en consecuencia, lo va-
cía de contenido e importancia, pues los principios inquisitivos de la inves-
tigación extienden su influencia a todo el procedimiento, transformando
la investigación en la etapa fundamental que reduce - o elimina- la centra-
lidad que debe revestir el juicio. CAFFERATA ÑORES destaca este fenómeno a
partir de la experiencia de cincuenta años de vigencia de este modelo en la
provincia de Córdoba: "El juicio quedó reducido, en muchos casos, a un
ejercicio de comprobación acerca de la eficacia de las pruebas (que no de-
bían ser definitivas) en orden a la certeza necesaria para condenar: 'los jue-
ces de instrucción se han convertido en verdaderos tribunales de senten-
cia'"5; también aclara que los autores de esta última frase fueron altos ma-
gistrados y funcionarios del poder judicial. ZAFFARONI, por su parte, ha
afirmado en diversas ocasiones que, de hecho, el juicio se ha transformado
en algo similar a un recurso de revisión contra el auto de prisión preven-
tiva que opera, en la práctica, como verdadera sentencia.
Por último, el procedimiento penal propio de nuestros países afecta
gravemente la garantía del imputado que requiere la intervención de un
4
Este modelo se caracteriza por una etapa de instrucción acorde con los prin-
cipios inquisitivos -escrita, secreta, formalista y no contradictoria, a cargo de un
juez inquisidor que, al mismo tiempo, investiga, persigue y resuelve- seguida por
un juicio oral, supuestamente acusatorio, pero con fuertes interferencias inquisiti-
vas. Sobre este tema, cf. MAIER, Derecho procesal pena!, 1.1, ps. 334 y siguientes.
5
CAFFERATA ÑORES, Introducción al nuevo Código procesal penal de la provincia
de Córdoba, p. 72.
6
proceso penal y derechos humanos
6
Sobre la necesaria relación entre sistema acusatorio e imparcialidad, aquél
como requisito de ésta, cf. ÁLVAREZ, El principio acusatorio: garantía de imparciali-
dad, ps. 413 y ss.; y BOVINO, Temas de derecho procesal penal guatemalteco, ps. 50 y
siguientes.
7
BARRIENTOS PELLECER, Derecho procesal penal guatemalteco, p. 41.
8
Cf., sobre este tema, RUSCONI, División de poderes en el proceso penal e inves-
tigación a cargo del ministerio público, ps. 97 y siguientes.
7
reforma de la justicia penal
9
Los ejemplos corresponden al CPP Nación (Argentina), típico exponente del
sistema inquisitivo reformado. Un análisis crítico de su regulación en El debate en
el Código Procesa) Pena] de la Nación, ps. 235 y ss., en esta misma obra.
8
proceso penal y derechos humanos
9
reforma de la justicia penal
10
El carácter acusatorio del modelo, de todos modos, es el propio del proce-
dimiento del derecho continental que, en este sentido, aún se halla lejos del régi-
men acusatorio propio del enjuiciamiento penal del derecho anglosajón. Cf., sobre
las principales características del modelo estadounidense, CARRIÓ, El enjuiciamien-
to pena] en la Argentina y en ios Estados Unidos, ps. 43 y siguientes.
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proceso penal y derechos humanos
respetuosa de los derechos humanos. En este contexto, por otra parte, con-
sideramos que los elementos de este modelo procesal son un requisito in-
dispensable de dos garantías fundamentales cuyo cumplimiento, hasta
hoy, no hemos logrado consolidar. Nos referimos a la exigencia de impar-
cialidad, por un lado, y al respeto al principio de inocencia, por el otro. Es-
ta afirmación no implica, de ningún modo, que el modelo acusatorio no
represente, también, un presupuesto de las demás garantías procesales del
imputado, pero en esta exposición centraremos nuestra atención en los
principios señalados.
1
' Ver, por ej., el sistema germano (cf. VÉLEZ MARICONDE, Derecho procesal pe-
nal, t. I, ps. 63 y ss.).
12
Ver el procedimiento griego y romano (cf. VÉLEZ MARJCONDE, Derecho pro-
cesal penal, 1.1, ps. 25 y ss.).
11
reforma de la justicia penal
13
ASIÍNCIO MELLADO, Principio acusatorio y derecho de defensa en el proceso pe-
nal, p. 23.
14
MAIER, Derecho procesal penal argentino, t. Ib, p. 137 (destacado agregado).
12
proceso penal y derechos humanos
Sin embargo, creemos que esta vinculación directa entre principio acu-
satorio y derecho de defensa puede ser cuestionada. Se debe señalar que re-
sultaría posible garantizar el derecho de defensa en un grado aceptable aun
si ignoráramos el principio acusatorio15. En este sentido, el deber de for-
mular la acusación, para permitir la defensa del imputado, puede ser res-
petado con prescindencia del órgano encargado de formularla. La fijación
clara y precisa del hecho imputado permite, por sí misma, el ejercicio del
derecho de defensa, y el conocimiento de esa imputación no depende de
que ésta sea presentada por el ministerio público y no por el juez instruc-
tor. El mejor ejemplo de esta circunstancia quizá sea el de la ampliación de
la acusación durante el debate. Para poder defenderse, el imputado debe
ser advertido acerca del nuevo contenido de la acusación ampliada, y para
cumplir con esa exigencia no importa, en realidad, si fue el tribunal o el
ministerio público quien planteó la modificación del objeto del juicio.
Consideramos que, en verdad, el principio acusatorio tiene una vincu-
lación mucho mayor con la realización de una garantía distinta al derecho
de defensa: la imparcialidad del tribunal. Esta vinculación ha sido, a nues-
tro juicio, menospreciada por la doctrina tradicional, pero hoy comienza a
ser rescatada, especialmente en el marco de movimientos de reforma que
reconocen la necesidad de dotar al procedimiento penal propio de la tra-
dición continental de rasgos más acusatorios. Así, por ejemplo, el reciente
trabajo de ÁLVAREZ16, y, también, la posición del jurista guatemalteco BA-
RRIENTOS PELLECER, quien destaca que uno de los aspectos fundamentales
del sistema acusatorio consiste en la distinción entre persecución y deci-
sión, "con lo que se busca obligar la persecución técnica y eficiente de los
delitos y mantener ¡a imparcialidad de los jueces en los casos sometidos a
su conocimiento" 17 .
Para comprender mejor la vinculación entre el principio analizado y la
garantía de imparcialidad debemos recordar que mientras la Ilustración
15
Esto es lo que sucede, precisamente, con los códigos "modernos", pues ellos
garantizan, al menos mínimamente, el derecho de defensa pero, por otro lado, ig-
noran exigencias mínimas del principio de imparcialidad.
16
Cf. ÁLVAREZ, El principio acusatorio: garantía de imparcialidad.
17
BARKIENTOS PELLECER, Derecho procesal penal guatemalteco, p. 41 (destacado
agregado).
13
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18
Si bien el derecho de defensa se vincula al nuevo estatus político de las per-
sonas, al reconocimiento de la dignidad del ser humano, esa vinculación también
se puede hallar en relación con los demás derechos, de modo genérico.
19
El art. 18 de nuestra Constitución Nacional, por ejemplo, sólo garantiza la
inviolabilidad de la defensa en juicio, sin enunciar específicamente las diversas exi-
14
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15
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Así lo destaca, entre otros, MAIER, Derecho procesal penal, t. I, ps. 741 y si-
guiente.
16
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23
MAIER, Derecho procesal penal, t.1, p. 742.
24
LOZADA, Imparcialidad y jueces federales, p. 70 (destacado agregado).
25
Sentencia del 1/10/82.
17
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proceso penal y derechos humanos
significa que las normas legales que regulan el enjuiciamiento penal, para
no ser inválidas, deben adecuarse a ellas, y que el contenido de todas y ca-
da una de las disposiciones de un texto legal debe ser determinado a par-
tir de las exigencias derivadas de las reglas de mayor jerarquía normativa
del sistema jurídico.
El principio de división de poderes, en este contexto, restringe la tarea
de los jueces penales a funciones estrictamente decisorias, propias del poder
judicial. La obligación de proteger los derechos humanos del imputado
surge del contenido mismo de la función judicial y, además, de las obliga-
ciones internacionales del Estado establecidas en los pactos de derechos
humanos. Derechos tales como el principio de inocencia o el derecho de de-
fensa, entre otros, representan un mandato expreso para que los tribunales
se encarguen de su protección efectiva durante el procedimiento penal,
aun cuando su violación signifique, en el derecho internacional de los de-
rechos humanos, responsabilidad del Estado en su conjunto. Otras dispo-
siciones de rango constitucional también se vinculan con el establecimien-
to del principio acusatorio como principio fundante de la organización de
la persecución penal estatal. El ministerio público es, en muchos países, un
órgano creado por el derecho constitucional y distinto del poder judicial,
circunstancia que implica, necesariamente, la distinción de las tareas y fun-
ciones que le son propias de las atribuidas al poder judicial. Ésta ha sido la
solución adoptada en el art. 120 de la Constitución Nacional argentina pol-
la reforma de 199427. La garantía de imparcialidad de los tribunales, final-
mente, obliga a los jueces a no tomar partido por la causa persecutoria, y
a mantenerse inactivos a la espera de decidir los requerimientos concretos
del órgano estatal al que se le ha asignado la tarea de ejercer la acción pe-
nal pública. Todos estos principios generales deben ser tomados en cuenta
a la hora de interpretar las reglas del procedimiento penal y, en consecuen-
cia, respetados por los jueces en su actividad procesal.
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co. Ahora bien, "controlar" no significa "actuar en lugar de", es decir que
controlar el ejercicio de la acción del ministerio público no significa actuar
en lugar del ministerio público.
Por otra parte, el control del principio de legalidad, principio estable-
cido sólo a nivel legal, no puede anteponerse a la necesidad de respetar
otros principios de rango normativo superior, tales como la garantía de im-
parcialidad y el principio de división de poderes. Ello significa que el inte-
rés de perseguir todos los delitos está subordinado al respeto de otros in-
tereses de mayor jerarquía axiológica. En consecuencia, cualquier mecanis-
mo de control que se adopte para asegurar el cumplimiento del principio
de legalidad no puede desconocer o reducir el valor de esos intereses con-
siderados más valiosos. Así, si un mecanismo determinado significa la im-
posibilidad de que el tribunal actúe de modo imparcial, éste debe ser de-
sestimado, pues la imparcialidad es un valor que tiene mayor jerarquía
normativa que la del principio que establece la obligación de perseguir to-
dos los hechos punibles.
En consecuencia, la exigencia de imparcialidad no permite que los jue-
ces ordenen, de oficio, la detención preventiva u otras medidas de coerción
en las etapas iniciales del proceso. El poder de requerir estas medidas re-
presenta, además, un elemento central del contenido de la acción penal,
que no pertenece al tribunal, sino, exclusivamente, al ministerio público.
En conclusión, permitir que el tribunal realice tareas propias del órgano
acusatorio significa la vulneración de la garantía de imparcialidad. Esta ga-
rantía, debemos recordar, es un aspecto fundamental en el marco de un Es-
tado de derecho, aspecto que determina toda la estructura del procedi-
miento penal.
Y no debemos olvidar en ningún momento que la existencia de un tri-
bunal imparcial es un presupuesto ineludible para la realización de un pro-
ceso penal que respete de modo efectivo los derechos humanos 30 .
30
En el curso de la discusión planteada en el Congreso, una de las personas
asistentes definió al principio de imparcialidad como una "metagarantía", sin la
cual no resulta posible el respeto de las demás. Ésta es la idea que hemos tratado
de transmitir en esta exposición, y, por supuesto, estamos de acuerdo con esta de-
finición, si con ella entendemos que se trata de una garantía que actúa como mar-
co jurídico que permite o facilita la realización efectiva de otras garantías funda-
mentales de las personas perseguidas penalmente -v. gr., derecho de defensa, con-
trol judicial de toda privación de libertad, etcétera-.
28
El ministerio público en el proceso de reforma
de la justicia penal de América Latina*
I. El problema
I. El nacimiento tardío del ministerio público, "concebido como acusa-
dor estatal distinto de los jueces, encargado de ejercer ante ellos la llamada
acción penal pública"1, quizá pueda explicar las dificultades que aún exis-
ten para lograr que este órgano opere, en la práctica, cumpliendo efectiva-
mente las funciones legítimas que se le atribuyen como encargado de la
persecución penal pública.
A pesar de antecedentes históricos que aparecen a fines de la Edad Me-
dia2, lo cierto es que el ministerio público, como lo concebimos en la ac-
tualidad, fue producto de la reforma de la justicia penal del siglo XIX3. La
transformación del procedimiento que instaló el sistema inquisitivo refor-
mado consolidó un ministerio público definido "más que como parteen el
procedimiento, como órgano de persecución objetivo e imparcial, a seme-
janza de los jueces, con una tarea presidida por la misma meta, colaborar
en la averiguación de la verdad y actuar el derecho penal material, con la
29
reforma de la justicia penal
30
el ministerio público en el proceso de reforma
9
RUSCONI, Reforma procesal y la llamada ubicación institucional del ministerio
público, p. 79 (destacado en el original).
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el ministerio público en el proceso de reforma
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reforma de la justicia penal
10
Es el caso de la persecución de delitos cometidos por funcionarios del poder
ejecutivo en el derecho federal estadounidense, sometido a un régimen especial que
reemplaza a los órganos de persecución ordinarios (fiscalías de distrito) por un ór-
gano específicamente previsto para estos supuestos (fiscal especial ad hoc). Sobre
este fiscal especial, cf. HARRIGER, Indcpendent Justke. The Federal Special Prosecutor
in American Politics; BOVINO, Mecanismos de control de delitos que perjudican al Es-
tado en el derecho federal de los Estados Unidos, especialmente ps. 71 y siguientes.
11
En el caso de delitos cometidos por funcionarios estatales que violen dere-
chos humanos, por ejemplo, se puede prever la intervención de cualquier asocia-
ción o ciudadano en el procedimiento en calidad de querellantes. Este mecanismo
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el ministerio público en el proceso de reforma
de control del ejercicio de la acción penal pública para casos que regularmente pre-
sentan dificultades especiales, es una de las expresiones típicas del proceso de refor-
ma que, por otra parte, ha demostrado su efectividad en Guatemala (cf. La partici-
pación de la víctima en el procedimiento penal, ps. 87 y ss., en esta misma obra).
12
MUHM señala, por ejemplo, la desconfianza de la opinión pública alemana
respecto a "la aparente incapacidad de losfiscalespara ejercer la acción penal fren-
te a personajes influyentes del mundo político y económico" en un sistema que "se
caracteriza por una estrecha dependencia jerárquica de losfiscalesrespecto del...
ejecutivo" (Dependencia del Ministerio Fiscal del Ejecutivo en ¡a República Federal
Alemana, p. 97). Esa percepción fue confirmada por una investigación parlamen-
taria que "examinó las connivencias entre el ministro de justicia y los funcionarios
de lafiscalía,que a menudo decidieron el archivo de la acción penal en casos en los
que se hallaban implicados personajes estrechamente ligados a miembros del go-
bierno" (p. 96).
13
Cf, por ejemplo, MUHM, Dependencia del Ministerio Fiscal del Ejecutivo en
la República Federal Alemana; COMPTE MASSACH, Profundizando en el modelo cons-
titucional del Ministerio Fiscal.
14
Existe una tercera alternativa que consiste en establecer la pertenencia del
ministerio público al poder legislativo, pero ella "no ha tenido gran acogida" (cf.
RuscONJ, Reforma procesal y la llamada ubicación institucional del ministerio públi-
co, p. 69).
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15
RUSCONI, Reforma procesal y la llamada ubicación institucional del ministerio
público, p. 63.
16
RUSCONI, Reforma procesal y la llamada ubicación institucional del ministerio
público, p. 70.
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17
En el procedimiento anglosajón, en cambio, las facultades defensivas no se
justifican sólo como expresión del interés del imputado. Esas facultades, que es-
tructuran un juicio altamente contradictorio, también son consecuencia de la no-
ción de verdad implícita en el proceso anglosajón. En este sentido, se considera que
la intervención de las partes en igualdad de condiciones es el mejor -aunque no el
único- método de averiguación de la verdad.
38
el ministerio público en el proceso de reforma
18
Este control se justifica como mecanismo para obtener el respeto del prin-
cipio de legalidad procesal, regla reconocida, generalmente, en normas de jerar-
quía legal-v. gr., el art. 71 del Código Penal argentino-. El control en sentido in-
verso, en cambio, carece de regulación, aun cuando el deber de actuar a favor del
imputado -objetivamente- deriva, en algunos casos, de normas constitucionales
jerárquicamente superiores a las leyes -v. gr., art. 120, Constitución Nacional ar-
gentina-.
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el ministerio público en el proceso de reforma
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reforma de la justicia penal
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el ministerio público en el proceso de reforma
V. Consideraciones finales
I. El principio acusatorio, como hemos visto, exige la estricta separa-
ción de las funciones persecutorias y decisorias, y su respectiva atribución
a órganos estatales diferentes: ministerio público y tribunales. Esta separa-
ción no constituye un fin en sí mismo, sino que, antes bien, representa un
presupuesto ineludible para garantizar la imparcialidad del tribunal. Es
una finalidad instrumental del principio acusatorio, en este contexto, fo-
mentar, facilitar o posibilitar la actuación imparcial del órgano acusador.
En el marco de nuestra arraigada tradición inquisitiva, la confusión de
facultades requirentes y decisorias constituye un problema difícil de erradi-
car que, además, limita significativamente las posibilidades de respetar una
de las garantías más necesarias, que opera como presupuesto de la efectivi-
dad de las demás garantías del debido proceso: la imparcialidad del tribunal.
La separación de las funciones persecutorias y decisorias depende de la
regulación normativa y, además, de circunstancias de hecho que permitan
establecer una efectiva distinción de ambas funciones, reconocida por los
operadores de la justicia penal. En este punto, la decisión acerca de la ubi-
cación del ministerio público comprende aspectos normativos y, también,
43
reforma de la justicia penal
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el ministerio público en el proceso de reforma
de casos que presenten las mismas dificultades, sin caer en el error de dise-
ñar todo el sistema de persecución a partir de las necesidades propias de un
reducido número de casos, que presentan especiales particularidades, que
los distinguen de los casos comunes -v. gr., delitos de funcionarios-.
Establecidos los mecanismos persecutorios especiales que garanticen la
persecución eficiente e igualitaria de los casos problemáticos, a partir de la
regulación, operación y control adecuados, resta solucionar el tratamiento
de los casos comunes. La opción por el modelo ejecutivo, en estos casos,
no presenta, en principio, los problemas propios de los casos especiales. La
aplicación de aquellos principios del poder ejecutivo que resulten adecua-
dos a la organización del ministerio público, en este contexto, parece una
solución más adecuada para el órgano encargado de la política de persecu-
ción penal. La decisión, además, disminuye las posibilidades de identifica-
ción entre ministerio público y poder judicial. Cuanto menor sea esta
identificación, mayor será la posibilidad de que los tribunales sometan a
un control estricto las peticiones del ministerio público.
En este contexto, por otra parte, la definición de la función persecuto-
ria en términos objetivos, no es un elemento indispensable. A los efectos
de someter la actuación del ministerio público a las exigencias establecidas
en el ordenamiento jurídico vigente, basta con someterlo, como a los de-
más integrantes del poder ejecutivo, al deber de ajustarse a la legalidad. La
garantía del cumplimiento de ese deber, en este marco, no dependerá de
una obligación no sometida a control alguno -v. gr., "promover la actua-
ción de la justicia en defensa de la legalidad, de los intereses generales de la
sociedad...", CN, art. 120- y, por ello, librada a su entera libertad. Por el
contrario, se debe garantizar el cumplimiento de ese deber, de manera es-
tricta, a través del control judicial.
En primer lugar, el control judicial de legalidad debe abarcar la verifi-
cación de los requisitos y exigencias normativas que habilitan la persecu-
ción penal o la restricción de los derechos del imputado. Por otro lado,
los jueces pueden someter a control el cumplimiento de las obligaciones
persecutorias a cargo del ministerio público -principio de legalidad pro-
cesal-.
Finalmente, si se pretende tomar en serio el deber del ministerio públi-
co de actuar aun en favor del imputado, tampoco resulta necesario definir
la tarea persecutoria en los términos del art. 120 de la Constitución Nacio-
nal. Esa definición, como las reglas del Código procesal penal que autori-
zan al ministerio público a recurrir a favor del imputado, como hemos vis-
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46
Capítulo II
Imparcialidad
Imparcialidad de los jueces y causales de recusación
no escritas en el nuevo Código Procesal
Penal de la Nación*
I. El problema
De acuerdo con lo que dispone el art. 354 del nuevo Código Procesal
Penal de la Nación -en adelante, CPP Nación-, los miembros del ministe-
rio público y las otras partes, luego de la citación a juicio, están facultados
para examinar las actuaciones, los documentos y las cosas secuestradas, a
ofrecer prueba e interponer las recusaciones que consideren pertinentes.
En el caso que comentamos, el fiscal, al ser notificado de la integración
del tribunal de juicio, tomó conocimiento de que uno de sus miembros -el
presidente- había intervenido con anterioridad en la causa: había confir-
mado, como juez de apelación, el auto de prisión preventiva de la procesa-
da. Según el criterio del fiscal, esta circunstancia lo inhibía para intervenir
como juez en el juicio.
No se debe cometer el error común, para examinar el caso, de creer que
la recusación cuestionaba la honorabilidad del magistrado, ni tampoco la
parcialidad de decisiones ya tomadas en el caso concreto. El fiscal destacó,
con razón, que de lo que se trataba era del temor o sospecha de parcialidad.
Y agregó que la reforma del proceso penal implicaba una oportunidad pa-
ra realizar un esfuerzo que permitiera adecuar sus preceptos a los derechos
y garantías reconocidos expresamente en nuestra Constitución Nacional
-en adelante, C N - y en los tratados internacionales, ámbito universal don-
de se comprende que los jueces del debate y la sentencia no pueden ser los
mismos que aquellos que hubieran intervenido en decisiones anteriores.
* Comentario al fallo "Sosa, M. I. s/art. 302 del CP", del fuero penal económico,
resuelto el 23/11/92 con los votos de los jueces OYUELA y LANDABURU. Publicado en
"La Ley", Buenos Aires, t. 1993-E, ps. 566 y siguientes.
49
imparcialidad
Hasta aquí los hechos del caso y, sintéticamente, el planteo que realiza-
ra el fiscal1. La cuestión formulada, entonces, se vincula con las causales de
recusación del CPP Nación, en especial con la posibilidad de interponer
una recusación por una causal no prevista en el Código, cuando se trata de
la garantía de imparcialidad del juzgador. A través de este problema, ade-
más, podemos analizar la base ideológica del modelo de procedimiento
penal plasmado en el CPP y su adecuación al programa procesal que, en
materia penal, contiene la Constitución Nacional.
1
En su escrito, el fiscal Gustavo BRUZZONE desarrollaba, básicamente, los mismos
argumentos y la misma exposición del problema que realizamos en este trabajo.
2
Cf. MAIER, Derecho procesal penal argentino, t. la, ps. 194 y siguientes.
3
Cf. VÉLEZ MARICONDE, Derecho procesal penal, 1.1, p. 93.
50
imparcialidad y causales de recusación
4
Por un desarrollo acabado de las exigencias constitucionales del proceso pe-
nal, cf. BINDER, Introducción al derecho procesal penal.
5
Derecho procesal penal, t. II, p. 72 (destacado agregado).
6
MAIER, Derecho procesal penal argentino, t. Ib, p. 484 (destacado en el original).
51
imparcialidad
52
imparcialidad y causales de recusación
ios siguientes. El Código Procesal Penal italiano regula un sistema similar en los
arts. 392 (prueba anticipada durante la instrucción) y 467 (preparación del deba-
te). Los arts. 511 a 513 regulan taxativamente los actos que pueden ser introduci-
dos al debate por su lectura. La Ordenanza Procesal Penal alemana, en los §§ 162,
193, 223, 224 y 251, también regula la producción de prueba anticipada que pue-
de ser introducida al debate. Los nuevos códigos de América Latina regulan el te-
ma en sentido similar-v. gr., CPP Costa Rica, CPP El Salvador, CPP Guatemala-.
9
En la Ordenanza Procesal Penal alemana, que establece un tribunal escabina-
do, se impide que los escabinos conozcan el expediente con el contenido de la ins-
trucción. Dice GÓMEZ COLOMER sobre este tema: "El contenido de los autos está ex-
cluido, en principio, como fundamento de la sentencia. En este sentido, el juez téc-
nico puede tomar conocimiento de los mismos, pero ei lego no lo tiene permitido,
por regla general, por el peligro grave de influencia inconsciente" (Elproceso penal
alemán. Introducción y normas básicas, p. 168). Más allá del prejuicio que supone
esta afirmación -no se ve cuál es la diferencia en el manejo del inconsciente entre
un abogado y un lego-, ella evidencia la necesidad de que los jueces no tomen con-
tacto con el expediente para que la decisión se funde en los actos del debate.
,0
Cf. MAIER, Derecho procesal penal argentino, t. Ib, p. 485.
53
imparcialidad
11
LOZADA, Imparcialidad y jueces federales, p. 70 (destacado agregado).
12
En el caso, el presidente del tribunal de juicio había formado parte del mi-
nisterio público, dirigiendo un departamento de investigación de asuntos penales,
al momento en que se inició la investigación del caso "Piersack". A pesar de que no
se había ocupado personalmente de la investigación, lo cierto fue que contaba con
facultades de supervisión sobre quienes estaban encargados de las tareas de inves-
tigación.
54
imparcialidad y causales de recusación
55
imparcialidad
13
Sentencia n° 145/88, del 12/7/88 (destacado agregado).
14
Para un análisis de esta sentencia y del problema por ella planteado, cf. DE
LA OLIVA SANTOS, Jueces imparciales, fiscales "investigadores" y nueva reforma para
la vieja crisis de la justicia penal.
56
imparcialidad y causales de recusación
57
imparcialidad
15
CLARIA OLMEDO, Tratado de derecho procesal penal, t. II, ps. 242 y siguiente.
16
CLARIÁ OLMEDO, Tratado de derecho procesal penal, t. II, p. 244 (destacado
agregado).
58
imparcialidad y causales de recusación
VI. La decisión
I. El tribunal dedica el primer considerando a describir sintéticamente
el planteo y la adecuada fundamentación de los argumentos del fiscal. A
partir de allí se despliegan citas y argumentaciones tendientes a desestimar
la recusación interpuesta.
La primera crítica que se realiza pretende destacar la contradicción de
los argumentos del fiscal:"... y por tal razón la Fiscalía teme por la parciali-
dad del Doctor Cortelezzi (aunque contradictoriamente se encarga de pun-
tualizar que nadie podría dudar de la imparcialidad en general y mucho
menos en este expediente en particular, del citado magistrado)". Esta frase
muestra, en sí misma, la incomprensión, por parte del tribunal, del proble-
ma sometido a su decisión. Las expresiones vertidas en el escrito de recusa-
ción tenían el objeto de señalar que el apartamiento del juez debía realizar-
se porque el hecho de que él hubiera confirmado el auto de prisión preven-
tiva implicaba que se podía temer por la parcialidad de su actuación como
miembro del tribunal de juicio. De este modo, se destacó expresamente que
la circunstancia de solicitar el apartamiento del juez no tenía relación algu-
na con su honorabilidad ni, tampoco, con el hecho de conocer positivamen-
te, por algún motivo cierto y concreto, que el juez sería, necesariamente,
parcial en el caso. En este punto, cabe destacar que la recusación no era el
instrumento jurídico idóneo para decidir sobre cualquiera de estos dos su-
puestos. Y, si consideramos el segundo de ellos, esto es, el conocimiento
cierto de la actuación parcial en el caso, el deber del fiscal no consistía en
recusar al magistrado sino, en todo caso, en promover su juicio político.
Si analizamos el problema desde el punto de vista del legislador, es evi-
dente que cuando regula las causales de apartamiento no expresa ningún
juicio sobre la actuación parcial concreta de algún juez, sino que, por el
contrario, a través de las causales expresa, precisamente, el temor del legis-
lador de que, en esas situaciones, el juez pueda actuar parcialmente frente al
caso sometido a su decisión, por las diversas circunstancias enumeradas en
la ley. En este caso, el temor de parcialidad aparece no sólo debido a que el
juez que intervendrá en el juicio ha tenido conocimiento de la causa antes
de la etapa de preparación del debate, sino, además, porque ha dictado -le-
gítimamente- una resolución, pronunciándose sobre un aspecto de la cau-
sa, durante la etapa de la investigación preliminar. Este hecho, de modo ob-
vio, lo diferencia de los otros dos jueces que integran el tribunal, puesto
que, además de la información que ha obtenido con anterioridad a integrar
59
imparcialidad
17
Cabe plantearse la pregunta, aquí, de si es posible hablar del "uso abusivo"
de un mecanismo previsto para garantizar un derecho fundamental como el de la
imparcialidad del tribunal. El "uso abusivo" del ejercicio de un derecho no requie-
re la imposibilidad de ejercerlo sino, en todo caso, el control judicial necesario y le-
gítimo para que las partes no puedan, en el caso concreto, abusar de él.
60
imparcialidad y causales de recusación
mentaría (art. 357, CPP Nación) y, finalmente, que la ley vigente no pre-
veía el supuesto invocado por el fiscal.
Que los motivos de la derogación de la causal respondan a una supues-
ta tradición con hondo arraigo en nuestro país nada dice sobre la circuns-
tancia de que pueda existir el temor de parcialidad alegado. Por otra par-
te, la tradición invocada resulta abiertamente inquisitiva e incompatible
con la exigencia de imparcialidad y, por este motivo, contraria al texto
constitucional. En todo caso, podría agregarse que tal tradición presupone
que los magistrados son siempre imparciales, dejando librado al justiciable
a la suerte de que efectivamente lo sean. También es posible afirmar que tal
tradición entiende los supuestos de apartamiento como una especie de re-
proche dirigido al juez recusado, dejando de lado que se trata de una situa-
ción objetiva referida a la relación entre el juez y el caso. Finalmente, lo que
esta concepción trae consigo es una decisión respecto del hecho de que, en
caso de duda entre las garantías fundamentales del imputado y la suscep-
tibilidad de un juez, se debe optar por esta última.
En segundo lugar, se afirma que la eliminación de la causal guarda to-
tal coherencia con las facultades del tribunal del debate para realizar ins-
trucción suplementaria. Realmente no se comprende la vinculación entre
ambos asuntos. En todo caso, se debe señalar que esta "coherencia" aludi-
da no juega a favor de la decisión sino en contra, ya que tales facultades in-
quisitivas en la etapa del debate también afectan la imparcialidad del tri-
bunal y, además, resultan incomprensibles en el marco del propio Código.
En efecto, no se comprende esta inflación instructoría cuando tanto el
querellante como el ministerio público disponen de la facultad de solicitar
diligencias probatorias en la vista del art. 346, al momento en que el juez
de instrucción considera completa la etapa de investigación preliminar.
En último término, se afirma que el supuesto alegado por el fiscal no es-
tá previsto en la ley vigente. Aquí se tornan necesarias dos aclaraciones. La
primera de ellas debe señalar que, en cierto sentido, esta afirmación es ver-
dadera, y que este hecho no es desconocido por el fiscal sino que, por el
contrario, es un presupuesto de su planteo. La segunda, por su parte, está
destinada a destacar que el concepto de "ley vigente" no se limita a la legis-
lación procesal penal del ámbito federal y a sus leyes modificatorias. Tanto
la Constitución Nacional como la Convención Americana sobre Derechos
Humanos son, según creemos, derecho vigente en nuestro ordenamiento
jurídico, que los tribunales tienen la obligación de aplicar en sus resolucio-
nes. Así, si la Convención Americana garantiza el derecho a ser juzgado por
61
imparcialidad
18
Causa n° 11, "Stocalin, Ana María - Abraham, Orfeo Nelly s/art. 302 del Có-
digo Penal", resuelta por LANDABURU y OYUELA, del Tribunal Oral del fuero penal
económico de la Capital Federal.
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19
Resuelta el 11 de marzo de 1993. El tribunal resolvió en el mismo sentido en
otras tres ocasiones, en las causas n° 3, 5 y 6, todas resueltas en marzo de 1993.
63
imparcialidad
-° La integración del tribunal varió por haber sido recusados dos de sus inte-
grantes, que fueron reemplazados por SCHIFFRIN y REBOREDO. La resolución fue
dictada el 15 de marzo de 1993.
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imparcialidad
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imparcialidad y causales de recusación
tes podrán recusar a un juez, cuando exista uno de los motivos enumera-
dos en el art. 22 o cuando invoquen algún otro motivo serio y razonable, que
funde el temor de parcialidad..." (destacado agregado). A continuación se
agregaba que podría aceptarse una recusación, además, por cualquier mo-
tivo análogo a los descriptos en el artículo citado.
Las ventajas de este sistema son varias. En primer lugar, las causales
enumeradas -en la práctica, las más frecuentes- incluyen los supuestos en
que claramente se puede temer por la parcialidad del juez, agilizan el trá-
mite de recusación y evitan la discusión, en el caso concreto, sobre el te-
mor de parcialidad. Estos supuestos previstos como motivos de aparta-
miento, por otra parte, sólo operan como criterios indicativos y, por ello,
permiten su aplicación analógica a los casos no previstos en la norma. A
ello se agrega la posibilidad de incluir cualquier otro supuesto que autori-
ce a sospechar la parcialidad a través de la cláusula abierta, aun para aque-
llas situaciones que no puedan ser incluidas por la interpretación analógi-
ca, que constituyan motivos serios y razonables que permitan fundar el te-
mor de parcialidad. La enumeración de los motivos de apartamiento, en-
tonces, cumple con la función de brindar celeridad al trámite de la recusa-
ción en los casos previstos, pero no impide que se puedan alegar motivos
distintos, en la medida en que ellos puedan afectar la posibilidad de some-
ter el caso a un tribunal ímparcial.
En segundo lugar, este sistema evita la peligrosa práctica, consolidada
en la jurisprudencia, que interpreta -como en el fallo criticado- con ma-
yor amplitud la posibilidad de inhibición del juez y, al mismo tiempo, la
facultad de recusación de manera restrictiva. Esta práctica implica la con-
solidación de la idea de la recusación como reproche personal al juez y, lo
que es peor, deja librado al criterio del mismo juez sospechado la decisión
sobre su propia imparcialidad, en perjuicio del justiciable.
Aun cuando el nuevo CPP Nación reglamenta defectuosamente la ga-
rantía analizada, nuestro ordenamiento jurídico positivo brinda la solu-
ción para los casos en que se sospeche la parcialidad de un juez. La aplica-
ción de las garantías constitucionales y de las disposiciones de los pactos
internacionales citados subsanan la errónea decisión del legislador, y per-
miten solicitar y decidir el apartamiento de un juez en aquellos supuestos
no previstos en el art. 55 del CPP en los cuales pueda temerse, de modo ra-
zonable, la afectación de una garantía básica propia del Estado de derecho.
Si tenemos en cuenta la tremenda importancia de la garantía de impar-
cialidad, presupuesto necesario para la operación práctica y adecuada de
67
imparcialidad
las demás garantías del proceso —metagarantía sin la cual se torna imposi-
ble la instrumentación de una política judicial protectora de los derechos
del imputado-, comprenderemos la imperiosa necesidad de cumplir con
sus exigencias de la mejor manera posible. Quizá ha sido a partir de esta
compresión que se han dictado algunas resoluciones en el sentido aquí
propuesto, por aplicación de las obligaciones internacionales establecidas
en los instrumentos vinculantes del derecho internacional de los derechos
humanos, ignorando el supuesto carácter taxativo de los motivos de apar-
tamiento previstos en el art. 55 del CPP Nación21. Ésta es la única direc-
ción posible, en el marco de un Estado de derecho, si los tribunales cum-
plen con el deber de proteger los derechos del imputado y de respetar las
exigencias del derecho internacional.
21
Cf., por ej., caso "Moreno Ocampo, L. s. Recusación" causa n° 1.050,
22/11/96, de la Sala I de la Cámara Penal Federal de la Capital. En el caso, con cita
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (art. 8, n° 1), se afirmó: "Si
bien ninguno de los elementos aportados permite concluir con certeza en la exis-
tencia de manifestaciones o aun de pensamientos por parte del recusado en rela-
ción con la participación del querellado en tal conspiración, los elementos aporta-
dos al menos permiten justificar la existencia de una preocupación legítima de és-
te, su temor de parcialidad en el caso concreto.
Y es que la duda, en todo caso, jamás debe interpretarse en contra de aquél cu-
ya garantía puede verse comprometida".
68
Capítulo III
La víctima
Contra la legalidad*
I. El origen
"La primera consecuencia de estos principios es que sólo las leyes pueden
decretar las penas sobre los delitos; y esta autoridad no puede residir
más que en el legislador, que representa a toda la sociedad agrupada por
un contrato social".
Cesare BECCARIA, De los delitos y de las penas.
En 1764 un autor anónimo publicó una obra que trascendería, con cre-
ces, su tiempo. La obra llevaba un título que hoy suena familiar para cual-
quier penalista, y su influencia resulta difícilmente cuantifícable. Entre
otras cosas, porque existen quienes sostienen que dicha obra ha sido, más
que el producto de una mente brillante, sólo una sistematización inteligen-
te de las ideas de la época. La obra generó, en ese particular momento his-
tórico, acusaciones de rebelión contra el príncipe y contra la religión.
En 1764 BECCARIA publicó De los delitos y de las penas sin su nombre, y
sistematizó algunos principios que aún hoy se consideran fundamentales
en el diseño de un programa político-criminal. Uno de estos principios fue
el principio de legalidad, actualmente contemplado en el ordenamiento ju-
rídico positivo de los Estados a través de constituciones, pactos internacio-
nales y leyes penales. La pretensión de ser reconocido hoy como Estado de
derecho impide el desconocimiento de este principio, que tiene por obje-
to poner un límite a la facultad estatal de imponer castigos.
71
la víctima
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contra la legalidad
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la víctima
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la víctima
de que la escala aplicable sea más elástica. Detrás de este problema puede
apreciarse el escaso valor que el legislador le otorga a un mes de libertad.
Si pensamos en la pena de multa, por el contrario, interpretaciones de con-
tenido económico bastante extrañas -probablemente incomprensibles pa-
ra cualquier lego- impiden aplicar una multa en su valor reexpresado a
moneda actualizada, limitándose los tribunales, después de largos proce-
sos, a aplicar esa especie de pena a valores nominales que resultan gracio-
sos, en épocas de inflación, por respeto, ahora sí, al principio de legalidad.
Nunca comprendimos si esto sucede porque conocen o porque no conocen
el valor del dinero.
En cuanto a la garantía jurisdiccional a la que se refiere MIR PUIG, con-
sideramos que no tiene una relación directa con el principio de legalidad.
De todos modos, cabría preguntarse si hoy, enfrentados a la creciente con-
centración de facultades de los poderes ejecutivos, es posible continuar de-
positando una fe ciega en los axiomas de la doctrina de la separación de
poderes del sistema republicano. La elevada politización del poder judicial
-en el sentido de su alta dependencia del poder administrador- permite
apreciar al poder judicial como otro brazo del ejecutivo. En nuestro actual
contexto político, bien puede leerse la reforma procesal de la Nación más
como un mecanismo para realizar un desembarco en la justicia penal, por
parte del oficialismo, que como un intento por racionalizar la administra-
ción de justicia.
Finalmente, hemos arribado a la garantía de ejecución que exige, según
MIR PUIG, que la determinación administrativa de la pena se vea sometida
a un programa legal. En la vida cotidiana del condenado, es tal la impor-
tancia del régimen de ejecución penal que puede marcar la diferencia en-
tre cumplir la pena en un establecimiento de máxima seguridad o en una
prisión abierta. El problema puede separarse en dos planos diferentes. Un
primer plano permite analizar las disposiciones legales para cuestionar su
adecuación al principio de legalidad. El segundo plano de análisis permite
acercarse a la práctica cotidiana de los agentes penitenciarios y al grado de
control que efectivamente poseen los tribunales para adecuar la práctica
penitenciaria al programa legal. En este sentido, una buena muestra de có-
mo funciona la ejecución lo constituye el régimen disciplinario al que se
ven sometidos los reclusos. Las sanciones impuestas por los agentes peni-
tenciarios, que van desde la suspensión de visitas al encierro en celdas de
castigo, carecen casi por completo de revisión judicial e implican para
quien las recibe no sólo un sufrimiento adicional al de la pena privativa de
76
contra la legalidad
77
la víctima
criminal de 1808. Si bien suele decirse que éste último es una transacción
entre el antiguo procedimiento inquisitivo y la ley de la revolución de 1791
(MAIER), lo cierto es que todos estos ordenamientos conservaban los prin-
cipios materiales del procedimiento inquisitivo: la persecución penal públi-
ca y la averiguación de la verdad como meta del proceso. Aun el más acu-
satorio procedimiento de la ley revolucionaria de 1791 mantuvo la perse-
cución penal pública, que tanto MONTESQUIEU como BECCARIA aceptaron y
defendieron. Este último escribió: "es regla óptima el destinar comisarios
que acusen en nombre público a los infractores de las leyes".
Con este desarrollo se consolida el nuevo procedimiento del Estado li-
beral, el sistema inquisitivo reformado o, como lo denominan algunos, mix-
to. Pero hay algo que permanece igual: la decisión de perseguir penalmente
sigue en manos del Estado. Los cambios revolucionarios no afectaron la fa-
cultad estatal de perseguir los delitos de oficio, nacida con la Inquisición. El
discurso iluminista, que se consolida, no ataca la base del poder penal, esto
es, la persecución penal pública. La autoritaria intervención coactiva del po-
der penal no es cuestionada por la crítica iluminista. ¿Por qué? Por el prin-
cipio de legalidad. No pretendemos sostener aquí que la persecución de ofi-
cio de los delitos es una regla derivada del principio de legalidad. Ninguna
relación lógica existe entre una y otro, ya que es posible concebir un siste-
ma de acción privada que opere con el principio de legalidad. Lo que sí pre-
tendemos sostener es que la garantía de la legalidad apareció, en ese mo-
mento histórico, como un límite suficiente a la intervención penal del Esta-
do. Esta ilusión produjo un efecto concreto: impedir que se llegara a poner
en discusión la base misma del problema. El principio de legalidad, enton-
ces, produjo un efecto sedante e impidió que se formularan ciertas pregun-
tas. ¿Por qué debe ser el Estado el que defina los comportamientos punibles
y asigne las penas? ¿Por qué debe ser el Estado el titular de la acción penal?
¿Por qué debe ser el Estado quien decide en un caso concreto si se aplicará
o no el castigo? ¿Qué queda a los individuos en este programa?
La primer consecuencia nociva que puede derivarse -no lógicamente,
sino como explicación de sucesos históricos- del principio de legalidad es,
de manera cierta, evitar que en un momento de profundas transformacio-
nes sociales se pudiera poner en crisis la legitimidad del Estado para im-
poner coactivamente el castigo. La decisión por la persecución pública per-
mite afirmar que lo que se castiga en el nuevo Estado liberal no es el daño
provocado a un tercero, sino la desobediencia a la norma, tal como se acos-
tumbraba en el antiguo régimen. No se retorna al concepto de delito pro-
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IV. ¿Y la víctima?
"Así el derecho nos constituye, nos instala, frente al otro y ante la ley. Sin ser
aprehendidos por el orden jurídico no existimos, y luego de ser aprehendi-
dos sólo existimos según sus mandatos".
Alicia RuiZ, La ilusión de lo jurídico.
80
contra la legalidad
núan siendo normativos -v. gr., criterios referidos a ciertas normas socia-
les-. ¿Cómo haremos para saber que alguien ha sufrido un daño? ¿Le pre-
guntaremos a un tercero imparcial, o le preguntaremos a quien se supone
ha sufrido el daño concreto?
Con lo hasta aquí dicho, alguien podría decir: "una muerte inmotivada
crea, sin duda, una víctima". Pero esta definición es tan normativa como
cualquier otra. Al referirnos a lo "inmotivado" estamos, indudablemente,
utilizando un criterio normativo. Es inevitable, entonces, recurrir a crite-
rios normativos para decidir quién es víctima. Y, en el ámbito específico del
derecho penal, es la ley o, más precisamente, la práctica jurídica, la que
atribuye la calidad de víctima, la que decide quién es víctima y quién no lo
es, la que nos constituye en sujetos con ciertas y determinadas peculiarida-
des, estatus y facultades. Aun cuando intentemos escaparnos de la ineludi-
ble constitución jurídica de la víctima, utilizando términos tales como "si-
tuaciones problemáticas" o "conflictos", sigue siendo la práctica jurídica la
única instancia capaz de generar tal calidad.
El mecanismo constitutivo utilizado por la práctica jurídica aparece
muy bien descripto en un texto cuya autoría se debe a quien aboga por la
utilización de criterios aparentemente no normativos. En el Informe del
Comité Europeo sobre problemas de la criminalidad (1987) -con la clara in-
fluencia de HULSMAN- puede leerse que, con la intervención penal, "la dis-
puta y la relación cambian de forma: el invocante se convierte en 'víctima',
aun cuando haya contribuido sustancialmente con el hecho que precipitó
la crisis; la otra parte se convierte en el 'delincuente', y se le coloca inme-
diatamente en un papel negativo donde tanto la 'víctima' como el Estado
unen fuerzas en su contra".
A pesar de los vanos intentos que puedan realizarse, sólo revestimos el
carácter de víctima en la medida en que la ley penal nos defina como tales.
Antes que el derecho nos nombre y nos instale frente al otro, no somos víc-
timas ni el otro es autor. Así, sostener que el Estado, a través del derecho
penal, excluye a la víctima, es una afirmación parcialmente verdadera. Pa-
ra ser excluidos es preciso que, antes, el derecho nos constituya, nos cree,
nos defina como víctimas. Y aquí nos volvemos a encontrar con el princi-
pio de legalidad. Para cumplir con sus exigencias, se requiere que, a través
de un tipo penal, se describa cuáles comportamientos afectan a cuáles víc-
timas. Dicho de otra manera, el Estado, para realizar la intervención jurí-
dico-penal, debe previamente constituir a la víctima que legitima su inter-
vención.
81
la víctima
Hecho esto, es decir, nombrados como víctimas por un tipo penal, ¿qué
sucede? Por un lado, se legitima, se justifica la intervención punitiva; por
el otro, la víctima queda atrapada en el mismo tipo penal que la ha creado.
Para ello, el discurso jurídico ha creado un concepto específico, el concep-
to de bien jurídico. Este concepto ha generado y genera aún interminables
discusiones sobre ruál es su contenido. Lo cierto es que, desde este punto
de vista, el bien jurídico no es otra cosa más que la víctima objetivada en el
tipo penal. Y está objetivada porque, luego de ser constituida y de permi-
tir la intervención penal, debe ser excluida. Este particular mecanismo de
inclusión-exclusión permite que el Estado actúe en su nombre, la repre-
sente, ocupe su lugar, es decir, actúe "como si" fuera la víctima. Por esta vía,
lo que sucede, en realidad, es que el Estado actúa sólo en nombre del Esta-
do, utilizando para ello dos mecanismos diversos. El primero de ellos es
hacerla callar cuando la víctima desea hablar. El segundo -y más terrible-
es hacerla hablar cuando desea callar.
El mecanismo utilizado para hacerla callar se relaciona, fundamental-
mente, con el problema de la indisponibilidad de los bienes jurídicos. De-
satada la intervención penal, el interés concreto del sujeto constituido en
víctima por el derecho se torna irrelevante para frenar dicha intervención.
Si la víctima quiere perdonar, o simplemente desea una reparación y no la
aplicación de una pena, debe callar en aras del respeto a la voluntad del ti-
tular de la acción penal: el Estado. Cualquier interpretación de un tipo pe-
nal que permita sostener que siempre que haya habido consentimiento de
la víctima no se ha visto afectado el bien jurídico protegido por el tipo pe-
nal, choca contra las complejas elaboraciones de la dogmática penal que
terminan por hacer desaparecer de la discusión la voluntad concreta del 51/-
pnesto ofendido. Las afirmaciones de la doctrina tienen más fuerza que una
cláusula constitucional cuando sostienen la indisponibilidad de ciertos
bienes jurídicos, a pesar de que formalmente no son derecho positivo. Al-
gunos ejemplos de esta verdad ya consagrada: "la vida es un bien del que
su mismo titular 110 puede disponer", dice JIMÉNEZ DE ASÚA; "la vida es un
bien irrenunciable", dicen COBO DEL ROSAL y VIVES ANTÓN; "la vida huma-
na viene protegida por el Estado no sólo en interés del individuo, sino tam-
bién en interés de la colectividad", dice JIMÉNEZ HUERTA; "la vida no es un
bien cuya disponibilidad corresponda al sujeto pasivo", dice RODRÍGUEZ
DEVESA; "la vida se protege de un modo absoluto, sin consideración a la vo-
luntad del individuo, que no puede disponer de ella, aunque sea su titular",
dice MUÑOZ CONDE. Así, si queremos vendernos como esclavos, o si con-
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la víctima
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La participación de la víctima en
el procedimiento penal*
I. Introducción
La participación de la víctima en el procedimiento penal -y, en sentido
amplio, la relación entre la víctima y el sistema de justicia penal-, es un te-
ma que ha suscitado un destacable interés en los últimos años. Después de
varios siglos de exclusión y olvido1, la víctima reaparece, en la actualidad,
en el escenario de la justicia penal, como una preocupación central de la
política criminal. Prueba de este interés resultan la gran variedad de traba-
jos publicados recientemente, tanto en Argentina como en el extranjero; la
inclusión del problema en el temario de reuniones científicas; los movi-
mientos u organizaciones que trabajan o bregan por los derechos de las
víctimas del delito; y, fundamentalmente, las recientes reformas en el dere-
cho positivo, nacional y comparado, que giran en torno a la víctima, sus in-
tereses y su protección2. De este modo, resulta más que relevante la inves-
87
la víctima
ne?/ Action: An Overview of Issues and Problems, ps. 117 y ss.; JOUTSEN, Listening to
the Victirn: The Victim's Role in European Criminal Justice Systems, ps. 95 y ss.; PEE-
RENBOOM, The Victirn in Chínese Criminal Theory and Practice: A Historical Survey,
ps. 63 y ss.; PERIS RIERA, Situación jurídico-procesal y económica de la víctima en Es-
paña.
3
MAIER, La víctima y el sistema penal, ps. 190 y siguiente.
4
Cf. LARRAURI, Victimología, ps. 285 y siguientes.
5
Una definición de victimología en RAMÍREZ GONZÁLEZ, La victimología, ps. 3
y ss. Allí se afirma: "En conclusión, la victimología es considerada, desde cierto
88
participación de la víctima en el procedimiento penal
punto de vista, como disciplina autónoma, el campo donde se debe estudiar con
una observación más directa a la víctima de la infracción, sea ésta una persona mo-
ral o una persona natural, como base del interés en e] análisis de los fenómenos
criminales" (p. 9).
6
MAIER, La víctima y el sistema penal, ps. 185 y s. (destacado en el original).
89
la víctima
7
FERNÁNDEZ BLANCO y JORGE, LOS últimos días de Ja víctima, p. 14.
8
FERNÁNDEZ BLANCO y JORGE, LOS últimos días de la víctima, p. 14.
90
participación de la víctima en el procedimiento penal
9
Cf. BAUMANN, Derecho procesal penal. Conceptos fundamentales y principios
procesales, ps. 42 y siguientes.
10
Cf. CHRISTIE, Los conflictos como pertenencia. Este autor desarrolla diversas
consideraciones sobre el proceso de exclusión de la víctima que genera el derecho
penal.
91
la víctima
que la víctima es constituida como tal por un tipo penal, queda atrapada
en el mismo tipo penal que la ha creado. Para ello, el discurso jurídico uti-
liza un concepto específico, el concepto de bien jurídico. Lo cierto es que,
desde este punto de vista, el bien jurídico no es más que la víctima objeti-
vada en el tipo penal. La exclusión de la víctima es tan completa que, a tra-
vés de la idea acerca de la indisponibilidad de ciertos bienes jurídicos, se
afirma que la decisión que determina cuándo un individuo ha sido lesio-
nado es un juicio objetivo y externo a ese individuo, que se formula sin te-
ner en cuenta su opinión. Al escindir el interés protegido de su titular o
portador concreto, objetivamos ese interés, afirmando la irrelevancia polí-
tica de ese individuo para considerarse afectado por una lesión de carácter
jurídico-penal. Esta concepción de la víctima como sujeto privado no es
compatible con el carácter de titular de derechos que los actuales ordena-
mientos jurídicos positivos otorgan a los individuos.
El derecho penal estatal que conocemos surge, históricamente, justifi-
cado como medio de protección del autor del hecho frente a la venganza
del ofendido o su familia, como mecanismo para el restablecimiento de la
paz. La historia del derecho penal muestra, sin embargo cómo éste fue uti-
lizado exclusivamente en beneficio del poder estatal, para controlar ciertos
comportamientos de ciertos individuos, sobre quienes infligió crueles e in-
necesarios sufrimientos, y cómo excluyó a la víctima al expropiarle sus de-
rechos. Las garantías del programa reformador del siglo XIX no han sido
suficientes para limitar las arbitrariedades del ejercicio de las prácticas pu-
nitivas, entre otros motivos, porque son los órganos estatales que llevan
adelante la persecución los encargados de poner límites a esa persecución,
es decir, porque deben controlarse a sí mismos. Frente a la concentración
de facultades en los órganos del Estado, los individuos fueron constituidos
como sujetos privados, esto es, como sujetos sin derechos.
92
participación de la víctima en el procedimiento penal
1
' El casamiento fue regulado como mecanismo "reparatorio" porque no se
consideraba la violación como una agresión contra la libertad sexual, sino como
93
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94
participación de la víctima en el procedimiento penal
14
Adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas el 29/11/1985 por
resolución 40/34.
15
VILLAVICENCIO TERREROS, Derecho penal de los derechos humanos, ps. 134
(destacado en el original).
16
MAIER, La víctima y el sistema penal, ps. 207 y siguiente.
95
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17
Cf. LENMAN y PARKER, The State, the Comrnunity and the Criminal Law in
Early Modern Europe.
96
participación de la víctima en el procedimiento penal
18
ESER, Acerca del renacimiento de la víctima en el procedimiento penal, p. 34.
19
Sobre este instituto, cf. MAIER y BOVINO, Ensayo sobre la aplicación del art. 14
de la ley 23.771. ¿El ingreso al derecho penal de la reparación como tercera vial Sobre
el momento en que puede aplicarse este mecanismo extintivo, cf. ps. 128 y ss. de
ese trabajo.
20
Cf. Proyecto de ley de Protección integral de la víctima del delito, en CAFFE-
RATA ÑORES, Cuestiones actuales del proceso penal, p. 179.
97
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98
participación de la víctima en el procedimiento penal
22
Cf. HULSMAN y BERNAT DE CELIS, Sistema penal y seguridad ciudadana: Hacia
una alternativa, p. 73.
23
LARRAURI cita como ejemplo de esta tendencia a quienes constituyeron la
victimología originaria (cf. Victimología, p. 284). Sin embargo, estas tendencias son
mantenidas en la actualidad, por ejemplo, en los EE.UU. de América. Allí, la pro-
puesta inicial de los partidarios liberales de los derechos de la víctima, cuyo conte-
nido consistía en un modelo de justicia penal reparatoria, fue transformada por los
conservadores, que utilizaron políticamente el valor simbólico de la víctima para
provocar reformas en la justicia penal que terminaron por aumentar el carácter
punitivo del modelo estadounidense y por perjudicar al imputado. Se ha sosteni-
do que el resultado de este proceso ha dejado algunas preguntas sin respuesta, en-
tre otras: "si las reformas tienen alguna relación con las víctimas, o si esas reformas
son deseables" (HENDERSON, Tlie Wrongs of'Victim's Rights, p. 953).
99
la víctima
100
participación de la víctima en el procedimiento penal
los casos restantes -generalmente los más graves y complejos, que deman-
dan mayores esfuerzos persecutorios-.
III. 3. c. Otros efectos de la reparación
También se puede pensar en la reparación en otro sentido que, en este
caso, no excluye la posibilidad de obtener una decisión condenatoria. En
este sentido, la reparación del daño puede ser utilizada para tomar distin-
tas decisiones respecto de una persona que ha sido condenada: a) como
causa que permite prescindir de la imposición de la pena (exclusión de la
pena); b) como causa que permite la condenación condicional; c) como
criterio legal abstracto de reducción de la escala penal aplicable en princi-
pio al caso -como sucede, por ejemplo, con la reducción de la escala penal
para la tentativa-; d) como criterio favorable para la determinación judi-
cial de la pena en el caso concreto, y e) como criterio para conceder bene-
ficios durante la ejecución de la pena -v. gr., libertad condicional, régimen
de salidas, instituciones penales abiertas- 27 .
En el derecho argentino, la reparación del daño, si bien no está previs-
ta expresamente, puede ser tenida en cuenta tanto para aplicar la condena-
ción condicional -la "actitud posterior al delito" del art. 26, CP Argentina-
como para la determinación judicial de la pena -el art. 41 hace referencia
a los "antecedentes y condiciones personales, así como los vínculos persona-
les, la calidad de las personas y las circunstancias de tiempo, lugar, modo y
ocasión que demuestren su mayor o menor peligrosidad" (CP Argentina, 41,
destacado agregado)-. También podría ser tomada en cuenta para la deci-
sión acerca de la libertad condicional. Los requisitos establecidos para la li-
bertad condicional -cumplimiento parcial de la pena privativa de libertad,
observancia de los reglamentos carcelarios, informe de la autoridad peni-
tenciaria: CP Argentina, 13- se vinculan con la necesidad de verificar cier-
to progreso en el proceso de rehabilitación del condenado. En este contex-
to, la reparación del daño causado, a pesar de no estar contenida expresa-
mente en la disposición citada, también podría ser tenida en cuenta como
un indicador más de este progreso y, por ende, influir favorablemente en
la decisión acerca de la libertad condicional.
27
Cf. MAIER, La víctima y el sistema penal, p. 210.
101
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102
participación de la víctima en el procedimiento penal
31
ROXIN, La reparación en eí sistema de losfinesde la pena, p. 155.
32
ROXIN habla, por ejemplo, de delitos no reparables definidos abstractamen-
te. La calificación a priori de ciertos daños, o ciertos delitos, como hechos no pasi-
bles de reparación implica, necesariamente, un juicio "objetivo", externo, que igno-
ra la opinión particular de la víctima en el caso concreto (La reparación en el dere-
cho penal).
103
la víctima
pa- a pesar de que ésta satisfaga íntegramente sus intereses, si aquél consi-
dera que su contenido no alcanza para cumplir con los fines de la pena. Es-
ta objetivación de la reparación, de este modo, disminuye las posibilidades
de satisfacer a la víctima. Otra consecuencia negativa de esta posición con-
siste en que la reparación no sirve para respetar el principio de ultima ra-
tio, pues la solución reparatoria no es utilizada en todos los casos, sino só-
lo en aquellos en los cuales ella resulta posible y, además, resulta adecuada
para cumplir los fines de la pena. Finalmente, esta concepción puede re-
presentar una ampliación del control social jurídico-penal si la sanción re-
paratoria, en lugar de reducir la aplicación de la sanción penal tradicional,
termina por agregarse a ella sin alterarla33.
33
Este fenómeno expansivo del control ha sido señalado respecto de las penas
alternativas a la prisión y a la diversión estadounidense. Cf., respecto a las penas al-
ternativas, PAVARINI, ¿Menos cárcel y más medidas alternativas?, respecto a la diver-
sión, ver La suspensión del procedimiento en el Código Penal argentino y la diversión
estadounidense. Un análisis comparativo, ps. 187 y ss., en esta misma obra.
104
participación de la víctima en el procedimiento penal
3
'' Cf. BOVINO, Mecanismos de control de delitos que perjudican al Estado en el
derecho federal de los Estados Unidos, especialmente ps. 63 y siguientes.
105
la víctima
106
participación de la víctima en ei procedimiento penal
lectivo protegido que, por lo demás, suele contar con mayor compromiso,
recursos e idoneidad para desempeñar esa tarea.
En realidad, se puede afirmar que todos estos supuestos tienen algunas
notas comunes. Están orientados a favorecer la participación ciudadana en
la administración de justicia penal. Comparten la finalidad de aumentar la
eficiencia de la política persecutoria y posibilitan el control de los funcio-
narios encargados de la persecución penal estatal por partes de diversos
miembros de la sociedad civil ajenos al Estado.
III. 5. b. La conversión de la acción penal pública en acción privada
Otro mecanismo novedoso que atribuye mayores facultades de partici-
pación sustantiva a la víctima es el instituto de la conversión de la acción.
Se trata de un mecanismo que permite que un delito de acción pública se
convierta en delito de acción privada, sólo perseguible por el acusador par-
ticular, sin intervención alguna del ministerio público.
El CPP Costa Rica regula esta institución en el art. 20: "La acción pú-
blica podrá convertirse en privada a pedido de la víctima, siempre que el
Ministerio Público lo autorice y no exista un interés público gravemente
comprometido, cuando se investigue un delito que requiera instancia pri-
vada o un delito contra la propiedad realizado sin grave violencia sobre las
personas". El CPP Guatemala, por su lado, dispone que las "acciones de
ejercicio público podrán ser transformadas en acciones privadas, única-
mente ejercidas por el agraviado...", en tres tipos de supuestos (art. 26). El
primer supuesto remite a los casos en los cuales resulta posible la aplica-
ción del principio de oportunidad. El segundo supuesto se refiere a delitos
dependientes de instancia privada. El tercero de ellos, finalmente, incluye
a todos los delitos contra el patrimonio. Es interesante destacar que dos de
esos supuestos están regulados como un derecho de la víctima, pues no re-
quieren autorización del ministerio público.
La conversión de la acción reconoce el interés de la víctima vinculado
a la necesidad de llevar adelante al procedimiento para lograr la imposi-
ción de las consecuencias tradicionales del derecho penal. Representa, cla-
ramente, una excepción al principio de la persecución pública. Además,
permite a la víctima jugar un papel decisivo en la definición del conflicto
desde su punto de vista personal y, al mismo tiempo, le otorga poder de
disposición de la acción penal convertida en privada. Por otra parte, au-
menta las posibilidades del imputado de llegar a una conciliación que pon-
ga fin al caso, y simplifica notablemente el procedimiento, pues resultan
aplicables las reglas del proceso de acción privada.
107
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108
participación de la víctima en el procedimiento penal
109
la víctima
Además, se debe tener en cuenta que las leyes citadas no dicen nada sobre
los deberes de la Oficina, más allá del ámbito de la ciudad de Buenos Ai-
res, a pesar de que el CPP Nación es aplicable a las causas federales en to-
do el territorio nacional. En este contexto, la innovación más importante
del CPP Nación es, en todo caso, una mera expresión de deseos.
El nuevo CPP Costa Rica, por su parte, incorpora otros derechos de la
víctima, más allá de la facultad de intervenir como actor civil (art. 37) y co-
mo acusador particular (art. 75). En este sentido, el art. 71 dispone que la
víctima, aun cuando no se haya constituido en querellante, tiene derecho
a: 1) intervenir en el procedimiento; 2) ser informada de resoluciones de-
finitivas si lo solicita; 3) recurrir la desestimación y el sobreseimiento defi-
nitivo, y 4) ser informada de sus derechos en su primera intervención en el
procedimiento.
Las disposiciones analizadas, a diferencia de las anteriores, no represen-
tan una transformación significativa del derecho penal. Por el contrario,
podrían ser calificadas como un tímido intento de reducir los niveles de re-
victimización que produce habitualmente la justicia penal. Esta afirmación
se limita al ámbito de la ciudad de Buenos Aires, pues existen oficinas de
este tipo fuera de ella que cumplen satisfactoriamente sus funciones a pe-
sar de la escasez de recursos. En el contexto de la ciudad de Buenos Aires,
en cambio, estas disposiciones no son sino un intento frustrado de utilizar
el valor simbólico de la víctima para realimentar una justicia penal puniti-
va profundamente desacreditada.
110
participación de la víctima en el procedimiento penal
111
la víctima
nal orientada a la víctima (ver punto II. 1). En este contexto, los cambios
recientes en el procedimiento penal continental han permitido otorgar
más derechos a la víctima sin alterar significativamente las principales ca-
racterísticas de la justicia penal 38 . Muchos de estos cambios, por otra par-
te, se han fundado en la necesidad de aumentar la eficiencia del sistema de
justicia penal.
Si bien la tendencia político-criminal orientada a la víctima ha adopta-
do diferentes expresiones, es evidente que nuestra justicia penal aún repre-
senta el modelo punitivo. Los pequeños cambios logrados no han alterado
esa situación. Por lo tanto, la lucha por garantizar los intereses de la vícti-
ma en un modelo de justicia reparatoria todavía debe ser enfrentada.
IV. 2. Los peligros de la víctima: las prácticas
de la justicia penal
A pesar del entusiasmo expresado por diversos autores respecto de las
posibilidades de los mecanismos establecidos para garantizar los derechos
de la víctima en la justicia penal 39 , no se pueden ignorar los peligros de la
política criminal orientada a la víctima, por las consecuencias que ella pue-
de producir sobre la justicia penal.
Debemos tener en cuenta, en este contexto, la posibilidad de que las
prácticas de la justicia penal perviertan el sentido de estas nuevas institu-
ciones, asimilándolas a la lógica represiva que informa todo el sistema. Ello
podría suceder, por ejemplo, con el instituto de la suspensión del procedi-
miento penal a prueba, mecanismo que, en principio, es político-criminal-
mente valioso40.
38
De todos modos, en términos comparativos podría afirmarse que se han
producido transformaciones más significativas en el ámbito de nuestro derecho,
pues en el ámbito anglosajón el reconocimiento de derechos sustantivos a la vícti-
ma se enfrenta con la valla insalvable de las profundas alteraciones que esos cam-
bios producirían en el sistema de persecución penal pública. Cf. BOVINO, Victim
Participation in Criminal Pwcedure. A Comparative Analysis between Argentine and
American Law.
39
Cf., entre otros, ESER, Acerca del renacimiento de la víctima en el procedimien-
to penal; MAIER, La víctima y el sistema penal; ROXIN, La reparación en el sistema de
losfinesde la pena.
40
Un exhaustivo análisis de la regulación del instituto en el derecho argenti-
no en VÍTALE, Suspensión del proceso penal a prueba. Sobre el instituto en el CPP
Guatemala, cf. BOVINO, Temas de derecho procesal penal guatemalteco, ps. 119 y si-
guientes.
112
participación de la víctima en el procedimiento penal
'" Estas reglas son de aplicación eventual, sólo se pueden imponer en la medi-
da en que resulten manifiestamente necesarias y, por supuesto, deben guardar re-
lación con el hecho objeto de imputación. Cf. BOVINO, Temas de derecho procesal
penal guatemalteco, ps. 122 y siguientes.
113
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42
Cf. HENDERSON, The Wrongs ofVictim's Rights, p. 944.
43
Cf. HENDERSON, The Wrongs ofVictim's Rights, p. 945.
44
Cf. HENDERSON, The Wrongs of Victim's Rights, p. 948. Los conservadores
usaron la figura de la víctima como un símbolo político efectivo, definiéndola co-
mo una figura virtuosa cuyos derechos e intereses podían ser usados para contra-
rrestar los derechos del imputado (p. 949).
45
Cf. HENDERSON, The Wrongs ofVictim's Rights, p. 951.
46
HENDERSON, The Wrongs ofVictim's Rights, p. 953.
114
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115
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116
participación de la víctima en el procedimiento penal
50
Esta afirmación pertenece a Julio B. J. MAIER.
51
Cf. BOVINO, La víctima como preocupación del abolicionismo penal, ps. 261 y
siguientes.
52
Sobre las propuestas del abolicionismo penal, cf. CHRISTIE, LOS límites del do-
lor, del mismo autor, Los' conflictos como pertenencia; AA. W . , Abolicionismo penal;
PAVARINI, ¿Abolir la pena? La paradoja del sistema penal; HULSMAN y BERNAT DE CE-
LIS, Sistema penal y seguridad ciudadana: Hacia una alternativa; LARRAURI, Abolicio-
nismo del derecho penal: la propuesta del movimiento abolicionista; BlANCHI, Justice
as Sanctuary, MARTÍNEZ SÁNCHEZ, La abolición del sistema penal.
117
la víctima
118
Capítulo IV
El encarcelamiento preventivo
El encarcelamiento preventivo en los tratados
de derechos humanos*
I. Introducción
I. 1. El origen
Hace ya dos siglos, las revoluciones ciudadanas intentaron quebrar las
atroces prácticas del viejo sistema de justicia penal y fundar un nuevo ré-
gimen de gobierno sobre pautas más racionales, igualitarias y justas. En es-
te contexto, la imaginación ilustrada pergeñó el principio de inocencia co-
mo valla frente a la arbitrariedad y a la aplicación de la pena de sospecha
del modelo inquisitivo. Se suponía que esta valla resultaría capaz de lograr
que el Estado sólo pudiera imponer castigo a los individuos luego de rea-
lizar un juicio previo, frente a los ojos del público, con las debidas garan-
tías, tendiente a asegurar que no se impondría una sanción penal a menos
que se hubiera producido prueba suficiente como para demostrar con cer-
teza la culpabilidad del individuo acusado penalmente.
Como producto de la influencia de este movimiento político, los países
de América Latina adoptaron como principios fundamentales de su organi-
zación jurídica, en sus textos constitucionales, tanto la protección genérica
de la libertad ambulatoria como el reconocimiento del principio de inocen-
cia. En consecuencia, las constituciones plasmaron, ya en el siglo pasado, los
principios esenciales del moderno Estado liberal. La Constitución Nacional
argentina, por ejemplo, dispuso en 1853: "Nadie puede ser penado sin jui-
cio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso..." (art. 18).
121
el encarcelamiento preventivo
I. 2 . La situación
A pesar del reconocimiento de estas garantías en el ámbito normativo
de mayor jerarquía -esto es, en constituciones y tratados internacionales
de derechos humanos-, tanto las prácticas cotidianas de la justicia penal
como la regulación legislativa del procedimiento penal de los países de
América Latina se han impuesto en nuestra realidad. Estas circunstancias,
continuadoras de una acendrada tradición autoritaria y manifiestamente
antiliberal, heredada de la cultura colonial hispánica, han impedido, de he-
cho, toda posibilidad de lograr el respeto efectivo de la garantía de libertad
y del principio de inocencia. Según los estudios empíricos, nuestros países
recurren, como regla, al encarcelamiento cautelar de personas inocentes,
como si se tratara de una pena anticipada.
Las estudios estadísticos de la población carcelaria señalan, de modo
incontrovertible, la existencia, la magnitud y la gravedad del problema del
abuso del encarcelamiento preventivo y exponen las desmedidas tasas de
presos sin condena. Hasta hace algunos años, en los países de América La-
tina con sistema jurídico continental europeo, más del 60 % de las perso-
nas privadas de su libertad se encontraban sometidas a detención preven-
tiva. Es decir que, de cada cien individuos en prisión, más de 60 eran pro-
cesados y, en consecuencia, jurídicamente inocentes. Nueve años después
de la investigación que arrojara estas cifras, el porcentaje subió a un 65 %l.
Una investigación más reciente aún (1993-1995) demuestra que este
porcentaje no ha variado sustancialmente en los últimos años. El autor de
este estudio advierte, además, que las cifras pueden ser aun mayores, pues
ellas sólo incluyen a aquellos presos que han ingresado formalmente al sis-
tema penitenciario mientras que, en los hechos, el número total de perso-
1
Cf. CARRANZA, MORA MORA, HOUED y ZAFFARONI, El "preso sin condena" en
América Latina y el Caribe, ps. 643 y siguientes.
122
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
2
CARRANZA, Estado actual de la prisión preventiva en América Latina y compa-
ración con los países de Europa, p. 9.
3
Cf. CARRANZA, Estado actual de la prisión preventiva en América Latina y com-
paración con los países de Europa, p. 9.
4
Aun en países como Guatemala o El Salvador, cuya ley procesal penal ha si-
do transformada profundamente, subsiste una regulación represiva e inquisitiva
de la detención procesal. En Guatemala, por ej., las reglas de la prisión preventiva
123
el encarcelamiento preventivo
124
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
7
La Corte Interamericana de Derechos Humanos -en adelante, Corte IDH-
ha destacado que "el Derecho internacional de los derechos humanos no tiene por
objeto imponer penas a las personas culpables de sus violaciones, sino amparar a
las víctimas y disponer la reparación de los daños que les hayan sido causados por
los Estados responsables de tales acciones" (Corte IDH, Caso Velázquez Rodríguez,
29/7/88, párr. 134). En consecuencia, el mismo tribunal ha determinado que "al
aprobar estos tratados sobre derechos humanos, los Estados se someten a un or-
den legal dentro del cual ellos, por el bien común, asumen varias obligaciones, no
en relación con otros Estados, sino hacia los individuos bajo su jurisdicción" (Cor-
te IDH, El efecto de las reservas sobre la entrada en vigencia de la Convención Ame-
ricana, Opinión Consultiva OC-2/82, 24/9/82, párr. 27).
8
Los tratados internacionales de derechos humanos son instrumentos que se
caracterizan por proteger una clase especial de derechos: "los derechos humanos
pueden definirse como las prerrogativas que, conforme al Derecho Internacional,
tiene todo individuo frente a los órganos del poder para preservar su dignidad co-
mo ser humano, y cuya función es excluir la interferencia del Estado en áreas es-
pecíficas de la vida individual... y que reflejan las exigencias fundamentales que ca-
da ser humano puede formular a la sociedad de que forma parte" (FAÜNDEZ LEDES-
MA, El sistema interamericano de protección de los derechos humanos, p. 21). Sobre
las exigencias propias de los instrumentos jurídicos internacionales de carácter
obligatorio, cf. PINTO, Temas de derechos humanos, ps. 33 y siguientes.
9
Las disposiciones de este tipo de instrumentos pueden, de hecho, resultar
exigibles para los Estados. Ello sucede, por ejemplo, cuando tales disposiciones
son utilizadas por los órganos internacionales de protección como criterios de in-
terpretación de las obligaciones y deberes impuestos en instrumentos de carácter
vinculante. De esta manera, estas disposiciones determinan, en la práctica, el al-
125
el encarcelamiento preventivo
126
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
127
el encarcelamiento preventivo
En esta tarea, es esencial recordar que las pautas del derecho internacio-
nal que analizaremos no constituyen simples recomendaciones o sugeren-
cias, cuya aplicación dependa de la voluntad discrecional de los Estados. Se
trata, por el contrario, de criterios, exigencias y principios obligatorios, con-
tenidos en el derecho internacional de los derechos humanos, que imponen
deberes concretos a todos los órganos del Estado. Por ello, los órganos esta-
tales se hallan sometidos a la obligación de cumplir con tales deberes. La
obligación comprende a todos los órganos públicos que de cualquier modo
intervengan en el proceso de regulación, aplicación o ejecución del encar-
celamiento preventivo. En consecuencia, estas exigencias obligan, al menos,
al poder legislativo, a las fuerzas de seguridad, al ministerio público, al ser-
vicio penitenciario y, especialmente, a los tribunales de la justicia penal.
17
Sobre el alcance de esta obligación, cf. ABREGÜ, La aplicación del derecho in-
ternacional de los derechos humanos por los tribunales locales: una introducción.
128
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
' 8 Cf., entre otros, BRUÑÍ CELLI, El valor de las normas internacionales de protec-
ción de los derechos humanos en el derecho interno; DULITZKY, Los tratados de dere-
chos humanos en el constitucionalismo iberoamericano; PINTO, Temas de derechos
humanos, ps. 63 y siguientes.
19
En 1992 el porcentaje fue del 14,7 %; en 1993, del 14,5 %; y en 1994, del
18,5 % (cf. EDITORIAL, El aumento del número de presos sin condena, p. 1).
129
el encarcelamiento preventivo
130
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
22
CIDH, Demanda ante la Corte ¡nteramericana de Derechos Humanos contra
la República Argentina, Caso Guillermo José Maqueda, p. 746 (con cita textual de
MAIER, Derecho procesal penal argentino, t. Ib, p. 257).
23 MAIER, Derecho procesal penal, 1.1, ps. 490 y s. (destacado en el original).
24
MAIER, Derecho procesal penal, 1.1, p. 491.
131
el encarcelamiento preventivo
25
CIDH, Informe n° 12/96, Caso 11.245 (Argentina), p. 46.
26
Comité de Derechos Humanos, Observación General 13, pan. 7.
132
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
133
el encarcelamiento preventivo
28
MAIER, Derecho procesal penal, 1.1, p. 507.
29
PASTOR, Escolios a la ley de limitación temporal del encarcelamiento preventi-
vo, p. 286.
134
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
30
PASTOR, Escolios a la ley de limitación temporal del encarcelamiento preventi-
vo, ps. 286 y siguiente.
31
Citados por FAÜNDEZ LEDESMA, El sistema interamericano de protección de los
derechos humanos, ps. 23 y siguiente.
32
Corte CIDH, Caso Velázquez Rodríguez, 29/7/88, párr. 154.
135
el encarcelamiento preventivo
dividuo de la acción del poder estatal. Por ello, resulta acertada la afirma-
ción de FAÜNDEZ LEDESMA: "De manera que sugerir que el Derecho de los
derechos humanos es un conjunto de garantías del delincuente, para que
éste se sienta seguro y pueda actuar impunemente, más que una tergiver-
sación abusiva del lenguaje y las instituciones, es una insensatez. La fun-
ción del Derecho de los derechos humanos es servir de estatuto del hom-
bre libre, para que toda persona sea tratada con el respeto inherente a su
dignidad" 33 .
Frente a la situación actual de los presos sin condena en América Lati-
na, y al peligro que implica el abuso del encarcelamiento preventivo para las
personas sometidas a persecución penal, es importante analizar cuáles son
los principios, requisitos y límites sustantivos aplicables a la regulación de
la prisión procesal según el derecho internacional vigente. A partir de aquí
nos ocuparemos de todas las condiciones sustantivas que deben ser verifi-
cadas para autorizar el uso legítimo de la privación de libertad procesal.
33
FAONDEZ LEDESMA, El sistema interamericano de protección de los derechos hu-
manos, p. 27.
34
El principio de inocencia rige por igual en todos los casos y para todas las
personas. Por ello, el principio no puede ser ignorado para cierto tipo de casos o
figuras delictivas, aun cuando se trate de situaciones de emergencia -v. gr., terro-
rismo- o de delitos de suma gravedad. En este sentido, la CIDH ha criticado la ex-
cepción contemplada en la ley argentina de limitación temporal al encarcelamien-
to preventivo (ley nacional 24.390) referida a delitos vinculados a sustancias pro-
hibidas, como mecanismo que menoscaba la presunción de inocencia e impone un
castigo anticipado (cf. CIDH, Informe n" 2/97, párr. 51).
136
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
35
Cf. VELEZ MARICONDE, Derecho procesal penal, t. II, p. 475.
36
CAFFERATA ÑORES, Medidas de coerción en el nuevo Código Procesal Penal de
la Nación, p. 3.
137
el encarcelamiento preventivo
37
CENTRO DE DERECHOS HUMANOS, Dereclws humanos y prisión preventiva, p. 10.
38
Cf. PASTOR, El encarcelamiento preventivo, p. 51.
39
Instrumento elaborado en 1962 por un comité técnico de la Comisión de
Derechos Humanos de la ONU. Cf. O'DONNELL, Protección internacional de los de-
rechos humanos, p. 134.
40
Cf. O'DONNELL, Protección internacional de los derechos humanos, p. 134.
138
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
41
Ver, por ejemplo, el CPP Guatemala, art. 264, párr. I, que dispone: "Siempre
que [esos peligros] puedan ser razonablemente evitados por aplicación de otra
medida menos grave para el imputado, el juez o el tribunal competente, de oficio,
podrá imponerle..." medidas sustitutivas del encarcelamiento, e incluso, prescindir
de toda medida de coerción.
42
Cf. BARRIENTOS PELLECER, Derecho procesal penal guatemalteco, p. 86.
139
el encarcelamiento preventivo
43
CIDH, Informe n" ¡2/96, p. 48 (destacado agregado).
44
CIDH, Informe n" 12/96, p. 49.
140
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
45
CIDH, Informe n" 12/96, p. 50.
46
CIDH, Informe n° 12/96, ps. 50 y siguiente.
47
CENTRO DE DERECHOS HUMANOS, Derechos humanos y prisión preventiva, p. 10.
48
"Hugo van Alphen contra Países Bajos" (305/1988), 23/7/90.
49
CENTRO DE DERECHOS HUMANOS, Derechos humanos y prisión preventiva, p. 18.
141
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142
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143
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144
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54
MAIHR, Derecho procesal penal, t. I, ps. 522 y s. (destacado agregado).
35
CIDH, Informe n° 12/96, p. 48 (destacado agregado).
145
el encarcelamiento preventivo
56
CIDH, Informe n" 12/96, p. 49.
146
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
mismo Código establece, en este sentido, que: "Para decidir acerca del pe-
ligro de fuga se tendrán en cuenta, especialmente, las siguientes circuns-
tancias...". Se trata de circunstancias objetivas, enunciadas expresamente,
cuya existencia debe ser verificada en el caso concreto. El siguiente artícu-
lo también impone esta obligación, al exigir que "Para decidir acerca del
peligro de obstaculización para la averiguación de la verdad se tendrá en
cuenta, especialmente, la grave sospecha de que el imputado podría "reali-
zar distintas actividades que perjudiquen el proceso de investigación57. Se
exige, en conclusión, que un órgano del poder judicial verifique la existen-
cia concreta de peligro procesal, indique el valor asignado a los distintos me-
dios de prueba relacionados con ese peligro y señale los presupuestos que
motivan la medida cautelar al fundamentar su decisión.
III. En el marco de una organización republicana de los poderes públi-
cos sujeta a las reglas básicas del Estado de derecho, sólo el poder judicial
detenta la facultad de determinar la existencia de las circunstancias fácti-
cas que operan como presupuestos de aplicación de una norma jurídica
general, en un caso particular, a partir de los elementos de prueba introdu-
cidos válidamente al proceso. En consecuencia, la determinación de la
existencia de una circunstancia fáctica, en el caso particular, no puede ser
impuesta normativamente por el poder legislativo, como sucede cuando se
establece la presunción, sin admitir prueba en contrario, de que existe pe-
ligro procesal para cierto tipo de casos, de manera general y abstracta. Las
disposiciones legales de esta naturaleza representan una manifiesta inva-
sión, por parte del legislador, de la función de establecer los hechos del ca-
so concreto que corresponde exclusivamente al poder judicial.
Por esta razón, el establecimiento legal de los denominados "delitos no
excarcelables" no sólo resulta ilegítimo por vulnerar el principio de ino-
cencia -al permitir el encarcelamiento de un inocente sin que pueda com-
probarse o discutirse la existencia de razones concretas que lo justifiquen-,
sino que también representa una intromisión indebida del legislador en el
ámbito de funciones exclusivamente judiciales. La legislación procesal no
57
El art. 263 enumera tres supuestos: a) destruir, alterar, ocultar, suprimir o
falsificar elementos de prueba; b) influir sobre distintos actores del proceso para
que informen falsamente o actúen de manera desleal o reticente; y c) inducir a
otros a realizar tales comportamientos.
147
el encarcelamiento preventivo
58
Entre otras, arraigo (262, inc. 1), pena probable (262, inc. 2), actitud del im-
putado (262, incs. 3 y 4).
1,9
O'DONNELL, Protección internacional de ¡os derechos humanos, p. 147 (desta-
cado agregado). A continuación se aclara: "Incluso, habida cuenta de los objetivos
de este principio, pareciera justificado concluir que el uso de la detención preven-
148
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
149
el encarcelamiento preventivo
150
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
151
el encarcelamiento preventivo
V. Principio de proporcionalidad
V. 1 . Fundamentos político-criminales
El principio de proporcionalidad es quizá el límite más racional a la po-
sibilidad de privar de libertad al imputado. MAIER señala que resulta "ra-
cional el intento de impedir que, aun en los casos de encierro admisible, la
persecución penal inflija, a quien la soporta, un mal mayor, irremediable,
que la propia reacción legítima del Estado en caso de condena"66. La razo-
nabilidad evidente de este criterio limitativo permite reconocer "la necesi-
dad de que el encarcelamiento preventivo sea proporcional a la pena que
se espera, en el sentido de que no la pueda superar en gravedad"67.
64
CENTRO DE DERECHOS HUMANOS, Derechos humanos y prisión preventiva, p. 4.
65
CENTRO DE DERECHOS HUMANOS, Derechos humanos y prisión preventiva, p. 18.
66
MAIER, Derecho procesal penal, 1.1, p. 526.
67
MAIER, Derecho procesal penal, 1.1, p. 528.
152
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
V. 2. Reconocimiento normativo
El principio de proporcionalidad es una consecuencia necesaria del
principio de inocencia, pues éste exige que los procesados reciban trato de
inocentes o, como mínimo, que no reciban un trato peor que los condena-
dos. Por esta razón, el principio de proporcionalidad ha sido reconocido
expresamente no sólo en instrumentos internacionales sino, también, en el
derecho procesal penal interno.
El art. 5 del Proyecto de principios sobre el derecho a no ser arbitraria-
mente detenido o preso, por ejemplo, dispone que sólo se puede detener
preventivamente si la infracción imputada es grave y prevé pena privativa
de libertad. En similar sentido, la Resolución 17 aprobada por el VIH Con-
greso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento
del Delincuente, en su párrafo 2, inc. d, establece: "No se ordenará la pri-
sión preventiva si la consiguiente privación de libertad sería desproporcio-
nada en relación con el presunto delito y la sentencia prevista".
En concordancia con estos criterios, la CIDH ha manifestado que "si el
tiempo pasado por un detenido en régimen de prisión preventiva en espe-
ra de juicio rebasa el período de la pena que se impondría si se le recono-
ciera culpable y se le condenara, la detención constituiría una grave viola-
ción del derecho del detenido a que se formulen las acusaciones y se le re-
conozca culpable antes de que se le castigue"68. Este antecedente reviste su-
68
CIDH, Informe sobre la situación de los derechos humanos en Paraguay, 1978,
p. 61.
153
el encarcelamiento preventivo
154
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
72
Sin embargo, la misma disposición citada vulnera el principio de proporcio-
nalidad, pues el inc. 2 autoriza el encarcelamiento incluso cuando se trata de pena
privativa de libertad que permita la condena condicional si existe peligro procesal
(art. 319).
155
el encarcelamiento preventivo
156
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
157
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158
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
76
TEDH, Caso Fox, Campbell y Hartley, decisión del 30/8/90, citado en CEN-
TRO DE DERECHOS HUMANOS, Derechos humanos y prisión preventiva, p. 12 (desta-
cado agregado).
159
el encarcelamiento preventivo
160
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
77
PASTOR, El encarcelamiento preventivo, p. 51.
78
CIDH, Informe n° 12/96, p. 45.
79
CENTRO DE DERECHOS HUMANOS, Derechos humanos y prisión preventiva, p. 19.
161
el encarcelamiento preventivo
162
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
163
el encarcelamiento preventivo
,l
PINTO, Ternas de derechos humanos, p. 71.
'- O'DONNELL, Protección internacional de los derechos humanos, p. 35.
i3
CENTRO DE DERECHOS HUMANOS, Derechos humanos y prisión preventiva, p. 51.
164
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
165
el encarcelamiento preventivo
166
encarcelamiento preventivo y derechos humanos
167
La limitación temporal del encarcelamiento preventivo
en la doctrina de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos*
I. Introducción
I. 1 . El caso
En este trabajo no pretendemos hacer un desarrollo exhaustivo de la
cuestión genérica de la limitación temporal del encarcelamiento preventi-
vo. Nuestra única pretensión consiste en analizar críticamente los criterios
sentados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos -en ade-
lante, CIDH- en el tratamiento del tema.
Para realizar esta tarea atenderemos a una decisión reciente de la CIDH
sobre el tema: el Informe n° 12/961. Nos limitaremos a reproducir textual-
mente algunas partes esenciales de la decisión analizada. Las citas harán re-
ferencia a los números de párrafos del Informe.
El Informe n° 12/96 se refiere a la denuncia presentada a favor de Jorge
Alberto GIMÉNEZ que alegaba la imposición de la privación de libertad cau-
telar por un término que excedía el plazo razonable previsto en la Conven-
ción Americana sobre Derechos Humanos -en adelante, CADH-. GIMÉNEZ
fue detenido el 29/9/89. El 14/3/95 fue condenado a 9 años de prisión.
Aun cuando la CIDH tuvo en cuenta el hecho de que la sentencia con-
denatoria computó el tiempo transcurrido en prisión preventiva para rea-
lizar el cálculo del tiempo de cumplimiento de la pena privativa de liber-
tad impuesta, es importante señalar que determinó la existencia de un
169
el encarcelamiento preventivo
170
limitación temporal del encarcelamiento preventivo
I. 3. La garantía de libertad
El límite temporal del encarcelamiento procesal se funda en la presun-
ción de inocencia y tiene como fin proteger el "derecho básico de libertad
personal" (párrafo 76). La CIDH exige que el Estado pruebe la culpabili-
dad del imputado respetando las garantías fundamentales del procedi-
miento penal y dentro de un plazo razonable, pues si el Estado tiene el de-
ber de considerar inocente al imputado, no se justifica "que se dedique un
período de tiempo ilimitado a la resolución de un asunto de índole crimi-
nal". Si ello sucediera, se agrega, "se asumiría de manera implícita que el
Estado siempre enjuicia a culpables" (párrafo 78) y se estaría imponiendo
ilegítimamente una pena anticipada (párrafo 80). Además, se destaca que
171
el encarcelamiento preventivo
II. La decisión
II. 1 . El análisis
La CIDH destaca que, para decidir el caso,"analizará las razones en que
se basan las autoridades judiciales argentinas" a fin de determinar su legi-
timidad (párrafo 82). Para ello, la CIDH evaluará si la privación de liber-
tad se justifica con "criterios pertinentes y suficientes" (párrafo 83), y, ade-
más, si hubo diligencia en el tratamiento del caso, es decir, si el tiempo de
detención "ha en algún momento sobrepasado un límite razonable de ma-
nera que el encarcelamiento se haya constituido en un sacrificio mayor, en
las circunstancias del caso, que el que se podría esperar tratándose de una
persona que se presume inocente" (párrafo 83).
La determinación de la razonabilidad del plazo en el caso concreto exi-
ge, entonces, el examen de las razones expresadas en las decisiones judicia-
les restrictivas de la libertad y, además, la consideración de las circunstan-
cias de hecho presentadas por el denunciante consideradas verdaderas.
172
limitación temporal del encarcelamiento preventivo
2
La opinión de la CIDH señala: "Sin embargo, la privación de libertad... no
puede basarse únicamente en el hecho de que el presunto delito es especialmente
objetable desde el punto de vista social" (párrafo 89).
173
el encarcelamiento preventivo
174
limitación temporal del encarcelamiento preventivo
175
el encarcelamiento preventivo
3
Cf. PASTOR, Escolios a la ley de limitación temporal del encarcelamiento pre-
ventivo, p. 289.
176
limitación temporal del encarcelamiento preventivo
4
Independientemente de las dificultades prácticas que pueda presentar la de-
terminación concreta del "plazo razonable", una vez establecido el contenido de es-
te plazo, el cese del encarcelamiento debe hacerse efectivo.
5
Si desde el inicio del proceso no existe peligro procesal, por ejemplo, no re-
sulta posible justificar la imposición del encarcelamiento preventivo. Lo mismo
sucede cuando durante el transcurso del proceso desaparece ese peligro.
6
Cf. PASTOR, Escolios a la ley de limitación temporal del encarcelamiento preven-
tivo, p. 290.
177
el encarcelamiento preventivo
7
Cf. PASTOR, Escolios a la ley de limitación temporal del encarcelamiento preven-
tivo, p. 289.
178
limitación temporal del encarcelamiento preventivo
179
el encarcelamiento preventivo
8
Las investigaciones empíricas demuestran esta estrecha relación e indican
que los países americanos con sistema jurídico anglosajón con tasas de presos sin
condena más altas siempre cuentan con tasas sustancialmente menores que las de
los países con sistema jurídico continental europeo con tasas más bajas. Sobre es-
tas estadísticas, cf. CARRANZA, Estado actual de la prisión preventiva en América La-
tina y comparación con los países de Europa; CARRANZA, MORA MORA, HOUED y ZAF-
FARONI, El "preso sin condena" en América Latina y el Caribe.
180
limitación temporal del encarcelamiento preventivo
9
En este sentido, SAN MARTIN afirma que, en realidad, el encarcelamiento pre-
ventivo sólo puede ser justificado para asegurar la comparecencia del imputado al
proceso -peligro de fuga-, pues los tratados internacionales sólo mencionan esa
posibilidad, y no contienen referencia alguna a la finalidad de proteger el proceso
de averiguación de la verdad. Este autor señala que, por ejemplo, la Convención
Americana (art. 7, n° 5) sólo autoriza la restricción anticipada de la libertad del
imputado para asegurar "su comparecencia al juicio", y que el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos (art. 9, n° 3) sólo autoriza las medidas cautelares
para asegurar "la comparecencia del acusado en el acto del juicio, o en cualquier
otro momento de las diligencias procesales y, en su caso, para la ejecución del fa-
llo" (cf. SAN MARTIN, Conferencia sobre detención preventiva). También se señala
que la "vigencia irrestricta de las tareas de averiguar la verdad... ha ingresado ya en
su fase terminal. Las nuevas elaboraciones, sobre todo en el ámbito europeo, pre-
sentan ya una tendencia reformista imparable hacia la sustitución de esos paradig-
mas tradicionales por la creación de instrumentos procesales respetuosos de la
dignidad humana que permitan, en la escena del proceso penal, un acercamiento
de las partes... el consenso por encima de la averiguación de la verdad" (PASTOR, El
encarcelamiento preventivo, p. 49).
Este punto de vista también es sostenido por BlNDER, quien considera que el
"entorpecimiento de la investigación no puede constituir un fundamento para el
encarcelamiento de una persona porque el Estado cuenta con innumerables me-
dios para evitar la eventual acción del imputado". Se agrega que "es difícil creer que
el imputado puede producir por sí mismo más daño a la investigación que el que
puede evitar el Estado con todo su aparato de investigación: la policía, los fiscales,
la propia justicia. Concederles a los órganos de investigación del Estado un poder
tan grande, supondría desequilibrar las reglas de igualdad en el proceso. Además,
si el Estado es ineficaz para proteger su propia investigación, esta ineficacia no se
puede cargar en la cuenta del imputado, mucho menos a costa de la privación de
su libertad" (BINDER, Introducción al derecho procesal penal, p. 199).
181
el encarcelamiento preventivo
IV. Conclusiones
La resolución analizada, como hemos visto, presenta algunos aspectos
dudosos. En este sentido, tanto la falta de claridad acerca de los fines atri-
buidos al encarcelamiento preventivo, como la admisión de la eventual
consideración de la subsistencia del peligro procesal para justificar la con-
tinuación de la detención, permitirían una aplicación arbitraria de los
principios establecidos en la decisión de la CIDH en el ámbito interno. A
pesar de ello, ambas cuestiones admiten una comprensión legítima y res-
petuosa de los derechos de las personas jurídicamente inocentes acorde
con el sentido de las disposiciones de la CADH.
El resto de las cuestiones tratadas, por otro lado, representan, en gene-
ral, la adopción de criterios y exigencias necesarios, razonables y acertados,
más allá de ciertos aspectos que pueden ser considerados negativos -v. gr.,
la falta de distinción entre países que han adoptado plazos legislativamen-
te y países que no lo han hecho-.
Más allá de estas críticas, es justo reconocer que la decisión de la CIDH
en este caso representa un avance significativo respecto de los criterios uti-
lizados hace unos años por la CIDH en el caso "Firmenich"11. En ese caso,
la doctrina de la CIDH representó la expresión de una perspectiva franca-
mente opuesta al principio de inocencia y al derecho a permanecer en li-
bertad durante el proceso penal, que sirvió para convalidar la reiteración
sistemática de las violaciones masivas y generalizadas de los derechos de las
personas sometidas a persecución penal en los países de nuestra región.
En este contexto, la resolución contenida en el Informe n° 12/96 consti-
tuye un gran avance que debe ser consolidado y profundizado por la pro-
'0 Cf. PASTOR, Escolios a la ley de limitación temporal del encarcelamiento pre-
ventivo, p. 297.
11
Caso n° 10.037 (Argentina), del 13/4/89, en el cual la Comisión consideró
razonable una detención que había durado cuatro años y medio.
182
limitación temporal del encarcelamiento preventivo
12
Cf. las estadísticas más recientes en CARRANZA, Estado actual de la prisión
preventiva en América Latina y comparación con los países de Europa.
13
El nuevo CPP de El Salvador es un código muy moderno, que incorpora los
últimos principios e instituciones procesales del modelo de enjuiciamiento propio
de este fin de siglo. A pesar de ello, este nuevo CPP mantiene una regulación ob-
soleta e ilegítima del encarcelamiento preventivo, totalmente inconsistente con los
principios estructurales del nuevo modelo de enjuiciamiento penal.
14
Las reglas originales de la prisión preventiva en el CPP Guatemala consti-
tuían una excelente regulación del encarcelamiento preventivo (cf. BOVINO, Temas
de derecho procesal penal guatemalteco, cap. I). Sin embargo, esas reglas fueron re-
formadas en sentido negativo estableciendo, por ejemplo, el carácter inexcarcela-
ble de ciertos delitos.
183
Capítulo V
Derecho comparado
La suspensión del procedimiento en el Código Penal
argentino y la diversión estadounidense.
Un análisis comparativo*
I. Introducción
El instituto de la suspensión del procedimiento a prueba ha sido incor-
porado recientemente a nuestro derecho positivo. Su incorporación fue
anunciada, en primer lugar, por el art. 293 del nuevo Código Procesal Pe-
nal de la Nación de 1991, cuyo texto remite, para su aplicación, a lo que es-
tableciera la ley material a dictarse en el futuro. Posteriormente, la ley n°
24.316 cumplió con esa misión e incorporó efectivamente el instituto a
nuestro derecho penal a través de la reforma del Código Penal que agregó,
en su Título XII, los arts. 76 bis, 76 tery 76 quater.
El ingreso de este novedoso mecanismo a nuestro derecho positivo, que
muchos denominan probation, originó la discusión acerca de la propiedad
de utilizar ese término, pues la suspensión del procedimiento, se afirma, no
se asemeja a la probation anglosajona sino, en realidad, a la diversión^-.
En este trabajo intentaremos profundizar algunos aspectos de esta afir-
mación. Para ello, analizaremos las particularidades de la institución de la
diversión en el derecho de los EE.UU. Más allá del interés que esta práctica
pueda presentar en sí misma, es importante comprender sus característi-
cas no sólo para determinar si ella se asemeja a nuestra suspensión del pro-
187
derecho comparado
2
Sobre la oposición entre principio de legalidad y principio de oportunidad,
genéricamente, cf. MAIER, Derecho procesal penal, 1.1, § 8, C, 2; GUARICHA, Faculta-
des discrecionales de! ministerio público e investigación preparatoria: el principio de
oportunidad, ps. 81 y ss. Sobre la forma en que se implementa el principio de opor-
tunidad en el derecho estadounidense, cf. GOLDSTEIN, La discrecíonalidad de la per-
secución penal en los Estados Unidos, ps. 13 y siguientes.
188
suspensión del procedimiento penal
3
Sobre esta transformación, cf. CHRISTIE, La industria de] control de] delito, ps.
120 y ss. Respecto de una variante específica de probation, denominada "intensiva",
se ha sostenido que un programa intensivo de probation "no siempre provee apo-
yo, tratamiento o servicios adicionales al condenado. Los programas evaluados en
este trabajo estaban más orientados hacia la 'supervisión' y el 'control' que al 'ser-
vicio' y'tratamiento'"; cf. PETERSILIA, Evahiating Altemative Sanctions: The Case of
Intensive Supervisión, p. 30.
4
Sobre los aspectos fundamentales del sistema jurídico del common law, cf.
HOLMES, Tire Common Law, Jáuregui, Generalidades y peculiaridades del sistema le-
gal inglés; HAY, Una introducción al derecho de los Estados Unidos, ps. 2 y siguientes.
5
Resulta difícil, en nuestro idioma, seleccionar algún término que logre expre-
sar los aspectos más característicos del procedimiento anglosajón. Utilizamos la
expresión "procedimiento de partes" no por su similaridad de significado con la
inglesa "adversarial system", sino porque consideramos que la particularidad que
más distingue a ese procedimiento consiste en la posición, las facultades y los de-
beres de las partes.
189
derecho comparado
190
suspensión del procedimiento penal
9
Las funciones que cumple en nuestro derecho el juez de instrucción -deter-
minantes de las funciones de los demás actores del proceso-, constituyen el aspec-
to que más llama la atención a los anglosajones cuando hacen referencia a nuestro
procedimiento. En este sentido, cf. BROUWER, Inquisitorial and Adversary Procedu-
res: A Comparative Analysis, ps. 207 y ss.; CERTOMA, The Accusatory System v. the In-
quisitorial System: Procedural Truth v. Fact?, ps. 288 y siguientes.
191
derecho comparado
192
suspensión del procedimiento penal
13
Cf. WALKER, Sense and Nonsense About Crirne, p. 205.
14
Cf. MULLEN, Pretrial Diversión, p. 1184.
15
Para los casos que ingresan efectivamente a la administración de justicia pe-
nal y que resultan en una condena, el juicio ha dejado de ser la etapa central del
procedimiento, pues alrededor del 90 % de las condenas son impuestas sin realizar
el juicio, por renuncia del imputado a ejercer ese derecho. Cf. ALSCHULER, Plea Bar-
gaining and its History, p. 1; del mismo autor, The Faihtre of Sentencing: A Plea for
Less Aggregation, p. 926; CHRISTIE, La industria del control del delito, p. 142. Detrás
de estas estadísticas se halla la práctica del plea bargaining, mecanismo a través del
cual los fiscales negocian con el imputado una pena menor que la que se impon-
dría si se realizara el juicio, para que él se declare culpable y se evite, de este modo,
la realización del juicio. Una descripción de cómo funciona esta práctica en BOVI-
NO, Simplificación del procedimiento y "juicio abreviado", ps. 585 y siguientes.
16
Cf. MULLEN, Pretrial Diversión, p. 1184.
193
derecho comparado
17
Cf. REYNOLDS, The Use ofPretriál Diversión Programs in Spouse Abuse Cases:
A New Solution to an Oíd Problem, p. 415.
18
Cf. PETERSIIJA, Evaluating Alternative Sanctions: The Case of Intensive Super-
visión, p. 31.
'^ Ello es lo que sucede, por ejemplo, en Arizona [Ariz. Rev. Stat. Ann. § 13-
3601(H) (West Supp. 1992)], California [Cal. Penal Code § 273.5(e) (West Supp.
1993)] y Colorado [Coló. Rev. Stat. Ann. § 18-6-801(1) (West 1990)]. Cf. Nota,
New State and Federal Responses to Domestic Violence, ps. 1541 y siguiente.
20
Cf. REYNOLDS, The Use ofPretriál Diversión Programs in Spouse Abuse Cases:
A New Solution to an Oíd Problem, ps. 415 y ss.; Nota, New State and Federal Res-
ponses to Domestic Violence, ps. 1541 y ss.; MULLEN, Pretrial Diversión, p. 1184.
194
suspensión del procedimiento penal
21
Suspensión del procedimiento a prueba, p. 37.
22
Por otro lado, en el sistema jurídico estadounidense la ausencia de legisla-
ción no significa ausencia de regulación jurídica, pues el principio del stare decisis,
propio del sistema del common law, otorga al precedente judicial el mismo carác-
ter obligatorio para decidir casos futuros similares que posee el derecho legislado.
Así, las decisiones de un tribunal obligan a ese tribunal y a todos los tribunales in-
feriores a él, para decidir casos futuros. Cf. HAY, Una introducción al derecho de los
Estados Unidos, ps. 5 y ss. Casi todas las áreas del derecho estadounidense, en la ac-
tualidad, están reguladas legislativamente, pero aún existen diversas cuestiones só-
lo reguladas a través de precedentes judiciales. Las exigencias mínimas que todo
procedimiento penal debe cumplir, por ejemplo, han sido desarrolladas íntegra-
mente por decisiones de la Corte Suprema federal -v. gr., la regla de exclusión de
prueba ilícita y sus excepciones; sobre su origen y algunos de sus desarrollos, cf.
GUARIGLIA, Las prohibiciones probatorias, ps. 18 y siguientes-. En otros casos, la le-
gislación se ha limitado a reflejar los desarrollos elaborados judicialmente, al me-
nos en sus aspectos más importantes -v. gr., las reglas que regulan la actividad pro-
batoria en los juicios civiles y penales, desarrolladas durante siglos, que en el ám-
bito federal han sido sistematizadas legislativamente en las Federal Rules ofEviden-
cefor United States Courts-.
195
derecho comparado
196
suspensión del procedimiento penal
27
Cf. WALKER, Sense and Nonsense About Crime, p. 206.
28
Cf. WALKER, Sense and Nonsense About Crime, p. 207.
29
REYNOLDS sostiene, haciendo referencia a hechos de violencia doméstica,
que la racionalidad de la diversión consiste en dejar de lado la utilización del cos-
toso procedimiento penal común, cuyos beneficios para la sociedad y para el indi-
viduo son dudosos, mientras se mantiene el control social sobre el infractor a tra-
vés de servicios dirigidos a alterar el comportamiento desviado. Cf. The Use ofPre-
trial Diversión Programs in Spouse Abuse Cases: A New Solution to an Oíd Problem,
nota 71 y texto que la acompaña.
197
derecho comparado
30
Cf. WALKER, Sense and Nonsense About Crime, p. 208.
31
Cf. WALKER, Sense and Nonsense About Crime, ps. 209 y siguiente.
32
Cf. MULLEN, Pretrial Diversión, p. 1189.
198
suspensión del procedimiento penal
33
Piénsese que otra de las razones se vincula con el propósito de no perjudi-
car al perseguido penalmente por los efectos que produce toda intervención de ca-
rácter punitivo.
34
La práctica del plea bargaining, a través de la cual se obtiene más del 90 %
de las condenas en EE.UU., reconoce esta lógica como su más sólido fundamento.
Sobre el tema, cf. BOVINO, Composición estatal, política criminal inquisitiva y el art.
14 de la ley penal tributaria; ALSCHULER, Plea Bargaining and ¡ts History.
199
derecho comparado
Resulta interesante advertir que todos los esfuerzos están dirigidos a reti-
rar el caso en las primeras etapas del procedimiento, a pesar de que esas
etapas no implican gran desgaste de actividad procesal y son muy poco
formalizadas, pues en el procedimiento penal de los EE.UU. -a diferencia
del nuestro, cuyo período más complejo consiste en la instrucción- la eta-
pa más compleja y que exige los mayores esfuerzos de todos los intervi-
nientes es el juicio.
La suspensión del procedimiento a prueba prevista en nuestro Código
Penal -a diferencia de la diversión- presenta una elasticidad insólita res-
pecto al momento en que se puede solicitar su aplicación. Sin entrar aho-
ra en los detalles de esa discusión, estipulemos, al solo efecto del análisis,
que el imputado puede solicitar la aplicación del mecanismo desde el mo-
mento en que se dicta su procesamiento, durante la investigación prelimi-
nar, hasta el momento en el cual los jueces se retiran a deliberar para dic-
tar sentencia, durante el debate. Regulado el sistema de este modo, se pue-
de prever que el mayor efecto reductor de la carga de trabajo de los órga-
nos de administración de justicia se producirá, en nuestro procedimiento,
en la etapa de debate 35 . De este modo, la aplicación práctica del mecanis-
mo podría tener, en cuanto a la carga de trabajo, un efecto muy poco sig-
nificativo. Dado que el porcentaje de casos que llegan a la etapa de juicio
-aun sin la posibilidad de suspender el juicio- es mínimo, comparado con
la cantidad de casos que existen en la etapa de instrucción, la decisión de
suspender el juicio tendrá efectos sobre un grupo reducido de casos. El cri-
terio numérico, sin embargo, no es el más relevante para evaluar la reduc-
ción en la carga de trabajo. Debemos tener en cuenta, además y especial-
mente, la cantidad de trabajo que representa cada etapa del procedimien-
to. Esta circunstancia disminuye las posibilidades del mecanismo para re-
ducir significativamente la carga de trabajo, pues el sistema organizado en
el CPP Nación regula una etapa de instrucción que se caracteriza por su al-
35
El impacto de la aplicación del mecanismo depende, en gran medida, del
criterio que los tribunales de instrucción establezcan como práctica regular en los
casos concretos. Cuanto más tarde decidan la suspensión, menor será el efecto re-
ductor de la carga de trabajo de los tribunales.
200
suspensión del procedimiento penal
36
Cf. REYNOLDS, The Use ofPretrial Diversión Programs in Spouse Abuse Cases:
A New Solution to an Oíd Problern, ps. 415 y siguientes.
201
derecho comparado
37
El efecto expansivo sólo se puede explicar como consecuencia de esas dos
discreciones. Elfiscalno perseguía el tipo de casos que tratarían los programas de
diversión en ejercicio de su discreción para ejercer la acción penal. Luego, los pro-
gramas otorgaron discreción a sus agentes para seleccionar quiénes ingresarán, y
esta discreción fue utilizada no para selecionar casos que descongestionaran efec-
tivamente el trabajo de la justicia penal, sino casos que habitualmente la justicia no
procesaba (o a los cuales les daba rápida salida sin avanzar en la persecución).
38
Cf. BRÉESE, Proscaitorial Discretion, ps. 859 y siguientes.
39
Cf., por ejemplo, US vs. Drown, 942 F. 2d 55, 60 (lst Cir. 1991).
202
suspensión del procedimiento penal
40
La afirmación es independiente de la discusión acerca de si la suspensión se
aplica sólo a los delitos cuya pena máxima es de tres años, o también en los casos
en que esa pena es mayor pero resulta posible aplicar condena de ejecución condi-
cional. Una vez determinado el significado de las cláusulas discutidas, el grupo de
delitos que permiten la aplicación del mecanismo es un grupo identificable. La ley
también ha definido negativamente ciertos casos que quedan fuera de su ámbito
de aplicación a pesar de cumplir con el resto de sus requisitos: tal es el caso de los
partícipes que revisten la calidad de funcionario público cuando su participación
hubiera sido realizada en ejercicio de las funciones, o los delitos cuya pena es la in-
habilitación.
203
derecho comparado
4
' El CP, 76 bis, párrafo IV, permite suspender el juicio, con consentimiento del
fiscal, cuando las circunstancias del caso permitieran dejar en suspenso el cumpli-
miento de la condena aplicable, aun cuando el máximo de la pena del delito exce-
da los tres años (supuesto no incluido en el 76 bis, párrafo I).
42
Es cierto que una rápida resolución de gran cantidad de casos hace más efi-
ciente al sistema y, por lo tanto, permite aumentar la cantidad de casos con los cua-
les se puede seguir adelante. Pero también es cierto que, en el conjunto de los ca-
204
suspensión del procedimiento penal
VI. La decisión
Como ya hemos destacado en el punto anterior, en el marco de un pro-
grama de diversión la decisión de retirar el caso de la justicia penal y de
aplicar la solución no punitiva no depende de la voluntad del imputado.
Más allá de la necesidad de que él debe aceptar su ingreso al programa, la
decisión acerca de la aplicabilidad del mecanismo a un caso determinado
está en manos de un agente que pertenece al programa, y las diversas va-
riables que determinan la decisión no están establecidas legalmente.
En este sentido, otro aspecto que distingue a nuestro instituto de la sus-
pensión del procedimiento de la diversión estadounidense consiste en que
está regulado como un derecho del imputado, al menos en el primero de
los supuestos (delito reprimido con pena privativa de libertad cuyo máxi-
mo no exceda de tres años, CP, 76 bis, párrafo I). La redacción del art. 76
bis, párrafo III, indica que la tarea del juez consiste en verificar el cumpli-
miento de los requisitos objetivos -imputación de un delito cuyo máximo
no exceda de tres años y solicitud del imputado que contenga la oferta de
reparación del daño- e informar a la parte damnificada sobre la oferta de
reparación. Cumplidos estos requisitos, el juez debe analizar la razonabili-
dad de la oferta y decidir si suspende el procedimiento en resolución fun-
dada. En este primer supuesto no se requiere el consentimiento del fiscal,
pues se trata de un conjunto de delitos de escasa gravedad, definidos obje-
tivamente por la exigencia de que el máximo de la pena privativa de liber-
tad no exceda los tres años. Por esta razón, el juicio de oportunidad sobre
la conveniencia político-criminal de suspender la persecución fue formu-
lado por el legislador.
El segundo supuesto abarca aquellos casos en los cuales la pena del de-
lito imputado excede los tres años pero, por las circunstancias del caso, pu-
205
derecho comparado
206
suspensión del procedimiento penal
207
derecho comparado
208
suspensión del procedimiento penal
VIII. Conclusiones
El análisis realizado permite formular algunas conclusiones. La prime-
ra y más evidente: la institución de la suspensión del procedimiento re-
cientemente incorporada al Código Penal argentino no presenta demasia-
209
derecho comparado
210
Ingeniería de la verdad.
Procedimiento penal comparado*
I. Introducción
Una de las formas posibles de estudiar un modelo de procedimiento
penal es a partir de su consideración como un método de construcción de
la verdad. Para abordar nuestro análisis desde este enfoque, analizaremos
la estructura del procedimiento y, al mismo tiempo, los actores que en él
* Esta es una versión más extensa del trabajo publicado con el m i s m o título en
"No Hay Derecho", Ed. Del Puerto, Buenos Aires, 1995, n° 12, ps. 13 y siguientes.
211
derecho comparado
212
ingeniería de la verdad
2
Los estadounidenses no sólo reconocen a su sistema de enjuiciamiento como
uno de varios métodos posibles para averiguar la verdad, sino que también afir-
man que es el mejor. Sin embargo, ello no les impide, como le sucede a los juristas
continentales, caer en la confusión de creer que su procedimiento sea el único mé-
todo posible para establecer la verdad. En nuestro medio, cada vez que se preten-
de justificar alguna facultad inquisitiva otorgada al tribunal se invoca la necesidad
de averiguar la verdad, como si ésa fuera la única forma posible de hacerlo. En
otras palabras, se asume, sin discusión, que el tribunal inquisitivo es la única for-
ma existente de averiguar la verdad, sin reconocer que el mismo objetivo puede al-
canzarse a través de otras formas de organización del procedimiento.
213
derecho comparado
3
La decisión inicial de permitir la persecución penal sólo está en manos de le-
gos, necesariamente, en el sistema federal, pues la Corte Suprema ha establecido
que la garantía del gran jurado no se aplica a los estados; ver Hurtado vs. Califor-
nia (1884). Ésta es una de las pocas garantías incluidas en la Constitución Federal
de los EE.UU. que la Corte no ha extendido a los procedimientos estatales. De
acuerdo con la regla 7 de las Reglas Federales del Procedimiento Penal (Federa!Ru-
les of Criminal Procedure), la persecución de todo delito cuya pena exceda de un
año de prisión debe ser iniciada a través de un indictment que elfiscaldebe obte-
ner de un gran jurado. La misma regla establece que esta exigencia puede ser re-
nunciada por el imputado, con excepción de los delitos que prevén la pena de
muerte.
4
Así, por ejemplo, CLARIÁ OLMEDO justifica este tipo de facultades del tribunal
"por la indisponibilidad del objeto sustancial y la necesidad de una investigación
integral" (Derecho procesal pena], t. III, p. 176).
214
ingeniería de la verdad
215
derecho comparado
5
Las principales decisiones de la Corte Suprema de los EE.UU. que impusie-
ron este deber alfiscal,de avisar al defensor sobre la existencia de prueba exculpa-
toria, son Mooney vs. Holohan, 294 US 103 (1935); Brady vs. Maryland, 373 US
83 (1963), y United States vs. Agurs, 427 US 97 (1976).
216
ingeniería de la verdad
6
Así, basta trasladar la información al representante del interés opuesto. Él se
ocupará de valorar ese elemento y, de este modo, determinará si su incorporación
al procedimiento es conveniente. Se trata, además, de una señal de respeto por el
interés del imputado, que evita el ingreso autoritario al procedimiento de aquello
que el Estado, sin consulta, considera favorable para el interés de su contraparte.
217
derecho comparado
7
Cf. GORANSKY, ¿Un juicio sin jurados?; HENDLER y CAVALLERO, Justicia y parti-
cipación. El juicio por jurados en materia penal. Una sentencia interesante sobre ju-
rados en la causa n° 1.456, publicada en "No Hay Derecho", s. ed., Buenos Aires,
1991, n° 5, p. 14, con comentarios de BIDART CAMPOS, ¿Hay omisión constitucional
en la ausencia de juicio por jurados?; y PASTOR, Acierto e hipocresía de una sentencia
trascendente.
218
ingeniería de la verdad
219
derecho comparado
8
Para apreciar el problema, resulta particularmente interesante ver el inciden-
te de recusación en la causa "Sosa, M. I. s/art. 302 del CP", radicada en el fuero pe-
nal económico, resuelta el 23/11/92 con los votos de OYUEI.A y LANDABURU. El fis-
cal Gustavo BRUZZONE solicitó la recusación de CORTH.EZZI, integrante del tribunal
de juicio, porque éste había confirmado, como juez de cámara, la prisión preven-
tiva de quien sería llevado a juicio oral. El planteo fue rechazado. El comentario a
este fallo (Imparcialidad de los jueces y causales de recusación tío escritas en el nue-
vo Código Procesal Penal de la Nación) forma parte de esta obra.
9
"Es un principio de larga trayectoria en nuestro derecho que la prueba sobre
la comisión anterior de un delito es inadmisible para probar la disposición para co-
meter delitos, de la cual el jurado pueda inferir que el acusado ha cometido el de-
lito que se le imputa. Dado que esta probabilidad es alta, los tribunales presumen
el perjuicio y excluyen las pruebas sobre otros delitos, a menos que ellas resulten
admisibles para otros propósitos sustanciales y legítimos..." (Drew vs. US, 331 F. 2d
85, 88 [D. C. Cir. 1988]). En un caso en el cual se había admitido la confesión del
coimputado, dando la instrucción al jurado para que sólo considere esa declara-
ción contra quien confesó y no contra su compañero, la Corte Suprema estadou-
nidense sostuvo que: "en algunos contextos, el riesgo de que el jurado no siga, o no
pueda seginr, las instrucciones es tan grande, y las consecuencias de ese riesgo tan
vitales para el acusado, que las limitaciones prácticas y humanas del sistema de ju-
220
ingeniería de la verdad
rados no pueden ser ignoradas" (Bruton vs. US, 391 US 123, 135 [1968], destaca-
do agregado). Nótese que exactamente la misma afirmación puede realizarse res-
pecto de nuestros jueces profesionales. En el sistema anglosajón, en cambio, el he-
cho de que el juez decida sobre la admisibilidad de ia prueba -discusión que, cuan-
do tiene lugar, se realiza en ausencia del jurado-, su decisión, y el mismo hecho de
tomar conocimiento de la prueba que después es considerada inadmisible, no pue-
de afectar el resultado del juicio, porque no será el juez quien decidirá sobre la cul-
pabilidad del acusado, sino el jurado.
Esta fe ciega en las capacidades del juez profesional, verdadero axioma de nues-
tro procedimiento, se ve reflejada claramente en legislaciones que establecen un
sistema de jurados escabinos. Así, frente a una disposición de la Ordenanza Proce-
sal Penal alemana que impide a los jueces legos tomar contacto con el expediente,
es decir, con el resultado de la investigación preparatoria, explica, acríticamente,
GÓMEZ COLOMER: "El contenido de los autos está excluido en principio como fun-
damento de la sentencia. En este sentido, el Juez técnico puede tomar conocimien-
to de los mismos, pero el lego no lo tiene permitido, por regla general, por el peli-
gro grave de influencia inconsciente" (El proceso penal alemán. Introducción y nor-
mas básicas, p. 168).
221
derecho comparado
bilidad de que un juez, que ya adoptó una hipótesis afirmativa expresa so-
bre la responsabilidad del imputado, ingrese al debate para tomar una de-
cisión fundada sólo en la prueba allí producida.
Ahora bien, ¿cuáles son las implicancias del papel asignado al tribunal
en términos del mecanismo de la construcción de la verdad que represen-
ta el juicio penal?
En primer lugar, el modelo descansa sobre una piedra basal: un con-
cepto de verdad objetiva. Se asume, sin duda alguna, que la determinación
y evaluación de una compleja situación, que incluye la valoración sobre la
realización de ciertos acontecimientos y, lo que resulta más insólito aún,
sobre la interpretación de datos fácticos a la luz de principios normativos
de los que resultan inescindibles, es una apreciación objetiva y posible de
ser realizada de modo aséptico por quienes poseen cierto saber. Desde es-
te punto de vista, se justifica la realización de una tarea imposible: la cons-
trucción de la verdad desinteresada, construida judicialmente, en ejercicio
de una actividad investigativa, requirente y decisoria que implica, median-
te el remanido argumento de la objetividad, la representación de intereses
contradictorios. Mientras todo el ordenamiento jurídico reconoce como
uno de sus principios generales la imposibilidad de que un sujeto represen-
te intereses en conflicto, este principio es supinamente ignorado por cier-
tos sujetos -los jueces penales- llamados a decidir sobre cuestiones relati-
vas a la aplicación del castigo.
Todo el procedimiento federal es el reflejo acabado de esta creencia. El
papel procesal del fiscal desde el comienzo del procedimiento hasta la eta-
pa de impugnación de la sentencia y, más especialmente, las funciones del
juez de instrucción y de los miembros del tribunal de juicio, no son más
que la expresión clara y detallada de esta noción de que resulta posible, a
través del procedimiento penal, que estos actores construyan objetivamen-
te la verdad condenatoria del acusado.
Si tuviéramos que explicar este procedimiento con una figura geomé-
trica deberíamos, nuevamente, recurrir a un triángulo, sólo que esta vez
invertido, es decir, descansando sobre uno solo de sus ángulos (el imputa-
do), con los otros dos ángulos (fiscal y tribunal) hacia arriba.
El procedimiento inquisitivo histórico incluye esta particular concep-
ción de cómo habrá de construirse la verdad judicial. Cuando el inquisidor
negaba la defensa del imputado, no negaba un derecho, sino que utilizaba
el único método que consideraba posible para averiguar la verdad. La ac-
tividad defensiva, una vez formulada la hipótesis sobre la responsabilidad
de quien era perseguido, sólo podía actuar como impedimento para la ve-
222
ingeniería de la verdad
10
La consideración del procedimiento como una suma de etapas que agregan
"porciones" de culpabilidad no es novedosa. Ésa fue la base sobre la cual se funda-
ba el procedimiento inquisitivo histórico.
223
derecho comparado
1
' Compárese con nuestra forma de mencionar las causas, por ejemplo: "Pérez
por estafa", donde sólo se hace mención al hecho imputado y a la persona a quien
el hecho es atribuido. El valor simbólico de esta denominación puede apreciarse
en los medios de comunicación cuando los periodistas aluden, por ej., al "cambio
de carátula".
224
ingeniería de la verdad
12
En este sentido, ver el fallo "Ferreyra, Julio" (CNCP, Sala I, 14/4/94). Poste-
riormente la Corte reafirmó la doctrina contraria a la de "Ferreyra", en su fallo
"Cattonar", del 13/6/95. Un análisis de estos y otros fallos similares en MAIER y
LANGER, Acusación y sentencia, ps. 617 y siguientes.
225
derecho comparado
V. La confesión
Las reglas referidas a la declaración del imputado también representan,
en ambos sistemas, un buen indicio de sus presupuestos valorativos. Mu-
chas personas pertenecientes a la tradición continental se asombran fren-
te al hecho, que consideran negativo, de que el imputado, en el juicio esta-
dounidense, declare bajo juramento. Veamos cómo funciona esta declara-
ción, al menos en dos momentos del procedimiento.
Iniciada formalmente la persecución penal, el juez estadounidense ex-
plicará al imputado el hecho que motiva el proceso y le preguntará cómo
se declara. La pregunta que le formula no implica el pedido de una expli-
cación, sino que significa, aproximadamente, lo siguiente: "el fiscal ha de-
cidido perseguirlo por el hecho tal, ¿cómo reacciona usted frente a esa im-
putación?". Las únicas respuestas posibles son: a) me considero culpable,
con lo cual no se realiza el juicio y se pasa a la etapa de determinación de
la pena; o b) me considero no culpable, con lo cual el fiscal, si decide con-
tinuar la persecución, debe probar su imputación en el juicio.
Si al imputado se le ocurriera, en esta etapa, intentar dar una explica-
ción al tribunal acerca de, por ejemplo, su versión sobre el hecho, no se le
permitiría hacerlo y se insistiría en la necesidad de que se pronuncie, ex-
clusivamente, sobre la actitud procesal que adopta frente a la imputación
formulada por el acusador estatal. En esta etapa del procedimiento, la "de-
claración" del imputado no consiste, como en nuestro derecho, en una ex-
plicación sobre su participación o falta de participación en el hecho puni-
ble que se le atribuye, sino, únicamente, en una expresión de voluntad re-
ferida de manera específica y concreta a la decisión de resistir la imputa-
ción -exigiendo la realización del juicio que demuestre su culpabilidad- o
a aceptar su responsabilidad personal por el hecho contenido en la solici-
tud persecutoria -renunciando a su derecho al juicio garantizado consti-
tucionalmente-.
Durante el juicio, por otra parte, el imputado puede decidir si declara
o no lo hace. Pero cuando se inicia el juicio nadie le pregunta nada, ni le
pide explicación alguna. El fiscal y el defensor abren el juicio explicando al
jurado su interpretación de los hechos y cómo piensan probarla y, a conti-
nuación, el fiscal debe producir toda su prueba para demostrar la imputa-
ción formulada. Cuando el fiscal termina con la presentación de su caso,
recién interviene el defensor, que puede optar por producir su prueba o no
hacerlo, si considera que el caso del fiscal es lo suficientemente débil como
226
ingeniería de la verdad
13
El defensor también puede plantear, bajo ciertas circunstancias, que el caso
ni siquiera pase a consideración del jurado, cuando la prueba de cargo producida
por el fiscal no alcanza un mínimo de razonabilidad. Así, si el juez considera que
la prueba acusatoria es lo suficientemente débil como para que ningún jurado
compuesto por personas razonables pueda alcanzar un veredicto de culpabilidad,
puede cerrar el caso, una vez finalizada la actividad probatoria del fiscal, con efec-
tos de cosa juzgada material, sin someter el caso a la consideración del jurado (en
realidad, le ordena al jurado que absuelva). La Regla 29 de las Federal Rules of Cri-
minal Procediere permite que el tribunal, de oficio o a pedido del defensor, ordene
al jurado que dicte un veredicto absolutorio, si la prueba de cargo es insuficiente pa-
ra fundar un veredicto de culpabilidad. La cláusula constitucional que impide el
doble juzgamiento, según la jurisprudencia de la Corte Suprema, resulta aplicable
a partir del momento en que el imputado es puesto "en peligro", y ello no ocurre
hasta que el jurado no ha sido seleccionado y prestado juramento, o, en el caso en
que se realiza un juicio sin jurado, hasta que el primer testigo no ha prestado jura-
mento (cf. Cristz vs. Bretz, 437 US 28 [1978]). La referencia al "peligro" se vincula
con el texto de la V Enmienda de la Constitución Federal, que dispone que ningu-
na persona será "puesta en peligro dos veces" por el "mismo hecho punible".
14
La posibilidad de declararse culpable y de aceptar solamente las consecuen-
cias penales de la imputación (la pena) señala claramente el carácter y la función
de este paso procesal. Ello resulta posible no sólo a través del guilty plea (recono-
cimiento de la culpabilidad por el hecho imputado), sino, además, a través del plea
de nolo contendere, por el cual el imputado sólo acepta la imposición de la pena.
La manera usual de declararse culpable es a través de un guilty plea, que implica el
reconocimiento de la culpabilidad. Sin embargo, existe la posibilidad de utilizar el
plea de nolo contendere. La particularidad del plea de nolo contendere es que no im-
plica el reconocimiento de la responsabilidad civil por el hecho. El plea de nolo
contendere no es muy común porque los fiscales suelen evitarlo. Este mecanismo
significa que el imputado no desea discutir el cargo penal formulado en su contra
y, si bien admite todos los hechos contenidos en la acusación, su admisión se limi-
227
derecho comparado
228
ingeniería de la verdad
15
La existencia del jurado produce consecuencias que van más allá de su pa-
pel decisorio. Así, la presencia de un jurado que no ha tenido contacto alguno con
el caso obliga a las partes a desarrollar toda su actividad probatoria frente a este
grupo de ciudadanos, actividad que caracteriza el juicio e impone, por necesidad,
el principio de inmediación en la recepción de la prueba. Otra consecuencia posi-
229
derecho comparado
230
ingeniería de la verdad
17
Es decir, como límite al poder del Estado, aunque es claro que no es éste el
sentido de las garantías del procedimiento penal.
231
Capítulo VI
El juicio oral
El debate en el Código Procesal Penal de la Nación*
235
el juicio oral
1
Cf. MAIER, Derecho procesal penal argentino, t. la, p. 195.
2
Cf. el Documento final del Programa de Investigación desarrollado por el
IIDH (1982-1986), coordinado por Eugenio R. ZAFFARONI, INSTITUTO INTERAMERI-
CANO DE DERECHOS HUMANOS, Sistemas penales y derechos humanos en América La-
tina (Informe final). Allí se analiza, entre otras cuestiones, los problemas conteni-
dos en la legislación penal (cap. I, ps. 7 y ss.), en la legislación procesal (cap. II, ps.
121 y ss.), y las omisiones legales y fácticas que constituyen violaciones adicionales
a los derechos humanos (cap. VII, ps. 283 y ss.).
3
Un fallo sobre la inconstitucionalidad del juicio sin jurados ha sido pronun-
ciado recientemente por CEVASCO, publicado en "No hay derecho", n" 5, p. 14. Bue-
236
el debate en el cpp nación
nos ejemplos del análisis de las exigencias constitucionales para llegar a conse-
cuencias concretas en cuanto a la ley procesal son, en la doctrina más reciente, los
trabajos de PASTOR, El encarcelamiento preventivo, y RUSCONI, División de poderes en
el proceso penal e investigación a cargo del ministerio público.
4
Cf. VELEZ MARICONDE, Derecho procesal penal, t. I, p. 93.
5
Cf. MAIER, Derecho procesal penal argentino, t. Ib, ps. 240 y s. Según esta in-
terpretación, el "proceso"-que aparece como último término de la fórmula- es el
antecedente necesario de este "juicio" que representa su conclusión.
237
el juicio oral
dimiento que estudiamos, esto es, al debate6. En lo que aquí nos interesa,
cualquiera de las interpretaciones7 deja en claro que todo el procedimien-
to penal debe someterse a la regulación jurídica que haga posible la con-
creción de las garantías para el justiciable: "se debe tratar de un procedi-
miento jurídico, esto es, reglado por la ley, que defina los actos que lo com-
ponen y el orden en el que se los debe llevar a cabo"8.
La tercera de las interpretaciones es, según creemos, la que mejor refle-
ja el significado histórico-político de la necesidad de un juicio oral y pú-
blico como requisito de la imposición del castigo estatal9. Una interpreta-
ción coherente con el resto de las clásulas de la CN que influyen sobre los
diversos aspectos del método de persecución penal también conduce a sos-
tener nuestra afirmación. En el contexto procesal penal acusatorio de la
Constitución, el fundamento de la sentencia sólo puede surgir del juicio
oral y público. Ésta es la etapa principal y necesaria frente a la pretensión
de imponer una pena. No es una exigencia constitucional y, aun más, se
opone al modelo acusatorio, una instrucción burocrática y formalizada
que termina por desteñir y desnaturalizar la etapa del verdadero juicio -la
etapa instructoria de nuestra cultura jurídica no es lógicamente necesaria
para la realización del debate en el cual se decidirá sobre la imputación de
responsabilidad penal-. Esta afirmación no elude, por otra parte, la nece-
sidad del control de la acusación antes de la realización del juicio, como
tampoco la posibilidad de impugnación de las decisiones tomadas en ese
juicio, que forman parte del "proceso". Toda imposición de una pena, de
este modo, debe ser precedida por el juicio oral y público que exige la CN
y, por ello, nuestro texto fundamental no admite prácticas tales como la del
6
Cf. TORRES BAAS, El procedimiento penal argentino, t. II, p. 26.
7
Ello porque para la primera interpretación se garantiza el proceso alfinalde
la fórmula, proceso que, obviamente, incluye la etapa de juicio. La segunda inter-
pretación no presenta problemas porque al referirse al proceso, allí quedan inclui-
das todas sus etapas. Y la tercera, porque asimila juicio a debate y, como la prime-
ra, utiliza elfinalde la fórmula para garantizar la aplicación de las reglas de garan-
tía a todo el proceso.
° MAIER, Derecho procesal penal argentino, t. Ib, p. 250.
9
Cf. BINDER, Introducción al derecho procesal penal, ps. 111 y siguientes.
238
el debate en el cpp nación
10
Sobre la extensión de las garantías del debido proceso a la etapa de ejecu-
ción penal, cf. SALT, Tribunal de ejecución: ¿algo nuevo en la ejecución de las penas?
11
Cf. MAIER, Derecho procesal penal argentino, t. lb,p. 251.
12
Cf. Fallos 116:23, 119:284,121:285,125:285,125:10,134:242 y 279:365.
239
el juicio oral
13
No resulta posible en el marco de este trabajo un análisis exhaustivo de to-
das las cláusulas constitucionales y sus consecuencias sobre el procedimiento acu-
satorio. Para un desarrollo de estas características, cf. BINDER, Introducción al dere-
cho procesal penal.
240
el debate en el cpp nación
241
el juicio oral
la verdad jurídica son fuerzas que chocan, que se cruzan entre sí en un pro-
ceso que contiene a dos partes enfrentadas por intereses antagónicos.
Una palabra puede indicar la nota esencial de este tipo de juicio: contra-
dictorio. Es en este marco donde puede ejercerse en mayor medida el dere-
cho de defensa, ya que tal derecho presupone la existencia de una parte que
desarrolla la actividad que funda la necesidad de la defensa, esto es, un ata-
que 16 . Así como las garantías del imputado implican, eventualmente, el
abuso del ejercicio del poder estatal, la posibilidad de defenderse, entonces,
supone la actividad ofensiva de la parte a la que el imputado se enfrenta.
Frente a esta lucha entre dos partes sólo cabe un tercero: el arbitro de
la contienda. Y en un proceso que no es más que un enfrentamiento entre
dos partes antagónicas, este arbitro debe cumplir un papel neutral. Llega-
mos entonces, a partir de este modelo, a la falta de neutralidad del acusa-
dor y a la neutralidad decisoria del juzgador. Una descripción posible de la
relación entre estos tres sujetos que intervendrán en el proceso nos habla
de una relación horizontal y de lucha entre las partes, por un lado, y de su-
bordinación de ambas partes al juzgador neutral, por el otro. Y cuando de-
cimos juzgador neutral nos referimos, únicamente, a un juzgador que no
colabora con ninguna de las dos partes, sino que se limita a obligarlas a res-
petar las reglas del juego.
16
Esta afirmación puede apreciarse más claramente en el modelo de enjuicia-
miento penal de EE.UU. Cuando las "partes" no desean luchar en juicio, a través
del procedimiento del plea bargaining se evita su realización. Cf. CARRIÓ, El enjui-
ciamiento penal en la Argentina y los Estados Unidos, p. 77. La utilización corriente
de este mecanismo de negociación entre las partes, puede ser, de todos modos,
cuestionada. En un sentido individual, porque es discutible que este mecanismo
implique una negociación en la que participa con cierto grado de libertad el im-
putado, sobre el que pesa la amenaza de juicio por un delito más grave o por una
pena más severa. Por otro lado, desde el punto de vista de la totalidad del sistema,
este mecanismo de evitación del juicio permite un aumento considerable de los ín-
dices de criminalización y de la población carcelaria a costa de los derechos fun-
damentales del imputado. Una descripción crítica de las consecuencias de este me-
canismo de negociación en BOVINO, Composición estatal, política crimina] inquisi-
tiva y el art. 14 de la ley penal tributaria; LANGBEIN, Torture and Plea Bargaining; del
mismo autor, Sobre el mito de las constituciones escritas: la desaparición del juicio
penal por jurados.
242
el debate en el cpp nación
17
Cf. BAUMANN, Derecho procesal penal, ps. 48 y siguientes.
^ BAUMANN, Derecho procesal penal, p. 49.
243
el juicio oral
19
Cf. SCHMIDT, LOS fundamentos teóricos y constitucionales del derecho procesal
penal, ps. 72 y siguiente.
20
La crisis actual del derecho penal y de su mayor manifestación, la pena es-
tatal, no parece abonar la tajante afirmación de SCHMIDT. Un panorama del estado
de la discusión entre las diversas teorías que intentan justificar la aplicación de la
pena en BELOFF, Teorías de la pena: la justificación imposible. Una reelaboración de
la justificación del castigo fundada en la necesidad de respetar las garantías del im-
putado en FERRAJOLI, El derecho penal mínimo, ps. 25 y siguientes.
21
Cf. BAUMANN, Derecho procesal penal, ps. 55 y siguiente.
244
el debate en el cpp nación
22
Fallos 135:31 (destacado agregado).
23
Cf., por todos, MAIER, Derecho procesal penal argentino, t. Ib, ps. 562 y si-
guientes.
245
el juicio oral
24
Cf. MAIER, Entre la inquisición y la composición.
25
Cf. ANDRÉS IBÁÑEZ, Acerca de la motivación de los hechos en la sentencia pe-
nal, p. 263.
26
Cf. CHRISTIE, Las imágenes del hombre en el derecho penal moderno. Si bien
este autor sólo hace referencia al efecto de redefinición del caso que produce la in-
tervención penal, el mismo efecto se produce, en realidad, en todo proceso judi-
cial. Sobre este punto, cf. COURTIS, La estrategia de nuestra araña, especialmente ps.
116 y siguientes.
27
Cf. BINDER, El relato del hecho y la regularidad del proceso: la función cons-
tructiva y destructiva de la prueba penal, p. 81.
246
el debate en el cpp nación
28
Cf. ABRAMOVICH, El complejo de Rock Hudson, p. 11.
29
Prestar atención a estas variables no teóricas no implica que la decisión sea
producto del azar o incontrolable para las partes, sino que significa un sincera-
miento frente a la realidad que permitirá operar sobre los elementos relevantes pa-
ra llegar a la decisión. Los estadounidenses, más pragmáticos, incluyen en la for-
mación de los abogados el estudio de un amplio número de variables informales y
cómo utilizarlas en un juicio a favor del interés que representan.
247
el juicio oral
III. El tribunal
Debemos considerar, en este punto, cuáles son las exigencias constitu-
cionales para el tribunal que interviene en el juicio. Tal como lo adelantá-
ramos, el modelo acusatorio exige un tribunal cuya actividad está limita-
da por un requerimiento del ministerio público. Su función no es perse-
guir el delito, sino decidir sobre la pretensión penal planteada. Pero con es-
to es muy poco lo que sabemos sobre su actuación. Más allá de esta exigen-
cia, vinculada directamente al modelo acusatorio elegido, distintas reglas
referidas a la organización judicial aportan más información sobre las fa-
cultades del tribunal que habrá de intervenir para resolver sobre la preten-
sión penal.
En el programa procesal de la CN, la independencia del poder judicial
es una de las bases fundamentales que, sobre todo, está prevista en benefi-
cio de los justiciables. Este principio, que comprende tanto la independen-
cia del poder judicial respecto de los demás poderes, como la independen-
cia del tribunal del caso respecto de los demás integrantes del poder judi-
cial, está prevista para garantizar un juicio imparcial del juzgador frente al
caso concreto. VÉLEZ MARICONDE destaca que el fundamento de la inde-
pendencia es el aseguramiento de la imparcialidad en las decisiones30.
MAIER, por su parte, sostiene que no sólo por "ser independiente el juez
reúne todas las condiciones que garantizan su ecuanimidad, al decidir el
caso. La independencia es una condición necesaria para garantizar la ecua-
nimidad, pero no es la única, ni es, por ello, suficiente. Otra de esas condi-
ciones necesarias es colocar frente al caso, ejerciendo la función de juzgar,
a una persona que garantice la mayor objetividad posible al enfrentarlo. A
esa situación del juez, en relación al caso que le toca juzgar, se la llama im-
parcialidad"31.
Esta garantía básica se encuentra reconocida en numerosos documen-
tos internacionales, entre ellos, la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, que en su art. 8, n° 1, establece: "Toda persona tiene derecho a
ser oída... por un juez o tribunal competente e imparcial...".
248
el debate en el cpp nación
3
2 GÓMEZ COLOMER, El proceso penal alemán. Introducción y normas básicas,
p. 168.
33
Cf. KAMISAR, LA FAVE, e ISRAEL, Modem criminal procedure, ps. 1347 y si-
guientes.
249
el juicio oral
34
Cf. los casos "Piersack", del 1/10/82 y "De Cubber", del 26/10/84. Una sínte-
sis de los argumentos de ambas decisiones en LOZADA, Imparcialidad y jueces fede-
rales.
35
Cf. FERRAJOLI, // caso "7 de aprile". Lineamenti di un processo inquisitorio,
p. 189.
250
el debate en el cpp nación
36
En este sentido, pueden apreciarse diversos fallos estadounidenses que han
resuelto que es obligación del fiscal comunicar toda evidencia exculpatoria de la
que tenga noticia en forma previa al juicio. Cf. CARRIÓ, El enjuiciamiento penal en
la Argentina y los Estados Unidos, p. 75.
37
La exigencia de una investigación integral en aras del descubrimiento de la
verdad es un objetivo histórico del proceso penal, y no un requisito constitucional.
Ninguna regla del texto constitucional permite afirmar que lo sea. Mal pueden, en-
tonces, subordinarse principios y exigencias expresos en la CN en pos de la averi-
guación de la verdad, fin contingente del proceso penal. Por lo demás, aun cuan-
do se admita la necesidad de averiguar la verdad, tal circunstancia no implica, en
modo alguno, que esta tarea corresponda al poder judicial.
251
el juicio oral
252
el debate en el cpp nación
40
Cf. ÑOÑEZ, Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba, p. 317.
253
el juicio oral
bunal en este momento, debe tomar contacto directo con el expediente re-
sultado de la instrucción. Y este contacto permite ingresar, de una sola vez,
toda la prueba producida en esta primera etapa del proceso, en las que las
facultades defensivas se ven limitadas. Este simple hecho, que podría evi-
tarse si el tribunal que preparase el debate fuera distinto del que interven-
drá en él, atenta contra las posibilidades de realización de la garantía de
imparcialidad. Un tribunal que verificó la acusación, revisó la pertinencia
de las pruebas, tramitó excepciones y realizó instrucción suplementaria es-
tá, prácticamente, en condiciones de dictar sentencia. Este hecho es defen-
dido y justificado por CLARIÁ OLMEDO con las siguientes palabras: "Los jue-
ces concurren al debate debidamente informados de los elementos de la
causa... Los jueces podrán así ir elaborando individualmente sus motiva-
ciones, y concurrir a la deliberación con elementos de juicio suficiente-
mente conformados'"11. Precisamente lo que no debería suceder si se pre-
tende respetar la garantía de imparcialidad.
Un problema más grave aún, relacionado con el planteo epistemológi-
co de FERRAJOLI respecto de la lógica inquisitiva, es la facultad de ordenar la
instrucción suplementaria del art. 357. No se comprende esta inflación ins-
tructoria cuando querellante y ministerio público disponen, unos artículos
más atrás, de la facultad de solicitar diligencias probatorias adicionales en
la vista del art. 346, al momento en que el juez considera completa la ins-
trucción. Aun cuando el juez instructor, el ministerio público y el quere-
llante consideren completa la investigación, esta facultad permite al tribu-
nal de juicio ordenar, de oficio, la instrucción suplementaria. La aberra-
ción de esta intervención de oficio fue eliminada en el nuevo CPP Córdo-
ba, que en su art. 365 prevé sólo cuatro supuestos taxativos -dos de los
cuales se refieren a prueba irreproducible en el debate- y que se ordenan
siempre a pedido de parte.
Con estas facultades atribuidas al tribunal que intervendrá en el deba-
te, el modelo acusatorio pierde terreno, con evidente perjuicio para el im-
putado. El tribunal imparcial comienza a comprometerse con una hipóte-
sis determinada, en la que cumple un papel importante el expediente com-
pleto logrado durante la instrucción. La etapa instructoria, que sólo puede
254
el debate en el cpp nación
42
CLARIÁ OLMEDO, Derecho procesal penal, t. III, p. 176.
43
Cf. KAMISAR, LAFAVE, e ISRAEL, Modem Criminal ProceJure, ps. 1347 y si-
guientes.
255
el juicio oral
256
el debate en el cpp nación
tenido era desconocido para los asistentes44. El hermetismo propio del po-
der judicial es, de esta manera, celosamente resguardado.
Finalmente, algunas consideraciones sobre una modificación introdu-
cida por la ley 24.121. El art. 55 del CPP Nación, en la redacción original
de la ley 23.984, establecía: "El juez deberá inhibirse de conocer en la cau-
sa cuando exista uno de los siguientes motivos: 1) si en el mismo proceso
hubiere pronunciado o concurrido a pronunciar sentencia o auto de pro-
cesamiento; ..." Pero el art. 88 de la ley 24.121 modificó el CPP, suprimien-
do el párrafo transcripto. El art. 58 del CPP termina de complicar la cues-
tión al establecer que se podrá recusar al juez "sólo cuando exista uno de
los motivos enumerados en el art. 55". A la contrariedad con la garantía de
imparcialidad de las facultades del tribunal de juicio en esta etapa de pre-
paración del debate, debe sumarse, luego de esta modificación, la posibili-
dad de que intervenga como integrante de este tribunal un juez que con-
currió a pronunciar sentencia o auto de procesamiento. Esto es lo que su-
cedió, precisamente, en una causa en la cual el fiscal recusó a uno de los
jueces por haber intervenido como tribunal de alzada durante la instruc-
ción, confirmando la prisión preventiva del imputado. El fiscal, interpre-
tando que existía temor de parcialidad, y sin que ello implique reproche
personal alguno al magistrado en cuestión, sino la simple constatación ob-
jetiva de haber participado en una decisión anterior en la causa, solicitó el
apartamiento del juez del tribunal de juicio. El tribunal no llegó a com-
prender el planteo deducido por el fiscal y no hizo lugar a la recusación. El
mismo tribunal, en otra causa, hizo lugar al pedido de apartamiento sólo
porque el mismo magistrado se excusó (había confirmado una sentencia
condenatoria contra el coimputado, y en el nuevo caso se llevaba a juicio
al otro coimputado, rebelde en el juicio anterior), y por tratarse de "razo-
nes de delicadeza personal y para evitar una violencia moral". Las causales
de apartamiento de los jueces no protegen la delicadeza personal o la vio-
lencia moral de los jueces, sino que son el modo de garantizar su impar-
cialidad respecto del caso concreto y -luego de estos fallos no parece tan
obvio recordarlo- la imparcialidad es una garantía a favor de los indivi-
44
Cf. RODRÍGUEZ, Comentarios al nuevo Código Procesal Penal de Córdoba, p. 41.
257
el juicio oral
V. El debate
Los dos capítulos siguientes del CPP Nación establecen diversas pautas
que definirán las reglas del juego que habrá de llevarse a cabo entre las par-
tes y el tribunal, consagrando diversos principios típicos de esta etapa del
procedimiento que, como ya se ha dicho, debería ser el eje principal del
proceso contradictorio.
La publicidad del debate, consagrada en el art. 363, junto con sus ex-
cepciones, obedece a la necesidad de control ciudadano sobre los actos del
poder judicial, pretensión política que se impuso luego de la Revolución
Francesa. El siguiente artículo limita el acceso a la audiencia de algunas
personas en particular.
El principio de inmediación se encontraba establecido expresamente
en el art. 291 del proyecto de 1986, según el cual el debate se debía realizar
con la presencia ininterrumpida de las personas llamadas a dictar senten-
cia, del ministerio público, del imputado y de su defensor, y de los demás
intervinientes o sus mandatarios. En el CPP nacional -como en el CPP
Córdoba, 1939-1970- no hay una norma expresa que reconozca este prin-
cipio, pero la regla jurídica puede construirse con los arts. 365, 366, 367,
368,374 y 396, que establecen como requisito ineludible para la realización
del debate la asistencia de los miembros del tribunal, el defensor, el fiscal y
el imputado, aunque este último puede retirarse de la audiencia después de
leída la acusación y de su propia declaración.
La continuidad del debate surge claramente del art. 365, que dispone
que se realizarán tantas audiencias sucesivas como resulten necesarias, pre-
viendo la posibilidad de suspenderlo por un plazo máximo de diez días,
45
Las causas mencionadas son "Sosa, M. I. s/art. 302 del CP" y "Stocolin, A. M.
y Abraham, O. N. s/art. 302 del CP", del tribunal oral penal económico integrado
por CORTELEZZI, OYUELA y LANDABURU. La primera fue resuelta el 23/11/92 y la se-
gunda, el 14/12/92. En ambos casos se trataba del apartamiento de CORTKLKZZI. El
caso "Sosa" es analizado en esta misma obra.
258
el debate en el cpp nación
259
el juicio oral
260
el debate en el cpp nación
46
EIMERIC y PEÑA, El manual de los inquisidores, ps. 144 y 146.
261
el juicio oral
supuestamente, según las pruebas del juicio. Nadie puede dirigir un inte-
rrogatorio si no se ha informado previamente de las actuaciones de la eta-
pa instructoria. La segunda consecuencia es que, a través de esta facultad,
se desaloja al arbitro de su lugar, y se lo obliga a tomar partido anticipa-
damente. Esta posición en que se coloca al tribunal lo determina a formu-
larse, en este momento, una hipótesis sobre los hechos discutidos y, en
cuanto tal hipótesis esté formulada, más difícil le resultará al imputado
destruirla, desarticularla, para construir la verdad desde su interés en el
conflicto. La lucha queda planteada, en estos términos, en un sentido in-
verso al que indica el principio de inocencia. El imputado deberá atacar
más duramente para construir la verdad jurídica sobre su ausencia de cul-
pabilidad.
El segundo aspecto que surge de las disposiciones citadas es, en cierto
modo, un agravante del anterior. Nos referimos a las facultades del tribu-
nal de ordenar, de oficio, actos tendientes a la investigación integral del he-
cho. Esta decisión del legislador agrava considerablemente el problema, ya
planteado, de la formulación de una hipótesis que compromete anticipa-
damente la convicción de los jueces. Además, termina de poner en eviden-
cia cuál es el papel del tribunal, es decir, un papel que en nada se parece al
papel de arbitro que debe cumplir en un juicio contradictorio. La situación
se torna evidente para el imputado y su abogado defensor: la lucha lo en-
frenta no sólo ai acusador sino también al tribunal. Las posibilidades de
contradicción se ven reducidas. El "arbitro" no sólo puede aportar elemen-
tos que contribuyen a la construcción de la verdad, sino que, además, po-
see facultades para impedir el uso de ciertas armas o estrategias de la par-
te que intenta defenderse.
La justificación de todas estas negaciones al contradictorio viene im-
puesta, como señala CLARIÁ OLMEDO, "por la indispon ibilidad del objeto
sustancial y la necesidad de una investigación integral"47. Lo que no que-
da claro es por qué razón estos objetivos del proceso penal no pueden ser
cumplidos imponiendo la obligación de perseguirlos a un solo órgano -el
ministerio público- y no a dos. Si el contradictorio es una exigencia cons-
titucional derivada del derecho de defensa del imputado, basta con obligar
262
el debate en el cpp nación
48
CAFFERATA ÑORES, Introducción al nuevo Código Procesal Penal de la Provin-
cia de Córdoba, p. 72.
49
RODRÍGUEZ, Comentarios al nuevo Código Procesal Penal de Córdoba, p. 55.
263
el juicio oral
264
Publicidad del juicio penal:
la televisión en la sala de audiencias*
... vale entonces aclarar que no intento persuadir a aquellos que se man-
tienen incólumes en su crítica sino solamente resaltar mi ingenua alegría
por la existencia de un cine y miles de televisores".
Martín ABREGÜ, Tras la aldea penal.
I. Introducción
"Busquemos nuestro punto de partida lejos de aquí, vayamos a Tanzania. En-
foquemos nuestro problema desde una soleada ladera de la provincia de Arusha.
Allí, dentro de una casa relativamente grande, en un pueblo muy pequeño, una
suerte de acontecimiento tuvo lugar. La casa estaba colmada de gente; la mayoría
de las personas adultas del pueblo y varias de los pueblos cercanos estaban allí. Era
un acontecimiento feliz, se escuchaban charlas, se hacían bromas, se veían sonri-
sas, la atención era entusiasta, no había que perderse ni una sola frase. Era un cir-
co, era un drama. Era un juicio" 1 .
El juicio llevado a cabo en Tanzania es utilizado por Nils CHRISTIE para
hacer referencia a la participación de los protagonistas del caso en el pro-
cedimiento a través del cual se dará solución al conflicto. Sin embargo, el
ejemplo también sirve para destacar la participación de los miembros de la
comunidad en el juicio, esta vez como espectadores privilegiados del esce-
nario en el que transcurre el proceso.
265
el juicio oral
2
Si bien se podría discutir el alcance del principio de publicidad en otras eta-
pas del procedimiento -pues, como veremos, la Convención Americana sobre De-
rechos Humanos exige la publicidad del proceso y no del juicio solamente-, en es-
te trabajo nos limitaremos exclusivamente a la aplicación del principio durante el
juicio.
3
NlNO, Fundamentos de derecho constitucional, p. 451.
266
publicidad del juicio y televisión
4
VÉLF.Z MARICÓN»!1., Derecho procesal penal, 1.1, p. 426.
5
La irrazonabilidad de la exclusión puede ser consecuencia de una resolución
ilegítima que dispone la realización del juicio a puertas cerradas (CPP Nación,
363), o bien de una decisión ilegítima que excluye a una o más personas determi-
nadas por considerarlas erróneamente incluidas en los supuestos subjetivos que
permiten la exclusión de personas concretas -manteniendo la publicidad del jui-
cio respecto de los demás- (CPP Nación, 364; por ej., el tribunal cree erróneamen-
te que una persona está ebria).
6
Así, por ej., BINDHR: "La publicidad del juicio, no sólo surge de la esencia del
juicio republicano asumida por nuestra Constitución Nacional, sino que es una de
las garantías judiciales básicas previstas por los pactos internacionales de Derechos
Humanos" (Introducción al derecho procesal penal, p. 102).
267
el juicio oral
7
Cf. BAUMANN, Derecho procesal penal, p. 111. El autor citado, analizando un
caso hipotético en el cual el imputado, conocido político, solicita un debate no pú-
blico para evitar las críticas de la prensa, afirma que "el acusado no puede preten-
der la exclusión del público para proteger su ámbito privado".
8
BINDER, Introducción al derecho procesal penal, p. 103.
268
publicidad del juicio y televisión
efectos positivos de la publicidad, que ésta "torna más fuerte el efecto inti-
midatorio de la pena"9.
Desde este punto de vista, resultaría comprensible la regulación legal de
la irretractabilidad de la acción penal pública, consecuencia del principio
de legalidad previsto en el art. 71 de nuestro Código Penal (irretractabili-
dad contemplada expresamente en el CPP Nación, 5). El titular de la ac-
ción penal pública, el ministerio público, está obligado a llevar el caso a
juicio, sin importar las probabilidades de obtener la decisión solicitada10.
Por este motivo, se podría pensar que el sistema otorga mayor relevancia
al eventual efecto preventivo atribuido a la realización del juicio en sí mis-
mo, independientemente del contenido de la sentencia, que a la posibili-
dad de racionalizar el uso de los recursos persecutorios estatales, concen-
trando los esfuerzos en el tratamiento de aquellos casos con posibilidades
de solución favorable a la petición acusatoria. El valor del bien jurídico es
reafirmado -al menos en cierta medida- por el solo hecho de la realización
del juicio penal, aun cuando se obtenga una absolución. En todo caso, el
mensaje emitido por la decisión de llevar el caso a juicio implica la reafir-
mación del valor del bien jurídico en una medida necesariamente superior
que la del caso que, por criterios fundados exclusivamente en las posibili-
dades de éxito, ni siquiera es llevado a juicio 11 .
9
VÉLEZ MARICONDE, Derecho procesal penal, 1.1, p. 427.
10
En el CPP Nación, el estándar exigido para elevar el caso a juicio es el mis-
mo que se requiere para dictar el procesamiento: los "elementos de convicción su-
ficientes" del art. 154. Ello pues el art. 346 sólo exige que "el juez hubiere dispues-
to el procesamiento... y estimare completa la instrucción".
11
El criterio vinculado a las posibilidades de obtener una decisión favorable es
una pauta fundamental en el ejercicio de la discreción persecutoria propia de los
fiscales estadounidenses.
El Manual de los Fiscales Federales dispone, como regla general para decidir si
se inicia o interrumpe la persecución penal, que "el abogado o la abogada del Go-
bierno debe comenzar, o recomendar, la persecución penal federal si cree que la
conducta de una persona constituye un delito federal, y que la prueba admisible al
juicio probablemente resultará suficiente para obtener y mantener una condena, a
menos que, según su juicio, la persecución deba evitarse porque..." (destacado
agregado). Cf. US Attorncys' Manual, sección "Principios de la persecución penal
federal", regla 9-27.220, titulada "Razones para iniciar o declinar la persecución pe-
nal" apartado A.
269
el juicio oral
12
Una crítica a todas las teorías en BELOFF, Teorías de ¡a pena: la justificación
imposible. Un intento de reelaboración crítico de las teorías tradicionales en FERRA-
JOLI, El derecho penal mínimo.
13
La Inquisición apelaba, al mismo tiempo, al secreto absoluto del procedi-
miento y a la exposición pública de la ejecución penal, para producir efectos pre-
ventivo-generales.
270
publicidad del juicio y televisión
1/1
Esta afirmación no deja de reconocer que existen excepciones que impiden
la realización del juicio público en todos aquellos casos comprendidos en uno de
los supuestos legales de excepción a la publicidad. Sin embargo, esa circunstancia
no impide que la afirmación sea enunciada, al menos, como una regla general, en
principio aplicable a la gran mayoría de los casos.
271
el juicio oral
15
BlNDER, Introducción al derecho procesal penal, p. 105 (destacado agregado).
16
El carácter político de este derecho ciudadano no sólo surge de la circuns-
tancia de que existe una cláusula que establece la institución del jurado en los ca-
sos penales en la parte orgánica de nuestra Constitución, el art. 118. Además, y
principalmente, surge del significado que siempre representa la intervención de los
individuos ajenos a la justicia estatal en la decisión de las causas penales. La facul-
tad ocasional de un particular de tomar parte en el proceso de decisión de los ór-
ganos de la justicia penal es, indudablemente, una facultad para intervenir signifi-
cativamente en el proceso de decisión de un órgano de uno de los tres poderes del
Estado.
En este sentido, MAIER destaca (Derecho procesal penal, 1.1, ps. 777 y s.)> tras se-
ñalar la función de garantía del imputado, que desde el punto de vista de las for-
mas de distribución del poder político, "el juicio por jurados comporta una clara
decisión política acerca de la participación de los ciudadanos en las decisiones es-
tatales".
17
NIÑO, Fundamentos de derecho constitucional, p. 451.
272
publicidad del juicio y televisión
18
NIÑO, Fundamentos de derecho constitucional, p. 452.
19
TEDH, "Caso Pretto y otros", sentencia del 8/12/83, párr. 27.
20
BAUMANN (Derecho procesal penal, p. 107) señala: "La publicidad del proce-
so penal concierne al control de la justicia penal por la colectividad. Los asuntos pe-
nales son demasiado importantes como para que se los pueda tratar secretamen-
te" (destacado en el original).
21
Cf. SCHMIDT, Los fundamentos teóricos y constitucionales del derecho procesal
penal, p. 236.
273
el juicio oral
274
publicidad del juicio y televisión
25
Cf. FERRAJOLI, Derecho y razón, p. 616.
26
COMITÉ DE DERECHOS HUMANOS, Comentario General 13, párrafo 6.
275
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27
C1DH, Informe Guatemala (1983), párrafos 8 y 35 (1).
-° O'DONNELL, Protección internacional de los derechos humanos, p. 168.
276
publicidad del juicio y televisión
Además, el juicio penal, para ser público y oral, debe ser contradictorio
y continuo 29 . Una de las principales exigencias a cumplir, si se pretende
respetar el principio de publicidad del juicio penal, consiste en la inmedia-
ción en la producción de la prueba, que no sólo permite el control ciuda-
dano sino, también y principalmente, brinda la oportunidad de ejercer
efectivamente el derecho de defensa. En efecto, la publicidad del juicio só-
lo resulta posible si se cumple con el principio de inmediación al introdu-
cir los elementos probatorios al debate. La experiencia de la justicia penal
cordobesa ha indicado que "los tribunales, a través del abuso de las facul-
tades de incorporación de prueba por lectura, transformaron el debate en
una silente teatralización en la que el público contemplaba el desarrollo de
la audiencia como algo inentendible, y en la que el presidente, con el acuer-
do obediente de las partes, ordenaba al secretario agregar al acta del deba-
te números de foja cuyo contenido era desconocido para los asistentes"30.
En síntesis, las consecuencias del respeto cabal de la exigencia de publi-
cidad de los juicios penales, produce consecuencias positivas sobre los
principios estructurales del procedimiento, y todas ellas significan condi-
ciones indispensables para el respeto de otros derechos del imputado -v.
gr., derecho de defensa-.
277
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278
publicidad del juicio y televisión
279
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280
publicidad del juicio y televisión
37
Cf. KOHNE, Germany, p. 148.
38
Cf. MYLONOPOULOS, Greece, p. 174.
39
Cf. GANE, Scotland, p. 356.
40
Cf. CORSO, ¡taly, p. 240. Este supuesto autorizado por el juez está regulado
de modo similar al régimen previsto en el CPP Costa Rica que analizaremos a con-
tinuación en detalle.
41
Cf. DE FIGUEIREDO DÍAS y ANTUNES, Portugal, p. 325.
281
el juicio oral
42
En nuestro país el Instituto publicó el Código Modelo bajo el título de Códi-
go Procesal Penal Modelo para Iberoamérica.
282
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283
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284
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285
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286
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287
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44
Cf. SHARTEL, Cameras in the Courts: Early Retwns Show Fcw Sidc Effects, p. 21.
45
Cf. VALUKAS, VON HOENE, y MURPHY, Cameras in the Courtroom: An Over-
view, p. 18.
46
Cf. SHARTEL, Cameras in the Courts: Early Retwns Slww Few Side Effects, p. 21.
47
Cf. SEPLER, Where DO We Stand on Cameras in the Courtroom?, p. 113.
4
° La Judicial Conference es el órgano que establece la política judicial de] po-
der judicial federal. Es dirigida por el presidente de la Corte Suprema y está inte-
grada por 26 jueces de tribunales de alzada y de tribunales de juicio. Cf. VALUKAS,
VON HOENE y MURPHY, Cameras in the Courtroom: An Overview, p. 19.
288
publicidad del juicio y televisión
49
Cf. HODGKINS, Throwing Open a Window on the Nation's Courts by Lifting the
Barí on Federal Courtroom Televisión, p. 90; VALUKAS, VON HOENE y MURPHY, Ca-
meras in the Courtroom: An Overview, p. 18.
50
Cf. SHARTEL, Cameras in the Courts: Early Retttms Show Few Side Effects, p. 21.
289
el juicio oral
ción permite una rápida decisión que excluye toda posibilidad de acceso a
la prensa televisiva. Por otro lado, aun en los casos en que se admiten las
cámaras, se prevén mecanismos de protección respecto de ciertas personas
(jurados, ciertos testigos) tendientes a respetar sus derechos sin que ello
restrinja significativamente la calidad de la cobertura televisiva del juicio.
Finalmente, se prevé que, cuando por las circunstancias particulares del
caso la televisación afecte ilegítimamente el normal desarrollo del juicio o
derechos fundamentales de las partes, el acceso se prohiba en ese caso con-
creto por decisión judicial. Frente a la imposibilidad de determinar todos
los casos en los cuales la televisión pueda afectar los intereses protegidos,
resulta aceptable disponer que la regla que permite el acceso de la prensa
televisiva regularmente encuentre su límite en todos los casos en que, ra-
zonablemente, se pueda pronosticar la afectación que la presencia de las
cámaras producirá sobre aquellos intereses dignos de protección. Dado
que el perjuicio de la televisación depende, en estos supuestos, de las cir-
cunstancias particulares del caso, el legislador sólo puede definir los intere-
ses protegidos frente a los cuales debe ceder el interés en la transmisión te-
levisiva. Así, sólo pueden ser los jueces quienes determinen la aplicación de la
prohibición de cobertura televisiva en cada caso concreto. Ello es correcto no
sólo por la imposibilidad de definir esos casos en una regla genérica y abs-
tracta, sino también porque los jueces están en mejores condiciones que el
legislador para apreciar y pronosticar los efectos de las cámaras sobre los
intervinientes según las circunstancias de cada caso.
51
381 US 532 (1965).
290
publicidad del juicio y televisión
52
Cf. VALUKAS, VON HOENE y MURPHY, Cameras in the Courtroom: An Over-
view, p. 18.
53
Cf. SHARTEL, Cameras in the Courts: Early Returns Show Few Side Effects, p. 21.
54
449 US 560 (1981).
291
el juicio oral
55
Cf. VALUKAS, VON HOENE y MURPHY, Cameras in the Courtroom: An Over-
view, p. 18.
56
Cf. HODGKINS, Throwing Open a Window on the Nation's Courts byLifting the
Ban on Federal Courtroom Televisión, p. 91.
57
Cf. SHARTEL, Cameras in the Courts: Early Returns Slww Few Side Effects, p. 21.
58
Cf. VALUKAS, VON HOENE y MURPHY, Cameras in the Courtroom: An Over-
view, p. 18.
292
publicidad del juicio y televisión
59
Información y citas jurisprudenciales extraídas de GARCÍA, Juicio oral y me-
dios de prensa, ps. 73 y siguiente.
60
La consulta de un documento público realizada por una persona determi-
nada no limita la posibilidad de los demás para obtener la misma información,
pues esa consulta no constituye una limitación material que restrinja significativa-
mente a las demás personas la posibilidad de ejercer el mismo derecho.
293
el juicio oral
IV. 1 . El problema
La cuestión que abordaremos en este punto se vincula con la legitimi-
dad del ingreso de medios televisivos para obtener la grabación de la au-
diencia del debate, y con la simultánea o posterior emisión de las imágenes
del juicio, en los casos en que no rige ninguna excepción objetiva al prin-
cipio de publicidad -cuando no resulta aplicable la posibilidad de excluir
a todo el público, prevista en el CPP Nación, 363-, es decir, cuando el jui-
cio es público para cualquier miembro del público, sin considerar las per-
sonas concretas que hayan sido excluidas por los motivos contemplados en
el art. 364, CPP Nación.
El supuesto comprende todos los casos en los cuales no existe funda-
mento alguno para impedir la publicidad del juicio. Reconocida la ausen-
cia de toda circunstancia que cuestione la legitimidad de realizar el juicio
públicamente y, por ende, la necesidad de respetar la exigencia de publici-
dad en toda su extensión, ¿es posible permitir el ingreso de los medios te-
levisivos? Si así fuera, ¿cómo debe regularse su intervención?
294
publicidad del juicio y televisión
11
MAIER, Derecho procesal penal, 1.1, p. 268.
'- Cf. MAIER, Derecho procesal penal, 1.1, ps. 269 y siguientes.
' 3 MAIER, Derecho procesal penal, 1.1, p. 272.
,4
Cf. MAIER, Derecho procesal penal, 1.1, p. 282.
295
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65
Cf. CHRISTIE, LOS conflictos como pertenencia, p. 160.
66
En este sentido, SLOKAR describe el sistema del Código Federal: "De manera
que la obligación de acceso libre, demuestra que el requisito de publicidad del jui-
cio aparece satisfecho con la mera posibilidad de presencia de personas en la sala
de audiencias" (SLOKAR, Publicidad de juicio y libertad informativa: notas referidas
a la intervención televisiva, p. 813).
296
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67
BINDER, Introducción al derecho procesal penal, p. 105 (destacado en el ori-
ginal).
68
A lo que sucede en nuestros tribunales, es interesante añadir la opinión de
CHRISTIE respecto de los tribunales escandinavos: "Pero aun sin ninguna investi-
297
el juicio oral
gación creo poder afirmar con cierta seguridad que tanto la ubicaciónfísicacomo
el diseño arquitectónico, son fuertes indicadores de que los tribunales en Escan-
dinavia pertenecen a los administradores de la ley" (Los conflictos como pertenen-
cia, p. 162).
69
"Y aquí radica la importancia del trabajo de los medios de comunicación...
Allí es donde el periodista judicial cumple la función primordial y muy importan-
te de ser el canal que permite la crítica social respecto de la justicia y, por lo tanto,
el control sobre la administración de justicia" (BINDER, Importancia y límites del pe-
riodismo judicial, p. 266).
298
publicidad del juicio y televisión
70
BIELSA, La televisión no hace injusto un juicio, p. 19.
71
Esta circunstancia fue señalada por Daniel PASTOR, quien notó, a través de
su asistencia a distintos juicios, cómo el mismo tribunal actuaba de distinta mane-
ra frente a la presencia de la prensa televisiva.
72
SLOKAR, Publicidad de juicio y libertad informativa: notas referidas a la inter-
vención televisiva, p. 814.
299
el juicio oral
73
La provocación del estado nervioso de una persona por la presencia de las
cámaras, por ejemplo, puede tener distintos efectos. Puede afectar la credibilidad
de un testigo que está diciendo la verdad, pero también puede confundir y poner
en evidencia a un testigo que está mintiendo.
74
Gran parte de las campañas electorales de los candidatos a un cargo públi-
co electivo tienen lugar en los medios. El debate entre candidatos sólo puede ser
juzgado por gran parte de los electores si tiene lugar en algún canal de televisión
abierta. Aunque el interés exclusivo del canal sea el beneficio económico, los efec-
tos de la emisión, en sí mismos, resultan positivos para los miembros de la comu-
nidad política en la que se llevará a cabo la elección.
300
publicidad del juicio y televisión
75
En Florida, por ejemplo, se autoriza la cobertura televisiva bajo ciertas con-
diciones, y sujeta siempre a la autoridad del juez que interviene en el juicio. "La re-
glamentación limitaba la presencia a una sola cámara y a un solo técnico, el equi-
po debía ser fijo y no podía ser movido durante la sesión, prohibía el uso de ilu-
minación artificial y especialmente proscribía lafilmacióndel jurado y el registro
de sonido de las conversaciones entre abogados, partes y sus abogados, y de las que
se desarrollaban en el estrado" (GARCIA, Juicio oral y medios de prensa, p. 80, des-
cribiendo el Canon 3A(7) del Código de Conducta Judicial de Florida). Cf., ade-
más, los puntos III. 3. y III. 4. a. de este trabajo.
76
Cf. una evaluación crítica de esa percepción, especialmente en el ámbito cri-
minológico yjurídico-penal, en ABREGÜ, Tras la aldea penal, ps. 30 y siguientes.
301
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302
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303
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79
GARCIA reconoce expresamente ambas proposiciones (cf. Juicio oral y medios
de prensa, p. 28).
304
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80
Cf. GARCIA, Juicio oral y medios de prensa, ps. 30 y ss. La televisión emite "una
mezcla indisoluble de información yficciónen donde no importa que el público
pueda distinguir entre noticias verdaderas e invenciones falsas" (transcripción de
GARCIA, p. 34, con cita de SLOKAR de una opinión de Umberto Ecco).
305
el juicio oral
81
Una crítica inteligente de las teorías comunicativas de penalistas y criminó-
logos en ABREGO, Tras la aldea penal, ps. 30 y ss. Entre otras cuestiones, señala que
"LOMBROSO no necesitó de Canal 9 Libertad para desarrollar su teoría del nomo de-
linquente" (p. 31).
82
Sobre el modo en que la justicia recorta la realidad, cf. la crítica de CHRISTIE,
Las imágenes del hombre en el derecho penal moderno.
306
publicidad del juicio y televisión
ción y redefinición del conflicto según las exigencias de las reglas jurídicas.
La dimensión normativa exige un recorte del hecho en sus propios térmi-
nos, excluyendo el resto de la información existente, considerada irrele-
vante por el texto jurídico. El "juicio televisivo", por su parte, presenta re-
glas narrativas distintas a las reglas del proceso penal. En consecuencia, la
televisión "deforma" en la misma medida en que la justicia "deforma", só-
lo que ambas aplican reglas de distorsión diferentes.
Por último, se debe tener en cuenta que el recorte de la información es
propio de todos los medios de prensa, no sólo de la televisión, de modo tal
que ese problema, si existe como tal, subsiste aun sin la transmisión televi-
siva. Sin embargo, en muchas ocasiones este tipo de críticas se dirigen ex-
clusivamente contra la televisión. La prensa escrita, seguramente, tiene mu-
chas menos posibilidades de reproducir íntegra y objetivamente un juicio.
En consecuencia, los problemas atribuidos a la televisión también son atri-
buibles a los demás medios.
IV. 4. c. Los efectos sobre el comportamiento de los intervinientes
I. Otra crítica que se ha formulado señala el efecto que produce la pre-
sencia de las cámaras respecto de la espontaneidad de los testigos. En este
sentido, se afirmó en un precedente alemán que ante la presencia de la te-
levisión en la audiencia, los testigos "caerán en situación conciente, por re-
gla, que afectará su comportamiento y que, según el caso inhibirá sus ex-
presiones o los determinará a hacer declaraciones, que sean adecuadas a la
situación teatral, y que no habrían efectuado sino bajo tal influencia"83.
La influencia que las cámaras producen en el comportamiento de los
testigos, como ya hemos visto, no puede ser considerada negativa en sí
misma. El problema no consiste en que la presencia de las cámaras influya
sobre el comportamiento del testigo. La cuestión radica, en cambio, en de-
terminar si la actitud provocada por la cámara de televisión produce un
perjuicio concreto al proceso de determinación de la verdad que, según se
sostiene, tiene lugar en el juicio penal. Lo importante es averiguar qué sa-
be el testigo y determinar si dice la verdad, y no preocuparse por verificar
si el testigo pierde la supuesta espontaneidad con la que habría declarado
de no haber estado presente la televisión.
83
BGHSt 16, 113, citado por GARCIA, Juicio oral y medios de prensa, p. 59.
307
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Cf. SHARTEL, Cameras in the Courts: Early Retiirns Show Few Side Effects, p. 25.
308
publicidad del juicio y televisión
rados". Agrega que el rápido crecimiento del canal Court TV, dedicado ín-
tegramente a casos judiciales, y la cobertura de casos de interés para el gran
público, ha tenido una tremenda influencia en el proceso de educación del
público sobre el sistema jurídico 85 .
Por su parte, KRYGIER sintetiza su conclusión afirmando que la cámara
de televisión se convierte en el jurado número trece, asegurando una co-
rrecta administración de justicia. Agrega que representa una oportunidad
para que el público observe el juicio y obtenga una comprensión más aca-
bada del sistema de justicia. También destaca que la televisión es un instru-
mento educativo, que informa al público sobre cuestiones legales del pro-
cedimiento y del derecho sustantivo, y que incentiva debates enriquecedo-
res. Finalmente, señala que las investigaciones han indicado que la presen-
cia de la prensa televisiva no produce efectos negativos de relevancia sobre
testigos y jurados 86 .
Aun quienes se oponen a la televisación de los juicios y cuestionan la
validez científica de las investigaciones sobre el tema reconocen que no
existen pruebas que corroboren sus temores. En palabras de una de estas
personas: "Los estudios sobre los efectos de las cámaras en el juicio proveen
escasa evidencia de que la cobertura televisiva directa sea indeseable"87.
V. Conclusiones
I. Hemos visto que el principio de publicidad del juicio penal es un
principio expresamente establecido en nuestro derecho en normas de je-
rarquía constitucional. Se trata de un principio complejo que representa,
al mismo tiempo, un derecho del imputado y un derecho de las personas ex-
trañas al caso de asistir al juicio para controlar los actos de la administra-
ción de justicia.
85
SHARTEL, Cameras in the Courts: Early Returns Show Few Side Effects, p. 21
(destacado agregado).
86
Cf. KRYGIER, The Thirteen Juror: Electronic Media's Struggle to Enter State and
Federal Courtrooms, p. 83.
87
VALUKAS, VON HOENE y MURPHY, Cameras in the Courtroom: An Overview,
p.21.
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310
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